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Si había algo que caracterizara a Pablo era esa necesidad que tenía por resolver
todos los tipos de juegos lúdicos que se pusieran a su alcance. Más que juegos eran
para él un motivo de preocupación, sentía que tenía la obligación de desentrañar los
secretos que obstinadamente permanecían velados para la mayoría de los mortales,
quizás de alguna manera descubriera así los secretos del universo mismo. Puzzles,
enigmas, pensamientos laterales, juegos matemáticos, no había en el mundo alguno
que se le presentase imposible. Ya de pequeño mostraba una incipiente facilidad
para resolver todo tipo acertijos. Pablo no llevaba mas de 6 años sobre esta vida
cuando el padre incitando a su hijo a una superación cada vez mayor le llevaba
revistas de palabras cruzadas, sopas de letras, libros de pensamiento lateral e
irónicamente no pasaba mas de algunas hora o en contadas ocasiones días sin que el
chico le pidiera algún otro medio que desafíe su inteligencia.
Con el tiempo Pablo creó del resolver estos problemas un arte. Primero se escucha el
enunciado, luego se lo repite para uno mismo en una retahíla continua, dándole
vueltas al asunto y encontrando posibles grietas y más tarde se lo analiza para al
cabo de algún tiempo se llegara a la respuesta. Para Pablo los enigmas presentaban
un desafío que hacía casi propio y del que, por mas que quisiera, no podía escapar
hasta no llegar a la respuesta requerida, esa era la única salida que para él existía, y
fue eso lo que lo llevó a la tumba. Pero aún hoy, muchas de las personas que lo
conocieron se preguntan si no decidió él su final y no fue solo una cruel broma del
destino.
Una vez que pulverizó otro enigma mas, se recostó en la silla, suspiró largamente y
se permitió relajarse en su asiento saboreando su capuccino que hacia tiempo habia
perdido todo resto de calor. A su vez sus amigos murmuraban entre sí a ver
exprimiendo sus ya de por si cansadas mentes para ver si todavía recordaban algún
juego que no le hayan planteado antes. Vanos pero altruistas intentos al fin y al
cabo.
-Disculpe - se oyó una voz cascada desde algún lugar del recinto, sobresaltando a los
presentes- no he podido evitar oír a su amigo aquí presente y, permítame decirles
que es maravilloso en esto, continuó la voz incorpórea.
Cuando Pablo se hubo recuperado del susto inicial se dio vuelta girando sobre su
eje, y un dolor le recorrió el espinazo haciendo acuso de recibo de la mala posición a
la que lo habían sometido durante horas de meditabunda paciencia. Se tomo su
tiempo para analizar al hombre que tenía detrás. Tendría unos 60 años, pelo ralo,
barba entrecana cortada pulcramente y un traje color oscuro que hoy sin lugar a
dudas se lo catalogaría de anacrónico. También llevaba en su mano izquierda un
bastón de caoba negra que le hacia juego a la perfección con el traje. Pareciera que
el bastón, el traje y él eran 3 partes de una misma pieza. Casi como formando un
todo.
-Pero donde he dejado mis modales -dijo el dueño de la voz ominosa- mi nombre es
Jhon Riddledeath -dijo extendiendo una huesuda mano- pero eso no es lo más
importante. Llevo recorrido gran parte de este vasto mundo ofreciendo mis
servicios. Dicho lo cual hizo uso de una carta que siempre le daba buen resultado, el
silencio. Cuando se hizo insoportable la situación, cual tahúr empedernido, dejo
deslizar la siguiente frase, casi en un susurro inaudible: Ofrezco a la gente lo que
quiere, soy como un vendedor de… digamos utopías, consigo lo que se cree es
imposible. Se separó del grupo de cabezas que formaban lo ahí reunidos y el hombre
aprovecho para alejarse un poco mas. Se sentó tieso cual vara de madera en la silla.
Hacia ya tiempo que había ocupado una silla y la rigidez de esta estaba haciendo
mella en su huesudo trasero.
