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La incomunicación entre los sexos

Lic. Matías Muñoz

Artículo publicado en Revista Creciendo en Familia, Nro.7, 2007 . Prosed,


Universidad Católica Argentina.

“Cuando dos personalidades se encuentran se


produce una tormenta emocional.”

Wilfred Bion

Partiendo del concepto de incomunicación como distancia, desencuentro


o ausencia de relación, me referiré a un fenómeno que puede observarse en
algunos adolescentes y al que sintetizaría como un manifiesto desinterés por
relacionarse con el sexo opuesto.

A los trece años, con la pubertad ya instalada, el otro sexo genera


atracción, ansiedad y curiosidad (seguramente contamos con escenas de
nuestra propia adolescencia que nos lo certifican). Sin embargo, en la
actualidad, esta reacción parece no manifestarse en muchos grupos de pares
que están conformados únicamente por miembros del mismo sexo. Tras la
etapa de vergüenza de la pubertad, más allá de los quince años, se advierten
adolescentes que evitan el contacto, no se acercan o lo hacen fugazmente,
parecen no sentir la fuerza de la curiosidad y de la atracción propia de la edad.
Si bien surgen contactos ocasionales en las salidas de los fines de semana o
breves y esporádicas citas cibernéticas a través de rápidos chateos, tampoco
con el desarrollo de la adolescencia y el paso del tiempo se convierten en
encuentros más personales. Asimismo, en la primera juventud, las relaciones
fugaces y los encuentros de unas horas sin demasiada presencia de la palabra
son una constante en las costumbres de algunos jóvenes. “Prefiero estar con
mis amigos”, dicen ellos y ellas al explicar la distancia que se establece con el
otro sexo.

¿Cómo y por qué se dificulta el progresivo conocimiento interpersonal


entre los adolescentes? sería entonces una pregunta pertinente en el contexto
anteriormente planteado.
Comencemos pensando que estar en contacto con un otro, que además
es diferente de mí, no es una tarea fácil. Genera esa “tormenta emocional” de
la que habla W. Bion (psicólogo) en el epígrafe. Implica una turbulencia de
emociones: ansiedad, atracción, ilusión, miedo al rechazo, inseguridad,
enamoramiento, vergüenza. Sin embargo, hoy muchos jóvenes parecen evitar
el contacto con sus emociones y buscan una postura ante la vida, instalados en
la cual sientan lo menos posible y se releguen los conflictos internos
privilegiando el “está todo bien”, desvalorizándose, de este modo, la
introspección, la afectividad y la expresión de la emoción.

Por otra parte, esta distancia puesta con los otros y también con sí
mismos, forma parte de una actitud indiferente que junto con la apatía
constituyen las nuevas maneras de rebelarse de los adolescentes actuales.
Como adultos, esa rebeldía pasiva que poco tiene que ver con las
manifestaciones o rebeliones políticas e ideológicas de los jóvenes de otras
épocas nos preocupa y nos llena de cuestionamientos.

¿Cuál sería el objetivo de favorecer una mayor comunicación de nuestros


hijos con el otro sexo? En principio, el crecimiento hacia una madurez
integral. Uno de los logros que indican el pasaje de la adolescencia a la
adultez es la posibilidad de mantener una relación de intimidad emocional con
alguien del sexo opuesto. En este camino el grupo de amigos tiene una
importancia fundamental en la vida cotidiana ya que funciona como puente
para establecer contacto con las personas del otro sexo. Es un facilitador en el
acercamiento y así posibilitará, con el tiempo, la aparición de los primeros
noviazgos. Esbozos de esa intimidad profunda que luego debería alcanzarse al
entrar en la adultez. Entiendo por intimidad emocional la capacidad de
compartir vivencias, emociones agradables y dolorosas, conversaciones
íntimas y afecto en una relación de a dos. Es esperable, no obstante esta
adolescencia que hoy se alarga, que esto pueda lograrse antes de los treinta
años.

Sin embargo, observamos cierta dificultad en esos “adultos jóvenes”


para lograr continuidad en las relaciones de pareja. Vemos matrimonios
jóvenes que disuelven sus uniones con llamativa facilidad: se trunca el
proyecto, se borra o no se afianza el espacio en común. Un desencuentro que,
en palabras de Zygmunt Bauman (sociólogo), “ relega al otro a un segundo
plano; el otro no será más que una mancha en el telón de fondo del escenario
donde se desarrolla la acción”. Muchas parejas jóvenes se separan al
tomar contacto con la desilusión que implica ver al otro como es. Se prefiere
quizá seguir buscando un ideal que tolerar lo real de la identidad del otro. Por
otra parte, un gran obstáculo para el encuentro es el intento de anulación de
las diferencias entre hombres y mujeres pretendiendo que el otro piense,
sienta y viva la vida como yo. Se nota en algunas de estas relaciones de pareja
una fuerte intolerancia a la diferencia y a la desilusión. Se continua en la
juventud o en la adultez con la ilusión adolescente de que el otro puede ser
mío o esculpido según mis deseos.

