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CONCURSO de ENSAYO “PENSAR a CONTRACORRIENTE” 2004 142

Los trabajadores toman el control:

implicancias políticas de las empresas autogestionadas en la Argentina

Por Andrés Eduardo Ruggeri

La rebelión argentina de diciembre de 2001 impactó fuertemente en el pensamiento y

la imaginación de intelectuales y movimientos populares del mundo y, en especial, en

América Latina. La Argentina había sido presentada en los funestos años 90 como un

laboratorio exitoso de pruebas para el neoliberalismo, donde uno de los Estados más

fuertes erigidos durante la época de los así llamados Estados de Bienestar había sido

desarticulado rápida y ferozmente, convirtiendo un grueso entramado de organismos

de asistencia pública, seguridad social y empresas públicas en un Estado reducido a

su mínima expresión.

En realidad, el Estado argentino había sido redimensionado hacia otros fines y

dispositivos de control que reafirmaran la hegemonía de un bloque de poder

económico ligado a los intereses imperiales. En ese sentido, muchas organizaciones

populares habían confundido la caracterización: el Estado no había sido “desguazado”,

vendido como cosa vieja, sino que ese proceso era un elemento de una

reconfiguración, donde se había restituido a una nueva oligarquía (una versión

remozada y cualitativamente diferente de la vieja oligarquía agroexportadora) bienes y

servicios que la sociedad argentina, a través de luchas y expresiones políticas

vinculadas a estas, había conseguido colocar bajo la órbita estatal. En los 90, este

regreso a las fuentes del liberalismo conservador de más de medio siglo atrás había

sido fundado sobre la base de la hegemonía mundial del neoliberalismo, que a su vez

se asentaba en la victoria imperial en la Guerra Fría, y sobre un inédito consenso

electoral y mediático. Nunca antes la sociedad argentina se había volcado tan masiva

y disciplinada a aceptar los discursos oficiales de la derecha política y económica. La

reelección de Carlos Menem en 1995 fue un hecho categórico en este sentido.

Por eso, la rebelión de los días 19 y 20 de 2001 tomó por sorpresa a más de un

observador y a los propios cuadros militantes de las organizaciones sociales y


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populares argentinas. El estallido de aquellos días escapó a toda posibilidad de

conducción política de partidos, sindicatos o cualquier tipo de organización popular. A

su vez, los sectores sociales tan ampliamente movilizados no parecieron responder a

programa ni estrategia alguna, y ni siquiera en las especulaciones más firmes de la

teoría de la conspiración (esbozada por algunos analistas y periodistas) se pudieron

demostrar, más allá de la intención o de la existencia real de maniobras y

manipulaciones, que algún poder político o económico de la Argentina tuviera un

“aparato” de tal magnitud y capacidad como para provocar una rebelión nacional de

esas características. Si eso fuera así, ¿cómo explicar que ello se realizara en ese

momento y no en otro, antes o después? No resta otra explicación a esto que la

constatación de que se trató de una convulsión social de proporciones enormes,

donde distintos sectores se movilizaron ante la percepción de un desastre nacional de

dimensiones inauditas, posibilitado por la ruptura brutal del consenso hegemónico de

la ideología neoliberal noventista. Confluyeron aquí, en esas jornadas impactantes, la

desesperación por el hambre de las clases postergadas; la rabia por la desocupación

estructural que un país como la Argentina jamás había experimentado hasta ese

entonces; la indignación de los sectores medios ante la confiscación de ahorros y la

percepción de que el proyecto de vida y ascenso social de generaciones que habían

creído en el sueño de la Argentina grande había sido defraudado en sus más firmes

bases, incluso desde el individualismo y la falta de solidaridad social más acendrada y

la manipulación política de los aparatos realmente existentes que tendieron sus redes,

junto con la asombrosa inutilidad de un gobierno que no entendía lo que estaba

pasando y se aferraba con autismo a un modo de vida “político” que daba la espalda a

la realidad.

Este panorama provocó la caída de un régimen de acumulación y produjo la

intersección de situaciones críticas en lo económico, lo político, lo social y lo cultural,

pero que sin embargo no podía ser aprovechada por ninguna organización popular ni

movimiento que se propusiera un cambio profundo y real de las estructuras sociales y


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económicas de la Argentina. Fue una insurrección que puso un freno a un camino de

ruina inexorable para la vieja Argentina, pero que no pudo ni supo poner las bases

para el comienzo de la construcción de una nueva sociedad. A más de tres años de

aquel momento, un gobierno que nace de los mismos sectores políticos que formaron

parte (bien que secundaria) de la estructura de poder de los 90, hace una inédita

política que es, de alguna manera, tributaria de estos límites que el pueblo argentino

consiguió poner, pero que, también, es hija de esas mismas limitaciones en cuanto a

marcar el camino hacia el futuro.

El fenómeno social que sucintamente estamos mencionando (claro está que merece

una análisis mucho más profundo) dio visibilidad a las consecuencias reales de la

política neoliberal en los países dependientes y, a su vez, mostró la debilidad de estos

modelos. Al mismo tiempo, hizo que los hilos de una vasta trama de organizaciones y

experiencias populares vieran la luz en la movilizada Argentina del año 2002. De esta

manera, asambleas populares, movimientos de desocupados, clubes del trueque,

cooperativas y otras expresiones de la organización de los sectores populares ante la

indefensión política y económica se vieron realzadas y puestas a la consideración

pública nacional e internacional. Uno de estos fenómenos, el de las fábricas y

empresas autogestionarias, ocupadas por sus trabajadores ante el abandono o

quiebra fraudulenta por parte de los empresarios y puestas en producción nuevamente

bajo la forma de cooperativas de trabajo u otras formas autogestionarias, pasó a ser el

centro de un debate a nivel mundial. La excitante realidad de ver a miles de

trabajadores tomar en sus manos la gestión de sus empresas y ponerlas a producir

bajo su control suscitó toda una serie de artículos y reflexiones que caracterizaban

esta realidad como una vuelta a los consejos obreros de la Europa de principios del

siglo XX, o como un estimulante regreso a la lucha de las vanguardias obreras que

parecían haber desaparecido con la tormenta neoliberal, o como una expresión

profunda del movimiento antiglobalización. Este fenómeno conocido en la Argentina

como las Empresas Recuperadas por sus Trabajadores se constituyó así en un


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estímulo para el debate teórico acerca de los problemas de la construcción política y

económica del nuevo poder de la clase trabajadora, de la dinámica de los novedosos

movimientos sociales y de la potencialidad de la economía solidaria. Con el correr del

tiempo, los otros fenómenos sociales que se hicieron visibles luego del Diciembre

argentino se fueron desvaneciendo: los nodos de trueque se convirtieron en una red

monetaria paralela, se corrompieron y terminaron despareciendo ante la recuperación

de la economía formal; las asambleas barriales se evaporaron ante la equivocada

táctica de algunas organizaciones de izquierda pero, principalmente, ante el desinterés

progresivo de los “vecinos” ante la normalización institucional y económica del país;

los movimientos de desocupados, más conocidos como piqueteros, fueron

convirtiéndose en organizaciones ligadas a sectores políticos preexistentes y se

desacreditaron ante la opinión pública media, moldeada por los medios de

comunicación y por la propia falta de miras colectivas de la clase media que ya no se

sentía ligada por razón alguna a su presencia molesta y que les recordaba la

existencia de grandes masas de población marginada y humillada. Las empresas

recuperadas, en cambio, se convirtieron en un fenómeno social y económico durable y

que concitaba la adhesión o, por lo menos, la comprensión de una población que

revalorizó la defensa de las fuentes de trabajo y la lucha por la recuperación del

aparato productivo del país. En estos años, los casos de empresas recuperadas por

sus trabajadores (ERT de ahora en más) pasaron de cerca de una veintena en 2000 a

más de 160 en la actualidad1, ocupando a más de 10000 trabajadores. En estos caso

se pone en discusión no solamente la vida laboral y cotidiana de estos trabajadores y

sus familias, sino un modelo de producción para una economía a la salida de la

catástrofe neoliberal, un modelo de acción política y económica para la clase

trabajadora argentina y de Latinoamérica, y un modelo de solidaridad popular. No es

poco, teniendo en cuenta que durante más de quince años el movimiento obrero

1
Cifra proveniente del relevamiento realizado por el equipo de investigación del Porgrama
Facultad Abierta, de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenas Aires, del
cual el autor es Director. La cifra corresponde a febrero de 2005.
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argentino sólo atino a defenderse como pudo o a pactar con el poder, mientras este

estuvo interesado en hacerlo, aun a costa de la marginación y el hambre de millones

de trabajadores, los mismos que ahora son beneficiarios, o víctimas, de planes de

asistencia social o engrosan las filas de los movimientos de desocupados, de los

recicladores urbanos o cartoneros, los delincuentes sociales, o todo simultáneamente.