-Bien, bien, bien, veamos que tengo para ti -dijo Jhon, mientras buscaba en su
portafolio trabajado finamente en cuero también negro. Era como si, para el hombre,
la sola idea de que existiera otro color para vestir le repugnara- ¡Pero claro, debí
haberlo supuesto- dijo quizás mas enigmáticamente que nunca.
Luego de remover algunos papeles de su portafolio saco un manojo de hojas, de las
cuales casi todas cayeron al piso menos una que sujetó firmemente entre sus largo
dedos. Releyó lo que había ahí escrito, asintió satisfecho y clavo sus grises ojos
acerados en Pablo.
- ¿Qué es lo que el que fabrica no necesita, el que lo compra no lo usa para sí, y el
que lo usa no sabe que lo hace...?
Dicho esto, reordenó los papeles descuidadamente, casi con desgano, arrojó unas
monedas sobre la mesa para pagar lo que no había consumido y raudo se retiró del
local.
Pero Pablo no notó que Jhon se había ido. Enfrascado en sus pensamientos el mundo
que lo rodeaba perdía protagonismo. Interesante pensó, está bien construido, y jamás
lo había oído, tiene que ser mío, nuevamente esa sensación de poder que le recorría
en cuerpo con una intensidad que nunca antes había tenido. Y una chispa de codicia
encendió en sus ojos y su cuerpo fue chamuscado por la desesperación y la locura.
-¿Qué es lo que el que fabrica no necesita, el que lo compra no lo usa para sí, y el
que lo usa no sabe que lo hace, empezó a murmurar como un rezo repetido una y
otra vez hasta el hartazgo.
Pasadas un par de horas, cuando sus amigos, que ya estaban harto acostumbrados a
los estados de trance de Pablo, se quedaron sin tema de conversación y viendo que el
ultimo conteo de cervezas vaciadas en buches sedientos ascendia a 3 litros por
cabeza, decidieron levantarse y retirarse del bar aún a sabiendas que dejaban a su
amigo. No era ni la primera ni iba a ser la ultima vez que lo hacian, eso de dejarlo
así, solito. Pagaron y se fueron. ¿Que ocurrencias hubieran compartido de saber que
ese iba a ser la ultima cerveza que iban a compartir todos juntos? O al menos todos
vivos.
Mas tarde aún, machismo mas tarde, horas después del encuentro que casi pareció
casual, cuando debían cerrar el local el mozo le pidió amablemente a Pablo que se
retire. Pablo lo miró de hito en hito y solo moviendo los labios como si estuviera
leyendo alguna culpa escrita en la frente del empleado se levantó lentamente y
caminó de regreso a su casa mientras seguía murmurando para sí el enigma.
- Bueno -insistió en convencerse la madre- debe estar enfrascado con otro de sus
tontos jueguitos, ya va a bajar cuando tenga hambre. Cuando cayó la noche empezó
a preocuparse y llamó enérgicamente a la puerta de su cuarto.
-Pablo, estás bien – preguntó con los sentimientos a flor de piel, dicho lo cual abrió
lentamente, y lo encontró acostado en la cama con los brazos sobre el estomago
murmurando su rezo continuo. Jamás en la historia de la humanidad una frase pudo
describir una situación tan gráficamente como lo que le paso a la madre de Pablo.
Digamos que el corazón le dio un vuelco (en realidad una arteria hizo que se le
llenara de sangre) ya que vio el futuro inmediato de su hijo reflejado en la copa de la
muerte que bebía tranquilamente a su lado. Decir que la muerte brindo por ella sería
una exageración, pero supongamos que así lo hizo.
Al otro día encontró recuperada del susto (como si hubiera visto un fantasma) y con
el peno entrecano y muchos años mas encima, la madre de Pablo encontró a su hijo
en el mismo lugar.
