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SI EN VERDAD ERES SALVO....

(Abril 3 de 2011)

INTRODUCCIÓN
Ro. 3:23 “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”
En el mensaje pasado dije que el pecado es la peor tragedia que le ha ocurrido al
ser humano; no un poderoso ciclón, no un terremoto de 9 grados o un maremoto como
el de Japón, sino el pecado. Porque el pecado a traído como consecuencia la muerte, las
enfermedades, todas las tragedias, las guerras, los pleitos, los odios, y todo el mal que
hay en el mundo. Y si el problema lo provocó el pecado, la única solución para resolver
este problema es alcanzar el perdón de nuestros pecados. ¿Cómo? Tú y yo no podíamos
hacer nada para salvarnos a nosotros mismos, pero el mismo Dios a quien ofendimos
con nuestros pecados, quiso enviar al único que nos podía salvar de nuestra miserable
condición, al unigénito Hijo de Dios, a pesar de que tendría que sacrificarlo y morir.
¿Por qué? Porque cuando Dios hizo al universo y al hombre, le estableció leyes físicas y
leyes espirituales, y una de estas leyes espirituales es:
Ro. 6:23a “Porque la paga del pecado es muerte”
Por ello, Jesucristo, el Hijo de Dios, que no tenía ningún pecado, pagó con su
muerte el precio de todos nuestros pecados.
Dije también que cuando el Espíritu Santo de Dios, nos convence de que no
somos buenos ni justos, sino que verdaderamente somos unos miserables pecadores en
camino hacia una condenación eterna, entonces, acudimos arrepentidos, llorando de
dolor por haber pecado contra Dios y pidiéndole perdón por medio del sacrificio de su
Hijo en la cruz, que con su sangre nos limpia de todo pecado. Entonces, Dios, por
gracia (que quede bien claro que es por gracia), nos perdona, nos salva de la
condenación eterna, y nos da el regalo de la vida eterna.... ¿Crees esto?

I.- COMPRENDIENDO EL COSTO DE NUESTRA SALVACIÓN


Lc. 23:33,34 “Y cuando llegaron al lugar llamado de la Calavera le
crucificaron allí, y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Y Jesús
decía: Padre, perdónalos...”
Cuántas veces habremos leído este pasaje, pero... como dijo Felipe al eunuco:
¿entiendes lo que lees? ¿Comprendemos todo lo que costó nuestra salvación? Mientras
nosotros no queremos dejar nuestras comodidades terrenales; Jesús dejó su gloria en el
cielo para venir a esta contaminada tierra. Mientras nosotros no somos capaces de
soportar una mala cara o una ofensa; Jesús soportó calumnias, burlas, escupidas en el
rostro, golpes en la cabeza y latigazos en el cuerpo. Mientras nosotros no somos capaces
de perdonar que alguien nos hiera con sus palabras; Jesús soportó ser clavado en una
cruz por sus manos y sus pies, y encima de eso recibir gritos de burla, mas él decía:
Padre, perdónalos... aunque nadie le estaba pidiendo perdón. Finalmente, murió
deshidratado, desangrado y asfixiado en aquella cruenta cruz. La muerte por crucifixión
era una muerte lenta y dolorosa, ideada para hacer sufrir a los peores criminales, y así
murió Jesús por nosotros, siendo inocente, como si fuera un malvado criminal.
Is. 53:5 “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros
pecados...”
Si de veras comprendemos y creemos esto, ¿qué nos corresponde hacer?
ILUSTRACIÓN. Un hombre de clase media baja, amargado y de mal carácter,
vivía a lado de un vecino rico que tenía una hermosa casa con un bello jardín y un carro
nuevo. Simplemente por ver a su vecino próspero y feliz le daba tanto coraje, que todos
los días procuraba hacerle un mal. Un día le tiraba basura a su jardín, otro día le rayaba
la pintura al coche, otro día aventaba una piedra y rompía un vidrio de la ventana, etc.
Un día este hombre enfermó gravemente, fue internado en el hospital, donde el médico
le dijo que necesitaba un transplante de riñón o moriría pronto. Pero, ¿quién iba a querer
donarle su riñón a un malvado como yo? – Pensaba el hombre. Poco tiempo después, el
médico le da la buena noticia: hay un hombre dispuesto a donarle su riñón. ¿Cómo?
¿Quién?... su sorpresa fue mayúscula cuando aparece su vecino rico y le dice: Yo. Se
hace la operación de transplante y todo sale bien para ambos. Ya recuperado y sano,
¿siguió haciéndole maldades a su vecino rico? R = No. Todo lo contrario; ahora, muy
agradecido, un día le cortaba el césped de su jardín, otro día le lavaba su carro, otro día
le barría su banqueta, etc. ¿Por qué cambió tan radicalmente? R = Porque comprendió
que su vecino rico, a pesar de que no lo merecía, le había perdonado sus maldades, le
había regalado un o de sus riñones sanos, y la había salvado la vida.
Mi hermano, tú eres ese hombre malvado, pobre, amargado y de mal carácter; y
el vecino rico es Jesús el Hijo de Dios, al que tú has ofendido cada vez que pecas. A
pesar de ello, el vino y donó su vida, no solo un riñón, sino todo su cuerpo que fue
maltratado y molido a golpes, para salvarte de la condenación eterna y darte la vida
eterna. Si entiendes bien esto y lo crees, ¿cómo te deberías comportar ahora?
Si en verdad el Espíritu Santo te ha hecho entender y creer el sacrificio que hizo
Jesús por ti, tu respuesta natural será cambiar tu manera de ser y de pensar, dejar de
hacer todo lo que sabes ofende a Dios, y esforzarte por hacer lo que sí le agrada. A esto
se le llama en la Biblia “nacer de nuevo”. Así que, la pregunta que ahora te debes hacer,
es la misma que hizo Saulo de Tarso:
Hch. 9:6 “Él, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga?...”
Dice la Biblia que de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo… Si
Dios envió a su Hijo a dar su vida por ti, fue por una razón: por amor a ti. Así que, lo
primero que Dios quiere de ti es que le correspondas a su amor, con amor.

