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CONTESTA DENUNCIA

Excmo. Tribunal de Disciplina del Colegio Público de Abogados de la Capital Federal

Ezequiel Nino y Camila Blanco, con domicilio constituido a los efectos del presente
en Avenida de Mayo 1161 piso 5º oficina “9” de esta Ciudad Autónoma de Buenos Aires,
nos presentamos en el expediente caratulado: “Nino, Ezequiel; Binder, Alberto; Biscay,
Pedro; Castelli, Claudio y Blanco, Camila s/ conducta” (25.195) y decimos:

I. Objeto

Que venimos a contestar la denuncia formulada por los abogados de la matrícula


Julio Virgolini, Mariano Silvestroni y Adrián Maloneay por presunta violación del art. 14
del Código de Ética Profesional.

2.- Antecedentes

En el marco del expediente “DADONE, Aldo y otros s/ defraudación a la


administración pública” (conocido como el caso “IBM-Banco Nación”) se investigaban los
ofrecimientos y pagos de sobornos por parte de la empresa IBM Argentina a autoridades
del Banco Nación a los fines de que dicha empresa resultara adjudicataria de la licitación
para encargarse de la ejecución del "Proyecto Centenario”, que tenía como finalidad la
informatización de la entidad bancaria.
Este expediente se inició en mayo de 1994. Llegada la etapa de debate oral y
público, luego de la eterna y inacabable investigación durante la fase instructiva (que
consumió 12 de los 16 años que duró el trámite de la causa), el caso se pasó a tramitar ante
el Tribunal Oral en lo Criminal Federal nº 3 de esta Ciudad. En esa instancia todos los
imputados junto con sus abogados celebraron con la fiscal a cargo de la Fiscalía General nº
3 ante el citado fuero, Dra. Sabrina Namer, un acuerdo de juicio abreviado. Ese convenio se
materializó entre las partes, luego de largas y arduas negociaciones, en la audiencia llevada
a cabo al efecto el día 11 de noviembre de 2009. En este acto participaron la Asociación
Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ) y el Centro de Investigación y Prevención de la
Criminalidad Económica (CIPCE) al ser convocadas por la acusadora pública “a los
efectos de integrar en la solución a los representantes de la sociedad civil, tomando en
cuenta que las mencionadas organizaciones no gubernamentales han puesto en evidencia
mediante diferentes presentaciones a lo largo de expediente, el interés que tienen en la
resolución del caso en función de la relación que éste posee con su objeto social” y para

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que actúen como “garantes de la transparencia y las tratativas para arribar al presente
juicio abreviado” (del acta de acuerdo del juicio abreviado).
En dicha audiencia, los imputados y la fiscalía, de conformidad con lo normado por
el art. 431 bis del Código Procesal Penal de la Nación, fijaron el objeto procesal,
reconociendo los acusados los hechos imputados tal cual fueran descriptos por la acusadora
pública, aceptando su calificación legal y su responsabilidad penal (salvo en lo que respecta
uno de ellos, Martorana, sobre quien la fiscal pidió su absolución). Algunos incluso
ofrecieron una disculpa pública por haber participado de uno de los hechos de corrupción
mas grandes de la historia reciente. Asimismo, los imputados aceptaron el ofrecimiento de
pena efectuado por la fiscalía y la entrega voluntaria de sumas dinerarias consideradas
producto del delito que rondaban los $17.200.000, dinero que de este modo regresaba a las
arcas del Estado.
Este acuerdo fue remitido al Tribunal Oral interviniente, el que luego de varios
meses, decidió homologarlo. Frente a esta decisión, los abogados defensores Virgolini,
Silvestroni y Maloneay en representación de sus defendidos, se alzaron contra esa
resolución mediante la interposición de un recurso de casación. Ante esta situación, las
ONG´s ACIJ y CIPCE y en la misma calidad en la que venían actuando en el expediente,
presentaron un escrito –como hacen en muchos otros expedientes donde se investigan
hechos de corrupción y criminalidad económica- oponiéndose a la concesión del mentado
recurso. Argumentaron que el único interés de esta impugnación era dilatar aún más el
proceso (que para ese entonces ya llevaba más de 4 años en la etapa de juicio, otros tantos
había tenido en la fase preliminar, y desde su inicio llevaba 16 años de trámite). Las ONG´s
señalaron también que el recurso pretendía evitar la devolución del dinero sustraído de las
arcas públicas y contar con una sentencia definitiva que les habilitara las vías recursivas
disponibles para solicitar la prescripción de la causa.
A partir de esta presentación, los citados abogados denunciaron a miembros de estas
organizaciones ante este Tribunal, argumentando faltas de ética en el ejercicio profesional
conforme el art. 14 del Código de Ética.

3. – La presentación de las organizaciones estuvo dirigida a los condenados

Llama la atención que los abogados denunciantes afirmen que el escrito,


supuestamente ofensivo hacia ellos, haya estado dirigido hacia los imputados. Pues bien, a
fs. 24 de este expediente administrativo, los denunciantes aseguran que estos abogados no
leyeron el recurso pues las consideraciones que hicieron en el escrito cuestionado estaban
dirigidas a los condenados mientras que fue firmado por los abogados. Pues bien, los
hechos de esta causa deben construirse en base precisamente a esas afirmaciones. Nuestro
escrito estuvo dirigido a los acusados y no a los abogados. En ninguna de las afirmaciones
que están contenidas en esa presentación se manifiestan expresiones dirigidas a los letrados.
Por ende, no es aplicable a estos sucesos lo contenido en el artículo 14 del Código
de Conducta del Colegio Público de Abogados. Este artículo expresa textualmente que
“todo abogado debe respetar la dignidad de sus colegas y hacer que se la respete”. Por ese

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motivo, resulta notoriamente fuera de lugar la denuncia incoada. La salvedad sería si
alguno de los denunciantes fuera a la vez imputado (alegando un hipotético carácter de
profesional del derecho), cosa que no ha ocurrido hasta hoy.
En otras palabras, para dejar bien sentada la posición sobre la atipicidad de la
denuncia, los denunciantes afirman que nosotros no leímos el escrito de apelación
interpuesto contra el juicio abreviado, sostienen que criticamos a los imputados, porque
quienes firmaron el recurso fueron los abogados. Esto equivale a un pleno reconocimiento
de que las palabras no estuvieron dirigidas a los profesionales, sino a quienes están siendo
investigados por un hecho de corrupción, y su desleal actuación en el caso.
El acta acuerdo estuvo firmada por los imputados y sus defensores. La apelación a
la misma sólo por estos últimos, en claro mandato de sus defendidos. No podría ser de otra
manera. El defensor habla por los imputados que son quienes adoptan las decisiones sobre
la marcha del proceso, de lo contrario mal podría presentarse a apelar. En el escrito que
motiva la ofensa de los profesionales del derecho, la crítica está centrada en quienes fueron
sus defendidos. Aquellos que motivaron un acuerdo, aquellos que lo apelaron.
El art. 104 del Código Procesal prevé que “el imputado tendrá derecho a hacerse
defender por abogado de la matrícula de su confianza o por el defensor oficial”. Pero
además rigen las reglas generales de cualquier proceso mediante las cuales las partes son
las responsables de las decisiones que se adoptan para su defensa.
Para resumir, si Silvestroni, Virgolini y Maloneay creen que estos abogados no
leyeron el escrito porque las imputaciones que formulamos estuvieron dirigidas a los
imputados no deberían haber interpuesto esta denuncia, que como se demostrará tiende a
acallar las voces de la sociedad civil, ha sido recibido por una parte relevante de la
comunidad jurídica como un acto de censura frente a la libertad de expresión que debe regir
sobre todas las materias de interés público y como la muestra más acabada de lo paradójico
que resulta que, en materia de corrupción, hemos quedado perseguidos quienes luchamos
contra su impunidad. Mientras, los acusados han logrado que la condena que ellos mismos
firmaron no quede firme, situación que podrán mantener durante varios años más porque –
indudablemente- recurrirán también a la Corte Suprema de Justicia de la Nación.