Cuando recibió las indicaciones de cómo llegar al pueblo cercano lugar, abrió su
portafolio, revolvió en el papelerío y saco una lista en la cual tacho prolijamente:
Pablo (Enigmas) Pueblo Cinnamint. Y se caminó lentamente a Ceylon, sabiendo
que, al fin y al cabo tenia todo el tiempo del mundo para llegar allí. Total, nadie
nunca se murió en la víspera ¿O si?
FIN
037-El Enigma
Hubo una vez un hijo de un rico comerciante que estaba poseído por un fuerte deseo de viajar por el
mundo, y decidió hacerlo haciéndose acompañar solamente por un fiel sirviente. Un día llegó a un gran
bosque, y al final de la tarde no había encontrado aún un refugio, y no sabía donde pasar la noche. En eso
vio a una mujer que se dirigía hacia una pequeña casa, y acercándose a ella vio que era una joven
doncella. Él le habló diciéndole:
-"Querida joven, ¿podríamos mi sirviente y yo encontrar posada por esta noche en esa casita?"-
-"Oh, sí"- respondió con una voz triste, -"ciertamente que podrían, pero les aconsejo que no se aventuren
a eso. No vayan."-
-"¿Por qué no?"- preguntó el muchacho.
La joven suspiró y dijo:
-"Mi patrona practica malas artes y siempre está indispuesta con los extraños."-
Entonces comprendió que habían llegado a la casa de una bruja, pero como ya estaba oscuro y no podían
avanzar más, y también porque no era temeroso, entraron.
La vieja mujer estaba sentada en una mecedora cerca del fuego, y miró al extraño con sus rojos ojos.
-"Buenas noches"-gruñó ella, y fingió ser muy amable. -"Tomen un asiento y descansen."-
Ella sopló el fuego en el que estaba cocinando algo en una pequeña olla. Su criada les advirtió a los dos
viajeros que tuvieran prudencia, que no comieran ni bebieran nada, pues la anciana preparaba bebidas
envenenadas. Ellos durmieron en calma hasta el amanecer. Cuando ya se alistaban para su salida, y el hijo
del comerciante estaba ya sentado sobre su caballo, la anciana dijo:
-"Paren un momento, les daré una manita con una bebida para la partida."-
Mientras ella traía la bebida, el joven se fue, y el sirviente, que tenía que tenía que abrochar firmemente
su silla de montar, fue el único que quedó presente cuando la malvada bruja llegó con la bebida.
-"Llévale esto a tu patrón."- dijo ella.
Pero en ese momento el vaso se volcó y el veneno se regó sobre el caballo, y era tan fuerte que
inmediatamente el caballo cayó muerto.
El sirviente corrió tras de su patrón y le contó lo que había sucedido, pero no quería dejar su silla de
montar tras de sí, y regresó a recogerla. Sin embargo cuando llegó donde el caballo muerto, un cuervo
estaba sobre él picoteándolo para devorarlo.
-"¿Quién sabe si podremos encontrar algo mejor para hoy?"- dijo el sirviente.
Así que mató al cuervo y se lo llevó. Y siguieron su camino dentro del bosque el resto del día, pero no
salían de él. Al anochecer encontraron una posada y entraron en ella. El sirviente le dio el cuervo al
posadero para que lo alistara para la cena. Pero no sabían que habían llegado a una guarida de asesinos, y
durante la oscuridad de la noche, llegaron doce de ellos, con la intención de matar a los recién llegados y
robarles. Pero antes de cometer su objetivo, se sentaron a cenar, y el posadero y la bruja se sentaron con
ellos, y juntos tomaron un plato de sopa que se había hecho con la carne del cuervo. No habían terminado
de tomar un par de cucharadas, cuando todos cayeron muertos, pues el cuervo les transmitió el veneno
que había picoteado del caballo. No quedó vivo nadie más en la posada que la hija del posadero, quien era
honesta, y nunca tomaba parte de sus malvados actos. Ella le abrió todas la puertas al extraño, y le mostró
los tesoros que había apilados. Pero el muchacho le dijo que podía quedarse con todo aquello, y que él no
tomaría ninguna cosa. Y siguió su camino junto con el sirviente.
