Vous êtes sur la page 1sur 16

RAÚL ALAMEDA OSPINA: CONSIDERACIONES SOBRE LA HISTORIA Y SOBRE EL. . .

389

CONSIDERACIONES SOBRE LA HISTORIA Y


SOBRE EL PROCESO HISTÓRICO COLOMBIANO*
P OR
R AÚL ALAMEDA O SPINA

En poco más de cien años de existencia, la Academia Colombiana de


Historia ha acumulado un acervo trascendental de sabiduría, gracias a los
aportes de sus miembros, todos ellos investigadores, ensayistas, activos de-
fensores de nuestra identidad, custodios de la heredad, guías del futuro, cultores
de una disciplina sustancial, hoy en los lindes del menosprecio, debido al
proceder de quienes de manera velada, pero efectiva, han logrado reducir la
importancia de la historia en el conjunto de materias que conforman los pro-
gramas básicos de educación. Es así como se ha ido atomizando el sentido
de la nacionalidad como conocimiento, exaltación y orgullo de lo propio,
facilitando la penetración conquistadora de un ello extraño que, lenta e inde-
fectiblemente, ha ido haciendo desaparecer nuestros valores esenciales y con
estos la pérdida de la soberanía.
Cuando di respuesta a la comunicación por medio de la cual se me hacía
saber mi elección como miembro correspondiente de esta ilustre corpora-
ción, tuve la oportunidad de manifestar que era mucho mayor la bondad de
ustedes que mis calidades para merecerlo. Soy un simple pero apasionado
observador del acontecer histórico en todas sus manifestaciones, especial-
mente las relacionadas con la economía, su importancia relativa, las profun-
das corrientes de interacción que la unen con el conjunto de la vida social.
Las opiniones que hoy expreso son fruto de esa observación, más que de
una sistemática formación profesional. En ellas están subyacentes, por su-
puesto, lecturas de algunos teóricos que se han convertido en una especie de

* Disertación leída en el acto de posesión como miembro correspondiente de la Academia


Colombiana de Historia. Bogotá, 29 de noviembre de 2005.
390 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES – VOL. XCIII No. 833 – JUNIO 2006

subconsciente, en una masa conceptual que, si bien me ha servido para la


identificación, mensura e interpretación de los hechos, no llegan a la referen-
cia bibliográfica puntual. Mi relación con la historia ha estado orientada a
conocer y estudiar los hechos en su nuda expresión, lo que a la postre me ha
llevado a conceptualizaciones que esta noche me atrevo a exponer. Es así
como, vaya audacia, me aventuro por los terrenos de definiciones lindantes
con la epistemología y la metodología, al mismo tiempo que, en la segunda
parte de este escrito, intento aproximarme a una clasificación global de nues-
tra historia, fundamentada en la combinación de las principales variables
endógenas y exógenas que han determinado el concreto histórico nacional.

Acerca de la historia
El presente escrito no es, desde luego, una extensa y erudita disertación.
Se trata de algunas reflexiones planteadas a manera de píldoras conceptuales.

¿Qué es la historia, cuáles sus particularidades?


La respuesta a esta sencilla pero capital pregunta ha comprometido y se-
guirá comprometiendo a quienes al no conformarse con el solo existir, in-
quieren sobre su razón. La definición más elemental, pero más abarcante de
qué es la historia, puede ser la de que ella es el fluir incesante del tiempo en
el espacio, el transcurrir de todo lo existente: el cosmos, la naturaleza en cada
una de sus partes, la especie humana en su evolución biosocial, sus distintas
actividades económicas, políticas, artísticas, sus ideas acerca de sí mismo y
del universo.
Es tal la indisolubilidad entre el ser y su historia, entre ésta y el conoci-
miento, que tal vez no resulte absurdo afirmar que, si todo tiene historia, todo
es historia.
Contrariamente a lo sostenido por algunos en el sentido de que el devenir
está dividido en esferas aisladas, en rígidos compartimientos temporales y
aun más, que la historia es fundamentalmente pasado, lo cierto es que en
toda existencia se conjugan, entreveran, yuxtaponen y enfrentan el pasado,
el presente y el futuro de modo indivisible, aunque no lineal simple. Se nie-
gan y afirman, de tal manera que el pasado se transforma en presente y am-
bos en futuro, siendo simultáneamente, cada uno de ellos, prolongación y
negación.
Ahora, si tomamos la historia como dimensión humana, ella adquiere
una magnitud eminentemente subjetiva, en forma que el pasado es memoria,
experiencia, tradición, conservadurismo; el presente, acción, conflicto, goce,
RAÚL ALAMEDA OSPINA: CONSIDERACIONES SOBRE LA HISTORIA Y SOBRE EL. . . 391

