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Después de realizar un exhaustivo análisis del concepto de currículum, Gimeno y Pérez (1993:
169) ponen de manifiesto «la dificultad de ofrecer una definición válida de currículum que sea
aceptada universalmente». Sin aventurarnos igualmente en explicitar la definición de tal
concepto, entendemos que:
a) El currículum refleja una cierta visión del alumno, de la cultura y de la función
social de la educación.
Partimos del principio de que la finalidad última de la educación, y por lo tanto de la orientación,
es contribuir a la madurez del alumno como persona y que el currículum es el vehículo adecuado
para ello. No obstante, diferentes concepciones de lo que se entiende por orientación, por
currículum, por el rol del orientador..., hacen que la inclusión de la actividad orientadora en el
currículum no sea una tarea fácil, pero sí una cuestión importante a tener en cuenta pues no
debemos resignarnos a la idea de que todo vale en orientación desde el plano didáctico.
Para Humes y Hohenshill (1985), los programas de educación vocacional han de ser integrados,
secuenciales, sistémicos, experienciales y comunitarios . La opinión de estos autores nos
parece generalizable a cualquier programa de orientación. Por otra parte, Law (1981) hace
alusión a tres tipos de estrategias de integración de los conceptos vocacionales en el currículum
escolar:
• Aditivas , impartiendo los conceptos vocacionales como una asignatura más del
currículum con un horario para ello.
Rodríguez Espinar (1986) señala que los programas de orientación suelen elaborarse en base a
dos criterios: uno el que asume la plena interrelación con la totalidad del currículum, de manera
que una parte de los objetivos del programa están insertados en las distintas materias, y el otro
criterio que asume la especificidad curricular del programa de orientación. No tienen por qué ser
antagónicos. Los partidarios del criterio infusivo encuentran en el mismo las siguientes ventajas:
a) Vinculación entre contenidos del currículum y los problemas de la vida real.
b) El orientador funciona como agente de cambio.
Dicho criterio conlleva un hándicap añadido, cual es el de la posibilidad de relegar los contenidos
de la orientación a un segundo plano por la relevancia de los propios contenidos de la materia,
por lo que podría correrse el riesgo de que aquéllos dejaran de impartirse.
Por otra parte, elaborar el propio currículum de orientación presenta, entre otras, las dificultades
de:
Estamos planteando aquí, por lo tanto, nuestra prioridad porque exista un currículum de
orientación frente a la opción de diseminar su contenido en las diferentes materias escolares.
Una manera de considerar la orientación no como una tarea marginal a la propia acción educativa
es integrándola en ésta mediante el marco operativo del currículum escolar. Llegados aquí, se
plantea la necesidad de si es necesario establecer el propio currículum de orientación. Al respecto
Lázaro (1995:144) especifica que «la orientación es un componente del currículum que
contribuye al establecimiento de ambientes potenciadores de logros educativos».
Entendemos la intervención orientadora como un proceso a lo largo del cual el alumno adquiere y
mejora sus capacidades mediante la aprehensión de conceptos, la adquisición de destrezas y
valores y el desarrollo de actitudes. Por lo tanto, debemos empeñarnos en clarificar los
contenidos en el ámbito de la orientación delimitándolos en función de las diferentes etapas del
desarrollo evolutivo de los alumnos a lo largo de su ciclo vital mediante rigurosos procesos de
investigación. Con frecuencia nos encontramos con programas de orientación cuyo contenido no
es más que una mera distribución secuenciada de actividades de «testing», dejando de un lado
ámbitos relevantes del desarrollo del sujeto. Partimos del supuesto de que existen contenidos
específicos de orientación que los alumnos deben trabajar de forma sistematizada y secuenciada.
En este sentido son significativas las citas de Gysbers y Henderson (1988:viii): «Si se quiere
poner al mismo nivel la orientación y la educación y que aquélla se enfrente a las necesidades
cada vez más complejas de las personas y de la sociedad, hace falta una orientación con
contenidos», y la de Sanz (1995a) al afirmar que «A lo que aspiramos es a diseñar programas de
orientación de forma coherente a lo largo de la vida escolar, igual que se hace con el desarrollo
secuencial del contenido de un área». A la hora del diseño de programas de orientación es
importante localizar grandes áreas o ámbitos de donde extraer los contenidos que conformarán
estos programas. Los modelos de programas que presentamos nos apuntan líneas en la
delimitación de estos ámbitos.
