Explorer les Livres électroniques
Catégories
Explorer les Livres audio
Catégories
Explorer les Magazines
Catégories
Explorer les Documents
Catégories
PENARES, QUEJARES
Y CUR ARES…
COLECCIÓN TIAN Nº 5
I.S.B.N.: 978-84-8352-470-1
Depósito Legal:
Imprime: Publidisa
6
MEDITACIÓN
—Sobre el Sanador—
7
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
8
MEDITACIONES —SOBRE EL SANADOR—
$$$
9
TESTIMONIO PERSONAL:
LOS ESTUDIOS ACTUALES DE MEDICINA
C
omenzamos con un testimonio de lo que es ser, hoy —en un
país como Europa, como España—, médico; de lo que significa
vivir esa experiencia, preparar esa profesión… Porque, habitual-
mente, las profesiones no se expresan desde la óptica de la vivencia de
cada uno sino que se dice: ingeniero, arquitecto… Pero falta escuchar
cómo ha vivido esa persona, cómo vive esa persona, a lo largo de su hacer,
esa profesión. Y sobre todo falta, quizás, escucharlo de alguien que acaba
de terminar, de culminar ese proceso. Porque, claro, será muy diferente a
la versión de cualquiera de los colegas médicos que hay aquí ahora, que
ya llevamos años de profesión. Claro, tenemos una visión —que ya se
ha ido revisando mucho a lo largo del tiempo— que es diferente a la de
una persona que acaba de terminar sus estudios y le han dado un papel,
así, grande, que pone: “El Estado Español autoriza a tal…”; “Como licen-
ciado en medicina y cirugía, le autoriza a curar, a operar… a todo”.
“Sí, me autoriza; pero… ¿con qué derecho el Estado me autoriza a
mí a…?”
Creo que, en cada profesión, cada cual ha vivido una serie de cosas;
y, puesto que nosotros nos dedicamos —genéricamente— a la sanación,
sí nos interesa ver cómo los organismos oficiales, los organismos de
poder, los organismos de mando, tienen estructurada la enseñanza y qué
es lo que enseñan referente a la salud.
Entonces, en ese sentido, he invitado a una alumna que acaba
de terminar sus estudios de Medicina —y que va, ahora, a prepararse
el M.I.R., para hacer un tipo de especialidad— para que nos cuente un
poco cómo lo ha vivido ella. Evidentemente, cada persona habrá vivido
de una forma diferente su carrera, pero seguramente hay cosas comunes
porque el programa de estudios es más o menos el mismo. Cambian los
profesores, sí, pero la ideología general del sanador profesional, de un
Estado de Derecho, profesional, tiene unas características.
Eso es lo que quiero que ustedes vean, para que tengan una refe-
rencia y un punto de comparación y de reflexión, en torno a lo que van
a aprender de otra forma.
10
TESTIMONIO PERSONAL: LOS ESTUDIOS ACTUALES DE MEDICINA
11
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
12
TESTIMONIO PERSONAL: LOS ESTUDIOS ACTUALES DE MEDICINA
13
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
14
TESTIMONIO PERSONAL: LOS ESTUDIOS ACTUALES DE MEDICINA
15
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
16
TESTIMONIO PERSONAL: LOS ESTUDIOS ACTUALES DE MEDICINA
Claro, para nosotros es muy habitual, pero para personas que no están
acostumbradas a esa expresión, pues dice: “¿Materia gorda? Y eso, ¿qué
significa? ¿Será alguna especialidad que estudian aquí en España?”.
Alumna: Pasamos al sistema de evaluación. Serás evaluado de
acuerdo a tu capacidad de retener datos.
Maestro: Es decir que, la valoración que se hace —hoy en día,
desde el punto de vista oficial— de un aspirante a médico, es por su
capacidad de memoria: si tiene buena memoria, será un buen médico y
tendrá unas excelentes notas; si no tiene memoria, que se olvide de esa
carrera, que se dedique a estudiar otra cosa.
Ése es un dicho que decían algunos médicos clásicos españoles
y extranjeros: “Condición imprescindible para ser médico: tener excelente
memoria”.
Algo de razón hay en este hecho, pero yo quisiera matizar la razón
de este hecho. Yo creo que, muchas veces, la expresión “hay que tener
mucha memoria” se refiere a que hay que tener la capacidad de integrar
elementos. Es decir, yo veo: fiebre, temblor, dificultad para hablar, can-
sancio…, y tengo datos sueltos. Ésos son los que me muestra el enfermo.
Ahora, mi memoria debe servir —y, en ese sentido, es una memoria muy
especial— para integrar ese dato con éste, con éste, con éste, y decir:
“Dengue”. Si hay fiebre, dificultad para hablar —en el sentido de que
es cansancio—, ganas de meterse en la cama…, pues puedo deducir que
puede ser esto o puede ser un flemón, ¿no? O dengue. Entonces, dice: o
dengue o flemón.
Claro, ¡hombre!, hay diferencias. En ese momento, el médico tiene
que tener una memoria rápida para saber clasificar. Es decir, que es una
memoria muy especial, muy selectiva. Es una memoria de puzle. Éste,
éste, éste… ¿a dónde puede ir? Por aquí. Éste por aquí… éste por aquí…
éste por aquí… Hasta que —¡pum!— haces el puzle y dices:
—Este señor lo que tiene es una diarrea.
—¿Por qué?
—Porque va muchas veces al servicio.
—¿Y por qué lo sabes?
—Porque me lo ha dicho.
Sí. O después de ver muchas cosas dices: “Este señor lo que tiene…”.
Pero, claro, en la medida en que tú recuerdas rápidamente cosas de
diferentes enfermedades, las vas encuadrando hasta que ves que el puzle
te da una serie de cosas.
Efectivamente, hace falta memoria; porque si no, hay una serie de
aspectos que se olvidan y no se cae en ellos. Para ejercitar la memoria,
17
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
18
TESTIMONIO PERSONAL: LOS ESTUDIOS ACTUALES DE MEDICINA
19
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
20
TESTIMONIO PERSONAL: LOS ESTUDIOS ACTUALES DE MEDICINA
21
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
En general, como saben, la vida media del médico es de las más bajas
que hay, dentro de los profesionales. Hay excepciones: el mismo Hipócra-
tes vivió muchos años para su época —cerca de ochenta años—. Pedro Laín
Entralgo —que acaba de fallecer recientemente— murió con noventa y dos
años. Pero, en general, si no se sabe cuidar adecuadamente, el médico pron-
tamente enferma; y empieza a empalmar una enfermedad con otra, y una
enfermedad con otra, y una enfermedad con otra… O bien se canaliza ese
estrés…, se sitúa en la posición de intermediario y deja de ser protagonista,
empieza a ser un poco astrónomo —observa, mira, y describe— y, bueno,
que sea lo que Dios quiera… —claro, porque finalmente es así—… Y cuatro
cositas que pueda saber: “Tómate esta hierbita y que sea lo que Dios quiera”.
Le falta mucho de astrónomo al médico. En la alta antigüedad, el
médico también era astrónomo, era sacerdote, era mago, era varias
cosas a la vez; siempre en esa esfera de “contemplación de”.
Curiosamente, en la época moderna —a partir de la era industrial—
el médico se caracteriza por su vena artística; y es muy frecuente ver ya
—en vez de astrónomo, astrólogo, mago, sacerdote…—, en la época más
moderna, que el médico compagina su labor de médico con la de artista;
y suele ser, a la vez, pintor… músico… poeta… escritor… Fíjense cómo
va cambiando: de ser astrónomo, astrólogo, mago, sacerdote, alkimista…
—médico, sí, pero todas esas cosas también— pasa ya —cuando apa-
rece la ciencia como definición— a compartir su medicina con otra cosa
—normalmente, el arte—: pintor, escritor, escultor. Es decir, busca otra
cosa. ¡Le es imprescindible! Eso, en la época intermedia.
Y en la actualidad, ya el médico sólo es médico. Es un técnico que
tiene un horario de trabajo, y ya está. Y que procura tener una economía
lo más alta posible: se compra un buen coche, se compra una buena
casa, le gusta la comida… pero no tiene ninguna otra afición. Ya no tiene
tiempo para el arte.
Porque, antes era “el arte de sanar”; ahora es “la ciencia de
sanar”. No hay lugar para el arte, hay lugar para la técnica. Eres un pro-
fesional de horario fijo.
Fíjense cómo se ha ido deteriorando. Si nos remontamos más atrás
todavía, la figura del médico, como tal, no existe. Existe el chamán. Y el
chamán hace cosas que podían parecer médicas, pero el chamán es un
intermediario entre en Cielo y los hombres, elegido por la comunidad o
elegido por la casualidad.
Después aparece un cuerpo de doctrina muy simple, y ya aparece
el llamado “médico”, pero muy ligado con la astronomía, la astrología,
la magia, el sacerdocio…
22
TESTIMONIO PERSONAL: LOS ESTUDIOS ACTUALES DE MEDICINA
23
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
24
TESTIMONIO PERSONAL: LOS ESTUDIOS ACTUALES DE MEDICINA
equipo. No he sido capaz —yo— de, por mí mismo, alegrarme. Entonces, mi ale-
gría depende de mi equipo. Si mi equipo gana, yo estoy alegre; si mi equipo pierde,
yo estoy de mal humor y violento. Le ha dado sentido a mi vida ese equipo”.
Y eso —insisto— ocurre en millones de personas. Es decir, que no
es una cosa: “¡Ah!, bueno, eso son cosas…”. No, no, no, no. Es decir, las
gentes viven para eso —no todo el mundo, por supuesto, pero hay millo-
nes de personas que viven para eso—. En Brasil, cuando “la selección”
pierde, hay personas que se pegan un tiro.
Entonces, no es una cosa de decir: “¡Ah, qué bobada!”. No; es que
tengo un paciente que sé que si la selección pierde esta noche, él se sui-
cida. Porque su vida es eso. Él se siente identificado, ha proyectado su
existencia, en ese equipo. ¡Es así! Nos gustará, no nos gustará; nos parecerá
bien, nos parecerá mal… pero tenemos que aceptar que la realidad es así.
Entonces, claro, si tenemos un paciente que le vemos así, tenemos
que… no podemos decir:
—¡Qué bobada, hombre!
—Bueno, será una bobada para usted, señor, pero para mí es muy
importante.
Entonces, claro, los lunes… —por lo menos en España, y me ima-
gino que en Brasil y en toda Europa— son un día muy especial en la
consulta, sobre todo en los hombres, porque depende de cómo haya ido
el resultado de los partidos, para que, así, su estado de humor sea de una
forma o de otra. En los que son aficionados al fútbol. No es que todo el
mundo se dedique a ese deporte, no; pero una mayoría, sí.
Los niños —por ejemplo— son muy sensibles. Los niños vienen
del colegio por la tarde, el lunes, y si su equipo ha perdido:
—¿Cómo estás?
—Brrr…
—Bueno, ¿por qué estás tan serio?
—Mnnn…
Y la madre: “Es que ha perdido su equipo”.
—¡Aaah! ¡Perdió tu equipo ayer, ¿eh?, y por eso estás enfadado!
—Sí.
—Bueno, pero tampoco es tan importante…
—¡Sí es importante!
Y claro, ¿qué le vas a decir al niño? Pues le tienes que buscar alguna
broma para sacarle de ese estado y que vea que… bueno, es un juego; lo
que significa el juego. Tienes que reeducarle porque, en la familia, nor-
malmente no le reeducan. No, no, no. Normalmente, no le llaman la
atención sino que le dejan. Dices: “Bueno, bueno, hasta cierto punto. Éste,
25
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
26
TESTIMONIO PERSONAL: LOS ESTUDIOS ACTUALES DE MEDICINA
27
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
28
TESTIMONIO PERSONAL: LOS ESTUDIOS ACTUALES DE MEDICINA
29
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
30
INTRODUCCIÓN
AL SISTEMA HORMONAL
A
título general, en la generalidad de cosas que nos ha contado
ella, pues queríamos rematar su intervención con un tema en
concreto, y ella ha elegido —porque le gusta, le parece intere-
sante— el sistema hormonal, en general; la forma en que las hormonas
se comportan, su mecanismo de acción… Una visión general, obvia-
mente, aunque le pedí especialmente que, a parte de esa visión general,
nos hablara un poquito, en profundidad —un poquito más—, sobre el
hipotálamo.
También, nuestra especialista en Medicina Occidental dice que es
un tema que a ella le apasiona, y, realmente, pues bueno, pues es un
tema… como tiene mucho que ver con toda la fisiología y con todo el
funcionalismo en el organismo, es realmente muy enriquecedor. Así que
cedemos de nuevo la palabra a la doctora.
Alumna: Las hormonas son sustancias químicas que van por el
organismo a órganos concretos, y allí ejercen funciones determinadas;
son como llaves que van a sitios concretos, en los que producen una
función.
Maestro: ¿Qué significa la palabra “hormona”?
Alumno: “Excitar”; “activar”.
Alumna: Las hormonas se producen en las glándulas del cuerpo,
productoras de hormonas.
Maestro: ¿Qué son las glándulas?
Alumna: Sitios específicos que producen hormonas.
Entonces, ¿qué glándulas conocemos? ¿Qué glándulas tenemos?
Tenemos la tiroides, que produce las hormonas tiroideas, que aumen-
tan el metabolismo corporal, aumentan la velocidad de las reacciones
celulares y hacen que todo vaya más rápido. Y en la tiroides también se
secreta la calcitonina, que hace que el calcio se introduzca más en los
huesos, o menos.
Luego están las paratiroides, que regulan la concentración de cal-
cio en el líquido extracelular.
31
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
Luego tenemos los ovarios, que producen los estrógenos y los pro-
gestágenos, que intervienen en el desarrollo de los órganos sexuales y
preparan el útero para la gestación.
Los testículos producen la testosterona, responsable del desarrollo
sexual masculino.
Tendríamos las suprarrenales —encima de los riñones— que pro-
ducen el cortisol, que se encarga del metabolismo de las proteínas, los
lípidos y los hidratos de carbono. Intervienen también en el estrés físico,
por ejemplo, aumentando la resistencia. Y también producen la aldoste-
rona, que interviene en la reabsorción de sodio.
El páncreas, que se encarga de la secreción de insulina, que hace
que la glucosa entre dentro de las células; y el glucagón, que aumenta la
glucosa en la sangre.
Y luego, la hipófisis. La hipófisis, de la que ahora a continuación
hablamos.
El timo es donde se desarrollan los linfocitos, en los niños sobre
todo, y luego se atrofia.
Y la pineal, por lo que parece ahora, es la que favorece todo el
desarrollo del despertar a la pubertad; también tiene mucho que ver con
los ritmos solar y terrestre —ritmos circadianos—, regulando los ciclos de
vigilia y sueño; de tal manera que todo ese cansancio —“jet lag”— que se
siente cuando se viaja en avión, en el sentido contrario al movimiento
del sol, se atribuye a que se altera el ritmo a esa glándula. “Jet” es el
vuelo, el avión. “Lag” es lo que queda, los restos, como… el cansancio
que viene después, que al momento no se siente.
Maestro: Es decir: lo que viene después, la resaca. En realidad, la
traducción a nuestro idioma —y quizás desde el punto de vista inglés,
también— es lo que viene después del vuelo; los efectos que vienen
después de volar.
Lo que pasa es que, en el idioma inglés, lo compaginan con un
tipo de avión, el “jet”, es un americanismo. Más que un anglicanismo, es
un americanismo. Jet, porque el jet es un tipo de avión. En vez de decir
“boeing” o “jumbo”, pues el “jet”. Y la otra palabra es: “lo que viene
luego, más tarde”.
Los americanos resumen: “jet lag”, y ya, pues de la calle, así. Pero
claro, los que no saben mucho inglés, les interesa ver de dónde viene esa
expresión, ¿no? Es decir, lo que viene después de volar.
Entonces, la pineal es una glándula, ahí, extraña, que es muy útil
en los pájaros, para orientarse; les sirve para la orientación. Y, claro, en los
vuelos largos, como el avión va aproximadamente a unos mil kilómetros
32
INTRODUCCIÓN AL SISTEMA HORMONAL
1. tercer ventrículo
2. haz del cerebro
3. epífisis,
glándula pineal
4. seno recto
5. cerebelo
6. cuarto ventrículo
7. arteria basilar
8. bulbo raquídeo
9. médula espinal
10. cornete inferior
fosas nasales
11. hipófisis
12. quiasma óptico
13. lóbulo frontal
14. aracnoides craneal
15. cuerpo calloso
16. duramadre craneal
33
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
Y está unido —por medio de una estructura que se llama “el tallo
hipofisario”— a una glándula que estaría detrás, en una estructura que
se llama “la silla turca”. Y esta glándula, a su vez, se divide en dos
glándulas.
Hipotálamo
Mesencéfalo
Hipófisis
Silla Turca
(Esfenoides)
34
INTRODUCCIÓN AL SISTEMA HORMONAL
35
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
36
INTRODUCCIÓN AL SISTEMA HORMONAL
una precisión asombrosa. Por eso —dicho sea de paso— en los problemas
hormonales, a pesar de que el hombre, científicamente, ha descubierto
muchas hormonas y ha sintetizado hormonas, nunca se puede calibrar,
con la precisión que necesita el organismo, qué cantidad de hormonas
necesitamos.
Es decir, las personas que necesitan tiroxina o las que necesitan
insulina o las que necesitan cualquier otra hormona, por mucho que
se gradúe, es muy difícil que tenga la cantidad exacta, porque normal-
mente es un mecanismo de “bio feed-back” el que va ajustando la dosis
continuamente.
Entonces, yo me tomo dos pastillas de tiroxina pero, claro, es —de
repente— unas dosis muy alta. El organismo la va regulando: ahora te
doy, ahora sí, ahora no, ahora sí, ahora no, ahora sí, sí, sí, sí, ahora no,
no, no, no; depende del ejercicio, del estrés, de la preocupación, del can-
sancio…, dependiendo de eso, el hipotálamo “se va a sentir aludido” —o
no— para ordenar al tiroides secretar hormona, o no.
Es decir, que todo va a empezar en nuestros sentidos y en nuestra
concepción de las cosas, y, según como nosotros vivamos los acon-
tecimientos, así el hipotálamo se va a dar por aludido —o no— y va a
decir: “¡Ah!, hay que ir deprisa, venga; deprisa, deprisa, deprisa!”. Entonces,
se ve al factor estimulante de la tirotropina, en el hipotálamo, y el hipo-
tálamo —¡pum!— da un golpe al tiroides…, y todo deprisa, todo deprisa,
todo deprisa. Tan deprisa, que se salen los ojos —se ponen gordos—,
con el tiroides gordo…, es lo único gordo que hay. El resto está flaco,
flaco, flaco, porque va consumiendo a toda velocidad. Normalmente, eso
puede ocurrir a lo largo del día.
Alumna: Luego, un poco como excepción a esto, hay dos hormo-
nas que, en lugar de ir a la hipófisis anterior, van a la hipófisis posterior
—que hace como almacén—, y aquí están hasta que hay un impulso
nervioso que las activa, hace que se liberen y vayan al cuerpo. Es, pues,
una variante.
Maestro: Pero, ¿qué es eso? Explícalo un poco más.
Alumna: Son la oxitocina y la hormona antidiurética.
Maestro: Antidiurética. Pero, ¿es un tejido diferente?
Alumna: Es un tejido diferente. La hipófisis anterior es secretora,
es un tejido que secreta hormonas. La hipófisis posterior, es tejido ner-
vioso y almacena las hormonas secretadas por el hipotálamo.
Maestro: Es una prolongación del tejido nervioso.
Alumna: Y ya, cuando están aquí y reciben el estímulo que toca,
se liberan al torrente sanguíneo. Y eso es como un almacén.
37
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
38
INTRODUCCIÓN AL SISTEMA HORMONAL
39
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
40
INTRODUCCIÓN AL SISTEMA HORMONAL
41
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
42
INTRODUCCIÓN AL SISTEMA HORMONAL
43
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
44
INTRODUCCIÓN AL SISTEMA HORMONAL
mismo, casi estamos a la mitad. De cada cuatro nacidos —de cada cuatro,
sí—, mueren dos y quedan dos.
