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SALUD DE LA POBLACIÓN
Y DESIGUALDAD SOCIAL
INTRODUCCIÓN
ROSARIO CÁRDENAS*
1 Los valores de los indicadores señalados en el texto han sido tomados de Demographic Yearbook 1998, pu-
blicado por United Nations, a menos que se indique algo distinto.
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36 EL AMANECER DEL SIGLO Y LA POBLACIÓN MEXICANA
Durante los últimos años, en varios de los países de Europa Oriental se ha observado
no sólo un freno en la reducción de la mortalidad, sino inclusive una disminución de la
esperanza de vida de la población masculina. Aún cuando no se ha podido dilucidar con
certeza la serie de factores responsables de estos cambios, se reconoce el papel que la de-
sigualdad social y la ruptura de la organización social han desempeñado.
Muchas son las formas en las cuales se manifiesta la desigualdad social frente a la sa-
lud y muy diversas, también, las poblaciones que las padecen. Estudios llevados a cabo
en distintas partes del mundo y en diferentes épocas muestran cómo el empleo, el nivel
de escolaridad formal, el estado marital, la estructura familiar, la red de apoyo social, el
lugar de residencia, entre otros, son factores que pueden estar manifestando la desigual-
dad social existente, afectando, a su vez, en muchas ocasiones el estado de salud.
Las ponencias presentadas en esta mesa permiten apreciar, no sólo diversos aspec-
tos de la desigualdad social respecto a la salud, sino también la magnitud de estas dife-
rencias y, por ende, la gravedad de las situaciones que atañen.
Los temas abordados cubren los extremos de un espectro. Por una parte, la mortali-
dad de las poblaciones indígenas; grupos que a lo largo de la historia han sido, en ocasio-
nes, sujetos a medidas de exterminio y sometidos a un aislamiento que los mantiene al
margen de las mejoras en las condiciones de salud derivadas del desarrollo de las socie-
dades. En este sentido, las poblaciones indígenas ejemplifican la situación de desigual-
dad social impuesta sobre las minorías. El estudio de Héctor Hernández Bringas, René
Jiménez Ornelas y Agustín Ruiz Hernández, manifiesta, por una parte, las dificultades
operativas en un país como México, para, desde una perspectiva de dinámica demográfi-
ca, distinguir a las poblaciones indígenas y estudiarlas, pero también la situación de reza-
go en la que viven y el posible empeoramiento en años recientes.
Los restantes dos trabajos presentados, se ubican en el otro extremo al abordar un
problema de salud pública de reciente aparición, el SIDA, cuya dinámica de expansión ha
manifestado, entre otros aspectos, el impacto que la migración tiene como un proceso
social, y la inexorable y urgente necesidad de informar y educar acerca de sexualidad. El
trabajo de David Delgado, comunica al lector la magnitud de este problema de salud en
México, al tiempo que hace reflexionar sobre los esfuerzos que su atención requiere y
con ello la envergadura de las acciones necesarias para enfrentarlo. El documento elabo-
rado por Cecilia Gayet y Carlos Magis Rodríguez al analizar la experiencia migratoria y el
SIDA en la zona metropolitana de la Ciudad de México, no sólo muestra las característi-
cas fundamentales y los cambios registrados en el patrón de esta enfermedad en la re-
gión de estudio, sino que nos presenta las dificultades que implica la ausencia o limita-
ción en la calidad de la información para el estudio de estos problemas. Los resultados
obtenidos por los autores, subrayan la importancia de los análisis multidisciplinarios y lo
imperativo de combinar, siempre que sea posible, aproximaciones metodológicas cuanti
y cualitativas.
Los estudios que a continuación se presentan, permiten apreciar la complejidad inhe-
rente al análisis de la desigualdad social y la salud, al mismo tiempo que enfatizan la im-
portancia de continuar realizándolos a fin de lograr que la salud sea un derecho humano
efectivo y no simplemente una declaración o ideal.
PERFIL DE LA MORTALIDAD
EN ZONAS INDÍGENAS DE MÉXICO 1
INTRODUCCIÓN
En la actualidad, suele aceptarse que México atraviesa por fases finales de su transición
demográfica, con una fecundidad que, en muy pocos años, alcanzará el grado de reem-
plazo, y una mortalidad que, sin equipararse todavía a la de los países más desarrollados,
continúa en descenso, aunque a un ritmo lento.
Si bien estas tendencias se pueden corroborar en los promedios nacionales, es tam-
bién claro que al interior del país persisten enormes desigualdades y, de alguna manera,
“diversas transiciones demográficas”. Si asumimos que el cambio demográfico está liga-
do al proceso de “modernización” social, ello lleva implícito el reconocimiento de que,
en un país como México, la población que vive en condiciones de pobreza (al menos
50% del total), presenta rezagos importantes en su transición poblacional. Conocer con
mayor precisión dichos rezagos, matizaría la “visión optimista” sobre lo demográfico en
México, y haría manifiesta la necesidad de seguir impulsando estos temas, en las agendas
de la investigación, de las políticas públicas.
En este marco de preocupaciones, el presente trabajo intenta acercarse al conoci-
miento de una de las dimensiones de la demografía indígena en México, porque éste es
precisamente uno de los sectores más marginados en el país. En el caso de los indígenas,
a la marginación socioeconómica habría que agregar sus especificidades culturales,
como factores explicativos de sus pautas demográficas. Pero, si bien reconocemos la re-
levancia del componente cultural, su estudio rebasa las posibilidades de este trabajo. En
1 Una versión resumida de este trabajo fue publicada en la revista Demos. Carta Demográfica sobre México,
2000, UNAM-FUAP.
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38 EL AMANECER DEL SIGLO Y LA POBLACIÓN MEXICANA
OBJETIVO
HIPÓTESIS GENERAL
Durante los años de crisis y reorientación del modelo de desarrollo nacional, caracteriza-
do, entre otras cosas, por la apertura de la economía hacia el exterior, por el retiro paula-
tino del Estado de la actividad económica por la pérdida del poder adquisitivo de los tra-
bajadores, y por una economía formal que absorbe cada vez menos fuerza de trabajo
(Pedrero et al., 1997), los niveles de mortalidad en México han continuado su tendencia a
la disminución en las distintas regiones y grupos sociales.
En ese contexto de reducción de la mortalidad, las zonas indígenas han sido de las
menos favorecidas en la reducción de los niveles, además de que al interior de ellas, con-
tinúa prevaleciendo un patrón de mortalidad definido por condiciones de extrema po-
breza, y crecen con intensidad los determinantes de muerte asociados con su paulatina
incorporación a la economía de mercado y a la urbanización. Si bien esta situación ocu-
rre en todo el país, entre las poblaciones indígenas esto se ha dado con particular intensi-
dad durante los últimos años. El patrón de mortalidad de los indígenas en México, está
integrado por “lo peor de dos mundos”: en un proceso de transición en el que se super-
ponen las etapas; no acaban de superar la gran mortalidad derivada de la pobreza, y pa-
decen también intensamente las patologías mortales de la llamada “modernidad”.
SALUD DE LA POBLACIÓN Y DESIGUALDAD SOCIAL 39
POBLACIÓN EN ESTUDIO
Zonas Indígenas
Para los fines de este trabajo, por población en zonas indígenas se define aquélla que, de
acuerdo con el censo de 1990, habitaba en los municipios con una proporción de ha-
blantes de lenguas indígenas superior al 40%. Sin duda, se trata de una definición cues-
tionable, habida cuenta de que aquí se incluye población que no es propiamente indíge-
na, y excluye, por otra parte, a indígenas que sin duda habitan en otros municipios, de tal
suerte que “ni son todos los que están, ni están todos los que son” . Es por ello que más
que un estudio en poblaciones indígenas, se trata de un estudio de la población que habi-
ta en zonas indígenas. Tal definición obedece en buena medida a las restricciones im-
puestas por las fuentes de información. Además, se ha considerado que la presencia de,
al menos, un 40% de población indígena (que en realidad es un criterio adoptado por el
INEGI), bien puede definir un contexto histórico, cultural y socioeconómico definido
fundamentalmente por lo indígena. Con este criterio, en la categoría indígena se ubican
545 municipios del país. De ellos, el 71.6% en el nivel socioeconómico más vulnerable
(nivel 1 de acuerdo con INEGI, 1995), y el 15.4% en el nivel 2 de bienestar. Es decir, el
87% de los municipios indígenas se clasifican como de atención inmediata para la acción
pública y social.
Zonas desarrolladas
A manera de “grupo testigo” se realiza también el análisis correspondiente a la pobla-
ción que, de acuerdo con el INEGI (1995), habita en los municipios con más alto nivel de
desarrollo en todo el país (Nivel 7 de acuerdo con el índice de bienestar del INEGI). Se
incluyen 106 municipios correspondientes a 26 entidades federativas del país. En lo su-
cesivo, al conjunto de estos municipio se les denominará “zonas desarrolladas”). El aná-
lisis de la mortalidad indígena, tendrá como referencia permanente estas zonas desarro-
lladas, así como al país en su conjunto.
Algunos indicadores demográficos relevantes de estos dos conjuntos de zonas, se
expresan en los siguientes cuadros.
40 EL AMANECER DEL SIGLO Y LA POBLACIÓN MEXICANA
Cuadro 1
Población total, proporciones y tasas de crecimiento anual; República Mexicana, 1985,1998
Zonas Indígenas Zonas Desarrolladas Población Nacional
Año
Población % Población % Población %
1985 5,358,460 7.24 31,134,387 42.09 73,972,504 100
1998 5,420,156 5.61 36,289,144 37.57 96,581,693 100
Tasa anual de
crecimiento 0.09 - 1.19 - 2.07 -
Cuadro 2
Tasas de crecimiento anual por grupos de edad y sexo; República Mexicana, 1985-1998
Municipios con nivel 7
Municipios indígenas Población Nacional
de desarrollo
Total Hombres Mujeres Total Hombres Mujeres Total Hombres Mujeres
0-4 0.08 0.08 0.09 1.40 1.40 1.40 0.85 0.92 0.77
5-14 0.08 0.07 0.08 1.43 1.44 1.43 0.43 0.52 0.34
15-65 0.10 0.10 0.09 1.05 1.07 1.02 2.98 3.06 2.90
65 y más 0.05 0.06 0.05 1.29 1.51 1.13 3.14 3.20 3.08
Fuente: cálculos propios a partir de la información del X y XI Censos y Conteo 1995.
r = (((P98/P85)^(1/13))-1)*100.
Nota: poblaciones al 30/06/t.
Fuentes de información
Para la elaboración de los indicadores principales utilizados en el presente estudio, se re-
currió a la información de los censos de 1980, 1990, el conteo de población de 1995, y las
estadísticas sobre defunciones que publica el INEGI para los años 1985 y 1998.
Variables utilizadas
Para cada una de las poblaciones analizadas (indígenas, zonas desarrolladas y total nacio-
nal), se analizan las tasas de mortalidad en los años 1985 y 1998, de acuerdo con las si-
guientes variables:
Edad, con las categorías 0 a 4 años, 5 a 14 años, 15 a 64 años y 65 y más años.
Consideramos que una categorización de la edad en estos términos, además de permitir
una presentación más fluida y accesible de los resultados, distingue las pautas de
mortalidad por edad que regularmente se observan.
