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El cuerpo en la perspectiva de la Etología humana

1. El problema
2. Lo innato
3. Los elementos innatos de la conducta humana
4. El impulso hacia el conocimiento
5. El asunto de la agresión
6. Bibliografía

(Una reflexión sobre los elementos innatos de la conducta desde el punto de vista de la Etología humana)

En este pétreo planeta, la vida ha ido ascendiendo con formas siempre nuevas desde las
bacterias más sencillas hasta el ser humano, el cual es capaz de reflexionar sobre ella, de
modificarla y quizá también de destruirla. El cumplimiento de esta última posibilidad sería
ciertamente un grotesco modo de resolver el enigma del sentido de la vida. Irenäus Eibl-
Eibesfeldt

La importancia que le concedemos a la pregunta por la cognoscibilidad del hombre, bajo la perspectiva de la
distinción naturaleza y cultura, tiene que ver con el asunto crucial de una pregunta por el sentido. No se
trata de una cuestión que pudiera agotarse en las posibilidades o barreras actuales en el estudio de la
comprensibilidad y en la evaluación de las alternativas de explicación de las peculiaridades de la especie,
de sus diferencias o de los cambios que experimenta. El asunto de las dificultades en la cognoscibilidad o
la posición derivada de declarar que no es posible tal empresa cognitiva, posición que lleva a muchos a
afirmar que del hombre y sus acciones sólo se puede tener experiencia estética o fenoménica, no son
temas meramente epistemológicos. Son cuestiones que atañen a la forma de plantear muchos problemas
tales como la educación, los modos deseables de interacción social, la posibilidad de la construcción de una
sociedad civil o la alternativa de albergar esperanzas en el proceso de la construcción de las formas de paz
tanto local como mundial.
Como Eibl-Eibesfeldt lo señala en el epígrafe que inicia este escrito, también el asunto de la cognoscibilidad
y las acciones derivadas de ella traen, por otra vía que yo llamaría esencial, aparejada una cuestión estética
de fondo. Lo grotesco y lo monstruoso de la violencia excesiva nos demandan una respuesta, una
exploración que a su vez deberá plantearse frente a lo terrible que pende sobre nosotros. La violencia
extrema y generalizada es la espada. La contradicción entre nuestros impulsos filiales y la necesidad de la
autoafirmación necesaria a la realización vital para los individuos o las especies, son dos de los múltiples
filos de esa espada que pende sobre nuestro ser. Un ser que como pocos está en proceso de edificación y
autorrealización del proyecto contenido en su herencia.

El problema
Plantearnos el problema de lo innato en la conducta implica la revisión del suelo sobre el cual esta cuestión
ha llegado a ser importante. Los esfuerzos por conocer el hombre en términos de naturaleza y cultura
hunden sus orígenes en los del pensamiento occidental pero se han desarrollado en la base de
comprensión que el empirismo inglés y en particular John Locke ha legado. En palabras de un antropólogo
contemporáneo y a propósito del surgimiento de la noción de cultura:
Quien realmente puso los fundamentos metafísicos sobre los que más de doscientos años
después habrían de construir los antropólogos la primera definición formal de la cultura fue el
filósofo inglés del siglo XVII John Locke. De hecho, An Essay concerning Human
Understanding, de Locke, fue el precursor de todas las ciencias modernas de la conducta
incluidas la psicología, la sociología y la antropología cultural, que subrayan la relación entre el
medio condicionante y los pensamientos y las acciones humanas. "Su relación con el siglo
XVII fue muy similar a al que Freud y Marx guardan con nosotros. Incluso sus enemigos se
veían obligados a usar sus propios términos". Lo que Locke se esforzó en probar es que en el
Instante de su nacimiento la mente humana es un "gabinete vacío".1

1
1. Harris, Marvin. El desarrollo de la teoría antropológica. “Una historia de las teorías de la
cultura”. México, Siglo XXI Editores, 1981. p.9. La cita es Hart y proviene de Political writes of
eigteenth century Engranda. Nueva York , Knof, 1964. p 9

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Plantear entonces el asunto de lo innato en la conducta y la cultura misma lleva a revisar ese lugar común.
La mayor parte de las ciencias del hombre siguen suponiendo que el individuo llega a este mundo como una
hoja en blanco y que sólo los procesos de aprendizaje lo llevan a asumir formas de conducta. Se presenta
en las ciencias del hombre la predominancia de este punto de vista y se supone que la cultura y la conducta
humanas son básica y predominantemente aprendidas. Se trata el cuerpo en independencia de su filogenia
El modo como se propone la educación desde hace siglos, y sobre todo en y desde los representantes más
destacados de la Ilustración, comparte este punto de vista. Se habla entonces de "orientar correctamente"
el hombre y la sociedad futura con una adecuada educación. Se potencia así de manera paralela el interés
en los asuntos ambientales y de interrelación con los semejantes como modo de lograr esa organización
deseable. Pero lo que la investigación etológica viene mostrando desde hace varias décadas es la
importancia de reformular este problema, sopesando de nuevo y cuidadosamente los elementos
hereditarios. No todo ni en todos los momentos puede ser aprendido. Los niños, por ejemplo, pasan en
particular por un período básico de "comportamiento interrogativo" el cual, de no ser atendido
adecuadamente, puede interferir en el desarrollo futuro de manera indeleble. Eibl-Eibesfeldt no ha dudado
en vincular casos de neurosis a esas situaciones de inseguridad derivadas de la inexistencia de respuestas
y Gregory Bateson, estudiando los procesos de comunicación, ha vinculado la esquizofrenia, en algunos de
sus casos, a la ambivalencia en las respuestas que el niño obtiene en el período de su primera educación. 2
En una pregunta por el hombre y la sociedad en términos de naturaleza y cultura la historia de la especie
nos lleva a preguntarnos por pautas que son el resultado de las adaptaciones filogenéticas. No se trata de
desconocer el papel del medio ambiente sino de volver a plantear la pregunta por esa interacción entre
nuestra naturaleza y el medio, entendido también como cultura, en cuanto repertorio de formas y modos
que se pueden asumir y utilizar en el proceso vital. En el caso de las situaciones individuales es claro que
el aporte es mínimo: si el medio actúa, es en ese mismo proceso de reacción de las adaptaciones
filogenéticas que recibimos bajo la forma de un acervo genético frente a estímulos exteriores. También
esto lleva a la necesidad de reformular viejas cuestiones filosóficas como la de la naturaleza de nuestra
libertad, por ejemplo. De allí se derivan también asuntos vitales como nuestra clara responsabilidad en el
proceso de autoconstrucción de la personalidad y moldeamiento del carácter.
La imagen de la hoja en blanco o la "tabula rasa" se va mostrando en su inconveniencia y parcialidad y van
emergiendo o reapareciendo otras metáforas para comprender nuestra mente y naturaleza propias. A esas
imágenes de la tabla de cera o el papel en blanco oponemos una que nos parece valiosa; se trata de
considerar nuestra capacidad mental y natural de ser impresionados como a su vez lo puede ser la madera;
bajo la herramienta del grabador. En la labor de xilografía el artista o el artesano saben bien que todo corte
o incisión debe consultar el hecho original de la disposición de la fibra, su orientación y disposición. Para el
caso de nuestra especie la Etología viene identificando la imbricación, las direcciones de esa fibradura.
Esto sencillamente significa que no es posible; por ejemplo, lograr propósitos con el mismo esfuerzo en
todos los individuos. Cualquier cosa que nos propongamos con nosotros mismos, y con la sociedad, o el
grupo particular; debe contar con esas preprogramaciones, con esas disposiciones. Las facilidades de
impresión y las resistencias tienen una raíz que es indispensable identificar para revaluar definitivamente la
vieja imagen empirista de nuestra mente y naturaleza como una "tabula rasa".
Hay autores que al calor de la polémica extreman por momentos sus posiciones: "Todo parece indicar que
las preprogramaciones codeterminan el comportamiento humano, pues el hombre, pese a todas las
experiencias de la historia, da muestras en su conducta social de una asombrosa incapacidad de
aprendizaje"3. Ya Lorenz había recalcado la distancia en ocasiones patética que se observa en el hombre
entre los logros en su control del medio ambiente y los avances lentísimos en el manejo de su dotación
íntima y la subsiguiente incapacidad para resolver completamente los problemas que dependen de esa fibra
de la acción humana.
Es un hecho real que lo que nos dio prevalencia sobre otras especies es lo que obstaculiza hoy la
producción de unas condiciones deseables en la perspectiva intraespecífica. La relación con nuestros
semejantes está fuertemente coaccionada por nuestra herencia o componentes innatos de la conducta. La
tendencia a la agresión, en particular, lesiona las formas de asociación cualificadas o las erosiona
2
Eibl-Eibesfeldt, Irenäus. El hombre preprogramado. Madrid Alianza Editorial, 1980. P. 82-83 y
Bateson, Gregory. Doble Vínculo y Esquizofrenia, Buenos Aires, Ediciones Carlos Lohle, 1969.
3
Eibl-Eibesfeldt, Irenäus. El hombre preprogramado. Madrid Alianza Editorial, 1980. P. 15. En
adelante este texto será citado: EHP, agregando el número de la página.