Es decir, la relación nacimiento y mortandad se va acercando
cada vez más. Y eso es muy peligroso para la especie, porque la curva
exponencial de la especie —ahora estamos casi de “tres por dos”—, la
curva exponencial de la especie humana, hasta ahora ha sido así:
45
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
46
INTRODUCCIÓN AL SISTEMA HORMONAL
47
LA DEPRESIÓN
48
LA DEPRESIÓN
49
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
—¿Qué tal?
—¡Ay, qué bueno, qué rico está el café! ¡Ay!, ¿qué tal? ¡Ay, qué buen día
hace! ¡Hace sol!
Es otra historia. Es como estar vivo o muerto.
Cuando los enfermos depresivos nos dicen: “Doctor, es que tengo
ganas de morirme”, lo dicen por quitarse ese estado, pero no saben lo
que es la muerte. De hecho, cuando alguno decide intentar suicidarse
es porque no soporta más vivir así. Realmente, un día de depresión es
suficiente para cogerle un pánico espantoso. Pero lo cierto es que, en esta
forma de vivir, donde los vencedores son los que están continuamente
en esa historia, todos los derrotados, todos los vencidos, todos los per-
dedores, son candidatos a la depresión.
Y claro, ¿quiénes son los perdedores? Todos. Todos, porque no hay
nadie que gane siempre. Puedes ganar un tiempo, puedes ser triunfador
un tiempo. Llega un momento en que alguien te gana.
Entonces, potencialmente, hemos conseguido —digo “hemos”,
genéricamente como especie; el estilo de vida de esta humanidad— que
todos los seres humanos sean potencialmente suicidas. Lo cual es
terrible, porque es prácticamente aniquilar una especie. Porque claro,
todos, en ese territorio de ganar y perder, están al borde de esa depresión;
y cuando se está al borde de la depresión —o se está en la depresión—, la
complicación más grande es el suicidio.
Y de hecho, simplemente estando deprimido, es suficiente para
que nuestro sistema inmune —que nos regula la relación con el exte-
rior— se deprima. Esa inmunodepresión nos da la posibilidad del cata-
rro, de la bronquitis, del herpes, de la infección intestinal, de la cistitis
y otras afecciones; empiezan a pasar cosas. Dice: “¡Bueno! Si yo antes era
una persona sana, ¿no?”.
“Eras” una persona sana, hasta que cambió tu humor y te volviste
una persona triste y preocupada, sin ver las labores de virtud del Creador.
Es como si Dios se hubiera ocultado. Es como si Dios, pasara de ver a la
persona y decirle: “Venga, bonita; venga, bonito. Mira, vamos a hacer esto.
Y te voy a coger las orejas y te voy a dar un besito, y voy a jugar contigo a la
pelota”, a que Dios, de repente —¡bum!—, te dé la espalda. Es como eso;
como si te hubieran quitado todo. Tú sabes que está ahí. Digo “Dios”,
como esa Fuerza que nos mantiene y nos entretiene —para entendernos
fácilmente, rápidamente—. Está ahí, pero nos da la espalda.
Es como si nuestro papá o nuestra mamá está con nosotros. De
repente, le hablamos, se da la vuelta y nos da la espalda. “Oye, papá,
mamá, ¿quieres jugar conmigo?” Y no nos contesta. No nos dice nada, y
50
LA DEPRESIÓN
51
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
52
LA DEPRESIÓN
53
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
54
LA DEPRESIÓN
55
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
56
LA DEPRESIÓN
57
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
58
LA DEPRESIÓN
Abordaje Terapéutico
59
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
60
LA DEPRESIÓN
61
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
62
LA DEPRESIÓN
Es necesario que las ideas se nos queden muy claras para que,
cuando abordemos a esa persona que está en estado depresivo, le haga-
mos ver cómo, su estilo de vida, tiene mucho que ver con su depresión;
que él se lo plantee. Y nosotros, darle algún pequeño puntito, como lo
que estamos diciendo ahora.
No hace mucho tiempo, teníamos la visita de un paciente que era
sacerdote católico. El hombre tenía un estado depresivo. Estaba tomando
pastillas. Y digo:
—Bueno, y usted, ¿por qué…? —Entré en otra onda—. Y usted, ¿por
qué está deprimido? No, no… no lo entiendo, no lo entiendo, no lo entiendo.
—Yo me puse así muy…—. ¡No lo entiendo!
—¿Por qué no lo entiende?
—¡Hombre! , ¡no lo entiendo! ¡Si es usted un sacerdote!, ¡¿cómo va a
tener usted depresión?!
—Pero es que yo soy una persona.
—¡Usted! ¡Qué va a ser una persona! Usted es un cura. Es completa-
mente distinto a una persona. ¡No tiene nada que ver!
Entonces, el hombre… Claro, yo quería sacarle de ese estado.
Estaba deprimido. Había hecho ya tres intentos de suicidio. Es decir, que
la cosa iba muy en serio.
—¡Usted es un cura! Usted no tiene derecho ni tiene capacidad para
entrar en la depresión.
—¿Por qué?
—Porque es usted un cura, y es cristiano, ¿no? Entonces, menos todavía.
Usted tiene que estar esperando la llegada de Cristo. Tiene que estar contento.
¡Qué va a acelerar usted ese asunto del paraíso y morirse antes! Usted se tiene
que fastidiar y estar contento; dar alegría a sus feligreses y transmitir un len-
guaje de esperanza; y transmitir un lenguaje del Cristo revelado y del Cristo
resucitado. Usted no puede deprimirse.
Me miraba así, ¿no?
—Entonces, ¿qué hago yo?
—Lo primero, no tomar ninguna pastilla. Y tenga por seguro que, si se
suicida, va a ir al infierno.
Se rió un poco.
—¡Ay, doctor!
—No, no. Yo sé lo que es el infierno. Usted no lo sabe.
—¿Cómo?
—Sí, que se lo digo yo. Yo sé lo que es el infierno. Usted no lo sabe. Y le
aseguro que, si usted se suicida, usted va al infierno. Y el infierno no es lo que
usted ha pensado, de las llamas y eso; no, no, no, no. Es algo más sutil; algo
63
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
mucho más sutil. Entonces, este médico le amenaza con el infierno, como se
suicide, y le recuerda que usted no es una persona; es un cura, un sacerdote.
Y, como es cristiano, tiene la obligación de nunca ponerse enfermo, porque lo
primero que dijo Cristo a sus discípulos fue: “Id y curad, y resucitad a las gen-
tes”. Es lo primero que les dijo. Como hizo Él. No les dijo: “Id y deprimíos”.
Usted tiene que estar contento, con todo el mundo; tiene que dar un lenguaje
de esperanza.
Y el hombre me miraba:
—Bueno. Es que no sé si seguir el tratamiento contigo.
—¡Ah, encima es usted un cobarde!
Claro, yo tenía que violentarle —porque es que estaba mal, con
una actitud muy mala—, y dije:
—Bueno. Siéntese. Ya no quiero hablar más con usted. Voy tomarle el
pulso y le voy a pinchar, y ya está.
Entonces, se sentó. Y yo tengo por costumbre —como habrán
visto ustedes— arrodillarme, con frecuencia, y tomar el pulso al
paciente. Entonces, me arrodillé a tomarle el pulso, y, en ese momento,
el hombre:
—Levántese. Levántese.
—¿Que me levante? ¿De dónde? ¡Ah! ¿Que me levante yo? No, a mí me
gusta estar de rodillas. Yo no me deprimo por eso.
Me miraba como diciendo: “Este tipo va a acabar conmigo. No me
va a dejar”.
—Pero yo tengo derecho también a deprimirme.
—No. Usted no. Aquél sí. Y aquél que pasa por la calle también. Usted
no. Usted tiene derecho a otras cosas; a eso, no.
—¡Ah, bien!
—No, no. ¿Qué? ¿Cómo? Estamos perdidos. ¿Qué hay de sus feligreses?
¿Qué les va a decir usted a sus feligreses? ¿Que se suiciden? No, no, no, no.
Usted tiene el sacramento sacerdotal, y tiene que cumplir con ello; le guste o
no le guste. Es decir que no, no. Y no puede ponerse enfermo de nada. ¡Ni de
diarrea!
Aquello fue realmente una experiencia muy mágica para él. Y para
un servidor, también. Se fue, después de aquella sesión —su sesión—.
Pasaron dos o tres semanas, y no apareció. Yo pensé: “¡Uh!, éste ya… ¡Yo
qué sé! O se ha suicidado o ha dicho: “Ese médico es malísimo. Ése es un ogro.
Ése es un sinvergüenza”. Total, que, al cabo de dos o tres semanas, apare-
ció: afeitado, peinado, con el clériman así… puesto, muy elegante.
—¿Qué hace usted aquí?
—No, venía a tratamiento.
64
LA DEPRESIÓN
65
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
Abordaje Energético
66
LA DEPRESIÓN
yo puedo ver. Ésta la puedo ver. La espalda no la puedo ver. Tengo que
usar un espejo; ya es trampa. Por mí mismo no puedo ver la espalda.
Simpático y Parasimpático —Yang y Yin— serían “los ejes de mi
carreta” —como dice la canción—: “Porque no engraso los ejes me llaman
abandonao. Si a mí me gusta que suenen, pa’ qué los quiero engrasaos”. Pero
ya el tipo tiene depresión, y él es la carreta. No es otra cosa.
Du Mai y Ren Mai representan la calidad de vida, de humor.
Representan la cara y la espalda de Lo Divino, puesto que —como
saben ustedes— son dos canales extraordinarios que representan al Yin
y al Yang; representan, en alguna medida, el Dao. El Dao que, como dice
Lao Tsé, en su poema: “Existe una Fuerza inconmensurable en el universo,
que da origen y entretiene a todas las cosas. Como no sé su nombre, la llamo
Dao” —es una forma de expresar La Divinidad; o Lo Eterno—.
Ya nos da la pista, la filosofía Taoísta, para tratar esa depresión.
¿Por qué? Pues muy fácil. Porque, en Du Mai, tengo dos resonadores
Dao: “Shen Dao” y “Tao dao”, “El camino, o la vía, o el sentido del
alma”. Del alma; el sentido del alma. “Me siento el alma. Me duele el alma
de tanto quererte, y por eso me alegro; señal de que uno está vivo, porque, si
no, estaría muerto”.
Por eso, “Shen Dao” representa el sistema organizativo del alma
de Dios. El sistema meditativo del alma de Dios. Sí, sí.
Y uno dice: “¡Qué barbaridad acaba de decir este hombre: el alma de
Dios!”. ¡No, no! Dios es algo tan grande, tan grande, tan grande, que
ocupa todo; y está tan cerca, tan cerca, que tiene la pequeña almita de
Gabriel, la pequeña almita —o más grande— de Laura; de cada uno.
Y dice: “¡Hombre, Dios, ¿cómo puede decir usted que Dios tiene alma?”.
¡Claro que sí! ¿Por qué no va a tener alma? ¡Si Él puede tener lo que le
dé la gana!
Shen Dao —puesto que está en Du Mai, en la espalda— es esa parte
que no vemos. Es esa energía hereditaria del Cielo. Es el alma de Dios.
Shen Dao es el alma de Dios, el ánima de Dios. Si no quieren hablar
del alma, porque les da vergüenza, pues digan el ánima; lo que anima.
Dios nos anima a través de Shen Dao.
Shen Dao está entre la 5ª y 6ª vértebra dorsal. Es decir, que llega-
mos —con nuestra mano—; justito, pero llegamos. Cuando lo tengan
feo, porque no tengan ningún acupuntor cercano, entonces buscan un
lugar, una pared, y se frotan.
Así hacen las cabras. Mi madre —que en gloria esté, como se suele
decir— se buscaba un sitio. Yo la veía que se hacía así, en la pared, y yo
le preguntaba:
67
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
68
LA DEPRESIÓN
69
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
70
LA DEPRESIÓN
—No, no. Sí. Tú vales para algo, para quedarte aquí parada y…
—¿Y yo qué hago?
—¿Ves? Para eso. Ya es algo. No todo el mundo tiene ese caché, para
quedarse así… tirar los apuntes ahí, que estaban ya en el suelo… ¡No, pues
cualquiera se agacha!
Esa autoestima. Sin llegar a darse besos a sí mismo —tampoco hay
que pasarse—. Pero de vez en cuando, si no te ve nadie, es buenísimo, buení-
simo. Vas por el pasillo: “No me ve nadie” (y se da un beso). ¡Eso te da ánimo!
Porque claro, a todo el mundo le ha gustado alguna vez casarse consigo
mismo, pero como no te dejan, te tienes que casar con otra persona. “Vengo
a casarme conmigo mismo. ¡Si es lo mejor que he encontrado! No he encontrado a
nadie mejor”. Claro. Entonces, bueno, pues eso de la autoestima.
Shen Dao, Tao Dao. Por favor, que no se les olvide eso.
Y, bueno, ustedes han visto muchas películas de Tarzán. Creo que
todo el mundo ha visto: “¡¡AAAaaaaaaaa!!” (grito de Tarzán). Tarzán hacía
esto para darse ánimos. Tenía miedo. Antes de cogerse a la liana y tirarse, se
daba golpes con el puño, en el pecho: “¡¡AAAaaaaa!!”. Porque aquí, justo
en este lugar, está el equivalente de Shen Dao, que es Shan zhong —en el
centro del pecho—. Es el resonador “Mu (Mo)” del Maestro de Corazón.
Entonces, en caso de apuro, se dan contra la pared, en la espalda,
y se golpean el pecho.
Cuando éramos pequeños, cuando nos enseñaban a rezar, los curas
nos decían: “Por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa…”. Nos
dábamos golpes en el pecho, hasta que nos dábamos cuenta de que la
culpa no era nuestra. “¡Si la culpa no la tengo yo!”. Pero, de momento, el
golpe estaba bien tirado ahí. Claro, lo que pasa es que normalmente no
se daban, sino que hacían un intento. No, no. Hay que dar un poquito
y verán cómo duele. Es justo en el centro del esternón. Unos golpecitos
ahí, vienen bien para el corazón, estimulan el músculo cardíaco, te dan
alegría y te dan vitalidad.
Sobre él también se hace moxibustión.
Sobre Shan Zhong, el 17RM, vamos a actuar, o bien con ese masaje,
o bien —que es lo más habitual— con moxibustión indirecta.
Si aplicamos moxibustión, la secuencia sería: Shen Dao, Tao
Dao, Shan Zhong.
Esta simple variable, no solamente va a cumplir con los presupues-
tos del Yin y del Yang, sino que también va a actuar sobre los sistemas
genéticos, puesto que la energía genética está ligada con los Canales o
las Vías Extraordinarias, sobre todo Du Mai y Ren Mai. Digamos que la
herencia genética masculina estaría en Du Mai, y la herencia genética
71
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
femenina estaría en Ren Mai; como vía del Yang y vía del Yin respecti-
vamente. Aunque, genéricamente, sabemos que la Energía Hereditaria
Ancestral se vehiculiza por Ren Mai, y la Energía Original o de la Crea-
ción se vehiculiza por Du Mai. Pero si queremos llevarlo a la herencia
materna o paterna, la herencia paterna estaría más vehiculizada por
el Du Mai, y la herencia materna por el Ren Mai.
Bien. En cualquiera de los casos, ahora, lo que nos interesa saber es
que también estos tres resonadores van a actuar sobre la configuración
genética del ser. No es que vayan a cambiar los genes, pero sí los van a
situar. Y, probablemente, ésa sea una de las respuestas terapéuticas, o el
motivo o la causa por la cual el paciente responde bien: que vaya a modi-
ficar la posición. Simplemente con que modifique levemente la posición
del gen, ya cambia la respuesta del sujeto. Probablemente, estas mini
variaciones sean las responsables de las respuestas que después demos.
Es importante, a nivel del tratamiento, que mantengamos un
seguimiento lo más prolongado, en cuanto a revisar la evolución del
paciente. Es decir, que si puede ser, tengamos un seguimiento mínimo
de un año. Al principio, a lo mejor lo vemos tres veces por semana, con
masaje o con moxibustión; luego pasamos a dos veces; luego una vez;
luego una vez al mes; luego una vez cada tres meses. Por lo menos cum-
plimentar, así, un año. Y después, pasar a verlo dos sesiones al año. Y
luego, finalmente, una vez cada año.
¿Por qué? Porque las posibilidades de recaída son muy frecuen-
tes. Porque, indudablemente, estando en la idea de que la causa más
frecuente de la depresión va a estar ligada al estilo de vida, probable-
mente esa persona —aunque cambie algo de su estilo de vida— va a
seguir inmersa en el estilo de vida que hay ahora.
* A partir de aquí, se hará referencia a la guerra que estaba teniendo lugar, en ese
tiempo, en Afganistán.
72
LA DEPRESIÓN
73
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
74
LA DEPRESIÓN
otro, pero, sea cual sea la ley, ésa siempre favorecerá más a un lado que
a otro, con lo cual, la balanza, casi siempre se inclinará hacia una parte.
¿Se entiende eso?
Entonces, la pregunta es ésa: Bueno, ¿cómo yo puedo influir en
ese movimiento de lo privado, de lo propio, de “mío” —son pala-
bras: privado, propio, mío, personal…— que nos hacen sentirnos
apegados?
Hay tres cosas que podemos sacar, así, de entrada, para actuar sobre
este estilo de vida:
75
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
76
LA DEPRESIÓN
77
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
78
LA DEPRESIÓN
El Qigong de la Paz
El Qi Gong es ese Qi, luz, impulso neurológico que llega al hipo-
tálamo. Ése es el Qi. Ese Qi que, genéricamente, mueve todas las cosas.
Si yo lo puedo agilizar, lo puedo armonizar, lo puedo equilibrar, con la
intención de que ese Qi sirva, sea servidor; con la intención de que ese
Qi no interfiera; con la intención de que ese Qi busque la armonía, y el
hombre no lo use como combate, evidentemente voy a influir sobre todo
el sistema, como humanidad.
Como soy parte de la humanidad, en la medida en que maneje
mi Qi, voy a influir sobre la humanidad. Probablemente no lo vaya
a ver —como tal— en toda la humanidad porque, claro, la humani-
dad no es una asociación —“la asociación humanidad”— que me va a
comunicar que he sido eficaz. No. Hay seis mil millones de personas
y procesos muy diversos. Pero, evidentemente, yo, con mi Qi, puedo
hacer que las cosas tomen —o colaborar en que las cosas tomen— un
rumbo —el que sea—, que no es el de mi voluntad. Es decir: que, den-
tro del equilibrio y de la armonía del Qi, hay infinidad de variables.
No es decir: “Voy a hacer un Qi Gong para la paz…”. Hay muchas for-
mas de paz; no hay una sola. Nos han contado que “la paz es que no
haya guerra”, pero es que hay tantos tipos de guerra que… bueno, hay
tantas paces como tipos de guerra: la guerra psicológica, la guerra de
religiones, la guerra de los artistas, la guerra de los cantantes… Claro,
no usan pistolas ni bombas —usan otras cosas— pero, ¿es guerra o no?
¡Claro que es guerra! La guerra del hombre consigo mismo, para supe-
rarse, ¡es una guerra!
Entonces, hay tantas paces como guerras. Y las variables de la gue-
rra son infinitas. Si yo hago un movimiento en el sentido de la paz, no
estoy proponiendo una paz concreta. Eso es lo importante. Estoy pro-
poniendo una convivencia de paz: como artista, como militar, como
cantante, como lo que sea; como lo que toque ser. Y, por supuesto, en esa
medida van a desaparecer —o desaparecerían— opciones que tienden,
79
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
80
LA DEPRESIÓN
81
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
82
LA DEPRESIÓN
83
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
84
LA DEPRESIÓN
85
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
86
LA DEPRESIÓN
87
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
88
LA DEPRESIÓN
2 7
8
6 3
89
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
90
LA DEPRESIÓN
91
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
a entender una expresión de amor diferente, que tiene otra calidez. “Je
t’aime”. En ese “Je”, hay un compromiso; sí, de los grandes. Te amo va
con beso incluido: “Je t’aime”; con beso incluido. No se puede comparar
con: “Yo te amo”. ¡Hombre…! Eso se dice: “Ich liebe dich”. Es un amor de
garganta. Sí, también los alemanes se aman, pero de otra forma: más
duro. Les cuesta más; es más gutural.
En chino: “Ai Jing”. El amor en chino es mucho más cerrado
—“Ai Jing”—, apenas se mueven los labios. Y tienden a moverlo poco.
Y depende también de la región. En cambio, el francés es más… —“Je
t’aime”— que lo sepa todo el mundo.
