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Cambios psicológicos en la adolescencia

La adolescencia es una etapa intermedia.


La familia es el medio en el que normalmente se produce el desarrollo del niño
hasta la adolescencia.
Durante la adolescencia se producen una serie de cambios físicos y psíquicos
que trasforman al individuo, mientras en otros aspectos permanecen muchas de
las características de la niñez.
El niño ha crecido hasta la pubertad protegido dentro del ámbito familia y se
enfrenta ahora a situaciones que debe resolver por sí mismo.
Según como haya sido su aprendizaje durante la adolescencia, será su manera
de afrontar los nuevos retos que se le avecinan.
El niño que ha recibido una educación opresora por parte de sus padres se
encontrará vacilante ante los nuevos retos ya que no ha tenido oportunidad de
desarrollar su autonomía, y por tanto no ha tenido la ocasión de emanciparse
mediante experiencias propias.
Sin embargo, si el niño ha sido convenientemente estimulado y ha recibido la
confianza debida de sus progenitores dentro de un ambiente de seguridad y
protección dispondrá de las herramientas más idóneas para afrontar con solvencia
las nuevas experiencias que se le presenten.
Cuando el desarrollo psíquico del niño ha sido satisfactorio existe muy poco
peligro de que se presente una adolescencia difícil.
No obstante lo verdaderamente significativo de la adolescencia es la búsqueda de
la propia personalidad, de la manera de expresarse en sociedad, de hallar su
propio rol, de sentirse querido y respetado tal y como es.
El adolescente ya no es un niño pero todavía no es un adulto. No deja de ser un
proyecto, “un ensayo” de persona adulta, con los consiguientes errores que esto
conlleva.
La actitud del adolescente se vuelve más crítica hacia todo el que ejerce algún
tipo de autoridad sobre él y busca el apoyo y el consejo de otros adolescentes
como él. Se integra en grupos en los cuales comparte sus inquietudes y que
tienen una enorme influencia sobre sus decisiones y su manera de entender la
vida.
Estos grupos cobrarán mayor importancia conforme la influencia familiar sea
menor. De ahí la importancia de reforzar esos lazos familiares tan necesarios.
La influencia de la familia en el desarrollo del adolescente es vital ya que si este
se forma dentro de una estructura familiar adecuada esto facilitará sus relaciones
con las personas de su edad y su posterior integración dentro de la sociedad
adulta donde deberá asumir nuevas responsabilidades.
Solemos pensar en el adolescente como una persona inconformista
continuamente protestando por todo, por lo que se hace y por lo que no se hace,
por lo que dice, por lo que se piensa, por las injusticias, etc... Todo ello es fruto de
el afán de perfección a la que aspira en su vida.
El adolescente no admite que las cosas se hagan mal o a medias. Es muy
exigente con los demás pero sobre todo lo es consigo mismo.
Piensa que sus padres no toman las decisiones adecuadas para resolver los
problemas cotidianos. Piensa que están anticuados y que no hacen las cosas
correctamente.
Por eso es muy importante no intentar imponer nuestros criterios de manera
rígida, intentar hablar con ellos, dialogar, no perder su confianza...
Intentar imponer nuestros criterios a través del chantaje económico no es
tampoco la mejor opción ya que el adolescente interpretará que se está intentando
comprar su obediencia y su respeto.
La familia es, por tanto, el núcleo esencial en el que el adolescente debe
encontrar por un lado el apoyo, la protección y el cariño necesarios y por otro el
respeto hacia sus necesidades de independencia de perfección y de creatividad.

La rebeldía
¿Qué es la rebeldía?
La rebeldía es una característica propia de los adolescentes que se pone de
manifiesto en sus actitudes de diferentes maneras; protestando constantemente,
oponiéndose a las normas o a lo establecido, desobedeciendo por sistema y
enfrentándose con frecuencia a los padres, tutores y profesores

El comportamiento rebelde en los adolescentes

El comportamiento rebelde de los adolescentes es la consecuencia de la


búsqueda de independencia. Necesitan distanciarse de la relación de dependencia
y protección que han tenido con sus padres para adentrarse en el mundo adulto y
encontrar su identidad personal.

Lograrlo es un proceso que presenta muchas dificultades y su principal problema


son los padres y su propio carácter. En cuanto a sus padres se producen
discusiones continuas y desacuerdos con ellos. Se siente frustrado e insatisfecho
por como les tratan y le exaspera el comportamiento que tienen hacia él.

El adolescente intenta que sus padres cambien de actitud hacia él, se está
haciendo mayor y necesita más libertad. La mayoría de las discusiones surgen en
torno a los nuevos privilegios que él desea adquirir como ampliar el horario de
salida, libertad en la elección de la ropa y del peinado, una moto o las llaves del
coche, etc.

