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Es el arzobispo Alonso Carrillo el que incluye tal expresión en el sínodo que se celebró en Alcalá de Hena-
res el 10 de junio de ese año. La totalidad de sus acuerdos y constituciones han sido publicados por José
SÁNCHEZ HERRERO, Concilios provinciales y sínodos toledanos de los siglos XIV y XV, Universidad
de La Laguna, La Laguna, 1976, pp. 301-327.
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MARÍA JOSÉ LOP OTÍN
1. EL CALENDARIO DE FESTIVIDADES
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Estas cuestiones y las que mencionaremos en las próximas páginas han sido analizadas con mayor deta-
lle en nuestro trabajo. El Cabildo Catedralicio de Toledo en el siglo XV: Aspectos institucionales y socio-
lógicos, Fundación Ramón Areces, Madrid, 2003.
3
Una aproximación a sus contenidos en Juan Francisco RIVERA RECIO, Guia del Archivo Capitular de
la Catedral de Toledo, Dirección General de Archivos y Bibliotecas, Madrid, 1950; Ramón GONZÁLVEZ
RUIZ, "Archivo y Biblioteca Capitulares de Toledo", en Guía de los Archivos y las Bibliotecas de la Igle-
sia en España, t. I, Asociación Española de Archiveros Eclesiásticos, León, 1985, pp. 477-482; María José
LOP OTÍN, "Fuentes medievales para el estudio del cabildo catedral de Toledo", en La Investigación y las
fuentes documentales de los Archivos, t. I, ANABAD Castilla-La Mancha, Guadalajara, 1996, pp. 789-800.
4
Las primeras Actas conservadas se inician el 13 de agosto de 1466, aunque sabemos por referencias indi-
rectas de ¡a existencia de libros anteriores. Sus noticias son un valioso instrumento de trabajo, ya que regis-
tran el acontecer diario de la vida catedralicia.
5
La obra original fue publicada en 1549 bajo el título Summi Templi Toletani perquam graphica Descrip-
tio, y, recientemente, ha sido objeto de una edición bilingüe latino-castellana, La Catedral de Toledo 1549.
Según el doctor Blas Ortiz, Antonio Pareja (ed.), Toledo, 1999.
6
El libro se guarda entre los numerosos tomos de la Biblioteca catedralicia bajo la signatura B.C.T MS.
42-29, y será frecuentemente aludido a lo largo del trabajo. Mayor información en Hilario RODRÍGUEZ
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La catedral de Toledo, escenario de la fiesta bajomedieval
DE GRACIA, "El Arcayos: una fuente precisa para historiar el Corpus toledano", en Gerardo
FERNÁNDEZ JUÁREZ y Fernando MARTÍNEZ GIL (coords.), La Fiesta del Corpus Christi, Universi-
dad de Castilla-La Mancha, Cuenca, 2002, pp. 463-484.
7
Aunque el texto se conserva en la Biblioteca Catedralicia (B.C.T. MS 23-17), nosotros citaremos la copia
del mismo guardada en la Sección Manuscritos de la Biblioteca Nacional (B.N. Mss. 6260, f. 5r-6v).
8
José SÁNCHEZ HERRERO, Op. cit., pp. 252. Son las festividades de Santa María de las Nieves en agos-
to, de San Gabriel, en marzo, y otra, no muy clara, de San Juonis, para la que no se indica fecha y al que
el sínodo alude como eximio confesor, cuya vida religiosísima de santidad venera toda la Iglesia. El pro-
pio Sánchez Herrero ignora el santo a que se refiere.
9
Ibid., pp. 337. Son las fiestas de Santa Quiteria y Santa Úrsula, en mayo y octubre, respectivamente
10
Ibid., pp. 349 y 361. Se incorporan ahora las fiestas de San Julián y San José, en marzo, y la Presenta-
ción de María en el Templo, en noviembre.
11
En el calendario de solemnidades recogido por don Blas las fiestas están distribuidas por meses, pero no
consta el día concreto en que se conmemoraban. Hemos podido identificarlas gracias a los calendarios
litúrgicos romano e hispano-mozárabe y al santoral recopilados por Jacinto AGUSTÍ, Pedro VOLTES y
José VIVES, Manual de Cronología Española Universal, CSIC, Madrid, 1952, pp. 25-65, y a la completa
información del martirologio romano publicado en Propylaeum ad Actas Sanctorum decembris. Marty-
rologium Romanum ad formam editionis typicas. Scholis Historicis Instructum, Bruselas, 1940. En el caso
frecuente de que los calendarios señalen más de una fecha para una misma conmemoración, hemos opta-
do por elegir aquella que más se acercaba al orden en que la fiesta aparecía situada en la tabla de don Blas.
Tampoco es raro que en un mismo día coincidan varias celebraciones bien por las particularidades locales,
bien por las diferencias entre el calendario romano y el hispano-mozárabe.
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La catedral de Toledo, escenario de la fiesta bajomedieval
11. San Mayolo, abad de Cluny, 9 leccio- 17. Triunfo de la Santa Cruz, 6 capas "de
nes. novo".
12. Santos Nereo y Aquíleo, 3 lecciones. 17. Santas Justa y Rufina, 4 capas.
14. Santas Victoria y Corona, 9 lecciones. 18. Santa Marina, 4 capas.
18. San Pedro Celestino, 9 lecciones. 21. Santa Práxedes, 6 capas.
19. Santa Potenciana, 3 lecciones. 21. San Víctor de Marsella y otros socios,
22. Santa Quiteria, 9 lecciones. 9 lecciones.
25. San Urbano, 4 capas. 22. Santa María Magdalena, 6 capas "de
novo".
23. San Apolinar, 3 lecciones.
JUNIO 24. Santa Cristina, 9 lecciones.
25. Santiago apóstol, 6 capas.
1. Santos Nicomedes y Reverenciano, 3 25. San Cristóforo, 9 lecciones.
lecciones. 28. Santos Nazario y Celso, 3 lecciones.
2. Santos Marcelino y Pedro, 9 lecciones. 27. San Félix, 3 lecciones.
9. Santos Primo y Feliciano, 3 lecciones. 29. Santa Marta, 6 capas "de novo".
11. San Bernabé apóstol, 4 capas "per 30. Santos Abdón y Senén, 3 lecciones.
decretalem". 31. San Germán, 3 lecciones.
12. Santos Basilides y Cirino, 3 lecciones.
13. San Fernando, rey de Castilla, 9 leccio-
nes. AGOSTO
16. Santos Quirico y Julita, 9 lecciones.
18. Santos Marcos y Marceliano, 3 leccio- 1. San Pedro ad Vincula, 4 capas.
nes. 2. San Esteban papa, 3 lecciones.
19. Santos Gervasio y Protasio, 9 leccio- 3. Invención de San Esteban, 9 lecciones.
nes. 4. San Pedro, obispo de Roma, 4 capas.
24. San Juan Bautista, 6 capas. 4. Santo Domingo de Guzmán, 2 capas.
26. Santos Juan y Pablo, mártires, 9 leccio- 5. Santa María de las Nieves, 6 capas.
nes. 6. Transfiguración del Señor, 6 capas.
27. Santos Zoilo y Félix, 9 lecciones. 6. Santos Justo y Pastor, 9 lecciones.
29. San Pedro y San Pablo, 6 capas. 8. Santos Ciriaco, Largo y Esmeragdo, 3
30. Conmemoración de San Pablo, 4 lecciones.
capas. 10. San Lorenzo, 6 capas.
30. San Marcial, 9 lecciones. 11. San Tiburcio, 3 lecciones.
13. San Hipólito, 4 capas.
14. San Eusebio, 3 lecciones.
JULIO 15. Asunción de Santa María, 6 capas.
18. San Agapito, 3 lecciones.
2. Santos Proceso y Martiniano, 3 leccio- 19. San Luis, obispo de Toulouse, 9 leccio-
nes. nes.
4. Traslación de San Martín, 9 lecciones. 20. San Bernardo de Claraval, 4 capas.
10. Los Siete Santos Hermanos, 3 leccio- 22. Santos Timoteo y Sinforiano, 3 leccio-
nes. nes.
11. Traslación de San Benito, 9 lecciones. 24. San Bartolomé apóstol, 6 capas.
13. Santa Margarita, 9 lecciones. 25. San Genesio, 9 lecciones.
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25. San Luis, rey de Francia, 9 lecciones. 14. San Bernardo, confesor, 9 lecciones.
28. San Agustín, 4 capas. 14. San Calixto, papa, 9 lecciones.
29. "Decollatio" de San Juan Bautista, 4 18. San Lucas, 4 capas "per decretalem".
capas. 20. San Caprasio, 9 lecciones.
29. Santa Sabina, 3 lecciones. 21. Santa Úrsula y las once mil vírgenes,
30. Santos Félix y Adaucto, 3 lecciones. capas.
22. Santos Nunilón y Elodia, 9 lecciones.
23. Santos Servando y Germán, 9 leccio-
SEPTIEMBRE nes.
