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SEMINARIO: “PROBLEMAS ONTOLÓGICO-FILOSÓFICOS EN TORNO A LAS

INTERPRETACIONES DE LA MECÁNICA CUÁNTICA”


MONOGRAFÍA FINAL

Alumnas:
Simonetti Silvia
González Arismendi Soledad

“Desplegando el Universo”
David Bohm

“Un insecto, la brisa benévola de octubre, el comportamiento de


un caballo o las fases de la luna, tenía el mismo valor para él como
objetos de reflexión, y más de una vez le oí decir que, a diferencia de
lo que habían producido los hombres, no había jerarquías en la
naturaleza, y que en cada fenómeno natural estaban implícitas las
leyes que rigen al universo entero”
José Luis Saer, Las Nubes

Indudablemente, en la actualidad nadie se atrevería a cuestionar los resultados


obtenidos por el formalismo de la mecánica cuántica. Pese a esto, las controversias
acerca de su interpretación siguen alimentando los debates. A pesar de compartir un
amplio sustrato de compromisos, subsisten entre los científicos enormes desacuerdos
que mantienen la vigencia del debate. Ello es posible, precisamente porque dichos
desacuerdos no se refieren a aspectos teóricos o empíricos que se ciñen dentro de la
temática de la física, sino que reclaman simultáneamente la remisión inmediata a una
ontología determinada. Es decir, que las investigaciones y su correlativas
interpretaciones estarán orientadas primordialmente por la pregunta acerca de cómo
cada uno de los actores entiende que el mundo debe ser.

En el presente trabajo, nos ocuparemos de la interpretación que David Bohm


defiende, ante una comunidad científica que parece sospechar de los compromisos
metafísicos que el autor crea y asume.

Para ello, se realizará un recorrido breve por algunos de los problemas


interpretativos de la mecánica cuántica, haciendo hincapié en aquellos que resulten
decisivos para la comprensión del autor. Luego se presentarán y desarrollarán las
características fundamentales de su teoría, intentando hacer explícita la novedosa
imagen del universo detrás de su formalismo.

1
PARTE I

Desde las primeras interpretaciones de la mecánica cuántica, las controversias


surgidas al respecto han sido innumerables. Estas interpretaciones, no solamente nos
han ofrecido perspectivas diferentes entre sí, sino que inclusive se excluyen
mutuamente. Semejante estado de la cuestión, no resulta un detalle menor, si se
considera paralelamente el enorme éxito instrumental de su formalismo, del cual todo
el siglo XX ha sido testigo.

A comienzos del siglo pasado, Max Planck concluía que la unidad mínima de
energía sólo podía ser concebida a través de la unidad denominada “cuantos de
energía”, o en múltiplos de la misma. Y además, afirmaba que el valor del “momento”
y del “lugar” de los “cuantos de energía”, únicamente podía ser establecido con rigor
probabilístico, a través de ciertas leyes de distribución estadística, en lugar de poder
ser determinado utilizando las leyes de la mecánica clásica.

Ello, constituye un problema de notable envergadura, pues debemos considerar


que hacia el final del siglo XIX, la mecánica clásica gozaba de un prestigio
considerable, así como la cosmovisión determinista que parecía imponer esta teoría
en el ámbito de la naturaleza.

Pero el problema se vuelve aún más complejo hacia el año 1927. Para esta
época, Heisenberg presentaba el denominado “principio de indeterminación”, mediante
el cual concluía que resultaba imposible determinar -por definición- en el nivel de la
microfísica, el momento y la posición de una partícula en modo conjunto. Más aún, la
investigación llevada a cabo, afirmaba que, cuanta más precisión se lograra en la
determinación de la ubicación de una partícula, menos precisión se tendría en
relación con la determinación de su momento, y viceversa.

La insinuación de este problema, de esta relación inversa entre ambas


“propiedades” –momento y posición-, ya había sido esbozada años anteriores, a través
del experimento de la doble rendija. Mediante este dispositivo se había comprobado
que la naturaleza del electrón no resultaba clara ni definida: mientras que, según
alguna prueba éste se mostraba como partícula, mediante una modificación de la
misma prueba, el electrón se mostraba como una onda.