realismo; el futuro, aspiración, propósito, utopismo. Una diacronía en la que


la historia es una totalidad sicológica, emocional, ideológica, juicio, criterio
lógico formal o dialéctico, escolástico o racionalista, conservador, progresis-
ta o anarquista, en últimas materialista o idealista, según el enfoque de quien
la vive o registra.
Pero la cuestión va más allá. A mi juicio el tiempo “perfecto” es el presen-
te como síntesis, como transmutación simultánea del pasado y el futuro, de lo
que hemos sido y queremos ser, aunque el futuro es el tiempo que más com-
promete al hombre, que más toma de los otros tiempos. Se tienen hijos, se
estudia, se ahorra, se forman partidos, se hacen guerras en el presente como
parte del porvenir.
Además, como trasunto de la realidad la historia es movimiento constan-
te, altibajo, flujo y reflujo, avance e involución, creación y destrucción, ne-
gación y continuidad, sumatoria múltiple de contradicciones y superaciones,
tránsito de lo cuantitativo a lo cualitativo, de lo elemental a lo complejo, de lo
concreto a lo abstracto.

De micro a magno, de grafo a logo


Por otra parte, si se trata de establecer un orden relacionado tanto con el
tamaño como con la importancia del suceder histórico, podemos intentar una
clasificación de lo menor a lo mayor, de lo narrativo a lo interpretativo.
Si tomamos lo fundamentalmente espacial, la clasificación podría ir de lo
micro, meso, macro y magno historia, como escala de lo local a lo regional,
de esto a lo nacional, hasta llegar a lo mundial.
Si lo valorativo, hay que precisar la diferencia entre historiografía e
historiología, vale decir los alcances ontológicos y metodológicos de una y
otra, los juicios con los que se mide la importancia relativa de lo histórico.
La historiografía como descripción, crónica, monografía, efemérides, bio-
grafía, memoria, anécdota, en las que el suceso tiende a ser tratado como
hecho en sí, con muy poca o ninguna relación con el núcleo causal y
consecuencial de los grandes acontecimientos, o en la que se magnifica el
papel del individuo, profeta, rey, héroe, guerrero, mártir como génesis y tér-
mino del discurrir histórico, ambos en conexión casi siempre directa con la
micro y mesohistoria.
La investigación sistemática, el tratado, el artículo teórico, el ensayo, en
los que se aplica el método de recolección, clasificación, comparación, de-
terminación de las causas y consecuencias remotas y próximas, directas y
392 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES – VOL. XCIII No. 833 – JUNIO 2006

colaterales, la apreciación cualitativa del conjunto de realidades que configu-


ran la historia como proceso, su plural relación con la macro y la magno
historia, es lo que podríamos considerar como historiología, la historia como
ciencia.
Son dos dimensiones distintas aunque no excluyentes, complementarias.
Una como micro y grafo, que de abajo para arriba, como acumulación
inductiva de agregados, va configurando la materia que permite pasar de lo
particular y concreto a lo genérico y abstracto, a lo teórico, desde donde en
proceso inverso es posible valorar las partes como integrantes de un todo
orgánico y conceptual.

“La verdad” en la historia


A diferencia de ramas del conocimiento como las matemáticas, la física,
la química, la biología, en las que su existencia se rige por leyes constantes y
comprobables, la historia humana está signada por el cambio de contenido y
forma, por la variabilidad, la irrepetibilidad, simplemente porque en ella rige
como demiurgo, el interés, la conveniencia, el egoísmo, el altruismo.
En la interpretación de un mismo acontecimiento puede haber tantas ver-
siones, como criterios, enfoques ideológicos, prejuicios sociales o raciales,
regionalismos y nacionalismos que, fácilmente, conducen al sesgo, a la
hermeneútica parcializada.
Igualmente, en la conformación de cualquier hecho humano intervienen
antes, en y después, los más variados factores, así uno de ellos sea el predo-
minante: lo geofísico, socioeconómico o político-cultural, que si no quedan
suficientemente registrados y debidamente ponderados, se corre el riesgo de
caer en el enfoque unilateral.
Lo anteriormente planteado nos lleva a considerar que si bien existe la
verdad, ella es en últimas el resultado plural de muchos intereses y de diver-
sas realidades, la conjugación plural de todos los factores concurrentes. De
aquí la necesidad de estudiar el conjunto y la importancia relativa de los
distintos factores objetivos y subjetivos que determinan el hecho histórico.
La cuestión se complica aun más, si tenemos en cuenta que si la historia la
hacen los más diversos protagonistas, casi siempre la escriben los poderosos,
los vencederos, sean estos individuos, sectas, clases, partidos, naciones, al ex-
tremo de que no hay relato, doctrina, sistema de pensamiento que no esté regi-
do por una estructura dominante que determine la vida de los pueblos, detrás
de los cuales está una clase social, una nación, un imperio, una constelación de
RAÚL ALAMEDA OSPINA: CONSIDERACIONES SOBRE LA HISTORIA Y SOBRE EL. . . 393

circunstancias que construyen una manera de pensar, lo que cabe dentro de la


definición de episteme como “conjunto de conocimientos que condicionan las
formas de entender e interpretar el mundo en determinadas épocas”.

