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Con la fuerza de las masas y tras una dirección política clara, el movimiento estudiantil
colombiano ha logrado colocarse en el plano de la acción revolucionaria: se manifiesta
como fuerza política cuando en la coyuntura nacional insurgen otras fuerzas
revolucionarias; devela la naturaleza de clase de la Universidad y muestra su especificidad
en las sociedades dependientes, y, en general, cumple durante toda su acción un papel de
agitador y de denunciante del capitalismo neocolonial y del Estado, instrumento de la
represión de clase. Los estudiantes colombianos acudieron puntuales a la cita. En su
mayoría se vincularon al movimiento, mostrando, con su participación, que son las masas
quienes hacen la historia, en oposición a la deformación ideológica burguesa de las "mi-
norías subversivas". Afrontaron incluso las más duras pruebas y los más penosos
sacrificios: entregar la sangre joven y valiente de varios compañeros, desafiar la represión
física de las fuerzas del Estado, afrontar la detención de muchos de sus dirigentes, y, en
varios casos, la pérdida general del semestre académico. Esto es importante. No por las
pérdidas en sí, todas ellas graves, sino porque ni el temor, ni el ánimo de la satisfacción
personal o el arribismo impidieron comprender que en toda lucha revolucionaria hay
sacrificios, así sean batallas parciales como ésta. Ahora, otras batallas nos esperan.
Podemos decir entonces, sin lugar a dudas, que pese a algunos errores y ambigüedades, el
movimiento estudiantil colombiano está escribiendo un capítulo de su historia del lado de
los explotados.
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cuando aparece brutal y descarada la represión masiva: masacres, detenciones, decretos
represivos, cierre de universidades, medidas que tendían a golpear a las masas en su
ascenso. Luego de esta etapa, la más importante de todo el movimiento, entramos a una
segunda —la actual— que se caracteriza porque, debido a la represión y a las limitaciones
propias a la naturaleza del movimiento estudiantil, la correlación de fuerzas se modifica y
pasamos a ocupar una posición defensiva ante la ofensiva ideológica y militar del régimen.
Se han dispersado en gran medida los estudiantes y es difícil desarrollar la necesaria
política de masas que logre la continuidad de la lucha y arrancar las reivindicaciones. El
gobierno, como parte de su ofensiva ideológica, desplaza el objetivo hacia la reforma
universitaria y trata de imponerla burocráticamente.
Partiendo del análisis de esta etapa, los socialistas propusimos como táctica un
reagrupamiento de los estudiantes que nos permitiera continuar la lucha y lanzarnos a la
contraofensiva por las reivindicaciones planteadas en el Programa Mínimo. Esta táctica im-
plicaba concretar la exigencia de reapertura de las universidades —diferente de
normalidad académica— que nos facilitara, ya con los estudiantes, cumplir las tareas y
seguir luchando. La forma de adelantarla de-pendía de las condiciones concretas de cada
universidad. En algunas sería el paro indefinido luego de la reapertura, en otras el
escalonado o la asamblea permanente, pero en otras más era indispensable aceptar las
clases y programar tareas como paros, asambleas, mítines, foros, etc., cosa que dependía
fundamentalmente de una dirección sólida y capaz que garantizara la no implantación de la
normalidad académica hasta tanto no se lograran las reivindicaciones.
Pero los estudiantes tienen derecho a preguntar las razones de la actuación de tal sector.
Ellas se de ben encontrar, en primer lugar, en su concepción política: el reformismo
universitario, que piensa cambiar la naturaleza de la universidad antes que la sociedad en
su conjunto se haya modificado, en combinación con el anarquismo, su consecuencia
lógica, que hace golpear los movimientos y las organizaciones con políticas aventureras.
Pero también hay razones por encontrar en el estilo de trabajo que utiliza
consecuentemente: el macartismo, el insulto, el calificativo superficial y la calumnia,
tratando de conseguir por este medio un prestigio de grupo. Es decir, oscureciendo a los
demás se pretende presentar como brillo la propia opacidad, ¡Intento fallido!
