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Un enfoque sistémico1

Gregory Bateson

Extracto del Libro "Una unidad sagrada: pasos ulteriores hacia una ecología
de la mente" (pp. 330 a 333). Editorial Gedisa, 1993

El desarrollo de la terapia familiar en los últimos veinte años denota algo más que la
aparición de un nuevo método y algo más que un cambio del tamaño de la unidad social
con la que el terapeuta siente que debe trabajar. En realidad, ese cambio del tamaño de la
unidad conlleva una nueva epistemología y una nueva ontología, es decir, una nueva
manera de pensar qué es una mente y un nuevo concepto del lugar que ocupa el hombre en
el mundo.
En los primeros tiempos de la terapia familiar, aquellos de nosotros que trabajábamos
con esquizofrénicos institucionalizados nos sentimos impulsados a realizar terapia familiar
porque no tenía sentido devolver a su casa al paciente que nos habían remitido del hospital,
cuando en ese hogar existía una situación que promovería los síntomas que ese paciente
acababa de abandonar. Por consiguiente, en esos primeros tiempos, la terapia familiar
adquirió la forma de una defensa del paciente contra lo que su familia pudiera hacerle. En
las primeras formulaciones de la teoría del doble vínculo identificamos al paciente como la
"víctima" del vínculo con los padres, y la madre "esquizofrenogénica" fue el blanco del
ataque psiquiátrico. Pensábamos en términos de pacientes versus familia, en la cual la
palabra clave era "versus".
Pero en poco tiempo quedó claramente establecido que todos los miembros de una
familia en la que existía la esquizofrenia eran víctimas y que la familia como un todo -con
el paciente incluido- debía modificarse. La palabra "versus" ya no fue apropiada para
describir las relaciones que se mantenían en el seno de la familia, de modo que la expresión
clave pasó a ser "parte de". Era necesario considerar a cada individuo como parte de un
sistema que, como un todo, estaba funcionando mal.

1
Este ensayo fue escrito en 1971 como una evaluación de "Family Therapy" de Jay Haley. Fue tomado de
International Journal of Psychiatry (1971), con la autorización de Jason Aronson, Inc. Fue suprimida parte del
material introductorio.

1
La teoría de los sistemas

El hecho de poner el acento en el sistema en su conjunto significó pasar de los conceptos


convencionales de la psicología individual a alguna forma de la teoría de los sistemas o la
cibernética.
Pero, ¿qué es un sistema?
Después de todo, un sistema es cualquier unidad que incluya una estructura de
retroalimentación (feedback) y, por lo tanto, capaz de procesar información. Hay sistemas
ecológicos, sistemas sociales y el organismo individual sumado al ambiente con el cual está
en interacción es un sistema en sí mismo, en este sentido técnico. La circunstancia de
considerar a la unidad familiar como un sistema, creo que inevitablemente llevó a
considerar al individuo como un sistema.
Se sigue de ello que las maneras de pensar desarrolladas por los psiquiatras a fin de
comprender a la familia como un sistema han de terminar por aplicarse con el fin de
comprender al individuo como sistema. Este sería un cambio fundamental dentro del
terreno de la psicología, esto es, en el estudio del individuo, y un cambio equivalente de la
filosofía y de la práctica de la psicoterapia individual. La polarización de la opinión no se
limita entonces simplemente a una disidencia entre quienes practican la terapia individual y
quienes practican la terapia familiar, sino entre aquellos que piensan en términos de siste-
mas y aquellos otros que piensan en términos de secuencias lineales de causa y efecto.

Psicología individual y teoría de los sistemas

Este no es el lugar ni el momento apropiado para predecir detalladamente qué va a


ocurrir con la psicología individual y con las técnicas de tratamiento individuales cuando en
este terreno se asimile la teoría de los sistemas. No obstante, vale la pena señalar que
muchos aspectos de la psicología individual convencional estuvieron preparados durante
mucho tiempo para enmarcarse dentro de la teoría de los sistemas, particularmente el
concepto freudiano de conflicto psicológico en el cual los polos contrastantes de
pensamiento o motivación se consideraron convencionalmente interactivos, en el sentido de
que cada uno alienta y promueve al otro.

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En otras esferas la asimilación no ha de ser tan fácil. Muchos de los conceptos comunes
de la psicología individual que en lenguaje psicológico se emplearon como sustantivos y
hasta en cierta medida se reificaron, sin duda, habrán de traducirse a un lenguaje de
proceso. Conceptos tales como yo, angustia, hostilidad, energía psíquica, necesidad, etc.,
tendrán una nueva apariencia y ocuparán un lugar muy diferente en el sistema total de la
explicación. Seguramente será difícil asimilar esos cambios.
Quizás aun más difícil sea la modificación de los límites de la mente individual. La regla
básica de la teoría de los sistemas es que, si uno pretende comprender algún fenómeno o
manifestación, debe considerarlo dentro del contexto de todos los circuitos completos que
sean relevantes para ese fenómeno. Es decir, se pone el acento en el concepto del circuito
comunicacional completo y en la teoría está implícita la expectación de que todas las
unidades que tienen circuitos completos han de mostrar características mentales. En otras
palabras, la mente es inmanente al circuito. Estamos habituados a pensar en la mente como
en algo contenido dentro de la piel de un organismo, pero el circuito no está contenido
dentro de la piel.
Consideremos el caso de un hombre que derriba un árbol con un hacha. Cada golpe del
hacha debe ser corregido acorde a la superficie de corte del árbol cada vez que salta una
astilla. En otras palabras, el sistema que muestra características mentales es el circuito
completo que va desde el árbol hasta los órganos sensoriales del hombre, a través del
cerebro a los músculos y al hacha y nuevamente hasta el árbol. Este no es el tipo de unidad
que están acostumbrados a considerar los psicólogos, pero es la unidad en la cual la teoría
de los sistemas los va a obligar a pensar.
Es fácil advertir que ese cambio de perspectiva, es decir pasar de pensar en "el hombre
versus el árbol" a pensar en "el hombre como parte de un circuito que incluye el árbol" ha
de modificar nuestras ideas sobre la naturaleza del sí mismo, la naturaleza del poder, la
responsabilidad, etc...
Y hasta puede llevar a la raza humana a una especie de sabiduría que podría impedir la
desenfrenada destrucción de nuestro medio biológico y podría evitar algunas de las
actitudes extremadamente peculiares que exhibimos con los pacientes, los extranjeros, las
minorías, nuestras esposas y nuestros hijos ¡e incluso nosotros mismos!

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