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1.

BONNASSIE -SUPERVIVENCIA Y EXTINCIÓN DEL RÉGIMEN


ESCLAVISTA

El autor se inicia en la investigación partiendo desde las preguntas que Marc


Bloch se hizo respecto al fin de la esclavitud (¿Por que? – ¿Cuando? – ¿Como?).
Lo primero que hace es revisar aquello que fue escrito en materia de estudios
por los marxistas clásicos y franceses que se interesan en la transición de un
modo de producción hacia otro.
De alguna manera, Bonnassie busca alejarse del MP Feudal como una síntesis
entre aquello que el Imperio Romano dejaba como vestigios y aquello que los
Reinos Germánicos introdujeron a esa estructura previa. Por otro lado, tampoco
le interesa encajar cronológicamente todo aquello que se ajuste a la teoría
marxista según el desarrollo de fuerzas productivas y la lucha de clases.

El esclavo es visto por Bonnassie según los textos de las Monarquías Bárbaras
como una bestia parlante a la que puede castigársele y sobre el que caen
prohibiciones y prescripciones de todo tipo; no es humano ni puede tener
propiedades ni derechos sobre sus hijos. Todo el control es ejercido bajo el
poder de sus dueños.

Analiza una serie de factores por separado, señalados como determinantes


para que el proceso en cuestión sea llevado a cabo; se encarga de desmitificar
en algunos casos y de profundizar en aquellos que cree conveniente:

Factor eclesiástico – La iglesia durante el periodo romano no favorecía a la


manumisión (otorgamiento de la libertad para el esclavo en el derecho romano)
sino que por el contrario se encargaba de justificar la esclavitud en su “visión”
del mundo precisamente porque esta forma le era funcional en sus intereses;
inclusive la concepción del esclavo para la misma aparece como una sanción
impuesta por Dios debido a los pecados realizados, así que legitima esta
condición sin objeciones. Bonnassie hace hincapié en esta situación porque el
poder de la Iglesia como institución durante los s. IV-IX era muy fuerte, lo
suficiente como para abolir o aligerar la carga del esclavo como tal; sin
embargo su legislación y política le negaba el amparo a aquellos que
escapaban como esclavos fugitivos.
Pero con el tiempo, existe un cambio en su visión por el afán de cristianizar la
mayor cantidad de personas, para esto decide considerar al esclavo ya no
como una bestia de carga, otorgándole concesiones pero sin darle el status de
cristiano con pleno derecho. La iglesia finalizado el periodo romano seguía
siendo gran propietaria de esclavos.
Bonnassie descarta entonces por estos motivos que haya sido la Iglesia un
factor preponderante para acabar con la esclavitud y dar comienzo a un nuevo
orden; lo que si reconoce es que la religión pudo haber ofrecido un cambio en
la mentalidad de los esclavos (al ser cristianizados) para que dejaran de verse
como ganado y que justificara su valor como seres humanos; esto si pudo
haber socavado (en parte) el modo de producción antiguo porque los acercaba
más a una sociedad de la que antes eran excluidos.

Factor Militar – Se utiliza este apartado como argumento para la baja


demográfica de esclavos, debido a que las capturas acontecidas en las
diferentes guerras llevadas a cabo había bajado considerablemente.

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Bonnassie entiende y acepta que la guerra es un factor determinante no para
el fin de la esclavitud sino para su consolidación. En su análisis distingue dos
periodos: el de los Reyes Barbaros y el de el Imperio Carolingio. Destaca que un
proceso natural se llevo a cabo en Occidente durante esta etapa, la de
mantener sistemáticamente la empresa esclavista, que en contra de lo que se
sostiene durante la Temprana Edad Media (V-VIII) hubo un incremento en la
captura de prisioneros de guerra. En todo caso, para Bonnassie hay un cambio
en la fuente de extracción de estos esclavos, que ya no son extraídos de
lugares lejanos como pasaba durante el Imperio Romano sino más bien de las
cercanías. En la época carolingia lo que sucede es que baja la captura de
esclavos y se traslada a las fronteras del Imperio.
Un tema interesante que el autor destaca es que a la esclavitud no solo se
llega a través de la guerra sino que también existen factores como la miseria;
las deudas económicas; las condenas jurídicas o bien la auto-venta por
necesidad para que una persona pueda caer en sumisión.
En conclusión, para Bonnassie este factor no es preponderante si lo que
queremos es encontrar la “causa” del fin de la esclavitud. Lo que si le parece
es que este agente también aporta una nueva visión al esclavo porque ya no
solo deja ser visto como ganado sino que tampoco es considerado un
extranjero dado que su origen puede provenir de un pueblo vecino o hasta
puede ser el pariente de algún que otro hombre libre.

Factor Económico – La búsqueda de una salida del modo de producción llevo


a muchos historiadores a preguntarse precisamente si fue el costo de
producción (que el esclavo significaba) aquello que acabo con la esclavitud;
¿Realmente dejo de ser rentable para los propietarios, en un marco de recesión
durante la Alta Edad Media? Para Bonnassie esta etapa significa un momento
de repunte y crecimiento, algo que no comparte con Bloch.
Su justificación resalta que grandes transformaciones se llevan a cabo durante
este periodo: el crecimiento económico por expansión agraria y el desarrollo
técnico por la crisis de la esclavitud. Entre los s. VII-VIII existe un incremento en
las roturaciones y una gran cantidad de mano de obra es movida hacia nuevos
alodios campesinos concentrándose en grandes dominios, todo lo contrario a lo
que sucedía durante el proceso esclavista. Mas adelante se vera que la
atomización del gran dominio será contrarrestado por la fuerza del señor, quien
impondrá nuevas cargas a aquellos campesinos antes considerados libres. El
reemplazo de esclavos por tenentes en manos serviles aparece como una
etapa importante para entender el deterioro de la esclavitud.

Su teoría aparece como una forma discontinua entre el esclavismo y el


feudalismo representado por un corte que no es capaz de relacionar entre
ambos; precisamente porque las ataduras se fueron desgarrando en la medida
en que las cargas jurídicas para el esclavo se fueron eliminando y la
emancipación se hacia posible, por cargas del señorío banal que defendían la
servidumbre.
No se trata para Bonnassie de establecer un momento de ruptura fijo, más bien
es proclive a entender el proceso por múltiples quiebres en el MP Antiguo;
entre estos aparecen las reformas del Estado Dioclesiano; Las invasiones
bárbaras y el mantenimiento de la estructura romana; El cambio en la ideología
del esclavo y El Imperio Carolingio; que terminan de favorecer el pasaje hacia
otro MP a través de la Revolución Feudal (Crisis s. X-XI).

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Claro que para esto se debe entender el análisis de documentos e
investigaciones regionales; la tarea de comparar diferentes formas de
servidumbre que se fueron desarrollando en lugares ajenos unos de otros y a
partir de este salpicado elaborar una situación estructural.

2. WICKHAM - LA OTRA TRANSICIÓN

El autor encara el tema desde una posición continuista, claro que desde el
marxismo pero criticando la idea evolucionista: el salto de un modo de
producción hacia otro, tratando de evitar el eurocentrismo determinante que
termina aislando a Oriente del proceso histórico mediante el MP Asiático.
De alguna manera intenta unificar el MP Antiguo y el MP Feudal como partes de
un mismo proceso continuo, en el que la tributación ocupa un lugar central.
Situándose en épocas del Estado Dioclesiano, hace una salvedad respecto a lo
que Roma había sido en una etapa anterior no expansionista (Modo de
Producción Antiguo No Explotador) y lo que fue a partir de los s. II y I (a.C) con
la preferencia por la esclavitud y la explotación (Expansionismo Imperialista).
En ese momento de cambio/pasaje, la riqueza de las ciudades provenía del
campo y de los tributos que los propietarios debían realizar, así como también
de las ciudades sometidas a su poder. Esto lo llama Tributación en Red
(Relación urbano-rural)
La crisis del Estado Romano en el s. II había acabado con las grandes haciendas
esclavistas si bien seguían permaneciendo algunas pero en formas de tenentes
y tenentes libres (Coloni) capaces de controlar la tierra y el propio proceso de
producción; acá aparece un indicio de MP Feudal pero que no dominaba la
formación económica y social; en el Bajo Imperio no era la renta sino el
impuesto el que controlaba las riendas.
Con Dioclesiano se reestructura el Estado durante el periodo 284-305 (d.C) que
se mantiene bajo formas absolutistas, alternando su manutención entre la
renta de los campesino libres y el impuesto (independiente de la relación
propietario-tenente) que era la base de la recaudación estatal destinada a
mantener el ejercito y la burocracia (aprovisionamiento de las provincias; obras
y reservas). Este impuesto aparecía tanto a la tierra como al comercio de larga
distancia que, dicho sea paso, también controlaba el Estado mediante el
derecho de transito/aduana.

Las invasiones bárbaras para Wickham establecen un cambio de dominadores


pero no las formas o mejor dicho la estructura misma del Estado Romano (algo
que aparece también en Bonnassie) porque se dedica a recaudar impuestos
(MP Antiguo) y eso sumado a la renta (MP Feudal) destinada a un señor
absentista. Esto le permite sostener la continuidad entre un periodo y otro. Con
el tiempo se va a plantear la necesidad de elegir entre una de ambas formas.
Así para los s. V y VII el colapso del Estado hace que no puedan coexistir por la
contradicción que existe entre los intereses públicos y los privados que
ostentan la propiedad de la tierra. Se produce una evasión impositiva por los
altos cargos que el Estado exige, con el agregado de que se comienza a optar
por las estructuras feudales que los reinos bárbaros presentaban como
alternativa. El modo romano de impuestos y guerras expansionistas le da lugar
al modo bárbaro de evasión y estabilidad.

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Al perder poderío económico, el Estado se siente en inferioridad frente a la
importancia que los señores comienzan a tener por aumentar la propiedad
privada de los mismos. La caída del Imperio cambia las disposiciones, ya no se
necesitaba del impuesto para proveerse de un ejército; los nuevos reinos
tenían ejércitos que se basaban en la propiedad de la tierra. Al suprimir un
gasto importante se pasa del impuesto a la renta, profundizando más las
formas feudales de producción.
El cambio ideológico sobre los impuestos les resta aquel peso político que hubo
de tener en el Estado romano; si bien los reinos y su administración carecían de
una organización como la de este, se alcanzaba un nivel capaz de solventar las
economías. Wickham hace una descripción de cómo los impuestos pasaron a
tener un peso negativo durante el periodo merovingio para hacerse de
objetivos políticos mientras que en la etapa carolingia se volvió a poner énfasis
en la tributación aunque de una forma resignificada.
Lo que trata de demostrar el autor es que esta etapa no es solo un pasaje o
reemplazo de un MP a otro sino que entre los s. IV y VIII hay una coexistencia.

Respecto a la transición de la esclavitud a la servidumbre, en el texto aparece


señalado como la perdida del control sobre las relaciones sociales de
producción por parte de los Estados romano-germánicos; dejan de regular la
aristocracia y ya no poseen el registro de los campesinos adscriptos a la tierra.
El Estado pierde poder, como se menciono antes, mientras que la tierra deja de
ser un medio para tener poder, ahora lo es en si mismo.
No obstante la idea del Estado Hegemónico se mantiene hasta el s. XI pero lo
publico se había ido disolviendo en lo privado conformándose el sistema feudal
vasallatico apoyado en la igualdad del rey y la aristocracia; una lealtad que
debía ser mantenida mediante el otorgamiento de tierras a unos y otros,
desmantelando la estructura estatal. De ahí en más el campesinado se
concentro bajo el control del Sr. Feudal.

La caída del Imperio Carolingio puso fin a los gobiernos de vastos territorios
bajo el absolutismo; las unidades políticas creadas por ese entonces eran
pequeñas con mucha ideología hegemónica pero dependiente del poder feudal.
El campesinado había sido favorecido al dejar los impuestos por las rentas pero
con Carlo Magno, las relaciones feudales se extendieron de manera tal que
sometieron y explotaron a los siervos; se habían quitado las formas de
esclavitud antiguas y establecido prestaciones de trabajo. Wickham, en este
sentido, piensa que la transición entre una forma y otra se dio de manera
marginal y no como característica principal del periodo en cuestión.

A modo de cierre, la idea de Wickham aparece englobada en el sistema feudal


como una síntesis entre lo viejo y lo nuevo, dependiendo de la zona en la que
se profundice; reformula una teoría en la que el MP Antiguo y el MP Feudal
aparecen como subtipos de un MP Tributario o quizás más abarcativo que
defienda la continuidad entre un proceso y otro.

3. SALRACH - DEL ESTADO ROMANO A LOS REINOS GERMÁNICOS. EN


TORNO A LAS BASES MATERIALES DEL PODER DEL ESTADO EN LA
ANTIGÜEDAD TARDÍA Y LA ALTA EDAD MEDIA

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El autor propone no ceder a la tentación de considerar al siglo V como el siglo
de la gran ruptura (social y política), propiciada por la instalación de los
germanos en Occidente, sino que sugiere considerar el período comprendido
entre los siglos III y IX en términos de evolución social lenta.
Actualmente hay individualidades y escuelas que siguen pensando la historia
de la Alta Edad Media en términos de continuidad o al menos de lenta
evolución (Bonnassie, Lauranson-Rosaz, Bois).

LA TESIS FISCALISTA

Existe también un grupo de historiadores partidarios de la tesis fiscalista


(Goffart, Durliat), para quienes el sistema de finanzas públicas (impuestos,
gastos y métodos de gestión) creado por los romanos se mantuvo virtualmente
intacto durante el período germánico, hasta la época carolingia, entre otras
razones porque los reyes germánicos eran demasiado débiles para crear un
nuevo sistema fiscal pero suficientemente fuertes como para preservar y hacer
funcionar, con ayuda de agentes públicos y possesores romanos, el que
encontraron sobre el terreno.
Las investigaciones de los fiscalistas tienden a destacar la presencia
generalizada de canales fiscales en la geografía y el tejido social de Occidente,
la realidad viva y no necesariamente asfixiante del impuesto y la implicación
de toda la clase dirigente en la gestión de las finanzas públicas durante los
siglos III-IX.
Las investigaciones de la escuela fiscalista conducen a pensar que quizás las
sociedades europeas de Occidente, hasta el umbral del año mil, estuvieron
estructuradas de acuerdo con lo que podría denominarse un sistema social
antiguo en el que la modalidad dominante de producción o explotación del
trabajo sería la tributaria.
Los fiscalistas, en su empeño por descubrir la continuidad de las estructuras
antiguas, destacan las concomitancias de base entre los reinos romano-
germánicos y de éstos con el mundo bizantino.
La tesis fiscalista tiene sus oponentes. Por un lado se opone a os que
consideran que el mundo fue feudal desde las invasiones germánicas o desde
antes. Aquí las diferencias esenciales giran en torno al colonato que los
fiscalistas no consideran una forma de dependencia privada entre potentes y
campesinos, generadora de rentas que puedan calificarse de protofeudales,
sino simplemente una forma de dependencia fiscal entre personas libres, en el
marco de una estructura estatal que desde muy antiguo funcionaba sobre la
base de la delegación de autoridad pública en manos privadas. Por otro lado,
entran en contradicción con los partidarios de la supervivencia del esclavismo.
De acuerdo con Domenico Vera y otros, creen en una esclavitud doméstica
pero no rural o masiva ya desde el Bajo Imperio, y asimilan los servi a una
categoría de coloni, fundamentalmente sometidos a tributación pública. Por
último discrepan de los “domanialistas” en el hecho fundamental de que no
consideran las villae como grandes dominios, propiedad de un dominus que
percibe rentas y servicios de los tenentes de los mansi, sino asentamientos o
demarcaciones fiscales donde los contribuyentes, jurídicamente libres pero
económicamente dependientes, están adscritos, ene. Sentido de registrados,
en unidades fiscales llamadas mansi, bajo la responsabilidad de un dominus,
que es un señor privado a quien el Estado ha delegado competencias en
materia de recaudación y gestión de fondos públicos.

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A continuación, Salrach hace un somero análisis de las bases materiales del
poder del Estado en la Antigüedad Tardía y la Alta Edad Media.

EL BAJO IMPERIO

Las cuestiones fundamentales que los historiadores se plantean refieren a la


presión fiscal. Mientras unos observan un panorama crítico (Salviano), otros
(Martin, Lepelley, Vittinghoff, Chastagnol) ven signos de “prosperidad” que
matizarían las dramáticas consecuencias de la presión fiscal. La pregunta de
Salrach se centra sobre la posibilidad de la hipertrofia burocrática del Estado
romano.

Los ingresos públicos

Durante el Alto Imperio, todas las tierras pagaban el tributum soli y todos los
hombres, menos los ciudadanos romanos, el tributum capitis, y parece que
esta dualidad impositiva se mantuvo en el Bajo Imperio a pesar de los edictos y
constituciones que extendían la ciudadanía romana a todos los hombres libres
del Imperio. Un jugum era probablemente el equivalente fiscal de una
explotación campesina-media con un par de bueyes y, en la Galia, unas 10 ha
de tierras de labor. En este sentido, el número de juga de cada contribuyente
es un índice de su capacidad contributiva.
Respecto al impuesto personal, como en el caso del capital inmueble, la
materia imponible (las personas libres no indigentes) era reducida a unidades
abstractas de cálculo denominado capita: un hombre valía o pagaba por un
caput (palabra que se utiliza también en el sentido de contribuyente) y una
mujer por medio caput; y el cálculo de capita debidos por una unidad familiar
era una operación que se llamaba capitatio humana, expresión que, según
Goffart, también tenía el sentido de sujeción al impuesto.
Juga y capita eran pues unidades fiscales en base a las cuales se calculaba
cada año el montante del impuesto (territorial y personal) debido por cada
contribuyente. Para el fisco, aunque el importante era el impuesto territorial
(jugatio), lo decisivo es que reposaba sobre las espaldas de un contribuyente
(de un caput), de ahí que a veces se utilice la palabra capitatio, caput o capita
para designar al conjunto.
Puesto que el 80% de la riqueza nacional debía proceder de la tierra, dice
Durliat, así también los recursos públicos. Pero las ciudades, donde debía vivir
entre el 10 y el 20% de la población total, también eran gravadas; sus
habitantes eran censados y sometidos a capitación. Los senadores habían de
satisfacer un impuesto anual denominado collatio glebalis, cuyo montante
dependía de la fortuna de cada cual. Las ciudades organizaban también la
recaudación del impuesto llamado collatio lustralis, como la lustralis collatio o
chrysargyre que gravaba las actividades productivas no agrícolas, para lo cual
se utilizaba la infraestructura de las corporaciones.
En todo el Imperio se percibían impuestos sobre el tráfico de personas y bienes.
La recaudación se efectuaba en las aduanas u oficinas en los límites exteriores
del Imperio, las provincias, los términos municipales, las puertas de las
ciudades y los mercados.
El Estado poseía también tierras y otros bienes públicos, que proporcionaban
ingresos diversos, o bien porque eran explotados directamente, o bien porque
eran cedidos en arrendamiento. Estos bienes estaban repartidos entre los
bienes a disposición directa del soberano, denominados de la res privata,
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bienes de los templos (paganos) y de las Iglesias (cristianos) y bienes de las
ciudades.

El gasto público

El gasto público del Bajo imperio puede agruparte en tres capítulos: el coste de
las administraciones municipales, la administración central (gastos civiles y
militares) y el culto.
Los gastos municipales eran enormes y de muy distinta naturaleza. Las
ciudades, generalmente capitales de territoria muy extensos, financiaban las
obras públicas, espectáculos y distribuciones gratuitas de alimentos. Para
cubrir todos estos gastos eran necesarios grandes ingresos. Aunque la ciudad
tenía recursos propios (magistraturas pagadas, rentas de tierras municipales),
es dudoso que estas fuentes de financiación fueran relevantes en las finanzas
municipales. La partida de ingresos más importante procedía del presupuesto
del Estado, que asignaba un tercio de sus recursos a las ciudades. De todo el
impuesto recaudado en los territorios de las ciudades del Imperio, éstas tenían
derecho a quedarse con un tercio para satisfacer sus necesidades y debían
liberar los dos tercios restantes a la administración central. ¿Qué hacía el
Estado con ellos?
Según diversos estudios, otros tercio de los ingresos del Estado
aproximadamente debía asignarse al mantenimiento del Ejército
(reclutamiento, equipamiento, alojamiento, manutención, transporte,
soldadas). Obtenían los recursos necesarios por intermediarios: mediante
pagos a su favor que efectuaban los recaudadores, mediante el
aprovisionamiento en almacenes públicos, etc.
En cuanto a los gastos civiles de la administración central, Durliat distingue
fundamentalmente cuatro partidas: el mantenimiento de las grandes capitales
del Imperio (Roma, Constantinopla, Milán, Ravena), que en gran parte vivían de
las munificencia imperial; la ayuda a muchas otras ciudades, sobre todo
cuando atravesaban dificultades; el pago de los salarios de los grandes
funcionarios; y el financiamiento de diversos servicios públicos.
Respecto al culto, que absorbe una importante parte del presupuesto, la tesis
de Durliat es que las Iglesias y el Estado son realidades moderadamente
autónomas pero no separables. En la medida en que el cristianismo sustituyó al
paganismo como religión de Estado, como marco ideológico global, también
heredó sus funciones ideológicas e institucionales, y obtuvo en contrapartida,
las asignaciones presupuestarias o dotaciones (tierras o impuestos sobre
tierras) correspondientes al mantenimiento del culto. Desde este punto de
vista, los bienes de la Iglesia, aunque gestionados autónomamente, no son
separables o distintos de los bienes del Estado.
El emperador cristiano, que consideraba la Iglesia como un servicio público y
las iglesias como edificios públicos, se sabía con derecho a llevar la dirección
administrativa de la institución, a pilotar la nave cristiana y a imponerse como
árbitro de las querellas conciliares.
Los recursos de la Iglesia del Bajo Imperio eran de origen diverso, pero, según
Durliat, en contra del parecer de Gaudemet, los procedentes de la caridad
privada apenas cuentan al lado de los bienes y rentas del Estado asignados al
culto por el emperador y sus colaboradores. Estos bienes y rentas del Estado
asignados al culto procedían de dotaciones efectuadas sobre recursos de las
res privata y las tierras municipales, de las confiscaciones efectuadas a los
templos paganos, etc.
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La gestión de las finanzas

El possesor, también llamado patronus y dominus, podía tener pequeñas o


grandes propiedades o no tenerlas, y podía tener o no tener campesinos
dependientes, a título de señor privado, pero lo más importante y definitivo de
su identidad, según los fiscalistas, es que siempre se trataba de un individuo
privado que había recibido (por cesión directa, herencia o compra) una
delegación de autoridad pública que le permitía y obligaba, de hecho, a actuar
como oficial fiscal y arrendador del impuesto. El conjunto de tierras, y
cultivadores, sobre los que el possesor ejercía sus derechos eminentes, de
naturaleza fiscal, era la possesio o fundus (asentamiento fiscal o base de
percepción fiscal.
La ciudad era la célula política de base y el interlocutor necesario entre la
administración central y el contribuyente.
Ya se puede comprender que la gran máquina fiscal del Imperio pudiera
marchar con pocos funcionarios, bastaba que en todas partes hubiera
individuos privados, los possesores, dispuestos a actuar como si fueran
arrendadores de los impuestos y pagadores por cuenta del Estado.
Si, como creen los fiscalistas, el fundus era una base de recaudación, el hecho
de que fuera objeto de venta, herencia y donación presupone que la tarea del
possesor debía ser lucrativa. Parece que había varias modalidades de
remuneración. La más común debía ser la percepción de una comisión por cada
operación fiscal efectuada.
El impuesto era exigible en moneda, producto y servicios. Para sus cálculos el
Estado se servía de la moneda. Con ella elaboraba el presupuesto y expresaba
sus necesidades y lo que esperaba de la tributación de provincias y ciudades.
Teóricamente, el Estado expresaba sus necesidades en dinero, es decir, en
moneda de cuenta que por coemptio se transformaba en los productos y
servicios que precisaba. En la práctica, la coemptio, para muchas regiones y
ciudades era permanente, es decir, que el impuesto se expresaba
habitualmente en producto y servicio y por tanto, para los cálculos, era
necesario proceder hacia atrás, con la adueratio o retro-coemptio, para traducir
el valor del impuesto en dinero.
Se trata de un Estado fuertemente centralizado en una triple dimensión: todo el
poder está personificado en la figura del monarca; las grandes decisiones
políticas y económicas que afectan a la vida de todas las gentes del Imperio
(presupuesto, precios públicos, legislación, defensa) se toman en la corte
donde reside la administración central y, sobre todo, el centro puede hacer
sentir su poder directamente sobre cualquier ciudadano del Imperio. En la
práctica había muchos eslabones intermedios, unos subordinados a los otros,
aunque la iglesia era relativamente autónoma en la gestión de sus finanzas, y
el sistema de delegaciones permanentes de autoridad pública en señores
privados (possesores, domini) dificultaba la centralización de cuentas.
Así, inevitablemente, se llega al nivel inferior, el del contribuyente, base de
todo el sistema. Historiadores como Vera, Gascou, Saumagne, Goffart, Eibah y
Langhammer opinan que hay lazos entre el colonato y la fiscalidad, entre
coloni y fundi. Durliat es del mismo parecer: si el fundus era una base de
percepción fiscal, el colonus tenía que ser, pura y simplemente, un
contribuyente.

LOS REINOS ROMANO-GERMANICOS


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La hipótesis es la continuidad del Estado antiguo, y de su sistema
administrativo, en unos marcos espaciales más reducidos.

Los ingresos públicos

La hipótesis es que los reyes germánicos, seguramente, no tuvieron que


legislar en materia fiscal, al meno ampliamente, porque disponían de los
códigos romanos, que siguieron en vigor. El marco de referencia seguía siendo
la ciudad, ahora ya con el obispo como jefe de la administración local, en la
Galia, más o menos flanqueado por condes que deben ser los responsables de
los pagi o territorios que van emergiendo como subdivisiones, al principio, y
alternativa, al fin, de las ciudades.
No hay duda que el censum es el impuesto, que probablemente todavía se
percibía en sus dos modalidades, la territorial y la personal. Respecto a la
modalidad más importante, la territorial llamada en lagunas fuentes tributum,
muchos historiadores creen que se produjo una reducción de la punción, Así
oponen a un imperio romano poderoso y opresor, unos reinos germánicos,
demasiado débiles para mantener la misma tasa de sustracción. Las fuentes, al
menos en apariencia, les dan la razón. Mientras en época bajo imperial, según
cálculos de Durliat, el impuesto debía devorar alrededor del 20% de la
producción, la mayor parte a título de impuesto territorial, en tiempos de los
reinos romano-germánicos, las fuentes parecen sugerir una detracción del
orden de un 10%.
Hasta la época carolingia el impuesto personal fue conocido con el nombre de
capuz y de capitatio humana. Todos, romanos o germanos, estaban sometidos
a la capitatio humana, pero no por ello dejaban de ser hombres jurídicamente
libres.
En segundo orden de recursos públicos, después del impuesto, venían las
rentas de los dominios del Estado: rentas de las minas, las salinas y, sobretodo,
las tierras públicas (fiscus y patrimonium).
También los propios beneficiarios de tierras fiscales procedían a ventas o
intercambios entre ellos en función, seguramente, de su deseo de concentrar
recursos y facilitar el control. Es decir, las tierras públicas formaban una masa
enorme y constante de bienes que circulaban pero siempre entre las manos de
las personae publicae.
Pero es cierto que la asignación de recursos de la administración central a
instituciones e individuos poderosos llevaba a la creación de fuerzas
alternativas como duques, condes u obispos independientes. Así se podría
concluir que el advenimiento de los carolingios con sus confiscaciones de
bienes eclesiásticos y el ensanchamiento de fronteras fue algo así como una
tentativa de restauración o reforzamiento del Estado tradicional, en el sentido
de superación de aquel estadio de fraccionamiento del poder público, que
afectó también a la Italia lombarda y amenazó a la España visigoda.
Finalmente quedan las multas impuestas por los tribunales de justicia y los
ingresos derivados de la acuñación monetaria con un control mayor o menor de
la administración central sobre las cecas de cada reino.