SALUD DE LA POBLACIÓN Y DESIGUALDAD SOCIAL 41
CUADRO 3
Esperanza de vida al nacimiento
GRÁFICA 1
Esperanza de vida al nacimiento: ambos sexos
República Mexicana, 1940-1997
80
70
60
50
Ex
40
30
20
10
0
1940 1950 1960 1970 1980 1990 1993 1997
Año
Fuente: para 1940-1970; Corona, R., Jiménez R., Minujín A. "La mortalidad en México".
Fuente: para 1980, 1990 y 1993; "Anuario Estadístico de los EUM", Edición 1996.
Fuente: para 1997; CONAPO, 1998.
Nota: la esperanza de vida para ambos sexos de 1940 a 1970, es la media aritmética de las esperanzas de
vida por sexo.
SALUD DE LA POBLACIÓN Y DESIGUALDAD SOCIAL 43
En suma, durante los últimos 17 años, periodo caracterizado por crisis económicas
recurrentes, y por deterioros constantes en los niveles de vida de la población, los niveles
de mortalidad en México, si bien se han reducido, lo han hecho en un promedio anual
que no alcanza a ser ni la cuarta parte del registrado antes de 1960.2
CUADRO 4
Incremento de la esperanza de vida por periodos decenales, 1940-1997
Periodo Incremento
1940 a 1950 1.90
1950 a 1960 1.90
1960 a 1970 0.50
1970 a 1980 0.70
1980 a 1990 0.50
1990 a 1997 0.08
GRÁFICA 2
Años de vida ganados en esperanza de vida;
República Mexicana, 1940-1997
1.8
1.6
1.4
1.2
Incremento
0.8
0.6
0.4
0.2
0
1940 a 1950 1950 a 1960 1960 a 1970 1970 a 1980 1980 a 1990 1990 a 1997
Periodo
2 Carlos Echarri (1998) en un estudio reciente demuestra, a partir del análisis de las tasas de mortalidad,
cómo el nivel general de este fenómeno, a partir de los años ochenta y los noventa, entra en una fase de
reducción muy lenta que bien puede ser concebida como una fase de estancamiento.
44 EL AMANECER DEL SIGLO Y LA POBLACIÓN MEXICANA
Como se señaló con anterioridad, el análisis de las tasas de mortalidad, se hace a partir de
la comparación de dos momentos en el tiempo: 1985 y 1998. En lo sucesivo, los cam-
bios a los que nos referiremos consideran estos dos momentos.
En las zonas indígenas del país, la tasa bruta de mortalidad estandarizada se mantuvo
prácticamente estable en un nivel de 5.6 muertes por cada mil habitantes, en tanto que
en las zonas desarrolladas tuvo un ligero incremento cercano al 6% (pasó de 5.0 a 5.34
por mil). En el conjunto del país, la tasa bruta se reduce de 5.6 a 4.6 muertes por cada mil
habitantes, (cuadro 5 y gráfica 3).
Cuadro 5
Tasas Brutas de Mortalidad Estandarizadas;
República mexicana, 1985,1998
GRÁFICA 3
Tasas Brutas de Mortalidad Estandarizadas; República Mexicana, 1985,1998.
5
Niveles (x 1000 habs.)
0
Nacional Zonas indígenas Zonas desarrolladas
1985 1998
Fuente: cálculos propios a partir de las “Estadísticas vitales” para 1985 y 1998 y de la población al 30/06 es-
timada por los autores para 1985 y 1998 en este mismo trabajo.
Nota: la tipificación se llevó a cabo con las estructuras por edad nacionales según el año de que se trate.
3 La expresión aritmética de este índice de concentración relativa de la mortalidad sería como sigue:
ICR=(d/D)/ (p/P), donde d son las defunciones anuales en una zona determinada, D son las defuncio-
nes anuales en el país, p la población media anual en la misma zona, y P la población media anual en el
país. Se propone medir el peso relativo de la mortalidad en una zona, en relación con su peso poblacional
relativo, es por ello que se le puede concebir como un índice de concentración de la muerte, en función
de la concentración poblacional. Para los efectos comparativos, la expresión completa sería como sigue:
((d/D)/(p/P)-1) x 100. De manera tal, el índice de concentración nacional se iguala a cero, y las zonas
analizadas podrán presentar valores negativos o positivos en su concentración. La primera expresión in-
dicada es equivalente a la razón entre la tasa de una zona y la tasa del país: (d/p)/(D/P). Sin embargo, con
la expresión propuesta, lo que se quiere enfatizar es la idea de la concentración relativa de la mortalidad,
respecto a una situación “cero” que es la nacional, y no sólo la comparación entre niveles, que sería el
caso de esta última expresión.
46 EL AMANECER DEL SIGLO Y LA POBLACIÓN MEXICANA
GRÁFICA 4
Indice de Concentración Relativa de la Mortalidad; República Mexicana, 1985,1998
25
20
15
% de Concentración
10
0
Zonas Indigenas Zonas Desarrolladas
-5
-10
-15
1985 1998
Fuente: cálculos propios a partir de los niveles generados en este mismo trabajo.
SALUD DE LA POBLACIÓN Y DESIGUALDAD SOCIAL 47
Causas transmisibles.
El análisis por grupos de causas, muestra comportamientos singulares en zonas indíge-
nas. Por lo que hace a las causas transmisibles, es en estas zonas donde se registran las
mayores reducciones en los niveles de la tasa de mortalidad, pasando de 3.01 por mil a
1.17 (reducción del 61%); cambio sin duda de gran envergadura que, sin embargo, aún
ubica a las zonas indígenas con el mayor nivel de mortalidad por estas causas, comparán-
dolo con el del país en su conjunto y con las zonas desarrolladas, (cuadro 7 y gráfica5).
La reducción de las muertes por causas transmisibles en zonas indígenas se dio en to-
dos los grupos de edad y en ambos sexos, sin embargo este descenso fue particularmen-
te importante entre los menores de 4 años y entre los mayores de 65 años. Los menores
de cuatro años en zonas indígenas, sin embargo, aún presentan tasas de mortalidad por
causas transmisibles superiores al nivel nacional y al de las zonas desarrolladas, veáse
anexo 1A.
CUADRO 7
Tasas brutas de mortalidad estandarizadas; República Mexicana, 1985,1998
GRÁFICA 5
Tasas brutas de mortalidad estandarizadas debidas a enfermedades transmisibles;
República Mexicana, 1985,1998
3.5
3.0
Niveles (x 1000 habs.)
2.5
2.0
1.5
1.0
0.5
0.0
Nacional Zonas Indígenas Zonas Desarrolladas
Población
1985 1998
Fuente: cálculos propios a partir de las "Estadísticas Vitales" y de la población al 30/06 estimada
por los autores para 1985 y 1998.
Nota: la tipificación se llevó a cabo con las estructuras por edad nacionales según el año de que se trate.
48 EL AMANECER DEL SIGLO Y LA POBLACIÓN MEXICANA
La reducción fue ligeramente más intensa entre mujeres, con lo cual se pasó de una
situación casi de equilibrio entre los sexos, a otra ligeramente a favor de las mujeres (so-
bremortalidad masculina del 7%). Aun así, en estas zonas la mortalidad por causas trans-
misibles de las mujeres está mucho más cercana a la de los hombres, comparado con lo
que ocurre en zonas desarrolladas y en el ámbito nacional. Es decir, la relativa ventaja de
ser mujer en relación con este tipo de muertes, no ha sido tan evidente en zonas indíge-
nas, y recientemente sólo se ha dado durante la niñez. Después de los 15 años, la mortali-
dad femenina por estas causas, es casi igual a la masculina, situación que no ocurre en las
otras zonas analizadas (anexo 1B Y 1C).
El nivel de sobreconcentración de estas defunciones para las zonas indígenas se re-
dujo considerablemente, si bien sigue siendo muy alto (pasó del 56 al 34%), como puede
observarse en el cuadro 8 y la gráfica 6.
CUADRO 8
Índice de concentración relativa de la morbilidad por enfermedades transmisibles,
1995 y 1998
GRÁFICA 6
Índice de concentración relativa de la mortalidad por enfermedades transmisibles;
República Mexicana,1985,1998.
3.5
3.0
Niveles (x 1000 habs.)
2.5
2.0
1.5
1.0
0.5
0.0
Nacional Zonas indígenas Zonas desarrolladas
Población
1985 1998
Fuente: cálculos propios a partir de los niveles generados en este mismo trabajo.
SALUD DE LA POBLACIÓN Y DESIGUALDAD SOCIAL 49
Causas no transmisibles.
La tasa de mortalidad por enfermedades no transmisibles en zonas indígenas casi se du-
plicó en el periodo analizado, al pasar de 2.0 a 3.88 por mil. Este fue un incremento con-
siderablemente superior al registrado en zonas desarrolladas y en el conjunto del país.
De hecho, el nivel alcanzado por las zonas indígenas, casi alcanza a equipararse con el de
zonas desarrolladas, y supera a la tasa nacional, contrariamente a lo que ocurría en 1985
(cuadro 9 y gráfica 7).
CUADRO 9
Tasas brutas de mortalidad estandarizadas; República Mexicana, 1985,1998
Año Nacional Zonas Indígenas Zonas Desarrolladas
1985 3.01 2.03 2.92
1998 3.31 3.88 3.97
GRÁFICA 7
Tasas brutas de mortalidad estandarizadas debidas
a enfermedades no transmisibles; República Mexicana, 1985, 1998
4.5
4.0
3.5
Niveles (x 1000 habs.)
3.0
2.5
2.0
1.5
1.0
0.5
0.0
Nacional Zonas indígenas Zonas desarrolladas
1985 1998
Fuente: cálculos propios a partir de las Estadísticas Vitales para 1985 y 1998 y de la población al
30/06 estimada por los autores para 1985 y 1998.
Nota: la tipificación se llevó a cabo con las estructuras por edad nacionales según el año de que se
trate.
50 EL AMANECER DEL SIGLO Y LA POBLACIÓN MEXICANA
GRÁFICA 8
Índice de concentración relativa de la mortalidad por enfermedades
no transmisibles; República Mexicana, 1985,1998
30
20
% de Concentración
10
0
Zonas indigenas Zonas desarrolladas
-10
-20
-30
-40
1985 1998
Fuente: cálculos propios a partir de los niveles generados en este mismo trabajo.
SALUD DE LA POBLACIÓN Y DESIGUALDAD SOCIAL 51
GRÁFICA 9
Tasas brutas de mortalidad estandarizadas debidas a accidentes y lesiones;
República Mexicana, 1985,1998
0.8
0.7
Niveles (x 1000 habs.)
0.6
0.5
0.4
0.3
0.2
0.1
0.0
Nacional Zonas Indígenas Zonas Desarrolladas
1985 1998
Fuente: cálculos propios a partir de las "Estadísticas Vitales" para 1985 y 1998 y de la población al
30/06 estimada por los autores para 1985 y 1998 en este mismo trabajo.
Nota: la tipificación se llevó a cabo con las estructuras por edad nacionales según el año de que se
trate.
