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Hasta ahora han sido numerosos —y al- punto de vista de la llamada «historia so-
gunos muy buenos— los estudios desti- cial», han intentado acercarse a la expe-
nados a analizar la tupida red de mecanis- riencia cotidiana de las gentes españolas
mos represivos activados en los primeros de los años cuarenta, sus motivaciones y
años del régimen franquista 1. Son mu- anhelos 2. Lo que aquí nos proponemos
chos menos los análisis que, desde el es, precisamente, intentar desvelar los as-
pectos «positivos», o mejor «producti- guerra española a la que nos venimos re-
vos» que caracterizan al régimen autori- firiendo, a saber, la del «homo patiens».
tario surgido de nuestra Guerra Civil, en
el período comprendido entre 1939 y 1. «Las relaciones de poder penetran
1951, esto es, desde el final de la guerra en el interior de los cuerpos».
hasta el inicio de la tímida tendencia Una introducción metodológica
aperturista de principios de los años cin-
Hacia mediados de los años 70, Foucault
cuenta.
parecía estar abandonado al conocido
No pretendemos elaborar en las lí- como «modelo estratégico» o «béli-
neas que siguen, claro está, una «apolo- co-nietzscheano» de la representación
gía» del franquismo, sino un mapa que del poder —donde el poder era entendido
dibuje los «puntos de emergencia» de un como relación de fuerzas— por el llama-
tipo idiosincrásico de «subjetividad» per- do «modelo del gobierno» —donde el
filada durante los primeros años del régi- poder era considerado como conducción
men. Para ello, utilizaremos el aparato de conductas 6. En este contexto, el con-
conceptual y metodológico esbozado por cepto de «biopolítica» —utilizado ante-
el pensador francés Michel Foucault 3, y riormente pero desarrollado por primera
completado por los miembros del grupo vez en La voluntad de saber 7— venía a
conocido como History of the Present ser un puente entre ambas interpretacio-
Network 4. Así, analizando los «dispositi- nes. Así, por un lado, las llamadas «disci-
vos biopolíticos» activados en el primer plinas», analizadas por Foucault en Vigi-
franquismo —las «disciplinas» y los lla- lar y castigar 8, pasaban a ser considera-
mados «mecanismos de seguridad», das como el primero de los «dispositivos
como después veremos—, pretendemos biopolíticos». Desarrolladas durante los
demostrar la singularidad de un tipo de siglos XVII y XVIII en los cuarteles, las es-
subjetividad propia de la posguerra espa- cuelas, las prisiones, etc., esto es, en las
ñola: la del «homo patiens» 5. llamadas «instituciones de encierro», las
Para ello, y en primer lugar, trazare- disciplinas tenían como objetivo último
mos un breve pero necesario esquema la «disciplinarización de las operaciones
metodológico, al tiempo que explicare- del cuerpo», teniendo como función prin-
mos el significado de ciertos términos ca- cipal el «aumento de la utilidad del indi-
pitales en nuestra exposición. El enorme viduo» por medio del «control minucioso
éxito del concepto foucaultiano de «bio- de cada cual sobre su propio cuerpo». Por
política» no siempre ha ayudado a su medio del «examen» continuado de los
aclaración, y mucho menos a su inscrip- gestos y las actitudes, las disciplinas tra-
ción en el marco de una visión disconti- tan de «normalizar» a los individuos, per-
nuista y radicalmente histórica de los siguiendo la maximización del par «obe-
acontecimientos humanos, propia del diencia/utilidad». Además, en el interior
pensador francés. A continuación esbo- de esas instituciones, se habían ido desa-
zaremos un breve análisis de los más im- rrollando toda una serie de «saberes/po-
portantes «dispositivos biopolíticos» ac- deres» como la psiquiatría, la pedagogía,
tivados —como antes comentamos— por la medicina, etc., con escaso rigor cientí-
el régimen franquista en sus diez prime- fico pero con una cada vez más extendida
ros años de existencia. Y por último, tra- legitimidad.
taremos de definir, en base a lo anterior- Y por otro lado, a finales del si-
mente expuesto, los trazos singulares de glo XVIII, vemos aparecer el segundo de
ese tipo de subjetividad propia de la pos- los componentes de la «biopolítica»; nos
referimos, claro está, a los conocidos que sigue, trataremos de mostrar las par-
como «mecanismos reguladores» o «dis- ticularidades de esa «forma de gobierno»
positivos de seguridad». No centrados ya resultante de la constitución del llamado
en el «cuerpo individual» sino en el «cuer- «Nuevo Estado» franquista, intentando
po especie», con estos dispositivos venía a señalar los rasgos característicos de una
referirse Foucault a todo un conjunto de «biopolítica» propia, así como del tipo de
«estrategias políticas» destinadas a orde- «subjetividad» delineado en el seno de
nar toda una serie de procesos biológicos sus distintos «dispositivos biopolíticos».