25. Dedicación de la Iglesia toledana, 6
1. Santos Vicente y Leto, 9 lecciones. capas.
1. San Gil, 2 capas. 25. Santos Crispín y Crispiniano, 9 leccio-
2. San Antonino, 4 capas. nes.
8. Natividad de Santa María, 6 capas. 27. Santos Vicente, Sabina y Cristeta, 9
9. Santos Gorgonio y Dorotea, 3 leccio- lecciones.
nes. 28. Santos Simón y Judas, 4 capas.
11. Santos Proto y Jacinto, 3 lecciones. 31. San Quintín, 3 lecciones.
14. Santos Cornelio y Cipriano, 9 leccio-
nes.
14. Exaltación de la Santa Cruz, 6 capas. NOVIEMBRE
15. Santos Nicomedes y Valeriano, 9 lec-
ciones. 1. Todos los Santos, 6 capas.
16. Santa Eufemia, 9 lecciones. 8. Santos Cuatro Coronados, 3 lecciones.
16. Santos Lucía y Geminiano, 9 leccio- 9. San Teodoro, 9 lecciones.
nes. 11. San Menas, 3 lecciones.
21. San Mateo, 4 capas. 11. San Martín obispo, 4 capas.
22. San Mauricio con sus compañeros, 2 12. San Emiliano, 9 lecciones.
capas. 13. San Bricio, obispo de Tours, 9 leccio-
27. Santos Cosme y Damián, 9 lecciones. nes.
28. Santos Fausto, Januario y Marciano, 9 15. San Eugenio, 6 capas.
lecciones. 17. San Acisclo y Victoria, 9 lecciones.
29. San Miguel arcángel, 4 capas. 18. San Román, 4 capas.
30. San Jerónimo, 4 capas "per decreta- 18. San Odón, abad de Cluny, 9 lecciones.
lem". 19. Santa Isabel, viuda, 6 capas.
22. Santa Cecilia, 6 capas.
20. Presentación de María en el Templo, 6
OCTUBRE capas.
23. San Clemente, 9 lecciones.
1. Santos Remigio y Vedasti, 3 lecciones. 23. Santa Felicidad, 9 lecciones.
4. San Francisco de Asís, 2 capas. 24. San Crisógono, 9 lecciones.
6. Santa Fe, 9 lecciones. 25. Santa Catalina de Alejandría, 6 capas.
-. San Lino, papa, 9 lecciones. 26. San Pedro Alejandrino, 9 lecciones.
7. San Marcos, papa depuesto, 9 leccio- 27. Santos Facundo, Primitivo y Agrícola,
nes. 9 lecciones.
9. Santos Dionisio y Rústico, 2 capas. 29. San Saturnino, 4 capas.
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La catedral de Toledo, escenario de la fiesta bajomedieval
DICIEMBRE
FIESTAS MÓVILES
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Sí está identificada la figura de San Lino, si bien no corresponde su lugar en la tabla toledana, a princi-
pios de octubre, con las fechas de su conmemoración en los calendarios consultados, que la sitúan el 22 ó
23 de septiembre ó el 26 de noviembre.
13
Partida I, título XXIII, ley I.
14
José SÁNCHEZ HERRERO, Op. cit., pp. 229-230.
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La catedral de Toledo, escenario de la fiesta bajomedieval
15
El sínodo celebrado por Jimeno de Luna en 1336 ya redujo las festividades a cuarenta y nueve, a las que
don Blas aún recorta en seis más. Ibid., pp. 198-199.
16
Miguel Ángel LADERO QUESADA, "La fiesta en la Europa mediterránea medieval", en Las Fiestas
Medievales. Cuadernos del CEMYR, 2, La Laguna, 1994, pp. 16-18.
17
José SÁNCHEZ HERRERO, Op. cit., pp. 306. No obstante, no parece que estas obligaciones se cum-
plieran con facilidad, a juzgar por la tarea encomendada a una de las dignidades catedralicias, el vicario de
la ciudad, que tenía entre sus cometidos velar por que se guardaran los días de fiesta, imponiendo penas a
los que "trabaxaren los días de fiesta como son los capateros y tenderos que suelen tener las puertas abier-
tas y los basureros y molineros y aguadores y otros officios": Libro Arcayos, B.C.T. MS 42-29, f. 228r.
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Así lo dispuso un estatuto dado por el arzobispo don Sancho de Aragón en 1275: A.C.T. A.12.A.1.5. A
mediados del siglo XIV su sucesor, don Juan de Aragón, precisaría que ¡a capa fuera de seda y tuviera un
valor de 50 mrs: B.N. Mss. 13041, ff. 53r-55v.
19
A las ya mencionadas como fiestas de guardar cabe añadir las de la Trinidad, la Octava del Corpus, la
Concepción de la Virgen y su Presentación en el Templo, las de la Invención y Exaltación de la Cruz, las
de San Blas, San Gregorio, San Benito, San José, Santa Marta, Santa Isabel, Santa Cecilia, Santa Catalina,
Santa Práxedes, Santa Lucía, Santa María de las Nieves y, en relación directa con Toledo, las de la Trasla-
ción de San Eugenio, la Dedicación de la Iglesia Toledana, Santa Leocadia y San Julián.
20
En la catedral primada, como en muchas otras iglesias, la celebración correspondiente a cada una de las
festividades comenzaba en las vísperas del día anterior y se prolongaba, en los domingos y solemnidades
principales, hasta unas segundas vísperas. Así lo dispuso un estatuto dado por el arzobispo Gonzalo Pétrez
en 1291: A.C.T. X.1l.C.1.3.
21
Las horas canónicas son, como es sabido, los oficios o lecturas de textos procedentes de las Escrituras,
especialmente de los Salmos, que, repartidas a lo largo de todo el día, eran claro exponente del modo de
vida monástico. Su observancia en las catedrales es un claro recuerdo de los tiempos en que los cabildos
también se regían por una regla y sus miembros hacían vida en común con el obispo. La catedral de Tole-
do repartía los oficios entre las tres horas mayores de maitines, misa mayor y vísperas, y las cinco meno-
res de prima, tercia, sexta, nona y completas.
22
B.N. Mss. 6260, f. 2v.
23
Ibid., f. 10v-l1r. La información, muy prolija, sobre las candelas que habían de arder en las diferentes
fiestas del templo la incluye la constitución de don Blas Fernández sobre las atribuciones del tesorero, ya
que era ésta la dignidad encargada de este cometido.
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La catedral de Toledo, escenario de la fiesta bajoinedieval
tinuaba por la fachada principal del templo y por la nave de la Epístola retornaba al
coro. Durante ese itinerario se hacían tres paradas o estaciones: en la capilla de San
Ildefonso, en el Sagrario, y en la puerta del Perdón, en las que se cantaban algunos
responsos y rezaban diversas oraciones24. Por su vistosidad, frecuencia y el desplie-
gue ceremonial que conllevaban eran uno de los actos litúrgicos que más muche-
dumbre congregaban y que más proyectaban la imagen jerárquica y de poder que el
cabildo quería ofrecer a la población25.
Pero las procesiones no eran el único elemento que hacía especiales las celebra-
ciones catedralicias, que se veían también enriquecidas con la predicación de sermo-
nes, ya que sus responsables se dan cuenta de la posibilidad de aprovechar la mayor
presencia de fieles, sobre todo durante la misa mayor, para ejercer una labor cate-
quética en lengua romance, dirigida a un laicado insuficientemente instruido en temas
de fe y al que el complejo ritual en latín que componía todos los oficios, sin duda le
impresionaba, pero poco aportaba a su comprensión de los dogmas y misterios del
cristianismo. Aunque las prédicas se realizaban todos los domingos y en más festivi-
dades, era sobre todo en estas solemnidades de seis capas cuando se pronunciaban los
sermones más importantes. Éstos pueden encuadrarse en dos grupos, diferentes en
cuanto a la lengua en que eran pronunciados, el tipo de público al que se destinaban
y la temática de los mismos26. Un primer grupo sería el de las "pláticas en lengua lati-
na", 7 sermones de tema concreto y especializado, exclusivamente dirigidos a los
beneficiados de la catedral y que corrían a cargo de los miembros mejor preparados
del propio cabildo. El segundo grupo, más amplio, se decía en castellano, lo cual per-
mitía que llegaran al público; en total eran 59 sermones, de los que 22 se decían al
amanecer, en capillas particulares o en diferentes lugares del templo, y los 37 restan-
tes, sin duda, los más interesantes, se predicaban a la vista de todos durante la misa,
no pudiendo ser entregados "temerariamente y sin reparo a qualquiera"27.
A este respecto, los encargados de decirlos fueron en buena medida los miem-
bros de los conventos de la ciudad en un tumo anual que empezaba el primer domin-
go de Adviento y en el que se iban sucediendo los dominicos de San Pedro Mártir, los
24
Libro Arcayos, B.C.T. MS 42-29, f. 252r-255v. El recorrido se alteraba si el día de la procesión se con-
memoraba la fiesta de alguna de las advocaciones de las capillas del templo, haciéndose en ella la prime-
ra estación.
