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XIX
• Los problemas sociales de las clases populares se agudizan cada vez más,
tanto en las grandes ciudades (paro, pésimas condiciones de vida,…) como en
las zonas rurales, especialmente en el Sur, donde los bajos jornales o la
temporalidad del empleo producen condiciones de vida miserable.
• Una burguesía cada vez más poderosa y que no quiere renunciar a mantener
su status social. Así, renuncia a examinar la realidad social del país y a realizar
cualquier tipo de transformación que pueda poner en peligro su situación
privilegiada.
1.2- Antecedentes
A partir de 1830 se aceleró el proceso de concentración fabril, sobre todo por el
desarrollo de la industria del algodón y la aparición de la primera siderurgia. Ello
propició la llegada masiva a las ciudades de miles de trabajadores agrícolas, que hizo
crecer a los barrios periféricos en unas condiciones ínfimas de salubridad.
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resistencia” en el ámbito de los obreros de la industria textil, sociedades meramente
reivindicativas en materia económica, sin ninguna definición ideológica.
También es ahora, en plena guerra carlista, cuando penetran en España las ideas del
llamado “socialismo utópico”, un socialismo tímidamente crítico con la emergente
sociedad capitalista que cree que la ciencia y el progreso junto con la solidaridad
pondrían fin a todos los problemas de las clases proletarias. El socialismo utópico del
francés Fourier es el primero que entra en nuestro país debido al regreso de los
exiliados por el absolutismo fernandino, reclamando una mejor distribución de los
beneficios económicos, un mayor desarrollo de la agricultura y la industria (aunque con
predominio de la primera) y una organización social basada en los falansterios
(sociedades cerradas de unas 1600 personas dedicadas a labores agrícolas en la cual
todas las funciones sociales estarían repartidas). Los primeros ecos de estas doctrinas
aparecerán en Barcelona y sobre todo en Cádiz gracias a la labor de hombres como
Joaquín Abreu o Manuel Sagrario de Veloy, quien intentó formar un falansterio en las
cercanías de Jerez que fue prohibido por el gobierno. Así mismo se difundieron las
ideas de otros ideólogos afines al socialismo utópico como las ideas comunistas de
Cabet, Owen, Blanqui o Proudhon (éstas últimas ligadas ya con el republicanismo).
A pesar de los reiterados esfuerzos de los distintos gobiernos por evitar el auge de las
asociaciones obreras, éstas siguieron creciendo con el apoyo de los nuevos partidos
políticos, como el demócrata y el republicano. Hasta 1854, sin embargo, la mayoría de
los obreros no comprendían contra quién enfrentaban sus intereses. Hicieron causa
común con sus patronos y se opusieron a los gobiernos progresistas reclamándoles el
mantenimiento del proteccionismo. Atribuían erróneamente las crisis industriales y los
bajos salarios a la competencia inglesa. Sólo había reivindicaciones salariales, de
seguridad en el trabajo o de horarios.
Hay que esperar al Bienio Progresista para que de forma definitiva los trabajadores
separen su movilización de la de los patronos. Es de destacar ahora la revolución
obrera de VII/1854, ligada al pronunciamiento militar conocido como “La
Vicalvarada”. Tras participar en la revolución apoyando a los progresistas, el
movimiento obrero cobró un gran desarrollo. Durante todo el año se sucedieron las
protestas contra la generalización de hiladoras y tejedoras mecánicas (selfactinas), y los
disturbios llevaron a frecuentes choques en la calle contra las tropas. En 1855 la
conflictividad creció y la movilización obrera se extendió a toda la ciudad de Barcelona.
La violenta reacción del gobierno llevó a que los obreros se enfrentaran a las tropas
enviadas por Espartero en las calles, llegando a un acuerdo final para mantener los
sueldos y los convenios colectivos hasta que las Cortes aprobaran una nueva
reglamentación laboral. Las quejas obreras, apoyadas por miles de firmas recogidas por
todo el país, se centraban en pedir el reconocimiento al derecho de asociación, la
reducción de la jornada laboral a diez horas, el mantenimiento de los salarios, el derecho
de negociación colectiva, el establecimiento de tribunales paritarios para dirimir los
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conflictos,… El proyecto de Ley del Trabajo finalmente aprobado no recogió estas
aspiraciones, defendiendo los intereses de los patronos. La conflictividad siguió
aumentando en el año 1856 ante el intento de la patronal de aumentar la jornada laboral
de los sábados. El clima se fue deteriorando en todo el país hasta que el golpe de Estado
de julio desencadenó el levantamiento de barricadas y el combate en las calles contra los
golpistas. Sin embargo, con la vuelta de Narváez fueron prohibidas de nuevo las
asociaciones obreras.
El resultado del Bienio fue demostrar a los trabajadores que el partido progresista
defendía los intereses de los patronos. En adelante el movimiento obrero se politizó
abiertamente y sus dirigentes pasaron a apoyar al partido demócrata y a los
republicanos, que incluyeron algunas reivindicaciones obreras en sus programas. No
obstante, la acción obrera disminuyó durante los años de la Unión Liberal, en parte por
la represión gubernamental, en parte porque se supo desviar la atención hacia los
conflictos exteriores, y en parte por la bonanza económica de aquellos años. A destacar
que en 1861 más de 15.000 firmas de obreros pidieron a las Cortes la libertad de
asociación para los trabajadores. No se concedió, pero se adoptó cierta tolerancia ante el
asociacionismo obrero, especialmente en las grandes zonas fabriles. De esta forma, en
1865 se pudo convocar un Congreso Obrero que reunió a unas cuarenta sociedades. El
Congreso se desarrolló sin incidentes y en él se acordó formar una federación de
asociaciones obreras y centros obreros en aquellas localidades donde hubiera más de
una sociedad; también se acordó pedir al gobierno la libertad de asociación.
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mayoría catalana impuso la orientación anarquista de no colaboración ni alianza con las
fuerzas políticas burguesas. Así pues, la presencia en España del movimiento obrero
internacional se concreta en una fuerte presencia del pensamiento anarquista, que caló
hondo en la clase obrera española debido al resentimiento de los trabajadores hacia los
dirigentes republicanos y por la decepción popular con la Revolución de 1868, que
separó al movimiento obrero de un republicanismo que permanecía indiferente ante las
luchas sindicales.
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imponerse al anarquismo, y se extenderá fundamentalmente en el País Vasco, Asturias y
Madrid. En 1888 fundarán la Unión General de Trabajadores (UGT), sindicato
socialista encargado de la defensa de los trabajadores del partido. En 1890 se celebró
por primera vez el 1º de Mayo, siguiendo la consigna de la II Internacional. Desde
entonces el partido comenzó a presentar candidatos a las elecciones, y en las
municipales del año siguiente consiguieron obtener varios concejales en algunas de las
grandes ciudades. La guerra de Cuba afianzó aún más la posición del partido. Se
opusieron al servicio militar discriminatorio y denunciaron la guerra como imperialista
y antisocial. El hecho de no tener ninguna responsabilidad en el desastre de 1898 sería
decisivo para popularizar la imagen del partido y aumentar su afiliación a principios de
siglo.