I.- AMARÁS A TU DIOS


1.- Ocupando el primer lugar
Ya desde el Antiguo Testamento, Dios le expresó al pueblo de Israel que
deseaba el amor de su pueblo:
Dt. 6:4,5 “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová
tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas”
Cuando Jesús vino a la tierra, un hombre le dijo que, habiendo tantos
mandamientos en la ley, como: la circuncisión, guardar el día de reposo, honrar al padre
y a la madre, no robarás, no matarás, no cometerás adulterio, etc., ¿cuál es el más
importante de todos? Jesús contestó que sí, que había uno que era el más importante de
todos para Dios:
Mt. 22:37 “Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con
toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento”
Por lo anterior, podemos afirmar que lo primero que Dios quiere de nosotros es
que lo amemos y mucho; más que a nadie ni a nada en el mundo. Porque así nos amó él
a nosotros:
Jn. 15:13 “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus
amigos”
No hay amor más grande que dar la vida por la persona amada
2.- En respuesta a su amor
Porque nosotros no buscamos amarle a él, sino que él tomó la iniciativa de
amarnos primero; ahora, nos corresponde amarlo como él nos ha amado:
1Jn. 4:19 “Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero”
Nuevamente, el mérito de amarlo no es nuestro sino de Dios, porque él nos amó
primero. Nos hizo más fácil el amarlo, porque para nosotros es muy fácil amar a quien
nos ama, pero muy difícil amar a quien nos aborrece. Y cuando tenemos conflictos con
otra persona, esperamos que sea la otra persona la que venga y nos ofrezca disculpas y
muchas veces, eso nunca sucede y nunca nos reconciliamos. Pero Dios no se esperó, él
tomó la iniciativa en amarnos a pesar de que nosotros lo aborrecíamos con nuestra
conducta pecaminosa:
Ro. 5:8 “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún
pecadores, Cristo murió por nosotros”
(A propósito, maridos presentes, que se quejan de que su mujer no se sujeta, que
no les ama como ustedes creen que se lo merecen; les recuerdo que Dios nos manda
amar a nuestra esposas, de la misma manera que Él nos ha amado a nosotros; es decir,
tomando la iniciativa y a pesar de nuestros defectos:
Ef. 5:25 “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y
se entregó a sí mismo por ella”
Así que, parafraseando 1Jn. 4:19, una esposa debería decir:
“Nosotras amamos y nos sujetamos a nuestro esposo, porque él nos amó
primero”) Mencionar aquí la ilustración del “ECO”
3.- Con acciones de amor
Una confusión que existe en muchos con respecto al significado de la palabra
amor, es que no es más que un mero sentimiento. Este concepto acarrea muchas
dificultades porque nuestros sentimientos son muy cambiantes; de un mes a otro, de una
semana a otra, de un día para otro, e incluso, en un mismo día. Nos podemos despertar
sintiéndonos muy contentos y optimistas por la mañana, pero si unas horas después, las
cosas no salieron como esperábamos, ahora nos sentiremos infelices y desgraciados.
Igual les pasa a las personas que creen que el amor es solo un sentimiento; llegan al
matrimonio amando apasionadamente a su esposa, y tiempo después, dicen: me voy a
divorciar porque ya no siento que la amo. ¡Pamplinas! El amor es más que un
sentimiento, es una decisión, y se expresa con acciones no con sensaciones emocionales
que son cambiantes y pasajeras, según nuestro estado de ánimo, las hormonas, o las
situaciones externas padeciendo o disfrutando. Dios no quiere esa clase amor que
ahorita se siente y luego ya no se siente. Él quiere un amor que provenga de una
decisión firme, de absoluta certeza, y que esa decisión se mantenga llueve, truene o
relampagueé. Véase estos textos:
Ap. 2:10 “...Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida”
1Jn. 2:19 “Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen
sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se
manifestase que no todos son de nosotros”
1Cor. 13:8 “El amor nunca deja de ser...”
Él quiere que nuestro amor se lo expresemos en acciones de amor, y todas las
acciones que podemos hacer para él, se resumen en una palabra: Obediencia.
Jn. 14:15 “Si me amáis, guardad mis mandamientos”
Jn. 14:23 “El que me ama, mi palabra guardará”
Jn. 15:14 “Vosotros sois mis amigos, su hacéis lo que yo os mando”

CONCLUSION
Si en verdad eres salvo... Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con
toda tu alma, y con toda tu mente. Un amor que significa una decisión firme, estable, y
que se expresa con la obediencia a sus mandamientos. (Próximos bautizos)

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