25
Como en todas sus apariciones públicas, en las procesiones el clero catedralicio ocupaba el lugar que
tenía asignado en el cortejo en función de su beneficio, orden sacerdotal y antigüedad: abrían la marcha los
clerizones, seguidos de los capellanes, canónigos extravagantes, racioneros, canónigos y dignidades repar-
tidos en dos columnas por coros y flanqueados en cada ano de los lados por el deán y el arcediano de Tole-
do. Cerraban el desfile el preste, diácono y subdiácono semaneros y el arzobispo si estaba en la ciudad.
26
La provisión de los sermones catedralicios estaba en manos de una de las dignidades del cabildo, el capel-
lán mayor, encargado de elaborar la "tabla" e la que se consignaban los días en que habían de decirse tales
homilías, el tema sobre el que versarían y la persona o institución encargada de presentarlos públicamente.
También proveería aquellos sermones no previstos en el calendario y que acontecimientos extraordinarios
como un fallecimiento, la victoria en una batalla o una inesperada epidemia, obligarían a pronunciar ante
los fieles: B.N. Mss. 6260, f. 12r.
27
La mejor información sobre la realidad de los sermones en la catedral toledana la transmite Blas Ortiz
en la guía del templo ya mencionada, La Catedral de Toledo 1549..., pp. 224-225.
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franciscanos, desde fines del siglo XV asentados ya en San Juan de los Reyes, los
frailes de San Agustín y, circunstancialmente, algún otro monasterio de la ciudad,
como el de la Trinidad28. No obstante, el cabildo no quería permanecer ajeno a esta
actividad predicadora y encargaba los sermones de determinados días a alguno de sus
miembros más preparados, a fin de que alternaran con los religiosos citados. Para
consolidar esta práctica fue decisiva la creación en 1476 de la canonjía de oficio
magistral, cuyo titular, licenciado o doctor en Teología, tendría a su cargo la predica-
ción de los sermones más solemnes programados en el calendario29. Los capitulares
estaban obligados a preparar cuidadosamente sus discursos, habida cuenta de la gran
afluencia de público a los oficios y también de la competencia que se crearía con los
predicadores especializados de las diferentes órdenes religiosas. Por eso el cabildo no
ponía reparos en conceder algunos días de permiso a aquel de sus componentes que
así lo solicitara, con el fin de concentrarse en su tarea30.
Asi pues, mayor presencia de celebrantes, vestimentas ricamente bordadas, tañi-
do de campanas, procesiones con reliquias, profusión de velas y candelas, contribui-
rían a crear un ambiente de verdadero esplendor litúrgico, que no estaría completo si
no considerásemos la contribución de otra importante parcela que ayudaba a dar aún
más realce a estas fiestas. Nos referimos a la música interpretada durante las celebra-
ciones, pues desde los siglos XV y XVI las catedrales son los principales motores de
la creación musical, que se concibe, compone e interpreta para servir a los fines de la
liturgia. Las diferentes misas y oficios catedralicios constituyen el escenario en el que
se desarrolla un repertorio musical que se moldea en función de las fiestas del calen-
dario y del santoral eclesiástico, ya que cada una de ellas demandará obras, textos y
formas musicales distintas31. En Toledo serán, lógicamente, las fiestas de seis capas
las que reclaman las piezas más acabadas, contribuyendo a elevar el tono de las mis-
mas. Aunque es en el siglo XVI cuando la música de la catedral primada alcanza su
máximo esplendor -hasta el punto de que el repertorio toledano se interpreta en la
Capilla Real de Felipe II y en la de El Escorial- ya en el siglo anterior se aprecia una
presencia importante32. En ellos participaban de manera especial clerizones, seises,
cantores y organistas contratados, que ponían todo de su parte para lograr una inter-
28
Las Acias Capitulares nos dan noticia de la concordia realizada el 31 de enero de 1475 entre el cabildo
y los frailes del monasterio de San Agustín por el que "en adelante tengan el cargo de faser los sermones
en esta su iglesia segund esta en el calendario": A.C.T. Actas Cap. I, f. 76r.
29
La erección de esta canonjía, así como de la doctoral, no es exclusiva de Toledo, sino de todas las igle-
sias de Castilla y León, y es responsabilidad de Sixto IV en bula fechada en Roma el 27 de abril de 1476:
A.C.T.A.12.A.2.4.
30
A.C.T. Actas Cap. II, 48v. (1493, marzo, 15).
31
Samuel RUBIO, "La Música religiosa española en los siglos XV y XVI", en Historia de la Iglesia en
España, t.III-2°, Madrid, B.A.C., 1980, pp. 553-583.
32
El trabajo que mejor analiza la vida musical de la catedral toledana es el de François REYNAUD, La
Polyphonie Toledane et son milieu. Des premiers témoignages aux environs de 1600, CNRS Editions, Bre-
pols Paris, 1996. Otras referencias en Felipe RUBIO PIQUERAS, Música y Músicos Toledanos, Toledo,
1923, y Códices polifónicos de la S.I.C.P. de Toledo, Toledo, 1925; Ramón GONZÁLVEZ RUIZ, "La
Música", en La Catedral de Toledo 1549..., pp, 59-66.
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La catedral de Toledo, escenario de la fiesta bajomedieval
33
Op. cit.,p. 155.
34
Libro Arcayos, B.C.T. MS 42-29, ff. 256r-258r. De todas formas algunas de estas procesiones medias se
aplicarían a fiestas de seis capas dedicadas a santos y sanias no tan principales (San Blas, San José, San-
tos Felipe y Santiago, San Lorenzo, San Bartolomé, Santo Tomás, Santa Catalina, Santa María de las Nie-
ves, Santa Lucía), y a otras conmemoraciones que tenían a !a cruz o a la Virgen como centro: Invención,
Triunfo y Exaltación de la Santa Cruz, y Presentación de María en el Templo.
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ben su nombre del número de lecciones y responsos que se decían durante el oficio
de la misa y de los maitines35. En ellas se conmemoraba a santos y santas de "segun-
do orden", entre los que había papas (Marcelo, Fabián, Cleto, Pedro Celestino, Félix,
Esteban, Marcos, Calixto, Clemente, Dámaso); obispos (Hilario, Fructuoso, Policar-
po, Juan Crisóstomo, Ignacio, Torcuata, Gregorio Nacianceno, Marcelino, Luis de
Toulouse, Remigio, Lino, Bricio, Pedro Alejandrino); eremitas (Pablo); abades
(Mauro, Mayolo, Odón); reyes (Fernando de Castilla, San Luis de Francia); y un gran
repertorio de ochenta mártires, entre los que se encuentran los más venerados de His-
pania, las Galias, Roma y Oriente. Sobre su forma de celebración nada nos dicen los
ceremoniales y estatutos catedralicios, al margen de los rezos que su propia denomi-
nación lleva aparejados.
5.- Por fin, habría que hablar de las diferentes "dominicas", es decir, las cele-
braciones de los domingos, que con ser importantes porque conmemoraban el día del
Señor, realizan el rito de forma más sencilla y desprovista del exceso de artificio de
algunos días. Diferente era el caso, no obstante, en que los domingos coincidían con
alguna de las fiestas de seis o cuatro capas, bien de manera fortuita, bien por ser Pas-
cua, Trinidad o Pentecostés que siempre se conmemoraban en domingo, lo cual obli-
gaba a seguir el ritual propio de ¡as solemnidades especiales. Al margen de esta cir-
cunstancia, todos los domingos del año -tanto los simples u ordinarios, como los que
coincidían con la octava de alguna fiesta importante- se pronunciaban sermones y se
hacían procesiones. En los primeros el cortejo salía del coro, se dirigía a la capilla de
Santa Lucía, donde hacía estación, continuaba bordeando la capilla mayor, y hacía
sendas paradas en la capilla de Santa Cruz y en el altar de Santa Elena. Por su parte,
los domingos "infra octavas" tenían un recorrido similar, aunque sólo hacían estación
en la capilla de San Ildefonso36.
Hasta aquí, el ceremonial específico que se desarrollaba en cada una de las fies-
tas celebradas en la catedral. Pero, al margen del conjunto de gestos y ritos que el
cabildo desplegaba en cada una de ellas, es importante conocer la forma en que eran
percibidos por el pueblo, esto es, por los diferentes fieles que se acercaban al templo
para participar de las misas, procesiones y demás actos rituales descritos. Aunque esta
circunstancia es difícil de medir, pues la visión de los espectadores no ha dejado tes-
timonios directos y las escasas referencias conservadas proceden de los organizado-
res de los actos, lo cierto es que artesanos y comerciantes de Toledo, así como cam-
pesinos de los alrededores, quedarían cautivados ante el boato desplegado en las
celebraciones catedralicias, al tiempo que serían testigos directos del poderío del
cabildo y, consecuentemente, del peso que la religión y la Iglesia tenían en sus vidas.