4- El acuerdo de juicio abreviado. La posterior apelación del mismo


El acuerdo de juicio abreviado firmado por los imputados y sus abogados
defensores como se dijo fue homologado.
La homologación reflejó fielmente los términos del acuerdo. Cualquier lectura
posible que el tribunal haga debería servir para mostrar que el argumento de que se
modificaron los hechos es manifiestamente falso y que se trató de una argucia para que no
quede firme la condena. Es más, de esta forma evitaron pasar por un juicio oral y público y
mantienen las posibilidades de que la causa prescriba.
En la denuncia en conteste, los abogados defensores refieren que sólo se limitaron a
ejercer el derecho de apelar, incluso sostienen que estaban obligados a pedir la prescripción
de la causa. A su entender, no hay motivo para decir que al firmar el juicio abreviado y
luego apelar el mismo, se produjo una contradicción entre sus actos. Tampoco creen que al

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entablar la negociación destinada a lograr el juicio abreviado con el propósito de luego
apelarlo, se estuviera actuando fuera de la lógica del fair play. Por todo esto, dijeron
sentirse sorprendidos ante la oposición de las organizaciones no gubernamentales a que
prosperara dicha apelación.
Sin embargo, de un análisis del instituto del juicio abreviado, se entiende que
aquella presentación de ACIJ y CIPCE que motivara la denuncia ante el Tribunal de
Disciplina, tiene sólidos argumentos jurídicos. Veamos:
El instituto del juicio abreviado, que fue integrado al Código Procesal Penal en el
año 1997 incorpora una institución del derecho anglosajón a un ordenamiento jurídico
derecho continental más amplio. En ese sentido, debe efectuarse una interpretación no
literal del artículo 431 bis, inciso sexto, para determinarse la extensión que tiene en nuestro
ordenamiento procesal la apelación a la sentencia de juicio abreviado. Como tesis general,
debe advertirse que la diferente raíz de este tipo de solución procesal comparada con el
resto de las otras soluciones que ponen fin a cualquier conflicto criminal hace que la lógica
que debe regir la interpretación de las normas enunciadas por la incorporación legislativa
sean muy específicas, puntales y enmarcadas en su contexto.
Resulta imprescindible recurrir a la experiencia comparada para darle contenido
interpretativo al instituto tan recientemente introducido. La experiencia de Estados Unidos
y el Reino Unido –precursores en la materia- es manifiestamente relevante a la hora de
examinar la extensión de la apelación luego del acuerdo entre partes. Así como la Corte
Suprema de Justicia de nuestro país tiene dicho en reiteradas ocasiones que la
interpretación que realice su par estadounidense debe considerarse una fuente esencial de
interpretación de nuestra Constitución por haber sido la de aquel país una de las
inspiraciones de la argentina, en esta materia debe regir el mismo principio. Por ese motivo,
las interpretaciones efectuadas por la justicia de ese país sobre el tipo de recursos que
pueden presentarse deben ser valoradas a la hora de meritar las posibilidades de impugnar
el acuerdo firmado por las propias partes. En ese sentido, esta interpretación demuestra que
existen límites a los recursos que pueden interponerse contra la condena de juicio
abreviado.
El “plea bargain” fue incorporado en Estados Unidos hacia fines del siglo 18 aunque
utilizado episódicamente hasta finales del siglo 19 con la explosión de litigios por
accidentes laborales causados por la utilización indiscriminada de maquinaria industrial. La
sobrecarga de tareas implicó que existieran mayores incentivos en el sistema estatal para
evitar la prosecución de muchos procesos penales. Previo a ello, se han realizado estudios
académicos sobre su aplicación en Old Bailey (la Cámara Criminal del Reino Unido) y, en
cambio, se han encontrado muchos antecedentes de magistrados que aconsejan a imputados
que han aceptado declararse culpables que reconsideren su posición y que se defiendan en
juicio público. Dentro de las razones que parecen haber contribuido para el desarrollo del
“plea bargaining” se encuentran: (1) el incremento de la complejidad de los procesos
criminales; (2) la expansión de las normas sustantivas penales; (3) el incremento de las
tasas de criminalidad y, consecuentemente, de la cantidad de expedientes; (4) la mayor

4
cantidad de profesionales en la administración de justicia y (5) una mayor participación de
los fiscales en los juicios1.
La Corte Suprema de Estados Unidos ha examinado en numerosas ocasiones la
constitucionalidad del instituto porque requiere que los acusados renuncien a tres derechos
constitucionales fundamentales: (1) el derecho a no declarar contra sí mismo; (2) el derecho
al juicio por jurados y (3) el derecho a confrontar los testimonios de los acusadores. En
Boykin v. Alabama (1969), la Corte sostuvo que en el expediente debe haber constancia de
que el imputado aceptó voluntariamente el acuerdo y comprendió acabadamente sus
términos. En Brady v. United States (1970) declaró que el temor a la pena de muerte a la
que el acusado podía ser sometido en caso de que fuera a juicio oral no era suficiente
motivo para presumir que había actuado bajo coacción. En Santobello v. New York (1971),
la Corte describió a la “plea bargaining” como un componente esencial de la administración
de justicia. Si se la administra adecuadamente debe ser promovida. En United States v.
Attar y United States v. Jacobson (1994), la Corte sostuvo que la apelabilidad del juicio
abreviado se vincula a defectos de representación de la persona que ha sido condenada a
través de ese trámite. A su vez, en United States v. Mezzanatto (1995), Tollett v. Henderson
(1973) y Blackledge v. Allison (1977), el Alto Tribunal de Estados Unidos explicitó que
quienes suscriben el acuerdo de juicio abreviado están asumiendo implícitamente la
renuncia a distintos derechos constitucionales que tendrían si fueran sometidos a juicio oral
y público.
El acuerdo al que llegan las partes del proceso penal es un contrato entre ellas, por
el cual el acusado renuncia a sus potestades jurisdiccionales a cambio de terminar el
proceso y potencialmente eximirse de una pena mayor. Al firmar el convenio, los acusados
decidieron resignar los potenciales resultados más favorables que podrían haber conseguido
de continuar con el proceso.
El juicio abreviado llegó a nuestro sistema jurídico a causa de la sobrecarga de los
tribunales. El Estado, por su parte, renuncia a poder imponer una responsabilidad más
acorde con los hechos que podrían constituir un delito. Si el juicio abreviado no implica
terminar con el trámite, la acusación no obtiene ninguna ventaja con ese entendimiento
pues debe seguir destinando recursos escasos a este tipo de planteos.
En ese marco, el imputado no puede querer obtener los beneficios tanto del juicio
abreviado como los del juicio común. En otras palabras, resigna las posibilidades que le
brindaría continuar con el proceso pues accede a una prerrogativa que no tendría si lo hace.
Palacio hace alusión expresa a las potestades recusatorias en el juicio abreviado al decir que
“… la sentencia condenatoria debe repuntarse irrecurrible para los imputados a causa de la
ausencia de interés jurídico derivado del acuerdo que constituye el presupuesto del juicio
abreviado; tal principio cede frente al caso de invocarse alguna causal de nulidad del
pronunciamiento (artículo 404 y 456 inciso 2 del Código Procesal Penal de la Nación)”2.