El gasto público

La administración central de los reinos romano-germánicos tenía también que


pagarse a sí misma y sufragar numerosos gastos de carácter civil. El primer
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lugar de esta partida lo ocupaba el mantenimiento de la corte, es decir, los
alimentos y salarios de los grandes funcionarios que se ocupaban del ejército,
las finanzas, la justicia, la Iglesia, etc. Cada reino disponía de una capital
preferente, con un palacio real y las oficinas de la administración central y
capitales secundarias con residencias reales ocasionales.
En cuanto a la administración local, la época germánica presenta algunos
cambios importantes. El primero es el ascenso de los obispos a la dirección de
los asuntos administrativos, tanto religiosos como civiles, con un poder que en
la Galia incluso parece prevalecer sobre el de los condes. El segundo es la
decadencia del viejo marco municipal en provecho de unas circunscripciones
menores, los pagi, regidos por condes. La evolución es, pues, en el sentido de
una cierta descentralización.
Pero las viejas ciudades decadentes subsistían y con ellas sus tradicionales
gastos públicos: construcción, restauración y mantenimiento de murallas, vías
públicas, puentes, graneros mercados y acueductos; asistencia alimentaria en
tiempo de carestía, y quizá gastos de medicina y enseñanza.
Por otra parte, el período registra una tendencia a la clericalización de la
medicina y la enseñanza, lo cual, si aceptamos el razonamiento de Durliat que
considera la iglesia como una institución pública, no representa ningún cambio
de signo rupturista, sino una tendencia a reducir las competencias de las
administración civil en beneficio de la religiosa.
También es posible, según Durliat, que entonces se produjera una
transferencia de fondos de las administraciones locales a las de las iglesias, en
consonancia con el papel dirigente de los obispos en las mismas. Los obispos,
bien situados en el engranaje fiscal y político, debieron entonces desviar fondos
para la construcción de iglesias y otras obras de infraestructura eclesiástica.
Herederos de los emperadores romanos, los reyes germánicos fueron los jefes
protectores de sus iglesias nacionales: convocaron concilios, nombraron
obispos, acentuaron su control directo sobre los monasterios, y sobre todo,
subvencionaron el culto que siguió teniendo carácter de servicio público.
Una parte de los recursos eclesiásticos era de origen privado. Lo eran por
ejemplo, muchos lotes de tierra pequeña extensión dados en plena propiedad o
con reserva de usufructo por pequeños propietarios, una categoría social
probablemente dominante en la Alta Edad Media.

La gestión de las finanzas

Es lógico preguntarse si los métodos de gestión eran los mismos que los del
Bajo Imperio o habían cambiado.
Está en primer lugar el tema de los asentamientos o bases de percepción fiscal.
El fundus (terminología utilizada por los legisladores romanos), según Durliat,
sigue siendo lo que era: un territorio sobre el cual un possesor tiene derechos
fiscales delegados. La novedad es que los documentos, generalmente
escrituras de venta de tierra, sitúan los bienes inmuebles que se venden in
villa. ¿Qué eran las villae? Escrituras de venta o donación de villae sugieren
que lo eran todo: tierras, casas, aguas, bosques, molinos, hombres. Podrían ser
grandes dominios si no fuera que incluyen las aguas que es bien público, y que
los campesinos que habitan en ellas venden, compran, heredan y donan en
plena propiedad tierras situadas in villa, y ya se sabe, no es posible que haya
propiedades dentro de propiedades.

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También la ciudad, aunque menos brillante que antes, y ahora subdividido su
término en pagi, seguía siendo el intermediario necesario entre la
administración central y los possesores.
La villae y fundi, que los partidarios de la tesis fiscalista consideran bases de
recaudación, eran objeto de compra-venta entre possesores lo cual parece
indicar que la ostión del impuesto era rentable. Para Durliat es claro que la
clase dirigente de la época germánica obtenía la parte más sustanciosa de sus
ingresos no de sus grandes propiedades sino de la gestión de las finanzas
públicas.
Como dice Durliat, los palacios de los reyes germánicos tenían que ser algo
más que un lugar de reunión de guerreros y cortesanos: desde el punto de
vista de la fiscalidad tenían que tener algo de oficina central del Tesoro.
Finalmente se llega al último eslabón, el de los contribuyentes (tribuytarii).
Para la tesis fiscalista, eran los colonos descendientes de los coloni del Bajo
Imperio y de los esclavos manumitidos. Al final de esta historia, serían los
pequeños propietarios libres del Valle del Duero y del reino asturleonés de que
tanto hablaba Sánchez Albornoz y los pequeños alodiarios que afloraban por
todas partes en la documentación catalana de la época carolingia. El problema
es el número. Durliat y Magnou-Nortier piensan que son predominantes puesto
que, a su entender, eran la principal fuente de ingresos o de confiscación de
excedente (por la vía del impuesto territorial y personal) de las monarquías
germánicas. Su teoría se refuerza reduciendo el papel de los esclavos al
servicio doméstico, y considerando a los servi rurales simplemente como una
variante de los coloni. Durliat coloca dentro del grupo de los coloni a los accola,
ingenui, liberti, servi y mancipia, que serían campesinos sometidos a cargas
fiscales de distinta modalidad, al margen de que pudieran estar sujetos a
dependencias privadas.

BALANCE

Esta línea de interpretación nos sitúa ante la hipótesis de que las sociedades
del Occidente europeo antes del año mil, y al menos desde el Bajo Imperio,
funcionaban dinamizadas por la modalidad tributaria de explotación del
trabajo. Modalidad que sería el motor principal del sistema social (totalidad
coherente de estructuras) antiguo cuya vigencia los hombres habrían
mantenido hasta mucho más allá de la caída del Imperio romano de Occidente.
Claro está, para aceptar este supuesto hay que aceptar los supuestos previos
en que se basa la tesis fiscalista: el servís no sería ni un esclavo ni un
dependiente sino un contribuyente sometido al servilium; colonus no
significaría arrendatario sino campesino, generalmente propietario; censum
nunca sería sinónimo de renta sino de impuesto; polyptyci serían registros
públicos; possessio y fundus no serían propiedades sino demarcaciones
fiscales; el possesor no sería el propietario sino un señor privado depositario de
una delegación de poder público; las villae y los mansi no serían, al menos
únicamente, pueblos y explotaciones sino formas de encuadramiento y cálculo
fiscal, etc.

4. GASPARRI - ROMA Y LOS LONGOBARDOS

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El autor intenta individualizar las grandes fases de las relaciones entre Roma y
los longobardos, ordenando los hechos dentro de esquemas interpretativos
generales.
Para el período comprendido entre finales del siglo VI e inicios del VII, se debe
hablar de una estirpe bárbara extraña al país invadido, Italia, naturalmente
entendiendo con esta consideración no un pueblo comprendido como unidad
racial cerrada, portadora de una cultura étnica bien individualizada, sino como
un grupo humano abierto a distintas influencias, sobretodo de cultura. Para el
período posterior se debe no solamente hablar, como se hace habitualmente,
de un pueblo abierto ahora a modelos culturales y religiosos de matriz romano-
mediterránea en vía de fusión con los romanos de Italia. Esto puede ser válido
para una hipotética fase intermedia, de difícil ubicación cronológica. Pero para
la fase que se inicia con el siglo VIII, hay que tener presente que en las fuentes
contemporáneas –además de aquellas de época carolingia y postcarolingia- con
el término “longobardo” se entiende prácticamente todo habitante de
condición libre del reino y, ciertamente, todos aquellos de condición económica
incluso modesta que desempeñaban, al menos en teoría, tareas públicas,
judiciales y militares principalmente.
Evidenciar estas diferencias macroscópicas entre lo que se entiende bajo el
término “longobardos” en el siglo VI y en el siglo VIII no es una observación
banal, en cuanto que la operación que nos proponen las fuentes de parte papal
–el Liber Pontificalis, el Codex Carolinus- es precisamente opuesta y tiende a
uniformar la imagen de la época más antigua y aquella de época más reciente.
Que se trata de una toma de posición ideológica, de propaganda política, es
bien conocido, pero tomar consciencia de ello no debe inducir a retener que los
propios protagonistas de aquel período hubieran tenido en sus relaciones con
los longobardos siempre el mismo comportamiento de neta repulsa. Es
precisamente esta concepción la que el autor rechaza.
El Imperio romano materialmente representado por Bizancio permaneció,
durante toda la historia del reino longobardo independiente, un punto de
referencia ideal de cualquier manifestación del poder regio que se quisiese
expresar en el sentido de una realeza madura, territorial, de sello católico. Bajo
este punto de vista es lícito pensar que el verdadero interés de los longobardos
más que hacia Roma fuera dirigido hacia Ravena, la capital de la Italia
bizantina.
Los longobardos pudieron haber conocido la ciudad de Roma tal vez ya durante
la guerra gótica, en la que algunos habían tomado parte aunque fuese
brevemente.
Tras los posteriores ataques de la época de Agilulfo (rey lombardo entre 590 y
616), los longobardos se desinteresaron de Roma durante un siglo
aproximadamente. Los longobardos desaparecen de las páginas del Liber
Pontificalis tan bruscamente como habían entrado.
Cuando reaparecieron en el horizonte de Roma, en los primerísimos años del
siglo VIII, lo hicieron de dos modos diversos. Dos maneras diversas, una
belicosa, la otra pacífica de relacionarse con Roma, pero las dos tienen en
común el hecho de que en primer plano se encuentra ahora el papado.
La extrema fragilidad de las relaciones entre Roma y los longobardos desde
finales del siglo VI y a lo largo del siglo VII explica porqué quien se ocupa de
este tema se concentra generalmente en el pleno siglo VIII.
La fuerza del arrianismo longobardo, que suponen autores como Bognetti,
explicaría la preocupación papal y las misiones en el corazón del reino.

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El siglo VII marcaría por tanto la fase “misionera” de las relaciones entre Roma
y los longobardos, intermedia entre el impacto inicial –puramente bélico- con
una estirpe bárbara carente, a ojos romanos, de características dignas de
mención y de jefes, y cuyo único lenguaje era el botín, y la fase “política” del
siglo VIII.
Las evidencias del arrianismo de los longobardos son extremadamente
escasas. Reyes arrianos fueron con seguridad sólo Autari, Arioaldo y Rotari.
En cuanto a los misioneros orientales que en la segunda mitad del siglo VII
habían actuado en el seno del reino longobardo, tanto Bognetti como Bertolini
admiten no tener ninguna prueba de la implicación papal en la obra de
conversión que supuestamente habrían llevado a cabo estos misioneros.
Sostener el escaso relieve del arrianismo en el reino longobardo durante la
segunda mitad del siglo VII significa restar plausibilidad a la existencia, en este
período, de un esfuerzo misionero de parte del papado hacia los longobardos.
O es que sea imposible suponerlo, ciertamente, pero si existió no fue de gran
importancia y no tal, en cualquier caso, para determinar el tono de las
relaciones entre el reino y el papado.
Es realmente poco. El dato a tener en cuenta es que el reino longobardo,
durante estos decenios, está ocupado en un difícil proceso de organización
política, marcado por duras luchas internas por el poder y muy ocasionalmente
se asoma al sur de los Apeninos, y cuando lo hace, se vuelve hacia las tierras
longobardas de Spoleto y Benevento, mientras que el papado, a su vez, está
implicado en ásperas luchas religiosas con Bizancio. Los objetivos privilegiados
por ambos protagonistas –reino t papado- durante estos casi ochenta años eran
por tanto radicalmente divergentes y se debieron encontrar raramente.
En realidad, el vacío de las relaciones romano-longobardas en el siglo VII es
sólo aparente, o mejor, lo es sólo a nivel político. Si en Roma se producían
objetos que eran también símbolos de rango y que circulaban en las tierras
longobardas, la idea de las insuperables barreras –étnicas, culturales,
religiosas- entre estos diversos ámbitos territoriales, pierde todo su contenido.
El siglo VIII marca un giro tanto en las relaciones entre papas y longobardos
como en la atención que las fuentes prestan a estas relaciones. Particular
relieve tiene la época de Liutprando para la que disponemos
contemporáneamente de la Historia Langobardorum que finaliza con la muerte
de Liutprando y del Liber Pontificalis que había ignorado prácticamente a los
soberanos precedentes.
En las páginas del Liber el rey longobardo es protagonista de largas y
atormentadas relaciones con tres papas, Gregorio II, Gregorio II y Zacarías,
relaciones resaltadas por encuentros militares pero sobre todo por encuentros,
algunos de ellos dramáticos.
Con Zacarías los encuentros fueron dos, el primero en el 742 en Terni, para
obtener restituciones territoriales relativas al ducado romano; el segundo, el
año sucesivo, que tenía el objetivo de recuperar territorios del Exarcado
ocupados y de detener el ulterior avance de Liutprando en aquella región. En
este último caso Zacarías acudió nada menos que hasta Pavía. Fue un evento
absolutamente clamoroso, marcado por un ritual muy complejo.
La narración de los dos encuentros entre Zacarías y Liutprando, realizada por el
biógrafo del Papa, es la de un testimonio ocular o la de uno que tenía
informaciones de una persona que había estado presente en los hechos. Aparte
de esto, sin embargo, es fundamental el hecho de que el biógrafo hay querido
contar detalladamente los hechos, expresando ciertamente el punto de vista y

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los intereses del Papa y de su círculo, pero al mismo tiempo dando a los dos
encuentros un relieve inusitado.
El hecho de que Zacarías celebrase la misa en el día de San Pedro en la capital
longobarda en presencia del rey, en una iglesia fundada por él es un acto de
enorme valor simbólico; al igual que lo había sido la ordenación papal de
obispo sienés, siempre en presencia del rey.
Los encuentros entre Zacarías y Liutprando son los primeros encuentros
solemnes entre un Papa y un soberano de los reinos occidentales. En ellos,
Liutprando ostenta un papel de gran dignidad, de superioridad, podríamos
decir: en ambos casos el rey espera al Papa, no le va al encuentro como hacen
el exarca en Rabean y Pipino en Ponthion; naturalmente mientras para el
exarca esto era un signo de debilidad evidente, en el caso de Pipino su
sumisión formaba parte de la manifestación ideológica del nuevo poder regio
de los francos. Por otra parte es interesante el hecho que, tras el reinado de
Liutprando, nuevos encuentros no hayan dado pie a otras descripciones. Ya
para el encuentro entre el mismo Zacarías y Ratchis en Perugia en el 749 se
vuelve a una descripción abreviada y de género. Ciertamente puede ser debido
a que a este punto el ceremonial estaba ya suficientemente ensayado o que
faltó un testimonio ocular.
Después de Ratchis y Zacarías, con los reinos de Astolfo y Desiderio y los
pontificados de Esteban II, Pablo, Esteban III y Adriano I, entramos en cambio
en una fase que podríamos definir como de “deslegitimación política”.
De Astolfo a Desiderio, la línea de comportamiento papal en sus relaciones con
los monarcas longobardos aparece lineal en su total hostilidad y constante
retrato negativo de los soberanos: como Astolfo, Desiderio es protervus,
animado por un malignum ingenium y por una maligna saevitia.
Pero en la realidad, y dejando de lado la propaganda, existía una consolidada
trama de relaciones entre el papado y el reino longobardo a través ciertamente
de los obispos.
No existía ningún rechazo a priori, por parte romana, a la realidad representada
por el reino longobardo y a sus supuestas tradiciones germánicas y
particularidades, todo lo contrario, una realidad con la cual se producían
normales y, durante el siglo VIII al menos, frecuentes relaciones a todos los
niveles.
Análogamente, por parte longobarda se puede encontrar la misma normalidad
de comportamiento. Colaboraciones y relaciones que se desarrollaban
paralelamente a la difícil situación política y militar y que de vez en cuando se
determinaban pero que nunca se interrumpían. En estas condiciones paree
difícil poder sostener todavía la existencia de una presunta persistente
“extrañeza cultural” de los longobardos respecto a la Iglesia de Roma: de esta
extrañeza no existe traza alguna en las fuentes. Así como tampoco existe traza
alguna de otro de los temas predilectos de la historiografía: el drama de los
longobardos, y del clero del reino en particular, en el momento en que tuvieron
que enfrentarse con los francos que apoyaban al Papa.
Desnudas de todas estas lecturas no adherentes a la evidencia proporcionada
por las fuentes, las atormentadas relaciones entre el reino longobardo y la
iglesia de Roma en el siglo VIII, nos son restituidas en toda su realidad, hecha
de estrechos lazos recíprocos y, al máximo nivel, aquel de rey y pontífice, de
un complejo juego político, construido sin embargo siempre a partir del
reconocimiento, por parte longobarda, del papel papal de caput ecclesiarum
dei. Todo esto da fe de un constante diálogo con Roma de los vértices políticos
y religiosos del reino longobardo.
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5. PATLAGEAN - EL RENACIMIENTO EN EL ESTE (MEDIADOS DEL SIGLO
IX - MEDIADOS DEL SIGLO X)

Con la toma del poder por Basilio I en 867, tras la muerte de Miguel II, conviene
comenzar un nuevo capítulo. En efecto, hoy se sabe que este cambio
inauguraba una época de apogeo del Imperio, o mejor dicho, daba el último
toque al modelo que debía quedar en la historia general como el ejemplo y la
herencia de Bizancio. Los textos e imágenes que constituyen nuestra
documentación sobre la historia de estos tres reinados y del de Romano I son
en gran parte el producto de una elaboración deliberada, en la que los
emperadores tomaron parte personalmente.

RESTAURACIÓN DE LAS ESTRUCTURAS ECONÓMICAS Y SOCIALES

Dos datos hay que tener en cuenta, el primero relacionado con la reactivación
urbana, acentuada precisamente a partir de Basilio I y a lo largo del siglo X, y
un equilibrio demográfico renovado.

El despertar de las ciudades

Se observa arqueológicamente, una recuperación en Atenas, Corinto, Antioquia


y Sardes, que empieza en líneas generales, con Basilio I.
La función productiva de las ciudades de provincia no se ve claramente. La
antropología revela una división aún incompleta del trabajo y una producción al
modesto nivel de las necesidades locales.
La actividad económica parece ser esencialmente el comercio, con un auge en
el siglo IX, aunque esto sólo es cierto en situaciones favorables, como en
Querson, Tesalónica y Trebisonda, las dos primeras en la salida de las rutas del
mundo eslavo y la tercera a la llega de la ruta del Extremo Oriente. La
historiografía sugiere algo que estará aún más claro en la segunda mitad del
siglo, que la política de reconquista pudo ser, por el contrario, un factor
estimulante para determinadas ciudades, en tanto que suponía una punción
peligrosamente fuerte sobre la producción de grano.

Segunda juventud de Bizancio

El Libro del prefecto, promulgado por león VI, reglamentaba sistemáticamente


la actividad productiva de la capital a través de las asociaciones de oficios, de
los chacineros a los notarios, y de los fabricantes de cirios a los mercaderes de
seda. El texto ofrece el cuadro de un consumo urbano diversificado, y por tanto
de una activa demanda. El palacio desempeña por su parte una función
productiva de lujo, vinculada a su función política. Copistas y pintores ejecutan
libros suntuosamente iluminados y otros simplemente equipan de textos la
biblioteca imperial. El trabajo de la administración central es otra actividad
específica de la capital. El palacio adquiere, también en este terreno, una
primordial importancia en los siglos IX y X, por las responsabilidades de
dirección confiadas a su personal, por el tribunal del emperador, a la vez
tribunal supremo y jurisdicción de apelación, por la cancillería y sus
expediciones a la provincia. El patriarca dispone de una organización
administrativa central. Por último, la propia capital se encuentra siempre bajo
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la autoridad del prefecto de la ciudad, fundamentalmente encargado de la
policía, que dispone también de diversas oficinas.
Desde entonces, Constantinopla es un foco del comercio internacional, y tal vez
también su centro de redistribución más importante.
La tradición urbana de Constantinopla prosigue sin interrupción desde el siglo
IV, y en esta primera mitad del siglo X subsisten muchos rasgos antiguos tales
como los barrios, el hipódromo o las representaciones de las relaciones entre el
emperador y su pueblo. Constantinopla no experimenta ya los sobresaltos del
siglo VI, ni aún los del XI, que expresarán una etapa efervescente de su
evolución. La distinción entre la capital y las provincias reviste una significación
tan grande como la de las ciudades y los campos.

Solidez de la aldea

Según un tratado de percepción fiscal del siglo X, la aldea comporta


normalmente un centro agrupado, pero que la unidad puede romperse en
virtud de desacuerdos entre vecinos o de otras circunstancias, como el exceso
de población y la fragmentación de una familia convertida en demasiado
numerosa. Por otra parte, el dominio bizantino está esencialmente constituido
en esta época, según parece, por un conjunto de rentas y de derechos como la
montanera o el pastoreo sobre la tierra comunal. No existe la corvea de
explotación.
Por otra parte, los campos soportan también, desde el comienzo de Bizancio, lo
esencial del impuesto. La comunidad aldeana independiente, y eventualmente
el dominio privado o monástico, se constituyen en motor fiscal. La continuidad
del Estado en Bizancio era, en efecto, incompatible con una mengua civil en la
categoría de hombres libres, o sea, los no-esclavos. El rol del Estado es el de un
propietario eminente, haciendo perseguir a los contribuyentes refugiados en
dominios privados, lo que sin duda es un antiguo procedimiento, haciendo
responsable a la aldea de las parcelas abandonadas por uno de sus habitantes,
y disponiendo, con plenos derechos de propiedad, de las tierras abandonadas
más de treinta años (klasmata), para enajenarlas por venta, alquiler o
donación. La condición campesina no podía variar más que en virtud de
circunstancias locales. La escala concreta de los recursos campesinos se mide,
como antaño y siempre, a través de la clasificación de origen publico, en
términos de medios de trabajo y ante todo de labranza. A partir del siglo XI, la
propia terminología fiscal distinguirá a los que poseen “un par de bueyes” o
“un buey” de los que “no poseen nada”, estando inscritos, no obstante, en los
registros. Más abajo aún, el campesino “libre” no es titular del estatuto de
independencia, ni de ningún otro, está ausente de los marcos fiscales del capo,
es un individuo fluctuante. Finalmente, más abajo sólo se encuentran los
esclavos, mano de obra de la familia campesina o de los dominios, a manera de
asalariados de refuerzo.

La expansión de las grandes fortunas

La época es testigo de un desarrollo del monaquismo en nuevos centros.


La justificación de las inmunidades que el emperador otorga a las fundaciones
monásticas, y de las donaciones de tierras o de rentas que reciben, hace
hincapié sobre el papel intercesor de los monjes, cuya función de “padre
espiritual” que les corresponde siempre en la sociedad es una aplicación.

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Los bienes militares, soporte del servicio armado en los themas, constituyen
igualmente, una categoría estatutariamente inmune. Las aldeas
independientes y los dominios proporcionan reclutas a manera de impuestos.

Los “poderosos” y los “pobres”

En líneas generales, la matriz de la aristocracia militar y política cuya


expansión caracteriza al siglo X, de León VI a Basilio II, es incuestionablemente
el centro y el este del Asia Menor y sus propiedades se encuentran allí, cuando
las posee.
La historia social de los campesinos y la de los dueños de la tierra marchan,
pues, a la par por sus relaciones con el Estado. Los funcionarios, que compran
su cargo y que son pagados en el acto por los contribuyentes o los justiciables,
agravan desde siempre el descuento fiscal, tanto como pueden, en su propio
provecho, aunque ciertamente han de soportar la eventual responsabilidad de
un déficit en la percepción. Los grandes propietarios se esfuerzan a la vez por
extender el campo de dependencia y reducir su propio pago fiscal.
Los propietarios usurpadores son conocidos como los “poderosos”,
detentadores de una parcela del poder público, lo que les proporciona
capacidad de presión o de protección. Los poderosos anexionan ante todo los
bienes de los campesinos independientes, que e legislador designa con un
término tan significativo como los “pobres”, en un sentido menos económico
que social de la palabra. Bizancio da cuenta, pues, de la misma pareja
potens/pauper del Occidente carolingio.

LOS “MACEDONIOS” SE INSTALAN

La figura imperial disfruta, a partir de Basilio I, de una elaboración teórica más


rica al deber la dinastía su existencia a un homicidio, a lo que se añade la
brillantez general de la época comenzada con Teofilo: en la cumbre de la
sociedad imperial, en el corazón del mundo visto desde Bizancio, el soberano
requiere una ilustración sin precedente, cuya sabia cultura enriquecerá el
discurso, y de la que la iconografía se hace eco.

Basilio y Focio: un nuevo comienzo

En el momento en que Basilio toma el poder, la sede patriarcal está ocupada


por Focio y en una situación de ruptura con Roma. Basilio hace intervenir a
Ignacio, buscando el apoyo de Roma que reacciona condenando a Focio (869-
870) y rehabilitando a Ignacio. Focio, aunque exiliado, conserva su influencia e
incluso vuelve a Constantinopla en 873, reconciliándose luego con Ignacio. Con
la muerte de éste último en 877, Focio vuelve a la sede patriarcal y la ocupa
hasta 886.
Focio es una figura primordial del siglo IX, determinante para el futuro.
Compuso la Biblioteca, al tiempo al que se dedicaba a la carrera pública bajo el
reinado de Teofilo. Predica en Santa Sofía y será el inspirador del prólogo que
encabeza el Epanagoge (Restauración de las leyes), que se sitúa después de
879, carta completa en lo sucesivo de las relaciones entre las dos figuras, la del
emperador y la del patriarca, el primero responsable del bienestar del Imperio,
defensor de la ortodoxia del dogma, intérprete y responsable de las leyes: el
segundo, único intérprete de los cánones y los concilios. Esto es una buena
muestra de la interpretación específicamente bizantina de las relaciones ente
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el poder político y militar, y el poder religioso, modelo para las cristiandades
eslavas, y sobretodo, más tarde, para la tercera Roma moscovita; y también
del desarrollo lineal de las premisas constantinianas, con la continuidad de los
dos poderes unidos en la misma capital, en el sentido simbólico y no solamente
geográfico que hay que dar a este término en el Imperio Romano cristiano.
Pero en una capital que no era sin embargo más que la Nueva Roma, la
segunda, mientras que el papado recogía sólo la eminente dignidad histórica e
imperial de la primera. Esta fundamental diferencia puede explicar la diferente
evolución del problema de los dos poderes, en Occidente y en Bizancio.
La solución bizantina no tiene nada que ver con el concepto confuso y sin
fundamento de “cesaropapismo”, inventado por algunos historiadores de
Bizancio. Está, en cambio, en la base de la discordia entre las cristiandades
latina y greco-eslava.

