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Aristóteles (384-322 a.C.).

Aristóteles rompe completamente con los es quemas de su


maestro Platón, criticando la teoría del dualismo ontológico indicando que
duplicar la realidad sería duplicar los problemas, que si las esencias de las
cosas están separadas de éstas ya no son propiamente sus esencias y que
la propia teoría de las Ideas no explica de manera racional ni el origen ni el
cambio de las cosas.
La metafísica (definida como ciencia primera, cuyo objeto de estudio
sería el del ser en cuanto al ser), aspira al conocimiento de todo lo que es.
Para resolver el problema del cambio sin recurrir a la duplicación de los
mundos, se recurre a una perspectiva analítica: aunque existen diferentes
maneras de ser, Aristóteles se muestra partidario de conservar su unidad,
de manera que habla de un ser primordial (la sustancia, ousia), de la que
surgen diversos “accidentes”. Esta sustancia sería todo individuo concreto,
por lo que existe un hombre en concreto, y no la esencia de hombre. Para
explicar el cambio, Aristóteles recurre a la teoría hilemórfica (el individuo es
un compuesto inseparable entre la Idea de algo y su composición, es decir,
materia y forma, pero son dos compuestos inseparables que no existirían el
uno sin el otro), y a la dualidad entre potencia y acto (dentro de cada
sustancia hay acto, que es su estado actual, y potencia, que es lo que
podría llegar a ser; ésta última se divide en activa, que es la capacidad de
producir algo, y pasiva, que es la posibilidad de pasar de un estado a otro;
el acto se divide en Enérgeia, que es la acción de todo aquello que posee
una potencia activa, y Entelécheia, definida como el estado de plena
perfección del individuo).
Para la causalidad, el griego enumera los distintos componentes de
las cosas: la materia en sí, su forma, su eficiencia (aquello que hace o
produce la cosa) y su final (aquello para lo que está hecha la cosa). Así, los
tipo de cambio serían sustanciales (generación de una nueva sustancia) o
accidentales (modifica los accidentes o características de la sustancia,
aunque sin modificarla a ella en sí). Básicamente, el cambio sería la
conversión de lo que está en potencia, en acto.
Respecto al conocimiento, Aristóteles parte de la idea de que los
sentidos son una posibilidad de conocimiento, que actúan como
receptáculos de las formas sensibles y haciendo que sentir sea simplemente
captar la forma del objeto.
La ética de Aristóteles tiene un marcado carácter teológico, siendo
su fin la felicidad del hombre (eudemonismo). Para el filósofo, ha de existir
un último fin, que nos haga felices. La felicidad, por otro lado, consistirá en
el obrar. Por otro lado, el ser humano es un animal social, y esta felicidad
radicará en ser virtuoso con el resto de la sociedad. La virtud es entendida
como un hábito (“disposición permanente a obrar bien”), es decir, para ser
virtuoso hay que adquirir el hábito de hacer el bien. Por lo tanto, el virtuoso
es aquel que tiene la costumbre de tomar la decisión correcta.
Por último, hay que tratar el tema de la política aristotélica. Su
primer rasgo es la relación que se establece entre ésta y la ética,
estableciendo que una conduce a la otra: el buen gobierno de una ciudad es
una garantía (y a la vez una condición) de unos habitantes felices. Si la ética
está subordinada a la política, entonces el individuo estará subordinado a la
ciudad, pues la ciudad es un individuo social de la que el individuo es una
de las partes y las dos requieren del otro para su supervivencia. Alguien que
viva al margen de los demás – explica Aristóteles – sólo puede ser un Dios o
una bestia, aunque llegados a este punto hay que distinguir entre
gregarismo (vivir en grupo) y esta relación social: el ciudadano vive para y
por la asamblea, toma decisiones, etc. Estas actividades separan al ser
humano y lo separan de los animales, que pueden vivir en grupo sin
participar del mismo. El hombre se humaniza en sociedad, aunque habrá
que distinguir los distintos gobiernos según su moral: los buenos
(monarquía, aristocracia y república) y los malos (tiranía, oligarquía y
democracia). Como mejor forma de gobierno, Aristóteles se inclina por una
aristocracia formada por los mejores representantes de la clase media.

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