La situación actual
Sin haberse aplicado, en general, la táctica del reagrupamiento (tan sólo hoy se consigue en
unas pocas universidades) las condiciones se vuelven ahora más difíciles: pérdida casi
inevitable del semestre, del censo casi total de la lucha de masas, crisis de dirección, e
imposibilidad de lanzar una contraofensiva que arranque en términos favorables las
reivindicaciones del programa mínimo o de reforma universitaria. Estas condiciones
plantean una nueva táctica que corresponda a la nueva fase que atraviesa esta etapa. Por
otra parte, una de las condiciones desfavorable la constituyen las divisiones en los últimos
Encuentros, y el que el VI no hubiera definido ninguna política común a seguir.
Antes de definir esa nueva táctica es menester caracterizar un poco más la fase: Si antes la
represión como respuesta a la ofensiva de masas, se encaminaba a golpear a los
estudiantes en su conjunto, cerrando universidades y prohibiendo cualquier acto de masas,
ahora, sobre la base de la dispersión y el consiguiente alejamiento de la dirección
estudiantil de sus bases, la represión pretende golpear exclusivamente la dirección. El
gobierno por su parte ha exigido las reaperturas como mecanismo de su persecución y da,
con el último decreto, todo el poder policivo a los rectores. Y tal modalidad represiva ha
adquirido ya caracteres aberrantes: fuera de expulsiones y detenciones, las fuerzas militares
ocupan las universidades y con el cañón de sus fusiles "garantizan" la normalidad
académica; es el caso de la UIS, la U. de Nariño, la U. de Caldas, y la U. Pedagógica, por
ahora. Además, para garantizar la cumplida aplicación de estas medidas, el gobierno
provee las vacantes rectorales con conocidos agentes de la política burguesa y
proimperialista más oscurantista.
Inicialmente los rectores, a pesar de haber sido siempre parte de la burocracia estatal y
directos agentes del gobierno en las universidades, toman algunas posiciones convenientes
para la lucha del movimiento estudiantil, presionados por nuestra gran ofensiva de masas.
Rechazan la represión y proponen un Congreso Nacional de Universidades. En el fondo
había también un interés, no muy antiimperialista ciertamente, por oponerse al ICFES, sin
embargo no era lo dominante. Era el momento en que los estudiantes teníamos la política al
mando y un acontecimiento como el Congreso propuesto podía convertirse en un hecho
político que le quitara piso a la reforma de Pastrana y nos colocara con una proposición
opuesta sobre reforma en el plano nacional. Obviamente, los rectores terminaron por
descubrir este "peligro" y acudieron desde entonces a la dilación y a reforzar su
ambigüedad. En la etapa actual, luego del descenso, cuando tanto gobierno como rectores
están a la ofensiva y cuando, además, sobre esa base, despiertan las tendencias reformistas
en el seno de los profesores y estudiantes, el Congreso se convierte en su contrario: en el
piso político de la reforma pastranista y tendría por objetivo aparecer como la consulta
democrática del gobierno. Por otra parte, su influencia y su posibilidad de concretarse en
un proyecto de ley antigubernamental o en proposición lo suficientemente fuerte es casi
nula.
Nada más que consecuencia de esto es el hecho de que sean antidemocráticas las
condiciones puestas por los rectores para la asistencia: un delegado estudiantil, profesoral y
el rector, revisión de credenciales por parte de este último, únicamente pueden asistir las
universidades de la ASCUN, etc.
Vista la dinámica interna del movimiento estudiantil, es necesario preguntarse ahora, para
completar el análisis de la fase, por el contexto político en que se inscribe actualmente.
Después del descenso del movimiento popular, más o menos desde el 8 de marzo pasado,
un nuevo hecho anuncia ahora, con alta probabilidad, próximas movilizaciones y tal vez el
estallido de las masas explotadas: El Estado burgués, en cumplimiento de su política
"desarrollista", tan ligada a las posibilidades de un cierto desarrollo industrial en el marco
de la dependencia neocolonial y, por consiguiente, a todos los mecanismos del
endeudamiento externo, decide reajustar el llamado "dólar petrolero" con la consecuente
elevación del precio de la gasolina. Su efecto general es, por supuesto, inflacionario, pero
en particular es preciso observar el in-mediato que es el que golpea desde ya a las masas
explotadas, es decir, el alza del transporte.
