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FOURIER, NAPOLEON Y MAYO DE 1810

Huérfano desde que era un niño, Joseph Fourier (1768-1830), atravesó las distintas
épocas políticas de su Francia natal en forma activa. Comenzando como un convencido
jacobino durante la Revolución Francesa, fue un distinguido administrador público y
diplomático en los períodos de Napoleón. Pero, sobre todo, fue un brillante matemático
con logros verdaderamente revolucionarios que trascienden a la ciencia matemática, y
que, dos siglos después, están en la base de muchos logros tecnológicos.

Como interno en un orfanato ---sus padres habían fallecido cuando era muy pequeño---
muchas esperanzas no tenía, pero gracias a una recomendación al obispo de Auxerre (su
pueblo natal), ingresó en la Escuela Real Militar dirigida por los monjes benedictinos.
En esas épocas, en las academias militares se le daba especial importancia a la
enseñanza de la matemática, dado que sus estudiantes iban a formar parte de cuerpos de
artilleros e ingenieros. A los diecisiete años terminó sus estudios, pero, a pesar del
apoyo de sus profesores, el ministro de guerra rechazó su postulación, probablemente
porque no pertenecía a la nobleza. Decidió entonces, entrar en la orden de los
benedictinos. En 1789, año de la revolución, Fourier envía un trabajo a la Academia de
Ciencias de París. A la sazón, la Asamblea decide prohibir la ordenación de monjes, y
luego, suprime las órdenes religiosas. Eso, sumado a sus dudas respecto del camino
tomado, lo decide a retornar a Auxerre para enseñar matemática, retórica, historia y
filosofía. Recién en 1793 se involucra oficialmente en política. En una carta escrita
desde la cárcel, Fourier pone en claro su apoyo a la Revolución: “Con la natural idea de
la igualdad es posible concebir la sublime esperanza de establecer un gobierno libre del
poder de reyes y sacerdotes que largamente mancillaron a Europa. Quedé enamorado
de esa causa, en mi opinión, la más grande y bella que las naciones puedan
abrazar”.Eran épocas de rápidos desplazamientos políticos y sociales, y Fourier no era
un fanático; creía en los ideales revolucionarios pero mantenía un juicio independiente.
Por eso fue que, siendo Presidente del Comité Revolucionario en Auxerre desde junio
de 1794, por discrepar en algunas cosas, se presentó ante Robespierre en París para
sostener su posición. Quizá no causó buena impresión su actitud, por lo que, al volver a
su pueblo al mes siguiente, fue arrestado. Por eso su carta anterior desde la cárcel.
Cuando era pedida su libertad por una comisión enviada a París para entrevistar a Saint
Just, arrestan y guillotinan a Robespierre y Saint Just. Así, la vida de Fourier fue
salvada, y quedó en libertad.

Un tiempo más adelante, enseñando en la Ecole Polytechnique, recibe la orden del


Ministerio del Interior de formar parte de la expedición de Napoleón Bonaparte que
partirá hacia Egipto. Esa expedición no sólo llevaba militares ---unos 30.000 soldados
en 180 barcos--- sino también científicos, escritores y otros artistas. Allí escribe los 21
tomos de “Descripción de Egipto”. En 1801 regresa a Francia y es designado Prefecto
de Isére. Entre muchas actividades encuentra tiempo para abordar un nuevo problema
matemático y resolverlo. El proceso culmina en el trabajo titulado “Teoría Analítica del
Calor”, obra maestra de 1807. Allí están las ideas fundamentales, complejas y
trascendentes, de las que damos, en este libro, algunos aspectos básicos y elementales.
Mientras tanto, en Buenos Aires…

Napoleón invade a España en 1808, y provoca la constitución de Juntas de Gobierno.


En Buenos Aires también, y, en 1810, se produce lo que hoy llamamos Revolución de
Mayo. La Junta, por iniciativa de Mariano Moreno, autoriza la edición de “El contrato
social” de Juan Jacobo Rousseau. Moreno pensó que así “todas las clases, todas las
edades, todas las condiciones participarán del gran beneficio que trajo a la tierra este
libro inmortal, que ha debido producir a su autor el justo título de legislador de las
naciones”. Además, la perentoria necesidad de organizar un ejército planteó la de
formar jefes y oficiales con un mínimo de conocimientos. La creación más importante
en tal sentido fue la fundación de la Escuela de Matemática por iniciativa del vocal de la
Junta Manuel Belgrano, abogado egresado de la Universidad de Salamanca.

Pero recién en 1821 se funda la Universidad de Buenos Aires, y la matemática queda a


cargo de Felipe Senillosa, español (1783-1858), ingeniero egresado de Alcalá de
Henares, prisionero de Napoleón en España hasta 1913, colaborador del ejército francés,
refugiado en Inglaterra para evitar un juicio por traidor, conocido por Bernardino
Rivadavia y Manuel Belgrano en Londres, y convencido de viajar a Buenos Aires para
enseñar geometría y cálculo diferencial integral.

Todavía faltaba más de un siglo para introducir un aspecto fundamental en una


universidad: la investigación en ciencias matemáticas.

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