52 EL AMANECER DEL SIGLO Y LA POBLACIÓN MEXICANA
CUADRO 12
Índice de concentración relativa de la mortalidad por accidentes y lesiones,
1985 y 1998
GRÁFICA 10
Índice de concentración relativa de la mortalidad por accidentes y lesiones;
50
40
30
% de Concentración
20
10
-10
Zonas Indigenas Zonas Desarrolladas
-20
-30
1985 1998
DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES
Durante las últimas dos décadas, las ganancias en la esperanza de vida de los mexicanos
se dan en forma extremadamente lenta. El hecho de que el ritmo de aumento de este in-
dicador se haya retraído en forma tan considerable, sugiere dos tipos de explicación:
En primer lugar, en todo proceso de transición, es normal que los ritmos de descen-
so de la mortalidad se retraigan, una vez que se ha alcanzado un nivel relativamente bajo
en las tasas, con la consecuente transformación de la estructura de causas de defunción,
en donde predominan los padecimientos no transmisibles. Esto, que teóricamente tiene
sentido, no se concilia con la experiencia empírica de México, cuyas tasas de mortalidad
siguen siendo altas comparadas con las de otros países, y en cuya estructura de causas de
muerte aún siguen siendo muy importantes los padecimientos transmisibles, especial-
mente en algunas regiones y grupos sociales.
En segundo lugar, y si bien no debe descartarse del todo el efecto de la inercia de la
transición, una explicación más plausible de la retracción en los ritmos de descenso de la
mortalidad, debe buscarse en los rezagos sociales históricos, así como en las crisis eco-
nómicas que ha vivido el país en los últimos 20 años. Con todo y los avances relativos, es
54 EL AMANECER DEL SIGLO Y LA POBLACIÓN MEXICANA
un hecho que en México no ha existido históricamente la capacidad para dotar de los mí-
nimos de bienestar a toda la población. Esto se ha dado en un proceso limitado, lento y
desigual.
A las limitaciones históricas, deben agregarse los problemas resultantes de las crisis
que el país ha vivido precisamente en las dos últimas décadas, que se han traducido en
mermas significativas en el poder adquisitivo de las clases populares, y en su consecuen-
te incapacidad para acceder, por medio del mercado, a los satisfactores básicos, entre
ellos los de salud (sobre la relación entre crisis y mortalidad en México, véase Boltvinik,
J.1998; Echarri, C. 1998; Hernández, H. 2001).
En el caso que nos ocupa, el de las zonas indígenas, se observan algunos hechos que
ponen de manifiesto lo desigual y atípico de la transición de la mortalidad en México.
Estas zonas, en términos relativos, son cada vez menos pobladas, pero cada vez partici-
pan más de la mortalidad nacional.
Si bien durante el periodo analizado se observa un muy importante descenso de los
padecimientos transmisibles como causas de muerte, aún hoy continúan presentándose
en esas zonas con mucho mayor intensidad que en el resto del país.
Lejos de haber superado las altas tasas de mortalidad por padecimientos transmisi-
bles, las zonas indígenas en México viven ya de un intenso crecimiento de los padeci-
mientos no transmisibles como causas de defunciones. Su nivel, supera al promedio na-
cional, y es equiparable al de las zonas más desarrolladas del país. Hacia el final del siglo,
las zonas indígenas ya presentan una sobreconcentración relativa de este tipo de muer-
tes.
Cierto es que la mayor intensidad que han adquirido las enfermedades transmisibles
como causa de muerte, se asocia a la difusión de estilos de vida más urbanos. Sin embar-
go, en la experiencia de zonas indígenas, no habría que descartar la posible presencia de
otros factores explicativos como los siguientes: las mejoras en el registro de estas defun-
ciones, y el propio envejecimiento de la población, que en estas zonas puede estar sin
duda estimulado por la expulsión de población joven.
Por cuanto hace a los accidentes y lesiones como causas de muerte, las zonas indíge-
nas presentan una tendencia al incremento, contrariamente a lo que ocurre en el país en
su conjunto y en las zonas más desarrolladas. De hecho, para 1998, su tasa de mortalidad
es superior al de estas últimas.
Haciendo una primera desagregación de este tipo de causas en zonas indígenas, el in-
cremento se da en el rubro de accidentes (de 2.6 a 2.8 por 10 mil); en tanto que en el caso
de las lesiones, el nivel se mantiene estable (en 2.4 por 10 mil). Aun así, las tasas tanto de
accidentes como de lesiones, son las más altas entre todas las poblaciones analizadas.
En suma, el perfil de la mortalidad en zonas indígenas, nos habla hoy de un nivel que
supera en forma importante al del resto del país, con una mortalidad por padecimientos
transmisibles en descenso pero todavía la más elevada y con una mortalidad por padeci-
mientos no transmisibles y por accidentes y lesiones que supera a la nacional, y es equi-
parable a la de zonas desarrolladas.
Se trata pues de una suerte de transiciones superpuestas en las que no se han supera-
do los padecimientos de la pobreza, y se adquieren los de la modernidad. El lento e insu-
ficiente avance en el combate a los padecimientos transmisibles en zonas indígenas, pue-
de asociarse a un también lento avance que, no obstante las crisis, ha habido en México
en la dotación de servicios salubres como agua y drenaje, así como a un mayor acceso a
los servicios de atención primaria a la salud y a la instrumentación masiva de programas
SALUD DE LA POBLACIÓN Y DESIGUALDAD SOCIAL 55
como los de vacunación, rehidratación oral, etcétera (Hernández, 1998). Sin embargo,
en las zonas indígenas, como ocurre con otras zonas y grupos sociales, los avances son
aun más limitados cuando la atención a la salud se vuelve un problema más complejo,
como ocurre con los padecimientos transmisibles y las lesiones. En estos casos, no se
puede acceder a opciones en el mercado; tampoco hay una oferta de servicios públicos
ni remotamente suficientes.4
Aunque el análisis de las zonas desarrolladas se hizo solamente a manera de contras-
te, vale la pena señalar, que contrariamente a lo esperado en este análisis, estas no son las
que guardan la situación “óptima” de la mortalidad en el país. Baste señalar que, en 1998,
sus niveles de mortalidad por padecimientos transmisibles y no transmisibles superan en
forma importante a los correspondientes nacionales (en 9% y 20%), en tanto que su tasa
de mortalidad por accidentes y lesiones, es equiparable a la nacional (específicamente, las
mortalidad por lesiones en zonas urbanas, aumentó en 16% durante el periodo) . Por lo
tanto, parece no quedar claro que la situación de mayor desarrollo o bienestar de una re-
gión, genere por si misma menores riesgos de muerte. Es evidente que al interior de es-
tas regiones desarrolladas existen también grupos sociales altamente vulnerables, y en
ellas se exacerban los riesgos de padecimientos no transmisibles, en tanto que las lesio-
nes mortales parecen ir en crecimiento.
A este estudio lo concebimos como una primera aproximación al problema de la
mortalidad en zonas indígenas. Consideramos que además de contribuir a la aclaración
de algunos aspectos importantes, plantea otros interrogantes como por ejemplo, el si-
guiente: ¿cuáles son estrictamente las causas específicas que tienen mayor dinamismo?
Atender esta pregunta será importante para profundizar en la explicación de los determi-
nantes del fenómeno, y para definir estrategias orientadas a la prevención de estas muer-
tes.
Se hace evidente, por otra parte, la necesidad de profundizar en un análisis más inte-
gral de la demografía en las zonas indígenas. Como lo señalábamos, particularmente la
vinculación entre los procesos migratorios, de gran intensidad en estas zonas, con la di-
námica de la mortalidad. Así por ejemplo, se abre la interrogante de qué tanto pesan los
movimientos migratorios en la pérdida relativa de importancia poblacional de estas zo-
nas, y qué tanto la migración, al ser selectiva, afecta el patrón de mortalidad. Ha quedado
de manifiesto que, especialmente en los últimos años, emigran los más jóvenes y aptos;
probablemente también los más sanos. Otra vertiente de análisis importante, sería la de
la vinculación entre los patrones reproductivos y las transformaciones en el perfil de la
mortalidad en las zonas indígenas.
Asumimos plenamente que, por el momento, este análisis es parcial, y sólo tiene la
intención de subrayar algunos aspectos que parecen relevantes en relación con la morta-
lidad. Análisis posteriores tendrían que ubicar más claramente estos aspectos, en el con-
texto amplio de la dinámica demográfica y social de las zonas indígenas.
4 Según datos de INEGI (1997), el 59.9 % de la población del país no es derechohabiente de ninguna ins-
titución pública de salud.
ANEXO 1A
Tasas específicas por edad y causa para ambos sexos; República Mexicana, 1985,1998.
Zonas indígenas, 1985 Zonas desarrolladas, 1985 Población nacional, 1985
Grupos de
edad Transmisi- No Trans- Acciden- Transmi- No Transmisi- Acciden- Transmisi- No Transmi- Acciden-
Total Total Total
bles misibles tes sibles bles tes bles sibles tes
0-4 10.54 9.03 1.34 0.17 8.37 6.79 1.15 0.43 9.32 7.68 1.29 0.35
5 a14 1.08 0.71 0.25 0.12 0.53 0.1 0.23 0.2 0.62 0.2 0.24 0.18
15 a 64 3.96 1.46 1.74 0.76 3.2 0.34 2.1 0.75 3.72 0.54 2.29 0.9
65 y mas 42.33 20.29 20.81 1.23 50.59 9.77 39.01 1.8 52.49 13.18 37.46 1.85
Total 5.69 3.17 2.01 0.5 5.09 1.4 3.05 0.65 5.6 1.92 3.01 0.67
TBS 5.56 3.01 2.03 0.52 5.03 1.51 2.92 0.60
0-4 10.05 8.62 1.26 0.16 7.41 6.04 1.02 0.34 8.37 6.95 1.14 0.29
5 a14 0.95 0.67 0.21 0.07 0.43 0.10 0.20 0.13 0.50 0.19 0.20 0.10
15 a 64 3.09 1.39 1.55 0.15 2.25 0.27 1.68 0.30 2.51 0.45 1.81 0.25
65 y mas 43.41 21.59 21.21 0.62 47.01 8.70 36.97 1.33 49.85 12.28 36.33 1.24
Total 5.11 3.08 1.89 0.14 4.73 1.73 2.74 0.26 4.44 0.78 3.50 0.16
TBS 5.02 2.96 1.92 0.14 4.21 1.33 2.58 0.30
Zonas indígenas, 1998 Zonas desarrolladas, 1998 Población nacional, 1998
Grupos de Transmisi- No Trans- Acciden- Transmisi- No Trans- Acciden- Transmisi- No Trans- Acciden-
Total Total Total
edad bles misibles tes bles misibles tes bles misibles tes
0-4 4.71 2.76 1.73 0.22 4.09 2.50 1.34 0.25 4.16 2.54 1.38 0.24
5 a14 0.43 0.11 0.27 0.05 0.23 0.03 0.16 0.05 0.29 0.04 0.19 0.06
15 a 64 2.91 0.62 2.12 0.16 2.22 0.24 1.85 0.13 1.97 0.24 1.61 0.12
65 y mas 53.06 8.83 43.25 0.98 58.08 7.81 49.37 0.89 46.82 6.75 39.26 0.82
Total 4.42 1.24 2.86 0.32 4.42 1.12 3.14 0.17 3.99 0.76 3.08 0.15
TBS 4.83 1.12 3.53 0.18 4.52 0.79 3.57 0.15
SALUD DE LA POBLACIÓN Y DESIGUALDAD SOCIAL 59
OBRAS CONSULTADAS
INTRODUCCIÓN
Sin duda alguna, el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA) es uno de los pade-
cimientos que más ha tenido impacto la vida moderna. Además, esta enfermedad viene
acompañada de una serie de prejuicios, de actitudes sociales de estigmatización de los
enfermos y de una visión cultural de este mal que dificultan su prevención, tratamiento y
posible cura.
