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Fecha: 01 de abril de 2005 Versión Doc: 1.0
Origen: Linda F. Palmer
Recopilado por: Dani Original: Linda F. Palmer
Título: La química del apego
Asunto: Artículo de la relación entre el apego y los procesos químicos
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El contenido de este documento esta recogido a través de canales públicos vía Internet de acceso general. La
publicación en este documento es meramente de difusión pública debido a su interés en opinión del recopilador
y debe ser acogida como tal. Gracias.

LA QUÍMICA DEL APEGO


Por Linda F. Palmer, autora de Baby Matters.

Los bebés humanos nacen desamparados, necesitan ser totalmente protegidos y cuidados.
Afortunadamente, nacen con todas las herramientas e instrucciones necesarias para lograr ese cuidado y para
llegar a ser una parte amada y amante de su familia y de su sociedad. Las interacciones neurales y
hormonales que se establecen entre los padres y el bebé para asistirles en este proceso son de las más
poderosas de la naturaleza. Las señales hormonales son claras y contundentes y nuestros instintos nos
proveen de las respuestas apropiadas. Si no se esfuerzan en evitar e ignorar tales impulsos, los padres
seguirán de forma natural el consejo de sus neuronas y hormonas, nutriendo a sus bebés y manteniéndose en
contacto físico con ellos.

Una vez nacido, los sistemas de control hormonal del bebé y la sinapsis cerebral comienzan a
organizarse permanentemente según sus experiencias con las interacciones humanas. Las sendas y los
receptores cerebrales innecesarios son eliminados, mientras que los más apropiados al ambiente dado son
priorizados.

Oxitocina: una hormona para la vinculación.

La oxitocina es un mensajero químico liberado en el cerebro principalmente en respuesta al contacto


social, pero su liberación es especialmente acusada en el contacto piel con piel.
Además de proveer beneficios para la salud, esta sustancia, semejante a una hormona promueve el
modelo de vinculación y crea el deseo de un ulterior contacto con los individuos que incitan su liberación.

Cuando el proceso es ininterrumpido, la oxitocina es una de las principales herramientas de la


naturaleza para “crear” a una madre. El número de receptores de oxitocina, elevados por los altos niveles de
estrógeno (“hormona femenina”) durante el embarazo, se multiplica radicalmente cerca del final del mismo.
Esto hace a la nueva madre muy sensible a la presencia de oxitocina. Estos receptores se incrementan en la
parte de su cerebro que promueve la conducta maternal.

La primera aparición importante de la oxitocina se da durante el trabajo de parto. Si es necesaria


una cesárea, consentir que igualmente se desarrolle el trabajo de parto, permite la segregación de cierta
cantidad de esta hormona vinculante (y ayuda a asegurar una explosión final de anticuerpos para el bebé por
la placenta). El paso ulterior a través del canal de parto, eleva los niveles de oxitocina tanto en la madre
como en le bebé.

Los niveles altos de oxitocina provocan que la madre se familiarice con el olor único de su recién
nacido, y a la vez se sienta atraída por dicho olor, prefiriéndolo al de cualquier otro. El bebé a su vez, tiene
la impronta de la madre, adquiriendo de ella el sosiego y la reducción del dolor.

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Cuando el bebé nace, está impregnado del olor del líquido amniótico. Esto le ayuda a encontrar el
pezón materno, que tiene un olor similar aunque ligeramente diferente. En los días posteriores al
nacimiento, el bebé se siente confortado por el olor del líquido amniótico del que está impregnado.

Gradualmente a lo largo de los días siguientes, el bebé comienza a preferir el olor del pecho de su
madre, y este hecho no está relacionado con la comida. De hecho, los bebés alimentados con fórmula se
sienten más atraídos ( en tests de laboratorio) por el olor del pecho de su madre que por el de la fórmula,
incluso dos semanas después del nacimiento.