Lo incógnito y lo conocido
Generalmente se parte de que la historia versa sobre lo conocido. Pero lo
cierto es que también abarca lo desconocido como realidad no develada,
como lo que se oculta a propósito o como insuficiencia del saber. Descono-
cida no porque no haya ocurrido sino porque no ha sido descubierta. Por
milenios se dieron como verdades ideas absolutamente falsas. Aun hoy no
sabemos lo acaecido en los millones de años que van de la manada al caver-
nícola. Es la historia no conocida, la historia de lo desconocido.

Lo absoluto y relativo
Si todo es y no es, no era y es, es y está dejando de ser en sucesiva meta-
morfosis dialéctica para convertirse en una nueva entidad, lo absoluto o rela-
tivo depende del momento en el que su existencia se estudie dentro del
movimiento incesante del cambio. Sólo en un punto en el curso del devenir,
su existencia es absoluta. Antes y después de él, es relativa, simplemente
porque antes se está haciendo y después está dejando de ser. De esta manera,
así suene tautológico, puede llegarse a la formulación de que existe un abso-
luto relativo y un relativo absoluto, puesto que la realidad es una sucesión de
absolutos que, al ser relacionados entre sí en su proceso de transformación,
se tornan en relativos.
La liberación de España, por ejemplo, se produce con el triunfo de las
guerras de independencia. Para llegar a ellas hubo muchos episodios de ca-
rácter independista, sin los cuales no hubieran podido producirse. Al mismo
tiempo, pasadas las guerras de independencia, éstas como un hecho clara-
mente determinado dejan de ser. Aquí lo absoluto son las guerras y lo relati-
vo en ellas es lo que las precedió y sucedió, lo que puede afirmarse de cualquier
hecho.

Lo Concreto y abstacto
Digamos que lo primero está relacionado, aunque no exclusivamente, con
lo que tiene manifiesta consistencia material, lo percibible directamente por
los sentidos, mientras lo segundo lo está con las ideas, sean estas alter ego de
lo real concreto o producto de la imaginación, como el mito, la utopía. Así
hay historia tanto de la tierra como de la filosofía.
394 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES – VOL. XCIII No. 833 – JUNIO 2006

A medida que el cerebro humano ha ido evolucionando, ha aumentado la


posibilidad de ampliar, acumular y perfeccionar el conocimiento, no sólo de
las cosas tangibles, sino del cada vez mayor universo del saber. Se ha pasado
de lo vegetativo a lo intelectual, de lo instintivo a lo teórico.
Tan pronto se perfecciona la capacidad de conocer, la inventiva científica
y tecnológica va robándole al misterio su negativa vigencia, el campo de lo
desconocido se reduce y por tanto la cognoscibilidad se afirma y progresa,
hasta llegar algún día a que el conocimiento, la historia conocida, cubra la
totalidad de lo existente.

Acerca del proceso histórico colombiano


Intentando la incorporación de los criterios enunciados en la primera par-
te de este trabajo, desde hace varias décadas he tratado de construir un es-
quema general de nuestra historia, para lo cual he partido de los siguientes
presupuestos:
a. América, buena parte de la del Norte y el Caribe, todo Centro y
Suramérica, constituye una sola nación multiestatal iberoamericana.
Hacemos parte de una misma masa continental, tropical y andina; te-
nemos el mismo origen indígena, ibérico y africano; igual idioma pre-
dominante; similar conformación económica e igual proceso de
dependencia externa y de dominación interna; sujetos, por tanto, a equi-
valentes episodios de resistencia y liberación.
De aquí que el conocimiento que de alguno de ellos se tenga, es en
buena parte válido para el conjunto. Las diferencias, y que las hay
muchas, están en el detalle, en lo episódico y accidental.
b. Al analizar la totalidad del curso histórico colombiano, sus principales
hechos, sus más significativos episodios hasta llegar a lo estructural, a
sus coyunturas de cambio, es posible identificar cuatro grandes etapas:
la autónoma, tribal y monocrática tributaria; la colonial española,
semifeudal, esclavista y mercantil; la semicolonial inglesa, comercial;
y la semi y neocolonial norteamericana, industrial y financiera.
Para llegar a esta categorización y periodización hemos tenido en cuenta
tanto la identificación, clasificación y correlación de los hechos, como
su correspondencia con las divisiones que casi por consenso se han
hecho de la historia universal, tratando de estar lejos, lo más lejos que
nos permita no salirnos de una teoría general básica, pero cerca, lo más
cerca de nuestra realidad concreta y singular.
RAÚL ALAMEDA OSPINA: CONSIDERACIONES SOBRE LA HISTORIA Y SOBRE EL. . . 395

