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Rafael Mielgo

Misionero Redentorista

COMO ORAR
de fiesta con Jesús
en la Oración Personal

Barquisimeto, 2010
Pero tu, cuando vas a orar, entraentu Habitación, cierra la puerta, y ora a tu Padre que
está allí en lo secreto, y tu Padre que ve en lo secreto te recompensa.
Matero 6, 6.

LOS CINCO PASOS

A lo largo de este librito iremos comentando estos cinco pasos fundamentales de la


oración personal.

1) Póngase en la presencia de Dios.


2) Exprésele su amor a Dios, según el mandato divino: Amarás al Señor tu Dios, con
todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas... Aquí entra la alabanza y
gratitud.
3) Tenga una lista larga de peticiones que formularle al Señor, las cuales le servirán
como pretexto para dialogar con Él.
4) Repase mentalmente, en diálogo con el Señor, su agenda diaria de actividades para
ofrecerla al Señor y pedirle su ayuda.
5) Reciba pasivamente, visualisándole la visita de las Tres Divinas Personas, de María
con el Divino Niño y S. José, de los Angeles y Santos de su devoción y las benditas
ánimas.
Mas adelante tal vez Dios le guíe para vivir las “Tres Fiestas” que explicamos al final
del libro.
Trate de asimilar estos cinco pasos para repotenciar su oración personal. Lea con mucho
amor y en ambiente de oración este librito. ¡Que Dios le bendiga!

PRESENTACION

La oración es la experiencia más fabulosa de la vida, es la puerta abierta a la felicidad


de Dios. Lamentablemente para muchos es un tesoro escondido.
El presente libro pretende abrir nuevas vías, nuevos horizontes, que orienten a las gentes
a descubrir el tesoro de la oración.
No estamos de acuerdo con quienes consideran la oración como “tiempo de lucha” y
afirman que se requiere heroísmo para entregarse a ella.
Para nosotros la oración es una fiesta. Ponernos en oración es como tumbarnos en la
playa para conversar alegres con el amigo más apasionante que es Dios.
Ciertamente tiene la oración momentos difíciles y noches oscuras pero son la excepción
que confirma la regla. La oración es la mayor gozadera.
Por otra parte reconoceremos que la oración es patrimonio de la humanidad. Todas las
gentes de corazón noble oran, salvo excepciones. Los musulmanes hacen sus
postraciones en tierra, delante de Alá, mirando siempre de cara a la Meca. Las gentes de
la India oran en pie con los ojos cerrados, inmóviles, frente al río Ganges.
Los católicos tenemos la misa y el rosario como el núcleo central de nuestra oración y
hay también grupos y asambleas de oración comunitaria. Pero en este libro, aunque
respetando toda forma de oración, hablaremos exclusivamente de la oración personal: la
que se realiza a solas con Dios, hablando con El “de corazón a corazón”. Jesús nos
anima a esa oración personal cuando nos dice:
“Tu, cuando vas a orar, enciérrate en tu habitación, cierra la puerta para que hables a
solas con el Padre del cielo. Mat. 6, 6.
Jesús oraba en público con la gente en el templo, en las sinagogas, en el campo, pero le
encantaba también retirarse a solas, bajo la luz de la luna, para conversar con su Abba
(su papaíto) Luc 6,12.
Nosotros seguimos su ejemplo tanto en la oración personal como también en la oración
comunitaria.
Lamentablemente para muchos la oración se reduce a pedir y pedir a Dios. No es que
eso sea malo, al contrario, nosotros incluimos en nuestro método esa oración de
petición.
Pero Dios es amor y espera de sus hijos idolatrados algo más que esa pedidera. La
oración debe llevarnos al enamoramiento del Dios-Amor.
El gran error del mundo moderno es que se cierra al amor divino y cree que puede
prescindir de Dios. Ha cambiado la sed de Dios por la sed del placer y del dinero.
Particularmente la juventud esta intoxicada por el ateísmo que nos inunda y se siente
fascinada por los falsos dioses modernos: el dinero, el sexo, el poder, cayendo así en la
esclavitud de las drogas, el alcoholismo, la degradación.
El que no ora ve que su vida se va consumiendo en el vacío, el corre-corre, el vivir a lo
loco, dominado por los nervios y la agresividad, mientras que la oración es una fuente
inagotable de paz, amor, alegría... Gal 5,22
Cada católico es un mensajero del amor de Dios. Solo a través de la oración captamos
ese amor. Dios no solo permite que lo amemos, sino que ambiciona nuestro amor, como
“loco” enamorado. Se diría que anda mendigando nuestro amor,como si tuviera
necesidad de él. Esto parece increíble, una locura, pero ese es el lenguaje de nuestra fe.
Dios es el Esposo del Cantar de los Cantares y ama con amor infinito a cada uno y cada
una de nosotros.
Esto nos llena de alegría y al mismo tiempo nos impulsa a la oración, consagrando para
Dios el diezmo de nuestra vida: dos a tres horas diarias, siguiendo “los cinco pasos” tal
como iremos viendo a lo largo de este libro. Dios, por lo mismo que es amor, se vale de
cualquier persona para transmitir su mensaje. Por eso me siento muy feliz de invitar a
todos, a través de estas páginas, a ponerse en la órbita del amor de Dios.
Lectora, lector, Cristo te ama y por ti se jugó la vida. Y Cristo te ama tal como eres, no
como podías o debías ser. Amor, con amor se paga! Pero la única vía para zambullirnos
en ese amor es la oración prolongada. Esta es la oración que ha de transformar el
mundo.
Ninguna fiesta ni alegría mundana puede compararse con la alegría de los enamorados
de Dios. Y tu hermana, hermano,serás uno de ellos. Nuestra vida es un viaje, en vuelo
de avión, a más de mil kilómetros por hora. Todos somos turistas que pronto
arribaremos a nuestro hogar, la casa de Dios, al cielo. Tal como sea nuestro grado de
amor aquí en la Tierra será también el grado de felicidad que tendremos en el cielo.
Nuestro porvenir es esa gloria eternaa a la cual somos llamados cada uno con nuestro
nombre propio y apellidos. “Estoy persuadido de que nada ni nadie... podrá apartarnos
del amor que encontramos en Cristo Jesús, Señor nuestro. Rom 8,38. Nuestra felicidad
es ya irreversible. Aleluya! Gloria a Dios”.

ABRIENDO CAMINOS

El ser humano ha sido definido como “un animal religioso” y la oración constituye toda
su grandeza. Toda mujer, todo hombre es de verdad grande cuando cae de rodillas ante
Dios.
El mundo moderno se enorgullece de llegar a la luna y a Marte. Pero nosotros al orar
llegamos mucho más allá, porque llegamos hasta el que creó la luna y las estrellas con
una sola palabra. Llegamos hasta el abrazo y el amor de Dios.
Saber hablar con Dios es un arte maravilloso, aunque desconocido para muchos. La
oración nos eleva y nos hace semejantes a los ángeles; nos diviniza. Nada más dulce que
la oración. Para nosotros es el cielo.
La oración nos trae la paz en medio de este mundo tan zaperoqueado. Por eso los que
quieren entregarse a la oración instintivamente cierran los ojos buscando la paz del
corazón.
La vida moderna y la TV han matado la paz. La vida es cada día, más rápida y alocada,
por eso tenemos que aprender a descansar en Dios. Hay que controlar la imaginación
para que detenga su película interminable.
A los principiantes en la oración es conveniente ayudarlos con un método sencillo como
el que presentamos en este libro: “los cinco Pasos” y las “tres fiestas”. Pero cuando
aprendieron a orar por sí mismos, han de olvidar todo método, igual que los bebés que
aprendieron a caminar botan y rechazan toda ayuda para caminar.
El mejor método para orar es no tener ningún método. En el campo de la oración debe
reinar libertad absoluta. No existen técnicas para llenarnos del amor de Dios. Cada uno
tiene su propia personalidad.
Como dice S. Teresita: A Dios no se le conquista sino por el amor. En la oración la
primera y la última palabra la tiene el amor. El amor nos hace penetrar en los secretos
de Dios. No existe ningún maestro mejor que el amor para conocer a Dios.
El que llegue a la cumbre del amor no tardará en ver el rostro de Dios, en la otra vida,
desde luego, pero también en la presente. El Dios infinito no puede ser abarcado por
nuestra inteligencia tan limitada, pero sí puede ser abrazado y poseído todo entero por
nuestro corazón, por el amor.

PRIMEROS CONSEJOS

1) Lo fundamental es determinarse a orar. No tener miedo a “perder el tiempo”. Es la


forma de crecer en el Amor a Dios y a la gente. Ya se sabe que tal como sea el grado de
amor en la Tierra será el grado de gloria y felicidad en el cielo.
2) Seleccione, si puede, el lugar donde se sienta a gusto para orar: normalmente en el
propio dormitorio, si tiene privacidad. Escoja incluso el mueble en el que puede sentarse
cómodamente. Algunos se valen de un perfume que les agrada mucho o ponen algún
CD que les sirva como música de fondo: todo lo que de verdad le ayude para la oración
es bueno.
Determine la hora que mejor le conviene; ya sea por la mañana o por la noche. Señale
su tiempo diario de dos a tres horas para la oración. Puede ser hora y media o dos horas
por la mañana (o bien por la noche, para los que son algo dormilones) y otra hora
después del almuerzo al mediodía.
Sea fiel a la cita con Dios. Es un tiempo sagrado para Usted y no falte por nada del
mundo.
3) Preséntese ante Dios con alegría. Dios es amor y es alegría. El viene a su encuentro
porque le gusta de verdad estar con Usted. Es Feliz con Usted. El conoce el lado
positivo y también el lado negativo, es decir, los errores de Usted: Pero su alegría más
grande es perdonarle a Usted.
4) Preséntese ante El para que El lo llene de amor. El es para Usted el origen y la meta
final de su vida. Usted es una hormiguita y El es el Infinito. El es el mar inmenso y
Usted es una gotica. Pero El la ama, lo ama, a Usted y quiere elevarla al mismo nivel de
El. Quiere identificarla a usted con El. El es madre y es padre para Usted. El la idolatra
a Usted.
5) Tenga bien claro que este encuentro con Dios,este diálogo, lo realiza en usted el
Espíritu Santo que es el Comunicador entre las Personas Divinas y entre Usted y ellas, o
sea, que todo es regalo del amor de Dios para Usted, aunque Usted aporte su
colaboración imprescindible.
6) Gócese a veces de estar sin palabras ante El como el campesino del Cura de Ars, feliz
de mirarle a El y de que El lo mire a Usted, siempre con paz y gozo. Es demasiado lo
que Usted le quiere a El y El a Usted. A veces esta paz y este gozo son tan grandes que
hasta pierde el sentido del tiempo y del espacio y se olvida hasta de usted mismo. A
pesar de todo, se distrae y se olvida de El; pero cuando se da cuenta vuelve a pensar en
El y a hablarle. Así es el amor.
7) Algunos aconsejan que tenga Usted su expresión favorita como los grandes
enamorados de Dios y que la repita con frecuencia a modo de “mantra”. Por ejemplo:
“Mi Dios y mi todo” (S. Francisco de Asis) “te quiero” “nos queremos” “Oh grandeza”
...Es una experiencia maravillosa.
En conclusión: la oración es un encuentro formal con Jesús. Vamos a la oración no para
expresar ideas bonitas sobre Jesús, sino para estarnos con el mismo Jesús en
conversación cordial, como buenos amigos. El, naturalmente, con más amor, más poder,
y más palabras que Usted.
Aleje suavemente cualquier distracción, cuando se de cuenta de ella. Déjese abrazar y
amar por Jesús. El entregó su vida por Usted. Con El se sentirá liberado, realizado, feliz.

LOS CINCO PASOS

Algunos piensan que la oración personal prolongada es hoy imposible, porque el trabajo
absorbente, las prisas, las tensiones, los miedos... impiden la oración. La verdad es que
hay tiempo para todo y también para la oración personal.
Alguien decía: “El hombre moderno se mueve en su casa, en la oficina,en el taller y en
los lugares de diversión. La oración ha quedado relegada para las iglesias aburridas”.
No es verdad; la experiencia nos dice que hoy más que nunca son muchos los que andan
buscando a Dios a través de la oración.
Indudablemente muchos ni oran ni quieren orar. Pero Usted, lectora, lector, que tiene en
sus manos este libro “Cómo orar”, es porque sabe valorar el tesoro de la oración. Dios
la ama a Usted con amor infinito. Esto debe llenarla de alegría. Y ese amor debe además
impulsarla a la oración, ofreciendo a Dios el diezmo de su vida. De las 24 horas del día
dedique para Dios hora y media o dos horas por la noche (o por la mañana) y una hora
después del almuerzo al mediodía. Esta oración prolongada es el camino seguro para
enamorarse de Dios. Le sugerimos que en su oración siga
“Los cinco pasos”

1) Póngase en la presencia de Dios.


2) Exprese su amor a Dios (con su alabanza y su acción de gracias). Puede servirle
como guía el “ejercicio del amor de Dios”. Página 27
3) Exponga al Señor la lista de sus peticiones. Pero que sea más bien como pretexto
para dialogar en amor con El. Son muchas las necesidades y problemas de Usted y su
Familia y El es quien las remedia.
4) Siga ese diálogo con Dios compartiendo con El la agenda diaria de Usted, con sus
actividades del día, ofrendando así su vida al Señor.
5) Reciba pasivamente, visualisándole la visita de las tres Personas Divinas. La visita de
María con el Divino Niño y San José. De los santos de su devoción. Del ángel de la
Guarda. De las benditas almas del purgatorio.
Más adelante, cuando sea el momento, pasará a vivir “las tres Fiestas”; a lo largo de
todo el libro iremos iluminando estos cinco pasos. Comience hoy mismo esta forma de
oración. Tal vez oraba ya Usted con sus fórmulas rutinarias. Pero Usted quiere un estilo
más elevado de oración personal. Y es sobre todo el Señor quien lo quiere. El es
“locamente” enamorado de Usted y ambiciona conquistar el corazón de Usted, no “de
palabrita” sino de verdad.
En el plano rutinario de la vida humana, para que dos personas lleguen a enamorarse,
necesitan hablarse largamente. Lo mismo sucede en el orden divino: solo apartando
tiempo generoso para dialogar con Dios llegaremos a enamorarnos de El. Comience hoy
mismo. En el campo de la oración, el triunfo está garantizado.
Usted vive en el mundo para enamorarse de Dios. Y nada podrá impedirle ese
enamoramiento. Sería como impedir que el sol salga cada mañana. Como impedir a los
pájaros que vuelen y a las flores que den sus aromas. Y la alegría, cada día mas
deslumbrante, inundará el corazón de Usted.