Sin embargo, las consecuencias teóricas y las prácticas políticas resultantes de éstas,

que pueden ser debatidas a partir del análisis de estas experiencias, no deben serlo a

través de una visión edulcorada de la realidad. Creemos que las ERT constituyen un

caso digno de ser discutido por el conjunto de los movimientos populares

latinoamericanos y que pueden dar elementos para repensar algunas de las ideas con

las que se conciben a la clase trabajadora y su posibilidad de acción política y

económica, pero que esto debe hacerse sobre bases reales, consistentes, y

sustentadas en una buena lectura de la experiencia concreta. Caso contrario,

estaremos hablando sobre hipótesis imaginarias, tan imaginarias como las que vieron

una revolución en las jornadas de 2001, un red económica anticapitalista en los clubes

del trueque y el germen de los nuevos soviets en las asambleas vecinales. Las

empresas en quiebra son ocupadas por obreros reales, de carne y hueso, formados

ideológica y políticamente en el movimiento sindical argentino tradicional, o en

ninguno, obligados a iniciar el camino de la autogestión, con todos los enormes

desafíos que ello implica en una sociedad capitalista dependiente y en crisis como la

argentina, forzados por las circunstancias y por la imposibilidad de hacer otra cosa que

tomar el futuro entre sus manos. Muy cerca de lo que Marx señalaba en el Manifiesto

Comunista allá por 1848, pero posiblemente tan lejos como en aquel entonces de las

futuras y poderosas organizaciones revolucionarias de la clase obrera que tiñeron la

historia mundial posteriormente.

En este trabajo vamos a reflexionar sobre este fenómeno basados en una experiencia

de tres años de investigación y militancia en el seno de este movimiento. No hablamos

a partir de la lectura de los diarios o desde gabinetes lejanos, sino desde el seno
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mismo de esta experiencia. Intentaremos ser críticos y considerar algunos aspectos

que, creemos, pueden servir para la reflexión política que permita que, en otros

lugares de Nuestra América (como ya ocurre en Uruguay, Brasil y Venezuela), otros

obreros y otras organizaciones enfrentadas al mismo problema no deban partir de

cero, y poder debatir las bases de un cambio posible a partir de situaciones existentes

que, si bien no pueden ni deben transpolarse, si pueden aprovecharse para el futuro.

El fenómeno de las Empresas Recuperadas:

Los procesos autogestivos protagonizados por los trabajadores tienen una larga

historia, que se remonta a las primeras experiencias cooperativas en la Inglaterra

industrial de mediados del siglo XIX. En la Argentina y en América Latina,

especialmente cuando surgieron a partir de situaciones de conflictividad y lucha

obrera, dichos procesos se dieron en contados casos y en coyunturas políticas y

económicas excepcionales (como en Chile durante el gobierno de la Unidad Popular)2.

La experiencia de los trabajadores en la Argentina sólo conocía algunos y limitados

casos (excluyendo de esta categoría el vasto movimiento cooperativo de arraigada

tradición) en las décadas del 70 y el 80. El fenómeno de las empresas recuperadas, tal

como lo conocemos actualmente, es decir, la puesta en marcha por los trabajadores

de empresas quebradas, legítima o fraudulentamente, frente al peligro cierto de ser

arrojados a la desocupación estructural, es un proceso asociado a otro tipo de

situación socioeconómica, generada a partir de las políticas regresivas neoliberales

hegemónicas a partir de los años 90. Se trata, entonces, de una respuesta de los

trabajadores a una situación de extrema necesidad en medio de un proceso de

desindustrialización que se mostraba como irreversible. Las herramientas gremiales

tradicionales, insuficientes para dar una respuesta eficaz y evitar el pasaje del

2
Por supuesto, estamos hablando de luchas obreras en el seno de una sociedad capitalista.
Distinto es el caso de Cuba, donde ha sido tomado el poder del Estado y se ha formado una
sociedad sobre pautas socialistas.
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trabajador a la condición de desocupado sin perspectivas futuras, más el ejemplo

cotidiano de las luchas de los trabajadores desocupados por sobrevivir, dieron paso a

una nueva estrategia, costosa y conflictiva, pero percibida por sus protagonistas como

la única salida posible para conservar las fuentes de trabajo. Esto marca una gran

diferencia con los procesos precedentes de autogestión, enmarcados en posturas

obreras ofensivas en contextos favorables al desarrollo de prácticas cuestionadoras

del capitalismo, y políticamente concebidas como tales. En el caso de las ERT que

analizamos, si esas posiciones surgen, lo hacen a partir de la experiencia.

El primer obstáculo que se presenta en cualquier aproximación al fenómeno de las

empresas recuperadas es, justamente, a qué se considera “empresa recuperada”. La

misma naturaleza del fenómeno implica que sea muy difícil establecer en qué

momento una empresa está “totalmente” recuperada por sus trabajadores, y que el

concepto refiere a un proceso en continuo desarrollo, antes que a un estado de la

unidad productiva en cuestión. De esta manera, es relativamente fácil ubicar el

comienzo del proceso3, pero es casi imposible fijar un final. Esto es porque las

condiciones precarias en que se desarrollan los procesos, en tanto procesos

económicos, sociales, políticos y culturales, no permiten asegurar la supervivencia de

cada experiencia en forma definitiva en casi ningún caso. La determinación de lo

macroeconómico sobre las condiciones de desarrollo de una unidad productiva, las

dificultades enormes para poner en funcionamiento una empresa con grandes

carencias de infraestructura, de capital de trabajo, y a veces hasta de trabajadores

(por el desgranamiento que se va produciendo en el curso del proceso de quiebra o

vaciamiento y por las durísimas condiciones en que se encuentra el grupo de

trabajadores al comenzar el intento de puesta en funcionamiento de la fábrica), la falta

de herramientas jurídicas apropiadas para resolver las cuestiones legales

imprescindibles para la puesta en marcha de la empresa en manos de los

3
A veces no tanto, la fecha de inicio puede ser el momento de la toma, el de la puesta en
producción, o incluso el comienzo del conflicto que llevó a la recuperación.
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trabajadores, y otros elementos que constituyen el marco contextual en que se dan

estas experiencias, contribuyen a que sea riesgoso ponerle un fin al proceso de

recuperación. Ni siquiera el criterio de considerar recuperadas únicamente a las

expropiadas sirve en ese sentido: además de dejar afuera del universo un número

significativo de casos, las expropiaciones son, hasta el momento, temporarias4. Los

obreros que consiguieron comprar su fábrica en remate, por ejemplo, que son dueños

legales de la empresa, o las cooperativas vaciadas y desnaturalizadas que sus

trabajadores asociados deben refundar casi desde cero, no serían recuperadas con

este criterio, a pesar de tener resueltas las cuestiones legales en forma más completa

que las expropiadas temporalmente. A su vez, esta resolución jurídica y aun

económica de la cuestión sólo resuelve un tema, el de la recuperación de la empresa

como unidad empresarial. Nos queda por fuera, entonces, uno de los aspectos

fundamentales del proceso, el que lo hace característico y suscita adhesión social y

política de enormes sectores: la recuperación de la empresa se hace por medio de la

autogestión de los propios trabajadores. No basta que sea propiedad legal reconocida,

que sea rentable, que se reinserte en el mercado, sino que todo esto debe ser hecho

bajo la forma autogestiva, un proceso que es adoptado porque que la cooperación y la

asociación de los trabajadores como colectivo es la única manera de resolver el

problema que aparecía como irresoluble: volver a poner en funcionamiento una

empresa sin patrones y sin capital.