El experimento hipotético de Heisenberg, consistió en imaginar que, luego de la


identificación del momento de la partícula “X”, se podía proceder a la determinación
de su posición. Esta tentativa consistía en pensar que, si se despide un fino haz de
electrones, de manera tal que uno de ellos logra colisionar con la partícula en cuestión,

2
“X”, en ese momento el electrón que ha “chocado” con la partícula “X”, será despedido
y enfocado por unas lentes magnéticas, hasta que finalmente caerá en una placa
fotográfica, realizando un pequeño deslizamiento, de modo tal que dejará trazada, en
dicha placa un estela “Y”. Es decir, la primera impresión del electrón sobre la placa
fotográfica, solamente podrá ser utilizada para deducir de la misma, una distribución
de probabilidades de esos posibles “puntos” de “X”, desde los cuáles podría haber sido
difractado. De allí que, pueda ser utilizada la impresión para calcular la posición de “X,
dentro de un campo de incertidumbre, ΔX.

En efecto, la apuesta de Heisenberg, consistió en probar que la incertidumbre


global implicada en la medición, es decir, la incertidumbre de la medición de la
posición ΔX, multiplicada por la incertidumbre del momento ΔP, era igual a una de las
constantes fundamentales de la naturaleza: h, en donde “h” es la constante de Planck.

ΔX. ΔP ≥ h.

La consecuencia inmediata, luego del establecimiento del principio de


Incertidumbre, fue el desconcierto generalizado. En efecto, en el campo de la física
teórica constituye un desafío insoslayable, ya sea su refutación, su confirmación, o
bien, el establecimiento de alguna otra solución alternativa que permitiese la
comprensión de dicho fenómeno, puesto que el corolario de esta peculiar situación, en
el ámbito de la microfísica, dice que sólo es posible establecer la posición o el
momento de las ondas/partículas, a través de un cálculo estadístico.

Además, este principio de indeterminación introducía otro inconveniente.


Afirmaba que la influencia que se ejerce en el momento en el cual se pretende hacer
las mediciones correspondientes, altera necesariamente el resultado de la medición
del observable, y que por lo tanto sólo se encuentra al alcance del observador, el
establecimiento probabilístico de los valores de esa cantidad.

Frente a tal estado de cosas, los físicos se han posicionado en dos vías
alternativas. Por un lado, quienes adhieren a la interpretación de Copenhague,
admiten la ineludible necesidad del probabilismo cuántico; por otro lado, encontramos
a aquellos que afirman que sí es posible la extensión de las leyes causales del mundo
de la mecánica clásica al nivel subatómico.

En esta última elección, se inscribe la propuesta de Bohm, quien


conjuntamente con otros científicos y colaboradores, orientarán sus esfuerzos para
mostrar en qué sentido considerarán “incompleta” la mecánica cuántica, y cuya
originalidad suscita un amplio interés.

3
Como ya se mencionó, los resultados del principio de indeterminación,
significaron un problema substancial para toda la comunidad científica, pero en
particular constituyeron una objeción insoslayable para aquellos especialistas que
insistían en una interpretación realista de la teoría.

Entre estos últimos se encontraba Albert Einstein, quien conjuntamente con


otros científicos colaboradores, escriben en el año 1935, el artículo conocido como
“EPR” (Einstein, Podolsky, Rosen), mediante el cual pretendían argumentar a favor de
la “incompletitud” de la mecánica cuántica:

“El artículo se abre con un preámbulo epistemológico-metafísico, donde los


autores proponen dos condiciones que debe cumplir toda teoría física. Según
el criterio de completitud, es condición necesaria para la completitud de una
teoría física que cada elemento de la realidad física posea su contrapartida en
la teoría. Según el criterio de realidad, si podemos predecir con certeza el
valor de una magnitud física sin perturbar en modo alguno el sistema, entonces
existe un elemento de la realidad física que corresponde a dicha magnitud1.

