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Por una parte entramos en el aspecto curativo del tratamiento sobre síntomas
en sentido amplio, no obstante que se manifiesten en el sujeto por medio de
inhibiciones que estén constituidas en síntomas y sostenidas por esos
síntomas; por otra parte, ese tratamiento modificador de estructuras, de esas
estructuras que se llaman neurosis y neuro-psicosis, Freud primero las ha
estructurado en realidad como neuropsicosis de defensa.
Esta teoría analítica reposa, pues, totalmente sobre esta noción de libido,
sobre la energía del deseo. Es así que la vemos desde algún tiempo cada vez
más orientada hacia alguna cosa que es la misma que sostiene esa nueva
orientación, articulada ella misma muy conscientemente, al menos por los más
conscientes entre los que la han tomado prestada de Fairbain. El ha escrito
muchas veces , puesto que no cesa de articular ni de escribir, especialemente
en la compilación que se de llama "Estudios psianalíticos de la personalidad",
que la teoría moderna del análisis ha cambiado alguna cosa del eje que
primero le había dado Freud, al hacer o al considerar que la libido no es más
para nosotros "pleasure-seeking" (búsqueda de placer), como se expresa
Fairbain, ella es "object-seeking" (búsqueda de objeto).
Nos parecerá quizá enseguida bastante difícil considerar como que va de suyo
que el deseo genital y su maduración, impliquen por sí solos esta suerte de
posibilidad, o de apertura, o de plenitud de realización sobre el amor que
parece haber devenido de este modo doctrinal, en una cierta perspectiva de
maduración de la libido. Tendencia y realización, e implicación en cuanto a la
maduración de la libido, que parecen incluso tanto más sorprendentes que se
produzcan en el seno de una doctrina que ha sido precisamente la primera, no
sólo en poner de relieve, sino incluso en dar cuenta de eso que Freud ha
clasificado bajo el título de degradación de la vida amorosa. Si en efecto el
deseo parece entrañar consigo un cierto quantum de amor, es justa y
precisamente, y a menudo, de un amor que se presenta a la personalidad
como conflictual, de un amor que no se confiesa, de un amor que rechaza
incluso confesarse.
Por otra parte, si reintroducimos también esa palabra deseo ahí donde
términos como afectividad, como sentimiento positivo o negativo, son
empleados corrientemente en una suerte de aproximación odiosa, si se puede
decir, de las fuerzas todavía eficaces, y especialmente en la relación analítica,
en la transferencia, me parece que por el sólo hecho del empleo de esta
palabra, un clivaje se producirá que por sí mismo habrá de aclarar algo.
Pero dejemos a los poetas. No los he nombrado más que a título de indicación
liminar, y para decirles que los encontraremos después de manera más o
menos difusa. Quiero detenerme en eso que ha sido en este sitio la posición de
los filósofos, pues creo que ha sido muy ejemplar en el punto donde se sitúa
para nosotros el problema.
Al fin de cuentas, si se mira allí de cerca, si se mira, por ejemplo, lo que esas
cosas ocupan en Aristóteles, ¿qué es lo que vemos elaborarse? Y es muy
claro, las cosas son muy puras en Aristóteles. Es seguramente algo que no
llega a realizar, esta identificación del placer y del bien, más que en el interior
de eso que llamaría una ética del amo o alguna cosa en la que en el ideal
halagüeño son los términos de la temperancia o de la intemperancia, es decir,
algo que revele del dominio del sujeto en relación con sus propios hábitos.
Pero la inconsecuencia de esta teorización es totalmente evidente. Si releen
esos pasajes célebres que conciernen precisamente al uso de los placeres,
verán allí que nada entra en esta óptica moralizante que no sea del registro de
este dominio de una moral de amo, de eso que el dominio puede disciplinar,
puede disciplinar bastantes cosas, principalmente que resultan relativas a sus
hábitos, es decir, al manejo y al uso de su yo (moi). Pero para lo que es el
deseo, verán a qué punto Aristóteles mismo debe reconocer, es muy lúcido y
muy consciente de que lo que resulta de esta teorización moral práctica y
teórica, es que los (escritura en giego) deseos se presentan muy rápidamente
más allá de cierto límite que es precisamente el límite del dominio y del yo
(moi) en el dominio de lo que se llama señaladamente la bestialidad.