PRIMER PASO: PONERSE EN LA PRESENCIA DE DIOS

La Biblia nos enseña que Dios habita en nuestro corazón, en nuestro espíritu. I Cor.
6,19. Estamos en Dios como el pescado en el agua: en Dios vivimos, nos movemos y
existimos. Hechos 17,28. Sería muy extraño vivir en la misma casa y no hablarnos. El
diálogo con Dios es muy fácil y hasta diríamos que inevitable. Ese diálogo se realiza
frecuentemente en la oración, la cual comienza siendo monólogo pero pronto se
transforma en diálogo. Este libro aspira a demostrar lo dulce y alegre que es la oración.
Es verdad que la vida moderna no facilita la oración, con tantos problemas, con la lucha
por la vida, el exceso de trabajo, las preocupaciones, el bombardeo de imágenes en la
TV y el radio, tanta película y novela...
Pero es una necesidad entrar en comunicación con Dios por la oración. Dios está en lo
más íntimo de mi intimidad. (S. Agustín). Esta oración profunda es la que ha de
transformar a la humanidad y comienza por transformar a la persona orante. Su
enamoramiento de Dios genera en ella un aroma inconfundible. El que se entrega de
lleno a la oración se transforma al estilo de Moisés al bajar del Sinaí, donde permaneció
cuarenta días en oración, aparecía transfigurado y salían de su frente dos rayos de luz
que semejaban dos cachos.
Ninguna alegría del mundo puede compararse con la que gozan los enamorados de
Dios. Por eso dedican de dos a tres horas diarias a la oración personal, y a veces noches
enteras.
Y cuando se ven libres de sus ocupaciones ordinarias regresan alegres a comunicarse
con su Esposo adorado a través de la oración. El amor divino les hace gustar ya de un
cielo anticipado.
Jesús dice: “No ruego solo por estos (los apóstoles) sino también por todos aquellos que
creerán en mí. (Por Usted, lector)... El mundo conocerá que les has dado el mismo amor
que me diste a mí”. Juan 17,23.
De modo que Dios la ama a Usted con el mismo amor con que ama a su propio Hijo:
amor infinito, aunque la capacidad de Usted para recibir ese amor sí es limitada: pero se
va a ir agrandando.
Dios, como auténtico esposo se entrega a sus enamorados con todo cuanto es y cuanto
tiene. Y ellos a su vez se entregan enteramente a Dios, con todo cuanto son y cuanto
tienen, compartiendo el abrazo eterno de amor que reina entre el Padre y el Hijo y el
Espíritu Santo. Se asocian así ya a ese aleluya triunfal y alegre que, como enseña el
Apocalipsis, resuena en todos los rincones de la Jerusalén Celestial. Recordemos el
primer paso: “Ponernos en la presencia de Dios”. Podemos hablarle a Dios con palabras
similares a éstas: Mi Señor y mí Dios! Tú estás presente aquí y en todas partes, pero de
modo especial tú estás presente en mi corazón. Yo estoy en ti como el pescado en el
agua. Invadido de ti por dentro y por fuera. Tú me miras, me amas, me hablas. Tiene tu
trono dentro de mi alma, mi Dios uno yTrino. Estás dentro de mí porque estás
enamorado de mí. Yo quiero corresponder a ese amor.
Quiero compartir contigo estos momentos de oración personal. Ayúdame, porque yo
soy incapaz de nada por mi mismo. Permíteme que tranque la puerta de mi dormitorio y
más aún la puerta de mi mente, y de mi corazón. Que al menos este tiempo pueda estar a
solas contigo.

PROFUNDIZANDO LA PRESENCIA DIVINA

La oración hace a las personas equilibradas y sanas. Por ella somos conscientes de la
cercanía de Dios y podemos captar el significado del mundo, de la gente y de nosotros
mismos.
Entre Dios y nuestra persona fluye una corriente de amor. Esta presencia de Dios en
nuestra alma es real, no simbólica, aunque sí invisible. Jesús dijo: Si alguno me ama mi
Padre lo amará, vendremos a él y haremos mansión en su espíritu. Juan 14,23
Y llega a ser esa presencia en nosotros como un fondo musical sobre el que realizamos
todas nuestras obras, como la atmósfera, el contrexto divino, sobre el que se desarrolla
nuestra existencia.
La oración nos descubre también la presencia cósmica de Dios en los mares, en los ríos,
en los árboles, en las plantas, en las flores, en la naturaleza...
Incluso nos hace ver la mano de Dios en el progreso técnico de la humanidad. La
técnica moderna dignifica y eleva la calidad de vida, con tal y no caigamos en el vicio
del consumismo. “Toda la tierra está llena de la gloria del Señor” Num 14,21. Si subo a
la montaña, allí estás tú. Si bajo al abismo, allí te encuentro”. Salmo 138.
Hoy día se sigue dando esta experiencia de Dios. Nuestra relación con Dios es
interpersonal. Es una amistad, un diálogo con Dios, una entrega de la cual brota una
fuente de amor que trae consigo la alegría contagiosa,el gozo desbordante.
Uno de esos modernos enamorados de Dios decía: “Yo puedo estar sin Dios, pero El no
puede estar sin mí”. El místico tiene conciencia de que él está en Diosy Dios en él. Juan
14,20
Sor Isabel de la Trinidad decía: Lo que ha hecho de mi vida un cielo anticipado es creer
que un Ser que se llama “el Amor” habita en mi de día y de noche y me pide que viva
en amistad con “El”.
Esta experiencia es de nuestros días y está transformando a mucha gente Todos los
católicos estamos llamados a vivir la amistad con Dios. Todos tenemos vocación
contemplativa. Nadie piense que esta experiencia de Dios es alienante o que impide
cumplir con los compromisos laborales, familiares o sociales. Al contrario: los
contemplativos son las personas más eficientes y exitosas.

METANOIA: CONVERSION
El ser humano fue diseñado por Dios y para Dios. Toda persona está destinada a vivir
en el amor de Dios. Pero lamentablemente ese amor encuentra gran oposición en
muchos porque piensan que Dios es un obstáculo para su sed de placer y autonomía.
Para dejarnos amar por Dios necesitamos un cambio de mente o metanoia: conversión.
Por eso S. Marcos empieza su Evangelio con esta palabra de Jesús: “Conviértanse”
(cambien su modo de pensar) y crean en la Buena Noticia”. Marc 1,14
Todos somos libres para aceptar o rechazar el amor de Dios. Eso precisamente es el
pecado: decirle a Dios, no con los labios pero sí con los hechos: “No, gracias, no te
necesito”.
El amor nunca se impone. Por eso Dios, que es amor, nos deja siempre libres. Dios
ambiciona nuestro amor y sueña con él. Pero nunca nos forza a amarle. “Tanto amó
Dios al mundo que le entregó a su propio Hijo”. Juan 3,16
El pecado es encerrarse en el propio egoísmo, negándose al amor de Dios y de los
hermanos que es el mismo amor.
La Encarnación del Hijo de Dios es obra del amor de Dios. Dios cuida de nosotros
como una madre o un padre para quien cada hija o hijo es un tesoro inapreciable.
Dios conoce hasta el último detalle de nuestros sufrimientos, pero no los quiere. El los
permite porque sirven para mejor realizar su plan divino. La gloria de Dios requiere que
el ser humano se realice plenamente. El quiere nuestra felicidad total pero exige nuestra
colaboración.
No nos ha creado autómatas sino libres y El es el primero en respetar nuestra libertad.
Incluso tratándose de María, Dios quiso el consentimiento de Ella. Sólo al dar Ella su
“sí” el Hijo eterno se hizo hermanito nuestro, compartiendo nuestras alegrías y nuestras
tristezas.
Vemos pues que el ser humano es algo sublime: lo más maravilloso y bello; desde que
el mismo Dios escogió vivir nuestra vida, es porque la vida es bella. Vale la pena
vivirla.
“El que es resplandor de la gloria del Padre, expresión perfecta de su ser, el que sostiene
todo con palabra poderosa (hebreos 1,3) comparte con nosotros su vida divina.
Por Jesús y con Jesús somos hijos del Padre y estamos animados por su mismo Espíritu
Santo. Vivimos pues en el corazón de la Santísima Trinidad.

LA GRAN DECISION DE LA VIDA: ENTREGARSE A LA ORACION

La vida abierta a Dios es como un río que busca siempre el mar del amor: que es Dios.
Dios no nos obliga a orar pero es el amor a Dios el que nos forza. Vamos a la oración
por Dios mismo, sin esperar ninguna utilidad, aunque sabemos que la oración nos
reporta toda clase de utilidades.
El católico que toma a la ligera su oración, toma también a la ligera su catolicismo. La
persona consagrada a Dios que no es persona de oración, tampoco es consagrada a Dios.
Algunos le tienen miedo a la oración prolongada porque temen que les obligue a
sacrificar gustos y placeres que no son de Dios, y a controlar sus programas de TV y sus
lecturas y a liberarse de la vanidad, el despilfarro, la mentira...
Hay tiempo para todo. En nuestra sociedad de consumo, como las gentes solo buscan
entregarse al placer, y a gozar de la vida, el orante es considerado como un loco.
Pero la verdad es que la alegría del mundo es como flor de un día que luego se marchita,
mientras la alegría de Dios dura para siempre. Por eso amamos la oración larga, de dos a
tres horas diarias, sin prisas, sin nervios, y sin abadonarla por ningún pretexto.
De la oración surge siempre la paz y el amor. El Espíritu Santo va dando al orante una
conciencia, cada día más luminosa, de que se halla a las puertas de la felicidad de Dios,
la cual jamás terminará. La meta final será la visión cara a cara de Dios y el abrazo con
El en el cielo. 1 Cor 13. Pero tampoco vamos a quedarnos en una oración de quietismo
y sensiblería, con una ficticia paz paradisíaca. La oración nos lleva al copromiso y nos
impulsa a amar más a la gente e incluso al cosmos y a todo ser creado.

Finalizamos así nuestro comentario al “primer paso” que por cierto es el más breve.
Apenas empleamos en él unos dos o tres minutos, pasando luego al segundo que es el
más importante.

SEGUNDO PASO: EJERCICIO DEL AMOR DE DIOS

Es más fácil cumplir mil leyes que enamorarnos del Dios viviente. (Frase atribuida a
San Agustín). El enamoramiento de Dios es el objetivo directo de este segundo paso y
aun de toda la vida de oración.
Conocemos a un compañero que cuando oye decir “enamorados de Dios” se expresa
con reconcomio. Le extraña que el lenguaje con el que las gentes de oración se dirigen a
Dios sea casi idéntico al de los enamorados humanos. Esas gentes expresan su amor a
Dios con los términos apasionados de una novela. Su embriagarse en el amor divino
poco se diferencia de un romance de película.
No podemos olvidar que Dios es amor. Dios es enamorado de todos y cada uno de los
humanos. Y nosotros, cuando nos entregamos a su amor, nos lanzamos a una aventura
no humana sino divina. En realidad nos movemos en un plano muy distinto del “amor
de película”. Pero bien podemos afirmar que todo contemplativo, todo santo, es un
enamorado de Dios y no podemos prohibirle que se sirva del vocabulario que
acostumbran los enamorados humanos.
Dios para nosotros es padre, madre, amigo, compañero, pero principalmente es el
Esposo enamorado de cada una y cada uno de nosotros, tal como aparece en el libro
bíblico: “El Cantar de los Cantares”.
Por tanto no se trata de una aventura de fantasía con un personaje soñado. Es el mismo
Dios en persona de quien podemos y debemos enamorarnos. El mismo Señor
Omnipotente que con una sola palabra creó las maravillas de los cielos y la tierra y pudo
crear otros mil mundos similares al nuestro, se nos entrega “loco” de amor a nosotros.
Dios nos ama con delirio. Por eso la vida es bella y nada ya en el mundo nos resulta
indiferente, porque vemos por todas partes el rostro de nuestro Esposo Divino. El es
quien da color a la rosa, canto a los pájaros y arrullo al viento. Por El todas las cosas se
nos hacen “hermanas” como a San Francisco y todas forman parte de un concierto
imponente.
Los contemplativos son quienes han llegado a esta experiencia embriagante del
enamoramiento de Dios. Y al mismo tiempo, el fuego del amor divino los hace arder en
amor a las gentes y sienten en carne propia los problemas y el dolor de toda la
humanidad.
Esta es la cumbre luminosa a la que puede y debe conducirnos la oración. Dios, que es
infinito en riqueza y en poder, es también infinito en amor. Y lo propio del amor, tanto
en Dios como en los humanos, es que tiende por si mismo a derramarse, a comunicarse
a otros.
Es el amor el que ha motivado al Dios-Amor a acercarse a nosotros para hacernos a
cada una, a cada uno “una declaración de amor”.
EJERCICIO DEL AMOR DE DIOS

A través de la oración llegamos al enamoramiento de Dios. Dios es amor y todas sus


obras llevan el sello del amor. Toda mujer y todo hombre es fruto de ese amor divino.
Todos fuimos creados por amor y destinados al amor. Efes 1,5. Cada página de la Biblia
es un himno vibrante a ese amor.
Ese enamoramiento de Dios es patrimonio de todos: del rico y del pobre,del negro y del
blanco, de la persona con gran cultura y del analfabeta. Todos podemos y debemos
llegar al enamoramiento de Aquel que habita en nuestra alma y que nos ama mucho más
allá de lo que podemos imaginar, ya que nos hace participantes de su mismo ser. 2
Pedro 1,4
Jesús oraba largamente, a veces toda la noche, en diálogo con su Abba (su “papaíto
lindo”). Es un bello ejemplo para nosotros que nos mueve a dedicarle las dos o tres
horas diarias de oración. Aunque Jesús no oraba impulsado por su amor de Hijo que
debe estar siempre en las cosas de su Padre”. Luc 2,49
Nosotros debemos seguir el camino de Jesús. La falta de oración en muchos católicos es
un problema muy serio. Es cerrarse al amor de Dios.
El que se aparta de la oración no podrá cumplir su misión, a su paso por este mundo.
Este librito quiere facilitar a todos el acceso a la oración de contemplación o
enamoramiento de Dios, a través de los cinco pasos. En el segundo de ellos el orante
declara su amor a Dios en forma espontánea, sin formulismos, tal como le dicta el
corazón. Puede servirle como guía el siguiente “ejercicio de amor a Dios”.

