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LA PROMOCIÓN DE OCCIDENTE
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historia de la humanidad, tales como la concepción de Erasmo de la
necesidad absoluta de la paz entre los pueblos y los trabajos de Picco
de la Mirandola en favor de la tolerancia entre todas las religiones.
Estas ideas nada tienen que ver con un retorno a la Antigüedad.
Sí es verdad que Italia, por el trabajo de sus humanistas, por sus
artistas, por sus hombres de negocios, por sus ingenieros y por sus
matemáticos, fue el país de vanguardia, principal responsable de este
desarrollo.
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premios”? No presento un Renacimiento donde todo fue éxito y
belleza. La lucidez implica al contrario, ver que durante los siglos XV y
XVI se acrecentó el oscurantismo: los alquimistas, los astrólogos, las
brujas y los cazadores de brujas. Hoy se continúa viendo como
característicos del Renacimiento a tipos de hombres sanguinarios,
como los condottieri, o a sentimientos como la venganza. Fueron
tiempos de odios, de luchas terribles, de procesos insensatos, de
masacres como la de América y de autos de fe. En el Renacimiento
comenzó la deportación de esclavos de Africa a América y en Europa
se profundizó la brecha entre los privilegiados y los pobres.
En muy pocos momentos de la historia lo mejor estuvo tan cerca de lo
peor: el Renacimiento aparece como un océano de contradicciones,
un concierto de aspiraciones divergentes donde convivieron el ansia
de poder con una ciencia que comenzaba a avanzar, el deseo de
belleza con el gusto por lo horrible, una mezcla de simplicidad y de
complicaciones, de pureza y sensualidad, de caridad y de odio.
Por eso me niego a mutilar el Renacimiento mirando sólo su
dimensión positiva o su dimensión negativa. Fue lo uno y lo otro y en
eso reside su carácter desconcertante, su complejidad y su enorme
riqueza.
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con aspiración a una cultura más laica y el deseo de integrar la vida y
la belleza dentro de la religión. La anarquía religiosa de los siglo XIV y
XV desembocó en la ruptura de la Reforma pero también en un
cristianismo rejuvenecido, menos estructurado, más abierto a las
realidades cotidianas, más vivible para los laicos, más sensible a la
belleza del cuerpo y del mundo. Es cierta la sensualidad del
Renacimiento y muchas veces optó por una filosofía materialista. Pero
su paganismo, más aparente que real, muchas veces engañó quienes
buscaban en él lo anecdótico y escandaloso. Maravillado por la
belleza del cuerpo logró devolverle su lugar legítimo en el arte y en la
vida. Pero no aspiraba a romper con el cristianismo. La mayoría de los
pintores representaron con igual convicción las escenas bíblicas y los
desnudos mitológicos sin sentirlos de ninguna manera como una
contradicción; para ellos el cristianismo no significaba ascetismo. La
laicización y la humanización de la religión no constituyeron una
descritianización.