de conjunto —los índices de natalidad y
mortalidad, de morbilidad, de duración de 2. Una nueva «biopolítica» para un
la vida, etc.,— con el fin de aumentar las «Nuevo Estado». El nacimiento
fuerzas del Estado, en base a la idea de de la «biopolítica franquista»
una «seguridad del conjunto». Lo que es-
tas tecnologías centradas sobre la vida tra- Como venimos comentando, la «biopolí-
tan de controlar son precisamente los tica» esta compuesta por una «anatomo-
«efectos de masa», los procesos «bio-so- política del cuerpo humano» —esto es,
ciológicos» propios de las masas huma- las «disciplinas»— y por una «biopolíti-
nas, es decir, de las poblaciones. ca de las poblaciones» —a la que aquí
nos venimos refiriendo como «mecanis-
Así, el término de «biopolítica» ven-
mos reguladores» o «dispositivos de se-
dría a designar el ejercicio de un tipo de
guridad», para evitar confusiones innece-
poder coextensivo con la vida, esto es, lo
sarias y a menudo recalcitrantes. Realizar
que hace entrar a la vida humana, como un análisis exhaustivo de la «biopolítica
concepto político, en el cálculo del go- franquista» sería aquí sencillamente im-
bierno —entendido, no lo olvidemos, posible, dada la ingente cantidad de «bio-
como conducción de conductas—, y poderes» a analizar. Por ello, para tratar
compuesta por dos dispositivos de poder: de adjetivar las peculiaridades de esta
el «dispositivo disciplinario» y los «me- «tecnología de gobierno», centraremos
canismos de seguridad». Al tiempo, el nuestra atención en tres ámbitos de la
término de «biopoder» —o mejor, «bio- vida humana que, por su importancia ca-
poderes»— designaría el conjunto de téc- pital para los distintos «dispositivos bio-
nicas orientadas a multiplicar, controlar y políticos», se encuentran flanqueadas
alargar la vida. tanto por las «disciplinas» como por los
Ahora bien, y como cabría suponer, «mecanismos reguladores».
desde el nacimiento de la «biopolítica» Nos referimos, en primer lugar, al
—recordemos, a finales del siglo XVIII y ámbito económico, en el que confluyen
principios del XIX— hasta nuestros días, tanto los rasgos propios de las políticas
esos «dispositivos biopolíticos», con sus económicas intervencionistas y autárqui-
técnicas, enfoques y objetivos propios, cas del régimen como las insidiosas regu-
han ido variando y ajustándose a las dis- laciones del mercado laboral propias de
tintas «racionalidades de gobierno» que un Estado autoritario. En segundo lugar,
han ido sucediéndose en Occidente. En analizaremos el ámbito médico-social,
efecto, los objetivos, métodos y princi- donde el individuo es objeto de toda una
pios del «Estado liberal» de principios serie de medidas que persiguen la maxi-
del siglo XIX distan, en mucho, de los pro- mización de las fuerzas productivas de
cedimientos, fundamentos y motivacio- la nación, así como la «normalización»
nes del «Estado del Bienestar» diseñado de las conductas consideradas como «pa-
tras la Segunda Guerra Mundial. En lo tológicas», diagnósticos psiquiátricos
enemigos 27. Y por otro lado, dadas las objetivos del nuevo sistema de previsión
terribles insuficiencias alimentarías y sa- social, un sistema impuesto por un sec-
nitarias en las que la mayor parte de la tor político absolutamente dominante.
clase trabajadora estaba obligada a vivir, Además, el cuerpo médico, acostumbra-
la fuerza y el rendimiento del trabajo dis- do al respeto reverencial propio de los
minuyó tan alarmantemente que el go- enfermos privados, chocó frontalmente
bierno sintió la necesidad de proteger o con las exigencias de una población con-
recuperar la salud de los trabajadores 28. cienciada tempranamente de su derecho,
Todo ello condujo a la implantación, y que sospechaba, como hemos señala-
mediante publicación en el BOE el 29 de do, de los fines de las nuevas prácticas
diciembre de 1942, del Seguro Obligato- sanitarias. En cualquier caso, en 1944 se
rio de Enfermedad 29, cuya adjudicación habían creado 17 ambulatorios provisio-
recayó en una estructura propia del Mi- nales, y en 1949 se construyeron los 5
nisterio de trabajo, la del sector falangis- primeros de una red asistencial de ambu-
ta. Este seguro significaba el inicio en latorios que pretendían ser de dos tipos:
nuestro país de un nuevo modo de aten- unos para consultas externas de Medici-
ción a la enfermedad y la salud. No obs- na General, y otros para Especialidades
tante, la ley nacía con unas limitaciones y Residencias Sanitarias o Clínicas para
básicas, al quedar únicamente referida a enfermos necesitados de intervención
los trabajadores de la industria y de los quirúrgica.
servicios (excluido el servicio domésti- Además de otros seguros como el de
co) que fueran económicamente débi- Accidentes de Trabajo, el Subsidio Fami-
les 30. Al tiempo, además de no cubrir a la liar o el de Enfermedades Profesionales,
tercera parte de la población y quedar o la creación en 1944 de la Junta Nacio-
muy limitado económicamente, el Segu- nal del Paro —que sustituía a la republi-
ro de Enfermedad nació con una serie de cana Caja nacional contra el paro forzo-
problemas de difícil solución: la existen- so—, el Seguro de Enfermedad constitu-
cia de una tupida red de Mutualidades y yó, durante largos años, el primer gran
Montepíos que acumulaban las cotizacio- referente en el camino español hacia la
nes más altas, las dificultades para la or- «previsión» y la seguridad social, y moti-
denación y disposición de urgencia de los vó en muchos aspectos —no ya tan posi-
servicios médicos, los problemas econó- tivamente— la marcha de nuestro siste-
micos derivados de la remuneración de ma de seguros sociales. Al fin y al cabo
los médicos y de la prestación farmacéu- su configuración no respondía sino a un
tica, y la necesaria colaboración del cuer- modelo autoritario, centralista y jerárqui-
po médico —reacio a la nueva «dimen- co de los servicios sociales inspirado en
sión social» de la prestación sanita- una ideología de corte fascista 32. Como
ria 31—, suponían importantes escollos afirma García Padilla, «En España... con
para la implantación del nuevo seguro. un sistema totalitario rígido y la oposi-
La asistencia en Medicina General y ción excluida, se busca con los medios
farmacia para aquel sector de la pobla- sociales, la legitimación del régimen y su
ción — no muy amplio, como antes co- acercamiento a las masas por la vía de-
mentamos— protegido por el Seguro de magógica» 33.