La capacidad psicológica de estar con otro se construye a lo largo del


desarrollo. La intimidad es fruto de un logro y de un trabajo psíquico
importante que si bien comienza desde la infancia, la adolescencia parece ser
también una etapa clave en este proceso. El crecimiento implica oscilar
entre esa comodidad que se siente al estar con los que se parecen a mí y
esa incomodidad que produce lo diferente.

La comunicación familiar: promotora del desarrollo

La comunicación entre los adolescentes está entramada en una red


social más amplia: la comunicación familiar y la cultura la condicionan
fuertemente. Cabría preguntarse qué factores influyen en nuestros hijos para
que inicien este complejo trabajo interno de conocer y, sobre todo, de aceptar
las diferencias entre hombres y mujeres. ¿Cómo favorecer el auto-
conocimiento, la introspección y el contacto con el mundo de los afectos?
¿Qué circunstancias ayudan a que progresivamente los adolescentes se
comuniquen entre sí?

La comunicación entre los padres, de los padres con los hijos y de los
hijos entre sí es un marco de referencia o un molde que da forma al estilo de
comunicación que se tendrá fuera de la familia. Así, una comunicación
familiar fluida será una base segura para vínculos posteriores ya que se
tenderá a repetir en los vínculos extra-familiares este estilo comunicacional. El
diálogo entre los sexos en la juventud tenderá a ser fluido, interrumpido,
sincero, confuso, vacío, descalificante, o irónico como lo ha sido en la familia.
Al fomentar en la familia un estilo de comunicación abierto al intercambio, en
el que se incluya la posibilidad de hablar de las vivencias de cada uno de los
miembros, les estamos mostrando a nuestros hijos la comunicación
como un valor. Es enseñar que cuando la comunicación crece se profundiza el
conocimiento del otro y éste se vuelve mas claro, comprensible en su
complejidad. Si esto no sucede, el otro se torna enigmático, difícil de abordar
y se genera una incomodidad que provoca aislamiento. La familia, entonces,
favorece a través de su estilo relacional una apertura hacia el encuentro u
obstaculiza las relaciones influyendo en la evitación de la intimidad.

Como padres, desde la infancia podemos instalar en la familia el tema


de las diferencias individuales y de los sexos entre sí. A partir de la
convivencia cotidiana es muy útil, en este proceso de construcción de la
identidad, hablar en familia sobre el “ser varón” y el “ser mujer”.

Más allá de la indiferencia con que nuestros hijos a veces se relacionan


con nosotros o de sus descalificaciones que nos irritan, ellos nos miran y nos
escuchan; nos observan mucho más de lo que ellos mismos reconocen. Desde
el nacimiento mostramos estilos comunicacionales, y también les
transmitimos con palabras y gestos nuestra forma de pensar sobre temas como
la sexualidad, la masculinidad y la femineidad. ¿Qué dicen mis padres sobre
los del otro sexo? ¿Cómo trata mi padre a las mujeres, cómo habla de ellas?
¿Cómo se relaciona mi madre con los hombres? (Ver “Pensando juntos la
comunicación familiar”, recuadro aparte.) Las miradas, las conductas y, por
supuesto, las palabras que circulan entre los adultos significativos, quedan
inscriptas en la personalidad y son tomadas por el hijo como una realidad. Con
el tiempo, en la juventud, se podrán revisar estas creencias, pero en la infancia
y en la adolescencia temprana se instalan con carácter de verdad. Por
consiguiente, puede resultar de gran utilidad revisar y pensar cuáles son los
mensajes que damos sobre el ser varón y el ser mujer. En una familia en la que
haya dobles discursos (que siempre confunden) en la que, por ejemplo, un
padre repite: “...las mujeres son una bendición para los hombres”, y en el trato
cotidiano se perciben continuas conductas de descalificación y una distancia
desaprobatoria del padre hacia la madre, esta paradoja será rápidamente
captada por los hijos. Relaciones cargadas de indiferencia, descalificaciones
verbales, distancias y acercamientos imprevisibles podrán ser tomados por
nuestros hijos como patrones de comunicación.

La descalificación entre los adultos; el pensar o tratar al otro como


inferior o prescindible genera en los hijos una postura de distancia con el otro
sexo. ¿Para qué buscar acercarme a quienes mi padre o mi madre desvalorizan
cotidianamente? Los hijos perciben esa descalificación entre los padres y
seguramente se aliarán o se identificarán con alguno de los dos, o con la
víctima o con el victimario. En cualquier caso, es un modelo relacional de
reprobaciones el que trasmitimos, con altísimas posibilidades de que el hijo lo
repita. O humillará o se dejará humillar, pagando un alto costo en cualquiera
de los roles: la incapacidad de la intimidad emocional. Cuando en una pareja
se instala la incomunicación, se genera un progresivo aislamiento de a dos,
una continua retroalimentación de la indiferencia, la cual a lo largo del tiempo
desembocará probablemente en una crisis conyugal.