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peligrosamente. Tenemos que hasta en la denodada búsqueda de la paz se perfila una forma de lucha, un
temple de ánimo, la defensa de unos principios o perspectivas. Paradójicamente hay muchos pacifistas que
no lo son tanto al defender sus convicciones. Si observamos la serie de conflictos que pertenecen a la
historia de la especie, el panorama sugiere una raíz más vigorosa aún que es necesario reconocer.
Debemos revisar entonces los resultados de una investigación empezada hace ya más de un siglo como
exploración del instinto en cuanto automatismo heredado.
En la historia de las ideas se ha convertido casi en lugar común el intentar explicar, por ejemplo, la
presencia de las guerras por la perspectiva lockeana de la primicia de las causas ambientales. La Etología
humana no quiere desconocer el papel de la cultura en la determinación de la determinación de la conducta
sino que quiere definir, a partir de la investigación biológica del comportamiento, el alcance de los
componentes innatos.
Eibl-Eibesfeldt, cuya dedicación a estos problemas venimos siguiendo, ha rebatido la ligera acusación de
biologismo, como intento de comprensión y explicación unilateral, que tanto a su maestro Lorenz como a él
y a otros muchos se les hace, sobre todo desde la fácil posición de muchos sociólogos y antropólogos que
siguen habitando en el terreno, mas parece un nicho ecológico intelectual, de una disociación entre
naturaleza y naturaleza humana. Estos nichos intelectuales no le ha dado sino desorientación por
parcialidad a los intentos por conocer el hombre y la sociedad.
Los etólogos, quienes han desarrollado conceptos y métodos adecuados para reconocer la conducta
animal, han intentado con éxito su aplicación al estudio del hombre y ello se deriva no de un simple traslado
sino de una pregunta bien planteada por la singularidad y especificidad del hombre. Esta singularidad es
visible de manera segura cuando se hace el esfuerzo por situar la especie en la naturaleza. Ya Lorenz
había señalado hace varios lustros la posición que los etólogos han mantenido al respecto:
Lejos de subvalorar la diferencia entre las conductas (...) de los animales superiores y esas
acciones humanas gobernadas por una razón y una moral responsables, yo afirmo: nadie
es capaz de apreciar con tanta nitidez la originalidad de esas acciones específicamente
humanas como aquel que las ve emerger del trasfondo de esas pautas de actuación y de
respuesta mucho más primitivas que todavía hoy tenemos en común con los animales
superiores. 4
Eibl-Eibesfeldt, por su parte, ha señalado en diversas partes de sus investigaciones que "el hombre es, por
naturaleza, un ser cultural". Y añade sobre esta diferencia entre el animal y el hombre: "En los animales a
menudo las pautas de comportamiento dependen hasta en los detalles más nimios de adaptaciones
filogenéticas. En el caso del hombre el determinismo no es tan rígido. El hombre precisa un control
adicional de los estímulos: la cultura"5.
La situación real que se pondrá de presente con el desarrollo de la investigación etológica es predecible:
preguntando inicialmente por los automatismos animales, tematizados desde hace tiempos como instinto,
se le ha terminado por dar un nuevo contenido al viejo tema y problema en términos de adaptaciones
filogenéticas, el estudio de las cuales está por renovar de manera decisiva las investigaciones sobre cultura
humana al reformular la importancia dinámica y estratégica de lo innato. El hecho es que las adaptaciones
filogenéticas actúan como determinantes de la conducta al lado de los aspectos ambientales.
De lo anterior un pesimista estaría tentado a sacar dudosas conclusiones en cuestiones como la posible
autonomía o la realidad de la elección libre. Y no es en esta dirección donde están las consecuencias
decisivas sino en el reconocimiento, de la importancia de emprender la investigación de la raíz biológica de
las normas éticas6. En esto los etólogos de este siglo les están dando una lección de responsabilidad a los
científicos sociales. En este caso se trata no solamente de la reivindicación de la objetividad, bajo la forma
de búsqueda de relaciones causales, poniendo cuidadosamente la naturaleza humana dentro de la
naturaleza, sino también afrontando la pregunta más urgente.
Es bueno recordar que el dejar de lado esa pregunta casi siempre evadida o no afrontada acompaña la
inauguración de las disciplinas sociales y humanas. Como parte de la misma intención de objetividad, y en
nombre de un equívoco ascetismo, las ciencias sociales en mucho de los casos han desplazado las
4
En R.J. Humm, Der Mann, der die Tiersprache Verstenht. Zurich, 1958. Cit, por Eibl-Eibesfeldt
en Guerra y Paz. Barcelona, Salvat Editores S.A. 1987. En adelante este texto de Eibl-Eibesfeldt
será citado: EGP, mencionando el número de la página.
5
EGP p, 4.
6
EHP pp, 14-15.

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cuestiones propias del interés, suponiéndolas vinculadas a cuestión de valoraciones indeseables para el
estudio objetivo. El problema de los intereses, las intenciones y el subsiguiente problema de los aspectos
éticos relacionados con la naturaleza humana y su estudio objetivo no son irrelevantes para la mayoría de
los científicos sociales, se les escapan por exclusión; pero es el caso que la etología ha emprendido su
identificación, contribuyendo a que las reflexiones y discusiones sobre el asunto estén debidamente
esclarecidas por el reconocimiento de que existen algunas normas éticas de carácter innato 7 y de que
procedemos en la vida intelectual poniendo en escena prejuicios y posiciones que le pertenecen de cierta
manera a nuestra herencia filogenética y que informa previamente nuestras intenciones. Como ya lo he
señalado, esto nos propone problemas filosóficos, como el del libre albedrío, sino también de tipo
pedagógico al implicar la existencia de preformaciones, modos previos que llegan a regular las direcciones
posibles para la conducta y en ese sentido para la expresión y para las motivaciones de la asociación, por
ejemplo. Veamos este panorama de los elementos innatos que la Etología y algunas ramas de la
investigación biológica replantean.

Lo innato
El elemento innato, en las observaciones de biólogos, se puso de presente muy rápidamente. Son
enteramente observables a simple vista las habilidades automáticas de muchos animales. Los insectos, por
ejemplo, emprenden labores complejas apenas han abandonado su estado larval. Construyen redes muy
elaboradas las arañas, alzan inmediatamente el vuelo mariposas y abejas. Sin lugar a dudas que cada
especie de animales está dotada de un repertorio de conductas innatas.
La investigación biológica sería parcial sin tener en cuenta el concentrado interés que han despertado estos
"automatismos animales". La tematización de ellos en términos de instintos es parte sustantiva de la
historia de la Biología moderna. Fue Oskar Heinroth quien propuso, estudiando los movimientos de
distintas especies de patos en época de celo, la comparabilidad de las estructuras o modos del
comportamiento así como en el pasado se habían comparado estructuras orgánicas. Por el camino de
establecer semejanzas graduales se fueron obteniendo datos valiosos sobre el origen y la filogenia de
movimientos de cortejo.
Con este procedimiento se dio origen a la Etología moderna; la nueva disciplina concentró sus esfuerzos en
temas como el aprendizaje y la percepción logrando mostrar, por ejemplo Jacob Von Uexküll, que los
animales, en su caso las abejas, son expertas en captar determinados detalles o aspectos del medio
ambiente. La idea misma de la percepción se fue afinando de manera categórica. La concepción de los
"sentidos" también, ya no se trataba de considerarlos al modo de una ventana olfativa o auditiva al mundo
exterior. Se empezó a comprender que funcionan como tamizadores de registros regidos por lo que
algunos etólogos han identificado como "modelos prefijados de percepción". Estos modelos serían a su vez
heredados.
Los trabajos de Heinroth y Uexküll fueron pioneros de una disciplina que se vio enfrentada al
esclarecimiento de sus conceptos básicos. Fue necesario adoptar y clarificar una nueva terminología para
el viejo problema de los automatismos. Tinbergen y Lorenz fueron los principales aportadores al
esclarecimiento de los conceptos8. Refinado el aparato conceptual fue obra directa el demostrar la nueva
región que para el estudio de los seres vivos se abría. La capacidad innata de movimiento y de reaccionar
ante determinados estímulos desencadenadores con pautas complejas de acción se puso de presente.
Además de los mecanismos orgánicos que actúan en el movimiento se pusieron de manifiesto los
funcionamientos selectivos del aparato sensorial ya mencionados y se esclareció la naturaleza del
aprendizaje; siendo este el resultado de las "preprogramaciones" que llevan el animal a realizar las tareas
más convenientes para la preservación de la especie. Esas preprogramaciones no excluyen la plasticidad
pues ellas a su vez son resultado de las adaptaciones filogenéticas. Por ello para el hombre y los animales
es taxativa una afirmación como la de Eibl-Eibesfeldt: "No es verdad que los animales aprendan con igual
facilidad todo y en todo momento, sino que prefieren determinadas cosas con base a disposiciones innatas

7
Eibl-Eibesfeldt, Irenäus. Amor y Odio. Barcelona Salvat Editores, 1987. pp. 89-105, en adelante
este texto será citado EAO, mencionando el número de la página.
8
Thorpe, W.H. Breve historia de la etología. Barcelona, Alianza Edit, 1980. Tinbergen, Niko. El
estudio del instinto. México, Siglo XXI, Edit, 1977.

