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FILOSOFÍA

Lógica.
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Concepto general | Historia de la lógica | Principios lógicos
Lógica y verdad | Lógica y filosofía | Lógica, lenguaje, símbolos y variables
Las proposiciones predicativas : El objeto , Los términos , El predicado , El atributo ,
Universales y particulares , La cantidad , La cópula predicativa
Las estructuras del pensamiento : El concepto , Las clases , El juicio , El razonamiento
Las proposiciones categóricas | Las inferencias inmediatas | El silogismo

Concepto general.

La denominación de la lógica, está directamente relacionada con la palabra


griega logos, cuyo significado en griego antiguo es equivalente a“pensamiento” o
“razón”, pero también “palabra” o “conocimiento”; y logiké era “lo relativo al
logos” En definitiva, se trata del estudio de la forma en que funciona la facultad
humana de pensar y razonar.

Puede definirse la lógica como el conjunto de conocimientos que tienen


por objeto la enunciación de las leyes que rigen los procesos del
pensamiento humano; así como de los métodos que han de aplicarse al
razonamiento y la reflexión para lograr un sistema de raciocinio que
conduzca a resultados que puedan considerarse como certeros o
verdaderos.

Debe distinguirse entre la lógica formal y la lógica material:

• La lógica formal también llamada lógica pura - que es la lógica propiamente


dicha - es precisamente la “ciencia” (en cuanto conocimiento) que determina
cuáles son las formas correctas y válidas de los raciocinios; pero lo hace
considerándolos en sí mismos y con prescindencia de los contenidos concretos
de los razonamientos, es decir, considerando esos contenidos como entes
lógicos abstractos, de tal manera que las leyes a aplicar tengan validez para
cualquier contenido concreto.

El raciocinio puede definirse como un proceso del pensamiento (por tanto,


exclusivamente humano) que a partir de ciertos conocimientos establecidos
(llamados premisas), conduce a adquirir un conocimiento nuevo (contenido
en la conclusión) sin que para ello haya que recurrir a nuevas constataciones
u observaciones sensibles distintas o adicionales a las ya contenidas en las
premisas.

Por lo tanto, la verdad a que conduce la lógica formal, es una verdad formal;
que será verdad en tanto sea verdad el contenido de las premisas, e indicará
solamente que existe una congruencia de ese raciocinio, consigo mismo. Si en
un razonamiento existe falsedad en las premisas y la conclusión asimismo es
falsa; de todos modos el razonamiento será correcto o válido como
razonamiento.

• La lógica material también llamada lógica aplicada, es aquella en que un


proceso de raciocinio o de pensamiento se analiza en consideración al
contenido real de sus premisas, y por lo tanto debe conducir a una verdad
material, una conclusión que sea concordante con la realidad.

Mientras que las premisas (o predicados) que toma en consideración la lógica


pura constituyen entidades abstractas y absolutamente precisas, respecto de
las cuales no es requerido que exista ningún objeto de la realidad que los
verifique; es difícil encontrar en la realidad conceptos de origen empírico-
sensible que presenten exactamente las características de los objetos lógicos.

Aparte de ello, respecto de todo concepto de origen empírico, no solamente es


posible concebir sino que también se encuentran en la realidad experimental,
objetos respecto de los cuales no es posible afirmar de manera absolutamente
cierta que coinciden o que no coinciden con esos conceptos.

Por lo tanto, respecto de proposiciones lógicas que utilicen esos conceptos, las
leyes de la lógica formal solamente serán aplicables con especial precaución.
De tal manera, las leyes de la lógica formal solamente resultarán aplicables
con alcance estricto en el campo de las ciencias puramente exactas y
abstractas, tales como las matemáticas, la propia lógica, la mecánica, y
aquellas disciplinas exclusivamente normativas y abstractas tales como la
interpretación jurídica.
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Breve historia de la lógica.

Entre los muchos aportes que hizo Aristóteles al conocimiento abstracto, sin duda
la lógica formal - de la que fue indiscutiblemente creador - no solamente puede
considerarse el más trascendental, sino aquel en que logró mejores y mayores
aciertos.

La principal aportación de Aristóteles fue la silogística, el estudio del procedimiento


de raciocinio por medio del silogismo, en que de dos premisas se deduce una
conclusión; también llamada lógica de las proposiciones o lógica “clásica”. Los
filósofos ulteriores, sobre todo los pertenecientes a la escuela estoica pre-cristiana y
a la escolástica medieval desarrollaron a fondo la lógica de las proposiciones;
sistematizando y completando la silogística aristotélica así como llegaron a
desarrollar las llamadas “lógicas modales”.

Recién en el siglo XIX puede decirse que se desarrollaron nuevas aportaciones de


importancia en el campo de la lógica, con el desenvolvimiento de la “lógica
matemática” que, a partir del antecedente del pensamiento de Leibnitz, realizaron
Boole y Frege.

El filósofo y matemático alemán Gottfried Wilhelm Leibnitz (Leipzig, 1646 -


Hannover, 1716) - a quien cabe considerar el creador de la lógica matemática -
desarrolló la idea de un calculus ratiocinator, mediante el cual se aplicaría un
sistema de reglas a algunos conceptos generales precisamente definidos, lo que
habilitaría a operar en el campo de las cuestiones filosóficas con los mismos
procedimientos del razonamiento matemático. Esta idea tenía implícito el concepto
de crear un método equivalente al de las ciencias exactas para alcanzar la certeza en
cuanto a las cuestiones filosóficas; pero precisamente por su estrecha vinculación
con especulaciones filosóficas sobre numerosos temas como la metafísica y la
teodicea, el concepto quedó largo tiempo olvidado.

Fue así que la lógica matemática - también llamada lógica simbólica - se desarrolló
efectivamente en el siglo XIX, especialmente a partir de George Boole (Inglaterra,
1815 - 1864), autor de la obra “Investigación de las leyes del pensamiento en que se
fundan la teorías matemáticas de la lógica y la probabilidad”, en que se originara la
conocida como “álgebra booleana”; que conjuntamente con Frege consiguió
construir cálculos lógicos rigurosamente formalizados, que permitieron aplicar a los
problemas lógicos los procedimientos matemáticos. Con ello sentaron los
fundamentos operativos de la tecnología de la moderna computación, que fueran
ulteriormente desarrollados por las teorías de Emil Post y el célebre matemático
inglés Allan Mathison Turing (Inglaterra, 1912-1954), creador de la Automatic
Digital Machine que por primera vez permitió realizar cálculos mecanizados
mediante el empleo de algoritmos.

La obra culminante de la lógica simbólica, la constituye “Principia mathematica” de


Sir Bertand Russell (Inglaterra, 1872-1970) y Alfred North Whitehead (Inglaterra,
1861 - U.S.A., 1947), realizada en tres tomos, entre los años 1910 y 1913. En esta
obra, se sustenta el concepto de que las matemáticas puras se obtienen de premisas
lógicas puras, de modo que los conceptos que las definen también son conceptos
lógicos puros.

Cabe señalar, ante lo precedente, la evidencia que emerge en cuanto a la


trascendental importancia que la lógica reviste en todos los órdenes de las
actividades y del conocimiento humano; siendo demostrativa del estrecho vínculo
que existe entre sus remotos orígenes filosóficos, su absoluta conexión con los
fundamentos del conocimiento de las matemáticas y, por esa vía, su clara incidencia
en los fundamentos teóricos y conceptuales de la computación. Ésta, a su vez,
alcanza una repercusión trascendental no solamente en la informática en sí misma,
sino en todas sus aplicaciones en la vida cotidiana; ya sea a nivel de la industria, las
comunicaciones, y aún en una enorme variedad de elementos de uso y consumo
cotidiano.