En ese sentido, el desafío de la autogestión es más profundo que el de la sola

recuperación de la empresa, que no es desdeñable, pues la autogestión es una

dinámica permanente, cuya práctica requiere aprendizaje cotidiano y la voluntad para

llevarlo adelante, todo lo cual es complejo de por sí, y más lo es aun cuando el

proceso tiene su punto de partida en la necesidad, en buscar conjuntamente una

respuesta al nuevo terrorismo económico que es la desocupación estructural. Definir

4
Salvo en la Ciudad de Buenos Aires donde la lucha de los trabajadores consiguió imponer
una ley de expropiación definitiva para 13 casos. Quedaron, sin embargo, más de una decena
de ERT que no fueron cubiertas por dicha ley.
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cuando termina un proceso de recuperación en los términos de la autogestión nos

resulta conceptualmente imposible.

Consideramos a las empresas recuperadas, por lo tanto, un proceso social y

económico que presupone la existencia de una empresa anterior, que funcionaba bajo

el molde de una empresa capitalista tradicional (inclusive bajo formas cooperativas),

cuyo proceso de quiebra, vaciamiento o inviabilidad llevó a sus trabajadores a una

lucha por su puesta en funcionamiento bajo formas autogestivas. Elegimos la palabra

recuperadas (aun cuando autogestionadas o recuperadas bajo autogestión, podría

aparecer como más correcto), porque es el concepto que utilizan los mismos

trabajadores, los protagonistas del proceso. En el marco de esta definición, podríamos

distinguir entre empresas ocupadas en proceso de recuperación y recuperadas5, y no

consideramos válido, si pensamos que se trata de un proceso, y no un

“acontecimiento”, tomar como recuperadas solamente las que están produciendo, o las

que están expropiadas, o las que son cooperativas de trabajo, o cualquier otro criterio

que reduzca el caso a un aspecto del proceso sin contemplar su totalidad. Esto hace

que sea bastante complejo discernir cuando estamos ante un caso de empresa

recuperada y cuando no. Pero podemos decir claramente que una empresa que es

vuelta a poner en funcionamiento por sus trabajadores pero vuelve a tomar la forma

patronal, o por algún otro medio los trabajadores pierden su capacidad de

autogestionar la unidad, fue una empresa recuperada pero no es una empresa

recuperada autogestionada. A su vez, en el principio del arco temporal de un proceso

de recuperación, una empresa o fábrica ocupada puede ser considerada una empresa

recuperada siempre y cuando el fin de la ocupación sea la vuelta a la producción bajo

la gestión de los trabajadores, y en general, esa es una decisión que se toma en algún

momento del proceso, y que debe ser corroborada por la realidad. Todas estas

variantes hacen que los listados y cuantificaciones acerca de las empresas

5
Aun cuando respetamos lo dicho más arriba, de acuerdo a lo cual siempre las empresas
autogestionadas están, de alguna manera, “en recuperación”.
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recuperadas varíen notablemente, pues hay procesos que fracasan, criterios diversos

e interpretaciones demasiados amplias a la hora de confeccionar los listados y las

cuentas que circulan en medios periodísticos y aun académicos. Se ha llegado a

hablar de 200 o 300 empresas recuperadas y una cifra curiosamente invariable de

10000 trabajadores. Ese número es claramente fantasioso, y algunos listados que

circulan y que hemos chequeado incluyen casos de empresas en conflicto que alguna

vez pudieron haber desembocado en procesos de recuperación, empresas que figuran

dos o tres veces, con el nombre original, con el nombre de la cooperativa, con

diferentes direcciones, etc. Los procesos fracasados, por las razones que fueran, no

son depurados del listado y, este, de esta manera, va creciendo y sustentando

exageraciones.

El movimiento de las ERT vuelve a poner en el centro de la escena a los

trabajadores en lucha en el seno de la producción, que les da un lugar en la pelea por

el modelo económico en términos concretos, y que vuelve a situar la lucha social y

política por el trabajo en el centro de las contradicciones de la sociedad, es decir, la

que existe entre el trabajo y el capital. En ese sentido, es fundamental ver que las ERT

no son un fenómeno totalmente asimilable a la llamada “economía social” o “economía

solidaria”. La economía social, además de estar impulsada desde los organismos

financieros internacionales como una forma de paliar los efectos inevitables de las

reformas neoliberales, es impulsada desde ONGs y a veces desde el propio Estado

como muro de contención frente al estallido social, que en el caso argentino finalmente

se dio. A la vez, terminan eternizando a los sectores más postergados de la sociedad

en la dependencia de donativos y subsidios estatales o de ONGs que, a la larga,

impiden la lucha por la vuelta a la estructura productiva formal de los trabajadores

desocupados.

Las ERT, como vemos, trasvasan la noción de economía social, al

incorporar la defensa de la vida a un proyecto de economía política

alternativa ya que pugnan por resituar a los trabajadores dentro del aparato
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productivo, y lo hacen de una forma que también les permite discutir las

relaciones sociales en las que participan en la disputa política y económica.

Por más solidarias que sean las relaciones sociales al interior de una

empresa, necesariamente deberán enfrentarse al problema de insertarse en

relaciones de mercado que poco y nada tienen que ver con la economía

solidaria. A su vez, la llamada economía social no es un fenómeno

absolutamente descartable desde esta perspectiva. Antes que eso, son un

campo de disputa donde las empresas recuperadas, con su

cuestionamiento explícito o implícito a las relaciones de propiedad, tienen

algo que decir. La relación entre las ERT y los sectores de la economía

solidaria es una relación necesaria y con gran potencialidad política y

económica a futuro. Sin embargo, en algunos casos es difícil hablar de

algunas empresas recuperadas como economía solidaria si observamos,

por ejemplo, el caso de una empresa metalúrgica que ocupa a más de 100

trabajadores y que produce insumos para la producción de maquinaria

pesada, por más solidarias que sean las relaciones internas de la empresa

o con otros movimientos y sectores sociales. En definitiva, puede

sostenerse, que el Movimiento de Empresas Recuperadas pone sobre el

tapete, discutiéndolo críticamente, el fallido intento de separar la lucha

social de la lucha política y de clases que el neoliberalismo ha intentado

imponer como modelo.

El surgimiento de las Empresas Recuperadas:

Las primeras experiencias de autogestión de este tipo, es decir, sobre empresas

previamente existentes donde los trabajadores - que estaban bajo la relación salarial –

tomaron en sus manos el control de la empresa, se dieron en el sur del Gran Buenos

Aires. Estas empresas fueron motorizadas por un sindicato local, la Unión Obrera
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Metalúrgica (UOM), seccional Quilmes, desde la década del 80’. Hay algunos casos

anteriores, algunos de los cuales han sobrevivido hasta hoy, pero en el marco de

contextos socioeconómicos y políticos muy diferentes al actual, que provocó la quiebra

masiva de empresas. En todo caso, es recién a partir de la segunda mitad de los 90’

cuando esto comienza a darse en forma numéricamente importante y, lo que es clave,

en forma sistemática.

Estas experiencias del sur del conurbano tienen una importancia no siempre

reconocida, por haber marcado un camino en la forma que adquieren en general

las ERT y haberlo hecho, dada su precocidad, en dificilísimas condiciones

políticas y económicas. Estos casos han tenido una influencia fundamental en lo

que posteriormente va a ser el Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas

(MNER).

