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González Prada y la ética

hacia los animales


por José Agustín Ortiz Elías1

1
Director de la Carrera de Administración y Recursos Humanos de la Universidad Peruana de Ciencias
Aplicadas (UPC), profesor de liderazgo y ética para los negocios.

1
González Prada y la ética hacia los animales
Por José Agustín Ortiz Elías2
Para mi hijo Esteban

“We like to think of ourselves as the darlings of the universe. We do not like to think of
ourselves as a species of animal. But the truth is that there is no unbridgeable gulf
between us. Instead there is an overlap.”
Peter Singer3

“Durante muchos siglos la costumbre fue ésta:


Aleccionar al hombre con historias a cargo de animales de voz docta,
De solemne ademán o astutas tretas, tercos en la maldad y en la codicia
O necios como el ser al que glosaban.
La humanidad les debe parte de su virtud y su sapiencia
A asnos y leones, ratas, cuervos, zorros, osos, cigarras y otros bichos
Que sirvieron de ejemplo y moraleja, de estímulo también y de escarmiento
En las ajenas testas animales al imaginativo y sutil griego,
Al severo romano, al refinado europeo, al hombre occidental, sin ir más lejos.
Hoy quiero –y perdonad la petulancia- compensar tantos bienes recibidos
Del gremio irracional
Describiendo algún hecho sintomático, algún matiz de la conducta humana
Que acaso pueda ser educativo para las aves y para los peces,
Para los celentéreos y mamíferos, dirigido lo mismo a las amebas más simples
Como a cualquier especie vertebrada.
Ya nuestra sociedad está madura, ya el hombre dejó atrás la adolescencia
Y en su vejez occidental bien puede servir de ejemplo al perro
Para que el perro sea más perro, y el zorro más traidor,
Y el león más feroz y sanguinario, y el asno como dicen que es el asno,
Y el buey más inhibido y menos toro.
A toda bestia que pretenda perfeccionarse como tal
-Ya sea con fines belicistas o pacíficos, con miras financieras o teológicas,
O por amor al arte simplemente- no cesaré de darle este consejo:
Que observe al homo sapiens y que aprenda.4
Ángel González

2
Director de la Carrera de Administración y Recursos Humanos de la Universidad Peruana de Ciencias
Aplicadas (UPC), profesor de liderazgo y ética para los negocios.
3
Singer, Peter, Rethinking Life and Death. The Collapse of our Traditional Ethics, New York, St.
Martin’s Griffin, 1994 p. 202.
4
Editorial Planeta, “Cien Años de Poesía. Poetas contemporáneos en sus versos”. CD, 1996, Track 17. El
tema es uno de los más apreciados y polémicos de la historia de la poesía y el ensayo literario. Por siglos, la
presencia de las figuras animales en la literatura –como personificación o metáfora de los humanos- ha
constituido una polémica plagada de tensiones. Unas veces el animal ha sido el ser sabio que brinda
consejos en las situaciones más enrevesadas y otras, el emblema de las crueles fuerzas irracionales, que
hace de débiles e inocentes sus víctimas. Mientras a algunos poetas les importa poco en qué pie queden
parados los animales con tal de escribir una metáfora con valor estético, otros como Ángel González han
sido mostrado una actitud diferente hacia ellos, lejor de la arrogancia de creer sin mayor análisis en la
superioridad del hombre sobre el “bruto”. En su “Introducción a las Fábulas para Animales”, este poeta
Ángel González presenta una fuerte crítica al uso petulante de los animales en la literatura.

2
1. Introducción

Manuel González Prada5 causó una honda impresión entre los pensadores y ensayistas
peruanos de la primera mitad del Siglo XX (Mariátegui, Haya, Sánchez, Belaúnde,
Basadre, García Calderón, etc.). Siempre polémico, antiautoritario y anticlerical, ha sido
reconocido por su capacidad de inspirar ideas y proponer temas difíciles y provocativos.
Sus detractores son muy pocos. Además de poeta, fue un ensayista preocupado por decir
las cosas directa y contundentemente, poniendo en evidencia la hipocresía y el
conformismo.

Nos interesa mucho el hecho que MGP se interese frecuentemente el tema animal, o más
bien a los animales en general, en su obra. Ello significa que nos debemos interesar en
este material por su propio valor y evaluar la originalidad de sus pensamientos sobre la
ética animal.

Como cabría esperar, las ideas de González Prada respecto de la cuestión animal son
polémicas y en muchos casos contradictorias. La mayoría de veces usa a los animales
para ilustrar lo que es negativo en el ser humano: violencia, agresividad, rapacidad,
traición, desdén, pasividad, debilidad, estupidez, suciedad, descortesía, etc. Pero por
momentos, e inclusive en un ensayo completo (“Nuestros aficionados”), se ocupa con
atención y consideración de la cuestión animal, el maltrato hacia los animales, el
vegetarianismo y los derechos de los animales6.

¿Responde este interés a una posición que podemos considerar sistemática en los ensayos
de González Prada? ¿Fue González Prada un defensor de los animales? En el presente
artículo analizaremos el tema y haremos un balance de la ética animal (y la ética en
general) presente en parte su obra. Para ello, analizamos las veces que emplea metáforas
animales para insertar comentarios, ilustrar conceptos o rematar conclusiones en sus
ensayos y poesías. Así profundizaremos en sus actitudes hacia los animales. Nuestro
análisis se ha basado en la lectura y fichado de tres libros de MGP elegidos al azar: Horas
de Lucha y Ensayos Escogidos entre los ensayos y Grafitos entre sus poesías. Esta
muestra necesariamente es parcial, pero, las tendencias estadísticas obtenidas son tan
claras que seguir buscando en otros textos probablemente no añadiría por el momento
elementos adicionales y más bien dificultaría el manejo de un gran volumen de
información. En todo caso, los resultados y conclusiones deben considerarse preliminares
en tanto se investiga más7.

5
Lima, 1844-1918. Poeta, ensayista y activista político inspirado por el anarquismo y fuertes sentimientos
patrióticos. Presidió el Club Literario (1885), que luego se convirtió en el movimiento político Unión
Nacional (1891). Director de la Biblioteca Nacional (1912 – 1914 y 1916 – 1918). Su obra tiene dos
vertientes: la ensayística, cargada de un verbo iracundo y rico en imágenes, y la poética, de singular
maestría en el manejo de las formas. Sus Obras Completas fueron editadas póstumamente por su entusiasta
discípulo Luis Alberto Sánchez. (Adaptado de Tauro del Pino, Alberto, Enciclopedia Ilustrada del Perú,
Lima, Peisa, 2001, Vol. 7.
6
Es conocido asimismo su amor por los animales: recogía perros callejeros, los criaba e iba acompañado
por ellos en sus paseos por Lima.
7
Los textos analizados son: Ensayos Escogidos, Lima, Editorial Universo, 3ª Ed., 1970; Horas de Lucha,
Lima, Editorial Mercurio, 1978 y Grafitos, En. Obras Completas, Vol. 7, Lima, Copé.

3
Luego analizaremos en detalle el ensayo “Nuestros aficionados”, único que trata el tema
animal aunque, como veremos, con muy poco rigor. Relacionamos su contenido con el
conjunto de sus otros ensayos.

En la última parte presentamos una valoración general del pensamiento de González


Prada en el ámbito de la ética y los derechos de los animales. Veremos que su obra no se
puede considerar un esquema sólido de ética animal, que sus supuestos corresponden a
pensamiento de su época, que su preocupación por los animales es más bien caritativa, y
su solidaridad con ellos responde a una actitud mística sobre la naturaleza, al estilo de
Francisco de Asís. Con todo, su obra plantea varias de las cuestiones principales de la
ética hacia los animales.

2. Las metáforas animales

En los libros analizados hemos encontrado 215 textos que mencionan a los animales, sea
para referirse directamente a ellos o para ilustrar ideas. El uso más frecuente de los
animales es, con mucho, el metafórico: su imagen sirve para elaborar metáforas morales,
estéticas, sociales, políticas o psicológicas. Este uso es más frecuente en la poesía que en
los ensayos; en ella, por ejemplo, la poesía de Quevedo es llamada “picada de mosquito”
y “zarpazo de león”, y el político Sainte-Beuve, “ratón de gran astucia”.

En total hemos contabilizado 194 metáforas animales diferentes que solo en muy pocos
casos (2%) expresan cualidades neutras (por ejemplo, como compañía de los hombres).
Es notorio también que preponderan las cualidades negativas (que ilustran algo malo)
sobre las positivas: 156 negativas (81%) contra 38 positivas (19%). Estos resultados son
presentados en las tablas 1 y 2, la primera de las cuales contabiliza los casos en que se
emplean los nombres de los animales en metáforas moralmente neutras o claramente
positivas y la segunda, los casos negativos.

TABLA 1. Metáforas positivas o neutras de los animales en la obra de González Prada8


Cualidad Frecuencia Cualidad Frecuencia
Superiores a los hombres 7 Astucia 1
Iguales a los hombres 7 Finura 1
Víctimas y agresores 3 Compañía 1
Alimento 2 Dignos de compasión 1
Víctimas 2 Vida 1
Hermanos 2 Coraje 1
Melodía 2 Sujetos de derecho 1
Propiedades 1 Poesía 1
Previsores 1 Fuerza 1
Rebeldes 1 TOTAL 38

8
Hemos considerado entre los usos neutros de los nombres de animales algunos que podríamos cuestionar,
como “alimentos” o “propiedades”. Lo hacemos tomando en cuenta que Manuel González Prada no
considera que exista ningún conflicto moral en estos usos de los animales, considerados perfectamente
normales en su propia época y por la mayoría de personas en la actualidad.

4
TABLA 2. Metáforas negativas de los animales en la obra de González Prada9
Cualidad Frecuencia Cualidad Frecuencia
Sumisión y servilismo 17 Soberbia 1
Vulgaridad 17 Tramposos 1
Hipocresía 14 Indiferencia 1
Crueldad 10 Prisa 1
Deshonestidad 8 Insensibilidad 1
Conformismo 7 Salvajismo 1
Insignificancia 6 Plaga 1
Agresividad 5 Cinismo 1
Ferocidad 6 Oportunismo 1
Ensañamiento 4 Ignorancia 1
Muerte 3 Falta de individualidad 1
Delincuencia y crimen 2 Impertinencia 1
Injusticia 3 Impotencia 1
Codicia 3 Pobreza 1
Infección 3 Complicidad 1
Lascivia 2 Suciedad 1
Superstición 2 Petulancia 1
Cornudos 1 Avaricia 1
Perfidia 1 Imbecilidad 1
Monstruosidad 1 Superstición 1
TOTAL 156

Como se puede ver, prepondera claramente el uso negativo. Entre los positivos destacan
la condición de superioridad o de igualdad con los hombres, ambas con siete apariciones.
Estas metáforas corresponden a la posición que generalmente se atribuye a Manuel
González Prada en la cuestión animal y juntas constituyen el 40% de todas positivas o
neutras. Casi todas corresponden a su poesía, mientras que en sus ensayos preponderan
los usos negativos, y algunas de ellas son muy significativas porque González Prada se
esmera en criticar o ridiculizar defectos y vicios humanos. Veamos algunas.

“Me hallo tan mal de la vista,


Lo diré mejor, tan miope,
Que en los jardines de plantas
Me llevo chascos enormes
Haciendo al mono la ofensa
De tomarlo por un hombre.”10
(Grafitos, p.66)

9
Hemos incluido “muerte”, “infecciones”, “plagas” y otras cualidades biológicas en el acápite negativo
cuando González Prada las usa como figuras de la maldad, la desgracia o la decadencia. Lo mismo sucede
con las creencias supersticiosas, a las que el autor considera propias del “salvajismo”.
10
Este poema es típico de la ironía de MGP: al jugar con la idea de insultar al hombre por sus vicios y
llamarlo “inferior al mono”, deja ver que considera en realidad que esa inferioridad es propia del primate.