Los deseos están exiliados del campo propio del hombre, en el supuesto de
que el hombre se identifica a la realidad del amo, en la ocasión es alguna cosa
como las perversiones, y además tiene una concepción a este respecto
singularmente moderna, del hecho de que algo en nuestro vocabulario podría
traducirse bastante bien por el hecho de que el amo no podría ser juzgado en
esto, lo que vendría casi a decir en nuestro vocabulario, no podría ser
reconocido como responsable.
Estos textos valen la pena ser recordados. Diríjanse a eso e infórmense allí.
Ya se podría hacer bastante a partir de ahí para articular lo que en esta fórmula
queda, si puedo decirlo sin revelar, digo sin revelar porque bien entendido no
puede traducirse Spinoza freudianamente. Es incluso muy singular, les doy
como un testimonio muy singular, sin duda tengo personalmente más
propensión que otros, y en tiempos muy lejanos he practicado bastante
Spinoza. No creo sin embargo que sea por eso que se relea a partir de mi
experiencia, me parece que alguien que participa de la experiencia freudiana
puede encontrarse también a gusto en textos de quien ha escrito "De servitute
humana", y para quien toda la realidad humana, sus estructuras, se organizan
en función de los atributos de la sustancia divina.
Pero dejemos de lado también, por el momento, libre de volver, a esta línea.
Quiero darles un ejemplo bastante más accesible, y sobre el cual terminará
esta referencia filosófica concerniente a nuestro problema. He tomado ahí el
nivel más accesible, hasta el más vulgar acceso que ustedes puedan tener a
esto. Abran el dicciónario del encantador difunto Lalande, El Vocabulario
Filosófico, que es siempre, debo decir, en toda especie de ejercicio de esta
naturaleza, el de hacer un vocabulario, siempre una de las cosas más
peligrosas y al mismo tiempo más fructíferas, de tal modo que el lenguaje es
dominio en todo lo que son estos problemas.
Estos recuerdos son muy útiles, sólo si es para hacer notar que en un artículo
que quiere definir el deseo, hay dos líneas para situarlo en relación con la
tendencia, y que todo ese desarrollo se relacióna con la voluntad. Es
efectivamente a eso que se reduce el discurso sobre el deseo en ese
Vocabulario, aparte de lo que aún allí agrega:
"En fin, según ciertos filósofos, hay aún la voluntad de un fiat! (¡hágase!) de
una naturaleza especial irreductible a las tendencias, y que constituye la
libertad".
No sé qué aire de ironía es evidente ver surgir en estas últimas líneas sobre
este autor filósofo. En nota: "El deseo y la tendencia a procurar una emoción ya
probada o imaginada, es la voluntad natural de un placer".(Cita de Roque).
Este término de voluntad natural tiene todo su interés de referencia.
Pienso que eso quiere decir del placer, o de algo otro. Sea lo que sea, no es
ciertamente sin ubicar el problema de saber de qué se trata, si es de la
representación del placer, o si es del placer.
Es cierto que no pienso que la tarea de que se opere por la vía del vocabulario,
para tratar de ceñir la significación del deseo, sea una tarea simple, tanto más
que quizá la tarea no la tendrán tampoco absolutamente preparada por la
tradición a la que se revela. ¿Después de todo el deseo es la realidad
psicológica, rebelde a toda organización, y en fin de cuenta por la sustracción
de los carácteres indicados por ser los de la voluntad, que podremos llegar a
aproximarnos a lo que es la realidad del deseo?.
Será precisamente aquí nuestra meta este año intentar definir eso que es el
fantasma, quizá incluso un poco más precisamente que como la tradición
analítica ha llegado a definirlo hasta hoy.
