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La aplicación del Arte de construir de los Zenú aún no se incorpora a la estrategia de reconstrucción de la región. Se sigue priorizando la construcción de diques para evitar la entrada del agua al humedal.
La aplicación del Arte de construir de los Zenú aún no se incorpora a la estrategia de reconstrucción de la región. Se sigue priorizando la construcción de diques para evitar la entrada del agua al humedal.
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La aplicación del Arte de construir de los Zenú aún no se incorpora a la estrategia de reconstrucción de la región. Se sigue priorizando la construcción de diques para evitar la entrada del agua al humedal.
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La gente de la región clama por las inversiones para la reconstrucción de La Mojana
(Bolívar y Sucre), mientras que el gobierno improvisa diques de contención. Seguimos equivocándonos cuando tratamos de contener el agua. Al parecer, por parte de la gerencia de la reconstrucción de La Mojana, no se ha tenido en cuenta lo que indica el arte de construir de la cultura Zenú, ancestral habitante de estas tierras: sí hay que hacer diques, pero para conservar el agua durante los periodos secos, no para evitar que entre siempre. Lo que hay que hacer es generar los espacios para que el enorme caudal se aloje, propiciando que el agua fluya hacia el interior del gran humedal. Las obras que históricamente se han ejecutado en La Mojana han consistido en evitar que las crecidas de los caños y ríos inunden los terrenos aledaños, mediante muros de contención, jarillones y terraplenes, obras que sólo contribuyen a aumentar la velocidad del agua y magnificar su capacidad destructora. Se han construido carreteras a manera de dique atravesando los camellones de cultivo, destruyendo de un tajo la funcionalidad de los canales que cada día están más llenos de sedimentos. Tratando de imitar o construir un paisaje de sabana (muy familiar a los ganaderos de las sabanas del norte), ocupando el territorio que el agua reclama y generando la tragedia cíclica, por cuanto el paisaje es de pantano, el de un enorme humedal canalizado y aprovechado económicamente mediante el cultivo de terrazas construidas con los sedimentos que aportan los ríos afluyentes. Brillan por su ausencia también las propuestas académicas del convenio entre Planeación Nacional y la Universidad Nacional, y la incidencia de estas sobre la programación de obras y actividades de un proceso de muy alta complejidad, que incluye los procesos sociales, actividades arqueológicas y obras de ingeniería. Los alcaldes locales sólo piden que se "tapen los chorros" que inundan sus municipios. La herramienta legal para poder incidir plenamente en la toma de decisiones sobre el territorio del humedal la tiene el estado en su facultad para legislar al respecto de una propuesta territorial para reservar las áreas de amortiguación de las crecidas de los ríos que allí afluyen. El pasado 14 de marzo, intenté iniciar este proceso con la nominación de la zona a la lista del programa World Monuments Watch, que tiene como objetivo llamar la atención internacional sobre los sitios culturales que, alrededor del mundo, se encuentran en peligro por negligencia, vandalismo, conflicto o desastres, tal es el caso de los canales de riego y camellones de cultivo de La Mojana. A la La Mojana se aplican los todos estos calificativos: ha habido negligencia en reconocer las condiciones del sitio casi cincuenta años después de su descripción científica. En cuanto al vandalismo y conflicto, si nos atenemos sólo a los hechos recientes podemos también contabilizar cincuenta años de conflicto en la región. En cuanto a desastres, además de las inundaciones cíclicas que han causado daños por años, el año pasado se vivió una inundación única en la historia, que causó daños inmensos en vidas, bienes, ganadería agricultura, salud y creó una inestabilidad económica hasta ahora no mitigada. Así, el proceso debe ser entendido bajo el criterio de la recuperación del patrimonio de la humanidad, que bajo las consideraciones expuestas, constituye la oportunidad para el reasentamiento de cientos de miles de compatriotas que han sido ultrajados y despojados durante las últimas décadas quienes merecen ser reubicados a sus territorios ancestrales en la perspectiva de tener unas mejores condiciones de vida. No se requiere ser experto para darse cuenta de que de lo que se trata es de excavar y subir la tierra y los lodos para generar el espacio que requiere el almacenamiento del agua de las crecidas y a la vez elevar y dar forma a los campos de cultivo. La ecuación es sencilla: para acumular 2.800 millones de metros cúbicos de agua (13 veces el embalse de Chuza) en las 560.000 hectáreas de la región, apenas se necesita reexcavar 1.400 km de canales de un metro de profundidad por dos metros de ancho. Esto no es inalcanzable. ¿Se podrán poner de acuerdo arqueólogos, ingenieros y políticos para proponer la excavación de los canales y la recuperación de las terrazas?