c. En la denominación de las etapas concurren dos variables fundamen-


tales: una externa, configurada por la presencia avasallante,
multicentenaria y sucesiva, de tres potencias imperiales, y otra interna,
constituida por la forma particular como han evolucionado las fuerzas
productivas y las relaciones sociales. La primera como marco y factor
determinante, y la segunda, como concreto histórico determinado.
Ambas en simbiosis no libres de antinomias, causa de la estructura
económico-social y de la superestructura jurídica, política y cultural,
que diacrónicamente han existido entre nosotros, insistiendo en que
definitivamente, la razón motora para el paso de una etapa a otra ha
sido el cambio de dependencia externa, más que la evolución de las
estructuras económicas y socio políticas internas, sin que esto niegue,
ni mucho menos, la dinámica de la reciprocidad, de la interactividad
entre las dos.
d. El esquema propuesto pretende ser macro-historiológico, hace énfasis
en lo económico social y por eso se aparta de la conocida clasificación
de descubrimiento, conquista, colonia, independencia y república, pre-
dominantemente política, que de ordinario excluye la etapa aborigen.
e. Tanto el enfoque conceptual como la metodología obedecen a una
concepción multidisciplinaria y de contexto. Considera la naturaleza
plural de lo productivo, sociológico y político del proceso histórico, su
etiología, evolución y consecuencias. Igualmente, tiene en cuenta el
paso sucesivo de lo económico a lo social y de estos a lo político, en
razón a que lo económico constituye la base material de la existencia,
lo social, la forma como se apropia y distribuye el producto y lo políti-
co como su mantenimiento o cambio.

Etapa autónoma, tribal recolectora y monocrática, agrominera


Aunque para el común de las gentes, nuestra historia comienza con los
españoles, no hay duda de la importancia capital de lo indígena como ci-
miento de la nacionalidad y porque aún están vivos elementos propios de ese
remoto pasado, muchos de ellos parte de los problemas que enfrentamos.
El contexto histórico general, las características identificadoras de esta
etapa, se sustentan en los relatos y los análisis parciales y sesgados de los
conquistadores. Al no haber existido entre nosotros un Garcilaso de la Vega,
que por su condición de mestizo y de letrado pudo salvar la historia incaica
para la posteridad, parte muy significativa de la nuestra, al no haber superado
la población indoamericana la edad de la madera, al carecer de escritura y al
396 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES – VOL. XCIII No. 833 – JUNIO 2006

haber desaparecido gran parte del patrimonio cultural, la documentación his-


tórica resulta insuficiente. Sin embargo, con la que está disponible y con los
estudios arqueológicos, antropológicos y económicos adelantados, es posi-
ble una reconstrucción aproximada del modo de vida de nuestros antepasa-
dos, tarea que con tantas limitaciones hemos intentado.
Los pueblos ubicados en nuestro territorio constituyeron por milenios un
conjunto que, si no llegó a formar un todo nacional, sí estuvo libre de subor-
dinación externa. Los imperios inca y azteca no llegaron a afectar su inde-
pendencia, aunque la influencia del inca llegó hasta el sur del país.
En lo que hoy es Colombia y por varios siglos, existieron dos tipos de
sociedad:
a. La tribal gentilicia basada en la caza, la pesca y la agricultura pri-
mitiva, con una estructura social simple, al frente de la cual se en-
contraba el cacique, más como institución de mando que de poder.
Cubría la mayor parte del territorio y estaba formada por decenas
de pueblos independientes, cuya enumeración resulta prolija para
el presente escrito.
b. La monocrática tributaria o chibcha, asentada en el altiplano boyacense,
con extensión al Magdalena y a la Sierra Nevada de Santa Marta. A
más de la caza y la pesca, la economía chibcha alcanzó importantes
niveles en la agricultura, la minería de sal y de la esmeralda, la arte-
sanía del oro, el barro y el algodón, así como un activo trueque con las
regiones circunvecinas.
Si bien la propiedad de la tierra era colectiva, es decir que sobre ella no
hubo relación señorial, sí existió un orden de obligaciones que se concretó
en el tributo, sobre el cual se montó una jerarquía piramidal a partir del
cacicazgo, que remató en una monarquía dual teocrática y autoritaria, la del
zipa y el zaque, pasando por un esquema de ubaques, uzaques, güechas y
jeques, encargados del recaudo de los tributos, de la dirección de la guerra y
de las funciones relacionadas con una religión politeísta de francos conteni-
dos mágico panteístas.
Mientras la sociedad tribal consanguínea careció de estratificación social,
la monocrática tuvo una estructura compleja de fuertes distinciones entre sus
cuatro estamentos: la base social consanguínea, el cacique, los funcionarios
y la monarquía, regidos por un código que estableció severas reglas de con-
ducta individual y colectiva como expresión de un orden de poder concen-
trado en un monarca con máximas atribuciones y privilegios políticos y
religiosos. Fue una sociedad intermedia entre las clásicas y universalmente
RAÚL ALAMEDA OSPINA: CONSIDERACIONES SOBRE LA HISTORIA Y SOBRE EL. . . 397