1
Guilty Plea: Plea Bargaining – The Development of Plea Bargaining”, Centruy, Criminal Law, Pleas and Nineteenth,

http://law.jrank.org

2
“La prueba en el proceso penal”, Editorial Lexis Nexis, Buenos Aires, 2008

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5- El planteo de las defensas, la oposición de las organizaciones no
gubernamentales
Como se dijo, el acuerdo homologado resultó recurrido por los imputados. Lo que a
continuación se enuncia es suficientemente gráfico y demostrativo del sentimiento que
pudo haber movilizado la interposición del recurso y de la actitud demostrada por los
imputados a lo largo del proceso.
Uno de los puntos centrales del recurso interpuesto por los encausados es la
prescripción de los hechos por el mero paso del tiempo. Sin embargo, varios de los testigos
propuestos por esta parte podrán dar fe de los tiempos que insumió el acuerdo entre todas
las partes involucradas. Los propios jueces del Tribunal Oral estaban al tanto de las
distintas etapas por las que iba atravesando la posibilidad de firmar un acuerdo y los
momentos claves en los que parecía que éste no se iba a poder concretar.
La finalización del acuerdo duró muchos meses –los que podrán ser precisados por
los testigos propuestos- y el juicio oral dispuesto quedó en suspenso. No haber consentido
la homologación del acuerdo sino, además, solicitar la prescripción de la causa por el paso
del tiempo por hechos vinculados a la actitud de los propios imputados no solo es atentar
contra la teoría de los actos propios y aprovecharse de las falencias del sistema, sino que
atenta contra las reglas del “fair play” que deben asumir quienes aceptan acordar con el
sistema estatal para escapar de un juicio oral que no solo los ponía en evidencia frente al
resto de la sociedad sino que podría haberlos condenado a penas más elevadas.
En otras palabras, este ejemplo revela una circunstancia que puede apreciarse con
mayor detalle con una mirada atenta del expediente penal que dio origen a esta denuncia.
Han sido los propios actos de los condenados los que han hecho aumentar la extensión del
proceso. La interposición del recurso ha sido precisamente una manifestación acabada de
esa circunstancia y, por ese motivo, motivó la reacción enérgica, rigurosa y
extremadamente crítica de esa postura.
Las organizaciones no gubernamentales que intervinieron en la firma del juicio
abreviado, por las razones expuestas, solicitaron mediante un escrito que se rechace el
recurso presentado contra la resolución que homologó el acuerdo alcanzado. En dicha
presentación, que al parecer ha ofendido la sensibilidad de los denunciantes –aunque no
estuviera dirigida a ellos-, al igual que todas aquellas que realizan las organizaciones en
causas donde se investigan hechos de corrupción, tuvo como fundamento jurídico el
derecho que –fundamentalmente- otorgan las convenciones internacionales que suscribió el
Estado argentino en materia de corrupción. Específicamente los arts. 3 y 14 de la
Convención Interamericana contra la Corrupción y arts. 5 y 13 de la Convención de las
Naciones Unidas contra la Corrupción.
La participación de las organizaciones no gubernamentales en el paradigmático caso
IBM-Banco Nación estuvo centrada –como no podía ser de otra manera- en impulsar un
expediente judicial que luego de más de 16 años de sucedidos los hechos aún continúa sin
definición. En ese sentido debe entenderse la oposición a cualquier intento por demorar
injustificadamente el proceso judicial. El acuerdo de juicio abreviado era el cierre de un

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caso luego de años de trámite engorroso. Era, además, la posibilidad de recuperar para la
sociedad de una buena parte del dinero sustraído de las arcas públicas. Esas mismas
circunstancias eran las que nos motivaran a reconocer en el acuerdo una solución que si
bien no era la ideal (como hubiera sido un juicio oral y público que le permitieran a la
sociedad conocer todo lo ocurrido), podría considerarse como aceptable para el estado de la
causa. Ese gusto entre amargo y dulce de haber llegado a una solución que no era la ideal,
pareció ser el mismo que le dejaron a una parte de nuestra sociedad. Por lo menos eso se
expresó en los artículos periodísticos y comentarios editoriales 3, que sucedieron luego del
acuerdo.
El recurso presentado por los imputados causó una enorme desazón ante lo que
podría haber sido la solución definitiva de un caso paradigmático. Las organizaciones que
militan contra la impunidad de la corrupción canalizaron esa frustración social. Optaron por
hacerlo mediante una presentación solicitando al Tribunal Oral interviniente que rechazara
el planteo de los imputados. Sin embargo, ese mismo tribunal optó por desglosar del
expediente el escrito en cuestión.
Sobre los términos del escrito no parece –en nuestra sincera opinión- un escrito que
desborde el marco procesal o se aparte radicalmente de las formas habitualmente empleadas
en las presentaciones judiciales, sobre todo teniendo en cuenta las circunstancias del caso y
los lógicos efectos que puede causar en cualquier persona –y particularmente en un
abogado que interviene en esa causa- un planteo como el realizado por los imputados al
presentar el recurso de casación. Sobre el punto resulta por demás apropiada la declaración
de la Asociación de Abogados de Buenos Aires4 sobre el caso. A continuación la
reproducimos:
“Ante la presentación efectuada por el Dr. Luis Villanueva solicitando el
pronunciamiento de la AABA, en un conflicto generado en el marco del
ejercicio profesional, en uno de los procesos más emblemáticos vinculados a
hechos de corrupción, conocido como el “caso IBM-Banco Nación”, entre
quienes ejercen la representación letrada de los condenados en ese proceso, y
abogados que desde entidades de la sociedad civil se dedican a promover la
prevención de lo que se conoce como criminalidad económica, la Asociación
de Abogados de Buenos Aires, sin entrar a analizar el fondo de la cuestión y a
la luz de los antecedentes aportados, advierte:
Que no puede desconocerse el derecho a denunciar aquellas conductas que
se presumen agraviantes en la práctica forense, ante los órganos habilitados
para entender en ellas.
Que sin embargo, se viene observando cómo, con otros fines, se tiende a
desnaturalizar aquel derecho, usándolo ya como práctica distractiva ya como
medio de presión, entorpeciendo los procesos judiciales en curso, con toda la
carga de frustración que acarrea en los afectados directos y en la sociedad
toda, más aún cuando se trata de casos de relevancia social.
Que como bien lo señala en su manifiesto el Observatorio de la Justicia
Argentina, si estos hechos o similares, se reiteran con cierta frecuencia, es a
partir del aprovechamiento de las notorias falencias de los códigos de
procedimientos -por caso el que rige en materia penal-, facilitando la demora
de los procesos e inclusive su paralización.
Que en el asunto que aquí nos convoca, los denunciantes ante el Tribunal
de Disciplina del Colegio Público de Abogados intervinientes en la causa,
3
http://www.lanacion.com.ar/1198576-el-precio-que-hay-que-pagar
http://www.lanacion.com.ar/1198573-ibm-nacion-no-habra-juicio-oral-y-devolveran-parte-de-la-coima
4
http://www.aaba.org.ar/noticia/ante-el-caso-ibm-banco-nación