Si bien es cierto que en los países latinoamericanos esta epidemia compite para su
control con muchos otros problemas de salud por un limitado presupuesto, esto no jus-
tifica que esta enfermedad no sea vista como una emergencia y por tanto se subestime
como problema prioritario de salud pública. En el caso de México, desde su aparición a
principios de la década de los ochenta hasta la actualidad, la enfermedad del SIDA se ha
venido convirtiendo —con una gran rapidez— en un grave problema de salud pública,
debido al acelerado incremento que ha registrado y los elevados costos económicos y so-
ciales que representa; entre ellos los altos costos inherentes a su tratamiento.
En este trabajo se revisan las tendencias e impactos del SIDA en México, asimismo se
hace una caracterización de esta enfermedad —tanto en el ámbito nacional como por
entidad federativa— según diversas variables sociodemográficas. La información desa-
gregada de los casos de SIDA con que contamos abarca desde sus inicios hasta el 31 de
diciembre de 1998, esta información proviene del Registro Nacional de Casos de SIDA
de la Dirección General de Epidemiología (DGE) de la Secretaría de Salud (SSA), del
Consejo Nacional para la Prevención y Control del SIDA (CONASIDA) y de las proyec-
ciones de población del Consejo Nacional de Población (CONAPO).
61
62 EL AMANECER DEL SIGLO Y LA POBLACIÓN MEXICANA
45000
42762
40000
38390
35000
33711
30000
30059
25000 25865
Casos
21569
20000
17497
15000
9305 12489
10000
6193
3184 5008 4072 4296 4194 3652 4679 4372
5000 2574 3112
0
1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999
Año
La tasa de incidencia acumulada de SIDA pasó de 7.4 casos por 100 mil habitantes en
1990 a 43.6 en 1999 (gráfica 2); este aumento ubica a México dentro de los primeros
países de América Latina con la mayor incidencia acumulada. Inclusive, hasta
septiembre de 1997, tan sólo Brasil, México, Argentina, Colombia, Venezuela,
Honduras, República Dominicana, Perú y El Salvador, representaban alrededor del 90%
de los casos en la región (Ávila, et al., 1998:52-53). Por su parte, la tasa de incidencia
anual de casos de SIDA en México se ubicó en 3.1 casos por 100 mil habitantes en 1990,
ascendió a 5.6 casos en 1993, en 1997 fue de 3.8 casos y, en 1999, se ubicó en 4.5 casos
por 100 mil (gráfica 3).
GRÁFICA 2
México: tasa de incidencia acumulada de SIDA, 1990-1999
50
45
43.6
40
39.7
Tasa por 100,000 habitantes
35
35.4
32.1
30
28.1
25
23.9
20 19.7
15
14.3
10 10.9
7.4
5
0
1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999
Año
Fuente: estimaciones propias con base en las proyecciones de población del CONAPO y el Registro
Nacional de Casos de SIDA de la DGE/SSA.
GRÁFICA 3
México: tasa de incidencia anual de casos de SIDA, 1990-1999
6
5.6
4.8
5
Tasa por 100 000 habitantes
4.5
4.5
4.7
4 4.5
3.7
3.6 3.8
3
3.1
0
1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999
Año
Fuente: estimaciones propias con base en las proyecciones de población del CONAPO y el Registro
Nacional de Casos de SIDA de la DGE/SSA.
CUADRO 1
México: casos acumulados de SIDA según categoría de transmisión por sexo
(datos al 31 de diciembre de 1998)
Total Hombres Mujeres
Categoría de transmisión
Casos Porcentaje Casos Porcentaje Casos Porcentaje
Total 38 390 100.0 32 978 100.0 5 412 100.0
Vía sexual 23 285 85.1 21 277 90.0 2 008 53.8
Homosexual 8 999 32.9 8 999 38.1 0 0.0
Bisexual 6 020 22.0 6 020 25.5 0 0.0
Heterosexual 8 266 30.2 6 258 26.5 2 008 53.8
Vía sanguínea 3 351 12.2 1 882 8.0 1 469 39.3
Transfusión 2 454 9.0 1 072 4.5 1 382 37.0
Hemofílico 264 1.0 264 1.1 0 0.0
Usuario drogas intravenosas 252 0.9 220 0.9 32 0.9
Donador remunerado 373 1.4 322 1.4 51 1.4
Exposición ocupacional 8 0.0 4 0.0 4 0.1
Homosexual/drogas 204 0.8 204 0.9 0 0.0
Perinatal 525 1.9 268 1.1 257 6.9
Subtotal 27 365 71.3 23 631 71.7 3 734 69.0
No documentado 11 025 28.7 9347 28.3 1 678 31.0
Entre 1989 y 1997, la epidemia del SIDA ha cobrado 26,463 fallecimientos en Méxi-
co, lo que significó que estuviera entre las principales causas de muerte del país. La tasa
de mortalidad por esta causa presenta una clara tendencia ascendente, al pasar de 1.8 de-
funciones por 100 mil habitantes en 1990 a 3.9 en 1994, y a 4.4 muertes en 1997. Al dife-
renciar esta tasa de mortalidad por sexo, se aprecia que entre los varones ascendió de 2
muertes por 100 mil en 1990 a 10.2 en 1994, y ubicándose en 11.1 defunciones en 1997;
en el caso de las mujeres, los valores eran 0.7, 0.8 y una defunción por 100 mil, respecti-
vamente (gráfica 4).
66 EL AMANECER DEL SIGLO Y LA POBLACIÓN MEXICANA
GRÁFICA 4
México: tasa de mortalidad por SIDA según sexo, 1990-1997
12.0
11.1
10.2
10.0
9.8
8.8 8.8
Tasa por 100,000 habitantes
8.0
6.2
6.0
4.7
4.4
4.4
4.0
3.9
3.2 3.6
2.0 3.0
2.9
2.0 2.4
1.8 1.5 1.0
0.8 0.5 1.0
0.8
0.7
0.0
1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997
Fuente: estimaciones propias con base en las proyecciones de población del CONAPO y el registro de
las bases de defunciones.
2 Es importante señalar que el VIH puede tomar de 5 a 20 años en manifestarse una vez que los individuos
han sido infectados (Bachetti, et al., 1989:251). A su vez, a partir de la aparición de este virus y su manifes-
tación en enfermedades “oportunistas” o en neoplasias, los individuos pueden sobrevivir dos años aún
sin terapia anti-retroviral o profiláctica (Izazola, 1998:45).
SALUD DE LA POBLACIÓN Y DESIGUALDAD SOCIAL 67
CUADRO 2
México: distribución porcentual de las defunciones por SIDA por grupos de edad,
según sexo, 1989-1997
Total Hombres Mujeres
Total 100.0 100.0 100.0
<1 0.6 0.4 1.9
1-4 0.4 0.2 1.9
5-14 0.6 0.4 1.9
15 - 19 0.9 0.8 1.9
20 - 24 10.2 10.1 11.3
25 - 29 19.2 18.8 22.6
30 - 34 22.4 22.8 18.9
35 - 39 16.7 17.1 13.2
40 - 44 8.0 8.4 3.8
45 - 49 10.1 9.7 13.2
Fuente: estimaciones propias con base en las proyecciones de población del Consejo Nacional de
Población y las bases de defunciones y nacimientos.
La enfermedad del SIDA presenta un patrón diferenciado por regiones y entidades fede-
rativas. De acuerdo a la cifra acumulada de casos de SIDA en el país al 31 de diciembre de
1998, en tan sólo tres estados, a saber, Distrito Federal (10,616 casos acumulados), Esta-
do de México (4,712 casos) y Jalisco (4,302 casos) se concentraron más de la mitad de los
casos registrados (51.2%); asimismo, estas tres entidades junto con Puebla (2,401 casos),
Veracruz (1,765 casos), Baja California (1,411 casos), Guerrero (1,211 casos), Michoa-
cán (1,197 casos) y Nuevo León (989 casos), registraron a esa fecha tres de cada cuatro
casos de SIDA (74.6%) del país en su conjunto (gráfica 5).
Por su parte, las tasas acumuladas de SIDA más altas en el país se registraron en los
estados del Distrito Federal (121.6 casos por 100 mil habitantes), Jalisco (67.9 casos),
Baja California (62.2 casos), Morelos (58.8 casos), Baja California Sur (56.2 casos) y Na-
yarit (52.1 casos); o sea, se puede decir que la incidencia acumulada de casos de SIDA re-
gistrada en la entidad capital de la República duplica la registrada en las demás entidades
con una alta incidencia acumulada. Las menores tasas de incidencia acumulada se regis-
traron en los estados de Chiapas (10.6 casos), Tabasco (12.5 casos), Guanajuato (13.5 ca-
sos), San Luis Potosí (14.4 casos), Chihuahua (14.6 casos) y Zacatecas, esta última con
15 casos por 100 mil habitantes (gráfica 6).
68 EL AMANECER DEL SIGLO Y LA POBLACIÓN MEXICANA
GRÁFICA 5
México: casos acumulados de SIDA por entidad federativa, al 31 de diciembre de 1998
12000
10000
Casos acumulados de SIDA
8000
6000
4000
2000
0
DF MX JL PU VZ BC GR MI NL MO YT TM OX GT CO SI SO NY CH CS HG SP TX DG QT EX TB BS ZT CP AC QR CL
Entidad Federativa
Fuente: elaboración propia con base en las proyecciones de población del CONAPO y el Registro
Nacional de Casos de SIDA de la DGE/SSA.
GRÁFICA 6
México: tasa de incidencia acumulada de casos de SIDA por entidad federativa,
al 31 de diciembre de 1998
140
120
100
Tasa por 100000 habitantes
80
60
40
20
0
DF
MX
QR
CH
MI
YT
QT
GT
BS
CS
VZ
SO
DG
HG
BC
RM
TM
Entidad Federativa
Fuente: elaboración propia con base en las proyecciones de población del CONAPO y el Registro
Nacional de Casos de SIDA de la DGE/SSA.
SALUD DE LA POBLACIÓN Y DESIGUALDAD SOCIAL 69
Sin embargo, la tasa de incidencia anual de casos de SIDA registrada en 1998 revela
que es el estado de Baja California Sur el que presentó el mayor número de casos por 100
mil habitantes en ese año (14.0), le siguieron en orden descendente el Distrito Federal
(12.1 casos), Yucatán (9.2 casos), Baja California (8.4 casos) y Puebla (8.2 casos). Las
entidades federativas que menores tasas de incidencia registraron en 1998 fueron
Colima, San Luis Potosí, Chiapas, Tabasco y Nuevo León, cuyos valores oscilaron entre
0.3 y 1.8 casos por 100 mil habitantes (gráfica 7).