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al aprendizaje". 9

Si bien en el aprendizaje y la percepción se observaron analogías profundas entre el animal y el hombre


quedaba por estudiar el camino de este último. Desde el inicio mismo de la filosofía y la historia de las
ideas en Occidente se ha insistido en el gran salto, la otra orilla que representa el homo sapiens.
Numerosos estudiosos del pasado, basados en la autoridad bíblica, se habían negado a estudiar el
problema. Ser el hombre "creado a imagen y semejanza de Dios" fue, en algunos momentos de la historia
de las ideas, un obstáculo para la investigación etológica comparada, se estableció hace ya muchos siglos
una barrera infranqueable que disfrazada permanece como una reacción dura e irracional contra el
"biologismo" en ciencias sociales, pero lo básico que podemos decir sobre esto ya ha sido magistralmente
explicitado por un antropólogo estructuralista10. Sólo queremos recordar que en esa separación se agazapa
una monstruosidad, el hombre está en la obligación de reinsertarse en la naturaleza de una manera
orgánica, sin esa "hibrys" u orgullo exacerbado que lo lleva permanentemente a perder el pie de la mesura.
Por lo pronto la visión de la Etología, y en general la Biología, representan una punta de lanza en la historia
de las ideas hacia ese reencuentro y esa reinserción. Es también desde estos investigadores de donde ha
partido la propuesta de los modelos de interacción.
Es pertinente entonces la pregunta en la anterior dirección y el resultado final no será la imposición de un
reduccionismo en las ciencias del hombre sino el reingreso de una perspectiva enriquecida por la
exploración y el debate en el terreno animal y el establecimiento de las correspondencias, las semejanzas y
las analogías a propósito del hombre. Esas semejanzas resultan harto sugestivas cuando se encuentran en
especies que se desarrollaron independientemente desde el punto de vista genético.

Los elementos innatos de la conducta humana


Por innato debemos entender entonces el resultado de la interacción entre esas pautas heredadas y una
experiencia y un medio correcto. Con el término innato más exactamente denominamos esas adaptaciones
filogenéticas que son el resultado del proceso evolutivo. Se habla también de "coordinaciones hereditarias"
y su determinación previa está organizada por la existencia de una base orgánica que le sirve de
fundamento. Esas bases orgánicas, redes de interconexiones neurales, por ejemplo, son a su vez resultado
de la evolución y decimos que son hereditarias sin querer minimizar el hecho de que a su vez son el
resultado de interacciones entre herencia y medio en el pasado remoto, por ello a pesar de su rigidez
también mencionamos su plasticidad. 11
El conjunto de movimientos (taxias) de un pato, las manifestaciones sonoras del canto de muchas especies
de aves, se desencadenan aunque estos animales sean aislados tempranamente. En el caso del hombre
nos preguntamos que partes de su conducta son "naturales" e incluso que partes de su cultura obedecen a
la acción de esas coordinaciones heredadas. Siguiendo la misma pregunta algunos etólogos han puesto su
9
EHP p, 20.
10
"Se empezó por cortar al hombre de la naturaleza y por constituirlo en reino soberano; se creyó
así borrar su carácter más irrecusable, a saber que es ante todo un ser vivo. Y manifestando ceguera
ante esta propiedad común, se ha dejado el campo libre a todos los abusos. Nunca mejor que al
término de los últimos cuatro siglos de su historia pudo el hombre occidental comprender que
arrogándose el derecho de separar radicalmente la humanidad de la animalidad, otorgándole a la
una todo lo que le quitaba a la otra, abría un ciclo maldito, y que la misma frontera, constantemente
alejada, serviría para apartar a los hombres de los otros hombres" Lèvi-Strauss, C. "Jean Jacques
Rousseau fundador de las ciencias del hombre", en Antropología Estructural, México, Siglo XXI
Edit. 1979. P 37.

11
En palabras de Eibl-Eibesfeldt: "Las adaptaciones moldean las particularidades del medio
ambiente, y ahí que haya tenido que hacer siempre en alguna ocasión un enfrentamiento del sistema
adaptado con aquella particularidad del medio con la cual se muestra que está adaptado. Este
proceso de adaptación puede haber ocurrido mediante el aprendizaje individual en el curso del
desarrollo juvenil o en el curso de la historia de la especie." EHP pp. 22-23.

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atención en el comportamiento expresivo de niños sordos y ciegos de nacimiento ya que sus casos, por la
crucial privación de experiencia, brindan una valiosa fuente de estudio de estos elementos innatos. La
incapacidad relativa en la cual están esos niños de imitar, copiar o recibir instrucciones es manifiesta.
Basado en su estudio se ha llegado a la conclusión de que muchos de los movimientos del rostro son el
resultado en el hombre de adaptaciones filogenéticas. La risa, el llanto, el gozo, la expectativa, la espera, la
decisión, la ira, el enojo circunstancial, el rechazo, el temor ante el extraño, la búsqueda de contacto, la
desconfianza, la atención y muchas otras emociones traen aparejada su manifestación facial propia.
Skinner y otros conductistas insisten en que son las respuestas reforzadas por la actitud de los
circundantes, es decir que una conducta de sonrisa se vería reforzada por las respuestas que genera, pero
lo que es claro es que cualquiera de esos gestos tienen una estructura básica que no provocaría una
respuesta sino estuviera configurado con una claridad meridiana de manera innata. Muchos de esos
gestos, además, no tienen propiamente estímulo o refuerzo por su naturaleza, es decir el niño al emitirlos
no encuentra aprobación sino rechazo e incluso castigo; sin embargo se presentan y ello es prueba
suficiente de su autonomía frente a la experiencia y que se encarga de fortalecerlos o modificarlos en una u
otra dirección. Lo que la investigación de Eibl-Eibesfeldt 12 en el instituto Max Planck al parecer ha logrado
corroborar, con testimonios recogidos en Hamburgo, Taipei o la selva del Orinoco, es la unidad en la
mímica infantil.
Esto es solamente la primera fase de un asunto evidentemente más complejo pues en el mundo de la
cultura los más elaborados procedimientos que tengan implicados los gestos van aparejados a conjuntos de
informaciones auditivas y visuales. Es de importancia sin embargo retener este dato objetivo pues también
resulta que en el caso de los niños normales estamos frente a elaboraciones mayores o menores de ese
aspecto básico en la mímica que señalamos.
Las teorías ambientalistas, o como por ejemplo la de los antropólogos difusionistas culturales, según las
cuales el contacto intercultural la base de una explicación del fenómeno, se muestran como parciales. No se
trata de negar el hecho mismo de la cultura sino de entender mejor su naturaleza. Los hombres de todas
las sociedades tienden a ver modificada su conducta básica por la acción de la cultura. La multiplicidad de
las lenguas y las formas culturales es el mejor ejemplo de ello, pero por otra parte la misma Antropología ha
puesto el interés en los asuntos de los universales de la cultura intuyendo correctamente que al fondo
permanece, cambiando muy lentamente, una naturaleza humana básica cuyo reconocimiento puede ser
más directo por la vía del conocimiento biológico. Por lo demás no es fácil sintetizar los elementos
comunes de la especie por encima del extraordinario proceso de diferenciación que suponen las culturas.
Pero el reto no puede ser soslayado.
Al respecto la dificultad de adoptar una perspectiva netamente naturalista y en ese sentido objetiva es
expresada con toda claridad a propósito de los registros fotográficos o fílmicos de la conducta humana, los
cuales ya entrañan la dificultad inherente al extraordinario celo que muestran todos los hombres y
sociedades conocidas a dejarse registrar sin que el percatarse de ello represente una modificación a su
conducta natural.
El hombre es, con toda seguridad, la criatura más filmada en la tierra, y lo lógico es que uno espere
encontrara en los grandes archivos fílmicos del mundo numerosas tomas de gente
saludándose, coqueteando (...) y a saber: no con expresión teatral, sino natural. Si uno se
toma la molestia (...) constatará que escasean los documentos no ficticios del comportamiento
social humano. Encontrará abundante documentación sobre la preparación del pan, el tejido
de esteras, la construcción de botes, las maneras de hacer fuego, pero cómo mima a sus hijos
una madre papúa, una samoana, o una india waika y una mujer esquimal, cómo se compartan
cuando se enfadan o sienten timidez, nada de esto ha sido filmado. Lo cual es tanto más de
lamentar por cuanto tales modos de comportamiento no suelen dejar, en la mayoría de los
casos, ninguna huella fósil.13
Aquí lo "natural" puede ser pensado como la cultura misma y concluir que al hombre le pertenece por
naturaleza ese artificio en el estar, la tendencia a la pose y el aparentar, en una palabra, la simulación, es
una salida en extremo fácil. La investigación seria requiere algo más para satisfacerse que ciertas verdades
de Perogrullo. Sobre todo es urgente una concepción de la cultura renovada por el esfuerzo de una
investigación contemporánea que supere las disociaciones entre naturaleza y cultura inteligentemente; es
12
Eibl-Eibesfeldt, I. GrundiB der vergleichenden Verhalstens forchung. Tercera edic. Munich,
Piper. 1972. "The Expressive Behaviour of the Deaf and Blind Born" en M.V. Cranach y I. Vine
(edit) Nonverbal Behavior and Expressive Movements, Londres, Academic Press
13
EHP p. 35.