Cuadro 1
Autoconocimiento y destrezas interpersonales
Intervenciones en crisis.
Metas personales.
Toma de decisiones.
Cuadro 2
De aprendizaje
Metas del estudio. El currículum escolar y sus repercusiones para el futuro. Habilidades de estudio. La
motivación hacia el estudio. Habilidades para resolver problemas académicos.
Personal/Social
Relación con iguales y adultos. Conocer las consecuencias de las acciones para sí y para los otros. Aprender a
comunicarse con los demás en los diferentes escenarios (casa, escuela, comunidad). Autoconcepto. Resolución
de conflictos con adultos e iguales. Conocimiento sobre las consecuencias de sus acciones. Actitudes hacia la
escuela, la familia y uno mismo. Información sobre técnicas de evaluación. Relación entre su evolución
académica y expectativas personales.
Desarrollo vocacional
Toma de decisiones. El mundo del trabajo. Información académico-profesional. Las profesiones y el estilo de
vida. Intereses ocupacionales. Los campos ocupacionales. Transición escuela-trabajo. Relación intereses
profesionales-áreas ocupacionales. Habilidades de comunicación. Estereotipos profesionales en función del
sexo.
2. Las actitudes.
3. Los conocimientos.
Para la consecución de sus objetivos, y basándonos en la edición que de este Programa han
llevado a cabo sus autores en 1990, se estructura para cada uno de los cuatro cursos (12-16
años) mediante módulos y unidades. Su contenido hace referencia a cuatro grandes ámbitos, tal
como se especifica en el cuadro 3.
Cuadro 3
La exploración de sí mismo y del entorno
El sistema educativo. La clase de persona que soy. La profesión que deseo obtener.
El reto de la decisión
Destino, el manaña
De una investigación llevada a cabo por Gerstein y Lichtman (1990) en 46 estados de los EE.UU.
sobre 134 programas relevantes de orientación para obtener información sobre sus
características más sobresalientes, se destacó que las áreas en las que estos programas
trabajaban fueron las siguientes, cuadro 4.
Cuadro 4
1. Orientación en las aulas
1.1. Autoconcepto.
2.2. Motivación.
3. Orientación individual
En nuestro país Rodríguez Espinar (1995) nos presenta un modelo de programa de orientación
comprensivo bajo un enfoque preventivo con tres ámbitos de intervención, cuadro 5.
Cuadro 5
1. Aprender a ser
1.4. Salud.
1.5. Sexualidad.
2. Aprender a aprender
3. Aprender a trabajar
El carácter práctico de la orientación educativa es una nota distintiva de esta disciplina. Esta
vertiente práctica es puesta de manifiesto por Rodríguez Espinar (1986:73) cuando afirma que
«si la orientación educativa tiene algo de idiosincrático es la de ser per se ciencia de la acción», y
por Rodríguez Diéguez (1989: 56) al especificar que «lo que caracteriza a la orientación es la
conjunción entre el conocimiento teórico y la acción práctica».
De las reflexiones llevadas a cabo por diferentes autores en nuestro contexto sobre el status de la
orientación educativa en el conjunto de las ciencias de la educación se pone de manifiesto
igualmente este carácter práctico. García Hoz (1968) enclava la orientación dentro de los
elementos técnico-culturales que intervienen en el proceso educativo; Fernández Huerta (1973)
considera la «orientación educacional» como un saber o ciencia esencialmente normativo. Para él,
la orientación promueve normas que tienen por objeto el esclarecimiento de las posibilidades de
aprendizaje que cada alumno puede lograr; Ferrández y Sarramona (1984:28) la sitúan dentro de
las ciencias principales, normativas, junto con la Pedagogía General y Diferencial, la Didáctica y la
Organización Escolar. Para éstos, «la acción educativa recae en último extremo en un sujeto
necesitado de ayuda y orientación para alcanzar sus metas de aprendizaje y perfeccionamiento
educativo, todo lo cual se logra gracias a la orientación educativa». Estas consideraciones nos
ponen de manifiesto el carácter técnico-práctico-normativo de la orientación educativa.