La oxitocina ayuda a la instauración de la lactancia materna a través de su influencia en la conducta


maternal y de la estimulación de la subida de la leche. Poner al bebé al pecho durante la primera hora tras
el nacimiento, hace que la oxitocina se eleve a niveles excepcionales tanto en la madre como en el bebé. Las
madres que posponen este encuentro pierden parte de esa alta aportación hormonal segregada
inmediatamente después del nacimiento. La poderosa impronta inicial en madre y bebé se da principalmente
para que sean capaces de encontrarse y reconocerse en las horas y días posteriores al nacimiento.

Aún perdiendo esa ocasión inicial, todavía queda una oportunidad vital para el establecimiento del
apego y el amor materno filial. Tras el alumbramiento, y como consecuencia de lactar y tener en brazos al
bebé. La madre continua produciendo niveles elevados de oxitocina y esos niveles están basados en la
cantidad de contacto físico. Esta condición hormonal proporciona una sensación de calma y bienestar. Los
niveles de oxitocina son más altos en las madres que dan lactancia materna exclusiva que en aquellas que
dan lactancia mixta.

Bajo la influencia de la oxitocina, las uniones nerviosas de ciertas áreas del cerebro materno sufren
una reorganización a consecuencia de la cual los comportamientos maternales se refuerzan.

La oxitocina segregada gracias al contacto continuado con el bebé provoca en la madre un mayor
sentido maternal, que se muestre más dispuesta a complacer a los demás, más sensible a los sentimientos de
otros y que sepa reconocer señales no verbales más fácilmente. La lactancia continuada realza este efecto.
Con la oxitocina alta, las prioridades de la madre se alteran y su cerebro no le envía señales para cuidar su
aspecto físico al objeto de emparejarse y procrear. Ahora que el bebé ha sido creado, su prioridad es él.
También se ha demostrado que la oxitocina alta en las mujeres promueve su preferencia por cualquier varón
que se encuentre alrededor durante su segregación (una buena razón para el padre para mantenerse cerca
durante y después del parto). Los niveles altos de oxitocina en la madre, padre o el bebé también promueven
una reducción de la tensión arterial, de las pulsaciones cardiacas y ciertas clases de reparaciones arteriales,
reduciendo el riesgo de enfermedades cardíacas.

Aunque el bebé segrega si propia oxitocina en respuesta a la lactancia, la madre también se la


transfiere a través de su leche. Esta provisión sirve para promover la cercanía y relajación continua en
madre y bebé. En los bebés alimentados con leche artificial, la liberación de oxitocina es más variable pero
definitivamente más alta en un bebé al que se le da el biberón en brazos que en el que toma el biberón
apoyado en algún sitio, sin brazos.

El contacto corporal continuado padres-bebé durante la alimentación del bebé y en cualquier otra
ocasión, eleva el nivel de oxitocina en el niño y reduce la respuesta de las hormonas de estrés. Múltiples
estudios psicológicos han demostrado que dependiendo de las prácticas de los padres, el resultado (un nivel
alto o bajo de oxitocina) controlará la organización permanente del centro neurálgico de regulación del
estrés en el cerebro del bebé, causante de las características de personalidad segura (para altos niveles de
oxitocina) o insegura (para bajos niveles de oxitocina) en la adolescencia y la edad adulta. Las características
de una personalidad insegura pueden incluir un comportamiento anti social, agresividad, dificultad en formar
lazos duraderos con una pareja, enfermedades mentales y un pobre manejo del estrés. Cuando un bebé no
recibe cuidados sensibles y en consecuencia no segrega una producción de oxitocina regular, el estrés
resultante deriva en elevados niveles de la hormona de estrés llamada cortisol. Las elevaciones crónicas de
cortisol en los niños y los ajustes hormonales y funcionales que las acompañan, se muestran en los estudios
bioquímicos asociadas con cambios cerebrales permanentes que conducen a una sensibilidad elevada al
estrés a durante toda la vida, así como a una tensión arterial alta y elevadas pulsaciones cardiacas

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Las madres también se benefician de la reducción de los efectos del estrés que proporciona la
oxitocina y las mujeres que amamantan producen significativamente menos hormona de estrés que las que
alimentan con leche artificial.