El “quid” de la estrategia argumentativa consistía en pensar la posibilidad de


que los electrones actuaran en modo no-local, cuestión con la que el propio
Einstein nunca estuvo de acuerdo. En efecto, la no-localidad, asume la posibilidad de
que dos partículas, que alguna vez estuvieron interrelacionadas pero que se han
separado espacialmente una de la otra, continúen correlacionadas, de modo tal
que, es posible realizar mediciones de los observables, buscados en cada una de las
partículas separadas, y determinar con certeza el valor los observables.

En efecto, este experimento mental, afirma que es posible hacer mediciones


del momento cinético de una de las partículas para calcular el momento cinético de la
otra sin perturbación alguna, y asimismo, midiendo la posición de esta última se
puede conocer también la posición de la primera con precisión. Ahora bien, habíamos
visto que la mecánica cuántica, por principio de indeterminación, no nos permitía
conocer simultáneamente posición y momento cinético. A esto se le suma que, según
el criterio de realidad, ambos observables poseen realidad física, ya que pudimos
predecir con certeza el valor de su magnitud. Nos encontramos aquí, en la disyuntiva
de afirmar que, o bien que una de esas dos partículas no tiene realidad física porque
la cuántica no permite su predicción (que por EPR pudo hacerse), o bien que la
cuántica es incompleta, es decir que le faltan elementos teóricos para describir todos y
cada uno de los elementos de la realidad física. El EPR concluye en que la
mecánica cuántica debe de ser incompleta en su descripción de la realidad.

1
Lombardi Olimpia, “Mecánica Cuántica y No-Localidad: ¿Con cuántos dados juega Dios?”, CONICET-Universidad
Nacional de Quilmes.

4
PARTE II

2.1- Una nueva versión del EPR

En el marco de las discusiones suscitadas por la interpretación de la mecánica


cuántica, la propuesta que Bohm, representa un intento más que interesante a los
efectos de inteligibilidad de la teoría.

En primera instancia, este físico propone un ejemplo más claro para el


experimento EPR. Sugiere pensar en la modificación de la posición y el momento de
los observables, por las proyecciones del spin (propiedad de rotación sobre sí mismos
de partículas subatómicas) en estado singlete.

Bohm va a pensar, en principio, en la idea de dos protones que se hallan


ligados entre sí, y cuyo momento angular es siempre cero, de modo tal que si el
sistema fuese dividido, cada una de las partículas se alejarían en sentido opuesto, una
de la otra. Ahora bien, en este nuevo estado de cosas, cada una de las partículas que
se hallaban conectadas en el principio continuarían teniendo el mismo valor angular,
pero ahora en sentido opuesto, 1 y –1, como garantía de que el momento angular
continúe siendo cero. Estas partículas, tomadas cada una de ellas en forma separada,
estará sometida a fluctuaciones aleatorias, pero se las seguirá considerando como
complementarias, puesto que tendrán un spin de igual valor y dirección, sólo que
ahora, y luego de la división del sistema, en sentido opuesto. Por tanto, dirá Bohm, si
una vez que ambas partículas se hallan distanciadas, se mide el spin, y con ello el
momento y el lugar de una de las partículas, conoceremos el spin de la otra
automáticamente, y con ello quedará mostrada la posibilidad de la conexión a
distancia, de característica no-local.

En principio, esta nueva versión del EPR presentaba algunas ventajas, ya que
permitía la posibilidad de hacer participar más observables, y además era susceptible
de ser trasladada como experimento concreto al interior del laboratorio, cuestión que
la versión inicial no permitía. No obstante, rápidamente comenzaron a surgir serias
objeciones en torno a la característica de no-localidad de la teoría. Esta cualidad,
implica que la descripción de un sistema físico “permite que el resultado de una
medición sobre un subsistema dependa de las mediciones efectuadas sobre otro
subsistema.”2 Es decir que, admite que haya correlaciones entre dos o más

2
Lombardi, Olimpia, El Debate Bohr-Einstein, Buenos Aires, Facultad de Ingeniería UBA, 1993 , p.3

5
observables espacialmente separados, que comúnmente se han interpretado –y por
esta lectura se ha visto rechazada- como acción a distancia instantánea.

