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“No podemos seguir construyendo un país, como un arquitecto que quisiera construir
un edificio sin conocer el terreno”.
Hay que hablar de las grandes riquezas de nuestros Ecosistemas, hablar de la fragilidad,
de sus habitantes de su fauna, de su flora, y de la necesidad y urgencia de siempre
pensar en Ordenamiento Territorial desde una mirada histórica que reconozca los
valores mismos del medio ambiente, que sea capaz de integrarse a él de manera
equilibrada y no simplemente de el ejercicio de depredador de sacar las mayores
ganancias en el menor tiempo posible.
Hay que alejarse de los debates y visiones políticas tradicionales, hay que colocarse en
otra política, en la política del universo, la política de quien se sabe criatura elemental
del universo, de quien se sabe mundo y al saberse mundo se reconoce humildemente
coparticipe de él.
“Recuperar el concepto de cultura, pero una cultura que se hace política, una cultura
que se hace voluntad, no solamente sus gobernantes, no solamente sus legisladores,
sino fundamentalmente una cultura que es voluntad de los pueblos”.
Esta cultura genuina con su tono de voz, su alegría y su profunda ironía, nos recuerda
que afortunadamente los territorios también son la memoria de nuestros sentires,
decires, nuestras formas de amar, de vivir la vida que, en otros sitios del olvido, son
también formas de resistencia ante quienes quieren imponer una sola forma de entender
y de pensar el mundo, y por lo tanto una sola forma de ordenar el territorio.
Por lo tanto hay que sintetizar el pensamiento en una sabia enseñanza indígena recogida
en un rincón de esta extensa geografía colombiana: “ordenar el territorio, implica
ordenar la cabeza”.
Las autoridades indígenas están obrando en ejercicio de las funciones públicas que les
son inherentes como entidades públicas de carácter especial y de acuerdo con el espíritu
de la constitución Nacional que reconoce una Colombia diversa, multiétnica y
pluricultural.
Así pues el espacio de Páez-Tierradentro debe ser ordenado con base en las
particularidades sociales, culturales, ambientales y económicas que lo construyen. En el
caso de los Resguardos Nasa de Páez el problema no radica en el mal uso de los suelos
o del medio ambiente (naturaleza), ni en cuestionar las estrategias indígenas de
conservación. El problema esta en la superposición de varios tipos de orden,
provenientes uno de la visión indígena y otro del estado y la sociedad nacional, los
cuales han de armonizarse en el ordenamiento territorial de la zona y el Departamento
para contribuir a su construcción pacifica sin deterioro social, cultural y ambiental.
Este desorden resulta también del desconocimiento por parte del Estado de la forma en
que las comunidades manejan sus territorios.
Los indígenas hemos expresado con insistencia que "para ordenar el territorio, es
preciso ordenar el pensamiento”. Con ello se refiere a que es necesario conocer para
donde se quiere ir, a que futuro se aspira, como se pueden articular los dos órdenes, y
cómo manejar el desorden anticipando problemas y conflictos. Para los territorios
indígenas, se debe considerar la Laguna de Juan Tama como lugar sagrado a partir del
cual el pueblo indígena Nasa ha ordenado el territorio, es decir han definido y
redefinido constantemente su proceso de interacción con los otros y con el otro. Sobre
esta base habrán de tomarse en cuenta los mecanismos de regulación incorporados al
territorio por la cultura occidental. Por lo tanto, el proceso de ordenamiento constituye
la armonización del conocimiento indígena y el conocimiento occidental, tal como lo
expresa el espíritu de la constitución política de 1991.
Al referirnos al Territorio, los indígenas estamos hablando del espacio que ha dado
nacimiento a su pueblo Nasa, en el cual se articulan todos los aspectos de su cultura:
economía, salud, educación, manejo ambiental, rituales, estructura social y política.
Allí se integran los ámbitos materiales y espirituales de la vida indígena. Territorio es
más que el suelo, páramo y nevado, es además la atmósfera y el subsuelo; es toda la
estructura del universo, por eso “el manejo del Territorio es al mismo tiempo el manejo
del mundo”, representado por los pueblos indígenas como una serie de niveles cósmicos
o mundos distintos pero interdependientes. La concepción indígena de Territorio
trasciende hasta lo más profundo de su cosmovisión y de su forma de vivir como
pueblos en el universo.
Nuestro Territorio es este que nos dieron nuestros Ancestros para vivir y cuidar para los
descendientes. Este pueblo necesita mantener una relación con sus lugares de origen,
bien sea habitándolos o manejándolos con el pensamiento, a través de recitaciones y de
rituales. Aunque los procesos históricos han obligado a nuestras culturas indígenas a
migrar y ha reasentarse lejos de su origen, en estos desplazamientos se reproduce y
adapta su Territorialidad.
Dicho manejo solo es posible en la integralidad que hay entre la práctica cotidiana y la
práctica espiritual en la que se actualiza toda la cosmovisión.
Desde el origen el Territorio fue entregado para vivir en él y no para apropiarse de él, en
ese sentido el Territorio es un espacio de vida (vital), en el cual se establecen relaciones
de interdependencia entre unos pueblos y otros, y entre la cultura y la naturaleza.
Por eso los pueblos indígenas decidimos que “el Ordenamiento Territorial que
propone el estado tiene una visión limitada al contemplar solo lo material y lo
geográfico”.
¿Qué es Orden para los Indígenas?