Esta captura está sin duda ligada, a propósito del hombre, sin ser coextensiva,
al hecho de que el hombre habla sin duda pero para hablar ha de entrar en el
lenguaje y en su discurso preexistente. Diría que esa ley de subjetividad que el
análisis destaca especialmente, su dependencia fundamental del lenguaje, es
tan crucial que literalmente escurre toda la psicología. Diremos que hay una
psicología "servida" por cuanto podemos definirla como suma de los estudios
concernientes a lo que podemos llamar, en sentido amplio, una sensibilidad
que está en función del mantenimiento de una totalidad o de una homeostasis,
en síntesis, funciones de la sensibilidad en relación a un organismo. Ven que
allí está todo implicado, no sólo dos datos experimentales de la psico-física,
sino también - todo lo que puede aportar en el orden más general la puesta en
juego de las nociones de la forma, en cuanto a la aprehensión de los medios
del mantenimiento de la constancia del organismo. Todo un campo de la
psicología está... (falta en el original)
Aquí las cosas se resumen en la noción de sucesión con lo que trae e implica
la noción de escanción. Pero no estamos aún allí. El único elemento discreto,
es decir, diferencial, es la base sobre la cual va a instaurarse nuestro problema
de la implicación del sujeto en el significante.
Ello implica, desde lo que les he hecho destacar, que el significante se define
por su relación con otro significante de un sistema de oposición significante;
esto se desarrolla en una dimensión que implica a la vez una cierta sincronía
de significantes.
Ya les indiqué lo que resulta de ese proceso . En todo caso lo que resulta y es
remarcable sobre ese esquema es esto: Lo que está originalmente bajo la
forma de eclosión de la necesidad, de la tendencia, como dicen los psicólogos,
que está ahí representada en un esquema a nivel de ese Ello que no se sabe
qué es, que estando tomado en el lenguaje no se refleja por ese aporte
inocente del lenguaje en el que el sujeto se hace discurso. Resulta que aún
reducido a sus formas más primitivas de aprehensión de eso por el sujeto, que
está en relación con otros sujetos parlantes, se produce algo al final de la
cadena intencional que he llamado aquí la primera identificación primaria, la
primera realización de un ideal del que no podemos decir que se trata de un
Ideal del yo en ese momento del esquema, pero que seguramente el sujeto ha
recibido la marca, signum, de su relación con el otro.
La segunda parte del esquema puede recubrir de algún modo una cierta etapa
evolutiva, con la simple condición de que no se las considere como resueltas.
Hay cosas resueltas en la evolución ; no es al nivel de esas etapas del
esquema en que esas cesuras se encuentran allí. Esas cesuras, como Freud lo
destacó, se marcan al nivel del juicio de atribución en relación a la nominación
simple. No es de eso que quiero hablarles; ya volveremos.
La segunda parte del esquema implica que aún si el niño no puede todavía
sostener un discurso, igual ya sabe hablar, y bien pronto. Cuando digo que
sabe hablar quiero decir que se trata, a nivel de la segunda etapa del
esquema, de algo que va más allá de la captura en el lenguaje. Hay relación,
hablando con propiedad, por cuanto hay llamado al otro como presencia, sobre
el fondo de un sentido de ausencia, es el momento señalado del Fort-Da que
tan vivamente impresionó a Freud en la fecha que podemos fijar en 1915,
habiendo sido llamado por uno de los niños (que luego se convirtió en analista)
que había sido objeto de su observación.
He ahí lo que nos hace pasar al nivel de esa segunda etapa de realización del
esquema en el sentido de que aquí, más allá de lo que articula la cadena del
discurso como existente, más allá del sujeto imponiéndole su forma, lo quiera o
no, más allá de la aprehensión inocente, si así puede decirse, de la forma
lingüisteril por el sujeto. Algo distinto va a producirse que está ligado al hecho
de que en esa experiencia del lenguaje, se funda su aprehensión del otro como
tal. De ese otro que puede darle su respuesta, la respuesta a su llamado; aquel
otro al cual plantea fundamentalmente la pregunta que vemos en "El diablo
enamorado" de Cazotte, como siendo el grito de la forma terrorífica que
representa la aparición del superyó, en respuesta a aquél que lo ha evocado
en una caverna napolitana: Che vuoi?, ¿qué quieres?