GRÁFICA 7
México: tasa de incidencia anual de casos de SIDA por entidad federativa, 1998
16
14
12
Tasa por 100000 habitantes
10
0
CL
CP
CO
SI
CH
Y
G
YT
RM
CS
R
T
OX
VZ
L
BS
PU
N
D
Entidad Federativa
Fuente: elaboración propia con base en las proyecciones de población del CONAPO y el Registro
Nacional de Casos de SIDA de la DGE/SSA.
Los datos anteriores muestran que si bien la enfermedad del SIDA parece concentrar-
se en las entidades más pobladas del país, y donde se encuentran las principales ciudades,
no debe menospreciarse el hecho de que en las zonas rurales las tasas de incidencia y el
número de casos estén aumentando, sobre todo en aquellas zonas rurales caracterizadas
por ser expulsoras de población hacia los Estados Unidos y cuyos migrantes, por lo ge-
neral, van a trabajar de manera temporal al vecino país del norte (Magis, et al., 1995:617).
Asimismo, también debe tomarse en cuenta el hecho de que al ser las zonas metropolita-
nas las áreas con más densidad de población, sus hospitales clase “A” funcionan como
70 EL AMANECER DEL SIGLO Y LA POBLACIÓN MEXICANA
centros de referencia y, por lo tanto, es probable que los pacientes rurales prefieran ser
atendidos en estas ciudades en las que se reporta el mayor número de casos de SIDA.
La relación según sexo de los casos reportados varía mucho de acuerdo a las distintas
regiones y entidades federativas. Así por ejemplo, en algunos estados del norte del país
como Coahuila, Baja California Sur y Nuevo León, la relación de casos registrados de
SIDA hasta 1999 oscilaba entre 10 y 14 casos de varones por cada mujer infectada; por su
parte, en los estados de Morelos, Puebla y Tlaxcala, la relación era de tres hombres por
cada mujer (gráfica 8).
GRÁFICA 8
México: razón hombre/mujer de casos de SIDA por entidad federativa, 1999
16
14
12
Razón hombre/mujer
10
0
CH
VZ
CP
I
G
TB
TX
SI
G
L
O
Y
CO
RM
X
CL
M
N
H
D
Entidad Federativa
Fuente: elaboración propia con base en el Registro Nacional de Casos de SIDA de la DGE/SSA.
Por otra parte, cabe destacar que, en el medio urbano, predomina la transmisión del
VIH entre hombres que tienen sexo con hombres y, el relacionado con el uso de drogas
intravenosas, se ha iniciado en la región noroeste del país —sobre todo en ciudades
fronterizas como Tijuana y Mexicali—. La transmisión heterosexual es más común, aun-
que a bajos niveles, a lo largo del límite sur —al igual que predomina este tipo de trans-
misión en los países centroamericanos (Delgado, 1999)— y en las zonas rurales. Final-
mente, y como se señaló con anterioridad, la vía por transfusión a decrecido dramática-
mente en la última década (Arredondo, 1999:109).
SALUD DE LA POBLACIÓN Y DESIGUALDAD SOCIAL 71
Es bien sabido que la mujer presenta mayor vulnerabilidad, tanto biológica como social
y cultural, a la transmisión del VIH/SIDA. Las condiciones de desigualdad económica,
social y cultural de las mujeres respecto a sus parejas sexuales, originan relaciones de de-
pendencia y falta de poder social, que dificultan evaluar el riesgo de infección y, más aún,
adoptar medidas preventivas.
72 EL AMANECER DEL SIGLO Y LA POBLACIÓN MEXICANA
Diversos estudios han señalado la situación desventajosa que presentan las mujeres
rurales en México, misma que viene concatenada a lo que varios autores denominan
como la “ruralización” de la epidemia (Del Río, et al., 1992 y Magis, 1995), asociada a fac-
tores como la migración interna y sobre todo internacional (de trabajadores temporales a
los Estados Unidos), que a su vez puede manifestarse en efectos demográficos, epide-
miológicos y sociales de gran impacto (Betini, 1999).
Al 31 de diciembre de 1998, se habían notificado 5,412 casos de SIDA en mujeres me-
xicanas, y alrededor de dos tercios de estos casos (65.5%) se concentraron entre las eda-
des de 25 a 49 años (34.3% en el grupo de edad 25-34 años y 31.2% en el de 35-49). Por
su parte, las niñas (0-14 años) representaron 7.4 % de los casos y las jóvenes (15-24 años)
14.5 %; finalmente, una de cada diez mujeres (10.9%) reportadas con esta enfermedad
tenía 50 o más años de edad (cuadro 4).
CUADRO 4
México: casos acumulados de SIDA en mujeres por categorías de transmisión
y grupos de edad (datos al 31 de diciembre de 1998)
Grupo de edad
Categoría
0-14 15-24 25-34 35-49 50 y más Se ignora Total
de Transmisión
Total 403 7.4 786 14.5 1857 34.3 1687 31.2 590 10.9 89 1.6 5412 100.0
Vía sexual 5 1.5 390 69.9 825 62.9 562 50.4 197 51.7 29 67.4 2008 53.8
Heterosexual 5 1.5 390 69.9 825 62.9 562 50.4 197 51.7 29 67.4 2008 53.8
Vía sanguínea 63 19.4 168 30.1 487 37.1 553 49.6 184 48.3 14 32.6 1469 39.3
Transfusión 63 19.4 152 27.2 452 34.5 522 46.8 181 47.5 12 27.9 1382 37.0
Usuaria drogas
0 0.0 11 2.0 13 1.0 7 0.6 0 0.0 1 2.3 32 0.9
intravenosas
Donadora
0 0.0 5 0.9 20 1.5 22 2.0 3 0.8 1 2.3 51 1.4
remunerada
Exposición
0 0.0 0 0.0 2 0.2 2 0.2 0 0.0 0 0.0 4 0.1
ocupacional
Perinatal 257 79.1 0 0.0 0 0.0 0 0.0 0 0.0 0 0.0 257 6.9
Subtotal 325 100.0 558 100.0 1312 100.0 1115 100.0 381 100.0 43 100.0 3734 100.0
No Documentado 78 19.4 228 29.0 545 29.3 572 33.9 209 35.4 46 51.7 1678 31.0
número de casos nuevos y, por otro lado, la transmisión heterosexual viene mostrando
una tendencia al aumento (Del Río, et al., 1995:586); a su vez, la velocidad de duplicación
de los casos asociados a la transfusión sanguínea en mujeres era, hasta 1995, de 45 me-
ses, mientras que la de los casos transmitidos por la vía sexual era de 27 meses (Ibíd.)
La razón por la cual en la actualidad las mujeres mexicanas se contagian más por la
vía sexual, se constata en el hecho de que los casos acumulados al 31 de diciembre de
1998 por la vía heterosexual ascendieron a más de seis de cada diez mujeres de entre 15 y
34 años (69.9% en las jóvenes y 62.9% en las mujeres de 25 a 34 años). Por el contrario,
la transmisión del virus del VIH por la vía sanguínea tiene un peso relativo muy impor-
tante —de alrededor de la mitad de los casos registrados— entre las mujeres de 35 y más
años (49.6% en las mujeres de 35 a 49 años y 48.3% en las de 50 y más años) (cuadro 4).
Un aspecto relevante del impacto del SIDA en la población femenina lo constituye,
precisamente, el hecho de que 57.3 % de los casos registrados corresponde a mujeres
que se dedican exclusivamente a las tareas del hogar (también llamadas amas de casa), a
lo que se agrega la característica de que los casos de SIDA registrados en las mujeres son
mucho más frecuentes entre las que están casadas o unidas. Estos hechos tienen una re-
levancia y repercusiones tanto cultural como sociodemográfica, pues representan limi-
tantes serias para diseñar y ejecutar campañas preventivas dirigidas a esta población (Del
Río, et al., 1995:588-589).
del país, ya que son edades productivas por excelencia.3 Esta situación es más dramática
entre los varones, pues en ese rango de edad la proporción ascendió a 77.4 %, mientras
que en las mujeres el valor correspondió a 70.5 %.
CUADRO 5
México: distribución porcentual de los casos de SIDA por sexo
y grupos de edad (datos al 31 de diciembre de 1998)
Total Hombres Mujeres
Total 38390 100.0 32978 100.0 5412 100.0
<1 295 0.8 167 0.5 128 2.4
1-4 325 0.8 181 0.5 144 2.7
5-14 382 1.0 251 0.8 131 2.4
15 - 19 626 1.6 482 1.5 144 2.7
20 - 24 3882 10.1 3240 9.8 642 11.9
25 - 29 7606 19.8 6720 20.4 886 16.4
30 - 34 7923 20.6 6952 21.1 971 17.9
35 - 39 5953 15.5 5185 15.7 768 14.2
40 - 44 3983 10.4 3434 10.4 549 10.1
45 - 49 2670 7.0 2300 7.0 370 6.8
50 - 64 3522 9.2 3018 9.2 504 9.3
65 y más 566 1.5 480 1.5 86 1.6
Desconocido 657 1.7 568 1.7 89 1.6
Los costos que acarrea el VIH/SIDA pueden ser “visibles” o “invisibles”, y se clasifi-
can comúnmente en (González, 1998:104-109):
i) Costos directos, que son los relacionados al cuidado personal y de salud que necesita
una persona infectada, incluyendo servicios tales como exámenes de sangre, la edu-
cación en salud, el entrenamiento de personal y la investigación.
ii) Costos indirectos, que se refieren a la producción perdida por morbilidad o mortali-
dad a causa del SIDA, incluyendo estimaciones de la producción no directamente
valuada por el mercado (como lo son las tareas del hogar y la agricultura de subsis-
tencia).
3 Es necesario desacreditar la teoría de que la enfermedad del SIDA no constituye un problema para los
mercados laborales de un país como México —con elevados niveles de desempleo y abundante mano de
obra—, al argumentar que los trabajadores enfermos o fallecidos serían remplazados por personas de-
sempleadas y deseosas de trabajar, pues aunque hubiera una tasa elevada de desempleo, el “ejército de re-
serva” eventualmente desaparecerá en presencia de una enfermedad para la cual no existe cura, como es
el caso del SIDA (González, 1998:100).
SALUD DE LA POBLACIÓN Y DESIGUALDAD SOCIAL 75
iii) Costos directos invisibles, que están representados por los servicios proporcionados
por las familias, amigos e instituciones de caridad, que a pesar de no ser remunera-
dos, representan un consumo real de recursos —y por tanto un costo real— y su
omisión puede llevar a una suboptimización al elegir entre distintos proyectos.
iv) Costos indirectos invisibles, los cuales se refieren a reacciones intangibles y menor
calidad de vida debido a factores como el dolor, la incapacidad, el miedo, la ansie-
dad, el aislamiento, la depresión y el estigma social, entre otros. Si bien estos últimos
son muy importantes en el caso del SIDA —sobre todo como costos e impactos tan-
to individuales como sociales—, su estimación es de sobra complicada y de difícil
comprensión.
