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ERNESTO MENESES MORALES, S. J.

, HUMANISTA

Como todos los jesuitas de su generación, el padre Meneses fue formado en una tradición que buscaba
explícitamente hacer humanistas de los escolares. Para ello, el proceso de formación general de quienes serían
ordenados sacerdotes –proceso descrito por la Ratio Studiorum, cuya duración ordinaria era de unos 16 años-
incluía tres años de letras clásicas en las lenguas originales (griego y latín). Cabe señalar que al cabo de esta
formación el padre Meneses procedió a la realización de estudios especiales que tuvieron como resultado su
obtención de los grados de Maestría en Ciencias de la Educación y de Doctorado en Psicología (ambos
otorgados por Fordham University). .Por lo demás, la repetida realización de los Ejercicios espirituales,
instrumento sin par para facilitar la práctica del discernimiento y la toma de decisiones personales libres y
responsables, promovió en él, como ha promovido siempre en todos los miembros de la Compañía de Jesús,
la autonomía característica de lo que entre ellos es conocido como “nuestro modo propio de ser”.

Si bien puede decirse que el humanismo es uno de los rasgos constitutivos del modo de ser jesuita, en
el caso del padre Meneses este rasgo se manifestó de manera particularmente acentuada, como lo atestiguan
su obra y su pensamiento. Cabe recordar a este respecto el papel fundamental otorgado al humanismo en la
Reforma Académica de la UIA que, bajo su liderazgo, tuvo lugar en la primera mitad de la década de los años
setenta. Con entusiasmo asumió y buscó llevar a la práctica en la Reforma la formulación que del concepto
diera el licenciado Efraín González Morfín: “actitud caracterizada por el pensamiento ordenado y crítico; la
clara expresión oral, escrita y de toda índole; el planteamiento y la solución del cuestionario básico del
hombre (su origen, destino y naturaleza): la conciencia histórica; la experiencia estética; la cooperación social
responsable y la congruencia entre pensamiento y conducta".

Ernesto Meneses fue siempre un firme creyente en el gran proyecto de la modernidad: la


emancipación y realización humanas través del ejercicio de la razón. (“La Universidad, ‘casa de la razón’”
era uno de sus aforismos predilectos). Hasta sus últimos días se mantuvo informado, como lo había hecho
toda su vida, de los progresos en todos los campos del conocimiento -que para él venían a ser conquistas de
la humanidad-, aunque eran los avances en materia científica los que de manera más conspicua capturaban su
atención. Gustaba de comentarlos con sus amigos y, cuando lo hacía, su entusiasmo y su admiración se
volvían contagiosos. Quien lo escuchaba se convencía de que era posible un mundo mejor y de que en su
construcción la universidad humanista tenía un papel esencial que desempeñar. Él ciertamente desempeñó el
suyo.

Luis Vergara
Marzo, 2001.

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