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El Quijote a través del espejo


Con el Quijote nace la novela moderna, con la novedad de un personaje que toma a la ficción por realidad,
enceguecido y a la vez deslumbrado como estaba por los libros de caballería.

Tomar la ficción por realidad. La confusión permea nuestras vidas cotidianas más de lo que queremos suponer, pero
las novelas a lo largo de los siglos nos fueron enseñando cómo distinguir a la una de la otra. Paradójico como suena,
quijotesco casi, reconocemos hoy que el hábito de los libros es una excelente medicina contra los espejismos.
. Trescientos treinta años después de ver la luz del día, don Quijote chocó contra el espejo impulsado por la ficcional
mano de Pierre Menard. Pierre Ménace, amenaza, Pierre Ménade, la furia.
Recordemos a Werner Heisenberg autor del libro titulado Física y más allá, Heisenberg, quien confiesa que durante
largas caminatas se preguntaba sin cesar “¿puede la naturaleza ser tan absurda como se nos aparece en estos
experimentos subatómicos?”. La respuesta es afirmativa --motivo que da lugar a su maravillosamente denominado
principio de incertidumbre y a eso que los nuevos científicos llaman “la bruma poética”, imprescindible para poder
pensar lo impensable y descubrir lo que hasta entonces parecía indescubrible.

Más allá de lo imaginable parecería afincarse el reino de la novela, esa entidad extraordinaria que hizo nueva
eclosión con el llamado “boom” y se estratificó bajo la batuta de Harold Bloom. Reino que hoy día parecería estar
perdiendo volumen, debido a la amenaza de la pérdida del volumen, del libro.

Los enemigos del libro tienen nombres atractivos: Hipertexto, CD Rom, Internet, y hasta el nuevo futuro e-libro, el
e-book, libro-pantalla electrónica, unívoco y portátil y recargable, por ahora en proceso de concreción --menos
mal!--, que se alimentará y cambiará de texto vía Amazon e Internet. Todos están entrando en nuestras vidas para
enchufarnos a algún tipo de monitor y obligarnos al estatismo, olvidándonos de ese compañero maravilloso,
acariciable, transportable, subrayable, marcable, olfateable: el libro. Un monitor! Piensen nomás en el nombre,
palabra tomada del inglés, Monitor. Mi Webster es categórico en cuanto al origen: “alumno designado para asistir a
la conducta de la clase con propósito de orden. Persona que amonesta, reprende/ instrumento para detectar gases
nocivos...”

detectar gases nocivos... como si una novela pudiera ser escrita con alguna otra emanación.
Cierto es que un par de discos zip pueden almacenar una biblioteca entera. Cierto es que mucho se ha dicho sobre la
muerte de la novela ahora que interactivo es el nombre del juego, y que tantos pueden tener su propia página web
donde narrar su vida sin restricción alguna, donde pueden chatear a gusto, crearse nuevas personalidades, vivir su
muy privada, autoindulgente y claustrofóbica novela personal.

A pesar de todo, con Umberto Eco estamos dispuestos a afirmar que la novela no morirá. O, mejor dicho, que ha
estado muriendo a lo largo de todo este tiempo, reviviendo en cada instancia, novela fénix, crísticamente resucitando
al tercer día, novela búdica de infinitas reencarnaciones. Novela que es en sí espejo de nuestros deseos más
profundos, a veces de nuestros más oscuros abismos. Novela que de manera tangencial tiene el don de profecía.

La profecía que inadvertidamente nació con el Quijote, cuando éste le dice a Sancho:

“Caballero andante soy y no de aquellos cuyos nombres jamás la fama se acordó para eternizar su memoria, sino de
aquellos que, a despecho y a pesar de la mesma envidia, y de cuantos magos crió Persia, bracmanes la India,
ginosofistas la Etiopía, ha de poner su nombre en el templo de la inmortalidad para que sirva de ejemplo y dechado
en los siglos venideros...”

El novelista mexicano Héctor Aguilar Camín señala en un excelente ensayo hasta qué punto las palabras del loco,
escritas para despertar la risa, se han convertido con el tiempo en verdades literales, históricas.

Leer, releer, re-elaborar, descubrir la siempre cambiante riqueza narrativa que a la larga formará parte de nuestra
cosmogonía, de nuestro imaginario, de nuestros sueños. Se requiere para esto un tiempo, tiempo de maduración de la
lectura, opuesta como tal al rápido cliquear de íconos para movernos por la pantalla, o al zapping desaforado frente
al televisor, blandiendo el control remoto como si fuera un arma. La mano siempre apretando botones, los ojos
desabrochados, insaciables.
El ritmo del libro está dado por nuestro reloj interno, nuestra respiración, la necesidad de detenernos para poder
percibir las reverberaciones y leer entre líneas.