Unificación, legislación, enciclopedismo

La historia interna del reinado de Basilio I ilustra, en gran medida, la definición


que se le da a la mitad de su trayectoria. Su observancia ortodoxa se traduce
políticamente en el intento, en gran parte conseguido, de reducir las
disidencias culturales de todo tipo.
Pero el problema religioso sigue abierto: los bogomilos a partir del siglo X, en
Bizancio y los Balcanes, y los tondraquitas en la Armenia del siglo XI podrían
ser a su vez los retoños de la vieja corriente que despreciaba la carne y la
jerarquía, el engendramiento y el mundo, que la cristiandad de Oriente conocía
desde el siglo IV. Es este un problema de continuidad que sigue sin aclararse.
Basilio I es también, conforme al modelo, un emperador legislador, el primero
del siglo IX. A pesar de todo, Basilio no fue todavía en sí mismo un emperador
docto, aunque conozcamos bajo su nombre las instrucciones a su hijo, una
especie de espejo del príncipe. La sabiduría y la escritura de una obra propia
como rasgos inherentes a la figura imperial sólo se perfilaron firmemente en su
hijo León VI, y sobre todo en su nieto Constantino VII.
La obra legislativa de León VI no es quizás a este respecto la más significativa,
aunque marca una etapa relevante en el compromiso clasicista que inaugura la
ideología de los sucesores de Basilio I.
Era tradicional que el emperador distinguiera con su nombre y su voluntad,
sino con su puño y letra, una obra jurídica. Aunque a León VI se le atribuye una
producción sin precedentes, entre lo que destaca un Tratado militar (Taktika),
nutrido de referencias a los tácticos antiguos pero con una inspiración teórica
contemporánea; y las homilías pronunciadas en Santa Sofía, evidenciando la
intrusión del soberano en el terreno eclesiástico y dando una nueva prueba de
la unión de los dos poderes en el mundo bizantino, a pesar de los conflictos
entre sus titulares o en definiciones. Por último, la historiografía oficial señala
que León IV era un cualificado copista.
La competencia cultural del emperador culmina con Constantino VII. Dejando
de lado sus novellae, los discursos y el Libro de las ceremonias, Constantino
compuso dos tratados, De los Themas y De la administración del Imperio. Este
último fue escrito entre 948 y 952, y es importante por la compleja teoría de
las relaciones internacionales de Bizancio que proporciona, así como
información pasada y presente sobre los pueblos rusos, pechenegos y turcos.
Posteriormente, Constantino aparece como el inspirador y organizador de un
trabajo colectivo de gran envergadura, que se hace por medio de la biblioteca
constituida en el palacio y del taller de copia del que disponía esta última. Este
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trabajo consiste, primero en compilar los repertorios de textos antiguos sobre
determinados temas, dando prueba, al igual que sus semejantes de Bagdad, de
la afición del siglo X por las enciclopedias, característica de una pepota de
equilibrio y clasicismo. Pero también constituye un trabajo historiográfico, el
más importante para nosotros, que establece bajo su dirección la historia oficial
no sólo de la dinastía, sino también la de los soberanos que le precedieron en
los siglos VIII y IX: su objeto era mostrar la perfecta continuidad del poder,
constantemente en manos de los hombres más dignos.

El discurso del palacio

La historia más evidente de Bizancio entre 886 y 959 se nos presenta, una vez
más, a pesar de todo, centrada en el palacio. El palacio no es sólo el escenario
de la pompa soberana, se convierte también, a lo largo de diversas
generaciones, en un organismo de gobierno y administración. De esto se
desprende que el palacio es un centro de decisión política de impulso
ideológico.
El palacio es por definición el punto de mira del relato historiográfico, sea cual
sea. El palacio como lugar político es también el punto de mira de las biografías
patriarcales.

Implantar una dinastía

Los relatos relativos al palacio y al poder imperial están lejos de representar


todo lo que nos queda como fuentes referentes a los años que van de 867 a
957. Pero ocupan, por así decirlo, el primer lugar en la escena y dan cuenta de
los acontecimientos en un medio restringido pero abierto, determinante, ya
que es el de las decisiones políticas. El emperador está rodeado por un doble
círculo: en primer lugar, los grandes, sobre todo los jefes militares y sus
parientes; a continuación, todos los allegados al soberano más allá de su propia
familia, como son los consejeros, los favoritos o eunucos a su servicio personal
y los monjes, todos ellos también con sus familiares: a esta altura de la
competición política nadie está aislado. Los historiadores de Bizancio hicieron
antaño caso omiso de estos vínculos, cuya importancia está sin embargo
puesta de manifiesto por la atención que les otorga la historiografía. Las redes
familiares se consolidan, se rompen, desaparecen o se mantienen unidas en su
más elevada expresión, y así se va tejiendo la historia de l clase dirigente en la
medida en que gravite alrededor del trono y del palacio.
Respecto al estado de las relaciones entre el emperador y la Iglesia de Bizancio
en este principio de siglo X, debe señalarse que el propio patriarcado político
es, a fin de cuentas, subyugado por la voluntad imperial. La victoria de esta
última queda de manifiesto no sólo por la legitimación de una unión contraria al
derecho vigente, sino también por la amenaza esgrimida como argumento por
León VI.

LA FUERZA DE LAS FAMILIAS. CULTURA DOMINANTE

Los verdaderos resortes del poder en este tiempo se encuentran, por un lado
entre los hombres cultos, como prueba el hecho de que León VI y Constantino
VII se cuenten entre ellos: pues les incumbe la justificación histórica, jurídica y
cristiana del poder soberano. Por el otro, la importancia de la guerra, pues de
allí proceden los principales papeles de la historia política y de los linajes.
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Los poderosos linajes

El relato historiográfico de los reinados de Basilio I y de León VI, de Romano I y


Constantino VII deja percibir, por una parte, la presencia y el papel de las
familias, algunas de las cuales seguirán en escena en los siglos siguientes y,
por otra aparte, la dinámica de un grupo social en que los valores guerreros,
políticos y culturales tradicionalmente característicos de una aristocracia se
conjugan con una apertura social todavía incompleta.
Constantino, que no dejó de ser emperador hasta el día de su muerte, ejerció
por su parte, como se dijo, la función del discurso, orientado a la justificación
de la dinastía de los descendientes de Basilio en el trabajo historiográfico, al
simbolismo del poder en el Libro de las Ceremonias, y a la ubicación definitiva
de las tradiciones y conocimientos necesarios para su ejercicio universal en los
libros sobre los temas y la administración del Imperio.

Los límites de una cultura dominante

A mediados del siglo X Bizancio Goza de excelente salud, si es cierto que para
una sociedad que vive en torno al año 1000 la guerra y el comercio a gran
escala son síntomas de salud. Como toda sociedad sana desarrolla una
actividad cultural a través de la que expresa su presente.
Se hizo alusión hasta aquí a los resortes culturales de la historia política de
Bizancio entre Basilio y Constantino VII. Pero también debe tenerse en cuenta
que desde Teófilo, el propio poder imperial fundaba sus derechos sobre la
reivindicación de continuidad ininterrumpida de la cultura clásica legada por la
Antigüedad y acabada, de hecho, después de la segunda iconoclasta, a través
de una teoría completa y definitiva de la imagen.
La cultura dominante supone también, como se recordará, el ininterrumpido
ennoblecimiento del emperador por el retórico del palacio, el
perfeccionamiento administrativo imperial y patriarcal y la victoria de la
ortodoxia.
La cultura dominante es, en fin, el discurso figurativo de las imágenes. Pero, no
obstante, cabe preguntarse sobre sus límites sociales, provinciales, incluso
nacionales, se puede decir, en el interior del inmenso imperio.
La primera certidumbre es que su lengua está desde ahora, y ya
irreversiblemente, alejada de la lengua hablada por todos, comprendida la élite
política. El renacimiento clásico de los siglos IX y X, que vuelve a ensalzar los
tratados de retórica antigua, acentúa el corte, tanto político como cultural,
entre los dos niveles de la lengua, que desempeña en Bizancio el mismo papel
que el uso del latín y de las lenguas vernáculas en la cristiandad medieval de
Occidente.
Por otra parte, qué duda cabe que la propia cultura dominante no es
impermeable y sufre influencias periféricas.
Los judíos, que hemos vuelto a encontrar en la Italia meridional, nos
proporcionan otro ejemplo, situados como estaban, con una cultura propia y
floreciente en la intersección entre Bizancio, el Islam y la latinidad. No ocurre lo
mismo en el caso de la minoría judía en el Imperio, arrinconada por el rigor de
la identificación en curso entre la romanizad y la cristiandad ortodoxa, y por
añadidura asociada, con o sin razón, como se recordará, a los movimientos
iconoclastas. La minoría judía no fue, pues, aniquilada en Bizancio, ni entonces
ni más tarde, aunque no encontró el terreno adecuado para una floración
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comparable a la que se observa entonces en Italia, Renania o en tierras del
Islam.
Respecto a la cultura de la mayoría, termino ambiguo para la autora, se
observa una uniformidad del repertorio iconográfico religioso y, por tanto, del
sistema de representaciones y creencias. El vulgo sólo ocupa en los relatos, en
el mejor de los casos, un segundo lugar indiferenciado.

BIZANCIO A LA BÚSQUEDA DE UN MURO PROTECTOR

El emperador es el jefe supremo de la guerra, librada en Oriente y el Cáucaso;


Bulgaria, la costa norte del mar Negro, y Kiev; el Mediterráneo oriental y
central, y el Adriático de Tarento a Venecia. Se combina constantemente con
otras relaciones, a menudo sobre los mismos ejes, como el comercio a gran
escala, la misión y las embajadas. Y todas juntas imprimen al mundo de este
tiempo las divisiones que se pueden aún reconocer en el nuestro: la cristiandad
greco-eslava, la cristiandad latina, el Islam.

Bulgaria, espejo de Bizancio

A partir de Basilio I, convergen y chocan estos tres poderes en el Mediterráneo


central: Sicilia y la Italia meridional constituyen tal vez el envite más
significativo de las guerras de los siglos IX a XI.
Al este de la cristiandad, la Bulgaria cristiana, nacida del modelo bizantino,
evoluciona hasta convertirse en un doble, a pequeña escala, de Bizancio, su
asociado y adversario al mismo tiempo, tanto frente a los turcos cercanos al
Danubio como ante el Estado, pronto cristiano, de Kiev.
El Estado búlgaro cae definitivamente por el lado de Bizancio bajo el reinado de
Basilio I. Boris (Miguel) pensaba en la cristianización como armazón ideológico
de la monarquía, en contraposición a los boyardos apegados al viejo
politeísmo; también en asegurarse una Iglesia que fuera soporte del poder, y
no el medio de una dependencia de cara a un poder externo. La alfabetización
eslava del cristianismo bizantino ofrece una óptima solución.
La confrontación entre Boris-Miguel y su hijo mayor Vladimir, aliado de los
boyardos, termina con la ceguera y encarcelación de éste por su padre, quien
proclama Zar a su segundo hijo, Simeón, y traslada la capital a Preslav.
Se rompe así todo lazo con el pasado búlgaro, en el sentido turco de la palabra,
para el mayor provecho tanto de la monarquía como de una unidad nacional ya
fuertemente eslavizada. Se sustituye el eslavo por el griego como lengua oficial
de Estado y la Iglesia. La escritura glagolítica es sustituida por la “cirílica”.
Bizancio mantiene una política que asegura la más eficaz aculturación, a través
de las traducciones de su literatura religiosa e incluso profana, y de la difusión
de su iconografía. Simeón pasa a ser el “hijo” del emperador, el más cercano
en la metáfora militar, que organiza el mundo en torno a él a los ojos de los
bizantinos. Bulgaria es un segundo Bizancio al punto de que Simeón reivindique
para sí mismo el título de basileus.
El imperio, único por definición, considera, pues, al creciente conjunto de
soberanos como una familia. Y en esta familia el matrimonio búlgaro de María
(nieta de Romano I Lecapenos) con Pedro, nieto de Boris-Miguel, abre con
precaución la categoría de las alianzas matrimoniales propiamente dichas, a las
que Cosntantino VII consagra una larga reflexión en su tratado sobre la
Administración del Imperio, A excepción de los “francos”, las considera
prohibidas para la descendencia porfirogeneta.
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La paz de 927, luego de diez años de guerra entre Bizancio y Bulgaria y la
muerte de Simeón, permite a Bizancio recuperar su autoridad sobre los
servios. La sociedad búlgara prosigue por su parte una evolución cuyas
principales características son la eslavización, que absorberá en lo sucesivo a
la vieja aristocracia de los boyardos, y la cristianización, que progresa fuera de
las ciudades y representa un medio de unificación cultural y nacional. Una
sociedad cada vez más compleja y a mismo tiempo cada vez más aculturada,
como atestigua el desarrollo de la herejía bogomila bajo el reinado de Pedro
(927-969).

Cristianizar más lejos

La cristianización de los eslavos continúa siendo un envite de la rivalidad de


poder con Roma y con el Imperio Carolingio. Al oeste, los servios, antaño
convertidos bajo el reinado de Heraclio, y vueltos después al paganismo, piden
misioneros y reciben el bautismo en el curso de los años 867-874, lo que
refuerza la influencia bizantina en el nordeste del Adriático. Bizancio se
enfrenta a Venecia y al problema de la piratería eslava: los piratas narentani
son cristianizados bajo el reinado de Basilio I. Se enfrenta principalmente con
Croacia, Roma y los francos. Pero las islas y las ciudades de Dalmacia siguen
estando en la commonwealth bizantina hasta el siglo XII. Por último, el
Adriático constituirá también un envite de la guerra con los árabes.
En el Cáucaso, el reconocimiento de una monarquía armenia se inscribe en la
lucha secular entre Bizancio y los árabes en la región fronteriza del Tauro, en
Armenia. Entre 871 y hasta 882, Basilio lleva a cabo una reconquista triunfal
que proporciona a Bizancio los puntos clave de la frontera, el Tauro y el
Antitauro, así como los pasos del Eufrates.

Inicio de la réplica contra el Islam

La guerra mesopotámica prosigue. Romano I continúa la empresa de Basilio I e


inicia una verdadera reconquista hacia el este. Juan Curcuas toma Melitene en
934, luego de varios intentos. Lleva a cabo campañas triunfales en Armenia y
Mesopotamia (942-943), volviendo ese año los bizantinos a recuperar viejas
plazas como Daras, Amida y Nisibe, incluso asediando Edesa. Bizancio se
encuentra enfrentada a los emires de la región, sobretodo al de lepo y Mosul,
Saif al Dawla. Jefes y señores armenios se integran al dispositivo fronterizo
imperial. Los armenios repueblan, desde el principio del siglo, las
inmediaciones del emirato de Melitene, abandonadas por la derrota de los
paulicianos. Ocupan el thema de Mesopotamia. Después de 950, e incluso bajo
el mandato de Romano I, la migración Armenia hacia el oeste reviste un
carácter más regional y más masivo que la de los guerreros en busca e fortuna
que se alineaban ante el emperador en los siglos VII y IX. Los themas
fronterizos posteriores a 950 se reducen a menudo a una plaza fortificada
donde reside el estratega. Las fuerzas de estos themas se componen de
armenios, sirios jacobitas y también de paulicianos, familiarizados con el
terreno, e incapaces, en cambio, de constituir una amenaza para la capital.
No obstante, en los últimos años de Constantino VII, Saif al-Dawla vuelve a
tomar la delantera.

Progresos más inciertos en el Oeste

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En el Mediterráneo la situación es diferente a causa tanto de los aliados como
de las posturas enfrentadas. En Sicilia e Italia meridional el cuadro está
dominado por los progresos árabes, y modificado, respecto al modelo
justinianeo, por el hecho carolingio y por la existencia de los principados
lombardos en el sur.
La historia de las incursiones árabes en las costas griegas e italianas y la de las
campañas marítimas en la Italia meridional tienen una alcance diferente. Un
Bizancio marítimo se extiende de Sicilia a la Abulia y de Calabria a Tesalónica y
el Egeo, donde la gama de contactos con el Islam es comparable en cierta
medida a las del Bizancio continental en el este. Por ello, ese Bizancio de las
islas y las costas está en relación incluso con el Asia Menor, a decir verdad, por
el envite chipriota, y por las ofensivas marítimas de los emires de Tarso.
La política imperial apunta, pues, a dos objetivos, la reconquista de las rutas
marítimas y la de Italia. El primero apenas será cumplido antes de la segunda
mitad del siglo X.
La extensión de Bizancio en la Italia meridional no resuelve el problema general
de las comunicaciones marítimas. A lo largo del siglo X los árabes acaban, por
el contrario, de cercar Sicilia, desde donde amenazan Calabria y donde, sin
embargo, sobrevive el helenismo. Las claves del mar están de hecho en Creta y
Chipre, y Bizancio fracasa allí, en 904 en Tesalónica. Sin embargo, la segunda
mitad del siglo IX es testigo de una importante reorganización de la marina
bizantina.
Alrededor de 950, Bizancio es, pues, al este de la cristiandad, un modelo
imperial, una moneda, una cultura dominante, y su periferia, pero también una
sociedad de guerreros y clérigos, de ciudadanos y campesinos, que hay que
comparar con el Occidente contemporáneo. Pero, sin duda, no es una sociedad
sin agitaciones.

6. TOUBERT - EL REGIMEN DOMANIAL Y LAS ESTRUCTURAS


PRODUCTIVAS EN LA ALTA EDAD MEDIA

Generalmente se supone que el gran dominio (Villa o curtis) conoció su apogeo


entre IX-X.

Germanistas vs. Romanistas.

El gran dominio aparece como tema historiográfico en la generación romántica,


Eichhorn interpreta la estructura bipartita de la villa como consecuencia de la
conquista bárbara. La imposición de una capa dominante germana sobre un
sustrato romano explica la coexistencia de una reserva dominical sometida a la
explotación directa y un cumulo de pequeñas tenencias campesinas
(Masserizio). A mediados del XIX surge la teoría de la “marca germánica” de la
mano de von Maurer que presupone una sociedad germánica compuesta por
hombres libres e iguales unidos por solidaridad económica y social, de forma
que constituyen una comunidad de marca. La villa se constituye no por la
dominación de los barbaros de un sustrato romano, sino desde una evolución
interna de la comunidad, en donde algunos miembros llegaron a ser más
poderosos que otro (Por empresas de roturación) y minaron así la asociación
igualitaria dando lugar a una sociedad diferenciada que devino en señoríos
rurales. Se mantienen elementos de supervivencia, como los derechos
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campesinos de uso sobre bienes comunales. El problema de esta teoría es
como explicar que los barbaros hayan construido una verdadera economía
germánica obviando las estructuras tan elaboradas de propiedad rural romana.
Perrin esboza una teoría completamente contraria a esta, supone la
perdurabilidad de las tradiciones agrarias romanas (continuidad del sistema de
prácticas elaboradas por los agrimensores romanos), de forma tal que la curtis
bipartita es herencia directa del latifundio romano. Esto se sostiene en base a
fuentes halladas en África que indica que allí había colonos que pagaban
censos en especie y prestaciones de trabajo a los administradores del
latifundio. A estos se les objeto que las prestaciones de los colonos africanos no
pueden considerarse como antecedentes de la corvea medieval.

Los economistas.

Inama Sternegg (1880) busco explicar el sistema curtense a través del


Capitular de Villis, describiendo las siguientes características:
• El gran dominio se afirma en el VIII como la estructura típica de toda la
Alta Edad Media.
• A través de los capitulares y polípticos la villa franca es la estructura
típica.
• Las unidades domaniales son bipartitas, pues cuenta con una reserva de
explotación directa y tenencias campesinas que explotan familias
nucleares para la subsistencia, gravadas por censos y prestaciones de
trabajo.
• La exacción regular del señor sobre el trabajo de los dependientes a
cambio del goce hereditarios de las tierras por los tenentes. La corvea
aparece como elemento especifico en tanto sistema de trabajo.
De esta forma la villa aparece como un modelo de integración entre la pequeña
explotación y la estructura latifundista. Este planteamiento viene a sostener la
idea de la Edad Media como una economía natural, de la mano de intelectuales
alemanes como Weber y Sombart. Todos los economistas han acordado en lo
siguiente: Predominio de la gran propiedad (Laica o eclesiástica), autarquía y
marginalización de la moneda y el intercambio.
Dilema de Dopsch: Pequeña o gran propiedad.
Contra la generalización de la villa carolingia de Inama Sternegg se levanto
Dopsch, señalando la cantidad considerable de pequeñas explotaciones
alodiales. Tres son los aportes importantes de Dopsch:
• Enseño las precauciones metodológicas con las que es conveniente tratar
las fuentes no directamente representativas de la realidad económica,
pues si bien el Capitular de Villis habla de una estructura productiva, no
implica que ella sea la única.
• Invito a pensar acerca de las diversidades regionales en un mundo
carolingio que no es homogéneo. Sólo en la región entre el Loira y el Rin,
el corazón del imperio franco, se encuentran los ejemplos más claros y
numerosos del predominio del sistema clásico.
• Planteo el peso real de la pequeña propiedad alodial. (Aunque Toubert
señala que es más importante el gran dominio porque fue el motor del
desarrollo al tener mayor rentabilidad y producción, mediante la
incorporación de nuevas técnicas e innovaciones).
El dilema de Pirenne: Economía agraria o de intercambios.

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Para Pirenne a comienzo del VIII la conquista musulmana (Y no las invasiones
germánicas V-VI) habría interrumpido la economía de intercambio e inaugurado
la economía exclusivamente rural de la Alta Edad Media, pues se quebró el eje
mediterráneo de intercambios entre Oriente y Occidente. El imperio franco tuvo
que replegarse sobre si mismo adoptando en teoría, una economía de
subsistencia.

Fuentes relativas a los dominios fiscales.

Se trata de un capitular esencial que es el Capitulare de Villis, una especie de


reglamento administrativo que explica como debe funcionar y gestionarse una
villa. El consenso le atribuye su dictado a Carlomagno en los finales del VIII.
Este documento nos permite dos conclusiones: No es revolucionario, recuerda
el conjunto de las buenas reglas a las que debe someterse la gestión de los
fiscos reales. Por otro lado nos da una imagen ideal de la estructura y
administración pues se trata de un documento normativo y reformador.
Asimismo tenemos otro documento, Brevium, que es un formulario elaborado
por la burocracia central a partir de casos concretos que incita a confeccionar
inventarios. En él se describe las edificaciones de explotación, el mobiliario, el
instrumental agrícola y las cantidades de cosecha de cada sector de la
producción, para los grandes propietarios eclesiásticos, para los señores laicos
y los regidores del fisco. Estos documentos de dominios fiscales concentran su
atención en la gestión de las reservas dominicales sometidas a explotación
directa.

Fuentes: Polípticos.

El políptico es un documento de gestión domanial que otorga la siguiente


información: Los bienes raíces que constituyen mansos y reservas, el estado
contable de los dependientes casados y un inventario de las rentas en dinero y
especie y las prestaciones de trabajo. Pero hay que tener ciertas precauciones:
• No se trata de una práctica remontable a los catastros del Bajo Imperio,
pues difieren en forma y finalidad. Son propios de la época carolingia y
acompañan la afirmación del sistema curtense.
• Se trata de una iniciativa privada de grandes propietarios (IX-X) que no
buscaban un documento que tuviera valor probatorio en caso de litigio.
• Gran variedad de redacción. Algunos polípticos nos explican una sola
curtis y otros son proyectos señoriales más ambiciosos que nos explican
conjuntos de bienes raíces (Ej.: Abadía de Saint Germain des Prés, 829).
• Si bien todos dan cuenta en general de tierras, colonos y tributos, existen
algunos más completos que brindan descripciones completas de los
mansos, su composición, su superficie, el estado de sus dependientes, los
tributos, las prestaciones, etc.
Ahora bien hay que tener en cuenta que en base a estas escasas fuentes se ha
construido un retrato-robot preciso pero estático de la villa carolingia.
Actualmente la historiografía adopto una tendencia hacia el cruce de los
polípticos con otras fuentes: Actas publicas, cartas, contratos agrarios y
sobretodo arqueología.

EL SISTEMA CURTENSE.
Amplitud de los dominios.

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El sistema curtense se caracteriza por curtes muy alejadas unas de otras y de
extensión muy variable, desde un manso hasta la existencia de más de 3000
en un solo dominio. La curtes en verdad aparece como un realidad móvil,
constantemente sometida a procesos de concentración y fragmentación, sobre
todo a partir de IX se multiplicaron las tenencias campesinas por desmonte,
parcelación de las reservas y drenado, consecuencia de un incremento
demográfico. Asimismo se dieron donaciones piadosas en las tierras
eclesiásticas o concesiones en beneficios en los dominios fiscales que dieron
lugar a amputación de curtes para crear nuevas. De esta forma la realidad
domanial es propia de un organismo dinámico sometido a procesos de
constante remodelación.

Reservas dominicales y beneficio señorial.

La terra dominicata o mansus aparece como una porción de la curtis sometida


a la explotación directa del gran propietario. Se desarrollaba tanto el cultivo
bienal como trienal y dentro de una villa carolingia clásica estas tierras
cultivadas representaban entre un cuarto y un tercio de las superficies
cultivadas totales. En muchos casos incluían tierras de viñedo y prados de
siega, tierras para el pastoreo y bosques (Donde los tenentes casados tenían
derecho, gratuito o pago, de pastoreo, tala y recolección). Aparecen además
edificios anexos como los establos, caballerizas, graneros, bodegas y talleres
(Donde las mujeres se dedicaban al tejido, forma de corvea femenina). Se trata
según Toubert del sector progresista de la agricultura carolingia respecto a las
técnicas de arado, las rotaciones y la adopción de progresos técnicos.

El masserizio.