A partir de lo anterior, debe señalarse que el mayor impacto económico del SIDA
—en términos de los costos directos— se da en el ámbito familiar, particularmente en
aquellas familias de pacientes que no están inscritos en algún régimen de seguridad so-
cial, al tomar en cuenta que en las instituciones públicas del sector salud en México se
obtienen los medicamentos anti-retrovirales (ARV) —también conocidos como “coctel
de medicamentos”—, incluyendo los inhibidores de proteasa, con una mayor accesibili-
dad económica que en las farmacias privadas. En otros términos, el impacto de los cos-
tos directos del SIDA en México se da en el entorno microeconómico y recae fundamen-
talmente en los individuos que viven con el VIH y sus familias, pues éstos requieren de
un mayor esfuerzo en términos de días de salario mínimo para poder acceder a los ARV
necesarios para su tratamiento.4
En términos sociales más específicos, debe hacerse referencia al control social exis-
tente sobre la sexualidad en las distintas sociedades, expresado actualmente en la sexuali-
dad reprimida (sobre todo de las mujeres) y la presión sexual en los varones. Lo anterior,
puede reflejarse en las distintas culturas sexuales que hay en el país, las cuales ejercen me-
canismos que, por un lado, impulsan la necesidad sexual en los hombres —inclusive a
tempranas edades— y, por otro lado, poco hacen por prevenir los riesgos de contagio
del VIH y las demás enfermedades de transmisión sexual, por distintas “barreras” cultu-
rales, como en gran parte de los discursos religiosos —en especial de la iglesia católica—
y oficiales, sin menospreciar los de la educación y la familia.5
Por su parte, no menos determinantes son las “barreras estructurales” que existen en
la prevención de esta enfermedad. En cierta ocasión, y como ejemplo de lo anterior, un
médico en un congreso internacional sobre el SIDA decía que, “si la cura contra este mal
4 Una persona que vive con el VIH en México necesitará prácticamente dos veces el número de días de sa-
lario mínimo que su similar de Venezuela, cuatro veces más que una de Argentina y diez veces más que
una persona de Estados Unidos para comprar una dosis mensual del coctel de medicamentos (Saavedra,
et. al., 1998:286).
5 Rescatamos las palabras de Bayer (1989), quien argumentaba que “el elemento clínico y epidemiológico
central del SIDA (...) es que la transmisión del VIH ocurre en el contexto de las relaciones sociales más
íntimas o en aquellos contextos que se han demostrado refractarios por casi un siglo de control social (...)
El SIDA nos ha confrontado con el problema de cómo tratar actos privados que tienen consecuencias
sociales”.
76 EL AMANECER DEL SIGLO Y LA POBLACIÓN MEXICANA
fuera un vaso de agua potable, la gran mayoría de la población mundial no tendría acceso
a esta ‘medicina’”; por supuesto, México no está ajeno a esta realidad tan elocuente. Por
ello, el país necesita urgentemente del empleo de medidas que combinen tanto la pre-
vención como la atención a esta enfermedad, logrando un equilibrio apropiado que ayu-
de a mitigar la epidemia del SIDA.
Debe reconocerse que estigmatizar y discriminar a las personas pertenecientes a los
distintos grupos en situación de vulnerabilidad y riesgo,6 o a quienes ya viven con este
mal, es contraproducente. De hecho, las “reacciones emocionales” no son positivas para
hacerle frente a la enfermedad del SIDA en México; a pesar de que los programas de pre-
vención de la infección del VIH en la población resultan polémicos para determinados
grupos, éstos salvan vidas.
OBRAS CONSULTADAS
6 Una discusión interesante radica en torno a estos dos conceptos: mientras el riesgo se refiere a una pro-
babilidad y evoca una conducta individual, la vulnerabilidad es un indicador de la desigualdad social y exi-
ge respuestas en el aspecto de estructura social (Cáceres, 1999: 237).
SALUD DE LA POBLACIÓN Y DESIGUALDAD SOCIAL 77
CECILIA GAYET*
CARLOS MAGIS RODRÍGUEZ**
INTRODUCCIÓN
1 Lalou y Piché (1994), Bronfman y Minello (1995), Bronfman (1992), Matsuí Santana et al. (1992), Magis-
Rodríguez et al. (1995), Valdespino et al. (1995).
79
80 EL AMANECER DEL SIGLO Y LA POBLACIÓN MEXICANA
2 De acuerdo con Valdespino et al, 1995 donde se presenta un panorama de la evolución de la enfermedad
entre 1983 y 1995, y Magis-Rodríguez et al, 1995, los primeros casos en México se diagnosticaron en
1983, y en 1986, se notificaron los primeros casos rurales.
3 El área de estudio de la presente investigación consiste en los 27 municipios conurbados del Area Metro-
politana de la Ciudad de México, pertenecientes al Estado de México definida por INEGI para 1990.
SALUD DE LA POBLACIÓN Y DESIGUALDAD SOCIAL 81
riodo de referencia del estudio abarca desde 1986 hasta 1998, pero con la salvedad de
que la información de defunciones es de 1988 a 1996.
3500
3000
2500
2000
casos
1500
1000
500
0
1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998
Una de las variables centrales que muestra las formas por medio de las cuales se está
difundiendo la enfermedad es el factor de riesgo. Aunque no pueda garantizarse cuál es
el mecanismo por el cual la persona contrae el virus (con excepción de pocos casos,
como los pediátricos), el médico que efectúa el diagnóstico, a partir de la información
que le brinda el paciente, incluye el caso dentro de una de las categorías de transmisión.
Para establecer los factores de riesgo, se necesita una descripción y evaluación extensa
de la vida del sujeto, y el conocimiento de las probabilidades de contagio de cada vía de
transmisión, de acuerdo con la prevalencia e incidencia de la enfermedad en el lugar;
pero es poco probable que el médico que diagnostica pueda realizarlo. Por ello, se han
propuesto categorías de transmisión, que son menos específicas y más amplias que los
factores de riesgo, para inscribir los casos en una clasificación que oriente respecto a la
vía de contagio supuesta.
Esto implica un amplio espacio de interpretación, más aún cuando las preguntas van
dirigidas a la sexualidad del sujeto, en el marco de una sociedad que discrimina ciertas
prácticas, y en tiempos donde el SIDA es una enfermedad socialmente estigmatizada.
Además, aunque en general los discursos privilegian las definiciones clínicas de SIDA,
debe reconocerse que éste es un hecho social y cultural además de biológico; los sínto-
SALUD DE LA POBLACIÓN Y DESIGUALDAD SOCIAL 83
mas y su evolución pueden relacionarse con las interacciones entre el cuerpo individual,
el cuerpo social y el cuerpo político; es decir, la enfermedad no es un acontecimiento ais-
lado, sino que es una forma de comunicación —el lenguaje del cuerpo— por medio de
la cual hablan simultáneamente la naturaleza, la sociedad y la cultura (Sabatier, 1996).
Así, hay una doble conformación semántica y pragmática de la enfermedad y de los he-
chos que pudieron dar lugar al contagio, una por parte del sujeto que la padece, otra por
parte del médico que la diagnostica, y una redefinición de la misma en la interacción en-
tre ambos. Por otra parte, hay también una autointerpretación del sujeto respecto a su
sexualidad. Un hombre puede tener relaciones con otro hombre y afirmar que es hetero-
sexual, no porque esté “ocultando” sus prácticas sexuales, sino porque en su concep-
ción, esas prácticas no cambian su autodefinición de masculinidad (Bronfman y Minello,
1995). Situaciones como éstas superan la clasificación de categorías de transmisión, y la
ponen en cuestión.
Para los hombres, sin considerar los casos no especificados, la categoría de transmi-
sión que parece haber tenido más peso ha sido tener relaciones homosexuales (36.7%),
seguida por tener relaciones heterosexuales (26.5%) y luego por la bisexualidad (23.3%).
Sin embargo, debe destacarse que para casi la mitad de los casos no se conoce la catego-
ría de transmisión (el 43% está en la categoría de “no especificados”).4 Dentro de las ca-
tegorías de transmisión sexual (homosexuales, bisexuales y heterosexuales), los grupos
de edad que se ven más afectados son el de 25-29 y el de 30-34. Los municipios que han
tenido mayor cantidad de casos de transmisión sexual han sido Nezahualcóyotl, Ecate-
pec y Tlalnepantla. En las categorías referidas a la transmisión sanguínea (transfusión, ex
donadores remunerados, hemofílicos, drogadictos intravenosos, exposición ocupacio-
nal) tomadas en conjunto, el grupo de edad más afectado es el de 30-34 años. Pero la
transfusión sanguínea ha afectado más al grupo 40-44 años, y en drogadictos intraveno-
sos el grupo de edad con mayor proporción es el de 25-29 años. Dentro de la categoría
de transfusión sanguínea, los municipios que han tenido relativamente más afectados
han sido Ecatepec, Nezahualcóyotl y Tlalnepantla; el único con varios casos de droga-
dictos intravenosos ha sido Nezahualcóyotl; y hubo más casos de SIDA de ex donadores
remunerados en Nezahualcóyotl, Chimalhuacán y Naucalpan.
De las categorías de transmisión que afectan a las mujeres, cabe consignar que se des-
conoce la misma para el 45% de los casos. Sin considerar los casos no especificados, la
categoría “heterosexuales” es la que ha tenido más peso (51.9%), y dentro de ésta, haber
tenido relaciones sexuales con alguien que tenía SIDA es la subcategoría que presenta
mayor cantidad de casos, siendo el grupo de edad más afectado el de 30-34 años. Entre
las categorías de transmisión sanguínea, es la “transfusión” la más importante (32.6%),
que ha afectado principalmente a las mujeres de entre 25 y 29 años, y cuyos casos se con-
4 Al ser tan grande el número de casos sin categoría de transmisión, no es conveniente suponer que se hu-
bieran distribuido igual que los casos conocidos. De haberse contado con plena información, hubiera
sido posible que todas las categorías cambiaran sus proporciones, y su orden de importancia. Por esta ra-
zón, habrá que tomar con cautela las relaciones que se presentarán. Sin embargo, hay que destacar que
ésta es la información que posee el gobierno para realizar estudios epidemiológicos, por lo que, aun con
sus limitaciones, no es posible desecharla.
84 EL AMANECER DEL SIGLO Y LA POBLACIÓN MEXICANA
2.5
2
Porcentaje
1.5
0.5
0
1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996
año
Hombres Mujeres
Un análisis más detallado de la evolución de las defunciones por SIDA como porcen-
taje del total de defunciones según la edad, muestra que el comportamiento difiere entre
los grupos de edad más afectados, el de 25-29 y el de 30-34 para cada sexo. Las defuncio-
nes de los hombres del grupo 25-29 parecerían estar disminuyendo a partir de 1995, en
tanto las del grupo 30-34 se estarían estabilizando en el nivel alcanzado ese año. En
cuanto a las defunciones de las mujeres, la evolución de ambos grupos de edad ha sido
errática, las del grupo 25-29 parecen descender a partir de 1995, en tanto que las del gru-
po 30-34 se incrementan.
El análisis de los niveles de escolaridad alcanzados por los hombres fallecidos por
SIDA, muestra que el porcentaje mayor corresponde a primaria completa, seguido de se-
cundaria y preparatoria. Si se suman las tres categorías más altas (secundaria, preparato-
ria y profesional), éstas abarcan el 55 por ciento de los casos. En las mujeres, se advierten
menores niveles de escolaridad. Las tres categorías más altas representan el 26 por ciento
de los casos, aunque la categoría con mayor porcentaje es también primaria completa.