Asumimos también, por otra parte, que aunque la orientación se manifiesta en diferentes ámbitos
(educativos, no educativos, no institucionales) resaltamos el ámbito educativo como relevante de
su intervención, conformándose así su sentido como disciplina de la acción en los momentos
actuales. Este ámbito de actuación, el educativo, ha sido uno en los que históricamente la
orientación se ha manifestado aunque el mismo no haya sido el único ni todavía esté totalmente
consolidado.
Siendo la orientación una disciplina dirigida a la intervención, ésta ha de disponer de modelos que
le permitan afrontar dicha intervención con ciertas garantías de operatividad. Para estructurar
racionalmente la intervención orientadora, entendiendo por ésta el conjunto de acciones y
estrategias sobre un determinado contexto para responder a las demandas de los usuarios, la
orientación, en su devenir histórico, ha generado diferentes modelos. De esta manera ha incidido
sobre realidades específicas, bien sean éstas los individuos considerados individualmente o como
grupo, o bien los contextos en los que tales individuos se desenvuelven. La orientación educativa,
como ciencia de la acción, debe intentar identificar los modelos que le sean útiles para una
adecuada intervención.
c) No se destina a todos los alumnos sino sólo a los que la necesitan por presentar
dificultades en sus aprendizajes o de adaptación.
El marcado matiz terapéutico del modelo de counseling , la preocupación sólo por llevar a cabo
una serie de tareas aunque sin una especificación previa de objetivos en el planteamiento de
servicios, y la dificultad de incardinar las propuestas de estos modelos en el proceso educativo del
alumno, llevó a la reflexión de los profesionales a buscar modelos alternativos que favorecieran el
desarrollo del alumno en los que la orientación debería contemplarse como un ámbito más de
este proceso de desarrollo. El modelo de programas apunta en esta dirección.
Los planteamientos teóricos en que se ha de basar el diseño de cualquier programa, el
establecimiento de unas metas y objetivos en función de necesidades detectadas en los usuarios
del mismo, y la planificación de es-
trategias para la consecución de dichas metas, implica que en este modelo la intervención
orientadora adquiera visos de sistematización y rigor. Para Sanz (1996), una intervención
mediante servicios acarreaba los problemas de: falta de coordinación en las actividades,
confusión de los roles del orientador, atención centrada sobre unos pocos subgrupos de
estudiantes, dificultad en identificar y evaluar los resultados reales de la orientación. Problemas,
éstos, que a nuestro entender, no se presentan en el modelo de programas dado que:
Cuadro 6
• Encaminada a la consecución de objetivos globales de desarrollo de los alumnos.
• En la que todos los agentes educativos participan, incluidos los orientadores, con funciones claramente
delimitadas.
Hargens y Gysbers (1984) establecen las premisas sobre las cuales estaría basado el modelo de
programas, cuadro 7.
Cuadro 7
• La orientación educativa se concibe como un programa con características semejantes a otros programas
educativos.
Álvarez González (1995:322) igualmente señala los aspectos diferenciales de este modelo, a
saber, cuadro 8.
Cuadro 8
• El programa se desarrolla en función de las necesidades del centro o de una institución y/o organización.
• Permite una más fácil interacción currículum-orientación o bien establecer un currículum propio.
• Se centra en las necesidades del grupo-clase o de un colectivo. La unidad básica de intervención es el aula o
grupo.
• Actuación sobre el contexto con un carácter más preventivo y de desarrollo que terapéutico.
Diseñar y desarrollar las actividades en función de los objetivos establecidos; especificar tanto los
usuarios del programa como el personal que lo va a llevar a cabo, así como sus funciones;
realizar la evaluación de todos los ámbitos del mismo..., son, entre otras, posibilidades que el
programa puede ofre cernos.