Se trata del conjunto de tenencias explotadas por las familias nucleares


campesinas para su subsistencia, que estaban obligadas a servicios y
prestaciones de trabajo habituales a cambio del goce hereditario del manso.
Dentro de ella tenemos tanto a tenentes libres como esclavos a la antigua (Que
tendencialmente irán desapareciendo). Existía a la par un grupo de esclavos
domésticos (praebendari) que vivían en el manso principal y dependían de él
para su subsistencia, y constituía la aportación masiva de mano de obra
necesaria para momento cruciales del ciclo agrícola (fueron minoritarios). La
corvea es la clave de la economía domanial, se vincula con dos características
esenciales: Una relativa escases de dinero (Que impedía el recurso del trabajo
asalariado) y el enrarecimiento de la clase servil, pro causas complejas como
agotamiento de la trata, liberación, casamiento y declinación biológica.
El manso provee la subsistencia de la familia nuclear y se compone de una
casa habitación (de madera) del tenente casado, un huerto de hortalizas,
arboles frutales, algunas parcelas de tierra arable (Que a veces incluía lotes-
corvea) y en ocasiones una parcela de viña o preda. El manso no es una
estructura topográfica coherente, se caracteriza por la dispersión de sus
unidades domesticas. Veamos algunas generalidades:
• Aparece documentado a principios del VII y su difusión va de la mano de
la expansión del imperio franco.
• Enorme variabilidad de los mansos: Fiscales, privados, mansos sin jefe de
explotación campesina (mansi absi), libres, serviles o cuyos tenentes
poseen una categoría especial de libertos. En proporción los mansos
serviles eran más pequeños que los ingenuiles y soportaban corveas más
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fuertes. Se produce al mismo tiempo una contaminación de la tierra del
status legal de su ocupante, de forma que se producen discordancias
entre la condición jurídica del manso y la condición personal de tenente.
• La superficie media de cada manso varia de una villa a otra y también
específicamente dentro de cada categoría de manso.
En cuanto a la evolución del manso se observa la superpoblación (Italia,
Alemania, Francia), dos o tres familias por manso. No hay que atribuirla a una
situación de superpoblación rural, sino a la asociación de varias familias
conyugales distintas que explotan distintas porciones de un mismo manso y
comparten las cargas. Se advierte también el fraccionamiento de las tenencias
superpobladas, en mitades, tercios o cuartos de mansos, producto de mansos
superpoblados o de carácter real. Encontramos también tierras que no estaban
integradas a los mansos (hostisiae), huéspedes que eran braceros miserables
desprovistos de toda parcela de cultivo y que constituyen el proletariado rural.
Aparentemente eran recién llegados o segundones de familias tenentes.
Todo esto nos lleva a anular la versión estática del sistema curtense y dar
cuenta del esfuerzo de los señores por mantener un marco de producción
simple y eficaz en un mundo de expansión demográfica lenta, pero regular.

EL SISTEMA CURTENSE Y LA ECONOMIA GLOBAL.


Rentabilidad.

Según una perspectiva tradicional cuyo exponente es Perroy, la producción


domanial no podía desarrollar una tasa de rentabilidad esto es sostenido por la
tesis minimalista que ubica al dominio en un clima de estancamiento donde las
empresas de colonización habrían sido excepcionales. Asimismo consideran
una débil densidad demográfica entre VIII-X y que el excedente apropiado por
el señor era un beneficio marginal, sus ingresos más importantes provenían de
la corvea y no de las renta. Sin embargo hay que poner estos ingresos de
explotación directa en su gusta medida, pues poseía notables reducciones
como semillas para el próximo año, prebendas para los esclavos domésticos,
aprovisionamiento de los talleres y stock de seguridad. De esta forma la
economía domanial era exclusivamente de subsistencia y su rentabilidad nula,
los pocos excedentes solo otorgaban artículos de lujo (Aristocracia parasitaria)
para satisfacer la necesidad de distinción social, por lo tanto no se reinvertía
(no hay espíritu de empresa). Veamos algunas correcciones a esta teoría:
• Ya no es aceptada la idea de un estancamiento demográfico, sino por el
contrario un crecimiento ya presente entre VIII-IX que se evidencia
mediante la lectura de los capitulares de Carlomagno que dan cuenta de
los esfuerzos realizados por el poder publico para evitar catástrofes. Se
han malinterpretados lo mansi absi creyendo que ellos se debían a
abandonos del cultivo por un déficit demográfico, cuando en verdad tiene
que ver con situaciones complejas de reajustes.
• Están comprobadas las empresas de roturación que dieron lugar a curtes
enteras y a la reconquista agraria, sumado a la parcelación de las
reservas a mediados del IX.
• Se debate también el concepto de rentabilidad nula del sistema. Se ha
puesto en relevancia que las exacciones en dinero eran muy importantes,
pues provenían de dispositivos técnicos como molinos y cervecerías, que
eran inversiones del señor Surgió de esta forma una nueva forma de
punción indirecta a la producción campesina, aunque hay que ponerla en
su justa medida, pues no se generalizaron rápidamente estos molinos y
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no son un “elemento obligado de la curtis”. Estos derechos sobre
cervecerías y uso de molinos van a ser claves para la constitución entre
el IX-X del señorío banal.
• La tendencia a mediados del IX del aumento del masserizio a expensas
de las reservas, evidenciado la lógica de la mayor rentabilidad del
beneficio indirecto y la pequeña explotación campesina.
Hay que recurrir a un estudio más profundo y regional pues la fijación señorial
a la explotación directa ha sido marcada en las áreas cerealeras de Europa
noroccidental, mientras que la tendencia a la parcelación de las reservas ha
sido favorecida en el arrea mediterránea del imperio franco, debido al
predominio de sistemas de policultivos en los que la pequeña explotación
campesina estaba mejor adaptada a las exigencias de productividad.
Igualmente no ocurrió ninguna revolución agrícola y todas estas mejoras y
rendimientos eran mediocres.

Estructuras de intercambio.

El tributo en las curtis no solo era agrícola, las fuentes hacen mención a
productos de uso industrial: Mineros, metales, armas, sal, útiles de hierro y
piezas de tela. De esta forma no hay que minimizar el papel del artesanado en
el marco del dominio. Se denota también una tendencia de la política domanial
a adquirir bienes raíces alejados del centro del dominio, que permitían el
acceso a determinados recursos. La producción artesanal se lograba de dos
formas: mediante talleres domaniales (gineceos) aunque no aparece en todos
los dominios, y la producción artesanal al interior del masserizio, nuevamente
aparece la lógica de privilegiar la explotación indirecta. Por tanto el gran
dominio ha concentrado excedentes producidos por el trabajo diversificado de
dependientes campesinos.
La curtis funciona como un organismo centralizado que asegura la
transferencia hacia la corte domanial de mano de obra y productos agrícolas y
artesanales provenientes del masserizio. La documentación nos da cuenta de
la transferencia de excedentes de una curtis a otra dentro del mismo complejo
domanial, como así también de una curtis a un mercado local o regional.
Algunos autores sostienen que el dominio preveía el uso de algunos
excedentes para venderlos, aunque esto está limitado por obstáculos técnicos
y económicos (Medios de transporte). Aparece como altamente probable el
transporte de vinos, aceite y otros idóneos para la conservación como la miel,
la cera y los quesos, todos ellos eran objetos de transferencias regulares. En las
fuentes se recomienda que las curtes alejadas adopten una autonomía de
gestión que les permita vender in situ los excedentes de la cosecha, puesto
que el transporte al centro domanial resultaría poco rentable. En las regiones
marcadas por el surgimiento comercial y urbano los grandes propietarios
terratenientes han ramificado sus circuitos de intercambios en los centros
urbanos. No debemos pensar que los grandes propietarios hayan logrado
edificar una economía de mercado altamente diferenciada alrededor de la
ciudad, más bien estaban presente en los mercados urbanos pues allí podían
hallar los productos del comercio internacional.
En el VIII se produce el abandono de la moneda de oro en provecho de la de
plata (Denario), dando lugar a un monometalismo que durara hasta el XIII. La
redes comerciales están en dominadas por señores que poseen flotas
domaniales de navíos, instalaciones portuarias y mercados de actividad
regulada y corveas de transporte. Los últimos estudios respecto a dichas redes
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han destacado el papel de los monasterios y de la economía domanial en la
animación de los mercados, intercambios regionales y vida urbana del IX y X.
En este contexto cobra sentido la concesión imperial de derecho de acuñar
monedas a señores (abadía de Prum)
La proliferación de los mercados locales esta comprobada a partir del IX,
organizados por los grandes propietarios que consiguen exacciones sobre el
intercambio y complementan así la exacción a la producción campesina. Hay
que negar la existencia de dos niveles comerciales antagónicos: El de la
campaña y el de las ciudades, donde en la primera existirían mercados
domaniales y en la otra mercados dedicados al gran comercio. El comercio
internacional utilizaba la infraestructura que le ofrecían las redes de comercio
interior (vías de intercambio, nudos de intercambio).
Durante el imperio carolingio hubo varias intervenciones del poder para definir
la moneda en circulación y sostener su contenido metálico que estaba en
decadencia. La caída del valor intrínseco del denario es el corolario del
crecimiento económico bajo dos aspectos: aumento de los precios mínimos y
demanda creciente de instrumentos de pago. Esto niega la idea de economía
natural basada en una moneda primitiva que caracterizaría el periodo entre
VIII-X. Pronto ocurrió la transformación de las rentas en renta dinero, que
aunque no fue generalizado, da cuenta de la multiplicación de las tenencias
respecto a las reservas y del aumento de disponibilidad de numerario en una
sociedad campesina cada vez más integrada a los circuitos de intercambio. El
denario fue expandiéndose en uso y permitió tres cosas: Ahorro, concentración
de valor y medio de cambio en las redes comerciales.

7. POLY - RÉGIMEN DOMINICAL Y RELACIONES DE PRODUCCIÓN


“FEUDALISTA” EN EL SUR DE FRANCIA (SIGLOS VIII-X)

El fenómeno central de la “feudalidad” es el establecimiento del señorío banal


(o el incastellamento en Italia). A partir de esto podemos plantear el problema
de la transición entre la “feudalidad” (o el feudalismo) y las organizaciones
sociales que lo precedieron (pre-feudales). Entre estas organizaciones está en
primer plano el régimen dominical “clásico” de los tiempos carolingios con los
tres nefastos días de la corvea. Ese modelo “clásico” tenía fuertes
contradicciones y desde el siglo IX coexistía con otras formas de explotación
dominical (en Francia e Italia). Se admite que en el Sur de la actual Francia, el
régimen “clásico” fue raro e incluso inexistente, pero en realidad hay que
entender qué formas pudo revestir el gran dominio en esas regiones.
Las fuentes con las que se cuenta no son muchas a comparación del norte,
principalmente son algunos brevia, polípticos o simples fragmentos (del obispo
Waldo de Marsella, el breve del arzobispo Leidrado de Lyon y el breve del
advocatus del obispo Ansafried de Béziers). Sobre la base de esta
documentación escasa intentaremos analizar qué relaciones de producción
unían u oponían a los campesinos dependientes y a los propietarios en le
sudeste de la antigua Galia antes de que se estableciera allí el señorío banal.

CUÁNDO TERMINA LA ESCLAVITUD ANTIGUA.

A partir del gran dominio eclesiástico se va a reconstruir lo que podría ser un


gran domino laico por que el políptico de Waldo sólo informa sobre los dominios
de la Iglesia (su patrimonio) pero no da información sobre el gran dominio en
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general y menos sobre la situación de los campesinos. A pesar de que ninguna
de las tres fuentes dan información a cerca del régimen dominical, un examen
inmediato nos induce a pensar que las reservas eran raras o inexistentes: el
breve de Lyon sólo contabilizaba las tenencias. La inexistencia casi total de
reserva señorial en esos dominios y el estudio de las prestaciones nos lleva a
pensar que no existían corveas entre ellos. En el siglo IX las tenencias eran
consideradas siempre como “colongues” y el término manso sería introducido
más tarde como expresión de una realidad diferente que en las regiones del
norte. No es posible limitarse a interpretar el uso de aquel término como una
simple supervivencia del lenguaje. Una serie de estudios recientes han puesto
de relieve la continuidad en el sur de Francia de las referencias a las “leges”
hasta el siglo X. La “Lex visigothorum” nos informa que la prestación normal de
la tenencia era la décima parte de la cosecha, le nombre vulgar de la
prestación no aparece hasta los comienzos del siglo X: “tasca”. En el noroeste
de la zona que estudiamos, las “colongues” debían prestación fija,
probablemente nos encontramos con una “fijación” de la renta en un décimo.
Las prestaciones se designaban con el término “agrarium”. En definitiva la
prestación no era propia del sur de Francia, sino que se generalizó conforme en
el norte progresaba el sistema de la corvea a expensas de la renta. A la
“tasque” hay que agregarle el “pasquier” que se percibía sobre el ganado que
pastaba en los llanos. Las “leges” indican también que consistían en un
décimo, pero la “fijación” parece haber sido anterior. Por último hay que hablar
de los “eulogiae” (gallinas, pollos y huevos) y el “tributum” en sentido estricto,
que eran más bien signos de dependencia más que prestaciones lucrativas. No
hay que subestimar todo este sistema de dominio, porque daba muchas
ganancias a su dueño, los canónigos y los monjes de Lyon se mantenían más o
menos cada uno con lo obtenido en una tenecia, sin contar sus sirvientes.
Aunque es cierto que el clérigo adscrito a una iglesia rural o los canónigos de
Lyon tenían otras fuentes de ingresos más propiamente eclesiásticas, lo que
explica la aparente austeridad de sus bienes. Cada grupo dominical estaba bajo
la vigilancia de los “ministeriales” que recibían una “colonicae” en beneficio. La
administración del conjunto estaba confiada a los “actores” que eran, al mismo
tiempo, representantes del propietario del dominio. El dominio eclesiástico era
esencialmente un dominio de rentistas.
En el gran dominio laico hay que mirar en otra dirección para buscar el secreto
del control de los señores sobre el campesinado. La vida de Gerardo de Aurillac
muestra el elemento fundamental de su poder, aparte de la tierra: Gerardo se
dedicaba a la actividad de prestamista. Pero como santo varón Gerardo no
reclamaba los intereses e incluso llegaba a olvidarse de que le devolvieran el
capital. Imaginemos, al contrario, el caso de los grandes señores que no eran
hombres santos. El gran propietario aprovechaba sus reservas para prestar a
los paupers en los años de escasez, debido al alto interés, estos tenían gran
dificultad para devolver los préstamos. Entonces el señor hacía evaluar s bien
por la justicia y se apoderaba de él para luego entregarlo como tenencia. El
excedente de tierra del que podía disponer y que podía ceder por contrato, al
décimo, al cuarto, al tercio o la mitad, le daba igualmente un margen de
maniobra.
Eran dos los tipos de dominios que existían en el sur de Francia a lo largo del
siglo IX: el de los canónigos o los mojes, casi totalmente parcelado, que
producía una renta en especie y el de los laicos en que el propietario añadía a
los ingresos de sus “colongues” un determinado número de “curtes”
explotadas directamente por pequeños grupos serviles. Además distribuía
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algunas colongues “en beneficio” a algunos libertos y podía ceder a censo
algunos predios a sus vecinos alodiales. Algunos dominios demasiado alejados
eran entregados en “comenda” lo que refleja la debilidad del “dominicum” que
nos habla de la escases de la mano de obra y de que la sujeción del
campesinado a los grandes señores era aún limitada todavía no se había dado
la cesión de dominios con la función pública ni la patrimonialización de los
derechos públicos característicos de la sociedad feudal.

¿ES POSIBLE RAZONAR CORRECTAMENTE EN BASE A DATOS A VECES FALSOS?

Para explicar el doble modelo de dominios (laicos y eclesiásticos) se pueden


usar anotaciones demográficas usando como fuente el políptico de Waldo del
año 814. Éste menciona a los tenentes de las “colongues” y a sus familias
(partiendo de 742 individuos divididos en seis grupos de dominios). A partir del
análisis de tres aspectos demográficos (sex ratio, natalidad y fecundidad,
edades de las madres del grupo y relación entre la población infantil y la
adulta) el autor concluye con una imagen muy triste de la condición
campesina. Pero además de éste análisis demográfico tiene en cuente para su
análisis las condiciones jurídicas de la población que pueden resumirse en
algunos puntos:
-Solo se menciona la condición jurídica de los titulares de las tenencias.
-Se pone cuidado en mencionar cuando el antiguo titular de una tenencia ha
sido liberado de sus obligaciones.
-A los massips y a los colonos se les da el mismo calificativo de mancipia. Pero
haciendo un análisis antroponímico el autor ve que los massips llevaban
nombres germánicos con mucha más frecuencia que los colonos y los hombres
mucho más que las mujeres.
-Los hijos de sierva, no importaba donde nacieran pertenecían al señor.
-La movilidad campesina ordinaria estaba adaptada a las exigencias señoriales
que intentaban retener en las tenencias a un número suficiente de campesinos
para que no quedaran despobladas. Esas exigencias terminaron en un fracaso.
El número de colongues vacías es impresionante en el políptico. Esto no se
debe a muertes tanto como a las huídas y éstas últimas no son sólo por
hambre, ya que mientras los campesinos dependientes huían definitivamente
los alodiales permanecían en sus tierras. Los campesinos que abandonaban sus
tierras iban a refugiarse en las comunidades alodiales. Pero algunas familias
completas de massips se marchaban a las montañas con bosques (se les da el
nombre de marroniers), donde creaban comunidades de campesinos libres y
volvían al paganismo.
Así se ve cómo en la zona del sudeste, junto al Ródano, el gran dominio
constituye una pervivencia degradada del sistema antiguo, en sus dos formas:
esclavista cuando la conquista lo estimulaba y sujetando a la servidumbre a los
pobres campesinos alodiales cuando la aparición de una crisis lo permitía. Ésta
concentración de los grandes dominios a expensas de las comunidades de
aldeas era un proceso ya iniciado antes. Gracias a sus “beneficios” los
latifundistas hacían caer en sus redes a los campesinos libres y a sus familias.
Pero a éste proceso se oponía la obstinada resistencia de las masas de
campesino. El “progreso” de la concentración territorial suponía la existencia
de una clase dominante fuerte y unida. Podemos poner en duda que ésta
existiera en el siglo IX. En efectos, los herederos directos de los poderosos del
bajo imperio atrapados entre sus propios campesinos y las exigencias de los
nuevos dueños francos, se hallaban en decadencia. En este sentido las formas
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dominicales que hemos intentado describir no tenían mucho de “pre-feudales”:
el establecimiento del señorío jurisdiccional, la reducción a una dependencia
más o menos total de las comunidades campesinas alodiales, que aquél
implicaba, no podían surgir de la evolución de formas antiguas, sino de una
ruptura y una crisis violenta.

8. BONNASSIE - EL PROCESO DE FEUDALIZACIÓN EN CATALUÑA Y


FRANCIA DEL SUR: SIMILITUDES Y DIFERENCIAS

Existen similitudes en los orígenes y resultados de la crisis feudal en el Norte y


al Sur de los Pirineos, por ejemplo, en el siglo XI, catalán, gascón y lemosino
son idiomas de una misma lengua.
Sin embargo, perciben también diferencias manifiestas, no tanto en e grado de
feudalización, como en los ritmos del proceso de génesis del feudalismo.
Bonnassie anticipa que la crisis generadora de las estructuras feudales
empieza antes en Francia del Sur (Aquitania y Auvernia) que en Cataluña: en el
primer caso hacia 980, en el segundo sólo hacia 1030-1040. Esta crisis dura
más tiempo al Norte que al Sur de los Pirineos. El objetivo de Bonnassie es
intentar explicar estas diferencias en la cronología y las formas de
feudalización.

I. LA ORGANIZACIÓN DE LOS PODERES Y LAS ESTRUCTURAS


SOCIALES ANTES DE LA CRISIS FEUDAL

A. La organización de los poderes

En todos lados perviven tradiciones antiguas que se remontan al Bajo Imperio


Romano.
1. Tradición jurídica. En Cataluña la ley visigoda es el fundamento de todo el
procedimiento judicial. Sobretodo, no hay otra forma de justicia que la ejercida
por los tribunales públicos: condales, vizcondales, episcopales, vicariales. En
Septimania la situación es casi idéntica.
En el resto de Francia del Sur, las cosas son menos claras porque no había un
código único al que referirse, pero la gente tenía resúmenes, breviarios de
derecho romano, que se aplicaban a todos los asuntos de la vida pública y
privada.
Así pues, en todas partes hay reminiscencias muy vivas, muy funcionales, del
derecho romano, que sigue regulando las relaciones sociales.
2. Tradición política. Tanto al Norte como al Sur de los Pirineos, subsiste el
concepto romano de res pública, de dominio público, soberanía pública,
derecho público. La autoridad está encarnada por condes y duques, todos
investidos de poderes de origen real y actuando como soberanos. A un nivel
inferior, vizcondes y vicarios son considerados como personae publicae y
administran circunscripciones públicas llamadas ministeria o vicariae.
Pero hay dos observaciones al respecto. Primero, la fuerza de la autoridad
pública no es la misma en todas partes. Es máxima en Cataluña, donde el
conde es jefe de guerra frente al Islam, coordinador de las empresas militares,
y a veces, de las actuaciones diplomáticas. En Francia del Sur, donde esos
factores no existen, la autoridad, ya a mediados del siglo X, está mucho más
debilitada.
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Segundo, la aparición del feudo. La palabra aparece muy temprano en
Languedoc y Cataluña, bajo la forma de fevum o feu. Pero hay que considerar
bien lo que es un feudo en estas regiones antes del año 1000: es una tierra
pública concedida por una autoridad pública (una potestas: duque, conde u
obispo) a un agente de esta autoridad, en remuneración de un servicio público.
El feudo es una institución fiscal: no hay aún feudos privados.

B. Las estructuras sociales

También con un pasado remoto.


1. Tanto en Francia del Sur como en Cataluña se nota una larga supervivencia
de las estructuras esclavistas. En el siglo IX, la esclavitud se encuentra por
todas partes en los campos. En Cataluña, a principios del siglo X, hay esclavos
no solamente en la zona pirenaica (Cerdaña) sino también en tierras de
frontera (oeste del Llobregat).
Pero esa esclavitud está en rápido declive. Las huidas, las manumisiones,
provocan una disminución de la mano de la obra servil ya notable en la primera
mitad del siglo X. Pasado el 950, los esclavos son grupos de pocos individuos.
Alrededor del año mil, la esclavitud ha desparecido.
2. Lo que mejor caracteriza la estructura social en el año 1000 es la existencia
de un numeroso campesinado libre y dinámico. El alodio campesino, la micro
propiedad es, en ésta época, la estructura dominante en el campo catalán. En
Francia del Sur hay también muchos campesinos alodiales, sin embargo otros
son aparceros, que pagan al amo del suelo un censo proporcional a la cosecha.
Pero también son libres: no hay lazo de dependencia personal entre el tenente
y el dueño de la tierra.
En resumen, alrededor del año 980, puede subrayarse:
-La sociedad no es todavía una sociedad feudal. Los lazos personales
característicos del feudalismo son muy escasos y muy laxos; el feudo sigue
siendo una institución pública.
- Muchas fuerzas se oponen al proceso de feudalización, especialmente el peso
de las tradiciones y la importancia del campesinado libre.
Pareciera que la evolución natural tendiera a una liberación total del
campesinado e incluso expansión del dominio campesino por roturaciones y
consecutivas aprisiones. Esto, insoportable para la aristocracia, provocará su
fuerte reacción: la crisis feudal puede verse en primer lugar, como una
reacción violenta de la nobleza a una evolución que amenazaba sus intereses.

II. LA CRISIS FEUDAL

Es difícil puntualizar las causas y aislarlas unas de otras.

A. Causas

1. El desarrollo económico jugó un papel de primer orden. En Cataluña, la fase


de intensidad máxima de las roturaciones se sitúa en la segunda mitad del
siglo IX y en la primera del X. En Francia del Sur, sin datos tan precisos,
igualmente se ven índices de crecimiento temprano.
En cuanto a los intercambios, el crecimiento es espectacular, sobretodo
alrededor del año 1000. La gran novedad consiste en la entrada de cantidades
cada vez más importantes de numerario musulmán (mancusos). Se nota
esencialmente en Cataluña, pero también al Norte de los Pirineos, aunque a
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escala más reducida. Con la moneda musulmana penetran igualmente
productos de lujo (tejidos de seda y brocado, tapices, joyas, etc.). En
consecuencia, se nota un enriquecimiento rápido de una sociedad hasta
entonces pobre. Estas nuevas riquezas provocarán tensiones, habiendo luchas
muy duras para su expropiación.
2. Las transformaciones en las técnicas militares agravarán estos conflictos y
les darán nuevas dimensiones. Generalmente tienden a dar una superioridad
absoluta al combatiente a caballo, respecto al peón: se produce una ruptura de
los antiguos equilibrios entre la aristocracia y el campesinado.
3. El debilitamiento del poder político, cristalizado en el fraccionamiento, en la
quiebra del a autoridad pública, es mucho más temprana en Francia del Sur
que en Cataluña.
Otro síntoma, de los más evidentes, e la degradación del procedimiento
judicial. A veces, un pleito no puede terminarse y se transforma en guerra
privada. De manera general, hay una manifiesta pérdida de confianza en la
carta escrita (de venta, donación, etc., escrita en presente y en modo personal,
que constituye por sí misma el acto jurídico que tiene fuerza para crear el
derecho). Entre 980 y 1020, la carta se ve reemplazada por la noticia
guarpitoria, que tiene por función recordar una cesión de bienes efectuada
oralmente, ante testigos, según un ritual apropiado. Al mismo tiempo, se
multiplican los convenientiae: pactos concluidos libremente entre linajes, sin
intervención de jurisdicción alguna.
En Cataluña se observan los mismos fenómenos, pero con un retraso notable.

B. Modalidades

La cronología y también las características de la crisis son diferentes en


Cataluña y Francia del Sur.
En Francia del Sur hubo un verdadero frenesí de violencia: saqueos, ataques a
mano armada, robos de ganado, homicidios, mutilaciones, etc. La guerra se
instala de manera casi permanente entre los numerosos castillos que se
levantan en esta época: guerra privada, linaje contra linaje. Esta especie de
espiral de violencia (violencia sin dirección fija, anárquica, endémica) empieza
hacia 980 y no se apacigua antes de la segunda mitad del siglo XI.
En Cataluña, al contrario, tenemos una crisis breve, pero aguda, una lucha
frontal entre aristocracia y poder condal. Es un episodio bien delimitado entre
dos fechas: en 1041 se de el primer asalto contra el palacio condal de
Barcelona; en 1059 los rebeldes capitulan. Dos aspectos de esta crisis subraya
Bonnassie: ésta se presenta como una convulsión general de la sociedad
catalana; y termina con una victoria total del poder condal, caso rarísimo en
Occidente.

III. LOS RESULTADOS DE LA CRISIS

Son a la vez parecidos y diferentes en Francia del Sur y en Cataluña. Parecidos


porque las causas profundas de la crisis fueron las mismas y porque fueron
iguales las motivaciones de los milites. Diferentes, por las características que
tomó esa mutación en una y otra parte, tanto en su desarrollo, como,
sobretodo, en su epílogo. Tres resultados relevantes pone de relieve Bonnassie,
que afectaron a las estructuras político-sociales: militarización de la sociedad,
aparición de nuevas relaciones entre nobleza y campesinado, y reorganización

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de los poderes sobre bases nuevas. Son para el autor, los constituyentes
esenciales del proceso de feudalización.