Amor de complacencia: Señor, yo soy como una hormiguita ante ti. Pero tu me das el
abrazo de tu amor y me recibes como hija, hijo queridísimo. Yo me complazco en tu
amor infinito, en tu poder, en tu felicidad.
Tú creaste las maravillas del universo con una sola palabra. Gloria a Ti, mi Dios, por el
sol, la luna y las estrellas, por las flores, por los mares, por los ríos, por la nube, por la
florecita de la sabana, por el canto de los pajaritos... Te felicito, Señor, por tu sabiduría,
por tu felicidad, por tu alegría infinita y me felicito a mi porque Tu me elevas hasta ti
para compartir conmigo tu amor y tu alegría que jamás terminará. Te amo, mi Señor.

Amor de benevolencia: Yo te amo porque tu eres para mi el todo: mi mamá y mi papá,


mi amigo, mi compañero, mi Esposo adorado. Yo te amo porque tú mereces todo mi
amor. Te amo también por el premio del cielo: ese cielo que me tienes preparado y que
eres Tú mismo. No quiero ni acepto otro premio que no seas Tu mismo: verte a ti cara a
cara y abrazarte y compartir para siempre tu felicidad. Al poseerte a Ti lo tengo todo y
estaré también en la compañía de todos los míos.

Amor de conformidad: Por amor a ti yo me conformo con todo lo que Tu quieras para
mi. Yo se que, como mi mamá tierna que eres, tu quieres siempre lo mejor para mi.
Dondequiera que Tú me tengas yo soy feliz: lo mismo en Barquisimeto que en
Maracaibo; rodeado de mi familia o lejos de ella, con buena posición y muchos amigos
o en la soledad. Yo me conformo en todo con tu voluntad. Tu amor nunca me faltará.
Qur no te falte el mío, Señor!
Amor de desprendimiento: Yo te amo, Señor y en ti solo pongo mi corazón: no en el
dinero ni en las riquezas, ni en los placeres del mundo, ni en los aplausos de la gente.
Solo a ti te amo y en ti y contigo amo a todas las gentes, comenzando por mi familia,
siguiendo por mis amigos y llegando también a mis enemigos.
Yo me desprendo hasta de la vida. De verdad que vivo feliz contigo. Pero cuando
quieras llevarme de este mundo al abrazo contigo en el cielo, a tus órdenes, mi Señor!
Amor de ofrecimiento: Yo me ofrezco por completo a ti. En tus manos me pongo.
Quiero ser como un juguete tuyo, pero un juguete barato al que todos echan mano.
Como una pelota tirada de aquí para allá. Quiero ser un servidor tuyo y de todos. Que
yo viva siempre con la sonrisa en los labios para ti y para todos.

ADVERTENCIA: Esté muy atenta, atento, para cuando el Señor quiera pasarte a la
oración de contemplación: cuando ya no necesites hablarle al Señor, sino que con un
simple y apasionado “te quiero”, o mejor, “nos queremos”, tu mirada de amor se cruce
con la suya apasionadamente... cuando en este abrazo tuyo de enamorado con Dios no
necesites ya palabras... cuando ya no seas tu quien vive y ora sino que es Jesús quien
vive y ora en ti. Esta oración de contemplación es mucho más perfecta.

SER “PERSONA DE ORACIÓN”

Toda oración es maravillosa. Es muy bello orar “cuando me sale de dentro”; y también
cuando se nos presenta un problema o una necesidad. Pero lo grande de la vida es ser
“personas de oración”, las cuales actúan impulsadas por el amor a Dios y su amistad y
no por fines utilitarios. Personas que quieren servir a Dios y no servirse de Dios. Dios
es de verdad enamorado de cada una y uno de nosotros.
A Dios no podemos mentirle: El nos conoce por dentro y por fuera, quiere que no
tengamos amores rivales. Quiere ser el único dueño de nuestro corazón y que en él no se
levanten ídolos.
Las personas de oración aspiran a ser enamoradas de verdad de Dios, y para
conseguirlo, resuelven estar a solas con Él de dos a tres horas diarias, en el propio
dormitorio o en otro lugar retirado.
Jesús se retiraba, Él solo a orar en la noche, o sea, que Jesús se escondía para hablar con
su Abba, su papá.
Y nos enseña a nosotros a escondernos: “Tú cuando vas a orar, enciérrate en tu
habitación, tranca la puerta”... Mat 6,6
Jesús no tolera la oración de los fariseos que oran para que la gente los mire. En nuestra
oración seguimos los “cinco pasos” o “las tres fiestas” mientras Dios no nos lleve por
otro camino.
La persona de oración sabe que tendrá que pasar “noches oscuras” y momentos de
aburrimiento, que a veces las horas se le harán eternas. Pero no se desanima por eso.
Incluso le llegará la tentación de que está perdiendo el tiempo. Pero sabe que es el
tiempo mejor aprovechado.
Aunque a veces va a la oración a disgusto y como por rutina, pero no falta a la cita. El
que conoce al Dios-Amor sabe que con Él nunca se fracasa. La oración siempre triunfa.
Por eso el mejor consejo que se puede recibir en la vida es este: no abandone la oración
ni aunque llueva, truene o relampaguee... Y cuando menos espera, Dios la elevará a
alturas increíbles de contemplación.
El amor nunca queda estacionado. Es como un fuego voraz que cuanto más se propaga
más fuerza experimenta.
TESTIMONIO

Yo oraba bien, dialogando con Dios. Él me hablaba, pero yo debo confesar que no me
atrevía a mirarle a los ojos. Y sentía en mi corazón que Él deseaba que yo lo mirara.
Me imaginaba inconscientemente que Él me iba a reprochar algunos de mis muchos
errores. Pensaba que Él tenia unas exigencias sobre mí.
Al fin un día me resolví a mirarle a los ojos. Que alegría! Nada de reproches ni
exigencias. En su mirada solo me decía: Te quiero, te quiero!! Tuve entonces valor
para decirle: Nos queremos, nos queremos!! Y también como a Pedro me llegaron las
lágrimas, pero de alegría.
(Es emocionante encontrar a gentes de nuestros días que viven el enamoramiento de
Dios).

AMOR SIN FRONTERAS

El verdadero amor no se puede forzar. Pero Dios se diría que hace todo lo posible para
forzar el nuestro.
No es fácil dejarnos amar por Dios con su amor infinito, incondicional. Preferimos
instalarnos en nuestra indiferencia y apatía. Muchos tienen miedo a que los tachen de
“fanáticos”. Ellos viven de cara al mundo. Rechazan “caer en la exageración”. Sí
apartan algún tiempito para Dios, pero tratan de no ser “fanáticos”.
Pero lo propio del amor auténtico es que nunca dice “basta ya”...Dios ha conquistado
por completo nuestro amor. Normalmente la gente, cuando nos busca y nos ama, quiere
algo de nosotros: nuestro tiempo, nuestro dinero, nuestras habilidades.Pero Dios nos
quiere a nosotros mismos: quiere nuestra persona y nuestro amor.
Cuando se ama de verdad a Dios, es fácil orar. A Dios no se le llega con una ideología,
con la cabeza, sino con el corazón, porque Dios es amor. La oración es un tesoro para el
niño y para el viejo, para el joven y la persona madura. Tal como sea su capacidad de
amar, será su capacidad de orar.
El secreto de la oración está en convencerse: Dios me ama como una madre tierna. No
se trata de salir yo al encuentro de Dios para decirle: Te amo, Señor! porque es Dios
mismo quien viene a mi encuentro para decirme: Te quiero, hija, hijo mío! Soy feliz
dándome a tí!... Y yo me dejo inundar de ese amor: eso es la oración.
En realidad, como enseñan los buenos maestros, la santidad no consiste tanto en amar a
Dios sino en dejarse amar por Él y corresponder a ese amor.
Dios me ama porque es amor y no puede dejar de amar. Su amor es mayor que el de
todas las madres juntas. Por eso yo me abandono en Dios como un bebe en brazos de su
madre.
Dios es amor y donación de si mismo. La trinidad es pura donación gratuita: el Padre
se entrega por completo en amor al Hijo. Así es como lo “engendra”. Y el Hijo se
entrega al Padre sin reservas.
El Espíritu Santo es el lazo de unión entre ambos y es el mutuo regalo que se hacen. No
es algo lo que se regalan, sino alguien: porque el Espíritu Santo es una persona. Este
círculo de amor y de autodonación es el origen de todo amor y de toda vida. Todo el
cosmos es un eco de ese amor y de esa eterna autodonación de Dios.
El católico puede decir: Yo no tengo a Dios. Es Dios quien me tiene a mí. Y eso no es
soberbia. Pues la humildad no puede confundirse con el complejo de inferioridad, ni
con una baja autoestima, ni con la timidez. Esto es falsa humildad o mejor, soberbia
disfrazada. La humildad es la verdad: somos grandes a los ojos de Dios como hijos
suyos queridos.
Este amor lo capta solo el católico que tiene la sabiduría de Dios. Luc 10,21 Porque se
siente sumergido en el amor de Dios y experimenta ese amor, lo palpa. Y cada día se
muestra más alegre, sonriente, festivo y feliz, con todos los que viven a su alrededor.

LAS SIETE PALABRAS DE LA ORACIÓN

Hay católicos que le tienen alergia a la oración y no oran. Prefieren cualquier trabajo
antes que orar. Algunos dicen: El trabajo es oración. No. Orar es comunicarnos con
Dios. El trabajo es algo muy bello, imprescindible, pero no es oración. (Aunque
durante el trabajo podemos y, aun debemos orar).
Nuestra oración no puede reducirse a una mera repetición de fórmulas rutinarias de
labios afuera. Debe brotar del corazón y llenarnos de amor y paz. “Orar es conversar en
amistad con quien sabemos que nos ama”. S. Teresa.
Algunos le tienen miedo a la oración personal porque le temen a la soledad. Pero más
bien pueden decir: “Nunca estoy menos solo que cuando estoy solo”. Porque es cuando
Dios llena y transforma nuestra vida.
La persona que sabe valorar el tesoro de la soledad, se hace espiritual, creativa, alegre.
No se trata por tanto de una soledad vacía, alienante.
Hay siste palabras claves que caracterizan la oración:
1) Palabra de Dios. La Biblia será siempre el soporte de la oración. Para el diálogo con
Dios es imprescindible la Palabra de Dios. Esa palabra nos eleva y dignifica: Si soy
digno de que Dios me hable ¿de qué no seré digno? Si Dios me habla y me sigue
hablando a través de su Palabra es señal de que El cree en mí.
2) Silencio. Es bueno el silencio del ambiente donde oramos. Pero es más necesario el
silencio interior de nuestra mente: quedar vacíos para que Dios nos llene. Esto supone
un gran desafío para la oración, ya que vivimos en un mundo de alboroto y nervios.
3) Soledad. Para llegar a la intimidad con Dios necesitamos estar a solas con El, como
venimos explicando. Entre las prisas, el alboroto, el corre-corre, es difícil orar.
4) El corazón. Orar es hacer una peregrinación a lo profundo de nuestro corazón, es
decir, de nuestro espíritu, de nuestra alma, donde nos dice la Biblia que habita Dios y
donde tiene su asiento nuestra personalidad.
Orar es estar ante Dios “con el corazón en la mano”: con toda sinceridad y confianza.
5) El Espíritu Santo. El vive en nuestro orazón como en un templo. I Cor 6,19 El nos da
el coraje y la confianza para clamar a Dios: Abba: Papaíto lindo! Rom 8,15 El nos
infunde ternura y alegría como de bebés ante su mamá.
6) Vida. La oración debe estar enraizada en la vida, en el ambiente del orante. Nuestro
lema es: Hay que meter la oración en la vida y la vida en la oración. Por eso en nuestro
sistema, en el 4o paso, orientamos a los orantes a chequear su agenda diaria, en diálogo
con el Señor.
7) Conversión. La oración va orientando toda nuestra vida hacia Dios.El pecado es
desorientación y ruina. Quien no rompe con el pecado no podrá profundizar en su
amistad con Dios. Por el contrario, el enamorado de Dios se va haciendo cada día más
alegre, mas sonriente y cumplidor de sus deberes. Con la oración la vida se convierte en
una fiesta que augura la fiesta eterna del cielo.