Uno de los motivos de su rechazo, se debe a que la acción instantánea que es


necesario considerar, violaría la teoría de la Relatividad Especial de Einstein, puesto
que implica que las acciones que se producen entre las partículas conectadas,
superarían la velocidad de la luz. En efecto, tal objeción ya había sido formulada
directamente por Bohr a Einstein, durante uno de los congresos Solvay, para refutar el
experimento EPR original. Por otro lado, al propio Einstein le disgustaba que la
posibilidad de la acción no-local, además de la violación de la Relatividad Especial,
implicaba un cambio de concepción aún más grave y significativo para la física como
disciplina. Con ella, era necesario asumir también que los sistemas físicos no poseen
independencia espacial, o en otras palabras, que la independencia total entre los
subsistemas ya no era concebible, habiendo sido ésta una premisa básica y
fundamental para el modo de pensamiento de la física, tal y como era entendida hasta
el momento.

El análisis de esta versión continuará con los trabajos que se conocen como
desigualdades de Bell, quien en 1966, en un nuevo análisis del EPR, introdujo la
posibilidad de una nueva interpretación de la mecánica cuántica de Copenhague: ésta
ya no sólo podía ser entendida como “incorrecta” o “incompleta”, sino que de acuerdo
a las desigualdades de Bell, podría ser ahora también considerada “inconsistente”.

Además, las investigaciones de Bell, permitieron que John Clauser, Michael


Horne, Abner Shimony y Richard Holt (1969), al generalizar los resultados de las
desigualdades, cancelaran la posibilidad de una interpretación realista y local para la
mecánica cuántica.

Posteriormente, las desigualdades de Bell, serán contrastadas empíricamente


por Alain Aspect. Pero, a los efectos de que el experimento resultara más sencillo, las
mediciones no se efectuaron en torno al spin, sino a través de la polarización de
fotones en proceso de cascada. El resultado de las experiencias mostró claramente
que las desigualdades de Bell eran violadas, y con ello se pudo establecer que, toda
interpretación que respete la estadística cuántica, tendría que ser
necesariamente no-local.

6
2.2-Una teoría de variables ocultas no-locales

La propuesta de Bohm es entendida como una interpretación alternativa a


estas correlaciones cuánticas, que evitando basarse en la explicación de la
comunicación instantánea –que como vimos, violaría la Relatividad Especial-, postula
en cambio, la presencia de variables ocultas no-locales que permitirían una conexión
antes del proceso de medición. Con ello afirma, entre otras cosas, que la función de
onda no permite obtener toda la información relevante, cuestión que ya se veía en
la versión inicial del EPR. Bohm acepta el indeterminismo como una propiedad real y
objetiva de la materia, pero lo asocia a un contexto limitado dado: el de las variables
del nivel mecánico cuántico. Así, supone “que en un nivel subcuántico más profundo,
hay más variables que determinan con más detalle las fluctuaciones de los resultados
de las mediciones individuales mecánico-cuánticas”3, y que aún no han sido
descubiertas. Cabe destacar, que un intento por refutar la teoría de variables ocultas
fue realizado por el matemático Von Newman, quien dedujo un teorema que prohíbe
desarrollar una teoría con variables ocultas que reproduzca el formalismo de la
mecánica cuántica. Bohm hace caso omiso de dicha prohibición y en efecto, advierte
que lo que no permite el sistema es el desarrollo de una teoría que tenga variables
ocultas no-locales, siendo la restricción únicamente para aquellas que se manifiestan
de manera local.

2.3 La interpretación es causal y postula la no-separabilidad

Para dimensionar el alcance de la teoría de Bohm es necesario situar su


propuesta en relación con otras interpretaciones de la mecánica cuántica. A grandes
rasgos, encontramos aquellas que se caracterizan como realistas, frente a las que
pueden denominarse no-realistas. Por la postulación de la no-separabilidad y la
existencia de trayectorias de las partículas subatómicas, su teoría puede concebirse
como realista y causal. La misma es capaz de alcanzar las predicciones equivalentes
a la teoría cuántica original, sólo que partiendo de supuestos diferentes, en especial a
nivel ontológico.