5
“Los hombres protestamos
De parentesco alguno con el mono,
Y en Darwin descargamos
Toda la hiel de un señoril encono:
Los hombres protestamos;
Pero ¿sabemos si protesta el mono?”11
(Grafitos, p. 150)

Las metáforas de la igualdad entre hombres, animales y otras criaturas son útiles para
ilustrar lo que llamamos la actitud mística de González Prada hacia la naturaleza. Veamos
dos ejemplos.

“En presencia de un mono


Pienso y me digo:
Si no eres tú mi hermano,
Eres mi primo.”
(Grafitos, p. 152)

“Mi hermano el lobo, piensa la anémona;


Mi hermano el cedro, piensa la hormiga:
Que todos fueron iguales células
En el remoto mar de la vida.”
(Grafitos, p. 153)

A continuación desarrollaremos los principales asuntos en que MGP usa imágenes


animales para exponer sus ideas: a. La sumisión a la autoridad y el servilismo, b. La
vulgaridad y la falta de educación, c. La hipocresía y la deshonestidad, d. La crueldad y la
ferocidad, y e. Naturaleza, moral y compasión

Estas cinco dimensiones comprenden, asimismo, la mayor parte de las preocupaciones de


González Prada respecto de los problemas de la sociedad peruana.

a. La sumisión y el servilismo

“Marchar en tropa, obedientes.


Sin mirar más que los ciegos,
Sin alzar nunca las frentes;
Es costumbre de borregos…
Y también de algunas gentes.”

(Grafitos, p. 151)

11
En este poema reconoce sin restricciones superioridad al animal sobre el hombre, sin la ironía del
anterior.

6
González Prada el servilismo como uno de los mayores obstáculos para el desarrollo de
los pueblos12, el acomodo con el poder crea seres tibios, proclives a humillarse ante los
poderosos. Inclusive piensa que este tipo de individuos o pueblos solamente se rebelan es
para exigir que sus dominadores sigan tomando las decisiones o para poner en su lugar a
otros aun más autoritarios. En el ensayo “Los partidos y la Unión Nacional” ilustra este
punto con una analogía animal:

“Ignorantes y desgraciados se revolucionan como siervos para cambiar de señor como


ovejas que se sublevaran para mudar de trasquiladores y degolladores.”13

Para el autor, la autodeterminación, la rebeldía y la acción conciente son señales de una


inteligencia desarrollada. Por eso considera que la derrota peruana en la Guerra del
Pacífico tuvo entre sus principales el que muchos combatientes no pelearan voluntaria y
concientemente, sino forzados e ignorantes del significado de lo que hacían14.

En su opinión, la Iglesia Católica es uno de los principales promotores del servilismo y la


conformidad. El tema es repetido con frecuencia15. También culpa de ello a los gobiernos
locales y al Congreso de la República16, al que dedica el ensayo “Nuestros Legisladores”.

Las metáforas animales sobre el servilismo son frecuentes en los ensayos de González
Prada. En varios momentos suscribe la bien conocida creencia de que “la naturaleza tiene
las garras y los colmillos ensangrentados” y por ello los animales quedan fuera de nuestra
consideración moral. En un texto del ensayo “Nuestros Magistrados” lo vemos hablar de
los funcionarios de justicia como “fieras disfrazadas”17. Para González Prada, el
servilismo es la otra cara de la crueldad, una manifestación de falta de civilización y
salvajismo. De ahí que con tanta frecuencia hable de él empleando metáforas animales
como “borreguismo”, “sueño de marmotas”18 o, en palabras de Nietszche, “espíritu de
rebaño”19.

12
Naturalmente, el autor habla del Perú, pero su reflexión apunta a la generalidad de las personas.
13
Op. cit. P. 219.
14
“Todos los infelices indios que derramaron su sangre en las calles de Lima, no fueron ciudadanos
movidos por una idea de justicia y mejoramiento social, sino seres medio inconscientes, cogidos a lazo en
las punas, empujados con la punta de la bayoneta y lanzados unos contra otros, como se lanza una fiera
contra una fiera, una locomotora sobre una locomotora.” (“Los partidos y la Unión Nacional”, H.L., p. 202)
15
Sirvan de ejemplo las siguientes citas; la primera se refiere a los católicos peruanos: “… viven dando
vueltas a su propia ignorancia; borregos divinos, digieren hoy el pasto religioso que sus abuelos masticaron
y rumiaron.” (“Nuestros conservadores”, en H.L., p. 55). La segunda se refiere a los frailes españoles:
“El fraile español domina ruda y brutalmente, denunciando a cada momento lo bajo de su extracción y lo
nulo de su cultura. Habla como si excitara bueyes o instruyera reclutas...Constituye la amalgama de gitano,
inquisidor y torero.” (Del ensayo “Nuestros Inmigrantes”, en H.L., p. 134)
16
“La masa congresil procede con los presidentes como el rucio con Sancho: hace que entiende, agacha las
orejas y trota.” (Del ensayo “Nuestros Legisladores”, en H.L. p. 100).
17
P.L., p. 57.
18
“Aquellos bienaventurados que duermen el sueño de las marmotas se imaginan que el siglo XX dista
mucho del año mil.” (Del ensayo “Nuestros Conservadores”, en H.L., p. 52.). También habla de
“conformidad ovejuna” para referirse al aspecto de derrota del monumento del general Francisco Bolognesi
en Lima (H.L., p. 167).
19
Véase en Badaracco, Joseph, Defining moments: when managers must choose between right and
right, Boston, MA, Harvard Business School Press, 1997.

7
En uno de sus textos fundacionales, el famoso “Discurso en el Politeama”, encontramos
la imagen más clara del servilismo, cuando dice que “nuestra columna vertebral tiende a
inclinarse”20, en alusión a la posición sumisa, pero también a los animales cuadrúpedos21.

Sostiene MGP que la principal causa del “borreguismo” son los gobiernos. Al explicar
esta idea abunda en analogías animales. Para referirse al socialismo de estado dice:

“El Estado, el buen porquero;


La muchedumbre la piara.”
(Grafitos, p. 187)

Los empleados públicos son caracterizados mediante una serie de imágenes animales. En
“Nuestros Magistrados”, describe de este modo el conformismo de estos y los abogados:

“Como la oveja tardía siguen el camino de las delanteras; como el castor, labran
habitaciones idénticas a las que los otros castores labraron; como la ostra, nacen, se
multiplican y mueren en el mismo ostral donde sus padres nacieron, se multiplicaron y
murieron.”
(E.E., p. 53)

En “Nuestros beduinos”, los hombres públicos ejecutan el “baile circular del zorro al pie
del árbol presidencial” (H.L., p.96), en “El programa del general”, las alocuciones
políticas se comparan con susurros de abejas (E.E. p. 79). Al pueblo de los estados
monárquicos lo llama “ovejuno montón” (Grafitos, p. 56). En “Nuestros legisladores”,
desarrolla metáforas animales para referirse a los congresistas prácticamente en cada
párrafo. Empieza hablando de la complicidad y del “espíritu tribal” que caracteriza a los
congresos, que hacen “como el burro de Sancho Panza” (ver nota 11).

“Comadrejas de bolsas insondables, llevan consigo toda su carga de parentela de


hombrones y desarrapados. En cada miembro del poder legislativo hay un enorme
parásito con su innumerable colonia de subparásitos, una espina de animal colectivo y
omnívoro que succiona los jugos vitales de la Nación.”

(E.E., p. 101)

A continuación, afirma que todos proceden del mismo molde:

“… como los camellos se transmiten sus jorobas y los cerdos su gruñido.”

20
E.E.., p.23.
21
Esta referencia es todavía más clara cuando González Prada diferencia a los seres que tienen “la frente a
ras del suelo” de los que van erguidos: “Pero ¿a qué amilanarse? Venga lo que viniere. El miedo, como las
solfaratas de Nápoles, puede asfixiar a los animales que llevan la frente ras con ras del suelo, no a los
seres que levantan la cabeza a unos palmos de la tierra.” (E.E. p. 139)

8
(H.L., p. 103)

Finalmente, critica su inoperancia apelando también a los animales:

“Estos políticos y sociólogos, pretendiendo conducir a las naciones nos causan el efecto
de un mosquito afanándose por desquiciar un planeta.”

(H.L., p. 104)

La religión también es criticada apelando a los animales. Los católicos son “borregos
divinos”, que “digieren hoy el pasto religioso que sus abuelos mascaron y rumiaron”.
(H.L. p. 57) También se ha mencionado antes como, para hablar de la rudeza de los
frailes españoles, dice que hablan “como si excitaran bueyes”, llamándolos, de otra parte,
“amalgama de gitano, inquisidor y torero” (H.L. p. 134). Finalmente, en Grafitos, afirma
que la gente religiosa necesita de “cebada y freno” (p. 142).

Advierte González Prada que el conformismo es una amenaza especialmente peligrosa


para los revolucionarios, que pueden acabar convirtiéndose en “rémoras” y “morir de
gusanos, sin labrar capullo ni convertirse en mariposa”22, o pasar a formar parte del
“monstruo popular adormecido” por las canciones de la religión y la moral23. También lo
asocia a figuras de degradación (“reducir el hombre a berrendo”24) y pérdida de
individualidad; algo que expresa, como era de esperarse, mediante metáforas animales:

“¡Cuán abajo desciende


el alma de las turbas!
El hombre a solas, canta;
Juntado a mil, rebuzna.”
(Grafitos, p. 191)

Considerando lo dicho, podemos dar por sustentada la idea de que MGP usa las imágenes
de los animales para caracterizar el servilismo y el conformismo.

b. La vulgaridad y la impureza

Para nuestro autor, la vulgaridad es la característica propia de la conducta colectiva y de


la pérdida del sentido de responsabilidad individual. Fue muy sensible a ideas y teorías
sobre la conducta de masas, como las de Tarde y Le Bon25, dos destacados sociólogos
franceses del siglo XIX. En su obra, las multitudes se caracterizan por la indeterminación,
la violencia, la primacía de la pasión sobre la razón. Ya en pleno S. XX, los psicólogos
sociales estudiaron también cómo se produce el proceso de toma de decisiones en grupos

22
Del ensayo “El intelectual y el obrero”, P.L., p. 119.
23
Del ensayo “La revolución”, P.L., p. 133.
24
Grafitos, p. 42.
25
Para una ilustración sobre ambos, ver Moscovici, Serge, La Era de las Multitudes. Un tratado Histórico
de Psicología de las Masas, México, FCE, 1985.

9
y delimitaron el fenómeno de la dilución o pérdida de la responsabilidad individual en las
decisiones colectivas26. González Prada intuyó claramente este fenómeno y lo denunció
entre las causas principales del atraso y la pobreza. Lamentablemente, en este tema como
en otros tantos, tiene serios problemas para pasar del análisis a la propuesta: su crítica a la
desindividualización es invariablemente implacable, pero no parece tener una idea
precisa sobre cómo educar a la “bestia popular”27.

Al igual que en el caso del servilismo, se usan numerosas las metáforas animales sobre la
vulgaridad y la desindividuación. Dos de las más ricas en imágenes proceden de “El
programa del general” y describen a la muchedumbre de asistentes a un mitin político.
Aquí se usa a los burros, perros y gatos y su fisiología para hablar de la conducta
insolente, vulgar y falta de educación:

“... en el patio y la cazuela se inician los moscones, los tosidos, los pataleos, los
bastonazos y los gritos de animales. Por atavismo algunos ladran como perro, maúllan
como gatos o rebuznan como borricos.”
(E.E., p. 78)

“Como a los chillidos zoológicos sucedieron las insolencias, así al humo del cigarro y a
las aspiraciones alcohólicas, siguen todas las suciedades y todos los hedores de la bestia
humana, del animal colectivo.”
(E.E., p. 79)

Como vemos, González Prada emplea a los animales para ilustrar la falta de educación y
la suciedad, que él parece dar por descontado que caracteriza a las “bestias”. En cambio,
los humanos pensadores son personalidades superiores, son “como el bisturí a la carne
fungosa, como el desinfectante al microbio”28. Una vez más, la imagen animal (microbio)
designa lo que es impuro.