A. Militarización de la sociedad

Una palabra invade los documentos de la época: milites, los combatientes a


caballo, reclutados en masa por los varones.
Algunos de ellos, miembros de la pequeña nobleza o de las ramas secundarias
de los grandes linajes. Pero la mayoría, procede del campesinado. Son hijos de
campesinos ricos, capaces de procurarse un caballo y armas.
Son entre tres y cincuenta por castillo. Su número depende de la coyuntura o la
estación. Tres, cuatro o cinco componen la guarnición permanente y se quedan
en la fortaleza en invierno, época de tregua de los combates. En verano, su
número puede alcanzar hasta treinta, cuarenta o cincuenta, pero por pocos
días. Igual, los milites son más numerosos que los barones de la antigua
nobleza.
Están al servicio de los dueños de los castillos, que son los descendientes de
los antiguos vizcondes o vicarios carolingios y siguen formando la alta
aristocracia. Pero los condes, gracias a su riqueza, han reclutado también a
muchísimos milites. Y también los obispos. Este reclutamiento se hace ahora
por homenaje y sacralizadamente. Durante el período de crisis hay un aumento
continuo de los homenajes, que culmina hacia el 1050-1060. El vasallaje,
entonces, progresa entre 1020 y 1060.
Entre los milites castri y los amos de castillos se encuentra el castlà, jefe de la
mesnata (guarnición de la fortaleza), dirigente del servicio de los milites:
servicio de hueste (contra mesnatas de castillos vecinos) y servicio de
cabalgada (patrullaje). Pronto es natural que el castlà se ligue al dueño del
castillo mediante homenaje sólido, que aparece al final de la década de 1040.
El castlà y los milites son remunerados casi únicamente mediante feudos, que
durante la crisis perdieron su carácter público, transformándose en una
institución privada. En Cataluña, entre el 1040 y el 1050 hay un considerable
aumento de concesiones feudales.
El feudo del castlà es la castlania, (conjunto de bienes e ingresos que, en el
interior del distrito del castillo, compone la dotación del castlà, dotación que
nunca comprende el castillo, del cual el castlà sólo asume la guarda). El feudo
del simple miles es la caballería, de composición diversa: pueden ser sueldos
(por ejemplo, tres onzas de oro anuales por el feudo) o tierras (una explotación
agrícola por un feudo de miles). Pero, sobretodo, se componen de ingresos,
basados casi siempre en las nuevas tasas impuestas a los campesinos en el
marco del señorío castral.

B. Aparición de nuevas relaciones entre nobleza y campesinado y nuevas


formas de dependencia

El castillo es un nuevo centro de poder. Este poder (“banal” o “jurisdiccional”)


se ejerce sobre un distrito más o menos amplio. Es un poder de naturaleza
extraeconómica, producto de la fuerza militar representada por la mesnata del
castillo y que se impone a todos los antiguos campesinos libres. Uno de los
rasgos más notables de la crisis feudal es esta sumisión de los campesinos a
una autoridad fundamentalmente arbitraria en su origen y en su ejercicio, que
podemos llamar señorial. Las libertades de los campesinos desaparecieron en
la tormenta.
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Menos estudiado h sido el problema del reforzamiento de los lazos de
dependencia entre campesinos y señores, el cual generalmente conduce a lo
que llamamos nueva servidumbre. Este proceso resulta de una evolución
natural: se pasa de la posesión por el señor de derechos sobre los hombres a la
posesión de los hombres mismos. Según Bonnassie, es un proceso rápido.
En Cataluña, las reducciones a la servidumbre aparecen un poco más tarde. Un
primer índice se encuentra en una forma de homenaje exigido a los
campesinos, que anuncia al homenaje servil, mientras que las primeras
donaciones de hombres y mujeres datan de 1050-1060, pero no se hacen
frecuentes antes de los últimos veinte años del siglo XI.
Hay, entonces, diferencias cronológicas entre Cataluña y Francia del Sur, pero
en la militarización de la sociedad y en la aparición de la servidumbre, las
similitudes predominan. Las divergencias son grandes en el terreno político: el
de la reconstrucción de los poderes.

C. La reorganización de los poderes

En Cataluña se hace en provecho del conde, y sólo de él. Bonnassie pone de


relieve dos procedimientos que permiten la restauración del poder.
El primer instrumento es el “fief de reprise” (un dueño de castillo da su
fortaleza al conde y vuelve a tomarla de él en feudo). Este tipo de donación-
reinfeudación es frecuente a partir de 1059-1070: los magnates rebeldes
deben aceptarlo para lograr su perdón; luego, el procedimiento se generaliza.
El nuevo feudatario tiene pocas obligaciones. Pero sí hay siempre una, capital,
la de restituir la fortaleza al señor conde cada vez que le sea pedida por éste.
La segunda institución es el homenaje sólido. El conde no es el único
beneficiario de este tipo de homenaje, pero sí el principal. Magnates y muchos
miembros de la aristocracia inferior son parte de sus vasallos sólidos. Empiezan
a ser llamados vasvessores (vasallos de vasallos). Éstos, suelen ser los castlans
(guardianes de las fortalezas). El conde, entonces, controla directa o
indirectamente casi todos los castillos catalanes, dándole un dominio completo
sobre todo el país. Sobre estos fundamentos puede construir un auténtico
Estado (entre 1060 y mediados del siglo XII), que tiene todas las características
de un Estado feudal.
En Francia del Sur no hay quien pueda llevar a cabo algo similar. Aquí la crisis
feudal fue larga y profunda. Los castillos son los únicos y auténticos centros de
poder. Hay intentos de recuperación del feudalismo de algunos príncipes.
Incluso el sistema de recuperación de castillos por donación-reinfeudación es
practicado en Toulouse y Aquitania. Pero son tentativas desordenadas.
Mientras el homenaje sólido fue una pieza clave del gobierno feudal catalán,
nunca se implantó en Languedoc, porque ningún príncipe fue lo bastante
potente como para imponerlo.
Bonnassie concluye que, mientras un Estado progresivamente más fuerte se
construye en Cataluña, la fragmentación de poderes subsiste al Norte de los
Pirineos.

9. WICKHAM - LA MUTACIÓN FEUDAL DE ITALIA

Feudalismo: centra la terminología en la relación de base de la sociedad


medieval: relación entre señores y campesinos

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1. Relación económica social expresada a través del control de la tierra, que
se transforma en feudal cuando el esclavo se emancipa
2. caída de las estructuras tributarias de Roma permite que la política se
base más en la tierra

¿Mutación o evolución?: Primer caso para Italia funciona mejor. Empero, el


desarrollo italiano tiene varias semejanzas con el caso francés

Imperio carolingio:
• organización política apoyada en lazos personales
• Penetración, hacia el siglo X, de los lazos personales en el ámbito
público: En este plano de encuentro entre el tejido clientelar y el señorial
es en donde se levantó la realidad feudal
Cinco elementos en dicha reunión entre los tejidos clientelar y señorial
1. patrimonialización del poder público: Surgimiento de circunscripciones
nuevas e informales en torno a Iglesias y castillos
2. (Relacionado con el anterior) Incremento de las relaciones privadas entre
los hombres de los linajes superiores
3. El grupo militar:
a. desde 950 es más fácil individualizar los grupos sociales nuevos, de
notables locales y militarizados.
b. A partir del siglo XI en Italia se puede empezar a hablar de una
clara estratificación social entre linaje aristocrático y militar y la
población civil, campesina, etc.
4. Apropiación de los derechos señoriales como parte integrante del poder
local del linaje militar sobre los campesinos:
a. Mezcla de elementos de origen diverso y no cristalizados de
manera inmediata.
b. No se combinaron juntos en la estructura legal del señorío
territorial.
c. Desarrollo (el señorío territorial) que fue capital para la
territorialización y la privatización del poder
5. Ciudad:
a. No es novedad del siglo XI, pero es esencial en la singularidad
italiana
b. Equivalente urbano a la concesión de derechos señoriales:
tribunales ciudadanos concedidos por el Rey
c. Centros mercantiles de cierta consistencia
d. Centros principales de la política
e. Similitud de Italia al resto de Europa por la dominación de la elite
militar sobre las ciudades

Similitudes con la experiencia francesa son obvias: Mismos procesos de


privatización y descentralización y por los mismos motivos
Tres diferencias entre Francia e Italia, que responden al caso italiano
1. Momento cronológico de la crisis del sistema público
a. Sin momento preciso en el reino de Italia
b. En el fondo, el contexto principal para esa fallida crisis en la ciudad
c. El control señorial no era necesario para establecer, en Italia, un
status y un poder efectivo a nivel local
2. Consecuencia de lo anterior, es que sobreviven de forma relativa el grupo
de pequeños propietarios libres
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a. Pagaban tributos y eran la rapiña de los señores
b. Servían, más que para expropiársele la tierra, para obtener local
más rápido
c. Crucial para el futuro de los campos italianos por ser la base del
próximo cambio: cristalización de las comunas rurales bajo la
influencia de las comunas urbanas en el siglo XII
3. Falta de control de los señores se explica por el interés de esto por la
sociedad urbana
a. Vivir en la ciudad era vivir en un mundo más público
b. Mutación feudal en Italia ha sido un cambio esencialmente político
y cultural en el sentido extenso
Siglo XII: Desarrollo de la comuna, basada en las relaciones horizontales más
que verticales; entidad colectiva.

10. DUBY - LA NOBLEZA EN LA FRANCIA MEDIEVAL, UNA


INVESTIGACIÓN A PROSEGUIR

Durante todo el artículo, el autor se centra en un estudio de L. Génicot sobre la


nobleza de Namur (hoy Valonia, Bélgica). En esa región, a principios del siglo
XII, había unas veinte familias nombres, que concentraban las riquezas
territoriales, poseían iglesias parroquiales y castillos y, sobre todo, ostentaban
el poder de dirigir y castigar.
Génicot considera que sólo los nobles podían ser considerados libres.
Establece, además, que para esta época los títulos y la nobleza eran
heredables.
Por fuera de la nobleza, existían un grupo de servidores agrupados alrededor
de un Señor, que formaban parte de la “familia” de éste. No contaban con
plena libertad, aunque no eran necesariamente de origen servil. Sin embargo,
hacia 1150 se observa la presencia en este grupo de caballeros, un grupo que
se fue consolidando como una aristocracia por debajo de las grandes familias
nobles.
Las familias nobles se fueron debilitando lentamente desde 1200, debido a la
división de las herencias, al resurgimiento de los poderes principescos, a la
liberación de las comunidades rurales y al descenso de los beneficios
señoriales. Los pocos que logran conservar su patrimonio y su poder forman el
grupo de los “pares”, mientras que aumenta el prestigio de los caballeros, que
obtienen su libertad personal. Hacia el siglo XIV finaliza ese proceso, con la
eliminación de las diferencias entre nobles y caballeros.
Según el autor, la nobleza estuvo abierta a quienes lograron enriquecerse.
Lentamente, se dejaron de lado los costosos rituales de la caballería y sus
prerrogativas se transmitieron por siete generaciones. Es entonces cuando
logran reemplazar a la vieja nobilitas y tener un séquito de personas modestas,
artesanos y criados.
Duby utiliza los estudios genealógicos para analizar los cambios
intergeneracionales en la nobleza francesa. Destaca el hecho de que, si bien la
documentación es reducida hacia el Siglo XIII, es casi inexistente hacia el XI.
Dannenbauer estudia una región del Imperio que muestra una noción más
compleja y jerarquizada de la libertad.
A partir de la obra de Génicot surgen tres líneas de investigación:
• Marc Bloch hablaba de la “extinción” de las familias nobles en la Alta
Edad Media y su reemplazo por una nueva, en función de la fortuna, la
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distinción y la capacidad militar. Duby, por su parte, asegura que la
nobleza buscaba primero su legitimación en los antepasados y en su
origen que en el poder o la riqueza.

¿De qué lado (madre o padre) era más importante la ascendencia?

Para Génicot, la nobleza, como la libertad, se transmitía a través de la madre.


El rol masculino en la caballería le da fuerza a la rama paterna desde 1200 en
la determinación de una condición jurídica superior.
Duby sostiene que, para alcanzar conclusiones válidas, habría que estudiar las
estructuras familiares de diferentes regiones de la Francia feudal. Para esto, él
se inclina por el uso de la literatura genealógica de los siglos X al XIII, para
obtener una imagen más exacta de la concepción de la familia. Estas obras,
escritas para dar cuenta de la genealogía de un personaje, tienen más valor
para entender los lazos de parentesco que las reconstrucciones modernas. Cita
la genealogía del canónigo Lamberto, del siglo XII, que pone el acento en la
gloria de sus antepasados. Aunque esta genealogía es una excepción, el acento
suele estar puesto en la línea masculina. Más adelante estudia detalladamente
el escrito de Lamberto. Las genealogías más antiguas si le dan más
importancia a las ramas femeninas: hay una mutación de las estructuras de la
familia aristocrática y de sus representaciones hacia el año 1000 en Occidente.
Tellenbach destaca la dificultad de seguir antes de los siglos IX y VIII las
genealogías. Para K. Schmid, esto se debe a que la mentalidad noble no
establecía entonces la superioridad de alguien a sus filiaciones agnaticias. A
diferencia de ello, este último observa en el siglo XII en Alemania una
concepción familiar dinástica, que utiliza la simbología heráldica (escudos
familiares) como representación del origen agnaticio común en las ramas
laterales que dieron en constituirse como linajes independientes. La idea
subyacente es, pues, la de un linaje con una residencia común: una “casa”.
El linaje (Geschlecht) reemplaza al agrupamiento de parientes llamado Sieppe,
donde la importancia era cognaticia (parientes vivos). Schmid muestra,
además, que hacia el Siglo X la rama materna y paterna era igualmente
valorada. La transición se produce durante “el período más oscuro de la Edad
Media”.
Este autor bosqueja una explicación, tomando en cuenta la historia de las
instituciones políticas. Para entonces, ya existía una casa, la del Rey. Allí, los
nobles podían hacer fortuna (nobleza doméstica). Luego, al obtener un poder
autónomo y separarse del servicio real, los nobles pasaron a formar sus propias
dinastías. Esta explicación pone, además, a la transmisión de la herencia y el
reforzamiento de la línea masculina como un aspecto del advenimiento del
feudalismo, pues sólo el hombre puede ejercer, y legar a sus descendientes, el
poder de dirigir y castigar, el título y el feudo.
• El segundo aspecto de investigación es la relación entre la nobleza y la
caballería.
Para Génicot y los historiadores alemanes, hay una gran diferencia entre los
nobles, ligados al poder, el linaje y el señorío, y los caballeros, un asunto de
servicio y domésticos.
Werner muestra que la Alta Nobleza gravitaba alrededor de la casa real y que
se encontraba, hacia 845, sólidamente instalada en una red vasallastica
alrededor de Roberto el Fuerte. Sin embargo, establece diferentes niveles en
este cuerpo social de dirección política. En primer lugar, existe un grupo de
parientes diseminados que se ubican en la cumbre. Luego, una aristocracia
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regional mejor afincada, subdividida en dos. Por un lado, los condes y
vizcondes y, por el otro, los vassi dominici y los vicarii. Este último subgrupo
solían ser ramas laterales de los primeros. Todos eran nobles. Finalmente,
había una aristocracia media, separada de la nobleza, de la cual provendrían
luego los caballeros.
Se presenta, entonces, el problema de los caballeros como ministeriales. Si
bien es correcto en algunos casos, también poseían feudos minúsculos, y su
fortuna estaba principalmente establecida en torno a alodios. Sin embargo, las
realidades son diferentes según la zona. En Francia central, eran hombres
libres, pertenecientes a familias acomodadas, e incluso a veces a las mismas
que los castellanos. Pero en la costa norte, aún en el siglo XII, muchos
caballeros vivían de una prebenda, como domésticos. La exaltación de la
condición caballeresca fue más precoz en Francia que en Alemania.
Por su parte, en los medios eclesiásticos el miles christi surgió mucho antes
que las órdenes religioso-militares. Su función era la defensa del pueblo de
Dios, por lo que tenía privilegios jurídicos. Esta figura ya estaba bien asentada
para cuando surgen las instituciones de la paz de Dios. Los caballeros estaban,
por su condición, exentos de los usos de los poseedores del derecho de bando.
En la Francia del siglo XI existían dos grupos, los excluidos del derecho de
banco (caballeros y nobles), y los otros.
Duby destaca un acercamiento, en los primeros años del Siglo XIII entre los
diferentes niveles de la aristocracia en el seno de la caballería (Francia central,
Brabante1 y Namur). Los hijos de los caballeros ya no eran armados, sus
prerrogativas eran hereditarias y los términos dominus o missere fueron
usados también por ellos. La razón para esta homogeneización de la nobleza
parece haber sido el reforzamiento del poder del príncipe.
• Finalmente, surge el problema del grado de fluidez y apertura de la
nobleza
Génicot muestra la reducción de sus miembros, debido a la extinción
progresiva de los linajes aristocráticos por una gran mortalidad en la vida
militar y el destino eclesiástico de los segundones. La prolongación de los
linajes podía, entonces, estar amenazada por una unión estéril del primogénito
o por un accidente de guerra. Surge entonces la figura del soltero que busca
fortuna y muerte, pero también de la heredera rica, centro de las estrategias
matrimoniales.
Pese a los intentos de que no fuera así, la clase, hacia el siglo XIV, era muy
abierta. Las familias ascendían por la extinción de los viejos linajes. Sin
embargo, Duby marca una sorprendente permanencia de las familias entre
principios del Siglo XI y fines del XII.

12. LA ROCCA – EL ESPACIO URBANO ENTRE LOS SIGLOS VI Y VIII

Espacio urbano y datos arqueológicos

El estudio de la ciudad alto medieval ha tenido una larga trayectoria, pero


siempre ha sido encarada como la decadencia de la ciudad antigua, lo cual en
verdad no dice nada de la ciudad alto medieval. Se trata de la tradicional
dicotomía continuidad discontinuidad respecto a la tradición romana,
problemática que ha quedado anclada en la misma modalidad y temática pese
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Región entre las actuales Bélgica y Holanda.
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al gran afluir de datos arqueológicos. Estos datos materiales han sido
frecuentemente utilizados solo como complementos de información sobres
aspectos problemáticos ya consolidados y no como estimuló a nuevas
perspectivas. Se trata de una escisión y una falta de relación entre las dos
ciudades: La ciudad material de los arqueólogos y la ciudad social de los
historiadores. Este hecho se evidencia claramente en el caso italiano donde la
identidad nacional aparece como una jaula historiográfica, el periodo de la alta
edad media aparece como el arco cronológico en el cual las libertades
nacionales son progresivamente atenuadas y suprimidas por las invasiones
bárbaras. La reaparición de la comuna italiana implica, según esta
historiografía, la reaparición de las antiguas libertades romanas, de las
particularidades jurídicas e institucionales, que sobrevivieron
subterráneamente entre el V y XI pese a la mutación en el aspecto de las
ciudades. Se trata de una historiografía que responde a una necesidad de
cuestión nacional, de aparece como heredera de un pasado romano de
esplendor. El periodo alto medieval vinculado a lo bárbaro aparece como algo
detestable y a superar. Bognetti es un historiador que resume claramente esta
postura en base a su creencia de que los longobardos fueron tenaces
conservadores de la tradición germánica y disolvieron todo elemento romano.
Si bien recurría a pruebas arqueológicas estas eran utilizadas como mera
confirmación, los arqueólogos llevaban consigo una pesa mochila teórica la
cual debían confirmar en el terreno. No se enfrentaba la teoría con los datos
materiales.

Ciudades malolientes y ciudades alabadas

El tópico de las ciudades ha sido interpretado en torno a biparticiones


dicotómicas, la más importante la constituye la oposición entre territorio
italiano longobardo y bizantino. En las primeras la introducción de un régimen
militar bárbaro habría llevado a un distinto tipo de vida más ruralizado
(construcciones en madera), mientras que en las segundas se habría
conservado la urbanidad originaria porque los bizantinos mantenían
continuidad con la tradición romana. La ciudad medieval de esta forma fue
étnica (separación cultural entre dominantes y dominados), usurpada (se
elimina la separación romana de lo publico y privado), ruralizada y militar (en
contraposición a la burocracia). Se observa también una decadencia material
puesto que las construcciones eran en madera y no ya en piedra. Es necesario
entonces recurrir a nuevas parejas antitéticas que no se basen en la diferencia
con el pasado, sino que capten las múltiples características y particularidades
de la ciudad alto medieval.
La primera pareja antitética es ciudad maloliente y ciudad alabada. La caída en
desuso de la red de alcantarillado de época romana cae en desuso, se anula el
sistema de recolección y eliminación de residuos, que son reemplazados por
zonas urbanas deshabitadas destinadas a la descarga de basura. Esto se
demuestra arqueológicamente debido a la presencia de tierra negra fruto de la
acumulación de residuos. Por ello las ciudades eran sucias y malolientes y esto,
lo demuestra la arqueología, ocurrió tanto en las áreas longobardas como
bizantinas. Ahora bien, recurriendo a fuentes literarias (ritmos de elogio a York,
Verona y Milán) encontramos que se valoriza el episcopado y su papel como
otorgador de status a la ciudad. York aparece como el centro urbano desde el
cual el reino puede ser reformado y restaurado en su antiguo orden moral,
gracias a la sede episcopal. Estos poemas celebran en un contexto romano, los
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monumentos, los santos y los obispos como productos de la sociedad
ciudadana. Se exalta la supremacía cívica y religiosa de la ciudad, y su aspecto
antiguo funciona como conexión material con el periodo tardo antiguo. De esto
se concluye que por más que se trate de una ciudad sucia y maloliente, los
contemporáneos la siguen percibiendo como un pasado y un presente de
excelencia.

Ciudad cerrada y ciudad abierta

La ciudad era al mismo tiempo abierta y cerrada. La muralla, contraída


respecto al periodo tardo antiguo, manifestaba una nueva jerarquía espacial,
en muchas ciudades propone la misma extensión urbana del pasado, en otras
incluso excluyeron partes de las ciudades antiguas (Foros y edificios públicos)
pero incluyeron otros (Iglesias episcopales). Las murallas permitieron encerrar
el área de cuidado y de presencia del poder público, pero no sirvió para
circunscribir la ciudad en sentido geográfico. Tenemos evidencia de la inserción
de sedes episcopales en la periferia de la ciudad, o fuera de ella, cuando era
difícil ubicarla en la ciudad misma, y esto pese a que el domus episcopal
resultaba central para la ciudad. En cuanto a la práctica de la comunidad la
muralla no determina ninguna separación concreta, el espacio dentro y fuera
es visto de forma análoga. La ciudad alto medieval fue por tanto una ciudad
delimitada por que sus murallas representaban el status y fue al mismo tiempo
abierta porque no condicionaba un uso distinto de los espacios, el espacio
dentro y fuera es visto de modo análogo.

Ciudad urbana y ciudad rural

La arqueología ha evidenciado dos hechos: La ciudad alto medieval esta menos


densamente edificada respecto al pasado, y los materiales utilizados para la
construcción son perecederos (básicamente madera). Estos fenómenos son los
que han llevado a plantear una “ruralización” de la ciudad. Esta ruralización se
manifiesta en la articulación del espacio urbano en núcleos interrumpidos e
intercalados por áreas vacías sin cultivar (asentamiento urbano a manchas de
leopardo), dando origen a la polarización del hábitat aunque no parece haber
impedido una percepción unitaria del espacio urbano. La arqueología ha
permitido relativizar la idea (Negativa, eurocéntrica) que provenía del análisis
de las fuentes escritas que hablaban de la ciudad longobarda marcada por una
tradición no urbana, frente a las ciudades bizantinas más urbanizadas. No
parecen existir grandes diferencias entre los centros urbanos bizantinos y
longobardos, pues el imperio bizantino entre VII y VIII presenta un escaso grado
de urbanización

Ciudad étnica y ciudad militar

La eliminación del sistema de residuos y la construcción en madera tanto en


ciudades bizantinas como longobardas dan cuenta de que no se produjo un
paisaje urbano étnicamente significativo. La idea clásica y apriorística
planteaba que los longobardos, bien distantes de los romanos, habrían
reproducido su ruralidad dentro de las murallas. Esa ruralidad se observaba
por: El hábitat cerca de las murallas por la “dificultada y la hostilidad a
urbanizarse”, el fraccionamiento de los edificios romanos en pequeñas
viviendas, el uso de edificios como anfiteatros con fines militares estratégicos
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y, finalmente la ocupación abusiva del espacio publico porque al no ser privado
esta “a disposición del abuso de todos”. Todos estos postulados están fundados
en pruebas controvertidas, básicamente a partir de la ubicación de las
sepulturas (Cercanas a las murallas, indican abuso, o en el interior de edificios
públicos, indican militarización). O también se afirma sin pruebas.

13. FOSSIER - ¿QUÉ ES LA CIUDAD?

La ciudad antes del 1200 es un cuerpo extraño, una malformación en la


sociedad medieval.

Definiciones y estructuras

La ciudad es libertad y progreso, la democracia urbana se opondrá a la


opresión nobiliaria. En ella se desarrolla el homo economicus y obtiene sus
primeros derechos políticos, se crea allí la libertad. Los países bajos e Italia son
las áreas urbanas por excelencia. Ennen opone la ciudad antigua, sede de la
autoridad, perímetro sagrado donde había una población especial, a la ciudad
“bárbara”, en la que lo que tiene peso es lo económico. En la ciudad medieval
encontramos la autoridad en manos de condes u obispos, un artesanado
concentrado, frente al artesanado rural disperso, y grupos de comerciantes que
se sostienen por la demanda de productos raros que no encuentran en la
aldea, y por ello pronto reciben protección. Con ellos se produce la difusión del
dinero. Encontramos también la existencia de un poder religioso que se emana
desde el santuario y un núcleo militar, que algunos historiadores atribuyen a
las segundas invasiones (Fossier sostiene que el episodio normando en el
marco del despertar urbano solo reforzó el antiguo aparato militar).

Grandes zonas urbanas

Existen dos grandes zonas contrastantes: El área más romanizada, es decir


Italia, litoral mediterráneo, valle del Ródano, del Garona y del Loira. Y un área
donde no se completo la romanización o donde directamente no existió: el
Sacro Imperio.

Italia

En ella la vida urbana es más rica, más antigua y más conocida.


- Continuidad: La ciudad italiana conserva las murallas, las
construcciones públicas y el poder centralizado de la antigüedad.
Obviamente existen también creaciones medievales como Troia (1015).
La resurrección urbana medieval italiana es una adaptación al mundo
feudal.
- Autoridad pública: La autoridad publica esta debilitada, el regnum
Italiae es una ficción, Italia es el país de la ciudad estado. El poder de
este Estado es poder de la iglesia, el obispo ostenta el papel principal
(Posee las finanzas y a menudo el castillo) y en el distrito (alrededor de
la ciudad) poco a poco se ira dejando de lado al conde o marqués. Los
representantes de los condes y vizcondes y su clientela de vasallos
están vigilados por el prelado. Si bien en ciertas ocasiones el pueblo
conspira contra el obispo, como máximo logra limitar su autoridad bajo
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la rudimentaria forma de curia comunal, organismo de control jurídico
de la actividad episcopal.
- Aristocracia territorial: Posee importantes tierras en el campo, pero
también torreones, iglesias, hombres de armas y vasallos en la ciudad.
Se da en el XI una autentica invasión a la ciudad por las “casas”
(Familias) rurales, ocupándose de la actividad mercantil y monetaria
(caso de Venecia). Esto se denota claramente en la proliferación de las
torres, que posteriormente hubo que limitar en cantidad y tamaño. Se
da un fenómeno en la dirección contraria, donde los burgensi comienzan
a implantarse en el campo dejando a encargados que administren sus
bienes.
- Mercaderes: Se agruparon rápidamente y se volvieron muy solidarios.
Su presencia se denota a partir de las exigencias fiscales de la
aristocracia local (impuestos a los barrios mercantiles), sus vínculos con
la aristocracia territorial o el trabajo en puestos semipúblicos (las
fuentes hablan de curiales para designar a algunos mercaderes)
explotan la procedencia del dinero invertido en la actividad.
- Estructuración interna: En el interior de la muralla existe una clara
división de la población: Los nobles que poseen poder militar y gran
numerario como para participar en las ciudades marítimas, en el
armamento naval y el comercio. Estos consiguen negociar con el
episcopado o con las aristocracias t forman una comunidad que tiene
como misión asegurar la tranquilidad de la ciudad y de los negocios en
el mar. Encontramos también a los comerciantes y artesano, que en
Pavia habían logrado ocupar la curia municipalis, asamblea popular que
se limitaba a criticar al obispo o vizconde, pero que en algunos casos
logro alcanzar el nivel de órgano de gobierno. Por ultimo encontramos
también bandas de umiliati y las predicaciones de los ermitaños
(popolo).