Recordemos que Einstein argumentaba que postular la no-separabilidad nos


enfrentaba al problema de la individualidad de cada subsistema, advirtiendo que no
aceptar la independencia de objetos espacialmente separados implicaría abandonar el

3
Bohm, D., La totalidad y el orden implicado, Kairos, Barcelona, 1988, p.129

7
modo de pensamiento característico del ámbito de la física, ya que nos veríamos
obligados a postular un único sistema, es decir, un sistema holístico. Sin embargo,
para Bohm, es simplemente en los estados altamente correlacionados, donde las
propiedades del todo no pueden explicarse por sus partes componentes. A medida
que penetramos en la materia nos encontramos con partículas de una sutileza
creciente, que no pueden presentarse como “los bloques básicos de construcción del
mundo” a la manera de Newton y en general de la visión moderna del mundo. Estas
habrían sido meramente construcciones teóricas, útiles para una época determinada,
pero sin significación ni referencia directa. El pensamiento cartesiano, como
exponente de la modernidad, nos dice que a medida que dividimos algo en sus partes
componentes, nos encontraremos con “los elementos más simples y más fáciles de
conocer”4. Esto es precisamente lo que el pensamiento de Bohm ha puesto en tela de
juicio, y que por los desarrollos de la cuántica es manifiesto: la complejidad interna de
las partículas elementales se incrementa cuanto más profundizamos en su estructura y
comportamiento. A mayor división, se muestra mayor correlación entre los elementos
“supuestamente” más simples.

Para ampliar las características principales que ya hemos adelantado, lo


primero a tener en cuenta es que su carácter causal, el más general de sus aspectos,
no debe ser entendido como un determinismo total. En su versión inicial, la teoría
empieza suponiendo que el electrón o cualquier otra partícula elemental, es cierto tipo
de partícula que sigue una trayectoria determinada causalmente. En una forma
posterior de la teoría se abandona esta imagen directa de la partícula y se representa
alternativamente por fluctuaciones dentro de un campo cuántico. A diferencia de las
partículas de la física newtoniana, afirma este físico que el electrón nunca se separa
del campo cuántico. Este campo cumple la ecuación se Schrödringer, de la misma
manera que el campo electromagnético cumple la ecuación de Maxwell, siendo por lo
tanto, él mismo también causalmente determinado.

En la física newtoniana, una partícula clásica se mueve según las leyes de


movimiento de Newton y las fuerzas que actúan sobre la partícula se derivan de un
potencial clásico V. La propuesta innovadora de esta interpretación es que además de
este “potencial clásico”, aquí actúa también un potencial nuevo, llamado potencial
cuántico “Q”. Para explicitar mejor este funcionamiento Bohm se expresa a través de
la imagen de un orden implicado multidimensional, donde este potencial se
manifestaría, en contraste con un orden explicado que se despliega
tridimensionalmente, y que sería el ámbito de la mecánica clásica. Todos los aspectos
4
Descartes, R., Discurso del Método, Ediciones Colihue, Buenos Aires, 2004, p.33.

8
del mundo cuántico estarían contenidos dentro de los rasgos esenciales de este
potencial, siendo sus efectos la diferencia fundamental entre el comportamiento del
mundo clásico y el cuántico. El límite de comportamiento clásico sería precisamente
aquel para el cual los efectos de Q se hacen insignificantes o despreciables.

2 22 2 2
Q= -h ∇ R -h ∇ Ψ 
   =  2
2m R 2m Ψ 

Donde Ψ es el campo cuántico o función de onda derivado de la ecuación de


Schrödringer, h es la constante de Planck, y m es la masa del electrón o de otra
partícula. Vemos aquí que el potencial cuántico está determinado por el campo de
onda cuántico o función de onda. Pero lo matemáticamente significativo en la ecuación
anterior, es que la función de onda se encuentra tanto en el numerador como en el
denominador, siguiéndose de esto curiosos ejemplos para nuestra intuición clásica.

A primera vista, podría parecer que el considerar el electrón como un tipo de


partícula, afectado causalmente por un campo cuántico, representa un regreso a viejas
ideas que ya se han mostrado agotadas. Sin embargo, y a medida que se va
desarrollando la teoría, resulta que el electrón no es una partícula simple y sin
estructura, sino que, es una entidad enormemente compleja, a la que el potencial
cuántico afecta de manera extremadamente sutil.

