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REPORTAJE

El rock ya no gobierna la música


El género que ha dominado medio siglo desaparece de las listas de éxitos aunque mantiene su
tirón en directo - Pesa una audiencia dispersa y la falta de figuras
FERNANDO NAVARRO 03/04/2011

"El rock and roll vivirá siempre", cantaba Neil Young en My my, hey hey (out the blue) en 1979. Pero,
hoy en día, ¿sigue vivo? En las listas de éxitos, controladas por las divas del pop y el hip-hop, desde
luego que agoniza. En directo aú n congrega masas, pero en torno a sus viejas glorias. La
fragmentació n de las audiencias en la era de Internet y la falta de nuevas figuras, como en décadas
pasadas fueron Bob Dylan, John Lennon o Kurt Cobain, pesan en contra del género dominante en el
ú ltimo medio siglo.
"Su impacto es muy pequeñ o en estos días", sentencia Peter Doggett, musicó logo britá nico y autor
del libro sobre la revolució n del rock'n'roll, There's a riot going on. "Dudo que ejerza el mismo efecto
que consiguió en décadas que ya empiezan a quedar muy lejos", asegura Jorge Ortega, codirector de
la revista Ruta 66 . "El rock ya no tiene el valor añ adido que tuvo en sus orígenes", afirma Santi
Carrillo, director editorial de Rockdelux, y añ ade: "Es un subestilo má s dentro de los mil estilos
actuales. Y no el má s importante". Es difícil saber dó nde comienza y dó nde termina, pero,
simplificando, el rock, que bebió del blues, es un género que siempre ha tenido la guitarra como
piedra angular. Y esta ha dejado de sonar entre la tecnología de los ordenadores y las bases
pregrabadas.
Desde que, en 1954, Elvis Presley grabó That's All Right, Mama, uno de los primeros sencillos
genuinos del género, muchos han anunciado "la muerte del rock". La ú ltima defunción quedó
decretada por el diario britá nico The Guardian cuando hace unas semanas publicó un reportaje en
el que alertaba de su muerte. ¿El motivo? La venta de sencillos cayó a un nivel histó rico desde su
nacimiento en Reino Unido.
La lista britá nica de singles es solo un indicador entre muchos para medir el estado de la cuestió n,
pero un simple vistazo a las clasificaciones de los discos má s vendidos muestra que el rock ha
dejado de ser el estilo predominante. En Estados Unidos, cuna del género, el rapero Eminem fue el
que má s vendió en 2010 seguido del country comercial de Lady Antebellum y Taylor Swift y el pop
rapeado de Justin Bieber. En Reino Unido, Take That, abanderados del pop juvenil, lideraron la lista,
a los que siguieron Michael Buble, Lady Gaga y Alicia Keys. Entre lo má s vendido para la tienda
Amazon solo se coló , entre los 10 primeros, Arcade Fire y Mumford & Sons. Panorama similar se vio
en la clasificació n de sencillos de iTunes, donde solo la canció n de Train dominaba en una lista sin
representantes rock.
En Españ a, tampoco hubo rastro: Sergio Dalma, Joan Manuel Serrat y Alejandro Sanz ocuparon los
tres primeros puestos. "Un adolescente que hable en la actualidad de Led Zeppelin, Jimi Hendrix,
Rolling Stones o Bob Dylan es lo má s parecido a un ser de otro planeta", dice Ortega.
Todo esto en la peor época de la historia para la industria discográ fica. Cada añ o se venden menos
á lbumes y sencillos. Aunque expertos y profesionales del sector aseguran que, a pesar de esta caída
en picado en la venta, se escucha má s mú sica que nunca, debido a las descargas, YouTube , Spotify o
Myspace. La variedad de canales de acceso ha traído la fragmentació n de las audiencias. "La
facilidad de llegar a todo ha abierto muchas ventanas pero también ha cerrado muchas puertas",
asegura Ortega. A la parcelació n estilística se suma un síntoma propio de los tiempos que corren: el
ayer se ha quedado viejo.
"El tipo de sociedad actual tiene mucho que ver con el usar y tirar. Al rock hay que tenerle ganas y
dedicarle tiempo. La sociedad de hoy anda escasa de él, convirtiendo la mú sica en un mero estímulo
puntual", señ ala el responsable de Ruta 66. En esta nueva geografía sensitiva, el rock tiene dura
competencia y, hoy por hoy, ha perdido la batalla ante productos de consumo má s rá pidos y
accesibles, tanto por la confianza promocional con la que cuentan como por lo que representan. Los
ú nicos que pueden competir con Lady Gaga o Shakira son las vacas sagradas del rock. Pero cada vez
les cuesta má s.
El lenguaje compartido que supuso el rock para anteriores generaciones no ha vuelto a ser el
mismo. "Lo de la rebeldía, la contracultura, el alternativismo o el sueñ o romá ntico de cambio de
sociedad se ha perdido. Ahora el rock es como jugar con la Playstation", afirma Carrillo. Ortega
coincide: "Me remito a las palabras de Robbie Robbertson: 'El rock ya no es voz de nada'. En el
mayor de los casos es un producto de consumo má s". Doggett tampoco duda: "Como fuerza
revolucionaria hace mucho que ha muerto. No creo que la gente joven necesite hoy lo mismo que
necesitá bamos nosotros. Ellos tienen otras formas de comunicarse y sentirse parte de una
generació n". ¿Se puede hablar entonces del final del rock? "No creo que llegue a eso porque
continuamente se está reinventando. Siempre habrá buenas y nuevas bandas de rock", dice Ortega.
"Es cíclico, y siempre vuelve", aventura Jiménez.

