Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
El inicio del nuevo año escolar 2011 y el retorno a clases de cientos de miles de
estudiantes hace que también vuelva la justificada preocupación por hacer frente a todo
asomo de violencia entre los alumnos, destacándose el bullying, término inglés que
significa intimidación.
Si bien los índices de agresividad entre los estudiantes chilenos no sobresalen entre los
altos registros que muestran otros países, bien vale la pena que todos los componentes
de la comunidad nacional encaren el problema con prontitud y seriedad.
Así lo pone de relieve la directora del Instituto Valoras de la Universidad Católica (UC),
María Isidora Mena, quien puntualiza que “nos falta a los chilenos reconocer la
violencia escolar como producto de la cultura de relaciones escolares, y no como
resultado de la cultura familiar. Se ha visto que si una escuela está organizada para el
buen trato y su formación, aún cuando ella esté en contextos de violencia familiar,
puede lograr que no haya violencia dentro de ella”.
“Otro aspecto a destacar, es que la violencia se suele ver como algo que proviene de las
familias y los estudiantes, sin reconocer que la escuela y los adultos docentes también
aportan su cuota, cuando están desorganizados, se llevan mal entre ellos y hacen clases
tan aburridas que los estudiantes se entretienen peleando entre ellos”.
Actualmente Valoras UC ofrece asesorías y programas de apoyo para que las escuelas
desarrollen un currículum de formación integral que agregue a la formación académica
una formación socio-afectiva y ética
NO SE RESPETA AL OTRO
Precisa que ella “se produce cuando los conflictos, que son normales, se resuelven
intentando ‘suprimir’ el punto de vista, la opinión o los intereses del otro. Esa acción
contra el otro es agresiva, daña, ya sea física o psicológicamente”.
Respecto a las causas, indica que “se pueden sintetizar en dos: Que no se sabe enfrentar
los conflictos en forma pacífica -escuchar, comprender otros puntos de vista, expresar el
propio, conciliar puntos de vista-; o que no se quiere resolver el conflicto considerando
al otro y sus intereses como legítimos y respetables”.
Comentando lo que sucede en Chile, responde que “creo que lo bueno es que hay
preocupación por el tema, y que el desafío está en que se logre reconocer que lo que se
requiere es formar para convivir en diversidad, los valores y habilidades que ello
conlleva. No basta con reglamentos y sanciones, los que son útiles sólo si están en una
perspectiva formativa. En este sentido, con fecha 11 de enero recién pasado, ingresó a la
Cámara de Diputados la Ley General sobre Convivencia Escolar, la que está siendo
redactada en esa línea”.
María Isidora Mena insiste que “todos deben aprender a enfrentar los conflictos, porque
en general no se sabe de ellos. Se resuelven con violencia. Es parte de nuestra cultura
autoritaria. El estigma del autoritarismo es el desafío de todos los chilenos. Se nos cuela
por los poros a todos, ejerciéndolo, propiciándolo y aceptándolo”.
Junto con llamar a todos los chilenos a comprender que “estamos cultivando violencia si
no aprendemos a convivir con la diferencia", admite que siempre han existido niveles
de agresividad en niños y jóvenes.
Y dice:
“Una de las nuevas características es que utiliza nuevos medios: Los virtuales. Esto trae
una complejidad diferente. Otra es que los medios de comunicación, junto con
denunciarla, amplifican su magnitud, cosa que genera una ‘percepción de violencia’ que
es mayor que la real. Eso puede ‘naturalizarla’, es decir, hacer creer que es ‘normal’.
Otra, es que hay mucha violencia sutil ambiental: Competividad, invitación al
consumismo que no todos pueden satisfacer, indignación con las diferencias sociales y
la poca sensibilidad de los que más tienen respecto, de incluso, sus propios trabajadores.
Hay un ambiente de disconformidad que afecta a todos”, rubrica la especialista de la
UC.
AGRESOR-VICTIMA-MIRONES
Por otro lado, la mayoría de los estudios existentes sobre la violencia escolar
concuerdan en establecer una tríada siempre protagonista en un acto agresivo, la que
corresponde al alumno agresor, el estudiante agredido y quienes observan la deplorable
situación.
Esta descripción está formulada, entre otros muchos documentos, en una publicación
denominada “Por qué se produce la Violencia Escolar y cómo Prevenirla”, de la
Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura
(OEI).
Parte señalando que a lo largo de la vida en la escuela, todos los estudiantes parecen
haber tenido contacto con la violencia entre iguales, ya sea como agresores, víctimas o
como espectadores, siendo esta última la situación más frecuente.
Los alumnos que acosan a sus compañeros generalmente sufren de una situación social
negativa, una acentuada tendencia a abusar de su fuerza, -suelen ser físicamente más
fornidos que los demás-, son impulsivos, con escasas habilidades sociales, baja
tolerancia a la frustración, dificultad para cumplir normas, relaciones negativas con los
adultos, y bajo rendimiento.
Por su lado, los alumnos espectadores y mirones de un acto violento entre compañeros
de curso también reúnen ciertas singularidades, siendo una de ellas el sentirse partícipe
de grupos y colectividades impersonales, con un profundo sentido de masificación.
NORUEGA Y BELGICA
La evaluación de los resultados del programa reflejó una significativa disminución del
acoso -de más del 50%-, tanto a partir de los informes de los agresores como de las
víctimas, sin que las agresiones se desplazaran a otros contextos.
Se observó, además, una mejoría del clima social y de la satisfacción de los alumnos
con la escuela, así como una disminución general del comportamiento antisocial.
Estos resultados cabe relacionarlos, por lo menos en parte, con la sensibilidad que
existía en Noruega antes del programa, tras el suicidio de tres alumnos de 10 a 14 años
producido después de haber sufrido el acoso de sus compañeros.
En el caso del programa desarrollado en Bélgica el trabajo se centró sólo en una política
escolar de normas y de sanciones contrarias al acoso, sesiones en el aula sobre
estrategias y habilidades de resolución de conflictos de acoso y de apoyo a las víctimas,
y el tratamiento específico con agresores y con víctimas.
El programa no resultó eficaz a partir de ninguno de estos dos indicadores, pese a que
esta dificultad ya había sido detectada en otros trabajos, y que se atribuye a lo
inadecuado que puede resultar tratar de influir en adolescentes basándose sólo en
normas establecidas por los adultos.
A manera de conclusión, investigaciones posteriores permiten concluir que la eficacia
de los resultados de los programas contra el bullying mejora cuando se desarrollan de
forma continua y desde una perspectiva de largo plazo, más que como una intervención
concreta sobre casos.
--