El potencial cuántico es responsable de comportamientos y propiedades


cualitativas de la materia que no se encontraban en la teoría cuántica convencional.
Una partícula que se mueve en el espacio vacío, sin ningún tipo de fuerzas clásicas
actuando sobre ella, experimenta todavía el potencial cuántico y no necesita, por ende,
moverse de manera uniforme en línea recta. El potencial se determina a partir de la
onda cuánticaΨ , que contiene contribuciones de todos los otros objetos en el entorno
de la partícula. Suele decirse por esto que es la fórmula que conecta todo con todo.
Puesto que Q no cae necesariamente con la intensidad de la onda, el movimiento
puede verse afectado de manera profunda incluso por rasgos lejanos a su entorno.
Por ello, el potencial cuántico de un sistema de partículas depende del estado cuántico
del sistema total, de tal manera que no se puede reducir a las interacciones entre las
partículas. Tomemos como ejemplo el experimento de la doble rendija, que es
considerado como la pieza clave de evidencia de la dualidad onda-partícula. Cuando
los electrones son enviados a través de la doble hendidura, muestran del otro lado un

9
esquema de interferencia a manera de onda que resulta incompatible con el
comportamiento clásico de las partículas. Sin embargo, la teoría de Bohm, sigue
manteniendo -como era esperable- una interpretación causal de este fenómeno. Se
sabe que el electrón se dirige a una pantalla en la que hay dos hendiduras, pudiendo
atravesar una u otra. Ahora bien, la onda cuántica puede atravesar ambas. A la salida
del sistema de hendiduras, las ondas cuánticas interfieren y producen un potencial
cuántico altamente complejo que normalmente no desciende al alejarse las
hendiduras. Las propiedades de onda no surgen de una dualidad esencial de la
partícula cuántica, sino de los complejos efectos del potencial. La forma o la
información contenida en el potencial cuántico determinan el resultado del proceso
cuántico.

Un rasgo más de su interpretación, es que puede dar cuenta de lo que Bohr


llamaba “la totalidad de la situación experimental”. Por ejemplo, en el experimento de
la doble rendija, cada partícula responde a la información que viene de la totalidad del
entorno. Porque aunque cada partícula atraviesa una sola hendidura, su movimiento
está fundamentalmente afectado por la información que proviene de ambas
hendiduras. En términos más generales, hechos y estructuras distantes pueden
afectar profundamente a la trayectoria de una partícula (a través del potencial
cuántico), de manera que cualquier experimento tiene que ser considerado como un
todo: al no disminuir necesariamente los efectos de las estructuras con la distancia,
han de considerarse todos los aspectos de la situación experimental.

Otra de sus características esenciales, es que no presenta una ruptura total


con la antigua mecánica sino que la mecánica clásica o newtoniana pasa a ser un
caso especial de la mecánica cuántica: aquel en que el potencial cuántico es
despreciable. Los límites ya no son inconmensurables sino que uno surge del otro:
nuestra intuición responde a un universo que se ha desplegado en tres dimensiones.
En la medida en que el potencial cuántico es despreciable, su información ya no se
presenta en forma activa y es por eso que sus efectos no se ven manifestados en el
mundo macro, comportándose los objetos como si fueran independientes. Entonces,
sería este potencial cuántico aquel que estaría marcando el límite clásico, que
corresponde a los sistemas con que nos encontramos cotidianamente.

La última particularidad que mencionaremos de la interpretación causal, es que


no limita a la estructura formal de la teoría cuántica actual, no prescribe que el
formalismo se acabe allí, sino que su matemática está abierta a una gama casi
ilimitada de modificaciones que seguirían siendo coherentes con el lenguaje informal

10
de la interpretación actual. Por ejemplo, las trayectorias de partículas antes descritas
podrían ser sólo promedios de un conjunto más complejo de trayectorias, que
recuerdan a las del movimiento browniano, y que fluctúan sin orden, para arrojar a la
larga el mismo tipo de distribución estadística que se prevé en la mecánica cuántica
actual. Esto es lo que muestra que la interpretación, aunque sea causal, no es
estrictamente determinista, como ya habíamos adelantado, brindando la posibilidad de
una mayor creatividad dentro de un marco causal. Bohm habla asimismo de la
posibilidad de la existencia de ordenes “superimplicados”, conectados todos por lo que
él ha denominado como “holomovimiento”.