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decir con investigación cuidadosa y ecuanimidad.


En esta dirección la Etología ha identificado, no ya en el caso de los niños privados de oído y vista, sino en
muchas culturas, algunas formas básicas del saludo humano: "Los hombres de todas las culturas, al
saludar amistosamente, sonríen, inclinan la cabeza y elevan las cejas con un rápido movimiento de un sexto
de segundo" 14. Varía de una cultura a otra la facilidad con la cual tal comportamiento puede ser
desencadenado. Japoneses y europeos no utilizan este saludo más que para sus íntimos amigos, en otras
culturas la pauta puede ser desencadenada más fácilmente y acompañar mayor diversidad de actos
cotidianos. En términos generales el funcionamiento de este tipo de pautas permite explicar el cuidado de
las cejas incluido el párpado y las zonas aledañas, en el caso de las mujeres. También la investigación
etológica ha profundizado en ese lenguaje de los gestos, describiendo con precisión y preguntándose por la
secuencia y el contexto, muy al modo como lo hace también la etnografía más cuidadosa. 15
De la anterior manera han terminado por ponerse de presentes elementos de la naturaleza humana que se
han considerado tradicionalmente parte de la cultura. El mirar fijo amenazador y el levantar las cejas como
signo de asombro o sorpresa también se han establecido como propios; inclusive cuando este último
arquear las cejas va acompañado de levantamiento de la cabeza, desvío de la mirada y espiración vigorosa
(pareciera que no se quisiera "ni oler" a la persona) estamos frente a un signo claro de altivez, desprecio y
arrogancia.
También son pautas innatas, comunes a muchos primates y por lo tanto filogenéticamente más antiguas, el
abrazo y el beso, universalmente extendidos, pero al igual que el saludo, y también restringidos de diversa
manera por los ambientes culturales específicos, están los intercambios directos, boca a boca, de comidas
y líquidos. De esta serie de pautas apenas unas pocas habían sido señaladas. La mímica había llegado a
realizar un trabajo plástico con los gestos pero vinculándolos a la actividad de expresión, sin comprender,
por no ser de su interés, la raíz filogenética. La Etología ha señalado una nueva dirección para comprender
ese tipo de fenómenos.
Cuando las pautas tienen un mayor grado de complejidad, lo que pareciera un elemento básicamente
cognitivo implícito, habla la Etología de la operación de mecanismos desencadenadores innatos (MDI). La
complejidad se refiere a que estamos en presencia no ya de movimientos simples sino de conjuntos de
acciones que son puestos en funcionamiento por combinaciones de estímulos, o estímulos simples. Los
MDI se pueden poner en funcionamiento a lo largo de la vida del organismo individual, existen algunos
relacionados con el cortejo que requieren de la madurez sexual del organismo, otros se ponen en acción no
bien empieza el organismo su existencia.
Lo interesante de los MDI es que suponen una capacidad de reaccionar de manera innata frente a un
estímulo, pero no cualquier estímulo. Cuando el renacuajo está en cierta fase de su desarrollo lame con
sus quijadas cartilaginosas las algas de su entorno, al entrar en la fase siguiente caza pequeños insectos
con un movimiento intentado tomar todo cuanto en su entorno se mueva; en experimentos con simuladores
se ha podido observar cómo en principio actúa así, es decir indiscriminadamente, para luego terminar por
seleccionar sus presas.
Los MDI suponen el funcionamiento del sistema nervioso, donde sus preformaciones actúan como filtros
selectivos innatos. Los MDI no se ponen en acción con cualquier estímulo indiscriminado sino que
reaccionan frente a tal o cual situación estimulante específica.. Estos estímulos o situaciones estimulantes
reciben técnicamente el nombre de "desencadenadores". Lo importante sobre estos MDI es que la Etología
los va descubriendo a la base de la mayor parte de las reacciones en los animales altamente socializados.
Quiere decir esto que están a la base del establecimiento de la jerarquía, es decir de la competencia, la
lucha y la sumisión o la dominancia implícitas al juego de la jerarquía; acompañan también los procesos de
apareamiento y cuidado de las crías, para mencionar sólo los más significativos.

14
EHP p. 40.
15
A propósito de este tipo de filmaciones se insiste en la importancia de la descripción cuidadosa,
no solamente de la secuencia y el contexto, sino también de aquellos datos generales que permitan
comprender la situación: "¿Cómo fue introducido el investigador en el correspondiente grupo de
personas? ¿Cómo se desarrollo el primer contacto? Qué hizo para acostumbrar las personas a su
presencia? ¿Hubo acontecimientos especiales (defunciones, guerras) en el pasado inmediato? ¿Qué
contactos tiene el grupo con blancos y otras personas ajenas a la tribu? ¿De qué tipo son las
interacciones entre el observador y los observados? ¿Hay intercambio de actos de cortesía?
¿Regalos? ¿Vive en el grupo?” Etc. EHP p. 39.