Ello se ponía todavía más claramente de manifiesto en algunas fiestas -básicamente
35
Esta denominación, no obstante, es un tanto confusa, porque el rezo de las lecciones y responsos no es
privativo de estos días, sino que era uso habitual de todo oficio catedralicio. Así, las fiestas de seis y cua-
tro capas eran también fiestas de nueve lecciones y las de dos capas de tres lecciones. Ignoramos porqué
don Blas se refiere a ellas de esta forma.
36
Libro Arcayos, B.C.T. MS 42-29, f. 2S9r-262v.
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La catedral de Toledo, escenario de la fiesta bajomedieval
Uno de los aspectos que más sorprenden al analizar el pasado medieval de nues-
tras catedrales, es que no eran instituciones que vivían replegadas en sí mismas, sino
que se relacionaban con su entorno urbano a través de múltiples iniciativas políticas,
culturales o asistenciales y, por lo que ahora nos interesa, de la organización de nume-
rosos festejos religiosos de gran atractivo, no exclusivamente piadoso, para la pobla-
ción. En la catedral de Toledo, esta proyección religiosa estuvo especialmente cuida-
da, hasta el punto que una de las catorce dignidades del cabildo, el vicario de la
ciudad, tenía como ocupación principal la de velar por que aquellas celebraciones
catedralicias que entraban en un contacto más directo con el pueblo se desarrollaran
con el respeto y honestidad debidas tanto por parte de los asistentes, como de los cele-
brantes, a fin de que dieran un ejemplo aleccionador a los fieles. Esta labor inspecto-
ra, en la que el vicario estaba auxiliado por un fiscal, se volcaba preferentemente en
aquellas actividades que se desarrollaban en el exterior del templo, caso de las pro-
cesiones por las calles de la ciudad, en las que el cabildo solía ir acompañado por
representantes del clero parroquial y conventual de la ciudad, así como del Ayunta-
miento ciudadano. En todas estas salidas la corporación ponía todo su empeño en
diferenciarse de los otros clérigos por la riqueza del vestuario y demás objetos litúr-
gicos y, desde luego, en mostrar al exterior la pujanza de su grupo37.
A continuación, destacaremos algunas fiestas que por los actos que desarrollan
estaban especialmente pensadas para el disfrute popular, tanto si se conmemoraban
en fechas fijas anotadas en el calendario catedralicio, como si estaban motivadas por
imprevisibles acontecimientos, algunos de índole política o guerrera, pero en los que
el cabildo también tenía una participación importante. Para una mayor claridad, dife-
renciaremos aquellas en las que el cabildo era el máximo organizador, de las dis-
puestas por otras instancias -reyes, parroquias, ayuntamiento- en las que le corres-
pondía un papel más secundario.
37
El fiscal auxiliar del vicario iba dentro de la procesión vigilando cuanto en ella sucediese: penaba a los
integrantes del desfile si no asistían, llegaban tarde o lo abandonaban antes de tiempo, obligaba al público
asistente a descubrir su cabeza cuando llegaba la clerecía, y ordenaba retirar del recorrido procesional
aquellas "tablas" consideradas deshonestas y poco acordes con el sentido religioso del cortejo que desfi-
laría ante ellas. Libro Arcayos. B.C.T. MS 42-29, f. 228r-228v.
227
MARÍA JOSÉ LOP OTÍN
A. EL "CORPUS CHRISTI"
No cabe duda alguna de que los mayores esfuerzos y gastos del cabildo iban des-
tinados a organizar esta fiesta, en la que la evidente faceta religiosa -su centro es la
conmemoración del sacramento eucarístico- se completa con un marcado compo-
nente popular y lúdico. En su organización y financiación participaban, además, los
sectores civiles más influyentes de la ciudad -ayuntamiento, gremios y cofradías de
oficios-, lo que, amén de convertirla en una de las fiestas urbanas por excelencia,
hacía que tanto sus autoridades como sus habitantes vivieran durante esos días vol-
cados en conseguir unos fastos para el disfrute de todos.
Dejando a un lado la exposición de aspectos por todos conocidos sobre los orí-
genes de la fiesta, así como lo relativo a su llegada e implantación en la Península
Ibérica38, nos centraremos exclusivamente en su realidad en la ciudad de Toledo. A
este respecto, sabemos que en torno a 1336 la celebración del "Corpus Christi" ya
estaba perfectamente considerada entre las solemnidades del calendario litúrgico
toledano, y como tal se menciona en el sínodo que en esa fecha convocó en Alcalá
el arzobispo Jimeno de Luna39. A partir de entonces y durante los siglos XIV y XV
la celebración del "Corpus" se va definiendo con todo su ritual y, muy especialmen-
te, con el solemne desfile procesional que se realizaba durante la misma40, sí bien
ello no implica que el volumen de documentación conservada sea abundante para
estas centurias41. Referir cuando sabemos acerca del contenido de esta fundamental
fiesta toledana desbordaría el espacio asignado para este trabajo. Por ello y por ser
un tema muy estudiado42, nos limitaremos a señalar sucintamente aquellas cuestio-
38
Para adentrarse en estos y otros aspectos relacionados con esta fiesta remitimos al lector a la obra colec-
tiva de reciente aparición, Gerardo FERNÁNDEZ JUÁREZ y Fernando MARTÍNEZ GIL, (Coords.). Op.
cit.
39
José SÁNCHEZ HERRERO, Op. cit., pp. 198. Anselmo GASCÓN DE GOTOR, El Corpus Christi y las
custodias procesionales españolas. La Academia, Barcelona, 1916, apuntó la hipótesis, de difícil compro-
bación, de su posible conmemoración ya en 1280, con la presencia en la ciudad de Alfonso X, algo que no
está contrastado por las fuentes y que se apoya en la posible introducción de la fiesta en la sede primada
por su arzobispo, Sancho de Aragón, que la habría conocido en algunas ciudades de la Corona aragonesa
de la que era originario. También Ramón GONZÁLVEZ en el trabajo que citamos en la nota 53 aventura
otra hipótesis: que llegara de la mano de Gonzalo Pétrez, quien antes de ser elegido en 1280 para la sede
primada, había sido testigo directo en Roma de la erección de la celebración del "Corpus" por el papa
Urbano IV en 1264.
40
En 1372 se constata por primera vez el precio que costaban las candelas que ardían a lo largo de la pro-
cesión: A.O.F. 929, Posesiones del Reñtor, f. 75v.
41
En efecto, las noticias sobre esta primera época son bastante fragmentarias y tienen una casi exclusiva
dimensión económica, ya que proceden de los fondos de Obra y Fábrica en los que se consignaban los gas-
tos que el cabildo y la obra catedralicia tenían que afrontar ante la organización de la fiesta. Ello nos obli-
ga a depender de los más numerosos testimonios referidos a época moderna, ya que será a partir del siglo
XVI, especialmente después de Trento, cuando se produzca la verdadera eclosión de la festividad.
42
Los estudios sobre la fiesta del Corpus en Toledo ofrecen una tremenda variedad, ya que algunos tienen
una dimensión más "turística" o laudatoria que propiamente histórica. Entre todos ellos destacaremos los
228
La catedral de Toledo, escenario de la fiesta bajomedieval
de Juan Estanislao LÓPEZ GÓMEZ, La procesión del Corpus Christi en Toledo, IPIET, Toledo, 1987, y
El Corpus de Toledo, Toledo, 1999; José MARTÍN MORALES, Corpus Christi en Toledo, Gómez-Menor,
Toledo, 1982; Ángel FERNÁNDEZ COLLADO, La Catedral de Toledo en el siglo XVI. rula, arle, per-
sonas. Diputación Provincial, Toledo, 1999, y "Eucaristía y Corpus Christi en Toledo", en Toletana. Cues-
tiones de Teología e Historia, n° 1 (1999), pp. 121-149; Hilario RODRÍGUEZ DE GRACIA, El Corpus en
Toledo. Fiesta religiosa y profana en los siglos XVI y XVII, Caja Castilla-La Mancha, Toledo, 2001. Los
trabajos que más datos aportan sobre la realidad del Corpus toledano en la Baja Edad Media son los de
Ramón GONZÁLVEZ RUIZ, "El Corpus de Toledo en los siglos XIV y XV", en Memoria Ecclesiae, XX,
Oviedo, 2002, pp. 211-240, que analiza los primeros pasos de la celebración, y Carmen TORROJA
MENÉNDEZ y María RIVAS PALA, "Teatro de Toledo en el siglo XV. El Auto de la Pasión de Alonso del
Campo", en Boletín de la Real Academia Española, Anexo XXXV, Madrid, 1977, en el que se recuperan
abundantes referencias dispersas entre los legajos del Archivo de Obra y Fábrica sobre los gastos realiza-
dos para la fiesta.
43
La descripción detallada del ritual seguido es de una fecha tardía, 1595, y se recoge en esa compilación
de datos y referencias que hace el racionero Arcayos. B.C.T. MS 42-29, ff. 530r-535r.