Las relaciones entre educación e ignorancia reciben una fuerte connotación moral en
González Prada, cercana a la oposición entre lo puro y lo impuro. Aquí es donde su uso
de imágenes animales se vuelve prácticamente indiscriminado; por opuesto, las ratas son
el opuesto a la “voz de los paladines”29 y la vulgaridad de los magistrados se expresa
diciendo que “guardan en la cabeza un nido de ratones”30. También piensa que los
animales ocupan el lugar más bajo en la escala de la lascivia en la naturaleza, por debajo
de los imbéciles y los locos:

“El Perú, como infeliz mujer encadenada al poste de un camino real, puede sufrir los
ultrajes de un bandolero, de un imbécil, de un loco y hasta de un orangután.”
26
Gilbert, Daniel, et. al. (Ed), The Handbook of Social Psychology, Oxford University Press, 2 vols, 4ª
Ed., 1998.
27
P.L., p.99. Aquí menciona vagamente la búsqueda de la justicia social, la alfabetización y el refinamiento
de las costumbres.
28
P.L., p.94.
29
“Tomamos por Caballero de la Blanca Luna al Bachiller Sansón Carrasco, por voz de un paladín, el ruido
de ratas en una armadura.” (H.L., p.34)
30
P.L., p. 56.

10
(H.L., p.98)

La sexualidad es el tema donde la ignorancia de González Prada sobre los animales


alcanza su cota más alta. Por ejemplo, en “Las esclavas de la Iglesia” trata de explicar
cuál es el verdadero sentido del matrimonio:

“Lo más dulce de la unión amorosa (...) está en la vibración al unísono de dos
corazones, en el vuelo armonioso de dos inteligencias hacia la verdad y el bien. Los
animales se unen momentáneamente, los dos sexos humanos deben aliarse para
engrandecerse y perfeccionarse.”
(H.L., p.182)

Como podemos ver, don Manuel desconoce a las muchas especies que se emparejan de
por vida en relaciones de carácter familiar. Niega a todos los animales la vibración de los
corazones, el vuelo de la inteligencia, la verdad, el bien, el perfeccionamiento y la
grandeza. Les toca la parte “monstruosa” y regresiva del carácter humano:

“Tienen el mismo padre


Justos y monstruos.
¡Misterio de misterios
La ley de la herencia!
Unos vienen del mono y otros regresan.”
(Grafitos, p. 162)

Los animales también son la negación de las aptitudes artísticas y poéticas:

“No corones de laureles


A muchos vates de Lima:
Arrojándoles alfalfa,
Les das laurel y comida.”
(Grafitos, p. 130)

“En sus versos amalgama


La ceniza con la llama,
Lo bestial con lo divino,
La salud con la gangrena,
El cantar de la sirena
Con el gruñir del gorrino.”
(“Verlaine”, en Grafitos, p. 42)

Los malos periodistas son “plumíferos de bajo vuelo”31; las almas cristianas en los cielos
rebuznan furibundamente como “algún jumento”32 y algunas personas son tan vulgares o

31
H.L., p.218.
32
Grafitos, p. 52.

11
impuras que, si cogen una infección, “hasta los microbios revientan”33. Estos son los
momentos menos felices en el pensamiento crítico de González Prada, especialmente en
afirmaciones como “las corridas de toros nos enseñan que si una reducidísima fracción
de la Humanidad sigue avanzando por el camino de la civilización, la mayoría está muy
lejos de haber eliminado la parte del mono”, en la que olvida que los monos no torean y
sí, por ejemplo, crían a los huérfanos34.

Finalmente, merece atención el rol que González Prada asigna a los cerdos. Ningún
animal es tan vituperado en su obra como el chancho, ninguno es usado tantas veces para
expresar ideas sobre condiciones de bajeza en el ser humano. Cuando trata de expresar el
estado moral en que se halla el Perú de su época, no encuentra mejor figura que la de un
chiquero, en el cual, para ser feliz, la gente tiene que optar por convertirse en cerdos y
acostumbrarse a la suciedad.

“¡Ser yo peruano, digo perulero!


No perdono al destino
El lanzarme a nacer en el chiquero
Sin hacerme cochino.”
(Grafitos, p. 129)

“¿A qué guardar lo divino


Entre lo humano y rastrero?
Cuando se habita el chiquero
Hay que volverse cochino.”
(Grafitos, p. 168)

“Humanidad, Humanidad menguada:


¿Tendrás acaso por dilema eterno
Revolcarte en la sangre como el tigre
O vivir en el fango como el cerdo?”
(Grafitos, p.183)

Como vemos en estas citas, el modo de vida de los cerdos es lo más opuesto que puede
haber al ideal de la civilización. En cambio la “humanidad” siempre se escribe con
mayúscula y aparece “menguada” cuando se asemeja al tigre o al chancho. Estas
comparaciones llegan a momentos de franca vulgaridad:

“Si un grupo de cochinos pasa


Se tapan las narices los vecinos;
Pero si pasa Nicolasa
Se tapan las narices los cochinos.”
(Grafitos, p. 81)

33
Grafitos, p. 69.
34
Sobre este punto, ver Cavaleri, Paola, & Singer, Peter (Eds.) El Proyecto “Gran Simio”. Igualdad más
allá de la Humanidad, Valladolid, Trotta, 1998.

12
También usa a los cerdos para enfatizar la oposición entre poesía y vulgaridad. Al hablar
del Verlaine, como se ha citado más arriba, dice que sus versos amalgaman el cantar de la
sirena con el gruñir del gorrino35. También es recurrente en sus versos oponer el apetito
de los cerdos por las bellotas al disfrute del néctar de ambrosia del Olimpo (la poesía)36.
Este menosprecio de la figura del cerdo es tanto más fútil si tenemos en cuenta que el
chancho es el animal más inteligente y más sensible entre los que el hombre mata y come
frecuentemente, cuya experiencia emocional supera en intensidad a la de nuestra especie
en algunos aspectos.

En conclusión, la imagen de los animales es empleada consistentemente por González


Prada para ilustrar la vulgaridad, la falta de educación, la suciedad y la impureza.

c. La hipocresía y la deshonestidad

“Comadrejas de bolsas insondables, llevan consigo toda su carga de


parentela de hombrones y desarrapados. En cada miembro del Poder
Legislativo hay un enorme parásito con su innumerable colonia de
subparásitos, un espina de animal colectivo y omnívoro que succiona los
jugos vitales de la Nación.”

(“Nuestros Legisladores”, en E.E., p. 100)

González Prada considera que la hipocresía, la deshonestidad, el oportunismo y la


complicidad de políticos, hombres públicos, magistrados, periodistas y curas son las
causas de la desconfianza entre las personas. y, en último término, de la pobreza del país.
Las conductas que manifiestan estos vicios son la mentira, la trampa, la codicia y la
indiferencia por las necesidades de los otros. La mentira ocupa un lugar privilegiado en el
bestiario de las maldades contra la sociedad. No en vano escribe en uno de sus Grafitos
que si debiera elegir entre callar una verdad que destruiría el mundo, o decir la verdad y
verlo perecer, elegiría lo segundo sin dudarlo.

Entre los hipócritas le merecen especial vituperio los “librepensadores de pacotilla”,


críticos de la corrupción a los que la rebeldía les dura lo que tardan en encontrar una
fuente de ingresos fijos, una renta vitalicia, una pensión o un montepío y pasan a
convertirse campeones del statu quo, en suaves adocenados que recitan las mismas ideas
que antes escarnecían. A ellos les reserva uno de los términos más venenosos de su
léxico: los “ventrales”, los que abandonan sus ideales cuando tienen qué llevarse a la
boca. Acto seguido, los fustiga sacudiéndoles una imagen animal:

“Son microbios que reciben la coloración del reactivo y el reactivo es el caldo con
mucha o poca sustancia. Puros ventrales.”
(H.L., p. 194)

35
Grafitos, p. 42.
36
Grafitos, p. 170, 184.

13
Son los ventrales los paladines del adormecimiento muelle, del espíritu del rebaño
achacado a nuestros “licenciados vidriera” (del Partido Conservador), a los que no
importa la moral de sus líderes con tal de salvar las apariencias:

“Como siguen la ley de salvar las apariencias, desean que su monstruo guarde incólume
la piel, aunque lleve ensangrentados los colmillos.”
(H.L., p.52)

Aun los enemigos políticos olvidan sus diferencias cuando se trata de robar:

“Como cerdos escapados de diferentes pocilgas, se juntan amigablemente en la misma


espuerta y el mismo bebedero.”
(H.L., p. 205)

González Prada se opone a toda componenda que impida ver la verdad de frente:

“Mientras la humanidad no constituya un rebaño de hipócritas, aduladores y cobardes,


al honrado se le llamará honrado y al pícaro se le tratará de pícaro (…)”.
(H.L., p. 24)

Los hipócritas, los abusivos, también se “deshumanizan” y adquieren la forma animal


opuesta a la del rebaño: la del depredador.

(Las autoridades civilistas, desde 1872) “Ofrecían todas las apariencias de hombre; mas
al primer ensayo, descubrieron la garra del felino.”
(H.L., p. 80)37

De vuelta a los “ventrales”, existe junto con ellos un grupo que resulta especialmente
desagradable a González Prada: el de los que se acomodan a los preceptos de la iglesia o
se hacen religiosos para recibir rentas. Aquí da rienda suelta a toda la artillería de
metáforas animales. En primer lugar, están los “librepensadores de sacristía”:

“Hay animales inferiores que tranquilamente siguen su vida aunque los volvamos del
revés, practicando con ellos la misma operación que hacemos con un guante o la funda
de un paraguas. Si en algunos librepensadores criollos efectuáramos cosa igual,
seguirían viviendo con una sola diferencia: la de haberse metamorfoseado en curas.”
(E.E., p. 101)38

37
En “Nuestros Indios” volverá sobre este mismo tema y dirá sobre los conspiradores que “Siempre
existieron manadas de Tigres esperando el momento psicológico” (H.L., p. 84), para afirmar a
continuación una típica frase de las que dice al vuelo sin considerar sus consecuencias éticas: “Si los felinos
se devoraran unos a otros, nos regocijaríamos con la esperanza de verlos desaparecer algún día” (ídem).
38
Esta nota es de suma importancia desde el punto de vista del razonamiento ético, pues en ella no
solamente se establece un paralelo entre la hipocresía y los supuestos animales reversibles, sino que se
establece un paralelo entre los animales y los objetos inanimados (guantes y fundas de paraguas), del tipo
de los que han dado pie a considerar a los animales como autómatas que no sienten dolor ni emociones y
que por ello no merecen consideraciones morales serias (véase Tomás de Aquino y Descartes).

14
Esta cita tiene un incuestionable paralelo con otra sobre los curas:

“No garantizamos que, por fuera y por dentro, posean blancura de cisne los frailes
hacinados hoy en los conventos de la República.”
(H.L., p.131)39

El Horas de Lucha, González Prada habla con cruda ironía de los frailes que vienen al
Perú: “nuestros inmigrantes”, forma literaria para afirmar que estos religiosos están
motivados por el atractivo de una renta canóniga y una vida acomodada. Llama “pesca
abundante” (en evidente alusión a la pesca milagrosa de los Evangelios) a la época de las
quintas, en que numerosos mozos corren a “morder el anzuelo divino” para sustraerse al
servicio militar en Europa40. Al sacerdote francés le llama “vampiro de orden seráfico”,
que chupa la sangre sin turbar el sueño41.

De vuelta a los “librepensadores de pacotilla”, en el ensayo “Las esclavas de la Iglesia”,


dirige sus fuegos contra los hombres rebeldes y anticlericales en la vida pública pero que,
a instancias “de sus esposas”, devoran avemarías en la privacidad de la alcoba
matrimonial. En una figura animal muy cargada de significados, los considera “águilas
empollando avestruces”42 y se refiere a ellos como a criaturas bifrontes:

“Poseen doble naturaleza: en la calle, lobos que devoran a clérigos y frailes, en la casa,
ovejas que lamen las manos de monseñores y reverendos padres.”
(H.L., p. 184)43

La segunda causa de la deshonestidad es la corrupción. En este rubro MGP incluye un


variado panorama de tramposos, entre los que destacan los periodistas corruptos, cuya
actividad denomina “gatuperio”. Reserva a estos periodistas venales las figuras animales
que le causan más rechazo: los reptiles. Dice de ellos que “mudan de piel como las
víboras” y que “no atenúan la violencia de su ponzoña”44.