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Los MDI suponen un conocimiento, es decir un conjunto de informaciones previas que se hacen orientación
efectiva de la acción impulsiva. En insectos y aves son abundantes y de gran importancia vital. En los
mamíferos están presentes de manera abundante y un poco menos estudiados y establecidos en el
hombre. Al respecto los etólogos interesados en el tema investigan confirmando su existencia. Lorenz,
precursor indiscutible en esta materia, era de la opinión de que muchas de nuestras formas de pensar y
juzgar se basaban en MDI.16 La investigación cuidadosa no llega a confirmar con detalles esta opinión pero
si se ha progresado en la identificación de interesantes grupos de MDI en nuestra especie.
De una manera rudimentaria sí se había llegado a pensar con variados argumentos y en otros contextos
diferentes al del conocimiento objetivo, que no todo es posible ni en todos los momentos, coincidiendo con
la posición actual de esta disciplina en el sentido en que nuestra dotación innata se pone de manera
estratégica en acción a propósito de determinados estímulos.
Steiner y Horner pusieron de presente que las expresiones faciales correspondientes a lo dulce, lo ácido y lo
amargo se desencadenan con los respectivos estímulos en los recién nacidos desde las pocas semanas.
También con recién nacidos Ball y Tronick mostraron la capacidad innata de reacción de defensa, agitación
o intento de esquivar frente a objetos que se agrandan simétricamente, simulando un posible impacto.
Experimentando con recién nacidos también se pusieron de presentes su tendencia a tomar objetos
suponiendo una cierta fijeza del mundo circundante, su temor innato al vacío al colocarlos sobre vidrios o
con adecuados simuladores de caída.
Bower, en experimentos también con lactantes, demostró la existencia de preformaciones que hacen parte
de nuestra estructura neural y que llevan a que atendamos los objetos que se mueven sobre un fondo que
consideramos fijo. Este tipo de preformaciones son las que nos llevan a que sucumbamos con tanta
facilidad a cierto tipo de ilusiones ópticas, así, el creer que la luna se mueve o, al estar en un puente sobre
un río, el pensar que lo que se mueve es el puente mientras el río permanece fijo. Del hecho de que
caigamos en ese tipo de ilusiones podemos deducir correctamente que el proceso de elaboración de datos
sensoriales va por un camino que dificulta el comprender la percepción y el aprendizaje como procesos
mecánicos de impresión de una hoja en blanco. Los sentidos no pueden ser considerados, en esta misma
dirección, como ventanas al mundo de las impresiones y los estímulos sino que constituyen canales
restrictivos por donde empieza una compleja elaboración de la experiencia de acuerdo a patrones
preexistentes.
Lorenz investigó simuladores simples del rostro humano y descubrió que un círculo con dos puntos y una
línea arqueada era tomado inmediatamente como un rostro amistoso. Con sus trabajos al respecto permitió
comprender asuntos como los patrones de producción de muñecos: frente y mejillas abultadas, cabeza
desproporcionada frente al cuerpo, repitiendo algunas características corporales de los niños, lo que desata
reacciones innatas de ternura y cuidado. Es de sospechar que no solamente en este caso la publicidad y la
industria se han valido intuitivamente de estos MDI para lograr eficiencia en las ventas.
El funcionamiento de nuestros sentidos y el proceso mismo de percepción está presidido, al parecer, por
MDI. La mujer por ejemplo tiene una mayor capacidad olfativa a determinadas sustancias almizcleñas y el
umbral olfativo se extiende en el período de la ovulación. Al respecto se ha observado que el umbral olfativo
del hombre se modifica al serle inyectada la hormona femenina estrógeno.
Lorenz, como ya lo señalamos, plantea la existencia de MDI en actividades humanas consideradas
complejas, como el juzgar o el deliberar, incluso cuando tal juzgar tiene una connotación ética. Lorenz y
Eibl-Eibesfeldt coinciden en recalcar la importancia de investigar los tipos de MDI que están a la base de
valores éticos aceptados por casi todas las culturas y sociedades: la valentía del hombre en el combate y
en la esfera de su acción cotidiana, el amor a su patria y su territorio, la fidelidad al cónyuge, la lealtad al
superior, la gratitud a los padres, el respeto a los mayores etc. Fértil terreno en el cual la Etología
contribuye a la fundamentación biológica de la Etica, descubriendo la dimensión vinculante y vital de
muchas normas. De hecho el conocimiento biológico representa una precisión para las preguntas por lo
bueno y lo malo al situar el orden de la respuesta del lado de la conservación de la especie. Se trata de
saber si además de las normas y reglas que habitualmente están implícitas a tal o cual cultura hay algunas
que estén garantizadas por su carácter innato, es decir por tener un respecto biológico propio.
Por otra parte el conocimiento biológico permite comprender las direcciones en situaciones donde hay un
conflicto de funciones. Como en el caso de las especies donde se presenta conflicto entre la necesidad de
alimentarse y el hecho de resguardarse de depredadores, conflicto también presente entre la necesidad de
hacerse visible y la de aparearse en el caso de muchas especies; así también en el hombre se dan este tipo
de conflictos. Entre nosotros la actitud compasiva y altruista puede entrar en conflicto con la necesidad de

16
EHP p. 65.

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obedecer y surgen genuinas dificultades cuando nos planteamos cual valor es más importante para la
supervivencia. Así por ejemplo: ¿Es bueno educar para la obediencia irrestricta o debemos proteger los
gérmenes de singularidad y de heterodoxia (neotenia) sabiendo que en ellos reposa buena parte de las
posibilidades de renovación?

Volviendo a los MDI señalemos finalmente como Kneutgen, a propósito de la existencia de pautas de
escucha y expresión musical, ha indicado la existencia de algunos lemas o claves musicales que se repiten
en los repertorios musicales del mundo debido a nuestra reacción innata frente a ellos. Algo similar sucede
con las canciones de cuna. Thorpe ha sugerido, con abundante cantidad de datos sobre el estudio de aves,
incluido su canto, el cual es uno de los campos de su mayor interés, que los patrones de belleza y elegancia
no son exclusivos de nuestra especie. También las hembras de los pavos reales consideran espléndidos 17,
a juzgar por su comportamiento, los plumajes de los machos de su especie. Quiere decir esto que lo que
tradicionalmente le asignamos a la conciencia moral y estética puede muy bien ser parte del funcionamiento
de nuestros sistemas heredados, es decir parte importante de nuestras impulsiones básicas y sin las cuales
la vida en sociedad sería imposible y el progreso mismo de la cultura inexplicable. Lo interesante y
sugestivo para el estudioso de estos temas es que exista una disciplina que se plantea frente a estos
fenómenos, tradicionalmente considerados inasibles, de una manera objetiva y llena de perspectivas de
investigación.
En esta dirección es imprescindible una anotación sobre la que sería una de nuestras tendencias más
interesantes y a la que le debemos parte sustantiva de nuestro éxito en la naturaleza. Me refiero al impulso
cognitivo básico, aquello que nos ha convertido en animales exploradores por naturaleza y sin lo cual la
predominancia no sería el hecho irrefutable que ahora presenciamos. Es necesario plantear esta dirección
cognitiva básica de la especie pues allí radican las posibilidades de reconocimiento y manejo adecuado de
otra cantidad de impulsiones o instintos que de una forma alarmante amenazan con llevar la experiencia
humana por caminos catastróficos y disgregadores de los fines deseables para la especie, para decir lo
menos. Me refiero en particular al impulso agresivo, objeto final de esta exposición dada su importancia
vital.

El impulso hacia el conocimiento


Una de las indudables características de la evolución de los animales es la transformación de su sistema
nervioso en dirección a ofrecer varias alternativas de solución a los problemas. Si el medio ambiente no
cambiase mayor cosa seguramente la rigidización generalizada de sus respuestas sería un hecho. Pero aún
especies que no estamos habituados a considerar de ésta manera deben elegir entre varias respuestas
posibles a las situaciones problemáticas que enfrentan pero, sobre todo y básicamente, deben responder a
esos problemas, estímulos o situaciones que se les presentan.
En palabras de Eibl-Eibesfeldt: “Los animales se muestran específicamente dotados de la facultad de
aprender, tanto en lo tocante a la materia a aprender como al momento del aprendizaje y a la facultad de
retener o apropiarse lo aprendido”18. Estas facultades de aprender, memorizar y enseñar las ha relacionado
otro etólogo 19 con la rigidez o flexibilidad de las respuestas, situando la mayor rigidez en la condición más

17
Desde el ya clásico estudio de Lorenz "¿Tienen vida subjetiva los animales?" publicado
originalmente en Jahrbuch der Technischen Hochschule Muchen, 1963 y recogido en
Consideraciones sobre las conductas animal y humana, Barcelona, Plaza y Janés, 1974, los etólogos
se vienen interesando por lo que pareciera hace apenas unas cuantas décadas imposible: estudiar las
formas de conciencia, pensamiento y vida subjetiva de los animales. En esto no ha sido menos hábil
esta crucial disciplina al diseñar los mecanismos observacionales, las experiencias y los
procedimientos que permitan inferir los fenómenos mencionados. Al respecto véase también el
libro de Donald Griffin mencionado en la bibliografía.
18
EAO p. 26.
19
Tyler Bonner, John, La evolución del cultura en los animales, Madrid, Alianza Edit. 1982. P,
144. De este autor es el planteamiento sobre la diferencia entre respuestas rígidas y flexibles y la
clasificación de las mismas pp. 122-172.