El inglés también es más… “I love you”. Se queda ahí como retenido.
Y el italiano es un amor más… más real: “Ti amo. Ti amo. Ti amo”.
Como el amor del tío y del sobrino, gritando:
—¡¡Ti amo!!” —vulgar.
—¡No grites tanto, hombre! Que salpicas. Me estás salpicando.
En árabe —“ —أحبكMajabbak“. Se deja ver la lengua en la boca (éste
es el sonido). Ésa es una forma. Hay otra forma más espiritual: “Ajabbaki,
ajabbaki, ajabbaki”; más de la garganta —y en lo coloquial, “Jabibi” (éste
es el sonido)—. Pero no se suele emplear mucho. Más, en los cantos, por-
que la palabra “Amor”, en árabe, está más ligada a Dios, y hay que pro-
curar decirla poco. Así como nosotros, en Occidente, la usamos mucho:
“¡Ah!, porque te amo… te quiero mucho… yo quiero mucho… porque amo
mucho… porque yo quiero mucho a no sé quién”; en el sentido islámico del
término, esa palabra está reservada, sobre todo, a la relación con Dios.
Con Él, sí, pero con las demás personas, la relación es de afecto.
Hemos tenido la oportunidad —en resumen— de ver cómo, la
formación del sanador, en Occidente, requiere de una gran capacidad
memorística que estaba en el “hipocampo”.
Esa gran memoria nos ha permitido recorrer el Sistema Hormonal,
para ver cómo funciona: a través del “hipotálamo”. Dos “hipos”. Y eso
nos ha permitido ver el caudal de reflejos del bio feed-back que hay en
el sistema hormonal.
Y nos ha permitido ver cómo pasa la palabra a la acción; la acción,
a la palabra; cómo, lo no conformado, se conforma; cómo, la forma,
influye en lo no conformado; cómo, desde el no-ser, se conforma el ser;
cómo, desde la luz, se genera la configuración.
Y de ahí nos ha permitido ver cómo, en la medida en que este meca-
nismo empieza a desfallecer, puede aparecer —y aparece, de hecho—,
como estilo de vida, una enfermedad —vamos a llamarla así—, que es
la depresión; que nos coloca en una posición difícil, como humanidad;
92
LA DEPRESIÓN
93
LLAMADA ORANTE
¡Ay!, Amor.
¡Ay!, Amor, que a fuerza de querer tanto,
ya no sé… ya no sé dónde está el encanto.
Sé que el amor se llevó el llanto
y dejó el perfume de la flor.
¡Ay!, Amor,
enamorador de nubes,
que silbas con tu viento enamorado,
y me haces caer como hacia un abismo, donde sé que están tus manos.
94
LLAMADA ORANTE
¡Ay!, Amor,
Amor de Eterna Creación, cómo me llamas desde aquellos brazos,
con aquellas caras, con aquellos otros como yo.
$$$
95
MEDITACIÓN
—Sobre la Violencia—
$$$
97
LA VIOLENCIA
E
mpezábamos la meditación con otro síntoma de ese ser de
humanidad: la violencia —no digamos que es el otro extremo,
sino que en esa misma onda—, con ese paciente que tenía ese
síntoma de depresión.
Hacíamos algunas acotaciones en torno a si, el hombre, de por sí,
era violento. Si miraba violentamente —con una cierta vehemencia vio-
lenta— o no, o eso era una cosa que iba aprendiendo, que le iban ense-
ñando otros. Ahí estamos siempre ante el dilema del huevo y la gallina:
¿qué fue antes, el huevo o la gallina? Pues la gallina puso el huevo…
Pues el huevo tuvo gallina o tuvo gallo… Bueno, la resultante es que da
la impresión —y ya está aceptado popularmente— de que la violencia es
parte natural del hombre. Y ya está.
No hay mucho interés, más que discutir el tema, en decir: “Vamos
a replantear el tema”. Porque claro, si eso es consustancial, bien está hacer
guerra, bien está meterse la zancadilla, bien está golpearse… Pues ya
está, ¡vamos a organizar las peleas! ¡Claro, claro! Porque aquellos que
sean pacíficos, es que no están de acuerdo con su naturaleza. Necesitan
zurrarse un poco; necesitan pegarse.
De hecho, en New York, antes —cuando existía New York; ahora
parece ser que ya no existe, pero cuando existía—, en los bajos de
los edificios de oficinas —y seguirán existiendo, me imagino— había
centros en los que los ejecutivos pagaban para que les dieran una
paliza. Sí, sí. Bajaban, pagaban, y salía allí un elefante de esos grandes
—blancos o negros— y, en la oscuridad, les pegaban una paliza. Pero
sin dejarles huellas; es decir, con guantes y con cosas amortiguado-
ras. Y el tipo salía nuevo. ¡Pero nuevo! Es decir, necesitaba vivir la
violencia.
En política dicen que se da eso: que necesitan vivir la violencia.
Claro; por eso a veces vemos un político en un discurso, y le vemos ¡con
una mala idea!… Un discurso violento, de esos del señor “A”, en el norte.
Parece que es Benito Mussolini en sus mejores tiempos. Y dices: “Bueno,
¿y esta violencia?”.
98
LA VIOLENCIA
Es decir, igual que dice el refrán: “Hay miradas que matan”. Y efec-
tivamente, hay veces que a uno lo miran de tal forma que dices: “¡Dios
mío, Dios mío! Menos mal que he traído el escudo anti-miradas, que hoy me
he levantado con él, porque es que, si me dejo, me traspasa”. Y bueno, quien
dice la mirada, dice el gesto, dice la palabra, dice la actitud con la que
la persona expresa un lenguaje; y se vuelve violenta o violento, con su
entorno y —esto nos interesa un poco más todavía— con él mismo.
Quizás la violencia ya ha traspasado la frontera de ir contra el otro.
Ya quizás hemos traspasado la frontera de Caín contra Abel. Ahora es
Caín contra Caín, Abel contra Abel. Y eso ya nos sitúa en una posición
muy cercana a esa depresión; porque si el sujeto va violentamente contra
sí mismo, está en el borde del suicidio. Y, de hecho, si ustedes se fijan,
muchos actos violentos terminan en suicidio.
Esos sujetos violentos que entran con una escopeta, matan a tres o
cuatro, liquidan a la familia, y luego terminan pegándose un tiro, ¿no?
Dices: “¡Jolín, qué raro!”. Llama la atención esa violencia que, finalmente,
va calculada para acabar consigo mismos.
En “otro tiempo” —entre comillas; es también este tiempo—, la
violencia era un método para conseguir algo. Justifico mi violencia y,
violentamente, soy más fuerte: te quito el cuaderno o te cojo otra cosa;
o te controlo o te castigo o incluso me recreo en hacerte daño. La vio-
lencia gratuita.
99
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
100
LA VIOLENCIA
La violencia placentera
101
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
102
LA VIOLENCIA
tú la coges. Como las flechas o los cuchillos. Pero las balas son más difí-
ciles porque no las ves. Van muy rápido.
Entonces, el hombre estaba empeñado en traerme un revólver;
hasta que un día me trajo uno, con los números rayados y todo.
—No, no, no. Además, ese modelo no me gusta. Yo quiero una más
grande. Algo que impresione.
Y bueno, ya se le pasó al hombre, poco a poco, la cosa. Por la segu-
ridad, por no sé qué… Digo: “Mire. Las armas —como dice aquél— las
carga el diablo”. Si las tienes, terminas usándolas. Siempre hay un motivo.
“No, disparé para asustar. No, disparé al suelo para tal. Disparé al aire para
que se fuera”… Y un día, en vez de disparar al aire, apuntas a la cabeza.
¡Imagínate!
Esa disposición de violencia está tan extendida, que todo es una
justificación natural. Bueno, de hecho, en el país que ahora está de moda
—los Estados Unidos—, como saben, la venta de armas es por correo.
“Oye, mándame un rifle Winchester calibre 36, bala de no sé qué no sé cuál”.
Y te lo mandan por SEUR —Servicio urgente de transportes—.
Allí, los padres enseñan a los niños, desde muy jóvenes, a disparar.
¿Por qué no? Todo eso se va contagiando, y ya la violencia es algo que
hace falta. Sí, lo han introducido tanto, que aquellas personas que no
tienen una pequeña dosis de violencia por lo menos cada “X” tiempo,
entran incluso en depresión, porque les falta algo: violencia.
Claro, se ha confundido —y psicológicamente se habla de ello—
con un cierto grado de estrés, un cierto grado de tensión —que sí nece-
sita el ser—, que supone una preocupación, un plan, un proyecto, un
tiempo que tienes que cumplir.
Eso yo no lo llamaría violencia; lo llamaría “un cierto grado de exi-
gencia natural que te impone el medio”. De repente, no salen las judías.
La tierra está ahí, hay que picar… Tú necesitas estar mínimamente alerta
para que la cosecha se produzca. Sí hay un cierto grado de… vamos a
llamarlo “estrés” —yo creo que no, que es de demanda mutua— para
que cada cual dé lo que tiene que dar. Son mecanismos de bio feed-back.
Si sale no sé qué, pues se produce no sé cuál, y nos vamos regulando.
Ahora yo te doy esto, pero luego tú me das lo otro, etcétera. Ese estímulo
consustancial con la relación entre especies, y de la propia especie en sí
misma. Pero de ahí a que se necesite un pacto violento, de forma siste-
mática, hay mucha diferencia, mucha distancia.
Si ustedes se fijan —y ahora me imagino que ya repasarán, sin que-
rer, situaciones y personas—, hay personas que siempre están metidas en
algún asunto violento. ¡Siempre! Violencia familiar: Ahora me peleo con
103
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
104
LA VIOLENCIA
a la corta, eso tenía solución. Ahora pienso que no. No. Son así y ya está.
¡Son! Es así. Tiene que ser así. Entonces…
—¿Qué puedo hacer con tanta violencia?
—Nada. Pues consumirte en ella. No tiene solución.
—¡Hombre, no me diga eso!
—¿Qué te voy a decir? ¿Qué te voy a decir?
Si es que no hay posibilidad. La persona ya está tan convencida de
que eso es así, está tan convencida de que no hay otra opción, que no
hay otra opción. Yo creo que, en esos casos, no hay que empeñarse en
ser de otra forma. Es así. Ya está. Déjalo, déjalo. No hay que darle más
vueltas. Hay casos en que sí, que tú ves posibilidades, pero hay otros que
no; que no. “Es así, ya está. Disfruta, chica; disfruta chico. Disfruta con la
violencia. Procura no apuntar para aquí, ¡porque te pego una hostia que te
estampo contra la pared!, porque soy mucho más violento que tú. Entonces, ya
está. Queda claro, ¿verdad? Estupendo, ya está”.
Claro. Es decir que, a veces, en el transcurso de la evolución de la
vida y del universo, uno va a una determinada velocidad, y si alguien se
empeña en agarrarte y entretenerte, dices:
—Señora, ¿qué le pasa a usted?
—No, es que verá… es que tengo un problema.
—Tienes tres segundos para resolverlo. Uno, dos, tres. ¿No lo resuelves?
Quita. ¡Se acabó! ¡Hombre, yo no me puedo parar! Pero, ¿es que vamos a parar
la vida porque tú estés de mal humor hoy? ¡Anda, vete a la mierda, hombre!
¡Métete en la cama! O debajo de la cama —mucho mejor, que hace frío—…
y ya se te pasará el mal humor. Sufre. ¿Qué es lo que quieres? ¿Sufrir? ¡Pues
sufre!; sufre a gusto, pero no hagas sufrir a los demás.
Claro. Al menos, al violento hay que pedirle —en definitiva, así
ha evolucionado— que finalmente se haga daño a sí mismo; y, si tiene
suerte, que lo disfrute. Sí, porque claro, el violento que hace daño a los
demás, termina convenciendo a los demás de que la violencia tiene que
ser inevitable. Termina convenciéndoles. Hay personas que te empiezan
a chinchar, y dicen:
—Es que estoy intentando violentarte.
—¡Ah!, ¿sí? ¡Aaah! Pues mira, pueden pasar dos cosas: que, efectiva-
mente, me violentes; pero me violentes hasta tal punto, que mi violencia sea
totalmente incontrolada y no puedas hacer nada, y desaparezcas y ya está, y
no vuelvas a violentar a nadie —ése es un método—; o que te agotes en ta y
ta y ta, y venga y venga, y veas que no, que… ¡Aah!, olvídame, chico. ¿Que
estás de mal humor? Pues estás de mal humor. ¿Que estás deprimido? Sigue
deprimido. ¿Que no quieres…?
105
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
106
LA VIOLENCIA
107
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
108
LA VIOLENCIA
109
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
110
LA VIOLENCIA
111
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
Una táctica buena para esos casos, algunas veces —aparte del primer
caso, muy excepcional— es que, una vez que la otra persona ha bajado la
guardia y ya no intenta enfadarte, entonces tú recoges el testigo y dices:
“Ahora voy yo”. Porque en ese momento están totalmente indefensos. Ahí,
sí, cualquier cosa enseguida les enfada. “Ah, no me digas que te vas a enfadar
tú. ¿Tú? ¡No puede ser!”. Y ya le has desquiciado. Y eso a veces sirve, porque
se dan cuenta de lo malísimos que han sido tratando de violentarte así, y,
al no conseguirlo, ellos se han descuidado, y tú les dices cualquier cosa y:
—¡Buaaaaaa!
—¿No te habrás enfadado, no? Si tan sólo te he hecho una cosita de
nada. Tan sólo he cogido el punzón y te lo he clavado en el cuello, así. ¿Por una
cosa tan tonta te vas a enfadar? ¡No, hombre, por favor!
Yo me inclino, sin duda, por el aguante. Por esa posición en que,
cuando tú ves que la persona viene con la aguja de marear, y está inten-
tando meterte un taco por algún sitio: “No me cabrees… No me cabrees”.
Existe siempre la posibilidad de irse a comprar tabaco: “Espera un
momento, que ahora vengo. Un momentito”. La persona está preparándose,
a ver qué putada te va a hacer, y tú ya no vuelves. Al día siguiente:
—Te estuve esperando.
—Discúlpame. Es que me encontré con un antiguo amigo del curso
del Pilar.
—¿Aquí?
—Aquí, fíjate. ¿Quién lo iba a decir? ¡En la Mancha! Y no pude volver.
Disculpa, discúlpame.
Y ya se le ha pasado. Porque si no, son personas que, con cierta
habilidad, te llegan y te llenan de agujeros por todos lados. Y tú ya sal-
tas: “¡Mecagüendiez!”. Y ya lo ha conseguido. Ya me cabreó; o me sacó la
piedra. Y yo no quería.
Tú no querías. Pero tú tienes todavía esa violencia dentro, y claro,
cuando te la tocan, pues sale. Es cuestión de provocarla.
Con los pensamientos, se puede ser enormemente violento. La
persona empieza a pensar, y empieza a montarse unas películas… Y de
repente, se da cuenta y dice: “¡Uy! Ya me he cargado a cuatro. ¡Qué bestia!
¡Borra, borra, borra!”.
En ese aspecto, en algunos casos es muy difícil de calibrar. Exclu-
yendo las enfermedades auto-agresivas —que son muy claras de ver—,
en las que el sujeto ha ejercido una violencia sobre sí mismo, es muy difí-
cil poder decir: “Este hombre tiene la enfermedad de la violencia, como tal”.
Lo consideramos una enfermedad —igual que hablábamos de la depre-
sión—, en el sentido de que “el estilo de vida” produce esa situación.
112
LA VIOLENCIA
113
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
114
LA VIOLENCIA
115
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
116
LA VIOLENCIA
Actuación humanista
Ver si es una violencia activa o pasiva y, aparte de poder conver-
sar, hacerle ver al sujeto —sea él o ella— si está ejerciendo una violencia
activa o pasiva, y que la identifique. Es decir:
Pasiva: identifique que usted no está cumpliendo con su débito,
con su posición, y por eso también se siente mal. En la medida que usted
cumpla con su posición, usted se va a sentir bien y va a hacer que el otro
no desate su violencia.
Activa: es usted una persona violenta de por sí. Es una violen-
cia activa, porque la sociedad y la cultura le han llevado a ver que sólo
los triunfadores son los que valen. Entonces, dese cuenta del esfuerzo y
del trabajo que tiene que desarrollar para mantener esa posición, y dese
cuenta de lo inútil o lo inhábil que deja usted a otros; de cómo usted,
con su violencia de triunfador, anula las posibilidades de otro. Es decir,
que se tome consciencia de que ese triunfador se está gestando en base
al dolor y al fracaso de otro, que podría triunfar en su espacio, y usted lo
ha usurpado.
No se hace este comentario en un plano de reproche sino en el
plano de evidenciar esa realidad.
Con la palabra se puede llegar hasta un determinado lugar. En
principio, debería ser suficiente, pero a veces no lo es. Y nosotros tene-
mos que, una vez establecido el diagnóstico…
117
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
118
LA VIOLENCIA
otra parte, es el que regula el paso del Yin al Yang. Y éste sería el
responsable de esa violencia activa. Es decir, recoge todo el rencor, el
odio, y en un momento determinado —¡bum!— lo suelta.
Y el Pulmón, porque el Pulmón es el maestro de la energía. Y,
como maestro de la energía, va a participar inevitablemente. Y con
su recuerdo —que se puede volver nostálgico, que se puede poner pesa-
dón, que se puede poner destartalado…— empieza a generar una violen-
cia pasiva.
Es el encargado de la paz “esmerada”. La paz necesita un esmero,
un cuidado especial.
Finalmente van a estar comprometidos todos los reinos, pero están
más comprometidos esos dos.
En condiciones normales, esos reinos no tienen porqué dar nin-
gún tipo de violencia, porque partíamos de la base de que la violencia no
es un acontecimiento natural, fisiológico y saludable, sino por todo lo
contrario; aunque el hombre la haya practicado —y la siga practicando—
desde hace miles de años. ¡Hemos cometido tantos errores, a lo largo de
tantos miles de años!… El hecho de que una cosa se repita tantas veces
no significa que sea buena.
También el código genético repite cosas malas, y las repite miles
de veces; y gracias a eso sale un niño deforme. También suicidas infan-
tes… Es posible que, efectivamente, haya niños que en edades pequeñas
—dos, tres, cuatro meses—, si tienen mucha violencia a su alrededor,
decidan no comer, no dormir, no… y se mueran. Pero no llamaría a eso
un acto violento de suicidio. Creo, más bien, que es una estructura viva
—porque todavía no tiene consciencia— que ve que su proyecto vital es
difícil, y se auto-aniquila.
Pero también es mucho más frecuente que, justo como promesa de
vida, esos bebés chicos, cuando están sometidos a dificultades terribles
de su entorno, desarrollan un insisto de vivir tan bestial, que uno no se
explica cómo es que están vivos. Porque lo normal, en ese ambiente,
sería que murieran, y no.
Es decir, la vida tiene un potencial muy grande de supervivencia.
Entonces —en definitiva— creo que, más que una actitud suicida similar
al adulto —que quiere acabar consigo mismo—, es una actitud de la vida,
porque no es una actitud consciente. El adulto, conscientemente decide
suicidarse. En el caso del bebé que deja de comer, deja de dormir, es más
una actitud de instinto —más que de conciencia—. Yo no lo llamaría
“suicidio”, lo llamaría “instinto de supervivencia”: que, al ver que no es
viable su proyecto, renuncia; renuncia a participar de los mecanismos
119
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
120
LA VIOLENCIA
121
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
122
LA VIOLENCIA
123
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
124
LA VIOLENCIA
—El caso es que esto que está haciendo es interesante. ¿Y por qué no lo
hago yo?
—Bueno. Si quieres…
O se le ignora y, entonces, de él tiene que salir esa actitud —por su
Pulmón, su Reino Mutante del Metal: el que controla la energía, el que
tiene que salir a flote para sobrevivir—, o bien, le entusiasmas con alguna
idea. Y por eso ahí, el Fuego —que es el encargado de la alegría, del buen
humor, etcétera— es el que va a impactar, en el sentido positivo, para
frenar esa violencia pasiva. Porque esa violencia pasiva se puede hacer
muy grande.
La violencia activa obedece, básicamente, a una perturbación del
Reino Mutante de la Madera; y la pasiva, al Reino Mutante del Metal.
¿Y qué es lo que pasa en esos Reinos, para que se genere esa actitud
de violencia pasiva o activa?