“En las grandes potencias, así como en los pequeños estados, los presupuestos
consignan sumas destinadas a los periodistas oficiales, los que se llama el fondo de los
reptiles.”
(H.L., p. 33)

Metáforas de reptiles y moluscos también se dedican a las familias que se acomodan


alrededor del poder mediante el nepotismo, y que constituyen “gigantescos pulpos”,

39
En el ensayo“Política y Religión” se había referido a Pío IX como un “lobo con piel de cordero” (H.L., p.
112). Conociendo la acrimonia de González Prada para con el clero, es curioso que en un ensayo
íntegramente dedicado a fustigarlo no abunden las metáforas animales.
40
H.L. p. 131. La evasión de los deberes cívicos resultaba especialmente odiosa a MGP.
41
H.L., p. 132.
42
H.L., p. 184.
43
Gozález Prada usa una figura muy cercana para referirse al arte poético de José Zorrila, sobre el que
escribe esta breve etopeya: “Por su añeja fe cristiana / Un ruiseñor con sotana” (Grafitos, p. 43).
44
H.L., p. 35. También emplea los reptiles para referirse a los toreros. (H.L., p152).

15
cuyos tentáculos “van a introducirse en los vericuetos de la Caja Fiscal”45. Las compara
con la ostra adherida a la peña, o la tenia a los intestinos46. Remata estas imprecaciones
con un símil devastador:

“… como la culebra de los cuentos populares, sueldan sus labios a los pezones de la
Nación, chupan hasta extraer sangre, y nos dan la punta de su nauseabunda cola.”
(H.L., p. 97)47

Finalmente, para los oportunistas reserva una idea que toma prestada de Benjamín
Constant, quien los llama murciélagos: “que unas veces encogen las alas y se confunden
con el ratón, otra despliegan el vuelo y se igualan con el pájaro”48.

d. La crueldad y la ferocidad

“Será la especie humana


El último eslabón de la cadena,
O eliminado el hombre de la vida
A noble especie dejará la herencia?
Quizá en remotos siglos
Raza gloriosa poblará la Tierra
………
Sin el oscuro instinto de la fiera.”

(Grafitos, p. 166)

La cita que inicia este apartado muestra que en el pensamiento de González Prada existe
una identificación, bastante falta de claridad, entre biología y ética. Podemos resumir su
posición en solo enunciado: la mera pertenencia a la especie humana supone una posición
de superioridad moral sobre el resto de la naturaleza, que el hombre ha perdido por la
perversión de sus costumbres. Este argumento, característico asimismo del pensamiento
de Rousseau, gira desordenadamente entorno a sí mismo en sus, a veces da la impresión
de ser exactamente su opuesto: el hombre es, a fin de cuentas, “una fiera” que comparte
la naturaleza de otros animales y que sólo puede convertirse en lo que debería ser a través
de la civilización de sus costumbres49. La imprecisión de González Prada llega a la
contradicción cuando alude a los hijos de los hacendados, que al volver de sus estudios
en Europa ejercen una redoblada crueldad con los indios50: “… mas apenas se confinan

45
H.L., p. 96.
46
Ibid.
47
En la cita que encabeza el presente apartado (“Comadrejas de bolsas insondables…”) también las
familias de los legisladores son comparadas con animales diversos (H.L., p101).
48
H.L., p. 40.
49
En una cita dirá que civilizarse es “adquirir un alma francesa”. En Ensayos Escogidos también
menciona: “¿Qué vale adquirir el saber de un Aristóteles cuando se guarda el corazón de un tigre? ¿De qué
sirve poseer el don artístico de un Miguel Ángel cuando se tiene el alma de un cerdo?” (p. 71)
50
También para caracterizar a los chinos que son víctimas de abusos en las haciendas emplea el ensayista
imágenes animales: “Ellos nos mueven a lástima, porque representan la víctima del hacendado, el hombre
convertido en animal de labranza, la carne de trapiche.” (H.L., p. 135)

16
en sus haciendas, pierden el barniz europeo y proceden con más inhumanidad y violencia
que sus padres; “con el sombrero, el poncho y las roncadoras, reaparece la fiera”.51 En
esta cita primero se dice que la crueldad es un rasgo “inhumano” que sigue al
confinamiento en la hacienda, pero luego se argumenta que es un rasgo regresivo, que
“reaparece” procedente de “las fieras”, tal vez en alusión a la Teoría de la Evolución,
como un “ponzoñoso virus de la herencia”52.

Eludiendo por el momento esta confusión, diremos que lo que resalta González Prada en
estos textos es la crueldad y la ferocidad con que las personas se tratan unas a otras en la
sociedad peruana, especialmente a los más débiles, pobres y desprotegidos. Este asunto
da pie (cómo no) a que emplee la imagen de los animales para lanzar denuestos e
imprecaciones a los culpables del ensañamiento y la violencia. Para él constituye una
falta moral gravísima el que la conducta criminal del hombre lo lleve hasta el grado de
caer en el abismo que separa “naturalmente” al “ser racional” de la “fiera”. Se trata en
realidad de un juego sarcástico desde las espaldas de la idea judeocristiana de la
superioridad absoluta del hombre sobre los otros animales: llama animales a todos los
criminales y se solaza en la idea hasta extremar la sátira, pero sin que ello mueva en un
ápice la idea fundamental de la tradición de Occidente: que la vida humana debe ser
considerada infinitamente más valiosa que la de los otros seres.

“Como los más indefensos y los más débiles, los indios proporcionan la carne de placer
al sátiro y la carne de dolor al Tigre: son los armenios de una Turquía católica.”
(H.L., p. 81)

Esta cita va dirigida contra los políticos que abusan de los indígenas en complicidad con
los gamonales y hacendados locales. La crueldad no solamente va asociada a la imagen
de los animales (el tigre53) sino, caso frecuente en su obra, al placer sexual54. Es
interesante mencionar que para él el antónimo natural de la crueldad es la misericordia y
la justicia55. Una vez más esto refuerza la oposición hombre – animal como equivalente a
superior – inferior, o bien a valores superiores frente a “instintos inferiores” o feroces.

51
E.E., p. 68.
52
Grafitos, p. 173. El verso completo merece ser reproducido para comprenderlo cabalmente:
“Hombre, gorila impuro y sanguinario,
Habitador lejano e la selva,
Tú la indeleble marca del origen
En tu salvaje condición revelas.
En lo profundo guardas de tu sangre
El ponzoñoso virus de la herencia:
Tienes la mano del reptil por mano,
Por instinto el instinto de la fiera
¡Y eres mi hermano!”
53
Cuando González Prada quiere desdeñar las críticas de los conservadores hacia los anarquistas, menciona
que estos último son acusados por aquellos de “felinos extraviados en el corazón de las ciudades”, que
“hacen el mal por el gusto de hacerlo” (E.E., p. 125).
54
También se refiere a las prostitutas como animales “de postura horizontal” (Grafitos, p. 103).
55
H.L., p. 82.

17
Los críticos que denuncian a las malas autoridades son “abominadores de Tigres y aves
de rapiña”56, mientras que los políticos y caudillos militares son “Tigres”:

“Al perro que ladraba y no mordía, sucede el tigre que lame y despedaza.”57
(H.L., p. 74)

La imagen de los políticos como fieras es extendida a ciertas figuras históricas, por
ejemplo, Thiers bebió la “noble sangre” de la Comuna de París con “el feroz instinto de
hiena”58. Es interesante que en este mismo texto llame a continuación a Thiers “enano
rastrero”, pues una vez más se identifica lo biológico con lo moral: las personas que
sufren de enanismo están “más cerca del suelo”.

También se apela a los animales para hablar de la violencia doméstica del padre de
familia, en este caso se trata del burro y del elefante:

“La acción brutal del grosero apóstol en las obras sensibles de mujeres y niños debe
compararse con la dentellada del jumento en un ramo de flores o con el trompazo de un
elefante en los anaqueles de una cristalería.”
(H.L., p. 184)

Finalmente, el cerdo tiene su parte entre las imágenes empleadas para decir que la
crueldad dificulta la lealtad y la apertura del corazón:

“Lleva el leal corazón en la mano,


Abre a la turba el jardín de tu amor;
Y ten seguro que un torpe marrano
Pisa el jardín y destroza la flor.”
(Grafitos, p. 106)

Finalmente, están la agresividad y la ferocidad como manifestaciones de conducta en sí


mismas. Su figura más conocida es el caballo de Atila, cuyos cascos marcan el lugar
donde no volverá a crecer la hierba59, que González Prada emplea para hablar de los
políticos (“vibriones en las entrañas de un cadáver”60) y los candidatos a puestos
políticos, que luchan, como los cuervos, “por dar picotazos a la ensangrentada cabeza de
un soldado moribundo”61. Justamente, el caballo de Atila se menciona una y otra vez a
propósito de los políticos, como por ejemplo:

“Ante el Perú caído

56
H.L., p. 81.
57
No hemos encontrado una evaluación moral sobre los políticos anteriores a la época del caudillismo, por
lo que no podemos saber si el ser considerados como perros que ladraban sin morder es a los ojos de
González Prada una comparación favorable o no. Sin embargo, dado lo que hemos visto en el apartado
dedicado a la sumisión, lo más probable es que esta sea otra figura negativa.
58
Grafitos, p. 40.
59
H.L., p. 97.
60
H.L. p. 98
61
Ibid.

18
En la sangre y el fango
Enmudeced, políticos logreros:
Todos en él pusisteis vuestros cascos.”
(Grafitos, p. 129)

Las luchas políticas de la historia republicana se presentan parecidas a la hobbesiana


guerra de “todos contra todos”: los triunfadores del momento tienen como primera faena
“caer sobre los destinos de la nación desangrada y empobrecida, como los buitres se
lanzan sobre la carne de la res desbarrancada y moribunda”62. En esta lucha no cabe la
debilidad:

“El león que se arrancara las uñas y dientes, moriría en boca de los lobos; la nación que
no lleva el hierro en las manos, concluye por arrastrarle en los pies.”
(H.L., p. 223)63

Asimismo, se sugiere guardar una distancia prudente del “tigre humano”:

“La Humanidad, como el océano, debe ser vista de lejos; como el tigre merece un
bocado, no una caricia.”64

En la guerra de todos contra todos inclusive los corderos, como símbolo de


mansedumbre, también pueden participar de ella:

“Denle fuerzas al carnero


Y degüella al carnicero.”
(Grafitos, p. 148)

e. Naturaleza, moral y compasión

En las metáforas de González Prada, a menudo hallamos la cuestión de la relación entre


la naturaleza y la moral, es decir, si existen categorías morales “naturales”, como por
ejemplo, el concepto de que la vida sea intrínsecamente “buena”; él parece tiene muy
claro que este es un tema conflictivo y que no tiene una respuesta satisfactoria, más bien,
su posición es algo errática y varía según el tema. Hay momentos en que declara sin
dudas que la mera existencia de los seres se identifica con el bien; mientras tanto, en
otros textos se argumenta sobre la condición amoral del mundo natural. En resumen, es
obvio que preponderan las citas en las que asume la identidad entre moral y naturaleza.
La inspiración religiosa de esta idea se hace particularmente clara en el ensayo
“Propaganda y ataque”, donde leemos esta cita sorprendente en un ensayista que se
proclama abiertamente agnóstico ya a fines del Siglo XIX:
62
H.L., p. 205. Esta cita concluye así: “Simultáneamente, se dan corridas de toros, funciones de teatro y
opíparas comilonas”.
63
Esta cita viene precedida por la oración: “…la justicia no se consigue en la tierra con razonamientos y
súplicas: viene en la punta de un hierro ensangrentado.” Es curioso el paralelo entre esta cita y otra referida
a Bismark: “A nadie aterras hoy, por más que gruñas, / Decrépito león sin dientes y sin uñas” (Grafitos, p.
23).
64
E.E., p. 142.