Durante la década del 90’, la Argentina profundizó en forma extraordinariamente

rápida el modelo neoliberal, cuyos inicios se remontan a la dictadura militar de los

años 70’, afrontando un proceso de descabezamiento y destrucción de las

organizaciones populares, de imposición de una hegemonía ideológica del

individualismo y de fractura de los lazos solidarios en la sociedad, de privatización y

enajenación masiva de los bienes del Estado hacia los grupos económicos

concentrados y desnacionalizados, y la destrucción casi total del aparato industrial del

país. Esto tuvo entre otras graves consecuencias el quiebre masivo de empresas de

todo tipo y tamaño, en especial PyMES, dejando a millones de trabajadores en la calle.

El deterioro social empezó a manifestarse en la segunda mitad de los 90’, con los

primeros cortes de ruta de los desocupados y las grandes movilizaciones de protesta

que después se expresaron (sólo para sufrir una decepción aun mayor) en el triunfo

electoral la denominada “Alianza” (UCR-Frepaso). Algunas empresas empezaron a ser

autogestionadas en condiciones muy duras en este período. Muchas desaparecieron,

luego de ser fomentadas desde el propio Estado como parte de las políticas de

contención social, que empezaron a instrumentarse. Estas llamadas “políticas


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sociales” recomendadas por los propios organismos financieros internacionales,

comenzaron a aplicarse en la segunda mitad de los 90’, a partir de las primeras

manifestaciones de malestar social encabezadas por las grandes movilizaciones que

empezaron a jaquear el modelo, generando así una serie de mecanismos de

contención que funcionaron como un intento de “barrer debajo de la alfombra” los

problemas que ya no se podían esconder. También estos planes financiaron

regímenes laborales precarios y enormes redes de clientelismo político que

aseguraran la sujeción de los sectores más postergados del país.

Entre los más célebres figuran los subsidios a la desocupación conocidos como

“Plan Trabajar”, que se convirtieron después en el eje de los reclamos y la

organización de los movimientos de desocupados. Menos conocido y menos masivo

fue el llamado “Pago Único”, que fomentó la creación de más de un centenar de

empresas cooperativas autogestionarias mediante el pago, en una sola vez, de los

subsidios por desempleo para que los trabajadores despedidos intentaran con este

pequeño capital inicial y alguna ayuda del Ministerio de Trabajo la creación de su

propia empresa social, incluyendo en algunos casos la reactivación de empresas

fundidas. La gran mayoría de estas empresas no lograron sobrepasar el año de

funcionamiento, en el caso de que pudieran empezar a trabajar, y son muy pocas las

que sobreviven como pequeños microemprendimientos enmarcados en la llamada

economía solidaria.

A partir de los años 1997-98, empezaron a surgir con fuerza algunas ERT, como

IMPA (Industrias Metalúrgicas Plásticas Argentinas), una firma ubicada en la Capital

Federal que consiguió volver a la producción mediante la autogestión y alguna

innovación en el proceso productivo que le permitió afrontar los costos de la

producción en una situación macroeconómica desfavorable. IMPA tuvo la

particularidad de haber sido, ya en ese entonces, una cooperativa y haber logrado la

continuidad legal de la empresa bajo la forma que ya tenía. Esta firma además dio el

puntapié inicial de una de las experiencias más interesantes entre las ERT, como es el
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buscar la solidaridad del barrio mediante el armado de un Centro Cultural y un Centro

de salud en el edificio fabril. Por esta época también surgieron algunas ERT en el Gran

Buenos Aires, así como el interior del país, especialmente en Santa Fé. Otro caso

emblemático es el Frigorífico Yaguané, importante establecimiento que emplea cerca

de 400 obreros en el partido de La Matanza, uno de los distritos más pobres del

conurbano bonaerense.

La profundización de la crisis del modelo neoliberal aceleró el proceso de

vaciamiento y quiebras fraudulentas durante el gobierno de De la Rúa. En los

años 2000 y 2001 aparecieron cerca de 20 casos de ERT. El estallido de

diciembre aceleró y multiplicó el proceso, ya que en ese mes se produjo la

ocupación de varias fábricas, simultáneamente con la movilización inédita que

vivía el país, como Brukman, Lavalán, etc. Para mediados del 2002, se

contabilizaban cerca de 60 ERT, y el número continuó creciendo hasta rozar las

160 en febrero de 2005.

Esbozando una Tipología de las ERT:

Según gran parte de la literatura existente sobre este fenómeno, en especial en lo

que hace a artículos periodísticos, la principal divisoria de aguas pasaría entre quienes

optan por el modelo cooperativo y quienes lo hacen por el de la estatización bajo

control obrero.

Más allá del debate político-ideológico, lo cierto es que hasta el momento sólo ha

sido estatizada una empresa (la clínica Medrano), que no lo buscaba y que era, en

cambio, una cooperativa, y una de las fábricas que encabezaba el reclamo de

estatización, la textil Brukman, terminó convirtiéndose en cooperativa, es decir,


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siguiendo el camino de la mayoría. Todo el resto del amplio espectro de las ERT, ha

adoptado la forma cooperativa.

De acuerdo a quienes defienden la postura de la estatización, principalmente

partidos, organizaciones e intelectuales de izquierda, quienes adoptan el modelo

cooperativo no llegan al fondo de la cuestión, pues se acomodan al ordenamiento

jurídico burgués y van en camino de dejar de ser proletarios, convirtiéndose en

empresarios. Además, consideran otras cuestiones de índole más inmediata, como

que se tendrían que hacer cargo de la deuda y la situación que llevó a la quiebra a la

empresa, y que se ven envueltos en la lógica del capital, con el riesgo adicional de

poder perder la fábrica si no tienen éxito en los primeros tiempos de gestión, al ser las

expropiaciones hasta el momento temporarias (por 2 años por lo general). En cambio,

la estatización solucionaría todos esos problemas, al hacerse cargo el Estado de la

situación general del emprendimiento y solucionar el tema salarial, al transformarse los

trabajadores en empleados del Estado, con lo cual, además, no perderían su condición

de proletarios6. Esto podría ser así en el caso de un Estado que no estuviera en

quiebra como el argentino, con una legislación acorde con el reclamo de control obrero

(lo que no existe actualmente en ninguna de las escasas empresas estatales que

subsisten) y con una política pública totalmente diferente y una conducción política

dispuesta a asumir todos los riesgos que esto implica. Como es obvio, esa no

constituye la situación del Estado argentino, y menos aun lo era en 2002, cuando se

dio la mayor influencia de este reclamo. Además de la difícil justificación política (salvo

para un Estado socialista) de que el Estado nacional estatice una fábrica, por ejemplo,

de grisines.

6
Por supuesto, tanto énfasis en la negatividad de la pérdida de la condición proletaria
sólo puede ser posible desde un marco ideológico que le asigna a esa condición de
clase la condición de sujeto revolucionario por excelencia de una forma cuasi-mágica,
por el solo hecho de nacer obrero. Parecieran desconocer que el hecho de ser
cooperativistas en estos casos no hace que dejen de trabajar, más bien todo lo
contrario. Los trabajadores, por lo general, no quieren dejar de serlo, pero no por
negarse a ascender en la escala social, sino por temor a descender en ella.
CONCURSO de ENSAYO “PENSAR a CONTRACORRIENTE” 2004 142

En la práctica, y sin desconocer que las objeciones planteadas a la opción por las

cooperativas de trabajo tienen parte de realidad, especialmente lo que resulta de la

estrategia de la estatización con control obrero es la casi seguridad de la derrota

política, pues ante la falta de respuesta de un Estado a la deriva el único resultado de

llevar hasta las últimas consecuencias la reivindicación de la estatización es el

mantenimiento indefinido del conflicto abierto, lo cual lleva claramente al desgaste y a

la imposibilidad de consolidar los logros de la autogestión de los trabajadores. El

hecho de no resolver la cuestión jurídica, bajo la forma que sea, hace que todo sea

precario, y deja abierta en forma permanente la posibilidad de la contraofensiva de los

patrones. Por otra parte, mientras la empresa no es estatizada, si no adopta ninguna

forma jurídica que le permita operar en el mercado se ve obligada a crear

permanentemente mecanismos que la suplanten, lo cual es difícil en general, incluso

para aquellas empresas que producen para el consumo directo de la población, e

imposible para las que producen en el marco de cadenas de valor o para un segmento

muy específico del mercado.