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primitiva, caso de insectos y otros invertebrados donde se encuentra la información para una respuesta
rígida o fija. Una situación más compleja se encuentra en aquellos organismos que pueden responder de
más de un modo, pudiendo, por decirlo así, elegir entre al menos dos alternativas de comportamiento. Un
tercer nivel incluye ya una flexibilidad en las respuestas "mostrando éstas cierta continuidad sobre un
abanico de estímulos afines pero cuantitativamente variados", es el caso, por ejemplo, de la abeja
enfrentada a señales indicadoras de diversos grados de distancia o dirección. En un cuarto nivel el
individuo debe dar la respuesta correcta a un estímulo teniendo en cuenta un conjunto de información o de
factores, en vez de proporcionar una respuesta rígida, automática e innata. La cantidad de problemas
resueltos y la calidad de las respuestas en relación con los fines vitales son definitivas.
Ahora bien, en el caso del hombre esta capacidad de aprender y de ofrecer respuesta por tanto a los
problemas propios está, al igual que en muchas especies, condicionada por el carácter propio de los
momentos del desarrollo típico para su especie y por la disponibilidad de informaciones apropiadas para la
exploración de las respuestas posibles. Además de este aspecto hay que tener en cuenta el "temple de
ánimo" o "estado de ánimo". Los animales, incluido el hombre, no actúan como autómatas frente a los
estímulos o desencadenadores del medio ambiente sino que también están provistos de impulsiones
internas. El hombre al igual que el animal puede experimentar estados de ánimo provenientes de la falta de
alimentos, de la necesidad sexual, simplemente de la excitación agresiva o de la curiosidad. Es
conveniente señalar entonces que el estado o temple de ánimo es el estado preliminar de "carga" o
"predisposición para la acción" necesaria para la ejecución de un determinado comportamiento considerado
instintivo e innato. Decimos entonces que hay un impulso cuando coincide un complejo de estados internos
bajo la forma de informaciones previas y una percepción de elementos externos en forma de estímulos los
cuales generan un comportamiento determinado; ahora bien estos comportamientos no siempre llevan a
una consumación o realización satisfactoria.
Los impulsos o instintos se expresan como patrones de acción fijos y un aspecto especialmente importante
de la naturaleza y función de los patrones de acción fijos es que además de ser propios de la especie
pueden ser ritualizados de diversas maneras. Como lo señala Thorpe en otro texto 20 hay abundantes
pruebas de que en el curso de la evolución de los movimientos de intención la actividad de desplazamiento
se ha desarrollado, modificado o esquematizado, dando lugar al surgimiento de un elemento que sirve como
señal social, el cual a su vez actúa como desencadenador de comportamiento adecuado dentro de los
miembros de la misma especie. Es así como acciones que originalmente se realizaron como movimientos
de intención o actividad de desplazamiento se llegan a transformar en símbolos o señales.
Por ritualización debemos entender entonces ese procedimiento por el cual una acción no realizada con su
logro funcional final, es decir no consumada en su forma original o realizada en el vacío, o sea desplazada;
se ha llegado a convertir en algo dotado de significado y estar así dotada de una connotación particular. En
la sociedad humana es el caso, por ejemplo de muchas normas de "cortesía" las cuales a su vez son,
posiblemente, ritualizaciones de antiguos actos de confrontación, como el apretón de manos en el saludo.
Es importante comprender este proceso de interacción porque no solamente de él depende el
desenvolvimiento de los impulsos sino la posibilidad de controlarlos mediante la ritualización, el aprendizaje
o alguna forma similar de elaboración o desplazamiento. Igualmente permite este comprender el acceder a
lo que se nombra cuando se habla de competencia de patrones y en general cuando se está frente a
expectativas de la especie para interactuar de manera mucho más consciente en su propio proceso
evolutivo. Es el caso de la situación que tenemos con la agresión la cual en cuanto impulso debe ser a su
vez conocida, valiéndonos de nuestra propia dotación instintiva, oponiéndonos así a lo que en su momento
se vio como el signo de una vieja tragedia.
Los mismos autores quienes involuntariamente levantaron una oleada de preocupación, en algunos casos
indignada, al referirse a la agresión como una adaptación filogenética, también entrevieron esta dirección.
Lorenz, siguiendo a Arnold Gehlen, nos recuerda que una de las propiedades constitutivas del ser humano
"(es) su continua polémica investigadora –guiada por la curiosidad- con el mundo de las cosas; la actividad,
específicamente humana de seguir construyendo de una forma activa dentro de su propio mundo." Y
agrega mas adelante: "No resulta difícil ver el sentido que tiene para la conservación de la especie esta
apetencia por lo desconocido y esta "tácticas" que emplean el animal de probar todas las formas posibles".
Y a propósito del hombre afirma: "La cualidad que tiene el hombre de ser un ente inacabado –tan
fundamental para el carácter- es, sin lugar a dudas, un don que hemos de agradecer a la propia neotenia.
Mas, por su parte, la neotenia –o sea el hecho de liberarse de la rigidez de las normas innatas de acción y

20
Thorpe W.H. Breve historia de la etología. Madrid, Alianza Editorial, 1980.

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reacción- es con muchísima probabilidad, una consecuencia de la domesticación humana". Finalmente


señala Lorenz la dirección posible para el ejercicio de la conducta de curiosidad y la expectativa de
conocimiento: "La función que, en el hombre, reemplaza los "instintos" perdidos, es la polémica
interrogadora, investigadora y dialogadora con el mundo que nos rodea; el llegar a un entendimiento con la
realidad exterior, contenido también etimológicamente en la palabra razón”21. Eibl-Eibesfeldt, por su parte,
sigue una línea de pensamiento análoga al sugerir: "Un comportamiento de origen filogenético puede perder
su función original. Así un fuerte instinto de agresión pudo haber provocado en otro tiempo el desarrollo
intelectual del hombre por alguna competencia entre los grupos humanos y haber asegurado la difusión del
género humano por toda la tierra"22. Bien lo dice Eibl-Eibesfeldt, "pudo", lo que nos interesa en este
momento es cómo plantear ese impulso cognitivo frente al "fuerte instinto a la agresión", no ya en la
dimensión de la posibilidad pasada del "pudo" sino en la exigencia de un futuro que queremos hacer
presente y en el cual nuestra impulsión al conocimiento tiene frente a nuestra dotación innata una gran
responsabilidad desde el punto de vista evolutivo.

El asunto de la agresión
Cuando Lorenz hace varias décadas lanzó sus afirmaciones sobre este crucial elemento innato de la
conducta, un tanto de manera polémica y dirigida a revisar la imagen bastante ingenua de la naturaleza
humana, no faltaron las rasgaduras de vestiduras, las acusaciones y el revuelo intelectual el cual no se
compadeció con la inenarrable realidad de los recién pasados campos de concentración y exterminio y los
efectos de las armas atómicas. Indicativa política de autoengaño en condiciones desesperadas que, al
parecer, compartimos con avestruces en aprietos. Se vivía el júbilo colectivo de la posguerra y una paz de
almíbar debía estar recorriendo el planeta al comienzo de esta segunda mitad del siglo XX.
La piedra del escándalo fue la afirmación de Lorenz en el sentido en que hay que entender la agresión,
desde el punto de vista estrictamente funcional, como una adaptación filogenética el curso de la actual es
dirigido por un impulso agresivo innato. Muchos otros estudiosos y etólogos en particular han emprendido el
estudio de la ontogenia de la agresión y algunos recalcan la importancia de tener en cuenta no solamente la
impulsión interna sino los factores ambientales y culturales que junto con los estímulos desencadenan el
proceso agresivo.
En este último las teorías más adaptadas entre los etólogos se diferencian de otras teorías de la agresión y
coinciden a su vez con otras concepciones de los impulsos como la del psicoanálisis y algunas atrás
especulaciones más antiguas. Veamos la posición de la Etología.
La posición diametralmente opuesta, como ha sido señalado desde un principio, es la fundada en la
concepción empirista de la cultura y el aprendizaje. A saber, el ser humano es como la blanda cera, de allí
que no solamente el comportamiento agresivo sino toda clase de comportamientos se aprenden. La
temprana eficiencia en la aplicación de procedimientos de tal o cual naturaleza lleva a su utilización
permanente, el ejemplo, es decir el uso generalizado a nivel social del procedimiento llevaría a un
reforzamiento. No hay razón desde esta perspectiva para preguntar por universales o constantes de la
cultura o de la naturaleza humana; la cultura, la personalidad, son indiscutibles reflejos de la experiencia.
Toda la insistencia se hace en los procedimientos. Esta perspectiva la comparten, entre otras disciplinas, la
psicología del aprendizaje23 y el conductismo, tal como esta planteado en Watson y Skinner. Y el
presupuesto es, a mi modo de ver, evidente. Se considera que en el fondo todos somos iguales y buenos
por naturaleza, es el contacto con el "mal ejemplo", bajo la forma de estímulos sociales inconvenientes, lo
que activa nuestra capacidad mimética y lleva a la adopción de conductas inadecuadas.
Por otra parte, los investigadores que utilizan el modelo carencia-agresión, partiendo de otra concepción
distinta de la naturaleza humana, en este caso como dotada de una capacidad de respuesta fuerte y
uniforme, llevan a afirmar la existencia de una relación entre la privación y la agresión. Suponen que la

Lorenz K. Consideraciones sobre las conductas animal y humana. Barcelona, Plaza y Janés. 1974.
21

Pp. 206-217.
22
EAO P. 3
23
Bandura, A. y Walthers, R.H. Aprendizaje social y desarrollo de la personalidad. Buenos Aires,
Paidós, 1968.