19
“¿Se requiere haber estudiado a fondo para comprender que la personalidad humana es
sagrada…?”
(E.E., p. 95)

Así pues, aunque González Prada fue uno de los mayores críticos del catolicismo, su
visión de la naturaleza está fuertemente impregnada por nociones religiosas, como la
identificación entre vida y moral y la doctrina de la santidad de la vida humana.

Sostener al mismo tiempo esta idea de la naturaleza como algo “sagrado” y la creencia en
la necesidad de abandonar cualquier cosmovisión religiosa, condujo su pensamiento a un
gran dilema del que no supo salir. Antes bien, parece haber optado por aceptar una visión
aun más religiosa de la naturaleza, al incorporar las nociones de caridad y misericordia
como una condición que debe distinguir a los seres racionales.

Existen momentos en que el pensamiento de Manuel González Prada sobre la relación


entre naturaleza y moral se muestra forzado y francamente contradictorio, especialmente
en los textos en que intenta desvincularlos. En el ensayo “La muerte y la vida” se dice
que la naturaleza no es justa ni injusta, y para ello supone a la vez que un patrón moral se
aplica a las “criaturas racionales” y otro a las que no lo son:

“Con tanta indiferencia mira el nacimiento de un microbio como la desaparición de un


astro, y rellenaría el abismo con el cadáver de la humanidad para que sirviera de puente
a una hormiga.”
(E.E., p. 138)

Si leemos el texto superficialmente parece sugerir que la existencia de los hombres es tan
moralmente neutra para la naturaleza como la de los astros; pero el mismo acaba
empleando una comparación que lleva implícita la idea de que la condición moral del
“cadáver de la humanidad” es distinta a la de la hormiga y el microbio.

Nuestro autor también parece dar por hecho que el hombre es “la cima de la creación”.
Todo lo que sea preponderancia de la fuerza sobre la razón es intrínsecamente salvaje e
incivilizado. De ahí que resulte muy característica su actitud conservadora hacia las ideas
de Darwin, pues parece creer erróneamente que los conceptos de “selección natural” y
“supervivencia del más fuerte” significan lo mismo.

Biología y moral también se identifican en las metáforas que vinculan la maldad con la
suciedad, como en “Nuestros Magistrados”:

“Casi siempre, un alto puesto jurídico viene en remuneración de servicios prestados al


gobierno; y como tales servicios suelen adolecer de una limpieza sospechosa, convendría
que las gentes observaran una medida higiénica después de dar la mano a ciertos jueces:
usar detersivos y desinfectantes.”
(E.E., p. 55)

20
En algunas metáforas se acepta sin el menor cuestionamiento la idiosincrasia “natural” de
las personas procedentes de ciertos países:

“Como traemos ingleses para alcantarillar las poblaciones, agrónomos belgas para
enseñar agricultura y oficiales franceses para disciplinar soldados, podríamos contratar
alemanes o suecos para administrar justicia.”
(“Nuestros Magistrados”, E.E., p. 56)

También se habla de la “salud de las razas” como una condición moral:

“... la raza latinoamericana (es) una raza tan singular que ha pasado vertiginosamente
de la infancia a la decrepitud.”
(“Nuestros Indios”, E.E., p. 64)

Los textos denotan que la relación entre naturaleza y moral evoluciona lógicamente
hacia la razón superior y la misericordia como mejor uso posible de ella.

“¿Qué vale adquirir el saber de un Aristóteles cuando se guarda el corazón de un


tigre?”
“¿De qué sirve poseer el don artístico de un Miguel Ángel cuando se tiene el alma de un
cerdo?”
(“Nuestros Indios”, E.E., p.71)

La moralidad se manifiesta en la “civilización”, algo que es cierto solo si la moral no se


identifica con lo natural sino con lo social. La civilización es la base de del criterio ético
para González Prada, es una práctica exclusiva del ser racional que no se aprovecha de su
ventaja sobre el más débil. La naturaleza de los derechos personales queda así
fuertemente asociada a la actividad racional:

“¿Cabe don más valioso que el pensamiento? Al dar el corazón a los seres que nos
aman, les pagamos una deuda; al ofrecer el pensamiento a los desconocidos, a los
adversarios, a nuestros mismos aborrecedores, imitamos la inagotable liberalidad de la
naturaleza que prodiga sus bienes al santo y al pecador, a la paloma y al gavilán, al
cordero y al lobo.”
(“Librepensamiento de acción”, E.E., p. 98)

“La justicia nace de la sabiduría, que el ignorante no conoce el derecho propio ni el


ajeno y cree que en la fuerza se resume toda la ley del Universo. Animada por esta
creencia, la Humanidad suele tener la resignación del bruto: sufre y calla. Mas de
repente resuena el eco de una gran palabra y todos los resignados acuden al verbo
salvador como los insectos van al rayo de sol que penetra en la oscuridad del bosque.”
(“El intelectual y el obrero”, E.E., p.118)

El principal problema con esta cita es que establece el límite natural entre los que
conocen “el derecho propio” y los que no, en el punto que –supuestamente- separa a los
“resignados que acuden al verbo salvador” de los que no lo hacen. Esto supone la

21
existencia de dos grupos excluyentes: los que están preparados para convivir y los que
no. Esta idea corresponde, a una visión maniquea de la realidad, muy cercana a la de
“pureza” e “impureza” natural65.

De allí que González Prada parezca no encontrar ninguna utilidad moral al concepto de
sufrimiento en su sistema ético. Al considerarlo como algo implícito en la vida66, el
sufrimiento adquiere una dimensión mística de la que “sólo Dios puede salvarnos”67
aunque sea eliminando la propia vida68, este concepto pierde cualquier significado ético
al margen de sus connotaciones religiosas. Un siglo antes, Jeremy Bentham ya había
mostrado que este concepto no era solamente relevante, sino el pilar centra para explicar
el origen de los derechos69.

Al basar la naturaleza de los derechos en la razón en lugar del sufrimiento, González


Prada se ubica claramente en la línea del humanismo cristiano (aristotélico). Como ya
hemos analizado en un ensayo anterior70, la razón no es una línea divisoria más clara que
el sufrimiento para otorgar derechos a una criatura. La posición de González Prada se
podría traducir en que los animales no son realmente sujetos de derechos naturales (no
pueden, por ejemplo, entrar en relaciones recíprocas); sin embargo, nuestra racionalidad
debería movernos a guardar por ellos una actitud compasiva y tratarlos “como si” fueran
nuestros iguales.

3. “Nuestros aficionados” y la cuestión animal

“Los combates con animales salvajes (en Roma) continuaron ya entrada


la Era Cristiana, y parece ser que la única causa de su decadencia fue
también la decadencia del Imperio que, al contar con menos riqueza y
extensiones, hizo más difícil la tarea de obtener animales salvajes. De
hecho, todavía podemos verlos en España y Latinoamérica bajo la forma
moderna de corridas de toros.”

Peter Singer71

Entre los textos más significativos de Gonzáles Prada, junto al propio “Discurso del
Politeama”, figura el ensayo “Nuestros Aficionados”, de 1906. Las ideas que se exponen
en este breve texto, que apenas alcanza las dos mil palabras, parecen un compendio de los
principales temas del pensamiento del autor en relación a la cuestión del desarrollo
humano y el trato a los animales, de ahí que nos detengamos con especial interés en él.

65
Para este concepto, ver Moore, Barrington, Pureza moral y persecución en la historia, Barcelona,
Paidós, 2001.
66
“La muerte y la vida”.
67
Ídem.
68
Ídem.
69
Bentham, Jeremy. (1907[1789]), Introduction to the Principles of Moral and Legislation, Oxford, OUP.
70
Ortiz Elías, José Agustín, “La ética de Harry Harlow”, AnimaNaturalis, Lima, 2004.
71
Liberación Animal, Valladolid, Editorial Trotta, 1999, p. 238.

22
El texto trata sobre la tauromaquia y empieza atacando la manifiesta crueldad de la suerte
de la pica. Esta práctica, consistente en una lucha entre un jinete con lanza y un toro de
lidia, es denunciada por MGP como la más bárbara de las herencias de los conquistadores
españoles. En efecto, esta suerte resulta especialmente cruenta a causa del rol pasivo y de
contención que le toca desempeñar al caballo: cubierto por una frágil protección de fibras
de caña, el equino es usado por el jinete como escudo y punto de apoyo para lancear el
lomo del toro y mantener desde la silla de montar una posición ventajosa. El caballo se
encuentra generalmente muy mal preparado para esta desigual confrontación, pues es
largamente superado en volumen por el toro y porque, en muchos casos, se emplean
equinos venidos a menos dado que no se les considera parte fundamental del espectáculo.
Como consecuencia, es casi inevitable que sufra lesiones, muchas veces fatales. La
inocencia del caballo, sacrificado para servir de medio a tan sangriento espectáculo, fue
lo que inspiró a González Prada a iniciar su ensayo de este modo, poniendo sobre el
tapete lo que ocupará sus reflexiones: la cuestión del trato que el animal merece.

Hemos elegido el tema del “trato a los animales” y no el de “derechos de los animales”
para poner en claro desde ahora las diferencias entre los dos modos de abordar la
cuestión: el primero es el que se preocupa por aquellas obligaciones emocionales que
impone al hombre su condición de ser racional con respecto a los otros animales; esta
ética se encuentra entre los pilares del humanismo y supone que el trato a los animales,
en su condición de criaturas “débiles” debe ser de carácter “humanitario” frente a estos
“desfavorecidos”. Lo que subyace a esta idea, más allá de sus buenas intenciones, es la
idea implícita de que en términos de derechos debe pensarse en el ser humano como una
criatura aparte de las demás, a las que les toca un buen trato solamente en función a los
controles morales que debería haber desarrollado el ser humano durante el proceso de la
civilización.

Hablar de los derechos de los animales es una cuestión muy diferente, que supone que los
mismos fundamentos que son aplicables a los fundamentos de los derechos de los
humanos no pueden excluir a los animales a menos que exista una razón estrictamente
lógica para ello. Por ejemplo, a los chimpacés no les corresponde el derecho al libre
comercio porque no es un interés desarrollado por ellos, no a causa de sus facultades; sin
embargo, cuando hablamos del derecho a formar y mantener una familia estamos en un
campo de interés para múltiples especies: las hienas suelen formar familias monógamas y
ser mucho más fieles a ellas durante toda la vida que lo que los humanos suelen serlo.
Este interés, compartido por ambas especies, no puede ser pasado por alto para una de
ellas por la simple pertenencia a un phillos determinado. Esta es una forma radicalmente
diferente de plantear la cuestión de los derechos animales en cuanto que no se asume la
obligación de colocar al hombre en el centro de la reflexión ética sobre el universo sino
que se pretende hallar bases más generales y universales para considerar la base de dichos
derechos. Una vez presentados estos lineamientos podemos proseguir con la exposición
del texto de MGP.

A continuación se critica el entusiasmo morboso con que el público de las corridas de


toros sigue la suerte de la pica, recientemente reaparecida por aquel entonces, lo que en
opinión de GP, parece vaticinar el inminente surgimiento de toda clase de nuevas suertes

23
cada vez más crueles, como el rejoneo de perros. A renglón seguido, señala que no se
conoce la naturaleza moral del hombre hasta que no se sabe cómo trata a los animales y
cómo se conduce en los espectáculos de sangre, lamentando que a pesar de existir una
reducida vanguardia civilizada, la mayoría de la humanidad esté “muy lejos de haber
eliminado su parte de mono”72.