Después de haber viajado un largo trecho, llegaron a un pueblo en el cual había una bella, pero muy
orgullosa princesa, quien había mandado a proclamar que el hombre que le propusiera a ella un enigma
que ella no pudiera resolver, lo haría su esposo. Pero eso sí, si ella resolvía el enigma, él sería encarcelado
por todo un año.
Ella se daba tres días para resolver el enigma, pero era una chica tan lista, que por lo general al primer día
ya tenía la respuesta. Nueve pretendientes purgaban ya la condena por su intento, cuando llegó el hijo del
comerciante, y cegado por el encanto de la princesa, estuvo dispuesto a perder su libertad.
Entonces fue donde ella, y le propuso su enigma.
-"¿Qué es"- dijo -"uno que nunca mató a ninguno, y sin embargo mató a doce."-
Ella no sabía que sería aquello, y pensó y pensó, pero no daba en la solución. Abrió cuanto libro de
enigmas tenía, pero no estaba escrito en ninguno. En resumen, sus conocimientos llegaron a su fin. Como
ya no sabía como ayudarse, le ordenó a su criada introducirse en el dormitorio del joven y que escuchara
sus sueños, y pensó que quizás hablara dormido y delatara el enigma.
Pero el astuto sirviente se había acostado en la cama de su patrón, y cuando la criada llegó, él le jaló la
capa con que se había cubierto, y la echó dándole de palos.
A la segunda noche, la hija del rey envió a su criada de más confianza a ver si ella podía tener éxito en la
misión de escuchar. Pero el sirviente también le soltó la capa, y la echó dándole de palos.
Ahora el joven se sintió seguro por la tercera noche y se instaló en su cama. Pero ahora vino la princesa
en persona, que se había puesto una capa gris oscuro, y se sentó cerca de él. Y cuando pensó que ya se
había dormido profundamente y soñaba, le habló, esperanzada en que dormido le contestaría, como
muchos lo hicieron, pero en realidad él estaba despierto, y entendía y oía perfectamente. Entonces ella
preguntó:
-"Uno que nunca mató a ninguno, ¿qué es eso?"-
Él contestó:
-"Un cuervo, que comió de la carne de un caballo que había muerto por veneno."-
Y ella preguntó aún más:
-"Y sin embargo mató a doce, ¿qué es eso?"-
Él contestó:
-"Significa que doce asesinos, que comieron de la carne del cuervo, murieron por ello."-
Cuando ella supo la respuesta del enigma, ella quiso salir corriendo, pero él le agarró la capa tan fuerte
que se vio obligada a soltarla y dejarla abandonada. A la mañana siguiente la hija del rey anunció que ya
había adivinado la respuesta al enigma, y enviopor los doce jueces, exponiendo la solución ante ellos.
Pero el joven pidió su derecho a la defensa y dijo:
-"Ella entró subrepticiamente a mi habitación en la noche y me interrogó, de otro modo no hubiera podido
saber la respuesta."-
Los jueces dijeron:
-"Danos una prueba de eso."-
Entonces su sirviente presentó los tres mantos capturados, y cuando vieron el manto gris oscuro que la
hija del rey acostumbraba usar, dijeron:
-"Que ese manto sea decorado con oro y plata, para que ella lo use en su boda con este joven."-
Y la boda se realizó, y todos los que habían sido condenados por los enigmas previos, quedaron en
libertad inmediatamente.
Enseñanza:
Todo convenio debe cumplirse limpiamente, sin engaños, tal como se acuerda.
