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1. Cultura de guerra.
2. Aspirar a otra paz.
3. La paz cultural.
Esta cultura de la guerra nos impide, por ejemplo, comprender que la guerra ya
ha empezado aún antes de que estalle la primera bomba, que ya se han producido las
primeras víctimas inocentes por el bloqueo económico impuesto a Irak hace más de una
década, nos oculta que el conflicto es multilateral y no contra un solo país (Irak) ni con
un único polo, que no es la guerra de un único malvado o de un solo gobernante
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(Sadam), sino que hay más actores e intereses en juego, nos impide comprender que la
intención de la propaganda de guerra es satanizar a un enemigo para obviar las
verdaderas causas del conflicto.
Por tanto, acabamos aceptando las simplificaciones extremas que del conflicto
nos ofrecen los gobiernos y los medios. Con ello caemos en una perversa celada:
vamos de una interpretación simplificada a otra del mismo talante, cayendo en
supuestas argumentaciones “redondas” que, sorprendentemente, se derrumban en su
totalidad al cambiar un único argumento . Todo ello nos oculta una molesta realidad: el
conflicto es total (económico, político, ecológico, cultural, de género, etc.) y global
(abarca a todos los países, instituciones nacionales o no, y personas). Además, llegando
al fondo de la cuestión, esta simplificación torticera nos obliga a estar al pairo de los
poderosos y nos impide tener criterio propio y actuar política y críticamente.
Cultura de guerra.
Es por ello que vivimos inmersos en una verdadera cultura de guerra, o que tiene
la guerra y la dominación en el cénit de su cosmovisión, de sus valores y respuestas.
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nos produciría, por ejemplo, una propuesta que señalara en nuestras sociedades
opulentas la abolición del dinero y del trabajo (y proponemos este ejemplo no por
indeseable, sino por remoto a nuestra cultura), nos lo produciría el que un loco
cualquiera nos ofertara una guerra o un enemigo al que exterminar.
De este modo, nuestro substrato cultural es otra causa más, junto a las directas y
estructurales, última y profunda de nuestra visión negativa de los conflictos, de nuestra
visión pacata y constreñida de la paz, de nuestra (y esto es lo duro para quienes nos
creemos o sentimos “de izquierdas”, “progresistas” o “alternativos” o cualquier otra
apelación similar con que nos queramos denominar) colaboración y participación en la
guerra.
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Así, y si nos fijamos en el discurso más o menos correcto que se ha propagado
como “paradigma del pacifismo antibelicista” (diplomacia francesa y alemana
principalmente) en el presente conflicto de Irak, parece que los límites del pacifismo
quedan en la pregunta por la guerra legítima, o en la idoneidad de utilizar la guerra no
desde el unilateralismo yanki, o desde el multilateralismo ONU y como “último
recurso”. Una idea de paz limitada y reducida a la élite y a las instituciones, más
adecuada para acallar conciencias que para traer la paz. ¿No llama la atención que la
diplomacia “pacifista” de la presente guerra no haya reparado en que, con los entre
100.000 y 500.000 millones de dólares que, según El País1 costará la guerra con Irak, se
podría promover el desarrollo de infraestructuras y de condiciones de vida dignas no
sólo para Irak, sino para todo el mundo árabe lo que podría evitar ésta y posteriores
guerras en la región?2
Pero, igualmente, y por lo que respecta a los que aspiran a que otro partido en el
gobierno traerá la paz, podemos hacernos algunas reflexiones que desvelan la
ingenuidad de estos planteamientos:
Ningún partido ni grupo señala en sus programas políticos qué dinero está
dispuesto a usar para defensa y seguridad, para investigación más desarrollo,
etc.
Promover el debate social sobre qué hay que defender y con qué medios
(ejemplo: ¿nos tenemos que defender de Irak o de los vertidos de fuel? ¿Qué
1
El País. Núm 9399, 21 de febrero de 2003. Pág. 6. “100.000 millones de dólares para derrocar a Sadam”
2
El PIB de todo el mundo árabe, según el “Informe 2002 del Desarrollo Humano Árabe”, elaborado por
el PNUD es de 53.120 millones de dólares, 6.000 millones de dólares menos que el de España.
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medios son más idóneos para esta defensa, los ejércitos o los expertos
medioambientales?, etc.
La paz cultural.
Se nos hace inevitable señalar que la política “de paz” que la izquierda
tradicional ha hecho hasta la fecha ha sido altamente ineficaz y anquilosada, porque está
basada en la idea de paz como mera ausencia de guerra, o en la preparación disuasoria
de la guerra mediante la construcción de ejércitos cubiertos de calificativos increíbles
como “del pueblo”, “defensivo”, “de liberación”, “preventivo”, etc.
El abordar el trabajo por la paz desde este análisis nos habilita para entender la
paz desde una nueva perspectiva: PAZ GLOBAL. Esta paz pone el énfasis en abordar la
manifestación interrelacionada de los tres tipos de violencia ya señalados. Es decir, de
nada o poco sirve abordar solamente la violencia directa. Si seguimos permitiendo que
actúe la violencia estructural y cultural, más tarde o más temprano volverá a
manifestarse la violencia directa, y lo mismo ocurrirá con las otras dos.
La idea de paz global pone énfasis en la sinergia de todos los tipos de violencia y
en la necesidad de un enfoque pacifista globalizado para poder conseguir avances en
cada uno de los vértices del triángulo de la violencia.
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Este enfoque global tiene mucho que ver con el concepto de transarme que el
movimiento pacifista y antimilitarista ha ido esbozando en los últimos tiempos sin que
la izquierda tradicional se entere (aún) de sus propuestas y calendarios, caracterizado
por aspirar a ser procesos de cambio graduales, que parten de la realidad existente en la
actualidad y que buscan cambios progresivos y coordinados en muchas, o todas, las
facetas de la sociedad, para lograr un mundo cada vez menos violento en el que la
estructura violenta que representa el ejército pueda ir desapareciendo poco a poco para
ser sustituida por un modelo distinto de sociedad o por un concepto de defensa
alternativo.
Pero, junto a los análisis clásicos del pacifismo, que contemplan la necesidad de
mecanismos de resolución noviolenta de conflictos, reconciliación y reconstrucción de
los vínculos rotos, junto con la idea de educación para la paz a largo plazo, nos parece
necesario incorporar las ideas de lucha y una redefinición del papel de los movimientos
sociales en todo este trabajo. Sin ellas la lucha por la paz será meramente voluntarista.
En lo que se refiere al concepto de lucha, pensamos que hay que reconstruir los
efectos producidos por la violencia directa, que hay que reconciliar a los contendientes
para paliar los efectos de la violencia cultural, pero pensamos que los otros dos
sustentos y efectos de la violencia estructural (la pobreza y la represión política) han de
ser combatidos mediante un reparto justo de la riqueza y la revolución política, para
conquistar el máximo disfrute de los derechos humanos, políticos y sociales .
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contenidos del aprendizaje se incluyan los procedimientos de lucha y de
autorealización.
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Es un colectivo antimilitarista noviolento que se dedica al estudio y análisis de la defensa militar y a la
investigación, profundización y difusión de alternativas de defensa noviolenta aplicables en la realidad
del Estado Español.
www.nodo50.org/utopiacontagiosa (actualmente utopiacontagiosa.wordpress.com)
E-mail: utopiacontagiosa@nodo50.org (actualmente utopiacontagiosa#gmail.com)