Enfermedad, comenzó a ser efectiva el 1 No obstante, es en el discurso psi-
de septiembre de 1944. No obstante, la quiátrico donde podemos encontrar las
mayoría de la población beneficiaria re- posturas más empeñadas en el manteni-
celaba respecto de los verdaderos fines y miento y la legitimación del régimen
franquista en estos primeros años. Si bien Se trata de una psiquiatría que ensal-
los psiquiatras —y médicos— españoles za los «valores guerreros» del «hombre
nunca alcanzaron el protagonismo y el español», estoico, apasionado más que
poder del que gozaron sus colegas na- reflexivo, idealista y sobrio, que no teme
zis 34, es en las páginas de los más impor- a la muerte y que está firmemente con-
tantes psiquiatras —«nacionales»— es- vencido de la «empresa histórica» de la
pañoles de la época donde más claramen- que forma parte, esa «unidad de destino
te se exponen los motivos ideológicos de en lo universal». Pero si hay un psiquia-
la «Cruzada», así como las motivaciones tra que —con el permiso de López
«raciales» que movían a los sublevados. Ibor— encarna los valores más reaccio-
Como afirma González Duro: «En la dé- narios y cercanos al nuevo régimen, ése
cada de los años cuarenta la psiquiatría no puede ser otro que Antonio Vallejo
oficial española, a través de sus miem- Nágera, jefe de los Servicios Psiquiátri-
bros más caracterizados, intenta salir de cos militares, promotor del famoso Ga-
los límites de su especialidad médica, binete de Investigaciones Psicológicas
para proporcionar un apuntalamiento encargado del estudio psicológico de un
científico a la ideología triunfadora en la grupo de presos de la Guerra Civil 38,
Guerra Civil» 35. profesor de psiquiatría en Madrid y di-
Psiquiatras como López Ibor, Rojo rector del Primer Congreso Internacio-
Sierra, Linares Maza, entre otros, defen- nal de Psiquiatría, celebrado en París en
dían en la década de los 40 una psicología 1950 39.
racista, al más puro estilo alemán, que Defensor de una versión «moderna»
enjuiciaba a otras razas como biológica y de la inquisición 40, y fiel seguidor de las
psicológicamente inferiores. De hecho, y ideas de Ramiro de Maeztu y de la lla-
puesto que resultaba difícil destacar la mada «psicología constitucionalista» de
pureza y homogeneidad de los caracteres Kretschmer 41, Vallejo Nágera se mostró
biológicos españoles, la psiquiatría ofi- siempre preocupado por la degeneración
cial española no veía contradicciones en de la «raza hispánica», identificada por
afirmar la existencia de un «genio nacio- él con la misma «Hispanidad». Para Va-
nal» que, asentado en una supuesta «base llejo Nágera, la «raza» quedaba definida
biológica» se heredaba entre los españo- en base a la lengua y a la cultura, en el
les como una especie de predisposición respeto de las tradiciones y, por supues-
para determinadas cualidades psicológi- to, de la condición católica del pueblo
cas. La Guerra Civil, comentaban nues- hispánico. Además, con respeto al indi-
tros psiquiatras, no era sino la prueba más viduo, se admitían las diferencias de ta-
evidente del amor que el español sentía lento individual, lo que le permitía legi-
por lo «épico», imbuido por un «tono his- timar su «elitismo» y las «consanguí-
tórico» desdeñoso por las circunstancias neas» diferencias de «clase», en un claro
de la vida cotidiana 36. Incluso en la con- ejemplo de los ideales antimarxistas, an-
secución de la autarquía económica debía tiliberales y antirrepublicanos tan asu-
la psiquiatría poner su granito de arena: midos y hechos dogma por la derecha
«Sólo una autarquía de la inteligencia española. Así, la forma de «regenerar» a
—decía López Ibor— nos permitirá una la «raza hispánica» no podía ser sino la
autarquía económica. Sin ella no seremos recuperación de los valores tradiciona-
fuertes interiormente, no obtendremos la les, única forma de transformar al pue-
consideración exterior que nos imponen blo incluso biológicamente 42. La cons-
nuestros rangos históricos» 37. titución y el ambiente son para Vallejo
los factores más importantes en su con- que ser atenuada, y a partir de ahora los
cepción de la «raza» 43, lo que le lleva a discursos propagandísticos iban a enfa-
rechazar los principios eugenésicos tan tizar la defensa de los valores de la civi-
extendidos en la época 44. lización cristiana frente al peligro co-
munista. En cualquier caso, tres son los
2.3. Por la unificación de las dispositivos —además de los ya mencio-
creencias, las ideas y las costumbres: nados aquí— que más enérgicamente van
el ámbito ideológico-pedagógico a contribuir a la extensión de los valores
y los ideales promulgados por el régimen
Con el fin de crear un orden cultural pro- en estos años: la Sección Femenina de
pio, adecuado al sistema de poder totali- Falange, el Frente de Juventudes y, como
tario que quería imponer en España el no, la escuela franquista.
