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23 de septiembre Día de los derechos políticos de la mujer

Hebe Luz Ávila

23 de septiembre

Día de los derechos políticos de la mujer


Por la Dra. Hebe Luz Ávila

En nuestro país, como en el mundo entero, la mujer ha debido


recorrer un largo camino, desde que se alzaron las primeras voces
femeninas en reclamo de un legítimo espacio político donde, igualada con
el hombre, pudiera expresar su pensamiento y ejercer sus derechos
ciudadanos.
La lucha comienza a fines del siglo XIX, encuadrada dentro del
movimiento mundial por la emancipación de la mujer. Nueva Zelanda fue
la primera en otorgar el voto femenino, en 1893.
En la Argentina de aquel entonces, las mujeres podían votar solo en
el orden municipal, y no de manera igualitaria, puesto que se trataba de
voto calificado. Así, como curiosidad histórica, podemos señalar un hecho
aislado: en 1883, en la ciudad de Pampa del Chañar (San Juan), se elaboró
el primer padrón femenino.
El Partido Socialista, fundado en 1896, establecía en su plataforma
la igualdad política y laboral de las mujeres. En 1911 será el diputado
socialista Alfredo Palacios quien presente el primer proyecto de Ley por
el sufragio femenino.
Pero será en los primeros años del siglo XX, cuando derechos de la
mujer fueran reclamados por agrupaciones feministas, conformadas
mayoritariamente por mujeres de clase media y alta, gremialistas y
algunas universitarias, librepensadoras, liberales, reformistas y socialistas,
las que habían librado la batalla en sus propios hogares, para salir del rol
tradicional de esposas y madres. Así, podemos señalar que en 1902 se
organizó el Centro Socialista Feminista con Fenia Chertkoff, que en 1905
se creó la Liga Femenina Nacional vinculada con organismos
internacionales sufragistas y que en 1910 Buenos Aires fue sede del
Primer Congreso Femenino Internacional, en el que participó Cecilia
Grierson, primera médica argentina.
Al aplicarse la Ley Sáenz Peña en las elecciones nacionales en
1916, ésta significó un punto de inflexión, para los grupos feministas que
intensificaron las acciones publicas en su reclamo.

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Hebe Luz Ávila

En 1932, la Asociación Argentina del Sufragio, creada por


Carmela Horne de Burmeister, agrupaba a 80.000 afiliadas, por lo que
llegó a ser la mayor agrupación de la década del 30.
Un hito muy importante se dio también en la provincia de San Juan,
cuando en 1934, se proclama la primera Legisladora Argentina y de
América Latina, la abogada Emar Acosta, del Partido Demócrata.
En 1938, la Unión Argentina de Mujeres y la Asociación Argentina
del sufragio femenino, con Victoria Ocampo y María Rosa Oliver,
presentaron un proyecto de la Ley en la Cámara de Diputados.
En general, los quince proyectos enviados al Congreso antes de 1947
fueron sistemáticamente ignorados. Además de estas presentaciones hubo
simulacros de voto y también reparto de volantes concientizadores, como
metodología de trabajo, en realidad bastante moderada en comparación
con las sufragistas inglesas.

Eva perón, la abanderada

Desde los primeros días en la Secretaría de Trabajo y Previsión, el


entonces Coronel Perón encara una política dirigida a las mujeres, por lo
que crea la División de Trabajo y Asistencia a la mujer. Inmediatamente,
Perón manifiesta su apoyo a la cuestión del sufragio femenino, en un acto
celebrado en el Congreso, el 26 de julio de 1945 y se forma la comisión
Pro Sufragio Femenino, la que solicita el cumplimiento de las actas de
Chapultepec, por las cuales los países que aún no habían otorgado el voto
a la mujer, firmaban el compromiso de hacerlo.
Al instalarse el tema desde el oficialismo, se produce un giro y el 3
de septiembre de 1945, la Asamblea Nacional de Mujeres, presidida por
Victoria Ocampo, rechaza el voto otorgado por el gobierno de facto y
reclama que el gobierno sea asumido por la Corte Suprema.
Sin embargo, en la Campaña electoral de 1946, se puso de
manifiesto que, aun sin derechos políticos, la mujer había ingresado de
hecho en la política argentina.
En cuanto asume la presidencia, Perón expresa su apoyo al sufragio
femenino, en su primer mensaje al Congreso, el 26 de julio de 1946, y
luego en el plan Quinquenal.
Tendrá que aparecer Eva Perón, para que, con su energía y decisión,
emprenda la campaña desde todos los ámbitos de su accionar: con los