El modelo o el estilo de vida que tiene hoy la humanidad
en general —de poder, de mandar, de competir, de ganar, de poseer,
de controlar…— es un modelo que lo que trata es de suplantar a
La Creación, al Creador, a la Forma Creadora. Por eso surge. Es la
envidia de Dios. El hombre envidia a Dios, y por eso genera este
modelo que tenemos ahora, en el que vivimos; y por eso, el modelo
es la riqueza, fundamentalmente. Porque, ¿quién es el ser más rico del
universo? Dios. Todo lo tiene. “Vives como Dios” —se suele decir—.
“Eres como Dios”. “Es que vives como Dios, Marqués”. “Cada vez te pareces
más a Dios”.
¡Con la cantidad de problemas que debe de tener Dios!, ¿no? Se lo
pueden imaginar. Porque claro, es muy fácil decir: “Es que es un modelo
malo, negativo”. No, no, no. Aquí no estamos ni juzgando la violencia
ni nada, como tampoco juzgábamos la depresión; simplemente, ver por
qué surge.
Entonces: “Ah, yo sé que surge por el modelo de vida. Y el modelo de
vida surge como una actitud espiritual: la actitud espiritual de rebelarse ante
Dios y querer ser Dios, sin lograrlo, porque no se es. Pero el hombre lo intenta,
y el modelo básico es la riqueza”.
¿Qué es lo más rico que hay? La Creación, el Universo, Dios, llá-
malo como quieras. Yo trato de imitarle —así de simple—, y en lo más
sutil: en los dineros, en la posesión, en el control, en el dominio, en la
manipulación de los otros, etcétera. Como la Creación hace con noso-
tros. Y por eso surge el modelo capitalista. Es así de simple. Bueno, de
simple… no tan simple. Es complicado. Pero es importante conocer la
génesis para no juzgar, sino para saber por qué.
125
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
126
LA VIOLENCIA
La envidia. Pero ya no es hacia Dios. Por eso hay esos dos tipos de vio-
lencia. La violencia pasiva es una violencia relacionada con Dios. La vio-
lencia activa es una violencia relacionada con los hombres.
Hay situaciones de excepción, por supuesto, y hay sujetos que no
son violentos; ni activos ni pasivos. Pero en este estilo de vida, habi-
tualmente, el sujeto se va a inclinar o por un lado o por otro. O está
ejercitando una violencia pasiva o una violencia activa. Y lo que estamos
tratando es de salirnos de esa situación, de no ser ni violentos activos ni
violentos pasivos.
Alumno: ¿Cómo hacer, en una situación de violencia activa o
pasiva? Por ejemplo, si veo a alguien que le está agarrando a golpes
a otro, ¿qué hago? ¿Me quedo pasivo o le agarro a golpes yo? O que
haya un entierro, y yo estoy contento ese día. No voy a ir todo alegre
al entierro…
Maestro: Claro, si vas a un entierro y empiezas a abrir las bote-
llas de champagne, pareciera que te alegraras de que el sujeto se haya
muerto. Puedes hacer otra cosa: no ir. Seguir tu juerga por ahí. Claro, ahí
sí los violentas a ellos.
Es decir, hay que saber en qué medida tú te introduces en un espa-
cio, y con qué actitud. No vale decir: “¡Ah!, es que yo no sabía”. No, no.
Tú sabías que en un entierro la gente está triste —normalmente— por-
que no les gusta que el muerto se haya muerto. Y si tú llegas cantando
y contento, pues: “¡Hala. Vine por ti, Manolito. Hala, qué a gusto vas a
estar, jugando…!”. No, hombre. A lo mejor a los familiares y amigos no
les agrada mucho ese asunto. Lo mejor es que te disculpes y no vayas al
entierro; porque ese día estás tú muy contento.
Si te pilla un día triste, es un día estupendo para ir a un entierro.
Vas a pegar estupendamente. “Por favor, invítenme a los entierros sólo los
martes de cuaresma y en otoño. Es cuando estoy triste. Absténganse el resto del
año”. Ponlo en tu tarjeta. “Así que, si se muere alguien el resto del año, no
me invite, porque no voy a ir. Porque en esa época estoy muy contento. Estoy
hecho un mono que sube y baja por todos lados, y no estoy dispuesto a ir a
ningún entierro”.
Alumno: Y en el caso de que entro en un cuarto y, de repente, veo
que están violando a alguien, a mi hermana o a alguien así muy querido,
¿qué hago? “Disculpa”, como cuando entras al baño, o… A eso me refiero
cuando lo de los golpes, que no sé si ser pasivo o activo.
Maestro: Hombre, pones ejemplos así, ¡muy comunes!, muy coti-
dianos. Son cosas muy… —habitualmente, vas al cuarto y ves cómo violan
a tu madre, o cómo matan a tu hermana— son cosas muy corrientes: “Dis-
127
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
culpa, que voy a orinar. Sigue, sigue”. No suele —afortunadamente— ser así.
Y, ¿que puede pasar, que llegues y te encuentres con esa papeleta? Puede
ser. Pero, en cualquier caso, si te encuentras con esa papeleta, hombre, ahí
depende mucho de la preparación que tengas y cuál sea tu actitud.
Evidentemente, el señor que esté haciendo una cosa de ese tipo
—bien sea asesinato o violación— y tú le pillas “in fraganti", de entrada
va a tratar de eliminarte porque tú eres un obstáculo para él. O va a tratar
de huir. A lo mejor con tu sola presencia, dice: “¡Joder! ¡Qué tipo acaba de
llegar aquí!”. Se asusta y haces que corra. Pero puede ser que no; puede ser
que te coja a ti también de rehén, o te trate de golpear o alguna cosa. Ahí
habrá que defenderse. Y, en cualquier caso, si se da la oportunidad: “Dis-
culpen, ¿algún problema con la situación? ¿Tiene usted alguna necesidad?”.
¡Sí! Todo lo que sea estar en una posición educada, pues siempre
crea un mínimo estado de reflexión.
Tú ves la gran bronca, la gran historia, y —normalmente— la gente
suele meterse a separar a cada cual; en cambio, si tú llegas, ves la gran
pelea y te sientas así, a ver, los que se están peleando, de repente deparan
en ti. Dicen:
—¿Qué pasa?
—No, nada. No pasa nada. Eso quisiera yo saber: por qué se están
pegando. ¿Por qué?
Tu misma posición y actitud hace que deparen en ti y, de momento,
paren y te recriminen por qué tú no estás tan violento como ellos.
—No, pues ¿y por qué nos vamos a pelear? Si es mucho más prác-
tico…?
Yo he visto una escena de ese tipo con un policía, que es difí-
cil. Esto fue en Cádiz. Yo estaba parado en un puente, estaba viendo el
ambiente y, de repente, un coche se atravesó; salieron dos tipos, y se
fueron el uno a por el otro: “¡Hijo de puta!”. Y empezaron a agarrarse, a
empujarse y a golpearse. Y que si se daban, que si no se daban… ¡Unos
insultos! Al cabo del rato apareció un policía municipal: “Señores, buenos
días. ¿Qué ocurre?”. Y claro, al ver al policía, los tipos se pararon.
—Bueno, bueno, bueno. Calma, calma, calma. Tengamos paciencia. Ya
veremos. Aparquen los coches. Péguenlos ahí. Aparquen, aparquen.
—No, porque la culpa la tiene él…
—Por favor, silencio. Dejen de insultarse —el tipo así, muy tranquilo.
—Aparquen el coche para que no molesten a los demás. Acompáñenme,
por favor.
Claro, yo veía la película, y me fui detrás, a ver qué pasaba. Se
metieron al bar, y yo al lado, en el bar.
128
LA VIOLENCIA
129
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
130
LA VIOLENCIA
131
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
132
LA VIOLENCIA
133
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
134
LA VIOLENCIA
135
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
136
LA VIOLENCIA
137
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
138
LA VIOLENCIA
139
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
140
LA VIOLENCIA
141
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
142
LA VIOLENCIA
143
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
144
LA VIOLENCIA
145
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
146
LA VIOLENCIA
147
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
148
LA VIOLENCIA
149
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
150
LA VIOLENCIA
151
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
152
LA VIOLENCIA
153
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
Como le decía yo, hace poco, a una persona cuyo marido la perse-
guía —se habían divorciado—, la llamaba por teléfono, la insultaba…
—Pero, ¿por qué no se va usted a otro sitio, a vivir?
—¿A otro sitio?
—Sí.
—¿Y mi niño? Porque mi niño quiere ver a su padre.
—Su niño es un niño de dos años. Un niño no sabe qué es padre o qué
es madre. No sabe. Eso es una cosa cultural. Usted va a terminar mal. Ese
hombre tiene mucha violencia con usted. Es capaz de matarla a usted y al hijo.
Márchese. No hay otra solución. Ustedes ya han agotado su tiempo de diálogo.
No pueden dialogar; ya no pueden, no es viable el diálogo. Cuando el diálogo
ya no es viable, se convierte en una forma de violencia más fuerte.
Como decíamos sobre las conversaciones de paz. A mayores con-
versaciones de paz, más violencia. Ésas son las que decantan, todavía,
mucha más violencia. Entonces, me decía la mujer:
—Bueno, y ahora, ¿dónde me voy a vivir?
—A Australia. Sí, lejos, lejos. Cuando digo “lejos”, es lejísimos: a Aus-
tralia. Y ya está. ¡Adiós, “baby”, que te vaya bien!
—¿Y mi niño?
—Pues su niño se va con usted, claro, no se va a quedar con ese bestia.
No, usted se va.
—Ya, pero…
—No hay más que hablar. Haga usted lo que quiera.
El otro día le dio una paliza…, casi la mata.
—Se lo dije: márchese.
—No. Le he denunciado a la policía.
—Eso no sirve para nada. Va a acabar con usted y con el niño. Y todo
porque usted está apegada a él. Usted está apegada a ese concepto de familia,
que es equivocado. No, no, el concepto de familia es un concepto creativo,
amplificado, que se desarrolla, que tiene o debe tener multitud de variables.
Claro, si usted está aferrada a eso, necesita que el papá del niño esté ahí. Y
está expuesto a que mañana lo mate. Como es su papá, puede matarlo. No,
hombre; no. Usted tiene que buscar una vía. Y como no es indiferente…
—No, no. Es que, claro, en definitiva, es su padre. Porque yo quiero que
el niño…
—Pero ¿cuántos niños hay huérfanos en el mundo? ¿Cuántos niños
hemos crecido sin padre, con padre, con Espíritu Santo o con lo que sea? ¡Hom-
bre por favor! ¡Dale un poco de oportunidad a la vida!
A todo esto, el niño no duerme, el niño tiene asma, el niño está
desesperado. Claro, ¿cómo va a estar el niño? Pues mal. “Coge y márchate,
154
LA VIOLENCIA
muchacha. Vete por ahí y deja a este hombre. Y él rápidamente buscará otra
vía. Él no te va a perseguir, no. Tranquila que no”. ¡Pues no hay forma!
Hay que buscar alguna manera de que, si falla el consejo, si falla la
sugerencia, que la propia persona se vaya dando cuenta de la verdadera
solución ante eso. Estamos poniendo el ejemplo de la violencia familiar
en el caso del divorciado. Que de esa persona salga una actitud indife-
rente, que diga: “Ya no me interesas. Entonces, yo, ¡clac! Corto”.
Es como una cosa así, “clac”. No se sabe cómo llega, pero llega. “El
otro día me llamaste por teléfono y me insultaste, y me dijiste: “Eres un desgra-
ciado, un hijo de puta, no sé qué… no sé cuál… Y colgaste. Y te fuiste así…”.
Y de repente, un día, coges el teléfono… y es una experiencia maravi-
llosa: de repente, no te importa. Es mágico. Al día siguiente otra vez, como
de costumbre, a las tres de la mañana o las cuatro: Rin-rin, rin-rin…
—Eres un hijo de puta, un cabrón…
—Vamos a hacer un poquito de Qi Gong. Nada. Tranquilo.
Claro, cuando la otra persona ve que no hay efectos, se acabó.
Después de pasar un calvario de casi diez años, de repente se acaba. ¿Por
qué? Porque el sujeto se ha vuelto indiferente, “Ya no me preocupa lo que
me digas. Me da igual. Me es lo mismo”.
Eso sí, yo voy a coger el teléfono porque, como soy médico, suena
el teléfono y yo lo tengo que coger, porque no sé quién es. Puede ser un
enfermo, alguien que me necesite o alguien que me venga a insultar.
También hay que estar. Llega un momento que la otra persona se cansa,
se cansa, y ya. Se cansó. Llega un momento que ya no te afecta. Te que-
das así y dices: “Mira qué curioso. Y no me he enfadado, no me ha pasado
nada, no tengo ningún agujero ni nada”.
Es toda una experiencia. Evidentemente, hay que buscarla; hay
que trabajar por ella; hay que esforzarse. Y, en la medida en que nos
importa y nos afecta, es que estamos apegados a ello.
Como dicen los “Vedas” hindúes: “en la vía del espíritu, tú vas
evolucionando. Y casi todo es vanidad. Y casi todo va siendo, siempre,
ilusión. Pero no ilusión de estar ilusionado, sino de ficticio. Hasta que
llegas —en la vida espiritual— a un estado casi beatífico, en el que estás,
casi… jurarías que estás viendo a Dios; casi en estado de “Samadhi”, de
contemplación perfecta. Eso también es ilusión. Tienes que traspasar eso,
porque tú estás convencido de que ya has evolucionado espiritualmente,
que estás ante la contemplación. Eso es ilusión. ¡Cuidado! Tienes que
traspasar, también, la concepción y la idea que tú tenías de Dios. ¡Traspá-
sala! Y cuando la traspasas, ¡pum!, se entra en otro estado. Ya se acabaron
las tentaciones”.
155
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
Pero mientras tanto, todo son ilusiones. Parece que es esto, y no,
es lo otro. Eso es como la vía del amor. Cuando uno recuerda sus amores,
uno recuerda cómo amaba cuando tenía diez años, cuando tenía quince,
cuando tenía veinte, cuando tenía treinta. Y ve uno cómo, el amor,
va cambiando de tonos, como si fueran colores, y ya se va haciendo
una experiencia muy grande, que, si la comparas con la experiencia de
cuando tenías dieciséis años o quince años, no tiene nada que ver.
¿No te gustaría tener veinte años? No, no. No. Aquello fue horri-
ble, horroroso. No, no. Ahora estoy en otro estado: allá, allá donde el
Amor pierde su vínculo y se hace otra cosa. Ni siquiera tiene la palabra:
está más allá de la palabra. Como diríamos —místicamente diríamos—:
“En principio, como más allá de Dios”.
No, no es más allá de Dios. Es llegar a ese estado en que uno siente
que está en Dios. Siento que estoy en Dios, y Dios me coge de la mano
y sale corriendo. Esa sensación: “He llegado ante Dios”. Y parecía que
Dios era una cosa quieta, pero es como un corredor de relevos: está espe-
rando. Viene otro corriendo, está esperando que dé el testigo… y enton-
ces, lo coge y sale corriendo. Pues esa sensación. Llegas ante un estado
en que te quedas así… “¡Hostia! ¿Esto qué es?”. De repente, te llevan; te
cogen y te llevan.
Claro, te puedes quedar ahí y creer que eso es: “¡Ah! ¡He llegado!”.
Como si Dios fuera un muro que está esperando a que llegues. No. Sí,
en alguna medida, para nosotros es algo que está esperando, pero, en
cuanto llegamos, ¡ssaaaa!; si estamos bien preparados y no nos dejamos
atrapar por “maya” —así se dice en hindú: “maya”; “ilusión”—. También
Dios llega a ser “Maya”. Es —por decirlo de alguna forma— la última
tentación.
La imagen sería ésta: como una carrera en la que, cuando nosotros
creemos que hemos llegado, es cuando precisamente empieza la carrera.
¿Creíamos que habíamos corrido mucho? No. Ahora es cuando empieza
la carrera.
—“¡Ah! ¿Qué tal?”
—“Una cosa, un vértigo…”
No sabe uno qué es. ¡Eso! Eso es: “No sé qué es —pero sé que está
pasando algo—”.
Y esa posición de indiferencia es, salvando las distancias, similar
a eso. Entrar en ese estado en el que —insisto— sí me preocupan y me
importan las cosas, pero no condicionan mi respuesta. Si mi respuesta es
ir para allá, voy a ir para allá. No me puedo parar, porque, si me paro, sí
me condiciona.
156
LA VIOLENCIA
157
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
158
LA VIOLENCIA
todas aquellas cosas que te hacen daño. ¿Qué es lo que te hace daño? La
violencia. El “kuei de las perversiones”. Así se llama también Shou San Li.
El kuei —que en chino significa “demonio”— de las perversiones.
En definitiva, nos protege de la violencia, y nos hace tomar otra
actitud ante la violencia que estamos recibiendo diariamente.
Repetimos:
Puntura rápida, de arriba abajo y de izquierda a derecha: punturar,
llamar al Qi y retirar la aguja. O bien:
Masaje intermitente; primero, arriba, con el pulgar; y segundo, abajo.
O Moxibustión indirecta; y se sigue el mismo orden: de izquierda
a derecha y de arriba abajo.
Esto nos va a permitir auxiliar eficazmente a las personas, a pro-
pósito de su violencia personal, de su violencia interna y de la violencia
que son capaces de recibir.
Nosotros lo venimos empleando desde hace muchísimos años. A
veces sólo ese tratamiento; otras veces, lo combinamos con unas cosas
o con otras.
En concreto, es específico para el desarrollo de ese estado de indife-
rencia; un cierto estado, al menos, que permita a la persona seguir con su
proyecto vital, y que la violencia no sea un elemento auto-agresivo; que
no sean violentos y que sepan digerir adecuadamente la violencia.
E insisto, eso lo hemos comprobado muchas, muchas veces. No
solamente ya nosotros, sino las personas que hemos ido formando a lo
largo del tiempo y que han trabajado en esa onda.
Permite un índice de flexibilidad mayor. Y, de hecho, a veces lo
hacemos al final de la sesión, al principio, o combinado con otros reso-
nadores. Pero lo importante es que ustedes sepan y conozcan que hay
una forma de actuar sobre el cuerpo energético, para que éste no se vio-
lente —ni con él ni con los otros— y tenga un índice de flexibilidad y
de absorción de la violencia que le llega, para que ésta no modifique su
proyecto y su hacer. Esto, por una parte.
Por otra, tenemos que tener en cuenta que decíamos que había
una violencia activa —que estaba ligada al Movimiento o al Reino
Mutante de la Madera— y una violencia pasiva —que estaba ligada al
Reino Mutante del Metal—; y que entre esos dos Reinos Mutantes se
establecía una violencia, y que eso hacía que todo el sistema se desequi-
librara; y que teníamos que buscar alguna manera. Y ahí lo habíamos
dejado, momentáneamente.
Como la solución nos ha venido, en principio, por la Divina indi-
ferencia, hemos recogido los “San Li”. Pero ahora tenemos que ordenar
159
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
Para buscar esa Divina Indiferencia, nos hemos ido al Yang Ming,
que representa a la Tierra como Centro, aunque la Tierra como Reino
está constituida por el Bazo-Páncreas-Estómago.
Tenemos seis Canales Unitarios —que se convierten en doce—. De
los seis Canales Unitarios, unos pertenecen a un Reino, y otros perte-
necen a otro. Los Reinos están formados por Yin-Yang: Bazo-Páncreas,
Estómago; Pulmón, Intestino Grueso… —es decir, una parte Yang y una
parte Yin—, pero los Canales Unitarios son de una misma naturaleza:
Yang-Yang; Yin-Yin; tres Yang y tres Yin.
Pues bien, dentro de los Yang, y dentro de los Yin, quien repre-
senta el Centro es el Yang Ming, porque toda su actividad procede de la
Tierra. Porque es el alimento de la forma, que procede de la tierra; y el
alimento de la tierra es digerido finalmente por el Intestino Grueso, y el
residuo de éste va a la tierra. Es el único canal que representa —por su
propia identidad— al elemento Tierra, como Canal Unitario.
Según eso, a la hora de elegir qué resonadores van a constituir ese
equilibrio entre el Reino Mutante de la Madera —que era la violencia
activa— y la violencia pasiva del Reino Mutante del Metal, iremos a los
resonadores Tierra. Antes hemos considerado el nombre del resonador.