Tampoco los padres son excluidos de la ecuación de la oxitocina. Se ha demostrado que los niveles de
oxitocina del padre se elevan hacia el final del embarazo de su pareja. Cuando el padre pasa bastante
tiempo con el bebé, la oxitocina le anima a involucrarse en el cuidado continuado del mismo, en un ciclo
perpetuo. La oxitocina en el padre también aumenta su interés en el contacto físico (no necesariamente
sexual) con la madre. Así la naturaleza proporciona una vía al padre para mostrarse más interesado en ser
una parte dedicada y satisfecha del cuadro familiar a través de su implicación con el bebé.
Con todos estos poderes, la oxitocina sólo una más de la lista de muchas sustancias químicas que la
naturaleza utiliza para asegurar que el bebé encuentre el amor y cuidados que necesita.

Vasopresina y protección

Aunque está presente y activa en el proceso de vinculación de madre e hijo, la vasopresina juega un
papel mucho mayor en el padre. Esta hormona promueve la reorganización cerebral hacia conductas
paternales cuando el varón está cohabitando con la mujer embarazada. El padre se vuelca más en su pareja y
muestra conductas de protección.

Liberada en respuesta a la proximidad y el tacto, la vasopresina promueve la vinculación entre padre


y madre, ayuda al padre a reconocer y enlazarse con su bebé y le hace desear más ser parte de la familia,
que estar solo. Se ha ganado la reputación de la “hormona de la monogamia”. La Dra. Theresa Crenshaw,
autora de “La alquimia del amor y la lujuria”, dice: “La testosterona quiere irse de ronda, la vasopresina
quiere quedarse en casa”. También describe la vasopresina como la atenuadora del deseo sexual del hombre.

La vasopresina refuerza la inclinación protectora del padre hacia su pareja y el bebé promovida por
la testosterona, pero atempera su agresividad, tornándole más razonable y menos extremista. Al promover el
pensamiento más racional y menos caprichoso, esta hormona induce un papel sensible paternal,
proporcionando estabilidad así como actitud de vigilancia.

Prolactina y Comportamiento

La prolactina se segrega en toda la gente sana durante el sueño, ayudando a mantener los órganos
reproductivos y la función inmunológica. En la madre, la prolactina se libera en respuesta a la succión,
promoviendo la producción láctea y las conductas maternales. La prolactina relaja a la madre y, en los
primeros meses, crea una cierta fatiga durante las sesiones de lactancia, de manera que la madre no siente
deseos de levantarse y hacer otras cosas.

La prolactina promueve los comportamientos de cuidado del bebé y, con el tiempo, dirige la
reorganización cerebral que favorece dichos comportamientos. El nivel de prolactina del padre se comienza a
elevar durante el embarazo de la madre, pero la mayor parte del aumento en el varón se da después de
varios días de cohabitación con el bebé.

Como consecuencia de la reorganización cerebral hormonalmente orquestada durante la maternidad


y paternidad, los patrones de liberación de prolactina se alteran. Se ha demostrado que los padres segregan
prolactina en respuesta a las amenazas de un intruso mientras que los varones sin hijos no lo hacen. Por otro
lado, las madres lactantes no liberan prolactina en respuesta a un ruido fuerte, mientras que las mujeres sin
hijos sí que lo hacen. En niños y adultos sin hijos, la liberación de prolactina se relaciona con niveles de
estrés, por lo que generalmente se la considera la hormona del estrés. En padres y madres se convierte en la
hormona de la crianza.

