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COLEGIO DE ESTUDIOS DE POSGRADO DE LA CIUDAD DE MÉXICO

Entre la perdida y la construcción de la identidad


local (El caso de Ixtapaluca).
Adaneli Canales López

Marco Polo describe un puente, piedra por piedra.


— ¿Pero cuál es la piedra que sostiene el puente?— pregunta Kublai Jan.
— El puente no está sostenido por esta piedra o por aquella —responde Marco—,
sino por la línea del arco que ellas forman.
Kublai Jan permanece silencioso, reflexionando. Después añade: — ¿por qué
me hablas de piedras? Lo único que me importa es el arco.
Marco Polo responde: —sin piedras no hay arco.»
Italo Calvino**

Introducción
Describir y razonar sobre la importancia de la identidad es difícil y más di-
fícil es tratar de construirla o reconstruirla y más aun si se trata de una identidad
local en la que intervienen e interaccionen otros elementos materiales, sociales y
humanos, y no hablemos de una identidad nacional o global porque para llegar a
ello necesitamos repensar sobre el tema que nos refiere. Por el momento reflexio-
nemos sobre la siguiente pregunta en comparación a la cita realizada de la obra de
Italo Calvino en “Las ciudades invisibles” ¿Por qué hablar de cultura, sociedad e
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historia, si lo único que interesa en el tema es la construcción de la identidad local?,
la respuesta es, que para construir una identidad local ésta se tiene que forjar, so-
bre la base de lo mejor que nos ha legado nuestra rica tradición cultural e histórica
y sin negarla, por el contrario apropiarse de ella para tener una clara identidad con
el entorno que nos rodea. Una identidad nueva que se forje de aquellos valores y
potencialidades que hasta hoy han permanecido ignorados por nosotros mismos.
Entre la perdida y la construcción de la identidad local
(El caso de Ixtapaluca)
Adeneli Canales López

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El tema exige lógicamente definir primero qué entendemos por cultura e


identidad, porque sólo así podremos precisar sus relaciones recíprocas. Comenza-
ré planteando la tesis fundamental que me propongo sustentar: los conceptos de
cultura e identidad son conceptos estrechamente interrelacionados e indisociables.

El concepto de identidad es inseparable de la idea de cultura, debido a que


las identidades sólo pueden formarse a partir de las diferentes culturas a las que se
pertenece o en las que se participa.

“Para desarrollar sus identidades – dice Stephen Frosh (1999) – la gente echa
mano de recursos culturalmente disponibles en sus redes sociales inmediatas y en
la sociedad como un todo. Por consiguiente, las contradicciones y disposiciones del
entorno sociocultural tienen que ejercer un profundo impacto sobre el proceso de
construcción de la identidad”.

1.Cultura
Comenzaremos por definir el concepto de cultura que es más amplio y del
cual podemos encontrar diferentes definiciones, pero que es un concepto central
para el desarrollo del tema pues todo lo que hacemos en la vida cotidiana es una
expresión de la cultura. Pero lo que significa para una colectividad o para un indi-
viduo es lo que determina su esencia.

Este apartado se iniciara con una breve historia que Adam Kuper (2001) ela-
bora sobre la evolución del concepto de cultura (organización social del sentido,
interiorizado de modo relativamente estable por los sujetos en forma de esquemas
o de representaciones compartidas, y objetivado en formas simbólicas, todo ello en
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contextos históricamente específicos y socialmente estructurados), en la cual expli-
ca que esta palabra tiene su origen en discusiones intelectuales que se remontan al
siglo XVIII en Europa.

En países como Francia y Gran Bretaña, el origen del concepto de cultura


es precedido por la palabra civilización que denotaba orden político en donde se
dejan ver cualidades de civismo, cortesía y sabiduría administrativa. Lo contrario
u opuesto era considerado barbarie y salvajismo. Este concepto se va articulando
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con la idea de la superioridad de la civilización, por lo tanto, de la historia de las


naciones que se consideraban civilizadas.

El concepto evoluciona y se introducen niveles y fases de civilización, y el


significado de la palabra es asociado al progreso material. Inicialmente, en Alema-
nia el concepto de cultura era similar al de civilización utilizada en Francia, pero
con el tiempo se introducen matices que fueron derivados de años de discusiones
filosóficas que terminaron por diferenciar los significados de las dos palabras. Esta
diferenciación estaba relacionada con el peligro que los alemanes veían para las
diferentes culturas locales, a partir de la conceptualización de civilización transna-
cional francesa. Para los alemanes, civilización era algo externo, racional, universal
y progresista, mientras que cultura estaba referida al espíritu, a las tradiciones loca-
les, al territorio. Se dice que el término se tomó de Cicerón quien metafóricamente
había escrito la cultura animi (cultivo del alma). Kultur implicaba una progresión
personal hacia la perfección espiritual.