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también lo fueron en la audiencia en la cual se plasmó un acuerdo de juicio
abreviado, que luego fue homologado judicialmente.
Que los abogados denunciados ante el mencionado Tribunal de Disciplina,
por el uso de calificativos tildados como agraviantes en un escrito judicial
que en representación de las entidades civiles ACIJ y CIPCE suscribieron,
respondían así al recurso interpuesto por los letrados defensores de quienes
resultaron beneficiados con el acuerdo de trámite abreviado.
Que ese escrito, cuyos términos cuestionan los denunciantes ante el
Tribunal del Colegio de la matrícula, se formalizó ante el Juzgado Federal
interviniente en la causa arriba mencionada.
Que en él, los abogados de las organizaciones civiles involucradas,
solicitaron al Tribunal que rechazara in limine el recurso de casación
interpuesto por los abogados de los imputados contra la sentencia que los
condenaba, dictada como consecuencia del acuerdo al que habían arribado,
cuyo trámite y contenido, obviamente era el resultado de lo consentido en
cuanto a sus términos, en una audiencia conjunta y con la participación de
todos los implicados.
Que en ese contexto, el recurso articulado por la defensa de los imputados,
contra una sentencia dictada, reiteramos, en función de un acuerdo
consentido por las partes, pareciera cuanto menos contrariar el principio de
buena fe que debe regir las relaciones entre las mismas en el juicio, por lo que
su tolerancia pondría en crisis la institución del juicio abreviado.
Que según ha sostenido la Corte Suprema de Justicia de la Nación
(Fallos, 323:3765), nadie puede ponerse en contradicción con sus propios
actos, ejerciendo una conducta incompatible con otra anterior, deliberada,
jurídicamente relevante y plenamente eficaz. Ello sería incurrir derechamente
en una autocontradicción, que violentaría el procedimiento judicial sobre el
cual se sostiene el instituto del juicio abreviado, alterando su sentido como
posible solución en ciertos procesos penales.
Que en este escenario, parecería razonable responder con dureza al
oponente, sin deshonrarlo ni injuriarlo, pues no podría reprocharse que el
sacudido por el obrar del denunciante que aquí se ha descrito, utilice términos
fuertes en su responde, a la luz de lo actuado.
Resultaría además desafortunado que se quisiera prevenir, limitar o
restringir el ejercicio de las labores profesionales, tal y como lo venían
haciendo en el caso los hoy denunciados, firmantes del escrito más arriba
aludido, aceptando el uso indiscriminado del derecho a denunciar, sin advertir
el daño que con ello puede inferirse al sistema de garantías, porque como
supo enseñarnos D. Ángel Ossorio en “El Alma de la Toga”, “el oficio de
abogado no puede ejercerse con alma fría. El abogado pone pasión, no
equilibrio; debe ser implacable y no tolerante. El alegato escrito de un
abogado dista de ser la gratificación de una ecuación matemática, debe
contener todo aquello que estime necesario expresar en la causa, sin censura
ni titubeos y sin recurrir a innecesarias hipérboles… para la defensa de lo que
se cree justo.”

La declaración lleva la rúbrica de Eduardo Tavani, presidente de la Asociación de


Abogados de Buenos Aires. Allí se expresa claramente la coincidencia de esa Asociación
con la interpretación que efectuamos sobre los límites a los recursos contra la sentencia
abreviada. A su vez, la precisión y elocuencia del último párrafo nos eximen de más
comentarios respecto al tono de la presentación que ofendiera a los letrados denunciantes.
A pesar de haber sido llamados a intervenir a la firma del acuerdo no somos parte del
expediente, somos activistas en la lucha contre la corrupción. Somos militantes en contra de
la corrupción. Clamamos por los fondos que el Estado, la Sociedad, por la corrupción
pierde de utilizar en la satisfacción de necesidades sociales. En todo este contexto es que
deben analizarse los términos apasionados, que en ningún modo son insultantes, en los
cuales nos expresamos.