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agresión es la respuesta que el ser humano configura como única posible frente a las dificultades
provenientes de la carencia o la privación. Se supone este modelo al anterior en la medida de la diferencia
del presupuesto sobre la condición de la naturaleza humana. En un caso la afirmación sobre nuestra
bondad en el otro la visión del hombre como enérgico propósito de la naturaleza.
En una perspectiva diferente encontramos la visión etológica. Consideremos su versión amplia, es decir
aquella que cobija los diferentes matices que encontramos en autores como Lorenz, Eibl-Eibesfeldt o
Thorpe. No hay unanimidad en la forma como plantean la importancia y la prelación de los diferentes
aspectos del problema y como matizan y privilegian algunos de ellos. La posición de Lorenz, que podemos
dominar la posición de línea de fuego, es deliberadamente fiel al conjunto de los argumentos propios de una
disciplina que ha realizado un refinamiento y depuración en los conceptos. Esfuerzo por lo demás adecuado
para dotar de nuevos sentidos a los antiguos, pero no menos interesantes y cruciales temas de los instintos
o los automatismos animales en nuestra propia naturaleza y en aquello que entendemos como resultado en
la experiencia, la cultura.
Eibl-Eibesfeldt y Thorpe insisten por su parte en los argumentos de tipo cultural y ambiental y exponen con
especial énfasis el hecho mismo de la naturaleza de la adaptación filogenética, mostrando su plasticidad a
largo plazo, su dinamismo por capacidad de transformación. Estos autores, al igual que muchos otros
etólogos, coinciden en reconocer en la agresión una adaptación filogenética la cual determina el
aparecimiento de tal conducta, de manera total o parcial. Esto quiere decir que el impulso hacia la agresión
le pertenece a nuestra herencia. Es, junto con los elementos ya mencionados, y en el sentido señalado,
parte importante, sustantiva de la energía que hace posible muchos de nuestros actos. Reconoce
igualmente la investigación, específicamente en el caso de Eibl-Eibesfeldt, la existencia de un impulso filial o
tendencia hacia la socialización como parte de nuestras tendencias innatas.
Ahora bien, en lo que se aleja la Etología de otros modelos o perspectivas es en el considerar esa
naturaleza humana como algo fijo e inamovible; rechaza en este terreno las respuestas taxativas del tipo
"es bueno esencialmente" o "está marcado por la contradicción entre sus fines y las posibilidades" o
simplemente, "decidamos por acuerdo o convención sobre lo que es". Afirma la disciplina mencionada, por
el contrario, el que somos un proceso en el cual las preprogramaciones hereditarias cumplen un papel que
es necesario reconocer. En este caso el estudio de la agresión entraña una responsabilidad para nuestra
curiosidad la cual, como parte de la dotación instintiva, está llamada a jugar un papel importante, para no
decir clave, en el estudio y manejo de esa otra parte de nuestra herencia.
Las dudas sobre el peso de los argumentos de los etólogos sobre este problema de la agresión han venido
a ser finalmente saldadas por la investigación no propiamente etológica pero del mismo corte, es decir:
objetividad y cuidado crítico con los presupuestos de teoría que ponemos en acción. Valzelli y Thorpe 24, y
en parte del mismo Eibl-Eibesfeldt, entre otros, se han preocupado por integrar los datos animales y
humanos relacionados con la agresión, sobre la base de un adecuado conocimiento de ramas de la
investigación como Genética, Neuroanatomía, Neurofisiología, Embriología, Endocrinología, entre otras que
sería dispendioso enumerar.
Constituyen sus obras las pruebas concretas de la utilidad de poner en funcionamiento los que en su
momento se llamaron modelos de interacción. Estos modelos suponen la necesidad, dada la naturaleza del
problema o asunto, de poner en interacción diversas teorías, observaciones y experimentos, de tal manera
que se evidencien posibilidades de comprensión y explicación excluidas de entrada por teorías monísticas.
Estas últimas suponen que sus explicaciones son válidas de manera exclusiva.
A partir de los modelos de interacción vamos comprendiendo el valor de supervivencia que tiene la
agresión, en otras palabras, es conveniente recordar que la intolerancia tiene rendimientos que la hacen
resurgir permanentemente. Sin agresión no hay control y dominio de territorio, no hay incentivo hacia la
búsqueda de las mejores condiciones para la realización de los fines propios del individuo y de la especie.
No hay sin un grado de ella realización eficiente de las tareas de reproducción. La agresión es tan
constitutiva de nuestro ser como lo es el impulso al conocimiento y el otro vigoroso conjunto de nuestros
impulsos como es el de filiación. Antes de hacer una consideración sobre el impulso filial veamos una última
anotación sobre la agresión, a propósito de la necesidad de distinguirla de la violencia.
La agresión ínter específica se puede justificar plenamente con la solución del problema alimentario que
trae aparejada, el hambre es tal vez el disparador básico de la agresión, en la mayor parte de los casos la
activa. La agresión contra miembros de la misma especie (intraespecífica) si requiere un poco de atención.

24
Valzelli, Luigi. Psicobiología de la agresión y la violencia. Madrid, Editorial Alhambra, 1983.
(Raven Press Books. 1981). Thorpe, W.H. Naturaleza animal, naturaleza humana, Madrid, Alianza
Editorial, 1980.

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Vale la pena recordar que, desde el punto de vista neural, se activa con descargas eléctricas en diferentes
zonas cerebrales25
Además de esta distinción, entre al menos dos tipos de agresión básica, es conveniente diferenciar la
agresión de otras conductas orientadas a realizar daño, en este último caso hablaríamos de violencia, a
diferencia de los impulsos agresivos que se manifiestan, por ejemplo, como actividades depredadoras, es
decir relacionadas con la necesidad de ingerir alimentos. Conviene anotar que por el tipo de punto de vista
la Etología no introduce esta distinción sino que su responsabilidad es atribuible a otras concepciones las
cuales consideran el problema objetivo del daño al otro como parte de la realidad a explicar.
Thorpe y Valzelli coinciden en este punto26. Se separan es este sentido de la perspectiva meramente
etológica al abrir un campo para el tema del daño, lo cual es para etólogos como Eibl-Eibesfeldt un punto de
vista irrelevante27. Para una cuidadosa valoración del asunto de la agresión nosotros no podemos coincidir
con él en la irrelevancia del punto de vista sobre las intenciones y las consecuencias. Por ello para una
definición de la agresión debemos optar por resaltar aspectos decisivos en los mismos modelos de
interacción que el etólogo defiende en algún momento, pero que no practica con la receptividad hacia
ciertos puntos de vista importantes, como sería deseable28.
Thorpe, en la dirección adecuada, ha propuesto que se consideren los aspectos internos de la agresión
pero también la influencia de los factores ambientales o externos. Para él la conducta agresiva puede verse
fuertemente influida por aspectos ambientales. Su propuesta es separar el concepto de agresión "que
inicialmente entrañaba el "salir hacia" un área nueva, de la conducta dirigida hacia la violencia física en sí".
En el primer caso se trata de una conducta autoasertiva de consecución que se puede originar a partir de
una gran cantidad de causas (escasez de comida, aglomeración, etc.) y la otra es conducta dirigida a hacer
violencia física sobre los otros: "Necesitamos dos términos, agresividad, en el sentido biológico normal y
violencia como conducta claramente dirigida a hacer daño a otros".29
Encontramos en Valzelli una definición de agresión que también abre la posibilidad de distinguirla de la
violencia;
Agresividad es el componente de la conducta normal que, con diferentes formas vinculadas al
estímulo y orientadas a un objetivo, se libera para satisfacer necesidades vitales y para
eliminar o superar cualquier amenaza contra la integridad física y/o psicológica que está
orientada a promover la conservación propia y de la especie de un organismo vivo, y nunca,
excepto en el caso de la actividad depredadora, para producir la destrucción del oponente30.

25
La interespecífica implica núcleos hipotalámicos anteriores y la que va contra otras especies la
maneja el cerebelo anterior, la primera la suprime la cabeza del núcleo caudado, la segunda es
controlada entre otros por los núcleos ventromediales del hipotálamo y los cuerpos mamilares.
Valzelli, op.cit. p 57 ss, p 91 ss.

26
Valzelli op.cit. p. 64 ss y Thorpe op.cit p. 253 ss.
27
"En las obras de psicología se indica frecuentemente como rasgo determinante del
comportamiento agresivo la "intención" de perjudicar a un congénere. Por razones fáciles de
comprender, los biológicos no pueden hacer absolutamente nada con un rasgo determinante de este
tipo." EHP p. 92.
28
En repetidas ocasiones manifiesta el etólogo mencionado en la anterior nota la incapacidad, hasta
cierto punto real, de tematizar con exactitud y objetividad el asunto de las intenciones y los daños
desde el punto de vista biológico. Esto es correcto si uno se niega, por cualquier razón a salir de los
marcos de una teoría o una estrategia explicativa en particular, pero cuando se trata de atender a los
términos de un problema que exceda estos límites es conveniente hacer los esfuerzos para hacer
operativos los modelos de interacción que, en este caso, él mismo propone. EHP p. 90.
29
Thorpe, W.H. Naturaleza animal, naturaleza humana. Barcelona, Madrid Alianza Edit, 1980. p.
253