Teniendo clara conciencia de la forma en que, desde el fondo de los siglos, se


proyecta hacia nosotros el esfuerzo intelectual de Aristóteles para habilitarnos a
pensar correctamente; el empleo de las reglas de la lógica en otros campos, tales
como las decisiones en el orden de la vida personal, política, económica y jurídica -
en muchos de cuyos aspectos no suele ser frecuente aplicarla - debiera ser una
importante preocupación para todos.
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Los principios lógicos.

Como punto de partida del estudio de las leyes que rigen el proceso del
razonamiento, se han establecido ciertas leyes fundamentales, que se consideran
generales y anteriores a todos los que de ellos se deducen, que son producto de la
intuición (resultado de un conocimiento directo e inmediato), y sobre los cuales se
fundamentan todas las restantes normativas lógicas.

Estos principios se consideran verdades axiomáticas, evidentes por sí mismas, que


no tienen que, ni necesitan, demostrarse.

Son cuatro principios, los tres primeros enunciados por Aristóteles y el cuarto
agregado por Leibnitz:

• El principio de identidad — Desde el punto de vista del ser, (ontológico) se


enuncia expresando que todo objeto (de conocimiento) es igual a sí mismo.
Sin embargo, desde el punto de vista lógico, su enunciado se relaciona con la
estructura de las proposiciones, expresando que el principio de identidad se
verifica cuando en una proposición verdadera el concepto contenido en el
predicado es total o parcialmente idéntico al concepto contenido en el sujeto:
“el triángulo tiene tres lados”.

• El principio de (no) contradicción — También tiene una formulación


ontológica conforme a la cual un objeto (de conocimiento) no puede ser y al
mismo tiempo no-ser. Desde el punto de vista lógico, este principio se enuncia
expresando que dos proposiciones contradictorias no pueden ser ambas
verdaderas; o que toda contradicción encierra una falsedad: Si es verdad que
“el triángulo tiene tres lados”, no puede ser verdad que “el triángulo no tiene
tres lados”.

En relación a la lógica aristotélica, o clásica, puede decirse que el principio de


no contradicción es el fundamental de todos; al punto de que existen quienes
lo consideran el único principio, del cual se extraen los otros.

• El principio de tercero excluído — Este principio está estrechamente


vinculado con el de no contradicción, al punto que a veces se lo distingue de
éste expresando que mientras el de no contradicción expresa que dos
proposiciones contradictorias no pueden ser ambas verdaderas, el de tercero
excluído expresa que dos proposiciones contradictorias no pueden ambas ser
falsas. Sin embargo, es más apropiado referir este principio al concepto de
valor de verdad de la lógica clásica, conforme al cual una proposición
solamente puede tener valor de verdadera o de falsa; y por lo tanto, entre la
verdad o la falsedad, no existe una tercera posibilidad. En consecuencia, la
relación con el principio de no contradicción queda mejor expresada en
cuanto al principio de tercero excluído, si se enuncia en el sentido de que de
dos proposiciones contradictorias, necesariamente una ha ser verdadera y la
otra ha de ser falsa.

• El principio de razón suficiente — Este principio fue enunciado por


Leibnitz en un sentido ontológico expresando que todo lo que existe tiene su
razón de ser. Algunos filósofos le han dado una enunciación en sentido lógico,
expresando que todo juicio es falso o verdadero, por alguna razón; y por lo
tanto ha de ser posible justificar su veracidad o su falsedad por medio de la
razón. De este principio, se considera derivado el:

• El principio de causalidad — Este principio, más propiamente


ontológico, implica que todo lo que existe tiene una causa; por lo cual
todo lo que es efecto de una causa puede convertirse a su vez en causa
de otro efecto.
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Lógica y verdad.

Como se ha expresado antes, la lógica formal o lógica pura, estudia las formas en
que procede el raciocinio, en forma abstracta; es decir, prescindiendo de sus
contenidos concretos. Por ese camino, procura encontrar las leyes formales
universales del pensamiento correcto; de tal manera que produzcan ese resultado
cualquiera sean los contenidos a que se apliquen.

De tal manera, la lógica formal se atiene no al contenido sino a la validez de los


razonamientos, no a su materia sino a su forma; por lo cual la forma de un
razonamiento correcto debe ser independiente:

• tanto de los objetos de que trate,

• como de las propiedades de esos objetos que puedan tomarse en


consideración.

Como también se ha señalado antes, en el estudio del proceso de un razonamiento


determinado, hecho a partir de ciertas premisas, no es permitido acudir a elementos
que no estén ya contenidos en esas premisas; de modo tal que para la validez de la
conclusión a que conduzca el razonamiento:

• si los datos del objeto de que tratan las premisas han sido previamente
constatados para él, deben darse por verificables en cualquier otro objeto de
la misma categoría.

• si en las premisas se considera determinadas propiedades, el razonamiento


válido para ella debe continuar siéndolo tanto en las premisas como en la
conclusión, si alguna de esas propiedades es sustituída por otra.

• si el razonamiento correcto tiene una determinada validez en un determinado


momento de cualquiera de ellos, debe mantener la misma validez en
cualquier otro momento; tanto respecto del objeto de la premisa como de sus
propiedades.

La lógica clásica de las proposiciones, no admite más que dos


posibilidades de validez del razonamiento, o valores de verdad: verdadero
o falso; por ello, se trata de una lógica binaria.

No resulta admisible la existencia de un valor de verdad intermedio entre lo falso y lo


verdadero, como podría ser lo “dudoso”; ni más débil que lo falso, como podría ser
lo “imposible”.

Por lo tanto:

• estos valores de verdad se excluyen recíprocamente en forma absoluta,

• toda proposición encierra necesariamente uno de ellos.

En tales condiciones, la validez de un razonamiento no depende ni es consecuencia


del valor de su conclusión; un razonamiento puede ser no válido, aunque su
conclusión sea verdadera. Para que un razonamiento sea correcto, es necesario que
en todos los raciocinios de la misma forma, partiendo de premisas verdaderas, la
conclusión sea igualmente verdadera.

Un razonamiento puede ser válido si su conclusión es falsa, con tal que por lo
menos una de sus premisas sea también falsa.

En este caso, se estará frente a lo que se denomina refutación por el absurdo. Cuando
se razona en base a dos premisas, una de las cuales es dudosa, al efectuar un
razonamiento correcto que conduce a una conclusión que es conocida como falsa,
permitiría evidenciar la falsedad de la premisa de que se ha partido.
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Lógica y filosofía - Sistemas lógicos.

La lógica formal, por lo antes visto, acude a una noción de verdad, pero no se
ocupa ella misma de establecer la verdad material.

Para sus propios fines, la lógica utiliza una noción de verdad que aplica solamente
para establecer la idea de una proposición verdadera, para legitimar la validez de
un razonamiento como proceso lógico; pero esa noción de verdad no pertenece a la
lógica misma, sino que la toma de alguna concepción filosófica previa, o de alguna
estructura de pensamiento con que ya se está familiarizado.

Cuando la noción de verdad empleada en un razonamiento lógico proviene de una


posición filosófica previamente elaborada, es evidente que la validez del
razonamiento formal, a los fines de la verdad material, es solidaria aquella de la
filosofía en que se fundamenta.