TERCER PASO
Tenga una lista de peticiones al Señor, pero que le sirva más bien como un pretexto para
dialogar con El. Pidan y recibirán, llamen y se les abrirá. Mat 7,7
Existe un error muy frecuente en las masas populares católicas de ver a Dios como un
Padre bueno y poderoso, ciertamente, pero un poquito como distraído y olvidado de los
humanos; como si viviera lejos de nosotros, allá en las nubes... No.
Dios es para cada uno de nosotros como la madre más tierna que no aparta ni por un
momento su vista de nosotros. Dios no se olvida jamás de ningún ser humano. Somos
nosotros lamentablemente los que nos olvidamos de El.
Dios es sensible a todo cuanto nos afecta a nosotros, sus hijos, y quiere siempre para
nosotros lo mejor.
En el Evangelio Jesús nos anima a pedirle al Padre con la misma confianza de un bebé
con su mamá. Mat 7,11. Por eso en nuestro método de oración ponemos como el
“tercer paso” una serie de peticiones que a diario le hacemos al Señor.
Tendemos a El nuestra mano para pedirle y al mismo tiempo le elevamos nuestro
corazón para expresarle nuestro amor. Al progresar en la oración vamos progresando en
el amor. La oración comienza siendo monólogo pero pronto se transforma en diálogo.
Nosotros le hablamos a Dios y El nos contesta. Orar no es cuestión de pensar mucho
sino de amar mucho. S. Teresa de Jesús. Una gota de amor vale más que un mar de
ciencia.
Y lo propio del amor es que iguala a los que se aman entre si. El que ama se transforma
en lo que ama. “Si amas la tierra, tierra eres. Si amas a Dios, Dios eres”. S. Agustín
Nos convertimos en Dios pero sin perder nuestro ser personal. “Los que se llegan a
Dios se hacen un solo espíritu con El”. 1 Cor 6,17
Esa oración de petición nos vale también para ciertos momento de crisis. No hay vida
humana que no tenga sus altibajos no que perdure siempre, sin cambiar, en un mismo
estado de ánimo.
Los que están ya en un grado elevado de oración tendrán alguna vez que descender,
actuando como a sus comienzos, hasta que pase la crisis.
Por otra parte la oración, cuanto más elevada es, más silenciosa y sin palabras. Cuando
el orante anda preocupado por encontrar la expresión adecuada, perjudica el vuelo del
espíritu y apaga el fuego del amor. Los enamorados pueden permanecer juntos sin
hablarse.
La oración nos enseña a amar a Dios y amar a la gente. Por la oración nuestra vida se
engrandece y vamos tomando la forma de Jesús. Nos gusta orar porque es Dios quien
nos llama y nos busca para este ecuentro de amistad.
Vamos a la oración porque Dios es amor, y le gusta estar con nosotros, sus hijos. El nos
amó primero. 1 Juan 4,10. Vamos a la oración pra empaparnos de Dios. La oración nos
trae perfumes de eternidad y nos hace saborear el cielo por anticipado.
La oración es el gran compromiso del católico y nos introduce en un mundo nuevo. El
católico ha optado por Dios y la oración le hace vivir esa experiencia de amor.

ORACION Y VIDA

En nuestro método de oración tienen cabida todas las actividades de cada día y todas las
relaciones humanas, pero siempre en función de la gran ley del amor.
Necesitamos gentes enamoradas de Dios ante el avance desolador del laicismo y del
ateismo moderno.
Son muchos los que ante las conquistas espectaculares de la ciencia y la tecnología
creen que no necesitan de Dios y que pueden prescindir de El. Pero luego descubren que
esa ciencia y esa técnica es empleada en muchas partes para el genocidio y la
destrucción masiva.
Otros se alejan de Dios al ver las injusticias, los desastres, el sufrimiento y la muerte de
gentes inocentes. Pero si nos alejamos de Dios ¿A quién iremos? No hay otra alternativa
fuera de El.
En realidad Dios todo lo organiza para bien de sus hijos. Aunque a veces parezca lo
contrario. Dios permite el mal (no lo manda) pero de él saca siempre algo bueno,
maravilloso. Igual que la muerte de Jesús, aparentemente supuso el mayor fracaso, pero
en realidad fue el triunfo más resonante de la historia.
A través de la oración logramos divinizar nuestra vida. Todo lo auténticamente humano
tiene un sentido divino. Por eso dice S. Pablo: ya sea que coman o beben o hagan
cualquier cosa, háganlo para la gloria de Dios. 1 Cor 10,13. De esa forma todo tiene un
valor divino: El esposo y la esposa amándose más cada día el uno al otro. El amigo
compartiendo con los amigos. El comerciante despachando a sus clientes. La enfermera
cuidando a los enfermos. La madre atendiendo a sus hijos. El maestro comunicando con
sus alumnos. El promotor social o político mejorando la calidad de vida de los
ciudadanos...
Al practicar el amor fraterno le abrimos las puertas a Jesús. El dice: Si alguno me abre
la puerta entraré y cenaré con él. Apoc 3,20. El es quien “trae la cena” y la felicidad.
Por eso en nuestro método insistimos en introducir la oración en la vida y la vida en la
oración. Al orar toda nuestra vida es a la vez humana y divina: el experimentar la
alegría de amar y ser amado, la satisfacción por el éxito, el gozo de mejorar la calidad
de vida... Y también lo contrario: hundirse en el fracaso, no ser comprendido, no
sentirse amado, amontonársele los problemas... todo podemos y debemos compartirlo
con Dios a través de la oración.
Por todo alabamos a Dios. Todo lo humano en nosotros se diviniza mediante el amor
divino, y realiza en nosotros el reino de Dios. Por eso dice S. Pablo: Todo lo que es
amable, todo lo que es noble... síganlo. Filip 4,8.
El deporte, la cultura, las amistades, el turismo... en la oración ofrecemos a Dios y
compartimos con El nuestros trabajos, el sueño, el descanso, el alimento, las
diversiones, igual que los fracasos, la soledad, las caídas, las inquietudes, los fallos... y
toda nuestra vida se eleva y adquiere horizontes de eternidad.

TESTIMONIOS

“Al orar todo me parece maravilloso: los árboles, los pájaros, las plantas, el aire, el sol,
la tierra, la luz... Todo parece que me habla y me dice que ha sido creado para mí; que
todo es pura expresión del amor que Dios me tiene.
Yo lo ofrezco todo a Dios en un homenaje de amor y adoración y alabanza. El cielo y la
tierra están llenos de la gloria de Dios”. Isa 6,3.
Tenemos también el testimonio de una persona que cada noche alaba a Dios por tres
cosas buenas que le sucedieron durante el día. Ella se ha comprado una pequeña agenda
para anotar en ella cada noche tres cosas buenas que ameritan la alabanza y el
agradecimiento del corazón.
Alguien le expresó sus dudas de que todas las noches pudiera encontrar algo bueno para
alabar a Dios. Ella contestó que no era una sola cosa sino tres y hasta cuatro sucesos o
actuaciones que a diario la motivaban a alabar a Dios.
Por cierto que en los días oscuros al releer en su agenda esos motivos de alabanza sentía
elevar su corazón y sacudía toda tristeza y amargura.
EL PROBLEMA DE LAS DISTRACCIONES

Esta en la consulta que invariablemente nos hacen los principiantes: ¿Por qué yo me
distraigo tanto en la oración? Esas distracciones nos llegan a todos. Son parte de nuestra
limitación humana. Dios, como nos conoce a perfección, no se desagrada por el hecho
de que no podamos mantener nuestra atención.
Ya se sabe que la imaginación se nos va. Ella es “la loca de la casa” como la llama S.
Teresa. Se escapa por completo a nuestro control y le gusta mariposear de un lado para
otro... Pero eso sí, cuando nos damos cuenta de que estamos distraídos volvemos de
nuevo, muy suavemente, a pensar en el Señor”.
Esto precisamente es uno de los motivos que nos impulsan a la oración prolongada.
Sabemos que algunos recomiendan tener solo media hora o una hora de oración. No
estamos de acuerdo con ellos. Media hora se nos pasa tan solo en “templar la guitarra”.
Es difícil dominar la imaginación y centrarse en Dios en sólo media hora o una hora.
Por eso recomendamos hora y media o dos horas seguidas por la mañana o en la noche.
Y otra hora después del mediodía. La experiencia nos dice que es la única vía para todo
el que quiera llegar a la alta contemplación o enamoramiento pleno de Dios.
Gozaremos las maravillas de la oración personal si le dedicamos el diez por ciento de
nuestra vida. Como el día tiene 24 horas, le regalamos para Dios el diezmo bíblico de
dos horas y media. La Biblia exige a todos el diezmo del vino, del trigo, del aceite. A
nosotros nos exige lo que podemos ofrecerle: El diezmo de nuestro tiempo.
El que de esta forma sea generoso con Dios que se prepare para experimentar cosas
grandes. Porque Dios no se deja ganar por nadie en generosidad.
Hermana lectora, lector, comience hoy mismo esta oración prolongada. Y no la
abandone ya por ningún pretexto. Siga orando a pesar de todos los pesares, sin acortar
nunca su oración por la flojera o la desgana. Persevere en su oración a pesar de las
distracciones y la sequedad. Aunque esté convencido de que está perdiendo el tiempo y
que fracasará sin remedio...
El que persevera en la oración jamás fracasará. Eso de que esta perdiendo el tiempo es
un engaño del demonio. Para el que busca el enamoramiento pleno de Dios, el mayor
mal, el único mal, está en abandonar la oración. Mientras persevere en ella el éxito esta
asegurado.

EL TRIUNFO DEL AMOR

Todo católico está llamado a transformarse en Cristo, y esto solo se alcanza por la
oración. Ya al recibir el bautismo nos transformamos en Cristo en el plano del ser, ya
que fuimos incorporados a Cristo e injertados en El. Pero también en el plano moral de
nuestra conducta y actuación debemos ir comportándonos en la línea de Cristo.
Todo es obra del amor. Pues ya se sabe que el amor hace iguales a los que se aman, lo
mismo entre las gentes del mundo que con Dios. Pero sin oración no hay nada. Solo ella
nos introduce en el secreto de los secretos: el enamoramiento de Dios. La ilusión de
Dios es comunicarnos a todos sus riquezas y su amor. Toda nuestra persona queda
invadida por el amor divino.
Hay que advertir que nosotros buscamos la contemplación y el enamoramiento de Dios
no por la gloria vanidosa de poseer un nivel más alto de oración, sino por auténtico
amor a Dios. Y ya sabemos que tal como sea nuestro grado de amor en la tierra será
también el grado de felicidad que tendremos en el cielo.
El mundo moderno no es feliz, porque ha olvidado el mensaje de los contemplativos,
los enamorados de Dios. Las gentes de hoy creen que la felicidad consiste en comer
bien y divertirse mucho. Gran error. En realidad todo ser humano fue diseñado por Dios
y para Dios y solo El nos puede traer la felicidad.
Los enamorados de Dios sí viven plenamente felices. Todo lo encuentran bello y alegre.
Aman todas las cosas pero no son esclavos de ninguna.
Las distracciones en la oración nunca les faltan, pero al darse cuenta vuelven luego su
mente a Dios, con calma, sin tensión ni angustia.
Los contemplativos aman la paz. No buscan problemas ni contratiempos. Pero cuando
estos les llegan, alaban a Dios y se ponen en sus manos.
A los contemplativos les gusta devorar libros espirituales, (no en el tiempo de la
oración) y cuando alguna lectura les impresiona se detienen a orar un poco.
Tratan de vivir en la presencia de Dios y algunos gustan de repetir a lo largo del día
alguna frase breve, que les impacta, siempre en un clima de amor y de paz. Y se retiran
algunos raticos para alabar a Dios y orar en lenguas.
La oración va creando esa mutua compenetración y simpatía entre personas tan diversas
como el Dios y Señor de cielos y tierra y el orante. Ambos están unidos por el amor mas
apasionante.
El amor triunfa por encima de todo. Para el amor no hay puertas cerradas, así en la tierra
como en el cielo. El contemplativo se siente idolatrado por ese Dios uno y Trino. Ese
Dios soberano que no cabe en el universo creado por El, sí cabe todo entero, por el
amor, en el corazón de la persona enamorada de él.

CUARTO PASO

Revisar, en diálogo con Dios, hora por hora, la agenda del día, compartiendo con El
todas nuestas actividades.
En nuestra oración personal le confiamos al Señor nuestra agenda diaria con sus
alegrías, tristezas, preocupaciones... Todo lo propio de nuestra persona.
Lo que a nosotros nos interesa grandemente podemos y debemos ofrecerlo a Dios.
Porque todo lo que significa algo para nosotros, lo significa igualmente para Dios.
Un ejemplo de esa oración humana y realista son los salmos. Al leerlos en la Biblia
vemos que tienen cabida en ellos todas las emociones y sentimientos humanos: la paz,
el miedo, la soledad, la luz, la oscuridad, los amigos, los enemigos... Todo tiene cabida
ante ese Dios que es quien da a todos los sucesos de nuestra vida el verdadero sentido y
perspectiva.
La vida es el mayor regalo que Dios nos ha hecho, juntamente con las circunstancias
que la acompañan y por todas ellas debemos alabar a Dios. “Bendice alma mía al Señor
y no olvides sus beneficios”. La alabanza debía brotar espontánea de nuestro corazón,
pero más bien tenemos que forzarla. Las maravillas del Señor llenan nuestra vida pero
nosotros como que somos algo ciegos para verlas.
Dios, como Padre y Madre que es, tiene su mayor alegría en que nosotros sus hijos nos
comuniquemos con El. El lleva cuenta en detalle de todo lo que nos sucede, hasta de un
cabello que se nos vuela de la cabeza. Lucas 12,7. Por eso nos vemos motivados a
alabarle por todo.
Nosotros vemos en todo la mano de Dios: el mar, el cielo estrellado, el amanecer, las
montañas, el canto de las aves, la brisa, caminar por el campo, un edificio histórico...
Ante su vista brota espontáneamente la alabanza a Dios, admirando su sabiduría, su
amor, su providencia, su grandeza.
Todo nos hace sentir el gozo de la cercanía de Dios, y también el sentimiento de haber
abusado de sus dones. Así experimentamos la grandeza del ser humano ante Dios y la
alta estima de Dios por nosotros sus hijos.
También motiva nuestra alabanza el arte: la música, la pintura, escuchar un concierto,
oír un CD inspirado. Pero existe el peligro de quedarnos admirando puramente la
belleza material, sin hacer referencia expresa de Dios.

