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Artículo 31. Cada universidad se regirá por un reglamento general interno que
establecerá su filosofía de gestión, objetivos institucionales, estructuras académicas,
administrativas y de gobierno, así como sus ámbitos territoriales de influencia. El
proyecto de reglamento general interno deberá ser elaborado con la participación de
la comunidad universitaria y aprobado por la Asamblea Universitaria respectiva,
con la opinión favorable del Consejo Nacional de Transformación Universitaria.
Para ejemplificar supongamos que una institución universitaria propone una Facultad con
un Consejo de Facultad y un Decano. A su vez, en dicha Facultad se proponen Escuelas
apegadas a cada una de sus Carreras; Institutos y Centros de Investigación, bien apegados
al aspecto de producción de conocimientos; y Departamentos, fundamentalmente avocados
a la formación integral de Profesionales. Una primera pregunta que surgiría está
relacionada con el carácter del Consejo de Facultad. ¿Se entenderá éste como una
estructura académica, administrativa o mixta? ¿Tendrá competencias legislativas, de
contraloría o judiciales? ¿Podrá participar en el CF el Decano aún siendo miembro del
poder ejecutivo de la Facultad? ¿Se considera al Decano como Autoridad Universitaria?
Por otro lado, ¿pueden funcionar los Institutos y Centros de Investigación o hay que
eliminarlos? ¿Queremos que las Universidades pierdan capacidad en la generación de
conocimiento y de soluciones? Se pueden repetir las preguntas sobre el Consejo de
Facultad ahora a los niveles de Consejo de Escuela y Consejo de Departamento. Así
mismo, se pueden repetir las preguntas a nivel de Directores y de Jefes.
Las respuestas a las preguntas no deben quedar al criterio de cada institución. Hacerlo así
implicará un lento proceso de transición que se habrá de caracterizar por el lanzamiento de
propuestas absurdas que serán descartadas por el Consejo de Transformación Universitaria,
que también demorará en conformarse. Hay que percatarse de que los cambios que se están
proponiendo no son triviales y que aunado al cambio de estructuras debe conjugarse un
cambio de cultura. Como sabemos, los cambios de cultura no se producen de la noche a la
mañana. En tal sentido, los instrumentos jurídicos deben ser lo más claros posibles.
Ahora bien, la flexibilidad no es tanta como parecía. Así lo deja ver el artículo 83:
Otra tema fundamental está relacionado con el aspecto de la participación popular asociada
a las instancias no centrales de la institución universitaria. A tal efecto revisamos los
artículos que tienen que ver con la participación de la comunidad universitaria en la
elección de los representantes a cuerpos colegiados y otras instancias descentralizadas:
No se trata de que este servidor como Profesor esté molesto por haber perdido una
importante cuota de poder electoral (Antes mi voto valía 1 en 300 en mi Facultad, ahora
vale 1 en 5000). Se trata de una auténtica preocupación por el devenir de nuestras
universidades y el impacto de las mismas en la sociedad.
Señor Presidente, llamo a la sensatez que usted ha mostrado en ocasiones anteriores cuando
propuestas legislativas no fueron promulgadas por usted. La propuesta de Ley tiene
grandes virtudes que pueden opacarse por apresuramientos injustificables. La Ley de
Educación Universitaria puede aprobarse como cualquier Ley Especial. Para ello me
atrevo a hacer las siguientes propuestas:
No puedo finalizar este documento sin destacar algunas fortalezas de la LEU. Hay que
aplaudir la propuesta de división de poderes que antes concentraban los Consejos
Universitarios. Estas instancias se habían convertido en bastiones fundamentales de los
grupos hegemónicos y era el punto de partida de todo tipo de corruptelas. También es
plausible la propuesta de reestructuración del Consejo Nacional de Universidades para
permitir el mejor funcionamiento del Estado Docente y sentar las bases para la Revolución
Universitaria.
Socialista Universitario
pachano@ula.ve