En los casos en que la noción de verdad se fundamenta en axiomas: proposiciones


que en una determinada disciplina se dan por evidentes en sí mismas o por
irrefutablemente demostradas - la lógica deja a cargo de esas disciplinas la decisión
sobre el valor definitivo del razonamiento, en cuanto por más que en sí mismo sea
correcto, su validez como verdad material dependerá necesariamente del valor
propio de esos principios.

Esto es lo que determina que sea posible hablar de “sistemas lógicos”, sin que, en
cuanto a ellos, se vea afectada la validez del proceso del razonamiento a
consecuencia de la invalidez del valor de verdad inherente a cada sistema sustancial
o material de razonamiento al que las leyes de la lógica sean aplicadas. En tales
casos, la ausencia de verdad de las conclusiones no será imputable a la invalidez del
razonamiento, sino a la invalidez de la función de verdad previamente aplicada a las
premisas.

En este sentido, es posible considerar la lógica, en cuanto “ciencia” de los


razonamientos, tanto como un conocimiento filosófico cuanto como un conocimiento
no filosófico (o, más propiamente, a-filosófico).

La lógica filosófica - que era el punto de vista de los pensadores antiguos a partir de
Aristóteles y de hecho hasta el siglo XIX - pretende fundamentarse sobre certezas de
índole filosófica; particularmente respecto de cuestiones concernientes a la
naturaleza de los actos del intelecto humano respecto del conocimiento contenido en
las premisas y consiguientemente en las conclusiones.

En cambio, la lógica simbólica o matemática - o formalizada - de la época


contemporánea, pretende liberarse de toda concepción filosófica, y elaborar sus
teorías a partir de una noción propia de verdad postulada en algunas pocas
propiedades simples; a partir de las cuales trata de elaborar el concepto de
“raciocinio válido”.
De cualquier manera, lo que no puede perderse de vista es que, a la larga, esa lógica
aséptica de toda filosofía, con toda su indiscutible validez desde el punto de vista de
las ciencias abstractas como las matemáticas o la mecánica y sus útiles aplicaciones;
no resulta aplicable a numerosos campos de la actividad humana, en los cuales es
ineludible partir de premisas cuyo valor de verdad podrá parecer no objetivamente
demostrable, pero que necesariamente implican presupuestos dotados de esa
función de verdad en otros planos, particularmente aquellos éticos.

Tampoco puede perderse de vista que, en último análisis la lógica misma es un


fenómeno de la realidad en la medida en que lo es el pensamiento humano; y que
por lo tanto los principios lógicos aparecen como generalizaciones de observaciones
realizadas sobre lo real. Las operaciones lógicas son, en definitiva, modos de
ordenar las realidades efectivas o posibles, a los fines de alcanzar su adecuado
conocimiento. La realidad misma, en este enfoque, son modos de comportamiento
de lo que percibimos, respecto de lo que es nuestro conocimiento; y que exhiben si él
es falso o verdadero.

De tal manera, si bien el buen funcionamiento de los procesos lógicos depende de su


validez resultante de la verdad formal a que conduzcan, el objetivo instrumental
final de la lógica es habilitar el verdadero conocimiento de la realidad; y para ello
tanto es indispensable recoger esa realidad en las premisas como aplicar las leyes
lógicas correctamente al extraer las conclusiones. De tal manera, en lo que se refiere
a las actividades y conocimientos no abstractos (abstractos pueden serlo los
matemáticos o los sistemas normativos de creación humana, como la legislación), el
único sistema lógico admisible es el que parte del reconocimiento y la aceptación de
la realidad en sus premisas.

Especialmente en las cuestiones políticas, jurídicas y económicas , los razonamientos


lógicos siempre estarán doblemente condicionados, a los efectos de su factor
material de verdad:

• por una parte en cuanto a la validez resultante de la propia corrección


de la forma aplicada para el razonamiento;

• pero asimismo - y será seguramente lo más importante - al factor de


verdad que afecte su sistema lógico en función de los valores de verdad
que se asigne a sus premisas de partida, desde el punto de vista tanto
filosófico, como de su correcto ajustamiento a su propia estructura
normativa o, en su caso, a la realidad material.
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Lógica, lenguaje y símbolos.


En la práctica, no es posible razonar directamente mediante conocimientos en un
estado mental, sino por medio de representaciones simbólicas, que se expresan en
objetos materiales perceptibles por medio de los sentidos, tales como palabras,
signos, gráficos, fórmulas, etc.

El uso del lenguaje corriente lleva implícito un enfoque de sintaxis, que consiste en
las relaciones formales entre los términos empleados; y un enfoque semántico, que
consiste en el sentido de referencia que se atribuye a las palabras empleadas, su
relación con los objetos y los conceptos de la realidad a que con su empleo se trata
de aludir, y que es cierto modo es socialmente cambiante dentro de un mismo
idioma, considerando distintos tiempos y lugares.

El lenguaje de uso corriente - tanto el coloquial como el culto, literario o el de


ciertas disciplinas especializadas - resulta totalmente imperfecto en cuanto al rigor,
claridad, abstracción y precisión requerido para la expresión de los conceptos y
objetos en los estudios lógicos; especialmente considerando lo expuesto en cuanto a
la prescindencia de los componentes de contenidos materiales de los procesos del
razonamiento.

En función de ello, la lógica formal procura liberarse de la incidencia que, en


cuanto al examen de las cuestiones formales del razonamiento, pueda tener el uso de
términos de los lenguajes idiomáticos, creando para ser aplicado en el estudio y
exposición de las leyes lógicas, un lenguaje simbólico propio, un lenguaje formal.

Este lenguaje simbólico propio de la lógica, tiene por otra parte la ventaja de su
universalidad; en cuanto al prescindir del empleo de expresiones de un idioma real,
permite su comprensión directa independientemente del idioma concreto de la
persona que se aplique a su estudio.

Ese lenguaje simbólico es además lo que se denomina un metalenguaje, en el sentido


de que se lo concibe como una forma de expresión que está “más allá” del uso
mismo del lenguaje. En este sentido, se dice que el lenguaje-objeto es el que se
utiliza, en tanto que el metalenguaje es aquel con el que se habla del otro; como
cuando se aprende un idioma extranjero utilizando para ello el idioma propio.

Una expresión sencilla del lenguaje simbólico aplicable al análisis lógico puede ser
similar al aplicado en matemáticas para representar una variable. De esta forma,

un silogismo simple como: puede expresarse bajo la forma:

Todos los hombres son mortales Si A es B


Sócrates es hombre, y C es A
entonces Sócrates es mortal entonces C es B
De esta manera, la sustitución de una proposición por un síimbolo permite construir
una teoría de las formas del razonamiento en las cuales intervengan componentes
similares; de modo que sea posible reconocer facilmente en un proceso de
razonamiento la presencia de una misma proposición, de un mismo concepto, o de
una misma propiedad o atributo.

El símbolo que se emplea para representar una proposición se designa como


variable proposicional; pero debe distinguirse muy cuidadosamente de lo que
constituye un símbolo de variables en otras disciplinas, como el álgebra o los
lenguajes informáticos de programación:

• Una variable algebraica de las que se emplean en las fórmulas


matemáticas, físicas o de otras ciencias, es un símbolo de valor
cuantitativo implícito; ya sea que se trate de despejarlo cuando
constituye una incógnita o que se trate de examinar diversas
situaciones en función de los distintos valores que puede asumir. De la
misma forma, en programación informática, es un símbolo susceptible
de tomar diversos valores (no necesariamente aritméticos o
cuantitativos) con lo cuales el programa opera; y que pueden
modificarse en el transcurso de su ejecución.