En el ámbito antropológico el concepto de cultura fue asociado a las artes,


la religión y las costumbres. A mediados del siglo XX, el concepto de cultura se
amplía a una visión más humanista, relacionada con el desarrollo intelectual o es-
piritual de un individuo, que incluía todas las actividades, características y los in-
tereses de un pueblo.

Para comprender la diversidad de los conceptos sobre cultura, entre los años
de 1920 y 1950 los científicos sociales norteamericanos crearon aproximadamente
157 definiciones de cultura (Kuper, 2001). En el siglo XIX numerosos intelectuales
reconocen el plural del concepto cultura, que equivale a reconocer la no existencia
de una cultura universal y las diferencias de ver y vivir la vida por parte de los
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diferentes pueblos en el mundo. Durante siglos y aún hoy, este avance en el cono-
cimiento humano no ha sido suficiente y se ha intentado imponer la creencia de la
existencia de una cultura superior, ligada al término civilización y progreso, que
debe imponerse por deber, al resto de culturas consideradas inferiores.

En el avance del concepto de cultura, relacionado con lo interno del ser hu-
mano y no sólo con la organización político administrativa, al plural de la palabra
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atribuida a un pueblo, nación o territorio, las discusiones siguieron enriqueciéndo-


se en el transcurso de los años y se pasó de una definición antropológica a un con-
cepto transversal relacionado con el desarrollo: hacia los años 50 el desarrollo era
un concepto economicista; en los 80 se introduce el concepto de desarrollo humano
y hacia los 90, sobre todo luego de la cumbre de Río, éste evoluciona a un concepto
de sostenibilidad, donde la cultura juega un rol fundamental.

En los 50, la palabra cultura fue vista como un obstáculo para el progreso y
el desarrollo material, esta idea fue expresada de esta forma en el documento reali-
zado por expertos de Naciones Unidas en 1951: “Hay un sentido en que el progreso
económico acelerado es imposible sin ajustes dolorosos. Las filosofías ancestrales
deben ser erradicadas; las viejas instituciones sociales tienen que desintegrarse; los
lazos de casta, credo y raza deben romperse y grandes masas de personas inca-
paces de seguir el ritmo del progreso deberán ver frustradas sus expectativas de
una vida cómoda. Muy pocas comunidades están dispuestas a pagar el precio del
progreso económico” (OEA, 2002: 1).

El cambio y evolución del pensamiento se ve reflejado en esta declaración,


realizada por expertos de la UNESCO en los años 90: “La UNESCO defiende la cau-
sa de la indivisibilidad de la cultura y el desarrollo, entendido no sólo en términos
de crecimiento económico, sino también como medio de acceder a una existencia
intelectual, afectiva, moral y espiritual satisfactoria.

De acuerdo a lo antes descrito se han dado diversas definiciones de cultura,


aunque en la mayor parte de ellas se repiten conceptos como “patrones y temas”,
“universales y particulares”, y características “explícitas e implícitas”. En todas las
culturas se comparten ciertos rasgos comunes, y por lo tanto son llamadas “Cul-
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turas universales”. Éstos incluyen sistemas simbólicos (códigos lingüísticos y no
verbales), sistemas de relaciones (de parentesco y de rol), y sistemas de creencias
y valores. Pero las manifestaciones de estos rasgos comunes pueden ser únicas en
una cultura en particular. Cada cultura tiene su lenguaje propio y sus claves no
verbales que reflejan los rasgos únicos de esa cultura en particular.

La cultura ha sido comparada en lo explicito y lo implícito en el sentido de


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que sólo una pequeña parte de ella puede ser percibida, mientras que la parte más
importante se oculta a la vista. La parte visible sería el aspecto explícito de la cul-
tura, este aspecto se manifiesta en las costumbres, tradiciones y valores que gobier-
nan las actividades y comportamientos de los miembros de una cultura. La parte
oculta equivale al aspecto implícito de la cultura el cual se puede inferir observan-
do los patrones recurrentes de conducta, pensamiento y actividad de los miembros
de una cultura (Asunción-Lande, 1997). Es preciso tener en cuenta este aspecto
implícito en la intervención orientadora y no limitarnos a los aspectos más visibles,
o “folklóricos” de las culturas.