44
Ésta, paseada sobre unas andas ricamente adornadas, quedaba a buen recaudo en una custodia de plata
mencionada por Jerónimo Münzer en 1495 entre las joyas de la catedral, quien la consideró "la mejor cus-
todia de plata que he visto en mi vida, cuyo peso es de 800 marcos": Viajeros por la Historia. Extranjeros
en Castilla-La Mancha, Junta de Comunidades, Toledo, 1997, p. 55. Perdida al parecer durante la guerra
de las comunidades, su lugar lo ocupa desde el siglo XVI la bellísima custodia realizada por Enrique de
Arfe.
229
MARÍA JOSÉ LOP OTÍN
cesional. Este es otro de los aspectos que más distingue a la celebración del Corpus
y que más asombro causaba al visitante, el entrar en contacto con toda una ciudad
puesta al servicio de la fiesta y engalanada con tapices, colgaduras y toldos para que
pasara el Sacramento, los llamados "cielos". Ello, unido al sonar incesante de cam-
panas y melodías sacras ha llevado a afirmar que durante ese día "toda la ciudad se
convertía en un templo"45.
Ahora bien, si sólo hubiese sido esto, estaríamos ante una fiesta más, muy
solemne desde luego, pero que no justifica el enorme arraigo popular que adquirió ya
durante los siglos bajomedievales. Y es que, sin duda, el "Corpus Christi" era mucho
más; al lado del espectáculo religioso, la fiesta era también un gran espectáculo pro-
fano en el que a través de músicas, danzas, desfiles de seres fantásticos y representa-
ciones teatrales, se hacía partícipe a toda la población de la alegría por la conmemo-
ración de este misterio de fe. En Toledo ese cariz eminentemente popular lo ponían,
además de diversos juglares, músicos y danzantes46, una serie de personajes imagina-
rios y fantásticos, encabezados por la "Tarasca", serpiente-dragón que solía abrir todo
el cortejo procesional y causaba verdadero asombro, y hasta algo de temor entre los
asistentes. También los trece gigantones y las gigantillas o cabezudos que la seguían
harían las delicias del público, ataviados con vistosos tocados y colores47.
El entusiasmo popular ante esta parte profana del desfile no gustaba a los ecle-
siásticos porque distraía a los fieles del núcleo central de la conmemoración y de la
dimensión religiosa de este día. De ahí, las duras críticas vertidas en el concilio pro-
vincial de Aranda de 1473, en el que Camilo critica los juegos teatrales, las másca-
ras, monstruos y espectáculos deshonestos que tenían lugar durante algunas fiestas y
que se trasladaban al interior de las iglesias, originando tumultos e impidiendo el
recogimiento interior de los fieles48. Siete años después, en el sínodo de Alcalá, rati-
fica la medida y vuelve a recordar la necesidad de guardar el honor y honestidad de
los templos santos, especialmente de la catedral, pero consciente de que erradicar
estas prácticas era difícil, admite que se realicen siempre que se impida que las figu-
ras entren en la iglesia y que se digan en ella palabras y hechos torpes que "acerca de
los fíeles traen escándalo e resfriamiento de devoción"49. En ningún caso se planteó
45
Rosario DIEZ DEL CORRAL, Arquitectura y mecenazgo. La imagen de Toledo en el Renacimiento,
Alianza Editorial, Madrid, 1987, p. 300.
46
Un atractivo estudio sobre el tema, aunque para periodos más avanzados en Francois REYNAUD, "Con-
tribulion a l'étude des danscurs et des musiciens des fétes du Corpus Christi et de l'Assoinption a Tolède
aux XVI et XVII siècles", en Mélanges de la Casa de Velázquez, X (1974), pp. 133-168.
47
Juan Estanislao LÓPEZ GÓMEZ, Los gigantones y la Tarasca de Toledo, Cofradía del Gremio de los
Hortelanos de Toledo, Toledo, 1996.
48
José SÁNCHEZ HERRERO, Op. cit., p. 295. La constitución conciliar no se refiere específicamente a
las celebraciones del Corpus, ni exclusivamente a Toledo, ya que iba dirigido a las demás catedrales e igle-
sias de su provincia. El texto especifica que también en la Navidad y en torno a las fiestas de San Juan, San
Esteban y los Santos Inocentes debían realizarse algunos de estos juegos, muy mal vistos por la cúpula
eclesiástica. Sin embargo, pensamos que al hablar de monstruos y máscaras sus críticas aludían igualmen-
te a los seres imaginarios que desfilaban en el Corpus.
49
Ibid., pp. 309-310.
230
La catedral de Toledo, escenario de la fiesta bajomedieval
desterrarlas de las calles de la ciudad, máxime cuando la propia corporación era pro-
pietaria de algunos gigantones.
Pero no todas las actividades lúdicas son objeto de crítica; de hecho, Carrillo se
muestra mucho más permisivo con aquellas diversiones y espectáculos que movían a
la piedad y devoción popular, y que también el cabildo consiente y costea a fin de que
sean interpretados durante las principales solemnidades. Desde 1445 hay noticias de
que el cabildo asignaba cantidades a los "juegos del Cuerpo de Dios" -en 1456 lla-
mados ya "representaciones"-, cantidades, sin duda, elevadas, pues los autos sacra-
mentales se llevaban la parte más cuantiosa de los gastos catedralicios para la fiesta.
No sólo había que pagar a los actores y comediantes encargados de interpretar estos
dramas sacros, sino proporcionarles un vestuario y construir o reparar los carros y
carretas que servían de escenario, sencillo pero muy adornado, a las diferentes actua-
ciones, realizadas tanto dentro como fuera del templo50. Las obras representadas com-
pondrían un repertorio de unos treinta títulos que en tomo a 1500 se turnarían en las
celebraciones, siendo por término medio, siete los autos representados cada año en tal
día, tanto durante la procesión como por la tarde51.
Lo cierto es que con tantos actos paralelos o integrados en la procesión, ésta ten-
dría una larga duración, lo que haría que la fiesta se extendiera durante buena parte
de la mañana. Por la tarde, y siguiendo con ese tono popular del día, el Ayuntamien-
to organizaba juegos de cañas, torneos y, sobre todo, corridas de toros que harían las
delicias de todos los sectores urbanos, incluido el cabildo, que trataba de ocupar los
principales puestos en las tribunas que se levantaban en Zocodover para los especta-
dores de mayor rango. Por si todo ello fuera poco, las conmemoraciones del Corpus
no se podían dar por concluidas hasta la celebración de su octava, en la que, aunque
no con tanta espectacularidad, también había procesión por el interior del templo y
escenificaciones sacras, conociéndose popularmente la fiesta como el "Corpus chi-
co".
50
En el primer caso, la Obra levantaba entre los dos coros estrados y tribunas para disfrute de beneficiados
y personalidades invitadas. En el exterior, se realizaban escenificaciones delante de la Puerta del Perdón,
para que el Ayuntamiento pudiera verlos desde su tablado, asi como en otros puntos del recorrido proce-
sional, ya que los carros tirados por peones, se integraban en el conjunto del desfile, y, llegado el momen-
to, se transformaban en escenarios desde los que todos podían ver y escuchar a los actores.
51
Carmen TORROJAy María R1VAS PALA, en la obra ya citada son las que recogen los datos sobre esta
actividad teatral a partir de la información reunida en diferentes libros del Archivo de Obra y Fábrica. Antes
de este trabajo expusieron un pequeño avance en "Teatro religioso en Toledo en 1500", en V Simposio Tole-
do Renacentista, III, Publicaciones del C.U.T., Madrid, 1980, pp. 113-124.
231
MARÍA JOSÉ LOP OTÍN
52
Sucede, no obstante, que la documentación medieval conservada para todas estas celebraciones no es
muy numerosa. Vuelven a ser las autoras citadas en la nota anterior las que más información ofrecen al
recoger las noticias que diferentes libros de Obra y Fábrica proporcionan sobre los gastos que originaba su
organización y la realización de esos artificios.
53
La guía de Blas Ortiz, Op. cit., pp. 159-163, deja un interesante relato del papel de San Ildefonso como
defensor de la virginidad de María y de! agradecimiento de la misma plasmado en su descensión a la cate-
dral para imponer la casulla de obispo a Ildefonso. La catedral alberga incluso una capilla, la de la Des-
censión, en la que se dice está la piedra sobre la que se posó la Virgen. Interesantes noticias también en
Federico-Mario BELTRÁN TORREIRA, "San Ildefonso de Toledo y el culto a la Virgen en la Iglesia His-
pano-Visigoda: Problemas históricos y doctrinales", en Devoción mariana y sociedad medieval, Instituto
de Estudios Manchegos, Ciudad Real, 1988, pp. 439-454.
54
A.O.F. 769, f. 43r.