nuevo régimen, el franquismo se apropió Como nos recuerda Carme Moline-
de la cultura como patrimonio y como sa- ro 47, las políticas respecto a la mujer son
ber de lo real. Para ello, como bien señala un buen ejemplo ilustrativo del «proyec-
Encarna Nicolás, extirpó la memoria de
to social del fascismo», y en lo que res-
la España liberal, de la España considera-
pecta al régimen franquista, su política
da «heterodoxa», y mantuvo una férrea
antifeminista no se diferenció en nada re-
represión y control sobre los medios de
levante respecto de las desarrolladas por
comunicación y producción cultural 45.
los dos países fascistas por excelencia:
Desde el primer gobierno de Franco, con
Italia y Alemania 48. Pero además, en el
la ley del 25 de abril de 1938, quedaba re-
primida la libertad de expresión y crea- contexto de posguerra que estamos anali-
ción y los medios de comunicación se zando, la mujer española era la destinada,
convertían en instrumentos al servicio como sugieren Teresa Rabazas y Sara
del Estado, empleados a favor de la ideo- Ramos, a transformar la realidad social
logía identificada con el Movimiento, contribuyendo a la renovación de la nue-
esto es, de los ideales nacionalcatólicos y va España 49. Por eso, ya en 1938, Pilar
nacionalsindicalistas 46. Primo de Rivera, insistía en el papel for-
En 1941 se creó la Vicesecretaría de mador-transmisor de las ideas del «Nue-
Educación Popular, presidida por repre- vo Estado» que tenía «La nueva mujer de
sentantes de la Falange, y encargada del España»: «Sobre nuevos y viejos concep-
control de la prensa, la producción y ex- tos (Nacionalismo, Jerarquía, Imperio,
hibición cinematográficas, la edición de Tradición) se levanta la España Nueva.
libros, la música, el teatro y, por supues- Con viejas virtudes de raza, con cariño a
to, la radiodifusión. Además de imponer la Patria, con ideas nuevas y nuevos hori-
el castellano como lengua única para zontes, empieza tu vida nueva... ¡Hori-
todo el conjunto del Estado Español, se zontes nuevos! ¡Horizontes de mujer!
elaboró un listado de obras y autores ¡Horizontes de madre! Para formar con-
prohibidos, promoviendo al tiempo la quistadores de Imperios, para formar hi-
lectura de los considerados más cercanos jos de España que conozcan, que quieran
al régimen. No obstante, a partir de 1945, a su Patria, tenemos que conocerla y que-
con la derrota de los fascismos en Euro- rerla nosotras primero» 50.
pa, el sector falangista tuvo que compar- Ése iba a ser el papel de la Sección
tir su poder en el terrero propagandístico Femenina de Falange 51, a saber, asignar
y cultural con las otras familias del régi- a la mujer el papel de «madre», celosa de
men, especialmente la nacionalcatólica. su maternidad y del cuidado moral e hi-
La plétora del discurso antiliberal tuvo giénico 52 de los niños que han de guiar
porta» las privaciones, que vive estoica- pos de tantos y tantos españoles. Lo que
mente en el sufrimiento. estaba naciendo en el seno del nuevo ré-
Flanqueado por todo un sistema de gimen en aquellos años, mediante el
dispositivos disciplinarios y de regula- Frente de Juventudes y la Sección Feme-
ción —en el trabajo, en la vida pública, nina, por medio de los discursos médicos
férreamente organizada, en el hogar, y psiquiátricos, en los manuales de la es-
etc.,— el individuo debía ser consciente cuela franquista y en la organización la-
del lugar que ocupaba en el todo social, el boral del Sindicalismo Vertical no era
lugar en la jerarquía asignado a él por na- sino una nueva «forma de gobierno», un
cimiento. Portador de unos valores espi- nuevo modo de «conducción de las con-
rituales y raciales heredados socialmente, ductas», una nueva reformulación de
el homo patiens tenía como misión con- aquel «poder pastoral» del que ya nos ha-
tribuir a la grandeza de la patria, a la pu- blara Foucault a finales de los años seten-
reza de la raza hispánica perpetuada por ta.
la transmisión de los valores eternos que Tras los años quizás más liberadores
forjaron el Imperio, valores religiosos, de nuestra historia, en los que España pa-
sociales, higiénicos, políticos, alejados recía haber alcanzado por fin su «mayo-
del liberalismo y el marxismo, enferme- ría de edad», la vuelta a los viejos ideales
dades que penetraron en España en los disfrazados ahora de «revolucionarios».
oscuros años de la «dominación roja». De nuevo, el hombre obligado a soportar
Por el bien de esa raza, el hombre español las jerarquías y las desigualdades, a tra-
tenía que demostrar su capacidad de su- bajar en la miseria, y la mujer, encerrada
frimiento, su estoicismo tantas veces ala- en el «mundo cerrado» del hogar, madre,
bado, su «saber estar» ante la adversidad, y sólo madre. Pero la pregunta ahora, le-
su aceptación de las desigualdades «natu- jos de resultar atrevida, no puede ser otra:
ralmente» establecidas. ¿cuánto de aquello vive aún en nosotros?