2.4 Imágenes del universo: El Holomovimiento

Bohm recurre a varias imágenes para ampliar su concepción ontológica del


universo, de las cuales la holografía es su analogía más recurrente. La metáfora
muestra las diferencias entre este sistema y la fotografía convencional. En la última, se
utiliza una lente para enfocar la luz proveniente de un objeto, que hace que cada parte
del mismo quede reproducida en una pequeña parte de la placa; en la grabación
fotográfica por holografía -que consiste en un dibujo detallado por franjas de
interferencia realizadas con rayos láser- en contraste, cada parte de la placa contiene
información procedente de la totalidad del objeto. Es decir, que en la imagen
holográfica, la parte contiene información sobre el todo. Así, cuando se ilumina la
placa con luz láser, las ondas de luz procedentes de ella se parecen a las que
procedían originalmente del objeto y es posible ver en tres dimensiones una imagen
del objeto representado. E incluso iluminando una parte de la placa podemos obtener
el reflejo de todo el objeto. Esta metáfora, sin embargo, es incompleta, puesto que nos
está presentando un registro estático del movimiento mientras que el término pretende
describir la naturaleza fluente de todo lo que es. Es por ello, que recurriendo a su
propia inventiva, Bohm denomina holomovimiento a esta nueva forma de conexión en
el universo. El orden implicado es aquel donde tendría lugar el holomovimiento, el
movimiento básico que se manifiesta en sucesivos pliegues y despliegues, de los
cuales la materia sería un mero aspecto, relativamente estable, del universo fluente y
no-fragmentado.

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En palabras del propio Bohm:

“se piensa que sólo puede considerarse real lo que puede medirse con un
instrumento. Lo que puede decirse es que el estado actual de la física teórica
implica que el espacio vacío tiene toda esa energía, y, por consiguiente, la
materia es como un pequeño rizo en este océano tremendo de energía, con
cierta estabilidad relativa, y que es manifiesto. Por lo que yo sugiero que este
orden implicado implica una realidad que va mucho más allá de lo que
llamamos materia. La materia misma no es más que un rizo sobre este fondo.” 5

No podemos, debido a las limitaciones de los aparatos de medición y nuestra intuición


clásica del universo, obtener un conocimiento exhaustivo del mundo, ya que siempre
habrá un conjunto de variables ocultas a las que no podremos acceder por su
condición de totalidad no fragmentada ni dividida que es indefinible e inmensurable.
La imagen del holomovimiento es la representación más fiel, a los ojos de Bohm, de la
ontología del mundo, a la cual nunca tendremos un acceso completo y absoluto, desde
nuestros condicionamientos gnoseológicos.

5
AAVV, “Entrevista Weber–Bohm”, El paradigma Holográfico, Kairos, Barcelona, 1987

12
PARTE III

3.1-Conclusiones

La historia de la mecánica cuántica nos ha demostrado que ya no es posible


interpretar el nivel cuántico desde una perspectiva local, y por ende, es dable afirmar
que la no-localidad se ha erigido ya como una propiedad inherente al mundo que
podemos conocer. Sin embargo, no resulta sencillo pasar por alto la preocupación
que Einstein enfatizó. En opinión de este físico, adherir al postulado de la no-
separabilidad, tal y como Bohm lo hace, conduce inevitablemente hacia un problema
de mayor espesor, puesto que, implica la anulación de la individualidad de cada
subsistema, viéndonos obligados, a asumir que los objetos no existen en modo
independiente en el espacio, y por ende, como corolario, conllevaría a la supresión del
modo de pensamiento característico del ámbito de la física. La nueva perspectiva
aboga por la introducción de una comprensión más compleja de los fenómenos de la
naturaleza: la existencia de un único sistema, esto es, el sistema holístico.