30
Valzelli. L. Op.cit. p. 64.

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Se pone de presente entonces la urgencia de incorporar, a los modelos de interacción en los cuales varias
disciplinas participan, en la tarea de comprender y explicar un problema, aquellos discursos o disciplinas
que plantean los modos de identificar y comprender la dimensión intencional de algunas formas de la
conducta agresiva. En particular nuestra especie, por efecto de la cultura, está en posibilidad permanente
de exceder los controles biológicos que la propia cultura alimenta. Como si la cultura, en su plasticidad y
dinamismo, exacerbara aquello mismo que debe ayudar a controlar. Al mismo tiempo, en su condición de
resultado de la vida y epifenómeno autónomo de ella, parece que ofreciera las posibilidades de interactuar
con nuestros elementos innatos.
A mi modo de ver, y para efectos del manejo de la agresión, es estratégicamente importante concentrar la
atención en los procesos de ritualización. Es un territorio neurálgico donde se puede cruzar nuestra
disposición hacia el conocimiento con los diferentes impulsos de nuestra dotación instintiva.
El deporte y la competencia académica, para mencionar dos ejemplos, como puestas en escena y en obra
de las tendencias agresivas ritualizadas, vienen señalando la dirección y las posibilidades. Ritualizar
cualquier impulso tiene una importancia dinámica y estratégica crucial, supone el reconocerlo, el verlo
actuar en el vacío; el asistir a su ritualización bien puede implicar la incitación para su estudio cuidadoso. De
allí la importancia de atender a la naturaleza de los procesos de la ritualización. Este concepto de la
Etología permite entender cómo los impulsos agresivos se pueden desplazar y nuestra disposición
impulsiva hacia el conocimiento puede sintetizar de una manera genuina lo que produce la propia
conciencia de esos otros impulsos, bajo la forma de comprensión efectiva de direcciones de los procesos.
Es por ello que hay que tener en cuenta el asunto del daño.
Así también, y de una manera objetiva, se pondrá de presente la urgencia de una pregunta por el sentido a
la hora de hacer la investigación sobre las raíces naturales de nuestra cultura y a propósito de los que
pueda ser nuestra condición más esencial.
Para el caso del impulso filial, su planteamiento en la Etología por parte de Eibl-Eibesfeldt, coincide en los
aspectos de dirección y sentido con el psicoanálisis. Por supuesto que su vía de llegada al reconocimiento
del impulso filial o amoroso es distinta a la de Freud. En la perspectiva del etólogo fueron los estudios de los
rituales de saludo el primer caso. Luego empezó a comprender una cantidad de actividades humanas en
términos de rituales de vínculo al atender a su función básica. Pronto encontró elementos suficientes para
llamar la atención sobre aquello que precisamente controla la agresión de un modo más efectivo,
constituyendo un complejo de actividades y actitudes el cual identificó como el impulso filial.
El impulso vinculante o filial es lo que la naturaleza humana le opone a las agresiones intraespecíficas e
interespecíficas y, considerando el grupo social como una entidad, es también el impulso vinculante lo que
controla en parte las formas de agresión inter e intragrupal.
Este impulso filial, además de ser el responsable de la actividad reproductiva, está a la base de lo que el
autor considera el núcleo mismo de la vida social y se puede observar en dos procesos que constituyen a
su vez la principal fuente de surgimiento de la identidad personal y de facilidad para la gestión social. Se
trata del desarrollo del vínculo personal y la confianza primordial.
La capacidad que tiene una persona para tener relaciones maduras y desenvolverse con un mínimo de
seguridad depende de la firmeza del primer vínculo, es decir el vínculo con la madre. Ese vínculo, que se
establece desde el momento de la conciencia de la gestación, teniendo entonces una dimensión prenatal 31,
tiene unos momentos cruciales posteriores al parto y es cuando se establecen nexos muy profundos entre
madre e hijo. Se denomina, uno de ellos, "pauta de fijación de mirada del lactante", su carácter innato
recalca su importancia, implica a la madre de manera íntima y vigorosa y su desenvolvimiento, positivo para
al niño cuando se cumple adecuadamente, le permite a este la organización de su confianza primordial,
fuente de los adecuados procesos de identidad personal.
Esos primeros vínculos filiales son la clave para el posterior proceso de socialización y no dependen
exclusivamente de la madre sino, también más adelante, del padre y de los adultos que rodean al niño.
Dificultades y tropiezos en este proceso traen aparejadas tendencias nocivas para la vida social32.
En lo que se refiere al control biológico de los impulsos agresivos este impulso filial, junto con otros MDI, se
manifiestan bajo la forma de una tendencia a manejar los conflictos de manera coordinada y eficiente en la

31
Thorpe, W.H. Naturaleza animal, naturaleza humana. Madrid, Alianza Editorial, 1980. p 223-224
32
Thorpe, op.cit. pp. 215-276. Eibl-Eibesfeldt, AO pp. 209-237; GP pp. 113-131. Valzelli, op.cit.
pp. 153-167.

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mayor parte de los casos. Una fuente importante de control es la ritualización del enfrentamiento, pero
también lo son la presencia oportuna de comportamientos de sumisión, la mediación de terceros, la
activación de la jerarquía bajo la forma de movilización o confirmación de los estatutos o roles, los
comportamientos pacificadores y las conductas claramente vinculadoras, la evitación de las provocaciones
y lo que me parece estratégicamente significativo, el incremento de las formas de conciencia.

Las formas de conciencia se incrementan por el éxito final del impulso cognitivo y son las de mayor peso
proyectivo en el proceso de evolución de la humanidad y en el control de la agresión, no siempre por la vía
directa de la resolución del conflicto de una manera inmediata, pero siempre creando las formas culturales
que permitan reconocer el conflicto y elaborarlo de una manera humana, como corresponde a la capacidad
propioceptiva de la especie manifestada también como conciencia y expresión cultural. Dos ejemplos bien
pueden servir para ilustrar este funcionamiento del impulso cognitivo activando formas de conciencia y de
cultura orientadas hacia la convivencia y la construcción de formas de la identidad y de la territorialidad
realmente cosmopolitas.
Una interesante polémica que se suscitó a finales de 1991 por la aprobación en la Cámara de Diputados
italiana de una ley protegiendo las minorías lingüísticas (10 lenguas y dialectos locales con 3.000.000 de
hablantes). La ley es defendida por un diputado socialista, pero intelectuales de su mismo partido la
combaten en carta abierta por "representar un verdadero y real atentado a la unidad cultural de la nación" y
precipitar al país "en aquel municipalismo que ha acompañado los momentos más oscuros de nuestra
historia". Vemos aquí el conflicto entre lo que nos identifica a un nivel micro como pequeño grupo y lo que
como humanidad debemos construir en el sentido ecuménico y cosmopolita de la ilustración. Evidentemente
hay una contradicción en los procesos de construcción de la identidad regional y esa otra saludable
tendencia hacia la obtención de formas de identidad más amplias. Por lo demás la evolución de los seres
vivos está llena de esas contradicciones o competencias entre direcciones.
Un segundo caso, en la misma dirección, lo constituye el "manifiesto de Strasbourg", firmado por un grupo
también de intelectuales europeos, el 8 de noviembre de 1991. En él se empieza por alertar a la opinión
pública mundial y europea "contra los peligros que hace correr en toda Europa el clima actual de xenofobia
y fanatismo nacionalista". Recordemos que se está hablando desde una Europa unida, pero cerrada
también al otro. Por ello el manifiesto termina por recordar que "el Goethe audaz, abierto al oriente, que
ama a Góngora por su fidelidad a la cultura árabe, hizo más por Alemania que los políticos nacionalistas de
los años 30". Reclama el manifiesto la urgencia de mirar al otro de una manera genuina: "no habrá una
renovación en Europa sin una audaz apertura de la conciencia hacia los otros hombres, otras naciones,
otras culturas".
La humanidad aún está por entender cabalmente lo que genios visionarios como Rimbaud o Holderlin
soñaron con palabras. El primero en su paradoja: "Je est un Autre", el poeta alemán recordándonos: "nadie
sin alas puede conocer al más próximo". En esto el manifiesto de los intelectuales europeos es punta de
lanza del impulso cognitivo frente a la evitable repetición del pasado. Está el manifiesto escrito a propósito
de la expresión clara de esa paradoja implícita al impulso que nos lleva a identificarnos con un grupo, una
comunidad o una sociedad, convirtiéndose paradójicamente en la fuente de la intolerancia con otros y lo
otro. Nos permite ver por un momento que la mejor respuesta a la pregunta por el sentido está en el
descubrimiento de lo otro, del otro; en la construcción de humanidad como un proyecto cotidiano de
conocimiento, reconocimiento y exploración.

Bibliografía
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Lorenz K. Consideraciones sobre las conductas animal y humana. Barcelona, Editorial Planeta, 1974. 416 p.
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Thorpe W.H. Naturaleza animal, naturaleza humana. Madrid, Alianza Editorial, 1980. 390 p. (Menthuen &

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Press Books, 1981)
Vélez, Antonio. El hombre herencia y conducta. Medellín, Editorial Universidad de Antioquia, 1989.

Autor:
Eufrasio Guzmán Mesa
tirtamo@hotmail.com

Profesor
Instituto de Filosofía
Universidad de Antioquia

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