ORAR EN ESPIRITU Y VERDAD

En este libro hablamos solamente de la oración personal, aunque estimamos


grandemente la oración comunitaria. Uno puede tocar el violín solo o en una orquesta.
Pero aunque toque en la orquesta (oración comunitaria) siempre es imprescindible la
calidad personal. Por eso nos parece más importante la oración personal.
Pero no podemos caer en un angelismo falso. Alejarnos por completo de los hermanos
en la oración sería ir contra la voluntad de Dios.
Cristo tomó parte en los actos de culto público en el templo y en la sinagoga. Y quiere
que también nosotros nos unamos, a su debido tiempo, a los hermanos para la oración.
Todos formamos el Cuerpo de Cristo y lo mismo que un miembro no puede vivir
separado del cuerpo, tampoco el católico de la comunidad.
Por otra parte no olvidamos que a orar se aprende orando, igual que a caminar se
aprende caminando, y a nadar nadando. El que no se tire a la piscina, esperando a que
antes aprenda a nadar, nunca aprenderá. Lo mismo sucede con la oración.
Empiece hoy mismo a orar aunque no sepa cómo, siga nuestro método de los cinco
pasos, pero recordando que cada orante tiene su propio estilo de oración.
La oración es la mayor aventura humana: enamorarnos del Dios infinito. Nada puede
compararse con la experiencia de ese enamoramiento. El amor divino nos libera: es algo
muy grande el ver que estamos en las manos de Aquel que nos ama más que nosotros a
nosotros mismos y se interesa por nosotros como madre cariñosa.
Nuestra vida es bella cuando se desarrolla bajo el signo del amor y la libertad. Cada día
descubrimos en ese amor divino cosas que no podiamos ni sospechar.
Dios nos ha puesto en ese camino de oración para que seamos luz para muchas gentes y
al mismo tiempo nosotros comenzamos ya a saborear la gloria del cielo.
Todo amor, toda belleza, todo ser tiene su fuente en Dios, porque todo procede de Dios
y subsiste en El. Rom 11,36. En Dios vivimos, nos movemos y existimos. Hechos
17,18. Nuestra agenda diaria nos ayuda a centrarnos en Dios. Pues ninguna madre
necesita obligarse a si misma a acordarse de sus hijos a lo largo del día. Ella
simplemente se deja guiar por su corazón de madre. De igual forma el amor nos
mantiene unidos a Dios a lo largo de toda nuestra jornada.
Al comenzar nuestra vida de oración tenemos que obligarnos a nosotros mismos a
acordarnos de Dios durante la agenda diaria. Pero cuando ya nos enamoramos de El,
nuestro corazón vuela espontáneamente a Dios. La grandeza de toda persona humana se
fundamenta en su capacidad de diálogo con Dios.
Todo ser humano existe simplemente porque Dios lo crió, llevado por su amor y lo
conserva por ese mismo amor. Cada persona adquiere toda su nobleza cuando responde
a ese amor de Dios y se entrega a El. San Francisco de Asís renunció a todas las
criaturas por amor al Creador y por eso gozó de ellas más que nadie y pudo alabar a
Dios por todas ellas.
Todo ser que existe en el cielo o en la tierra, en el mar o en los abismos alabe al Señor.
Apoc 5,13.
Porque sólo Dios es bueno. Luc 18,19. El es digno de ser alabado y bendecido por los
siglos de los siglos. Amén.

DIOS ES ALEGRIA

Seguimos profundizando en nuestro diálogo con Dios a través de los sucesos rutinarios
de nuestra agenda personal.
María, la Madre de todos los creyentes, nos guía en nuestra oración. Gracias a ella, el
Hijo igual al Padre se hizo Dios-con-nosotros: Emanuel. Más de cuarenta veces es
nombrada María en la Biblia; y la última, cuando “permanecían todos en oración con
María la Madre de Jesús. Hechos 1,14
Jesús no rechaza las alegrías humanas, al contrario, comparte la fiesta de bodas en Caná
y regala milagrosamente a los invitados un vino de primera calidad. Jesús tenía amigos
entre personas ricas como Nicodemo, Mateo, Zaqueo y las mujeres ricas que le
ayudaban con su dinero.
El quería por igual a ricos y pobres y trataba de socorrer toda necesidad. La alegría de
Dios es que nosotros seamos felices. El quiere que vivamos no sesenta o cien años sino
que vivamos para siempre y felices en el cielo. Jesús quiere que tengamos vida y vida
en abundancia. Juan 10,10. El desea que hagamos avances espectaculares en la felicidad
y el amor, siempre a través de la oración.
A Dios no le agradan las medias tintas. Por eso nosotros no nos vamos a instalar en la
mediocridad. Vamos a profundizar en nuestra fe y amor.
Es verdad que las estructuras actuales de la sociedad, y aún de la Iglesia, no favorecen
nuestra entrega plena al amor divino. El que desea ofrendar a Dios el diezmo de su vida,
con sus dos o tres horas de oración personal, frecuentemente es tachado de fanático y
loco. Pero no vamos a desanimarnos por no contar con el apoyo de algunos hermanos
ya que gozamos del agrado y la aprobación de Dios.
Dios es todo para el orante y este es todo para Dios. Solo Dios es grande y solo Dios
nos ama sin mezcla alguna de egoísmo. Dios se nos entrega en amor, y amor con amor
se paga. A la entrega del Señor respondemos con nuestra entrega. Así es como nace el
enamoramiento de Dios que va siempre creciendo.
Simplemente por ser hombre o mujer Dios te ama. Te ama tal como eres, con tus
virtudes y tus errores. Y tú no puedes quedar indiferente ante un amor tan grande. La
respuesta al amor de Dios no puede ser otra que el amor, tanto a El como a la gente.
Hermana, hermano: Dios te conoce de arriba abajo y te acepta sin condiciones. El te
ama con delirio. Te llama por tu nombre y apellidos y te distingue entre la masa de las
gentes, es decir, que eres para El una persona única e irrepetible.
El tan solo espera que sepamos abrirnos a su amor el cual nos va transformando y
elevando. El está siempre a nuestro lado, o mejor, dentro de lo más íntimo de nuestra
alma, aún en los detalles más sencillos de la agenda diaria.
Por eso les gusta tanto a algunos orantes permanecer “sentados a los pies de Jesús” con
una dulce mirada de amor hacia El. Es bello este mirar con amor a Jesús y mirar que El
nos mira con mayor amor. Diremos que esta es la plataforma de lanzamiento a la
contemplación y el enamoramiento total de Dios.

LAS CUMBRES MISTICAS


El amante se transforma en el ser amado. Al enamorarnos de Dios no sólo nos unimos a
Dios sino que nos transformamos en Dios, nos fundimos con El, aunque sin perder
nuestra condición humana. Por eso dice S. Juan de la Cruz:

Oh noche que guiaste


Oh noche amable mas que la alborada.
Oh noche que juntaste
Amado con amada,
Amada en el Amado transformada.

Por eso cada católico puede decir con S. Pablo: Vivo yo, pero ya no soy yo: es Cristo
quien vive en mí. Gal 2,20. Estamos identificados por el amor con Cristo y Cristo es el
Hijo igual al Padre.
Pero tenemos bien claro que nuestra deificación o identificación con Dios no es obra
nuestra, sino del Espíritu Santo. Como enseñan los santos Padres, nuestra alma es como
un arpa de la cual el Espíritu Santo arranca melodías divinas, las cuales son como un
eco del sublime canto de amor que las tres Personas Divinas se entonan entre ellas
eternamente.
Nuestra oración debe desembocar siempre en la contemplación. Esto no quiere decir
que esté exenta de distracciones y desconcierto aun en los momentos de mayor
elevación espiritual.
El motivo es porque frecuentemente la contemplación se realiza en “fe oscura”: tan
pronto tiene manifestaciones y revelaciones sorprendentes, a modo de relámpago que
nos inunda de luz, para luego dejarnos sumidos en la oscuridad y el abandono espiritual.
Así es con frecuencia el juego del Señor. Poco a poco el orante va conociendo “los
caminos de Dios” el cual, con suave atracción y dulzura lo va conquistando y
enamorando.
Una persona decía: “Creí que sabía orar, pero ahora veo que lo que yo hago no conduce
a nada”. Si esa persona cumple con las horas diarias de oración, le garantizamos que va
bien encaminada. Ella entró en la noche oscura del crecimiento y evolución espiritual.
Entra en el plan de Dios que nos llegue esa crisis y vacío antes de pasar a un grado más
elevado de oración o a un regalo más sorprendente del Señor.
Hay que animar a esa persona para que lejos de abandonar la oración (como
lamentablemente hace la mayoría) le ponga más amor. No dude que el Señor le llegará
con reagalos cada vez más increíbles.
El amor divino que nos invade en la contemplación trasciende también al cuerpo que se
siente rejuvenecido. La contemplación tiene un gran poder de sanación. Y nos da ya un
gusto anticipado del cielo.
La oración sigue siempre un proceso de simplificación. Cada vez es el Espirítu Santo
más activo y nosotros más pasivos. Cada vez menos palabras y mas amor. Es el
Espirítu Santo quien suscita ese enamoramiento. El tiene como misión orar dentro de
nosotros. Rom 8,26.
Las distracciones nos asaltan aun en los momentos de mayor elevación espiritual.
Cuando nos damos cuenta tranquilamente volvemos a hablar con Dios, como si nada
hubiera pasado.
Un momento estelar de la contemplación mística es cuando experimento que mi “yo”
humano se funde con el “yo” divino. Rechazamos, naturalmente, como blasfema toda
identificación panteísta entre Dios y la persona humana. Pero atestiguamos el regalo
increíble que el Espirítu Santo nos hace de “yoizar” nuestro “yo” cambiándolo en el
“YO” del Padre y del Hijo (sin dejar de ser nuestro “yo” humano al mismo tiempo). El
amor auténtico hace iguales a los amantes, como venimos diciendo.
El que se entrega a Dios “se hace un solo Espíritu con El” I Cor 6,17 ¡A qué alturas
increíbles nos levanta la oración, auunque siempre con los pies bien asentados en la
terra! Los contemplativos son gente corriente pero siempre eficiente y exitosa.

¡UN BUEN AMIGO, GRAN TESORO!

Asistimos en el mundo a la mayor revolución de la historia, la globalización. Hoy día


las comunicaciones con el rincón más perdido de la tierra son instantaneas. Pero nuestra
comunicación con Dios a través de la oración es todavía más fácil. Dios es diálogo y
comunicación en si mismo y con los humanos.
Dios es diálogo: “El amor no le permitió a Dios quedarse solo” S. Tomás de Aquino.
Dios nos invita a todos a involucrarnos en ese dialogo con El y con las gentes.
Los maestros espirituales nos exhortan a compratir las propias experiencias en la
oración con una hermana o hermano que navega también por la contemplación.
Es bueno comunicarse con alguien que tenga mayor madurez en las vías del Espíritu,
porque en el camino de la vida espiritual no abunda la señalización ni las indicaciones
de la vía correcta.
El Espíritu es quien nos guía. Pero también el espíritu malo puede actuar en nosotros de
alguna forma. Y cuanto mas elevada sea nuestra oración, mayor interés tiene el maligno
por sabotearla.
También nuestro subconsciente y nuestra sensibilidad pueden influir negativamente en
nosotros y naturalmente no vamos a atribuir esa actuación al Espíritu Santo. Esto quiere
decir que necesitamos discernir con seguridad cuándo una actuación viene del Espíritu
Santo o de nuestro propio espíritu o bien del espíritu malo. Para eso los maestros
espirituales dan una norma bien precisa y segura: La palabra de Jesús “por sus frutos
los conocerán” Mat 7,19 Los frutos que produce en nosotros el Espíritu Santo están
consignados en Galatas 5,22 y son: amor, gozo, paz, seguridad, mansedumbre...
En la oración elevada o contemplación se dan siempre novedades maravillosas: ya sea
visiones, o revelaciones, o voces que se escuchan... Son regalos del Señor que nos
animan a seguir en el servicio divino; pero necesitan discernimiento.
Por eso se recomienda la dirección espiritual no para mantener a la persona
indefinidamente bajo la tutela del director sino para irla formando de modo que pueda
un día ser maestra de oración para otros y para ella misma.
Esto nos hace ser humildes y que no busquemos una imagen bonita de nosotros. No es
necesario que ese consejero sea sacerdote. Dios se sirve de cualquier hombre o mujer
que sea guiada por el Espíritu Santo y adornada con el don de consejo.´

JESÚS ES SIEMPRE LA VÍA AL PADRE

La oración es un dialogo de “tu a tu” entre Dios y el creyente.


Ese dialogo se inciia siempre con Jesús. El es nuestro gran Amigo y más que amigo.
Pues todo católico esta incorporado a Jesús: injertado en Jesús. Jesús habita en todo
contemplativo: lo invade, lo vive, hasta poder decir: Vivo yo, pero ya no soy yo. Es
Cristo quien vive en mí. Gal 2,20
El Padre tiene todo su amor en su hijo Jesús y por medio de Jesús nosotros nos
igualamos con el Padre. “El amor o encuentra iguales a los amantes o los hace iguales”.
Séneca.
Por Jesús y en Jesús nos hacemos iguales a Dios, nos hacemos Dios, aunque sin perder
nuestra identidad personal.
Estas maravillas del enamoramiento de Dios solo a través de la fe podemos vivirlas.
Pues mientras caminamos por este mundo el plan de Dios es que lleguemos a El sólo a
través de la fe.
Algún día caerá esa venda de los ojos, que es la fe. Eso precisamente será el cielo:
entonces veremos a Dios cara a cara. I Cor 13,12 y compartiremos su felicidad infinita.
Pero mientras navegamos en este mundo el plan de Dios es que lo abracemos sin verlo.
Ese es “el merito de la fe” que no podemos perder. Con la ayuda del Espíritu Santo
todo se nos hace fácil y bello.
Esta es la causa de que muchos emprendan caminos equivocados.
Voltean la espalda a Dios por la ambición del dinero, del lujo desenfrenado, las malas
diversiones, los placeres prohibidos. Otros se alejan de Dios por el egoísmo, el orgullo,
la mentira, el fariseísmo.
La mayoría se van por causa de su vida sucia, el abuso sexual, la glotonería, la
injusticia. Por eso necesitan la conversión continua a Dios.
Entrar en la oración es entrar en el juego del amor, en “la locura de los enamorados”.
Nadie puede forzarnos a orar, o mejor, sí. Nos forza ese Amigo Divino, locamente
enamorado de nosotros. Es el único que puede llenar nuestra vida y llevarnos algún día
a la felicidad total del cielo.
La gozadera mas grande de la vida es descubrir que Dios es amor. Poder mirarle con
amor y mirar que El me mira enamorado de mí y poder decirle: nos queremos, nos
queremos!!
No es esta una oración de palabras bonitas. Es más bien silenciosa, serena, apasionante.
Dejamos a Dios que sea el protagonista, aunque también lo es la persona.
Un contemplativo decía: Para mi el orar es como ver a Dios sin verlo, pero sabiendo
que lo estoy viendo”. Ese hermano sabía valorar el tesoro de la fe: la fe robusta como
la de Abrahán, la cual es fuente de merecimientos para el cielo.
Bajando a otro plano, la fe nos hace ver a Dios en la gente, en la comunidad, en los
sucesos de la vida. A través de la TV discernimos la presencia de Dios en el mundo:
un Dios cercano que se interesa por nosotros.
También descubrimos las huellas de Dios en el cosmos: la montaña nos habla de su
grandeza, el agua de su transparencia, el fuego y el viento de su poder. La flor de su
belleza. La noche de su paz. Esta visión del cosmos lleva al contemplativo de sorpresa
en sorpresa y lo hace estallar en alabanzas a Dios.