Con respecto a su carácter se encuentra bastante desorientado por los cambios


que está sufriendo. Además de los fisiológicos, también se producen cambios en
su forma de pensar y de sentir, experimenta sensaciones nuevas y formas de ver
las cosas diferentes. Todo es nuevo y desconcertante para él.

Como consecuencia de estos cambios, es frecuente que pierda el control sobre


sus emociones y no sepa cómo reaccionar ante situaciones que no entiende ni
puede controlar. Se revela ante todo lo que considera injusto. Rechaza reglas y
normas que él no considera lógicas o le parecen absurdas, ya sean sociales o
familiares, y se niega a cumplirlas.

Está elaborando su propio criterio ante todo lo que le rodea, necesita tiempo y
paciencia para tener autodominio y abandonar su actitud rebelde.

En conclusión, se trata de una manifestación que debe ser entendida como parte
del proceso adolescente con la que este busca sentirse independiente, y como un
mecanismo para poner en práctica sus propias ideas y autonomía en el
comportamiento. Actuar de manera diferente, casi siempre sin importarle si lo esta
haciendo adecuadamente o no, es la herramienta que tiene el adolescente para
comunicar que está madurando

Crisis existencial del adolescente

En la primera etapa de la adolescencia se dan ciertos cambios que en principio


pasan desapercibidos, pero con el tiempo, el adolescente nota que todos sus
gustos, sentimientos, actitudes y proyectos parecen estar tomando otro rumbo,
hasta dar un giro de 180 grados. Por otra parte, las relaciones significativas del
entorno se desestabilizan, incluso hasta desparecer puntos de encuentro con
personas con las cuales se relacionaba y entendía perfectamente. Estas
sensaciones y experiencias son normales en un ambiente en el cual se gestan
cambios continuamente, muchos de ellos de gran transcendencia.

Con frecuencia, los maestros y los padres se sienten desconcertados frente a


estos cambios tan drásticos en periodos de tiempo casi imperceptibles. Esta
sensación de inestabilidad también es provocada por la confusión que
experimenta el joven cuando abandona el mundo infantil y el estado de seguridad
que este suministra. A ello se suma la incertidumbre de un espacio completamente
desconocido que obliga a la integración con el mundo de los adultos. Es tan
profundo el cambio al cual se ve sometido el adolescente que tiene que crear una
nueva identidad que le permita volverse productivo frente a las exigencias del
medio que muchas veces le exige actuar con gran madurez, pero en otras le da
tratamiento de niño, debilitando su estabilidad

El padre-educador debe efectuar control sobre las exigencias que le impone al


adolescente, evitando exponerlos a situaciones para las cuales no están
preparados pero que, sin embargo, propendan por la utilización de los recursos
emocionales que han venido adquiriendo a través de las diferentes fases de su
desarrollo. Durante esta etapa se intensifica el proceso de introspección y de
autoexamen que lo lleva a comprender lo que pasa con su propia identidad o con
los remanentes de identidad infantil, y a partir de ahí, construir una nueva
identidad que le facilite llegar a la adultez.

Dependencia vs independencia
Abandonar el mundo infantil crea cierta sensación de perdida debido a que ese
lazo de profunda de dependencia se modifica, pero al tiempo gana experiencia y
mas libertad. Esta ganancia implica asumir nuevas responsabilidades y esto
puede crear inseguridad, en razón a que siente que no esta preparado para
enfrentarlo. Estos temores desparecen progresivamente en tanto el se sienta
comprendido y apoyado en su entorno

Las nuevas exigencias


El adolescente se siente presionado no solo por los cambios físicos que
experimenta, sino además por la necesidad de reestructurar su propia identidad y
la proyección que hace hacia el futuro de su plan de vida. Debe establecer sus
habilidades, gustos e inclinaciones para volverlos productivos en la escogencia de
una actividad o profesión, o bien de un proyecto a mayor plazo.

La adolescencia es una etapa en la cual ya no se compite por los juguetes o


decisiones inmediatas sin mayores consecuencias, sino que el muchacho se
empieza a medir con sus propios compañeros para lograr la seguridad de ser
competitivo en un entorno más amplio y exigente, que es la propia sociedad que
los acoge. Percibe a la familia como una sociedad más pequeña que no presenta
tantas exigencias, a diferencia de los grupos a los cuales empieza a pertenecer. El
adulto, padre o educador, genera expectativas alrededor del adolescente,
esperando que se forme como un adulto superior al estándar de la generación
inmediatamente anterior.

Orientar productivamente al adolescente


La adolescencia debe ser interpretada como el despertar a dimensiones nuevas
que implican una renovación permanente. Un proceso de crecimiento lleno de
sensibilidad y de creatividad. Una oportunidad que tiene el medio para volverse
mas flexible ante la acogida de los nuevos cambios.