El fuego, puede observar el forzudo, se extiende al camión que les sigue, el de los animales. El arca de
Noé ardiendo. La extinción de las especies. El arca sobre la autopista y la botella se ha detenido junto a la
mano de Dolores. Es su magnetismo. “Borracha asquerosa”, piensa el forzudo (¿o lo ha dicho en voz
alta?). Los animales no pueden saltar, no pueden abandonar el arca. A Desiderio le basta con romper una
ventana. Puede hacerlo con facilidad. Es un forzudo, precisamente, por esa facilidad. Pero el camión corre
demasiado. El fuego se extiende a otro camión del convoy, el de los músicos. Alguno salta por la
ventanilla y se pierde en la oscuridad. No parece caer al suelo; parece caer hacia atrás en el tiempo,
hundirse en la negrura que persigue al convoy del circo. ¿Debe saltar el forzudo? Antes tiene que resolver
un interrogante: ¿por qué lo ha hecho? ¿Por qué Dolores está tendida en el suelo de la caravana? Tiene
que averiguarlo ahora, entre el fuego que ya alcanza al remolque, al Arca de los animales, al camión de
los músicos. Tiene que hacerlo ahora por si no sobrevive. Tiene que morir sabiéndolo.
El conductor ya ha saltado; no parecía otra cosa sino una estrella fugaz. Ha cruzado por la ventana del
remolque como un meteorito. ¿Ha dicho algo? ¿Ha gritado algo? El cinturón de cuero está ardiendo. El
camión continúa su rumbo sin piloto, como si fuera un vagón sobre unos raíles invisibles. De pronto
(nunca esta expresión ha resultado tan certera), el camión de los músicos que estalla. El mayor
espectáculo del mundo. Miembros por el aire. Partituras ridículas hechas añicos. Dolores también ha
comenzado a arder. La botella refleja demasiada luz. Las pupilas detenidas de Dolores reflejan demasiada
luz. ¿Por qué lo ha hecho? ¿Dijo ella algo inoportuno? “Eres despreciable”, fue lo único que tuvo tiempo
de decir. En cualquier caso hay que romper la ventanilla antes de que trague humo. Antes de que lo
entierre el humo.
No es posible que el convoy esté ardiendo. No es posible que el remolque continúe su rumbo sin
conductor. No es posible esta velocidad cinematográfica. No es posible que haya matado a Dolores. No es
posible saltar. No es posible que el motor se detenga cuando se agote el combustible (ahora no se mueve
por combustible). CRASH. Cristales rotos abriendo una salida al humo. No es posible quedarse dentro de
la caravana. El cinturón está ardiendo, Dolores está ardiendo. El catre está ardiendo. Demasiado humo a
pesar de que la ventanilla ya ha sido rota por el forzudo. No es posible casi respirar. No es posible, pero
de pronto la puerta trasera se abre, y hay un tigre sobre la cabina del camión de los animales. Está
mirando al forzudo. Está interrogándolo con sus ojos reflejando la totalidad de la escena. Desiderio, el
fuego, el cadáver en unas pupilas de animal; porque todo reflejo es una pregunta. ¿Por qué mató a
Dolores? ¿Por qué todo está en llamas? ¿Por qué de repente, cuando no hay esperanza, el convoy se
detiene, progresiva, suavemente, y Desiderio ve desde la ventanilla a los payasos acercarse provistos de
extintores?
El forzudo baja del remolque. Sale a la noche. Sale a la claridad de una noche reconocible, consistente,
con estrellas en el cielo y la ley moral dentro de los hombres. Un payaso se aproxima. Es Lucien, el
clown. Trae un extintor.
—¿Estás bien? –pausa— ¿estás bien?—repite— ¿Y Dolores?
—Dolores ha muerto. Ha muerto... Yo..., estoy bien.—Recupera el resuello, se sienta al borde de la
autopista, acepta el cigarrillo que le ofrece el payaso. Se tranquiliza —estoy bien.
—Tranquilo. Lo importante es que al menos tú estás a salvo. –pausa mientras mira arder el camión; se
aproxima a él para observar los restos de Dolores. Regresa.
—Se ha consumido— le dice al forzudo. El convoy es una serpiente estirada, ardiendo. Ruidos de sirenas.
Chillidos. La hija del saxofonista llora desconsoladamente al fondo.
— Buenos días, señorita, me dijo con voz lisonjera, inclinándose con una reverencia.
El payaso se plantó delante mío y con los puños en las caderas lanzó con vozarrón
de payaso: "Pero yo no soy un desconocido, ¿acaso no conoces tú a los payasos?".
