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PROGRAMMA 2

INTRODUCCION

Alejandro S. Cantaro
Universidad Nacional del Sur

1. Criminología, Sociología y Derecho penal.

Uno de los rasgos salientes de los estudios criminológicos es


la diversidad de conocimientos (teóricos y empíricos) que se
encuentran implicados en ellos, y la pretensión de primado
que las disciplinas sociales se han adjudicado sobre su estudio,
sistematización y exposición.

Para Zaffaroni (1) cuando los comerciantes, industriales y


banqueros se asentaron en el poder, la concentración urbana
de los extremos de riqueza y miseria que provocaban alta
conflictividad, requerían para su control la creación de una
nueva y poderosa estructura de control y disciplinamiento
urbano, y así nace la policía, que en alianza con los médicos
–corporación que siempre había intentado apoderarse de la
cuestión criminal con discursos que no lograron hegemonía-,
en competencia discursiva contra los jueces, juristas y filósofos,
elaboraron un discurso funcional a su creciente poder.
Cantaro A. S.
Introducción
El llamado positivismo criminológico fue ese discurso médico-
policial, de naturaleza biológica, que con matices fue
hegemónico hasta el siglo XX y aún sobrevive en parte de la
criminología europea y latinoamericana. Pág. 9
Según Zaffaroni (2) el paradigma biológico-racista sometió
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al Derecho penal, a la sociología y a la antropología, en un


conjunto de discursos que legitimaban el disciplinamiento
en las sociedades centrales y el neocolonialismo en las de
las periferias.

Este reduccionismo criminológico bio-social o bio-antropológico


del Derecho penal, entró en crisis con la ruptura de sus
presupuestos físicos, biológicos y políticos, acabado el
mecanicismo y la ilusión del progreso lineal e indefinido, los
sociólogos se fueron liberando del reduccionismo biologicista
de su disciplina.

Luego de la Primera Guerra la hegemonía de su saber pasó


de Europa a Estados Unidos, restando en el Viejo Mundo una
convivencia de la vieja criminología biologicista con el Derecho
penal, en la que este último determinaba lo que era delito y
la criminología establecía sus causas.

En los ámbitos académicos de los Estados Unidos se


multiplicaron los estudios sociológicos cada vez más alejados
del paradigma biologicista, y la sociología cobró hegemonía
en la criminología que hasta los años 60 y 70 del siglo pasado
siguió preguntándose por las causas del delito.

Cantaro A. S. Suelen identificarse cinco grandes corrientes teóricas de la


Introducción
criminología etiológica norteamericana: las que atribuyen las
causas del delito a fenómenos de desorganización propios
del urbanismo; las que perciben como determinantes procesos
Pág. 10 culturales diferenciados; las que centran la atención en las
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fallas del control social familiar y educacional; las que ponen
el acento en la tensión estructural de la sociedad y las que
asientan las causas en la conflictividad social.

A partir de los años 60 la sociología impulsó una criminología


que puso el acento sobre el proceso de criminalización,
denunciando su selectividad y lo que considera un
entrenamiento reproductor y condicionante de conducta
desviada. El objeto de la criminología pasó entonces de las
causas del delito al sistema penal, lo que se conoce como un
cambio de paradigma, pasándose -en su profundización- de
las teorías de mediano alcance a las teorías macrosociológicas,
con la llamada criminología crítica y radical de los años 70,
que condujo a un concepto de criminología entendida como
crítica del control social, con fuertes acentos del marxismo
no institucional.

Probablemente la más profunda reflexión sobre la


criminología crítica desde su interior se deba a Alessandro
Baratta con acertada síntesis de corrientes y fuentes. El campo
teórico original de Baratta es la filosofía del derecho, lo que
lo dota de una particular capacidad de elaboración, que le
permitió superar la síntesis de los planteos críticos intentando
una línea propia de derecho penal mínimo, como requisitos
de respeto a los derechos humanos en la ley penal, asignando
a éstos tanto una función negativa de límite como una positiva
de indicación de posibles objetos de tutela. Cantaro A. S.
Introducción

El presente volumen ofrece un análisis de los problemas que


se plantean como herencia de la criminología crítica, o al menos
–según Aebi-, la versión de Baratta de la criminología crítica. Pág. 11
2. La sociología jurídico-penal y la Política criminal
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de las clases subalternas.

La contribución de Marcelo Aebi consiste en un análisis crítico


de la visión de A. Baratta de la Criminología crítica.

Para Aebi la concepción de Baratta se asienta sobre algunos


presupuestos: la inspiración marxista de su teoría materialista
criminológica; que el fenómeno de la desviación sólo puede
ser analizado en el contexto de la estructura socioeconómica
en que se produce; que deben ser rechazadas todas las teorías
que no comprendan la esencia de aquel fenómeno y que la
estructura socioeconómica de los países en que se ha
desarrollado la Criminología crítica corresponde al capitalismo
tardío, donde impera el conflicto y no el consenso.

Por ello es que Baratta sostiene que en una lucha de clases de


naturaleza política entre una clase subordinada y otra
dominante, esta última crea el Derecho penal para proteger
su posición favorecida y el sistema penal castiga
preferentemente los comportamientos típicos de las clases
subordinadas, que -además- son las que pueblan
mayoritariamente las cárceles.

Las críticas de Aebi a la Criminología de Baratta, se agrupan


en epistémicas, metodológicas y de otra índole. Las epistémicas
Cantaro A. S. se fundan en la imposibilidad de falsar, en términos de Popper,
Introducción
la teoría de Baratta. Ello así por cuanto le reprocha a Baratta
el establecimiento como axioma que el fenómeno de la
desviación y su control debe ser estudiado en el contexto
Pág. 12 socioeconómico de la sociedad capitalista tardía en que se
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produce y, según Aebi, no se aportan pruebas que permitan
sostener que ésta sea la única manera de estudiar la
desviación, y que su visión se basa en generalizaciones que
no pueden ser falsadas.

De los inconvenientes metodológicos apuntados, resalta Aebi


la selectividad de la bibliografía incluida en el libro Criminología
crítica y crítica del Derecho penal: Introducción a la sociología
jurídico-penal, ya que pareciera que los autores ignorados por
Baratta son aquellos que podrían poner en duda las tesis
sostenidas por el autor y a los citados les asigna, o mejor
dicho a sus investigaciones les asigna, una relevancia irrefutable.

A otro error metodológico, como es aquel de confundir los


conceptos de prevalencia e incidencia, le asigna Aebi la
afirmación de Baratta de que la delincuencia es normal. Aebi
se encarga de diferenciar no sólo entre prevalencia e incidencia
de la delincuencia sino también entre delitos con diversos
niveles de gravedad.

Finalmente señala un error de razonamiento que consistiría


en la pretensión de Baratta de que la discriminación del sistema
penal ha quedado probada por el hecho de que la mayoría de
los presos son de clase desfavorecida.

Los restantes inconvenientes conexos tienen que ver, por una


parte, con un cierto autoritarismo que Aebi parece advertir
Cantaro A. S.
en la descalificación que Baratta hace de las teorías que utilizan Introducción
otra lógica para estudiar el fenómeno criminal. De otro lado
en el riesgo que implica elaborar una Política criminal de las
clases subalternas, cual sería la de instaurar una dictadura
Pág. 13
del proletariado, violando el principio de igualdad ante la ley.
Finalmente apunta dos últimos defectos en la teoría de Baratta,
PROGRAMMA 2

que identifica como el reemplazo, que según Aebi el autor


criticado propone, de la neutralidad científica por el
militantismo, y el asombro que le causa no encontrar en todo
el libro de Baratta ni una sola mención de las víctimas.

3. La defensa de la Criminología crítica.

Elena Larrauri le contesta a Aebi en aquello que entiende que


ha excedido la crítica a la concepción de Baratta e invadido el
territorio de la censura a la Criminología crítica en general.

En su respuesta sigue el orden sistemático propuesto por


Aebi para tratar los objetos de su censura; así respecto de los
problemas epistémicos, le responderá con que ninguna teoría
criminológica ha sido falsificada y ello ni empece a su
relevancia para el conocimiento, ni tampoco parece que fuera
muy relevante ese criterio popperiano para afirmar que no
constituye una teoría científica.

En punto a las objeciones metodológicas, Larrauri sostiene,


en primer lugar, que la influencia del contexto socioeconómico
en la delincuencia y en la penalidad, no sólo no es tomado
como un axioma, sino que como tesis central, sí, de la
Criminología crítica, es actualmente aceptada por un gran
Cantaro A. S. número de criminólogos y penólogos. En segundo lugar que
Introducción la selección de autores citados no invalida la teoría, y -que a
su juicio- es más grave la desconsideración de ciertos autores
como Foucault que el posible desconocimiento de los errores

Pág. 14 históricos del mismo en su reconstrucción teórica.


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Seguidamente la discusión se concentra en los puntos donde
los autores presentan, sin concesiones, sus posiciones más
enfrentadas, a saber: respecto de la “normalidad” o
“anormalidad” del delito y las variables fundamentales para
la consideración general de las personas como “delincuentes”;
y el estándar al que habrá de estarse para decidir sobre la
gravedad de los delitos.

Finalmente Larrauri se ocupa de negar la necesariedad de la


conexión, afirmada por Aebi, entre las afirmaciones o, al
menos, entre algunas omisiones de la Criminología crítica y
los triunfos de los partidos de derecha en Europa, así como
entre la difusión de sus postulados en América Latina y la
instauración, en esta parte del mundo, de las dictaduras
militares de los años ‘60 a los ‘80.

4. Una respuesta a Elena Larrauri.

La contrarréplica de Aebi se ocupa de contestar todas y cada


una de las observaciones de Larrauri. Genera una
interesantísima distinción entre los planos fáctico y
epistemológico, respecto de la posibilidad de falsación de la
teoría criminológica de Baratta, así como respecto de la noción
de causa en la criminología.

Nuevamente la polémica está centrada en:


a) la distinción entre el porcentaje de personas que cometen Cantaro A. S.
Introducción
delitos y la cantidad de delitos cometidos, y con ello la
discusión acerca de prevalencia e incidencia;
b) ciencia libre de valores vs. ciencia y militantismo;
c) investigaciones empíricas y propuestas de política criminal; Pág. 15
d) aportaciones de la criminología crítica y/o de otras teorías
PROGRAMMA 2

criminológicas.

5. Cuestiones abiertas.

El interés de los trabajos que presentamos en este volumen


no se agota en los aspectos señalados anteriormente. Hay
importantes reflexiones que surgen de la lectura de las
posiciones de estos dos criminólogos relevantes en la discusión
de cualquier teoría criminológica.

Queda por responder la pregunta acerca de qué ocurre con


los problemas de criminalización y prisionización, mientras
no se produzca el cambio social profundo que propone la
Criminología crítica; o la discusión abierta respecto del estudio
de las víctimas y el pensamiento crítico feminista (3); o
también, cuál es el rol de la investigación empírica, esto es,
la discusión acerca de que la Criminología dicte una política
criminal fundada o no en investigaciones empíricas.

En esta Introducción hemos dejado deliberadamente de lado a


estas cuestiones. Nuestra intención es ofrecer una presentación
del núcleo del debate, y además unas pocas ideas de lo que, a
nuestro juicio, constituye la parte medular del debate y las
cuestiones que los autores han dejado pendientes.

Sin perjuicio de ello, la importancia de sus ideas y la claridad


Cantaro A. S.
Introducción de sus argumentos permiten identificar fácilmente por dónde
pasa la discusión criminológica y la enorme tarea que aún
resta por emprender en este campo.„
Pág. 16
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Referencias

(1) Zaffaroni, E. - Alagia, A. - Slokar, A. (2002) “Derecho


Penal - Parte General”, Ediar, Bs. Aires, p. 162.
(2) Zaffaroni, E., et al, ob. cit. p. 358.
(3) Larrauri, E. (2007), “Criminología crítica y violencia de
género”, Editorial Trotta, Madrid.

Cantaro A. S.
Introducción

Pág. 17
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Crítica de la Criminología crítica:
Una lectura escéptica de Baratta

Marcelo F. Aebi *

You say you want a revolution


Well, you know,
We all want to change the world

Lennon & McCartney, Revolution

Comentario preliminar

Este artículo fue publicado originariamente en un libro


homenaje a Alessandro BARATTA, editado por Fernando PÉREZ-
ALVAREZ. La referencia es la siguiente:

AEBI M. F. (2004). Crítica de la Criminología crítica: Una lectura


escéptica de Baratta. In F. PÉREZ -A LVAREZ (Ed.), Serta in
Memoriam Alexandri Baratta (pp. 17-56). Salamanca:
Aebi M. F.
Ediciones Universidad de Salamanca.
Crítica de la
Criminología
crítica

*
Doctor en Criminología (Universidad de Lausana, Suiza). Profesor Asociado de
Criminología en la Universidad de Lausana y en la Universidad Autónoma de
Barcelona. Experto científico del Consejo de Europa y Secretario Ejecutivo de la
Sociedad Europea de Criminología.
Pág. 19
El artículo original fue escrito durante dos estadías en la Escuela
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de Justicia Criminal de la Universidad de Rutgers (Rutgers


University School of Criminal Justice) en Newark (New Jersey,
Estados Unidos) y en el Instituto Max Planck de Derecho Penal
Extranjero e Internacional (Max-Planck-Institut für ausländisches
und internationales Strafrecht) en Friburgo en Brisgovia
(Alemania), patrocinadas por el Fondo Nacional Suizo de la
Investigación Científica (Fonds national suisse de la recherche
scientifique). La presente versión incorpora sólo algunas
modificaciones de forma con respecto a la versión original.

Sumario

Este artículo presenta una visión crítica de la concepción de


Alessandro BARATTA de la criminología crítica expuesta en su
libro Criminología crítica y crítica del derecho penal:
Introducción a la sociología jurídico-penal . Después de
introducir dicha concepción de manera sucinta, el artículo se
estructura en tres grandes secciones: inconvenientes
epistemológicos, inconvenientes metodológicos y otros
inconvenientes. Desde el punto de vista epistemológico se
critica la definición misma de criminología retenida por BARATTA,
la manera en que éste intenta aplicar el concepto de revolución
científica al campo de la criminología, así como su análisis de
la etiología del comportamiento desviado, que conduce a una
Aebi M. F.
concepción determinista de la causalidad. Además, se
Crítica de la
Criminología enumeran una serie de inconvenientes que afectan a la entidad
crítica
científica de la criminología crítica. Desde el punto de vista
metodológico se critica la bibliografía selectiva incluida en el
libro, la confusión entre los conceptos de prevalencia e
Pág. 20 incidencia de la delincuencia, los criterios utilizados para
PROGRAMMA 2
determinar la gravedad de la delincuencia y el razonamiento
aplicado para considerar una hipótesis como corroborada a
partir de una serie de datos. En la última sección se sostiene
que la política criminal de las clases subalternas propuesta
por BARATTA reposa sobre una concepción autoritaria de las
relaciones sociales y viola el principio de igualdad ante la ley.
Finalmente, se critica la confusión de roles entre el científico
y el militante, así como el olvido de las víctimas.

1. Introducción

Este artículo presenta una lectura crítica de la que, a nuestro


juicio, constituye la obra central de la bibliografía de
Alessandro B ARATTA en el ámbito de la criminología:
Criminología crítica y crítica del derecho penal: Introducción
a la sociología jurídico-penal.

Dicha obra fue publicada originalmente en 1982 por la Società


editrice il Mulino de Bolonia, Italia, bajo el título Criminología
critica e critica del diritto penale: Introduzione alla sociologia
giuridico-penale (222 páginas). La primera edición en
castellano data de 1986 y la séptima de 2001, todas publicadas
por Siglo veintiuno editores. La edición en castellano consta
de 258 páginas –264 si se cuentan las páginas finales sin
numerar que promocionan otras obras publicadas por la
misma editorial– y fue traducida por Álvaro BÚNSTER. Para este Aebi M. F.
Crítica de la
artículo hemos consultado la cuarta edición, que data de 1993. Criminología
Cabe señalar que no hemos encontrado mención de una crítica

eventual modificación del texto en las sucesivas ediciones en


castellano. Existen también traducciones al francés
(Criminologie critique et critique du droit pénal: Introduction Pág. 21
à la sociologie juridico-pénale , Montréal: Université de
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Montréal, Les cahiers de l’Ecole de Criminologie, 1983, 230


páginas1) y al portugués (Criminologia crítica e crítica do direito
penal: Introduçâo à sociologia do direito penal, Rio de Janeiro:
Instituto Carioca de Criminologia, 1997).

No hemos tomado en consideración los numerosos trabajos


anteriores y posteriores de BARATTA2. Esta elección se explica
por el hecho de que Criminología crítica y crítica del derecho
penal continúa siendo reeditada regularmente en castellano y
constituye de este modo la obra a través de la cual los lectores
españoles y latinoamericanos suelen conocer y citar a BARATTA.
Por otro lado, comparando la primera edición italiana (1982)
con la cuarta edición en castellano (1993), la única diferencia
que encontramos reside en la presencia en esta última de un
apéndice titulado “Enfoque crítico del sistema penal y la
criminología en Europa”. Esta ausencia de modificaciones en
las ediciones sucesivas permite suponer que el autor no las
consideró necesarias.

Nuestra contribución consiste en un análisis crítico de la visión


barattiana de la criminología crítica así como de su propósito
de crear una sociología jurídico-penal y su propuesta aplicada
de instaurar una política criminal de las clases subalternas.
En este sentido, el título del libro comentado puede resultar
Aebi M. F.
Crítica de la
engañoso puesto que, si bien se menciona en primer lugar a
Criminología
crítica
1
Agradecemos a nuestro colega el Prof. Dr. Pierre Landreville de la Universidad
de Montreal la gentileza de habernos enviado una copia de dicha edición.
2
El lector interesado en dichos trabajos encontrará una lista detallada en el sitio
Web del Juristisches Internetprojekt Saarbrücken:
Pág. 22 http://www.jura.uni-sb.de/FB/LS/BARATTA/BARATTAVeroeffentlichungen.htm
PROGRAMMA 2
la criminología crítica, el subtítulo se apresura a precisar que
se trata de una introducción a la sociología jurídico-penal.
Esto sugiere que BARATTA considera que la criminología crítica
y la crítica del derecho penal constituyen las bases sobre las
cuales es posible elaborar una sociología jurídico-penal.
En realidad, BARATTA se entronca así en una tendencia iniciada
en los años sesenta que se caracteriza por el rechazo de los
vocablos delito y criminología así como de una ciencia que
pudiera llevar este último nombre. Esta corriente –sostenida
en los países anglosajones por un grupo considerable de
investigadores que se agruparon en la National Deviance
Conference (ver LARRAURI 1991: 67-8)– puso especial énfasis
en el estudio de la reacción social al delito. Sin embargo, las
definiciones de la criminología retenidas actualmente en los
países centrales –que, básicamente, consideran a la
criminología como la ciencia social que estudia el
comportamiento delictivo y la reacción social frente al mismo–
han incorporado la reacción social a los objetos de estudio
de la criminología, rindiendo así superflua la necesidad de
crear una nueva ciencia. En este sentido puede decirse que,
en los países centrales, la corriente medular de la criminología
–representada en gran medida por los criminólogos asociados
en Estados Unidos a la American Society of Criminology y en
Europa a la European Society of Criminology– ha asimilado
buena parte de las críticas realizadas por la teoría del etiquetado
y, en menor medida, por la criminología crítica. Se ha cumplido Aebi M. F.
así el principio enunciado por Karl R. POPPER (1902-1994), Crítica de la
Criminología
quien consideraba que la crítica es el motor de la evolución crítica
del conocimiento científico.

Nuestra presentación está articulada en dos secciones. En la


Pág. 23
primera resumiremos los elementos centrales de la concepción
de BARATTA de la criminología crítica, de la sociología jurídico-
PROGRAMMA 2

penal y de la política criminal de las clases subalternas, mientras


que en la segunda –que constituye la parte central de nuestro
artículo–, introduciremos nuestras observaciones críticas3. Para
simplificar la lectura, cada vez que indicamos un número de
página entre paréntesis –por ejemplo: (p. 1)– éste se refiere
a la cuarta edición en español de Criminología crítica y crítica
del derecho penal. En cambio las referencias a capítulos –por
ejemplo: (ver capítulo 1)– se refieren a los diferentes apartados
de nuestro texto.

2. La criminología crítica, la sociología jurídico-penal


y la política criminal de las clases subalternas según
BARATTA

A nuestro entender, la concepción de BARATTA de la criminología


crítica, de la sociología jurídico-penal y de la política criminal
de las clases subalternas expuesta en Criminología crítica y
crítica del derecho penal, puede ser presentada de manera
esquemática en una serie de proposiciones principales y
secundarias que enumeramos a continuación:

1. La criminología crítica es una teoría materialista


de inspiración marxista.
2. De manera consecuente con su filiación marxista,
Aebi M. F.
Crítica de la
Criminología
crítica 3
En este sentido cabe señalar que algunas de estas críticas ya fueron anticipadas
por los criminólogos que se ocuparon de comentar las principales debilidades de
la criminología crítica. Por ejemplo, en castellano, puede consultarse GARRIDO,
STANGELAND & REDONDO (1999: cap. 10.3), en francés y en alemán, KILLIAS
(respectivamente 2001: cap. 8 y 2002: cap. 8) y en inglés, LANIER & HENRY
Pág. 24 (1998: cap. 11) o VOLD, BERNARD & SNIPES (1998: cap. 16).
PROGRAMMA 2
la criminología crítica considera que el fenómeno de
la desviación sólo puede ser analizado en el contexto
de la estructura socioeconómica –históricamente
determinada– en que se produce.
3. Las teorías criminológicas que no analizan el
fenómeno de la desviación en el contexto de la
estructura socioeconómica en que se produce deben
ser rechazadas porque no han comprendido la esencia
misma del fenómeno estudiado.
4. La estructura socioeconómica de los países en
que se ha desarrollado la criminología crítica
corresponde al capitalismo tardío, en el cual no impera
el consenso sino el conflicto. En efecto:
a. En la sociedad capitalista tardía existe una
lucha de clases de naturaleza política entre una
clase subordinada y una clase dominante.
b. Para proteger y perpetuar su posición
favorecida, la clase dominante ha elaborado
el derecho penal, el sistema de justicia penal
–tribunales y cárceles– y la estructura actual del
sistema educativo.
c. Por este motivo el derecho penal –abstracto y
concreto– castiga de preferencia los
comportamientos típicos de las clases
subordinadas.
Aebi M. F.
d. En consecuencia –y a pesar de que las
Crítica de la
investigaciones indican que todas las personas Criminología
crítica
cometen delitos–, las cárceles están pobladas
mayoritariamente por miembros de la clase
subordinada.
5. De lo expuesto anteriormente se infiere que el Pág. 25
concepto de delito es una construcción social y debe
PROGRAMMA 2

ser reemplazado por el de comportamiento


socialmente negativo. Este último es definido como
un comportamiento –criminalizado o no– lesivo de
intereses merecedores de tutela.
6. Los comportamientos socialmente negativos se
explican según la clase social a la que pertenece su
autor:
a. Si el autor pertenece a la clase subordinada,
el comportamiento socialmente negativo será
expresión de las contradicciones entre
producción y distribución de la riqueza, típicas
de la sociedad capitalista.
b. Si el autor pertenece a la clase dominante
–implicada principalmente en los llamados delitos
de cuello blanco–, el comportamiento socialmente
negativo se explica por la relación funcional entre
procesos legales e ilegales de acumulación de
capital y la relación de estos con la esfera política.
7. Puesto que el conflicto de clases es de naturaleza
política, la delincuencia sólo desaparecerá cuando la
sociedad capitalista sea reemplazada por la sociedad
socialista, que es una sociedad libre e igualitaria.
8. Entre tanto corresponde aplicar un derecho penal
mínimo en el marco de una política criminal de las
Aebi M. F.
Crítica de la
clases subalternas, cuyas características son las
Criminología siguientes:
crítica
a. Despenalizar la mayor cantidad posible de los
comportamientos penalizados actualmente, que
corresponden a comportamientos típicos de las
Pág. 26 clases subordinadas.
PROGRAMMA 2
b. Penalizar los comportamientos de las clases
dominantes que aún no estén penalizados.
c. La diferencia de tratamiento entre ambas clases
se explica porque se debe aplicar una política
criminal de las clases subalternas.
d. Disminuir la utilización de la cárcel. En este
contexto se propone reemplazar las sanciones
penales por sanciones administrativas o civiles,
privatizar los conflictos, incorporar sanciones
alternativas, ampliar las formas de suspensión
condicional de la pena, de libertad condicional,
de ejecución de la pena en semilibertad, de
permisos de salida, etc.
9. A largo plazo, el objetivo final es la abolición
del derecho penal y de la cárcel –que constituye su
corolario–, pero esto sólo será posible en el marco
de una sociedad socialista.
10. El criminólogo debe renunciar a toda pretensión
de neutralidad y, utilizando de preferencia métodos
de análisis marxistas para sus estudios, apoyar la
política criminal de las clases subalternas.
11. Estos estudios deben realizarse en parte desde
el campo de una nueva ciencia denominada sociología
jurídico-penal, cuyo objeto de estudio serían los
comportamientos que representan una reacción ante
el comportamiento desviado. Esta ciencia estudiaría Aebi M. F.
así las reacciones institucionales de los organismos Crítica de la
Criminología
oficiales del control social de la desviación así como crítica
las reacciones no institucionales.

A pesar de que, tal y como lo hemos anticipado, nuestro


Pág. 27
resumen de las ideas de BARATTA resulta esquemático, creemos
haber sido fieles al pensamiento profundo de este autor4. Por
PROGRAMMA 2

otro lado, en el marco de nuestra crítica a las ideas de BARATTA


-que realizaremos en los próximos apartados-,
desarrollaremos algunas de estas proposiciones apoyándolas
con sus respectivas citas originales.

3. Crítica de la concepción de BARATTA de la criminología


crítica, de la sociología jurídico-penal y de la política
criminal de las clases subalternas

Antes de iniciar nuestra crítica, resulta indispensable señalar


que, actualmente, no existe una criminología crítica sino que
ésta se encuentra dividida en varias ramas que tienen una
serie de elementos en común, pero presentan al mismo tiempo
serias divergencias5. Nuestra crítica se centrará entonces en
la concepción de BARATTA de la criminología crítica. Por este
motivo, cuando mencionamos a la criminología crítica estamos
abreviando el enunciado la concepción de Alessandro BARATTA
de la criminología crítica. Nuestro único objetivo al no repetir
sistemáticamente dicho enunciado es el de facilitar la lectura
de este artículo. Cierto es que muchas de nuestras críticas
son aplicables a otras ramas de la criminología crítica, pero

4
Sin embargo, es probable que, a pesar de nuestros esfuerzos por evitarlo, el
Aebi M. F.
hecho de no compartir muchas de las ideas de BARATTA haya influido sobre
Crítica de la
nuestra manera de presentarlas.
Criminología 5
Así, suele distinguirse entre criminología crítica, criminología radical, criminología
crítica
marxista -inspirada por los trabajos de CHAMBLISS (1975) y QUINNEY (1977)- y el
realismo de izquierda impulsado por YOUNG (1986). Sin embargo, es posible
encontrar también otras denominaciones como criminología del conflicto y
criminología dialéctica para referirse a algunos de los trabajos de Richard QUINNEY.
La reciente criminología postmoderna (ARRIGO & BERNARD, 1997) es también
Pág. 28 un derivado de la criminología crítica.
PROGRAMMA 2
resulta inapropiado extrapolarlas sin antes haber estudiado a
fondo dichas ramas. Finalmente, señalemos que nuestras
críticas han sido agrupadas en tres grandes secciones:
inconvenientes epistemológicos, inconvenientes metodológicos
y otros inconvenientes.