El diseño del programa es una de las tareas a las que el orientador ha de hacer frente en este
modelo. La integración de la intervención orientadora en una institución educativa requiere una
reflexión previa por todos los implicados en el programa con la finalidad de organizar
racionalmente dicha intervención. Autores diferentes han señalado las fases de este proceso así
como los elementos que componen cada una de estas fases, con el fin de que la intervención no
responda ni a la improvisación ni al voluntarismo de los implicados. Estos pasos ilustran y
racionalizan el proceso de intervención.
Walz y Benjamin (1984) señalan que un programa de orientación basado en el desarrollo debería
responder a las siguientes características, cuadro 9.
Cuadro 9
• Estar organizado bajo una serie de experiencias y actividades secuenciadas en función de la madurez de los
alumnos.
• Implicar a todos los agentes en el programa bajo el conocimiento previo de las metas y los objetivos del
mismo.
• Designado para alcanzar objetivos específicos, realistas y medibles, bajo un componente de evaluación.
Cuadro 10
1. Planeamiento del programa
1.6. Determinación de los logros esperados en los alumnos y otros elementos objeto de la intervención en
relación a las metas del programa.
1.8. Establecimiento de prioridades de los logros en relación a cada etapa o nivel evolutivo.
2.7. Establecer el programa de formación pertinente para los componentes que ejecutarán el programa.
3.1. Temporalización.
5.1. Personal.
5.2. Material.
Cuadro 11
Los ámbitos o dominios en los que trabaja el «desarrollo de la carrera para la vida» son los
siguientes:
I) Componentes estructurales
Los programas de orientación se diseñan fundamentalmente para ser llevados a cabo con los
alumnos. Éstos pueden ser atendidos en diversas parcelas de su desarrollo; de ahí que exista una
tipología de programas en función de las áreas a las que éstos atienden. La clasificación que
presentamos la hacemos bajo este criterio, teniendo en cuenta que existen otros criterios de
clasificación, como pudieran ser los de «duración del programa» o su «estructura», criterios éstos
que no son excluyentes.
Estos programas se planifican para proveer orientación temprana a los alumnos bajo una óptica
de anticipación a los problemas sin esperar a que éstos aparezcan. Son programas que caen de
lleno en el ámbito de la denominada prevención primaria. Los programas preventivos más
relevantes se han desarrollado fundamentalmente en países anglosajones.
En esta línea, C. Morgan (1984), diseñó un programa para ser llevado a cabo en el distrito escolar
de Salem (Oregón), que abarcaba desde el parvulario hasta el sexto grado en el que se
contemplaban las siguientes áreas: toma de decisiones; explicación de sentimientos; saber
escuchar; cooperación y conflicto entre iguales; valores; vocacional. Cada unidad didáctica del
programa viene diseñada bajo la siguiente estructura: título de la unidad; métodos didácticos
sugeridos; procedimientos para la evaluación; materiales; bibliografía aconsejada al orientador y
datos sobre los profesionales que la crearon.
Dentro de esta tipología queremos destacar la obra de Baker y Shaw (1987), que recoge un gran
número de programas de intervención primaria dentro de los ámbitos cognitivo, afectivo y
vocacional. Igualmente en nuestro país destacamos los trabajos llevados a cabo en este ámbito
por Sanz (1987), que nos presenta una recopilación de resultados de investigaciones efectuadas
sobre la prevención primaria (cuadro 12); los de Rodríguez Moreno (1991) sobre los principales
programas integrales de la orientación preventiva, especialmente en el ámbito anglosajón, y los
de Bisquerra (1990), que nos expone una amplia gama de programas preventivos y de
desarrollo.
Cuadro 12
Sprinthall
Encontró que la incorporación en clase de estudiantes que lleven a cabo funciones significativas (orientadores o
profesores compañeros), influye de forma favorable en el nivel de madurez psicológica de la clase.
Baker y Popowicz
Concluyeron que en educación ocupacional el efecto medio de un tratamiento (madurez ocupacional, mejora de
habilidades de toma de decisiones, etc.) referido a la diferencia entre el pretest y postest, deberá ser de media
desviación típica.
Consideran que a pesar de las limitaciones que presentan en cuanto a la generalización las investigaciones en
torno a la utilización de estrategias de prevención primaria en orientación educativa, éstas constituyen un reto
para mejorar nuestros esfuerzos de investigación.