En efecto, el núcleo de la tesis de David Bohm, reside precisamente en la


osadía de proponer una perspectiva ontológica radicalmente diferente a la trabajada
por la tradición de la física moderna. Para este autor, la supuesta separación entre las
partículas del nivel subatómico, es sólo el resultado de una apariencia, puesto que
existe aún la posibilidad de concebir otro nivel aún más profundo en el que todas las
cosas se encuentran conectadas entre sí en modo infinito.

Es decir, si las partículas se nos presentan en modo separado es porque,


nosotros, pobres “bicéfalos” mortales, no estamos siendo capaces de ver la realidad
en toda su dimensión, en una totalidad más profunda y básica que resulta, dice Bohm
“holográfica”, puesto que si cada una de las partes constitutivas del universo, fuese
dividida y observada en completitud, nos encontraríamos con que en ellas se
proyectaría el universo entero.

Por ende, concluirá Bohm, cada subdivisión resulta necesariamente artificial y toda
la naturaleza no es otra cosa que una inmensa red interminable de imágenes
holográficas. En un universo con características holográficas, el tiempo y el espacio no
serían conceptos significativos, ya que en un universo en donde nada se halle
separado, los conceptos mismos de ubicación y momento carecerán de importancia
para el conocimiento estricto, y por ende cada una de las partes puede ser pensada
como una proyección de un sistema mucho más complejo.

13
Esta nueva perspectiva ontológica para la comprensión de la teoría científica
ha sido denominada como “paradigma holográfico” y aunque muchos científicos lo
hayan acogido con escepticismo, ha entusiasmado a muchos otros. Existen buenas
razones para adoptar la perspectiva de Bohm: la teoría resulta atractiva por diversos
motivos, es realista, causal, no-local y al reproducir las mismas predicciones que son
posibles con el planteo del formalismo de la mecánica cuántica de Copenhague, no
contradice los resultados de su contrastación empírica.

Resulta irrefutable, que la adopción de la comunidad científica de la teoría de la


mecánica cuántica se funda en los resultados empíricos obtenidos a través de la
aplicación del formalismo. Sin embargo, nos parece importante señalar que desde
nuestra perspectiva, siendo la física una ciencia que fundó un modelo de conocimiento
que durante al menos dos siglos capitalizó las expectativas de la explicación de la
naturaleza en términos absolutos, hoy se resigne a conformarse dentro de los limites
del mero operacionalismo, posibilitado por la certeza de que ciertos formalismos
funcionan. Y es por ello, que la apuesta realizada por Bohm a formular una respuesta
respecto de la pregunta ontológica básica acerca de “qué es lo que hay”, nos resulta
altamente significativa.

Creemos que resulta un sueño ingenuo, tal vez desde una perspectiva también
ingenua, la pretensión de los físicos de querer desarrollar una teoría completa que en
términos absolutos pueda absorber y contener dentro del “campo de la física”, un
formalismo intachable, desde el punto de vista empírico y estético, y que al mismo
tiempo posea, además un correlato ontológico que resulte armonioso, y cuyos
elementos constitutivos puedan alcanzar una interpretación clara y distinta. Por este
motivo, también valoramos la decisión conciente de nuestro físico de haber creado
imágenes o metáforas que sin pretender el fin de las explicaciones, nos presentan
cierta inteligibilidad o acercamiento a su visión del universo.

Por último, no quisiéramos finalizar este trabajo sin mencionar explícitamente la


hipótesis que a lo largo de éstas páginas estuvimos trabajando. Esta hipótesis no se
halla únicamente animada por nuestra pertenencia específica a la filosofía como
disciplina. Consideramos que principalmente se encuentra fomentada por los propios
discursos de los científicos, los cuales no hacen más que confirmar, aquello que
sabemos desde Aristóteles y Leibniz, esto es que, todo discurso de física es al mismo
tiempo un discurso de metafísica.

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Bibliografía

AAVV, El paradigma Holográfico, Barcelona, Kairos, 1987.

Bohm, D., La totalidad y el orden implicado, Barcelona, Kairos, 1980.

Bohm, D y Peat, F. D., Ciencia, Orden y Creatividad, Barcelona, Kairos, 1988.

Chibeni, S., “Holism in microphysics”, Departamento de Filosofía, Universidad


Estadual de Campiñas, Forthcoming in Epistemology (Italy), 200?.

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