• Una variable proposicional, en cambio, representa una entidad lógica


que se puede elegir o asignar con cierta libertad, dentro de un cierto
ámbito conceptual - llamado “dominio de variación” de la variable -
que se caracteriza por poseer ciertas propiedades comunes a todos sus
miembros, pero sin que eso permita establecer qué otras propiedades
podrán distinguir esa entidad, de otras pertenecientes al mismo
dominio.
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Las proposiciones predicativas.

A pesar de lo que se ha expuesto antes en cuanto a los rasgos distintivos de la


lógica simbólica o propiamente matemática, lo cierto es que históricamente la lógica
nació como como lógica de los enunciados idiomáticos o proposiciones; estudiando
la forma en que se relacionan esos enunciados ubicados en la posición de premisas o
de conclusiones, para determinar si los procesos del razonamiento que conducen de
unas a las otras resultan ser válidos.

La lógica originaria de Aristóteles, y ulteriormente complementada por las


aportaciones de la escuela estoica y la escolástica se basa en el análisis de
proposiciones predicativas, de las que se distinguen las proposiciones que cumplen
función de premisas y de conclusión.

Posteriormente, debido a advertirse dificultades surgidas para explicar cierto tipo


de inferencias a nivel de proposiciones, surge la necesidad de analizar las
proposiciones según su composición interna, descomponiéndolas en sus términos, lo
que da lugar a la llamada lógica de términos o de clases.
Las proposiciones predicativas no son otra cosa que expresiones de una
estructura gramatical elemental, compuesta de sujeto, cópula y predicado: “La
puerta está abierta”.

Es oportuno precisar que, a pesar de la similitud, en la proposición lógica la cópula,


aún cuando se presenta gramaticalmente como una expresión verbal (que
normalmente estará configurada por “es” o “no es”), no tiene la funcionalidad del
verbo; sino que solamente determina la circunstancia de que el predicado se cumple
o no se cumple en el sujeto.

Ha de tenerse en cuenta que cierto tipo de oraciones gramaticalmente consideradas,


como las exclamativas, interrogativas, mandatos o expresivas de deseos, no revisten
interés ninguno desde el punto de vista lógico; no son proposiciones enunciativas ni
contienen conceptos o términos.

En una proposición predicativa se establece una relación entre un concepto que


reviste la calidad de sujeto y otro que reviste la condición de predicado . La función
de relacionamiento y de enunciar es cumplida por un verbo que opera como cópula
afirmativa o negativa: “es”.

El análisis de las proposiciones realizado por la lógica antigua de las


proposiciones predicativas, se detiene en la distinción del sujeto, el predicado, la
cópula y algunas pocas relaciones formales entre ellos en cuanto a la naturaleza del
sujeto, la extensión o comprensión del predicado.

El análisis de la proposición “La puerta está abierta” hace posible reconocer:

• Un sujeto, que piensa esa proposición.

• El acto de pensarla, que tiene lugar en la mente del sujeto pensante.

• El pensamiento mismo, independiente de que alguien lo piense, que


puede ser pensado por muchos sujetos en diversos momentos, y que es
siempre idéntico a sí mismo.

• Las percepciones o imágenes que eventualmente pueden acompañar la


existencia de ese pensamiento en un sujeto y en circunstancias
determinadas; como que esté actualmente viendo la puerta abierta,
que sea la de la casa o la de una habitación, etc., o que no la vea sino
que al leer esa frase en un libro recuerde alguna puerta que ha visto
abierta, etc., o que simplemente se imagine una situación como la que
enuncia la proposición.

• La expresión del pensamiento mediante las palabras que lo enuncian


con su sentido o significado conceptual.

• El objeto a que el pensamiento se refiere, como concepto general; y


que en este caso corresponde al concepto de lo que es una puerta y a la
propiedad de estar abierta.
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Desde el punto de vista de la lógica formal, se denomina objeto todo lo que es


capaz de admitir un predicado cualquiera; todo lo que puede ser sujeto de un juicio.

En cuanto al objeto de las proposiciones lógicas, ellos pueden ser:

• Los objetos reales o sensibles - son los objetos que se presentan en la


experiencia sensible, en la percepción externa o en la interior.

• Los que son aprehendidos mediante la percepción externa, son objetos


físicos; que existen en el tiempo y en el espacio.

• Los objetos psíquicos, que existen en el tiempo pero no en el espacio,


que son hechos exclusivamente en la conciencia de quien los
experimenta, tales como un deseo, una decisión de la voluntad.

• Los objetos ideales - son entes que no existen en el tiempo ni en el espacio,


son totalmente ajenos a la espacialidad como a la temporalidad; que no
tienen la consistencia material ni efectiva o concreta de los objetos reales y
que no obran activamente.

• Los objetos metafísicos - que se conocen exclusivamente a través del


razonamiento según algunos filósofos; o mediante actos inmediatos de
conocimiento a través de la intuición sea intelectual o no racional. Entre
éstos, cabe destacar los valores, como cualidades de un orden especial, que no
atañen al ser mismo de los objetos sino a su apreciación ética.
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Una proposición enuncia una propiedad respecto de un objeto; pero en realidad


las proposiciones son formuladas por lo común en relación a objetos del
conocimiento que no constituyen la totalidad de lo real. De tal modo, es preciso que
la proposición precise a qué objetos reales trata de referirse, lo que se denomina el
supuesto de la proposición predicativa.

Sin embargo, resulta obvio que no es posible introducir en la proposición el objeto


mismo respecto del cual se enuncia un juicio, por lo cual ese objeto debe ser
expresado mediante un símbolo (al que se denomina sujeto de la proposición)
constituído por un término que representa el objeto.

El término es la expresión lógica de un concepto. Si bien varía según los idiomas,


el concepto que expresa es el mismo: silla, chair, cadeira, chaise, etc. Dentro de un
mismo idioma pueden existir distintos términos para expresar el mismo concepto,
como se da en el caso de los sinónimos.

Los términos se clasifican en:

• Unívocos — Cuando terminantemente son susceptibles de un único


significado: banco, planta, trapecio.

• Equívocos — Cuando son susceptibles de emplearse con significados


diferentes y requieren precisarse para concretarlos: ley (física, jurídica).

• Análogos — Cuando teniendo significados claramente diferentes, no obstante


esos significados son semejantes en cuanto a alguna propiedad: banco, silla,
sofá.
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El predicado es lo que expresa la propiedad que la proposición enuncia respecto


del sujeto. El predicado debe expresar una cierta idea respecto del sujeto, y un
cierto conocimiento que existe en la mente, un pensamiento que resulta inteligible en
cuanto es entendido.

Los filósofos antiguos percibían que ningún conocimiento de la mente puede hacer
comprensible a la misma vez la totalidad de las propiedades que pueden predicarse
de un objeto; por lo cual el predicado debe limitarse a expresar una propiedad por
vez, aún cuando pueda ser muy compleja.
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El predicado se distingue del sujeto, porque en lugar de referirse a un sujeto real


con todas sus propiedades, destaca una de las cualidades posibles de un objeto.

De un mismo objeto puede afirmarse en dos proposiciones por separado, que es una
mesa y que está sucia; pero también es posible afirmar en una proposición que
reúne las dos anteriores, que “la mesa está sucia”.