aceptadas de la tribal primitiva y la esclavista, en tránsito entre la sociedad


consanguínea y la civil, en la que se pertenecía tanto a una tribu como a una
localidad.

Etapa colonial española, feudal, esclavista, mercantil


Dado que nuestra historia tiene una doble fuente genitora, la indígena y la
española, que da lugar a la llamada “teoría de la Y”, es necesario tener en
cuenta la situación de esta última a finales del siglo XV.
Luego de siete siglos de dominación árabe musulmana en gran parte de
la península ibérica, España, dividida en cinco reinos: el de Castilla, el
mayor de todos, la Corona de Aragón, el de Portugal, Navarra y el moro de
Granada, se encontraba en franco impulso de unificación, debido, sobre
todo, al matrimonio de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, a la libe-
ración católica del territorio y a la expulsión de moros y judíos. El descu-
brimiento de América fue la gran coyuntura de realización de tal propósito
y al mismo tiempo, constituyó el episodio central en la universalización
europea del comercio
Abrumadora la capacidad de los españoles para acometer el descubri-
miento y la conquista de una América incógnita y tan radicalmente distinta a
su territorio. Parece increíble que un puñado de expedicionarios, la mayor
parte de ellos a pie, hubiera recorrido centenares de miles de kilómetros de
selva cruzando inmensos ríos, ascendiendo a cumbres nevadas y descen-
diendo a las profundidades de los valles cálidos, enfrentando, sin medicinas,
las picaduras de moscos, zancudos y culebras. Increíble que a escasas déca-
das de su arribo a América, se convirtiera en contenido y forma de una nueva
civilización.
Es en esta etapa en la que se mezclan y yuxtaponen todos los factores
constitutivos de la nacionalidad, en la que la pluralidad y la hibridez se con-
vierten en rasgo distintivo de nuestro ser histórico. Se unen y enfrentan, al
mismo tiempo, lo indoamericano, hispano y africano; lo mágico y religioso,
lo primitivo y lo moderno. Se echan las bases de la trietnidad y de la
multiculturalidad. Lo tribal comunitario se imbrica con lo semifeudal latifun-
dista, esclavista y mercantil.
Se da un verdadero salto cósmico al introducirse la ganadería vacuna,
caballar, ovina y avícola; la agricultura de arado, la minería de veta, la
rueda, el comercio intercontinental, la manufactura de taller, la construc-
ción de ciudades, la formación de un complejo sistema educativo, adminis-
trativo y judicial.
398 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES – VOL. XCIII No. 833 – JUNIO 2006

Pero lamentablemente todo esto se hizo en contra de los millones de in-


dios que poblaron esta esquina de América, sometidos a un régimen de ex-
terminio, saqueo, esclavitud, servidumbre y explotación tributaria, a través
de rescates, cabalgadas, encomiendas, mitas, obrajes, resguardos, diezmos.
Una población que pasó de soberana a colonial, de dueña y señora a vasalla,
de principal a marginal, expropiada también de su identidad, de sus valores
ancestrales.
Lamentable, así mismo, que el ser el más grande imperio de su tiempo
no le hubiera servido a España para pasar de lleno del medioevo a la
modernidad, lo que hubiera ocurrido si en vez de utilizar el inmenso cau-
dal de oro proveniente de América en la intermediación entre la demanda
interna y la de sus apéndices coloniales y la oferta de los proveedores
europeos, lo hubiera aprovechado para la formación de una economía
minera, agrícola e industrial, cosa que intentó tardíamente en el reinado
de Carlos III.
El establecimiento de un abrumador régimen de monopolio comercial, de
prohibiciones que impidieron el desarrollo de ramas agrícolas y manufactu-
reras en sus llamadas provincias de ultramar, de asfixiantes cargas fiscales
que hicieron punible toda actividad lucrativa y la discriminación múltiple
contra los criollos, condujeron a las más diversas contradicciones entre Amé-
rica y la metrópoli, entre la población virreinal y las distintas clases sociales,
entre españoles peninsulares y de la tierra, fueran ellos terratenientes, comer-
ciantes, sacerdotes o funcionarios reales, cuya expresión se concreta en el
formidable Movimiento Comunero, el más democrático y popular de la his-
toria colombiana, en la guerra de los pasquines, en la traducción que Nariño
hizo de los Derechos del Hombre, en las tertulias patrióticas, en el Memorial
de Agravios de Camilo Torres.