3.1. Inconvenientes epistemológicos

En este capítulo analizaremos una serie de inconvenientes


que afectan a la entidad científica de la criminología crítica y
de la sociología jurídico-penal. En particular, veremos que
existe una superposición de los objetos de estudio de ambas
disciplinas; pero antes de ello demostraremos que la
criminología crítica, tal y como es presentada por BARATTA, no
reúne los requisitos para ser considerada una teoría científica.
Se trata, a un nivel más abstracto, de una crítica de la
concepción de BARATTA del conocimiento científico. Por ese
motivo analizaremos también la manera en que BARATTA intenta
aplicar el concepto de revolución científica al campo de la
criminología así como su análisis de la etiología del
comportamiento desviado y la relación de ésta con el
determinismo científico.

3.1.1. La ausencia de entidad científica: El carácter


infalsable de la criminología crítica
Aebi M. F.
Crítica de la
Según el propósito ya clásico de Karl R. POPPER (1973/1935 y Criminología
crítica
1985/1974), el criterio de demarcación entre una teoría
científica y aquella que no lo es radica en la falsibilidad de la
primera. Una teoría sólo puede ser considerada científica
cuando es falsable. Es decir que toda teoría científica debe Pág. 29
admitir la posibilidad de que un investigador demuestre que
PROGRAMMA 2

es errónea y, de esta manera, la refute6.

En consecuencia, para responder a la pregunta “¿la


criminología crítica es una teoría científica?” debemos
plantearnos la siguiente interrogación: ¿es posible falsar la
criminología crítica? O dicho de otra manera, ¿es posible
demostrar que la criminología crítica está equivocada?

Lamentablemente, veremos enseguida que la respuesta a


estos interrogantes es negativa. En este contexto, cabe
señalar que tal vez el carácter infalsable de la criminología
crítica esté vinculado a su filiación marxista. En efecto,
recordemos que, utilizando el criterio de falsibilidad, POPPER
refutó el carácter científico del psicoanálisis y del marxismo
moderno (ver especialmente POPPER, 1957/1944-5 y 1945) y
en este apartado pondremos en evidencia que buena parte
de la crítica dirigida por POPPER al marxismo moderno es
aplicable a la criminología crítica.

6
Nos parece conveniente recordar aquí que –como lo señala MORIN (1990:
37)– POPPER estaba buscando un antónimo para el vocablo verificación. En
efecto, con anterioridad a POPPER, los investigadores solían afirmar que
determinada experiencia había verificado su hipótesis o su teoría. Verificación
deriva de verdad, y el antónimo de verdadero es falso. Por este motivo, POPPER
utilizó el verbo to falsify que literalmente podría ser traducido como falsificar; sin
Aebi M. F.
embargo, en castellano resulta más acorde con el propósito de POPPER utilizar el
Crítica de la
verbo falsar (admitido por el Diccionario de la Real Academia Española, que
Criminología
indica que etimológicamente deriva del latín falsare) y sus derivados falsibilidad y
crítica
falsable. Por otro lado, en la concepción de Popper todo saber es provisorio, de
manera que no se puede verificar –es decir elevar al rango de verdad– una
hipótesis que podría ser eventualmente refutada –o, según su propia
terminología, falsada– en el futuro. Por este motivo, conviene reemplazar el
vocablo verificar por corroborar, en el sentido de que una experiencia puede
Pág. 30 corroborar una hipótesis, pero no puede verificarla.
PROGRAMMA 2
Por ende, resulta necesario señalar aquellos párrafos en que
BARATTA reivindica la filiación marxista de la criminología crítica.
Recordemos entonces que, según BARATTA,

“cuando hablamos de criminología crítica, [...] situamos


el trabajo que se está haciendo para la construcción
de una teoría materialista, es decir económico-política
de la desviación, de los comportamientos socialmente
negativos y de la criminalización, un trabajo que tiene
en cuenta instrumentos conceptuales e hipótesis
elaboradas en el ámbito del marxismo [...]” (p. 165).

Además de la citada, hay otras referencias a la filiación marxista


de la criminología crítica y a la necesidad de utilizar
instrumentos propios del marxismo (p. 41, p. 164) para
construir una teoría materialista, entendida como teoría
económico-política (p. 164, p. 209). Por otro lado, como
suele suceder en las obras puramente teóricas de gran
envergadura, hay también espacio para relativizar estas
afirmaciones, sosteniendo que la criminología crítica es “en
parte de inspiración marxista” (p. 42).

Sin embargo, el carácter central del marxismo en la visión de


BARATTA de la criminología crítica resulta evidente cuando
comienza a precisar sus ideas. Así, BARATTA considera que “una
Aebi M. F.
teoría adecuada de la criminalidad” debe ubicar el fenómeno
Crítica de la
estudiado en el contexto “correspondiente a específicas Criminología
crítica
formaciones económico-sociales y a los problemas y a las
contradicciones inherentes a estas” (p. 42) y rescata la
importancia de entender el hecho de que dicho contexto está
históricamente determinado (p. 100). A lo largo de su libro, Pág. 31
hay una insistencia casi constante en la necesidad de ubicar
PROGRAMMA 2

los fenómenos de la desviación y del control penal de ésta “a


la luz de determinadas relaciones socioeconómicas en que
ellos se inscriben” (p. 55). De hecho, este es el título del
apartado 3 del capítulo II de su libro: “Necesidad de situar
los elementos de una teoría de la desviación […] dentro de
una estructura económico-social específica” (p. 41).

En esta perspectiva, conviene recordar con MORFAUX (1985:


209-10) que el materialismo -entendido como doctrina que
no admite otra realidad que la materia- constituye la tesis
central del marxismo. Según dicha tesis, “el modo de
producción de la vida material condiciona el proceso de la
vida social, política y espiritual en general” (MARX 1970/1859:
prólogo). MORFAUX recomienda distinguir entre el materialismo
dialéctico y el materialismo histórico. Esta última es la
denominación que ENGELS dio a la concepción materialista de
la historia según la cual “toda la historia ha sido la historia de
la lucha de clases”. Para BARATTA, el materialismo histórico es
el punto de partida de la obra de MARX (p. 164). Es por ello
que insiste en la importancia de estudiar “la estructura social,
históricamente determinada” en que se inserta el fenómeno
criminal (p. 100) y rescata el trabajo de una “sociología
historicista y crítica” (p. 73). Sólo de esta manera sería posible
descender del “nivel fenoménico de la superficie de las
Aebi M. F. relaciones al de su lógica material” (p. 100). En consecuencia,
Crítica de la se establece como axioma –es decir como una “proposición
Criminología
crítica tan clara y evidente que se admite sin necesidad de
demostración”, según la definición del Diccionario de la Real
Academia Española– que el fenómeno de la desviación y su
control debe ser estudiado en el contexto socioeconómico de
Pág. 32 la sociedad capitalista tardía en que se produce.
PROGRAMMA 2
Al mismo tiempo, BARATTA sostiene que toda teoría que no
respete dicho axioma debe ser rechazada porque no ha
comprendido la esencia misma del fenómeno a estudiar.
Siguiendo ese criterio, BARATTA rechaza sucesivamente varias
teorías anteriores a la criminología crítica. Así, la escuela de
la defensa social es refutada porque “corresponde a una
ideología caracterizada por una concepción abstracta y
ahistórica de sociedad entendida como una totalidad de valores
e intereses” (p. 42). De la misma manera, la teoría
funcionalista y la teoría de las subculturas son refutadas porque
“no se plantean el problema de las relaciones sociales y
económicas sobre las cuales se fundan la ley y los mecanismos
de criminalización y de estigmatización que definen la cualidad
de criminal en los comportamientos y sujetos criminalizados”
(p. 80)7. Las teorías psicoanalíticas también son refutadas
porque “orientan el propio análisis a la función punitiva sin
mediar este análisis con el del contenido específico del
comportamiento desviado, de su significado dentro de la
determinación histórica de las relaciones socioeconómicas”
(p. 53). Finalmente, la teoría del etiquetado ( labelling

7
Con respecto a la teoría “estructural-funcionalista de MERTON”, la crítica se extiende
también a la manera en que dicha teoría trata la delincuencia económica porque Aebi M. F.
“limitando su análisis, como es característico de la sociología tradicional, al fenómeno
Crítica de la
de la distribución de los recursos, MERTON no ve el nexo funcional objetivo que Criminología
reconduce la criminalidad de cuello blanco (y también la gran criminalidad organizada) crítica
a la estructura del proceso de producción y del proceso de circulación de capital,
es decir el hecho, puesto en evidencia por no pocos estudios sobre la gran
criminalidad organizada, de que entre la circulación legal y la circulación ilegal,
entre los procesos legales y los procesos ilegales de acumulación, hay en la sociedad
capitalista una relación funcional objetiva” (p. 64).
Pág. 33
approach8) también es refutada porque a menudo permanece
PROGRAMMA 2

“tanto desde el punto de vista teórico como del práctico, dentro


del sistema socioeconómico de cuya superficie fenoménica
parte” (p. 118).

En resumen, según BARATTA, todas estas teorías parten de una


concepción errónea de la desviación. De esta manera, si
tomamos como ejemplo a la teoría de la anomia o de la
tensión (strain theory) de MERTON (1938), podemos decir que
el conflicto entre medios y fines –que según esa teoría es una
de las causas de la delincuencia– no podrá solucionarse con
una mejor distribución de la riqueza porque se trata de un
conflicto inherente a la sociedad capitalista. La raíz profunda
del problema es la estructura de dicha sociedad, que genera
un conflicto que podríamos calificar de endémico. Por ese
motivo BARATTA afirma que “las tentativas de explicación
funcional de la marginalidad se han detenido a menudo en el
momento de la distribución de la riqueza y de la consiguiente
distribución del estatus. Han quedado fuera del ángulo visual
las raíces económicas de la distribución y el nexo entre
distribución y tipo de producción” (pp. 199-200). En realidad,
para BARATTA, la única solución reside en un cambio de la
estructura social, que implica pasar de una sociedad capitalista
a una sociedad socialista: “La sociedad capitalista es una
sociedad basada en la desigualdad y en la subordinación; la
Aebi M. F.
Crítica de la
sociedad socialista es una sociedad libre e igualitaria” (p. 220).
Criminología
crítica

8
Retenemos aquí la ortografía británica utilizada por BARATTA, quien escribe
labelling con elle. En el inglés estadounidense, en cambio, se utiliza una ele en
Pág. 34 dicho vocablo (labeling).
PROGRAMMA 2
Por otro lado, BARATTA sostiene que las teorías criminológicas
por él criticadas no sólo son erróneas, sino que terminan
cumpliendo

“una función ideológica estabilizadora, en el sentido


de que tienen como efecto sobre todo legitimar
científicamente, y por lo tanto consolidar, la imagen
tradicional de la criminalidad como propia del
comportamiento y del estatus típico de las clases pobres
en nuestra sociedad y el correspondiente reclutamiento
efectivo de la «población criminal» de entre estas clases”
(p. 65).

De esta manera, las teorías criticadas por BARATTA terminarían


justificando la estructura socioeconómica del capitalismo tardío.

En definitiva, BARATTA descalifica toda teoría criminológica


alternativa a la criminología crítica. En esta perspectiva,
recordemos que el procedimiento que consiste en rechazar
de antemano toda posible refutación de una teoría es
denominado por POPPER (1985/1974: 125 y ss.) inmunización.
Así podemos decir que la criminología crítica ha sido
inmunizada contra toda posible refutación.

Aún más, el criterio utilizado para refutar las teorías


Aebi M. F.
criminológicas alternativas a la criminología crítica es
Crítica de la
científicamente discutible. En resumidas cuentas, dichas teorías Criminología
crítica
son rechazadas por no ser marxistas. Como hemos visto,
BARATTA las descalifica utilizando siempre el mismo argumento
que consiste en acusarlas de no haber respetado el axioma
que establece la necesidad de ubicar el fenómeno de la Pág. 35
desviación en el contexto de la estructura socioeconómica en
PROGRAMMA 2

que se produce. Sólo la criminología crítica habría respetado


este axioma –impuesto por ella misma– y habría demostrado
así que la delincuencia es una construcción social producto
del conflicto político entre una clase dominante y una clase
subordinada. Lamentablemente, no se aportan pruebas que
permitan sostener que esta sea la única manera de estudiar
la desviación9.

Así, al lector que decide compartir el punto de vista de BARATTA


le quedan dos alternativas: aceptar lo que se le dice sin
cuestionarlo o intentar buscar fuentes alternativas que
corroboren dicho axioma. La primera opción no puede ser
aceptada por un científico puesto que se trata del argumento
de autoridad10. La segunda opción implica dirigirse a los
textos originales de MARX o de algún criminólogo marxista.

9
En nuestra opinión, el tipo de análisis sugerido por BARATTA es necesario, pero
en ningún caso constituye la única manera de estudiar la desviación.
10
Este argumento fue inmortalizado por Julio CORTÁZAR en un párrafo de Rayuela
que, dados los orígenes de BARATTA y del autor de este artículo, parece adecuado
recordar: “A los diez años, una tarde de tíos y pontificantes homilías histórico-
políticas a la sombra de unos paraísos, había manifestado tímidamente su primera
reacción contra el tan hispanoítaloargentino «¡Se lo digo yo!», acompañado de
un puñetazo rotundo que debía servir de ratificación iracunda. Glielo dico io! ¡Se
lo digo yo, carajo! Ese yo, había alcanzado a pensar Oliveira, ¿qué valor probatorio
tenía? El yo de los grandes, ¿qué omnisciencia conjugaba? A los quince años se
había enterado del «sólo sé que no sé nada»; la cicuta concomitante le había
Aebi M. F. parecido inevitable, no se desafía a la gente en esa forma, se lo digo yo. Más
Crítica de la tarde le hizo gracia comprobar cómo en las formas superiores de cultura el peso
Criminología de las autoridades y las influencias, la confianza que dan las buenas lecturas y la
crítica inteligencia, producían también su «se lo digo yo» finamente disimulado, incluso
para el que lo profería: ahora se sucedían los «siempre he creído», «si de algo
estoy seguro», «es evidente que», casi nunca compensado por una apreciación
desapasionada del punto de vista opuesto. Como si la especie velara para no
dejarlo avanzar demasiado por el camino de la tolerancia, la duda inteligente, el
Pág. 36 vaivén sentimental” (CORTÁZAR, 1963: cap. 3).
PROGRAMMA 2
El problema es que MARX prácticamente no abordó el tema de
la delincuencia (ver KILLIAS 2001: ch. 8.3.1) y los restantes
criminólogos marxistas no se caracterizan por haber apoyado
sus construcciones teóricas con evidencia empírica. En
definitiva, nos encontramos nuevamente ante el argumento
de autoridad. Por otro lado, el recurso a MARX implica cumplir
el ritual denunciado por MORIN (1990):

“¿Cuál es la diferencia entre la teoría y la doctrina?


Que la teoría es abierta y acepta arriesgar su propia
muerte en la refutación, mientras que la doctrina se
encierra en sí misma y ha encontrado su prueba de
una vez y para siempre en su fuente que deviene
dogma: la autoridad de los padres fundadores; ¡es
por ello que el dogma recita sin cesar en letanía las
palabras de sus padres fundadores!” (MORIN 1990: 43)11.

La naturaleza doctrinaria de la concepción de BARATTA se ve


reforzada por sus constantes referencias al carácter perverso
de la estructura socioeconómica de la sociedad capitalista,
que encajan perfectamente en el esquema del marxismo
dogmático descrito por Edgar MORIN: “[…] el marxismo
dogmático ha reducido la ciencia contemporánea a una
«ideología de la dominación del mundo por la burguesía
conquistadora» o a una ideología de la era del capitalismo
Aebi M. F.
monopolista” (MORIN, 1991: 14).
Crítica de la
Criminología
crítica

11
Traducido por nosotros. Las restantes traducciones de Edgar MORIN, así como
las de Martin KILLIAS, Thomas KUHN, Karl POPPER y Jock YOUNG también son
nuestras.
Pág. 37
En este sentido, es curioso constatar que BARATTA parece haber
PROGRAMMA 2

sido consciente de que la criminología crítica podía ser acusada


de representar una forma de marxismo dogmático, en la
medida en que afirma:
“Pensamos, en particular, que el empleo de
instrumentos conceptuales y de hipótesis teóricas que
tengan su fuente clásica en la obra de MARX puede ser
de gran importancia, y ello en la medida -superfluo
parece recordarlo- en que tal empleo se haga fuera
de toda forma de dogmatismo, es decir considerando
el marxismo como un edificio teórico abierto que,
como cualquier otro, puede y debe ser continuamente
controlado a través de la experiencia y la
confrontación, crítica pero desprejuiciada, con los
argumentos y los resultados provenientes de enfoques
teóricos diversos” (p. 212).

Sin embargo, los extractos de Criminología crítica y crítica


del derecho penal que hemos citado en este artículo ponen
en evidencia que este último párrafo es un elemento más de
inmunización de las ideas expuestas por BARATTA. En efecto,
a pesar de que todo el libro apunta a una concepción
dogmática del marxismo, el autor siempre podrá citar uno
o dos párrafos aislados en los que relativiza su posición.
Consideramos entonces que la criminología crítica no
Aebi M. F.
Crítica de la
constituye una teoría científica.
Criminología
crítica
En este contexto, resulta curioso observar una vez más que
BARATTA parece haber presentido esta objeción, en la medida
en que afirma explícitamente el carácter científico de la
Pág. 38 criminología crítica y al mismo tiempo niega dicho carácter a
PROGRAMMA 2
otras teorías de la criminalidad:

“Un discurso científico sobre la cuestión criminal nace


cuando las definiciones de criminalidad del sentido
común así como las definiciones legales de criminalidad
no son más el postulado del que se parte, sino que
devienen el objeto mismo del discurso” (p. 234).

“Y sin embargo, las falsas generalizaciones y el


formalismo conceptual con que las teorías aquí
examinadas [se refiere a las ideas de COSER y de TURK]
han terminado por agravar los defectos de origen de
la sociología del conflicto, hacen inaceptable su
pretensión científica” (p. 150).

Sin embargo, la visión de Baratta de la criminología crítica se


basa también en generalizaciones –cuya veracidad o falsedad
no corresponde discutir en este artículo– como el carácter
esencial del conflicto de clases para explicar la delincuencia,
con lo que estaría cometiendo el mismo error que critica a
otras teorías. Por otro lado, resulta erróneo afirmar que el
objeto del discurso otorgue carácter científico a una teoría.
Como ya lo hemos indicado, el criterio de demarcación
usualmente aceptado por la comunidad científica a partir de
los estudios de POPPER (1973/1935) reside en la falsibilidad
de la teoría propuesta. Aebi M. F.
Crítica de la
Criminología
3.1.2. La definición de la criminología y de la sociología crítica
jurídico-penal

A nuestro entender, no pocas de las confusiones que genera


Pág. 39
la lectura de Criminología crítica y crítica del derecho penal
tienen su origen en problemas de definición de las disciplinas
PROGRAMMA 2

abarcadas. En efecto, B ARATTA adopta una definición


extremadamente restrictiva –y francamente negativa– de la
criminología. En particular, sostiene que la criminología como
disciplina autónoma

“no tiene propiamente por objeto el delito considerado


como concepto jurídico, sino al delincuente como un
individuo diverso y, en cuanto tal, como clínicamente
observable. En su origen, pues, la criminología tiene
como función específica, cognoscitiva y práctica,
individualizar las causas de esta diversidad, los factores
que determinan el comportamiento criminal, para
combatirlos con una serie de medidas que tienden,
sobre todo, a modificar al delincuente. La concepción
positivista de la ciencia como estudio de causas ha
apadrinado a la criminología” (pp. 21-2).

Por este motivo, BARATTA la califica también de “teoría de las


«causas» de la criminalidad” (p. 167). De la misma manera,
citando a Heinz STEINERT (1973: 9), BARATTA critica que la
criminología “sabe precisamente qué es la criminalidad; halla
la criminalidad y el crimen preconstituidos como propias
especies en el «material» que adquiere significación para la
policía, los tribunales, el tratamiento penal” (p. 154).
Aebi M. F.
Crítica de la
Criminología Evidentemente, si se acepta esta caracterización de la
crítica
criminología, pocos científicos se sentirían inclinados a
definirse como criminólogos. Por el contrario, si no se acepta
esta caracterización, ¿cómo definir a la criminología? Ya hemos
Pág. 40 señalado que la tendencia actual en los países centrales la
PROGRAMMA 2
define como la ciencia social que estudia el comportamiento
delictivo y la reacción social frente al mismo. Sin embargo,
sería erróneo juzgar a BARATTA con los criterios vigentes veinte
años después de la escritura de su libro. En efecto, hasta
finales de los años 1960, cuando comienzan a florecer los
institutos de criminología en Estados Unidos a raíz de la
publicación del informe The challenge of crime in a free society
(1967), la criminología no había sido claramente definida.
Mas bien se trataba de una suerte de terreno baldío en el cual
diferentes investigadores se permitían incursionar con mayor
o menor frecuencia12.

En cambio, resulta criticable que BARATTA no explicite nunca el


criterio utilizado para seleccionar las teorías criminológicas
incluidas en su libro. Por ejemplo, es sorprendente no
encontrar mención de una teoría tan importante -a juzgar
por la cantidad de trabajos empíricos a los que dio y sigue
dando lugar (véanse por ejemplo los trabajos citados por
LANIER & HENRY, 1998: 164-5)- como la del control social de
HIRSCHI (1969). También resulta discutible que se dejen de
lado a las teorías situacionales, cuyas primeras formulaciones
teóricas datan de finales de la década de 1970 (ver CUSSON &
CORDEAU, 1994: 92, con referencias). En definitiva, las teorías
retenidas para ser criticadas parecen ser aquellas que mejor

Aebi M. F.
12
Es decir que la situación era similar a la que atraviesa actualmente la criminología
Crítica de la
en los países de lengua castellana. La diferencia proviene del hecho que en Criminología
Estados Unidos eran los sociólogos quienes opinaban sobre criminología, mientras crítica
que en los países de lengua castellana el terreno ha sido ocupado de preferencia
por los penalistas. De hecho, este es el gran desafío al que se enfrentan las
universidades españolas a raíz de la creación de la licenciatura en criminología el
4 de julio de 2003. En este contexto, el análisis crítico de MEDINA (2002) sobre
la situación española resulta particularmente interesante.
Pág. 41
se acomodan a la definición restrictiva de criminología
PROGRAMMA 2

propuesta por BARATTA13.

La situación se complica aún más cuando BARATTA, después de


haber relegado la criminología al estudio de las causas de la
delincuencia, apoya la creación de una nueva ciencia que
denomina sociología jurídico-penal. En efecto, definiendo los
objetos de la sociología jurídica y de la sociología jurídico
penal, BARATTA sostiene que el “objeto de la sociología jurídica
son comportamientos y estructuras sociales” (p. 13), y que el
“objeto de la sociología jurídico penal corresponde [...] en un
nivel de abstracción más alto, a las conexiones entre un
sistema penal dado y la correspondiente estructura económico-
social” (p. 14). Sin embargo, la superposición de objetos de
estudio resulta evidente cuando el mismo BARATTA afirma que
“la criminología crítica historiza la realidad del comportamiento
desviado y pone en evidencia su relación funcional o
disfuncional con las estructuras sociales, con el desarrollo de
las relaciones de producción y de distribución” (p. 166). En
ambos casos se intenta dirigir el análisis hacia la reacción
social a la desviación y a la relación de aquella con una
determinada estructura socioeconómica.

A esta superposición de objetos entre la criminología y la


sociología jurídico-penal, hay que agregar el hecho de que
Aebi M. F.
Crítica de la BARATTA manifiesta expresamente que es incapaz de tomar
Criminología partido en el momento de diferenciar la sociología jurídica de
crítica
la filosofía y la teoría del derecho:

13
Véanse nuestros comentarios sobre el problema de la observación selectiva
Pág. 42 en el cap. 3.2.1.
PROGRAMMA 2
“Más difícil es definir la autonomía [de la sociología
jurídica] ante la filosofía y la teoría del derecho. […]
Un posible modelo, bastante difundido en Italia y en
Alemania y frente al cual, sin embargo, no nos
proponemos tomar posición en este breve ensayo,
es el siguiente: el objeto de la sociología del derecho
[...] son los comportamientos [...]. La filosofía del
derecho tiene por objeto los valores conexos a los
sistemas normativos [...]. La teoría del derecho tiene
por objeto la estructura lógico-semántica de las
normas [...]” (p. 13).

En consecuencia, la entidad científica de la sociología jurídico-


penal es prácticamente inexistente. Tal vez por este motivo
BARATTA afirma que “La presencia activa de criminólogos en el
campo de trabajo de la sociología jurídico-penal y de
sociólogos del derecho en el de la criminología es un fenómeno
irreversible, destinado, si cabe, a incrementarse [...]” (p. 15).
En realidad, no podría ser de otro modo puesto que, cuando
se profundiza el análisis, se constata que el objeto de estudio
de la sociología jurídico-penal propuesto por BARATTA está
incluido en el objeto de estudio de la criminología.

3.1.3. Los paradigmas en las ciencias sociales

Aebi M. F.
La confusión en cuanto a la esencia misma de la ciencia Crítica de la
criminológica tiene una cierta relación con la manera en que Criminología
crítica
BARATTA aplica el concepto de paradigma y de revolución
científica a esta ciencia. Huelga recordar que ambos conceptos
fueron impuestos por Thomas S. KUHN (1970) en su ya clásico
libro sobre la estructura de las revoluciones científicas; pero Pág. 43
es interesante señalar que BARATTA no se refiere directamente
PROGRAMMA 2

al libro de KUHN sino que retoma un análisis realizado por


KECKEISEN (1974), quien intentó trasladar las ideas de KUHN al
terreno de la criminología.

“[KECKEISEN] -en un libro verdaderamente digno de


mención- aplica la teoría de Thomas S. KUHN, sobre la
estructura de las revoluciones científicas y sobre los
cambios del paradigma de la ciencia, al desplazamiento
del objeto de la investigación del estudio de los factores
de la criminalidad al estudio de la reacción social. Define
el paradigma etiológico y el paradigma del control
(labelling approach) como incompatibles, considerados
en su modelo ideal, es decir en su expresión más
consecuente y radical” (p. 90).