232
La catedral de Toledo, escenario de la fiesta bajomedieval
Otra de las fiestas mayores del templo era el Domingo de Resurrección, con el
que se ponía fin a los actos desarrollados a lo largo de la Semana Santa y de toda la
Cuaresma. Así, durante la Semana Santa se hacían una serie de gestos y actos sim-
bólicos en "remembrança de la pasión de Ihesu Christo", que incluían la preparación
del monumento con cirios y la colocación de una corona de espinas y un paño man-
chado de sangre sobre la imagen de Cristo55. Significado especial tenían las celebra-
ciones del día de Pascua, particularmente la "Visitado Sepulchri", que escenificaba el
descubrimiento del sepulcro vacío por las llamadas "Marías de la Pasión" y el consi-
guiente anuncio de la Resurrección del Señor56. Además, todo el ciclo de la Cuares-
ma era uno de los momentos más apropiados para la predicación de sermones, tanto
esos en lengua latina más especializados y destinados a los propio clero catedralicio57,
como los dirigido al gran público. Pese a las pocas noticias conservadas, las Actas
Capitulares han dejado constancia del reparto de sermones que se hizo durante la
Cuaresma de 1493, así como del salario que se pagó a los predicadores. El cabildo
ordenó librar 4.000 mrs. para repartirlos por igual entre las cuatro personas encarga-
das de los sermones, a saber: los viernes el maestro franciscano Alonso de Espina; los
domingos después de comer el monasterio de la Trinidad; los lunes el monasterio
dominico de San Pedro Mártir, y los miércoles el bachiller Guillén, de quien no cons-
ta su procedencia58. También eran importantes en los días de Cuaresma las procesio-
nes llamadas "letanías", de claro sentido penitencial, realizadas con el fin de preparar
el espíritu para el misterio que se estaba a punto de conmemorar59.
Sobre los actos realizados en torno a la tercera fiesta mayor, la celebración de
Todos los Santos el primero de noviembre, tenemos muy pocas noticias, pero hemos
de suponer que en ellas se desplegaría todo el ceremonial ya señalado para las fiestas
de seis capas. Sí sabemos que se decía un sermón en latín el día posterior dedicado a
la memoria de los difuntos.
Al margen de estos tres grandes días, había otros ciclos litúrgicos que, por su
importancia, obligaban al cabildo a conmemorarlos de forma especial. Es e! caso del
ciclo de Navidad, también propenso a la fiesta y a la escenificación. Los días finales
del mes de diciembre y los primeros de enero dejan constancia de muchos actos, algu-
nos de signo burlesco como veremos en el siguiente apartado, y otros claramente con-
memorativos del acto principal del cristianismo, el nacimiento de Jesucristo. El día
de Navidad sería especialmente celebrado con procesiones, desfile de reliquias y
escenificaciones del misterio en las que la figura de los pastores -clerizones disfra-
zados- tenía un importante protagonismo junto a la propia Virgen y al Niño. Pero al
55
Ibid., 761, ff. 18r y21v.
56
A.O.F. 763, f. 32v.
57
De ellos se decían cuatro: el Miércoles de Ceniza, dedicado al menosprecio de las cosas humanas; Jue-
ves y Sábado Santo, referidos a la institución de la Eucaristía y a la sepultura del Señor, respectivamente;
por fin, el lunes de Pascua el predicador ha de hablar sobre la alegría de ver a Cristo resucitado.
38
A.C.T. Actas Cap. II, ff. 47v y 49v. (1493, febrero 18, y abril, 1).
59
En ellas la costumbre era ir desde la catedral a la parroquia de San Salvador, pero, en ocasiones, algunas
circunstancias alteraban el recorrido, como en 1493, en que por obras se va al convento de la Trinidad:
A.C.T. Actas Cap. II, f. 50r. (1493, mayo, 8).
233
MARÍA JOSÉ LOP OTÍN
60
Ramón GONZÁLVEZ RUIZ, La Navidad en la Catedral de Toledo, Antonio Pareja (ed.), Toledo, 2002.
61
A.O.F. 764, f. 40r.
62
Uno de los trabajos que mejor analiza este tipo de festividades es el de Jacques HEERS, Carnavales y
Fiestas de heos, Ed. Península, Barcelona, 1988, que vuelve sobre el tema en "Carnavals et fêtes des fous
au Moyen Âge" en Las Fiestas medievales. Cuadernos del CEMYR, 2, La Laguna, 1994, pp. 167-181. En
la misma obra de conjunto es de interés el artículo de E. POPEANGA, "La Desacralización del mundo
medieval o el "mundo al revés", pp. 89-103.
234
La catedral de Toledo, escenario de la fiesta bajomedieval
63
Si se conser/an dos textos en catalán correspondientes a los sermones pronunciados por el obispillo o
"Bisbetó". En ellos, tras una presentación por otro clerizón que alababa sus méritos, tomaba la palabra el
obispo que glosaba la festividad del día y otros episodios relativos a la infancia (Reyes Magos, Matanza
de los Inocentes), culminando con una sátira, no irreverente, contra clérigos, nobles, artesanos y mujeres.
Luis RUBIO GARCÍA, "Las representaciones sacras en Lérida", en Estudios sobre la Edad Media
española. Murcia, 1973, pp. 34 y ss; Martín DE RIQUER, Historia de la literatura catalana, t. II, Ariel,
Barcelona, 1984, pp, 258 y ss.
64
De esta forma, era fácil ver a las dignidades actuando como pertigueros y portadores de cirios, a los canó-
nigos haciendo de perreros, incensarios y portadores del misal, y a los racioneros ayudando a vestir al obis-
pillo. Libro Arcayos. B.C.T. MS 42-29, ff. 562r-563r.
235
MARÍA JOSÉ LOP OTÍN
Una vez realizados estos actos en el interior del templo, la fiesta se trasladaba a
las calles de la ciudad, donde todo el cortejo desfilaba en ese mismo tono ante un
público atónito que disfrutaba sobremanera con esa inocentada permitida en la que se
expresaba una crítica burlesca hacia la actividad de los capitulares -a quienes el obis-
pillo multaba y juzgaba si lo consideraba oportuno- y, al propio tiempo, una pedago-
gía destinada a mostrar la fragilidad de las jerarquías humanas. El día concluía con
un banquete costeado con los pequeños fondos recaudados durante el recorrido y con
la aportación que hacía el propio cabildo. La única referencia conservada presenta a
éste destinando 1.000 mrs. del refitor en 1490 "para comyda" 65 . También el prelado
contribuía con una cantidad, o al menos eso hizo Cisneros entre 1495-1502 otorgan-
do 200 mrs. anuales66. El entusiasmo popular ante este mundo organizado al revés, los
efectos del banquete y el tono de chanza que desde un principio presidía la fiesta des-
embocaban en ciertos actos grotescos, irreverencias y mofas, en un efímero "mundo
al revés" destinado a excitar la humildad de las jerarquías.
Una de las críticas más severas a las situaciones que provocaba la fiesta la rea-
liza el arzobispo Carrillo, a quien ya vimos poniendo límites a diferentes actos des-
honestos y comedias que se hacían en determinadas fechas. El concilio provincial de
Aranda de 1473 señala claramente a los que se hacían "en la fiesta de la Natividad de
Nuestro Señor Jesucristo y San Esteban, Juan y los Inocentes", es decir, todas las que
estaban relacionadas con este ciclo invernal. El prelado habla incluso de "turpia car-
mina et derisorii sermones", que impedían la celebración de los oficios divinos y en
nada alentaban a la devoción del pueblo; es por ello que los prohibe y castiga a quie-
nes los permitieran con una multa y la pérdida por un mes de su ración67. Veinte años
después no habrían cambiado demasiado las cosas a juzgar por el recordatorio que en
1492 ha de hacer el cabildo para que guarden las disposiciones de Carrillo, debido a
que los días que iban desde San Nicolás a los Inocentes "se fasian e desian cosas des-
onestas de que el pueblo tomava mal exemplo"68.
Lo cierto es que se inicia una corriente de opinión contraria a este tipo de cele-
braciones burlescas, que llevan a poner cortapisas e incluso a prohibir la fiesta en
algunas catedrales durante los primeras décadas del siglo XVI, hasta su definitiva
supresión en el concilio de Trento. En Toledo se siguió esta misma tónica. En torno a
1518 se prohibieron los sermones realizados por el obispillo, ya que provocaban "a
risa y otras vanidades al pueblo", y pasaron a ser pronunciados por "personas doctas
y de autoridad". La situación debía preocupar sobremanera al cabildo que en enero de
1538 escribió a su prelado, a la sazón el cardenal Juan Pardo Tavera, poniéndole en
antecedentes de todos los conflictos que generaba la celebración de esta fiesta y soli-
citándole un pronunciamiento sobre el tema. En la carta se recogen los diversos pare-
65
A.C.T. Actas Cap. II, f. llr. (1490, noviembre, 26).
66
José GARCÍA ORO y María José PORTELA SILVA, "El Gobierno Toledano del Cardenal Cisneros en
las cuentas", en Toletana. Cuestiones de Teología e Historia, 2 (2000), p. 88. Los autores entienden equi-
vocadamente que esta cantidad es "para gratificación del obispo auxiliar, llamado obispillo de San Nico-
lás", y no para los gastos de la fiesta.
67
José SÁNCHEZ HERRERO, Op. cit, p. 295.
68
A.C.T. Actas Cap. II, f. 44r (1492, diciembre, 7).