Como señala esta misma autora (Asunción-Lande, o.c.), la cultura “es un


sistema de símbolos compartidos, creados por un grupo de gente para permitirle
manejar su medio ambiente físico, psicológico y social (...). Proporciona un marco
de referencia cognoscitivo general para una comprensión de su mundo y el fun-
cionamiento en el mismo. Esto les permite interactuar con otras personas y hacer
predicciones de expectativas y acontecimientos. En algunas ocasiones se conoce a
este marco de referencia como ‘identidad cultural’”.

Desde planteamientos próximos a la educación, la cultura se define como un


sistema conceptual y de valores que incluye las creencias y expectativas, los patro-
nes, rutinas, conductas y costumbres creadas y mantenidas por un grupo y que son
utilizadas y modificadas por ese grupo (Figueroa, 1993).

Aunque existen diversas definiciones, en general, todas coinciden en que cul-


tura es lo que le da vida al ser humano: sus tradiciones, costumbres, fiestas, cono-
cimiento, creencias, moral. Se podría decir que la cultura tiene varias dimensiones
y funciones sociales, que generan: un modo de vivir, cohesión social, creación de
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riqueza, empleo y equilibrio territorial.

2. Identidad
Cuando reflexionamos sobre el concepto de identidad, es innegable una pri-
mera aproximación con la idea del género. Pues desde su nacimiento el ser huma-
no se coloca en una disyuntiva que tiene que definir (hombre o mujer) ya que es de
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sin igual importancia para la vida en sociedad. En una segunda aproximación, la


identidad tiene que ver con la idea que tenemos acerca de quiénes somos y quiénes
son los otros, es decir, con la representación que tenemos de nosotros mismos en
relación con los demás. Esto implica, por lo tanto, hacer comparaciones entre las
gentes para encontrar semejanzas y diferencias entre las mismas. Cuando creemos
encontrar semejanzas entre las personas, decimos que comparten una misma iden-
tidad distinguible de la de otras personas que no nos parecen similares.

Con el concepto de sí mismo, se desarrolla una personalidad no ajena a su


entorno familiar, social y cultural, lo que permite obtener una identidad más firme.

La identidad está asociada íntimamente a un sentido de pertenencia, si exis-


te esta asociación con los aspectos culturales, históricos y sociales, la afirmación de
estos aspectos le dan sentido a la pertenencia y éstos regulan la identidad (Rome-
ro Cevallos, 2005:62). Entonces aparece una clara identidad con el entorno que le
rodea y al suponerse identificado con claridad con sus raíces (culturales, sociales
e históricas) asume responsabilidades de respeto y veneración a la vida, a los an-
tepasados, a la familia, la patria, a la equidad de género, razas, diferencias y a la
ecología, adquiriendo así una identidad local.

En este sentido, la identidad supone un sentimiento de pertenencia que


subyace al autoreconocimiento del grupo y que expresa la valorización de los ele-
mentos que conforman la propia cultura: hábitos, costumbres, creencias, folclor, ar-
tefactos, técnicas, organizaciones e instituciones, conocimientos, conceptos e ideas.

La identidad se refiere a la lucha por imponer ciertos significados, y es pro-


piedad y se construye en las relaciones sociales. En otras palabras, la identidad es y
será siempre social y tendrá siempre que ver con nuestras formas de vivir juntos. 6

Según Gilberto Gímenez el concepto se podría definir de la siguiente mane-


ra: …la identidad es un conjunto de repertorios culturales interiorizados (represen-
taciones, valores, símbolos), a través de los cuales los actores sociales (individuales
y colectivos) demarcan sus fronteras y se distinguen de los demás actores en una
situación determinada, todo ello dentro de un espacio históricamente específico y
socialmente estructurado (Gímenez, 2002).

Partiendo de la definición establecida por (G. Gímenez, 2002) se puede se-


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ñalar en primer lugar que identidad y cultura están estrechamente relacionados,


ya que la identidad son formas interiorizadas de la cultura, y los actores sociales
seleccionan aquellos rasgos culturales que los identifican. En segundo lugar: “la
identidad sólo existe en y para los sujetos, en y para los actores sociales, es decir, no
existe identidad en sí ni para sí, sino en relación con el otro.

Para finalizar este apartado se retoma la idea que Z. Bauman da sobre iden-
tidad en la que cita: “identidad no es ni un regalo ni una sentencia inapelable; la
identidad se construye y se puede (al menos en principio) construirla de distintas
maneras, no existirá sin ser construida de cualquier modo. La identidad entonces
es una tarea por cumplir, una tarea de la que no se puede escapar (Z. Bauman, 1993:
8).