UN HIMNO AL AMOR

Nos dicen los científicos que el universo ha tardado 150 millones de años en componer
su estado actual, como la más bella obra maestra del Padre para la encarnación de su
Hijo Jesús que es el centro de la historia y del mismo cosmos.
La expansión de las galaxias, la evolución de la vida en nuestro planeta, la aparición del
hombre, todo confluye a ese gran acontecimiento: La llegada de Dios-Hijo que nace en
Belén y se hace hermanito nuestro.
El amor es expansivo: tiende siempre a derramarse, a comunicarse.
A Dios no le permitió su amor encerrarse en su propio ser. Se hizo hombre para
invitarnos a nosotros a compartir su amor y su felicidad. Cuando en la Biblia leemos el
Cantar de los Cantares, conocemos el por qué del ser humano: el amor de Dios.
Lo maravilloso de Dios no es su omnipotencia y su grandeza, sino su amor que no tiene
fin. Ese amor le ha llevado a hacerse mendigo de amor. El trata de conquistar nuestro
amor: Jesucristo es el Amor hecho hombre.
Dios pudo salvarnos sin la encarnación, pero su amor infinito lo llevó a esa “locura” de
amor. Dios se presenta a nosotros como si quisiera ser vencido y conquistado por
nuestro amor. El Esposo del Cantar de los Cantares dice a cada contemplativo: Has
cautivado mi corazón. Cantar 4,9. De modo que nosotros somos los que acogemos a
Dios como forzándolo al amor y conquistándolo. No porque El haya cambiado de
actitud ante nosotros. Sigue siendo siempre el Dios-amor, enamorado de cada uno de
nosotros. Pero espera que nosotros actuemos como personas libres y responsables
frente a su amor.
Esto nos hace ver la altísima dignidad de la persona humana y la grandeza infinita del
amor divino para nosotros.
Algunos dicen que andan buscando a Dios, pero es Dios el que nos anda buscando a
nosotros, enamorado de nosotros. Pero sólo a través de la oración podremos sentir la
dulzura de Dios. “Porque somos hijos de Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de
su Hijo que clama en nosotros: Abba-Papaíto bueno. Rom 8,15
Al amar nosotros a Dios-Padre, nos vemos forzados a amar también a nuestros
hermanos: todas las gentes. “Si un día en tu oración has caído en un éxtasis de cielo y
ves que tu hermano tiene necesidad de una tizana, deja tu éxtasis y vete a llevarle la
tizana. Ese Dios que tú abandonas es menos seguro que el otro Dios al que vas a
encontrar”. Juan Ruysbroeck.
La Biblia nos presenta a un Dios que de varias formas dice sin cesar: “Te amo y nada
logrará impedirme que te ame”. Y Dios no anda con mentiras. A cada uno nos dice:
“Los montes se correrán y las colinas se moverán, pero mi amor no se apartará de tu
lado” Isaías 54,10 Eres precioso a mis ojos. Eres estimado y te amo. Isaías 43,4
“Si yo hubiera cometido todos los errores del mundo seguría manteniendo mi confianza
en el señor. Toda esa multitud de pecados serían como una gotica de agua arrojada en
una gran hoguera”. S. Teresita del Niño Jesús La oración nos hace embriagarnos del
amor de Dios y elevar nuestros ojos al horizonte lejano. Los contemplativos vivimos a
la espera no de un atardecer (el final de la vida) sino de un amanecer: la luz de la gloria
eterna. Nuestro futuro es la felicidad total del cielo a la que somos llamados cada uno
con nuestro nombre propio.

TESTIMONIOS

“Quiero compartir con los hermanos mi experiencia en la oración. Para mí la oración es


como la respiración del alma. Yo decidí entregarme por completo a Dios y a las gentes
y por so comprendí que me era imprescindible la oración.
Al comenzar a orar pido a Dios que me ayude a controlar la mente para concentrarla en
Dios y lo voy logrando.
Me gusta orar en unión con Jesús. Los dos somos uno y juntos nos dirigimos al Padre y
juntos le pedimos por todas las gentes para que socorra tanta necesidad. Yo les aseguro
que gracias a mi oración, la vida se me hace cada día más bella”.

QUINTO PASO

Recibir visualisándola, la visita que nos hacen:


1) Las Tres Divinas Persona, cada una de las cuales nos quiere y nos regala a su manera.
2) La visita de nuestra Madre María, que nos trae al Divino Niño y S. José.
3) La del Angel de la Guarda y los demás ángeles. 4) De los santos amigos nuestros.
5) De las benditas almas del purgatorio.

LA EXPERIENCIA DE DIOS

A algunos les parece simple y como infantil dedicarse por dos o tres horas diarias a la
oración. El fariseísmo moderno induce a muchos a alejarse de esa oración profunda,
bajo pretexto de su entrega al apostolado y al amor del prójimo. Antiguamente el
fariseísmo consistía en vanagloriarse de la “largas oración”. Hoy el fariseísmo hace a las
gentes vanagloriarse de su activismo y sus éxitos.
La vida moderna no favorece la oración y siempre llegan las excusas para abandonarla:
el cansancio, la falta de tiempo, el agite moderno, el gozar de la vida... Se necesita
mucho coraje para perseverr en la oración.
Nadie va a obligarnos a orar. O mejor, sí: el amor de Dios es el que nos obliga y nos
impulsa. Poco a poco nos vamos concienciando de que Dios es amor. Todos los
sacramentos de la Iglesia tienen como objetivo principal el amor. Por ejemplo, la
confesión: En ella no interesa tanto chequear la lista de pecados como quien amontona
la ropa que va a mandar a lavar. Lo importante de la confesión es hacernos crecer en el
amor a Dios y a la gente. Lo que importa ante Dios es el amor.
S. Agustín, al explicar el arrepentimiento del buen ladrón en la cruz, le interroga con
oronía: ¿Cómo es que Usted reconoció a Jesús por su Mesías Salvador, mientras que
aquellos doctores judíos, que conocían las profecías de la Biblia sobre el Mesías, lo
rechazan? ¿Acaso Usted leía la Biblia mientras cometía sus crímenes y sus robos? Y el
buen ladrón le contesta a S. Agustín y a nosotros: No. Yo no conocía la Biblia. Pero
Jesús me miró y en aquellos ojos lo aprendí todo.
De igual forma nosotros, con las explicaciones más bellas, no captaremos el amor y las
maravillas de Dios. Tenemos que descubrirlo a El personalmente y permitirle que nos
mire para conocer que El es la felicidad para nosotros y que nosotros somos la felicidad
para El.
Por encima de las enseñanzas de este libro, y de cualquier otro está la mirada de Cristo.
Sin El permaneceremos en negra oscuridad. Cristo es la felicidad para nosotros. Sin El
todo es mentira, porque todo se acaba.
Sólo Dios dura para siempre y nosotros con El.

EVANGELIO = LA NOTICIA FELIZ


DEL AMOR

Los católicos no creemos en algo sino en alguien: en Jesús. El es el centro de toda la


Biblia. Los evangelios no nos transmiten una ideología o una doctrina: simplemente
nos entregan a Jesús de Nazaret el Salvador. El vino al mundo para convencernos de
que somos amados por Dios. Dios nos ama tal como somos y nunca cesa de amarnos.
Aunque nosotros no seamos fieles, El permanece fiel, porque no puede negarse a si
mismo. 2 Timoteo 2,13
El amor de Dios a nosotros es la clave de todo el mensaje evangéico. Al sentirnos
amados de Dios, nuestro corazón se inunda de ese amor y se desborda para amar a las
gentes con ese mismo amor.
Algunos leen la Biblia con lentes negros, ignorano la palabra “amor”. Esta es la clave
de toda la Biblia. Algunos se forman la imagen de un Dios terriblemente exigente y
pasan la vida calumniando a Dios: que no se cuida de nosotros, que nos manda desastres
como el tsunami del sudeste asiático, donde murieron trescientas mil personas.
No. Dios no quiere el mal, ninguna clase de mal. Pero lo permite porque de el saca el
bien, igual que de la pasión y muerte de Jesús saca la salvación y la felicidad para todo
el mundo.
Dios es amor. Al mundo moderno sólo le interesa la industria y el comercio, comer y
beber bien y divertirse; y cada día se aleja más de la oración.
A cada uno de nosotros Dios nos dice: Te he creado para que seas feliz. Mi alegría es tu
felicidad. “Como se goza el esposo con la esposa me gozare yo contigo” Deut 30,9
Isaías 62,5. Fuimos creados para desposarnos con Dios. Dios quiere compartir su
felicidad con nosotros los humanos. Para eso nos ha creado. Para nosotros el mundo es
como un himno al amor: una invitación para compartir la vida con Dios-Amor.
El amor está en Dios al mismo nivel de su omnipotencia, es decir, Dios puede todo y
solo lo que puede su amor. “No hay amor mas grande que dar la vida por los amigos”
Juan 15,13 y esto es lo que ha hech Dios.
Diremos que no es el católico el que cree en Dios; es Dios el que cree en el católico y
por eso lo destina a ser su hijo idolatrado.
A cada católico le dice Dios como a Jesús: “Tu eres mi Hijo, en ti tengo todas mis
complacencias”. Mat 17,5
Jesús nos abrió una ventana a la vida íntima de Dios, es decir nos reveló que Dios es
tres Personas. Dios en su intimidad no es una persona solitaria. Por lo mismo que es
amor, es también compartir. Dios es familia. Son tres Personas que comparten el mismo
ser de Dios, la misma felicidad.
Si Dios fuera una persona solitaria, sin ompartir con alguien de igual a igual, sería un
eterno aburrimiento.
Al acercarnos nosotros a las Tres Personas nos inunda la felicidad de Dios: un Padre
que se da por entero a su Hijo y al dársele es como lo engendra. Le da a ese Hijo cuanto
es y cuanto tiene. De modo que el Hijo es igualito a su Padre, aunque es una persona
distinta de El. Lo único que el Padre se reserva para si es su propia personalidad de
Padre.
De la misma forma el Hijo se entrega al Padre y es plenamente feliz en cuanto que hace
feliz al Padre. Y ambos se dan ese beso infinito de amor mutuo que es el Espíritu Santo.
Los católicos estamos llamados a compartir ese éxtasis de amor. Por eso en nuestro
método de oración, además de los cinco pasos, incluimos “las tres fiestas”: para
compartir el amor trinitario. Jesús vino a encender en la tierra el fuego de su amor. Y
cuánto desea que arda! Luc 12,49 En realidad todo amor humano al fin es una chispa de
ese volcán de amor que es Dios.

OBJECIONES A LA ORACIÓN

Orar es dejarse amar por Dios, o mejor, dejar a Dios que sea Dios. Ya que Dios es amor
y no puede dejar de amar. Para nosotros la oración es una respuesta al pedido que nos
hace el Señor: “Permanezcan en mí amor” Juan 15,9 Detrás de cada suceso de nuestra
vida brilla el amor y la ternura maternal de Dios para nosotros. Todos los sucesos, tanto
alegres como tristes, nos hacen ver la mano de Dios que nos ama y nosotros no
podemos por menos que alabarle con alegría.
De modo que la base de la oración es la certeza de que Dios es siempre amor y que no
nos abandona jamás; que nos quiere tal como somos y hagamos lo que hagamos.
Siempre nos llegan épocas de aridez en la oración y entonces puede asaltarnos la
tentación de que estamos perdiendo el tiempo. Jamás abandonamos la oración por no
sentir gusto, y devoción en ella. Más bien la alargamos. Todos los hombres y mujeres
de oración han pasado por ese “desierto” y hasta el mismo Cristo cuando dijo: “Dios
mío, Por qué me has abandonado? Marc 15,34. Es la noche oscura que nunca falta.
Esta oración perseverante es el mejor testimonio para el hombre secularizado de hoy,
para quien Dios es algo lejano y perdido. La actitud del contemplativo es para él un
impacto orientador.
Ese hombre secularizado tiene una serie de objeciones contra la oración a las cuales
queremos responder brevemente:
1) ”La oración no es escuchada”. Si lo es y siempre. Dios nos otorga lo que le pedimos
y si no nos conviene nos da algo aun mejor. La única oración que se pierde es la que no
se hace. Aparte de que, como vamos explicando, la oración es ante todo trato de
amistar con Dios.
2) La oración es perder el tiempo. No. Es el tiempo mejor aprovechado. Nuestra cultura
consumista y de mercado promueve críterios utilitaristas que no son válidos. La oración
es la palanca que mueve al mundo.
3) “La oración no puede metodizarse, tecnificarse. Sería condicionar a Dios”. En esto si
estamos de acuerdo. Por eso afirmamos que el mejor método para orar es no tener
ningún método.
Es verdad que nosotros presentamos nuestro método de los cinco pasos y las tres fiestas.
Pero es una simple orientación para los principiantes. Nos gusta la comparación con la
escuela de arte: en ella se dan varias normas, pero luego cada artista sigue su camino, su
propio estilo. El estilo es el hombre.
No hay dos orantes iguales. Cada hija o hijo de Dios tiene su propia personalidad y su
forma de oración.
4) ”Primero la obligación y luego la devoción. Primero el compromiso de servicio al
prójimo y después la oración”. No. Oración y servicio al prójimo deben ir siempre
simultáneas, combinadas.
Para todo hay tiempo. El Espíritu Santo nos ayuda en forma equilibrada a cumplir
nuestros deberes si apartamos tiempo generoso para la oración. Naturalmente que hay
excepciones: cuando se presenta una emergencia. Pero siempre con la precaución de
que la excepción no se convierte en regla.
Un consejo: Despréndase de todo recuerdo que pueda perturbarle o deprimirle y más
aun sacuda todo complejo de culpa. Dios es amor y su mayor alegría es perdonarnos.
Considérese como la hija, el hijo predilecto de Dios. No por la bondad de Usted, pues
eso sería fariseísmo, sino por el amor y la ternura de El. El le ama a Usted con delirio y
Usted se deja amar por El.
Tenga un lugar fijo para su oración personal. En realidad todo lugar es bueno para orar:
en la calle, el campo, el autobús, el supermercado, el despacho o consultorio, el cine, el
trabajo, la fiesta... En todas partes podemos y debemos orar. Para todo hay tiempo y
debe haberlo también y generoso para Dios.