236
La catedral de Toledo, escenario de la fiesta bajomedieval
ceres que los canónigos tenían sobre la cuestión: unos, los más numerosos, eran par-
tidarios de acabar con la celebración de la misma forma que se había hecho en otras
iglesias, alegando que los festejos traían consigo "danças y hombres armados y otras
cosas no muy honestas a la yglesia para provocar a plazer al pueblo"; por el contra-
rio, otro sector se resistía a acabar con una "costumbre tan antigua e inmemorial", a
la que se ve como un ejemplo de humildad, y, todo lo más, admitía que se reforma-
ran aquellas prácticas que impedían que "se çelebrase el ofiçio divino con mas paçi-
ficaçión y decencia"69.
Cada una de las partes se apoyaba en sólidos argumentos canónicos, y lo cierto
es que, aunque no conocemos la respuesta del arzobispo, se fue imponiendo la pos-
tura más intransigente y así, ese mismo año e! cabildo, reiterando los escándalos que
solía haber en la fiesta "a causa de la mucha gente que a ella concurria", ratificó la
prohibición del sermón y la bendición que daba el obispillo, así como la costumbre
de sentarse en las sillas altas70. La fiesta se va poco a poco desvirtuando y privando
de algunos de sus elementos más significativos, hasta su total abolición que llegó en
el Concilio provincial toledano de 1565, primero que se celebró en la provincia ecle-
siástica después de las resoluciones de Trento71.
De esta forma se acaba con la fiesta más atractiva por su innovación y ruptura
del orden establecido de cuantas se celebraban en la catedral primada. Ahora bien, ese
carácter transgresor no va más allá de unos días al año, pasados los cuales la catedral
y su cabildo volvían a recuperar, con más fuerza si cabe, el mando de la situación y
la autoridad sobre los jóvenes clerizones. Por eso los responsables catedralicios con-
sentían la celebración de estas "travesuras" en las que canónigos y dignidades eran
objeto de chanzas y sátiras, sabedores de que, por mucha parodia que se hiciese, el
control de la situación era suyo y la duración de la libertad efímera. Heers pone el
dedo en la llaga al afirmar que, aunque de modo burlesco, la fiesta del obispillo deja
constancia en la ciudad que la celebra de la pujanza del grupo catedralicio, del que
también forman parte estos servidores o protegidos que por un día tocan la gloria.
Ésta es para el autor la clave que explica el interés que incluso los canónigos más
ricos y eruditos tenían en esta fiesta y el porqué la toleraban a pesar de las irreveren-
cias que se lanzaban contra ellos72. Algunos autores, no obstante, piensan que el inte-
rés del cabildo al consentir la fiesta no era sólo el de reforzar su poder. También mira-
ba por la formación de ¡os clerizones y de ahí que dé a la fiesta un contenido
didáctico, ya que el sermón que tenían que pronunciar y el resto de sus actuaciones
en el coro eran una forma de aficionar a los jóvenes al oficio sacro y de proporcio-
69
A.C.T. I.6.C.1.13. (1538, enero, Toledo).
70
Libro Arcayos, B.C.T. MS 42-29, f. 563r.
71
Un estudio sobre el concilio, que incluye además la publicación de sus actas en Ángel FERNANDEZ
COLLADO, El Concilio Provincial Toledano de 1565, Instituto Español de Historia Eclesiástica, Roma,
1995.
72
Jacques HEERS, Op. cit., pp. 170-171.
237
MARÍA JOSÉ LOP OTÍN
narles una suerte de "ensayo" de lo que podrían ser sus ocupaciones habituales si
decidieran seguir la carrera eclesiástica73.
D. FIESTAS EXTRAORDINARIAS
Las fiestas anteriormente citadas se realizaban en una fecha fija, estaban pro-
gramadas y se sabía desde el inicio del año litúrgico cuando correspondía conmemo-
rarlas. Junto a ellas, hay otra serie de festividades que surgían de forma imprevista y
extraordinaria, pero que obligaban a la catedral a participar en ellas, tanto económi-
camente como desde el punto de vista organizativo. Cuatro eran los momentos que
propiciaban esas celebraciones:
1.- Uno de los acontecimientos que mayor ocasión proporcionaba para la orga-
nización de festejos por la catedral era, sin duda, el recibimiento por vez primera del
nuevo arzobispo. Ello, importante para cualquier ciudad, tenía un significado especial
para Toledo, al ser su prelado el primado "de las Españas" y tener, al margen del peso
religioso, una influencia política de gran alcance. La trascendencia del momento era
tal que un amplio estatuto capitular está dedicado precisamente a exponer "De como
se ha de haçer resçibimiento al Arçobispo de Toledo quando viniere a Toledo"74. En
el mismo se señala, con extraordinario detalle el complicado protocolo que rodea
estos actos, en los que tanto el propio prelado como el cabildo debían realizar una
serie de gestos que comenzaban a prepararse dos o tres días antes de la llegada, cuan-
do se reunía la corporación y tomaba todas las medidas necesarias, entre las que una
de las primeras consistía en implicar al Ayuntamiento toledano, solicitando su cola-
boración y asistencia a las ceremonias preparadas a tal efecto. El momento central era
el cortejo en el que los diferentes sectores del clero catedralicio desfilaban acompa-
ñando al arzobispo -al que una representación había ido a recoger a su alojamiento-
por las calles de la ciudad, hasta llegar al exterior de la catedral, junto a la puerta del
Perdón, donde permanecían las cruces parroquiales con sus curas y beneficiados al
frente y, por supuesto, el Ayuntamiento con todos sus regidores y jurados. Una vez
cumplimentado, se producía el ingreso oficial del prelado en la catedral, que, tras
jurar el libro de las constituciones del cabildo, presidía la misa en la capilla mayor
con la que se ponían fin a los actos.
A lo largo de todos estos momentos era manifiesta la presencia popular tanto en
las calles como dentro del propio templo, donde la gran presencia de público obliga-
ba a los responsables catedralicios a cerrar las puertas. Amén de ello, "la cibdad en
estos días suele tener en la placa del Ayuntamiento comedias y bueyes y toros para
73
Luis RUBIO GARCÍA, "La Fiesta del Obispillo", en Homenaje al profesor Juan Barceló Jiménez, Mur-
cia, 1999, pp. 609-610. Lo mismo apunta Ramón GONZÁLVEZ RUIZ, La Navidad en la Catedral de Tole-
do...., pp. 40-45.
74
Libro Arcayos, B.C.T. MS 42-29, ff. 207r-210v. El documento es del siglo XVI, pero refleja perfecta-
mente la situación anterior, pues recoge una serie de gestos y actos rituales que variaban muy poco de una
época a otra.
238
La catedral de Toledo, escenario de la fiesta bajomedieval
75
Ibid., f. 210r.
76
Francisco DE MEDINA Y MENDOZA, Vida del cardenal Don Pedro González de Mendoza. Memorial
Histórico Español, vol. I, VI, Madrid, 1853, p. 254. Parece que Mendoza llegó a Toledo al lado de la rei-
na, como escala en su viaje a Andalucía, lo cual hada el recibimiento doblemente espléndido. El cabildo
intentó que el cardenal se adelantara un día, para poder procurarle los honores que merecía, pero este se
negó alegando que no había mayor honor para él que entrar acompañado de la reina que con tanto celo
había procurado ese alto cargo para él.
77
Libro Arcayos, B.C.T. MS 42-29, ff. 177v y 179r.
78
Diversos arzobispos entre los siglos XVI y XVÍII mandaron realizar los correspondientes inventarios de
reliquias, de los que ha quedado testimonio en el Archivo Capitular. De ellos y de la relación de las reli-
quias que hoy se exponen al público en la llamada "Capilla del Ochavo o de las Reliquias" da cuenta Ángel
FERNÁNDEZ COLLADO, "Dos lugares emblemáticos en la catedral de Toledo", en Religiosidad popular
y modelos de identidad en España y América, Universidad de Castilla-La Mancha, Cuenca, 2000, pp. 125-
151.
79
El contexto que rodeó estos traslados y las principales referencias bibliográficas en Ángel FERNÁNDEZ
COLLADO, La Catedral de Toledo en el siglo XVI. Vida, arte y personas, Diputación Provincial, Toledo,
1999, pp. 171-182.
239
MARÍA JOSÉ LOP OTÍN
sable de recibir, con la solemnidad acostumbrada, el arca en el que viajaban las san-
tas reliquias80.
3.- Los casos descritos hasta ahora son en todo momento ocasión de alegría y
alborozo, tanto para los "actores" principales, como para el pueblo, que actuaba como
mero espectador, pero que gustaba de presenciar y participar en el bullicio que rode-
aba todos los actos. Pero junto a ellos hay un tipo de "fiesta" en la que el lugar de la
alegría por ¡a victoria o el recibimiento deja paso a la tristeza por la despedida ante el
fallecimiento de insignes personajes como reyes o prelados. Tan luctuosos aconteci-
mientos daban ocasión a la realización de solemnes honras fúnebres y funerales en la
catedral, máxime si los fallecidos eran sepultados en el propio recinto catedralicio.