Algunas características de los migrantes con SIDA residentes en el conurbado del Area Metropolitana de la
Ciudad de México
A partir de los datos del Registro Nacional de Casos de SIDA, se puede intentar una ca-
racterización de las personas que han declarado tener residencias anteriores en otras en-
tidades, y que han tenido el diagnóstico de SIDA. De los 3262 casos de SIDA registrados
en los municipios conurbados, 105 (el 3%) declararon tener residencia anterior en otra
entidad federativa o país. De estos 105 casos, el 91% eran hombres y 9% mujeres. Esto
muestra un alza en la relación hombre-mujer respecto del total de los casos del conurba-
do, siendo entre los migrantes con SIDA de 10 a 1. Una hipótesis que podría explicar este
incremento sería que en general migran más hombres que mujeres, pero no es posible
afirmar esto, ya que la relación entre sexos de la inmigración general del conurbado de
acuerdo con los datos del Censo de 1990, tanto interna como internacional, era casi de 1
a 1, es decir, no hubo muchos más hombres que mujeres que inmigraron (Anexo, cua-
dro 2). Estas discrepancias podrían indicar una mayor vulnerabilidad de los hombres mi-
grantes respecto a las mujeres migrantes de contraer la enfermedad.
Si se analizan los casos de inmigrantes con SIDA por año de notificación (Anexo,
cuadro 3), y se comparan con los casos totales, se advierte el peso que tuvo la inmigra-
ción en el comienzo de la enfermedad en los municipios conurbados (gráfica 3). Así, de
5 En esta investigación se partió de datos sobre inmigración en los municipios conurbados que habían sido
recolectados por dos fuentes, y que contenían un concepto de migración diferente cada una, a saber: la
definición censal y la definición del Registro Nacional de Casos de SIDA. Para más detalles, véase Gayet,
1999.
86 EL AMANECER DEL SIGLO Y LA POBLACIÓN MEXICANA
los casos notificados en 1986, el 22% correspondió a inmigrantes; de los casos de 1987,
el 7% fue de inmigrantes y de los casos notificados en 1988, 8% eran inmigrantes, cifras
muy por encima del promedio de todos los años (3%). En los siguientes años este peso
tiene una tendencia al descenso, tal vez por una pérdida de calidad en el registro de los
casos.
GRÁFICA 3. Casos de SIDA de inmigrantes como porcentaje del total
de casos según año de notificación
100%
80%
60%
40%
20%
0%
1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998
año
inmigrantes total
Los municipios que registran mayor número de inmigrantes con SIDA son Ne-
zahualcóyotl, Ecatepec y Naucalpan, los mismos municipios que recibieron el mayor
número de migrantes en general (Anexo, cuadro 4).
Los grupos de edad de los casos de SIDA inmigrantes muestran que el SIDA ha tenido
impacto en casi todos los grupos (excluidos los niños), siendo el grupo más afectado el
de 30-34 tanto para los hombres como para las mujeres, coincidiendo con lo que sucede
en la población con SIDA del conurbado en su conjunto (Anexo, cuadro 5). Aunque no
se cuenta con información sobre grupos de edad de los inmigrantes en general para los
municipios conurbados, hay estimaciones para la zona metropolitana de la Ciudad de
México en conjunto a partir de la encuesta levantada junto con el Conteo de Población
de 1995, que indican que los grupos de edad con mayor porcentaje son los de 15-19 y
20-24 años. Comparado con estos datos, las edades (al momento de la notificación) de
los inmigrantes con SIDA de los municipios conurbados serían más altas. Cárdenas
(1988) había encontrado una edad promedio superior en 10 años en los migrantes con
SALUD DE LA POBLACIÓN Y DESIGUALDAD SOCIAL 87
SIDA con residencia anterior en los Estados Unidos respecto a la de los migrantes indo-
cumentados en el mismo país; por su parte Bronfman et al. (1989) encontró una edad
promedio superior de 6.5 años, ambos analizando los casos del total del país. Sin embar-
go, debe aclararse que no se conoce la edad al momento de la migración de estos casos
de SIDA, por lo que tal vez ésta pudiera ser equivalente a la de los inmigrantes en general,
y, bajo el supuesto de que la migración pudo haber coadyuvado al contagio, la diferencia
de edad encontrada puede deberse a la distancia entre el momento en que ocurre el con-
tagio y la fecha de inicio o de notificación del padecimiento.
La categoría de transmisión más importante para los hombres sigue siendo el haber
mantenido relaciones homosexuales, pero comparada con el total de los casos (tomando
en consideración los grupos de edad desde 15 a 69 años para igualar con los inmigrantes
y eliminando los no especificados), en los inmigrantes ha tenido un peso menor (33.7%
versus 37.7%).6 Lo contrario ocurre con la siguiente categoría en orden de importancia,
a saber, heterosexuales, que aumenta su proporción entre los inmigrantes (31.6% frente
a 27.2%). La categoría bisexuales tiene un comportamiento casi igual que en el total de
los casos (23.9% versus 23.6%). Sin embargo, un análisis más detallado en cuanto a la
procedencia de los migrantes, muestra que para los que provienen de otro país, disminu-
ye el peso de la categoría homosexuales en tanto que aumenta la de heterosexuales, y la
de bisexuales permanece casi igual respecto al total de casos de SIDA; y en los inmigran-
tes internos, aumenta la proporción de homosexuales y bisexuales y disminuye la de he-
terosexuales. Es conveniente recordar que se trata del análisis de las categorías de trans-
misión y no de los factores de riesgo, y que, como se dijo anteriormente, puede haber
hombres que tengan relaciones sexuales con otros hombres y que figuren en la categoría
de heterosexuales.
Dentro de la categoría heterosexual, haber tenido relaciones sexuales con trabajado-
ras de sexo comercial (TSC), al igual que para la totalidad de los casos, sigue siendo de im-
portancia entre los migrantes, pero con una proporción menor (12.0% frente a 13.7%), y
haber tenido relaciones con alguien que tenía SIDA parece tener un peso mayor para los
inmigrantes (9.8% frente a 5.4%) (Anexo, cuadro 6). Este resultado es inesperado, ya
que uno de los argumentos más frecuentes sobre la vulnerabilidad de los migrantes es su
recurrencia al sexo con trabajadoras de sexo comercial por las condiciones de aislamien-
to y separación de sus vínculos afectivos. Sin embargo, si distinguimos entre migrantes
internos e internacionales, haber tenido relaciones con TSC aumenta su proporción en
los inmigrantes internacionales y disminuye en los internos. Esto podría indicar dos ti-
pos de migración muy distintos, con riesgos diferenciados de acuerdo al circuito migra-
torio. Respecto a las mujeres, los pocos casos con que se cuenta de inmigrantes no per-
mite establecer relaciones, pero cabe destacar que haber tenido relaciones sexuales con
alguien que tenía SIDA sigue siendo la categoría de transmisión más importante.
6 Las comparaciones deben tomarse con cuidado, porque, como se señaló anteriormente, no se conoce la
categoría de transmisión para el 43% de los casos totales y para el 4% de los casos de migrantes. Para ha-
cer la comparación, se utilizó el supuesto de que los casos no especificados se distribuyen como los casos
conocidos, pero, como se dijo, la información faltante podría alterar la proporción de las categorías, y
por lo tanto, los resultados de la comparación.
88 EL AMANECER DEL SIGLO Y LA POBLACIÓN MEXICANA
Una cuestión clave para el análisis de los inmigrantes con SIDA es conocer dónde han
tenido su residencia anterior. El 54% de los hombres declaró haber vivido en otra enti-
dad de la República Mexicana, en tanto que el restante 46% lo hizo en otro país, con una
neta preponderancia de Estados Unidos. Casi todas las mujeres inmigrantes vivieron en
otro estado del país, con un único caso que dijo haber vivido en Estados Unidos. Estos
porcentajes son muy distintos a los de la inmigración en general de la región arrojados
por el Censo de 1990, donde la migración interna representaba el 97.1% y la internacio-
nal el 2.9%. Hay una sobrerrepresentación de la migración internacional entre los casos
de SIDA del conurbado de la ciudad de México.
De los inmigrantes internos con SIDA, las entidades de las que provienen los hom-
bres en orden de importancia son Jalisco, Baja California y Oaxaca, y las de las mujeres
son Veracruz y Jalisco. De acuerdo con los resultados del Censo de 1990, Oaxaca y Ve-
racruz eran entidades de residencia anterior de importancia para el conjunto de la pobla-
ción de la región, pero Jalisco y Baja California no eran relevantes. Esto apoyaría la hipó-
tesis de Cárdenas (1988) de que el flujo migratorio al que pertenecen los casos de SIDA
es distinto de los flujos migratorios de la población en general, donde Jalisco y Baja Cali-
fornia parecerían formar parte de un circuito migratorio particular de los migrantes que
han desarrollado SIDA.
CUADRO 1.
Casos notificados de SIDA de inmigrantes en los municipios conurbados del AMCM entre
1986 y 1998, según estado de residencia anterior y sexo.
Inmigración Estado de residencia anterior Total Hombres Mujeres
Interna Aguascalientes 1 1
Baja California 6 6
Baja California S 1 1
Chiapas 1 1
Coahuila 2 1 1
Colima 1 1
Guerrero 1 1
Guanajuato 1 1
Hidalgo 3 2 1
Jalisco 11 9 2
Michoacán 1 1
Morelos 1 1
Oaxaca 6 6
Puebla 2 2
Querétaro 2 2
Quintana Roo 2 2
San Luis Potosí 4 4
Sonora 2 2
Tabasco 1 1
Tlaxcala 2 2
Veracruz 7 4 3
Yucatán 2 2
Internacional EUA 39 38 1
Otros países 6 6
Total 105 96 9
Fuente: elaboración propia con base en SSA, DGE, Registro Nacional de
Casos de SIDA, 1999.
SALUD DE LA POBLACIÓN Y DESIGUALDAD SOCIAL 89
El estado civil de los hombres inmigrantes con SIDA muestra algunas diferencias le-
ves respecto al total de hombres con SIDA.7 Si bien la categoría de soltero es la más im-
portante, disminuye levemente su proporción entre los inmigrantes (62.7% frente a
63.8%), particularmente por la disminución de esta categoría en los internacionales (en-
tre los inmigrantes internos, aumenta). Los unidos (casados y en unión libre) aumentan
su peso (29.3% frente a 25.3% y 5.3% frente a 4.5%), incrementándose algo más estas
categorías entre los inmigrantes internacionales; y disminuye el de las categorías separa-
do y viudo. En las mujeres, el estado civil de las inmigrantes muestra similitudes con el
conjunto de mujeres con SIDA (Anexo, cuadro 8). Las proporciones de solteros son más
altas que en los inmigrantes de la población en general, y esto podría deberse a la selecti-
vidad en las preferencias sexuales del “flujo migratorio particular” al que pertenecerían
los casos de SIDA.
En síntesis, el perfil de los inmigrantes internacionales con SIDA tiene algunos de los
rasgos definidos por Pineda et al. (1992), tales como sexo masculino, edad entre 15 y 65
años, casado, y emigrado a los Estados Unidos. En cambio, el de los inmigrantes inter-
nos parece ser diferente, con mayor proporción de mujeres y en los hombres mayor
peso de las categorías homosexuales y solteros.