Los dos nuevos principios que se suman a lo que inicialmente era principio de
sucesión implicando principio de elección. Tenemos ahora un principio de
sustitución - y esto es esencial - es a partir de esta conmutatividad que se
establece para el sujeto lo que, entre significante y significado, llamo la barra;
hay entre significante y significado esa coexistencia, esa simultaneidad que al
mismo tiempo está marcada por cierta impenetrabilidad, es decir, el
mantenimiento de la diferencia, de distancia entre significante y significado. S
s
Otro término se dibuja, otro principio, que es el de semejanza, el que hace que
en el interior de la cadena, por relación al hecho de que en la seriación de la
cadena significante uno de sus términos resulte o no semejante a otro, se
ejerce aquí una cierta dimensión de hechos que es, hablando con propiedad,
dimensión metonímica.
Es pues al nivel de la segunda etapa del esquema que se produce lo que nos
permite poner al mismo nivel que el mensaje, en la parte izquierda del
esquema, lo que era mensaje en el primer esquema, la aparición de lo que es
significado del Otro, por oposición al significante dado por el Otro que lo
produce sobre la cadena de puntos, de puntos porque está parcialmente
articulado,donde está implícito que no representa aquí al sujeto sino en tanto él
es soporte de la palabra.
Hoy en esta primera lección no puedo hacer otra cosa que mostrarles algunos
puntos mayores para poder encontrar la continuidad del asunto. Freud nos dice
que la angustia se produce como una señal en el yo bajo el fundamento de la
indefensión, a lo que está llamada, como señal a remediar.
Sé que voy muy rápido, que esto merecería un seminario entero, pero no
puedo hablarles de nada si no comienzo por mostrarles el dibujo del camino
que vamos a recorrer.
Van a ver qué utilización puede tener. No hago sólo alusión a lo que ya he
dicho y articulado sobre la relación especular, la confrontación en el espejo del
sujeto con su propia imagen; hago alusión al esquema: "a..."; es decir, al uso
del espejo cóncavo que nos permite pensar la función de una imagen real
reflejada que no puede ser vista como reflejada sino a partir de una cierta
posición, de una posición simbólica que es la del ideal del yo.
Cuando tengan que vérselas con algo que es propiamente un fantasma, verán
que es articulable en términos de referencia al sujeto como hablante al otro
imaginario. Es lo que define al fantasma... (Falta una página).
Esto es por lo que comencé por allí. No digo que les hice la experiencia más
fácil, es por eso que ahora, para aligerar esta experiencia, voy a darles ya
pequeñas ilustraciones. Tomaré primero una, y verdaderamente al nivel más
simple porque se trata de relaciones del sujeto al significante, lo menos y lo
primero que se puede exigir de un esquema es el ver si sirve a propósito de la
conmutación.
Me acordé de algo que leí la otra vez en el libro de Darwin sobre la expresión
en el hombre, en el animal y que debo decir que me divirtió mucho. Darwin
cuenta que un tal Sidney Smith que, supongo, debía ser un hombre de la
sociedad inglesa de su tiempo, de él dice Darwin, planteando una pregunta, he
escuchado a Sidney Smith decir en una velada, tranquilamente, la siguiente
frase: "Ha llegado a mis oídos que la querida vieja Lady Cock se cortó". ("y a
coupé") (1) . En realidad "over look" quiere decir que el inspector no reparó en
eso, en sentido etimológico. "Over look" es de uso corriente en la lengua
inglesa. No tiene correspondiente en el uso corriente francés. Es por eso que el
uso de las lenguas es tan útil y dañino a la vez porque nos evita de hacer la
sustitución de significantes en nuestra propia lengua gracias a lo cual
podríamos llegar a apuntar un cierto significado, ya que se trata de cambiar
todo el contexto para obtener el mismo efecto para una sociedad análoga. Eso
podría querer decir: el ojo lo pasó por encima, y a Darwin le maravilla que fue
claro para todos, y sin ninguna duda, lo que quiso decir, que el diablo la tenía
olvidada, que había olvidado arrastrarla a la tumba, la cual parecía ser en ese
momento, en el espíritu del auditorio, su lugar natural, deseado. Darwin deja
abierto el punto de interrogación: ¿cómo hizo aquél para lograr ese efecto?. Y
admite: "soy incapaz de decirlo".