Ahora nos vamos al Reino Mutante, porque estamos considerando el
problema bajo los Reinos Mutantes. Entonces:
• Resonador Tierra de Hígado: 3H: Tai Chong:
“Asalto supremo”.
• Resonador Tierra de Pulmón: 9P: Tai Yuan:
“El abismo de la mansión celeste”.
160
LA VIOLENCIA
Hay que tener en cuenta que —para razonar aún más esto— el
Centro es el que nos da el sabor insípido, aquél que no tiene compro-
miso directo con ninguna entidad. Entonces, en ese sentido, volvemos al
Centro, porque en el Centro confluye todo, y del Centro sale todo. Y por
eso vamos al resonador Tierra. Con la característica de que, en el caso del
Hígado, se corresponde con Tai Chong, que es resonador Tierra. Pero,
en el caso del Pulmón, Tai Yuan, el resonador Tierra, es el resonador
que tonifica específicamente el Pulmón; es el resonador de tonificación
estática del Pulmón.
En un caso distribuimos o dispersamos la violencia activa. Y esto
es muy importante, porque en Tai Chong, 3H, hay que actuar en disper-
sión. Y, por otra parte, tonificamos la violencia pasiva con Tai Yuan, 9P.
Habíamos dicho que lo que frena la violencia activa es la violencia
pasiva —porque el Metal penetra y controla la Madera—. Si disperso la
Madera y tonifico el Metal, favorezco que la violencia pasiva disperse y
frene la violencia activa.
Tengo los dos tipos de violencia: la activa y la pasiva. El problema
de la violencia es que conduce a la anulación de la vida. Nos hace renun-
ciar al sentido inmortal. Para dar posibilidad a que el círculo de la vida
continúe, si yo tonifico el Metal, no solamente freno la violencia activa,
sino que favorezco el paso hacia el Agua —porque el Metal sé que se
transforma en Agua—. Y ahí hay un bloqueo, hay una debilidad (En
el Metal). O está en plenitud, pero para frenar la fuerza de la violen-
cia activa. Si tonificamos fuertemente el Metal y dispersamos la Madera,
debilitamos momentáneamente la Madera, facilitamos el control de la
misma por parte del Metal, y actuamos para que, parte de ese caudal de
energía —como maestro de la energía que es el Pulmón— del Metal, se
convierta en Agua.
Tengo que dispersar uno para debilitarlo —porque es muy fuerte—
y tonificar el otro para que mantenga un equilibrio y favorezca el paso al
Agua, y me dé posibilidades de seguir el ritmo vital.
En general, la persona, en este estilo de vida, o desarrolla una
violencia activa, o pasiva, o está desarrollando las dos: hoy activa, hoy
pasiva, depende de con quién me encuentre. Claro, si puedo, porque
éste es más chiquitito, violencia activa. Si no puedo, porque éste es más
grande, violencia pasiva. Entonces, yo tengo que regular eso. ¿Cómo?
Dispersando la violencia activa y fortaleciendo la violencia pasiva.
¿Por qué? Porque la violencia activa, de por sí, es muy fuerte. Es
inevitable, porque está vivo el sujeto, y la fuente del Agua está dándole
energía para transformarse en Yang. En cambio, la violencia pasiva tiende
161
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
162
LA VIOLENCIA
163
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
164
LA VIOLENCIA
No, no, no, no. Hay que estar alerta a eso. Un momento, un
momento. Se parte de la idea de que cada cual trata de dar cumplimiento
a su hacer. A veces por debilidad, a veces por ignorancia, a veces por des-
cuido, evidentemente, la persona no da cumplimiento a su propio pro-
yecto; ahí tiene que encender sus mecanismos de alerta y de alarma, pero
esos mecanismos de alerta y de alarma no consisten en auto-flagelarse.
No. Consisten en replantear de nuevo el proyecto, replantear de nuevo
la idea, replantear de nuevo la posición.
Pero no castigarse por no haberlo cumplido. ¿No lo he cumplido?
Bueno, vamos a ver, replanteo otra vez; rebobino. Vuelvo a empezar, y
vuelvo a decir: “¿Cuál es el principio que rige mi ideal? ¡Éste! ¿Cuál es el
motivo que me hace estar aquí? ¡Éste! ¿Cuál es la idea que me hace decidir
hacer esto? ¡Esto! Bien. ¡Pues venga! A ponerse de nuevo a empezar”.
Siempre empezando; siempre culminando. Nunca en el medio.
Cuando se está en el medio es cuando se fracasa. Cuando se está en los
extremos —en el comienzo o en la culminación— es cuando se da cum-
plimiento a la idea.
Repetimos: cuando el sujeto falla —o se falla a sí mismo— en aque-
llo que la persona misma se ha prometido, en aquello que ha dicho: “Ah,
yo tengo que hacer esto”… Sí, pero luego las circunstancias, o la vida, te
hace… Y siempre —insisto— es responsabilidad propia, descuido, igno-
rancia, falta de interés… Y eso hace que uno no cumpla aquello que uno
mismo se había planeado.
Entonces, es frecuente que uno mismo se castigue. Y se castiga, y:
“Ah, no soy capaz. No es posible, no. Pues no quiero comer hoy. No. Estoy enfa-
dado conmigo. Y muy enfadado conmigo”. Yo no me puedo enfadar conmigo,
lo que ocurre es que tengo que encender los mecanismos de alerta y de
alarma. ¿Por qué? Porque he fallado. No he estado totalmente despierto.
Para encender esos mecanismos tengo que ir marcha atrás y ver
cuáles son los principios que me hacen ir por ese camino; cuáles son los
elementos que me están llevando en la vida. ¡Ah!, me está llevando esta
religión, me está llevando esta filosofía, me está llevando esta idea, me
está llevando este proyecto… ¡Eso! ¡Venga! Recojo otra vez los principios,
me los vuelvo a replantear, los vuelvo a revisar, y vuelvo a empezar; o
vuelvo a culminar, depende.
Cada vez que me equivoco y me fallo a mí mismo, fallo a los
demás. Porque estoy en una cadena; soy un eslabón de esa cadena. Si
quito el eslabón, la cadena se rompe. Y la cadena tiene que buscar —otra
vez— juntarse. Entonces, tengo que juntarla. O bien, actuar como si
estuviera empezando por primera vez. Siempre que hemos empezado a
165
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
hacer una cosa por primera vez, estábamos cargados de ilusión, de ganas,
de empuje. O —igualmente— cuando estamos llegando a la culminación
de una cosa, en ese momento tenemos mucha fuerza.
Pero cuando estamos a medio camino entre el empezar y el cul-
minar, ese medio camino es a veces… —¡uy!— un desierto, un calvario
difícil. Ahí es donde las personas —¡pumba!— caen; y fallan una vez, y
fallan otra vez…
Para eso hay que recuperar la idea de los principios que cada cual
tiene y plantearse el estar como en el primer momento, o como en momen-
tos culminantes; porque, si no, es fácil que se desfallezca, que se caiga.
Por ejemplo, las personas que viven en Tian, están aquí por un
motivo concreto y tienen una referencia concreta. Y han decidido estar
aquí libremente. Han solicitado vivir aquí, trabajar aquí. Pero claro, aquí
hay más personas, y se convive con una persona, con otra, tal…
Lo importante es la idea que me hace estar aquí. La idea, que tiene
una referencia clara en una persona en concreto. Ése es el motivo que yo
tengo que tener muy claro. Si tengo ese motivo claro, el resto de las
cosas son secundarias. Me replanteo el motivo. Me replanteo la razón
por la cual yo estoy aquí. Entonces, me digan lo que me digan, a mí eso
no me hace tambalearme de ninguna manera.
Ahora, si eso no lo tengo claro, entonces uno me dice “A”, otro me
dice “B”, otro me dice “C”, otro me dice “D”. ¡Ah!, no. Ya me tambaleo.
Ya no sé si obedecer a “A”, obedecer a “B”, obedecer a “C”… “¡Che! ¡Un
momento! Yo eso lo tengo claro. Entonces, ante la duda, yo sé que estoy aquí
por ese señor, porque ese señor a mí me ha cautivado, me ha atraído, me gusta,
me ha enamorado la idea, me convence. Por eso estoy aquí. Lo que me digan
los demás no me interesa”. En los momentos de crisis. En los momentos de
no crisis, bien, yo puedo escuchar a todo el mundo.
Pero eso es mi punto de referencia, y con ese punto de referencia
yo no puedo desfallecer. Claro, si me descuido de eso, pues entro en:
“¡Ah! A ver qué dice “A”; a ver qué dice “B”; a ver que dice “C”… ¿Y tú qué
opinas? ¿Y tú qué haces? ¿Y tú…?”.
No, pues tú sabes, ya te han dicho las coordenadas: las coorde-
nadas son ocho, veinte, cuarenta —por poner el caso—. ocho, veinte,
cuarenta: ése es el objetivo.
Cuando desfallezca, yo recuerdo el principio; y ese principio
me hace estar alerta, vivo, despierto. Cada uno tiene unas referencia
diferentes pero, indudablemente, lo que sí hay en común entre todos
ustedes es que el proyecto, la idea, la forma de lo que nosotros podemos
ofrecer, a ustedes les resulta atractiva, les resulta interesante, les resulta
166
LA VIOLENCIA
167
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
168
LA VIOLENCIA
169
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
170
LA VIOLENCIA
—Hombre, pero aunque estés deprimido, fíjate qué color, qué aroma…
Esta noche, hasta podemos cenar fuera y todo… ¡Qué bonito! ¡Qué…! ¿Por qué
no disfrutas?
—No, no, porque yo…
Es decir, como el mundo no se ha hecho, ese día, así… Él quiere que
hoy sea un día gris, torpe, lluvioso, cerrado… Y no. Hoy hace un día de sol.
171
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
172
LA VIOLENCIA
173
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
Todo es posible con la Fe, con la que sabemos que somos reflejos
del Divino. El Eterno es el que sana. Nosotros nos ponemos a disposición;
estamos dispuestos “a”. “¿Qué hay que hacer? Esto… lo otro…”. Y a veces,
cosas tan contradictorias como unas zapatillas para una persona paralí-
tica. Parece como una ofensa. No. No fue una ofensa. Fue mágico. Y, por
supuesto, ella las tenía siempre al lado. La mujer sufrió muchísimo. Pero
a partir de esas zapatillas, sus sufrimientos cambiaron de tono.
Es decir, que la forma que tengamos de abordar —verbalmente y
con acciones— las enfermedades auto-agresivas, puede cambiar radi-
calmente la evolución de la enfermedad. Entonces, es muy importante
que, además de actuar sobre los resonadores, hablen y den un mensaje
concreto a la persona; porque eso va a hacer posible que se frenen los
mecanismos, o la aparición de nuevos mecanismos, de auto-agresión.
174
LA VIOLENCIA
Entonces, van a actuar en 8RM: Shen Que: “La Fusión con el Soplo
o Puerta del Palacio Emocional” —en el ombligo—, con moxibustión
indirecta. Ponen un poquito de sal y una rodajita fina de jengibre o de
ajo, y moxa indirecta. Y en 4TM: Ming Men: “La puerta del destino”,
moxibustión indirecta. En todas las sesiones.
De esta forma van a unificar el sentido del Yin y del Yang. Estamos
—como ven—, otra vez, siguiendo el criterio de la unicidad. Igual que el
de la identidad, con los resonadores Xi. Y esto nos va a permitir que esa
violencia interna, esa violencia de falta de reconocimiento de la vida,
sobre el plan de la persona, se identifique en una sola visión.
De esa manera, unificamos también los Vasos Extraordinarios: Tou
Mai y Ren Mai, junto con los resonadores Xi.
Primero se hace el Reino: empezamos Vejiga-Riñón… y luego Ren
Mai-Tou Mai. El último va a ser Tou Mai. Y siempre, la entraña primero:
Vejiga-Riñón, Vesícula Biliar-Hígado, Intestino Delgado-Corazón, Estó-
mago-Bazo e Intestino Grueso-Pulmón. Y luego, Maestro de Corazón.
Ahí cambia. Cuando lleguemos al Maestro de Corazón y San Jiao, cam-
bia, porque, en teoría, Maestro de Corazón es el órgano y San Jiao la
víscera. Aquí cambia: primero, Maestro de Corazón, y segundo, San Jiao.
Porque consideramos a San Jiao como una función… más de órgano que
de entraña, aunque va por territorio Yang.
175
LLAMADA ORANTE
Érase una vez un barril de cerveza. Estaba lleno. El día era precioso,
como hoy. Y cuando llegó la noche, el barril estaba vacío.
¿Quién se bebió la cerveza?
¡El árbitro!
Érase una vez una mujer guapísima. Tan guapa, tan guapa, tan
guapa que de frente era rubia y de espaldas era morena.
Hablaba todos los idiomas. Era simpática, alegre y divertida.
Y también, érase una vez —a la vez— un hombre muy atractivo,
muy atractivo, muy atractivo, muy atractivo. Un metro con ochenta y
cinco, de altura. Moreno de ojos azules. Sin barriga, y con una fuerte per-
sonalidad: muy seguro de sí mismo y dispuesto a comerse el mundo.
Y he aquí que el destino hizo que ambos seres excepcionales se
encontraran. Y bien. Empezaron una amistosa relación. Amistosa. Pero
la relación fue “in crescendo”. Pero también los hombres fueron “in
crescendo”.
¿Cómo, los hombres en “in crescendo”?
176
LLAMADA ORANTE
177
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
ÁMEN
$$$
178
MEDITACIÓN
—La Contaminación—
179
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
La Contaminación
180
MEDITACIONES —LA CONTAMINACIÓN—
181
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
182
MEDITACIONES —LA CONTAMINACIÓN—
183
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
184
MEDITACIONES —LA CONTAMINACIÓN—
con ese sentido del humor, va una actitud que tiende a liberarse de la
presión de tanta angustia, de tanta tensión.
Además de eso, indudablemente, es perentorio hacer una nueva
composición de las nuevas fuentes de contaminación; y sugerir actitu-
des, comportamientos, opiniones…; y disponer el cuerpo energético,
el cuerpo de salud —porque no es un cuerpo de enfermedad, no es un
cuerpo de dolor; es un cuerpo de salud—, disponer nuestro cuerpo de
salud de una manera saludable, para que pueda soportar elaborar, reci-
clar, todos los elementos contaminantes, y darles un valor alkímico.
Que la maquinaria alkímica del cuerpo sea, en verdad, un elemento de
elaboración fina, delicada, y que permita la supervivencia y la elabora-
ción de nuevos módulos de convivencia que hagan posible la continui-
dad de la especie.
Tomen nota.
$$$
185
LA CONTAMINACIÓN
V
eíamos esos síntomas de ese paciente de humanidad, en prin-
cipio, con ese cuadro depresivo. Después, lo veíamos con ese
problema de la violencia. Y ahora, vamos a destacar —dentro de
esa humanidad y, sobre todo, dentro de ese paciente que hemos llamado
ser de humanidad— su capacidad contaminante, su situación adulterada
y los mecanismos que tenemos para depurar; para purificar; para situar,
en unas coordenadas de limpieza, esa realidad de la vida que se nos pre-
senta hoy muy turbia.
Cuando empezamos a definir la situación de contaminación del
planeta, nos encontramos prácticamente, desde hace unos cien años
como mucho… Es decir, que la consciencia contaminante de la especie
es muy reciente. Y no significa que antes no contaminara. Sí, claro que sí,
lo que pasa es que los niveles de consciencia —y ahí es muy importante
darse cuenta de ello— de lo que ocurre, pues van seguidos de la propia
evolución de la consciencia del hombre.
Es decir que, cuando se empiezan las grandes talas de árboles —por
ejemplo—, el hombre no tenía consciencia de esa contaminación tan
severa que iba a suponer el que nos quedáramos sin árboles. Es una forma
de contaminar ¿Por qué? Porque se acaba el ciclo del oxígeno. Entonces
contamina y se nos forma anhídrido carbónico de forma preocupante.
Se acaba el ciclo de los vegetales; entonces, ya no es viable la vida. Pero
hasta hace apenas un siglo no se tenía esa consciencia.
Pero claro, empieza la forma de transmisión escrita, empieza la
fabricación del papel; en papel se consume, todos los días, medio bosque.
Yo, ni sé cómo todavía tenemos papel y cómo todavía tenemos árboles.
Las cosas son tan dramáticas como que, afortunadamente, los
chinos —unos ciento y pico millones de personas—, los hindúes —mil
millones— y en general todo el mundo musulmán, afortunadamente
no se limpian el culo con papel; se lavan su cuerpo. Porque si esa pobla-
ción decidiera usar el papel toilette, no habría ningún árbol, ¡ninguno!;
ni papel, claro. Ni árbol ni papel. Y dice: “No es posible…”. Sí, sí. Usted
multiplique y vea.
186
LA CONTAMINACIÓN
187
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
188
LA CONTAMINACIÓN
189
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
190
LA CONTAMINACIÓN
191
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
192
LA CONTAMINACIÓN
193
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
194
LA CONTAMINACIÓN
195
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
196
LA CONTAMINACIÓN
Y uno decía:
—¿Interesante? ¿Dónde está lo interesante aquí?
Vamos, a mí nunca me pareció interesante. Me parecía dramático
ver a un señor…
—Mira qué interesante. Vamos a ver a un señor que se está muriendo,
para que veáis cómo es la agonía y qué es lo que hay que hacer: cómo hay
que hablarle a la familia, cómo hay que tratar al paciente… Anda, ve tú a
hablar con la mujer para decirle que, bueno, que no se preocupe, que vamos
a ver…
—¡Joder!, si se está muriendo.
—Ya, pero tú no le digas que se está muriendo. Tú dile que está grave.
—Que está grave…
Y luego, al rato:
—Ahora dile que sigue muy grave.
—¡Pero si ya se ha muerto!
—No, pero ahora tú dile que está muy grave, que: “Yo que usted iría
pensando en que se va a morir”.
—Pero si se ha muerto ya.
—No, no, pero no lo digas. Fíjate cómo se ha muerto. Mira, observa
ahora cómo se pone azul, rígido, duro…
—¿Y yo para qué quiero saber eso? ¿Para qué quiero saber eso? Eso no
me va a ayudar a mí en nada.
—Sí, en el nombre de la ciencia debes saber eso, para prevenir y evitar
que ocurra.
—¿De verdad que voy a evitar que ocurra eso, o lo voy a provocar indi-
rectamente, para estudiarlo mejor?
Que no es la primera vez que ocurre, claro. Y más ahora, en “la Era
de los Trasplantes”: “Es una pena tener una persona ahí, de veinte años, con
órganos sanos, que esté artificialmente viva, teniendo un montón de niños que
necesitan trasplantes. ¿Y si cerramos el grifo y le sacamos todo, y lo trasplan-
tamos todo?”. Claro, es una tentación científica.
—Señor, ¿para qué quiere un hijo que ya no tiene solución?
—Pero, ¿está seguro de que no tiene solución?
—Bueno, creo que no tiene solución. ¡Yo qué sé si se va a despertar o no!
Pero el caso es que tengo ahí órganos vivos sanos, y tengo ahí un montón de
niños que, si los trasplanto, serán el futuro.
Es una medicina totalmente macabra: que la vida de un ser dependa
de la muerte de otro… es un planteamiento —a mí me parece— fuera de
toda legalidad. Legalidad “anímica”, me refiero, no legalidad social. Pero
eso es así.
197
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
Como saben ustedes, hubo una vez que extremaron las medidas de
protección de tráfico de conducción, y claro, hubo pocos muertos ese fin
de semana. Inmediatamente hubo una respuesta muy violenta por parte
de los familiares de los que esperaban trasplantes, y retiraron las medias
de protección de accidentes, para que, de nuevo, los accidentes subieran.
Porque claro, los servicios de trasplantes se quedan sin órganos.
Esta sociedad necesita que los fines de semana haya jóvenes muer-
tos. Y para eso se crean vehículos que corran mucho, de alta peligrosi-
dad, y se necesita que las carreteras tengan sitios claves donde la gente se
pueda matar. Así de simple. Los helicópteros ya están preparados:
—¿Donde hay accidentes?
—Aquí, aquí y aquí.
Los helicópteros de la Cruz Roja y los servicios de trasplantes, están
preparados como buitres. “¡Allí se ha pegado uno, vamos por él!”. Es así. Así
funciona. Puede parecer muy macabro, pero así es. Y claro, la familia que
tiene al niño que tiene el hígado destrozado, está esperando que alguien
se mate, y que sea joven, y que el hígado le pueda valer.