El Territorio que nos fue entregado a cada cultura vino con un orden; los ancestros
recibieron todas las indicaciones de cómo vivir aquí, de cómo manejar este mundo y ser
parte integral de él, de cómo relacionarnos con todos los seres que lo conforman, tanto
animales y plantas, como minerales y espíritus. Este orden fundamental está inscrito en
los diferentes aspectos de toda nuestra cultura, se ha trasmitido de generación en
generación no solo en la tradición oral y los rituales (mitos, oraciones, curaciones,
armonizaciones, cantos y bailes), también en el aprendizaje del quehacer cotidiano, en
las normas y dietas que regulan el comportamiento tanto en sociedad como con la
naturaleza.
Los indígenas al conocer la fragilidad del sistema ecológico donde habitamos, hemos
creado mecanismos culturales para evitar la sobre-explotación del medio que
conllevaría no solo a la extinción de nichos ecológicos, sino también de su propia
cultura. Estas estrategias se fundamentan en la concepción que tenemos los indígenas de
una creación aun no culminada y limitada en el número de especies tanto de flora como
de fauna. Al ser limitada el “padre sol” quien es el creador, concibió unos “espíritus” o
dueños para que cuidaran y protegieran estas dos categorías contra abusos cometidos
contra ellas.
La creación no ha sido culminada porque la energía creadora proviene del padre sol en
forma de luz y calor seminal, los cuales permiten no solo la reproducción de plantas,
animales y seres humanos, sino también la adquisición de una gran sabiduría. Pero esta
energía creadora hace parte de un gran circuito en donde participa todo el cosmos,
aunque con ciertas limitantes, puesto que la energía se piensa como finita. Basándonos
en esta condición, “el hombre puede remover lo que necesita, solo bajo ciertas
condiciones y debe convertir su porción de emergía prestada en una esencia que puede
ser reincorporada en el circuito”.
Este modelo de fuerzas en equilibrio necesita ser reajustado por medio de entradas de
energía, que el pueblo indígena recrea con mecanismos culturales como el parentesco,
creencias y rituales, entre otros, en donde los conceptos ecológicos desempeñan el papel
organizador de la comunidad. Por tanto es necesario para la supervivencia de estos
pueblos manejar empírica y conceptualmente los ecosistemas y territorios que los
rodean.
Los sistemas de gobierno, educación, salud, las actividades de subsistencia (caza, pesca,
recolección, siembra de parcelas), la constricción de viviendas y de elementos
necesarios para trabajar, están integrados y regulados por el orden ancestral de cada
pueblo.
Para garantizar este balance (equilibrio dinámico), los The Walas son los encargados de
servir de intermediarios entre las necesidades sociales y el mundo sobrenatural,
representado por los
dueños de los diferentes ecosistemas. El objetivo de su trabajo de intermediación es
mantener el “equilibrio del flujo en el circuito de energía, lo que se logra mediante el
seguimiento de ciertos controles como la continencia sexual, el consumo controlado de
ciertos alimentos, la presencia en algunos sitios sagrados donde habitan los dueños
sobrenaturales”. De no cumplirse estos patrones culturales se rompe el equilibrio.
Sin embargo para los indígenas es claro que somos pueblos que hemos venido viviendo
transformaciones, que hemos experimentado procesos de cambio, que el contacto con la
sociedad nacional iniciado y mantenido hace mas de 200 años ha generado una
superposición de ordenes con el propio. Cada uno de estos ordenes, el de los esclavistas
y comerciantes, el de los misioneros católicos, el de los científicos sociales y naturales,
el del estado nacional con sus distintas formas de acción institucional y el de sectores
sociales contemporáneos (terratenientes, narcotráfico, guerrilla), funciona con una
lógica distinta son ordenes que han venido de afuera y que con su presencia han
ocasionado cambios en el orden propio y con su imposición han generado desordenes en
el territorio.
Los ordenes impuestos no funcionan bien en nuestros territorios indígenas, pues al ser
otros los que establecen y al desconocer estos nuestra ley de origen, están
desestructurado su identidad (etnicidad) están desconociendo el derecho constitucional a
la diferencia. Además de contribuir a generar entre otros problemas, divisiones entre las
comunidades, incoherencias entre su pensamiento tradicional y sus actividades
cotidianas, mayor integración a la economía de mercado y a las transformaciones
sociales que esta integración implica.
ORDENAMIENTO TERRITORIAL
Las relaciones con la cultura occidental y los procesos históricos vividos a partir del
contacto han generado desaparición, desestructuración y desplazamiento de pueblos
enteros; sin embargo aquellos que quedaron han vivido procesos de reconstrucción.
Actualmente el territorio indígena sigue siendo el mismo, cada Resguardo aun cuida y
maneja sus lugares de origen; cada tiene estructurado su sistema de manejo de lo que
hoy es su territorio aunque están mezcladas unas con otras y coexisten en los mismos
espacios Geográficos.
Entre ellos poco a poco han ido estableciendo normas de convivencia y manejo, han ido
recreando el Orden Territorial para garantizar la paz entre sus pueblos.
Por eso cuando la Constitución Política hablo de Entidades Territoriales Indígenas, estas
culturas indígenas han querido volver a ver expresada su territorialidad en el orden que
se establece desde el ordenamiento territorial de la nación.
Porque es la oportunidad de ordenar las relaciones el mundo de afuera a partir del orden
ancestral, es la posibilidad de recrear un orden nuevo basado en el sistema de
pensamiento indígena reconociendo la pertenencia de estas sociedades a la Nación
Colombiana.
Por eso, una cosa es el Ordenamiento Territorial que se plantea desde las instituciones,
desde los Municipios y las zonas Urbanas, y otro ha de ser el Ordenamiento planteado
desde los territorios indígenas.
Estas dos partes siempre están unidas, no se pueden separar, pues el Territorio, es uno
solo. Ordenar el Territorio requiere Ordenar el pensamiento.