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6. La sensibilidad emocional del acuerdo de juicio abreviado firmado por las partes
con la presencia de las ONGs.
Resulta manifiestamente relevante intentar transmitir lo más acabadamente posible
la magnitud del proceso de juicio abreviado y la emotividad contenida en el acuerdo
llevado a cabo entre las partes, con la participación de las organizaciones cuyos
representantes han sido denunciados ante el Colegio Público de Abogados. Solo así podrá
comprenderse la razonabilidad de la reacción de los abogados que aquí denunciados, lo cual
es relevante para el caso de que no se acepte el argumento de que los dichos no estuvieron
dirigidos hacia los abogados de los condenados.
Una idea de la relevancia emocional del acuerdo suscripto puede encontrarse en las
palabras de Alfredo Aldaco, uno de los condenados, las cuales fueron leídas en la audiencia
de suscripción de juicio abreviado y suscitó lágrimas de parte de personal de la fiscalía, de
varios integrantes de las asociaciones que representamos y de otros asistentes:
“No encuentro justificación alguna para mi pasada conducta puesto que tenía
la cultura, la educación y la ideología necesaria para haber rechazado
cualquier tipo de oferta. Probablemente no tenía el poder para frenar más allá
de lo actuado, ni la forma de elegir el proyecto ni a los participantes pero, sí
pude haber dicho simplemente no y renunciar al cargo que por entonces
ocupaba. Hace más de quince años que esos momentos me son recurrentes y
verdaderamente nunca encontré una razón lógica ante tamaña confusión de
valores. Durante todo este tiempo me acompañaron sensaciones de vergüenza,
dolor y fundamentalmente arrepentimiento. La única forma que encontré para
enmendar lo actuado fue someterme a la justicia de la forma más transparente
posible, devolver todo el dinero depositado en el exterior, trabajar
dignamente, reiniciar mi vida y tratar de ser cada día mejor persona. Doctora,
nunca descargué en terceros mi responsabilidad. Sólo aclaré en la causa mi
actuación en los hechos. Cuando se dictó la prisión preventiva me presenté
inmediatamente. Se me ofreció ir detenido a Gendarmería hasta una prisión
domiciliaria. Simplemente solicité ir donde iban todos los procesados en mi
condición. Estuve detenido en Villa Devoto en un pabellón común de
trabajadores durante 57 días. Le prohibí a mi entonces abogado defensor
presentar cualquier recurso para obtener la libertad. Igualmente la Cámara me
la concedió cuando liberó a otro de los imputados ya que, entendió que lo
actuado por el Tribunal de primera instancia no se ajustaba a derecho. A fines
de julio de 1997 en el momento en que estaba siendo liberado solicité se me
dejara detenido. Se me dijo que el tema estaba terminado, que me olvidara…
en ese momento la única respuesta que pensé que podía darle a la sociedad
fue no salir de mi domicilio durante seis años salvo para ir a trabajar. En ese
lapso no pisé ni un restaurante, cine o espectáculo artístico o deportivo. Nunca
fui de vacaciones, no participé de acontecimiento social alguno.
Absolutamente nada durante seis años (el monto máximo de la pena por
cohecho). Solo los sábados practicaba fútbol con mis amigos para luego
volver a mi domicilio. No sólo me puse preso sino que, sin quererlo, incluí en
ese encierro a mi familia. Ellos acompañaron mi decisión sin reproche alguno
aceptando como propia una acción de las que eran totalmente ajenos. Instruí
para que se devolviera todo el dinero existente que, por otra parte jamás había
usado, por lo cual regresó a la Argentina sin restricción alguna. Pedí perdón
públicamente y volví lentamente a insertarme en la sociedad argentina
sabiendo que tenía, además de los derechos y obligaciones de cualquier
ciudadano la exigencia personal adicional de reparar, cada vez que me fuera
posible el delito que cometí. Doctora, me siento hoy mucha mejor persona
que hace quince años, recuperé valores y entendí en profundidad los dichos de
mi esposa: “la honorabilidad no es un bien de consumo”.

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Los testigos propuestos podrán dar fe de la relevancia del evento por el cual se nos
convocara. Se trataba de la posibilidad de que la sociedad obtenga una condena de parte de
la justicia en un caso de corrupción luego de mucho tiempo. Las organizaciones
participantes, a diferencia del resto de los actores, tomaron intervención de manera
voluntaria, sin ningún tipo de contraprestación. La audiencia se llevó adelante en un clima
de solemnidad propio de un acto en el cual todos los intervinientes conocen la significancia
que contiene. A pedido de los imputados no se realizó una convocatoria a los medios de
comunicación masiva ni se difundió la novedad hasta que se hubiera cerrado la
negociación, para evitar cualquier difusión fuera de lugar. Aunque creemos en la
publicidad, transparencia y apertura de la justicia aceptamos ese tipo de condiciones
requeridas por los imputados, en virtud de que se cumpla el objetivo más ambicioso de que
se resuelva una causa que tenía quince años de trámite y que corría el riesgo de resolverse
mediante la prescripción de los autos.
Para las organizaciones participantes esta suerte de apoyo al acuerdo suscripto entre
la fiscalía y los imputados representó también un fuerte sacrificio. Tanto ACIJ como
CIPCE vienen trabajando hace varios años para que los casos por hechos de corrupción
lleguen a juicio oral y público, que la ciudadanía conozca -a través de los medios de
comunicación y de manera directa- los hechos acontecidos y que involucran al patrimonio
de todos/as. Ese sacrificio y compromiso de parte de las organizaciones participantes fue
mancillado por Cattáneo y De Lellis. No sólo no habrá juicio oral y público sino que,
además, existe la posibilidad de que la justicia disponga la prescripción de los hechos por
los que se los investiga.
Durante la firma del acto, los representantes de las organizaciones conversamos con
aquellos condenados que expresaron arrepentimiento, como lo podrán confirmar algunos de
los testigos convocados por esta defensa. Ellos se pusieron a disposición para todo aquello
que pudieran ser útiles a la comunidad hacia quienes sintieron que se encontraban en deuda.
Cattáneo y De Lellis no demostraron el mismo arrepentimiento pero no efectuaron ninguna
reserva, objeción o aclaración.

7. La suerte de la presentación realizada por las organizaciones. El debate


posterior.
Como se dijo, el escrito supuestamente agraviante fue desglosado del expediente.
Así, el documento que los abogados aquí denunciantes afirman violenta el artículo 14 del
Código de Ética profesional, no es una pieza constitutiva del expediente. Este fue
desglosado por lo que toda la supuesta agresión sufrida por los denunciantes, junto a sus
respuestas y siguientes intercambios, de lo cual se detallará más adelante –siempre en el
sagrado ejercicio de expresar libremente las opiniones- forman parte de una discusión
extrajudicial.
El escrito por el que reclaman los denunciantes, reconocemos fue un espacio donde
las organizaciones de la sociedad civil han dejado constancia de su parecer sobre el
recurrente accionar que procura no llegar nunca a dilucidar los hechos de corrupción y a
que la justicia se expida sobre los mismos. Sin embargo, como se verá, el tenor de la

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discusión sobre lo ocurrido en el caso IBM-Banco Nación, no se limitó a lo dicho en el
escrito que parece haber ofendido a los profesionales denunciantes. Por el contrario, tanto
defensores como abogados de las organizaciones no gubernamentales, ejerciendo todos en
modo pleno el derecho a libre expresión, han sabido debatir sobre la cuestión en diferentes
ámbitos.
Así, el escrito en cuestión, no fue el único instrumento usado para expresarnos sobre
los graves hechos del caso. En ningún modo limitamos nuestra denuncia sobre la
impunidad de la corrupción a lo que acontece en el marco del expediente. Incluso el escrito
presentado, ya no forma parte del cuerpo del mismo. Los medios y modos por los cuales las
organizaciones se han expresado sobre la cuestión, es esto mismo lo que verdaderamente ha
motivado la denuncia que está tramitando ante este Excmo. Tribunal.
Lo curioso del asunto es que los ámbitos de discusión pública también fueron
usados por Virgolini, Silvestroni y Maloneay. En pleno ejercicio de su libertad de expresión
los abogados que aquí denuncian, en una carta pública dirigida a la organización no
gubernamental Poder Ciudadano refiriéndose a un convenio de colaboración entre las
organizaciones y el Ministerio Público, han sembrado la duda diciendo lo siguiente:

“Lo proponemos como idea: tal vez a Poder Ciudadano le interese investigar
y opinar sobre esta deliberada opacidad. O sobre la cláusula quinta del
convenio “de colaboración” que dice: “La firma del presente convenio no
implica erogaciones financieras directas, sin perjuicio de los acuerdos
complementarios que se firmen en este sentido, los que estarán sujetas a las
decisiones de sus respectivos órganos competentes, a la disponibilidad de
fondos y a las normas referentes a asuntos presupuestarios y financieros”
¿Habrá existido algún acuerdo económico?”