Cabe agregar que, para BARATTA, el paradigma etiológico


corresponde “al modelo positivista de la criminología como
estudio de las causas o de los factores de la criminalidad” y
este modelo “ha sido puesto en duda y parcial o totalmente
sustituido por un nuevo paradigma científico, el del labelling
approach ( paradigma de la reacción social )” (p. 22).
Profundizando esta idea agrega: “El salto cualitativo que
separa la nueva de la vieja criminología consiste, empero,
sobre todo, en la superación del paradigma etiológico, que
Aebi M. F.
Crítica de la
era el paradigma fundamental de una ciencia entendida
Criminología naturalistamente como teoría de las «causas» de la
crítica
criminalidad” (pp. 166-7).

Resulta clara en el párrafo anterior la influencia de la obra de


Pág. 44 TAYLOR, WALTON & YOUNG (1973), quienes hablaban de una
PROGRAMMA 2
criminología nueva por oposición a la criminología que la
había precedido, calificada de criminología vieja. Esta aparente
ruptura en el conocimiento criminológico constituye la razón
profunda de la existencia del libro de BARATTA. No en vano este
autor insiste en diversas ocasiones en la importancia de la
supuesta revolución que ha tenido lugar. Por ejemplo, titula
la primera sección del capítulo VII de su libro de la siguiente
manera: “El labelling approach: una revolución científica en
el ámbito de la sociología criminal” (p. 83) y el título vuelve a
surgir ligeramente modificado en la cuarta sección del capítulo
VIII: “El problema de la definición de la criminalidad. El
labelling approach : una «revolución científica» en
criminología” (p. 110).

Sin embargo, la transposición de las ideas de KUHN (1970) a


las ciencias sociales resulta problemática. En efecto, cuando
KUHN habla de revolución se refiere a un cambio, al reemplazo
de un paradigma por otro. Por ese motivo KUHN (1970: IX)
señala que sólo en raras circunstancias pueden convivir dos
paradigmas. Por ejemplo, resulta imposible imaginar a un físico
contemporáneo sosteniendo que la concepción de NEWTON es
superior a la de EINSTEIN. En cambio, en las ciencias sociales la
situación es completamente distinta puesto que los paradigmas
no suelen reemplazarse sino adicionarse. En consecuencia, es
prácticamente imposible aplicar a estas ciencias el concepto de
Aebi M. F.
revolución científica. De hecho, KUHN es plenamente consciente
Crítica de la
de esta dificultad, y no duda en advertir al lector sobre ella Criminología
crítica
desde el mismo prefacio de su libro capital:

“Más importante aún, pasar un año en una comunidad


compuesta de manera predominante por científicos Pág. 45
sociales me confrontó a problemas que no había
PROGRAMMA 2

anticipado en cuanto a las diferencias entre ese tipo de


comunidades y las de los científicos naturales en las
que yo había sido entrenado. En particular, me
sorprendió la cantidad y la extensión de los desacuerdos
flagrantes entre los científicos sociales con respecto a
la naturaleza de los problemas y métodos científicos
considerados legítimos. Tanto la historia como el
contacto directo me hacen dudar que quienes practican
las ciencias naturales posean conocimientos más firmes
o respuestas más permanentes a estas preguntas que
sus colegas de las ciencias sociales. Y sin embargo, de
alguna manera, la práctica de la astronomía, la física,
la química o la biología no genera normalmente las
controversias sobre cuestiones fundamentales que hoy
parecen con frecuencia endémicas entre, por ejemplo,
psicólogos y sociólogos” (KUHN, 1970: VIII).

KUHN (1970: 15) duda incluso que los paradigmas, tal y como
él mismo los definió para las ciencias naturales, existan
actualmente en las ciencias sociales: “[…] queda abierta la
cuestión de saber qué sectores de la ciencia social han siquiera
adquirido esos paradigmas hasta el momento”.

No es entonces sorprendente que buena parte de las teorías


Aebi M. F.
Crítica de la
que el labelling approach debería haber reemplazado si la
Criminología revolución anunciada por BARATTA fuera cierta se encuentren
crítica
aún vigentes a principios del siglo XXI. No hubo una
revolución. Sin embargo, esto no significa que debamos hablar
de un golpe de estado fallido. Tal vez sea mejor dejar de lado
Pág. 46 este lenguaje bélico –un aspecto sobre el que volveremos en
PROGRAMMA 2
nuestra conclusión– y aceptar que la teoría del etiquetado
(labelling aproach) constituyó un gran avance en el estudio
del fenómeno criminal. Incluso resulta correcto afirmar que
incorporó un nuevo paradigma a la criminología pero, como
suele suceder en las ciencias sociales, dicho paradigma convive
actualmente con otros paradigmas anteriores y posteriores.

3.1.4. Etiología del comportamiento desviado y


determinismo

Finalmente, si bien la crítica dirigida a la criminología vieja


consiste ante todo en considerarla una ciencia de las causas
de la criminalidad, la criminología crítica también nos presenta
una explicación definitiva de las causas de ésta. En efecto,
BARATTA propone una explicación de los comportamientos
sociales negativos basada en la clase social a la que pertenece
su autor:

“De la inserción del problema de la desviación y de la


criminalidad en el análisis de la estructura general de
la sociedad se deriva -si nos referimos a la estructura
de la sociedad capitalista- la necesidad de una
interpretación por separado de los fenómenos de
comportamiento socialmente negativo que se
encuentran en las clases subalternas y de los que se
Aebi M. F.
encuentran en las clases dominantes (criminalidad
Crítica de la
económica, criminalidad de los detentadores del poder, Criminología
crítica
gran criminalidad organizada). Los primeros son
expresiones específicas de las contradicciones que
caracterizan la dinámica de las relaciones de producción
y distribución en una determinada fase de desarrollo Pág. 47
de la formación económico-social y, en la mayor parte
PROGRAMMA 2

de los casos, una respuesta individual y políticamente


inadecuada a dichas contradicciones por parte de
individuos socialmente desfavorecidos. Los segundos
se estudian a la luz de la relación funcional que media
entre procesos legales y procesos ilegales de la
acumulación y de la circulación de capital, y entre estos
procesos y la esfera política” (p. 213).

De hecho esta explicación resulta totalmente contradictoria con


la pretensión de que “el rechazo del determinismo” es uno de
los “aspectos esenciales de la nueva criminología” (p. 22).
En realidad, la explicación de BARATTA es de carácter netamente
determinista. Efectivamente, basta conocer la clase social a la
que pertenece el autor de un comportamiento desviado para
saber cuál ha sido la causa de su comportamiento. Si es
proletario, será una expresión de las contradicciones de la
sociedad capitalista; si no es proletario -puesto que en la
concepción de BARATTA no hay matices: o se es subalterno o se
es dominante-, se explica por los procesos de acumulamiento
y circulación del capital. En ambos casos, la causa es la
estructura socioeconómica de la sociedad capitalista.

3.2. Inconvenientes metodológicos

Aebi M. F. Al margen de los inconvenientes epistemológicos que hemos


Crítica de la enunciado en la sección precedente, consideramos necesario
Criminología
crítica señalar también algunos inconvenientes de carácter
metodológico que hemos observado en la obra de BARATTA.
Se trata, fundamentalmente, de problemas que afectan a la
validez de ciertas afirmaciones que constituyen los cimientos
Pág. 48 sobre los cuales B ARATTA elabora su concepción de la
PROGRAMMA 2
criminología crítica y su propuesta de instaurar una política
criminal de las clases subalternas. En particular, nos
interesaremos en la manera en que este autor selecciona la
bibliografía incluida en su libro. También criticaremos la
confusión que BARATTA –inspirado por Fritz SACK– introduce
entre los conceptos de prevalencia e incidencia de la
delincuencia así como su particular concepción de los criterios
a utilizar para determinar la gravedad de la delincuencia.
Finalmente, nos ocuparemos de un problema de razonamiento
erróneo que suele ser clásico entre los autores poco
familiarizados con la investigación empírica.

3.2.1. La observación selectiva

Dada la gran cantidad y diversidad de las investigaciones


criminológicas disponibles, resulta prácticamente imposible
conocer y citar todo lo que se ha escrito sobre un determinado
sujeto de investigación. En este sentido puede decirse que
toda obra reposa sobre una bibliografía que, en mayor o en
menor medida, es selectiva. El problema surge cuando los
artículos ignorados son aquellos que podrían poner en duda
las tesis sostenidas por el autor de la publicación o cuando
sólo se citan las investigaciones que apoyan dichas tesis.

Para evitar este problema, los autores suelen explicitar el


criterio utilizado para seleccionar la bibliografía retenida. Sin Aebi M. F.
embargo, ya hemos señalado -en nuestra crítica sobre las Crítica de la
Criminología
teorías criminológicas incluidas en su libro (ver cap. 3.1.2)- crítica
que BARATTA no lo ha hecho así. Cabe agregar ahora que aquella
discutible selección de las teorías comentadas está acompañada
de una no menos discutible selección de las investigaciones
Pág. 49
utilizadas para apoyar las tesis sostenidas por BARATTA. Por
ejemplo, con respecto a la relación entre mercado de trabajo
PROGRAMMA 2

y sistema de justicia penal, BARATTA se funda únicamente en


las investigaciones de RUSCHE y KIRCHHEIMER (1939): “Desde 1939
RUSCHE y KIRCHHEIMER han puesto en evidencia las relaciones
existentes entre mercado de trabajo, sistema punitivo y cárcel”
(p. 200). También la obra de FOUCAULT (1998/1975) sobre la
historia de la prisión ocupa un lugar central en la crítica dirigida
por BARATTA a la cárcel. En este sentido, BARATTA está convencido
de la importancia capital de ambas obras. Así, de la misma
manera que considera que “las teorías de la criminalidad
basadas en el labelling approach han conducido a resultados
que son, en cierto sentido, irreversibles” (p. 114), menciona
“Los éxitos irreversibles de la investigación de RUSCHE y
KIRCHHEIMER y de FOUCAULT: del enfoque ideológico al político-
económico” (p. 202). Sin embargo, los errores de carácter
histórico en los trabajos de RUSCHE & KIRCHHEIMER (1939) y de
FOUCAULT (1998/1975) han sido claramente identificados14.

14
Con respecto a RUSCHE & KIRCHHEIMER (1939), ver por ejemplo STEINERT &
TREIBERT (1978), quienes -en un artículo citado por BARATTA en una nota de
pie de página (p. 202, nota 18)- refutaron la hipótesis de la excesiva utilización
de la pena de muerte durante el medioevo mediante el procedimiento científico
que consiste en buscar las fuentes originales y establecer claramente la cantidad
de ejecuciones realizadas; más recientemente, KILLIAS (2001: cap. 8.5.3) ha
ampliado la refutación al obtener cifras sobre las ejecuciones realizadas en otras
ciudades europeas que contradicen abiertamente las cifras avanzadas por RUSCHE
& KIRCHHEIMER (1939).Con respecto a FOUCAULT (1998/1975), recomendamos
la lectura de BRAITHWAITE (2003) quien, en una incisiva crítica de las ideas de
Aebi M. F.
David GARLAND (2001), nos recuerda que buena parte de la obra de este último
Crítica de la
Punishment and Welfare (GARLAND, 1985) está dedicada a corregir los errores
Criminología
históricos de FOUCAULT. BARATTA, en cambio, se limita a señalar que si la “discusión
crítica
en torno de los libros ya clásicos de RUSCHE y KIRCHHEIMER y de FOUCAULT sobre
la historia de la prisión no ha producido resultados definitivos en el plano sustancial
-lo que difícilmente habría podido ocurrir-, en el plano epistemológico, por el
contrario, ha producido resultados irreversibles” (p. 202). Una afirmación que
consideramos arriesgada en la medida en que las investigaciones citadas reposan
Pág. 50 sobre datos históricos erróneos.
PROGRAMMA 2
Se corrobora así una vez más la pertinencia de la concepción
del conocimiento científico de POPPER (ver nota 6) quien, en
lugar de hablar de irreversibilidad, considera que todo nuestro
conocimiento se caracteriza por ser esencialmente provisorio.

A estos inconvenientes se agrega una sobrevaloración de la


importancia y originalidad de las investigaciones que
comenzaron a realizarse a partir de la aparición de la teoría
del etiquetado. En efecto, la lectura de BARATTA puede generar
en el lector la falsa impresión de que han sido los
investigadores identificados con la teoría del etiquetado y los
criminólogos críticos quienes descubrieron la cifra negra de
la delincuencia, iniciaron la crítica de los indicadores oficiales
de la delincuencia y despertaron el interés por los delitos de
cuello blanco:

“Aparte de ello, el desplazamiento del punto de partida


del comportamiento desviado a los mecanismos de
reacción y de selección de la población, se ha visto
influido no poco por las adquisiciones de la sociología
criminal de las últimas décadas en dos nuevos campos
de indagación: a) la criminalidad de cuello blanco, y
b) la cifra negra de la criminalidad y la crítica de las
estadísticas oficiales” (p 101).

Aebi M. F.
Nada más alejado de la realidad. Como lo hemos señalado en
Crítica de la
otra ocasión (AEBI, 2000), la crítica de los indicadores oficiales Criminología
crítica
de la delincuencia comenzó en el momento mismo de su
primera publicación a principios del siglo XIX, como lo prueba
la polémica de aquellos años entre QUETELET (1984/1848) y DE

CANDOLLE (1987a/1830 y 1987b/1832). De la misma manera, Pág. 51


en Estados Unidos, ERICKSON & EMPEY (1963) consideran que
PROGRAMMA 2

los puntos débiles de estos indicadores habían sido


identificados desde principios del siglo XX y fueron expuestos
de manera sistemática por SELLIN (1931, 1951, SELLIN &
WOLFGANG, 1968).

Por otro lado, existe un amplio acuerdo entre los criminólogos


para señalar que, aunque el estudio de la delincuencia
económica encuentra algunos antecedentes en la obra de
BONGER (1916), fue Edwin SUTHERLAND en su alocución presidencial
de 1939 ante la American Sociological Society quien introdujo
la expresión delincuencia de cuello blanco, impulsó este objeto
de estudio y señaló que los delincuentes de cuello blanco
representaban una de las principales categorías de delincuentes
ausentes de las estadísticas oficiales de la delincuencia
(SUTHERLAND, 1940 y 1949). Curiosamente, BARATTA retiene una
definición de la delincuencia de cuello blanco muy similar a la
de Sutherland como puede observarse en su explicación de
los factores que hacen que este tipo de delincuencia sea poco
perseguido por las autoridades del sistema de justicia penal:

“Se trata, como es notorio, de factores de naturaleza


social (el prestigio de los autores de la infracciones, el
escaso efecto estigmatizante de las sanciones aplicadas
[...]); de naturaleza jurídico formal [...], o bien de
Aebi M. F.
Crítica de la
naturaleza económica (la posibilidad de recurrir a
Criminología abogados de reconocido prestigio o de ejercer
crítica
presiones sobre los denunciantes, etcétera)” (p. 102).

Sin embargo, esta definición fue ampliamente criticada por


Pág. 52 dejar de lado los delitos económicos de las clases medias
PROGRAMMA 2
(NELKEN, 1997). En consecuencia, parecería ser que BARATTA
ha elegido la definición de delincuencia económica que
mejor se adapta a su descripción de la delincuencia típica
de cada clase social. En efecto, con la definición de BARATTA,
los delitos de cuello blanco serían cometidos únicamente
por las clases dominantes.

Finalmente, resulta sorprendente que BARATTA no se ocupe


jamás de las encuestas de delincuencia autorrevelada (también
conocidas como encuestas de autoinforme) y las encuestas
de victimización, es decir de los indicadores no oficiales de la
delincuencia. Estos dos indicadores no son jamás mencionados
por BARATTA –a pesar de que algunas de las investigaciones
incluidas en la bibliografía hayan utilizado encuestas de
delincuencia autorrevelada–, quien prefiere concentrar su
crítica en las investigaciones basadas en los indicadores
oficiales de la delincuencia.

“[Según SACK (1972: 13)] Las posiciones sobre datos


empíricos, sobre constantes o generalizaciones, son
obtenidas en relación con personas que son
identificadas y condenadas como autores según un
ritual determinado, partiendo de normas determinadas,
o -todavía más abstractamente- como miembros de la
sociedad que deben ser hechos responsables de ciertas
Aebi M. F.
acciones prohibidas” (p. 112).
Crítica de la
Criminología
crítica
Evidentemente, esto ya no era cierto en 1982 puesto que los
resultados de la encuesta anual de victimización
estadounidense habían comenzado a publicarse en 1973 (BJS,
1994) y las primeras encuestas de delincuencia autorrevelada Pág. 53
datan de los años 1940 (PORTERFIELD, 1946). En particular, este
PROGRAMMA 2

último indicador había comenzado a ser profusamente utilizado


por los investigadores estadounidenses a partir de los años
1950 (ver JUNGER-TAS & MARSHALL, 1999). De hecho, toda la
teoría de HIRSCHI (1969) –que, como ya hemos señalado, es
ignorada por BARATTA en su libro– se funda en una encuesta
de delincuencia autorrevelada en la medida en que el autor
descarta los datos policiales desde las primeras páginas al
comprobar que coinciden en gran parte con los datos de
encuesta (HIRSCHI, 1969: 64). Esta coincidencia refuerza la
hipótesis de que la selección de la bibliografía utilizada no
parece haber sido casual.

BARATTA sólo menciona que “Al corregir el concepto corriente de


la criminalidad, los representantes del labelling approach parten
a menudo de la consideración de los datos disponibles sobre
la criminalidad latente que, aunque suministrados por
indagaciones empíricas, parciales, son bastante representativos”
(p. 103). Sin embargo, no indica de qué tipo de investigación
empírica se trata. Aún más, como veremos en el próximo
capítulo, cuando BARATTA se refiere a las investigaciones empíricas
incurre en un error grave que consiste en no diferenciar la
prevalencia de la incidencia de la delincuencia.

3.2.2. La delincuencia no es normal: Prevalencia e


Aebi M. F. incidencia no son sinónimos
Crítica de la
Criminología
crítica
La confusión entre los conceptos de prevalencia e incidencia
de la delincuencia constituye un error metodológico
fundamental que pone en duda uno de los pilares
fundamentales de la criminología crítica, resumido en el título
Pág. 54 del libro de HAFERKAMP (1972) Kriminalität ist normal.
PROGRAMMA 2
En efecto, al tratar el problema de la sobrerrepresentación de
las personas de clase desfavorecida en la población carcelaria,
BARATTA se apoya en algunas investigaciones de SACK:

“Los datos de la sociología criminal relativos a la cifra


negra nos permiten, en efecto, negar como hipótesis
explicativa que sea casual el reclutamiento de esta
restringida población criminal dentro del gran número
de quienes al menos una vez, de un modo u otro, han
violado normas de derecho penal (SACK cree poder
inferir que en una sociedad como la de Alemania
Occidental esta cifra representa entre 80 y 90% de la
población total)” (p. 106)15.

El error está resumido en la última frase, presentada entre


paréntesis por BARATTA. Cuando se habla de haber violado una
norma penal “al menos una vez, de un modo u otro”, se está
haciendo referencia a la prevalencia vida. En este sentido, es
probable que actualmente las cifras de SACK sean demasiado
bajas. En efecto, en los países centrales resultará difícil
encontrar personas que, al menos una vez, no hayan usado
un programa informático sin haber pagado la correspondiente
licencia, o que, en los años 1970 o 1980 no hayan grabado

15
BARATTA insiste en otras ocasiones sobre este punto señalando que quienes
Aebi M. F.
“cometen acciones previstas por las leyes penales” representan “no la minoría
Crítica de la
sino la mayoría de la población” (p. 188); o bien que “la criminalidad no es un
Criminología
comportamiento de una minoría restringida, como quiere una difundida
crítica
concepción (y la ideología de la defensa social conexa a ella), sino, por el contrario,
el comportamiento de amplios estratos o incluso de la mayoría de los miembros
de nuestras sociedades” (p. 103); y también que, según SACK (1968: 458)
cuando la criminalidad es definida como un comportamiento que viola una norma
penal (definición de HELLMER, 1966), “no ya la minoría de una sociedad, sino la
Pág. 55
mayoría de sus miembros, debería incluirse entre los criminales” (p. 107).
un casete a partir de un disco de vinilo que no les pertenecía,
PROGRAMMA 2

o que en los años 1990 no hayan copiado un disco compacto


o, en los 2000, grabado canciones en formato MP3 sin
disponer de los correspondientes derechos de autor. ¿Es esto
suficiente para considerarlos delincuentes?

Con la definición de delincuencia que BARATTA ha retenido, la


respuesta debería ser afirmativa. Sin embargo, desde un
punto de vista mínimamente pragmático, creemos que retener
como único punto de referencia una definición tan amplia
resulta relativamente inútil. Para ilustrar nuestro punto de
vista, utilizaremos un ejemplo ajeno a la criminología. En el
mundo occidental, son relativamente poco numerosas las
personas que, “al menos una vez, de un modo u otro”, no
han probado un cigarrillo. ¿Es suficiente el haber probado
una vez un cigarrillo para ser considerado fumador? ¿Resultaría
razonable que las campañas de salud pública traten por igual
a quien fuma un paquete de cigarrillos diarios que a quien
dejó de fumar hace quince años? ¿Sería lógico ofrecer a esta
última persona un tratamiento de desintoxicación?

Creemos que las respuestas a todas estas preguntas deben


ser negativas. Tanto en el caso del tabaquismo como en el de
la drogadicción, resulta lógico tratar de manera diferente a
quienes consumen de manera cotidiana, a quienes consumen
Aebi M. F.
Crítica de la
de manera esporádica y a quienes han consumido “alguna
Criminología vez”. Lo mismo sucede en el terreno de la delincuencia. En
crítica
este sentido, a principios de los años 1970, la investigación
de WOLFGANG, FIGLIO & SELLIN (1972), había puesto en evidencia
la necesidad de distinguir entre prevalencia e incidencia de la
Pág. 56 delincuencia. En efecto, en aquel estudio de cohorte pudo
PROGRAMMA 2
observarse que 6% de los varones (que representaban el
18% de los delincuentes conocidos de la policía) habían
ocasionado el 52% del total de arrestos juveniles (WOLFGANG,
FIGLIO & SELLIN, 1972). En el estudio de cohorte de FARRINGTON
& WEST (1993) se obtuvo un resultado similar puesto que el
6% de los varones habían sido objeto de aproximadamente
la mitad de las condenas judiciales pronunciadas antes de los
32 años. Es decir que un pequeño porcentaje de personas
(prevalencia) puede ser responsable de un gran número de
delitos (incidencia).

En la misma perspectiva, analizando los datos obtenidos con


ocasión de la primera encuesta internacional de delincuencia
autorrevelada (JUNGER-TAS, TERLOUW & KLEIN, 1994), KILLIAS
constata que

“los comportamientos banales, como el colarse en un


transporte público o el hurto en comercios, son muy
comunes entre los jóvenes que viven en Suiza. En
cambio, no sucede lo mismo con los delitos más graves,
como el robo en vivienda, el hurto o robo de objetos
de gran valor, la violencia interpersonal y el tráfico de
drogas (blandas y duras). La «verdadera» delincuencia,
es decir aquella que puede interesar a la policía y a la
justicia (HINDELANG, HIRSCHI & WEIS, 1979, 1981: 218),
Aebi M. F.
es entonces decididamente poco frecuente y todo Crítica de la
menos «normal» [contrariamente a lo que dejaba Criminología
crítica
entender HAFERKAMP (1972)]. La misma observación se
impone cuando observamos la frecuencia con la que
las personas interrogadas cometen las infracciones que
han reconocido: en ese caso también, quienes dicen Pág. 57
haber cometido una gran cantidad -y podrían así llamar
PROGRAMMA 2

la atención de la policía- son tan minoritarios como


los autores de delitos relativamente graves” (KILLIAS
1995: 380).

3.2.3. Sobre la gravedad de la delincuencia

El ejemplo anterior de KILLIAS (1995) es interesante porque


demuestra la importancia de diferenciar no solamente entre
prevalencia e incidencia de la delincuencia sino también entre
delitos con diversos niveles de gravedad. Un homicidio suele
presentar características muy distintas de las de un hurto. En
consecuencia, la manera de estudiar, explicar y prevenir esos
dos delitos debería ser diferente. En este sentido, MERTON (1957:
27) ha señalado que tratar de encontrar una teoría única para
el conjunto de la delincuencia es como tratar de encontrar
una única teoría médica, en lugar de diversas teorías, para
explicar la tuberculosis, la artritis, el tifus y la sífilis. Señalemos
en este contexto que BARATTA no introduce restricciones en su
explicación de los comportamientos socialmente negativos
(ver cap. 3.1.4). Cabe concluir entonces que dicha explicación
se aplica al conjunto de esos comportamientos. Sin embargo,
los ejemplos dados por BARATTA suelen referirse a la delincuencia
contra la propiedad, mientras que los delitos graves contra la
persona son prácticamente ignorados. En este sentido, LARRAURI
Aebi M. F.
Crítica de la
ha señalado que los “teóricos escépticos” -entre los que se
Criminología encuentran los criminólogos críticos- al pensar en la desviación
crítica
“se representan activistas políticos («panteras negras»),
pacifistas, hippies y marihuaneros” (LARRAURI, 1991: 78). Ello
podría explicar las incongruencias que engendra aplicar la
Pág. 58 explicación de los comportamientos socialmente negativos
PROGRAMMA 2
dada por BARATTA a delitos graves como la violación o la violencia
doméstica -en los cuales es muy difícil establecer el vínculo
con la estructura socioeconómica de la sociedad capitalista- o
a delitos menos usuales como el incendio premeditado.

Ahora bien, ¿cómo clasificar los delitos según su gravedad?