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legisladores, con las delegaciones que la visitan, con las mujeres nucleadas
en los centros cívicos, a través de la radio y de la prensa.
El 11 de septiembre de 1946, el Congreso Nacional dio sanción
definitiva al proyecto de ley impulsado por este indiscutido símbolo de las
luchas sociales, nuestra María Eva Duarte de Perón.
A partir del 27 de enero de 1947, todos los miércoles a las 21, Evita
habla por radio. Su mensaje va dirigido a un conglomerado femenino
extenso y se instala en las mujeres que van a desempeñar un papel activo:
mitines, manifiestos, grupos de obreras pegan carteles en reclamo de la
ley.
Tan compenetrada está en su proyecto, que antes de partir de Madrid
en una gira por Europa, Evita expresa en un mensaje a la mujer española:
“Este siglo no pasará a la historia con el nombre de “Siglo de la
Desintegración Atómica” sino con otro nombre mucho más significativo:
“Siglo del Feminismo Victorioso”.
La promulgación definitiva de esta ley reivindicatoria de los
Derechos Políticos de la Mujer, la Ley 13.010, se registró el 23 de
septiembre de 1947 en el marco de un gran acto cívico. En un párrafo
de su discurso, Evita expresaba:
“Mujeres de mi patria:
Recibo en este instante, de manos del Gobierno de la Nación, la
Ley que consagra nuestros derechos cívicos. Y la recibo, ante vosotras,
con certeza de que lo hago en nombre y en representación de todas las
mujeres argentinas.
Siento, jubilosamente que me tiemblan las manos al contacto del
laurel que proclama la victoria. El sufragio, que nos da participación en
el porvenir nacional, lanza sobre nuestros hombros una pesada
responsabilidad. Es la responsabilidad de elegir, mejor dicho de saber
elegir, para que nuestra cooperación empuje a la nacionalidad hacia las
altas etapas que le reserva su destino barriendo en su marcha los
resabios de cuanto se oponga a la felicidad del pueblo y al bienestar de la
Nación.”

Para su eficaz cumplimiento fue creado el padrón electoral femenino


de la Nación, hasta entonces inexistente.
A todo esto, las pioneras mujeres feministas se levantaron contra la
ley sancionada, pues interpretaban de manera mezquina que se consagraba

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de antemano a un partido y no a la defensa de la causa de todas las


mujeres y su lema fue: “Ahora no queremos votar”.
Sin embargo, con el tiempo, la madurez del electorado femenino
supo escuchar su mensaje y valorarlo en toda su magnitud. Así es como, el
11 de septiembre de 1951, casi el 95% del electorado femenino participó
por primera vez en la historia de nuestro país en una elección Nacional. El
63,9% lo hizo por el Partido Justicialista, el 30,8% por la unión Cívica
Radical. Y en 1952, las primeras 23 diputadas y senadoras ocuparon
sus bancas, en representación del Partido Justicialista. Los otros
partidos desconocieron que sus mujeres tuviesen los mismos derechos,
aunque alguno de ellos lo hubiesen pregonado durante muchos años.
El largo y dificultoso proceso de lucha para extender el derecho al
sufragio de la mujer en América Latina continuó hasta que en 1961
Paraguay concedió a la mujer el derecho a voto y Guatemala - que tenía
desde 1945 un derecho al voto para un número restringido de mujeres- lo
otorgó en su totalidad recién en 1965.
Si analizamos nuestra historia de manera desapasionada para evaluar
qué fue lo positivo y qué no lo fue, en el proceso de justicia y respeto
por los derechos de la mujer, podemos encontrar:
 Ninguna ley para favorecer la participación política dela mujer
pudo ser sancionada sin provocar fuertes polémicas. Antes de la Ley
13.010, se registraron numerosos anteproyectos en el Parlamento
Nacional, pero por la lucha inclaudicable de Eva Perón, ésta fue
sancionada en tiempo récord, a pesar de la oposición parlamentaria
representada por los diputados radicales y socialistas y la aún más tenaz
que tuvo a dos mujeres como bandera. En efecto, al frente de la
Asociación de Mujeres Argentinas, Victoria Ocampo y Alicia Moreau
de Justo fueron las firmes sostenedoras del NO a la ley.
 Desde esa primera Ley, las mujeres fueron parte activa en la
construcción de políticas específicas y generales, como lo demuestra un
somero análisis de miles de proyectos diseñados y que llevan la firma de
mujeres, hasta su participación en todo el quehacer político y ciudadano
sin ningún tipo de exclusión.
 Las representantes femeninas ocuparon cargos electivos
parlamentarios a partir de la elección del año 1951, en representación del
Partido Peronista Femenino, que disponía de un lugar cada dos.