Espacio occitano

Existen parecidos con Italia: No hay un Estado con prestigio universal, existe un
fuerte tejido urbano y contacto directo con el mar, el Islam, el oro y la plata.
- Continuidad: Entre el VIII y IX se rompe con la continuidad por el empuje
sarraceno que desarmó hasta el armazón episcopal, encontramos sedes
sin titular hasta fines del X. Los dos elementos de importancia en el
despertar urbano (Clero y alta aristocracia territorial, apoyados en
miles) se interpenetran, se superponen y se produce una confusión
entre funciones profanas y militares de los vizcondes y las
responsabilidades espirituales de los obispos, encontramos sedes en
manos de parientes de condes y vizcondes.
- Instalación de contingentes armados: Se trata de miles castri del
vizconde, del obispo o de aloders. Encontramos casas de caballeros,
torres y murallas.
- Reanudación de los intercambios: Es de importancia primordial para la
reactivación de la ciudad y se produce básicamente por mercaderes
judíos que transportan cueros, telas y esclavos (Fines del X y principios
XI) y de esta forma inyectan sangre nueva en la ciudad. Esta
reanudación de los intercambios da lugar a la creación de itinerarios
nuevos adaptados a las necesidades urbanas.

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- Doble movimiento de control: Nace de la renovación de los poderes
episcopales y de la incautación de las instituciones de paz por un poder
condal fuerte, después del 1100. Los príncipes territoriales recuperan
control sobre unidades mucho más amplias después del 1150 como el
conde de Barcelona en Provenza. Paralelamente se desarrolla el
consulado sin concesión de un acta condal sino por el acuerdo entre
comerciantes, caballeros y autoridad local. Se trata de una institución
que administra la ciudad. Esto contrasta con Italia, donde el poder
imperial solo arrancaba a los municipios regalías, mientras que en el
espacio occitano hay un control más directo del espacio urbano.
- Estructura interna: Encontramos cuatro grupos. Los señores (príncipe, su
familia, el prelado, etc.) que tienen los hornos, la alta justicia y la plaza
central de la ciudad. Cobran tasas (talla, presta, etc.) y en la medida
que el conde este más presenta obtendrá mayores ventajas
(exacciones). En caso de encontrarse alejado y ejercer menos poder, el
grupo superior es más débil y debe repartirse los poderes. Los nobles,
milites y caballeros y por otro lado los burgueses y curiales (curiales que
surgen por la implantación del sistema consular), aprovecharan estas
circunstancias formando consulados y logrando exenciones fiscales.
Mientras que algunas ciudades permanecieron en manos del conde y los
caballeros del palacio, otras conocieron la penetración progresiva del
elemento burgués apoyado por el conde. Por último los cives, hombres
de silencio y labor que van a crear gremios.

Mundo ibérico

- Autoridad pública: Parece que la autoridad tuvo gran importancia en la


reorganización urbana. Las primeras ciudades se construyen sobre los
esqueletos romanos. La intervención pública no fue tan fuerte para
elevar a nivel de ciudad fortificada los caseríos, pero no fallo al aparecer
sangre nueva. Los condes controlaron al poder municipal: los príncipes
otorgan fueros a las ciudades y nombran a cónsules y los vigilan. Las
franquicias concedidas a la comuna son controladas por el conde, pero
esto no presupone opresión: la ciudad conoció privilegios colectivos,
facilidades fiscales y protecciones individuales. La comuna de los jefes
de familia esta protegida por el conde gracias a un juramento que
vincula a los habitantes, a cambio del goce de tasas comerciales.
- Poblamiento rural en la ciudad: Entre el XI y XII el artesanado se
concentra en la ciudad, junto a refugiados, colonos y tenderos que van a
formar la masa principal de los hombres de ciudad.
- Comerciantes: También aparecen pero no construyen gremios y hasta el
XII carecen de base local como para tener un papel importante, no
aparecen como cabeza en la ciudad.

Entre Sena y Mosa

Se trata de un área de extrema homogeneidad y simplicidad.


- Continuidad: Se mantiene la continuidad entre lo antiguo y lo medieval,
todas las civitates se mantienen en un apretado cinturón romano, ni los
normandos ni los húngaros pudieron arrasar las ciudades fortificadas. La
autoridad local se mantiene, pero es de diversa naturaleza: Rey, obispo,

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conde, cada figura aparece en ciudades distintas, pero la autoridad no
rebasa los limites del terreno construido.
- Presión militar: Encontramos al castrum como un elemento importante de
la región. En cada castillo reside una guarnición de milites. Estas
construcciones no escapan al control del príncipe.
- Inmigración rural: El castrum no constituye una ciudad de por sí, le hizo
falta la aparición de núcleos de hábitats nutridos principalmente de
inmigrantes rurales. Al lado de los castrum se instalaron suburbios,
dentro o fuera de la muralla, estos eran núcleos principalmente de
actividad campesina. Encontramos en los suburbios la presencia de un
mercado (forum in vico), prueba de intercambio, aunque solo de
productos locales.
- Comerciantes: Encontramos el florecimiento de barrios (portus, burgus,
wik) comerciales especializados, producto de encuentro de vendedores
locales con extranjeros. Estos lugares son objeto de derechos fiscales y
aranceles de peaje y no solo se dedican a vender productos de países
lejanos sino también intercambios de productos corrientes.
- Estructura interna: La estructura es trinuclear: El castrum (Autoridad
condal, dispone de la justicia, el ejercito y la moneda), el vicus (Poblado
de familiares y ministeriales de los poderosos junto a campesinos
emigrados) y el burgue (Grupo de extranjeros y gente local que
controlan los intercambios).

El imperio germano

- Continuidad: El hecho urbano alemán es medieval (a excepción de las


ciudades de la orilla derecha del Rin que han conservado una
importante estructura antigua a la cual volvieron a instalarse los
obispos, pero es un hecho secundario), los emperadores llevaron a cabo
una política de desarrollo urbano sobre territorios hacía el este, donde
se encontraban las aldeas eslavas. Esta política para remitirse hasta el
periodo de los Carolingios con Carlomagno. En cuanto a las fuentes,
estas nos ilustran claramente el siglo X y XII, el XI aparece como una
laguna que se completa parcialmente con la evidencia arqueológica. Las
fuentes son básicamente crónicas, edictos, diplomas y cartas de
donación que iluminan la estructura jurídica de la ciudad, los derechos
de los habitantes más que la vida diaria. Los diplomas del X dan cuenta
de que se concede a estas ciudades moneda, mercado exenciones para
los comerciantes y el derecho a construir murallas. Los príncipes no
gustan residir en las ciudades.
- Composición: Encontramos autóctonos, emigrados, comerciantes y
ministeriales, encargados de tareas de administración y defensa (Al
punto que se los llamara milites). Poseen tres particularidades estos
ministeriales: Participan en los tribunales de justicia, están reunidos en
parroquias (Eligen al párroco y son encargados de la tarifa de impuestos
locales) y tejen en la ciudad una red de clientelas.
- Autóctonos: Los autóctonos se encontraran en el marco de las civitates
romanas, se trata de ministeriales encargados de tareas domesticas de
administración y luego de defensa, por ello en ocasiones se los llamara
milites. Pronto lograron importancia en el campo de la justicia,
participando en tribunales, se reunían en parroquias (eligen al párroco),
protegen las puertas o la parte de la muralla cerca de la cual viven y
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son responsables de las tarifas de impuestos locales. Los grandes linajes
obtendrán sus clientelas de la masa de ministeriales distribuidos en los
barrios.
- Inmigrados: El XII atrajo a la ciudad a un gran numero de campesinos sin
trabajo puesto que la autoridad publica otorgaba la supresión de las
corveas y exenciones de tonleo a los recién llegados.
- Comerciantes: Sus actividades estaban muy reglamentadas (existía un
derecho codificado particular para los mercaderes, magistrado
designaba puntos de venta y controlaba los precios), pero esto no
quería decir que estuvieran atados, sino que dichas protecciones habían
sido pedidas por ellos, así lograban control sobre el campo cercano,
podían presionar a un señor más débil para obtener el control de los
peajes y lograban también su propio control sobre los mercados. Los
meliores (el meliorado es el patriciado) no eran los miembros de la
aristocracia sino comerciantes. Este patriciado se asegura la continuidad
del poder municipal y tiene el aspecto de una dominación económica, es
un club para ricos en el que se encuentra maestros de gremios, nobles y
comerciantes. Los hombres de armas poseen bienes en el campo
(feudos o alodios) y su actividad en la ciudad consiste en el servicio de
armas. El patriciado demuestra que el grupo dominante es más amplio y
diverso que otras regiones. Los meliores administran justicia y
fiscalidad.
- Topografía: En el norte de Francia, Italia y Languedoc encontramos al
castrum y al burgo comercial encerrados en la misma muralla más o
menos rápidamente, en Alemania los núcleos están más marcados y a
veces sin unión. Encontramos casos donde el wik permanece aislado
bajo una estructura dispersa y polinuclear.

Países del mar frío

- Hamburgo, Bremen, Emdem y Lubeck: La región escandinava prosiguió


durante mucho tiempo distinta a la de Germania. Esta región es una
paradoja pues con una gran actividad de intercambio y convirtiéndose
en el gran centro comercial, presenta un tejido urbano rudimentario, el
núcleo comercial se desarrollo lejos de la fortaleza y en pequeños
núcleos, la Iglesia se construyo fuera de la tierra que rodea el barrio del
mercado.
- Inglaterra: Los asentamientos romanos modestos y reducidos al castrum
fueron ocupados por los jefes sajones. Se supone que solo habría que
esperar que lleguen los guerreros y los comerciantes, pero los primeros
están controlados por los reyes y ubicados en lugares de defensa,
mientras que los segundos escogen emplazamientos nuevos como los
escandinavos que se llaman –wik (Hamvik, Samdwich, etc.). Los reyes
en el siglo IX y en el XI, hacen lo posible se cercaran los núcleos
dispersos. Londres es el ejemplo de que no se logro una concentración
en todas las ciudades: El barrio de la catedral aparece aislado del wik
comercial y el castrum también esta separado. La vida urbana inglesa
sufre el desastroso resultado de los encuentros con guerreros exteriores
y se convierte en una ciudad de artesanos. Los reyes apreciaron el
interés económico de este dinamismo y llevaron a cabo una política
(1125-1150) para desarrollar la actividad urbana con finalidades de
intercambio, por ejemplo con el otorgamiento de exenciones.
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Masa eslava

Las aglomeraciones eslavas surgen en la tierra que habita el jefe del clan y sus
familiares, a la que llegan vendedores de metales y tejido y campesinos que
buscan vender sus excedentes agrícolas. Estos a mediados del X se
establecerán al pie del lugar fortificado dando lugar a las aglomeraciones
modestas (suburbium) ligadas a la residencia de la sociedad noble. Entre fines
del XI y principios del XII se producir una incautación de tierras por la nobleza
local y un replegamiento hacia la ciudad, por la fuerza, de numerosos
campesinos. Aparece una especialización por barrios: Herreros, vidrieros,
alfareros y taberneros.

¿Hay uniformidad urbana?

• La ciudad mantiene semejanzas con el campo en tanto justicia y


administración: Las asambleas, las conjuraciones de gremios, el Ban
territorial y el burgus (fortaleza para controlar los territorios de la
jurisdicción).
• Los incendios constantes en el XII atestiguan una mayoría de casas de
madera, que eran de dimensiones inferiores a las del campo. La piedra
de edificios romanos en áreas romanizadas fue utilizada para construir
puentes o torres.
• En la ciudad se encontraba aquello que la economía rural no podía
ofrecer al comprador (cuero, tejido de calidad, tinte, jotas, vino, algodón),
la diversificación de su artesanado y su apertura comercial hacia el
exterior, lo que constituye básicamente su identidad. Esto no tiene
comparación con el mercado aldeano donde se encuentran aves y
granos. La cuestión del dinero no marca la importancia de la ciudad,
porque en el campo tanto el herrero como el monasterio prestan dinero.
• La ciudad encarna desde el XI la célula maligna que rompe el esquema
trifuncional y que se creyó dominar aislándola. Pero en el XII se ve como
ya segura de su supervivencia invierte el transcurso de la historia. Los
príncipes dieron concesiones como regalías e inmunidad, para atraer a
los burgueses, pero cuando quisieron recuperarlos se encontraron con
una insurrección urbana fuerte y violenta que no pudieron vencer. La
ciudad comenzó a ejercer su fiscalidad y presión sobre el campo gracias
al Ban que ejerce sobre su distrito: Control financiero sobre el campo,
fiscalidad galopante (diezmos, tasas sobre granos), limitación de la
posibilidad de exportación fuera del contado, imposición por cabeza u
hogar. Pero no solo expolia al campo, sino también a todo el litoral en
base a tratados aduaneros preferencial o razzias. Se trata de una
empresa casi colonial de dimensión política y militar apoyada en muchos
casos por condes y príncipes. En Alemania encontraos la apertura de
mercados rurales bajo control de la ciudad. En un principio solo se trata
de venderle las artesanías urbanas para obtener a bajo precio víveres y
materias primas, pero luego se convertirá en un control de la producción
orientada en función de las necesidades de la ciudad.
• Los grandes señores territoriales no capitularon ante el movimiento
urbano sino que se acoplaron, porque conservaban ciertas ventajas:
Control de la moneda, dominio de los judíos, de los gremios, son dueños

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de volumen de compras y ventas del campo vecino y siguen
manteniendo su fortaleza militar.
• La ciudad, lejos de reabsorberse en el tejido rural, gana terreno sobre el
mundo agrícola. Pero hasta el 1200 no parece constituirse como un
elemento social y económico de primer orden frente al señorío.

14. ENNEN – CIUDADANO Y CIUDAD. PERSPECTIVA TERMINOLÓGICA

El estudio de las palabras debe ser siempre contextualizado, sobre todo porque
en el latín medieval las palabras no tienen un sentido unívoco. Al mismo tiempo
la formación de la ciudad ocurrió sobre la base de acontecimientos de índole
demográfica y de evoluciones en el área rural que no pueden captarse a través
de la terminología. La curva demográfica es ascendente desde el VII y más
notablemente entre el XI y principios del XIV y es lo que permitió la
concentración de los asentamientos, las roturaciones y el florecimiento urbanos
con mercados y comunicaciones. Se trata de acontecimientos que son el telón
de fondo de la terminología.
El trabajo se centra en el territorio del viejo imperio alemán. Según Duby el
asentamiento que deviene en ciudad es la residencia señorial fortificada a la
que se agrega un asentamiento caracterizado por la actividad artesanal o
comercial junto a resabios de instalaciones rurales. Sus habitantes son de
procedencia y condición jurídica variada (Ministeriales, mercaderes
profesionales, artesanos, inmigrantes de las inmediaciones, comerciantes
extranjeros). De estos habitantes no todos eran ciudadanos, como por ejemplo
los mendigos.
Para el estudio terminológico hay que tener en cuenta quienes redactan los
textos, bajo que contexto, en que momento y en que lugar. La investigación de
Ennen estudia términos como: Municipium, urbs, villa, civitas, burgensis,
castrum, oppidum (aldea), etc. El juego de estos distintos términos y como van
apareciendo cronológicamente tienen estrecha relación con el resurgimiento
urbano del XII y con la necesidad de los contemporáneos de asignarle un
concepto a esa nueva realidad, que en verdad se asentaba en estructuras ya
existentes, es decir no aparece ex nihilo.
La ciudad aparece siempre con un elemento religioso muy importante
(Autoridad que recae en obispos, importancia de los edificios religiosos y
santos patrones de las ciudades), con una actividad mercantil intensa y
también actividad artesanal.
En conclusión el análisis terminológico es un trabajo necesario para el
historiador, pero que siempre debe estar sustentado por el contexto de
escritura.

15. HEERS – LA NOCION DE PARTIDO EN LAS CIUDADES DE ITALIA

El estudio de las palabras permite aprender y captar una noción compleja,


fluida e inestable. Las obras históricas de vulgarización han extendido el uso de
los conceptos de partido, güelfos y gibelinos para una realidad italiana en la
que en verdad, no se utilizaban dichos conceptos. Los cronistas utilizan
expresiones muy variadas y cambiantes que dependen de la región, de las
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circunstancias y del propio autor. El partido político aparece al margen de las
instituciones reconocidas de la ciudad, se trata de una actividad oculta y más o
menos secretas (no existen actas de fundación) y en principio no se utiliza
ninguna palabra particular o especifica sino que se utilizan termino que
recuerdan a instituciones antiguas pero de naturaleza distinta.

Asociaciones estructuradas

En los principios de la edad comunal la palabra usada con más frecuencia es la


de Societas que remite a una asociación de carácter comercial y comienza a
utilizarse en Italia del norte para designar a la actuación de los primeros grupos
políticos de ese género para mediados del XIII. Societas designa a una
asociación nacida de un acuerdo, se utiliza en negocios pero también en el
dominio político. Estas asociaciones remiten a un conjunto de caballeros o
mercaderes produciéndose una transformación del sentido comercial hasta
llegar al sentido más general de alianza política. Las Societas aparecen como
grupos estructurados y se manifiestan claramente en Piacenza en los medios
de comercio y financias, formándose una que agrupaba a todos los maestro de
los gremios y del comercio. Paralelamente existían las sociedades de las torres
que poseían torreones en la ciudad y se componían de caballeros. Son grandes
familias clanicas que representan un poder guerrero considerable. Aparece
también Societas consortii que reunían a los jefes partidarios de la iglesia. Se
denota de esta forma como un termino surgido del vocabulario comercial se
reutiliza para designar estos nuevos grupos del dominio político bien
estructurados. Se reutiliza un concepto para designar una nueva realidad que
remite en algún aspecto a algo preexistente.

Grupos inorgánicos

Respecto a los grupos espontáneos que se renuevan por medio de acuerdos


orales y alianzas inciertas, ya no parece adecuado para los autores designarlos
con un concepto que remite a las sociedades comerciales. En un principio estos
grupos inorgánicos remiten al recuerdo de un grupo familiar, por ellos es que
las fuentes hacen mención a “los de la casa de” o sectas (setta) acompañadas
del nombre de un individuo o familia. También se usa el término de brigate,
que refiere a bandas de jóvenes nobles o privilegiados a veces armados que
desfilan por la ciudad vestidos con vivos colores. En este sentido el autor utiliza
dicho concepto porque la facción política lo remite a bandas armadas y a
grupos alegres organizados para fiestas y juegos. Combates militares y fiestas
son dos ocasiones donde el partido surge y se fortalece. Es fuera de Toscana
donde la palabra partido aparece aunque de manera tardía y titubeante. El
primer texto en donde aparece es de 1230 pero el termino es utilizado a veces
de forma imprecisa, ya 50 años después aparece mejor precisado (la precisión
refiere a la cantidad de veces que el concepto esta bien utilizado en la fuente).
La precisión del término proviene de una doble transformación. En primer
término se trata del paso del sentido militar al político, siendo el partido en
primera instancia un grupo de caballeros, peones o clientes de una gran familia
o señor poderoso. Por otro lado, se transforma desde el sentido jurídico, pues
designaba en su origen a los adversarios en el momento de un juicio o
arbitraje. La palabra partido remite entonces a las alianzas nacidas en la guerra
o las alianzas en los conflictos judiciales, momentos en los que se forman lazos
evidentes y necesarios de solidaridad colectiva.
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Incertidumbre en la elección de nombres

Las mismas incertidumbres se dan a la hora de bautizar un partido. Estos


nombres surgen de una espontaneidad popular, de un fenómeno colectivo y
oral que refleja las mentalidades populares y nos permiten acercarnos a las
reacciones de la multitud.

Sobrenombres y actitudes políticas

Los sobrenombres aparecen a nivel local y reflejan una situación social o


política que impresiona a los hombres de la calle. Puede remitir a una opción
conocida por todos, o una toma de posición respecto a un problema interior o
exterior. En algunos casos refieren a episodios importantes de la vida política,
como los Bergolini que refiere a un partido separado del poder y que no tenia
nada, pues Bergolini significa engañados o privados. En Ovierto los adversarios
del Papa debían abandonar la ciudad, pero algunos volvieron y continuaron
militando, a ellos se los llamo Malcorini, los “sin fe”. Otros sobrenombres
indican una elección política o la pertenencia a un programa como los
partidarios del consejo de la comuna o “los del conde”. Los exiliados de la
ciudad, por enfrentarse al poder, se agrupan en un partido que se lo conoce
como “partido exterior”.

Alianzas exteriores

Muchos historiadores han utilizado el concepto de güelfos y gibelinos


aplicándolo a todas las ciudades y épocas. En verdad estos términos se han
impuesto relativamente tarde. Tres aspectos hay que resaltas. En primer lugar
la oposición entre aliados del emperador y aliados del Papa se manifestó
mucho antes de que se produjera el enfrentamiento declarado entre güelfos y
gibelinos en Florencia (1240). En segundo lugar, las crónicas hablan en general
de pars ecclesie y pars imperii. Por último el uso de las palabras güelfos y
gibelinos se da de manera desigual, usándose en ciertas ciudades durante
algunos años para luego volver a las antiguas denominaciones. De esta forma
si la política exterior determina la elección de nombres de partidos esto se
produce tardíamente y de manera no definitiva.
Alianzas familiares

Ya mencionamos facciones políticas que llevan el nombre del jefe guerrero,


“los de la casa de”. Se trata de una costumbre de designar al partido por medio
de la familia o persona más activa o poderosa.

Signos exteriores

Muchas veces se utilizaron nombres que referían a algún aspecto exterior que
llama la atención. Por ejemplo el lugar de localización en la ciudad (pars
superior y pars inferior, los de la ciudad nueva y los de la ciudad vieja), o
nombre de animales fetiches pintados en estandartes o colores (blanco y
negro).
Todo esto demuestra que el partido es de un origen y una naturaleza muy
compleja.

51/
70
16. WOOD – EL SISTEMA MERCANTIL

El sistema mercantil refiere a un conjunto de ideas que aparecieron en Francia


e Inglaterra durante el XVII. Sería un anacronismo plantear que el
mercantilismo existía en el periodo medieval, pero al final de este periodo
surgieron ideas que lo prefiguraban: El objetivo de una balanza positiva, la
protección a la producción local, los monopolios comerciales, las contenciones
salariales y las estricciones a las exportaciones de materias primas. Por ello
hay que analizar las actitudes respecto al comercio.

Comercio y comerciantes: Condena

A principios de la Edad Media se mantenía un concepto del comercio, heredado


de Aristóteles y confirmado en la Biblia, como pecado y de los comerciantes
como pecadores y despreciables. Sin embargo, no todos los que compraban y
vendían eran comerciantes: Algunos artesanos que transformaban la materia
prima vendían sus productos para obtener beneficio. Ellos eran perdonados,
porque agregaban el valor de su habilidad y su trabajo al producto, de forma
que no estaba mal que recuperasen los gastos y obtuvieran un beneficio. Se
trataba pues de castigar la avaricia (Vender caro, principalmente), bien sabido
es que la Edad Media era considerada como un paraíso de los embaucadores y
del gran fraude. Ya en el X se denotan intentos de acabar con estos vicios en
Inglaterra.

Nuevas actitudes: La entrada del comerciante en el cielo


San Agustín sentó las bases para una actitud hacia los comerciantes: Justifico
su oficio diciendo que transportaba bienes a larga distancia, lo cual le permitía
vivir y era un trabajo digno. El riesgo y el trabajo aparecían como garantías del
beneficio. Dos de las justificaciones religiosas más interesantes provienen de
Thomas y Alejandro de Hales. Thomas aceptaba que se comprasen cosas a
bajo precio y se venderían más caras sin manufacturarlas, porque esto permitía
la distribución de bienes en donde abundaban hacia donde no existían.
Alejando de Hales justificaba al comerciante porque este afrontaba el riesgo del
almacenamiento de los productos. Estas ideas reaparecen en Tomas de Aquino.
Especialmente a partir del renacimiento la posición del comerciante empezó a
ser respetada y honrada.

Exaltación del comerciante

Como fundamento del cambio de actitud hacia los comerciantes nos


encontramos con el nacionalismo y el humanismo económicos. El primero
defiende la riqueza del Estado y el segundo del individuo. Giles de Roma decía
que el único modo de que todos pudieran obtener lo que necesitaban era
cambiando las cosas, para lo cual era necesario la compra, la venta, los
intercambios y los contratos y el Estado existía para facilitarlos. Los reyes
debían gobernar de modo que en sus reinos todos tuviesen los bienes
materiales necesarios para vivir decentemente. Por otra parte los humanistas
italianos decían que los comerciantes eran de importancia vital para los
hombres, sin ellos no se podía vivir, sin la avaricia de la vida económica
desaparecerían las libertades, las ciudades y la cultura.

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70
Flujo circular de la riqueza

Se ha sostenido que un poema del siglo XIV (Winner and Waster) era una
versión primitiva del “flujo circular” de la riqueza. Esta idea plantea que la
economía es un todo orgánico donde las transacciones económicas están
interrelacionadas, de modo que los diferentes flujos debían llegar a un
equilibrio de modo que la misma cantidad de dinero este siempre en
circulación. Se trata de un hombre llamado Winner, comerciante, que acumula
bienes mientras otro, Waster, gasta en exceso. Los dos impiden el flujo circular
de la riqueza al quitar bienes del conjunto nacional sin remplazarlos: Uno
acumulándolos y otros en un despilfarro improductivo.

Mercantilismo y balanza comercial

Hacia el XIV se entendía al comercio relacionado con la soberanía nacional,


como arma diplomática útil. El control del mar se había vuelto de gran
importancia por las posibilidades de control de rutas comerciales. Una
concepción del mercantilismo es que en el mundo había una cantidad fija de
recursos que había que equilibrar a favor de la patria de uno, un método de
lograrlo era el proteccionismo (regulación de exportaciones y prohibiciones de
importaciones cuando los precios eran bajos).