Desde este momento queda muy claro el por qué González Prada elige un planteamiento
del tipo “el trato que merecen los animales” en vez de uno relacionado a los derechos de
los mismos: apenas iniciado el ensayo acusa a los animales de tener los mismos atributos
que critica en los hombres que considera inmorales. Queda claro que establece que línea
natural entre los derechos de hombres y otras especies está demarcada por la razón de un
lado y los instintos del otro. En realidad esta forma de pensamiento es tan segregacionista
como cualquiera otra que diga que los animales tienen una “naturaleza inferior”.
Naturalmente, esto se atenúa por la búsqueda de una hermandad universal entre todos los
seres, de un carácter más bien místico.

Prosigue el ensayo graficando el sufrimiento que toca padecer al caballo, generalmente


ya viejo y venido a menos, durante la suerte de la pica, se habla en términos dramáticos
del modo en que a veces muere “entre las rechiflas de una muchedumbre soez,
doblemente embriagada por el alcohol y la sangre”73. A continuación denuncia la “falta
de gratitud” del rey de la creación (resaltado por MGP) hacia un animal “que le sirve tan
bien” y merece el mismo amparo legal que cualquier obrero. Es en este momento cuando
Manuel González Prada parece aproximarme más hacia una noción del derecho animal:
en este ensayo usa por primera y única vez el término “derecho zoológico”74 y lo
equipara con el “derecho humano”, anuncia que lo hace “sin valerse de la ironía” y
puntualiza que muchos animales pueden presenta una foja de servicios a la humanidad
muy superior a la de numerosos humanos. Hasta este punto las cosas parecen ir claras, al
menos en términos declarativos, pero sigue una acotación que nos aclara el panorama:
señala MGP el ejemplo de los griegos que otorgaban jubilaciones y compensaciones a
ciertas acémilas en retribución a sus fieles y esperados servicios, y concluye con la
irónica frase “Pero los griegos eran paganos”75. Ahora resulta mucho más claro que
MGP ha empleado el término “derecho” en esta parte del ensayo para introducir un punto
de vista opuesto al “derecho natural” vinculado a los principios teológicos del
cristianismo, otro de sus blancos favoritos.

A continuación, GP da un giro brusco a su línea de razonamiento y pasa a decir que


nuestra gratitud hacia los animales debe basarse en el hecho que, sin ellos, “faltarían los
peldaños” que se iniciaron en las profundidades de los océanos y que “vienen a rematar
en la especie humana”76. Alude que todos los seres vivos de la naturaleza somos
hermanos en nuestra madre, la célula primigenia, y existe por ende entre nosotros un
parentesco universal. Como podemos ver, se trata de una idea radicalmente opuesta a la

72
Horas de Lucha, p. 148
73
Op. Cit., p. 149
74
Ídem.
75
Ídem.
76
Op. Cit., p. 150

24
existencia de un derecho de los animales, que limita nuestras obligaciones hacia ellos a
un actitud más bien de carácter místico, como la que en sus días caracterizó a personajes
como Francisco de Asís, cuya afinidad con los animales se debía antes que nada a una
actitud de intenso contacto emocional con la naturaleza en general.

Sigue en el texto otra de las ideas clave en el pensamiento de MGP: quien no ama ni
compadece a los animales no ama tal vez ni compadece mucho a los hombres. Los
hogares sin “bocas inútiles” (resaltado del autor), es decir, sin animales, son tristes por
mucho que estén llenas de niños, y los líderes espirituales de la historia le causarían
mayor simpatía si hubieran incluido algún animal en sus vidas (por ejemplo, Jesucristo le
parecería más grande seguido de un perro). Lo que se dice entonces es que el buen trato
para los animales es una forma de promover los derechos de los hombres. Este
planteamiento equivale a sostener la superioridad de los intereses humanos (los que “no
son bocas inútiles”) sobre los de los animales.

Plantea a continuación lo triste que sería un mundo sin animales, en el que la muerte
“vendría como una variación redentora”77 y ni siquiera habría ruiseñores que vinieran a
cantar en nuestros sepulcros. Aprovecha este momento para sacudir a los monjes con una
crítica en forma de cuento breve. De este modo, concluye la primera parte del ensayo.

Lo dicho hasta ahora contradice abrumadoramente el anuncio de MGP de no estar usando


la ironía al hablar del derecho animal, pues el mundo de los derechos sigue siendo en
realidad un reducto reservado al homo sapiens, llamado a actuar como un dictador
benévolo y probo sobre sus subordinados en la Creación. No hemos visto en el texto
ninguna argumentación sobre los derechos que corresponden a los animales por sí
mismos, sino más bien una extensa ilustración de por qué resultan compañeros
simpáticos a los de debemos estar agradecidos.

En la segunda parte González Prada empieza, igual que la primera, enfilando lo que
considera la barbarie de las costumbres españolas y limeñas, especialmente dado que la
tauromaquia era una afición que contaba con el consenso de todas las organizaciones
sociales de la ciudad, deseosas de recabar fondos organizando actividades fácilmente
vendibles. El consenso que rodeaba a las corridas de toros en el Perú de entonces era tal
que, por ejemplo, una sociedad protectora de los animales hubiera sido vista como algo
ridículo. La sociedad limeña estaba mucho menos preocupada por acudir a las bibliotecas
que a las corridas y por imitar las suertes de la tauromaquia antes que entrar en el mundo
del arte. Al denunciar que los jóvenes asimilan los amaneramientos de los pasos de toreo,
desliza la insinuación que él consideraba entre las más duras que podía hacer: la del
afeminamiento: “tememos que de repente cambien el apretón de manos con el palmeo de
las posaderas, inaugurando el imperio de la nalga78”.

Es este el momento en que decide introducir uno de sus temas favoritos: la derrota
peruana en la Guerra del Pacífico a manos del ejército de Chile. Argumenta que si algún
aficionado le dijese que las corridas de toros enseñan el desprecio por la vida, él le

77
Op. Cit., p. 151
78
Op. Cit., p. 152

25
respondería que durante la guerra los chilenos, no muy aficionados a la tauromaquia, nos
vencieron en toda línea. Denuncia la valentía del torero como un atributo inmoral y
propio de la “bestia sanguinaria”79: un “valor rojo” que se opone al “valor blanco” de
quienes juntan sus fuerzas morales para hacer el bien. También denuncia al intelectual
aficionado a los toros como “cercano al troglodita”: como “un cerebro luminoso en un
organismo insensible”80, para continuar diciendo que la humanidad evolucionada, que
distará de nosotros “como nosotros del antropoide” será hija del amor y de la
misericordia, y que si queremos hacer algo por la evolución de nuestra especie debemos
ablandar su corazón y ensancharlo para que en él “quepan todos los seres del universo”81.

Finaliza el ensayo con dos figuras sumamente duras: primero, imagina González Prada
que la sangrienta derrota de la armada española en Cuba, en 1898, bajo la artillería de
Sampson, fue una suerte de expiación sangrienta por el afán español de solazarse en el
espectáculo sanguinario de los toros82. Finalmente, vaticina que el día que se organice un
ejército que vaya a “reivindicar lo perdido en la guerra del 79” (entre Perú, Bolivia y
Chile), los batallones de Lima serán los más inútiles al estar formados por “monaguillos,
suerteros y Aficionados”83.

Como hemos podido apreciar, el ensayo “Nuestros aficionados” ocupa un lugar de


privilegio en la obra de González Prada, pues es de los pocos en los que toca, aunque
brevemente, muchas problemáticas que fue desarrollando a lo largo de su vida: los
conquistadores españoles, la Iglesia Católica, la hipocresía social, los políticos, el
afeminamiento de las costumbres y la Guerra del Pacífico. Esto revela que el tema del
trato hacia los animales toca al ensayista en la vena más profunda de su interés. Como es
sabido, el autor sentía una especial sensibilidad por la vida animal, que se reflejaba en la
adopción de perros vagabundos en su casa y el dispensarles un trato sumamente cariñoso
y hogareño. Sin embargo, los fundamentos de su ética hacia los animales parecen muy
convencionales y cercanos al pensamiento de su propio tiempo sobre el tema, donde el
único espacio para la consideración hacia ellos era el de la misericordia. Podemos
apreciar que no acompaña sus buenas intenciones hacia las demás especies animales del
necesario aparto crítico que le permita asumir una posición sólida. En su lugar, vemos
una invocación de misericordia hacia los animales, con el problema que esta invocación
contiene ejemplos marcadamente contradictorios.

79
Op. Cit., p. 153.
80
Ídem.
81
Ídem.
82
Este sentido de la venganza también es palpable en el siguiente verso:
“En una plaza de toros
(Sin contar al público)
¿Quién merece la estocada?
¿Quién el más estúpido? (Grafitos, P. 40)
83
Op. Cit., p. 154.

26
4. Balance de la ética animal en González Prada. ¿Son éticas sus ideas?

Evaluar la obra de una persona es en cierto modo, aunque se trate de una aproximación
parcial y preliminar como esta, hacer un balance sobre la persona misma, especialmente
cuando se habla de su pensamiento ético. Manuel González Prada era un hombre sin
coartadas, que se mostraba como era en sus escritos, sin maquillar antipatías ni
desacuerdos. Como hemos mostrado aquí, las posiciones que adoptó algunas veces
fueron inconsistentes o inclusive contradicciones. La mayoría de sus escritos no
desarrollan sistemáticamente ningún tema, sino que sus opiniones van apareciendo más o
menos desordenadamente al calor de sus planteamientos y polémicas. La estructura de su
obra, por lo tanto, no nos ayudará a hacer un balance ordenado de sus ideas éticas, por lo
que apelaremos a un punto de vista propio de las teorías contemporáneas sobre el tema.

En primer lugar, aclararemos qué significa tener ideas éticas. Para no entrar en
polémicas, estableceremos aquí únicamente algunas líneas mayores que pueden
considerarse consensuadas entre los principales autores del campo. En primer lugar,
podemos afirmar que existe relativo acuerdo sobre el error del relativismo ético absoluto,
que consiste en argumentar que cada quien puede tener “su verdad” y que es imposible
encontrar algún principio que necesariamente sea ético para todo el mundo. Sí existe la
posibilidad de consensuar al menos algunos principios éticos que todas las personas
puedan aceptar como válidos. Por ejemplo, está el principio de igual consideración de los
intereses: iguales intereses merecen la misma consideración, independientemente de su
género, raza, nacionalidad o especie de sus poseedores.

La segunda característica de la ética es que sus proposiciones se discuten principalmente


apelando a la razón y al diálogo. El rol de las emociones y los sentimientos es
indudablemente muy importante, pero las ideas tienen la ventaja que pueden aspirar a ser
aceptadas, después de analizarlas, por todas las personas.

En tercer lugar, las ideas éticas deben tener al menos la pretensión del consenso: es decir,
aspirar a ser aceptadas por cualquier persona racional que las analice con objetividad y
rigor. En cuarto lugar, el pensamiento ético tiende a trascender los intereses del individuo
que lo concibe y a considerar a más personas: su círculo de interés debe abarcar en
principio a todas las criaturas que pueden sufrir o gozar y tener cualquier interés.

Finalmente, la ética tiene que ser animada por el deseo de tener repercusiones prácticas y
no ser una actividad cerrada o misteriosa sólo para iniciados, tiene que aspirar a que todas
las personas puedan ser partícipes de la actividad ética; más aun, que comprendan que
todos necesariamente construimos los principios de la ética en nuestra actividad cotidiana
porque así mostramos cuáles son las normas que funcionan en la realidad, no
simplemente de la boca para afuera. En el contexto moderno, la dimensión práctica de la
ética adquiere mayor relevancia en tanto que uno de sus principales objetos de estudio es
la sostenibilidad del mundo y el agotamiento de sus recursos.

27
Esta característica plantea una serie de nuevas demandas a la ética como disciplina,
porque la obliga a aceptar que los cambios sociales son lentos y que se consiguen
mediante un consenso progresivo y muy difícil de alcanzar. Esto impone asimismo la
necesidad de diálogo permanente con las personas y organizaciones que sostienen
posturas diferentes a las propias y a propiciar ese diálogo aunque nos encontremos con
reticencias iniciales. Apresurarse exigir la implementación inmediata de principios
radicales es inconveniente en tanto que cierra las puertas al diálogo. Finalmente, implica
aceptar que el mundo no cambiará de la noche a la maña y no será lo que queremos que
sea en el corto plazo, pero que precisamente esto significa que asumamos un rol de
liderazgo en los temas capitales para alcanzar el cambio hacia una vida mejor para todos.

