“No existe ningún gran genio sin un toque de demencia”. Lucio Anneo Séneca Regularmente el genio en los artistas viene acompañado de ciertos vicios y peculiaridades; sin embargo han existido algunos cuya particularidad parece ser precisamente el número de defectos que presenta su personalidad, tal es el caso de Clemente Amedeo Modigliani quien desarrolló su arte entre drogas, mujeres y alcohol. Así Amedeo, el más pequeño de los cuatro hijos engendrados por el matrimonio formado por Eugenia Garsin –mujer culta educada en una escuela francesa católica- y Flaminio Modigliani, ambos judíos sefarditas; nació el 12 de julio de 1884 en la ciudad italiana de Livorno, justo en el momento en que un agente judicial llegaba a la casa de la familia para llevar a cabo una orden de embargo generada por las numerosas deudas que tenía el padre. Habiendo en sus buenos tiempos sido una familia más o menos acomodada, los Modigliani sufrieron las consecuencias de varias inversiones poco convenientes, de manera que al nacer Dedo – sobrenombre de Amedeo Clemente- aprovecharon el instante para colocar en la cama de la madre todas las posesiones de valor, ya que la ley estipulaba que no podían requisarse las pertenencias ubicadas sobre el lecho de una mujer a punto de dar a luz. En su infancia y parte de la adolescencia, fue ayudado por Rodolfo Modolfi, un literato que había alentado a su madre y a su tía Laura para organizar una escuela, quien a su vez trató de controlar los arrebatos que presentaba el jovencito en contra de la autoridad de sus progenitores. Rebelde e inteligente, Modí cayó gravemente enfermo de pleuresía a los 11 años hecho que junto con una tifoidea posterior afectaron gravemente los pulmones del chico, lo cual provocó que tuviese que abandonar la escuela regular para tomar lecciones en casa. Un par de años después, en 1897, el adolescente sintió por primera vez el imperativo llamado de su vocación, por lo que solicitó encarecidamente a Eugenia que le permitiera tomar clases de pintura. Refinada como era, la dama concedió los deseos de su hijo, inscribiéndolo en el curso que impartía el paisajista Liorna Guglielmo Micheli, donde pasó a formar parte de los macchiaioli, “un 1 grupo de pintores toscanos que anticiparon ciertos aspectos del impresionismo” . Siendo un alumno respetuoso y avispado, tuvo que alejarse brevemente de sus estudios al sufrir una recaída en la enfermedad pulmonar que se complicó con tuberculosis; con la finalidad de distraer al convaleciente, la señora Modigliani partió con su vástago en un viaje por el sur de Italia, visitando Capri, Nápoles, Amalfi y Roma, donde el joven artista se dedicó a copiar las obras de los museos. En 1902 se inscribió en Florencia en la Escuela Libre del Desnudo de Giovanni Fattori – donde conoció al pintor Manuel Ortiz de Zárate-, y en 1903 en el Real Instituto de Bellas Artes de Venecia, siendo ahí donde probó los vicios que lo acompañarían hasta la muerte, “gracias” a un baronet napolitano llamado Cuccolo o Croccolo, quien gustaba de llevar a Dedo a unas reuniones en donde se experimentaba con el espiritismo, se consumía hachís y se departía con muchachas del barrio. Deseoso de trasladarse a la capital artística del momento, París, Eugenia le da el dinero necesario para el viaje en 1905 y llega a la ciudad francesa a principios del año siguiente. Una vez ahí estableció contacto con el escultor Samuel Granowsky por recomendación de Ortiz de Zárate y buscó material para sus obras en una construcción situada no lejos de su casa en la Rué Caulaincourt. Y así, poco a poco se fue formando su imagen como el artista bohemio por excelencia ya que Modigliani se paseaba por las calles parisinas siempre vestido con un traje de terciopelo y un pañuelo rojo atado al cuello, completando su indumentaria con un sombrero de ala ancha y cerrando el cuadro con una actitud reticente a formar parte de cualquier movimiento artístico organizado. En sus andares conoció a grandes artistas como Pablo Picasso, André Derain, Gillaume Apollinaire, Diego Rivera, Max Jacob y Jacques Lipchitz, entre otros, con quienes dialogaba en cafés y tabernas –como Lapin Aguile-; a la vez que era ayudado por varios amigos que fungieron como