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presente, y por ella mismo el filosofar permite superarIa y


transcenderIo, aunque siempre de un modo provisional. En es­
te sentida yale también lo que decíamos: el preguntar no des­
cansa nunca en las respuestas obtenidas, puesto que éstas -co­
mo también aquéllas- seran siempre necesariamente históricas
y superables. .

2. La enseñanza de la filosofía

2.1. Enseñar a «filosofar»

Es conocida y ampliamente citada la sentencia de Kant:


«No se puede aprender filosofía, lo único que se puede apren­
der es a filosofar». La frase completa suena así:

«Uno no puede aprender filosofía, sina únieamente a filo­


sofar. La filosofía eonsiste preeisamente en reconocer los
propios límites. La filosofía es la eieneia de los límites de la
razón».
(<<Man kann nieht Philosophie, sondem nur Philosophie­
ren Iemen. Eben darin besteht die Philosophie, seine Gren­
zen zu kennen. Philosophie ist die Wissensehaft van den
Grenzen der Vernunft».) Werke. ed. Vorlander , IV, 26.

La razón sólo podría conocer sus propios límites -en cuyo


conocimiento consiste la filosofía- mediante su propio ejerci­
cio. Esta clara que aquí juega el concepto kantiana de filoso­
fia. Si, por nuestra parte, hemos calificado la filosofía como
una «actividad» consistente en la pregunta acerca de la expe­
riencia (pregunta que es crítica, problemàtica, indagadora del
sentida y practica), parece también clara que sólo filosofando,
es decir, sólo preguntando en la dirección predicha se podrà
aprender filosofía. Porque la filosofía no es nunca alga dada.
El mismo Kant dice en el lugar citada: la filosofía no se deja
aprender precisamente por esta: «weil sie noch nicht gegeben
ist». Una [ilosojia terminada ya no es filosofia, del mismo mo­
do que un movimiento terminada ya no es movimiento.
Enseñar filosofia es, pues, enseñar a preguntar y preguntar­
se jilosoficamente.
Al decir esta, se renuncia a la enseñanza de una filosofía
«hecha». Esta especie de filosofía no muestra sina respuestas
demostradas. A su vez, las demostraciones no suelen ser sina

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parodias de demostraciones: simplificaciones de argumentacio­ a sí mismo. No es faena de sociedad, sino menester de sole­
nes clasicas, pera sacadas de contexto y por tanto caricaturiza­ dad». Ahora bien, esta es una soledad habitada, una soledad
das; o bien puramente verbales, si es que no son falacias lógi­ en la que el dialogo es posible, y no só lo un dialogo consigo
cas. Una filosofía así procede de un nefasta afan de demostrar. mismo:
Como dice Kierkegaard: «Querer explicar lógicamente cómo
ha venido el pecado al mundo es una necedad que sólo puede «Filosofia es una especie de robinsonismo. Lo específico
ocurrírseles a hombres preocupados hasta el ridículo por en­ estriba en que el Robinsón filosófico no vive en una isla
contrar a cualquier precio una explicación» (El concepto de la desierta, sino en una "isla desertada", cuyos habitantes han
angustia. Madrid, Espasa Calpe, 1967, p. 50). muerto todos. Es la Isla de los Muertos: de los filósofos
Una variedad de la filosofía «hecha» es lo que se podría muertos, únicos compañeros de que la filosofia, en su sole­
dad, ha menester y con quienes tiene trato».
11amar la «Psico-Socio-Filosofia», modificando un tanto la ex­
La idea de principio en Leibniz. Madrid, Alianza, 1979,
presión de Chàtelet (La Filosofía de los p rofes ores. Barcelona, pp. 34-35, nota.
Fundamentos, 1970). Se trata de la eliminación pura y simple
del nivel filosófico, substituido por una síntesis de datos de las Recojamos de aquí no la idea de la soledad de la filosofía,
ciencias del hombre e inclusa de las ciencias de la naturaleza. sino la de su dialogo constante con los filósofos -vivos o
Quiza late aquí el pre-juicio positivista, o -aún mas- un cier­ muertos, tanta da-o Para que un dialogo así sea posible, la
to complejo de inferioridad de la filosofía, que cree no poder enseñanza en sentido clasico es, pues, necesaria. Pero, una vez
decir nada valioso o interesante. mas, esta enseñanza no es el objetivo terminal, sino sólo la
Ahora bien, la opción por una enseñanza del «filosofar» y adquisición de un instrumento.
no de una filosofía «hecha. podría conducir a una eliminación Por otro lado, esta enseñanza debe ser creativa o re-creati­
de los «contenidos», y a la afirmación de que no hay nada que va. No basta estudiar una doctrina, hay que recrearia. Y ella
«aprender». No se trata de eso de ninguna manera. no tiene por qué constituir una traición, si se es consciente de
La actividad filosófica requiere instrumentos, y éstos son que se trata de una recreación «con ocasión- del estudio de un
precisamente lo que se llama «contenidos». Lo que hace falta autor. Lo mas aleccionador del estudio de las Historias de la
es que se aprendan precisamente como instrumentos, es decir , filosofía escritas por los grandes filósofos -por ejemplo, He­
que se aprenda pràcticamente su utilización. Hay que transmi­ gel- es que estan escritas con una soberana libertad de pensa­
tir conceptos y también doctrinas de filósofos, pera de un mo­ miento, lejos de una erudición fastidiosa.
do activo y creativo. Lo mismo podrà decirse de la transmisión del vocabulario
«Todo lo que es inteligente -dice Goethe- ya ha sido técnico, aunque est e aspecto de be ser tratado también con pre­
pensado; uno tiene únicamente que volver a pensarlo», Una caución para no convertir la c1ase de filosofía en una auténtica
doctrina filosófica debe ser re-pensada. Para e110 es necesario Babel. Los estudiantes de filosofía deben conocer y manejar
situarIa históricamente en su época, descubriendo sus motiva­ correctamente el vocabulario específica de la filosofía.
ciones, su situación concreta. De este modo serà posible en­
contrar las preguntas a las que pretende responder. Entonces
esa doctrina se convierte en instrumento para utilizar en el ca­
so de que nosotros queramos formularnos la misma pregunta o 2.2. Creatividad
una pregunta semejante. Así se hace posible el filosofar -es
decir, el preguntar- en dialogo. En dialogo precisamente con Enseñar a «filosofar» es, ante todo, educar en la creativi­
los filósofos. Sobre este aspecto dialógico del método hablare­ dad. En efecto, si el filósofar se basa -como ya se ha dicho­
mos mas tarde. en la capacidad de formular preguntas, la capacidad interroga­
Volviendo una vez mas a Ortega, encontramos esta curiosa dora presupone un mínimo de creatividad.
afirmación: «La filosofía no es un decir a otro, sino un decirse En efecto, como dice E. P. Torrance:

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