Esa misma carta, a pedido de uno de los denunciantes, Mariano Silvestroni, fue
difundida en distintos blogs jurídicos5. Esta no fue la única vez donde los abogados
denunciantes se refirieron en duros e indignos términos a los abogados de las
organizaciones no gubernamentales.
En el blog (“sin corrupción”) que ACIJ y CIPCE tienen para difundir actividades,
noticias, entrevistas, ideas en síntesis, el propio Julio Virgolini se permitió hasta opinar
sobre los valores e ideología de los profesionales que integran estas organizaciones6. Por
caso ha dicho:

“Me da a la impresión de que en este blog (por sin corrupción) escriben


muchos jóvenes exaltados de progresismo, seguramente con buenas
intenciones. Permítaseme echar un poco de agua fría: el progresismo no se
demuestra jugando al oficio de periodista, para lo que se requiere oficio y
tradición, y para colmo (e inexplicablemente) si se ejerce acompañado de las
mañas más reprobables del mal periodismo que recorre la Argentina,
contaminado de intencionalidades, sin verificación de la credibilidad de las
fuentes ni corroboración de la información, con hechos objetivos
desfigurados, etc.”

5
http://nohuboderecho.blogspot.com/2011/02/mariano-silvestroni-sin-corrupcion.html
6
http://sincorrupcion.wordpress.com/2010/04/13/julio-virgolini-nos-responde/

11
Todo lo dicho no viene a cuento nomás para decir que el derecho a expresarse
libremente constituye a nuestro entender un pilar fundamental de la democracia. Las
expresiones de los abogados denunciantes, aunque pudieran haber violentado lo establecido
en algún artículo del Código de Ética que rige la profesión de los abogados, no fueron
denunciadas en virtud de lo que es nuestra concepción del derecho a la libre expresión.
El artículo 14 no distingue si los deberes del abogado respecto de sus colegas deben
ser tenidos en el marco de un proceso judicial o extrajudicialmente. Por eso mismo, el
alcance de una norma que refiere al modo en el que deben expresarse los abogados roza
derechos constitucionales. Allí es donde cobra vital importancia la contextualización de
aquellas expresiones.

8. La denuncia ante el tribunal de disciplina como un modo de cercenar la libertad de


expresión
La libertad de expresión es un valor que estamos dispuestos a defender, aún cuando
sea usado para despotricar con quienes se desempeñen en las organizaciones no
gubernamentales en cuestión. Es un concepto que entendemos primario para el ejercicio de
otros derechos. Por ello incluso se les ha garantizado en los propios espacios que estas
organizaciones tienen.
La denuncia en nuestra desconoce el derecho a la libre expresión que nos ampara.
Derecho reconocido no sólo en la Constitución Nacional (Artículo 14), el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos (Art. 19), la Convención Americana sobre
Derechos Humanos (Art. 13) y la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del
Hombre (Art. 4), sino en numerosos fallos de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
La libertad de expresión es requisito ineludible para la satisfacción de otros
derechos, como ha señalado la Asamblea General de la OEA “la ciudadanía ejerce sus
derechos constitucionales, a través de una amplia libertad de expresión y de un libre acceso
a la información”7.
La importancia de este derecho ha llevado a su desarrollo a lo largo de los años
como uno de los derechos esenciales y fundantes que componen un sistema democrático.
Así, en la Declaración de Principios sobre libertad de expresión8 se señala en primer lugar:
“1. La libertad de expresión, en todas sus formas y manifestaciones, es un derecho
fundamental e inalienable, inherente a todas las personas. Es, además, un requisito
indispensable para la existencia misma de una sociedad democrática”.
Como se puede observar, si aplicamos los principios sobre este derecho al caso que
nos convoca, encontramos que no sólo se ve vulnerado el derecho en sí, sino que se ven
afectados otros derechos constitucionales, además de ponerse en jaque una de las bases de
nuestro sistema democrático. Entre ellos la participación de las organizaciones de la

7
Sentencia de 19 de septiembre de 2006. Asamblea General OEA Cfr. Resolución AG/RES. 1932 (XXXIII-
O/03) de 10 de junio de 2003 sobre “Acceso a la Información Pública: Fortalecimiento de la Democracia”;
Resolución AG/RES. (XXXIV-O/04) de 8 de junio de 2004 sobre “Acceso a la Información Pública:
Fortalecimiento de la Democracia”; Resolución AG/RES. 2121 (XXXV-O/05) de 7 de junio de 2005 sobre
“Acceso a la Información Pública: Fortalecimiento de la Democracia”; y AG/RES. 2252 (XXXVI-O/06) de 6
de junio de 2006 sobre “Acceso a la Información Pública: Fortalecimiento de la Democracia”.
8
Adoptada por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en su 108° Período de Sesiones Ordinarias

12
sociedad civil en casos de interés público, como lo serían aquellos que atentan contra el
orden democrático. Los casos de corrupción, según lo establece el art. 36 de la Constitución
Nacional, entran en esa misma categoría.
Volviendo a la materia, lo que hicimos fue expresar en la posición de garantes que
teníamos del acuerdo, que se rechazaran los recursos de casación interpuestos en una causa
que versa sobre delitos de corrupción. Al respecto entonces, además de todo lo dicho, se
aplican la Convención Interamericana contra la Corrupción y la Convención de Naciones
Unidas contra la Corrupción, en cuanto a la participación de la sociedad civil en las causas
que investigan hechos de corrupción.
Puntualmente, la Convención de Naciones Unidas contra la Corrupción en su
artículo 13 punto 1 impone a cada Estado el deber de adoptar “medidas adecuadas (...) para
fomentar la participación activa de personas y grupos que no pertenezcan al sector público
(…) en la prevención y la lucha contra la corrupción, y para sensibilizar a la opinión
pública con respecto a la existencia, las causas y la gravedad de la corrupción, así como a la
amenaza que ésta representa. Esa participación debería reforzarse con medidas como las
siguientes: (...) d) respetar, promover y proteger la libertad de buscar, recibir, publicar
y difundir información relativa a la corrupción”.
Como se dijo ACIJ y CIPCE, así como las personas que las integran, siempre han
promovido el debate respetuoso y democrático sobre el flagelo de la corrupción. Lo han
hecho incluso propiciando espacios para que profesionales intervinientes en estos casos
planteen sus pareceres. Incluso, desde ya, los que aquí nos denuncian.
Sin embargo, no parece haber reciprocidad con ciertos profesionales. La innegable
afectación al derecho a la libertad de expresión que implicaría que esta denuncia prospere,
parece ser lo buscado por Virgolini, Silvestroni y Maloneay. Denunciar como modo de
callar voces desgraciadamente no es algo que resulte extraño en Argentina. Es más bien una
vieja práctica con raigambre en el autoritarismo que alguna vez sufrimos los argentinos y
que muchas veces vuelve a asomar de maneras bien novedosas.
Asimismo, con la denuncia se procura dificultar la participación de estas
organizaciones en los expedientes judiciales. Hacer más costosa la intervención de las
organizaciones es el objetivo perseguido. Se entiende ello, pues su objetivo –no está mal
que así sea- es defender intereses particulares, y no un bien común.
Lo preocupante sería que se instituya un mecanismo valioso como un tribunal de
ética para el ejercicio de la abogacía, en un modo de limitar debates. Los fines perseguidos
al acordar un código de ética no pudieron nunca haber sido pisotear derechos
constitucionales. Si esta denuncia prospera, seguramente no deberemos esperar mucho más
para que cualquier debate entre profesionales del derecho se termine dirimiendo ante este
Exmo. Tribunal. Un congresista, un periodista, un funcionario, u magistrado, cualquiera
podría denunciar ante el Tribunal de Ética al colega y con ello ganar su silencio. Si el
artículo 14 del código de conducta no diferencia el lugar ni el espacio hasta donde rige su
jurisdicción, entonces será este Tribunal quien le de el alcance que merece. El cual no
puede ser otro que aquel que garantice el pleno goce del derecho constitucional a la libre
expresión.