¿Son aplicables estos cinco principios a la obra de Gonzáles Prada, escrita en los albores
del siglo XX y no en nuestra época? ¿Pueden ser un criterio para juzgarla si más bien
corresponden a nuestro pensamiento contemporáneo? En cierto modo, tenemos que
aceptar sus limitaciones obvias como herramienta analítica. Pero por otro lado sí son
eficientes porque aspiran a que cualquiera de nosotros someta sus ideas a los mismas
principios a fin de demostrar su solidez ética, sea cual sea la época en que hayamos
vivido. Asumir aquí una posición relativista basada en que las ideas de otros tiempos
eran diferentes equivaldría a dejar abierta la posibilidad de aceptar la justificación de la
esclavitud que hizo Aristóteles porque correspondía a las ideas de su época, algo que
naturalmente no podemos admitir. Por ello proseguiremos aplicando este marco
conceptual a los datos obtenidos en la lectura de MGP.

Primero discutiremos es las actitudes expresadas por Manuel González Prada hacia los
animales en general. Como hemos intentado demostrar en las páginas anteriores, expresa
algunas ideas favorables al derecho animal desde un punto de vista básicamente
emocional, o apelando al hecho que expresar una actitud compasiva hacia los animales
será mejor para el ser humano porque se hará más civilizado. Como vemos, esta postura
asume que la consideración de los intereses de los animales es buena porque nos
conviene a nosotros, no porque esos intereses merezcan consideración por sí mismos. Del
otro lado, hemos mostrado la existencia de una multitud de opiniones y asertos en los que
MGP se vale de los animales para criticar a otros seres humanos y denunciar sus
desacuerdos con ellos acusándolos de “bestias”, “carnívoros”, “tigres” o, en general, de
“animales” a secas. El problema es que por mucho que estas figuras literarias resultaran
claras al lector contemporáneo, necesariamente reforzaron los prejuicios establecidos
hacia los animales y sus derechos. Estas ideas parecen estar además en marcada
contradicción con las actitudes expresadas por el autor en su vida al proteger y recoger
perros vagabundos en su casa y practicar una dieta vegetariana. Trataremos de
profundizar en esta confusión y explicarla.

En segundo lugar, veamos cuán lejos podía llegar realmente González Prada en sus
posiciones respecto de la ética animal y qué medios tenía a su alcance para establecer una
teoría más sólida84. Hacia 1906, cuando escribe “Nuestros Aficionados”, tenía a su
disposición múltiples materiales sobre los derechos de los animales: Henry Salt se había
dedicado a difundir activamente estudios y opiniones sobre los derechos de los animales
84
Buena parte de esta relación de medios procede de Singer, Meter, Liberación Animal, Valladolid, Trotta.

28
desde dos décadas antes y el libro “Los Derechos de los Animales” de Sisley se había
publicado en 1892. Las cartas y discursos de Jefferson estaban disponibles desde un siglo
atrás, aun antes Voltaire había planteado críticas muy duras a la vivisección,
especialmente en su Diccionario Filosófico85, donde cuestiona la idea de que los
animales no sienten dolor. En el siglo XVII Bentham había establecido con claridad las
razones por las que el dominio del hombre sobre los animales debe ser considerado una
tiranía, no un gobierno legítimo86 y aun antes Michel de Montaigne87 había delineado las
ideas principales sobre la consideración de los intereses animales en su “Ensayo sobre la
crueldad”. No hay una palabra sobre estos textos en ninguna parte de la obra revisada en
este estudio. Tampoco hay mención alguna sobre el hecho que en la antigua Grecia
Pitágoras haya sido vegetariano (como al parecer lo fue MGP) y que la escuela pitagórica
abogaba por un trato respetuoso hacia los animales. En ninguna parte se toma en cuenta
la existencia del ensayo de Plutarco “Sobre comer carne”, publicado en sus Ensayos
Morales88. También se ignora las numerosas leyes de protección a los animales que ya
habían aparecido desde principios del S. XIX en diferentes países; por ejemplo, la Ley
sobre la Crueldad contra los Animales se había aprobado en Inglaterra en 1876. Pero la
omisión más llamativa de todas es la falta de cualquier reflexión sistemática sobre la
Teoría de la Evolución de Darwin, publicada medio siglo antes, y sobre todo de sus
consecuencias sobre la naturaleza animal del ser humano, que había quedado fuera de
toda duda tras la publicación de El Origen del Hombre, en 187189. Ninguno de estos
argumentos a favor de la consideración igualitaria de los intereses animales está presente
en la obra de MGP, abogado de la causa animal y de la armonía con todos los seres.

Una objeción obvia a lo que hemos dicho en este último párrafo es que era muy difícil
conseguir estos libros en la Lima de fines del Siglo XIX, una ciudad que por tradición
ha estado sumamente al margen de la actividad intelectual contemporánea y más aun en
medio de la profunda crisis económica que siguió a la derrota en la guerra sostenida con
Chile en la década de 1880. Debemos aceptar esta objeción en lo que toca a la población
peruana en general, pero parece inaceptable cuando hablamos de uno de los ensayistas
más destacados en la historia del pensamiento nacional y que, en palabras de diversos
autores, ha sido uno de los que más impacto tuvo en el pensamiento político del Siglo
XX. No debemos olvidar, por otro lado, que González Prada fue director de la Biblioteca
Nacional, por lo que estaba en una posición sumamente ventajosa para conseguir los
libros que estaban publicados y ampliamente difundidos en los países occidentales.

Lo mismo se puede afirmar sobre los materiales que informaban acerca de las diferentes
formas de maltrato a los animales o los libros de los ideólogos que justificaban todo tipo
de tortura, encierro, abuso, vivisección y asesinato de animales en aras de los intereses
más triviales del ser humano. En 1880 H. C. Wood había publicado reportes sobre
estudios en animales confinados en pequeñas cajas. En 1881 se publicaron en Inglaterra
reportes sobre cómo se había inducido temperaturas de 45 grados centígrados en conejos

85
Voltaire, Diccionario Filosófico, Madrid, Temas de Hoy, 1995, T. I, p. 333-336.
86
Bentham, Jeremy. (1907[1789]), Introduction to the Principles of Moral and Legislation, Oxford, OUP.
87
Montaigne, Michel de, Ensayos, 3 vols., Madrid, Cátedra, 1996.
88
Plutarco, Plutarch’s Moralia. Part 1, Harvard University Press, 1976.
89
Darwin, Charles, The Descent of Man, London, Penguin Classics, 2004.

29
para estudiar cuán eficaz es la ventilación para bajar la fiebre. Estos son solamente dos
ejemplos de los estudios que podemos considerar típicos por aquel entonces, cuando
existía un gran entusiasmo por la experimentación y el avance de la ciencia90.

En todos los textos revisados no se hace mención alguna sobre la vivisección de animales
o los experimentos dolorosos que se venían aplicando en las ciencias biológicas y de la
conducta. Las fuentes de estos estudios tenían amplia difusión. Pavlov había ganado el
Premio Nobel en 1904 y sus procedimientos eran ampliamente conocidos gracias a la
difusión que Yerkes había hecho de ellos. Desde 1850, Helmholz venía publicando sus
estudios sobre vivisección de ranas para medir las respuestas a los estímulos eléctricos.
Franz y Lashley venían publicando desde 1900 sus estudios sobre vivisección para
estudiar cerebros de animales. Podría argumentarse que estas referencias eran muy
cercanas al año en que González Prada escribió “Nuestros Aficionados”, pero para que
no quede ninguna duda de su omisión de estos temas consideremos que tenía a su
disposición centenares de publicaciones de la tradición fisiológica y psicológica alemana,
gran parte de ellos basados en vivisección, en algunos casos desde medio siglo atrás.

Pero si salimos del ámbito de las ciencias y nos concentramos en la situación ganadera de
esos tiempos, González Prada tampoco parece enterado de mucha información: no dice
una palabra sobre las condiciones en que se transportaba el ganado en el siglo XIX,
donde todo tipo de animales de granja eran trasladados a las pasturas o los mataderos en
vagones de trenes en los que pasaban varios días encerrados sin agua, alimento ni
descanso. Esta situación era grave a tal punto que se consideró un gran logro para la
causa de los derechos animales la aprobación de la Ley Federal norteamericana que
limitaba a 28 horas el tiempo que el ganado podía pasar dentro del vagón de un tren sin
alimento ni agua91. Curiosamente, esta ley se promulgó en 1906, el mismo año en que se
escribió “Nuestros Aficionados”. Tampoco hay mención alguna de la castración del
ganado, el marcado al hierro, el marcado de las orejas, las condiciones en que se le
sacrifica, etc. Ni una palabra sobre el stress al que se ven sometidos millones de animales
para asegurar nuestros suministros de carne en la mesa.

Pero si objetamos que el ámbito del trabajo intelectual de MGP no es ni el de la ciencia o


el de la ganadería práctica sino el mundo de las ideas y el ensayo filosófico, veremos
tampoco sale mejor librado allí: en su obra no hay un solo comentario crítico sobre, por
ejemplo, las ideas de Descartes, quien sostenía que los animales eran sofisticadas
máquinas que podían sentir ningún dolor ni sufrir y que, por lo tanto, no hay ninguna
consideración moral que tener respecto de torturarlos o matarlos dado que la vivisección
es un medio para que la ciencia avance con rapidez. Tampoco hay nada sobre Kant, quien
seguía sosteniendo en sus Lecciones sobre ética que los animales no son seres
conscientes y por lo tanto no debemos preocuparnos por que sufran o no. Ni siquiera hay
una palabra sobre los filósofos Tomás de Aquino y Agustín de Hipona, quienes sostenían
que los animales habían sido creados para servir al hombre y por ende no debíamos
guardar ningún remordimiento por el modo en que los tratásemos, sobre todo por la
importancia gravitante que tuvo el pensamiento escolástico en la vida cultural e

90
Singer, Peter, Liberación Animal, Valladolid, Trotta, 1999.
91
Ídem.

30
intelectual peruana desde el establecimiento del Virreinato hasta la aparición de las ideas
socialistas a comienzos del S. XX92.

¿Cómo puede una persona que dice abogar por el buen trato a los animales y es a la vez
un destacado ensayista, un reconocido intelectual, omitir toda esta masa de información
en sus trabajos, cuando bien le hubiera podido servir para lanzar un ataque frontal y bien
fundado contra los prejuicios más difundidos en su época? Tal vez la respuesta sea que
esos prejuicios eran, en el fondo, exactamente los mismos que él abrigaba.

Notemos lo curioso que resulta que una persona que se ha vuelto vegetariana no
mencione una palabra al respecto en sus ensayos93. El descubrimiento de la cultura de los
países no occidentales en la segunda mitad del S. XIX puso en evidencia las ventajas que
había significado para sociedades enteras el haber vivido miles de años en base a una
dieta sin carne. Movimientos inspirados en filosofías orientales empezaban a difundir el
vegetarianismo por Europa y Norteamérica. Pero hablar de todo esto hubiera sido tomado
muy poco en serio y hasta en son de burla en una sociedad tan conservadora y carnívora
como la peruana, que ha hecho del comer animales una tradición de su folklore. Es muy
gráfico que ni siquiera se atreva (pese a sus conocidos reparos a la religión) a criticar
algunos preceptos religiosos sobre la pureza de los alimentos que obligan a matar a los
animales en condiciones sumamente crueles, al impedir que se les ponga en estado
inconsciente antes del sacrificio. Todas estas inconsistencias y omisiones son demasiado
llamativas en un ensayista tan crítico e implacable en otros asuntos. Para comprender su
existencia debemos tener en cuenta dos aspectos sumamente importantes de su
pensamiento.

