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Acerca de la historia
El presente escrito no es, desde luego, una extensa y erudita disertación.
Se trata de algunas reflexiones planteadas a manera de píldoras conceptuales.
Lo incógnito y lo conocido
Generalmente se parte de que la historia versa sobre lo conocido. Pero lo
cierto es que también abarca lo desconocido como realidad no develada,
como lo que se oculta a propósito o como insuficiencia del saber. Descono-
cida no porque no haya ocurrido sino porque no ha sido descubierta. Por
milenios se dieron como verdades ideas absolutamente falsas. Aun hoy no
sabemos lo acaecido en los millones de años que van de la manada al caver-
nícola. Es la historia no conocida, la historia de lo desconocido.
Lo absoluto y relativo
Si todo es y no es, no era y es, es y está dejando de ser en sucesiva meta-
morfosis dialéctica para convertirse en una nueva entidad, lo absoluto o rela-
tivo depende del momento en el que su existencia se estudie dentro del
movimiento incesante del cambio. Sólo en un punto en el curso del devenir,
su existencia es absoluta. Antes y después de él, es relativa, simplemente
porque antes se está haciendo y después está dejando de ser. De esta manera,
así suene tautológico, puede llegarse a la formulación de que existe un abso-
luto relativo y un relativo absoluto, puesto que la realidad es una sucesión de
absolutos que, al ser relacionados entre sí en su proceso de transformación,
se tornan en relativos.
La liberación de España, por ejemplo, se produce con el triunfo de las
guerras de independencia. Para llegar a ellas hubo muchos episodios de ca-
rácter independista, sin los cuales no hubieran podido producirse. Al mismo
tiempo, pasadas las guerras de independencia, éstas como un hecho clara-
mente determinado dejan de ser. Aquí lo absoluto son las guerras y lo relati-
vo en ellas es lo que las precedió y sucedió, lo que puede afirmarse de cualquier
hecho.
Lo Concreto y abstacto
Digamos que lo primero está relacionado, aunque no exclusivamente, con
lo que tiene manifiesta consistencia material, lo percibible directamente por
los sentidos, mientras lo segundo lo está con las ideas, sean estas alter ego de
lo real concreto o producto de la imaginación, como el mito, la utopía. Así
hay historia tanto de la tierra como de la filosofía.
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A manera de epílogo
Al hacer un balance conjunto de todo el proceso histórico colombiano
podemos llegar a unas conclusiones mínimas:
1. Si bien es cierto que en sólo 500 años, el país ha ido transformándose
de tal manera que, de la caza y la pesca, hemos pasado a una sociedad
en la que lo comercial, industrial y financiero predominan; que de lo
tribal hemos pasado a la sociedad urbana, no menos cierto es que en
cada una de las etapas recorridas persisten elementos propios de las
anteriores, cuyo acumulado final es el dualismo, la coexistencia
simbiótica del atraso y el progreso, la persistencia de dos constantes
históricas:
a. La dependencia externa que se concreta en la sucesiva utilización
imperial de nuestros recursos y potencialidades, por parte de Espa-
ña, Inglaterra y los Estados Unidos.
b. El control del poder en manos de una misma formación social que
ha pasado de conquistadora a encomendera, de latifundista a capi-
talista, representando en esencia unos mismos intereses.
2. Si la historia es futuro, cabe preguntarse: ¿qué tendrá que ocurrir para
que se asegure el predominio de lo nacional sobre lo extranjero, de lo
público sobre lo privado, de las mayorías sobre las minorías? La res-
puesta, por utópica que parezca, tendrá que ser el establecimiento de
un nuevo humanismo ecuménico que, al tomar lo mejor del helenis-
mo, el cristianismo, el liberalismo, el socialismo, suprima para siempre
las clases y los imperios, es decir la explotación y la guerra e inaugure
una nueva historia universal en la que las distintas formaciones natura-
les de la comunidad asuman directamente tanto la propiedad y manejo
del proceso productivo como la dirección del orden político e
institucional.
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