Etapa semicolonial inglesa, comercial


Dos fenómenos, uno interno y otro externo, determinaron la separación
de Colombia de España y su tránsito a la órbita inglesa:
a. La expansión capitalista, fantásticamente impulsada por la máquino-
factura, llevó a Inglaterra mediante la piratería, el contrabando y las
invasiones de Buenos Aires, Cartagena y Veracruz, a tratar de apode-
rarse de la parte americana del imperio español, sobre todo después de
haber perdido Norteamérica.
b. Las cada vez más agudas contradicciones dentro del orden colonial
español, que llegan a su máxima expresión con el aprovechamiento de
RAÚL ALAMEDA OSPINA: CONSIDERACIONES SOBRE LA HISTORIA Y SOBRE EL. . . 399

la coyuntura planteada por la conquista napoleónica de España, con-


dujeron finalmente a la ruptura independista, militar y financieramente
apoyada por el gobierno, los banqueros, los comerciantes y la masone-
ría de Londres.
Triunfante la República y sin estar en condiciones de alcanzar un nivel
elevado del Estado nación, Colombia, predominantemente semifeudal, no
logra la plena soberanía y como el resto del hemisferio sur pasa de colonia
española a semicolonia inglesa.
La adopción del librecambio como política macroeconómica, llevó a la
importación sin restricciones de toda clase de bienes, a la conversión de la
“ayuda” inglesa en deuda externa, al déficit de la balanza comercial financia-
da con empréstitos abusivos, a la ruina de la manufactura artesanal que no
pudieron acabar los españoles, al control inglés de la minería del oro, a la
sustitución de los impuestos españoles por los intereses bancarios como fuente
importante de exportación del trabajo nacional, al desequilibrio crónico
presupuestal y cambiario, al control del comercio exterior colombiano por
parte de las compañías inglesas, al aplazamiento por varias décadas de la
industrialización nacional.
No obstante y colateralmente, con la Revolución Radical se produjeron
fenómenos de indudable significación. Se decretó la libertad de los esclavos,
la eliminación del mayorazgo y los estancos, se estableció el impuesto direc-
to a la renta, se construyeron vías férreas y se introdujo el telégrafo, se mo-
dernizó el transporte por el Río Magdalena y al final del siglo XIX se fundaron
varios bancos, dos de los cuales, el de Colombia y el de Bogotá, perduran al
igual que la Compañía Colombiana de Seguros.
Contrariamente a lo ocurrido en las revoluciones democráticas de Euro-
pa, el latifundio en vez de ser eliminado, se fortalece con la adjudicación
republicana de millones de hectáreas de baldíos, con el traspaso a los terrate-
nientes criollos de los latifundios de los españoles y de los Bienes de Manos
Muertas y con la apropiación indebida de tierras en el largo ciclo de las gue-
rras civiles.
Contrasta con esto, lo sucedido con la colonización antioqueña, caucana
y tolimense del antiguo Caldas y parte de los departamentos del Valle del
Cauca y del Tolima, donde se impuso el trabajo sobre los títulos territoriales.
Gracias a esta epopeya económica y social, la ampliación de la frontera eco-
nómica, el cultivo del café, la caña de azúcar y el plátano, la ganadería de
vertiente y la fundación de decenas de centros urbanos, surgieron otras cla-
ses sociales y se abrió un nuevo ciclo de desarrollo.
400 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES – VOL. XCIII No. 833 – JUNIO 2006

En cuanto a la organización política, el país pasa del gobierno monárqui-


co exterior a uno republicano, constitucional, presidencial y parlamentario,
federalista o centralista.