En general, tanto los códigos penales como las
investigaciones criminológicas han resuelto esta cuestión
ubicando en primer lugar a los delitos contra la persona y
en segundo lugar a los delitos contra la propiedad. Esta
clasificación resulta lógica. En efecto, si la delincuencia grave
fuera normal, la humanidad habría prácticamente
desaparecido porque el homicidio sería un delito cotidiano.
En consecuencia, la defensa de la vida humana merece ocupar
el primer lugar en la escala delictiva. Por eso resulta difícil
seguir a BARATTA en el siguiente razonamiento:

“La misma criminología liberal, con sus investigaciones


sobre la cifra negra, sobre la criminalidad de cuello
blanco y sobre la criminalidad política, demuestra, por
el contrario, que el comportamiento criminal se
distribuye en todos los grupos sociales, que la nocividad
social de las formas de criminalidad propias de la clase
dominante y, por tanto, ampliamente inmunes, es
bastante más grave que la de toda la criminalidad
Aebi M. F.
realmente perseguida (p. 210)” Crítica de la
Criminología
crítica
¿Cuál es el criterio seguido por BARATTA para decidir que la
delincuencia de las clases dominantes es “más grave” que la
de la criminalidad realmente perseguida? Evidentemente no
puede ser la gravedad del delito, puesto que hemos visto que Pág. 59
existe un cierto acuerdo entre científicos para considerar a
PROGRAMMA 2

los delitos contra la persona como los más graves. Puesto


que los delitos de cuello blanco son delitos que implican
dinero, tal vez pueda pensarse que BARATTA utilizó como criterio
la cantidad de dinero involucrada en los delitos. En este
sentido, es cierto que la quiebra de una empresa como Enron
causa pérdidas económicas mucho más cuantiosas que todos
los robos con violencia que se producen en las calles durante
un año. Pero si este fuera el criterio habría que aceptar que
BARATTA se contradice en la medida en que sostiene por otra
parte que utilizar la delincuencia contra la propiedad como
barómetro era típico de la criminología vieja y del sistema
penal que critica16.

El problema fundamental es que toda la concepción de BARATTA


de la desviación así como su propuesta aplicada reposan sobre
la hipótesis de que la delincuencia en su conjunto es normal.
Sin embargo, acabamos de ver que la evidencia empírica ha
demostrado que dicha hipótesis es incorrecta. La poca
importancia reservada por numerosos criminólogos críticos a
las cuestiones metodológicas -como la necesidad de diferenciar
entre prevalencia, incidencia y gravedad de la delincuencia-
ha tenido en este caso consecuencias desastrosas puesto que
es toda la ideología de BARATTA que es puesta en duda por
estos errores metodológicos.
Aebi M. F.
Crítica de la
Criminología 16
“La misma estadística muestra, por otra parte, que más del 80% de los
crítica
delitos perseguidos en esos países son delitos contra la propiedad. Estos delitos
son reacciones individuales y no políticas ante las contradicciones típicas del
sistema de distribución de la riqueza y de gratificaciones sociales, propio de la
sociedad capitalista. Es natural que a estas formas de desviación estén
particularmente expuestas las clases más desfavorecidas por este sistema de
Pág. 60 distribución” (p. 210).
PROGRAMMA 2
3.2.4. Razonamiento erróneo

Finalmente, deseamos señalar un error de razonamiento que


consiste en considerar que la discriminación del sistema de
justicia penal ha quedado probada por el simple hecho de
constatar que las personas de clase desfavorecida son
mayoritarias entre los prisioneros.

BARATTA, que aprovecha la ocasión para culpar una vez más a


la estructura socioeconómica de la sociedad capitalista de las
disfunciones del sistema de justicia penal, lo expresa así:

“Pero si partimos desde un punto de vista más general


y observamos la selección de la población criminal
dentro de la perspectiva macrosociológica de la
interacción y de las relaciones de poder entre los grupos
sociales, volvemos a encontrar, tras el fenómeno, los
mismos mecanismos de interacción, de antagonismo
y de poder que nos dan razón, en una estructura social
dada, de la desigual distribución de los bienes y
oportunidades entre los individuos. Solo partiendo
desde este punto de vista puede reconocerse el
verdadero significado del hecho de que la población
carcelaria en los países del área del capitalismo
avanzado sea, en su gran mayoría, reclutada entre la
Aebi M. F.
clase obrera y las clases económicamente más débiles. Crítica de la
Solo en el interior de esta perspectiva, en verdad, Criminología
crítica
puede tal significado sustraerse a la coartada teórica
que todavía en nuestros días nos ofrecen generalmente
las interpretaciones «patológicas» de la criminalidad”
(p. 107). Pág. 61
Sin embargo, desde el punto de vista lógico, este argumento
PROGRAMMA 2

es insuficiente. En efecto, los hombres también están


sobrerrepresentados en las prisiones con respecto a las
mujeres, pero a nadie se le ha ocurrido endilgar esta situación
a la existencia de un matriarcado que intenta penalizarlos17.
El procedimiento adecuado para poder afirmar que el sistema
de justicia penal funciona de manera selectiva consiste, en
primer lugar, en tomar en consideración la estructura de la
sociedad para establecer el porcentaje de personas que
pertenecen a cada clase -con todos los inconvenientes que la
definición y la operacionalización de dicho concepto engendra-
y establecer luego si existe una sobrerrepresentación de alguna
de esas clases. En regla general, este tipo de análisis confirma
que las clases desfavorecidas están sobrerrepresentadas en
las poblaciones carcelarias. Sin embargo, es necesario refinar
aún más el análisis utilizando algún indicador alternativo de
la delincuencia –por ejemplo, una encuesta de delincuencia
autorrevelada– para intentar medir la implicación real de cada
persona en la delincuencia y comprobar luego si, a implicación
real idéntica, las personas de clase desfavorecida siguen siendo
discriminadas por el sistema de justicia penal. Esta, por
supuesto, es una tarea larga y complicada que debe ser
realizada por un criminólogo empírico y en la que BARATTA no
parece interesado. Sólo en una nota de pie de página se

Aebi M. F.
Crítica de la
Criminología
17
Este error de razonamiento fue puesto en evidencia por KILLIAS (2001: 367)
crítica quien señala que, según las investigaciones empíricas, “el sexo es un factor
vinculado a la delincuencia de manera mucho más estrecha que la clase social, y
sin embargo no puede afirmarse que la legislación penal criminalice a los hombres
de manera deliberada. En efecto, teniendo en consideración la escasa presencia
de las mujeres en los parlamentos, sería absurdo considerar que la elevada tasa
de hombres condenados es una consecuencia del «diktat» de las mujeres”
Pág. 62 (KILLIAS, 2001: 367).
PROGRAMMA 2
limita a enumerar una larga y heterogénea serie de
investigaciones, la mayoría de ellas empíricas, que apoyarían
su afirmación (p. 172, nota 5).

Entiéndase bien que nuestro objetivo en este apartado no es


el de sostener que no existe discriminación dentro del sistema
de justicia penal, sino simplemente el de poner en evidencia
un error clásico de razonamiento. Intentamos de esta manera
promover una mejora en la calidad de la metodología a utilizar
en las investigaciones criminológicas futuras.

3.3. Otros inconvenientes

Después de haber pasado revista a los principales


inconvenientes epistemológicos y metodológicos de las ideas
sostenidas por BARATTA, en este tercer y último capítulo de
nuestra crítica nos ocuparemos de una serie de problemas
conexos que, a nuestro entender, reflejan los errores que
pueden cometerse al confundir la esfera política y la científica
y al no tener en consideración las investigaciones empíricas.
En particular, observaremos que la política criminal de las
clases subalternas propuesta por BARATTA reposa sobre una
concepción autoritaria de las relaciones sociales y viola el
principio de igualdad ante la ley. Por otra parte, veremos que
BARATTA transforma al científico en militante al exigirle que
Aebi M. F.
apoye aquella política criminal, una posición que, al haber Crítica de la
sido seguida por la gran mayoría de los criminólogos críticos, Criminología
crítica
ha llevado no sólo a un relativo estancamiento de las ideas y
de las investigaciones empíricas realizadas por éstos sino
también a una fundada desconfianza del resto de los
criminólogos sobre el carácter científico de los estudios críticos. Pág. 63
Finalmente, observaremos que BARATTA ignora completamente
PROGRAMMA 2

a las víctimas del delito, un error que tiene también su origen


en su relativo desinterés por las investigaciones empíricas.
En efecto, de haber consultado las investigaciones disponibles,
habría constatado que las principales víctimas del delito son
las mismas clases subalternas que su política criminal
pretende favorecer.

3.3.1. El autoritarismo latente

En el capítulo 3.1.1, hemos visto que la criminología crítica


es infalsable. En este contexto, el convencimiento manifestado
por BARATTA en el sentido de que la criminología crítica ha
descubierto la raíz del problema criminal, acompañado de la
descalificación pura y simple de las teorías que utilizan otra
lógica para estudiar el fenómeno criminal constituye, a nuestro
entender, una forma velada de autoritarismo. Se tiene la
impresión de que BARATTA cree haber descubierto la solución
a un problema y se siente obligado a repetirla a aquellos
que aún no lo han hecho hasta conseguir que la entiendan.
Sólo en este sentido pueden interpretarse los párrafos en
los que BARATTA cree saber cuál es el verdadero interés de las
clases subordinadas:

“Las clases subalternas están, al mismo tiempo,


Aebi M. F.
Crítica de la
interesadas en un decidido desplazamiento de la actual
Criminología política criminal relativa a importantes zonas
crítica
socialmente nocivas -todavía inmunes al proceso de
criminalización y de efectiva penalización (piénsese en
la criminalidad económica, en los atentados contra el
Pág. 64 medio ambiente, en la criminalidad política de los
PROGRAMMA 2
detentadores del poder, en la mafia, etc.)-, pero
socialmente bastante más dañosas en mucho casos
que la desviación criminalizada y perseguida” (p. 210).

Por un lado resulta discutible la división del mundo en dos


únicos tipos de clase: dominantes y subordinados. En efecto,
por plantear un solo ejemplo ¿en cuál de estos dos tipos de
clases deberíamos ubicar a Alessandro BARATTA? Por lo menos
durante sus años de profesor en la República Federal Alemana
resulta indiscutible que no formaba parte de la clase
subordinada. Ahora bien, esto nos plantea un segundo
inconveniente: ¿dónde reside la legitimidad del discurso de
BARATTA? O dicho de modo más simple, ¿puede aceptarse sin
discusión que quien no pertenece a la clase subordinada sepa
lo que es mejor para ella?

En realidad, detrás de las ideas de BARATTA encontramos una


visión paternalista de las clases subordinadas. Según esta visión,
habría un grupo de iluminados -en general de extracción
pequeño-burguesa- que saben lo que es mejor para estas clases.
A partir de dicho conocimiento, este grupo estaría dispuesto a
liderar de manera desinteresada la rebelión de las masas:

“En la actual fase de desarrollo de la sociedad capitalista,


el interés de las clases subalternas es el punto de vista
en que se ubica una teoría social comprometida, no Aebi M. F.
en la conservación, sino en la transformación positiva, Crítica de la
Criminología
es decir emancipadora, de la realidad social. El interés crítica
de las clases subalternas y las fuerzas que son capaces
de desarrollar son, de hecho, el momento dinámico
material del movimiento de la realidad. Una teoría de
Pág. 65
la sociedad dialécticamente empeñada en el sentido
sobredicho es una teoría materialista (es decir
PROGRAMMA 2

económico-política) de la realidad, que en particular,


si bien no exclusivamente, encuentra sus premisas en
la obra de MARX y en el materialismo histórico que es
su punto de partida (p. 164)”.

En realidad, las raíces de esta forma de autoritarismo pueden


encontrarse en PLATÓN. Obsérvese la similitud entre la posición
de BARATTA con respecto a las clases subordinadas y el mito de
la caverna de PLATÓN (La República, libro VII). El morador de
la caverna que ha conseguido escapar y descubrir la supuesta
realidad se siente obligado a mostrar el camino a sus antiguos
compañeros, que viven aún en la ilusión. El problema es que
tanto BARATTA como PLATÓN no se plantean que este líder
iluminado pueda estar equivocado. De hecho, en La República,
PLATÓN construye toda su teoría del Estado a partir de la premisa
de que existe una casta que ha descubierto el mundo de las
ideas y debería gobernar. Entendámonos bien, tal vez el líder
tenga razón, pero es indispensable que acepte la posibilidad
–así remota sea ésta– de estar equivocado. Esta es la regla
de oro tanto en la ciencia como en la democracia, y así lo
señalaron tanto POPPER (1945) como RUSSELL (1961/1947) en
sus críticas a PLATÓN y en sus defensas del vínculo indisoluble
entre ciencia y democracia.

Aebi M. F. Sin embargo, en el caso de la criminología crítica, esta regla


Crítica de la no es aceptada en la medida en que existe un convencimiento
Criminología
crítica total con respecto a la pertinencia de la posición adoptada
acompañado de una convicción profunda del error que
cometen quienes no comparten dicha posición. En este sentido,
BARATTA está seriamente preocupado por la división de las clases
Pág. 66 subalternas que resulta del funcionamiento selectivo del
PROGRAMMA 2
sistema de justicia penal. En efecto, el sector de las clases
subalternas menos expuesto a la reacción del sistema de
justicia penal correría el riesgo de convencerse de que en la
sociedad existe una comunidad de valores cuando, según la
criminología crítica, dicha comunidad no existe e impera el
conflicto. Esta sería una variante del fenómeno de ilusión ya
señalado por MARX que indica, de manera esquematizada, que
en la sociedad capitalista se supone que las relaciones de
producción se desarrollan en libertad, pero esta libertad es
aparente porque el obrero necesita trabajar para sobrevivir.
En consecuencia, la libertad sería un derecho formal y no
real, porque en la práctica no se puede ejercer. Por otro lado,
esta aparente libertad crea una ilusión y hace que las clases
subordinadas crean que las dominantes (burguesas) defienden
al conjunto de la población, cuando en realidad sólo defienden
sus intereses (para profundizar, ver LARRAURI, 1991: 57-8).
Por eso BARATTA afirma que en el sector del derecho penal “la
ideología jurídica de la igualdad está aún más arraigada en la
opinión pública, e incluso en la clase obrera, de lo que ocurre
con otros sectores del derecho” (p. 171).

BARATTA está convencido de la necesidad de despertar la


conciencia de clase entre los miembros de la clase subordinada
(ver las referencias en nuestro próximo capítulo) y provocar
así un cambio en las relaciones sociales. Evidentemente, el
lector crítico, que ha observado que jamás en la historia se Aebi M. F.
ha conseguido un total acuerdo entre los seres humanos, se Crítica de la
Criminología
ve obligado a dudar que un cambio tan radical pueda realizarse crítica
de manera pacífica. Aún más, en el hipotético caso de que las
ideas de BARATTA fueran puestas en marcha, ¿qué sucederá si
no se despierta totalmente la conciencia de clase y las clases
Pág. 67
subordinadas se mantienen divididas? ¿Cómo tratará la política
criminal sugerida por BARATTA a aquellos miembros de las clases
PROGRAMMA 2

subordinadas que se opongan a esa política? Aún más,


¿existirá una única visión sobre la política criminal a aplicar?
Es decir, ¿los criminólogos críticos conseguirán ponerse de
acuerdo sobre el camino a seguir? Ya hemos visto que la
respuesta a esta última pregunta es negativa. En efecto, la
criminología crítica –de la misma manera que los partidos de
izquierda en los países occidentales– terminó fragmentándose
en diversas corrientes (ver nota 5) y dejó así el campo abierto
a las ideas más conservadoras en materia de política criminal
propuestas por los antiguos partidos de derecha que hoy
prefieren autodenominarse de centro.

Quienes consideramos que la situación actual del mundo está


caracterizada por la injusticia, sólo podemos inquietarnos al
observar que, entre quienes nos han precedido en dicha
percepción del mundo, haya habido quienes tomaron
posiciones tan extremas y relativamente incompatibles con
un sistema democrático. Cierto es que BARATTA menciona en
algunas ocasiones a la democracia -en la página 214, en la
216 en la que habla de “democratizar” la organización judicial
y la policía, y en la 207 en la que, curiosamente, habla del
riesgo de entrar en una “democracia autoritaria”- pero, como
veremos en el próximo capítulo, la política criminal que
propone implica una clara violación del principio de igualdad
Aebi M. F. ante la ley, que constituye la base de toda democracia.
Crítica de la
Criminología
crítica 3.3.2. La violación del principio de igualdad ante la ley

La sola lectura del nombre dado por BARATTA a su propuesta


aplicada, que consiste en construir una política criminal de
Pág. 68 las clases subalternas, pone de manifiesto que el riesgo latente
PROGRAMMA 2
de esta concepción es el de instaurar una dictadura del
proletariado. El simple hecho de hablar de una política criminal
de las clases subalternas implica que se prefieren estas clases
a otras. Sin embargo, el principio de igualdad ante la ley
exige que todos los ciudadanos sean tratados por igual. La
aplicación de una política de este tipo es por lo tanto contraria
a uno de los principios democráticos fundamentales.

Peor aún, la historia ha demostrado que la introducción de


este tipo de desigualdades, termina tarde o temprano por
engendrar una reacción de los sectores desfavorecidos. A
nuestro entender, toda política criminal debe basarse en un
respeto escrupuloso de la igualdad ante la ley. Evidentemente
esto implica que dicho principio sea también respetado al
otorgar acceso por igual a todos los ciudadanos a la educación,
la salud y el trabajo. En este sentido podemos decir que la
diferencia entre la posición de BARATTA y la nuestra es que,
mientras nosotros consideramos que el cambio debe iniciarse
desde los cimientos, BARATTA propone iniciarlo desde la cúpula.
En efecto, BARATTA propone iniciar el cambio a través de una
aplicación diferencial de la ley, mientras nosotros consideramos
que el cambio debe consistir en poner a todos los ciudadanos
en igualdad de condiciones para poder luego aplicarles la ley
por igual. Creemos que, durante la segunda mitad del siglo
XX, este objetivo fue en parte logrado por el Estado de
Aebi M. F.
Bienestar Social de varios países europeos occidentales -un Crítica de la
Estado que, lamentablemente, ha comenzado a ser Criminología
crítica
desmantelado en los años 1990-, aunque esta igualdad se
extendió principalmente a los ciudadanos de dichos países,
mientras que las políticas de integración de los extranjeros
fueron criticables o inexistentes. Evidentemente, nuestra Pág. 69
propuesta apunta al largo plazo. Se trata de una propuesta
PROGRAMMA 2

que implica reconocer que treinta años en la historia de la


humanidad representan un paso de hormiga en una carrera
de gigantes. En cambio, la propuesta de BARATTA –como tantas
otras de la generación que fue joven en los años 1960– implica
un cambio mucho más radical a corto plazo. En efecto, sólo
el objetivo final de la abolición de la prisión parece haber
sido dejado por BARATTA para el futuro:

“Es natural que a partir de estas premisas una


criminología crítica no pueda tener siempre la función
inmediata de proyección que tiene la criminología
tradicional. Su influencia sobre una transformación del
sistema penal podría realizarse en tiempo relativamente
breve únicamente bajo dos condiciones: la primera es
que una transformación de las relaciones de hegemonía
permita llevar a cabo una reforma del sistema penal
donde el interés de las clases subalternas pudiera
devenir realmente determinante; la segunda es que el
retardo histórico que aún hoy tiene la cultura oficial de
izquierda y el movimiento obrero, subalternos en
relación con la cultura y con la ideología burguesa
sobre la forma de construir y resolver los problemas
sociales ligados a la «criminalidad», fuera recuperado
mediante el despliegue de una conciencia y de una
Aebi M. F.
Crítica de la
cultura alternativa de clases subalternas y de una política
Criminología autónoma y antagónica del movimiento obrero en el
crítica
sector del control social. Si estas condiciones no se
dan, la influencia de la criminología crítica para los
proyectos de alternativas no puede ser sino indirecta,
Pág. 70 realizable a mediano y largo plazos” (pp. 231-2).
PROGRAMMA 2
Como vemos, BARATTA quiere despertar la conciencia de clase
para crear una cultura y una política de las clases subalternas
(“antagónica” a la política de las otras clases) y cambiar así
las relaciones de poder. Se trata, prácticamente, de un llamado
a la revolución. En consecuencia, no resulta extraño que BARATTA
sugiera transformar al científico en militante.

3.3.3. El reemplazo de la neutralidad científica por el


militantismo

Para terminar esta sección, nos ocuparemos de uno de los


aspectos que resulta particularmente sorprendente para los
científicos que no nos formamos en los años 1960 sino que
nacimos en ellos. Nos referimos a la tendencia a no diferenciar
el terreno científico del político. En efecto, BARATTA sostiene:

“Creo también que, en la medida en que la criminología


crítica persiga sin compromisos su propia función
científica y política, su contribución está destinada a
ejercer un papel importante, el cual el legislador y las
instancias institucionales no podrán dejar de tener en
cuenta” (p. 232).

Es decir que BARATTA considera que la criminología crítica no


sólo tiene una función científica sino también una función
Aebi M. F.
política. Nos alejamos entonces claramente de la definición Crítica de la
de ciencia como “conjunto de conocimientos obtenidos Criminología
crítica
mediante la observación y el razonamiento, sistemáticamente
estructurados y de los que se deducen principios y leyes
generales” (Diccionario de la Real Academia Española). El
objeto ya no es sólo producir conocimiento sino modificar la Pág. 71
realidad social. Esta función política que BARATTA asigna a la
PROGRAMMA 2

ciencia transforma al científico en militante. De hecho, este


compromiso político es reivindicado abiertamente por BARATTA
en un largo párrafo que, a pesar de algunos pasajes
relativamente oscuros, tiene visos de arenga:

“Esta segunda pregunta se refiere a la alternativa que


caracteriza el debate entre una ciencia neutral respecto
a los valores y a las elecciones prácticas, y una ciencia
social comprometida en la transformación del propio
objeto, es decir, una ciencia social en donde la
interpretación teórica de la realidad sea dialécticamente
mediata del interés y la acción para la transformación
de la realidad, en el sentido de la resolución positiva
de las contradicciones que constituyen la lógica del
movimiento objetivo de la misma y de la satisfacción
de necesidades individuales y sociales en su contenido
históricamente determinado, es decir que corresponden
al efectivo nivel de desarrollo que han alcanzado en
una sociedad dada las fuerzas productivas respecto a
los bienes materiales, a la calidad de vida. Sólo una
ciencia social comprometida, pensamos, puede
desempeñar un papel de control y de guía frente a la
técnica jurídica. La naturaleza dialéctica de la mediación
entre teoría y praxis, que caracteriza este modelo de
Aebi M. F. ciencia social, es la medida del carácter racional de su
Crítica de la compromiso cognoscitivo y práctico.”
Criminología
crítica [...]
Esto significa que en una ciencia dialécticamente
empeñada en el movimiento de transformación de
la realidad, el punto de partida, el interés práctico
Pág. 72 por este movimiento, y el punto de llegada, la praxis
PROGRAMMA 2
transformadora, van situados no sólo en la mente
de los que trabajan en la ciencia sino, sobre todo,
en los grupos sociales portadores del interés y de la
fuerza necesarios para la transformación
emancipadora” (p. 163).

Obsérvese la distancia entre la posición de BARATTA, que


recomienda adoptar el punto de vista de las clases subalternas,
y la posición que se espera normalmente de un científico,
según un célebre párrafo de Ernesto SÁBATO, tomado de su
libro Uno y el Universo:

“El mundo de la ciencia ignora los valores: un


geómetra que rechazara el teorema de Pitágoras por
considerarlo perverso tendría más posibilidades de
ser internado en un manicomio que de ser escuchado
en un congreso de matemáticos. Tampoco tiene
sentido la afirmación «tengo fe en el principio de
conservación de la energía»; muchos hombres de
ciencia hacen afirmaciones de este género, pero se
debe a que construyen la ciencia no como científicos
sino simplemente como hombres. Giordano Bruno
fue quemado por haber cantado frases por el estilo
de «creo exaltadamente en la infinidad del universo»;
es explicable que haya sufrido el suplicio por esta
frase en tanto que poeta o metafísico; pero sería Aebi M. F.
penoso que haya creído sufrirla como hombre de Crítica de la
Criminología
ciencia, porque en tal caso habría muerto por una crítica
frase fuera de lugar.
Estrictamente, los juicios de valor no tienen cabida en
la ciencia, aunque intervengan en su construcción; el
Pág. 73
científico es un hombre como cualquiera y es natural
que trabaje con toda la colección de prejuicios y
PROGRAMMA 2

tendencias estéticas, místicas y morales que forman la


naturaleza humana. Pero no hay que cometer la falacia
de adjudicar estos vicios del modus operandi a la
esencia del conocimiento científico” (SÁBATO, 1968: 30).

Cierto es que el análisis de SÁBATO se refiere a las ciencias


naturales. En las ciencias sociales la situación es ligeramente
diferente porque el ser humano es juez y parte, es observador
y observado. La perfecta objetividad es sin duda imposible, y
tal vez sea mejor renunciar definitivamente a obtenerla algún
día. Sin embargo, esto no es motivo para reemplazar la
objetividad por la más completa subjetividad. En realidad, ni
siquiera en las ciencias naturales es posible ser totalmente
objetivo. Por este motivo, los científicos prefieren hablar de
intersubjetividad (MAXFIELD & BABBIE, 2001: 39). Pero ésta requiere
un mínimo acuerdo entre científicos -al margen de sus ideas
políticas, que bien pueden ser opuestas- y hemos visto que la
posición de BARATTA no es nada conciliadora a este respecto.

A nuestro entender el modelo para el científico debe ser el


del juez y no el del abogado defensor. En cambio, BARATTA
opta por este último modelo. Lamentablemente, en la práctica
no puede conciliarse la posición del científico con la de quien
toma abiertamente partido por una de las partes. Las
Aebi M. F. investigaciones de un científico que toma partido desde el
Crítica de la comienzo por los sujetos investigados serán rechazadas por
Criminología
crítica la comunidad científica y seguramente archivadas en algún
cajón olvidado por los responsables de la política criminal.

Por ese motivo, aunque BARATTA mencione la necesidad de


Pág. 74 una “vasta obra de observación empírica” (p. 165), la lectura
PROGRAMMA 2
de su libro sugiere que dicha obra es superflua. En realidad,
el criminólogo crítico ideal imaginado por BARATTA conoce de
antemano la causa del problema (la estructura socioeconómica
de la sociedad capitalista) y su solución (la abolición). Sabe
también que, esperando la abolición, debe transformarse en
militante y apoyar una política criminal de las clases
subalternas. ¿De qué le sirve entonces investigar?

[El] “objetivo final de la estrategia alternativa [...] es la


abolición de la institución carcelaria. El derribamiento
de los muros de la cárcel tiene para la nueva criminología
el mismo significado programático que el de los muros
del manicomio para la nueva psiquiatría. Múltiples y
políticamente diferenciales son las fases del acercamiento
a este objetivo. Estas fases están constituidas por el
ensanchamiento del sistema de medidas alternativas,
por una ampliación de las formas de suspensión
condicional de la pena y de libertad condicional, por la
introducción de formas de ejecución de la pena detentiva
en régimen de semi-libertad, por el valeroso experimento
de la extensión del régimen de permisos, y por una
nueva evaluación del trabajo carcelario en todos los
sentidos” (p. 216).