En ese sentido, el caso de Brukman es aleccionador. La estrategia de oposición

total a la formación de la cooperativa para resolver estas cuestiones, poniendo esto en

el centro por una cuestión de principios, llevó a los trabajadores de Brukman, a pesar

de tener la fábrica ocupada y produciendo, a una derrota difícil de remontar, donde la

reacción de la patronal logró aprovechar circunstancias políticas coyunturales

favorables y expulsar a los trabajadores, en medio de una represión generalizada que

fue, incluso, azuzada por algunos de los sectores políticos que tuvieron gran

protagonismo en el proceso de esta fábrica. La posterior sanción por la Legislatura

porteña de la expropiación de la fábrica implicó por parte de los obreros y quienes los

condujeron o influenciaron políticamente el tener que bajarse de aquellas posiciones

de máxima, aceptar ser cooperativa (y por lo tanto reconocer que perdieron el tiempo

durante un año) e inclusive hacerlo en forma poco favorable y aceptando condiciones

por parte del gobierno de la Ciudad. El resultado final de esa forma de conducir el
CONCURSO de ENSAYO “PENSAR a CONTRACORRIENTE” 2004 142

conflicto parece haber sido también la pérdida de la influencia que gozaban dentro de

los obreros de la fábrica algunas expresiones de la izquierda partidaria.

El otro caso de cierta importancia que defiende esta alternativa, la fábrica de

cerámicas Zanón en Neuquén, ha logrado regularizar su inserción en el mercado

mediante el uso de la personería jurídica prestada por la Asociación de Madres de

Plaza de Mayo. Posteriormente armaron su cooperativa bajo el nombre de FaSinPat

(Fábrica Sin Patrones).

Todo el resto del amplio espectro de las ERT, han adoptado la forma

cooperativa como método para evitar estos riesgos y mantener lo mejor posible

las condiciones formales para la práctica de la autogestión, convirtiendo a la

discusión con aquellas posiciones en una mera abstracción, una discusión

libresca. Si bien durante el 2002 el debate existió y llegó a influenciar los

comienzos de varias ERT, ya no constituye una discusión de importancia para

los trabajadores.

Entre las ERT, las diferencias se dan más que nada en el curso del proceso, y

tienen que ver con las condiciones del mismo antes que con diferencias ideológicas o

de estrategia política. De este gran conjunto, podemos distinguir las siguientes

variantes, a muy grosso modo:

• Los casos más frecuentes son las empresas quebradas fraudulentamente y

vaciadas por sus dueños, con el fin de recrear la empresa en condiciones más

favorables para el capitalista, con reducción de la cantidad y el salario de los

trabajadores, precarización de las condiciones de trabajo y mejores

condiciones para mantener un nivel extraordinario de ganancias sin los costos

a los que aún obliga la legislación laboral por pago de indemnizaciones, etc., o

simplemente para pasarse con armas y bagajes a la especulación financiera.

Este cuadro es el que generó situaciones de conflicto que, si en un principio

tuvieron características gremiales, pasaron rápidamente a convertirse en el


CONCURSO de ENSAYO “PENSAR a CONTRACORRIENTE” 2004 142

comienzo de la recuperación de la empresa por los trabajadores. Esto por lo

general significó aguantar duras condiciones de lucha: ocupación de la planta,

acampes en la puerta, desalojos policiales, etc., a lo largo de varios meses en

los cuales los trabajadores y sus familias se veían reducidos a condiciones de

miseria y tensión extremas. La extensión del fenómeno a partir de 2001 y, en

especial, 2002, y la gran legitimación social alcanzada, logró de alguna manera

simplificar los pasos y hacer más previsible los conflictos, especialmente a

partir de la organización de las diferentes experiencias en agrupamientos que

pronto dieron origen a organizaciones como el MNER. A partir de ahí, la

formación de la cooperativa y el pedido de expropiación legislativa fueron los

caminos que siguieron la mayoría de los procesos.

• Un segundo conjunto son aquellas empresas comprendidas en las

características generales anteriores, pero con procesos menos traumáticos,

sea por una rápida intervención de organismos del Estado a favor de los

trabajadores, facilitando un acuerdo con los empresarios, los acreedores y los

jueces, o por un acuerdo directo de los antiguos dueños con los trabajadores, o

incluso, un abandono no conflictivo de la empresa por parte de estos. En estos

casos, suele ocurrir que el paso casi sin graves conflictos de una situación a

otra facilita las condiciones para la reapertura de la empresa por los

trabajadores, aunque eso no significa la resolución de todos los problemas. A

su vez, es más probable que la empresa, aun en condición de recuperada,

adopte o mantenga formas jerárquicas en su gestión.

• Una suerte de segunda ola de ERT tiene que ver con las ocupaciones

derivadas de conflictos gremiales y resueltos con la formación de una empresa

autogestionada como forma de resolución. Es decir, la ocupación y la

formación de la ERT se da a partir de una situación de crisis de la empresa,


CONCURSO de ENSAYO “PENSAR a CONTRACORRIENTE” 2004 142

probablemente de los primeros pasos del vaciamiento de la misma en el

sentido apuntado para el primer grupo de este intento de tipología, pero sin

llegar a la instancia de quiebra o concurso de acreedores. Con lo cual nos

encontramos ante la situación de la formación de una empresa recuperada

antes de que sea abandonada por sus patrones, como resultado de una acción

de sus trabajadores que prolonga un reclamo que hasta ese momento se

presentaba como de índole gremial. La situación de la empresa, en estos casos

(pocos de todas formas), no es en la práctica demasiado diferente de las otras,

pero sin haber dado los pasos necesarios para consumar el abandono o la

quiebra fraudulenta. Esta situación es un cuestionamiento aun más serio a la

propiedad privada que los otros casos, y además brinda una herramienta de

presión contundente a los reclamos sindicales en otras empresas.

• Otra situación es la de la ocupación de establecimientos abandonados por

períodos prolongados de tiempo, incluso años, por parte de ex empleados o

simplemente grupos de desocupados que buscan la reapertura de la planta, sin

una continuidad con el proceso de abandono de la misma. Esta es otra

situación de gran potencialidad a futuro, teniendo en cuenta la enorme cantidad

de fábricas desocupadas en todo el territorio nacional, y el gran potencial de

creación de puestos de trabajo y de recuperación productiva de la puesta en

funcionamiento de estas empresas. A su vez, en estos casos las dificultades

para su reapertura, mientras no haya una clara política de apoyo por parte del

Estado, son enormemente mayores que aquellos casos en los que, a pesar de

todo, se da una continuidad laboral, aun cuando el conflicto se prolongue

durante meses.

El denominador común de todos estos tipos es el proceso de ocupación y de

puesta en funcionamiento de la empresa por parte de los trabajadores, sea cual


CONCURSO de ENSAYO “PENSAR a CONTRACORRIENTE” 2004 142

sea la modalidad del conflicto, el número de trabajadores afectados, el tipo y

rubro de la empresa, las particularidades de la situación judicial y las

resistencias a vencer. Y, por supuesto, la gestión del establecimiento por parte

de los trabajadores, fuera cuales fuesen las características de esta gestión. A su

vez, todas ellas cuentan a su favor con el consenso social existente, luego de la

toma de conciencia por el conjunto de la población -a partir de diciembre de

2001- de las profundidades de la crisis, hacia cualquier acción que contribuya a

evitar la desocupación, a crear fuentes de trabajo y a reactivar la producción, en

desmedro del argumento de defensa de la propiedad privada y de los prejuicios

ideológicos acerca de la división social del trabajo y las funciones en la

economía de empresarios y trabajadores.

Breve caracterización del movimiento:

Las ERT no se dan en forma absolutamente independientes unas de otras, sino que

se muestran como fruto de situaciones similares y con una capacidad de transmisión

de la experiencia que refleja ciertas semejanzas en las condiciones de su producción.