ALEGRIA CONTAGIOSA

El que tiene conciencia del amor infinito de Dios se hace amable y complaiente. Al ver
que Dios lo acepta y lo ama tal como es, con todos sus errores y limitaciones,
espontáneamente se ve lleno de alegría y de amabilidad para todos. La persona de
oración se siente grande y querida de Dios.
No necesita destacarse ante la gente. No trata de darse importancia. En sus labios se
dibuja una sonrisa sincera, contagiosa. Todos advierten que ese contemplativo “no hace
las cosas para que la gente lo mire” Mat 5,1
Como sabe que Dios lo ama inmensamente, todo lo demás lo considera secundario; y se
le ve siempre sereno, alegre, serivicial.
Por otra parte los contemplativos son gentes de sorprende eficiencia y dinamismo.
Saben que dos terceras partes de la humanidad carecen del alimento y los bienes
necesarios. Pero a ellos nunce les falta y alaban a Dios por eso.
Tratan de mejorar el nivel de vida propio y de los demás y por eso trabajan como si todo
dependieran de ellos y al mismo tiempo confían por completo en Dios, sabiendo que
todo depende de El. Este equilibrio entre la oración y la acción elimina todo fanatismo
y prepotencia.
El poder y la grandeza infinita de Dios no oprime al contemplativo ni lo aturde. Al
contrario, lo llena de alegría y entusiasmo. Pues ve que un Dios tan grande, infinito, es
para él mamá y papá y que todo su poder divino y su grandeza los pone al servicio de él.
Esta forma de oración personal se llama también “adorar en espíritu y verdad”. Los
verdaderos adoradores de Dios ya no se ven limitados al templo de Jerusalén o
Garizim;... Juan 4,20. La oración se realiza en el templo del propio corazón. Desde ahí
nos dirigimos al Padre para decirle: Abba-papaíto lindo.
Enamorarse de Dios es amarlo sin límites, sin reservas ni condiciones, aunque al
principio ese amor no es perfecto sino que va creciendo y fortaleciéndose bajo la acción
del Espíritu Santo. Esta es la experiencia más excitante de toda la vida. También a veces
ese amor divino retrocede en nosotros, se debilita, cuando decae la vida de oración. Por
eso Jesús nos ordena estar siempre vigilantes. Luc 22,46. Hay que advertir que ese
amor a Dios y al prójimo (van siempre juntos) se difunde en círculos concéntricos,
comenzando por nosotros mismos, siguiendo por nuestros familiares y amigos, y
llegando a nuestros enemigos, sin excluir a nadie. Todos nuestros ámbitos deben
quedar llenos de amor.

TODO SE LO DEBEMOS A JESUS

Dios pudo salvarnos a todos sin necesidad de encarnarse y hacerse hombre. Pero su
amor infinito lo llevó a esa “locura” de hacerse uno de nosotros.
Jesucristo vino al mundo para hacernos plenamente felices. No vino para traer una
religión de angustia y rigorismos. La religión no puede ser camino de renuncias y
mutilaciones, sino todo lo contrario.
Por eso rechazamos el “dolorismo” que solo ve en el sacrificio de Cristo en la Cruz su
aspecto negativo de inmolación y de dolor. Esto equivale a traicionar el corazón del
Dios-Amor y falsea el Evangelio.
Al ver la película de la Pasión de Cristo nos impresiona ciertamente la forma horrenda
en que fue torturado. Pero por encima de todo debemos captar su amor increíble al
Padre y a nosotros; amor que lo llevó a esos extremos inauditos: “Jesús habiendo amado
a los suyos que tenía en este mundo, los amó hasta el extremo, Juan 13,1 hasta la
“locura”.
Dios es amor y todas sus obras van impulsadas por el amor. Si nosotros no captamos
ese amor, no podemos comprender el sentido del mensaje evangélico. El amor de Dios
es infinitamente superior al nuestro y nada humano o creado puede expresarlo
adecuadamente. Es un amor sin fronteras que sobrepasa nuestro entendimiento.
Y es un amor totalmente gratuito. Nosotros no podemos darle nada a Dios pero El sí
puede darnos todo a nosotros y nos lo da.
Dios es misericordia infinita. Solo Dios puede vivir plenamente la miseria ajena. La
Biblia nos refiere que David ante la muerte da su hijo Absalón, que se rebeló contra su
propio papá, decía: “Hijo mío, ojalá hubiera muerto yo en lugar tuyo! 2 Samuel 19,1 De
igual forma Dios se abraza con nosotros, sus hijos rebeldes, con nuestras miserias y
enfermedades para morir por nosotros y salvarnos. Si una madre se lanza a la candela
para salvar a su hijo, ¿acaso no sabrá ese hijo comprender la grandeza del amor de
mamá? Y nosotros ¿No sabremos captar el amor de Dios que le movió a hacerse
hombre y a morir por nosotros?
Dios es amor y es atraer a todos hacia sí. Sólo él es la fuente de toda atracción. Solo El
tiene derecho de atraer hacia sí exclusivamente, celosamente, y sin peligro de dañar a
aquellos a los que atrae. Porque solo El no ha recibido de nadie aquello por lo que atrae
y seduce a los demás. Porque solo Dios es perfecto e infinito por si mismo y no por
otro.
Podemos decir que la forma que Dios tiene de dar y regalar es atrayendo a todos hacia
sí. Acercando a todos a la riqueza y la felicidad de El. Dios es el único que puede hacer
sus regalos sin mezcla alguna de egoísmo.
Nosotros no podemos ofrecer a Dios nada que no sea de El. Lo único que podemos y
debemos hacer es reconocer que El es la fuente de todo bien y de todo ser y alabarle de
corazón por eso.
LAS TRES FIESTAS

Vamos ya acércandonos a la cumbre de este libro: a “las tres fiestas”. La meta que nos
hemos trazado es introducir a todos los lectores, mediante la gracia del Espíritu Santo, a
través de la oración, en el corazón de las Tres Divinas Personas.
Nos dirigimos al Padre que es la fuente de todo ser y de toda persona tanto en el cielo
como en la tierra. El Padre, juntamente con el Hijo y el Espíritu Santo desarrollan una
actividad infinita en el templo de nuestro propio corazón, de nuestra Alma.
Nosotros también estamos involucrados en esa vida y esa actividad divina la cual se
desborda sobre nosotros, permitiéndonos así compartir la felicidad y la vida de ese Dios
Uno y Trino. Las Tres Personas se gozan en regalarnos su alegría y su amor, cada una
según su estilo y forma de ser.
¡Que bello es dialogar con ese Dios Trinidad, ese Dios familia, en el templo de nuestra
alma “injertada” en Cristo! Cada uno somos Cristo. Así podemos hablar a Dios desde
Dios. En esas condiciones la oración es hablar a Dios “de corazón a corazón” Y de tu a
tu.
Empezamos así un itinerario que ya no tiene marcha atrás, guiados por el Espíritu Santo
el cual se ha derramado en nuestros corazones.
Hablamos con ese Dios uno y trino como un bebé con su mamá. Y El tiene siempre para
nosotros alguna “sorpresa”, alguna de sus manifestaciones divinas.
En la oración es donde se reafirma la identidad de nuestro “yo” mediante el encuentro
con Dios. Dios es el origen y el fin de nuestra vida. Estamos diseñados por Dios y para
Dios. Y como estamos creados a la imagen y semejanza de Dios, cuanto más nos
asemejamos a Dios y nos acercamos a El, más humanos y perfectos somos.
En la oración es donde palpamos que Dios nos ama y es donde se realiza nuestra
identidad personal, al comprender que para Dios cada uno es única y único. Por eso
Dios nos llamó a la existencia. De aquí proviene nuestro gusto y alegría por la Vida.
Dios ama a cada una y cada uno como si fuera la única persona existente en el mundo.
Pero nos ama también colectivamente a todos como su pueblo querido. La oración nos
hace valorar la dignidad de toda persona como hija o hijo de Dios y nos da fuerza para
lo que parece imposible: amar a los que nos odian y nos hacen el mal. Mat 5,44
El amor al prójimo se despliega en amistades muy íntimas: esposa y esposo, padres e
hijos, amigos con amigos... Estos amores son origen de grandes alegrías y felicidad,
aunque también a veces producen no pequeñas frustaciones y angustias.
De todas formas la oración nos encamina para que todos esos grandes amores nuestros
desemboquen siempre en el amor a Dios. Este sí no nos falla nunca.
La oración es la única entrada para toda clase de bienes y felicidad. Por eso decía S.
Teresa: “Solo digo que para estas mercedes tan grandes que Dios me ha hecho a mí, la
puerta es la oración. Cerrada esta no sé cómo las hará”.

SOLO CON JESÚS AGRADAMOS


AL PADRE

A lo largo del Evangelio por varias veces resuena solemne la voz del Padre,
proclamando: Este Jesús es mi Hijo Amado. En El tengo todas mi complacencias. Marc
9,7. Si el Padre tiene toda su felicidad en Jesús ¿Cómo no la vamos a tener también
nosotros?
Cada católico es otro Cristo, o mejor, Cristo mismo. No podemos ver a Cristo como
alguien distinto de nosotros, ya que estamos incorporados o injertados en Cristo. Esto es
bello porque es obra del amor de Dios. En asunto de amor El nos tomó la delantera. El
fue quien nos amó primero. 1 Juan 4,10
Un hermano decía: “Llevo treinta años buscando a Cristo y al fin me doy cuenta de que
es Cristo quien me busca a mí”. A Cristo no le agrada tanto el “Yo te amo” como el “Yo
me dejo amar por ti”.
Tú, Señor, me has amado primero! Y esto sucede en cada acto de nuestra vida: Esta
misma mañana, cuando me desperté y dirigí a El mi mirada, El fue el primero que me
miró a mí. A cada momento me mira con amor.
El Padre nos pide que le hagamos la ofrenda de su Propio Hijo, ya que esa es también la
ofrenda o regalo que Dios-Padre nos hace a nosotros en el Espíritu Santo.
El Padre tiene necesidad de nuestro amor igual que tiene necesidad de su Hijo. Así lo ha
decidido El eternamente. Por eso cuando dejamos de amar a Dios, Dios-Padre de alguna
manera pierde a su Hijo. Y cuando regresamos a Dio-Padre, El encuentra de nuevo a su
Hijo. Todos tenemos el poder tremendamente real de dárselo en nosotros y por
nosotros. Si nos negamos a ofrecérselo, hay una entrega del Hijo al Padre que no se
realiza, aunque siga existiendo la entrega eterna.
A través de la misa es sobre todo como el católico realiza esa ofrenda del propio Hijo al
Padre; pero toda la vida del católico debe ser una misa
Estamos incorporados a Cristo. Vivimos su misma vida... “Estamos muertos y nuestra
vida está escondida con Cristo en Dios-Padre. Colos 3,3 Entre Cristo y nosotros no hay
secretos: “les he llamado “amigos” porque todo lo que aprendí de mi Padre se lo he
dado a conocer. Juan 15,15
Dios no tiene más que un amor, y cuando ama no puede dar más que ese amor infinito.
El Padre quiere vivir con cada uno de nosotros, lo que vive en su Hijo. Hemos
subrayado estas palabras sublimes porque las consideramos como la cumbre luminosa
de todo este libro.
Si Usted, lectora, lector, logra captarlas y vivirlas, ha llegado a su plena madurez
cristiana y esta preparada para disfrutar “las tres fiestas”: la meta final de la oración y
también la coronación de este librito. Cada católica o católico es Cristo mismo, aunque
conservando su humanidad particular, algo así como el pan y el vino se convierten en
Jesús conservando las especies externas, de olor, color, sabor, etc. Nosotros al exterior
seguimos siendo los mismos de antes. Pero en nosotros se ha operado un cambio
radical. De alguna forma adquirimos una personalidad infinitamente más alta que la
nuestra.
Ya no estamos solos para orar al Padre, para alabarle y sanar a los enfermos. Es Cristo
el que actúa en nosotros, con nosotros y por nosotros. “Todos los que fueron bautizados
en Cristo se han revestido de Cristo”. Gal 3,27 1 Cor 1,9 Rom 6,4
Solo con el amor del Hijo Jesús podemos responder adecuadamente al amor de Dios-
Padre. Uno se hace católico de verdad desde el día en que aprende a hablar al Padre con
Cristo y desde Cristo. El único rostro al que Dios-Padre no resiste es el de su Hijo. De
esta forma nuestra oración se hace infalible, porque es oración de Cristo. ¿Cómo podrá
negarnos nada aquél que nos entrega a su propio Hijo?