Estos programas pretenden la adquisición por parte del alumno de conocimientos, actitudes y
valores, para que su elección académico-profesional la realice de la manera más satisfactoria
posible. Su finalidad es la de ir contribuyendo a su madurez vocacional. Dentro de este ámbito
son dignos de mención dos modelos canadienses: Modelo de Activación del Desarrollo
Vocacional y Personal (ADVP) de Pelletier y Bujold (1984), y el programa Éducation au choix
de carrière de Noiseux (1984).
El primero adopta una concepción operatoria y evolutiva del desarrollo vocacional. Pelletier,
Noiseaux y Bujold (1974) entendieron que combinando las tareas de desarrollo descritas por
Super (1962) y las habilidades cognoscitivas propuestas por Guilford (1967) se podría llegar a
conocer la forma de cómo tiene lugar una elección profesional. Los autores aducen que la
orientación es una convergencia dinámica entre la evolución del mundo socio-económico y el
desarrollo personal; un enlace entre los factores psicológicos, familiares y personales y las
instituciones sociales y económicas; una articulación entre las aspiraciones y capacidades
individuales y las posibilidades de insertarse en el mundo ocupacional.
Cada etapa del desarrollo vocacional se caracteriza por una tarea específica relacionada en
concreto con ciertos procesos cognitivos, ciertas habilidades y ciertas actitudes educables. Todo el
proceso está encaminado a la consecución de dos objetivos: lograr en cada sujeto la evolución de
sus representaciones profesionales, y conseguir que cada alumno elabore su proyecto profesional.
Rogers (1984) presenta un programa de educación para la carrera para secundaria en el que
incluye tres elementos básicos: habilidades de vida, autoconcepto y transmisión cultural. El
programa clasifica los objetivos en las siguientes categorías: conocimiento de sí mismo
(habilidades, intereses, necesidades y valores). Oportunidades de estudios, formación
profesional, empleo y tiempo libre. Toma de decisiones. Transición a la vida activa (habilidades
necesarias para buscar trabajo, elaborar un currículum, realizar entrevistas, normativa legal-
laboral).
Los programas se estructuran bajo los componentes de actividades en el aula; en pequeño grupo;
individuales; consulta y coordinación, y atienden a los alumnos en diferentes aspectos de su
desarrollo: autoconcepto, autoconocimiento, habilidades para el estudio, toma de decisiones,
comunicación y relaciones interpersonales, carrera, stress, abusos y salud mental. Los mismos
adoptan la estructura del modelo desarrollado por Gysbers y Henderson (1988) dentro del
concepto de life career development .
Dignos de mención son también los programas que Gysbers y otros (1990) presentan
desarrollados en distritos escolares de diferentes estados de USA. Los mismos se implementan en
el currículo (K-12), y contemplan desarrollar en los alumnos los siguientes ámbitos: planificación
y exploración de la carrera; conocimiento de sí mismo y de los otros; desarrollo académico y
vocacional; habilidades interpersonales; respeto a sí mismo y a los demás; toma de decisiones;
desarrollo de habilidades para la vida.
Cuadro 13
1. Objetivos del programa
1.1. Respecto a los alumnos: Conocimiento de sí mismo; conocimiento de la realidad educativa; toma de
decisión libre y reflexionada.
2.1. Análisis de necesidades: Estudio de las coordenadas en las que se ubica el programa
Álvarez González y otros (1991) presentan un modelo para los alumnos de Educación Secundaria
Obligatoria (E.S.O.), de cómo estructurar aspectos de orientación vocacional desde el currículum
y la tutoría. Su finalidad es posibilitar la adquisición y desarrollo de las habilidades y destrezas
intelectuales necesarias para elegir una profesión/ocupación futura y planificar las etapas de
preparación y acceso a la profesión correspondiente. El modelo se estructura en tres fases: de
información, de reflexión, de toma de decisiones.
Delgado (1995) presenta un Programa de Orientación Vocacional para el primer ciclo de E.S.O.,
«Toma la iniciativa» , siguiendo el modelo de Gysbers y Henderson. El programa se desarrolla
bajo la siguiente estructura, cuadro 14.