En este hecho reside el que podamos hablar con propiedad de un movimiento con

identidad propia más allá de sus diferencias y de sus particularidades.

De acuerdo al relevamiento realizado por el Programa Facultad Abierta7 (FFyL,

2003), las ERT se distribuyen geográficamente en sectores bien diferenciados:

Ciudad de Buenos Aires y Gran Buenos Aires, y las provincias de Santa Fé y

Córdoba. Hay casos aislados en otras regiones del país, como Jujuy, Tierra del

Fuego, Neuquén, Mendoza y Entre Ríos. La concentración se da también en los

rubros, con preeminencia de las metalúrgicas, las metalmecánicas, las gráficas y

las alimenticias. Otros rubros son minoritarios, y se reducen por lo general a una

7
Este relevamiento fue efectuado por el Programa Faculta Abierta, dependiente
Secretaría de Extensión Universitaria (SEUBE) de la Facultad de Filosofía y Letras de
la Universidad de Buenos Aires. Se entrevistaron a un total de 60 empresas
recuperadas por los trabajadores, en los primeros meses del año 2003.
CONCURSO de ENSAYO “PENSAR a CONTRACORRIENTE” 2004 142

o dos empresas. Además de ello, son pocas las que producen directamente para

el consumo, lo que hace que las posibilidades de su sostenimiento por medio de

compras solidarias de la población o su inserción en redes de la llamada

economía social, tales como microemprendimientos o pequeñas cooperativas

rurales, sean realmente escasas.

Las ERT agrupan además una mayoría de empresas categorizadas como PyMES,

de acuerdo con el número de trabajadores, con un promedio de algo más de 20

miembros. Sin embargo, la cantidad de trabajadores no es el único criterio posible

para clasificar la importancia de una empresa, sino que también debemos considerar

la capacidad de producción y la facturación, entre otros aspectos. Ambas son difíciles

de calcular para las ERT, por ser empresas en recuperación, generalmente con una

capacidad productiva instalada que supera con creces la producción efectiva en

manos de los trabajadores e incluso la producción de los últimos tiempos como

empresa tradicional, consideraciones que por supuesto se extienden a la facturación.

Incluso el número de trabajadores lleva muchos veces a una subvaloración de la

importancia de la empresa, pues es común que estas hayan perdido gran cantidad de

asalariados en el transcurso de su crisis, y que una parte sustantiva de los mismos no

resistan el proceso de lucha que implica la recuperación, lo cual da como resultado un

número escaso de trabajadores en relación con la capacidad potencial de la ERT.

Las implicancias políticas del fenómeno:

No son las ERT un fenómeno fácilmente clasificable. Si tratamos de hacer un

análisis político, es difícil sostener la tesis de un proletariado de vanguardia avanzando

hacia la toma del poder, quitándoles el control de los medios de producción a los

capitalistas. La complejidad de la realidad social, económico y política de las empresas

recuperadas por sus trabajadores (como de todos los procesos sociales, históricos y

concretos) es difícil de ser atrapada en los rígidos moldes de las realidades


CONCURSO de ENSAYO “PENSAR a CONTRACORRIENTE” 2004 142

preconcebidas. No se trata de buscar las evidencias que “prueben” nuestra visión del

mundo, sino de poder actuar sobre la realidad a partir de poder leer los procesos en su

dimensión concreta, real y despojada de ingenuidades. No se trata esto de una

digresión al pasar, sino de consideraciones acerca de la gran mayoría de las

interpretaciones con que grupos políticos e inclusive investigadores han tomado el

fenómeno de las ERT.

Analizando el proceso concreto, podemos decir que las ERT, paulatinamente y a

medida que fue aumentando su número, la importancia de sus componentes y su

capacidad de movilización, fueron conformándose como un movimiento social con

capacidad de organizarse como tal y de expresar posiciones políticas. No obstante,

esto implicó como corolario casi inevitable, la aparición de distintos sectores políticos

que se expresaron en su interior. Estos sectores y posiciones no se limitaron al debate

de ideas y estrategias políticas referidas al sector, pues en gran parte intentaron

trascenderlas y relacionar el crecimiento del movimiento con el crecimiento o la

hegemonía de sus posiciones, tanto al interior de las ERT, como en la forma de

organización ínter empresas y a la relación con el Estado y el sistema político del país.

Esto, que puede ser pensado negativamente, es lógico si tenemos en cuenta que

las empresas recuperadas tienen relación con tradiciones de lucha de los trabajadores

anteriores a su condición de ERT, y que las concepciones de la lucha sindical y de la

lucha política imperantes en las distintos fracciones del movimiento se expresaron en

las formas y los intentos de organización.

Entonces, cuando hablamos de política en las empresas recuperadas no nos

referimos, obviamente, al restringido concepto que hace de la política la esfera

de los agrupamientos orgánicos reconocidos explícitamente como actores

políticos. Restringir la cuestión a las influencias partidarias o a las relaciones

con los diferentes sectores del Estado que los mismos dominan a partir del

acceso a las esferas de gobierno es limitar innecesariamente el enfoque.

Antes que eso, pensamos que la constitución de las ERT en movimientos


CONCURSO de ENSAYO “PENSAR a CONTRACORRIENTE” 2004 142

organizativos propios las coloca en un papel claro de actores políticos

autónomos, y las introduce en el complejo mundo de las relaciones políticas

formales e informales que caracterizan a la sociedad argentina.

La cuestión de la herencia sindical:

En primer lugar, tenemos que considerar la impronta sindical que deja su

herencia en el tipo de acciones políticas que emprenden los trabajadores en el

curso del proceso. Las tradiciones gremiales de los trabajadores argentinos

asumieron a lo largo del siglo XX formas muy concretas y diversificadas, que

van más allá de ciertas definiciones clásicas. Las organizaciones sindicales,

fueran burocráticas o combativas, tienen tradiciones sumamente arraigadas en

la conducta que los trabajadores argentinos, en general, suelen adoptar frente a

los conflictos. Encontramos entonces en las empresas recuperadas una primera

trama de respuestas políticas que tiene relación con la historia sindical de la

rama industrial en que se ubican. La gran cantidad de empresas metalúrgicas,

por ejemplo, implican la existencia no sólo de una herencia en las formas

organizativas de los trabajadores vinculada a la vieja organización sindical, sino

también una expresa influencia de las distintas seccionales de la Unión Obrera

Metalúrgica en los procesos actuantes en sus ámbitos geográficos respectivos,

trasladando incluso a las ERT las disputas internas y los modelos de operación

sindical de cada una de ellas. Seccionales como la UOM Quilmes apoyaron

explícitamente y como política propia la recuperación de empresas bajo el

modelo cooperativo, y el grupo de metalúrgicas recuperadas de Quilmes

conserva lazos orgánicos con la seccional y un gran peso e influencia en la

política del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas, uno de los dos

agrupamientos fuertes de ERT. Esta seccional, incluso, llegó a proponer la

incorporación de los obreros de las metalúrgicas recuperadas a la Unión Obrera


CONCURSO de ENSAYO “PENSAR a CONTRACORRIENTE” 2004 142

Metalúrgica nacional con plenos derechos como afiliados y participación en la

vida política interna del sindicato. Esa propuesta, sin embargo, fue rechazada

por el congreso de la organización. La seccional Matanza es el otro caso dentro

de la UOM en que hubo un apoyo a una empresa recuperada (La Baskonia),

mientras que en el resto no se verifica esta política. El primer encuentro del

MNER, realizado en esa fábrica el 7 septiembre de 2002, se desarrolló con la

presencia de representantes de estas dos seccionales y bajo la invocación del

Día del Metalúrgico. La herencia del modelo sindical clásico (aun con las

grandes diferencias entre la tendencia representada por la seccional Quilmes y

las demás) quedó bien clara.