Pero las cosas cambian si se trata de aplicar una negación; porque entonces hay que
prestar atención a si lo que se va a negar es que sea una mesa, o se va a negar que
está sucia.

Allí es posible advertir que, en realidad en la primera proposición en que se afirmó


que el objeto era una mesa, la mesa no era sujeto sino predicado; y que en la segunda
proposición que afirmaba que el objeto estaba sucio, en realidad la cualidad mesa
era un atributo del objeto.

Un atributo es un anterior predicado del objeto, que se realiza en él efectivamente.


El atributo, como tal, no puede ser puesto en duda; a lo sumo podrá ponerse en
duda que se realice en el sujeto. Por lo tanto, aunque el sujeto sea concreto, el
atributo que lo determina es una abstracción; por lo que un atributo aislado no
constituye jamás un sujeto, sino una cualidad del objeto que constituye el sujeto.
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Cuando el sujeto se refiere, uno por uno, a todos los objetos que
poseen el atributo y que lo poseen cada uno por sí e independientemente
de los otros, se trata de un universal; y si no se refiere a cada uno de los
objetos que verifican el atributo, se trata de un sujeto particular. Pero los
términos universal y particular no se toman, en este tema, en un sentido
equivalente al que tienen en el lenguaje corriente.

El sujeto universal no queda referido a todos los objetos, sino solamente


a aquellos que poseen el atributo; ni tampoco se refiere a todos los
objetos que integran una colectividad o conjunto, sino a sus componentes
individuales considerados uno por uno. Cuando se afirma que “todos los
hombres son mortales”, no se hace referencia a todos los que son
mortales, ni a que el conjunto de hombres lo sea, sino a que lo son cada
uno, uno por uno.

El sujeto particular, no se refiere a un objeto considerado en sentido


individual, sino que expresa que no todos los objetos poseen el atributo.
No hace referencia a partes de objetos sino a objetos enteros.

En cierto casos, el objeto que es único está formado por la reunión de


varios objetos individuales; pero el sujeto no es cada uno de los
individuos sino su conjunto: “el Ejército” es un sujeto en este sentido, no
la reunión de los militares individuales. Pero a veces se menciona el
conjunto para aplicar el predicado a cada uno de sus integrantes: “El
ejército es voluntario” indica que cada uno de sus integrantes lo integra
voluntariamente; por lo que en realidad se trata de un sujeto general
pero no universal sino particular.

El mismo concepto puede ser aplicado no ya respecto de sujeto sino del


predicado. En ese sentido, en cuanto el predicado expresa una propiedad
enunciada respecto del sujeto, el atributo que sea poseído por todos y
cada uno de los componentes del sujeto, uno por uno, habrá de ser
universal: los seres humanos tienen cabellos.

Sin embargo, cuando el atributo sea una cualidad de un predicado


anterior, aunque éste sea universal en cuanto se encuentre uno por uno
en todos los objetos que componen el sujeto, puede que ya no sea
universal sino particular, porque aunque todos posean el predicado
anterior, (posean cabellos) no todos cumplan el nuevo atributo, como
ocurrriría con la condición de rubios de los cabellos.

Pero resulta visible que la universalidad o particularidad del predicado


está en gran medida dependiendo de aquella del sujeto; como ocurriría si
para los cabellos rubios el sujeto no fueran los seres humanos, sino los
escandinavos.
Retorno a inferencias

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De tal manera - según los antiguos - la distinción, entre sujetos universales y sujetos
particulares respondía a la cantidad del atributo del sujeto; que se comunica a la
proposición misma. El cambio de la cantidad del sujeto (y por lo tanto, de la
proposición) puede transformar una proposición universal en particular, aún
manteniéndose la forma de la cópula, el mismo atributo y el mismo predicado; o a la
inversa, transformar la particular en universal.

El tema se examina nuevamente al tratar de la extensión del concepto; y de las


proposiciones categóricas.
Ir al principio

En cuanto a la cópula predicativa que une el sujeto con el predicado, debe ser
necesariamente una expresión de afirmación o negación, en la medida en que el
predicado expresa una cualidad que el sujeto posee, o en todo caso no posee. Lo cual
es concordante con la admisión de dos únicos valores de verdad: verdadero y falso.
Por ello, los filósofos antiguos solamente admitían que la cópula predicativa fuera
es, o no es.
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Las estructuras del pensamiento.

En la lógica clásica aristotélica y sus desarrollos medievales, se


estudiaban las estructuras del pensamiento, distinguiendo tres
componentes:

• Los conceptos — que actualmente se denominan clases y se


expresan mediante los términos;

• Los juicios — que actualmente se denominan enunciados o


proposiciones, y que expresan relaciones entre los
conceptos;

• Los razonamientos — que también se denominan


inferencias y que a su vez expresan relaciones entre los
enunciados.

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Los conceptos.

El concepto es una idea general y abstracta, o la representación mental,


intelectual de un objeto. Son conceptos las ideas expresadas con las expresiones
“árbol”, “automóvil”, “rojo”, “7”, etc. El concepto es la estructura lógica primaria,
la más simple. Es una abstracción, como decía Aristóteles, un “universal”, una
simple aprehensión.

En la percepción, el objeto está presente en los sentidos. La imagen, al igual que en


el concepto, es una representación mental, es una representación sensible, individual
(singular) y concreta de un objeto.

Desde el punto de vista lógico, es posible distinguir como propiedades del


concepto:

• La comprensión — que es el conjunto de características o notas


especiales (connotación) del objeto, que le son aplicables; como
respecto del concepto “triángulo”, se refiere a una figura
geométrica con tres lados y tres ángulos que suman 180º.

• La extensión — que es el conjunto de todos los objetos que abarca


el concepto (denotación), como respecto del concepto “triángulo” ,
se refiere al triángulo percibido (extensión individual), a algunos
triángulos (extensión particular), o a todos los triángulos
(extensión universal).

Entre la comprensión y la extensión de los conceptos que guardan entre sí una


relación de género a especie, existe una relación inversa: cuando aumenta la
comprensión disminuye la extensión; de tal modo que si al concepto “hombre” se
aplica un predicado de que es susceptible, como “hombre blanco”, ocurre que existe
una mayor comprensión pero se reduce la extensión, en la medida en que quedan
excluídos todos los que tienen otra pigmentación de piel.

Secuencia de conceptos de comprensión creciente y extensión decreciente

Máxima extensión
Ser –› Ser vivo –› Vegetal –› Árbol –› Sauce –› Sauce llorón
Máxima comprensión
Los conceptos se clasifican atendiendo a su comprensión o a su extensión, y
también por mutua oposición:

• Por su Comprensión

• Simples — son los que se refieren a una sola esencia: gato, número,
quiste.

• Complejos — son los que se refieren a una esencia predicada con un


referente, y por lo tanto tienen mayor comprensión (pero menor
extensión): gato montés, número primo, quiste hidático.

• Abstractos — En realidad, todo concepto es una abstracción por


cuanto no tiene existencia real sino ideal, en cuanto existe en la mente
bajo la forma de una idea. Pero en este sentido, se designan como
abstractos aquellos conceptos que pueden significar esencias, formas o
cualidades, separados de un sujeto: elegancia, blancura, inquietud,
inteligibilidad, sencillez, corrección, plenitud, etc.

• Concretos — son los que significan cualidades o esencias abstractas


pero realizadas en un sujeto, o que presuponen la existencia de un
sujeto: elegante, blanco, inquieto, inteligible, sencillo, correcto, pleno,
etc.