Cuadro 14
Planificación
1 Requisitos preliminares.
3. Metas.
Diseño
1. Componentes estructurales.
1.1. Definición.
1.2. Objeto.
1.3. Premisas.
2.1.1. Objetivos.
2.1.2. Contenidos.
2.1.3. Recursos.
Implementación
1. Temporalización.
2. Actividades.
Evaluación
1. Postulados.
4. Conclusiones
Este programa se presenta con un soporte material para el alumno (libro del alumno) y para el
tutor (libro del tutor), cuadro 15.
Cada una de las unidades del libro del alumno está configurada bajo el siguiente diseño:
• Actividades para realizar por el alumno tanto en el aula como fuera de ella.
Cuadro 15
Libro del alumno
4. Las aptitudes.
6. El entorno familiar.
7. Conozco mi centro.
9. Vivimos en sociedad.
Diseño .
Implementación
Evaluación
Anexos.
a) El programa «Decide» de Rodríguez Moreno (1992), que consta del cuaderno del
alumno y de una guía didáctica para el tutor. En la guía se introduce al tutor en el
concepto de qué es decidir y en las aplicaciones educativas que comporta. Asimismo
presenta algunas informaciones conceptuales que deberían tenerse presentes en
cualquier programa de toma de decisiones y que para la autora son: definir el
problema, establecer el plan de acción, conocer quién soy y clarificar mis valores,
investigar diferentes alternativas, descubrir los riesgos, eliminar alternativas y
decidir. Cada unidad de la guía didáctica para el tutor está distribuida en cinco
sesiones, a saber: objetivos, conceptos, procedimientos metodológicos, sugerencias
alrededor de los tópicos y recursos.
c) Bisquerra (1977) nos presenta una de las primeras guías para tomar decisiones
denominada «Ante la Elección Profesional», un libro de hoja programada ramificada
basado en el modelo de Dupont.
Estos programas se basan en los principios de prevención y desarrollo en los que el orientador
desempeña una función educativa con todos los agentes de la comunidad escolar. A través de
ellos los alumnos adquieren competencias para afrontar retos que la vida cotidiana les plantea.
Bisquerra (1990) nos presenta una serie de programas dentro de este ámbito bajo las
denominaciones de habilidades de vida; habilidades sociales; desarrollo de competencias;
educación para la salud y educación sobre las drogas.
Uno de los objetivos pretendidos por los programas de orientación es el mejoramiento de las
habilidades de los alumnos para el estudio, dado que ello repercute en una optimización de su
rendimiento académico. Lo importante en el proceso educativo no es tanto proporcionar
conocimientos, sino dotar al alumno de habilidades que le faciliten su propio proceso de
aprendizaje. Álvarez González y otros (1988:299-300) presentan un marco general de las
diferentes áreas de intervención que se han de tener en cuenta en un programa de métodos de
estudio, cuadro 17.
Cuadro 17
1. Áreas de habilidades cognitivas
Los programas de orientación para la adquisición de estrategias cognitivas están siendo objeto de
estudio últimamente. Estos programas «intentan proporcionar a los sujetos un conjunto de
estrategias y procedimientos que les van a ayudar a mejorar sus principales habilidades
cognitivas y a actuar de forma racional y lógica en cualquier situación predominantemente
educativa» (Rodríguez Espinar y otros, 1993:323). En la reforma actual de nuestro sistema
educativo se hace especial hincapié en este tipo de programas como lo ponen de manifiesto los
«Materiales para la Reforma del M.E.C.: Orientación y Tutoría» (1992) tanto en el nivel de
Primaria como en el de Secundaria.
En esta línea Repetto (1994) presenta su «Modelo del Aprendizaje». El modelo incluye cuatro
fuentes de influencias en la situación de aprendizaje: las características del aprendiz, la
naturaleza de los materiales que han de ser aprendidos, las tareas criteriales y las estrategias de
aprendizaje a las que el aprendiz se compromete (figura 1).
Cuadro 18
1. Fundamentos del razonamiento
Observación y clasificación.
Ordenamiento.
Clasificación jerárquica.
3. Razonamiento verbal
Aseveraciones.
Argumentos.