Metales preciosos

En Inglaterra la relación entre balanza comercial y metales preciosos era muy


estrecha, puesto que la única manera de obtenerlos (No tenía recursos
naturales) era por medio de los pagos por los bienes que exportaba, la regla
era exportar más de lo que se importa. A fines del XIV se produjo en Europa la
Gran Escasez de Metales Preciosos y la solución de Inglaterra fue que todo
comerciante que llevase mercancías a Inglaterra comprase productos
autóctonos de igual valor para que no se marchara con oro o plata. Lo
interesante es pensar hasta que punto estas ideas avanzaban sobre las ideas
de la balanza comercial que iba a ser enunciadas por los mercantilistas. Otra
idea que se llevo a la practica en el periodo medieval fue la ley de Gresham, en
Inglaterra se quejaban de que sus monedas de oro y plata tenían precios
menores que las de otros reinos por lo cual los comerciantes se las han estado
llevando al extranjero. Paralelamente se daba la depreciación del contenido
metálico de las monedas por las alteraciones que le hacían individuos privados
y funcionarios encargados de la acuñación y el ingreso de monedas falsas (Que
facilitaba la exportación de las verdaderas). Hacia el VII el oro salía de Europa
rumbo a Bizancio y el mundo Islámico a cambio de plata. Ya para el XII el oro
volvió a Europa y se volvió a acuñar, sobre todo por la gran fuente de
abastecimiento en que se convirtió África occidental. A mediados del XIV las
monedas de oro habían triunfado sobre las de plata en toda Europa y la plata
se había vuelto escasa.

Conclusión

El ambiente comercial de fines de la Edad Media llevo a una transformación del


concepto de comercio y los comerciantes, poniéndose en práctica muchos de
los principios que luego caracterizaron al sistema mercantil, como la protección
de los metales preciosos y de la balanza comercial.
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17. MEDICK – TRANSICIÓN DEL FEUDALISMO AL CAPITALISMO

La polémica entorno a la transición se inició en los años 50 con el debate entre


Dobb y Sweezy a partir de la publicación del libro del primero. Este debate se
reanudo posteriormente en los 70 con los aportes de Wallerstein y Brenner.

Dobb – Sweezy

El libro de Dobb es el primer intento afortunado de internacionalizar el debate


de los historiadores marxistas británicos. Se emprendió en los 50 un proyecto
de marxistas británicos para publicar un volumen de estudios referentes a la
transición, hecho que nunca se concreto, pero se llegó a la conclusión de la
necesidad de escribir la historia del capitalismo británico como una historia de
la sociedad, contemplando tanto lo económico, lo social y cultural y sobre todo,
teniendo al pueblo llano como determinante y configurador de la historia
(Hobsbawm reconoce la necesidad de incorporar la historia escocesa, galesa e
irlandesa e incorporar el papel de la mujer).
Dobb interpretaba básicamente la crisis del sistema feudal como consecuencia
de su dinámica interna y sus contradicciones de las relaciones sociales y
productivas. La crisis es producto de una sobreexplotación en un sistema en el
que el productor inmediato controlaba la producción y el terrateniente solo
podía incrementar el excedente mediante la aplicación de la fuerza directa.
Esta sobreexplotación llevó al estancamiento de la producción y al fenómeno
de las huidas campesinas. Completamente contrario es el planteo de Sweezy
quien sitúa la disolución del sistema como producto de elementos exógenos,
particularmente la esfera de circulación de mercancías y la fuerza del capital
mercantil y comercial. Dobb entendía la ciudad, el comercio y la circulación de
mercancías como factores internos.
Retomando a Dobb, el capitalismo surge en medio de esta crisis como producto
de la diferenciación social en el seno del pequeño modo de producción, modo
que prospero, retuvo un excedente considerable y apareció una clase de
pequeños capitalistas de entre las filas de los productores. Se trata de
campesinos kulaks y artesanos de escala media transformados en capitalistas y
emprendedores de la transición revolucionaria. La otra vía de transición la
constituían los terratenientes, mercaderes-capitalistas y grandes empresarios
que no se oponen al desarrollo sino que aparecen como representantes del
sistema feudal. La teoría de Dobb refleja un concepto limitado del potencial del
crecimiento de la producción agraria y artesana industrial bajo el feudalismo,
pues esta se desarrolla según Dobb, en los intersticios del sistema. Se trata al
mismo tiempo de una historia desde arriba pues no concibe la amplia base
social, es decir los pobres con o sin propiedad que fueron los braceros
subordinados y los que fuero la base de la que pudo nacer el protocapitalismo.
Medick propone estudiar el fenómeno de la industrialización rural, aquella en la
que la manufactura en masa de mercancías artesano-industriales para
mercados supraregionales e internacionales entre XVI y XIX. A finales de la
Edad Media, la producción de mercancías industriales (textiles y metales) fue
abandonando la ciudad para instalarse como industria familiar en el campo, a
ellas se dedicaban kulaks y mercaderes capitalistas (comerciantes y patronos
del trabajo a domicilio). Precondición de esto fue el fenómeno de diferenciación
y polarización de la población rural. Los pobres debieron emplearse como
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70
jornaleros o en empleos industriales mal retribuidos para complementar su
pequeña producción rural y lograr su subsistencia. En base a la explotación de
estos individuos se generaron grandes beneficios, pues al tratarse de
empleados con base agrícola, se pagaban salarios miserables y se apropiaba
una gran plusvalía. La primera fase de disolución del feudalismo esta dada
entonces por la división del trabajo entre campo y ciudad y la génesis del
capital mercantil. La segunda fase esta dada por la inversión de la división y la
organización de industrias en el campo.

Brenner – Wallerstein

Brenner toma como central el conflicto de clases pero desde un punto de vista
demasiado legal-institucional pasando por alto las contradicciones económicas
especificas del feudalismo (desarrollo demográfico y relaciones de mercado).
No comparte la opinión de Dobb de que las relaciones capitalistas surgieron en
la esfera de la pequeña producción. Se trata más bien de la aparición de la
pequeña propiedad campesina y la retención del extenso control de la
propiedad rural por parte de los terratenientes que dieron lugar al crecimiento
de una relación productiva entre terrateniente y agricultor capitalista. Ocurrió
la expropiación de los pequeños productores agrarios y su reducción a la
condición de asalariados, dando lugar a un desarrollo agrario-capitalista basado
en la inversión de capital y el incremento de la productividad. Esto ocurre en
Inglaterra y contrasta con Francia, donde la abolición de la servidumbre llevó al
fortalecimiento de los derechos de propiedad de los campesinos sumado al
fenómeno del Estado absolutista que mediante su exacción fiscal del
excedente campesino obstruyo el desarrollo de relaciones terrateniente-
campesino, bloqueando el proceso de acumulación y reproducción. Incluso
donde hubo un incremento de la producción no se produjo por un aumento de
la eficiencia de la unidad de input de trabajo, sino a través de la intensificación
del trabajo (no se produce aumento de productividad). Brenner no ve la
posibilidad de una vía campesina hacia el capitalismo.
Para Wallerstein existe una única transición al capitalismo, pues el entiende el
desarrollo como consecuencia de una relación económica mundial unificada en
la división del trabajo y el intercambio de mercancías. El capitalismo nacería
entre 1450 y 1640. Este sacó fuerzas de la división extraregional de trabajo
mediante el intercambio desigual: por un lado las zonas esenciales de
acumulación capitalista en el noroeste de Europa y la explotación y
subdesarrollo en zonas periféricas (América latina y Europa oriental), existiendo
también áreas semiperifericas (España, Portugal e Italia). El comercio madre
basado en el intercambio de cereales de Europa oriental por manufacturas e
importaciones de ultramar de Europa occidental habría ocurrido con poca
agresividad. Pero en el XVI surgió un sistema mundial de comercio e
intercambio en el que entró en juego el oro, la plata y los esclavos. Wallerstein
ve la economía mundial dividida en zonas de producción geográficas definidas
y especializadas que son interdependientes, complementarias y divergentes.
Divergentes tanto en la producción como en el control del trabajo, con la
esclavitud (África), trabajo forzado (encomiendas en América) y segunda
servidumbre (Europa oriental) en áreas subdesarrolladas.

18. HILTON – CONFLICTO DE CLASES Y CRISIS DEL FEUDALISMO

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El levantamiento en los condados del sudeste de Inglaterra empezó a fines de
1381 y fue sofocado antes de junio por el rey y la clase terrateniente.
Aparentemente fue repentino y su organización espontánea y carente de plan,
pero en comparación con otros movimientos la dirección parece tener un
programa racional y coherente. La masa parece responder con violencia
cuidadosamente dirigida, a los objetivos expresados por sus líderes. Fue en
verdad un movimiento popular más que exclusivamente campesino.
Las poblaciones afectadas tenían un carácter social especial: estaban
influenciadas por Londres, importante mercado de productos agrícolas y
manufacturas, residencia de personas dependientes del comercio y la industria
pero también de la corte, la burocracia, los juristas y la nobleza, quienes salían
de vez en cuando a sus manors próximos a la ciudad. Los condados afectados
eran los más industrializados y urbanizados, la principal industria era la lanera.
El artesanado textil recibía las materias primas de los comerciantes de tejido
que comercializaban el producto terminado. El levantamiento se inició con un
impuesto de capitación que buscaba imponerse en ese año. El movimiento se
componía de campesinos, artesanos textiles, trabajadores en ocupaciones
como suministro de alimento, vestido y construcción (elemento no agrícola en
el campo aunque pudieran llegar a poseer alguna parcela), algunos
ciudadanos, pobres y tratos medios de Londres y también elementos de
burguesía mercantil que trataron de usar a los rebeldes para sus propios fines.
Se denota en casos como Albans donde la burguesía busco manipular al
campesinado para eliminar la jurisdicción e influencia del señor eclesiástico
que gobernaba. En verdad los ciudadanos compartían pocos objetivos sociales
de los rebeldes, pero estaban interesados en el establecimiento de privilegios
urbanos corporativos. En base a las listas de propiedades y bienes confiscadas
encontramos la presencia del campesinado rico (alodieros y productores para
el mercado con beneficios) que estuvieron en las posiciones dirigentes. Se
encuentra también miembros de la pequeña nobleza, de la clase caballeresca o
la gentry, que se identificaron con la causa campesina pero por razones que
parecen ser más personales que sociales. La gentry como conjunto permaneció
fiel a los intereses de la corona y la alta nobleza.
Durante fines del XII, XIII y XIV los conflictos entre señores y campesinos se
hicieron cada vez más frecuentes, la documentación muestra que los
campesinos actuaban colectivamente y esto no es extraño puesto que tenían
que actuar de ese modo en distintos asuntos: Gestión de derechos comunes
(como el pasto), dirección de a rotación, siembre y cosecha, etc. Las tensiones
se acentuaron tras la Peste Negra (1349) por dos razones. Por un lado, la
escasez de dependientes respecto a la tierra disponible llevó a una tendencia
decreciente de las rentas, por lo cual los señores utilizaron métodos coactivos
para conseguir sus dependientes y forzar los servicios. Donde pudieron
aumentaron las rentas y por lo tanto las tensiones. Por otra parte, la escasez
de mano de obra que llevo la competencia entre señores y campesinos ricos
para hacerse de esa mano de obra disponible. Al mismo tiempo que los
dependientes buscaban abandonar sus tierras para aprovechar los empleos
bien pagos. Frente a esto el Parlamento reacciona implementando un estatuto
que establece precios máximos de salario y limita el movimiento de mano de
obra.
La exigencia más fuerte de los rebeldes de 1381 era la abolición de la
servidumbre. Los campesinos eran privados de su libertad para ser explotados
pero recibían a cambio protección frente a las bandas organizadas por la
misma aristocracia militar. El Ethos de la libertad se desarrollo entre los
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campesinos gracias a la enseñanza de predicadores radicales (John Ball), los
conceptos legales aprendidos de los juristas comunes y las lecciones de la
lucha práctica. Frente al aumento de las rentas y servicios los campesinos
reaccionaron defendiendo su libertad, puesto que a los dependientes libres no
se les podía incrementar arbitrariamente los servicios, o argumentando que
eran antiguos dependientes de la corona, puesto que de este modo
conservaban sus antiguas condiciones de servicio aunque el rey hubiera dado o
vendido la propiedad. El ser libre (villeins) no implicaba a comienzos del XII que
su tenencia no estuviera sujeta a cargas. De hecho el campesinado no se
ajustaba a un molde social homogéneo. El proceso de industrialización rural en
el XIV incremento el componente libre de la población y en ese marco los
intentos de frenar los incrementos de rentas y servicios se vieron estimulados
por las condiciones económicas favorables. La libertad resaltaba económica y
socialmente ventajosa sobre todo para los campesinos que deseaban producir
para el mercado. Cuando los campesinos se metían en conflictos en torno a su
condición estaban obligados a discutir sus reivindicaciones de libertad en los
tribunales del rey y por lo tanto necesitaba contratar a un abogado que los
defendiera, para lo cual sacaban dinero de una bolsa común. Aunque no
presenciaban el pleito estaban al tanto de lo que se defendía en su nombre. El
jurista se identificaba temporalmente con la demanda de sus clientes,
expresando sus deseos de forma tan universal como los de los predicadores
(“en el comienzo todo hombre en el mundo era libre”, se encuentra esta frase
en un documento de demanda).
Los dirigentes de los rebeldes eran claramente radicales, no se limitaba a la
demanda de la libertad sino también al fin de lo homenajes y servicios entre
señores, la distribución de los señoríos entre todos (excepto el del rey), la
creación de una policía popular, el fin del control del trabajo, la división de los
bienes de la iglesia (que el clero tuviera lo necesario para su subsistencia, no
más), la abolición de la jerarquía eclesiástica y una marcada hostilidad hacia la
ley vigente manifiesta en ataques a juristas y jueces. Estas manifestaciones
iban en contra de la teoría dominante de la sociedad, la teoría de los tres
órdenes donde existía una división tripartita (los que oran, los que luchan y los
que trabaja) de origen divino y por tanto inmodificable. Cada hombre debía
permanecer en su profesión. Esta teoría es en verdad de origen indoeuropeo.
La crónica de la abadía de Albans supone la difusión de la doctrina de Wycliffe
como causa del levantamiento, pero esto es erróneo porque su difusión fue
más tardía y su doctrina muy tradicional como para inspirar a los rebeldes. Si
parece caberle más responsabilidad a John Ball, sacerdote y capellán, que inicio
una gira de predicaciones en cementerios iglesias y plazas de mercado
atacando al papa, los arzobispos y al obispo. Actuó fundamentalmente en áreas
rurales.
La cuestión importante es saber si todos los estratos sociales que componían el
movimiento apoyaban los diferentes elementos del programa de sus dirigentes.
Incluso los campesinos más ricos habrían dado el visto bueno a la abolición del
señorío, la reducción de las rentas, la libertad y el fin de la servidumbre. En
cuanto al programa de desposesión de la Iglesia este estaba respaldado por el
clero académico como Wycliffe, el clero parroquial (hostilidad al patrimonio del
clero regular) y los terratenientes que buscaban una mejor utilización de las
dotaciones de tierra. Respecto a los campesinos, ellos mantenían una religión
popular que se componía de prácticas precristianas que se habían adaptado a
la religión ortodoxa. Las baladas de Robin Hood eran populares en tiempo del
levantamiento y dan cuenta de la relación de los granjeros, compañeros de
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Robin Hood, con sus enemigos (obispos, arzobispos, condes, barones, abades).
La poesía satírica del XIV tiene como objetivo los monjes ricos y lujuriosos. De
esta forma se supone que la población rural habría aceptado la expropiación de
los ricos. Lo que no se observa es que los líderes hayan sido herejes en cuanto
a lo teológico.

19. KRIEDTE – INDUSTRIALIZACIÓN ANTES DE LA INDUSTRIALIZACIÓN

La producción manufacturera rural tuvo una importancia considerable en el


periodo de formación del capitalismo. Hasta entrado el XIX las pequeñas
explotaciones tuvieron mayor importancia en cuanto a número de empleados y
creación de valor que las empresas mecanizadas y centralizadas. Dentro de
dicha industria rural debemos distinguir industria domestica y producción
artesanal de explotaciones rurales para la exportación. Marx caracterizo la
industria domestica como un departamento externo de la fabrica, una esfera
de explotación a la sombra de la gran industria. El requisito de esta gran
industria es la inclusión de la totalidad del campo en el proceso productivo de
valores de cambio (no de uso), hecho que se da cuando la producción para el
mercado en general se apodera de la ocupación secundaria de los campesinos.
Representantes del estudio de la historia alemana han caído en un enfoque
formalista interpretando la industria domestica y la manufactura rural como un
estado transitorio entre la artesanía y la fabrica, como manufactura casera
destinada al mercado. El origen y difusión de esta tendría que ver con la
expansión del comercio y el aumento del mercado que no podía ser satisfecho
por medio de los antiguos gremios. Esta anticuada teoría fue redefinida
posteriormente por nuevos autores como Sombart que vieron la industria
domestica como un nuevo sistema de producción con formas sociales y de
organización específicas.
La industria domestica estaba organizada y dominada por comerciantes y
Verleger. En ella se distinguen distintas fases históricas y diferentes tipos de
relaciones. En su interior existían dos clases: el cuerpo de artesanos
encabezado por los comerciantes. El empresario no controla los medios de
producción sino el mercado. Entre XIV y XVIII es el modo de producción para el
abastecimiento de los grandes mercados. Si bien la escuela histórica de
economía alemana tuvo el merito de plantearse el problema de la industria
domestica, su perspectiva estuvo limitada por considerarla solo un estadio en
la secuencia histórica de los modos de organización de la producción
manufacturera.
Una vez que la historia económica y la historia social se constituyeron como
disciplinas la industria domestica fue objeto de un nuevo enfoque. Se
desarrollaron estudios empíricos regionales en gran mayoría ingleses que
buscaron dilucidar el origen de la revolución industrial. Entre los cincuenta y
sesenta se adopto no solo una nueva metodología sino también se abarcaron
nuevos temas, incorporándose los problemas del mundo subdesarrollado. Los
historiadores norteamericanos, Mendels y Tilly, acuñaron el concepto de
protoindustrialización. Se trata entonces de la industrialización antes de la
industrialización, de un proceso de transformación que afecto en Europa a las
sociedades agrarias sometidas al sistema feudal empujándolas al capitalismo
industrial.
La primera fase de este proceso de desintegración feudal empieza en la alta
Edad Media cuando se hubo establecido una división del trabajo entre ciudad y
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campo mediatizada por el mercado, vinculada a un crecimiento demográfico
sostenido y un aumento de la productividad rural. De esta forma las relaciones
de mercado penetraron el campo y los señores feudales consideraron
económicamente ventajoso prescindir del antiguo sistema de apropiación por
los altos costes de transacción (supervisión de las prestaciones personales) y el
debilitamiento que habían sufrido sus medios de control. De esta forma
decidieron desmembrar los señoríos y fundar la apropiación sobre una nueva
base, dando lugar a un proceso de polarización de la población rural. Frente a
la rigidez y el conservadurismo que caracterizaba a los gremios, el capital
comercial traslado la producción manufacturera al campo.
La segunda fase de desintegración feudal es entonces la protoindustrialización
que permitió romper el circulo vicioso malthusiano de crecimiento demográfico,
disminución de renta per cápita y periodos de hambre.
Al identificar las fuerzas del proceso de transformación se puede prescindir del
artesano productor de bienes para consumo local, pero no se puede ignorar la
importancia de la producción manufacturera urbana dirigida a la exportación.
Las primeras centralización de la manufacturas engendraron relaciones
capitalistas con rapidez y más concretamente que la producción doméstica
masiva, aunque esta ultima empleara más personas y produjera más valor. En
general estas centralizaciones de la manufactura estaban vinculadas a las
últimas fases de la producción que se iniciaba en unidades rurales.
La protoindustrialización repercutió en toda la sociedad ya que afecto la
demanda y el suministro de materias primas, productos elaborados, alimentos
y mano de obra. Estimuló al mismo tiempo las transformaciones en las
relaciones agrarias de producción. A la par de la consolidación de un sistema
mundial de intercambio, la protoindustrialización fue aumentando en
importancia y actividad. La protoindustrialización contribuyo al desarrollo de
una red económica mundial basada en relaciones asimétricas que fomento el
atraso económico de su periferia. Marx distinguió dos vías de transición del
modo feudal: una donde el capital mercantil se expande sobre una base de
producción precapitalista, y la vía revolucionaria donde la formación de capital
se da en la esfera de la producción. La protoindustrialización supone estas dos
vías íntimamente relacionadas.

Epílogo

El estudio empírico enseña que no hay que atenerse a un tipo único de


protoindustrialización sino varios tipos que dependen de la región donde ocurra
y en la rama de la producción. Estos distintos tipos de protoindustrialización
pudieron coexistir y no sucederse necesariamente, reconociendo incluso
regresiones. Por otro lado, este trabajo ha infravalorado el papel de las
ciudades, en verdad no se dio solo un desplazamiento de la producción de
manufacturas de la ciudad al campo sino también una complementariedad
entre ambos. El ramo principal de la protoindustrialización fue el textil. No se
debe entender la protoindustrialización como la primer fase de la
industrialización sino como industrialización antes de la industrialización, como
el periodo de transición entre una sociedad agraria feudal y el capitalismo
industrial, donde como toda transición se superponen y modifican dos o más
modos de producción hasta que uno se torna dominante.
La primer fase del feudalismo se caracterizó por la servidumbre de la gleba,
pero en la segunda la pequeña producción campesina se volvió dominante y si
bien continuaba la apropiación de una gran parte del excedente por los
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señores, ya no era por medio de la prestación forzosa sino la renta en especie o
metálico. La protoindustrialización estuvo ligada a esta segunda fase, allí
donde hubo una regresión como en Europa oriental no hubo posibilidades de
desarrollarse.
Ahora bien, en la segunda etapa aparece junto a la exacción feudal, la del
Estado incipiente que necesitaba asegurarse su subsistencia. Esto afecto la
protoindustrialización: La presión fiscal estatal llevo a procesos de
desacumulacion en el campo, por lo que sectores campesinos tuvieron que
entrar en la manufactura agraria para la exportación. La protoindustrialización
si bien fue parte de la evolución feudal también contribuyo a su disolución:
Mientras el número de propietarios rurales se mantuvo constante, el de
pequeños artesanos aumento con rapidez, de forma que aumento la población
no dependiente del señor feudal, población libre. Al mismo tiempo que los
pequeños productores manufactureros perdían su base agrícola, la
protoindustrialización forzaba la demanda de alimentos y materias primas, lo
cual estimulaba la comercialización de la agricultura, que choca con el
colectivismo campesino y con la exacción feudal. Así contribuyó a la caída del
sistema.
La protoindustrialización contribuye al problema de la transición disolviendo la
dicotomía factor externo/interno. Las ciudades y el capital mercantil mantienen
con el feudalismo una relación de externalidad interna. Lo urbano fue propio de
la segunda fase de la formación feudal, pero al mismo tiempo fue más allá de
ella.

20. BROWN - REVERENTIA, RUSTICITAS: DE CESÁREO DE ARLES A


GREGORIO DE TOURS

Hacia el año 500 la iglesia cristiana constituía en todo el Mediterráneo la única


religión pública del mundo romano. El cristianismo era en gran medida la
religión de las ciudades romanas. La principal preocupación de muchos obispos
era establecer en sus propias ciudades un régimen católico que resultara
impresionante. Las zonas rurales no eran un desierto religioso. Los grandes
terratenientes construían iglesias por su cuenta para ellos y para sus
campesinos. Sin embargo, el campo siguió siendo la cenicienta de un orden
cristiano claramente “romano”, que todavía consideraba al obispo y a su
ciudad los centros del catolicismo “de alta densidad”.
El cristianismo tenía que resultar razonable a una población que siempre se
había visto a sí misma inmersa en el mundo de la naturaleza y que se había
considerado capaz de influir en él, de provocar su generosidad y de mantener a
raya sus peligros, mediante ritos que se remontaban en casi toda Europa a
épocas prehistóricas.
Los jerarcas de las iglesias orientales no mostraron una preocupación tan
constante como sus colegas de Occidente por el peso que pudiera tener el
pasado pagano sobre sus congregaciones. El paganismo no era meramente
una superstitio, una religión en bancarrota al margen de la iglesia: el
paganismo estaba demasiado enraizado en el corazón de todos los cristianos
bautizados, siempre dispuesto a reaparecer en forma de “reminiscencias
paganas”. El mensaje fundamental de la cristianización, tal como sería
propuesto explícitamente en numerosos círculos del Occidente latino, no
hablaba de triunfo absoluto. Hablaba antes bien de un pasado aún no superado
que ensombrecía perennemente el avance del presente cristiano.
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Cesáreo, obispo de Arles entre el 502 y el 542, fue quien suministró a las
generaciones futuras la formulación clásica de esta peculiar actitud. Adaptó los
sermones predicados un siglo antes por Asan Agustín a su propia audiencia,
formada por ciudadanos de Arles y campesinos de Provenza. Lejos de parecer
sermones de segunda mano, las palabras de san Cesáreo hicieron mella en sus
contemporáneos por cuanto hablaban directamente a sus oyentes diciéndoles
cuál era la condición de cada uno.
Lo que con aquellos sermones realizó Cesáreo fue una especie de tour de force
pastoral. Domesticó la tremenda inmensidad del paisaje espiritual precristiano
de Provenza. Encerró al paganismo dentro de la comunidad cristiana. El
paganismo no era, según el, una serie de prácticas independientes, en las que
llamaban la atención los atrayentes destellos de un mundo físico plagado de
misteriosos poderes precristianos. Antes bien, se presentaba al paganismo
como un mero conjunto fragmentario de “reminiscencias” introducidas
imperceptiblemente en la Iglesia por obra de una multitud de fieles normales y
corrientes.
Pero detrás de la deliberada sencillez de su estilo de orador sagrado, San
Cesáreo escondía al aristócrata galorromano que consideraba que recaer en los
usos y costumbres paganos era, simple y llanamente, carecer de modales. Era
comportarse como los rustici, como toscos campesinos, carentes de raciocinio,
inasequibles a la cultura, movidos por las pasiones y, por lo tanto,
especialmente proclives a incurrir en los errores terrenales del pasado. El
objetivo primordial del celo pastoral de un obispo era la expurgación de la
rusticitas entre los cristianos bautizados, y no la erradicación del paganismo
propiamente dicho.
Pero esto suponía nada más y nada menos que cambiar toda una mentalidad.
Ante todo se negaba al ser humano la posibilidad de participar activamente, a
través de los antiguos rituales, en la marcha del mundus. Pensar que la
voluntad del hombre podía intervenir y hacer cambiar el curso de la naturaleza
en un universo material en el que todos los acontecimientos dependían de la
voluntad de Dios, era, a juicio de Cesáreo, el colmo de la insensatez.
Pasaría mucho tiempo (según Brown, hasta la desaparición de la Europa
campesina durante el siglo XIX) antes de que cambiara enana medida
apreciable la mentalidad denunciada por san Cesáreo. No cabría hablar de
“reminiscencias paganas” inconscientes, como pretendían considerarlas
Cesáreo y otros obispos, sino más bien de intentos cuidadosamente planeados
por los cristianos del siglo VI con el fin de encontrar un “nexo” entre sus
actuales conocimientos religiosos y los modelos propios de épocas anteriores.
En ese proceso de acoplamiento, a menudo fue el cristianismo el que llevó la
iniciativa: las comunidades paganas tomaron prestados los signos y ritos
cristianos.
Hacía falta una buena dosis de poesía, de la que carecía el prosaico Cesáreo,
para alcanzar la cristianización mental del mundos. A la larga, sería el culto
cristiano de los santos el que lo lograra, y no la “voz incesante” de ningún
orador sagrado. Pues lo que ese culto pretendía era crear unos hábitos
religiosos perpetuos, asociados a la reverentia católica, la atención reverencial
a los santos, centrada en primer lugar en los grandes santuarios, convertidos
con el paso del tiempo en lugares de peregrinación, pero aplicable también a
numerosos otros lugares y situaciones. La reverentia era la única respuesta
segura a la rusticitas. Pues si uno se acercaba a ellos con reverentia, los santos
cristianos podían en realidad prevalecer sobre Dios y afectar al mundus a
cualquier nivel. Su intervención podía infundir una nueva cualidad a muchos
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fenómenos y espacios del mundo natural en los que la gente había buscado
siempre lo sagrado. Conferían a sus santuarios y al propio paisaje un aura
fragante del paraíso.
El hombre que dedicaría su brillante y abundante obra a sostener esta actitud,
Gregorio de Tours, había nacido en 538, pocos años antes de que muriera
Cesáreo.
Gregorio fue un súbdito leal, aunque ocasionalmente crítico, de los reyes
francos. Esperaba de ellos que se comportaran como poderosos defensores de
la Iglesia católica, y no que malgastaran sus energías en disputas familiares
totalmente innecesarias. Aunque la Galia se hallaba ahora dividida en reinos
potencialmente rivales, seguía siendo en realidad una confederación de
regiones cuyas fronteras eran defendidas por un Estado viable.
Entre el Rin y Aquitania, habían sobrevivido en la Galia numerosas viejas
familias romanas. A ellas se uniría una nueva clase de potentes, de
“poderosos”, de ascendencia mixta franca y romana. Unida por los tenaces
lazos de su catolicismo y su avaricia, esta gente se mantuvo firmemente en el
poder en todas partes. Era de suponer que los que sobrevivieran a los
eventuales enfrentamientos de los grandes, ocasionados por las conspiraciones
de las diversas ramas de los merovingios, prosperaran y mucho. Y nadie en
mayor medida que los obispos católicos.
Tanto si procedían de familias de rancio abolengo como si eran servidores del
rey, muchos de esos obispos eran fabulosamente ricos. Ricos ya de por sí, los
obispos presidían además el sistema distributivo relacionado con el reparto de
limosnas y las donaciones piadosas. Al gastar en los santos las inmensas
riquezas de la Iglesia, el obispo las elevaba al cielo. El cielo permitía descender
a la tierra una parte representativa de esas riquezas en formas de santuarios
que parecían chispas de esplendor sobrenatural. No es de extrañar que los
pobres se agolparan alrededor de esos santuarios, símbolos congelados de las
riquezas eclesiásticas de las que se alimentaban. A lo largo del siglo VI las
ciudades de la Galia perdieron gran parte de su apariencia y de su
exhuberancia típicamente romanas. La ciudad se confundía ahora con el
campo. A pesar de todo, las ciudades seguían dominadas por las murallas
romanas, a modo de castillo, del sector que se había convertido en buena parte
en “ciudad interior” del obispo.
Como “amante de los pobres”, el obispo no sólo prestaba apoyo a los
indigentes, sino que invertía muchas riquezas y energías en el mantenimiento
de toda una comunidad. Formada a lo largo del siglo VI, la imagen del buen
obispo católico como padre de su ciudad se convirtió probablemente en el ideal
institucional más duradero de la Europa occidental.
Obispo de Tours a los treinta y cuatro años, Gregorio contaba con que todos los
católicos mostraran la misma reverencia que él hacia los santos. En realidad,
era fundamental para su posición que así fuera.
Su Historia de los francos puede poseer un título seriamente equívoco. Dada su
condición de obispo, a Gregorio lo que más le interesaba era el pecado, y no las
cuestiones étnicas. Al escribir la historia de su época, Gregorio consiguió hacer
recordar durante siglos los infortunios de los grandes pecadores ricos, tanto
francos como romanos.
Como guardianes del orden moral representado en el mundo por los obispos,
los santos alcanzaron sus más altas cotas en las ciudades de la Galia. El mundo
descrito en la Historia de Gregorio es en gran medida un mundo urbano que
reclamaba justicia y paz. Parece como si Gregorio hubiera cogido la pluma para