13
9- La cuestión está pendiente de resolución en el Poder Judicial
Es intensión de las organizaciones ACIJ y CIPCE y de los profesionales que las
integramos y dirigimos continuar con la labor de monitoreo judicial y profundizarla en post
de la lucha contra la corrupción y la criminalidad económica. En esa línea, quienes allí nos
desempeñamos, estamos dispuestos a dar todo tipo de debate en el marco de los procesos
judiciales en los que intervenimos respecto a nuestra legitimación para participar en ellos.
Sin embargo, la interposición de la denuncia ante el Tribunal de Ética del CPACF,
en este caso, parece más que nada procurar el cese de la intervención de las organizaciones
no gubernamentales en dichos expedientes y acallar la voz de los abogados que allí
trabajamos. La cuestión es sumamente preocupante en tanto pareciera tratarse una acción
destinada a restringir la libertad de expresión, poniendo en tela de juicio la posibilidad de
monitorear los procesos de casos de corrupción por parte de organizaciones de la sociedad
civil.
En esa línea una denuncia como la aquí ventilada no tiene otro objeto que restringir
la labor de monitoreo de la sociedad civil: busca atribuir una inadmisible responsabilidad
personal a los miembros de las organizaciones por las posiciones institucionales legítimas
de éstas, desvirtúa y banaliza la potestad de contralor disciplinario del Colegio Público de
Abogados, y definitivamente, pretende acallar el debate de ideas en torno a uno de los casos
de mayor relevancia institucional y que le costara al Estado argentino muchos millones de
dólares.
Los denunciantes intentan con esta presentación no sólo desnaturalizar el trabajo de
las ong´s en las que nos desempeñamos, sino también, adormecer nuestras voces en contra
de la complicidad que muchos de nuestros colegas mantienen con el sistema de impunidad
creado a la sombra de muchas investigaciones judiciales por casos de corrupción.
En la presentación que da origen a las presentes actuaciones no vemos más que la
búsqueda por amedrentarnos, mediante el recurso a la sanción profesional, de modo tal que
nosotros desistamos de nuestra tarea de denuncia constante de aquellas prácticas que
desvirtúan abierta y manifiestamente el sistema de persecución y sanción penal contra
quienes participaron en escandalosos hechos que afectaron el patrimonio público de la
Nación.
De este modo, entendemos que los colegas que pretenden erigirse en agraviados por
nuestra labor, buscan hacer uso de las armas legales que el derecho pone a disposición con
el sólo objetivo de neutralizar nuestro trabajo en la lucha contra la impunidad. Y así, en
definitiva y bajo el pretexto de la falta de ética, pone en cabeza de este Tribunal, la pesada
decisión de establecer la capacidad de los profesionales del derecho para monitorear la
actuación judicial y controlar el comportamiento procesal de las partes.
Sin embargo esta tarea no corresponde a un Tribunal de Ética Profesional sino a los
jueces de cada uno de los casos en los que nos presentamos para tomar vista de los
expedientes penales. Es ese el ámbito propio, adecuado y legítimo para que como
profesionales, discutamos con argumentos jurídicos serios, el alcance de nuestras
pretensiones y el balance con los derechos de los acusados.

14
Las idas y vueltas en un acuerdo suscrito por la partes están hoy mismo bajo
tratamiento de la Exma. Cámara de Casación. Es el Poder Judicial quien deberá expedirse
sobre aquellas opiniones que en el escrito que motiva la presente denuncia, han expuesto
las organizaciones no gubernamentales. Esos argumentos, incluida la práctica que
entendemos desleal de procurar un acuerdo para luego renegar del mismo, serán
considerados por justicia, no por haberlos hechos estas organizaciones, sino porque han
sido planteados por el Ministerio Público. Incluso, toda la información obrante en el
expediente, seguramente motivará que el Poder Judicial llegue a una conclusión no muy
distinta a la cuela hemos llegado nosotros. A nuestro entender, los argumentos respecto a
los fines dilatorios del recurso presentado, se mantienen incólumes. El derecho a defenderse
se compatibiliza con el orden jurídico, no autoriza a apartarse de él ni a recurrir a la malicia
o la deslealtad como armas defensivas, eso es lo que está ventilando en la justicia.
Por estas razones, entendemos que el Tribunal carecería de competencia para
indagar y resolver esta cuestión. Por lo menos mientras se encuentren pendientes de análisis
por parte del Poder Judicial de las cuestiones que motivaran el inicio de estas actuaciones.
En el caso IBM-Banco Nación se da la paradoja que es el Poder Judicial quien ya se
encuentra analizando el comportamiento de las partes en el proceso. El recurso de casación
presentado por los imputados fue cuestionado por la fiscal del caso. En su presentación
quedó plasmado su parecer sobre acciones destinadas a embarrar el expediente atentando
contra toda noción de fair play. Estas apreciaciones le valieron a la fiscal una denuncia de
parte de Virgolini, Silvestroni y Maloneay ante el Procurador General, Esteban Righi. La
denuncia estaba basada en que, según los abogados, la fiscal Namer había remitido sus
nombres para que otros fiscales los incluyan en una “lista negra” para que ninguno negocie
con ellos otro acuerdo pero sin ninguna prueba sobre un episodio tan severo. Ésta misma
fue desestimada9 a fines del año pasado, en una resolución que se adjunta a este escrito.
Resulta evidente que los denunciantes buscan generar en sus contrincantes la sensación de
que no deben “meterse” con ellos pues están dispuestos a generar numerosas dificultades a
quienes se les opongan (resulta evidente que este proceso le está trayendo serias
dificultades a las organizaciones involucradas, quienes deben destinar muy escasos recursos
a la defensa de esta denuncia temeraria).