— Sí, tienes razón, pero yo soy especial. Y bajando la voz: "Yo soy el payaso de
este bosque, y conozco todos sus secretos. No sabes la suerte que tienes de haberme
encontrado”.
— Tienes razón, en parte solamente, ya que en este bosque sí hay un payaso, y soy
yo.
El payaso nuevamente hizo una reverencia, pero esta vez muy exagerada.
— Pero niña, entonces yo puedo ayudarte, yo conozco todos los caminos. Ven,
sígueme, te mostraré el camino más divertido.
— Sí, sí, por supuesto, el camino divertido. Verás, hay juegos, y... globos, y...
música, mucha música, ya verás.
— ¿Que te pasa? ¿Te comieron la lengua los ratones? Mira, si me sigues con buena
voluntad, te vas a entretener muchísimo, ya vas a ver. Pero si consigues enojarme,
entonces...
¡No quiero seguirte!, seguí gritando. Entonces me desperté de un golpe. Era sólo un
sueño, sacudí la cabeza y me levanté a tomar un vaso de agua. Ya más tranquila me
acosté de nuevo y me deslicé en el sueño casi sin darme cuenta. El payaso me
esperaba burlón.
— Así que te habías quedado dormida. Entonces... ¡me debes una prenda!
— No te interesa saber qué tengo aquí? Me dijo sentándose y cruzando las piernas,
comenzó a dar vueltas alrededor de su índice una cinta azul con algo que brillaba en
su extremidad.
Me dí cuenta de que la única forma de vencer a esa criatura era con astucia y mucha
sutileza, mi mente empezó a buscar a toda velocidad, tenía que encontrar algo, y
rápido.
— ¡Ahhh! Me encantan los desafíos. Pero eso sí, tendrás que someterte a las reglas.
— ¿Cuál es el animal que por la mañana tiene cuatro pies, dos al mediodía y tres en
la tarde?
Una gran carcajada resonó en todo el bosque, el payaso se doblaba de tanto reír.
— Bueno, bueno, veo que no eres diferente de la gran mayoría de los seres
humanos, desde que se trata de enigma, todos salen con esa pregunta, siempre la
misma.
— Está bien, ahí va la respuesta, y recitó con tono aburrido: “ese animal es el
Hombre, pues en su infancia anda sobre sus manos y sus pies, cuando crece
solamente sobre sus pies y en su vejez ayudándose de un bastón como si fuera un
tercer pie”. Enseguida agregó con voz impaciente:
— “Entre pared y pared hay una pava echada. Llueva o no llueva, siempre está
mojada”.
— Me ganaste. Eso sí, tienes que darme la respuesta a tu enigma, y agregó con voz
amenazadora:
— Toma, ahí está tu prenda, me dijo, lanzándome la cinta azul con mi arito.
Un rayo de sol en los ojos me despertó. Me toqué la oreja izquierda, no tenía el arito,
pero lo encontré fácilmente bajo la almohada. “Levántate, que estás atrasada”, me
dijo Isabel, con el uniforme ya puesto. Me levanté como pude, tomé un sorbo de té
con leche y salí corriendo tras ella. Entonces vi la cinta azul con que se había atado
el pelo. “¿Y esa cinta?”, le pregunté asombrada.
“Esta mañana la encontré en el suelo, al lado de tu cama. ¿No te molesta que me la
haya puesto?”
La abracé y me puse a dar vueltas con ella. “¿Qué te pasa, estás loca?”rió Isabel.
“No te preocupes, es que estoy tan feliz de estar aquí, contigo” contesté también
riendo. “Ahora sí sé que estás loca” me respondió condescendiente. Nos tomamos
del brazo y partimos felices al colegio. Estaba tan dichosa de saber que estaba
viviendo, existiendo aquí y ahora. Ya no me importaba saber si lo del payaso había
sido real o solamente mi imaginación, lo importante era disfrutar cada segundo a
fondo, y seguir viviendo.