Etapa semi y neocolonial norteamericana, industrial y financiera


La reducida existencia del latifundio esclavista concentrado en el sur, la
no utilización servil de la población aborigen, la condición de artesanos, la-
briegos y comerciantes de los inmigrantes, crearon las bases para un desarro-
llo capitalista mercantil de los Estados Unidos en su etapa colonial que, al
romper los vínculos con Inglaterra, pasan de colonia a potencia. En el curso
de pocas décadas, se unifican federalmente las distintas colonias existentes,
adquiere dentro de condiciones ventajosas Alaska y la Florida e inicia su
expansión desplazando la población indígena del oeste; se apodera de gran
parte de México e invade todos los países centroamericanos, a Puerto Rico,
Cuba y las Filipinas, constituyéndose en la más joven de las potencias
imperialistas del mundo. La invasión de Panamá y la toma de la zona del
canal protocolizan nuestra incorporación a su órbita.
Siguiendo la tradición española e inglesa, ejerce control sobre el oro, el
que amplía progresivamente al petróleo, el níquel, el platino, el carbón, la
deuda externa, el comercio exterior del café, el banano, las flores, las drogas
ilícitas y sobre no menos del 40% de nuestras importaciones, con lo que se
establece un tipo de relación de marcado contenido semicolonial.
Fruto de enfoques nacionalistas, estimulados por el sentimiento de la pér-
dida de Panamá, se inicia a principios del siglo XX y se prolonga hasta la
octava década, una política de protección y estímulo a la industrialización,
que si no constituye un cuerpo teórico y práctico integral, sí es el eje alrede-
dor del cual estuvo girando la sociedad y la economía nacionales.
De manera empírica y con creciente dosis teórica a partir de finales de los
años cuarenta con la CEPAL, se produce la sustitución de importaciones por
la producción interna. Ramas como los alimentos y bebidas, la madera, el
cuero, los materiales de construcción, los textiles, los hilados y tejidos, las
confecciones, la química, la farmacéutica, la eléctrica, la metalmecánica, la
electrónica, la petroquímica, la automoviliaria, lograron muy grandes aun-
que insuficientes progresos.
Con estos avances industriales, Colombia superó las condiciones
agropastoriles y mineras prevalecientes hasta finales del siglo XIX; transfor-
mó su estructura demográfica de predominantemente agrícola y aldeana a
urbana; modernizó en buena parte su agricultura y su sistema educativo, es-
RAÚL ALAMEDA OSPINA: CONSIDERACIONES SOBRE LA HISTORIA Y SOBRE EL. . . 401

pecialmente el universitario; formó nuevas clases trabajadoras, empresaria-


les y sobre todo profesionales; construyó puertos, aeropuertos, escuelas, uni-
versidades; hizo decenas de miles de kilómetros de carreteras y ferrocarriles;
electrificó buena parte de las áreas rurales, estructuró una red nacional de
telecomunicaciones, erradicó casi por completo el analfabetismo y algunas
de las principales endemias, sin que esto quiera decir, ni mucho menos, que
se haya superado el subdesarrollo y la dependencia.
A finales de la segunda guerra mundial, los Estados Unidos con el fin de
recuperar los mercados no atendidos durante el conflicto, convocaron el GATT
a una reunión en La Habana en la que plantearon el desmonte del proteccio-
nismo. La férrea negativa de los sectores afectados, cuya enérgica vocería
llevó Carlos Lleras Restrepo, hizo que las empresas norteamericanas optaran
por producir en Colombia varios de los bienes que hasta entonces nos expor-
taban. De esta manera, se configura la inversión mixta, la creación y fusión
de empresas industriales, práctica que superó la tradicional de sólo invertir en
la producción de materias primas: mineras, forestales y agrícolas, con lo que
el tipo de relación hacia afuera pasa de semi a neocolonial.
Como consecuencia de la aplicación unilateral de la apertura derivada del
Consenso de Washington que suprimió la protección y el fomento manufac-
turero y agrario e impuso la libertad cambiaria y de capitales, la privatización
de los servicios públicos esenciales y del patrimonio económico estatal, el
régimen leonino de las concesiones en las obras públicas, la “flexibilización”
laboral, las varias contrarreformas tributarias que han disminuido las cargas
al capital y aumentado con el IVA las del consumo popular y las de las rentas
de trabajo, el país entró en una curva descendente en la que el producto
interno bajó de cerca del 6% anual en promedio durante varias décadas, a
menos de la tercera parte en los últimos diez años; la agricultura, especial-
mente la de ciclo corto, se arruinó; la industria decreció considerablemente,
todo lo cual ha traído la merma del ingreso nacional, el aumento del déficit
fiscal, el desequilibrio de la balanza comercial y con ellos las altas tasas de
desempleo y subempleo cuanti y cualitativo.
La tradicional asimetría en los términos del poder, agravada últimamente
por la altísima reconcentración de la propiedad y del ingreso, especialmente
del rural que ha impulsado el narcotráfico, la colonización y con ellos la
destrucción de los bosques y de los nacimientos de agua; el morbo de la
corrupción política, administrativa y comercial, han llevado a la acelerada
transformación de la pobreza en miseria, al exilio de no menos de diez millo-
nes de colombianos, muchos de ellos profesionales universitarios, al recru-
decimiento de la violencia social y política.
402 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES – VOL. XCIII No. 833 – JUNIO 2006