Si la legitimidad del régimen fran- ¿Hemos alcanzado, después de treinta
quista derivó, en primera instancia y al años de democracia y prosperidad econó-
menos en parte, del terror producido du- mica, nuestra definitiva «mayoría de
rante una cruenta guerra civil, el sosteni- edad»? El 22 de septiembre de 1975, ago-
miento de la dictadura durante más de nizando ya el régimen, un grupo de perio-
treinta años no fue posible sino por la distas e intelectuales, entre los que se en-
creación de una tupida red de dispositi- contraba Michel Foucault, viajó a Madrid
vos biopolíticos destinados a formar una para condenar los tribunales de excep-
población sumisa, productiva al tiempo ción franquistas que habían penado a
que sometida, resignada a su realidad y al muerte a once procesados. Tras ser apre-
silencio de lo cotidiano. El homo patiens, sados por la policía que interrumpió el
en su esencial resignación, en su «pasivi- acto de protesta, al ser conducidos hasta
dad» y en su «renuncia» de lo activo, fue los coches policiales, Foucault pudo ob-
la verdadera «obra predilecta del régi- servar, en la gente que «miraba sin ver»,
men», la piedra angular sobre la que sos- la tristeza de una escena vivida cientos de
tener aquel rancio y caduco régimen que veces, la tristeza del silencio frío del fas-
vive aún hoy en las mentes y en los cuer- cismo.
NOTAS
* Becario de Investigación FPU (Ministerio de Foucault, Madrid, Paidós, 2003; igualmente: Váz-
Educación y Ciencia: AP2005-2708) adscrito a la Fa- quez, F., La historia como crítica de la razón, Barce-
cultad de Filosofía de la Universidad de Murcia. lona, Montesinos, 1995; Campillo, A., La invención
Actualmente se encuentra en proceso de redacción de del sujeto, Madrid, Biblioteca Nueva, 2001; y Higue-
su tesis doctoral titulada La biopolítica en la España ra, J. de la, Michel Foucault: la filosofía como crítica,
franquista, bajo la dirección de Antonio Campillo Me- Granada, Comares, 1999. Son igualmente importantes
seguer. Departamento de Filosofía, Universidad de para comprender el pensamiento de Foucault las obras
Murcia, scayuela@um.es. colectivas: Balbier, E.; Deleuze, G.; Dreyfus, H. L.;
1 Por citar sólo algunos de los mejores ejemplos: Frank, M.; Glücksmann, A. y otros. Michel Foucault,
Richards, M. Un tiempo de silencio. La guerra civil y filósofo, Barcelona, Gedisa, 1999; y también: Bur-
la cultura de la represión en la España de Franco, chell, G., Gordon, C., & Miller, P. (eds.). The Fou-
Barcelona, Crítica, 1999; también: Casanova, J. (coor- cault Effect. Studies in Governmentality, Chicago, The
dinador), Espinosa, F.; Mir, C. & Moreno Gómez, F. University of Chicago Press, 1992.
Morir, matar, sobrevivir. La violencia en la dictadura 4 Entre sus componentes más conocidos, y por ci-
de Franco, Barcelona, Crítica, 2002; igualmente: Mo- tar sólo algunos de los estudios que aquí más nos inte-
linero, C.; Sala, M., & Sobrequés, J. (eds.). Una in- resan: Dean, M., Governmentality. Power and Rule in
mensa prisión. Los campos de concentración y las pri- Modern Sociaty, London, Sage Publications, 2006;
siones durante la guerra civil y el franquismo, Barce- igualmente importantes son los trabajos de: Rose, N.,
lona, Crítica, 2003; de igual interés: Vinyes, R.; Inventing our selves. Psycology, Power and Person-
Armengol, M. & Belis, R., Los niños perdidos del hood, Cambridge, Cambridge University Press, 1998;
franquismo, Barcelona, Plaza&Janés, 2002; y por últi- y Governing the Soul. The Shaping of the private self,
mo: Asociación de Historia Contemporánea, La repre- London, Free Association Books, 1999. Y por último:
sión bajo el franquismo, Ayer, n.º 43, 2001. Barry, A.; Osborne, T. y Rose, N. (eds.), Foucault and
2 Algunos de los más interesantes: Molinero, C. &
Political Reason, Liberalism, Neoliberalism and Ra-
Ysàs, P. «La historia social de la época franquista. tionalities of Government, Chicago, The University of
Una aproximación», in Historia social, n.º 30, 1998, Chicago Press, 1996. Para una buena introducción a
pp. 133-154; también: Sevillano Calero, F., «Consenso los trabajos de los miembros del grupo: Vázquez, F.,
y violencia en el «nuevo estado» franquista: historia Tras la autoestima. Variaciones sobre el yo expresivo
de las actitudes cotidianas», en Historia Social, n.º 46, en la modernidad tardía, San Sebastián, Gakoa, 2005,
2003, pp. 159-171; igualmente: Cobo Romero, F. & pp. 159-225.
Ortega López, T. M., «No sólo Franco. La heteroge- 5 El concepto nos ha sido sugerido por Francisca
neidad de los apoyos sociales al régimen franquista y Moya del Baño, Catedrática de Filología Clásica ads-
la composición de los poderes locales. Andalucía,
crita al Departamento de Filología Latina de la Facul-
1936-1948», in Historia Social, n.º 51, 2005,
tad de Letras de la Universidad de Murcia.
pp. 49-71; una magnífica muestra de historia compa-
6 En este nuevo modelo, el «gobierno» es entendi-
rada al respecto en: Cobo Romero, F., «Represión y
persecución de minorías y disidentes en las dictaduras do por Foucault como «técnica», como acción conce-
europeas del período de entreguerras. Los apoyos so- bida como «conducción de conductas», cuyo blanco
ciales y la colaboración de los ciudadanos comunes. son las acciones de los otros y, como no, de uno mis-
La Alemania nazi y la España franquista», en Mir, C.; mo. En base a esta definición de gobierno, con el tér-
Agustí, C. & Gelonch, J. (eds.). Pobreza, margina- mino «gubernamentalidad» —también llamado por
ción, delincuencia y políticas sociales bajo el fran- Foucault «arte de gobierno» o «racionalidad de go-
quismo, Espai/Temps, n.º 45, Lleida, Universidad de bierno»— nos referiremos aquí al «sistema de pensa-
Lleida, 2005, pp. 13-49; y por último, el ya clásico es- miento» acerca de la naturaleza y práctica del gobier-
tudio de: Abella, R., La vida cotidiana bajo el régi- no, esto es, de la «conducción de las conductas» den-
men de Franco, Madrid, Temas de Hoy, 1996. tro de unas coordenadas históricas concretas.