10- La impunidad de la corrupción- La disfunción social del Tribunal de Disciplina si


hiciera lugar a la denuncia incoada
En Argentina la impunidad en materia de corrupción es la regla general. Desde
ACIJ denunciamos en el informe titulado “La Parálisis de la Justicia frente a los Casos de
Corrupción”10 que la mala evaluación que tiene el país en los índices de corrupción
internacionales se debe en gran parte a la ineficacia del Poder Judicial en la investigación
de los grandes hechos de corrupción. Conocido es ya el estudio realizado por el CIPCE que
arrojó como estimación que el tiempo medio de duración del proceso de las causas de

9
http://www.elhardin.com.ar/paneles/acij/v2/programas/adjuntos/resolucion_righi_sobre_sabrina.pdf
10
Disponible en
http://www.elhardin.com.ar/paneles/acij/v2/programas/adjuntos/La_paralisis_de_la_Justicia_frente_a_los_cas
os_de_corrupcion.pdf

15
corrupción es de catorce años, contados desde la fecha en que se radica la denuncia hasta su
finalización. Así también, es conocido el estudio de CIPCE Y Poder Ciudadano que reveló
que entre 1980 y 2007 la Argentina perdió 13.000 millones de dólares por la corrupción de
sus funcionarios.
La impunidad en casos de corrupción trae aparejada una falta de confianza total de
la población en sus gobernantes, afecta a la democracia y al Estado de Derecho ya que
debilita la fuerza de las normas establecidas por los poderes públicos y propicia
circunstancias que alientan a los funcionarios públicos a situarse por encima de la ley.
Esta situación de impunidad implica, para la sociedad civil, una situación de
completa incertidumbre en lo que respecta al perjuicio provocado por estos hechos.
Asimismo, aún está pendiente la reparación del enorme daño social sufrido por la sociedad
civil argentina a causa de la corrupción. Sobre todo aquella sufrida por los sectores más
vulnerables económicamente, grupos que dependen, en su mayoría, de los servicios
públicos y la asistencia del Estado para cubrir sus necesidades básicas. La corrupción
socava, erosiona o bloquea aquellas políticas públicas, en cuanto quita o desvía fondos
destinados a llevarlas adelante, dañando muchas veces la disponibilidad, accesibilidad y
calidad con que se prestan los servicios básicos.
La recuperación de fondos extraídos a la sociedad en los casos de corrupción,
también es incentivo y fundamento para la participación de la las organizaciones sociales
en los expedientes penales.
La corrupción también afecta más a los sectores vulnerables en cuanto a la clara
desventaja a la hora de defender sus intereses, en cuanto al acceso a la justicia. Así se
termina por reforzar la exclusión social a la que están expuestos. La corrupción -a su vez-
genera por sí misma discriminación, desigualdad de trato, es fuente de apropiaciones
abusivas y origen de prácticas que suprimen o debilitan la transparencia, la libre
concurrencia y la libertad de contratación, en perjuicio de los bienes públicos y privados.
Por último es llamativo que quienes actuaron violentando los términos de un
acuerdo judicial y vulnerando la confianza generada en los demás firmantes del mismo, se
consideren luego con derecho a limitar la respuesta de aquellos, agraviados por el
desconocimiento liso y llano de lo convenido.
Sin que implique restricción alguna al derecho de cualquier abogado a reclamar la
intervención del Tribunal de Ética –cuya trascendente función interesa no sólo a la
abogacía sino a la sociedad-, pensamos que es preciso hacer una consideración ética de
todo el asunto traído a este Exmo tribunal, de un modo que exceda lo puntual de los
términos empleados en un escrito.
En caso de prosperar esta denuncia se daría la triste paradoja que aquellos
profesionales que en su lucha diaria para combatir la corrupción, terminen siendo los únicos
que pagarían por un caso paradigmático. Está en sus manos que esto no suceda.

11. Prueba

- Documental acompañada.

16
- Se adjuntan declaraciones de diversas organizaciones no gubernamentales expresándose
sobre la cuestión traída a debate.
- Se adjunta resolución del Procurador General de la Nación, desestimando una
presentación de los abogados Virgolini, Silvestroni y Maloneay, contra la fiscal Sabrina
Namer, por los hechos que aquí se traen a debate.
- Copia de nota enviada por Julio Virgolini a ACIJ y CIPCE a propósito del caso IBM-
Banco Nación. Publicada en el blog “Sin Corrupción”.
- Copia de nota enviada al blog “No Hubo Derecho” por Mariano Silvestroni refiriéndose a
la labor de ACIJ y CIPCE en el caso IBM-Banco Nación.

- Solicitamos se libren sendos oficios a:


- La organización Poder Ciudadano para que informe si Silvestroni, Virgolini y/o
Maloneay, le enviaron una o más cartas y/o correos electrónicos, respecto a la actuación de
ACIJ y CIPCE en el caso IBM-Banco Nación y, en todo caso, que los presenten en el
expediente.
- A la empresa de soporte tecnológico “Argentina Virtual”, domiciliada en Peña 2128,
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, para que certifique el remitente del correo electrónico
recibido en la casilla de correo electrónico de Ezequiel Nino enviado por Mariano
Silvestroni el 18 de junio de 2010 y del cual se adjunta copia.

- Testimonial

Solicitamos se cite a prestar declaración a:

- Sabrina Namer, Fiscal ante los Tribunales Orales ante la Justicia Criminal y Correccional
Federal, domiciliada en Comodoro Py 2002, CABA, para que testimonie sobre el modo en
que fue gestionado y rubricado el acuerdo de juicio abreviado. Igualmente sobre el modo en
el cual han intervenido las organizaciones no gubernamentales, y lo abogados aquí
denunciados, durante el caso IBM-Banco Nación.

- Los integrantes del Tribunal Oral Federal nº 3, para que Guillermo Gordo, Gerardo
Larrambebere y Miguel Pons, domiciliados en Comodoro Py 2002, CABA, testimonien
sobre el modo en el cual han intervenido las organizaciones no gubernamentales, y lo
abogados aquí denunciados, durante el caso IBM-Banco Nación.

- Alfredo Aldaco, domiciliado en Avenida Las Heras 3855 piso 12º, CABA, para que
testimonie sobre el modo en que fue gestionado y rubricado el acuerdo de juicio abreviado,
así como el rol que allí tuvieron las organizaciones no gubernamentales y los abogados que
las representaban. A fin de determinar su domicilio real deberá remitirse un oficio al
Registro Nacional de las Personas.

17
- Ángel Atilio Bruno, domiciliado en Lavalle 1768 9º piso of. “95”, CABA, para que
testimonie sobre la labor de los abogados denunciados en las causas de corrupción,
especialmente en el caso IBM-Banco Nación.

- Martín Bohmer, domiciliado en Callao 25, CABA, para que testimonie sobre la labor de
los abogados denunciados en las causas de corrupción, especialmente en el caso IBM-
Banco Nación.

- José Massoni, con domicilio en Ballivián 2938, CABA, para que testimonie sobre la labor
de los abogados denunciados en las causas de corrupción, especialmente en el caso IBM-
Banco Nación.

- Manuel Garrido, domiciliado en Callao 25, CABA, para que testimonie sobre la labor de
los abogados denunciados en las causas de corrupción, especialmente en el caso IBM-
Banco Nación.

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