Paralelamente, el capital financiero constituido de tiempo atrás por ban-


cos, compañías de seguros, corporaciones financieras y de ahorro y vivien-
da, controlados algunos por la banca internacional, se convierte en el sector
dominante de la economía nacional, más orientado a la especulación que a la
inversión productiva.
Es dentro del ámbito histórico en el que los Estados Unidos se han con-
vertido en imperio universal, que Colombia ha experimentado distintas alter-
nativas de integración con Latinoamérica a través de la ALAC, el Grupo
Andino, el G3, la Comunidad Andina de Naciones. Actualmente se encuen-
tra en negociaciones con los Estados Unidos para la firma del Tratado de
Libre Comercio. Dentro de las condiciones de desigualdad estructural, pro-
pias de las diferencias abismales entre los dos países, los mayores problemas
se concretan en los subsidios a la producción agrícola norteamericana, a las
medidas fitosanitarias de importación, a las exigencias contra la industria
farmacéutica nacional, a las inaceptables presiones para la utilización prefe-
rente de nuestro espacio electromagnético. De todas maneras, cualesquiera
que sean las cláusulas que se pacten, el TLC convertirá en reglas de inflexi-
ble aplicación, lo que de manera menos formal se hizo, con efectos tan nega-
tivos, en la apertura de 1991.
Si el objetivo fuera la cooperación internacional, en lugar de un trata-
do de libre comercio, debería estarse negociando uno de desarrollo en el
que se establecieran condiciones técnicas, económicas, financieras y so-
ciales para un país que, como el nuestro, acusa índices de menor desarro-
llo relativo, lo que sí se tiene en cuenta en la Comunidad Económica
Europea.
La alternativa es el desarrollo del mercado interno como objetivo princi-
pal y el mercado externo como complemento. Tenemos una población de 45
millones de habitantes con mínimos empleo y consumo. Para satisfacerlos se
requiere la utilización integral, democrática y eficiente de los abundantes
recursos disponibles para convertirlos en factores de producción. Es decir,
una nueva etapa de industrialización, transformación agrícola, capacitación
laboral que, en los actuales términos de tenencia y uso de la tierra y de la
capacidad instalada, no es posible.
Definitivamente, si de conquistar mercados, se trata, la primera prioridad
está en la conquista del propio, para lo cual es absolutamente indispensable
la liquidación de los saldos señoriales y coloniales que hoy más que nunca
están fortalecidos, así como la creación de nuevas formas de financiación y
de propiedad distintas a las monopólicas del capital y del Estado.
RAÚL ALAMEDA OSPINA: CONSIDERACIONES SOBRE LA HISTORIA Y SOBRE EL. . . 403

A manera de epílogo
Al hacer un balance conjunto de todo el proceso histórico colombiano
podemos llegar a unas conclusiones mínimas:
1. Si bien es cierto que en sólo 500 años, el país ha ido transformándose
de tal manera que, de la caza y la pesca, hemos pasado a una sociedad
en la que lo comercial, industrial y financiero predominan; que de lo
tribal hemos pasado a la sociedad urbana, no menos cierto es que en
cada una de las etapas recorridas persisten elementos propios de las
anteriores, cuyo acumulado final es el dualismo, la coexistencia
simbiótica del atraso y el progreso, la persistencia de dos constantes
históricas:
a. La dependencia externa que se concreta en la sucesiva utilización
imperial de nuestros recursos y potencialidades, por parte de Espa-
ña, Inglaterra y los Estados Unidos.
b. El control del poder en manos de una misma formación social que
ha pasado de conquistadora a encomendera, de latifundista a capi-
talista, representando en esencia unos mismos intereses.
2. Si la historia es futuro, cabe preguntarse: ¿qué tendrá que ocurrir para
que se asegure el predominio de lo nacional sobre lo extranjero, de lo
público sobre lo privado, de las mayorías sobre las minorías? La res-
puesta, por utópica que parezca, tendrá que ser el establecimiento de
un nuevo humanismo ecuménico que, al tomar lo mejor del helenis-
mo, el cristianismo, el liberalismo, el socialismo, suprima para siempre
las clases y los imperios, es decir la explotación y la guerra e inaugure
una nueva historia universal en la que las distintas formaciones natura-
les de la comunidad asuman directamente tanto la propiedad y manejo
del proceso productivo como la dirección del orden político e
institucional.
404 BOLETÍN DE HISTORIA Y ANTIGÜEDADES – VOL. XCIII No. 833 – JUNIO 2006

Vous aimerez peut-être aussi