Nos han educado así, y la salud funciona así. En vez de decir:
“Espera un momento. ¿Por qué esas personas enferman de ese hígado, de esa
manera? ¿Por qué esas personas destruyen su riñón de una determinada forma?
¿Qué mecanismos hay para prevenir ese tipo de enfermedades?”. No, eso no
interesa. Vamos a buscar lo más fácil. Esto por esto, esto por esto…
Hoy en día, se sabe —y lo hemos dicho otras veces— cómo coger
células del propio sujeto y fabricar órganos. Hoy se puede hacer. Pero
no interesa. Todavía hay que agotar las técnicas de trasplante, aprender
todavía más de ellas, para conocer más el código genético de la histo-
compatibilidad —todavía falta mucho por conocer—. Hasta que no se
conozca lo suficiente, no se pondrán en marcha, totalmente, los sistemas
de creación de órganos propios.
Entonces, hoy, que ya podríamos decir:
—Bueno, ¿usted necesita un órgano nuevo, porque su órgano no fun-
ciona bien? Pues vamos a fabricar uno con sus células, para que no haya
rechazo. Vamos a hacer un homo-trasplante. Previamente, vamos a crear un
órgano igual que el que usted necesita, porque hoy se puede hacer.
No, eso no lo vamos a hacer. Usted sabe que eso es posible, pero
eso no lo vamos a hacer. Vamos a esperar a que alguien muera, para qui-
tarle su órgano y estudiarlo, y emplear todos los fármacos de inmunode-
presión, etcétera, para que el sujeto pueda hacer viable su trasplante.
Ése es otro ejemplo que lo tenemos ahí. Y ¿qué hacer? “Si es que no
puedo hacer nada. Esto funciona así”.
198
LA CONTAMINACIÓN
199
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
200
LA CONTAMINACIÓN
201
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
202
LA CONTAMINACIÓN
203
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
204
LA CONTAMINACIÓN
205
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
206
LA CONTAMINACIÓN
207
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
208
LA CONTAMINACIÓN
209
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
210
LA CONTAMINACIÓN
El Ayuno
211
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
212
LA CONTAMINACIÓN
La Oración
213
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
214
LA CONTAMINACIÓN
215
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
216
LA CONTAMINACIÓN
217
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
218
LA CONTAMINACIÓN
de orar. Usted persevere y ore de una determinada manera, pero déjese llevar un
poco, déjese llevar; procure orar de tal manera que no esté sujeto a una cosa que
le marque, que tenga que ser de una determinada manera.
Dios no tiene leyes. Dios no tiene costumbres. Dios no tiene artí-
culos. Es. Y como Es, no puede estar sujeto a ninguna categoría. Cuando
el ser se dispone a orar, está ante lo que Es. Y yo puedo decir cualquier
cosa, que el “Es” lo va a percibir. Ahí sí puedo estar rondando en una
disposición adecuada para vivir la experiencia mística.
Es decir que, cuando yo me dispongo a orar, si quiero disponerme
en mi cuerpo de forma adecuada para que pueda suceder el aconteci-
miento místico, no debo partir de ningún concepto previo. Es decir, yo
me siento a orar y puedo decir: “Ay, Dios mío, esto de la guerra va a acabar
conmigo. ¿Y esto por qué?… ¡Qué día más frío hace! Tengo frío. Dios, ¿por qué
has creado el frío, si es malo?”. Ya estoy haciendo oración.
La oración es un sistema de comunicación. Pero no me planteo
nada en concreto: trato de comunicar algo que surge en ese momento.
Y como tengo frío, digo: “Dios, tengo frío. ¿Por qué inventaste el frío? ¡Ah!,
para los pingüinos. Ahora lo entiendo: porque hay seres que viven con el frío.
—Son respuestas muy simples—. Dios creó el frío para los pingüinos, claro.
¿Y qué hago yo viviendo en un sitio que hace frío y no hay pingüinos? He ele-
gido vivir en el sitio inadecuado”.
Yo tengo que vivir, según mi cuerpo, en un sitio cálido, templado…
—para eso están los sitios cálidos y templados del planeta—. Pero no
en un sitio como éstos, en los que llega el invierno y veo que yo no
estoy preparado. Pero Dios mismo me da la respuesta, a través del mismo
conocimiento:
—Porque vives en un sitio donde no hay pingüinos y hay frío. Pero, el
frío, Dios no lo creó para ti, lo creó para los pingüinos.
—¡Ah!…
Si hace mucho calor…
—¿Cómo hace tanto calor? Si me voy a deshidratar…
—Pero es que Dios no creó el calor para ti. Para eso hay zonas templa-
das, tropicales, para ti. El calor lo creó para los ciempiés, para las serpientes,
para otros seres que necesitan mucho calor.
—¡Ah!…
Llega un momento en que ya no me puedo quejar de nada, porque
el que ha trasgredido el sitio donde debo estar, he sido yo. Dios lo hizo
todo muy bien, el que lo está haciendo mal soy yo. Cojo los bártulos y
me voy a una zona subtropical, donde hay mangos, cocoteros, playa… y
digo: “Esto sí… ¡Si Dios tenía razón! ¡Si aquí es donde se vive bien!”.
219
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
220
LA CONTAMINACIÓN
—¿Estás preparado?
—Sí, estoy preparado.
—Bueno, pues agárrate.
Y te dan el “vistipitazo”… imagínate. Entonces, te quedas así,
como…
—¡Hostia, qué susto! Y ahora, ¿qué hago?
—Bueno, eso ya vendrá en el capítulo segundo.
En definitiva, cada cual, sin esperar —porque eso no hay que espe-
rarlo— un acontecimiento excepcional, en la medida que incorpora a su
vida un sentido orante, va a vivir un determinado nivel de experiencia
mística. Eso sí es cierto. Lo que ocurre es que todavía el hombre tiene
mucha expectativa; mucha, mucha. Y, como tiene tantas expectativas
y se ha marcado tantas películas —malas películas—, no se da cuenta
de que todos los días, a poco que ore medianamente, con una dispo-
sición mínima, va a vivir una experiencia mística. Lo que pasa que es
chiquitita; muy chiquitita. Y lo que pasa es que él, como espera algo más
grande —porque ha conceptualizado a Dios como algo tan grande, tan
grande, que tiene que ser algo impresionante—, no se da cuenta de esas
pequeñas experiencias místicas que vivimos todos los días.
Ya, sólo el hecho de sentarnos y de colocarnos en una posición
de entrar en otra dimensión, con nuestra postura, en silencio… Cuando
entramos en un silencio, entramos ya en el lenguaje de Dios. El lenguaje
de Dios es el sonido del silencio. Es un misterio para nosotros, pero está
ahí. Y nosotros escribimos todo en el silencio; nosotros somos los parlan-
chines de la Creación. Pero, para eso, Dios tiene que estar ahí. ¿Cómo?
Con el silencio. Si no existiera el silencio, no podríamos expresarnos.
Una de las pruebas de la existencia de Dios es el silencio. Lo digo
bajito. No es muy teológico. No está homologado teologalmente, pero
experiencialmente, sí.
Si yo digo que el silencio es el verbo de Dios, sólo puedo expresar,
el lenguaje y mis sonidos, con el sustrato del silencio. Entonces, Dios está
ahí siempre presente.
Si yo te escucho a ti y tú me escuchas a mí, es porque hay un espa-
cio de silencio. Si todos habláramos a la vez, no habría silencio, y no nos
entenderíamos.
Pero, ¿quién es ese silencio? No es que las personas estén calladas,
no. Es Dios, que está aquí. Y gracias a eso, yo puedo hablar, tú puedes
hablar, alguien puede hablar, todos podemos hablar.
Es decir que, si el silencio es el verbo de Dios, es el substrato en
el cual nosotros podemos manifestar nuestras palabras.
221
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
222
LA CONTAMINACIÓN
223
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
224
LA CONTAMINACIÓN
225
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
226
LA CONTAMINACIÓN
Bueno, ahí se quedó la cosa. Pasaron dos o tres meses, la mujer vol-
vió a otro seminario y me la volví a encontrar por el pasillo, y me dice:
—Doctor, quiero comentarle otra cosa…
Yo ya le vi otra cara:
—¿Qué pasa?
—Que le pido disculpas por lo que le dije hace un mes. No sé si usted se
acuerda…
—Claro que me acuerdo…
—Tiene razón. Yo estuve pensando, y me pasó que fui un día a la iglesia y
me senté a rezar. Estaba rezando el Padre Nuestro y, mientras lo estaba rezando,
me dio un ataque de risa. Y yo me asusté. No sabía qué hacer. Me empecé a reír,
me empecé a reír… y, entonces, me di cuenta de que Dios era divertido. Que yo no
le veía el chiste, pero aquello tenía chiste. Yo no sé por qué, pero me dio por reír.
Y, en principio, me dio vergüenza, pero luego me acordé de la anécdota que viví
aquí, y dije: “No, esto debe de ser”. ¿Y sabe usted una cosa? Desde ese día yo soy
otra persona: tengo mejor humor, me río de las cosas, me relaciono mejor con las
personas, entiendo mejor a mis hijos, me atrevo a jugar, me atrevo a pintarme los
labios… ¿Usted sabe que yo nunca me atreví a pintarme los labios, doctor?
—¡No me diga!
—Nunca. Me parecía una cosa típica de prostitutas —porque antigua-
mente, sí se pensaba que las prostitutas eran las únicas que se pintaban
los labios—. Y yo tenía esa idea todavía. Y el otro día me sorprendí cogiendo
el pintalabios de mi hija y, yo sola, en el cuarto de baño, me pinté. Luego me
lo quité, claro, porque me daba vergüenza. Pero luego no, luego ya me atreví,
me pinté los labios y salí a la calle con los labios pintados, a ver la gente qué
hacía… Y ya vi que no hacían nada. Nadie me decía nada.
Estoy viviendo una serie de cosas… extrañas. Y veo que, efectivamente,
la vida tiene otra lectura, no sólo la lectura de la obsesión, la preocupación, el
trabajo, el sufrimiento, el insomnio… no. También puedo reírme, puedo hacer
un chiste… y no por eso estoy faltando a Dios.
Ella tenía la idea del Dios rígido, duro, castigador… y a ella no le
cabía en la cabeza otra cosa. Por eso, aquel día que le tocó vivir aquella
experiencia, estaba muy enfadada conmigo. Pero luego, ella misma vivió
ese momento místico. Y eso es una experiencia mística, por ejemplo: la
que estamos contando ahora. Y era una señora ama de casa, que no se
dedica a la religión específicamente. Es una señora normal y corriente.
Pero ella está viviendo, ahora mismo, una experiencia mística, sin duda,
extraordinaria.
—¿Usted cree, doctor, que soy capaz de escuchar un rock and roll? Para
mí eso era música diabólica. Cuando mis hijos ponían rock and roll, yo cerraba
227
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
228
LA CONTAMINACIÓN
229
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
230
LA CONTAMINACIÓN
231
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
232
LA CONTAMINACIÓN
asteroides, de cometas… Tiene que haber ese gran vacío —que hoy los
astrónomos llaman “materia oscura”, “la nada”—. Y se va llenando de
cosas, y se va expandiendo, y se va haciendo cada vez más grande.
Ésa sería la expresión astronómica de Dios.
Similar a una habitación: si vamos expandiendo los muros y los
vamos abriendo, el espacio vacío es mayor, y cada vez pueden caber
más cosas. Así es el universo: lo que es el espacio vacío, cada vez se va
haciendo más grande, más grande, más grande… y van apareciendo nue-
vos acontecimientos, dentro.
También es similar a un globo, que yo lo hincho, lo hincho, lo
hincho… y cada vez va quedando más espacio entre un punto y otro del
globo, porque el globo se va expandiendo. ¿Qué hay dentro del globo?
Aire. Nada. Sabemos que es aire… pero, realmente, en relación con la
estructura del globo —el plástico—, es nada; es lo que hay.
Entonces, ese vacío —que está muy representado en ese universo—
es similar a ese ayuno: cuando mantenemos nuestra estructura vacía. Y
de hecho, nuestra estructura tiende al vacío, puesto que está configurada
por vacíos: el corazón está vacío, el estómago está vacío, los intestinos
están vacíos… Se van llenando y se van vaciando. Ése es el proceso de la
vida: el llenado y el vaciado. Pero su estructura original es el vacío. Eso
es importante.
La estructura original del ser es el vacío. Luego, cuando se pone
con un perfil y con una forma, entonces se llena, pero tiende inmedia-
tamente al vacío.
233
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
El Arte de “No-Hacer”
234
LA CONTAMINACIÓN
235
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
—¿Ya?
—Ya.
—¿Y no me va a mandar medicinas?
—No, yo no hago nada. ¿Yo qué quiere que le haga? Usted se va a curar
por otros mecanismos”.
No es tan fácil. No es tan fácil porque tengo que creérmelo yo;
practicarlo y creerlo. No quedarme diciendo: “¡Ay! Y ahora, ¿qué va a
pasar?” “Y a esta persona ¿qué le digo? ¿Cómo hago?”. Pues, como decía el
juramento hipocrático: “Lo primero es no hacer daño”. La mejor forma de
no hacer daño es no hacer.
Es decir, si te encuentras ante una persona que sufre o que le duele
algo o que está enferma… tú no hagas nada. Más daño no le vas a hacer.
Es decir, si haces algo, puede ser que le ayudes, pero puede ser que le
hagas más daño.
Por eso se dice: Cuando tú veas a una persona que está accidentada
y caída en el suelo, no lo toques; lo primero. Y luego, mira a ver cómo
está; y en razón a cómo está, a lo mejor lo mueves. Pero siempre procura
moverlo de tal forma que se quede exactamente igual que estaba. Porque
si lo mueves un poco, a lo mejor le partes la columna. Así de simple. Y
lo has matado. Es muy difícil —bueno, muy difícil, tiene sus técnicas
también— saber mover a un enfermo cuando está caído por un golpe o
por un accidente. Pero la técnica fundamental consiste en no cambiar
la posición en la que está y, después de hacer una exploración, saber
cómo moverlo y qué tengo que hacer. Pero de entrada, es: tal como está,
trasportarlo al sitio donde tengamos que verlo o donde podamos hacerle
una exploración.
Pero, sin duda, la mejor forma, la manera práctica, más artística y
más sublime de sanar, es no hacer nada; no hacer.
—¿Y qué hace usted?
—Nada.
Poníamos el ejemplo de un paciente que el tratamiento consistía
en que él venía, y hablábamos. Y estuvimos dos años hablando. Le die-
ron tres meses de vida, y vivió dos años. No está mal… por una charla.
Y nosotros, hablábamos. ¿De qué? De los temas que surgieran: “¿Qué
tal? ¿Cómo está?”. Me contaba que había tenido náuseas o vómitos o lo
que sea… y, después de eso, ya hablábamos de cosas… Y terminábamos
de hablar y: “Bueno, adiós”. Ése era el tratamiento. No había ninguna
otra acción. Y el tratamiento con acupuntura, moxa… se lo hacía otra
persona. Pero el tratamiento que un servidor hacía sobre él, era no hacer
nada; hablábamos un rato.
236
LA CONTAMINACIÓN
237
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
238
LA CONTAMINACIÓN
239
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
240
LA CONTAMINACIÓN
241
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
242
LA CONTAMINACIÓN
No. ¿Hemos hecho algo para crear el reino vegetal? No. ¿Hemos hecho
algo para crear el mar, los ríos y las lluvias? No. ¿Hemos hecho algo para
que existan las montañas y los valles? No… ¿Quién lo ha hecho? Noso-
tros no, desde luego. No es tan difícil captar la idea. Yo me encuentro
todo hecho..
—Y yo, ¿qué hago?
—Nada. Ésa es tu función: hacer nada. No hagas. Deja que se haga por ti.
¿Es que acaso tú haces algo para que…? —como a los premios
nobeles, que les han dado el premio por estudiar más la replicación
celular—. ¿Hacemos nosotros algo, para que nuestras células se repro-
duzcan? No. Eso es un mecanismo que va de gratis, incluido con la
garantía.
La incorporación —en el cotidiano día— del “no hacer”, no debe-
ría ser difícil. Porque es que, realmente, todo se hace con independencia
de lo queramos hacer nosotros. Llega el sueño… y llega el sueño, y no
podemos evitarlo. Llega el hambre: “Tengo hambre, y tengo hambre”. O, de
repente, vemos a una chamaca que nos llama la atención, o un chamaco
—a la chamaca le llama la atención el chamaco—:
—¿Y por qué te fijas en Gabriel y no te puedes fijar en otro, si tienes
ahí a alguien que tiene más peso? ¿Por qué te fijas más en el chivo que en la
garrapata? ¿Por qué?
—No sé… Hay animales y animales.
Y cada uno se fija más en el chivo o en la garrapata. ¿Por qué?
No se sabe por qué. Es decir, ¿quién hace eso? Nosotros no lo hacemos.
¿Y por qué te gusta el azul, y a otro le gusta el verde? No lo sé… Las
principales cosas que a los seres vivos les pasan, no dependen de lo que
hagan. No. Salen. ¿Por qué te gusta el helado de chocolate? No lo sé. No
sé porqué me gusta el helado de chocolate. A otra persona no le gusta el
helado de chocolate…
—No es posible que no te guste el chocolate…
—Pues no me gusta…
—No, no, tú estás enfermo.
—¡Que no me gusta el chocolate!
¿Por qué una persona es alérgica al polen y otra no? No sé… ¿Por
qué una persona sufre mucho cuando hay viento, y a otra le gusta mucho
cuando hace calor? No lo sé.
Es decir, si nos fijamos, en las condiciones instintivas básicas para
nuestra supervivencia —hambre, sed, sueño, vigilia—, todo está contro-
lado fuera de nuestra central. Nosotros no tenemos nada que hacer y
nada que decir en torno a nuestros procesos vitales. Nada.
243
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
244
LA CONTAMINACIÓN
Pues el chamán consulta a los Dioses y dice: “Ah, no, por aquí. Por aquí,
no. Hay que ir por aquí…”.
Pero si llega a un sitio y dice:
—Ah, comida… comida… Oh, amigo, ¿cómo le va la vida? ¿Pero usted
no era nómada?
—Yo era nómada.
—Y esta comida ¿de dónde la saca?
—No, a mí me la trae un familiar.
—Ah… pero hay comida para los dos, ¿no?
—Hay para todos.
—Pues no nos movemos de aquí. Nos quedamos. ¿Para qué vamos a
caminar? ¡Si te cansas!
Y ahí, a partir de ahí, nos estropeamos.
Bueno, recuerden las tres cosas: el sedentarismo —quedarse quieto,
porque obtienen alimento fácil—, la agricultura y la domesticación del
animal.
A partir de domesticar al animal, el sedentario domestica a los
hombres. Yo me doy cuenta de que digo: “¡Perrito, perro, ven aquí!”. Y
el perro viene. Y digo: “¡Uy!, igual que lo hace el perro, lo puede hacer una
persona”. Entonces, empiezo a domesticar a los hombres.
El sedentarismo, en consecuencia, hace despertar al hombre a la
ilusión de que él hace. Porque él es capaz de plantar y obtener una cose-
cha, él es capaz de ordenar y ser obedecido por el animal, y él es capaz de
mandar y ser obedecido por otro hombre.
La persona ya entra en un circuito en el que valora su hacer, y ya
establece sus lugares de estancia; desarrolla sus pueblos, sus localidades;
establece su territorio, sus comarcas; delimita su espacio, establece las fron-
teras y crea las ciudades —las “polis”—, etcétera. Y ahí, ya, pasa a todo un
desarrollo del potencial humano como característica de vida, en la que él
decide ya cuál es su camino, su ir, su marchar, su venir, su destino… Y ya
se va desconectando, cada vez más, de la Creación. Porque su nomadismo,
ya ni siquiera mentalmente existe. Porque yo puedo estar forzadamente
sedentario —porque me tengan preso o retenido—, pero mentalmente yo
estoy en otro sitio. Pero, el hombre, llega un momento en que se queda
sedentarizado; queda domesticado. La domesticación del hombre por el
hombre, es el acontecimiento que anula toda posibilidad de contacto, del
hombre, con la realidad que realmente establece su vida.