Los niveles elevados de prolactina tanto en la madre lactante como en el padre comprometido
provocan cierta reducción en sus niveles de testosterona, que a su vez reduce sus líbidos (pero no su función
sexual). Su fertilidad también puede verse reducida durante un tiempo. Esta reducción en la actividad sexual

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y en la fertilidad está diseñada totalmente para el beneficio del hijo reservando para él la atención y energía
de sus padres. Cuando el padre se involucra estrechamente con el bebé junto con la madre, debe darse un
equilibrio entre los deseos de ambos, y la presencia de oxitocina y otras sustancias químicas proporcionan
una alta vinculación e interés no sexual del uno para con el otro, lo cual sirve para retener al padre como
dedicado cuidador para el niño.

Opioides y Recompensas

Los opioides (hormonas del placer) son sustancias químicas semejantes a la morfina creadas por
nuestros cuerpos. Reducen la sensación de dolor y crean sentimientos de alegría. El contacto social,
particularmente el contacto físico y especialmente entre los padres y el hijo, induce la segregación de
opioides, creando unos sentimientos buenos y propicios al aumento de la vinculación. Pueden desarrollarse
preferencias respecto al olor, el gusto, la actividad, lugares determinados, etc. a consecuencia de la
segregación de opioides durante contactos placenteros, incluso eventualmente la visión de una cara amada
estimula la segregación.

La liberación de opioides en el cerebro infantil como una respuesta condicionada a los cálidos
abrazos y besos de los padres, puede resultar efectiva para ayudar a reducir el dolor de una caída o de una
decepción.

Los padres “aprenden” a disfrutar de actividades beneficiosas como dar de mamar y coger en brazos
a sus hijos, y los niños “aprenden” a disfrutar del contacto como ser tomado en brazos o arrullado, todo ello
como respuesta a la segregación de opioides.

Los bebés necesitan leche, y los opioides son la recompensa natural para ellos cuando la obtienen,
especialmente en los primeros intentos. Los primeros episodios de succión organizan las conexiones nerviosas
en el cerebro del recién nacido condicionándole a continuar con esa actividad. Esta es la razón por la que los
bebés amamantados a veces tienen problemas si se les da el biberón en la “nursery” (una exposición
temprana a los biberones crea confusión y asociación de placer tanto a las tetinas del biberón como al pecho
materno). De hecho, cualquier sensación secundaria experimentada durante el arrullo, el contacto físico o la
alimentación que no sea nociva, puede formar parte del apego del bebé y reconfortarle. Puede ser el calor
del cuerpo de la madre, el pecho hirsuto del padre, el apacible arrullo de la abuela o el protector de la cuna.

Los niveles elevados de prolactina en los padres simulan el sistema opioide, sintiéndose altamente
recompensados emocionalmente durante la vivencia de relaciones familiares íntimas y amorosas,
posiblemente por encima de todo lo demás. Tal como sucede con la codeína y la morfina, puede darse cierta
tolerancia a los opioides naturales, lo cual reducirá el nivel de satisfacción emocional derivada de
determinadas actividades a lo largo del tiempo. Pero esto no es un problema para los padres e hijos
apegados, porque los niveles elevados de oxitocina, especialmente cuando se han creado a través del
contacto corporal frecuente o prolongado, de hecho inhiben la tolerancia a los opioides, protegiendo las
recompensas emocionales derivadas de mantener unas relaciones familiares íntimas y amorosas. Por otro
lado, el consumo de drogas opioides artificiales, reemplaza la necesidad cerebral de mantener dichas
relaciones.

Una vez se ha dado este fuerte efecto opioide sobre la vinculación, una separación puede alterar
emocionalmente al individuo, y al niño incluso físicamente: cuando los niveles de opioide decrecen en su
ceebro puede sufrir algo parecido al síndrome de abstinencia de cocaína o heroína. Cuando los niveles de
opioide bajan, uno puede sentir ganas de volver a casa para abrazar al bebé o llorar reclamando el cálido
abrazo de los padres, dependiendo del punto de vista. Algunas veces las conductas alternas son útiles. Por
ejemplo, chuparse el pulgar puede aliviar total o parcialmente la retirada del chupete o del pezón, incluso
puede proporcionar reminiscencias opioides durante algún tiempo.