Darwin dice: todo el mundo comprendió que el otro hablaba del diablo en tanto
que el diablo no esta por ninguna parte, y eso es lo interesante, el que Darwin
nos dice que el escalofrío del diablo pasó por todos.
No dice ni que está por morir, ni tampoco que se porta muy bien. Dice que ha
sido olvidada.
¿Qué es lo que interviene para que ese efecto metafórico, a saber en todo
caso, otra cosa que lo que querría decir "over look" podría ser considerada? Es
en tanto no considerado que es sustituido a otro significante, que un efecto de
significado nuevo se produce, que no está ni en la línea de lo que se tentó ni
en la de lo no considerado. Si esa desconsideración no estuviera carácterizada
justamente como tal, algo original habría estado realizado de una cierta
manera en el espíritu de cada uno según ángulos de refracción propios.
En todos los casos hay apertura de un nuevo significado a algo que hace que,
por ejemplo, Sidney Smith pase en el conjunto por un hombre de chispa, que
no se expresa por clichés.
No dice eso, articula simplemente que es el nivel que nos vale lo que cada uno
a su turno por un instante olvidó, pero eso, si así puedo decirlo, no es el diablo
y (.....) eso (Ça) llegará un día u otro, y a la vez ese personaje se plantea como
no dudando en igualarse con aquella de la que habla, de ponerse al mismo
nivel, bajo el peso de la misma falta, de la misma legalización terminal para el
amo absoluto aquí presentificado.
Al nivel de la segunda y tercera etapas del esquema, les dije que tenemos un
uso más consciente del saber, quiero decirles que el sujeto sabe hablar y
habla. Es lo que hace cuando llama al otro, y por tanto es allí donde se
encuentra la originalidad del campo que Freud descubre y que llama lo
inconsciente, es decir, ese algo que pone siempre al sujeto a cierta distancia
de su ser, lo que hace que precisamente ese ser no se le junte jamás, y que
por eso es necesario que no pueda hacer otra cosa que alcanzar su ser en esa
metonimia del ser en el sujeto que es el deseo.
¿Por qué? Porque al nivel en que el sujeto está empeñado, metido él mismo en
la palabra y por ahí en la relación al Otro como tal, como lugar de la palabra,
hay un significante que falta siempre. ¿Por qué? Porque es un significante, y el
significante está especialmente delegado a la relación del sujeto con el
significante. Ese significante tiene nombre: es el falo.
Es lo que sugiere toda especie de uso, no digamos puro, puede ser más
impuro de los vocablos (mot) de la tribu, toda especie de inauguración
metafórica, por poco audaz que se haga y en desafío de lo que la lengua
siempre vela, y eso que vela en último lugar, es la muerte.
Eso siempre tiende a hacer surgir esa figura enigmática del significante
faltante, el falo , que aquí aparece como siempre bajo la forma llamada
diabólica, oreja, pene, aún el mismo falo, y si en ese uso (du cage) de jaula la
tradición del "jeu d'esprit" inglés, ese contenido que no disimula menos el
deseo más violento, pero ese uso se basta a sí para hacer aparecer en lo
imaginario, en el otro que está como espectador, en el pequeño a, esa imagen
del sujeto en tanto marcado por la relación a ese significante especial, que se
llama lo prohibido, en tanto viola una interdicción, en tanto muestra que más
allá de las prohibiciones que hacen la ley del lenguaje, no se habla así de las
viejas damas.
Hay al menos un señor que oye hablar plácidamente del mundo y hace
aparecer al diablo, en ese punto el querido Darwin se pregunta: ¿Cómo diablos
hace eso?