Los educadores y padres deben orientar las condiciones de transición que


presenta el adolescente para canalizar su potencial productivamente. De otro lado,
deben estar preparados para aceptar relajada y pacientemente que centre su
atención en su grupo de amigos. Pero ampliar su núcleo relacional no significa que
no necesite la compañía y apoyo del adulto. En la realidad es cuando más lo
necesita. El adulto, sin embargo, está obligado a cambiar los términos de la
relación para que el adolescente lo acoja y además se acomode a la nueva etapa
por la cual está pasando.

Los amigos y el grupo


La primera relación afectiva que tiene la persona es de índole familiar y
generalmente se tiene con la figura materna o con la persona que desempeña las
labores de cuidado permanente. En la medida que va madurando aparecen
nuevas figuras psicológicamente importantes que, en la mayoría de los casos,
continúan perteneciendo al núcleo familiar. Cuando aparecen personas ajenas a
este se empiezan a detectar indicios de relaciones diferentes, como es la de la
amistad; con esta experiencia los niños crean un nuevo repertorio de
comportamientos: tener que aprender a compartir con una persona diferente a su
familia, ser tolerante con el otro y conocer sus habilidades para relacionarse, entre
otros. La definición de amistad puede variar de acuerdo a la experiencia de los
participantes, pero deben tener elementos comunes como la claridad de que la
amistad es una relación afectiva en que las dos o más personas están dispuestas
a compartir vivencias personales con la seguridad de que es un acto voluntario y
enriquecedor para los involucrados.

La intervención de los amigos


Los amigos permiten al adolescente especializar su capacidad para comunicarse,
ser más sensible a las necesidades propias y a las del otro, detectar las fortalezas
para reforzarlas y las debilidades para que puedan ser manejadas. Igualmente
favorecen un proceso en el cual podemos aprender a ser constructivamente mas
competitivos. En la medida en que se van fomentando las amistades, se adquiere
la posibilidad de continuar satisfaciendo la necesidad de pertenecer a un grupo y
en consecuencia a una sociedad. La interacción entre los amigos adolescentes
fomenta el sentido de pertenencia, lo que les proporciona seguridad y protección.
Aquí se pone en práctica el proceso de socialización de continua moldeando los
comportamientos y les permite aprender a manejarse como seres adaptados a la
sociedad a la cual pertenecen. Hacer parte de grupos de amigos los lleva a
experimentar la recuperación de la identidad perdida y sobre todo a crear une
nueva sociedad que les facilita la pertenencia a una estancia, pues el adolescente
no considera que haga parte al mundo de los niños, pero tampoco siente que
encaja en el mundo de los adultos. Esa falta de presencia en la sociedad motiva
tanto a preadolescentes como a adolescentes a conformar grupos con
características marcadamente notorias, para que no existan posibilidades de pasar
inadvertidos.

Sus herramientas para hacer amigos


Es tan esencial para los jóvenes llamar la atención que ellos mismos generan
nuevas culturas en las que intervienen lenguajes disimiles: la forma de vestir
marca una tendencia y los gustos e inclinaciones se ven reflejados en la música,
los hábitos alimentarios, los pasatiempos y, de manera muy especial, la forma de
tratarse mutuamente. A través de estas agrupaciones, el adolescente ensaya
comportamientos nuevos sin el temor de ser criticado por los adultos o de
depender su aprobación. Igualmente, estas nuevas asociaciones le facilitan la
transición hacia una etapa de mayor independencia. El se halla urgido de
prescindir de los adultos, en especial de sus padres, para medir sus propios
recursos antes de dar un paso crucial hacia la independencia definitiva. Los
amigos son personas cuidadosamente seleccionadas, cuyas características
similares relacionadas con la edad, el nivel socio cultural y la experiencia procuran
la sensación de cercanía, tan importante en esta etapa.

La presión del grupo


En su afán de asociarse con los demás, el adolescente no mide los valores y
características de las personas con las que se relacione, de forma que en
ocasiones termina enredado en amistades que le generan dificultades. La presión
del grupo y por otro lado la necesidad de ser visible a través de la pertenencia,
motiva que los adolescentes sean fácilmente influenciables por los demás. El
vandalismo y los problemas de drogadicción son algunas de las experiencias a las
cuales se pueden ver expuestos, fruto de una relación inadecuada. No todas las
personalidades tienen las características necesarias para detectar las malas
influencias. La presión de un grupo, por ejemplo, termina por distorsionar la
formación que se ha recibido en épocas anteriores. Otros factores que pueden
incidir son el deterioro en las relaciones interpersonales, la falta de habilidades
para socializarse lo que los puede avocar a la supeditación de relaciones
inadecuadas

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