3. La identidad local

Si nos volvemos ahora a las identidades locales (identidades colectivas), la ex-


plicación y fundamentación tiende a relacionar por su proceso fuerzas culturales,
históricas y sociales. En donde éstas se definen como el sentido de pertenencia a
una colectividad, a un sector social, a un grupo específico de referencia. Esta colec-
tividad puede estar por lo general localizada geográficamente, pero no de manera
necesaria (por ejemplo, los casos de refugiados, desplazados, emigrantes, etc.). Hay
manifestaciones culturales que expresan con mayor intensidad que otras su sentido
de identidad, hecho que las diferencia de otras actividades que son parte común de
la vida cotidiana. Por ejemplo, manifestaciones como la fiesta, el ritual de las proce-
siones, la música, la danza. A estas representaciones culturales de gran repercusión
pública, la UNESCO las ha registrado bajo el concepto de “patrimonio cultural 7

inmaterial” (Romero Cevallos, 2005: 62). Tambien son parte de ella el patrimonio
material (centros históricos, paisajes, complejos arqueológicos, etc.).

“La identidad sólo es posible y puede manifestarse a partir del patrimonio


cultural, que existe de antemano y su existencia es independiente de su reconoci-
miento o valoración. Es la sociedad la que a manera de agente activo, configura su
patrimonio cultural al establecer e identificar aquellos elementos que desea valorar
y que asume como propios y los que, de manera natural, se van convirtiendo en
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el referente de identidad. Dicha identidad implica, por lo tanto, que las personas
o grupos de personas se reconocen históricamente en su propio entorno físico y
social y es ese constante reconocimiento el que le da carácter activo a la identidad
cultural. El patrimonio y la identidad cultural no son elementos estáticos, sino en-
tidades sujetas a permanentes cambios, están condicionadas por factores externos
y por la continua retroalimentación entre ambos”(Bákula, 2000: 169).

La identidad está ligada a la historia y al patrimonio cultural. La identidad


local no existe sin la memoria, sin la capacidad de reconocer el pasado, sin elemen-
tos simbólicos o referentes que le son propios y que ayudan a construir el futuro.

4. El caso de Ixtapaluca
Ixtapaluca es un municipio con un alto índice de inmigrantes, lo que ha
cambiado profundamente la fisonomía del lugar en lo físico, social y cultural. Uno
de los cuestionamientos es ¿Qué repercusiones de ambas cosas, migración y trans-
formación territorial en periodos muy cortos, pueden tener en la construcción de
identidades locales?, Desde esta perspectiva Ixtapaluca se presentó como una op-
ción para la investigación de este tipo de procesos, y sobre todo llamo la atención
el cómo se fomenta esta identidad local desde la educación básica primaria.

Las políticas de educación intercultural se han focalizado en zonas rurales


con mayor concentración indígena, desatendiendo su masiva presencia en las ciu-
dades, desconociendo los procesos migratorios, de desplazamiento y la inmersión
en un panorama de progresiva globalización cultural y económica. Por lo mismo,
la educación enfrenta el desafío de traducirse en una opción diferenciada para los
distintos contextos educativos culturales. Es aquí en este espacio urbano donde se 8
presenta el tema que nos refiere ¿Cómo apropiarse de los aspectos socioculturales
e históricos de Ixtapaluca para construir una identidad local en el alumno de edu-
cación primaria?.

El cuestionamiento anterior va dirigido a alumnos inmigrantes y alumnos


nativos de padres inmigrantes y de padres oriundos, pero estas situaciones ge-
neran diversos problemas porque tenemos a alumnos que no se identifican con el
contexto inmediato que les rodea. Por una parte a alumnos que han llegado a vivir
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al municipio y que por su edad no identifican ni siquiera geográficamente en don-


de se encuentran y mucho menos el contexto social, cultural e histórico que les ro-
dea. En el caso de los alumnos hijos de padres inmigrantes que por dicha situación
les toco nacer ahí, conocen el contexto geográfico y un nuevo contexto sociocultural
que les rodea en las unidades habitacionales y centros comerciales, pero ignoran el
pasado cultural e histórico del municipio. En el tercer caso tenemos a oriundos del
lugar, en donde padres e hijos nacieron en Ixtapaluca y tienen costumbres y tradi-
ciones ancestrales del lugar que se han transmitido de generación en generación y
en la que los individuos de las dos situaciones anteriores no participan, pero que
se están acostumbrando a las nuevas formas de vida que empiezan a prevalecer en
el municipio (tecnología, centros comerciales y medios de transporte y comunica-
ción).