Como ya se decía en una oración, un tercio de nuestro hacer lo
hago yo, y los otros dos tercios pertenecen a la Creación. Y yo me creo la
ilusión de que ese tercio de mi predisposición que yo hago, es el que hace
245
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
246
LA CONTAMINACIÓN
247
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
248
LA CONTAMINACIÓN
249
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
—Pues ahora lo voy a hacer bien. ¡Sí señor! Ahora lo voy a hacer bien.
Y ahora me voy a poner de buen humor, y ahora me voy a arreglar, y ahora me
voy a sonreír, y ahora…
Sí. Eso tenemos que hacerlo todos los días, cuando se nos cruza
el cable y nos ponemos dudando, serios, enfadados… En ese momento
tenemos que acordarnos: “Lo estoy haciendo mal. Lo estoy haciendo mal.
Para, para…”. Sentarse cinco minutos y decir: “Estoy haciéndolo mal”. Y se
puede decir en voz alta: “¡¡Lo estoy haciendo fatal!!”. Y encogerse de hom-
bros como si fuese a caer un castigo encima, por si acaso; y estás así un
ratito y ves que todavía no ha pasado nada… —porque estamos todavía
pensando que cuando hacemos las cosas mal, nos castigan—. Entonces
después de decir eso, uno se encoge de hombros… y no pasa nada: “A
ver… Oye, no pasa nada. Ché, no me han castigado. Pues ahora, ¿qué recursos
tengo yo? Soy así, así y así… Y yo sé que la gente está contenta conmigo cuando
yo soy así, así… Bueno, pues ahora me estoy aquí unos minutos, y después ya
me acomodo y salgo hecho un pirulí, estiradito… ¡Aquí está mi “body”! Antes
lo veías quieto. ¡Ya verás cuando se mueva! Eso va a ser una tormenta”.
Posición templaria
“En la Alta Antigüedad” —decía el Nei Jing—, cuando el hombre se
veía perturbado por el sufrimiento, por la enfermedad, por el dolor, acudía al
templo y buscaba su posición…”.
250
LA CONTAMINACIÓN
están fundidos con la Tierra y el Cielo. Por eso, esta posición templaria nos
retoma y nos recoge en la disposición para estar en la vivencia purificante.
Procuren retener esta imagen a la altura… más o menos, a medio
camino entre el ombligo y el centro del pecho. Ése es el espacio del ser,
en el que los sentires y los instintos alcanzan su vía de fusión.
Y entre el Cielo y la Tierra, vibra la dimensión del hombre. Es por ello
que, ante esta posición templaria de purificación, se le añade el sonido de
TIAN DI*. Tian, como expresión de la Fuerza del Cielo, y Di como la dinámica
de la residencia en la Tierra. REN, el hombre, es el protagonista de la propia
ejecución:
TIAN TIIIIIII
TIAN TIIIIIII
TIAN TIIIIIII
Dirijan el sonido hacia la esfera que están formando con sus manos.
TIAN TIIIIII
TIAN TIIIIIII
* Di se pronuncia Ti, de ahí que abajo el sonido lo indiquemos como “Tian Ti”.
251
LLAMADA ORANTE
Orando en la mística del halo de Dios. Sí, ese halo sinuoso que
envuelve todo como si fuera humo. Como el viento que sopla y contor-
nea el edifico. ¡Lo perfila con su sonido! Por eso suena de esta forma, y
no de otra.
“Místico” de misterio que, al despegar al hombre de su realidad
biológica, material, constructora, lo lleva a la unión… no ya con su pla-
neta y su tierra —y su patria y su gobierno y su ley y su rey y su mando—;
lejos de eso, a la unión del hombre… con su universo flotante, infinito,
lejano, abismal. Esa cuerda, ese hilo que flota y se va y, a través de él,
vamos… vamos despegando de esta realidad que nos ha ido atrapando, y
que el hombre ha ido fabricando para sentirse ¡reyezuelo!; ¡mandatario!;
¡castigador y premiador! ¡Fuera! ¡Fuera! ¡Fuera! ¡Fuera! ¡Fuera!
252
LLAMADA ORANTE
253
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
254
LLAMADA ORANTE
255
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
ÁMEN
$$$
256
MEDITACIÓN
—El Reto—
257
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
258
MEDITACIONES —EL RETO—
—¿Estás pre-ocupado?
—Estoy pre-ocupado.
—¡Ah!, te has ocupado antes de ocuparte. ¡Oh!, ¡no puede ser!
—Sí, estoy pre-ocupado…
—Antes de ocuparte.
—Claro…
—¡Ah!… ¿Y cuando te tengas que preocupar, qué vas a hacer?
—Exploto.
—¡Ah!… ¡Kamikaze!; eres un kamikaze. Unos llevan el explosivo de
forma ortopédica y otros lo llevan de forma consustancial: preocupadamente.
—No se me había ocurrido esa imagen.
—Pues sí, sí, sí. Hay sujetos que, uno los ve, de entrada, cuando vie-
nen… —¡diu!— y se colocan de tal manera, que dices: “Éste explota, ¿eh?
¡Vaya que si explota! Con que esté veinte minutos mirándote de una determi-
nada manera, dices: “O lo mato o salgo corriendo”.
El sistema “kami-kaze”, es como decir: “Me cacé a mí mismo” —me
cacé, de “caza”, no de “casarse”—. “Me cacé a mí mismo”. Es, sí, un sonido
típicamente japonés. Pero, como saben, es ya de dominio público.
Cada cual parece tener preparado su mecanismo de kamikaze,
cuando tiene que entrar —después de la ansiedad, de la angustia y de
haber pasado por esa depresión, por esa violencia, por esa contamina-
ción, por esa adulteración— parece que tiene, cada cual, preparado su
mecanismo de —“¡BOOOOM!”— explosión. Pero, ¿por qué “¡BOOOM!”,
explosión?, si resulta que… ¿qué resulta? Resulta que, el ser, en su funcio-
nalismo —en condiciones normales—, funciona a un tercio. Sí, a un ter-
cio; le sobran dos tercios —“le sobran dos tercios”—. Entonces, ¿por qué
hace “¡BOOOM!”? Porque ha consumido todos sus potenciales, todas su
capacidades, y ha usurpado —además— las de los otros… “¡BOOOM!”. Y,
además, esa usurpación de los otros le hace renunciar a su propia historia
personal… “¡BOOOOM!”.
¿Cómo es eso último?
Sí, que se monta su telenovela propia. Necesita, en esta ansiedad,
en esta angustia, en esta desesperación, en esta carrera vertiginosa para
ver quién llega primero, necesita de la historia de otros. Es un devorador
de historias. La suya propia no es suficientemente interesante; necesita
un estímulo mayor, y usurpa las historias de los otros, como usurpa las
carnes, los grilletes, la cabeza, el cuello, el tronco, las extremidades y las
orejas… ¡¡GUAU!!
Si alguna vez dijo: “Hola… ¿cómo… te va…?”. Ahora dice: “¡Hola!-
¿Cómo-estás?-¿Puedo-hablar-contigo?”. ¡No, no, no! Parece un disco acele-
259
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
260
MEDITACIONES —EL RETO—
$$$
261
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
262
EL ESTRÉS
V
amos a seguir con la propuesta fundamental de la meditación,
y vamos a ver en qué medida —o cómo— vamos a abordar esta
situación que planteábamos, que genéricamente, en la convi-
vencia diaria, se llama ESTRÉS. El pensamiento anglosajón, que es muy
sintético, lo ha llamado STRESS.
Y el estrés puede ser “escuatro”, “escinco”, “esseis”… hasta que
hace ¡¡BOOM!! Y se convierte —como decíamos— en un kamikaze: en
ansiedad, en angustia, desesperación… en miedo, en trastoques de la
personalidad, en aceleración de los procesos… Todo se vuelve vertigino-
samente rápido. Es una carrera de cien metros, de doscientos metros, de
doscientos cincuenta metros mariposa, con chaleco salvavidas… Bueno,
es tan rápido como el guepardo, pero sin ser un guepardo.
El guepardo es un felino que, probablemente, es el animal más
rápido, en su carrera, del mundo. El guepardo, como su nombre indica,
se parece al leopardo. Habita en las estepas africanas, y se suele recoger
en pequeñas manadas… “guepardías”. Para que te hagas una idea, el
guepardo es como un leopardo, pero flaco y muy largo… Y es capaz de
correr, de 78 a 89 Km por hora. Es decir, que no es fácil cogerlo.
Bueno, pues más o menos, el mundo contemporáneo, en su evolu-
ción, ha situado al hombre como una olla exprés. La olla exprés —como
saben ustedes— es un invento chino, pero que patentaron los occiden-
tales. Ya los chinos hacían ollas exprés de madera, que es mucho más
económico, más elegante, más bonito…; pero ya, después, la industria
las hizo con el “Pssssss”.
Entonces, hoy en día, el hombre es una cafetera a vapor, o una olla
exprés, o una central nuclear. Es decir, que tenemos muchos ejemplos. Si
se fijan, todos esos ejemplos no son, ni más ni menos, que la representa-
ción de cómo él está. Es decir, gracias a que él está en esa posición de pre-
sión, crea la máquina de presión, crea el vapor de presión, crea —entre
paréntesis lo de crear: hace— la olla exprés, hace la central nuclear…
En definitiva, el hombre va haciendo un estilo de vida —en sus
acciones, etcétera— en base a cómo está él. En la medida en que él está
263
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
de otra manera, pues crea otras cosas. Si yo estoy nervioso, muy ner-
vioso, termino rompiendo la puerta, de cerrarla tan nerviosamente como
la abro. Entonces, si llega Sherlock Holmes y lo mira, diría: “Por aquí pasó
un nervioso”. Es decir, que no puede hacer otra cosa que representar cómo
él está.
Igual que si entramos en una casa cualquiera, vemos los muebles,
vemos los sitios de paso, y podemos deducir —sin gran esfuerzo— qué
tipo de personas viven allí, por el tipo muebles, por la forma en que
están puestos, por cómo hay que moverse… Porque hay casas que, para
poder entrar y sentarse, hay que hacer un curso de espeleología… porque
está el aparador, el mueble de la abuela, el cristal de la casa, la poltrona…
“¡Y cuidado con la alfombra!, no la pises. Ten mucho cuidado con la cubertería
del siglo XIV que hemos puesto…”. Y dices:
—¿Quién vive aquí?
—No sé, pero esto está a punto de jubilarse. Todo.
Resulta muy asfixiante. No hay sitio para nada, ni siquiera para
la propia persona. O la propia persona se busca un sitio, y de ahí no se
mueve. Eso era muy típico en este país en otro tiempo: la famosa “mesa
camilla”. Era una forma que tenía el español —y todavía tiene— de cam-
biar la cama por una mesa, o transformar la cama en mesa, o llevar la
cama puesta. Y se llamaba “camilla” porque, normalmente, la persona se
sentaba; debajo, metía el fuego —el brasero— y se tapaba con las faldas,
para calentarse en invierno. Y, o bien se intoxicaba, o bien se quemaba
las piernas, o bien desarrollaba varices, o bien cogía frío por la espalda. Es
decir, un invento absolutamente inútil. La única utilidad del método es
que, por debajo, a veces se dedicaban —las gentes— a jugar a otras cosas.
¡Ahí sí se convertía en una mesa camilla —cama— ! Por lo demás, era
absolutamente pernicioso. Aparte de las intoxicaciones por monóxido
—que sufrieron y sufren muchos ancianos cuando llega el invierno—.
Pero era una forma de hacer el invento de la cama vertical. La
cama, normalmente, es horizontal. Y el español inventó “la cama ver-
tical” con la mesa camilla. Se sentaba ahí, y de ahí no se movía… para
disimular. Es una forma de llevarte todo a la cama. Es uno de los tantos
complejos que puede tener un pueblo como éste —como éste o como
cualquier otro—.
Con esto, lo que pretendemos es darnos cuenta de que todos esos
acontecimientos y toda la estructura que genera la sociedad, es producto
de cómo está el sujeto en su concepción, en su vivencia. ¿Que tú vas
tranquilo, despacio? ¿Pues qué pasa? Que no necesitas muchas cosas.
¿Para qué? Si es que no se te ocurre nada, porque no estás a presión.
264
EL ESTRÉS
265
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
266
EL ESTRÉS
Respuesta Humanista
267
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
—Usted entre a la hora que sea, pero cumpla con sus diez horas.
—¿Yo puedo entrar a trabajar a las doce del mediodía?
—Cuando usted quiera. Eso sí, cumpla con las horas que tiene que trabajar.
268
EL ESTRÉS
269
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
270
EL ESTRÉS
271
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
272
EL ESTRÉS
273
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
274
EL ESTRÉS
275
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
276
EL ESTRÉS
277
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
278
EL ESTRÉS
279
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
280
EL ESTRÉS
281
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
282
EL ESTRÉS
283
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
284
EL ESTRÉS
285
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
Claro, hay que operarle de la fiebre; lo que está caliente, se abre para que
esté frío, y se le echa agua fría. ¿Qué tiene caliente la cabeza? Se le hace
un agujero y se llena de hielos.
Sí, porque llega un momento que parece que hay que hacer siem-
pre algo. No, lo que hay que hacer es proyectar una idea:
—Tú estás malito, ¿no? Pero eso es una forma de salud.
—¡Uy!, qué médico más curioso.
—Sí, seré curioso y lo que tú quieras, pero yo te digo a ti que no existe la
enfermedad; existen formas o variables de salud: unas con fiebre, otras cojas,
otras con dolor, otras con la espalda destrozada, otros gordos, otros flacos…
Son formas de salud. Pero, ¿enfermos? Eso no existe.
A ver, ¿quién podría decir que no? Sólo se podría decir que no, si
tuviéramos algunos ejemplares —vamos a llamarlo así— absolutamente
sanos, y que perduraran. Cosa que nadie va a poder enseñar. Pregúntenle
a un médico. “A ver, enséñame a un ejemplar sano. ¡Vamos!, ¿dónde está?
Enséñamelo”. Ningún médico te va a enseñar a un ejemplar sano. Fíjense
que estoy diciendo, aposta, “ejemplar”, como si fuera un animal; pues
igual, porque hay que ser animal para pensar que la enfermedad existe.
Pero así es la sociedad actual: muy animal, muy bestia.
Hemos codificado un ordenamiento; hemos ordenado el universo
en enfermos, sanos, crónicos, semi-crónicos, terminales, semi-termina-
les… Y claro, lo tenemos todo compartimentado. Y, en base a eso, tene-
mos que crear productos y productos: la silla especial para la espalda,
el mejunje de… ¡Lo mejor para la espalda es tirarse en el suelo! No hay
mejor silla que ésa. Te tiras al suelo, te estiras… y suena ahí todo… Y si
tienes alguien que no pese demasiado, y se suba encima de ti, ya te que-
das con tu columna perfecta. Ése es el mejor sistema. No hace falta más.
Pero “la silla ortopédica para el sentado mágico”, para… Productos,
productos… “Échate la crema de noche, crema Ponds…”. ¿Qué crema ni qué
cremo? Tú duerme lo necesario, lávate con agua fresquita, toma agüita de
botijo, piensa bien, y verás cómo tienes unas arrugas preciosas.
Son ideas. Si el hombre… ¿qué es, en definitiva, el ser humano? Es
una idea que tuvo Dios en un momento de debilidad. Le dio una insola-
ción… Como decíamos en una oración: Dios estaba tomando el sol, le dio
una insolación, tuvo una pesadilla, y creó al ser humano. Es una idea. ¡Una
idea! En cuanto a la idea, si ya no se le ocurre nada nuevo, se muere.
La gente se muere por fea y porque deja de tener ideas. Entonces,
una forma de ser inmortal es estar siempre guapo, hacerse guapo y tener
ideas. Si no tienes ideas… malo, morito; malo, malo. Tú ten ideas. A ver,
¿qué propones? “Y ésta vale, ésta no vale, ésta es viable, ésta no es viable,
286
EL ESTRÉS
287
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
288
EL ESTRÉS
289
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
290
EL ESTRÉS
291
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
292
EL ESTRÉS
Nada más tiene que hacer así —alargar la mano—, y coger plátanos,
coger la uva, coger el cereal. No necesita hacer un esfuerzo especial para
la supervivencia.
Claro, es fácil imaginarse una película de Spielberg y pensar que
todos los hombres vivían en las cavernas, y llegaban los dinosaurios, y
cogían y les daban golpazos. Eso ya son hombres más evolucionados.
Son hombres que se atreven a adentrarse en otros territorios y, claro, tie-
nen que abrirse camino y espacio. Pero el hombre situado en el espacio
que le corresponde —en la zona subtropical, en un clima templado—, y
que se mueva en ese espacio, tiene todo absolutamente garantizado. Con
lo cual, es la única especie que se sirve de las demás especies, sin necesi-
dad de un gran esfuerzo.
Las plantas, para sobrevivir, necesitan miles de años de adaptación,
de conocimiento del terreno, de absorción de productos y nutrientes, de
elaborar un mecanismo complicadísimo, que es la fotosíntesis.
El hombre no necesita nada de eso.
El reino mineral, para estructurarse en capas tectónicas y organi-
zarse según el magma terrestre, necesita miles de años para mantener
una estructura estable.
Y, por supuesto, el reino animal, necesita un perfeccionamiento
de sus instintos, de tal calibre y tal medida que, prácticamente, no tiene
DNA basura. Todo su DNA es utilizado en un sentido completo.
Con lo cual, todos esos seres están dispuestos a servir a “el caba-
llero humano”; o el caballero humano se sirve de ellos. Ahora no importa
mucho quién lo hace. Lo cierto es que resulta extremadamente fácil.
Muy fácil.
Encima se le añade que, el ser humano, a diferencia de otras espe-
cies, tiene una capacidad muy superior, pero muy superior al resto —pues
con que sólo se le ocurra una idea, ya es suficiente para vivir—. Claro. Y
de hecho, hay gente que vive con una idea para toda la vida.
Al que se le ocurrió inventar el wáter o el bidé, ya… para siempre.
El que inventó la fregona… Son inventos muy tontos. El del clip, de esos
clips, vive de los clips toda la vida. Hay muchos ejemplos anecdóticos.
Pero lo cierto es que, el planeta, en su estructura generacional, está
diseñado para servir y para que el hombre se sirva de todos los productos
—mínimos y en abundancia— para su supervivencia, y algo más para su
subsistencia y su continuidad.
Lo que ocurre es que, precisamente, quizás por ese facilitarismo
biológico, el hombre aspira a más, a más… Y ve el modelo Divino de la
Creación, y trata de imitarlo. Y es ahí cuando empieza a posesionarse, a
293
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
294
EL ESTRÉS
295
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
296
EL ESTRÉS
297
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
298
EL ESTRÉS
299
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
300
EL ESTRÉS
301
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
302
EL ESTRÉS
“Disponerse a”
Es decir, que no voy a buscar tal cosa sino que “me dispongo a”.
Y como yo sé hacer muchas cuentas, como yo sé manejar una cámara,
como yo sé cantar, como yo sé… pues, en base a eso, va a surgir quien
quiera que cante, quien quiera que le haga las cuentas, quien quiera que
le haga una película, quien quiera que le peine…
Lo importante es que yo me disponga en ello. Y me dispongo en
aquello que me agrada, que me gusta, que me atrae; en cuyo caso, ya no
lo considero como una labor esclavista de “trabajo”, sino que lo considero
como una función creativa. Y que me distrae y me proporciona alegría.
Entonces, es extremadamente importante, en este caso, como
fuerza fundamental, el empleo del verbo. Tenemos que hablar, pero
tampoco mucho.
303
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
304
EL ESTRÉS
—Pero bueno, en fin, usted haga lo que quiera. Pero si su afán era que
a su familia no le faltara de nada nunca —¡de nada!—, pues he de decirle
que, dentro de poco, les va a faltar el padre. Porque usted se ha equivocado
de onda, hermano. Usted trabaja como una bestia para que a su familia no
le falte de nada. Pero, ¿y cuando falte usted?
—Bueno…
—No, me estoy refiriendo a ahora. Ahora, sí. Tal y como le veo, en
dos o tres meses, “kaputt”; ¡pero “kaputt”! O se pega una bofetada en el
coche porque se quede dormido, o le entra una indigestión bestial en una
comida de negocios, o le da un infarto, o le da un derrame cerebral. No doy
tres peniques por usted. Entonces, yo no sé si le compensa eso de “que no le
falte nada a mi familia” o, cuando falte usted, les va a faltar de todo. Claro,
usted verá.
