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El agua
PREGUNTAS
Aprendiz de lazarillo
A día de hoy, la Fundación ONCE del Perro Guía (FOPG) forma cada año a
unos cien ejemplares de labrador, golden retriever y pastor alemán, razas muy
adecuadas para lograr un necesario equilibrio temperamental. Deben ser
animales inteligentes, vivaces y con muchas ganas de aprender.
“El requisito fundamental de un perro guía es que sea tranquilo. Tiene que
aprender a caminar recto, cruzar recto, no distraerse con otros perros ni coger
nada del suelo, acostumbrarse a los transportes públicos y a los lugares
cerrados y, sobre todo, tiene que estar concentrado en guiar a la persona”,
explica Natalia Romero, una de las instructoras de movilidad de la escuela,
mientras acaricia a Edmon, un precioso labrador blanco que está en pleno
proceso de aprendizaje.
Una vez cumplido el año, las familias deben entregar a los cachorros en la
FOPG y enfrentarse así a una dolorosa separación, aunque la mayoría de ellos
repetirán la experiencia con otro cachorro. “Es un voluntariado muy duro, pero
las familias saben que están cumpliendo una función social”, afirma Romero.
Con pena o sin ella, lo cierto es que al cumplir el año las familias devuelven por
contrato los perros a la escuela –que se encarga de todos los gastos
veterinarios y de alimentación- y comienza su auténtico adiestramiento. Esta
fase dura entre seis y diez meses.
Cuando se comprueba que el perro está capacitado para la función, pasará tres
semanas conviviendo con su futuro dueño en la residencia de la Fundación.
Ese periodo de tiempo es fundamental para la adaptación y acoplamiento de
ambos, ya que el cambio del bastón al animal cuesta al principio. Tras esta
fase, perro y dueño estarán preparados y unidos para enfrentarse a la vida real