3 Su método de investigación ha sido expuesto por 7 Foucault, F., Histoire de la sexualité I. La volon-
el propio Foucault en: L’Archéologie du savoir, París, té de savoir, París, Gallimard, 2003 [1976], pp. 177-
Gallimard, 1969 (Edición española: La arqueología 211. (Edición española: Historia de la sexualidad I.
del saber, Madrid, Siglo XXI, 1979), en El orden del La voluntad de saber, Madrid, Siglo XXI, 2005,
discurso, Barcelona, Tusquets, 1999 [1971]; y, entre pp. 143-169); y también: «Cours du 17 mars 1976»,
otros: «Nietzsche, la génealogie, l’histoire», en Dits et en «Il faut défendre la société». Cours au Collège de
écrits, 1954-1976, París, Gallimard, 2001, Texto France, 1976, París, Seuil/Gallimard, 1997,
n.º 84, pp. 1004-1024 (Edición Española: «Nietzsche, pp. 213-235 (Edición española: «Curso del 17 de mar-
la genealogía, la historia», en Microfísica del poder, zo de 1976, in «Hay que defender la sociedad». Cur-
Madrid, La piqueta, 1979, pp. 7-29). Entre los comen- sos del Collège de France, 1976, Madrid, Akal, 2003,
tadores a nuestro juicio más acertados: Deleuze, G., pp. 205-225).
8 Foucault, F., Surveiller et punir. Naissance de la & Garmendia Urdangarín, J. M., «Corrupción y mer-
prison, París, Gallimard, 2004 [1975], pp. 159-264 cado negro: nuevas formas de acumulación capitalis-
(Traducción española: Vigilar y castigar. El nacimien- ta», en Sánchez Recio, G. & Tascón Fernández, J.
to de la prisión, Madrid, Siglo XXI, 2005, (eds.), Los empresarios de Franco. Política y econo-
pp. 139-230). mía en España, 1936-1957, Barcelona, Crítica, 2003,
9 Una buena introducción al papel adquirido por la pp. 237-260, y también el ya citado: Carreras, A. &
profesión médica en la actualidad, estudiado por la Tafunell, X., Historia económica de la España Con-
Sociología de la Medicina: Rodríguez, J. A., Salud y temporánea, op. cit., pp. 263-300.
sociedad. Análisis sociológico de la estructura y la di- 17 Un buen ejemplo sobre la ineficacia y el revan-
námica del sector sanitario español, Barcelona, Tec- chismo de la política autárquica española: Mendizá-
nos, 1987, pp. 14-52. bal, A. & Serrano, F., «La política industrial del fran-
10 El citado artículo reza así: «El derecho de traba- quismo: su influencia en la política vasca», en Ekono-
jar es consecuencia del deber impuesto al hombre por miaz, n.os 9-10, 2002, pp. 301-322. Sobre la
Dios, para el cumplimiento de sus fines individuales y obstinación e ineficacia de tal política económica,
la prosperidad y grandeza de la Patria». también: Fontana, J., «La utopía franquista: la econo-
11 Carreras, A. & Tafunell, X., Historia económica mía de Robinson Crusoe», en Cuadernos de Historia
de la España contemporánea, Barcelona, Crítica, del Derecho, Madrid, 2004, vol. extraordinario,
2003, pp. 263-300. pp. 97-103.
12 González, M. J., «La economía española desde 18 Caballero, G., «La economía política del Estado
el final de la Guerra Civil hasta el Plan de Estabiliza- depredador...», op. cit., p. 58.
19 Richards, M., Un tiempo de silencio, op. cit.,
ción de 1959», en Anes, G. (ed.). Historia Económica
de España. Siglos XIX y XX, Barcelona, Galaxia Gu- p. 23.
temberg, 1999, pp. 625-716. 20 Sobre el proceso de constitución del Sindicalis-
13 Sobre la influencia de las políticas económicas mo Vertical, así como su historia y las medidas adop-
fascista y nazi en la política económica del primer tadas, son ya clásicos los estudios de: Ludevid, M.,
franquismo: Catalan, J., La economía española y la Cuarenta años de Sindicalismo Vertical, Barcelona,
Segunda Guerra Mundial, Barcelona, Ariel, 1995. Laia, 1976; y Aparicio, M. A., El sindicalismo vertical
14 Caballero, G., «La economía política desde el y la formación del estado franquista, Barcelona, Euni-
Estado depredador franquista al Estado contractual es- bar, 1980.