—Pero, ¿tan mal me ve doctor?
—No, mal… mal… Uno más que se muere, ¡qué más da! Tampoco es
para ponerse así.
Entonces, esa actitud un poco displicente, medio sardónica… les
puedo decir, en nuestra experiencia, que es muy positiva, porque además
el paciente se da cuenta y dice:
—Bueno, este cabrón no es como los demás. No me dora la píldora, no
me dice: “¡Oh!, pobrecito, relájese. Voy a poner una música, un masaje, para
que se le pase el estrés”. No, ni depara en mí. ¡Si soy Antonio Rodríguez de la
Fuente, director general de “Cauchos Buchi”!
—¿Y qué? ¿A mí qué me cuentas? Yo soy Donato Pérez, acupuntor. Un
desgraciado. ¿Qué me cuentas tú con eso?
—Para que lo sepa usted.
—No, yo no quiero ser director de la Buchi, ni director gerente de nada.
Quiero que mi mujer me dé un besito en la frente, una vez al día. Nada más.
Aunque sean besos de abuela, ¡qué le vamos a hacer! Si no hay
para más… hermano, pones la frente, y te dan un besito en la frente; un
besito de abuela.
Porque la madre suele besar en la cabeza, la abuela en la frente y la
amante en los labios. Por si acaso un día te da un beso en la frente, dices:
“Uy, esto empieza a ser muy serio”. Y ella dice: “No, si yo te quiero mucho…”.
Dices: “¡Ah!, ya, ya. Y crees que yo soy tu abuelito, ¿no?”.
Hacer hincapié en que, en la medida en que los pacientes —ese
señor con ese estrés, esa mujer con ese estrés— ven que uno no los valora
con la importancia que ellos se sienten, pierden la base.
—¿Cómo es posible? ¿Éste no se da cuenta de que yo soy…?
—Mañana, venga a las cuatro.
305
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
—No puedo, doctor. Porque a las cuatro yo tengo una reunión del con-
sejo de dirección…
—¡Ah, pues no venga! Es problema suyo. El que está malo es usted, no
yo. Yo estoy tranquilo. ¡Che!
—Bueno, ¿y no podría ser a otra hora?
—No.
—¿Y más tarde?
—Más tarde yo me dedico a otras cosas; a tocar el violín. ¿Usted no toca
ningún instrumento?
—No, no tengo tiempo, doctor.
—Pues ¡qué pena!, ¡qué pena! No tiene tiempo para tocar el violín. A la
vida hay que ponerle un poco de música.
—Sí, doctor, pero… Yo ya tengo planeado… —para cuando termine estos
negocios que tengo para los próximos ocho o diez años— luego tengo planeado
hacer unas cosas.
—No llegará. No llegará. En este estado, usted no llega.
—¿Usted cree, doctor?
—No “creo”; estoy seguro de que no llega.
—¿Y en qué se basa?
—¡Hombre!, ¿en qué me baso? No hay más que verle. ¿No se ha dado
usted cuenta de la jorobilla que ya tiene? ¿No se ha dado cuenta de que los
cachetes del culo ya empiezan a caer? ¡Ése es un síntoma malísimo! Claro,
hombre, ¿no se da cuenta de que el colorcito de la cara empieza a ser color
cera…? ¿No se da cuenta usted de eso? ¿No se da cuenta de que su mirada ya
ha perdido brillo? ¿No se da cuenta de que tiene un cierto temblor sensible? Yo
sí lo he notado al tomarle el pulso. ¿No se da cuenta de que tiene las manos
frías? Las manos frías…; luego, el resto del cuerpo se va poniendo frío. ¿No se
da cuenta de que, claro, su sudor no huele bien? Esos son síntomas de “pre-
mortem”. Yo no quería asustarle. Yo no quería decirle nada, pero de verdad que
a usted yo no lo compraría ni siquiera en una venta de esclavos. Ni le compra-
ría zapatos nuevos. Es usted una ruina, sinceramente. De verdad.
—¡Pero hombre!
—Haga usted lo que quiera. Yo le digo: Venga usted mañana, pasado.
Vamos a ver si se puede hacer algo. Vamos a ver. Pero usted replantéese su
posición, su actividad, su, su… No, no, no. Es decir, replantéeselo.
Y el “stress” o esa tensión, puede ser no obligadamente —por
supuesto— de ese ejecutivo. No se hagan la idea de que estoy hablando
del ejecutivo. No, no, no. Estoy hablando de cualquier persona. De la
señora que llega angustiada y destrozada porque ha descubierto que su
marido tiene una amante.
306
EL ESTRÉS
307
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
308
EL ESTRÉS
309
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
310
EL ESTRÉS
311
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
312
EL MIEDO
U
stedes saben que no es muy popular la alegría en esta cultura.
Hay alegrías, sí, pero si ponemos en una taquilla de cine una
película cómica, y en la otra ponemos una película de terror,
probablemente la película de terror se llene; y la película cómica, bueno,
alguien irá, pero, pero…
Fíjense ustedes que hay festivales de cine de terror. El festival mun-
dial de cine de terror. Pero no existe el festival mundial de cine de la risa.
Pero el festival mundial de cine de terror, en Sitges, es mundialmente
conocido. ¿Y por qué tanto, al terror?
También se hacen películas divertidas. Sí, pero menos. Y las pelícu-
las divertidas, para el gusto de la gente, no tienen calidad. Son películas
de evasión. Vas un rato y te ríes, porque trabaja alguien más o menos
conocido y gracioso.
La risa nunca tuvo la seriedad que tuvo el miedo. El actor dramá-
tico, el serio, tiene prestigio en esta historia de esta humanidad; en cam-
bio, el cómico, es un cómico. ¡Hombre!, una gente cómica.
Quizás con el gordo y el flaco, Laurel y Hardy, y Cantinflas, y Char-
les Chaplin, ahí se acabó todo el molde. No ha habido más. Esos tuvie-
ron la oportunidad de algo. Todos —los de esta generación— nos hemos
divertido con Laurel y Hardy, con Cantinflas, y… los hermanos Marx
también estarían incluidos ahí. Pero, realmente, el grupo de personas es
muy pequeño, y no es típico.
Si tenemos que hablar de una característica psíquica de esta forma
de vivir —aparte de la ansiedad, la angustia y la desesperación—, el
miedo es el gran actor.
Una escena de miedo… salvo la escena del camarote de los herma-
nos Marx —que ésa, claro, es difícil de superar, pero la supera la imagen
de Hitchcock: “Aaaaaahhhhh”—, tiene mucha fuerza.
En cambio: “Al fondo, y dos huevos duros. Y hay sitio. Y al fondo,
pasen”… Y el mudo haciendo el sonido de la bocina… Dicen que le ofre-
cían un millón de dólares para que hablara —no era mudo—, y nunca
quiso aceptar. Él se sentía muy identificado en esa posición. Sin duda,
313
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
No, no. No se puede ser buen padre así. Incluso te puede llamar
unos días “tío” o “primo”. Dices:
—Bueno, ¿y tú por qué…? Si yo soy tu padre.
—Pero no te comportas como un padre —te puede decir el hijo,
incluso—. Porque un buen padre, con lo que yo hago, me hubiera dado una
paliza. —A mí me lo han dicho, eso.
—¡Coño! ¡Aaah! Un buen padre te hubiera dado una paliza.
—Sí, porque…
—Ya, ya. “¡Porca miseria! Bueno, andiamo”.
Entonces, pues nada, es así. Ésas son las reglas del juego. El miedo
produce prestigio, da seriedad, es bueno, y… Bueno, el mejor antídoto
—aquí se puede hablar de antídoto— contra el miedo, es no tener miedo.
314
EL MIEDO
315
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
316
EL MIEDO
317
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
318
EL MIEDO
El temor de Dios
Eso nos lo han contado… ¡buuuf!: “Va venir, nos va a castigar… y
va a venir con la espada…”. El otro va a venir con la antorcha… El otro
va a resucitar a los muertos…; a los malos, les va a dar un guantazo a la
izquierda y los va a largar abajo, al infierno… Porque el infierno siempre
está abajo, no sé porqué. En el Cielo no hay abajo ni arriba, pero bueno,
para el hombre sí. “Y los benditos de su padre, de su madre y de su abuela,
irán a la derecha; y ésos se van a salvar todos”. —y todos un miedo espan-
toso—. “Y pórtate bien, porque si no, ya verás”.
La imagen que —así, de entrada— nos han contado de Dios, es que
es un tipo que anda por ahí metiendo miedo a la gente. ¡Claro! Mucho
miedo. Y nos parece grave que nosotros tengamos miedo a La Creación,
al Creador, al Universo, a… Pero, ¿por qué le vamos a tener miedo? ¡Si Él
no es un productor de miedo!
319
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
320
EL MIEDO
y buenos que conozco, les va muy mal en la vida. Y uno dice: “¡Coño!
¿Dónde está Dios aquí?”. Y a todos los hombres malos que conozco —que
también conozco muchos— les va muy bien en la vida. Son guapos; son
más guapos que los pobres. Los malos tienen mejor salud que los buenos,
¡muchísima mejor salud! Los hombres de bondad y buenos tienen muy
mala salud, mala. Sufren mucho. El rico, el poderoso, tiene buena salud,
tiene los mejores médicos, tiene los mejores tratamientos… y tiene las
chicas más guapas y los chicos más guapos.
Así que, habrá que examinar a Dios y decir: “¡Eh, Tú! ¿Qué pasa?
¿Cómo es el juego? ¿A qué hay que dedicarse para que me cuides y te fijes en
mí? ¿A ser malo?…”.
Porque, cuando soy bueno, lo único que hace es castigarme. Me
castiga por aquí, me castiga por allá, me castiga por allá… ¿Hay un terre-
moto? ¡Paf! Se mueren los buenos. ¿Hay hambre? ¡Paf! Les toca a los
hambrientos. ¿Hay un rayo? ¡Paf! Le cae a un pastor. No le cae nunca…
Es decir, todo lo malo que pasa en el mundo, a los buenos, se los lleva
por delante. No entiendo esto.
Y dicen: “No, es que después, ya verás, cuando estés con Dios…”.
Ya verás… ya veré… Pues yo también quiero ver ahora. Lo único
“muy bueno” que conozco es la vida y los placeres de la vida… Claro,
después, después, después, después. Eso no. No vale jugar con eso. Ahora.
Aquí. Si hablamos de un Dios vivo, es de un Dios vivo aquí, ahora; no
después de la muerte. Después de la muerte ya veremos a dónde vamos,
si a la piscina o a jugar. Pero, de momento, pasan unos años aquí, bas-
tante jodidos.
Entonces, hay una duda escatológica ahí. ¿Por qué el Dios siempre
está de parte de los malos, y nunca de parte de los buenos? Yo no sé si
ustedes se lo han preguntado. Yo me lo he preguntado seriamente.
El recurso del pobre es decir:
—Ya verás, al final, lo que te va a pasar.
—Pero mientras llega el final, ¡lo bien que me lo estoy pasando!
El pobre no se atreve a disfrutar como el malo. Tiene la idea del
Dios vengador. Tiene la idea del Dios que da miedo. “Ya, cuando estés ante
Dios, te asustarás, y Dios te castigará… o te premiará”.
Y podría decir Dios: “Muy bien, por haber sido malo. Muy bien. Te
has fijado que te he ayudado, ¿no? Bueno. Ven para acá, que vamos a hacer
otras cosas”.
¿Y al bueno? Y el bueno que llegó, y estuvo siendo bueno toda la
vida, y dio limosna, y se sacrificó, y le salieron úlceras, y no dormía, y no
comía, y hacía milagros, y… ¿dónde estaba Dios ahí? ¿Estaba ayudando
321
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
a los malos? ¿Tienen ustedes alguna respuesta que dar? Porque, vamos,
es incómodo esto. Muy incómodo. Claro, porque te entra la tentación
y dices: “¿Qué hacemos aquí haciendo el idiota? ¡Vamos a ser malos! Un
poquito de especulación, un poquito de robo, un poquito de tráfico… ¿Y por qué
no? Y vamos a vivir. Vamos a disfrutar de eso que llaman bueno, estupendo y
fenomenal”.
Lo cierto es que a ésos les va mejor. Los que están en la cárcel no
son los malos, no, son los buenos que han sido inducidos, por los malos,
a cometer atrocidades. Los malos no están nunca en la cárcel. ¡Hombre!,
porque los que hacen la cárcel son los malos. A los que han pillado es a
los bobos pendejos.
¿Qué gracia tiene ser bueno? Si sufres, padeces hambre y sed de
justicia… por ser bueno. ¿De qué te ha servido ser bueno? ¿Tú eres maso-
quista, o qué? Los buenos se quejan todos los días:
—Hay que ver, qué malo es aquél. Hay que ver, qué daño me hace. Hay
que ver…
¿Es que ésos no son buenos? ¿A ver si es que no hay buenos… y
todos son malos? Están los malos listos y los malos tontos. Los que se lo
pasan bien y los que no se atreven a hacerlo y, encima, están “puteaos”
por no tener lo otro. Pero buenos, no.
Bueno, es una buena respuesta. Por lo menos nos aclara un poco
las cosas. Porque, claro, hay que intentar interpretar a Dios en nuestra
vida. Yo trato de hacerlo. Si veo un cardenal en un coche “BMW”, último
modelo, con un chofer, perfectamente afeitado, y que habla de Cristo,
me sale sarpullido en el cuerpo:
—Es un misterio. Compréndelo hijo mío.
—¡Vete a la mierda! Tú sabes vivir bien. Vives en un palacio. Vives en
mejores condiciones que ninguna otra persona, y dices que eres el príncipe de la
iglesia. ¡Tú eres un sinvergüenza! Ya está. No tengo nada más que hablar.
—No, no. Tú comprende…
—No comprendo nada. ¡Explícame eso! ¡Explícamelo! No lo entiendo.
No lo entiendo.
322
EL MIEDO
La autenticidad
Lo verdadero, lo auténtico, es lo sinceramente valioso, y es lo
verdaderamente benevolente.
La respuesta a la pregunta que hemos planteado es simplemente la
autenticidad. ¡Sé auténtico en lo que sea!
Si eres un auténtico ladrón y estás convencido, el Reino de los
Cielos será para ti toda la vida. Si eres un súper-sinvergüenza, igual. Y
si eres buenísimo, porque te gusta hacer bien a la gente —lo que se dice
hoy que es “bien”—, igual.
Lo único que realmente se identifica con Lo Divino es ser autén-
tico y estar absolutamente convencido en aquello que estás haciendo.
Eso es lo bueno. Y eso, da igual que seas rico, que seas pobre, que seas
mediano, que seas alto, que seas bajo… Hay que saltar de esa trampa:
—¡Ah! ¡Mira los ricos, cómo viven! ¡Ah!, ¡mira los pobres!
—Déjalos que vivan como quieran. Déjalos.
La indiferencia. ¡Que hagan lo que quieran!
Pero sí había que resolver este problema, en cuanto que te entran
dudas de fe razonables: ¿Por qué Dios protege a los ricos y a los podero-
sos, y descuida a los pobres y a los menesterosos?
No, no me vale un Dios de promesas: “Pero en el futuro ya…”. No,
no. Dios es actualidad, ¡ahora!. Dios está de moda siempre. Y lo quiero
ahora, no cuando me muera, en el Cielo. No, no, no, no. Esos son his-
323
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
torias de los hombres ricos, de los malos, para convencer a los pobres
para que sigan siendo pobres. No. Lo que tenemos que buscar es lo
auténtico.
Lo auténtico es aquello en lo que nosotros nos sentimos perfec-
tamente identificados.
Esa identidad está sistemáticamente apoyada por Dios, porque
Dios es lo único auténtico que hay. Y lo que más se parece a Dios es la
autenticidad del hombre, en lo que sea ese hombre; en lo que haga. Da
igual lo que haga. Por eso no existen profesiones buenas ni malas. Por
eso, aparentemente, nos llama la atención cuando vemos uno que —teó-
ricamente— es malo, y triunfa, y es feliz, y se divierte, y lo pasa estupen-
damente; porque es que está convencido de ello. Sabe que lo mejor es ser
y actuar de esa manera.
Y entonces, Dios, en su inodoro, incoloro e insípido, está con él.
Porque él está absolutamente convencido de ello.
Así solucionamos el problema. Y no solamente solucionamos el
problema, sino que ésa es la guía que nos permite una comprensión más
cercana de la identidad y del Amor de Dios: ésa en la que vemos que
Dios admite y promociona a aquél que se identifica con él mismo, con el
propio Dios, en la autenticidad de lo que haga.
Dios admite cualquier profesión. Cualquiera. No desdeña nin-
guna. Ahora bien, aquéllos que no se sienten identificados con… Y hoy,
en nuestra cultura, en nuestro estilo de vida, los llamados “malos” están
identificados con su papel, por eso reciben el apoyo de Dios.
Porque, en realidad, da igual qué estilo de vida se viva o no. Lo
que prevalece y lo que se salva es lo auténtico; lo que el ser vive como
auténtico, como verdadero. Sin trampas, sin que el sujeto se engañe.
No importa lo que hagamos, ante Dios. Lo importante es que, en lo
que hagamos, estemos plenamente convencidos de ello; que seamos una
misma unidad con aquello que hacemos.
¿Que luego la cultura que toque, piense que eso es bueno o que es
malo? ¡Baaah! Cada cultura pensará lo que quiera.
En la cultura pre-cristiana —es decir, antes de que los cristianos
cogieran el poder—, los cristianos eran los malos, ¿no? Y los perseguía
todo el mundo, y los mataban en el circo. Y para todo el mundo, los
cristianos eran malos.
Pero ellos llegaron al poder y, al llegar al poder, lo que hicieron —y
lo que siguen haciendo— fue vengarse de los daños que recibieron. Hasta
hace bien poco tiempo, el Vaticano no tenía relaciones diplomáticas con
Israel, es decir, han echado la culpa a los judíos. Y los cristianos, cuando
324
EL MIEDO
325
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
326
EL MIEDO
327
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
328
EL MIEDO
329
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
330
EL MIEDO
331
PENARES, QUEJARES Y CURARES…
El miedo a la muerte
Y fíjense, en este proceso —para que se vea todavía más claro—,
en la misma civilización o cultura judeocristiana se ve muy claro en el
ejemplo de El Cristo. Eso es otra pregunta que uno se hace:
¿Por qué el Cristo deja, y Dios permite que al Cristo se le eje-
cute?
Es una pregunta que hay que hacerse: “Si es el Dios vivo, ¿cómo es
que le matan? ¿Por qué?”. Y a partir de ahí viene todo el rencor contra los
judíos, porque son los que le matan.
También es un planteamiento equivocado. No lo matan los judíos.
Es una cultura que tiene unos criterios, unos basamentos, y actúa en
consecuencia. Punto. El sanedrín actúa en consecuencia con su propia
ley. Y Él no cumplía una serie de requisitos —que decía Isaías— como
“El Mesías”; y como no los cumplía —y los sigue sin cumplir, según esos
requisitos—, pues este señor está cometiendo un grave delito, así que hay
que ejecutarlo; se acabó.
Ésa es la ley que había. Ellos se limitan, simplemente, a cumplir
con la ley. Nada más. La pregunta que uno se hace es: “Bueno, ¿por qué
no se libra de este asunto? ¿Qué nos quiere decir Él con el consentimiento de
su muerte?”.
Aparte de la resurrección, que nadie se la cree, claro. Nadie se la
cree, porque el cristiano es una de las personas que más miedo tiene
a la muerte. De todos los pacientes que he tratado, en el momento de
la muerte, los creyentes cristianos son los que más miedo tienen. Y yo
tengo que convencerles y decirles: “No, pues tranquilo. Ahora… ¡ahora sí
que la vas a gozar! Ya verás. Te vas a subir al columpio y te lo vas a pasar
cañón. No, pues…”.
Y son los que más miedo tienen, cuando deberían ser los que más
contentos estuvieran. Pero claro, les falta ese pequeño detalle.
Quizás, dentro de las miles o infinitas interpretaciones que puede
haber, el consentimiento del Cristo en la muerte es para mostrar que ni
siquiera hay temor a que te maten, porque, en el fondo, tú eres un
inmortal.
332
EL MIEDO
333
PENARES, QUEJARES Y CURARES…