La coyuntura ha comenzado con la mínima con-tradición que resulta entre el Estado —es
decir, los intereses políticos de la burguesía en su conjunto— y la fracción burguesa de los
empresarios del transporte. Esta presenta, naturalmente, como problema central el alza de
la gasolina, presionando una definición favorable del gobierno, y crea las expectativas
populares aunque también la ilusión de los socialdemócratas nacionalistas en el
movimiento revolucionario colombiano, en la medida en que parecen encontrar su "eslabón
perdido": la burguesía "antiimperialista" y en ella confían. Al mismo tiempo, se observa la
reacción de la pequeña burguesía "transportadora", la cual corre por ahora detrás de la
anterior y en esa medida resulta enfrentándose a los trabajadores de la ciudad y el campo.
Sólo una política verdaderamente proletaria podría colocarla del lado revolucionario en
este momento, evitando que se convierta en el puente de alianza con la burguesía. Pero,
como era de esperarse, la fracción burguesa termina por negociar con el gobierno. Sus
intereses no se reducían a "reponerse del golpe", iban hasta el deseo de pescar en río
revuelto ganancias extraordinarias con un alza aún mayor del transporte, o sea, explotando
más al pueblo. Hasta ahora la transacción fue en términos de subsidio a estos pobres
empresarios, pero habrá que ver lo que ocurre dentro de poco.
Reivindicación y reformismo
Sobre la reforma
Antes de definir la táctica que nos permita continuar la lucha lo cual significa no solamente
superar la actual etapa de defensiva con miras a lograr las reivindicaciones, sino responder
políticamente a la situación creada, es necesario precisar los criterios de lo que buscamos.
Dentro de la concepción general de la lucha reivindicativa anotada antes, para nosotros las
exigencias de reforma universitaria se concretan: primero, en un mecanismo de control y
fiscalización de los estudiantes y profesores que podría ser una comisión para elaborar y
reformar los estatutos orgánicos exclusivamente fuera de otros representantes y de la
participación en la elección de directivos. Se rechaza pues el cogobierno, las funciones
directivas quedarían en el consejo denominado académico o directivo. Segundo, en el
rechazo a la financiación extranjera o de la empresa privada. Y tercero, en quela
investigación debe quedar en manos de los investigadores y ser aislada de la planificación
extranjera, privada o estatal.
La táctica
Tal consigna, además de ser la única respuesta política correcta, tiene también un sustento
real y unas posibilidades como táctica. Espontáneamente los compañeros de diferentes
universidades, ante esta represión, han reaccionado ya. El gobierno ha comenzado a
fracasar. Sin embargo, entendemos que no se trata de un auge de la lucha de masas sino de
una fuerte resistencia combativa que bien conducida tiene todas las posibilidades de hacer
retroceder la represión. La negativa a entrar a clases no es el producto de un ascenso de la
lucha de masas que descartara la necesidad del reagrupamiento sino la respuesta a la táctica
gubernamental de la normalidad académica como mecanismo para reprimir en forma total
y definitiva. No es ya la situación de hace dos meses, las condiciones han variado
fundamentalmente y en sentido negativo que es lo peor. Por estas razones respondemos al
reto con el combate planteado, entendiendo su importancia definitiva para el futuro
próximo del movimiento estudiantil.
Llamado
Ningún estudiante colombiano debe entrar a clases mientras no haya cesado por completo
la represión. Parece que no basta la violencia simbólica de la pedagogía, ahora es necesario
el cañón en la espalda para estudiar. La posición es clara: después de haber soportado la
represión física y las ráfagas asesinas no podemos aceptarlas de guardianes del "orden
académico". Quien entre nosotros acuda a estas fuerzas para garantizarse su clase, su
examen y su título, no es un estudiante, es un policía. Esa es la exhortación que hacemos
los socialistas: Contra las clases del fu-sil: el derecho a la crítica a las clase y a la sociedad;
contra los rectores policías: nada de congresos, nada de academia; contra la represión del
Estado: combate revolucionario; contra la ideología burguesa: ideología proletaria; contra
el capitalismo dependiente: tras el proletariado, por la revolución socialista.
Julio 7 de 1971