• Por su Extensión

• Universales — Cuando el conjunto abarcado por el concepto


comprende la totalidad de las individualidades: perro .

• Particulares — Cuando ese mismo conjunto comprende un número


determinado de las individualidades: perro negro.

• Singulares o individuales — Cuando se refiere a un individuo


determinado: mi perro.

• Por Mutua oposición

• Contrarios — Cuando se trata de dos conceptos que, si bien son


opuestos entre sí, permiten situaciones intermedias: alto –› mediano –›
bajo.

• Contradictorios — Cuando se trata de una oposición en que el


segundo concepto es el primero negado; por lo cual no pueden existir
ambos a la vez; perro, no-perro.
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Las clases.

Se entiende por clase un conjunto que abarca a todos los individuos


que tienen en común un carácter cualquiera.

Respecto de las clases se consideran diversas relaciones:

• Relaciones de inclusión — Se trata del caso en que todos los miembros de la


clase B están incluídos en la clase A, pero no hay reciprocidad: “Todos los
hombres son mortales”.

• Relaciones de identidad — Se trata del caso en que cada miembro de una


clase está comprendidos en la otra clase, y recíprocamente: “Todos los
triágulos equiláteros, son equiángulos”.

• Relaciones de suma (lógica), siendo ella la reunión — Se trata del caso en que
todas las entidades de una clase están comprendidas en una u otra de las
clases que se suman, o en ambas: “pájaro azul”, es la suma de la clase
“pájaro” y la clase “azul”.

• Relaciones de producto — Se trata del caso en que todas las entidades de una
clase están comprendidas a la vez en las otras dos clases que se consideran:
“animales vivíparos”, es el producto de la clase “animales” y la clase
“vivíparos”.

• Relaciones de complementariedad — Se trata del caso en que los miembros


de una clase son todos los que no están comprendidos en la otra clase que se
considera: “sanos”, es el complemento de “enfermos”.

• Relaciones de exclusión — Se trata del caso en que ninguno de los miembros


de una clase pueden ser miembros de la otra clase que se considera:
“triángulos”, es el excluyente de “círculos”.
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Los juicios.

Un juicio es para los clásicos una expresión que, en forma enunciativa o


atributiva, relaciona dos o más conceptos. Actualmente se le define más
precisamente como cualquier afirmación susceptible de ser considerada verdadera o
falsa. Los juicios se expresan mediante proposiciones predicativas.
Los juicios se distinguen en:

• Analíticos — que son aquellos en los que el predicado


analiza o desarrolla un concepto que ya está implícito en el
sujeto.

• Sintéticos — que son aquellos en los que el predicado


proporciona una información adicional, que no estaba
comprendida en el concepo del sujeto.

Existe asimismo una clasificación de los juicios, realizada por el filósofo Emmanuel
Kant, que distingue cuatro grupos:

• Juicios de cantidad — en que la clasificación se efectúa atendiendo a la


extensión con que está tomado el concepto sujeto (S) dentro de la
proposición, siguiendo la forma

• Universales: Todo S es P

• Particulares: Algunos S es P

• Singulares: Un S es P.

• Juicios de calidad — en que la clasificación se efectúa atendiendo a la cópula


o nexo, siguiendo la forma

• Afirmativos: S es P

• Negativos: S no es P

• Indefinidos: S es no P

Esta clasificación es susceptible de combinarse con la anterior, dando lugar a


universal afirmativo o negativo, particular afirmativo o negativo, singular
afirmativo o negativo.

• Juicios de relación — en que la clasificación se efectúa atendiendo al tipo de


vínculo que se establece entre el sujeto y el predicado, lo que origina

• Juicios Categóricos simples: S es P

• Juicios Hipotéticos que son compuestos: Si S es P, entonces Q es R

• Juicios Disyuntivos que también son compuestos:


• incluyentes: S es P o S es Q

• excluyentes: S es P o Q es R

• Juicios de modalidad — en que la clasificación se efectúa atendiendo al modo


o forma en que el predicado se atribuye al sujeto, lo que origina

• Juicios Problemáticos— que expresan posibilidad: S posiblemente es P

• Juicios Asertóricos o asertivos — que expresan una verdad: S


efectivamente es P

• Juicios Apodícticos — que expresan una esencialidad o necesariedad,


algo que no puede ser de otra manera: El triángulo es un trilátero.

Es posible hacer otra clasificación de los juicios, a partir de los objetos a que se
refieran:

• Juicios reales — en los que el objeto que opera como sujeto es un objeto real,
tanto físico como psíquico; y el predicado es producto de la experiencia: “Las
películas de cine son entretenidas”.

• Juicios ideales — en los que el objeto que opera como sujeto es un objeto
ideal o ab stracto, del tipo de los juicios lógicos o matemáticos: “Dos
cantidades iguales a una tercera, son iguales entre sí ”.

• Juicios metafísicos — en los que el objeto que opera como sujeto es un objeto
metafísico: “El alma es inmortal”.

• Juicios de valor — en los que el objeto que opera como sujeto es un concepto
de valor: “Pedrito es un buen amigo”.
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El razonamiento.

Para los filósofos clásicos, el hombre puede adquirir conocimiento por


medio de varios métodos:

• Mediante la intuición — que constituye una forma directa


e inmediata de alcanzar un conocimiento, a través de su
inteligencia: 2 + 2 = 4.
• Mediante la percepción sensible — o sea a través de lo que
percibe por medio de sus sentidos: el sol calienta la piedra -
conocimiento empírico y verificable.

• Mediante los procesos del razonamiento — a partir de


proposiciones basadas en el conocimiento anteriormente
adquirido por medio de los métodos anteriores o anteriores
razonamientos, que conducen a nuevos conocimientos que
surgen como conclusión de relacionar esas proposiciones, a
condición de ser correctamente realizados.

El raciocinio ha sido definido antes como un modo de adquirir conocimiento a


partir de conocimientos anteriores, que hace posible extraer nuevas conclusiones.

Desde el punto de vista lógico, el razonamiento es la forma de pensamiento más


compleja, en cuanto consiste en establecer una relación derivativa entre
proposiciones; de modo que de una o más proposiciones, premisas, se arribe a una
conclusión consecuente.

A ese proceso de derivación, los antiguos lo llamaron inferencia; expresión derivada


del latín, que significa “llegar a alguna parte”. Por lo tanto, no hay razonamiento sin
inferencia; pero debe distinguirse entre la verdad material de las proposiciones y la
validez formal, o corrección, de la inferencia.

Se identifican tres formas de razonamiento:

• Razonamiento inductivo — en el cual el proceso racional parte de


lo particular y avanza hacia lo general o universal. El punto de
partida puede ser completo o incompleto, aunque lo más probable
es que sea incompleto. Es el caso general de las ciencias que
proceden a partir de la observación o la experimentación, en que
se dispone de un número limitado de casos, de los cuales se extrae
una conclusión general.

• Razonamiento deductivo — en el cual el proceso racional parte de


lo universal y lo refiere a lo particular; por lo cual se obtiene una
conclusión forzosa.

• Razonamiento analógico — en el cual el proceso racional parte de


lo particular y asimismo llega a lo particular en base a la
extensión de las cualidades de algunas propiedades comunes,
hacia otras similares.