PEREGRINO DEL INFINITO

Los católios creemos en un solo Dios pero no creemos en un Dios solitario. Dios es
amor y por eso tienen que ser varias personas las que compartan ese amor, desde toda la
eternidad. Dios es Tres Personas, Dios es compartir.
Cuando a través de la oración nos recogemos en la intimidad de nuestra alma
descubrimos que ahí habitan esas Tres Personas.
Hablando a lo humno diremos que el Padre es el “yo”. El hijo es el “tu”, su interlocutor,
su Palabra. Y el Espíritu Santo es el “nosotros”: la Persona que cierra el circulo divino;
la Persona que une al Padre y al Hijo en un lazo de amor.
El Padre es “el que ama”. El hijo es el Amado”. Y el Espíritu Santo es EL AMOR. La
oración del católico siempre tiene una perspectiva trinitaria y se va preparando para
llegar por fin a gozar de las “Tres fiestas”.
Cada católico habla con el Padre como su Abba, su papá querido. Dialoga con el Hijo-
Jesús, como su hermano entrañable. Y se une al Espíritu Santo, como tierno esposo de
su alma.
Tenemos que lograr que las gentes vibren de amor y alegría ante El amor y la ternura de
nuestro Dios: uno y Trino. Esta es la raíz de todo ser humano. Dios nos viene
acompañando con su amor desde toda la eternidad. Suceda lo que suceda contamos
siempre con el amor de Dios.
El que nos entregó a su propio Hijo, ¿Cómo no nos dará con El todas las cosas? Rom
8,32
Nuestro diálogo con las Tres Divinas Personas a través de la oración nos da una
inmensa capacidad de amor y de poder. Por la oración no solo abrazamos a Dios sino
que compartimos su misma vida trinitaria y tenemos acceso a su intimidad hasta llegar
al enamoramiento pleno de Dios.
El éxito de la oración para el católico no está en “pensar mucho sino en amar mucho”.
Por la oración entramos en el mundo maravilloso de Dios con horizontes infinitos.
“La oración es un amor que se pone de rodillas”. Carl Rahner.
Esta es la experiencia más gratificante que se puede tener en la vida y esa experiencia
desemboca en el romance: El matrimonio espiritual con Dios...
Para orar es necesario hacer “parar la vida” y ponernos en silencio ante Dios.
También tenemos que resolver “el problema de la Cruz”. Tenemos que amar la Cruz.
Nosotros no la buscamos pero ya el Señor se encarga que de una forma u otra nunca nos
falte la cruz. No porque quiere que suframos, al contrario quiere que vivamos sanos y
alegres. Pero en nuestra condición humana es inevitable que carguemos con la cruz.
La muerte de Jesús en la cruz nos descubre el valor que los humanos tenemos a los ojos
de Dios.
Somos los queridos de Dios: aquellos a los que Dios ama. Nada ni nadie: ni la muerte,
ni la espada, ni la persecución... nos separarán del amor de Dios manifestado en Cristo
Jesús. Rom 8,38
Los católios debemos irradicar a todo el mundo el amor redentorista de Jesús. Ese amor
tendrá su coronación en la gloria inimaginable del cielo: “Estimo que los sufrimientos
presentes no son nada en comparación de la gloria que nos espera. Rom 8,18
No tenemos aquí ciudad definitiva Hebreos 13,14 Sin embargo la vida es bella y cada
día se nos abren horizontes más alegres. El mundo no es una prisión. Dios quiere que
ya desde ahora vivamos felices y desde luego lo seremos para siempre en el cielo.
Amen.

TESTIMONIO

Advertencia: Transcribimos íntegro este testimonio tan iluminador y ajustado a las


enseñanzas católicas. Puede servir de guía y de meta para algunos.
Pero debemos tener en cuenta que no hay dos orantes iguales. Cada uno debe seguir el
camino que el Espíritu Santo le señale.
Aconsejamos a todos que comiencen a orar con los “cinco pasos”: es una vía segura.
Pero aquí también: “uno sabe cómo comienza y no sabe cómo termina”. Dios tiene su
plan para cada una y cada uno de sus hijos y la oración ha de acomodarse a ese designio
divino. De todas formas, Dios es Trinidad y nuestra oración ha de ir siempre perfumada
por el amor trinitario.

Testimonio: Alabado sea el Señor que se dignó concederme contemplación desde hace
varios años. Desde entonces mi vida espiritual ha mejorado cien por cien.
Quiero solo exponer la forma actual que yo tengo de oración personal, primeramente
como testimonio de mi sincera gratitud a Dios que me la ha regalado. Y luego con la
esperanza de que tal vez pueda servir de ayuda y estimulo a alguna persona.
La tónica general de mi oración ha sido y es la noche oscura.
Sin embargo, aunque parezca contradictorio, Dios me ha concedido que la oración sea
para mí como una alegre fiesta. Incluso en los viajes largos en autobús, se me ha hecho
fácil permanecer en oración, con los ojos cerrados, como si fuera durmiendo, a pesar de
la música a todo volumen que suelen poner.
Son tres las “fiestas” de las que gozo en la oración. La primera yo la llamo la “fiesta del
cumpleaños del hijo”. El Padre me asocia con El para engendrar en mi alma a su Unico
Hijo. Yo realizo juntamente con el Padre, esa autodonación que el Padre hace al Hijo:
eso es “engendrarlo”.
El Padre se da y pasa al Hijo, con todo cuanto es, tiene y posee, de modo que el Hijo es
igualito al Padre, aunque es una persona distinta del Padre; y yo puedo decirle con el
Padre y en el Padre: Tu eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy. (El hoy de la eternidad)
Salmo 2
El Padre engendra (se autoentrega por completo) al Hijo hoy igual que desde siempre; y
el Hijo recibe su ser del Padre y juntamente conmigo se vuelca en amor y gratitud en el
abrazo al Padre. Oh Hijo eterno, hermosura siempre antigua y siempre nueva!
Esta es la gran fiesta para el Padre y para mí, ya que el Padre solo vive por el Hijo, con
El Hijo y en el Hijo. Y esta es también la gran fiesta, para siempre, de todos los
moradores del cielo.
Y como el Hijo-Verbo se hizo hombre en Jesús de Nazaret, también a El le dice con la
misma fiesta: Tu, Jesús, eres mi hijo en quien tengo toda mi alegría.
Y como yo estoy “injertado” en Jesús, también a mi persona se alarga la fiesta y se me
entrega el Padre con todo cuanto es y tiene y me engendra en Jesús como auténtico hijo
suyo.
Después yo con Jesús y en Jesús acepto la donación del Padre y en prueba de esa
aceptación y también como ofrenda de gratitud, entrega y adoración, me ofrezco al
Padre en el sacrificio del Calvario que se renueva en la misa.
Viene luego la segunda fiesta más alegre aún y con fuegos artificiales, evocando el
globo de fuego de pentecostés. Yo con el Padre y en el Padre “espiro” (produzco) el
Espíritu Santo. Después de compartir en dialogo con ambas Personas me uno al Padre
quien hace al Hijo el Gran regalo de su Espíritu Santo. El Padre le lanza al Hijo ese beso
largo, apasionante, infinito, que es el Amor-Persona: el Espíritu Santo, que hace
infinitamente feliz al Hijo, como lo hace igualmente al Padre. También a mi, como hijo
en el Hijo, me alcanza de lleno ese beso de amor y ternura.
Después me asocio al Hijo-Jesús quien “espira”, produce igualmente el Espíritu Santo y
se lo lanza al Padre como el gran regalo que lo hace plenamente feliz. Y con Jesús y en
Jesús yo también espiro al Espíritu Santo, que de esa forma es “mi Espíritu Santo” y se
lo entrego al Padre dándole inmensa alegría.
Yo se que estas operaciones se realizan en Dios en forma simplicísima, instantánea. En
Dios no existe el “antes” ni el “después”. El es eterno, inmutable.
Pero Dios, que realiza dentro de mi alma esas operaciones, se complace en mis
balbuceos de niño frente a El y me asocia a su vida divina. No soy yo: Es el Espíritu
Santo mismo quien me hace compartir dentro de mi alma, esas actividades y esa vida
divina.
Y paso a la tercera fiesta: La perijoresis. (Leí un día esta vieja enseñanza griega y
discierno en mi espíritu que es auténtica, por la emoción y alegría que me produce).
Yo juntamente con Jesús y el Espíritu Santo invadimos en amor al Padre, dentro de mi
alma. Para el amor no existen barreras tampoco en el cielo.
Me impresiona la ternura y complacencia infinita con que el Padre me abraza y yo lo
abrazo. Me lo imagino similar a esa mamá o papá buenazo a quien los hijos se le
encaraman encima...
Y ya no lo soltamos. El Padre queda así invadido en amor por nosotros. Después yo con
el Padre y el Espíritu Santo invadimos en amor al Hijo. El amor siempre es atrevido.
Ninguna mamá o papá posee y controla a su bebé con tanto amor y poder como el Padre
a su propio Hijo. Después juntamente con el Padre y el Hijo invadimos en amor al
Espíritu Santo. A veces se me representa como difícil de invadir al Espíritu Santo que es
“el fuego del amor”. Pues ya se sabe que el que invade el fuego más bien es invadido
por el fuego...
Pero también el Espíritu Santo se siente feliz de ser dominado y poseído en amor por las
otras dos personas. Hace años yo tuve una visión intelectual sobre el Espíritu Santo el
cual se me representó como una persona muy simpática, sonriente y amable. Yo
entonces andaba algo preocupado porque las metáforas referidas al Espíritu Santo, tales
como: “Inúndame”, “Abrásame”, “Lléname”, “Derrámate”..., sugieren como que el
Espíritu Santo fuera algo material. Yo veo que el Espíritu Santo es Persona: el Amor-
Persona igual al Padre y al Hijo.
Jesús pidió para mí y mereció para mí el que yo viviera asociado a esas tres Divinas
Personas, cuando oró: Padre, que todos sean uno como Tu, Padre, estás en mi y yo en ti,
para que Ellos (yo entre otros muchísimos) sean uno en nosotros... y vean todos que los
amas con el mismo amor con que me amas a mí” Juan 17,20 esta es la “vida divina” que
Dios me concedió a mi vivir a través de la oración.
Yo palpo al orar que las Tres Personas, aunque totalmente distintas, viven
compenetradas y enlazadas entre si por el amor, aún como personas, de suerte que el
Padre está en el Hijo y el Hijo en el Padre y ambos en el Espíritu Santo, con todas las
combinaciones posibles.
Yo quiero mucho a los judíos y musulmanes. Por eso oro para que un día no lejano,
conozcan que Dios es amor y por tanto es compartir; que son tres Personas las que
comparten el ser de Dios y las Tres Personas son un solo Dios y Señor. Los humanos
estamos creados a la imagen y semejanza de Dios y vemos que Dios no puede ser una
persona solitaria, pues entonces no sería feliz, por mucho poder y riqueza que tuviera.
Dios es amor, es compartir y es alegría.
Yo alabo al Señor porque me ha introducido en esa vida trinitaria. Llevo muchos años
pidiendo a Dios el don de la contemplación y El me lo ha dado. Pero sé que el camino
que me falta por recorrer es casi infinito. Siento que estoy dando los primeros pasos en
mi vida espiritual.
Yo animo a todos para que transiten por las vías del Espíritu Santo y a todos les digo
una cosa: Aquí no fracasa nadie. El que aparte su tiempo para Dios en forma generosa,
que se prepare para las maravillas del Señor. Porque Dios no se deja ganar por nadie en
generosidad. Gloria al señor! Aleluya!

DESPEDIDA

Con este bello testimonio de las “Tres fiestas” coronamo este humilde librito “cómo
orar”.
Ciertamente es el Espíritu Santo quien le enseña a Usted a orar. Pero es imprescindible
la colaboración de Usted, lectora, lector.
En la oración todos somos autodidactas. Aparte generosamente para Dios el diezmo de
su tiempo: de dos a tres horas diarias. Siga nuestro metodo de los cinco pasos. Tal vez
más tarde el Espíritu Santo le encamine a las tres fiestas. La oración es algo
personalismo: la linea directa que cada cual tiene con Dios.
Si Usted es fiel a esta oración su triunfo esta asegurado. Aqui no fracasa nadie. Dios es
con todos muy esplendido. Pero obra maravillas increibles con los que se le entregan de
lleno.
El cielo comenzara ya para Usted en este mundo “de pruebas” pero sera una realidad
gloriosa en la patria definitiva, con el abrazo directo y la visión cara a cara de Dios.
AMEN. ALELUYA!!
ÍNDICE

Presentación................................................
Dios nos quiere sanos..................................
La fe sanadora.............................................
Impondrán las manos a los enfermos............
El amor sana................................................
Alabanza y sanación....................................
El don de sanación.......................................
Fenómenos que acompañan la sanación......
La cruz de Cristo..........................................
Orar en comunidad......................................
Yo no creo en milagritos..............................
Sanadores de enfermos................................
Oración de mandato.....................................
El que perdona se sana.................................
Como hacer la oración de sanación..............
Bello panorama en la Iglesia........................
La hora de los jubilados...............................
Brujería y sanación......................................
Sanación y medicina....................................
Cuatro ramas de sanación............................

Segunda parte............................................
Sanación interior.........................................
Sanando viejos traumas...............................
Cómo hacer la sanación interior...................
El diálogo imprescindible............................
El carisma "palabra de ciencia"....................
De nuevo el perdón......................................
Resumiendo................................................

Tercera parte..............................................
Liberación...................................................
Síntomas de presencia diabólica..................
Cinco normas para enfrentar al diablo..........
Sigue el exorcismo......................................
Alabando a Dios..........................................
La meta final................................................

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