Conocemos el complejo ceremonial desplegado por el cabildo para honrar al carde-
nal Mendoza, fallecido en Guadalajara, pero trasladado a Toledo para reposar defini-
tivamente en la catedral. El relato que el racionero Arcayos ha transmitido de los
hechos recoge perfectamente el ambiente, aunque luctuoso, que viviría Toledo ante el
incesante tocar a difunto de las campanas de todas las iglesias, las numerosas misas
y plegarias que se dirían en las parroquias y la lúgubre procesión en la que sería tras-
ladado el cuerpo -flanqueado por cien hachas de luz y acompañado de todos los clé-
rigos de la ciudad- hasta el "cadahalso" que se levantó entre los dos coros de la cate-
dral, donde sería expuesto ante los fieles antes de ser llevado al sepulcro81. El viajero
Münzer presenció estos actos admirado y da cuenta de como "en los arrabales como
en las calles de la ciudad había millares de personas asomada a las ventanas, pues
Toledo era mayor y mas populoso que Nuremberga"82. Tales circunstancias no serían
infrecuentes en Toledo, ya que son mayoría los prelados que están enterrados en la
catedral, pero en ningún caso dejarían indiferentes a sus habitantes.
4.- Por último, otro tipo de conmemoraciones que, ocasionalmente, organizaba
el cabildo estaban vinculadas a dos circunstancias: las rogativas al cielo para solici-
tar ayuda ante las dificultades que se avecinaban, y la acción de gracias por la con-
cesión de alguno de esos apoyos. El acto central de toda ellas era, además de la
correspondiente misa, una procesión por las calles de la ciudad. Las misas y proce-
siones de rogativa atendían a una casuística muy amplia: la salud de los arzobispos y
el éxito de algunas de sus empresas; los intereses privados o públicos de los monar-
cas -partos, enfermedades, viajes, encuentros diplomáticos-; una victoria militar;
fenómenos meteorológicos; enfermedades o epidemias; la buena marcha de los culti-
vos, entre otros objetivos. Cuando tras la celebración de esos actos la petición era
atendida, se hacían procesiones de acción de gracias "después que Dios Nuestro
Señor ha querido conceder aquello que sus siervos le han pedido"83.
80
Libro Arcayos, B.C.T. MS 42-29, ff. 91r-92r y 96v-97v.
81
Ibid; ff. 178r-178v.
82
Viajeros por la Historia. Extranjeros en Castilla-La Mancha, Junta de Comunidades, Toledo, 1997, p,
51.
83
Ibid.. f. 263r y 266r.
240
La catedral de Toledo, escenario de la fiesta bajomedieval
Junto a estas fiestas en las que cabildo y catedral eran parte interesada y organi-
zadora, se desarrollan otras celebraciones de las que no eran protagonistas, pero en
las que, dada la omnipresencia de la Iglesia,
siempre cabía interpretar un papel o, cuando menos, ceder el escenario catedra-
licio.
A) FIESTAS DE LA REALEZA
Numerosas eran las ocasiones en que el cabildo se vio implicado en las fiestas
desarrolladas por el poder regio para afirmar su legitimidad y publicitar los actos más
significativos que afectaban a la vida del reino o de los propios monarcas84. Como
otro trabajo publicado en este mismo volumen ya las analiza de forma más detallada,
nos limitaremos a señalar unos breves apuntes sobre ellas.
En primer lugar, hay que mencionar el cometido que la catedral desempeñaba en
las "entradas" reales y principescas que se produjeron en la ciudad y que tenían una
gran significación política para la misma. En ellas se pone el acento en exaltar la
majestad monárquica y el poder regio, poniendo los monarcas en escena un "com-
plejo espectáculo dramático" con fines claramente propagandísticos a fin de exhibir
su poder ante las autoridades del reino y todo el pueblo85. Aunque la encargada de
organizar los solemnes recibimientos era la ciudad a través de su Ayuntamiento, tan-
to el clero catedralicio como el parroquial, participaban de los actos protocolarios de
bienvenida86, colaboración que se incrementaba a favor del cabildo en el caso, bas-
tante habitual, de que se realizara algún acto en el interior del templo y los monarcas
utilizaran en su provecho la complicada liturgia catedralicia. La significación de Tole-
do como una de las principales ciudades de Castilla la haría ser también sede fre-
cuente de reuniones de Cortes -especialmente las de 1480- a las que asisten el rey o
miembros de su familia y en las que se daría ocasión a la celebración de todos estos
fastos y recibimientos en los que el papel del cabildo siempre se dejaría notar87.
84
Una acertada clasificación de todas estas celebraciones en José Manuel NIETO SORIA, Ceremonias de
la realeza. Propaganda y legitimación en la Castilla Trastámara, Ed. Nerea, Madrid, 1993.
85
Rosana DE ANDRÉS DÍAZ, "Las "entradas reales" castellanas en los siglos XIV y XV según las cróni-
cas de la época", en la España Medieval, 4 (1984), pp. 48-62 y "Fiestas y espectáculos en las Relaciones
Góticas del siglo XVI", en En la España Medieval, 14 (1991), pp. 306-336.
86 De la misma manera que el cabildo solicitaba de regidores y jurados una participación ante la llegada del
nuevo arzobispo, ahora era la corporación catedralicia la que se comprometía a recibir a los monarcas. Así
lo recogen los estatutos de la corporación: "Y ase de notar que quando el Arçobispo viene convidan el
cabildo a los del Ayuntamiento y quando entra el Rey o persona rreal convidan los del Ayuntamiento al
cabildo": Libro Arcayos. B.C.T. MS 42-29, ff. 207v-208r.
87 Juan Manuel CARRETERO ZAMORA, Cortes, monarquía, ciudades. Las Cortes de Castilla a comien-
zos de la época moderna (1476-1515), Ed. Siglo XXI, Madrid, 1988.
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MARÍA JOSÉ LOP OTÍN
88
A.C.T. Actas Cap. II, f. 28v (1492, enero, 21).
89
Juan DE MATA CARRIAZO, "Alegrías que hizo Sevilla por la toma de Granada", en Clavileño, 21
(1953), pp. 21 -27; Domingo BUESA CONDE, "Manifestaciones de la religiosidad popular de Zaragoza en
el siglo XV: las procesiones devocionales y en acción de gracias por la toma de Granada", en Aragonia
Sacra, 2(1987), pp. 45-58.
90
Pedro Antonio PORRAS ARBOLEDAS, Juan II (1406-1454), Ed. La Olmeda, Palencia, 1995, pp. 175-
184.
91
José Manuel NIETO SORIA, Op. cit.., pp. 151-153.
92
El abigarrado estatuto que recopila el racionero Arcayos (B.C.T. 42-29, ff. 237r-240v) da noticia de
muchas de estas procesiones, de los puntos de partida de las mismas y de las estaciones que hacían duran-
te el recorrido, siempre después de pasar por la catedral, que solía ser el primero de los destinos. Estas esta-
242
La catedral de Toledo, escenario de la fiesta bajomedieoal
A tenor de cuanto llevamos dicho sobre las fiestas celebradas en el templo pri-
mado, se puede concluir que éste estaba en continuo contacto con el mundo que vivía
más allá de sus muros y que los actos que cada una de ellas conllevaba no se hacían
para el mero disfrute de los miembros del cabildo o para mostrar la pujanza de esta
élite eclesiástica, sino que pretendían también mover a la devoción popular e impre-
sionar a un conjunto de fieles que acudían a la catedral con verdadero entusiasmo a
causa del amplio despliegue litúrgico que allí se exhibía. Ello les llevaba incluso a
querer rodearse de algunas "comodidades" materiales que les permitirían gozar lo
más posible durante las muchas horas que duraban los servicios religiosos. Las Actas
constatan el descontento del cabildo ante la dificultad para escuchar "con acatamien-
to, devoçión, sin escándalo y con onestidad" los oficios que se decían en determina-
das fiestas y solemnidades a causa de la costumbre de los laicos de personarse en el
templo con "mesas y comydas", de levantar sin permiso "tablados y andamyos" y de
llevar consigo "silla, vanco, almohada, estera, alhombra o tapiz alguno" con la clara
finalidad de "ver las fiestas". Las intromisiones en el oficio divino que todo ello oca-
sionaba provocaron la prohibición absoluta por el cabildo de todas estas acciones,
prohibiciones que afectarían a todos los fieles, independientemente de su posición
social. Lo único a lo que accede la corporación es a proporcionar a cargo de la Obra
y durante los fríos inviernos "esteras que estén entre los dos coros para que las muge-
res oyan los sermones y los ofiçios divinos"94. Al margen de la pura anécdota, lo que
todo esto pone de manifiesto es que, tal corno reza el título del presente trabajo, la
catedral ofrecía el escenario perfecto para el desarrollo de las fiestas principales que
se conmemoraban en la ciudad de Toledo.
ciones eran normalmente iglesias parroquiales, monasterios e incluso ermitas extramuros, lo cual alargada
claramente el itinerario.
93
A.C.T. Actas Cap. I, f. 108r. (1479, septiembre, 11).
94
Ibid; Cap. V, ff. 42r-42v. (1531, junio, 12).
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