La deducción es el tipo de razonamiento en que las premisas ya conducen a la


conclusión, de una manera tal que de las premisas se sigue la conclusión como la
consecuencia única y necesaria, con independencia del contenido o materia de
aquellas; de modo que la verdad formal de la conclusión depende de que ella sea
efectivamente necesaria, y la verdad material depende de que sean verdaderas las
premisas mismas.

Ello ocurre así, debido a la existencia de una relación entre los enunciados,
conforme a la cual las premisas, de por sí, implican la conclusión como su
consecuente, de tal manera que es imposible no aceptar la verdad de la conclusión
como esa consecuencia necesaria.

Significa eso que el concepto de necesidad lógica que se manifiesta en la deducción


deriva de la negación de la contradicción; el principio de no contradicción, que se
capta intuitivamente, conforme al cual no es posible afirmar y negar una cosa al
mismo tiempo y respecto de las mismas condiciones.
Ir al principio

Las proposiciones categóricas.

Se denominan proposiciones categóricas son las que afirman o niegan


que una clase esté incluída en otra, total o parcialmente.

Estas proposiciones son clasificadas en la lógica clásica conforme a su cantidad y su


cualidad. Por su cantidad:

• Una proposición es universal cuando el concepto o clase que constituye su


sujeto está considerado en toda su extensión; en cuyo caso se emplea el
cuantificador “todos” o “ninguno”.

• Una proposición es particular cuando el concepto o clase que constituye su


sujeto está considerado en parte de su extensión; en cuyo caso se emplea el
cuantificador “algunos”.

Por su cualidad se distinguen:

• Una proposición es afirmativa cuando el predicado afirma algo del sujeto; en


cuyo caso se emplea la cópula “es”

• Una proposición es negativa cuando el predicado niega algo del sujeto ; en


cuyo caso se emplea la cópula “no es”

Desde los tiempos de los antiguos lógicos, existe una convención por la
cual se emplea una notación simbólica de las proposiciones con sujetos
generales, (cuya calificante se extiende a la proposición misma) basada
en las primeras vocales de las palabras “AffIrmo” y “nEgO”:
• A — para las proposiciones universales afirmativas.

• E — para las proposiciones universales negativas.

• I — para las proposiciones particulares afirmativas.

• O — para las proposiciones particulares negativas.


Retorno a silogismo

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Inferencias inmediatas.

Los antiguos llamaban inferencias inmediatas a las conclusiones


lógicas que parten de una única proposición.

Para todas las inferencias inmediatas de la lógica clásica existe un presupuesto,


llamado presupuesto de existencia, que consiste en considerar que todos los
conceptos (atributos del sujeto, o predicados), que intervienen en las proposiciones
consideradas, se verifican en por lo menos un objeto.

Algunas obras critican esta asunción como un elemento ajeno a la lógica en sí, que
constituye una limitación a la validez de algunos de los métodos de inferencia de los
aristotélicos; pero tampoco es posible dejar de advertir que a pesar de ello,
especialmente a los fines del aprendizaje inicial de las reglas lógicas, el estudio de
esos métodos de inferencia tiene indiscutible utilidad práctica.

A los efectos de este estudio, se denomina:

• Proposición inicial — a la que comienza la inferencia (algunos la denominan


“la dada” por usar el formato “Dado que...”);

• Proposición transformada — a la que es resultante de los cambios


introducidos en la cópula, en el predicado o en el sujeto de la proposición
inicial.

Estas inferencias inmediatas pueden realizarse por diversos procedimientos


lógicos.

A — Métodos aplicables a proposiciones con un sujeto concreto.

• Por negación — método en el cual no se modifican ni el sujeto (S) ni el


predicado (P), sino solamente la forma de la cópula, introduciendo un
negador:

• S es P —› entonces es falso que S no es P

• Es falso que S es P —› entonces S no es P

• S no es P —› entonces es falso que S es P

• Es falso que S no es P —› entonces S es P

• Por obversión — o equivalencia, método en el cual no solamente se modifican


la forma de la cópula, sino también el predicado, introduciendo su
contradictor:

• S es P —› entonces S no es no-P; y viceversa.

• Es falso que S es P —› entonces es falso que S no es no-P; y viceversa.

• S es no-P —› entonces S no es P; y viceversa.

• Es falso que S es no-P —› entonces es falso que S no es P; y viceversa.

B — Métodos aplicables a proposiciones con sujeto abstracto.

• Por contradicción — método en el cual no solamente se modifican la forma


de la cópula, sino también la comprensión del sujeto. En este caso, dos
proposiciones contradictorias no pueden ser ni verdaderas a la vez, ni falsas a
la vez:

• Todo S es P —› entonces es falso que algún S no es P.

• Ningún S es P —› entonces es falso que algún S es P.

• Algún S es P —› entonces es falso que ningún S es P.

• Algún S no es P —› entonces es falso que todo S es P.

• Es falso que todo S es P —› entonces algún S no es P.

• Es falso que ningún S es P —› entonces algún S es P.

• Es falso que algún S es P —› entonces ningún S es P.


• Es falso que algún S no es P —› entonces todo S es P.

• Por obversión — que funciona del mismo modo que en las proposiciones con
un sujeto concreto; no solamente modificando la forma de la cópula, sino
también el predicado, en el cual se introduce su contradictor:

• Todo S es P —› entonces ningún S es no-P; y viceversa.

• Ningún S es P —› entonces todo S es no-P; y viceversa.

• Algún S es P —› entonces algún S no es no-P; y viceversa.

• Algún S no es P —› entonces algún S es no-P; y viceversa.

• Es falso que todo S es P —› entonces es falso que ningún S es no-P; y


viceversa.

• Es falso que ningún S es P —› entonces es falso que algún S no es no-


P; y viceversa.

• Es falso que algún S es P —› entonces es falso que algún S no es no-P;


y viceversa.

• Es falso que algún S no es P —› entonces es falso que algún S es no-P;


y viceversa.

C — Métodos aplicables a proposiciones con sujeto universal.

• Por contrariedad — método en el cual no se modifican ni el sujeto universal,


ni el predicado, sino solamente la forma de la cópula. En este caso, dos
proposiciones contrarias no pueden ser verdaderas a la vez, pero pueden ser
ambas falsas; de tal manera que es posible deducir la verdad de la falsedad
de la proposición transformada, pero de la verdad de ésta no es posible
deducir la falsedad de la inicial:

• Todo S es P —› entonces es falso que ningún S es P

• Ningún S es P —› entonces es falso que todo S es P

Debe notarse que esta inferencia supone que el atributo se verifica por
lo menos en un objeto existente en la realidad, y respecto del mismo.
Pero, de todos modos, la segunda inferencia igualmente sería válida, si
su afirmación inicial se fundara en que en la realidad no existe el
objeto a que se refiere.
• Por sub-alternación — método en el cual se transforma una proposición de
sujeto universal (que se llama subalternante), en una proposición con el sujeto
particular correspondiente; manteniendo en la transformada (que se llama
subalternada) la misma forma de la cópula, el mismo atributo y el mismo
predicado. En este caso, es posible deducir la verdad de la subalternada, de la
falsedad de la subalternante, pero no a la inversa (lo impide el pasaje de
universal a particular que se ha realizado):

• Todo S es P —› entonces algún S es P

• Ningún S es P —› entonces algún S es P

• Es falso que algún S es P —› entonces es falso que todo S es P

• Es falso que algún S no es P —› entonces es falso que ningún S es P

Debe notarse que esta inferencia solamente será válida a condición de


que el universal corresponda a por lo menos un objeto existente en la
realidad, y respecto del mismo.