COLUMNA

Última oportunidad para regenerarse

DIEGO A. MANRIQUE 03/04/2011

Confieso que he pecado, padre. Sí, me ha perdido el rockismo, esa creencia cazurra en la
superioridad cultural de esta música. Creía tenerlo bajo control pero, cuando me llegó ese rumor
sobre la muerte del rock, lamento reconocerlo, me he puesto la capa y he salido volando en su
defensa.
En realidad, lo tengo fácil. El rock puede haber desaparecido de las listas de consumo rápido, del
mercado de las descargas y los politonos. Pero esa es solo una esquina de un cuadro más grande.
No se menciona, por ejemplo, que muchas figuras del pop actual suelen pinchar en directo. Leo
que una superestrella como Rihanna no cubre ni los gastos con sus ingresos de taquilla;
consternada, su organización regala tacos de entradas a través de las radios locales, para que
aquello no luzca desolado.
El rock clásico parece mandar en el negocio del directo, como demuestran las giras
mastodónticas de U2, Springsteen o los Stones. Aunque un diablillo me provoca: "¿Estás seguro
que eso es rock?". Y tiene razón: es... otra cosa; el rock de estadios tiene más de espectáculo
audiovisual, comunión multigeneracional, cita social.
La memoria me lleva a anteriores ocasiones en que se especuló con la muerte del rock; cuando
Elvis se fue a la mili y murieron sus escuderos, cuando los rockeros imitaban a jazzmen e
instrumentistas de conservatorio, cuando triunfó la disco music, cuando se implantaron los
sintetizadores, cuando el rap vendía toneladas... Pensábamos entonces que el rock estaba
sometido a ciclos (de siete años, se decía), a un péndulo que oscilaba entre lo primitivo y lo
sofisticado. De repente, brotaba una figura y una tendencia que volvían a concitar ilusiones, que
cambiaban las reglas del juego, que alborotaban el ambiente. […]
Ahora, el rock se ha atomizado en subgéneros y microtendencias, con actitudes a veces
incompatibles con el triunfo masivo. Igualmente, cabe preguntarse si existe el correspondiente
público masivo. Un momento revelador ocurrió en los últimos Grammy, cuando el premio gordo
-Álbum del año- recayó en Arcade Fire y buena parte de los periodistas que seguían la
ceremonia se quedaron mudos: los canadienses caían fuera del radar de unos medios cada vez
más volcados hacia las celebrities.
Signo de los tiempos, evidentemente. En 2011, hay demasiadas ofertas para el consumo de
jóvenes y mayores; la música, invisible tras su desmaterialización, igual no resulta
particularmente atractiva. ¿El rock? Lo que oían mis padres. Eso que suena en películas, series,
videojuegos, anuncios. Exactamente: un constante ruido de fondo.
Mírenlo por el otro lado. Puede que sea buena terapia para el rock perder su sinecura de
hegemonía comercial. Tal vez le siente bien una vuelta a las catacumbas, para quitarse fantasías
de lujo y omnipotencia. Solo queda desear que, durante esa travesía, no se convierta en una
música con la etiqueta de cultura oficial, apta para las subvenciones, como ocurre con la clásica
y, en menor escala, el jazz.

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