Como vemos, todo ha sido previsto de antemano. En particular,


obsérvese que muchas de las medidas propuestas por BARATTA Aebi M. F.
para disminuir la utilización de la prisión son las mismas que Crítica de la
Criminología
solemos proponer los criminólogos que nos hemos interesado crítica
en solucionar el problema de la superpoblación carcelaria (ver
por ejemplo AEBI & KUHN, 2000). La diferencia radica en que
B ARATTA las considera buenas per se , mientras nosotros
Pág. 75
reivindicamos la necesidad de evaluar empíricamente su
aplicación para evitar que terminen produciendo efectos
PROGRAMMA 2

contrarios a los deseados. Por ejemplo, la investigación


empírica ha demostrado que el riesgo de aumentar el límite
superior de las penas que pueden ser suspendidas
condicionalmente es que los jueces apliquen penas más largas
para asegurarse que determinadas personas reciban penas
de prisión de efectivo cumplimiento. Así, un estudio de André
KUHN (1993: 117 y ss.) ha puesto en evidencia que pocos
años después de la modificación del Código penal suizo que
dispuso que las penas de prisión de hasta 18 meses pudieran
ser suspendidas condicionalmente, el porcentaje de penas de
prisión de efectivo cumplimiento era similar al que existía
con anterioridad a la reforma, cuando el límite superior era
de 12 meses. Es casi seguro que el mismo proceso ha tenido
lugar en América Latina cuando la mayoría de países elevaron
a 36 meses dicho límite. Es decir que en este momento
muchas personas están cumpliendo penas de prisión más
largas de las que habrían recibido si no se hubiera modificado
el Código penal.

También cabe señalar que la introducción de medidas


alternativas como el trabajo de interés general debe ser
rigurosamente evaluada para evitar que el juez aplique dichas
penas únicamente a aquellas personas que presentan un riesgo
mínimo de reincidencia. Este es el sentido profundo de nuestra
Aebi M. F.
Crítica de la
investigación, basada en un diseño experimental, sobre los
Criminología efectos de la pena de trabajo de interés general comparada a
crítica
la pena de prisión (KILLIAS, AEBI & RIBEAUD, 2000a y 2000b).

En cambio, cuando una investigación se lleva a cabo según


Pág. 76 las consignas establecidas por BARATTA, sus resultados sólo
PROGRAMMA 2
pueden confirmar el axioma inicial, generando así un círculo
vicioso en el cual no puede haber nada nuevo bajo el sol. Es
en este sentido que, a nuestro entender, cabe interpretar la
(auto) crítica de Stanley COHEN en el prólogo al libro de Elena
LARRAURI (1991) sobre la criminología crítica:

“Con el surgimiento de varias teorías críticas o radicales


en la década de los sesenta –el momento en el que
empieza la historia de Elena LARRAURI– el problema de
construir una narración histórica se complica. Ya que
el contra-discurso se construía no sólo contra
afirmaciones ortodoxas actuales, sino contra las
historias ortodoxas, que la criminología presentaba de
sí misma. La estrategia radical era intentar minar las
versiones triunfalistas del surgimiento de una
criminología científica e ilustrada. El pasado debía ser
re-escrito. Por ello, el libro más influyente de este
período, La nueva criminología, es esencialmente una
historia de ideas pasadas, presentadas en forma más
o menos cronológica.
Luego, fue esta contra-historia lo que se convirtió en
objeto de revisión. En un momento dado estas
revisiones y meta-revisiones se acercan peligrosamente
a una parodia posmoderna, un collage interminable
de auto-referencias y auto-plagios. Sin embargo, con
Aebi M. F.
una mente juiciosa y algo de sentido común la historia Crítica de la
puede explicarse –y ser relevante– a una audiencia Criminología
crítica
más allá de sus propios creadores” (COHEN 1991: XII).

Observamos que COHEN es consciente del estancamiento del


discurso de la criminología crítica así como del carácter Pág. 77
endogámico de esta última. Este último es una consecuencia
PROGRAMMA 2

directa de la estructura doctrinaria que hemos criticado desde


el comienzo de este artículo. En efecto, el criminólogo crítico
transformado en militante sólo encontrará una audiencia entre
quienes piensan como él. Por este motivo consideramos que
sería más lógico y probablemente más eficaz que militara
directamente en una asociación de defensa de los derechos
de las clases subalternas. Puesto que anteriormente hemos
citado a Ernesto SÁBATO recordemos que éste se alejó de la
ciencia al no poder conciliar su interés por el ser humano con
los fríos postulados científicos (ver SÁBATO, 1968).

3.3.4. El olvido de las víctimas

Finalmente, y si bien ya ha sido señalado que la criminología


crítica ignora por completo a las víctimas (ver por ejemplo
GARRIDO, STANGELAND & REDONDO, 1999: cap. 10.3), no deja de
causar asombro el no encontrar en todo el libro de BARATTA
una sola mención de ellas. Podría decirse que el libro de
BARATTA se caracteriza por la ausencia total de las víctimas.

A nuestro entender, se trata de un problema vinculado a la


falta de interés de BARATTA por la investigación empírica puesto
que le hubiera bastado tomar en consideración sólo algunas
de ellas para constatar que las primeras víctimas de la
Aebi M. F.
Crítica de la
delincuencia son las mismas clases subalternas que BARATTA
Criminología intenta defender. Incluso YOUNG (1975), uno de los co-autores
crítica
de The new criminology , ya había comenzado a tomar
conciencia de este problema antes de la publicación del libro
de BARATTA. En efecto, al margen de la correlación entre
Pág. 78 delincuencia y victimización señalada por diversas
PROGRAMMA 2
investigaciones (ver AEBI, KILLIAS & RIBEAUD, 1999), al disponer
de escasos recursos económicos, las clases desfavorecidas
suelen vivir en barrios particularmente peligrosos y no pueden
pagarse medidas de protección adecuadas18.

Este olvido total de las víctimas de los comportamientos


socialmente negativos constituye sin duda uno de los errores
mayores de la criminología crítica. Algunos criminólogos críticos
intentaron subsanarlo a posteriori –especialmente desde la caída
del muro de Berlín– integrándose en el terreno de la victimología
y de la justicia restauradora, que habían cobrado fuerza en los
años 1980. De ahí que, irónicamente, suele decirse en los
pasillos de las conferencias que, para los criminólogos críticos,
la victimología jugó el mismo papel que los partidos verdes
para los antiguos militantes comunistas.

En esta perspectiva, BARATTA incluye algunos consejos a los


partidos obreros:

“…bajo la crisis del orden público en ciertos países y la


imagen de tal crisis que se transmite a la opinión
pública, se esconde una estrategia capitalista que tiende
a producir un deterioro del Estado de Derecho y las
condiciones para una gestión autoritaria del proceso
productivo y de la sociedad misma. Este proceso de
Aebi M. F.
transformación autoritaria es engañoso para el Crítica de la
movimiento obrero, ya que la línea de la marginación Criminología
crítica

18
Por ejemplo, las investigaciones empíricas sobre robo en viviendas señalan
que las viviendas de personas con un estatuto socioeconómico bajo corren un
alto riesgo de ser victimizadas (LAMM WEISEL, 2002).
Pág. 79
social, es decir el confín entre la explotación y la
PROGRAMMA 2

superexplotación capitalista, pasa por el interior mismo


del proletariado y lo divide en dos frentes. Se crea
entonces la impresión de un contraste de intereses
materiales entre estos dos frentes. Esto se traduce, en
el plano del equilibrio político, en el intento de envolver
-tanto en Italia como en la República Federal Alemana-
a los partidos obreros en la articulación de una política
del orden público correspondiente a la lógica del capital
y sus intereses” (p. 206).

Lamentablemente, muchos partidos progresistas se


embarcaron en esta estrategia que consiste ante todo en
negar la existencia de la delincuencia. En consecuencia,
dichos partidos no elaboraron una verdadera política criminal.
El problema es que carecer de política criminal en un período
en el que todos los indicadores de la delincuencia señalan
que ésta va en aumento lento pero constante –como sucedió
en la gran mayoría de los países europeos occidentales durante
la segunda mitad del siglo XX (BRAITHWAITE, 1989: 49 y KILLIAS,
2001: 113, ambos con referencias)–, constituye una decisión
con ribetes suicidas. Si a esto agregamos que las principales
víctimas de la delincuencia eran los propios votantes de los
partidos progresistas no puede sorprendernos que, en las
elecciones presidenciales francesas de 2002, la extrema derecha
Aebi M. F.
Crítica de la
se impusiera en distritos que tradicionalmente habían sido
Criminología comunistas. Esta desorientación de los partidos progresistas
crítica
resultó evidente también en España a principios de 2003 cuando
el gobierno conservador propuso un endurecimiento muy
marcado de la ley penal y la oposición progresista no fue capaz
Pág. 80 de oponerse por temor a perder votos.
PROGRAMMA 2
4. Conclusión

Una excelente síntesis de la Criminología


crítica ha sido realizada por Elena Larrauri
en su libro La herencia de la Criminología
crítica (Larrauri, 1991). Es impresionante
comprobar la escasez de referencias
científicas existentes en esta tendencia a
partir de los años ochenta. Nuestra
impresión es que la criminología crítica
ha dejado poca herencia y muchos
huérfanos.

GARRIDO, STANGELAND & REDONDO, Principios


de Criminología (1999: 385)

En este artículo hemos criticado desde diversos ángulos la


concepción de BARATTA de la criminología crítica y de la
sociología jurídico-penal así como su propuesta de instaurar
una política criminal de las clases subalternas. Desde un punto
de vista epistemológico, hemos señalado que BARATTA presenta
una concepción infalsable de la criminología crítica. Según
esa concepción, la criminología crítica no puede ser refutada
y, en consecuencia, no puede ser considerada una teoría
científica. A nuestro entender, este problema deriva en parte
Aebi M. F.
de las definiciones retenidas por BARATTA de las ciencias sobre Crítica de la
las cuales versa su libro. En efecto, BARATTA intenta justificar la Criminología
crítica
existencia como ciencia autónoma de la sociología jurídico-
penal pero el objeto de estudio que le asigna se superpone
con el que él mismo asigna a la criminología crítica. Al mismo
tiempo, BARATTA no consigue distinguir esta supuesta ciencia Pág. 81
autónoma de la filosofía y la teoría del derecho. Una
PROGRAMMA 2

consecuencia indirecta de esta confusión sobre la entidad


científica de las corrientes de pensamiento descritas por
BARATTA reside en el tratamiento que éste, apoyándose en los
trabajos de K ECKEISEN (1974), reserva al concepto de
revolución científica. En efecto, creyendo que dicho concepto
-contrariamente a lo sostenido por su propio creador Thomas
S. KUHN (1970)- puede ser trasladado de las ciencias naturales
a las sociales, BARATTA anuncia la llegada de una revolución
que habría reemplazado el objeto de estudio de la criminología.
El tiempo ha demostrado que no hubo una revolución, sino
una incorporación de un nuevo paradigma. En este sentido,
se han incorporado nuevos temas de estudio a la criminología,
pero los temas tradicionales siguen tan vigentes como antes.
Finalmente, hemos criticado que BARATTA denuncie el carácter
determinista de las teorías que precedieron a la criminología
crítica, pero nos ofrezca una explicación totalmente
determinista de los comportamientos socialmente negativos.
En efecto, en la concepción de BARATTA basta conocer la clase
social del autor para establecer la causa de su comportamiento.

Por otro lado, consideramos que buena parte de los errores


en los que ha incurrido BARATTA tienen su origen en el hecho
de que ha utilizado una metodología inadecuada para estudiar
y explicar el fenómeno criminal. En este sentido, hemos
Aebi M. F. criticado el procedimiento que denominamos observación
Crítica de la selectiva y que consiste en retener únicamente las teorías e
Criminología
crítica investigaciones que apoyan el punto de vista del autor. De la
misma manera hemos señalado una clara confusión en la
manera en que BARATTA -inspirado en gran parte por Fritz SACK-
utiliza los conceptos de prevalencia e incidencia. Cuando dichos
Pág. 82 conceptos son utilizados de manera adecuada, resulta evidente
PROGRAMMA 2
que -contrariamente a lo que sostienen BARATTA y SACK- la
delincuencia no es la regla, sino la excepción. También hemos
criticado la ausencia de un criterio claro para distinguir entre
la delincuencia que B A R ATTA considera grave -y que
correspondería a la delincuencia económica- y aquella que
no lo es. Además, hemos puesto en evidencia la necesidad
de profundizar los razonamientos utilizados por BARATTA para
demostrar el carácter discriminatorio del sistema de justicia
penal y de apoyar dichos razonamientos con investigaciones
empíricas y no sólo con discursos que en muchos casos están
más cerca de la política que de la ciencia.

Además, hemos señalado que la aplicación de la política


criminal de las clases subalternas propuesta por BARATTA es
contraria al principio de igualdad ante la ley en la medida en
que está destinada abiertamente a beneficiar a un determinado
sector de la población. Al mismo tiempo, tanto esa política
como la concepción de la criminología crítica de BARATTA
presentan claros rasgos autoritarios. En efecto, ambas reposan
sobre la profunda convicción de que se ha descubierto la
verdadera causa de la delincuencia en la estructura
socioeconómica de la sociedad capitalista y rechazan de plano
cualquier explicación alternativa de la delincuencia. Tanto esa
negación del diálogo entre quienes sostienen ideas diversas
como la voluntad de beneficiar a determinado sector en
detrimento de otro son difícilmente compatibles con los ideales Aebi M. F.
democráticos. Al mismo tiempo, dada la estrecha conexión Crítica de la
Criminología
entre democracia y ciencia, la concepción de BARATTA termina crítica
resultando nociva para la evolución de esta última. De hecho,
en la visión de BARATTA, el investigador debe apoyar la política
criminal de las clases subalternas, lo que en la práctica implica
Pág. 83
reemplazar al científico por un militante.
Si a esto agregamos que la visión de BARATTA propone de
PROGRAMMA 2

antemano una explicación de todo comportamiento socialmente


negativo y sabe también por anticipado que la abolición del
sistema penal en el marco de una sociedad socialista será la
solución de este problema, no resulta sorprendente que los
trabajos empíricos de calidad inspirados por la criminología
crítica sean muy escasos. Por otro lado, este desinterés por los
trabajos empíricos ha tenido consecuencias nefastas en la
medida en que la criminología crítica no tomó conciencia a
tiempo de que las principales víctimas de la delincuencia son
las mismas clases subalternas que ella intenta proteger. Este
error ha engendrado serias consecuencias en el plano político
puesto que muchos partidos progresistas basaron sus
programas de política criminal en las ideas vehiculadas por la
criminología crítica que, en definitiva, son opuestas a todo tipo
de intervención del sistema de justicia penal. En consecuencia,
y dado el lento pero constante aumento de la delincuencia que
se registró en la mayoría de los países occidentales en la segunda
mitad del siglo XX, hacia finales de siglo una buena parte del
electorado se volcó hacia los partidos de derecha y de centro-
derecha. En este sentido, no dudamos en afirmar que el
conservadurismo creciente en las políticas criminales de la
mayoría de los países occidentales es una consecuencia indirecta
de las posiciones extremas adoptadas por muchos criminólogos
críticos. Con una dosis mínima de realismo y de empirismo
Aebi M. F. por parte de estos últimos se podría haber evitado fácilmente
Crítica de la la aparición de estos programas, que parecen destinados a
Criminología
crítica cercenar cada vez más las libertades individuales.
Por supuesto, entendemos la necesidad de ubicar toda idea
en el contexto cultural en que se produce. En este sentido,
comprendemos que la criminología crítica constituye la
Pág. 84 transposición al terreno de la criminología de las ideas que
PROGRAMMA 2
generaron el mayo de 1968 francés y somos conscientes de
su relación con otras corrientes de pensamiento que surgieron
en aquellos años19. En este sentido, no es casual que BARATTA
haga referencia al movimiento de la anti-psiquiatría como
modelo para el abolicionismo (p. 216). Incluso la expresión
política criminal de las clases subalternas coincide con el
objetivo de la teología de la liberación, que proponía una
teología de las clases subalternas (ver L OIS , 1986). Sin
embargo, no podemos caer en la actitud paternalista –que
por otro lado hemos criticado en BARATTA al comentar su
percepción de las clases subalternas– que consiste en calificar
a los criminólogos críticos marxistas de jóvenes idealistas.
Estamos hablando de científicos que, como tales, no pueden
ser considerados inocentes.

Por otro lado, hemos visto que bajo una concepción que, a
primera vista, parece basada en la tolerancia y en el deseo de
un mundo mejor, se esconden una serie de ideas de neto
corte autoritario e intolerante y, por lo tanto, incompatibles

19
De hecho, Baratta nos recuerda el contexto en que comienza a gestarse la
teoría del etiquetado en estos términos: “[...] al comenzar la primera mitad de
los años cincuenta, cambian las condiciones político-económicas. En las sociedades
occidentales, así como también en las socialistas, los conflictos internos asumen
la prevalencia respecto a los externos. Esto se verifica con el fin de la guerra fría
y con el surgimiento, dentro del sistema capitalista, de conflictos (conflicto
racial, conflicto de clase, problema de la desocupación y de la marginación) y de
Aebi M. F.
laceraciones ideológicas (movimiento estudiantil, movimiento de los hippies,
Crítica de la
inteliguentsia del disenso, los nuevos movimientos feministas) ligadas a una nueva
Criminología
fase de expansión económica y de concentración capitalista. [...] La explosión
crítica
de las luchas raciales y del disenso sobre Vietnam en la sociedad estadounidense,
así como en el mundo socialista los hechos de Budapest y de Berlín (más tarde
Praga), son los signos dramáticos de una realidad en movimiento que ya no es
posible mistificar con los modelos de la estabilidad, del desequilibrio, de la
homogeneidad de los intereses y del consenso, con los cuales las teorías
estructural-funcionalistas describen y explican los sistemas sociales” (p. 125).
Pág. 85
con un sistema democrático. De hecho, hemos señalado que
PROGRAMMA 2

BARATTA reivindica la importancia del compromiso político e


incluye en su libro una serie de pasajes que, a nuestro
entender, están más cerca de la arenga revolucionaria que
del análisis científico. Como ya lo hemos indicado en otra
ocasión (AEBI, 2000) es en este sentido que debe interpretarse
el calificativo de nueva que TAYLOR, WALTON & YOUNG (1973)
aplican a la criminología que proponen. Recordemos que los
años 1960 fueron aquellos años en que muchos movimientos
políticos creyeron posible la creación de un hombre nuevo.

Finalmente, cabe preguntarse si las ideas de la criminología


crítica marxista, surgidas al calor de los Estados de bienestar
social europeos, pueden ser trasladadas fácilmente a los países
periféricos. En su comunicación presentada durante la
conferencia anual 2002 de la American Society of Criminology
en Chicago, Jock YOUNG (2002) recordaba así la época en que
participó en la primera National Deviance Conference de 1968:

“Era un tiempo en que mirábamos a la gente con


trabajos de 9 a 5 como fracasados totales, vivíamos
en comunidades y mirábamos al mundo «correcto»
con un desprecio total. Yo vivía en Notting Hill, donde
Pink Floyd tocaba cada semana en el teatro local. Jimmy
Hendrix estaba en Middle Earth y había poesía en las
Aebi M. F.
Crítica de la
calles20” (YOUNG, 2002).
Criminología
crítica
20
“It was a time when we regarded people with 9 to 5 jobs as complete
failures, lived in communes and regarded the “straight” world with complete
disdain. I was living in Notting Hill where Pink Floyd played weekly at the local
parish hall, Jimi Hendrix was at Middle Earth and there was poetry in the streets”
Pág. 86 (Y OUNG , 2002).
PROGRAMMA 2
A nuestro entender, la revolución buscada por aquellos jóvenes
mimados del Estado de bienestar social era una revolución
bon enfant . Las ideas son radicales, pero surgen en un
contexto de estabilidad política, crecimiento económico y
libertad intelectual que nos hace dudar que quienes las
elaboraron se hayan planteado seriamente la posibilidad de
llevarlas a la práctica. Se trata de construcciones teóricas
interesantes -a pesar de que en muchos casos contienen una
buena dosis de retórica-, de discursos para la galería, con
muy poco sustento científico. Es probable que aquellos
jóvenes sólo quisieran prolongar el estado de libertad y relativa
ausencia de responsabilidades en que vivían.

Sin embargo, al cruzar el Atlántico rumbo a América Latina


-ese subcontinente signado no por el realismo mágico sino
por el realismo trágico-, las ideas de la criminología crítica y
de otras corrientes de pensamiento marxistas surgidas en los
países centrales en los años 1960 y 1970 dieron sustento
teórico a diversos movimientos juveniles que, ante una realidad
social muy diversa de la que se vivía en los países centrales,
intentaron llevar la teoría a la práctica. Las consecuencias
fueron nefastas y condujeron a la instauración de una serie
de dictaduras militares sanguinarias que segaron la vida de
miles de jóvenes y forzaron al exilio a tantos otros. Estos
países están pagando aún -y seguirán pagando durante
muchos años- las consecuencias de dichas dictaduras. Aebi M. F.
Crítica de la
Criminología
Los criminólogos críticos europeos, por su parte, observaron crítica
a la distancia -desde una confortable torre de marfil- la
evolución de los acontecimientos. Es durante aquellos años
que B ARATTA escribió su libro. Después, al terminar las
Pág. 87
dictaduras en los años 1980, tanto él como otros criminólogos
críticos marxistas comenzaron a recorrer los países
PROGRAMMA 2

latinoamericanos llevando su mensaje revolucionario.


Desaparecidos prácticamente de la escena científica europea
-salvo en los congresos de criminología crítica-, estos
criminólogos encontraron una audiencia ávida entre los
sobrevivientes de una generación diezmada y los retoños de
una nueva generación. De hecho, el libro de BARATTA sólo se
editó una vez en italiano, pero continúa siendo un best-seller
en América Latina donde la séptima edición data de 2001.

No obstante, creemos que la concepción de BARATTA de la


criminología crítica, con su corolario de una política criminal
de las clases subalternas y su objetivo final de abolir la prisión
en el marco de una sociedad socialista sólo puede ser
contraproducente en estos países en vías de reconstrucción.
Durante una reconstrucción, es necesario aportar soluciones
realistas y pragmáticas a problemas acuciantes y no montar
un estrado para iniciar un enésimo discurso político. La relación
con el sistema puede ser crítica, como lo afirma BARATTA (p.
231), pero todos estamos dentro de ese sistema y es desde
dentro, y con el mayor respeto de la democracia, que debemos
intentar hacerlo más justo y más tolerante. El cambio pacífico
se produce cuando cada uno aporta su contribución haciendo
lo que mejor sabe y en el respeto y la crítica constructiva de
las ideas ajenas. Es nuestra convicción profunda que una
Aebi M. F. verdadera criminología científica -es decir aquella que consigue
Crítica de la conciliar teoría y empirismo- puede aportar así un modesto,
Criminología
crítica pero no menos importante, grano de arena para la
construcción de un mundo mejor.

Para terminar, señalemos que comprendemos de antemano


Pág. 88 a aquellos que criticarán que en este artículo hayamos señalado
PROGRAMMA 2
únicamente los inconvenientes de Criminología crítica y crítica
del derecho penal. Si así hemos obrado es porque sabemos
que este artículo será publicado en el marco de un libro
homenaje a Alessandro BARATTA en el cual no faltarán los textos
que alaben su obra.„

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Aebi M. F.
Crítica de la
Criminología
crítica

Pág. 96
PROGRAMMA 2
Una defensa de la herencia de la
Criminología crítica:
A propósito del artículo de Marcelo Aebi
‘Crítica de la Criminología crítica: una
lectura escéptica de Baratta’1

Elena Larrauri2
Universidad Autónoma de Barcelona

En muchas ocasiones no he creído conveniente responder las


críticas que se hacen a la teoría de la criminología crítica pues
éstas realizan una descalificación tan global que es difícil
discutir los pormenores de forma sosegada.

La crítica de Marcelo Aebi no es de este estilo. Marcelo Aebi


realiza el trabajo de tomarse en serio la criminología crítica e
ir desgranando todos los motivos por los cuales no está de

1
Artículo originariamente aparecido en Revista de Derecho Penal y Criminología,
2ª época, nº 17, Enero 2006, UNED, Madrid. Se inscribe en el Proyecto de
Investigación SEJ 2005-08955-C02-01.
2
El artículo de Aebi fue discutido en un seminario de la UAB celebrado el 27 de
Larrauri E.
Mayo de 2005 con la asistencia de Marcelo Aebi, Ester Blay, José Cid, Cristina
Una defensa de
González, Leanid Kazyrintski, Elena Larrauri y Nicolas Trajtenberg. Si bien mi
la herencia de
respuesta a Aebi ya estaba redactada, he procurado en ocasiones introducir
la Criminología
algún aspecto surgido en la discusión. Agradezco especialmente los comentarios
crítica
y sugerencias recibidos de William Freddy Pérez que exceden en mucho el
poner las comas y tildes que siempre faltan. También agradezco la cordialidad de
Aebi quien no sólo leyó este artículo sino que me animó a publicarlo para fomentar
el debate de ideas. Finalmente por respuestas a dudas planteadas gracias a
Pompeu Casanovas y José Juan Moreso. Evidentemente las opiniones reflejadas
en este artículo son exclusivamente de mi responsabilidad. Pág. 97
acuerdo con ella. Esto además se realiza en un tono de
PROGRAMMA2

respeto3, de consideración de las ideas del adversario y es un


intento serio de refutarlas.

Por ambos motivos he creído que la respuesta en este caso sí


es conveniente porque podría permitir clarificar y avanzar en
las discusiones académicas. Con la finalidad de contribuir a
un debate es por lo que me propongo cuestionar algunas de
las afirmaciones de Marcelo Aebi.

No es mi objetivo ni soy la persona adecuada para realizar


además una defensa de las ideas de Alessandro Baratta. La
cuestión es que a pesar de que Aebi (28) afirma en un principio
que su crítica se centra ‘en la concepción de Baratta de la
Criminología crítica’, es evidente, a mi juicio, que a medida
que avanza el texto se olvida de su auto-restricción y el
destinatario de sus críticas acaba siendo ‘la’ criminología crítica.

Divide Aebi sus críticas en tres bloques: epistemológico,


metodológico y ‘otros inconvenientes’. Haré un recorrido muy
breve por ellas, pues no me propongo en absoluto reproducir
el artículo de Aebi que el lector puede leer directamente.

I. Críticas epistemológicas:

Larrauri E.
Una defensa de I.1.- Argumenta Aebi (29-39) que la criminología crítica no
la herencia de es una ciencia porque no es falsable.
la Criminología
crítica

3
A pesar de que en alguna ocasión se deja llevar por tópicos como luego
Pág. 98 argumentaré.
PROGRAMMA 2
Debo reconocer rápidamente mis limitaciones para discutir
qué es o no una ‘ciencia’, así como cuál es el método para
asignar este status, y finalmente cuál es la consecuencia o
ventaja de tener este status. Sinceramente no puedo contestar
a todas esas preguntas. Mi reflexión versa acerca de si es
correcto que ello se objete sólo a la criminología crítica, como
si el resto de las teorías criminológicas sí fueran falsables.

Leyendo esta crítica recordé las objeciones dirigidas a la teoría


de la asociación diferencial elaborada por Sutherland y asumidas
por los propios continuadores (Sutherland-Cressey-Luckenbill,
1992:102)
(...) la afirmación del proceso de asociación
diferencial no es suficientemente preciso para
estimular la verificación empírica rigurosa y por
ello aún no ha sido ni desmentido ni comprobado.