El estilo comunicacional de la familia forma parte importante del estilo


de crianza que queremos darles a nuestros hijos. A través del poderoso recurso
de la palabra podemos transmitir una hoja de ruta que les sirva para el futuro.
La crianza podría ser pensada como un mapa a consultar en otros momentos
del viaje. Incluir en él la importancia de la introspección, la necesidad de la
apertura hacia el otro, el reconocimiento y la valoración de las diferencias
individuales y la importancia de lograr relaciones íntimas y emocionales son
aspectos importantes para el desarrollo integral de la identidad de nuestros
hijos.

¿Hay intimidad en la pantalla? (recuadro aparte)

La aparición de la computadora y su uso como medio de comunicación


está transformando las relaciones entre las personas. Diariamente muchos
adolescentes usan este medio para comunicarse entre sí, y surgen nuevas
formas de relacionarse a través de la pantalla. Las charlas en la esquina o en la
plaza del barrio, las nerviosas conversaciones en las fiestas y los mensajes
secretos escritos en un diario personal le han cedido el espacio a los chateos,
los e-mails y los blogs personales. En ocasiones aparecen entre ellos
identidades virtuales, personajes que reemplazan a la identidad real del que
escribe y que sirven de refugio en este intercambio.

Los adolescentes nos explican estos encuentros usando palabras que


denotan la existencia de una relación: “me lo encontré en el MSN, me buscó,
me habló, me autorizó, lo borré, lo rechacé”, etc. Pero, ¿qué tipo de
comunicación se establece? ¿Cómo son estas formas relacionales? ¿Hay lugar
para la intimidad, para el surgimiento de lo íntimo y personal? Si bien las
respuestas a estas preguntas están mas allá de los límites de este artículo, creo
interesante poder pensar juntos en el uso que nuestros hijos hacen de la
computadora, para poder hablar con ellos y en familia sobre las ventajas y
desventajas que puede tener una comunicación cibernética. Algunos dicen que
el anonimato que da la pantalla les permite hablar de sí mismos, poner en
circulación secretos o intimidades que no se compartirían en presencia del
otro. Incluso, las emociones quedan simbolizadas a través de íconos. Las
palabras circulan a un ritmo vertiginoso y se produce un diálogo que sin duda
despertará emociones en ambas partes. Surgen ansiedad ante la espera de la
respuesta, enojo ante la supuesta indiferencia que denota un silencio
prolongado, alegría ante un mensaje dedicado especialmente, y celos o
rivalidad ante la presencia de terceros conectados etc. pero, ¿ puede lograrse
un intercambio personal?, ¿dónde está el cuerpo en estas conversaciones? ¿Se
establece un conocimiento de la intimidad del otro sin el cuerpo como
escenario? ¿Puede una Web-Cam transmitir una mirada? Los gestos
espontáneos, el tacto, el olfato se relegan en este vínculo virtual. Escuchamos
acerca de futuras computadoras que transmitirán olores o estados de ánimo,
pero algo de la comunicación personal parece quedar afuera en muchos de
estos encuentros. Aspectos profundos del otro, su singularidad y riqueza
personal, desbordan los límites de la pantalla. La complejidad del sujeto puede
quedar reducida en el vértigo del teclado. Ha pasado poco tiempo desde la
aparición de la computadora personal y esto influye para que nos resulte difícil
sacar grandes conclusiones sobre su influencia en nuestra identidad. Pero en
simultáneo al crecimiento de las comunicaciones electrónicas, podemos
mostrarles a nuestros hijos como los encuentros cara a cara suelen ser muy
útiles para profundizar y enriquecer las relaciones interpersonales. Mas allá de
esto comprobamos diariamente que los estilos relacionales han cambiado y
nuestros intentos por entenderlos pueden acercarnos a nuestros hijos.
Pensando juntos la comunicación familiar (recuadro aparte)

 ¿Cómo describiríamos el estilo de comunicación en nuestra


familia?

 ¿Cómo le hablo a mi pareja cuando estamos con nuestros


hijos? ¿Cómo la trato? ¿La valoro, la descalifico, le reprocho, la
culpabilizo, la admiro, la escucho, la ignoro?

 ¿Qué actitudes podemos favorecer en nuestros hijos para


que aprendan la aceptación y la valoración de las diferencias
individuales? ¿Qué implicancias tiene en nuestra familia la
diferencia entre el ser hombre o mujer? ¿Qué ventajas,
desventajas, responsabilidades, méritos, obligaciones tiene cada
género en nuestra familia?

 ¿Cómo se tratan nuestro hijos de diferente sexo entre sí?


¿Repiten en ese modo de relacionarse algo de lo que nosotros les
mostramos, algo de lo que perciben en nuestra pareja?

Lic. Matías Muñoz

Psicólogo clínico

Docente Universitario

matiasmunozQhotmail.com

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