Quizá la pregunta correcta a realizar o a formularse es la de ¿Cómo apro-


piarse de los aspectos socioculturales e históricos de Ixtapaluca para reconstruir
una identidad local en el alumno de educación primaria?. Pues de alguna manera
en los tres casos los alumnos ya han adquirido una identidad, pero falta una ho-
mogeneidad en este aspecto y se está completamente seguro que la educación debe
intervenir para lograr construir no solo aprendizajes, también es su papel el de
construir valores e identidades.

Así como algún día la lengua se convirtió en algo en común para todos, hoy
debe reagruparse la comunidad para defender mejor su identidad y sus intereses
particulares. “La sociedad no puede subsistir más que si existe entre sus miem-
bros una homogeneidad suficiente: la educación perpetúa y refuerza dicha homo-
geneidad” Durkheim E., 1975, p.52). En este aspecto la educación puede brindar
la oportunidad de que el alumno se apropie de los aspectos socio–culturales e 9
históricos del entorno inmediato que le rodea (Ixtapaluca) para reconstruir una
identidad homogénea en sus alumnos de nivel primaria.

Este aspecto también nos lleva reflexionar sobre uno de los pilares de la
educación propuestos por Jaques Delors y Juan Carlos Tedesco Aprender a vivir
juntos en donde podemos observar que asistimos fenómenos de individualismo a-
social y de fundamentalismo autoritario que comparten una característica común:
la negación de la dimensión política de la sociedad. Esta es la razón por la cual el
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objetivo de vivir juntos constituye un objetivo de aprendizaje y un objetivo de po-


lítica educativa. Intentar comprender esta situación constituye un paso necesario
para brindar un soporte teórico sólido y un sentido organizador a la definición de
líneas de acción para todos aquellos que trabajan por una sociedad más justa y so-
lidaria.

5. Conclusiones
El escenario mundial que nos rodea exige una toma de conciencia para per-
cibir la realidad que permea la interdependencia planetaria, las nuevas tecnologías
y su influencia en los ámbitos económico, científico, cultural y político que reviste
la globalización de las diversas actividades en el mundo contemporáneo. El conoci-
miento mutuo de las culturas del mundo por parte de un número creciente de sus
ciudadanos ha abierto nuevas perspectivas para la participación en el tráfico cul-
tural internacional. La idea de un solo mundo, un gran espacio cultural, ha sedu-
cido a múltiples generaciones de seres humanos sensibles, abiertos a la curiosidad
intelectual y a los desafíos creativos. La conciencia de que el conocimiento es un
bien repartido por toda la Humanidad y que éste se puede acumular y almacenar
selectivamente ha inspirado profundamente todo tipo de intercambios entre gru-
pos humanos de todas las épocas. Esta tendencia se traduce en una mundializa-
ción contemporánea que parece derribar barreras físicas y tecnológicas e incluso las
fronteras de los mitos y las lenguas. El problema no es tanto la de los movimien-
tos transculturales sino su invasión de los territorios profundos de la identidad, el
simbolismo cotidiano y la pérdida de las estructuras expresivas propias de cada
comunidad. El problema hoy es conjugar la deseable e inevitable mundialización
de las estructuras de intercambio y establecer unas reglas de juego que permitan
que sus efectos beneficiosos reviertan en el fortalecimiento de la distintividad de 10
las culturas y su crecimiento expresivo y creativo.

La respuesta a estos desafíos es por medio de la educación. La Educación


ha de dar respuesta equilibrada al doble desafío de asegurar aprendizajes básicos
para todos y dar respuesta, al mismo tiempo, a las necesidades de cada uno. Lo
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anterior también implica asegurar el derecho a la identidad propia, respetando a


cada uno como es, con sus características biológicas, sociales, culturales, e históri-
cas y de personalidad, que permiten precisamente la individuación de un sujeto en
la sociedad (UNESCO, 2007a).

La exigencia de verdad, de este escenario mundial conduce a: “Reconocer


que los grupos humanos, los pueblos, las naciones, los continentes no son todos
semejantes, por este simple hecho nos obliga a mirar más allá de la experiencia in-
mediata, a aceptar la diferencia a reconocerla y a descubrir que los demás pueblos
tienen una historia que también es rica e instructiva” (Delors, 1996:45).

Ante estos procesos de globalización, en donde se pretende imponer una


cultura homogeneizante deben surgir y revitalizarse las culturas e identidades
locales, regionales y nacionales.

Para ser universal hay que ser profundamente local.

-Juan Rulfo-

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