Y sin embargo la teoría sigue en cada manual criminológico


y su relevancia para explicar distintos tipos de criminalidad,
desde violencia doméstica hasta terrorismo, es socialmente
aceptada por la comunidad de criminólogos.

Lo mismo sucede con la teoría del etiquetamiento. Esta teoría


tampoco ha sido empíricamente demostrada4, pero es difícil
dudar de su relevancia y aceptación. Su relevancia en las
Larrauri E.
consecuencias de política criminal, como el movimiento de la Una defensa de
la herencia de
diversion (alternativas al proceso penal para la delincuencia
la Criminología
juvenil), o el movimiento descarcelatorio (alternativas a la crítica
cárcel). O su aceptación por la comunidad académica, como

4
Véase más ampliamente en Cid-Larrauri (2001:216-217).
Pág. 99
puede verse en la afirmación compartida de que la criminología
PROGRAMMA2

estudia actualmente las causas de la delincuencia y la respuesta


del sistema penal.

Una segunda discusión es la dificultad de determinar qué


hipótesis debe ser falsificada para considerar descartada una
determinada teoría. En efecto, en muchas ocasiones los autores
que elaboran una teoría –lo cual es generalmente un proceso
emprendido por diversos autores a los cuales se asigna
posteriormente la etiqueta de ‘escuela’- no detallan las hipótesis
que permitirían falsificar su teoría. En consecuencia una de las
discusiones que se produce en la comunidad académica es
cuál es la hipótesis que permitiría falsificar una teoría. Debido
a la dificultad de este proceso es por lo que probablemente
(...) resulta que ninguna de las teorías
importantes ha podido ser falsificada
(BERNARD, 1990b:326). Las razones apuntadas
por BERNARD para entender esta ausencia de
avance en el camino de la falsificación de teorías
radican fundamentalmente en que las teorías,
en muchos casos, no han alcanzado el nivel de
clarificación conceptual suficiente, determinando
en una serie de proposiciones claras los factores
que explican la delincuencia y, a su vez,
destacando los factores que deberían llevar a
Larrauri E.
Una defensa de considerar falsificada la teoría (BERNARD,
la herencia de
1990b:324). (Cid-Larrauri, 2001:254)
la Criminología
crítica
Finalmente, por ello en la actualidad se discute acerca de si el
criterio usado para mostrar el carácter científico de una teoría,
o para que la criminología avance, debe ser el de la falsabilidad
Pág. 100 de la teoría.
PROGRAMMA 2
Como afirma Cid (Cid-Larrauri, 2001:255):
En los últimos años ha adquirido importancia
en la criminología una opción que trata de dar
respuesta a este aparente estancamiento de la
criminología. Esta nueva opción parte de la
premisa de que si la criminología no ha
conseguido descartar teorías es porque las
diferentes teorías no presentan explicaciones
incompatibles de la criminalidad. Lo que
sugiere, frente a la falsificación de teorías, es
su integración.

En resumen, debido a que ninguna teoría criminológica ha


sido falsificada, debido a que una teoría puede no ser falsificada
y a pesar de ello ser relevante para el conocimiento
criminológico, y finalmente debido a que el criterio de
falsabilidad está siendo cuestionado por la propia comunidad
académica, no acabo de entender en qué se basa Aebi (38)
para afirmar que ‘la criminología crítica no constituye una
teoría científica’.

Aebi podría contestar que él no exige que la criminología


crítica sea comprobada empíricamente, sino que pueda serlo,
pero aquí surge una pregunta ulterior: ¿qué debe ser
demostrado para considerar a la teoría de la criminología
Larrauri E.
crítica relevante? (criterio menos exigente que el de teoría Una defensa de
la herencia de
‘científica’, pero con el cual me conformo).
la Criminología
crítica
I.2.- En opinión de Aebi el axioma, puesto que no se puede
demostrar, del que parte la criminología crítica es que
(...) el fenómeno de la desviación y su control
Pág. 101
debe ser estudiado en el contexto
socioeconómico de la sociedad capitalista tardía
PROGRAMMA2

en que se produce (32).

Bueno..., si sólo se trata de demostrar ésto resultará que hay


muchísimos criminólogos críticos, pues es difícil leer análisis
contemporáneos del cambio en los delitos y especialmente
en los castigos que no consideren ‘el contexto socioeconómico
de la sociedad capitalista tardía en que se produce’.

Véase en general el análisis de Garland (2001) y repárese si


se quiere en algún pasaje concreto:
Las fuerzas históricas más determinantes y
poderosas –tan vigorosas hoy como lo eran en
tiempos de Karl Marx- son las fuerzas
desplegadas por la dinámica capitalista de
producción e intercambio. Directa o
indirectamente, todas las grandes
transformaciones de la segunda mitad del siglo
veinte pueden ser rastreadas al proceso de
acumulación de capital y búsqueda incesante
de nuevos mercados, aumento de beneficios y
posibilidad de competir ventajosamente.
(Garland, 2001:78)

Y sinceramente dudo que a pesar de esta declaración Garland


Larrauri E.
Una defensa de se autodenomine ‘criminólogo crítico’.
la herencia de
la Criminología
crítica Afirmar, como asevera Aebi (32), que la influencia del contexto
socioeconómico en la delincuencia y en la penalidad es un
axioma, también me sorprende. Hay investigaciones que
vinculan estructura socioeconómica con tipo de criminalidad
Pág. 102 (Vold-Bernard-Snipes, 1998:326-329), hay investigaciones
PROGRAMMA 2
que vinculan estructura socioeconómica con índices de
encarcelamiento (Beckett-Western, 2001).

Curiosamente -y puestos a criticar-, no le objeta Aebi a Baratta


que éste no mencione la influencia de una estructura
socioeconómica capitalista y patriarcal. Yo de esta omisión podría
deducir graves errores ideológicos por parte de Aebi, como
hace el autor (78) cuando reprocha a Baratta el olvido de las
víctimas, o puedo, más comprensivamente, reconocer que todos
nuestros textos reflejan el saber (¿la ‘episteme’?)5 de la época.

En definitiva, a mi juicio, la tesis central de la criminología


crítica es actualmente aceptada por un gran número de
criminólogos y penólogos; esta tesis central puede
descomponerse en proposiciones que pueden ser
investigadas; estas proposiciones han sido además objeto
de investigaciones empíricas, como ha sucedido con el resto
de las teorías criminológicas, y pueden leerse en diversos
manuales criminológicos norteamericanos (a título de
ejemplo Lanier-Henry, 1998:246-248)6.

5
Mi interrogante irónico hace referencia a la reprimenda de Aebi (43-47) a Baratta
por su uso del concepto ‘paradigma’. No tengo la suficiente formación para discutir
este aspecto, que Baratta dada su formación filosófica sí habría podido discutir.
Sólo quiero hacer notar que todos tendemos a usar conceptos grandilocuentes,
generalmente importados de otras disciplinas, de los cuales desconocemos su
contenido exacto. La teoría del etiquetamiento fue en efecto saludada como un Larrauri E.
cambio de paradigma, y ello puede escribirse así tal cual, o así, ‘cambio de paradigma’. Una defensa de
En cualquier caso baste recordar que produjo un viraje en la pregunta que la la herencia de
criminología debía contestar y amplió el objeto de estudio de la criminología como la Criminología
es unánimemente aceptado en la mayoría de los manuales de criminología. crítica
6
Aebi (41) cita este manual para reprochar a Baratta que no conozca las
investigaciones empíricas a que han dado lugar distintas teorías criminológicas.
Aebi ignora la parte del manual de Lanier-Henry (1998) donde se citan las
investigaciones empíricas a que han dado lugar las teorías críticas de la criminología.
Como puede observarse la ‘observación selectiva’ de la que acusa Aebi (49-54)
a Baratta no es privativa de este último.
Pág. 103
En últimas Aebi podría contestar que él no está en contra de
PROGRAMMA2

considerar la estructura económica y social para estudiar la


delincuencia y la penalidad, -yo creo que sería una
criminología y penología un poco extraña la que prescindiese
de este contexto, pero en fin- sino que él es contrario a
considerar que
(...) la causa [de la delincuencia] es la estructura
socioeconómica de la sociedad capitalista. (48)

I.3.- Pero ¿es cierto que la criminología crítica considera que


la estructura socioeconómica determina toda la delincuencia
(o incluso toda la penalidad)? Hay dos formas de contestar
este interrogante. Una es admitir que la criminología crítica
en su formulación originaria era determinista y advertir a
continuación que esta posición fue objeto de revisión
autocrítica por los propios criminólogos críticos (Vold-Bernard,
1986:305), por lo que cabe dudar de la actualidad e interés
de la crítica.

Una segunda respuesta más compleja y de la cual solo puedo


presentar un esbozo es detectar el progresivo abandono del
concepto de causa en la actualidad y entender los cambios
teóricos y quizás políticos que este viraje implica.

Si analizamos la evolución teórica del concepto de causa,


Larrauri E.
Una defensa de
veremos que en un inicio todas las teorías criminológicas
la herencia de podían ser acusadas de deterministas. En efecto, todo análisis
la Criminología
crítica
causal que resalta un factor puede ser acusado de ‘determinista’,
y en este sentido también la criminología crítica.

Este planteamiento causal de las teorías criminológicas era


Pág. 104 debido, en opinión de Matza (1964), a una sobre reacción a
PROGRAMMA 2
los postulados de la escuela clásica y daba lugar a que cualquier
factor que se detectase como relevante para entender la
delincuencia fuese elevado a la categoría de ‘causa’. Lo cual
ocasionaba, como comprobamos los que nos dedicamos a la
enseñanza de la criminología, que después de explicar la causa
de la delincuencia para esta o aquella teoría los alumnos nos
respondiesen que ‘hay muchos que tienen esta causa (valores
distintos, barrios desorganizados, familias desestructuradas)
y no delinquen’.

En la actualidad, como sucede también en otras disciplinas, se


considera que el vocablo ‘causa’ es excesivamente exigente,
fuerte o rígido para entender los complejos factores que influyen
en el comportamiento delictivo. El hecho de que la palabra
causa evoque un cierto determinismo y que tienda a presentar
un proceso simplificado, producto de un factor, es quizás una
de las razones por las cuales hoy prefiere hablarse de factores
de riesgo (O’Malley, 2001:99; Bernard, 2005: 51;46-54).

Quizás existen también motivos sociales y políticos. Observa


Raynor (2001:189) que un motivo para el cambio de término
es que, dada la coyuntura política actual, las necesidades
sociales deben ser reformuladas como factores de riesgo para
que los políticos se las tomen seriamente.

Larrauri E.
Y seguramente tampoco sea ajeno a este viraje el nuevo
Una defensa de
vocabulario, y los cambios sociales que representa, que alude la herencia de
la Criminología
a la sociedad de riesgo, el derecho penal del riesgo, y tablas
crítica
de riesgo en vez de juicios individualizados o normativos.

En cualquier caso, como puede entreverse, comprender el


Pág. 105
viraje de una criminología causal a una criminología que usa
el concepto de ‘factores de riesgo’, si mi apreciación es correcta,
PROGRAMMA2

es complejo. Y si bien al inicio de la evolución del pensamiento


criminológico todas las teorías criminológicas eran causales
hoy probablemente ninguna lo sería.

II. Críticas metodológicas:

II.1.- El investigador tiene límites.

Hay una crítica de Aebi que aun cuando es formulada con


respeto me parece injusta. Cuando se reprocha que Baratta
no cita a las teorías situacionales (41), no considera las
objeciones realizadas a las investigaciones de Rusche y
Kirchheimer o Foucault (50), no toma en consideración
encuestas de delincuencia autorevelada o de victimización
(53); esto puede atribuirse a sesgo ideológico o bien a las
auto limitaciones que todos tenemos como investigadores, y
quizás a un poco de ambas cosas.

Mantener que no se cita literatura que aparece después de la


publicación del propio libro, que no se citan cosas que están
en otro idioma que no necesariamente conocemos, que no
entendemos o que usamos instrumentos propios de otras
disciplinas sociales, puede sin duda apuntarse, pero creo que
Larrauri E. es erróneo atribuirlo a sesgos ideológicos en vez de reconocer
Una defensa de los límites que todos los investigadores tenemos.
la herencia de
la Criminología
crítica Del mismo modo, señalar el desinterés en lo empírico (62)
como propio de la criminología crítica es erróneo. Yo más
bien diría que esto es una limitación de la criminología crítica
hispana. Pero no por críticos sino por hispanos. O no por
Pág. 106 hispanos sino además por juristas.
PROGRAMMA 2
Le sugeriría a Aebi la lectura de los análisis estadísticos, no
precisamente sencillos, realizados por Greenberg para mostrar
la relación en Estados Unidos entre estados con mayor gasto
social y tasas de encarcelamiento7.

II.2. ¿Todo error sirve para descalificar una teoría?

Puede sin duda incurrirse en errores marginales o incluso


sustanciales de una materia que se está manejando, que
acostumbra a ser la histórica, debido como indica Braithwaite
(2003) a la dificultad de este tipo de investigación.

Al respecto recrimina Aebi a Baratta que base sus trabajos en


autores como Foucault o Rusche y Kirchheimer pues
(...) los errores históricos de los trabajos de Rusche y
Kirchheimer (1939) y de Foucault (1998/1975) han
sido claramente identificados (50).

Quizás, es más, seguramente, aun cuando dudo que Baratta


pudiera leer los ‘errores históricos’ identificados por Killias
(2001), Garland (2001) o Braithwaite (2003), antes de publicar
su libro en 1982.

Pero estos errores, en mi opinión, no descalifican las ideas


expuestas por Foucault o Rusche y Kirchheimer. ¿O acaso Larrauri E.
Una defensa de
deduce Aebi que debido a los ‘errores históricos’ las reflexiones la herencia de
expuestas por Foucault han sido descalificadas o abandonadas? la Criminología
crítica
Porque si ésta es su deducción, a mi juicio se equivoca.

7
Un resumen de estas investigaciones en Greenberg (2001).
Pág. 107
Me remito a otra obra de Garland (1990:131) quien dedica un
PROGRAMMA2

capítulo a las ideas de Foucault (también lo critica, naturalmente)


y cita con aprobación la apreciación de Cohen quien afirma
que escribir sobre la penalidad sin considerar a Foucault es
como escribir sobre el inconsciente sin mencionar a Freud.

En consecuencia, ¿quién yerra, Baratta quien quizás desconoce


los ‘errores históricos’ en los que incurre Foucault, o Aebi,
quien cree que puede desconsiderar a Foucault?8

II.3. Al Cesar lo que es del Cesar...

La delincuencia quizás ‘no es normal’ pero desde luego esto


no es sólo un pilar fundamental de la criminología crítica
(Aebi, 54), o cuando menos no es más pilar de la criminología
crítica que de aquellas teorías que acepten
El crimen es normal porque una sociedad sin él es
completamente imposible (Durkheim, 1895:86).

Y sinceramente no veo cómo me ayudará a refutar la opinión


de que la comisión de delitos está ampliamente extendida
entre la sociedad, la distinción entre prevalencia e incidencia
que sugiere Aebi.

Larrauri E. Aebi (54) expone la distinción entre prevalencia (porcentaje


Una defensa de
la herencia de de personas que realiza delitos) e incidencia (cantidad de
la Criminología
crítica

8
De hecho Aebi no desconsidera a Foucault, lo que sucede es que no es
consciente en mi opinión de su deuda teórica con él. Por ejemplo cuando Aebi
habla de los efectos de ‘expansión de la red’ ¿no cree que ello guarda relación
Pág. 108 con el ‘archipiélago carcelario’ de Foucault?
PROGRAMMA 2
delitos realizados). La comisión de actos delictivos, continua
Aebi, quizás es ‘normal’ pero no por esto podemos considerar
delincuentes a quienes los cometen. Y en una afortunada
comparación expone como ejemplo la diferencia entre fumar
un cigarrillo y ser fumador.

Pareciera que en opinión de Aebi la frecuencia de comisión


de actos delictivos, esto es, la verdadera delincuencia, no es
normal. Para Aebi que la gente haya usado un programa
informático sin licencia una vez (la cursiva es nuestra) no es
suficiente para considerarla delincuente. Es curioso porque
yo creo que la mayoría de nosotros usamos programas
informáticos sin licencia muchas veces y sin embargo, tiene
razón Aebi, no se nos etiqueta de delincuentes. Y entonces
¿por qué será?.

Quizás porque la variable fundamental para ser etiquetados


de delincuentes no reside en la frecuencia de la infracción
(incidencia) sino en otros factores. Factores acerca de si la
persona que realiza el delito es excluido social o no, si está
asociada con el mundo de la marginalidad, si tiene poder o
no para combatir el uso de la etiqueta, si pertenece a una
determinada minoría étnica, si tiene una determinada edad,
si cumple el estereotipo de delincuente, y sí, indudablemente,
también el tipo de delito que ha realizado, o más preciso Larrauri E.
Una defensa de
aún, la gravedad que asociamos a este tipo de delito, es la herencia de
relevante para que se enganche la etiqueta. la Criminología
crítica

En resumen, importante como es, la distinción entre prevalencia


e incidencia no es decisiva, a mi juicio, para entender la
diferencia entre desviación primaria y desviación secundaria, Pág. 109
pues la primera no se refiere a la comisión de un acto y la
PROGRAMMA2

segunda a la comisión de muchos, sino que la primera se


refiere a la infracción de una norma (puede ser muchas veces)
y la desviación secundaria a quien ha sido etiquetado con
éxito como delincuente.

II.4.- ¿Cuál es la delincuencia más grave?

En opinión de Aebi (58) Baratta trastoca la escala de gravedad


de los delitos al afirmar que
(...) las formas de criminalidad propias de la clase
dominante (...) es bastante más grave que la de toda
la criminalidad realmente perseguida (Baratta, cit. por
Aebi, 59)

Yo creo que esta acusación es errónea. En mi opinión los


delitos contra las personas son, también para la criminología
crítica, los delitos más graves; lo que sucede es que Aebi
parece considerar que la clase dominante no comete
homicidios y por ello atribuye a Baratta trastocar la escala de
gravedad de delitos comúnmente aceptada al afirmar que la
delincuencia de la clase dominante es la más grave.

Sin duda el homicidio es más grave que el hurto. Lo que


Larrauri E. debemos preguntarnos es por qué los delitos de las clases
Una defensa de
la herencia de dominantes (delincuencia organizada, delincuencia
la Criminología corporativa) son tan difíciles de etiquetar como homicidio.
crítica
Que las compañías farmacéuticas no bajen los precios de los
medicamentos, incurran en prácticas monopolísticas y
ocasionen con ello muertes en África producto del SIDA, que
Pág. 110 un Estado venda material radioactivo a Somalia y ocasione
PROGRAMMA 2
muertes, el tráfico de armas o la venta de armas a países en
los que existen conflictos armados, que no se respete la
normativa laboral y se hable de ‘accidentes laborales’, todo
esto es ‘delincuencia organizada’ o delincuencia de las clases
dominantes, que ocasiona homicidios, pero sin embargo
mucho más inmune, como con razón afirma Baratta y la
criminología crítica, al etiquetamiento y por ende a la
persecución del sistema penal.

Nos hemos parado a reflexionar acerca de ¿cuántos homicidios


ocasiona el tráfico de inmigrantes? ¿Cuántos se castigan? Y
¿sobre quién recaen las penas?
Se pregunta Aebi:
¿Cuál es el criterio seguido por Baratta para decidir
que la delincuencia de la clase dominante es ‘más grave’
que la criminalidad realmente perseguida? (59)

Pues la vida humana, supongo. Lo que sucede es que Aebi


implícitamente restringe el concepto de delincuencia de las
clases dominantes a delincuencia económica e ignora las
dificultades existentes para etiquetar como delictivos los actos
realizados por personas o grupos con poder, porque ignora,
contrariamente a lo que nos enseña la teoría del conflicto, que
el poder, o mejor la falta de poder, es un importante factor
favorecedor de la criminalización de los comportamientos. Larrauri E.
Una defensa de
la herencia de
Y si admitimos que delincuencia de cuello blanco es sinónimo la Criminología
crítica
de delincuencia económica entonces incluso Aebi (60) está
de acuerdo en que la quiebra de Enron tiene una mayor
lesividad social que todos los robos que se producen. Y ello
no es ninguna contradicción, como afirma Aebi (60), porque Pág. 111
lo típico de la criminología ‘vieja’, en opinión de Baratta y de
PROGRAMMA2

la criminología crítica, no es centrarse en los delitos contra la


propiedad (¡ojala!), lo típico de la criminología vieja (con
excepciones desde Sutherland) es centrarse sobre la
criminalidad de los excluidos sociales.

III. Otros inconvenientes:

III.1. Aebi (71) reprocha a Baratta que sustituya ‘la neutralidad


científica por el militantismo’.

Aebi (74) reconoce que una ciencia libre de valores es


imposible, pero del conjunto de sus afirmaciones parece
deducirse que: a) este es el ideal al que debe aspirarse; b)
que las investigaciones empíricas ‘hablan por sí solas’; c) que
es erróneo que el criminólogo ‘milite’ (debo entender que
defienda unas ideas).

La discusión de la relación entre ciencia y valores es demasiado


compleja para que yo pueda hacer honor a ella. Por ello me
limito a plantear algunos aspectos que quizás sirvan para
proseguir la discusión.

En mi opinión el objetivo al cual debemos aspirar no es una


Larrauri E. criminología ‘libre de valores’. Por un lado, porque no creo
Una defensa de
la herencia de que ello sea posible9. Por otro, porque el objetivo de una
la Criminología criminología ‘libre de valores’ tampoco es deseable.
crítica

9
Repárese en todos los valores presentes en la crítica de Aebi a Baratta. Si Aebi
sólo pudiera afirmar, como pretende, lo que le muestran las investigaciones
Pág. 112 empíricas, la mayor parte de sus afirmaciones no se sostienen.
PROGRAMMA 2
En efecto, si el criminólogo estudioso de la realidad del delito
y de los castigos, conocedor o realizador de investigaciones
empíricas, no puede realizar propuestas de política criminal,
no acierto a comprender quién estaría en mejores condiciones
para hacerlas. La cuestión no es por tanto vetar al criminólogo
que realice propuestas de política criminal, sino exigirle que
fundamente y haga explícitas las investigaciones empíricas y
las opciones valorativas que las sustentan.

Respecto de la segunda cuestión debo insistir en que las


investigaciones empíricas no ‘hablan por sí solas’, esto es, no
resuelven cuestiones valorativas. Aebi reprocha a Baratta que
ignore los resultados empíricos para fundamentar sus
conclusiones. Yo le reprocho a Aebi que crea que sus
conclusiones vienen dictadas por sus resultados empíricos en
vez de por sus valores políticos.
Así cuando afirma
(...) la introducción de medidas alternativas como el
trabajo de interés general debe ser rigurosamente
evaluada para evitar que el juez aplique dichas penas
únicamente a aquellas personas que presentan un riesgo
mínimo de reincidencia. Este es el sentido profundo
de nuestra investigación, basada en un diseño
experimental, sobre los efectos de la pena de trabajo
de interés general comparada a la pena de prisión
Larrauri E.
(Killias, Aebi y Ribeaud, 2000a y 200b) (76). Una defensa de
la herencia de
la Criminología
Por lo que conozco, el resultado de esta investigación, expuesta crítica
por Aebi en la UAB10, concluye que ‘no hay diferencia a efectos

10
Seminario del 13 de mayo de 2005 en la UAB ‘Penas alternativas en Europa’
presentado por Marcelo Aebi.
Pág. 113
de reincidencia entre penas cortas de prisión (de 14 días) y
PROGRAMMA2

la pena de TBC’. De ello deriva Aebi que se pueden sustituir


las penas cortas. Pero una conclusión alternativa también
podría ser que puede prescindirse del TBC, puesto que
finalmente, a efectos de reincidencia, no parece existir
diferencia significativa alguna.

A mí sinceramente se me escapa cómo se puede defender la


opción a favor de prescindir de la pena corta de prisión sin
apelar a referentes valorativos. Y con ello incurre en el error
que tanto reprochan los penalistas, en ocasiones con razón, a
los criminólogos: que estos últimos tienden a creer que las
investigaciones empíricas hablan por sí solas, sin explicitar la
opción valorativa que el criminólogo adopta para defender
sus conclusiones.

Finalmente, su apelación (78) a que el criminólogo


comprometido con unos valores milite en alguna asociación
en defensa de sus ideas, atendible como es, para todo el
mundo, no resuelve el problema. Pues la cuestión es las ideas
que defiende el criminólogo cuando trabaja como tal, no en
su tiempo libre. Y me temo que la separación entre criminólogo
defensor de unas ideas y ciudadano comprometido con ellas,
como todo criminólogo y penalista comprueba en las múltiples
conferencias que damos, no es tan nítida.
Larrauri E.
Una defensa de
la herencia de
III.2.- El reproche de que el olvido de las víctimas es ‘uno de
la Criminología
crítica los errores mayores de la Criminología crítica’ (79), es excesivo
por numerosos motivos. Destacaré brevemente algunos.

Las víctimas han sido olvidadas por todos los criminólogos


Pág. 114 que han escrito dentro de una época, probablemente porque,
PROGRAMMA 2
como ya he expuesto, todos los que escribimos reflejamos
el saber de una época. En consecuencia el olvido de las
víctimas no es desde luego privativo de las teorías críticas
de la criminología.

El descubrimiento de que las víctimas son también clase obrera


y en este sentido debieran ser objeto de preocupación de la
criminología crítica ignoro quién lo hace originariamente, pero
desde luego lo popularizan los autores de la criminología
crítica (Young, 1975).

Y finalmente, si lo entiendo bien, aun cuando irónicamente


se diga en los pasillos de conferencias que la victimología ha
salvado a los criminólogos críticos (79), se podría replicar
que fue Christie quien en 1977 reclamó, en su artículo más
citado ‘¿De quién es el conflicto?’ (Conflicts as Property), que
la voz de las víctimas fuera escuchada en la resolución del
conflicto. Por lo que más bien es la criminología crítica quien
ha propulsado, junto con otras tendencias, el resurgimiento
de las víctimas. Por algo se dice sólo en los pasillos.

IV. Conclusión:

He empezado afirmando que la crítica de Aebi es respetuosa


pero en la conclusión la exageración se desboca. Larrauri E.
Una defensa de
la herencia de
Aebi (80) atribuye el surgimiento de la ola conservadora de la Criminología
crítica
la década de los ochenta indirectamente a la criminología
crítica. Excesivo, no hay que ser tan pretencioso como para
creer que lo que sucede en el mundo obedece a nuestras
teorías. Sin duda nuestras teorías pueden proporcionar apoyo Pág. 115
a determinados cambios sociales y penales11, pero entonces
PROGRAMMA2

deberíamos pedir más atención a las consecuencias políticas


de una teoría criminológica y no menos12.