7 No se conocía el estado civil del 17% de los casos de SIDA totales del municipio y del 21% de los casos
de inmigrantes con SIDA. Las comparaciones están sujetas a error.
SALUD DE LA POBLACIÓN Y DESIGUALDAD SOCIAL 91
Sea,
8 Para el cálculo de la tasa de inmigración de la población total se realizaron los siguientes procedimientos:
anualizar los inmigrantes (cuyo periodo era desde el 1 de enero de 1985 al 12 de marzo de 1990). A efecto
de obtener una tasa central a mitad de año, se quitó la porción correspondiente al periodo 1 de enero de
1990 al 12 de marzo de 1990. Luego se dividió entre 5 (por los años 1985 a 1989) y se obtuvieron los mi-
grantes anuales centrados al 30 de junio de 1987. También se proyectó la población mayor de 5 años al 30
de junio de 1987 (calculando la tasa de crecimiento intercensal para cada municipio, y tomando como
base la población de 1980). Finalmente, se dividió la cifra resultante de migrantes anuales entre la pobla-
ción mayor de 5 años proyectada de cada municipio. La tasa de inmigración de la población con SIDA se
obtuvo dividiendo los migrantes del periodo 1986-1998, entre el total de casos del mismo periodo. Esta
tasa quedó centrada al 30 de junio de 1992. En el caso de los migrantes con residencias anteriores combi-
nadas internas e internacionales se consideró la primera residencia anterior reportada (la más cercana a la
fecha de notificación).
92 EL AMANECER DEL SIGLO Y LA POBLACIÓN MEXICANA
9 Las tasas de inmigración de la población total y de la población con SIDA pueden verse en el cuadro 9 del
Anexo.
SALUD DE LA POBLACIÓN Y DESIGUALDAD SOCIAL 93
Fuente: elaboración propia con base en SSA, DGE, Registro Nacional de Casos de SIDA, 1999.
ANEXO. CUADRO 5
Casos notificados de SIDA de inmigrantes en los municipios conurbados del AMCM
entre 1986 y 1998, por grupo de edad y sexo
Grupos de edad Total
15-19 20-24 25-29 30-34 35-39 40-44 45-49 50-54 55-59 60-64 65 y + n.e.
Total de casos de inmi- Observados 3 12 22 28 14 10 4 3 4 1 2 2 105
grantes
% del total 2.9 11.4 21.0 26.7 13.3 9.5 3.8 2.9 3.8 1.0 1.9 1.9 100.0
Hombres inmigrantes Observados 2 11 21 26 13 9 4 3 3 1 2 1 96
% de hom- 2.1 11.5 21.9 27.1 13.5 9.4 4.2 3.1 3.1 1.0 2.1 1.0 100.0
bres
Mujeres inmigrantes Observados 1 1 1 2 1 1 1 1 9
% de muje- 11.1 11.1 11.1 22.2 11.1 11.1 11.1 11.1 100.0
res
Fuente: elaboración propia con base en SSA, DGE, Registro Nacional de Casos de SIDA, 1999.
ANEXO. CUADRO 6
Casos notificados de SIDA de inmigrantes en los municipios conurbados del AMCM
entre 1986 y 1998, por categoría de transmisión y sexo
Total Hombres Mujeres
% de
Observado % del total Observado % de hom-
bres
Observado mujeres
Homosexuales 31 29.50% 31 32.30%
Bisexuales 22 21.00% 22 22.91%
Heterosexuales sin especificación 9 8.60% 8 8.33% 1 11.11%
Heterosexuales Sexo-SIDA 9 8.60% 6 6.25% 3 33.33%
Heterosexuales Sexo-TSC 11 10.50% 11 11.46%
Subtotal de la transmisión sexual 82 78.10% 78 81.25% 4 44.44%
Transfusión 5 4.80% 4 4.17% 1 11.11%
Exodnadores remunerados 2 1.90% 1 1.04% 1 11.11%
Hemofílicos 1 0.95% 1 1.04%
Drogadictos intravenosos 1 0.95% 1 11.11%
Subtotal de la transmisión sanguínea 9 8.60% 6 6.25% 3 33.33%
Homosexuales drogadictos intravenosos 1 0.95% 1 1.04%
Subtotal 92 87.65% 88.54% 7 77.78%
No especificado 13 12.35% 11 11.46% 2 22.22%
Total 105 100.00% 96 100.00% 9 100.00
%
Fuente: elaboración propia con base en SSA, DGE, Registro Nacional de Casos de SIDA, 1999.
ANEXO. CUADRO 7
Casos notificados de SIDA de inmigrantes en los municipios conurbados del AMCM
entre 1986 y 1998, por escolaridad y sexo
Escolaridad Total Hombres Mujeres
Observado % Observado % Observado %
Analfabeta 2 1.90 2 2.08
Primaria incompleta 8 7.62 6 6.25 2 22.20
Primaria completa 13 12.38 10 10.42 3 33.30
Secundaria incompleta 3 2.86 3 3.13
Secundaria completa 13 12.38 12 12.50 1 11.10
Carrera técnica 4 3.81 4 4.17
Bachillerato 14 13.33 14 14.58
Profesional 12 11.43 12 12.50
n.e. 36 34.29 33 34.38 3 33.30
Total 105 100.00 96 100.00 9 100.00
Fuente: elaboración propia con base en SSA, DGE, Registro Nacional de Casos de SIDA, 1999.
ANEXO. CUADRO 8
Casos notificados de SIDA de inmigrantes en los municipios conurbados del AMCM
entre 1986 y 1998, por estado civil y sexo
Hombres Mujeres
Observado % Observado %
Soltero 47 48.96 2 22.20
Casado 22 22.92 3 33.30
Separado 1 1.04
Unión libre 4 4.17 2 22.20
Viudo 1 1.04 2 22.20
n.e. 21 21.88
Total 96 100.00 9 100.00
Fuente: elaboración propia con base en SSA, DGE, Registro Nacional de Casos de SIDA, 1999.
ANEXO. CUADRO 9
Índice de migración diferencial. Relación entre tasa de inmigración de la población con SIDA y tasa de inmigración de la po-
blación total de cada municipio
Población con SIDA Población municipal Índice / 100
Msi/Ps Msinal/Ps Ms/Ps Mi/P Minal/P M/P Interna Internacional Total
Acolman 0.0000 0.1250 0.1250 0.0035 0.0001 0.0036 -1.0 2338.1 33.8
Atenco Indeterm. Indeterm. Indeterm. 0.0018 0.0001 0.0019 Indeterm. Indeterm. Indeterm.
Atizapán de Zaragoza 0.0000 0.0000 0.0000 0.0080 0.0005 0.0085 -1.0 -1.0 -1.0
Coacalco 0.0330 0.0330 0.0659 0.0061 0.0002 0.0063 4.4 163.2 9.5
Cuautitlán 0.0000 0.0000 0.0000 0.0065 0.0002 0.0066 -1.0 -1.0 -1.0
Chalco 0.0278 0.0185 0.0463 0.0124 0.0001 0.0125 1.2 191.9 2.7
Chicoloapan 0.0000 0.0000 0.0000 0.0067 0.0001 0.0068 -1.0 -1.0 -1.0
Chimalhuacan 0.0079 0.0157 0.0236 0.0115 0.0001 0.0116 -0.3 206.9 1.0
Ecatepec 0.0206 0.0137 0.0343 0.0073 0.0001 0.0074 1.8 123.7 3.7
Huixquilucan 0.0000 0.0000 0.0000 0.0089 0.0016 0.0105 -1.0 -1.0 -1.0
Ixtapaluca 0.0000 0.0000 0.0000 0.0076 0.0001 0.0078 -1.0 -1.0 -1.0
Jaltenco Indeterm. Indeterm. Indeterm. 0.0044 0.0000 0.0044 Indeterm. Indeterm. Indeterm.
Melchor Ocampo 0.0000 0.0000 0.0000 0.0047 0.0000 0.0047 -1.0 -1.0 -1.0
Naucalpan 0.0280 0.0051 0.0331 0.0098 0.0005 0.0103 1.9 9.8 2.2
Nezahualcóyotl 0.0179 0.0150 0.0329 0.0053 0.0001 0.0054 2.4 143.2 5.0
Nextlalpan 0.0000 0.0000 0.0000 0.0054 0.0000 0.0055 -1.0 -1.0 -1.0
Nicolás Romero 0.0227 0.0000 0.0227 0.0044 0.0001 0.0045 4.1 -1.0 4.1
Paz, La 0.0000 0.0000 0.0000 0.0076 0.0001 0.0077 -1.0 -1.0 -1.0
Tecamac 0.0690 0.0000 0.0690 0.0073 0.0001 0.0075 8.4 -1.0 8.2
Teoloyucan 0.0000 0.0833 0.0833 0.0035 0.0001 0.0036 -1.0 807.8 22.2
Tepotzotlán 0.0000 0.0000 0.0000 0.0051 0.0001 0.0053 -1.0 -1.0 -1.0
Texcoco 0.0000 0.0000 0.0000 0.0088 0.0005 0.0093 -1.0 -1.0 -1.0
Tlalnepantla 0.0159 0.0132 0.0291 0.0062 0.0002 0.0063 1.6 79.7 3.6
Tultepec 0.0000 0.0000 0.0000 0.0072 0.0001 0.0073 -1.0 -1.0 -1.0
Tultitlán 0.0115 0.0115 0.0230 0.0070 0.0001 0.0071 0.6 111.3 2.2
Zumpango 0.0000 0.0000 0.0000 0.0050 0.0001 0.0051 -1.0 -1.0 -1.0
Cuautitlán Izcalli 0.0137 0.0342 0.0479 0.0074 0.0003 0.0077 0.9 135.5 5.3
Conurbado total 0.0184 0.0138 0.0322 0.0071 0.0002 0.0074 1.6 63.2 3.4
Fuente: elaboración propia a partir de los datos de INEGI, X Censo de Población y Vivienda 1980, XI Censo de Población y Vivienda, 1990 y
SSA, DGE, Registro Nacional de Casos de SIDA, 1999.
102 EL AMANECER DEL SIGLO Y LA POBLACIÓN MEXICANA
OBRAS CONSULTADAS
Population Reports, Vol. XXIV, nº 3, noviembre de 1996, The Johns Hopkins School of
Public Health.
Sabatier, Renée (1996), “Migrants and AIDS: Themes of Vulnerability and Resistance”.
En: Haour-Knipe, M. y R. Rector. Crossing Borders: Migration, Ethnicity and AIDS.
Londres, Taylor and Francis.
Secretaría de Salud, Dirección General de Epidemiología (1999). Registro Nacional de Ca-
sos de SIDA.
Spiegelman, Mortimer (1972). Introducción a la demografía. México, Fondo de Cultura Eco-
nómica.
Valdespino, José Luis, García-García ML, Del Río-Zolezzi A, Loo-Méndez E, Ma-
gis-Rodríguez C, Salcedo-Alvarez RA (1995). “Epidemiología del SIDA/VIH en
México; de 1983 a marzo de 1995”. En: Salud Pública de México, 1995; 37: pp.
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