Norepinefrina y aprendizaje

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El amamantamiento también produce dopamina y su subproducto: la norepinefrina (adrenalina), cuya


ayuda mantiene algunos de los efectos de la vinculación temprana. Aumentan la energía y el estado de alerta
así como la sensación de placer derivada del apego.

La norepinefrina ayuda a organizar el sistema de control de estrés del niño, así como otros controles
hormonales importantes de acuerdo con la naturaleza de las experiencias iniciales de crianza. Promueve el
aprendizaje acerca del entorno, especialmente el aprendizaje a través de la memorización, que es efectuada
por la oxitocina, opioides y otras influencias químicas.

Feromonas e instintos básicos

¿Cómo sabe el cuerpo del varón que debe iniciar los cambios hormonales cuando está viviendo con
una mujer embarazada?. ¿Cómo puede un niño interpretar con exactitud olores de su madre que los adultos a
menudo apenas detectan?. La respuesta está en las feromonas. Entre otras cosas, las feromonas son
hormonas esteroides que se fabrican en nuestra piel. Nuestros cuerpos están programados instintivamente
para reaccionar en consecuencia cuando detectamos dichas feromonas a nuestro alrededor.

Los recién nacidos son mucho más sensibles a las feromonas que los adultos. Incapaces de responder
a señales verbales o de otro tipo, aparentemente dependen de este sentido primitivo que controla gran parte
del comportamiento de animales inferiores. La impronta inicial del bebé hacia los olores y feromonas no se
trata tan solo de una predilección por los olores de sus padres, sino que es una forma en que la naturaleza
controla la organización cerebral y las segregaciones hormonales para conseguir una adaptación óptima del
bebé a su entorno. Las primeras experiencias del bebé están ligadas a capacidades superiores como el
reconocimiento facial y emocional. A través de ellas el bebé probablemente aprende a percibir el nivel de
estrés en sus cuidadores, así como si su madre está contenta o asustada. Parte de la angustia por separación
que sufre el bebé puede estar causada por la pérdida de las señales paternas / maternas acerca de la
seguridad de su entorno. Otra sensación básica a la que el bebé responde muy bien es el contacto físico y,
casualmente, los olores corporales y las feromonas sólo se pueden sentir cuando las personas están
físicamente muy cerca unas de otras.

Lo que el mundo necesita ahora...

Los bebés universalmente lloran cuando se les deja acostados y solos. Si nos escuchamos a nosotros
mismos, nuestras neuronas y hormonas nos impulsan a una respuesta apropiada. Los bebés están diseñados
para ser alimentados con frecuencia y en contacto piel con piel, para ser tomados en brazos y atender a
señales faciales. Estas acciones derivan en cambios permanentes en el cerebro, resultados beneficiosos,
tanto para padres como para hijos.La conducta maternal se da de forma satisfactoria para la madre cuando
se siguen las señales naturales y también se consigue un papel reforzado del padre. La participación activa
del padre en la crianza le anima a una ulterior involucración y crea un acuerdo entre padre y madre. La
proximidad y contacto frecuente entre el bebé y sus padres puede crear una vinculación familiar poderosa
con muchos beneficios a largo plazo.

Tristemente, los últimos siglos los padres han sido animados por “expertos” (educados
industrialmente) a no responder a las poderosas lecciones de crianza del bebé que les otorga su instinto.

Psicólogos, neurólogos y bioquímicos han confirmado ahora lo que instintivamente sospechábamos:


Muchas de las recompensas de la paternidad se han perdido por el camino y generaciones de niños
pueden haber perdido ventajas importantes para toda su vida.

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Endnotes
1. T.R. Insel, "Oxytocin - a neuropeptide for affiliation: evidence from behavioral, receptor
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2. H. Varendi et al., "Soothing effect of amniotic fluid smell in newborn infants," Early Hum Dev
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6. R.S. Bridges, "The role of lactogenic hormones in maternal behavior in female rats," Acta Paediatr
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8. G.W. Kraemer et al., "A longitudinal study of the effect of different social rearing conditions on
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