Como acabo de señalar, en opinión de Aebi (80-85), el


desconocimiento de las víctimas en Francia, atribuible a la
criminología crítica, lleva a que ganen los partidos de derechas
y de centro-derecha. Por el contrario, parece ser que la toma
en consideración de las víctimas en España (¿atribuible también
a la criminología crítica?!) lleva a un endurecimiento
considerable de la ley penal para no perder votos.

¿Qué hacer? ¿Debo extraer las consecuencias políticas de una


teoría criminológica o no? ¿Debo considerar a las víctimas y
correr con ello el riesgo de que aumenten las penas (España)?
¿O mejor debo desconsiderar a las víctimas y dejar con ello
que ganen los partidos de derechas (Francia)?

Concuerdo con Aebi (80) en que los partidos progresistas


están desorientados. Como acabamos de ver elaborar una
política criminal progresista en los tiempos actuales no es
sencillo. A las contradicciones y tensiones antiguas entre la
necesidad de limitar el derecho penal y simultáneamente la
pretensión de extenderlo para incluir demandas de nuevos
Larrauri E. grupos sociales se unen nuevas, como puede ser precisamente
Una defensa de
la herencia de
la Criminología
crítica

11
El tema de las consecuencias políticas de una teoría criminológica y la
responsabilidad del criminólogo ha sido extensamente tratado por ejemplo por
Cohen (1990).
Pág. 116 12
Véase apartado III.
PROGRAMMA 2
la dificultad de distinguir y oír el discurso progresista, el
discurso liberal, o el discurso de izquierdas en materia penal.13

Creo en consecuencia que todos coincidimos en la necesidad


de elaborar una política criminal que sea capaz de conjugar
el tomarse en serio las preocupaciones de la sociedad y de
las víctimas con la defensa de un sistema penal humano y
limitado. Pero yo pensaría que elaborar una agenda progresista
para aquellos partidos políticos que quieran asumirla no es
función sólo de la criminología crítica sino de todos aquellos
criminólogos liberales preocupados por la expansión penal y
en concreto carcelaria.

Para acabar. Fuera de lugar y totalmente ideológico me parece


el tópico del criminólogo crítico encerrado en su ‘confortable
torre de marfil’ (87). ¿Acaso no hay criminólogos
comprometidos con organizaciones y asociaciones cívicas? Y
¿hace más cierta una teoría criminológica este compromiso?,
y el criminólogo conservador ¿está encerrado en una torre
más incómoda? A mi juicio estas acusaciones son tópicos
que en nada contribuyen a avanzar la discusión crítica de la
criminología crítica.

Pero es de verdad inquietante el siguiente párrafo:


Sin embargo, al cruzar el Atlántico rumbo a América
Larrauri E.
Latina (...), las ideas de la Criminología crítica y de Una defensa de
la herencia de
13
Así diversos autores caracterizan el viraje de Estado social a Estado punitivo la Criminología
con los siguientes rasgos: a) hay un recorte del estado social que paralelamente crítica
se traduce en un aumento del gasto destinado a control penal; b) para realizar
ello se ha denigrado al pobre necesitado presentándolo como peligroso
(delincuente) y no merecedor de asistencia; c) los partidos políticos, asociaciones
o grupos de izquierda no consiguen retar este discurso (Beckett/Western, 2000)
(cursiva añadida). Pág. 117
otras corrientes de pensamiento marxistas surgidas en
PROGRAMMA2

los países centrales en los años 1960 y 1970 dieron


sustento teórico a diversos movimientos juveniles que,
ante una realidad social muy diversa de la que se vivía
en los países centrales, intentaron llevar la teoría a la
práctica. Las consecuencias fueron nefastas y
condujeron a la instauración de una serie de dictaduras
militares sanguinarias que segaron la vida de miles de
jóvenes y forzaron al exilio a tantos otros. (Aebi, 87)
(cursiva añadida).

Sinceramente parece que se instauraron las dictaduras militares


para hacer frente a los movimientos juveniles. Explicación
dada por los defensores de las dictaduras militares para
justificar su golpe. Y parece que la responsabilidad de las
dictaduras militares, los exiliados, los muertos, no es de los
que dieron el golpe sino de la criminología crítica que estaba
tras los movimientos juveniles. Y en fin, parece que ningún
criminólogo crítico sufrió consecuencia alguna. Me parece tan
escandaloso que aquí sí me faltan palabras.

V. Concordancias y sugerencias:

Creo que es correcto advertir que la criminología crítica no


Larrauri E. valoró adecuadamente las teorías criminológicas anteriores
Una defensa de
la herencia de (Aebi, 33-34)14. En efecto, la forma de redactar ‘La Nueva
la Criminología Criminología’ (Taylor-Walton-Young, 1973) hizo un escaso
crítica

14
Podría de nuevo replicarse que este defecto fue advertido por sectores de
Pág. 118 los criminólogos críticos. Véase a título de ejemplo Pearson (1975).
PROGRAMMA 2
favor, a mi juicio, a las generaciones de criminólogos
posteriores por diversos motivos.

En primer lugar porque parecía que podía ignorarse todo lo


que habíamos aprendido de las teorías criminológicas
anteriores. Cuando se enseña la asignatura de teorías
criminológicas siempre podemos centrarnos en lo que no
explica una teoría concreta, o podemos por el contrario realzar
lo que aprendemos gracias a ella. Creo que la segunda opción
es mucho más fructífera.

En segundo lugar porque ‘la nueva criminología’ al criticar a


las anteriores teorías criminológicas por carecer de una
concepción marxista, desconoció paradójicamente el potencial
progresista que existía en ellas.

Por estos motivos no creo que la perspectiva utilizada en el


libro de ‘La Nueva Criminología’ sea la forma más adecuada
para iniciarse en el estudio de las teorías criminológicas. Este
libro debería leerse como una teoría más, que indica la
entrada del marxismo en la criminología, representativa de
una determinada época, pero a mi juicio no es adecuado
para estudiar el resto de las teorías15.

Puedo entender también que en muchas ocasiones


Larrauri E.
criminólogos defensores de otras escuelas se sientan airados Una defensa de
la herencia de
la Criminología
15
Leer todas las teorías criminológicas a través de las lentes de los autores que crítica
elaboran una teoría criminológica específica conduce generalmente a una visión
sesgada de las anteriores teorías. Ello sucede por ejemplo en la actualidad con
las teorías de la ‘opción racional’ que afirman que las anteriores teorías parten
de un delincuente no racional. Pero ello es evidentemente una distorsión, usada
para dar más énfasis a la novedad de su propia teoría respecto de las anteriores.
La crítica a esta forma de actuar puede leerse en Akers (1994:60).
Pág. 119
cuando cada vez que objetan alguna cuestión a la criminología
PROGRAMMA2

crítica se ven tachados de conservadores. Defiendo


indudablemente poder discrepar de la criminología crítica sin
ser etiquetada de conservadora.

Pero creo que los criminólogos críticos también tenemos


derecho a esperar que las críticas que se realizan a esta teoría
sean ajustadas, sin recurrir a adjetivos como ‘autoritaria’,
‘intolerante’, o ‘arenga revolucionaria’ (Aebi, 85-86). Una crítica
fundada a la criminología crítica es progresista porque permite
avanzar en el conocimiento criminológico. Una crítica que
caiga en los tópicos y descalificaciones, que no se sustente en
las investigaciones empíricas, que oculte sus propias opciones
valorativas y que desconozca bibliografía relevante no es, en
mi opinión, progresista.

VI. La herencia de la criminología crítica:

Aebi (81) recoge con aprobación la cita de Garrido-Stangeland-


Redondo (1999) acerca de que la criminología crítica deja
poca herencia. Puede ser. Como todo investigador empírico
sabe que lo que para unos es ‘sólo’ una tasa de éxito de un
30% por ejemplo, para otros son ‘efectos positivos
moderados’. No puedo evitar reproducir una cita de Greenberg
Larrauri E. (1993:11):
Una defensa de
Los criminólogos marxistas originarios se diferenciaban
la herencia de
la Criminología sólo de sus colegas positivistas en el hecho de que
crítica
prestaban más atención a las causas económicas del
delito. Realizaron múltiples estudios acerca de la
relación entre índices de delitos y diversos indicadores
Pág. 120 económicos, como el desempleo o el precio de la
PROGRAMMA 2
comida. En comparación con la literatura lombrosiana
acerca del delito, la cual se centró en las causas
biológicas del comportamiento, esta literatura se
sostiene bastante bien.

Pero lo que encuentro curioso es la cantidad de cuestiones que


Aebi incorpora sin darse cuenta de que su origen está en la
criminología crítica y esto sí me parece más relevante, conocer,
hasta donde podamos, el origen de nuestras afirmaciones.

A título de ejemplo son aportaciones de la criminología crítica


que a mi juicio están integradas en los razonamientos de
Aebi las siguientes:
a) Que la criminología estudia las causas de la
delincuencia y el sistema penal. Ciertamente esta es
una afirmación de la teoría del etiquetamiento y no
de la criminología crítica, pero léanse las distintas
teorías criminológicas para ver, como anticipó Lemert
(1967:59), quién ha sido el mayor difusor de esta
consigna, así como quién ha defendido con más
énfasis la necesidad de entender cómo el
funcionamiento del sistema penal contribuye a la
criminalización de determinados colectivos.
b) Que las penas alternativas pueden contribuir a
expandir la red penal. Actualmente aceptado por toda Larrauri E.
la criminología y penología liberal (Ashworth, Una defensa de
la herencia de
2000:262-264) pero es un slogan de la criminología la Criminología
crítica popularizado por Cohen (1985). crítica

c) Que las víctimas son en su mayor parte


provenientes de los sectores excluidos del mercado
laboral y de la sociedad. Admitido en la actualidad Pág. 121
por la comunidad de criminólogos pero afirmado
PROGRAMMA2

originariamente por la criminología crítica (Young,


1975).
d) La atención a la víctima con su desarrollo posterior
de las ideas abolicionistas, experiencias de mediación
víctima-delincuente y justicia restauradora. La justicia
restauradora es considerada como uno de los
desarrollos teóricos más importantes de la década
de los noventa (Braithwaite, 1998) a la cual se
reconoce su antecedente en las teorías abolicionistas
de Christie (1977).
e) Que la estructura socioeconómica debe analizarse
para entender el delito y la penalidad (Greenberg,
1981:2/17) y también las consecuencias políticas de
una teoría (Melossi, 2000).
f) Que el sistema penal es selectivo, en su definición
de qué comportamientos son delitos (Greenberg,
1981:5-6) y en su aplicación cotidiana. Esto es, en
los comportamientos que el sistema penal identifica
como delito y son en consecuencia objeto de
persecución, funciona con criterios que priman la
persecución del delito común realizado por personas
socialmente excluidas.
g) La importancia de la delincuencia de los poderosos
Larrauri E. por el daño social que conlleva y por las dificultades
Una defensa de
extremas que existen para su criminalización. Estos
la herencia de
la Criminología estudios de criminalidad de cuello blanco fueron
crítica
realizados muy tempranamente por criminólogos
críticos como Quinney o Pearce (cit. por Geis-Meier-
Salinger, 1968).
Pág. 122 h) Las consecuencias políticas de las teorías
PROGRAMMA 2
criminológicas (Cohen, 1988) o cómo desarrollar una
criminología no sólo para prevenir el delito sino para
prevenir la excesiva penalización.

No pretendo en últimas afirmar que este catálogo de


afirmaciones haya sido inventado por la criminología crítica
pero ha sido difundido, popularizado y profundizado por esta
teoría. Son rasgos distintivos de la criminología crítica. Y como
herencia no está nada mal. „

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Siglo XXI, 1977. la herencia de
la Criminología
crítica

Pág. 125
PROGRAMMA 2
Crítica y contracrítica de la
Criminología crítica:
Una respuesta a Elena Larrauri

Marcelo F. Aebi

1. Introducción

Responder a una crítica de una colega que estimamos, con la


que hemos trabajado codo a codo en la misma Universidad,
y con la que nos une una relación de amistad, es sin duda
una tarea difícil. Tal vez por eso he demorado durante casi
dos años la redacción de este texto, en el cual respondo al
artículo de Elena Larrauri “Una defensa de la criminología
crítica: A propósito del artículo de Marcelo Aebi ‘Crítica de la
Criminología crítica: Una lectura escéptica de Baratta’”.

Básicamente, considero que la crítica de Larrauri parte de


una lectura equivocada de mi artículo, e intentaré demostrarlo
en los próximos apartados.
Aebi M. F.
Crítica y
2. Sobre las diferentes versiones de la criminología contracrítica de
crítica la Criminología
crítica: una
respuesta...
Imaginemos que un astrónomo publica un artículo sobre el
planeta Marte. En ese artículo, el astrónomo indica que, como
Marte forma parte del sistema solar, es probable que algunas
Pág. 127
de las cosas que afirma sobre ese planeta se apliquen también
a otros planetas del mismo sistema; pero aclara que no entrará
PROGRAMMA2

en materia porque para hacerlo debería estudiar esos planetas


con el mismo detalle con el que ha estudiado a Marte. En
consecuencia, su artículo se refiere únicamente al planeta
Marte. Resulta difícil imaginar que una astrónoma publique
luego una respuesta a ese artículo criticando precisamente
que lo que allí se afirma no es aplicable al planeta Venus, o a
Júpiter, o a Saturno. Sin embargo, esta situación, que resulta
difícil de imaginar en las ciencias naturales, puede producirse
en una ciencia social como la criminología, y la respuesta de
Elena Larrauri a mi artículo sobre la concepción de Alessandro
Baratta de la criminología crítica constituye precisamente un
buen ejemplo de ello.

Obsérvese lo que yo había afirmado en el artículo que da


origen a este debate:
“Antes de iniciar nuestra crítica, resulta indispensable señalar
que, actualmente, no existe una criminología crítica sino que
ésta se encuentra dividida en varias ramas que tienen una
serie de elementos en común, pero presentan al mismo tiempo
serias divergencias1. Nuestra crítica se centrará entonces en
la concepción de BARATTA de la criminología crítica. Por este
motivo, cuando mencionamos a la criminología crítica estamos
Aebi M. F. abreviando el enunciado la concepción de Alessandro BARATTA
Crítica y
contracrítica de
la Criminología
crítica: una
respuesta...
1
“Así, suele distinguirse entre criminología crítica, criminología radical, criminología
marxista -inspirada por los trabajos de Chambliss (1975) y Quinney (1977)- y el
realismo de izquierda impulsado por Young (1986). Sin embargo, es posible
encontrar también otras denominaciones como criminología del conflicto y
criminología dialéctica para referirse a algunos de los trabajos de Richard Quinney.
La reciente criminología postmoderna (Arrigo & Bernard, 1997) es también un
Pág. 128 derivado de la criminología crítica” (Aebi, 28).
PROGRAMMA 2
de la criminología crítica. Nuestro único objetivo al no repetir
sistemáticamente dicho enunciado es el de facilitar la lectura
de este artículo. Cierto es que muchas de nuestras críticas
son aplicables a otras ramas de la criminología crítica, pero
resulta inapropiado extrapolarlas sin antes haber estudiado a
fondo dichas ramas” (28).

Y ahora compárese ese párrafo con lo que sostiene Larrauri:


“La cuestión es que a pesar de que Aebi (98) afirma en un
principio que su crítica se centra ‘en la concepción de Baratta
de la Criminología crítica’, es evidente, a mi juicio, que a medida
que avanza el texto se olvida de su auto-restricción y el
destinatario de sus críticas acaba siendo ‘la’ criminología crítica.”

Yo aceptaría esta crítica si, en lugar de decir “a mi juicio”,


Larrauri enumerara aquellos párrafos de mi artículo en los
que el lector o la lectora2 podrían corroborar por sí mismos si
he respetado o no mi auto-restricción. Pero Larrauri no hace
esto. El lector, entonces, está obligado a creer bajo palabra lo
que nuestra autora afirma, lo que significa que la afirmación
de Larrauri se apoya únicamente sobre el argumento de
autoridad. Observamos aquí una primera similitud entre Larrauri
y Baratta en cuanto a la manera de exponer sus ideas. En
efecto, una de nuestras críticas a Baratta apuntaba precisamente Aebi M. F.
a su utilización del principio de autoridad como fundamento Crítica y
contracrítica de
de sus afirmaciones (Aebi, 36). El problema es que, en un la Criminología
debate científico, toda afirmación debe ser probada. crítica: una
respuesta...

2
En el resto de este artículo se utiliza el masculino singular para designar
genéricamente a la lectora y al lector. Esto no constituye una concesión al
lenguaje sexista, sino una forma de simplificar la lectura utilizando la convención
establecida para estos casos.
Pág. 129
Tengo para mí que si los párrafos en cuestión no son citados
PROGRAMMA2

por Larrauri, es porque no existen. Como prueba de lo que


afirmo invoco el hecho de que en mi artículo hay más de
sesenta citas literales que provienen del libro de Baratta
Criminología crítica y crítica del derecho penal y una sola
-incluida en la conclusión- de Jock Young (86). Me parece
entonces evidente que mi auto-restricción fue respetada.

Aún más, Larrauri no utiliza jamás el libro de Baratta para


refutar mi crítica, ni tampoco indica ningún apartado de ésta
en el que yo haya citado a Baratta de manera desafortunada
o incorrecta. Incluso afirma que no es la persona adecuada
para defender las ideas de este autor (98), lo que demuestra
hasta qué punto ha interpretado de manera errónea el alcance
de mi artículo. He hecho una crítica al pensamiento de Baratta
y se me responde sin citarlo ni defenderlo… En su respuesta,
Larrauri invoca sistemáticamente a otros criminólogos, los
cuales, por definición, no eran objeto de nuestra crítica.
Volviendo a mi metáfora inicial, se invoca a Venus, Júpiter y
Saturno para criticar un artículo sobre Marte.

En este contexto, cabe explicar más detalladamente las


razones por las que decidí limitar mi crítica únicamente a la
concepción de Alessandro Baratta de la criminología crítica,
Aebi M. F.
Crítica y y más precisamente a la manera en que ésta es expuesta en
contracrítica de su libro Criminología crítica y crítica del derecho penal (Baratta
la Criminología
crítica: una 1993/1982). El motivo central es que resulta imposible hablar
respuesta... de una criminología crítica. En la práctica, los contornos de
esta corriente de pensamiento son tan difusos que debería
hablarse de las criminologías críticas. Esto engendra al menos
dos consecuencias mayores, de signo opuesto. Por un lado,
Pág. 130
y puesto que la criminología crítica engloba diferentes
PROGRAMMA 2
corrientes, por cada autor que dice blanco es relativamente
usual encontrar otro que dice negro, o al menos gris. Por
otro lado, cuando se critica lo que dice un autor, siempre es
posible poner en duda que este autor pertenezca realmente a
la corriente de pensamiento de la criminología crítica.

Veamos un ejemplo reciente y pertinente de este problema.


En septiembre de 2003, tuve el honor de ser invitado como
conferenciante plenario al tercer congreso de la Sociedad
Europea de Criminología (European Society of Criminology),
celebrado en Helsinki. Coincidí en esta función con Nils Christie
y nuestras ponencias respectivas dieron lugar a un debate
que recogí brevemente en el libro en que se publicaron las
conferencias plenarias de aquel congreso (Aebi, 2004c).
Durante su presentación, Nils Christie había repetido el viejo
latiguillo de los años 1970: “el crimen no existe”. Intentando
encontrar un punto de convergencia, un justo medio en el
que pudiéramos entendernos, propuse que en lugar de delito
utilizáramos algunos de los eufemismos acuñados en aquellos
años y mencioné la denominación de “comportamiento
socialmente negativo” introducida por Baratta. Sin embargo,
apenas terminado el debate, varios colegas me señalaron que
había sido incorrecto mencionar a Baratta porque no
pertenecía a la misma corriente de pensamiento que Christie.
A pesar de ello, Larrauri no se priva de incluir a Christie entre Aebi M. F.
Crítica y
los criminólogos críticos más influyentes (115 y 122). Como contracrítica de
vemos, mi aprensión a ampliar la crítica a otras corrientes de la Criminología
crítica: una
la criminología crítica era plenamente justificada. respuesta...

Con esto podría darse por respondida la crítica de Larrauri.


En efecto, hemos visto que, en sentido figurado, mientras yo
hablo de Marte, ella habla de Venus. Sin embargo, me veo Pág. 131
obligado a extender mi respuesta en la medida en que varias
PROGRAMMA2

de mis ideas han sido tergiversadas en el artículo de Larrauri.


Afortunadamente se trata de un debate escrito, lo que permite
cotejar cada afirmación y cada citación. De hecho, en los
próximos apartados recurriré con frecuencia al método que
consiste en cotejar lo que Larrauri sostiene que yo he afirmado
en mi artículo con lo que efectivamente he afirmado en él.

3. La confusión entre el plano epistemológico y el


plano empírico (1ª parte)

Una de las conclusiones de mi artículo era la siguiente:


“Desde un punto de vista epistemológico, hemos señalado
que B ARATTA presenta una concepción infalsable de la
criminología crítica. Según esa concepción, la criminología
crítica no puede ser refutada y, en consecuencia, no puede
ser considerada una teoría científica.” (81).

Larrauri responde de esta manera:


“En resumen, debido a que ninguna teoría criminológica ha
sido falsificada, debido a que una teoría puede no ser falsificada
y a pesar de ello ser relevante para el conocimiento
criminológico y finalmente debido a que el criterio de

Aebi M. F.
falsabilidad está siendo cuestionado por la propia comunidad
Crítica y académica, no acabo de entender en qué se basa Aebi (38)
contracrítica de
la Criminología
para afirmar que ‘la criminología crítica no constituye una
crítica: una teoría científica’” (101).
respuesta...

Además, para apoyar su conclusión, Larrauri cita a Bernard:


“(...) resulta que ninguna de las teorías importantes ha podido
Pág. 132 ser falsificada (Bernard, 1990b:326)” (100).
PROGRAMMA 2
La comparación de la afirmación de Bernard con la de Larrauri
ilustra la tendencia que tiene esta última -en el artículo al que
estoy respondiendo- a radicalizar ciertas posiciones. Bernard
se refiere a las teorías importantes, mientras que Larrauri se
refiere a todas las teorías. Bernard está en lo justo puesto
que hay teorías, como la de la Escuela Positiva Italiana, que
fueron refutadas. Además, a lo largo del siglo XX hemos
asistido a un proceso de refinamiento de diversas teorías.
Por ejemplo, Agnew et al. (2002) han revisado en profundidad
la teoría de la tensión de Merton (1938).

Pero al margen de esto, mi crítica no se plantea en el plano


fáctico, sino en el epistemológico. Tal y como respondí a
Larrauri al presentar mi artículo en un seminario de la
Universidad Autónoma de Barcelona, lo importante no es
que una teoría haya sido falsada empíricamente, sino que
exista la posibilidad de falsarla. Esta posición ha sido bien
ilustrada por Herrera Gómez (2005), quien sugiere:
“seguir el camino olvidado, pero indicado, por Popper, esto
es, analizar no la estructura lógica de las teorías, sino el
comportamiento que el sujeto de conocimiento tiene en sus
confrontaciones” (Herrera Gómez, 2005: 81).
[…]
“Cualquier teoría puede afrontarse con un comportamiento Aebi M. F.
Crítica y
científico, con un comportamiento no científico o con un contracrítica de
la Criminología
comportamiento dogmático, etc. La física, la sociología, la
crítica: una
astrología, el psicoanálisis pueden considerarse con un respuesta...
comportamiento científico; y, de igual forma, todas pueden
ser observadas con un comportamiento que no sea científico
(Herrera Gómez, 2005: 85). Pág. 133
Por los motivos que he expuesto con claridad en mi artículo,
PROGRAMMA2

considero que la posición de Baratta corresponde a un


comportamiento no-científico. Este autor no nos deja ninguna
posibilidad de falsar su teoría.

4. La confusión entre el plano epistemológico y el


plano empírico (2ª parte)

En particular, al criticar el carácter no-científico de la concepción


de Baratta de la criminología, he insistido en el hecho de que
este autor establece como axioma:
“que el fenómeno de la desviación y su control debe ser
estudiado en el contexto socioeconómico de la sociedad
capitalista tardía en que se produce.

Al mismo tiempo, BARATTA sostiene que toda teoría que no


respete dicho axioma debe ser rechazada porque no ha
comprendido la esencia misma del fenómeno a estudiar.
[…]
Aún más, el criterio utilizado para refutar las teorías
criminológicas alternativas a la criminología crítica es
científicamente discutible. En resumidas cuentas, dichas teorías
son rechazadas por no ser marxistas.”

Aebi M. F. En su respuesta, Larrauri (101-102) se limita a citar el primero


Crítica y
contracrítica de de los párrafos precedentes y luego intenta demostrar, citando
la Criminología por ejemplo a Garland (2001), que el contexto
crítica: una
respuesta... socioeconómico de la sociedad capitalista tardía juega un rol
en la explicación de la delincuencia.

Nuevamente confunde aquí Larrauri el plano fáctico y el


Pág. 134
epistemológico. A mí no me cabe duda de que, en el plano
PROGRAMMA 2
fáctico, ese contexto socioeconómico juega un rol fundamental
en la explicación de algunos delitos. De hecho, lo he utilizado
como una de las explicaciones de la evolución de algunos
tipos de delincuencia -especialmente los delitos contra el
patrimonio- en Europa entre 1990 y 2000 (Aebi, 2004b, 2004c
y 2007). Lo que no puedo aceptar es que se me imponga
como regla epistemológica que ésta es la única explicación
posible para toda la delincuencia. Tal y como lo he señalado
en mi artículo (58-59) no veo cómo podría explicar el
comportamiento de un pirómano o de un violador a partir
del contexto socioeconómico de la sociedad capitalista tardía.

5. La noción de causa

El análisis que hace Larrauri (105-106) sobre la evolución


de la noción de causa en criminología es muy interesante.
No estoy totalmente de acuerdo con ella cuando afirma que
en la actualidad:
“se considera que el vocablo ‘causa’ es excesivamente exigente,
fuerte o rígido para entender los complejos factores que
influyen en el comportamiento delictivo” (105).

Creo que las ciencias empíricas no pueden dejar de utilizar


este vocablo. A mi entender, lo que se ha modificado es la
definición de causa, en el sentido de que la criminología ha Aebi M. F.
Crítica y
pasado de una concepción determinista a una concepción contracrítica de
probabilista de la causalidad, y que esta última ha sido la Criminología
crítica: una
completada con la introducción del concepto de factores de respuesta...
riesgo. Pero he desarrollado el tema de la causalidad en otras
publicaciones (Aebi, 2006 y 2007) y considero superfluo
volver a tratarlo aquí. Además, no alcanzo a ver de qué manera
Pág. 135
la exposición de Larrauri sobre la causalidad responde a mi
crítica a la concepción determinista de la causalidad en la
PROGRAMMA2

visión de Baratta de la criminología crítica.