4. Resolución de problemas
Representaciones lineales.
Representaciones tabulares.
Tanteo sistemático.
5. Toma de decisiones
6. Pensamiento inventivo
Diseño.
El debate en este ámbito está abierto. Prueba del interés sobre este tema en otros países fue la
Conferencia que se organizó en 1987 titulada «Building Strong School Counseling Programs»,
patrocinada por la American Counseling Association con motivo de la celebración de los 20 años
del Servicio ERIC/CAPS (Walz,1988). En ella se revisaron los planteamientos profesionales en los
últimos 20 años y el futuro de los 20 siguientes. Los plantemientos más relevantes sugieren que
el orientador debe ayudar a los estudiantes a desarrollar en el futuro destrezas personales y
sociales (Capuzzi, 1988); ser un facilitador del aprendizaje (Griggs, 1988); que «la naturaleza de
nuestro compromiso profesional descansa sobre qué significa hoy día el desarrollo para la carrera
y la orientación para la carrera (Gysbers,1988: 108); que no estamos todavía demasiado seguros
de si «el trabajo de los profesionales de la orientación ha sido, es o será exitoso» (Loesch, 1988:
169) y que «el problema de cuáles son en estos momentos las responsabilidades principales de
los orientadores necesita más debate» (Cole, 1988: 143).
Este debate, que entre nosotros está todavía por hacer, ha ocasionado una gran confusión. Así,
unas veces se está trabajando desde oscuros intereses personales u organizacionales con
planteamientos decimonónicos (se encubren como programas lo que no pasa de ser mera
«testología»), otras nos encontramos con limitaciones propias de los planes de
formación/perfeccionamiento de los orientadores, y otras surgen de necesidades impuestas por la
dinámica del centro o por la propia administración. Estos esfuerzos, no todo lo coherentes que
cabría esperar, han confundido a estudiantes, profesores, padres y administradores, y por otra,
han creado una especie de «deformación profesional» o una consideración sesgada del rol
profesional del orientador.
¿Qué debería, pues, determinar las directrices de los programas de orientación? Es evidente que,
como afirman Rye y Sparks (1991: 2), «... las personas a las que se tiene que servir están en la
mejor posición para determinar la naturaleza de sus propias necesidades». Por tanto, una vez
que estas necesidades han sido recogidas, secuenciadas y planificadas, el debate sobre el rol del
orientador será más fácil de clarificar. Lo que está claro es que el programa de orientación
adquirirá pleno desarrollo en la medida que corresponda a los intereses y necesidades de los
consumidores a los que sirve. Así lo confirman Worzbyt y O'Rourke (1989): «Los programas de
orientación sólidos, bien asentados, lo son no porque signifiquen programas que son respetados o
estimados en otras partes, sino porque el rol del orientador y los elementos del programa están
basados en las metas y principios educativos de la escuela, las necesidades de los alumnos y los
valores de la comunidad escolar».
La N.C.D.A. (National Career Development Association) (1992) emitió en 1982 una serie de
informes relativos a las competencias de los profesionales dedicados a la orientación para la
carrera. En 1991, esta asociación revisó y aprobó estos informes en los que se especifican tanto
las áreas de intervención de los profesionales como las competencias exigibles para el buen
desarrollo de su trabajo en estas áreas. Una de las áreas de intervención hace referencia a la
«implementación y dirección de programas». En ésta, el orientador debería poseer las siguientes
competencias, cuadro 19.
Cuadro 19
• Conocimiento de diseños de elaboración de programas.
• Conocimiento de las barreras del entorno que puedan afectar a la implementación del programa.
• Relaciones públicas.
Queremos traer a colación, pues nos parece muy clarificadora respecto al rol del orientador, la
definición que del consejero escolar realizó la A.S.C.A. (American School Counselor Association)
en 1988: «Los consejeros escolares son profesionales que trabajan en los escenarios escolares
con estudiantes, padres, educadores y la comunidad; diseñan e implementan programas de
orientación comprensivos para ayudar a los estudiantes a adquirir habilidades en las áreas de
carrera, social, personal y educativa, para desenvolverse en una sociedad viva y multicultural».
(Rotter, 1990: 183).