Otros sindicatos han tenido una actitud ambivalente y que, incluso, ha ido

mutando a partir de la experiencia. Es interesante el caso de los gráficos, que

tuvieron una postura opuesta a la estrategia de recuperación y cooperativización

en la empresa Chilavert, en 2002, pero que revisaron esa postura en 2003 con el

caso de Conforti (hoy cooperativa Patricios) donde trabajaron los delegados

sindicales codo a codo con el MNER. En otros casos, en cambio, la oposición a

los procesos llegó a ser violenta y de absoluta complicidad con las patronales,

como el caso de la UTA (Unión Tranviarios Automotor), que impidió en

reiteradas oportunidades la conformación de cooperativas de trabajadores en

empresas de transporte quebradas, en ocasiones con la participación de su

aparato de choque contra los propios afiliados.

Pero lo que todos estos casos demuestran de alguna manera es la fuerte

impronta que la experiencia sindical de los trabajadores conserva en general en

este proceso, aun cuando muestra las limitaciones de esa práctica a la hora de

poner nuevamente en funcionamiento la fábrica, donde los modelos de acción

gremial pierden sentido y otras necesidades priman.

Las organizaciones de empresas recuperadas: lo que indica la teoría y lo que señala la


CONCURSO de ENSAYO “PENSAR a CONTRACORRIENTE” 2004 142

realidad.

Las ERT se han agrupado en distintos nucleamientos a partir de 2002. Aun

cuando en el discurso de mucho trabajadores esto no esté presente, es esta la

forma más concreta en que las ERT han adoptado conductas políticas de

conjunto e incluso posiciones políticas definidas ante temas que no les

conciernen estrictamente, como la libertad de los presos políticos o la deuda

externa. Es desde estos movimientos desde donde las ERT han conseguido

interpelar al Estado, reclamar reformas a la ley de quiebras, sentarse a dialogar

con funcionarios y algunos de sus representantes participar en estructuras

político-partidarias.

Si bien han existido otros intentos organizativos, en la actualidad los

movimientos de ERT son básicamente dos, que reparten su fuerza en forma

pareja8. Se trata del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas (MNER) y el

Movimiento Nacional de Fábricas Recuperadas por sus Trabajadores (MNFRT).

Este último es una fractura del primero, encabezada por un abogado llamado

Luis Caro, que fue en principio abogado de la empresa Gip Metal (actual Unión y

Fuerza) y luego del MNER. Las razones de la ruptura fueron básicamente las

ambiciones políticas de Caro, que lo llevaron a una fracasada tentativa de ser

electo intendente del partido de Avellaneda por la lista de Rodríguez Saá- Aldo

Rico en las elecciones de 20039, y la mala relación creciente con otros referentes

del MNER, como Eduardo Murúa y José Abelli, relacionadas con lo primero y

con los manejos de Caro con las empresas por él representadas legalmente. La

práctica de Caro es sumamente centralizadora y semeja las prácticas de

clientelismo barrial, basadas en una relación en la cual el abogado, poseedor del

8
Informe del Segundo Relevamiento de ERT. Programa Facultad Abierta, Facultad de Filsofía
y Letras, UBA. (2004)
9
La expresión más clásicamente de derecha de las distintas líneas en que el justicialismo se
presentó en las elecciones de 2003, que dieron la victoria a Néstor Kirchner.
CONCURSO de ENSAYO “PENSAR a CONTRACORRIENTE” 2004 142

conocimiento legal que posibilita la existencia y viabilidad de los

emprendimientos, y de los contactos políticos necesarios, concentra en sus

manos los elementos indispensables para el desarrollo de la actividad

económica de la ERT. Esta práctica se refuerza con una imagen

autopromocionada como salvador de los trabajadores, potenciada con

proverbiales apariciones en los momentos decisivos, y con una expropiación del

protagonismo de las bases en aras de esta pretendida condición de

irremplazable. Los contactos de Caro con jueces y funcionarios parecen

provenir de esta relación con ciertos sectores del aparato del PJ bonaerense y

con la Iglesia Católica (afirma pertenecer a la pastoral social de Avellaneda).

Según rumores que circulan entre las fábricas, el abogado estaría lucrando

notoriamente con su papel en este proceso, aunque no podemos considerar

probada la afirmación. De todas maneras, es llamativo que la presidencia de uno

de los movimientos más importantes de ERT sea presidido por un abogado en

lugar de un trabajador.

El MNFRT construyó su discurso en base a dos ejes: a) una visión leguleya del

proceso de recuperación10 , donde el proceso político de lucha es reemplazado

por un conjunto de argumentaciones jurídicas, y b) la oposición al MNER,

acusándolo de gerenciador, de no respetar las decisiones de loa trabajadores y

de no ser igualitario. La oposición entre ambos movimientos es, a partir de esta

política del MNFRT, cada vez más irreconciliable.

Hacemos énfasis en el MNFRT porque es llamativo como una gran cantidad de

ERT se agrupan en una organización donde no se verificarían los principales

10
Es notable la reacción macartista frente a la película “La Toma” de Naomi

Klein y Avi Lewis, cuestionando el concepto de “toma” y “ocupación”, en base a

argumentos de base jurídica. Ver www.fabricasrecuperadas.org.ar


CONCURSO de ENSAYO “PENSAR a CONTRACORRIENTE” 2004 142

presupuestos que son un lugar común cuando se habla de las empresas

recuperadas. En vez de un “movimiento social”, nos encontramos con una

organización rígida, burocrática y vertical. En vez del protagonismo de las

bases, nos topamos con un abogado que asume el protagonismo absoluto,

impone una suerte de culto a la personalidad y se erige en personaje

indispensable. En vez de una vanguardia en lucha por la socialización de los

medios de producción, encontramos un discurso macartista y un énfasis en los

valores menos solidarios y las argumentaciones más ligadas a los “incentivos

materiales”11. En lugar de apelar a la solidaridad con los otros movimientos

sociales, hallamos un culto a la eficiencia empresarial de las ERT.

Evidentemente, algo no funciona en el discurso rosa de las fábricas

recuperadas.

Por otra parte, el MNER tiene consignas políticas más claras, los trabajadores

asumen mayor protagonismo, hay un intento por aproximarse a otros sectores

sociales, una política que se basa en la consigna “Ocupar, Resistir, Producir”,

pero, a la vez, una gran fragilidad organizativa. Las relaciones políticas del

MNER son más fluidas con sectores del sindicalismo provenientes de la vieja

estructura de la izquierda peronista de los 70, y con algunas organizaciones

sociales. Las relaciones con el Estado también intentan ser más consistentes, y

la discusión acerca de la igualdad al interior de las empresas es un eje

constante. Su debilidad es la organización interna, y el hecho de tener más

desarrollada la metodología de la ocupación y la lucha política por la obtención

de las expropiaciones y las condiciones que garanticen la tenencia d la fábrica

por parte de los trabajadores que la metodología de gestión una vez comenzado

el proceso de producción. sin embargo, en los últimos tiempos las diferencias

entre los doirgentes del MNER se han agudizado hasta el punto de una aguda

11
Uno de los argumentos más eficaces en contra del MNER es la supuesta capacidad de Caro
para garantizar ingresos enormes a los trabajadores, en especial en sus intentos de sumar a su
movimiento empresas del MNER con serios problemas internos o de gestión.
CONCURSO de ENSAYO “PENSAR a CONTRACORRIENTE” 2004 142

fragmentación. El motivo de esto es, justamente, la postura en cuanto a cómo

relacionarse con los roganismos del Estado, a partir del acceso al gobierno de

Néstor Kirchner. La política oficial ha seducido a algunos de los referentes del

movimiento, y la ruptura es inminente. Todas estas son discusiones que se dan

al margen de la participación de la mayoría de los trabajadores, ocupados antes

que nada en mantener funcionando a su empresa.

De todos modos, las diferencias entre los procesos internos de autogestión y

los problemas comunes de los trabajadores hacen que, más allá de las

identidades organizativas asumidas o la personalidad de sus líderes, el

movimiento de las empresas recuperadas como sector social tenga más

semejanzas que diferencias.