D — Métodos aplicables a proposiciones con sujeto particular.

• Por sub-contrariedad — método en el cual no se modifican ni el sujeto


particular, ni el predicado, sino solamente la forma de la cópula. En este caso,
dos proposiciones contrarias pueden ser verdaderas a la vez, pero no pueden
ser falsas a la vez; de tal manera que de la falsedad de la proposición inicial
es posible deducir la verdad de la transformada:

• Es falso que algún S es P —› entonces algún S no es P

• El falso que algún S no es P —› entonces algún S es P

C — Métodos de inferencia por conversión..

Se designa como conversión la operación de inferencia que sin modificar la


cópula de la proposición, permuta el atributo con el predicado, pasando cada uno a
la ubicación del otro. La conversión puede ser:

• Perfecta — cuando el resultado es una transformada que tiene la misma


comprensión que la inicial; y que no cambia el valor de la proposición inicial,
de modo que de la verdad de la inicial permite concluir la verdad de la
transformada; y recíprocamente en cuanto a la falsedad. Esto requiere, para
que así sea, que la inicial universal sea negativa o una particular afirmativa.
• Imperfecta — cuando la transformada no tiene la misma comprensión que la
inicial; que también es llamada accidental. La conversión imperfecta
conserva el valor de verdadero de la inicial, pero no necesariamente conserva
el valor de falso; y solamente es legítima para las proposiciones universales,
afirmativas o negativas.

Existen varias formas de conversión; pero la única forma de conversión que


puede realizarse con resultados legítimos, dando lugar a una inferencia válida,
dentro de la lógica de las preposiciones predicativas es la:

• Conversión por contraposición — Consiste en reemplazar el atributo (del


objeto-sujeto) y el predicado por sus respectivos contradictores y ejecutar
una conversión perfecta, (lo que presupone hacer previamente una obversión
y otra posteriormente a la conversión). No puede emplearse este
procedimiento para una proposición inicial particular afirmativa, ni para
una universal negativa; sino que es válida solamente para las universales
afirmativas o las particulares negativas:

• Todo A es B —› entonces algún no-B es no-A; y viceversa.

• Algún A no es B —› entonces algún no-B es no-A; y viceversa.

• Es falso que todo A es B —› entonces es falso que todo no-B es no-A; y


viceversa.

• Es falso que algún A no es B —› entonces es falso que algúno-B es no-


A; y viceversa.

Debe notarse que esta inferencia solamente será válida a condición de


que el contradictor del predicado de la inicial se verifique por lo
menos por un objeto.
Ir al principio

El silogismo.

Un silogismo es un razonamiento en el cual la conclusión es deducida a partir de


dos premisas. Por este motivo, en la lógica clásica se los denomina inferencias
mediatas.

El silogismo categórico es el que se compone de tres proposiciones


categóricas, que tienen tres términos dos de los cuales aparecen en las
proposiciones iniciales, y cuya conclusión es una proposición categórica
que contiene dos de los tres términos del silogismo, uno como sujeto y el
otro como predicado:

Todos los hombres son mortales


Sócrates es hombre
Sócrates es mortal

La conclusión se integra, en consecuencia, como uno de los términos que es


tomado de la primera premisa, y otro que es tomado de la segunda premisa, cada
uno de los cuales ocupa sea el lugar de sujeto sea el de predicado de la conclusión.

El término que ocupa en la conclusión la posición del predicado, es denominado


término mayor, el que ocupa el lugar del sujeto de la conclusión es denominado
término menor; y el que apareciendo en las premisas no lo hace en la conclusión es
denominado término medio.

La premisa de la cual es tomado el término mayor, se denomina premisa mayor; en


tanto que la premisa de la que es tomado el término menor, se denomina premisa
menor.

Un silogismo se representa simbolicamente con un formato gráfico similar al de una


suma aritmética:

Premisa mayor: A — B
Premisa menor: C — D
Conclusión: E—F

Se llama modo de un silogismo, la expresión del agrupamiento de sus premisas y


su conclusión, siguiendo la codificación literal de las proposiciones categóricas, (A,
E, I, O).

Pero como - según se demuestra - no es suficiente con el modo para describir


precisamente la estructura de un silogismo, se adiciona a ello lo que se denomina la
figura del silogismo, que se determina según el término medio, el cual puede asumir
cuatro figuras posibles:

M—P P—M M—P P—M


S—M S—M M—S M—S
S—P S—P S—P S—P

La combinación de 64 modos diferentes posibles para cada una de las cuatro


figuras, determina la posibilidad de 256 formas distintas para los silogismos
categóricos; aunque solamente algunas conducen a conclusiones válidas.

Para que un silogismo sea válido debe observar ciertas reglas, el incumplimiento
de cualquiera de las cuales determina que pierda validez.
Hay dos grupos de reglas:

• Reglas de los términos — Son cuatro reglas que determinan:

• — Todo silogismo categórico debe contener necesariamente tres


términos, uno de los cuales debe ser utilizado en el mismo sentido en
todo el razonamiento.

• — El término medio debe ser un concepto que por lo menos en una de


las premisas ha de poseer extensión universal; es decir, esté empleado
con el alcance de comprender a la totalidad de los objetos integrantes
de la clase a que se refiere.

• — En la conclusión no puede haber ningún término que contenga el


concepto con una extensión mayor que aquella con que se encuentre
empleado en las premisas.

• — El término medio debe aparecer en las dos premisas, pero no en la


conclusión.

• Reglas de las proposiciones — También son cuatro reglas que determinan:

• — De dos premisas negativas no es posible extraer ninguna


conclusión. Por lo tanto, por lo menos una de las premisas debe ser
afirmativa.

• — De dos premisas particulares no es posible extraer ninguna


conclusión. Por lo tanto, por lo menos una de las premisas debe ser
general.

• — De dos premisas afirmativas no es posible extraer una conclusión


negativa.

• — Si en un silogismo existe una premisa particular, o una premisa


negativa, la conclusión deberá ser, respectivamene, particular o
negativa.

Por lo tanto, frente a un silogismo determinado a los efectos de determinar si


posee validez como razonamiento, en primer término debe analizarse su
modo para establecer si cumple con las reglas de las proposiciones; y luego,
en caso afirmativo, examinar su cumple con las reglas de los términos.

El silogismo hipotético.

Al contrario del silogismo categórico que ambas premisas constituyen


proposiciones categóricas y por lo tanto también lo es la conclusión, el silogismo
hipotético es un razonamiento en el cual por lo menos una de sus premisas no es una
proposición categórica sino una proposición hipotética o condicional.

Se distinguen dos formas de silogismos hipotéticos:

• El silogismo hipotético constructivo — en el cual la primera premisa formula


una afirmación condicional, la segunda premisa afirma el cumplimiento de la
condición; por lo cual la conclusión da por producida la consecuencia del
cumplimiento de la condición. Se conoce como silogismo modus ponens.

• El silogismo hipotético destructivo — es la forma n egativa del anterior, ya


que en la primera premisa se formula una afirmación condicional, pero en la
segunda premisa afirma el no cumplimiento de la condición; por lo cual la
conclusión da por producida la consecuencia del no cumplimiento de la
condición. Se conoce como silogismo modus tollens.

Estas formas de silogismo son de gran utilidad en la investigación científica,


al plantearse una hipótesis como explicación de un fenómeno; para luego
verificar si en los hechos las hipótesis resulta confirmada o no, siendo el
instrumento del razonamiento inductivo.

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