El primero es la actitud de MGP hacia la ciencia. Al igual que la mayoría de sus


contemporáneos, creía en el poder de los descubrimientos científicos para mejorar las
condiciones de vida y hacer más “civilizado” al mundo. Su inmenso respeto hacia los
científicos, mencionado en varias ocasiones, lo lleva a relajar sus consideraciones
morales por los animales en este campo. Si unimos a este aspecto la visión romántica
prevaleciente en la cultura peruana de su época, tendremos una idea de la ceguera moral
de MGP ante los métodos y procedimientos científicos.

Resulta bastante ilustrativo recordar aquí que cuando se escriben los ensayos de Horas de
Lucha estaban muy frescos en el recuerdo de la sociedad peruana los hechos relacionados
a la muerte del doctor Daniel Alcides Carrión94, que aun hoy es considerada como un
evento de primer orden en la historia de la medicina peruana a causa de sus
circunstancias dramáticas. En agosto de 1885, durante un brote epidémico de verruga

92
Teniendo en cuenta las fuertes opiniones anticlericales de MGP, es llamativo que no haya dicho nada
sobre la negativa del Papa Pio IX a autorizar el establecimiento en Roma de una Sociedad de Prevención de
la Crueldad con los Animales (ver asimismo la nota número 37). El Papa argumentaba que este tipo de
instituciones significarían la aceptación tácita de que tenemos obligaciones morales hacia los animales, una
idea que consideraba contradictoria con las enseñanzas bíblicas.
93
La Sociedad Vegetariana de Inglaterra se había formado en 1874.
94
Daniel Alcides Carrión (Cerro de Pasco, 1857 – Lima, 1885), es considerado “mártir de la medicina
peruana”; su nombre es el primero en ser leído cuando se pasa lista al inicio de las sesiones de la Academia
Peruana de Medicina.

31
peruana, Carrión decidió estudiar la evolución de la enfermedad en sí mismo y para ello
se hizo inyectar sangre de un paciente del Hospital 2 de Mayo. Entre mediados de
septiembre y principios de octubre de dicho año experimentó la evolución de la
enfermedad mientras él y sus colegas tomaban extensas y detalladas notas sobre la misma
hasta su muerte, que sobrevino el 5 de octubre. Sus estudios fueron publicados en 1886 y
demostraron que el agente de la enfermedad actuaba como una primera etapa de la
verruga propiamente dicha. Este microorganismo fue identificado veinte años después
por el doctor Alberto Barton, y pasó a llamarse bartonella bacilliformis95.

No es este el lugar apropiado para discutir la ética de la decisión de Daniel Alcides


Carrión -aplicarse un tratamiento letal en aras del progreso de las ciencias médicas-,
simplemente lo hemos citado para comprender el clima de devoción a la ciencia que se
vivía en el Perú (y otros países) en dicho momento. Si un humano estaba dispuesto a
sacrificarse en el “altar de la ciencia”96, entonces no había por qué pararse a pensar en
consideraciones éticas hacia el uso de los animales en experimentos científicos. Las
acciones de los científicos parecían como incuestionables y al margen de cualquier
obligación hacia sus “sujetos experimentales”.

El segundo punto es su opinión sobre la utilidad de la consideración hacia los animales,


que es buena en tanto nos convierte en “almas más civilizadas y compasivas” con los
otros hombres y nosotros mismos. Este es el punto crítico del pensamiento de MGP: las
cuestiones éticas se resuelven apelando a los beneficios para los seres humanos y
presentando siempre como más deseable la alternativa más conveniente para la
comunidad de los hombres. Este es también el punto de vista expresado por Hume en su
Ensayo sobre la Moral en el siglo XVIII97: estamos obligados a dispensar un trato
benigno a los animales y a comportarnos con ellos como padres benevolentes porque de
esta manera demostramos “más humanidad” y nos hacemos más nobles. La falacia de
este argumento es doble: por un lado reafirma la idea religiosa de que nosotros somos los
“dueños de la Creación” y estamos llamados a disponer qué pasará con las otras criaturas
y, por otro, supone que los intereses de los hombres son más valiosos per se que los de
los otros animales. Bajo el manto de una actitud compasiva tenemos la aceptación
incuestionada de la discriminación de intereses en función a la especie y una actitud
sumamente tibia a la hora de defender derechos concretos de los animales.

Podrá decírsenos que MGP trataba de darse a entender a lectores de su época y que estas
expresiones de uso común resultaban convenientes para lograr mayor claridad. Además
de lo que ya hemos dicho sobre el problema justificar las ideas en función a la época en
que vivió una persona, podemos refutar esta sugerencia fácilmente: no tiene ningún
sentido atacar algunas expresiones del prejuicio contra los animales y alentar otras. Si
aceptáramos esto, quienes sostienen prejuicios se preguntarán, con pleno fundamento,

95
La información sobre Daniel Alcides Carrión se basa en la página
http://www.whonamedit.com/doctor.cfm/2610.html consultada el 10/5/2006.
96
El caso de Carrión no es único: en la medicina mundial abundan los ejemplos de investigadores que se
contagiaron (sin buscarlo) del mal que estudiaron. En el Perú sucedió lo mismo un par de décadas después,
cuando el doctor Hideyo Noguchi falleció mientras investigaba la fiebre amarilla.
97
Hume, David, Investigaciones sobre los Principios de la Moral, Madrid, Alianza Editorial, 1997.

32
por qué está mal asistir a las corridas de toros pero sí está bien emplear el nombre de las
“fieras” como insulto o signo de menosprecio hacia los que no están de acuerdo con
nosotros. Estas inconsistencias son más graves aun si consideramos la tremenda
ignorancia que MGP muestra sobre un tema en el que se atreve a pontificar y llegar a
juicios concluyentes, aunque contradictorios98.

Muchas veces se ha criticado el tono irritado, agresivo y ofendido que MGP usa en sus
textos. Lo expuesto aquí puede ayudar a comprender mejor este tono: en el fondo, al
menos en el caso de los derechos de los animales, él parte de los mismos principios
incuestionados que sostiene la mayoría de personas. Siendo así, por mucho que se
esfuerce, jamás podría llegar a establecer una posición sólida y consecuente sobre este
punto fuera de las ideas establecidas. El resultado lógico de ello debe ser un profundo
sentimiento de duda, frustración e irritación.

Otra forma de abordar este problema y el asunto de la importancia de los derechos


animales en la obra de MGP consiste en preguntarse qué estaba defendiendo este hombre
en el mundo práctico, qué era lo que estaba buscando. A lo largo de su vida fue testigo
presencial de la ley del más fuerte: combatió en las líneas de la defensa de Miraflores,
durante la gran batalla de enero de 1881, donde vio, en minutos, morir a miles arrastrados
por una ira imparable; durante su vida se erigieron y derrumbaron gobiernos por las
armas, inclusive en plena Guerra Nacional. Y también estaba la violencia económica: la
dilapidación de los recursos de un país que vivía adormecido por el mito de sus
inagotables riquezas, el despilfarro la herencia de todos, de nuestro capital natural, social,
histórico y humano. Soñábamos que éramos ricos y que podíamos vivir dormitando al sol
y tomando refrescos. Dos veces escribió el Perú su propia pálida imitación de la Eneida,
como si fuera el imperio de los elegidos: la primera, escrita por Alonso de Ercilla, sirvió
para gestar la idea de Chile99; la segunda, obra del Inca Garcilaso de la Vega, es una
versión de nuestra historia útil para la sacristía y la escuela primaria100. Después, la patria
se durmió sobre los laureles y puso la cabeza a disposición del destino. Este es el drama
que permanece en el fondo de la obra de González Prada: la rebelión contra la pasividad,

98
Es muy interesante, aunque seguramente casual, que MGP use el concepto de “plaga” para referirse a
ciertas personas o costumbres, pues las plagas nos plantean problemas éticos verdaderamente graves y
conflictivos en nuestra relación con ciertos animales. Nos permitimos esta digresión porque consideramos
que inclusive autores como Peter Singer han tenido serias dificultades al tratar el asunto del manejo de las
plagas (Singer, 2001, p. 283): usar cebos que causen esterilidad y no una muerte dolorosa puede ser una
alternativa en el largo plazo o en las grandes cifras, pero no para el campesino que se enfrenta súbitamente
a una particular plaga de, por ejemplo, roedores. En este caso, proponer la esterilización es solamente una
forma de evitar el problema. Por otro lado, matar a los roedores no es una alternativa sensata desde el punto
de vista utilitarista, pues difícilmente disminuirá la probabilidad de que otras plagas similares vengan en el
futuro. ¿Qué decisión ética ha de tomar el campesino que no tiene tiempo de detenerse a pensar mientras ve
cómo miles de conejos silvestres arrasan con su cosecha en mitad de la noche? La moralidad de la matanza
de animales en esta circunstancia depende de la capacidad real del campesino de predecir confiablemente la
plaga por venir. Una vez que este acontecimiento se ha dado reiteradas veces en la historia y que se conoce
con qué frecuencia se produce es indefendible el argumento de que hay la necesidad de seguir matándolos
indiscriminadamente.
99
Ercilla, Alonso de, La Araucana, Lima, Editorial Universo, 2 Vols., 1972.
100
Inca Gracilazo de la Vega, Comentarios Reales de los Incas, Lima, Editorial Peisa, 1973, 3 Vols.; e
Historia General del Perú, Lima, Editorial Universo, 1977, 3 Vols.

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el conformismo, la vida muelle, la hipocresía de la componenda, la dilapidación fácil de
nuestra herencia para salvar las cuentas del corto plazo, el abuso de los débiles para
proteger a los poderosos, la falta de compasión y de respeto.

También puede ser este un hilo que permita seguir el camino de sus inconsistencias:
pacifista por principio, abriga el sueño romántico de una nueva guerra con Chile. Sero sus
proyectos políticos fueron muy débiles y no parece que estuviera interesado en el poder y
el control sobre el país sino en inspirar a otros para que se hicieran con él. Tanto en el
sentido intelectual como en el práctico esto equivale a aceptar un papel de segundo orden,
débil en esencia y disfrazado con palabras altisonantes.

Conceder a los animales una consideración positiva basada en las premisas de González
Prada sería un acto tan arbitrario (aunque moralmente mucho mejor que dejar las cosas
como estaban) como el privarlos de toda consideración por la simple creencia en la
superioridad del ser humano. Ambos modos de comportamiento se basan en el supuesto
de que el animal superior quiera mostrarse compasivo con el animal inferior. Hoy no
sostendríamos esta defensa, sino que empezaríamos planteando que el concepto de
“animal superior” es falaz.

Nuestra exploración de la obra de Manuel González Prada debe considerarse preliminar y


no exhaustiva, dado que sus conclusiones se basan sobre la lectura de tres de sus libros.
Sin embargo, el estudio estadístico de la primera parte es tan claro que resulta muy poco
probable que en otras partes de su obra haya mostrado una actitud radicalmente distinta
hacia los animales y que en algún momento haya resuelto esta contradicción permanente
en sus escritos, cuya única salida le hubiera implicado una ruptura mucho más radical con
las creencias de su sociedad. Por lo dicho podemos afirmar que los ensayos de MGP
cumplen algunos de los requisitos éticos, pero fallan en tanto se centran en la utilidad
para una sola especie (la humana), apelan principalmente a la emoción y no a la razón y
no pretenden ser generales sino que están centrados en la polémica política de sus
tiempos.

Manuel González Prada luchó con las armas de su época y las mismas contradicciones de
su propio medio intelectual y político. Admiramos su valentía al desafiar el statu quo,
pero lamentamos que no haya sido más disciplinado y sistemático en la búsqueda de una
postura consistente que, sin duda, hubiera tenido una impresión mucho más profunda en
la transformación de la sociedad peruana. Hoy los peruanos seguimos sosteniendo,
básicamente, los mismos prejuicios hacia los animales que en el Siglo XIX y vivimos en
uno de los últimos países con corridas de toros y peleas de gallos. Las cosas apenas han
cambiado. Todo ello refuerza la urgencia de persistir en el trabajo intelectual más serio
posible para fundamentar nuestras posiciones éticas en general y en relación a los
animales en particular, de la mano con un activismo determinado y constructivo.

Lima, mayo de 2006

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