Por otra parte, esta organización política como sector les permitió a los

trabajadores de las ERT relacionarse en forma orgánica con otros movimientos

sociales, aun cuando esto no haya sido demasiado explotado. En el caso del

MNER, es clara la política de fomentar los emprendimientos solidarios o

culturales en las instalaciones de las fábricas, con el claro objetivo de

desarrollar relaciones con la comunidad que no sólo la beneficien y desarrollen

lazos de mutua solidaridad, sino también como una estrategia defensiva que

fortalezca a la ERT de futuras crisis e intentos de desalojo. La pionera en estas

cuestiones es IMPA, pero también encontramos centros culturales, escuelas,

centros de salud y una gran variedad de emprendimientos solidarios en

numerosas ERT, muchas veces no tan llamativos como los nombrados, pero

igualmente valiosos.

El otro aspecto claramente vinculado con la acción política es el de las

relaciones con el Estado y los partidos políticos. En el primer caso, las

relaciones son contradictorias, en el marco de un gobierno que parecería

intentar beneficiar a las ERT, pero no ha conseguido, ni se ha aproximado a ello,

generar una política pública definida para el sector. Los dirigentes de ambos
CONCURSO de ENSAYO “PENSAR a CONTRACORRIENTE” 2004 142

movimientos han tendido numerosos puentes hacia todos los organismos del

Estado que han evidenciado interés en la materia, pero las respuestas han sido

diversas y, hasta el momento, poco efectivas. Las expropiaciones conseguidas

mediante un juego de presiones y negociaciones con los legisladores de las

cámaras provinciales responden a una relación de fuerzas que parece estar

acabándose, en la cual la clase política estaba todavía impactada por los

sucesos de 2001.

Además, y para terminar esta breve enumeración, la relación entre política

partidaria y empresas recuperadas es múltiple y conflictiva. Varios son los

trabajadores o dirigentes vinculados a ellos que integraron listas electorales,

con suerte dispar. El peso numérico y social del movimiento de las ERT, en sus

distintas variantes, se ha mostrado escaso como para sustentar eficazmente el

lanzamiento a la arena política de sus protagonistas, a despecho de su

visibilidad mediática y social. Las influencias de los partidos de la izquierda

orgánica, como el caso de Brukman demuestra, son cada vez más anecdóticas y

las incursiones de algunos dirigentes en el campo de la política parece haber

traído más complicaciones que beneficios, salvo para aquellos pocos que gozan

de gran legitimidad entre sus bases (como Eduardo Murúa y, salvando las

diferencias de prácticas opuestas, el mismo Caro).

Este panorama de fragmentación no es demasiado diferente al que encontramos

en otros sectores del movimiento social en la Argentina. La diferencia es que la

fortaleza de las organizaciones que nuclean a las ERT es, por supuesto, positiva,

pero su debilidad no provoca hasta el momento más daño que la ausencia de

una política común, especialmente en los reclamos hacia el Estado. Cada

empresa o fábrica recuperada es una unidad en sí misma, y su éxito o su fracaso

depende, en primer lugar, de sus propios trabajadores, y en segundo, de la

solidaridad y organización que logren como sector. Las divisiones entre

movimientos, sus diferentes políticas y hasta sus enfrentamientos, ponen a las


CONCURSO de ENSAYO “PENSAR a CONTRACORRIENTE” 2004 142

ERT en una situación de fragilidad como movimiento, que disminuye su

capacidad de presión global y atenta contra las posibilidades de solidaridad

interna y ayuda mutua, e impide pensar la problemática común en forma global.

A pesar de ello, la existencia de estas organizaciones permitió reclamar con

cierta consistencia ante los diferentes organismos del Estado y el

asesoramiento y apoyo recibido fue fundamental para muchos trabajadores en

las primeras etapas, las más difíciles del proceso, en que la ocupación o la toma

se constituyen en la lucha decisiva que hace viable, o no, a un proceso de

recuperación. Fragmentados y todo, su existencia ha sumado visibilidad pública,

transmisión de experiencia y contactos políticos indispensables para que cada

nuevo proceso de recuperación pudiera asimilar las experiencias de sus

predecesores y no descubrir todo por sí mismo, con la consiguiente pérdida de

tiempo, energías y mayor exposición al fracaso

Conclusiones:

Las empresas y fábricas recuperadas han impactado fuertemente la conciencia

colectiva de grandes sectores de nuestra sociedad, a partir de la gran crisis de fines de

2001, y han adquirido una fuerte visibilidad mediática que, incluso, ha llamado la

atención de quienes, desde el extranjero, se han sentido impactados por aquellos

hechos traumáticos. Creemos que, a pesar de estar los protagonistas de este proceso

habitando permanentemente la agenda de los medios masivos de comunicación, el

fenómeno social, político, económico y cultural que expresan no es debidamente

conocido y, mucho menos, analizado en términos que puedan aportar a la

construcción colectiva de un nuevo modelo de país y de sociedad. Este trabajo apunta,

entre otras cosas, a ayudar a comprender mejor este fenómeno en toda su

complejidad, riqueza, dificultades y aspectos enormemente positivos para el conjunto

de nuestro pueblo.
CONCURSO de ENSAYO “PENSAR a CONTRACORRIENTE” 2004 142

Creemos que es necesario alejar la tentación de analizar este proceso desde

los moldes simples y limitados en que se vuelven las concepciones teóricas pensadas

para otros procesos o concebidas desde un modelo de los procesos sociales

contemporáneos que precisan ser interpelados por la práctica, antes que adherir a

ellos acríticamente e interpretar a partir de ellos el fenómeno. Es así como, a nuestro

entender, conceptos como el del control obrero de la producción, la economía social,

los movimientos sociales novedosos, la protesta social, etc., deben ser discutidos en

función del panorama que un conocimiento de la cuestión en profundad nos dé, antes

de adscribir las ERT a esos procesos o formas.

Es la dinámica social, económica y política de un proceso que tiene largas

perspectivas de desarrollo la que nos va ayudar a dilucidar conceptualmente

estas u otras cuestiones. Como ya hemos señalado, la lucha de las empresas

recuperadas es uno de los caminos más esperanzadores para los trabajadores

luego de una década de tierra arrasada por el neoliberalismo. Por primera vez en

años, los trabajadores argentinos, con todas las dificultades producto no sólo

de la situación socioeconómica y de las implicancias objetivas de la situación en

que se hacen cargo de sus empresas, sino de su propia falta de de desarrollo

político e ideológico, han empezado a señalar un camino de lucha y de avance

en las posiciones políticas y económicas en nuestra sociedad. Después de años

de estar a la defensiva, algunos pocos miles de trabajadores, aquellos a quienes

les ha tocado, han debido atacar la espada en vez de seguir buscando huecos

para ocultarse en la pared.

Los trabajadores de otras partes de nuestro continente deben sacar

conclusiones de estas experiencias. No porque sean más importantes que otras

que se han dado en otros lugares, sino porque son, de algún modo, inéditas, y al

mismo tiempo, asombrosamente comunes en la tierra quemada por el

neoliberalismo. Son hombres y mujeres corrientes las que llevan adelante estas

experiencias. No se trata de los militantes obreros más combativos ni mejor


CONCURSO de ENSAYO “PENSAR a CONTRACORRIENTE” 2004 142

formados, no hay ninguna vanguardia operando y, dónde sectores

autoproclamados como tales lo hicieron desde afuera, las consecuencias fueron

funestas. Pero estos hombres y mujeres comunes, a pesar de todo, empiezan a

aprender de su experiencia y a sacar conclusiones políticamente peligrosas, no

ya para un gobierno, sino para el sistema capitalista. Por ello, si bien los

sectores del poder no se pueden dar el lujo de barrerlos con el simple peso de

su autoridad, sí tratan de aislarlos y de que el contagio no se expanda.

Nosotros, en esta disyuntiva, estamos convencidos que ese germen lanzado al

viento puede hacer mucho por el cambio de las condiciones políticas, sociales y

económicas de nuestros pueblos, y a contribuir con ello estamos lanzados.

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