21 Molinero, C. & Ysàs, P., «Productores discipli-
pañol», in RIPS. Revista de Investigaciones políticas y
Sociológicas, año/vol. 3, n.º 001, Universidad de San- nados: control y represión laboral durante el franquis-
tiago de Compostela, pp. 53-75. mo (1939-1958)», en Cuadernos de relaciones labo-
15 El concepto de «Estado depredador» ha sido uti- rales, n.º 3, Madrid, Editorial Complutense, 1993,
lizado por Douglass North (Premio Nóbel de Econo- pp. 33-49. Para un desarrollo más amplio, de los mis-
mía en 1993) para referirse al tipo de Estado puesto al mos autores: Productores disciplinados y minorías
servicio de intereses particulares y no incluyentes, en subversivas. Clase obrera y conflictividad laboral en
el que no existe la división de poderes, y en el que no la España franquista, Madrid, Siglo XXI, 1998. Igual-
se incorpora, por lo tanto, ni economía de mercado ni mente: Sánchez Recio, G., «El Sindicato Vertical
democracia. A modo introductorio: North, D., «La como instrumento político y económico del Régimen
evolución histórica de las formas de gobierno», en Re- Franquista», en Pasado y memoria. Revista de Histo-
vista de economía institucional, n.º 2, Primer Semes- ria Contemporánea, Instituciones y sociedad en el
tre/2000, pp. 133-148. Para un desarrollo más minu- Franquismo, n.º 1, 2002, pp. 3-37. Y también de gran
cioso, del mismo autor: Structure and Change in Eco- interés: Ruiz Resa, J. D., Trabajo y franquismo, Gra-
nomic History, New York, W.W. Norton, 1981; y nada, Comares, 1999.
22 Babiano, J., «¿Un aparato fundamental para el
también: Instituciones, cambio institucional y desem-
peño económico, México DF, FCE, 1993. control de la clase obrera? (Reconsideraciones sobre
16 Los años cuarenta fueron —para la interpreta- el sindicato vertical franquista)», en Historia Social,
ción mayoritaria— el período en el que se dio la lla- n.º 30, 1998, pp. 23-38.
23 Molinero, C. & Ysàs, P., «Productores discipli-
mada «acumulación capitalista» en nuestro país, acu-
mulación necesaria para el lanzamiento de un ulterior nados: control y represión laboral durante el franquis-
desarrollo económico. De hecho, la existencia de un mo (1939-1958)», op. cit., p. 38.
24 Véase: Marset Campos, P.; Sáez Gómez, J. M.
«mercado negro» paralelo al «mercado oficial» fue lo
que permitió, a la mayoría de los empresarios y a bue- & Martínez Navarro, F., «La Salud Pública durante el
na parte de las clases medias, esa acumulación de ca- franquismo», en Dynamis. Acta Hispanica ad Medici-
pital que luego permitiría el llamado «desarrollismo» nae Scientiarumque, Granada, vol. 15, 1995,
y, al amparo o no de las autoridades, fueron esos años pp. 211-250.
los que vieron nacer nuestras más importantes y diná- 25 Cenarro, A., «Beneficencia y asistencia social
micas empresas nacionales, tanto bancarias como en la España franquista: el Auxilio Social y las políti-
constructoras, y otras. Para esto: González Portilla, M. cas del régimen», en Mir, C.; Agustí, C. & Gelonch, J.
(eds.), Pobreza, marginación, delincuencia y políticas 1933-1945, Cambridge, Cambridge University Press,
sociales bajo el franquismo, Espai/Temps, Lleida, Ser- 1991.
vicio de Publicaciones de la Udl, n.º 45, 2005, 35 González Duro, E., Psiquiatría y sociedad auto-
pp. 93-111. De la misma autora: La sonrisa de Falan- ritaria: España 1939-1975, Madrid, Akal, 1978, p. 21.
ge. Auxilio Social en la Guerra Civil y en la posgue- 36 López Ibor, J. J., «El hombre español», en El es-
rra, Barcelona, Crítica, 2006. Y también: Orduña Pra- pañol y su complejo de inferioridad, Madrid, Rialp,
da, M., El Auxilio Social (1936-1949). La etapa fun- 1971. Sobre el tan cacareado «estoicismo» connatural
dacional y los primeros años, Madrid, Escuela Libre a la «raza ibérica», y otros lugares comunes en la ca-
Editorial, 1996. racterización del «hombre español» existe una magní-
26 Arrese, J. L. de., La Revolución Social del na-
fica introducción de Dieckhöfer, K., El desarrollo de
cional-sindicalismo, Madrid, Editora Nacional, 1940. la psiquiatría en España. Elementos históricos y cul-
27 Ver cita n.º 1. turales, Madrid, Gredos, 1984.
28 Alberti López, L., «La asistencia sanitaria en el 37 López Ibor, J. J., Discurso a los universitarios
conjunto de la previsión social española», en Consejo españoles, Madrid, Rialp, 1960 [1938], p. 106.
General de Colegios Oficiales de Diplomados en Tra- 38 Sobre esto: Vinyes, R., «Construyendo a Caín.
bajo Social y Asistentes Sociales. 4 Siglos de Acción Diagnosis y terapia del disidente: las investigaciones
Social. De la beneficencia al bienestar social. Semina- psiquiátricas militares de Antonio Vallejo Nágera con
rio de Historia de la Acción social, Madrid, Siglo presas y presos políticos», en Ayer, n.º 44, 2001,
XXI, 1985, pp. 297-338. pp. 227-250. También: Vinyes, R.; Armengol, M. &
29 La implantación de la ley obedece sin duda a las Belis, R., Los niños perdidos del franquismo, Barcelo-
mismas causas que motivaron la creación de seguros na, Plaza & Janés, 2002, pp. 31-54. Y por último:
similares en la Alemania de Bismarck o en la Inglate- Bandrés, J. & Llavona, R., «La psicología en los cam-
rra de Lloyd George. Para esto: Sigerist, H. E., «De pos de concentración de Franco», en Psicothema,
Bismarck a Beveridge. Desarrollo y tendencias de la 1996, vol. 8, n.º 1, pp. 1-11.