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 A partir de la denominada Revolución Libertadora, las mujeres


no volvieron a ocupar cargos sino aisladamente en los intermitentes
períodos democráticos, aunque no dejaron de ser víctimas y mártires al
lado de los hombres, en todas las etapas de duras dictaduras y de silencio
político.
 En 1991 se sancionó la Ley 24.012 que estableció el cupo de 30
% para el sector femenino en la composición de las listas. La ley se
reglamentó en 1993 y, a partir de entonces la representación de las
mujeres, que fluctuaba entre el 4 y 6 % pasó a ser del 24,5 al 28 % en la
realidad.
Sesenta años han pasado desde aquella conquista que otorgó a la
mujer argentina el derecho a elegir y a ser elegida. Ello ha provocado,
positivamente, una mayor participación de mujeres en la política, lo que
fortalece la democracia. Y esto es así en la medida en que implica
aceptación de la diversidad y obliga a ejercitar la tolerancia para aceptar
enfoques y estilos diferentes. Es necesario que exista no una mayoría
de mujeres (objetivo inalcanzable por ahora), pero sí una minoría
suficientemente importante que pueda producir un cambio cualitativo.
Esta minoría fuerte constituirá una "masa crítica" y podría influir en el
cambio de las formas de la política tradicional.
Si cada día aparecen en los medios de comunicación muchas
mujeres que ejercen cargos públicos, serán cada vez más visibles sus
calificaciones y capacidades, y convertirán la política en un asunto de
interés más general, más cercano y más transparente. Asimismo, en el
ambiente laboral y en las organizaciones políticas, la mayor presencia
femenina provocará cambios en las relaciones y en la lógica de
resolución de conflictos y de construcción de propuestas.

Si gana la mujer ganamos todos

Elegir a los mejores entre mujeres y hombres implica una


ampliación del universo de elección y por tanto, el resultado puede ser
mejor. Además, es claro que la suma de visiones y capacidades beneficia
a todos.

Sobre la base de que la democracia misma gana en profundidad con


un cambio en esta dirección, resulta fundamental levantar liderazgos

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femeninos que sean reconocidos y apoyados por las mujeres


organizadas. También es importante lograr involucrar a los varones de
talante democrático y moderno en esta tarea que beneficia a todos, en la
medida en que la participación es un objetivo de la democracia. Para
lograrlo, es preciso realizar tareas muy concretas, entre las que
señalamos:

• Favorecer la organización de las mujeres, su participación en


instituciones mixtas y estimular su producción cultural para que puedan
desarrollar sus puntos de vista y opiniones, y elaborar sus demandas. La
participación es uno de los puntos de iniciación tanto para la política
como para otros espacios en los que se desee tener alguna ingerencia,
esta puede ser desde el colegio de los niños, un sindicato, la asociación
barrial, la parroquia. De esta manera podrán asumir como tarea propia la
profundización de la Democracia y no sólo delegarla en el gobierno y
los políticos.

• Fortalecer la solidaridad de género y no la "rivalidad


femenina". Propiciar amplios debates culturales sobre el tema.
• Perder el miedo a las diferencias, abrirse al diálogo, con la
voluntad de identificar acuerdos y desacuerdos y llegar a consensos.
• Promover la creación de instituciones que eduquen a la
ciudadanía y especialmente a la mujer sobre los derechos y deberes
cívicos, sobre todo en escuelas de formación de dirigentes sociales y
comunitarios. Falta preparación en la ciudadanía para ejercer tanto sus
deberes como sus derechos, es necesario que se la fomente
• Insistir con la personalización de los candidatos, descartando
las listas sábana.

• Bregar para que los medios de comunicación sean empleados


para humanizar a los políticos, no para que éstos se transformen en
imágenes. .
• Y por sobre todo, la mujer para hacer política no debe
virilizarse, sino seguir siendo una mujer que hace política.
• Por último, lo fundamental: la búsqueda de los principios
éticos. Lo deseable no es que muchas mujeres accedan al poder para
abundar en “más de lo mismo”, sino acceder al poder de un modo
cualitativamente diferente, para gestionar los recursos en función de una

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sociedad más justa y no a medrar con el poder y aprovecharse de todos


los privilegios que conlleva.

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