Pero el espejo separador entre la realidad y la ficción está hoy directamente frente a nuestros ojos y listo para
volverse brumosos y permitirnos entrar. Peor aún; para devorarnos. Se llama por ahora pantalla, con una voz que
suena protectora, aisladora, y sin embargo se ha vuelto voraz.
¿Podremos alguna vez retornar a tierra firme?
No es de asombrarse que Borges le temiera a los espejos, abominables como la cópula porque multiplican el número
de los hombres, según le hizo decir a Bioy que decía un heresiarca de la mítica Ucqbar.
El sexo por Internet demuestra una vez más lo correctas que han sido sus presunciones.

La superficie de este nuevo espejo de fin de milenio, llamado pantalla, no deja lugar a la reflexión en ambos sentidos
de la palabra. No nos devuelve los rayos de luz, ni nos da tiempo para pensar, para reflexionar y absorber y digerir.
En el ubicuo ciberespacio el tiempo se ha convertido en bytes. En el ciberespacio las cosas se aceleran, hay que
pensar muy rápido y ser muy desaforado para mantener la atención del otro en el chat room, inventar a toda
velocidad: el otro puede aburrirse, dejar de atendernos, pasar a un nuevo estímulo. Los adictos a la web ya han
cruzado el umbral, están del otro lado, del otro lado del espejo podríamos decir.

En Virtualandia la situación se ha trastrocado. Ya no se toma más a la ficción por realidad, esa modalidad de antaño.
Ahora no. Estamos allí en el preciso lugar donde la ficción es realidad, y lo que ha quedado atrás es lo que muchos
llaman ahora EVR. EVR, en vida real, ese lugar despreciable donde los verdaderos libros y la verdadera política (el
oxímoron es intencional) y el sexo verdadero y el verdadero dolor nos llaman de regreso y nos advierten de los
peligros de permanecer para siempre ciberespaciados.

Tanto puede tomarse allí la realidad por ficción que una joven norteamericana, después de largos intercambios
electrónicos sobre sus inventadas aspiraciones masoquistas -masoquistas al máximo, con ardientes deseos de
desmembramiento y de muerte-- aceptó salir con su interlocutor -- hasta el momento anónimo-- y creyó seguir así,
de mentirijillas cuando él la llevó a su departamento y la amordazó y la ató y la estuvo torturando sexualmente
durante 20 horas. “Las primeras horas creí que seguía el juego, yo en realidad le conté esas cosas porque me di
cuenta que le interesaban. Ustedes saben lo difícil que es mantener la atención del otro en un espacio donde se
cuelan todos los interlocutores del mundo” alegó ante el tribunal. Y ahora el hombre treintañero está pagando con
una larguísima condena el haber sido tan anticuado como para, a la inversa de la moderna muchacha que apostaba a
la ficción de la realidad, creer real la ficción de ella.

Nosotros los que nos quedamos acá, EVR, en la vida real, perdiendo el tiempo lejos de las indoloras emociones
fuertes de una realidad virtual, nosotros creemos aún que la alta literatura nos enseña a distinguir, a volar con la
imaginación manteniéndonos siempre del lado lúcido de la metáfora, comprendiendo cada vez más.

Y nos queda tanto por hacer. Nos queda tanto por leer. Sobre todo en este siglo que se abrió al advenimiento de una
nueva voz. La de la mujer, silenciada por milenios.
. “El siglo venidero será femenino, para mejor o para peor. El genio femenino, tal como se nos presenta aquí, deja
esperar una posibilidad de que no sea para peor”, dice Julia Kristeva en su recientemente publicado trabajo sobre la
filósofa Hannah Arendt.
Se trata del primer exhaustivo volumen de una trilogía titulada precisamente El genio Femenino. Las otras dos
figuras a tratar serán Colette y Mélanie Klein. Con Hannah Arendt y a lo largo de la biografía de esta gran pensadora
judía que de joven fue amante de Heidegger, Kristeva enfatiza el tema de la felicidad del pensamiento. Arendt sabía
que su patria era el pensamiento, y se trataba de una patria de dónde las mujeres solían verse excluidas. Arendt la
abordó y la habitó de lleno, sacrificando mucho en aras de esa felicidad, la de pensar. Trajo un nuevo soplo a la
filosofía, reivindicó el perdón y la promesa, esas dos categorías que no pueden ejercerse en soledad, puesto que
nadie puede perdonarse o prometerse algo con un grado indiscutible de eficacia.
Pienso entonces que todo reflejo nuestro en la pantalla es autocomplaciente, Volviendo a Kristeva, cito:
“el sabor de las palabras, devuelto a los individuos robotizados que somos, es quizá el más bello regalo que la
escritura femenina puede ofrecerle a la lengua materna”