6. Lecturas recomendadas

Agradezco la siguiente sugestión de Larrauri:


“Le sugeriría a Aebi la lectura de los análisis estadísticos, no
precisamente sencillos, realizados por Greenberg para mostrar
la relación en Estados Unidos entre estados con mayor gasto
social y tasas de encarcelamiento” (107).

En realidad, conozco los análisis de Greenberg -sobre los que


no me pronunciaré en este texto-, pero no entiendo a qué
viene esta sugerencia de Larrauri cuando jamás me he privado
de sostener que, según diferentes investigaciones ajenas y
propias, una inversión social de calidad es productiva para el
Estado y para sus ciudadanos. Por ejemplo, a partir de mis
investigaciones sobre la familia disociada, he afirmado que,
en un país europeo con un Estado de bienestar social bien
establecido, el efecto de esta configuración familiar sobre la
delincuencia es prácticamente nulo, mientras que en los países
anglosajones -donde el Estado de bienestar social está menos
desarrollado- se observa sistemáticamente una correlación

Aebi M. F.
entre familia disociada y delincuencia (Aebi, 2003b).
Crítica y
contracrítica de
la Criminología
7. Críticas justas e injustas
crítica: una
respuesta...
Sostiene Larrauri que una de mis críticas metodológicas es
injusta:
“Hay una crítica de Aebi que aun cuando formulada con
Pág. 136 respeto me parece injusta. Cuando se reprocha que Baratta
PROGRAMMA 2
no cita a las teorías situacionales (Aebi, 41), no considera las
objeciones realizadas a las investigaciones de Rusche y
Kirchheimer o Foucault (Aebi, 50), no toma en consideración
encuestas de delincuencia autorrevelada o de victimización
(Aebi, 53), esto puede atribuirse a sesgo ideológico o bien a
las auto limitaciones que todos tenemos como investigadores,
y quizás a un poco de ambas cosas.

Mantener que no se cita literatura que aparece después de la


publicación del propio libro, que no se citan cosas que están
en otro idioma que no necesariamente conocemos, que no
entendemos o usamos instrumentos propios de otras
disciplinas sociales, puede sin duda apuntarse, pero creo que
es erróneo atribuirlo a sesgos ideológicos en vez de reconocer
los límites que todos los investigadores tenemos.” (106).

Con respecto a los idiomas, el hecho de citar textos en inglés


y en francés en una crítica a Baratta no tiene absolutamente
nada de injusto. En efecto, el autor leía ambos idiomas.
Dejando de lado que es inconcebible que exista un especialista
en criminología que no lea el inglés, el lector interesado
puede comprobar en la bibliografía del libro de Baratta que
éste cita muchos textos en ese idioma. En cuanto al francés,
Baratta lo hablaba corrientemente y formó parte durante Aebi M. F.
años del comité editorial de la revista Déviance et Société. Crítica y
contracrítica de
De hecho, mi entrada en dicho comité editorial se produjo la Criminología
poco antes de la muerte de Baratta, pero lamentablemente crítica: una
respuesta...
no llegamos a conocernos personalmente.

En cuanto respecta a los instrumentos de investigación, al


criticar que Baratta no tome en consideración las encuestas Pág. 137
de delincuencia autorrevelada y de victimización, no estamos
PROGRAMMA2

criticándolo por desconocer “instrumentos propios de otras


disciplinas sociales” (Larrauri, 106) sino por desconocer los
instrumentos propios de la disciplina sobre la que escribe, es
decir la criminología.

Finalmente, y con respecto a los textos publicados con


posterioridad a la publicación del libro de Baratta -y en los
que se critican las ideas de Rusche y Kirchheimer (1939) y de
Foucault (1998/1975)-, la crítica de Larrauri parece a primera
vista perfectamente plausible. Sin embargo, cuando se lee
con detalle la nota de pie de página en la que aparecen
mencionados en mi artículo, pueden descubrirse algunos
matices:
“Con respecto a Rusche & Kirchheimer (1939), véase por
ejemplo Steinert & Treibert (1978), quienes -en un artículo
citado por Baratta en una nota de pie de página (p. 202, nota
18)- refutaron la hipótesis de la excesiva utilización de la
pena de muerte durante el medioevo mediante el
procedimiento científico que consiste en buscar las fuentes
originales y establecer claramente la cantidad de ejecuciones
realizadas; más recientemente, Killias (2001: cap. 8.5.3) ha
ampliado la refutación al obtener cifras sobre las ejecuciones

Aebi M. F.
realizadas en otras ciudades europeas que contradicen
Crítica y abiertamente las cifras avanzadas por Rusche & Kirchheimer
contracrítica de
la Criminología
(1939). Con respecto a Foucault (1998/1975), recomendamos
crítica: una la lectura de Braithwaite (2003) quien, en una incisiva crítica
respuesta...
de las ideas de David Garland (2001), nos recuerda que buena
parte de la obra de este último Punishment and Welfare
(Garland, 1985) está dedicada a corregir los errores históricos
Pág. 138 de Foucault. Baratta, en cambio, se limita a señalar que si la
PROGRAMMA 2
“discusión en torno de los libros ya clásicos de Rusche y
Kirchheimer y de Foucault sobre la historia de la prisión no
ha producido resultados definitivos en el plano sustancial -lo
que difícilmente habría podido ocurrir-, en el plano
epistemológico, por el contrario, ha producido resultados
irreversibles” (p. 202). Una afirmación que consideramos
arriesgada en la medida en que las investigaciones citadas
reposan sobre datos históricos erróneos” (Aebi, 50).

Como puede observarse, Baratta era plenamente consciente


de que los trabajos de Rusche y Kirchheimer y de Foucault
eran objeto de controversias. De hecho, ningún investigador
contemporáneo de Foucault podía ignorar las fuertes críticas
sobre la pertinencia de los datos históricos incluidos en sus
investigaciones sobre la penología y las enfermedades
mentales. Puesto que Baratta reconocía expresamente la
“discusión en torno de los libros ya clásicos de Rusche y
Kirchheimer y de Foucault”, consideré adecuado agregar otras
referencias que podrían serle útiles y de fácil acceso al lector
contemporáneo; pero tal vez Larrauri tenga razón y hubiera
sido preferible citar los textos de hace más de treinta años.

Por el contrario, se equivoca Larrauri cuando sugiere que


creo que se puede “desconsiderar a Foucault” para desdecirse
inmediatamente afirmando que “de hecho Aebi no Aebi M. F.
Crítica y
desconsidera a Foucault, lo que sucede es que no es consciente contracrítica de
en mi opinión de su deuda teórica con él” (108). Nuevamente la Criminología
crítica: una
mi objeción es de corte epistemológico y una vez más me respuesta...
opongo a la utilización del argumento de autoridad. No basta
citar a Foucault para que una afirmación sea cierta. Por otro
lado, personalmente creo que, a pesar de su deficiente
Pág. 139
sustento histórico, la aportación de Foucault es capital desde
el punto de vista de la reflexión teórica. Precisamente por eso
PROGRAMMA2

critico que se cite a Foucault por su aportación histórica y no


por su reflexión teórica.

8. Prevalencia e incidencia

En un apartado titulado “Al Cesar lo que es del Cesar”, Larrauri


se ataca a la distinción entre prevalencia e incidencia:

“Y sinceramente no veo cómo me ayudará a refutar la opinión


de que la comisión de delitos está ampliamente extendida
entre la sociedad, la distinción entre prevalencia e incidencia
que sugiere Aebi” (108).

A continuación presenta mis definiciones de ambos conceptos


-prevalencia: porcentaje de personas que comete delitos;
incidencia: cantidad de delitos cometidos- y comenta uno de
mis ejemplos:

“Y en una afortunada comparación [Aebi] expone como ejemplo


la diferencia entre fumar un cigarrillo y ser fumador” (109).

El ejemplo completo incluido en mi artículo es el siguiente:


En el mundo occidental, son relativamente poco numerosas
Aebi M. F.
Crítica y las personas que, “al menos una vez, de un modo u otro”, no
contracrítica de han probado un cigarrillo. ¿Es suficiente el haber probado
la Criminología
crítica: una una vez un cigarrillo para ser considerado fumador? ¿Resultaría
respuesta... razonable que las campañas de salud pública traten por igual
a quien fuma un paquete de cigarrillos diarios que a quien
dejó de fumar hace quince años? ¿Sería lógico ofrecer a esta

Pág. 140 última persona un tratamiento de desintoxicación? (56).


PROGRAMMA 2
Al lector le corresponderá juzgar si la distinción entre
prevalencia e incidencia de la delincuencia resulta útil o inútil.
Es probable que a Larrauri estos conceptos no le sirvan para
intentar contrastar la teoría del etiquetamiento (ver Larrauri,
109-110), pero es indudable que quienes toman decisiones
de política criminal deberían tenerlos en consideración al
diseñar campañas de prevención de la delincuencia.

9. ¿Cuál es la delincuencia más grave?

Estoy totalmente de acuerdo con Larrauri cuando afirma:


“Sin duda el homicidio es más grave que el hurto. Lo que
debemos preguntarnos es por qué los delitos de las clases
dominantes (delincuencia organizada, delincuencia
corporativa) son tan difíciles de etiquetar como homicidio.
Que las compañías farmacéuticas no bajen los precios de los
medicamentos, incurran en prácticas monopolísticas y
ocasionen con ello muertes en África producto del SIDA, que
un Estado venda material radioactivo a Somalia y ocasione
muertes, el tráfico de armas o la venta de armas a países en
los que existen conflictos armados, que no se respete la
normativa laboral y se hable de ‘accidentes laborales’, todo
esto es ‘delincuencia organizada’ o delincuencia de las clases
dominantes, que ocasiona homicidios (…)” (110-111).
Aebi M. F.
Crítica y
contracrítica de
Sin embargo, en todo el libro de Baratta no he encontrado
la Criminología
ni uno sólo de estos ejemplos tan cabales y tangibles de crítica: una
respuesta...
delincuencia de las clases dominantes que nos ofrece
Larrauri. Y, recordémoslo una vez más, mi crítica se refiere
únicamente a Baratta.
Pág. 141
10. El infierno tan temido: ¿Crítica progresista o
PROGRAMMA2

conservadora?

Con mucho tino denuncia Larrauri la tendencia a considerar


cualquier crítica al progresismo como una crítica
conservadora. Sin embargo, todo queda en una amable
declaración de intenciones porque inmediatamente termina
condenando mi crítica a dicha categoría (120).

La relegación a esa estancia del infierno ha sido siempre el


gran temor de los pensadores que gustan calificarse de
progresistas. Ese temor incluso puede intuirse en mi artículo
cuando manifiesto: “Quienes consideramos que la situación
actual del mundo está caracterizada por la injusticia…” (68).

Uno de los motivos que justifica mi condena al destierro es


que en mi crítica he aplicado los calificativos de ‘autoritaria’,
‘intolerante’, o ‘arenga revolucionaria’ a algunas de las
posiciones de Baratta (Larrauri, 120). Quienes conocen mi
obra de ficción (Aebi, 2000) saben que soy reacio al uso de
adjetivos. Puesto que trato de administrar los adjetivos con
la misma parsimonia en la ciencia que en la literatura, puedo
afirmar que sopesé muy bien los que he esgrimido, y creo
que su uso se encuentra plenamente justificado. Evidentemente
Aebi M. F.
Crítica y reconozco que se trata de una cuestión de opiniones y por
contracrítica de eso invito al lector a que lea el artículo en cuestión y juzgue
la Criminología
crítica: una
por sí mismo si los argumentos que se invocan en él justifican
respuesta... o no el uso de los adjetivos criticados.

De todas formas, resulta difícil escribir una crítica sin utilizar


ningún calificativo. Obsérvese que Larrauri tacha alguno de
Pág. 142 mis puntos de vista de “escandaloso” (118), considera que
PROGRAMMA 2
mi crítica “no es, en [su] opinión, progresista” (120) y que
“en la conclusión la exageración se desboca” (115), e incluso
-en un claro desliz demagógico- afirma que “podría deducir
graves errores ideológicos por parte de Aebi” porque no he
mencionado a la estructura patriarcal de la sociedad (103)3.

Al margen de todo eso, que Larrauri me califique de


conservador será sobre todo motivo de escándalo para mis
colegas conservadores, entre los cuales tengo una reputación
de progresista a causa de mis investigaciones sobre la
prescripción de heroína (Aebi, Killias y Ribeaud 1999 y Aebi,
2007) y mis críticas a la política criminal y a la política en
materia de drogas de los gobiernos de derecha (Aebi 2003 y
2007). Este es sin duda el aspecto positivo de mi condena al
ostracismo. En efecto, es probable que la mejor situación
para el científico social sea justamente la del outsider, el
extraño. Una vez condenados, quedamos en realidad libres
de decir claramente lo que pensamos. Reivindico entonces
aquí y ahora mi estatuto de librepensador.

En definitiva, las ideologías pueden transformarse a veces en


un corsé que nos impide pensar por nosotros mismos. O
peor aún, que nos obliga a pensar de determinada manera.
Muchos conservadores y progresistas tienen todos sus
Aebi M. F.
problemas resueltos porque se limitan a repetir lo que dice Crítica y
contracrítica de
la Criminología
crítica: una
3
También me resultan demagógicas las referencias a “los números hablan por sí respuesta...
solos” y la “ciencia libre de valores”. En todos estos casos, Larrauri me ataca por
cosas que no he dicho y que además constituyen tópicos de las escuelas de
pensamiento que se encuentran en la antítesis de la criminología crítica. No
puedo creer que Larrauri ignore que serán probablemente esos tópicos –que
jamás he pronunciado– los que sean recogidos cuando quienes comparten sus
ideas citen este debate.
Pág. 143
su dogma. El librepensador lo tiene más difícil. Sin embargo,
PROGRAMMA2

un científico librepensador puede plantearse sin complejos


preguntas como ¿por qué estar en contra de la pena de muerte
y a favor del aborto cuando el bien protegido es el mismo?, o
bien ¿por qué el catecismo de la iglesia católica permite la
pena de muerte y condena el aborto, cuando el bien protegido
es el mismo?, que son el tipo de preguntas que suelo
preguntar para incomodar a mis amigos progresistas y
conservadores, respectivamente.

11. Científicos y militantes

Al margen de esto, la clasificación de la crítica como progresista


o conservadora me parece una calificación ajena a las categorías
científicas. En el fondo, esto nos remite a la distinción entre
ciencia y militantismo. Como lo he explicado y argumentado
en mi artículo, considero que para un científico es
contraproducente transformarse en un militante. En particular:
“La perfecta objetividad es sin duda imposible, y tal vez sea
mejor renunciar definitivamente a obtenerla algún día. Sin
embargo, esto no es motivo para reemplazar la objetividad
por la más completa subjetividad. En realidad, ni siquiera en
las ciencias naturales es posible ser totalmente objetivo. Por
este motivo, los científicos prefieren hablar de intersubjetividad”.
Aebi M. F. […]
Crítica y
contracrítica de A nuestro entender el modelo para el científico debe ser el del
la Criminología juez y no el del abogado defensor. En cambio, BARATTA opta por
crítica: una
respuesta... este último modelo. Lamentablemente, en la práctica no puede
conciliarse la posición del científico con la de quien toma
abiertamente partido por una de las partes. Las investigaciones
de un científico que toma partido desde el comienzo por los
Pág. 144
sujetos investigados serán rechazadas por la comunidad
PROGRAMMA 2
científica y seguramente archivadas en algún cajón olvidado
por los responsables de la política criminal.” (74).

Ante mi gran sorpresa, Larrauri no retiene esta posición sino


que modifica mi pensamiento y sostiene que lo que propongo
como ideal es una “ciencia libre de valores” (112). Pero
“intersubjetividad” y “ciencia libre de valores” no son
sinónimos. Por lo tanto, toda la reflexión posterior de Larrauri
(112-114) carece de fundamento.

12. ¿Quién (es el irresponsable que) ha dicho “los


números hablan por sí solos”?

Según Larrauri, del conjunto de mis afirmaciones parece


deducirse “que las investigaciones empíricas ‘hablan por sí
solas’” (113). Jamás he dicho eso. No sólo no lo he dicho,
sino que en todas mis publicaciones de carácter empírico he
expuesto las cifras acompañándolas de una interpretación,
ubicándolas en un marco teórico y extrayendo las conclusiones
de política criminal que me parecieron pertinentes. Aun más,
cuando las publicaciones originales no me permitieron
profundizar estos aspectos, opté por exponerlos en una
publicación separada (Aebi, 2003). Otra vez Larrauri ha puesto
en mi boca palabras que no son mías, y huelga decir que este
Aebi M. F.
no es un procedimiento aceptado por la comunidad científica. Crítica y
Afortunadamente, se trata de un debate escrito, de manera contracrítica de
la Criminología
que los lectores pueden recurrir a los textos originales. crítica: una
respuesta...

En la misma perspectiva, no puedo entender qué lleva a


Larrauri a pensar que me opongo a que se saquen
conclusiones de política criminal: Pág. 145
“(…) si el criminólogo estudioso de la realidad del delito y de
PROGRAMMA2

los castigos, conocedor o realizador de investigaciones


empíricas, no puede realizar propuestas de política criminal,
no acierto a comprender quién estaría en mejores condiciones
para hacerlas” (113).

Jamás he dicho algo parecido. Además, de haberlo hecho,


me estaría contradiciendo de manera flagrante puesto que
jamás me he privado de sugerir intervenciones de política
criminal sobre la base de los resultados de mis investigaciones
empíricas -por ejemplo, con respecto a la conveniencia de
introducir programas de prescripción de opiáceos, o de aplicar
con mayor frecuencia la pena de trabajos en beneficio de la
comunidad (Aebi, 2003 y 2007)-. Lo que critico no es esto,
sino el paso suplementario que dan algunos investigadores y
que consiste en entrar en el terreno del proselitismo y hacer
campaña por los resultados obtenidos. Esto último es, para
mí, un trabajo que está fuera de la ciencia. Por supuesto, y
en la medida en que detesto el proselitismo, no pretendo
convencer a nadie de que piense como yo. Simplemente
expongo mi punto de vista.

13. Cosas que dijimos hoy


Aebi M. F.
Crítica y Para terminar de aclarar las cosas que jamás he dicho, debo
contracrítica de
la Criminología contradecir a Larrauri cuando afirma, al comentar mi
crítica: una investigación sobre el trabajo en beneficio de la comunidad
respuesta...

4
Seminario del 13 de mayo de 2005 en la UAB (Universidad Autónoma de
Pág. 146 Barcelona) ‘Penas alternativas en Europa’ presentado por Marcelo Aebi.
PROGRAMMA 2
(Killias, Aebi y Ribeaud, 2000a y 2000b):
“Por lo que conozco, el resultado de esta investigación,
expuesta por Aebi en la UAB4, concluye que ‘no hay diferencia
a efectos de reincidencia entre penas cortas de prisión (de 14
días) y la pena de TBC’. De ello deriva Aebi que se pueden
sustituir las penas cortas” (113-114).

Jamás he dicho que hay que sustituir las penas cortas. Es


más, pienso con Kuhn (1993) que suprimir las penas cortas
es un error porque los jueces tienen tendencia a razonar en
categorías de prisión versus no-prisión, y al abolir las penas
cortas se corre el riesgo de que los jueces apliquen penas
más severas para asegurarse de que la persona pase un
tiempo en prisión.

Aún más, en mis publicaciones (Killias, Aebi y Ribeaud, 2000a


y 2000b) he puesto el acento en que la similitud en los efectos
de las penas muy cortas de prisión y el trabajo en beneficio
de la comunidad sugiere que la pena muy corta de prisión no
tiene los efectos estigmatizantes que tradicionalmente (desde
von Liszt) se le han achacado. Se trata de un caso en que la
investigación empírica refuta una hipótesis teórica aceptada
por buena parte de la comunidad científica.

Aebi M. F.
14. Dictaduras Crítica y
contracrítica de
la Criminología
Hay un solo punto en el que me permito elevar el tono de mi crítica: una
respuesta...
respuesta. Es cuando Larrauri utiliza el típico razonamiento
marxista que sugiere que intentar explicar la realidad es una
forma de justificarla (de aquí se deriva que no hay que explicar
la realidad, sino cambiarla). Así, Larrauri sugiere que, cuando Pág. 147
afirmo que los movimientos guerrilleros latinoamericanos
PROGRAMMA2

aceleraron los golpes de Estado y las sangrientas dictaduras


militares que torturaron y mataron a decenas de miles de
ciudadanos, estoy justificando indirectamente esos golpes.
Esta acusación me parece indigna, y por lo tanto ni siquiera
merece ser respondida. Quien quiera constatar la manera en
que he criticado esas dictaduras militares puede leer mi obra
de ficción (Aebi, 2000).

15. Torres de Marfil

Me permito apuntar que no deja de ser paradójico que Larrauri


afirme:
“Para acabar. Fuera de lugar y totalmente ideológico me parece
el tópico del criminólogo crítico encerrado en su ‘confortable
torre de marfil’” (117).

Y que Nils Christie, que Larrauri invoca en dos ocasiones en


su texto, haya manifestado en la ya citada conferencia de la
Sociedad Europea de Criminología en Helsinki:
“Salgan de la torre de marfil, nos dicen muchos. Pero estamos
fuera. Volvamos a entrar, sería mi respuesta. O al menos
tengamos también la torre de marfil5” (Christie, 2004: 9).

Aebi M. F.
16. ¿Herencia de la criminología crítica?
Crítica y
contracrítica de
la Criminología
Para terminar, Larrauri presenta una lista de “aportaciones de
crítica: una
respuesta... la criminología crítica” (121). Esta lista tiene dos lecturas: O

5
“Come out of the ivory tower, say so many. But we are out. Let us come in
again, would be my answer. At a minimum, let us also have the ivory tower”
Pág. 148 (Christie, 2004: 9).
PROGRAMMA 2
bien se trata de temas “tratados” por la criminología (y
entonces es superflua), o bien se trata de temas que “introdujo”
la criminología crítica (y entonces es errónea). Al final de la
lista, Larrauri se inclina por la primera opción al decir:
“No pretendo en últimas afirmar que este catálogo de
afirmaciones haya sido inventado por la criminología crítica
pero ha sido difundido, popularizado y profundizado por esta
teoría. Son rasgos distintivos de la criminología crítica...” (123).

El problema es que la lista incluye temas como este:


“La importancia de la delincuencia de los poderosos por el
daño social que conlleva y por las dificultades extremas que
existen para su criminalización. Estos estudios de criminalidad
de cuello blanco fueron realizados muy tempranamente por
criminólogos críticos como Quinney o Pearce (cit. por Geis-
Meier-Salinger, 1968).” (122).
Este tema, como todos sabemos, fue introducido por
Sutherland en 1939 (ver Sutherland, 1940) y ha sido tratado
por muchísimos investigadores que no son precisamente
criminólogos críticos.

También formaría parte de la “herencia”:


“Que la criminología estudia las causas de la delincuencia y el
sistema penal. Ciertamente esta es una afirmación de la teoría Aebi M. F.
Crítica y
del etiquetamiento...” (121). contracrítica de
la Criminología
Como Larrauri lo señala, esta es una herencia de la teoría del
crítica: una
etiquetamiento y no de la criminología crítica, como también respuesta...
lo es la siguiente:
“Que el sistema penal es selectivo, en su definición de qué
comportamientos son delitos” (122). Pág. 149
El catálogo de Larrauri también incluye como herencia de la
PROGRAMMA2

criminología crítica:
“Que las víctimas son en su mayor parte provenientes de los
sectores excluidos del mercado laboral y de la sociedad.
Admitido en la actualidad por la comunidad de criminólogos
pero afirmado originariamente por la criminología crítica
(Young, 1975)” (121-122).

La prueba empírica de que la delincuencia la sufren sobre


todo las clases desfavorecidas fue aportada por las primeras
encuestas de victimización, cuyos primeros resultados fueron
publicados en 1973. De aquí la retoma Young en 1975 para
su criminología de la clase obrera. Y es justamente por estos
antecedentes históricos que le critico a Baratta que en 1982
no haya tomado en consideración a las víctimas.

Por cierto, según Larrauri la criminología crítica también tendría


en su herencia:
“La atención a la víctima con su desarrollo posterior de las ideas
abolicionistas, experiencias de mediación víctima-delincuente y
justicia restauradora” (122).
Esto sí que me sorprende en la medida en que Fattah (2000),
que es el autor que más se ha ocupado de la historia de la
Aebi M. F.
Crítica y victimología, relaciona el desarrollo de los movimientos de
contracrítica de
defensa de las víctimas en los años 1980 con la llegada de los
la Criminología
crítica: una conservadores al poder en Estados Unidos y el Reino Unido.
respuesta...

En definitiva, me parece que la lista de afirmaciones de Larrauri


no constituye una “herencia de la criminología crítica”. Se
Pág. 150 trata en la mayoría de los casos de temas que fueron
PROGRAMMA 2
introducidos y estudiados por otras teorías. Si cada teoría
que trata un tema lo considerara luego herencia propia
tendríamos un conflicto bastante grave entre los herederos.

17. Conclusión

Como lo afirmé en la introducción, considero que la crítica de


Larrauri se basa en una lectura equivocada de mi artículo. En
lugar de realizar una defensa de la concepción de Baratta de
la criminología crítica -que es la que yo había criticado-,
Larrauri realiza una defensa del conjunto de la criminología
crítica, que no era objeto de mi crítica. Por otro lado, al
parafrasear mis ideas, Larrauri en muchos casos las tergiversa.
De hecho, he demostrado que en varias ocasiones Larrauri
afirma que yo he dicho cosas que en realidad jamás dije.
También, al intentar responder a algunas de mis críticas,
Larrauri confunde el plano epistemológico con el plano fáctico.
Me parece ver también una cierta demagogia en algunas de
las acusaciones que me dirige. Finalmente, pienso que Larrauri
reivindica para la criminología crítica muchos temas que en
realidad no le pertenecen.

En definitiva, considero que he demostrado que Larrauri no


ataca el artículo que escribí, sino una reelaboración del mismo. Aebi M. F.
Crítica y
Y sinceramente no me creo responsable de esa reelaboración.
contracrítica de
Mi responsabilidad se limita a lo que escribí. la Criminología
crítica: una
respuesta...
Finalmente, y puesto que comparto la idea Popperiana de
que la crítica es el motor de la ciencia, estoy contento de
haber participado en este debate. Creo que no hemos
encontrado muchos puntos en común y esto me asombra un Pág. 151
poco puesto que en las charlas parecería que nuestras ideas
PROGRAMMA2

no son tan opuestas. Esto tendrá probablemente algo que


ver con la diferencia entre el lenguaje escrito y el lenguaje
oral, o tal vez con el hecho de que ambos hemos radicalizado
un poco nuestras posiciones al exponerlas en detalle. En todo
caso, agradezco a Elena Larrauri su crítica y espero que ella
entienda mi respuesta.„

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