legislación sobre seguridad social», en Lensky, E. 39 Algunos de sus obras más representativas del
(ed.), Medicina Social. Estudios y testimonios históri- período que aquí nos ocupa: Eugenesia de la Hispani-
cos, Madrid, Ministerio de Sanidad y Consumo, 1985. dad y Regeneración de la Raza, Burgos, Ed. Española,
Y también: Navarro, V., Lucha de clases. Estado y 1937; también: Política Racial del Nuevo Estado, San
Medicina, México DF, Nueva Imagen, 1984. Sebastián, Ed. Española, 1938; asimismo: La locura y
30 Ibíd., p. 304. la guerra. Psicopatología de la Guerra Española, La
31 Foucault, F., «La naissance de la médecine so- ciencia en la Guerra, Volumen I, Valladolid, Li. Santa-
ciale», en Dits et écrits II, 1976-1988, París, Galli- rén, 1939; y por último: Psicopatología de la conduc-
mard, 2001, Texto n.º 196, pp. 207-228 (Edición espa- ta antisocial, San Sebastián, Ed. Española, 1938.
40 Huertas, R., «Una nueva Inquisición para un
ñola: «Nacimiento de la medicina social», en Estrate-
gias de poder. Obras esenciales II, Barcelona, Paidós nuevo Estado: Psiquiatría y orden social en la obra de
2002, pp. 363-384). Antonio Vallejo Nájera», en Huertas, R. & Ortiz, C.
32 Marset, P.; Sáez, J. M. & Martínez, F., «La sa- (eds.), Ciencia y fascismo, Madrid, Doce Calles, 1997,
lud pública durante el franquismo», op. cit., p. 237. pp. 97-109.
33 García Padilla, M., «Historia de la Acción So- 41 Álvarez Peláez, R., «Eugenesia y fascismo en la
cial: Seguridad social y asistencia», en Informes del España de los años treinta», en Huertas, R. & Ortiz, C.
Ministerio de Trabajo y Seguridad Social. Historia de Ciencia y Fascismo, op. cit., pp. 77-95.
42 Álvarez Peláez, R., «Eugenesia y fascismo en la
la Acción Social pública en España, Beneficencia y
Previsión, Madrid, Centro de Publicaciones del Minis- España de los años treinta», op. cit., p. 94.
terio de Trabajo y Seguridad Social, 1990, 43 Ibíd., pp. 88 y ss.
45 Nicolás, E., La libertad encadenada. España en 55 Una magnífica introducción en: Sáez Marín, J.,
fascismo...», op. cit., p. 102. dalias, R., La enseñanza primaria durante el franquis-
51 Una buena introducción en: Sánchez López, R., mo (1936-1975), Barcelona, PPU, 1990; también: Ma-
Mujer española. Una sombra de destino en lo univer- yordomo, A. (coord.); López Martín, R.; Martí Ferrán-
sal. Trayectoria histórica de la Sección Femenina de diz, J. J.; Bascuñán Cortés, J. & Agulló Díaz, C.,
Falange (1934-1977), Murcia, Universidad de Mur- Estudios sobre la política educativa durante el fran-
cia, 1990; y Rodríguez López, S., «La Sección Feme- quismo, Valencia, Universidad de Valencia, 1999;
nina de FET-JONS: “paños calientes” para una dicta- igualmente: Palacio Lis, I. & Ruiz Delgado, C., Infan-
dura», en Arenal. Revista de Historia de las mujeres. cia, pobreza y educación en el primer franquismo (Va-
Mujeres en el franquismo, vol. 12, n.º 1, enero/junio lencia 1939-1951), Valencia, Universidad de Valencia,
2005, pp. 35-60. 1993; y por último: Puelles Benítez, M. de, Educación
52 Un buen ejemplo de esta dimensión «higiénica» e ideología en la España Contemporánea, Barcelona,
de la maternidad lo encontramos en: Jiménez Lucena, Tecnos, 1999, pp. 299-390.
I.; Ruiz Somavilla, M.ª J. & Castellanos Guerrero, J., 60 Ver: Navarro Sandalias, R., La enseñanza pri-
«Un discurso sanitario para un proyecto político. La maria durante el franquismo (1936-1975), Barcelona,
educación sanitaria en los medios de comunicación de PPU, 1990, pp. 66-75; y también: Morente Valero, F.,
masas durante el primer franquismo», en Ascelepio, La escuela y el Estado Nuevo. La depuración del Ma-
vol. LIV, n.º 1, 2002, pp. 201-218; y también: Berna- gisterio Nacional, Valladolid, Ámbito, 1997.
beu-Mestre, J., «Madres y enfermeras. Demografía y 61 BOE de 8 de marzo de 1938.
salud en la política poblacionista del primer franquis- 62 Para esto: Núñez, C. E., «El capital humano en
mo, 1939-1950», en Revista de demografía histórica, el primer franquismo», en Barciela, C. (ed.), Autar-
XX, n.º 1, 2002, segunda época, pp. 123-143. quía y mercado negro. El fracaso económico del pri-
53 Véase el caso de la revista Chicas, analizado en: mer franquismo, 1939-1959, Barcelona, Crítica, 2003,
Carreño, M., «Chicas en la posguerra. Un análisis so- pp. 27-53.
bre el aprendizaje de género más allá de la escuela», 63 Lubbert, G. M., Liberalismo, fascismo o social-