En la robotización, en la aceleración, hay un mundo de gente que se niega a saber. Y una buena cantidad de
escritoras aún responden al discurso patriarcal. Pero la novela no está hecha para responder a discurso alguno
simulando hacer todo lo contrario, recayendo. La novela está hecha para romper viejos moldes a cada paso, a cada
vuelta de hoja
Pero gracias a la toma de posesión por parte de las mujeres de un lenguaje que les era ajeno (no olvidar lo dicho por
Mary Daly: “los hombre se atribuyeron desde siempre los textos, a las mujeres nos permitieron los textiles, sin
reconocer que la raíz latina de ambos vocablos es la misma” es decir, como implica la misma autora: “el patriarcado
se apropió del cosmos, dejándole a las mujeres tan sólo los cosméticos”)
Con la profusión de escritura femenina, la separación ha sido borrada. Se podría decir que el mundo ya no será
descripto en exactamente los términos de antes. Es decir que ese mundo ha cambiado.
El creciente espacio de la duda es ahora un espacio muy válido, el creciente espacio para el cambio.
Cierto es que solemos perder noción de dónde estamos parados. Lo malo, ahora, es que tampoco sabemos cuándo...
todavía persiste el debate: el Siglo XXI, el tercer milenio, ¿empiezan el primero de enero del 2000 a las 0 horas una
fracción de segundo, o empiezan al año siguiente? Yo por lo pronto estoy preparada para celebrar ya el cambio de
era y no por muy egoístas motivos de las próximas elecciones, sino porque tengo un íntimo convencimiento de que
es matemáticamente así. Aunque las precisiones matemáticas poco tienen que ver con la tradición, y el calendario
por el cual nos regimos establece que la circuncisión de Cristo --punto de partida de la actual medición del tiempo--
ocurrió el primero de enero del año 1. Como bien sabemos, los romanos tenían una muy buena excusa para partir de
la unidad: al contrario de mayas y egipcios, desconocían el cero.
Personalmente siempre me he sentido fascinada por el cero, la nada, ese concepto por demás abstracto que se inserta
en la racionalidad numérica. Y según parece el cero está finalmente tomando el poder: científicos como Stephen Jay
Gould y Stephen Hawking han decidido que es hora de acabar con un viejo error (y probablemente comenzar uno
nuevo)
Quiero entonces celebrar el fin del milenio en el año nuevo venidero, a pesar de las amenazas de computadoras
enloquecidas y los pánicos milenaristas. Pienso que todo se podrá finalmente tomar con cierta calma, empezado
desde el real comienzo, empezando de cero como corresponde y acabando con dos mil años de error, en los que
fuimos regidos por la supremacía del uno.
No se trata sólo de darle su real valor a los tres ceros corridos como perlas en un collar. Se trata de un nuevo sistema
para enfrentar una nueva era: la aceptación del número par en detrimento del impar, del único, solitario, rígido
número uno que los griegos equipararon con la deidad..
No se hablará más de 2001 odisea del espacio. Podremos hablar ahora de 2000, odisea del tiempo. La palabra era
fálica mientras empezábamos nuestra numeración, la cuenta de nuestros años, a partir del palito, el muy erecto.
Empezaremos ahora a contar desde la multiplicidad de figuras redondeadas, honorando el círculo. Pensaremos en
círculos virtuosos que se van concatenando, como los de las madres de la plaza todos los jueves.
Quiero celebrar, en este fin de milenio, la escritura de la mujer que lentamente fue irrumpiendo en el siglo XX hasta
ir cambiándonos la percepción del mundo.
Entraremos en la era del triple cero nadando en un mar de novelas escritas por mujeres.

“Por qué escribo”, se pregunta eternamente Clarice Lispector en su libro casi póstumo La hora de la estrella, y
responde: “ante todo porque he captado el espíritu de la lengua y a veces es la forma la que constituye el continente”

y en otra parte añade: “Mientras haya preguntas para las cuales no tengo respuestas, seguiré escribiendo”
Porque el escribir no es exorcismo o catarsis, es más bien una confrontación con los abismos. Siguiendo con
Lispector:
“no, no es fácil escribir. Es como estar quebrando piedras. Chispas y astillas vuelan como desmenuzado hierro”.
No. No es fácil. Pero ¡cuánto goce fluye también como chispas de desmenuzado hierro!:
Desde el otro lado del espejo, don Quijote, ahora una doña, una mujer, se estará riendo de nosotros como solimos
nosotros durante casi cuatro siglos y por muy diversas razones, reírnos de él.
¡Bien por ella!

New Novel Conference: the Millenial Border


Abril de 1999
University of Aberdeen, Escocia.

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