mecenas, por ejemplo Paul Alexandre quien además de introducirlo en el conocimiento de las artes africanas, americanas y asiáticas, lo convenció en 1907 para inscribirse en el Salón de los Independientes. Trabajando incansablemente en sus esculturas, el polvo de la piedra y la madera hicieron estragos en sus débiles pulmones –agravada la situación por su mermada economía-, por lo que cayó enfermo y en 1912 sus amigos hicieron una colecta para enviarlo una temporada a Livorno -dice una leyenda que estando ahí, tuvo que afrontar las críticas de sus colegas, llegando su desesperación a grado tal que arrojó sus esculturas al Canal de los Holandeses-. En la segunda mitad de aquel año retornó a la capital para exponer algunas obras en el Salon d’Automne y dejando de lado poco a poco las esculturas, comenzó a pintar –con su característica velocidad extraordinaria- elaborando más de 400 obras y sosteniéndose por medio de la elaboración de retratos que cobraba por unas pocas monedas –curiosamente después de su muerte su arte ha sido valorado en tal medida que en 2010 su obra “La Belle Romaine” fue vendida en 69 millones de dólares-, mientras algunos de sus amigos y colegas le compraban sus obras para no abandonarlo en la miseria. Para 1914 estalló la Primera Guerra Mundial y Modigliani, hombre valiente, intentó enrolarse tan sólo para ser rechazado por su débil estado de salud; así, consumida su mente por sus artísticas cavilaciones y los opiáceos efectos, se dice que un día en que armó un escándalo en la calle la policía se acercó para solicitarle sus papeles, ante tal afrenta el pintor les extendió un rollo que contenía varios de sus dibujos gritando: “¡estos son mis documentos!”. Tres años después, viviendo él con Beatrice Hastings, su agente Leopold Zborowski logró montar una exposición de las obras –principalmente desnudos- de Modí en la galería de la alsaciana Berthe Weill, muestra que causó gran revuelo –algunas fuentes explican que fue clausurada por la policía-. Asimismo, solía complicar su ya de por sí desordenada existencia con su gusto por las féminas, de modo que al terminar su tormentoso romance con Hastings se involucró con una estudiante canadiense de nombre Simone Thiroux con quien tuvo un hijo no reconocido. De esta forma, en el carnaval de 1917 conoció a Jeanne Hébuterne, dama inteligente, de carácter fuerte y gran talento como pintora, con quien tuvo una hija –Jeanne Modigliani, que nació en noviembre de 1918-. En terrible pobreza, la pareja vivía relativamente tranquila hasta que la dama se embarazó por segunda ocasión, hecho que se unió a una fuerte recaída de Modí, generándose las condiciones que lo llevaron a la muerte, en la cual fue acompañado por sus amigos en el Hôpital de la Charité el 24 de enero de 1920 –tenía sólo 35 años-, tragedia a la que sucedió el fatídico suicidio de Jeanne un par de días después, al arrojarse la desolada mujer de un quinto piso. Disipado y bohemio, Amedeo Clemente Modigliani fue un controvertido personaje que dejó un gran legado artístico, habiendo hecho con su vida realidad –tal vez en solo en parte- las palabras de Edgar Allan Poe: “Lo que el mundo llama genio es el estado de enfermedad mental que nace del predominio indebido de algunas de las facultades. Las obras de tales genios no son sanas en sí mismas, y reflejan siempre la demencia mental general”. FUENTES: “La muerte de Jeanne Modigliani añade dramatismo a la polémica sobre las estatuas halladas en Livornio atribuidas a su padre”. Aut. Juan Arias. www.elpais.com. Roma, 1 ago. 1984. “Vidas sin reglas”. Aut. Luis Otero. Revista Muy Interesante No. 50. 2008. “The cursed painter”. Aut. Deirdre Pirro. www.theflorentine.it No. 112. 19 nov. 2009. “La apasionada y fugaz vida de un grande”. Aut. Romina Parma. Suite101.net 23 ene. 2010. “Modigliani sells for a record $69 million in Wave of Last-Chance Fever”. Aut. Souren Melikian. The New York Times. 3 nov. 2010. “Amedeo Modigliani”. Aut. Paola L. Fraticola. Grandes pintores del siglo XX. Ed. Globus Comunicación S.A. y Ediciones Polígrafa S.A. www.historiadelarte.us
1 Fraticola, Paola L. “Amedeo Modigliani”. Grandes Pintores del siglo XX. Ed. Globus Comunicación S.A. y Ediciones Polígrafa S.A.