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captar el variadísimo paisaje espiritual de su región y envolverlo en una red
sutilísima de palabras cristianas.
Y en efecto, eso era importante para Gregorio. Realmente, da la impresión de
vivir en una región plenamente cristiana. Lo que a él le importaba
particularmente era la facilidad con la que surgían versiones alternativas de
cristianismo en cuanto los obispos católicos como él bajaban un poco la
guardia.
Los estallidos imprevistos de cristianismo “vernáculo” cuya fuerza sólo puede
calibrarse por la desazón que producían en individuos como Gregorio,
provocaban a los obispos de la Galia del siglo VI e incluso de épocas
posteriores más angustia que las propias reminiscencias de paganismo. En
parte sus obras fueron escritas como un intento de poner coto a un
cristianismo alternativo que estaba alcanzando una preponderancia
inquietante. Debe tenerse en cuenta que la devoción a los santos, en su
modalidad católica correcta, afectaba a todos los aspectos de la vida rural en
Galia, pues era la base de todas las leyendas locales y permitía explicar
cualquier manifestación benéfica de los sagrado.
Así pues, el mundo de la naturaleza recuperó gran parte de su magia. Gregorio
lo presentaba naturalmente no ya dotado de un pálpito de vida espiritual
propia, sino como un pesado velo de seda, cuya resbaladiza superficie
traicionaba la presencia oculta de los infinitos santos de la Galia.
El incansable ritmo de raconteur de Gregorio suele fascinar hasta hacer creer
que ha contado todo lo que había que saber de la Galia de los francos. Pero no
es así. Sus intereses tenían un carácter estrictamente regional. Su mirada
escudriña el pasado más remoto de las pequeñas ciudades romanas del sur de
la Galia, pero cuenta mucho menos de lo que podría saberse de las zonas
rurales que circundaban las ciudades.

21. ULLMANN – ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE LA OPOSICION DE


FEDERICO II AL PAPADO

Federico poseía experiencia, comprensión y conocimiento intimo de la


ideología papal. Se había rodeado de un grupo de consejeros y expertos en
palabra escrita y hablada. El papado se baso en su tradicional aplicación de la
plenitudo potestatis y actuó dentro de su status monárquico sagradamente
concebido. La única posibilidad de Federico era demoler las bases sobre las
que funcionaba el papado. La lectura de los manifiestos, encíclicas y protestas
de Federico durante los decisivos años de 1239-1245 da cuenta de una escasez
de razones y argumentos ideológicos, tampoco realiza una exposición
argumentativa sino que se reduce a meras afirmaciones sin profundizar o
reforzar con material y no ataca las bases del sistema sagrado.
Dos línea argumentativas se destacan en las protestas públicas de Federico.
Una primer línea de ataque consiste en la depravación moral de los papas
(ingratitud, corrupción, engaño, fraude, alianza con herejes, sembrar la
discordia, etc.) Su bajeza moral los inhabilita para ocupar el puesto pues nunca
podrían alegar que su juicios es un juicio justo. Es el defecto personal de los
papas el que les impide exigir obediencia. Federico hace hincapié en su
adhesión a la fe ortodoxa y afirma su más pleno respeto al cargo papal (“no por
deshonor de la dignidad sino por defecto de la persona” “No respetamos tales
sentencias del juez, no por desprecio del cargo papal” “se ha mostrado indigna
del trono de un gobierno tan excelso”).
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Sin embargo, estos argumentos que esboza en 1240 hacia la inhabilidad
personal de Gregorio IX, cambian notablemente en 1245. Ahora la línea de
ataque se focaliza en el cargo papal, afirmando que el papado había
transgredido las funciones propias de su cargo, habiendo actuado más allá de
sus poderes. Argumentaba que ni la ley divina ni la humana sugieran ni
siquiera en lo más mínimo que el papa pueda quitar imperios o tener poder en
las cosas temporales: “En ninguna parte se lee que se le haya concedido por
ley divina o humana poder a su arbitrio para transferir los imperios, o castigar a
los reyes temporales privándolos de sus reinos o juzgar los príncipes
terrenales”. Si bien la consagración imperial pertenece por derecho al papa,
esto no implica el derecho posterior a deponer al emperador.
Estos objetivos y argumentos de Federico eran endebles que no lograron
producir efectos propagandísticos deseados ni tocaron en esencia la ideología
papal. Respecto a la primer línea de ataque, la depravación moral del papa no
fue considerada en ninguna etapa del pensamiento papal como capaz de
afectar la función papal o que invalidase sus actos. León I hizo con toda
claridad esa distinción entre el cargo y la persona que lo ocupa. De acuerdo
con la opinión tradicional, los méritos o deméritos personales del papa no
contaban para nada: sus actos gubernamentales eran tan legítimos como
válidos, así hubieran sido dictados por un santo o un villano. El papa hereda el
cargo petrino (no la santidad personal o méritos personales de san Pedro) y las
acciones ejecutadas en los límites de su cargo son conceptualmente las
acciones de Pedro. La acción objetiva y despersonalizada que surge del cargo
es la que merece atención independientemente de quien es el que la ejerza.
Sólo por herejía podía ser juzgado el papa. El papa es un sanctus en tanto que
tiene un pie en el cielo y otro en la tierra, es el punto de intersección entre
ambos y sus decisiones afectan el orden mismo del cielo. Todo lo que ate en la
tierra será atado en el cielo. Federico al decir “Observad si estos son hechos
papales, si estas son obras de santidad” lo que esta haciendo es considerar la
sanctitas no en la forma en que el papado la plantea sino al nivel de una
santidad moral bajo una evaluación subjetiva. Para la tesis papal, la sanctitas
era la emanación del hecho objetivo de que el papa había heredado los
poderes petrinos.
Para 1240 el objetivo de Federico era remover al pontífice a través de un
mecanismo de concilio general, lo cual no se ajustaba ni a la ley canónica
existente ni a la opinión tradicional sobre la inmunidad papal ante un juicio
conciliar. Era impensable que un concilio depusiera al papa y eligiera a otro.
Ahora bien la inconsistencia mayor del pensamiento de Federico radica en que
el demanda la inmunidad de enjuiciamiento que niega al papa (“es sometido en
forma ridícula a la ley aquel que está libre de manera imperial de toda ley (…)
al no tener él ningún superior temporal”). En el pensamiento papal el poder es
conferido por Dios, la comunidad, ya sea un reino o la Iglesia universal, esta
encomendada al cuidado del soberano. Esta comunidad no tiene ningún poder
para conferir el cargo ni separar de el a quien lo detenta. Se trata de una tesis
descendente donde no existen canales jurídicos de comunicación entre la
comunidad y el papa. La postura de Federico de convocar a un concilio general
implica suscribir a una tesis ascendente según la cual el poder emanaría del
pueblo a través de determinados órganos o instrumentos (concilio en este
caso). En conclusión, plantea que sus funciones de emperador no estén sujetas
al juicio humano, mientras que las funciones del papa han de someterse al
juicio de un concilio general.

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Mientras que el punto de vista papal sostenía que lo temporal no tenia vida
propia, es decir que era un medio para un fin, la salvación final (no existiendo
distinción entre los temporal y lo espiritual), el punto de vista de Federico era
completamente distinto: EL hombre al estar compuesto de cuerpo y alma
necesita una dirección doble. Nuevamente hay una inconsistencia en el
pensamiento de Federico, la dicotomía entre las dos formas no se ajusta a la
perspectiva medieval tradicional ¿cómo deben funcionar los dos gobiernos?
Federico solo empeoró la situación al aceptar los decretos papales en asuntos
espirituales y rehusar aceptar cualquier imposición temporal. Al mismo tiempo
Federico evita el término de “Coronatio” es decir el acto que hacia del rey de
los romanos un emperador, porque sin la imposición papal de la corona no
había posibilidad de convertirse en emperador. Federico probablemente creía
que la coronación era un mero formalismo litúrgico.
Lo que demuestra el pensamiento de Federico es que la disputa fue causada
por la falta de algún mecanismo constitucional que hubiera evitado las
acciones injustificadas del papado., que lo despojara de su plenitudo potestatis.
Las acciones y juicios el papa aparecían a Federico como pura arbitrariedad.
Aunque haya perdido la batalla no debe minimizarse el sentido histórico de su
posición. En el marco de la estructura del gobierno teocrático ningún control
del monarca papal era posible, por ello era poco plausible la sugerencia de
Federico de un concilio general como un tribunal que juzgara las iniquidades
del papa. El pensamiento de Federico se enmarcaba en la creencia de que la
Iglesia universal era la portador de todos los poderes y derechos y por
consecuencia el pontífice era responsable ante ella.

23. GRUNDMANN - HEREJÍAS CULTAS Y HEREJÍAS POPULARES EN LA


EDAD MEDIA

Indudablemente, durante toda la Edad Media hubo herejías cultas, es decir


herejías dogmáticas, teóricas e intelectuales, que fueron obra de teólogos o
filósofos como Abelardo, Gilberto de la Porree, los averroístas latinos del siglo
XIII y tantos otros. Ciertamente, esos herejes cultos pudieron tener discípulos,
son que por ello esos discípulos fueran los sectadores de su herejía y sin que
esa secta herética pudiera organizarse. El grupo social al que pertenecen estos
herejes eruditos no está constituido por otros herejes, sino por otros eruditos.
Sin embargo, a veces herejes cultos dieron origen a una herejía popular o a una
secta herética. Es indudable que ni Wyclef ni Hus pertenecieron a un grupo
herético. En vida, pertenecieron a su grupo universitario y clerical. Se puede
encontrar más de un caso parecido desde la Antigüedad cristiana: el obispo
Arrio y los arrianos, el obispo Donato y los donatistas, el monje y erudito
Pelagio y los pelagianos, etc. Asimismo, los primeros herejes medievales de
Occidente eran de origen noble y tenían relaciones con la corte real de París,
casi nada se sabe de los lazos que tuvieron con una secta herética difundía por
esa época. Para Grundmann hay que preguntarse en qué medida los motivos
doctrinales y religiosos de esos heresiarcas eruditos fueron los mismos que los
de sus sectadores posteriores, y a raíz de qué factores sociales una herejía
culta se modifica para transformarse en herejía popular. No se podrá estudiar y
comprender esta transformación y esta modificación si primero no se tienen en
cuenta las diferencias que existen entre los heresiarcas, es decir, los herejes
originales, primarios e iniciales por una parte y, por otra, los sectadores de
herejías preexistentes, los sectarios. Más de una vez, herejías nuevas se
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injertan en una herejía ya adoptada o se mezclan con ella. Existen razones para
admitir que una secta herética no conserva nunca la doctrina de su heresiarca
epónimo sin alterarla.
Ahora bien, la distinción que propone Grundmann entre heresiarcas, herejes
iniciales y originarios, por una parte, y sectadores de herejías preexistentes,
por otra, ¿coincide con la distinción entre herejías cultas y herejías populares?
Para el período medieval, puede designarse con la palabra “popular” todo lo
que no sea clerical o monacal y docto, todo lo que sea laico. En la Edad Media,
los laicos, incluidos los nobles, son generalmente analfabetos; son incapaces de
leer la Biblia o cualquier otro texto. Son oyentes y no lectores. Escuchan a los
predicadores, a los poetas, a los juglares y a los herejes (como los auditores de
los cataros). No hallaremos casi ninguna herejía en la Edad Media que no aspire
precisamente a ello. Pocas herejías medievales se basaron en una inspiración
inmediata, en una visión o en un razonamiento personal. Casi todas las
herejías, incluido el catarismo, se apoyan en la Biblia y aportan una
interpretación divergente a la que ofrece la Iglesia. Por eso, es poco frecuente
que un laico se haga hereje sin haber sido arrastrado a la herejía por otros
herejes más cultos que él, es decir, por la propaganda herética.
El ejemplo más conocido y más importante de una herejía no culta, de origen
popular y laico, es el de la secta valdense, cuyo fundador, Valdo, no era culto,
ni docto ni clérigo, ni monje, era un rico comerciante de Lyon, casado, que no
sabía leer la Biblia latina ni otros escritos teológicos. Un día, en la calle, oyó la
canción de Alejo recitada en francés por un juglar. Se conmovió y se dirigió a
dos sacerdotes o clérigos doctos de Lyon preguntándoles como volverse
perfecto como Dios quiere, según la Biblia. Manda traducir entonces al francés
el Nuevo Testamento, el Salterio y algunos escritos patrísticos. Se los aprende
de memoria y empieza a predicar por los caminos. Como esto le será prohibido
por el arzobispo, acabará desobedeciendo y proclamado hereje porque dirá que
según el evangelio hay que obedecer más a Dios que a los hombres. Y sus
compañeros aprenderán de memoria, como él, los textos bíblicos traducidos al
idioma vulgar con el fin de difundir la palabra de Dios entre sus amigos. Sin
embargo, estos herejes no se convierten en eruditos. Los valdenses no
desarrollan ni sueñan con desarrollar jamás una teología erudita y
especulativa, al igual que tantas otras sectas heréticas, desde los cátaros hasta
los husitas. Los valdenses representan la secta no erudita, laica y popular por
excelencia, aunque los motivos originales y la intención primaria de dicha
herejía no sean de carácter popular o social: son religiosos, cristianos, bíblicos.
Esta secta se separa de la Iglesia, tras haberse convencido de haber
encontrado la verdadera lección a la que debe obedecer la vida del cristiano en
busca de su salvación. Y también se separa igualmente de la sociedad de su
época, sin que por ello se haga revolucionaria, agresiva o subversiva. Al
contrario, atrae a gente humilde y pacífica, tanto en las ciudades como en el
campo, hospitalaria y dócil, visitada por sus predicadores ambulantes a los que
escuchan y con los que se confiesan.
Muy distinto es el caso de los cátaros, a los cuales los valdenses primitivos se
opusieron, sin mezclarse entre ellos. Nadie sabría decir quien fue el fundador
de la secta cátara. Si eran maniqueos, su heresiarca epónimo, Mani, era un
hombre muy erudito y especulativo. Si eran bogomilos, su heresiarca podría ser
un sacerdote búlgaro. Los propios cátaros no saben nada ni de uno ni de otro.
En Occidente son predicadores ambulantes los que importan de Oriente el
catarismo con su nombre griego. Predican primero un tipo de vida apostólica y
evangélica, dando ellos mismo ejemplo; por ello son bien acogidos. Pero pronto
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revelarán su doctrina dualista, que indudablemente no es de origen popular ni
puramente bíblica. Se trata de una cosmología y una mitología orientales, sin
duda derivadas del maniqueísmo, que son absolutamente incompatibles con la
doctrina y la moral de la Iglesia. Grundmann se inclina a creer que los cátaros
ejercieron un verdadero atractivo sobre ciertas capas de la sociedad del siglo
XII mucho más a causa de su encarnizada oposición a la jerarquía eclesiástica y
a la doctrina católica que por su extraña doctrina dualista o su moral bastante
adusta y rígida. Aunque los cátaros intentaron hacerse eruditos, y también
populares, a la larga, fracasaron en los dos frentes. El catarismo era un
fenómeno demasiado complejo, era una amalgama de motivos orientales y
occidentales, religiosos y especulativos, populares y eruditos. Grundmann ve
difícil analizar la estructura social de la secta cátara, pues no es homogénea ni
constante.
A modo de conclusión, afirma que las nociones de herejía y hereje son nociones
negativas, que se constituyen por el contraste y la contradicción con la fe de la
Iglesia, con el dogma y el culto de la Iglesia, con la moral de su clero o la
actitud de la jerarquía. Estas contradicciones no son obra de incrédulos,
escépticos o paganos, sino de creyentes insatisfechos y decepcionados. Las
razones que determinaron estas contradicciones y estas oposiciones fueron
muy diversas; podrían ser intelectuales o religiosas, morales o sociales, e
incluso políticas. Sin embargo, todos los herejes de la Edad Media estaban
convencidos de que comprendían y realizaban el cristianismo mejor que la
Iglesia que los condenaba. Para estudiarlos, no habría que limitarse a
establecer una distinción entre herejías cultas y herejías populares, habría que
hacer también una distinción, como demuestra Grundmann, entre las herejías
primordiales o iniciales, las de los heresiarcas, cultos o no, fundadores o no de
sectas, y las herejías de los sectarios. Una cosa es entrar en una secta
existente bajo el efecto de la propaganda que realiza, y otra convertirse en
heresiarca nuevo por haber seguido arbitrariamente su propia autoridad.

Discusión

Violante: En cuanto a los laicos patarinos, su movimiento no pretendía


reemplazar al orden eclesiástico en la predicación; lo que quería era impedir a
los clérigos culpables gozar de sus beneficios y celebrar el sacrificio de la misa.
Graus: Al lado de las herejías conscientes y más o menos organizadas, con un
jefe de la cabeza (sea o no letrado), que han sido
Le Goff: ¿No hay en el siglo XI no hay una especie de mutación de la herejía?
Las herejías de la época carolingia concernientes a la Trinidad me parecen, de
algún modo, clericales. No es sino a partir del siglo XIX cuando encontramos
esta dialéctica entre medio culto y medio popular, notablemente expuesta por
el profesor Grundmann. Los herejes de Arrás, en el siglo XI, son un ejemplo de
esta conjunción de ambos medios. Hay, sin embargo, prolongaciones de las
herejías cultas de la Alta Edad Media un poco más tarde, como por ejemplo la
herejía de Vilgardo de Ravena, casi “universitaria” avant la lettre.
Leff: Quisiera destacar la diferencia entre las ideas cultas y las herejías
populares. Con frecuencia, las ideas son más heterodoxas que heréticas, como
por ejemplo, las de Abelardo acerca de la Trinidad, pero Abelardo no era un
hereje. Por otra parte, hubo ideas que, en un comienzo, no eran heréticas pero
que, con el tiempo, llegaron a serlo. Es lo que ocurre con la doctrina de la
pobreza apostólica.

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Manselli: Respecto al conocimiento de las Escrituras por los herejes, añadiría
que es un hecho típico de la herejía medieval el conocimiento de los textos
sagrados, aún entre los ignorantes.
Grundmann: Es necesario distinguir entre herejías y desviaciones pero es
imposible para el historiador aplicar un concepto de hería que no sea el de la
Iglesia. Tenemos que entender como herejía lo que la Iglesia ha juzgado como
tal; en otras palabras: en el plano histórico la herejía se presenta tal como la
Iglesia la define. Esto no impide que no haya interacciones: en este sentido, por
ejemplo, las herejías han contribuido a precisar dogmas, como ocurrió en el
concilio de Letrán en 1215. Allí, el dogma se definió en función de los herejes.
Ahora bien, la herejía no es más que una divergencia en la interpretación y en
la observación de una fuente bíblica común. Es una oposición a la Iglesia y a su
interpretación del Evangelio. Además, sin conocimiento de la Biblia no existe la
herejía. El verdadero hereje es aquel que propone una nueva interpretación de
la Biblia o de la tradición dogmática. En resumen, hay que distinguir entre un
fenómeno social (el de las condiciones de la aparición y la influencia de las
sectas) y el de la herejía, fenómeno religioso e intelectual.

24. VIOLANTE – HEREJIAS URBANAS Y RURALES EN LA ITALIA DEL XI AL


XIII

El primero en hacer una consideración respecto al problema de las herejías fue


Engels, quien sostenía que en un principio fueron urbanas y burgueses (y
mercaderes) y luego rurales, plebeyas y campesinas. Los primeros lucharon por
las libertades municipales contra el poder urbano del obispo, los segundos (XIII-
XIV) lucharon contra la burguesía urbana que los explotaba para el
abastecimiento de la ciudad.
Cuestiones económicas y sociales.
A fines del X la gran propiedad laica y eclesiástica sufren una gran crisis: La
unidad del dominio está fraccionándose, los bienes eclesiásticos se alienan en
beneficio de la nobleza y los siervos huyen a las ciudades donde se convierten
en ciudadanos. A mediados del XI las grandes propiedades de la iglesia y
monasterios son recuperadas gracias a la puesta en circulación de moneda y
metales preciosos atesorados. En estas tierras recuperadas o adquiridas se
desarrolla el señorío eclesiástico. Los rustici dependientes a los señores no
viven en condiciones muy malas: Tiene derecho a no ser alejados de su tierra,
pagan censo en especie por un importe definido, pueden transmitir su tenencia
a otros campesinos si están sometidos a la misma jurisdicción del señor,
incluso pueden tener pequeños bienes raíces propios. Se forman paralelamente
nuevas aldeas de la mano de campesinos que se organizan en comunidades
políticas más o menos independientes del señor. En el XIII se desarrollan
nuevas roturaciones por el crecimiento demográfico y las tenencias se
superpoblan y los señores estipulan contratos de aparcería que corresponden a
la mitad del producto (para hacerse del incremento de las roturaciones). Se
producen emancipaciones de siervos para reducir el número de agricultores y
aumentar la productividad de las tierras. La comunidad urbana desarrolla su
política de conquista del contado, los señores se trasladan a la ciudad donde
construyen casas y se convierten en ciudadanos, mientras que los campesinos
nutren las filas de los artesanos, mercaderes y notarios. Sin embargo la
conquista urbana no elimina totalmente a los señoríos rurales y no impide que
sigan instalados firmemente en el campo. La ciudad se convierte en un centro
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de producción artesanal y comercio y en un centro organizador del campo
(contado).Con la formación de la comunidad urbana los obispos pierden
poderes judiciales y administrativos sobre sus circunscripción pero siguen
estando insertos en la política de la ciudad conservando también influencia en
el contado gracias a sus bienes y derechos señoriales. Esto explica por que la
lucha antiseñorial también es una lucha antiepiscopal.
Herejías.
En Italia como en Francia la herejía se manifiesta primero en el contado. Los
herejes de Monforte, impregnada de cultura e intelectualismo (niegan la
realidad de la Encarnación y de la Redención), son un grupo de personas
nobles y cultas a las que les siguen una multitud de rustici, atraídos por la
negación de la jerarquía eclesiástica y un moralismo radical (desprecio a la
cruz, prohibición de relaciones sexuales, rechazo al consumo de carne y el
ideal de muerte sangrienta. Se trata de una herejía de origen erudito y
nobiliario que se difunde bajo una forma popular por el campo propagándose
primero desde el castillo de Monforte y luego una gran ciudad: Milán.
Los movimientos religiosos populares patarinos se rebelaban contra el clero
indisciplinado, inmoral, rico, poderoso y tiránico. Mantenían en contraposición
ideales de pobreza y abandono de la vida mundana, fueron típicamente
movimientos urbanos, aunque de origen rural. El desplazamiento hacia la
ciudad se explica por su objetivo esencial: luchar contra el clero corrompido
cuyos pecados invalidaban sus ordenaciones. El ambiente social y político de la
ciudad era favorable a la protesta contra el obispo que poseía los poderes de
jurisdicción y al desarrollo de movimientos populares bajo la dirección de las
clases medias. Muchos herejes provenían de las clases mercantiles y se habían
vuelto hacia la herejía pauperista como reacción espiritual contra la
acumulación de riquezas usurarias. Pero con frecuencia los herejes fingían ser
comerciantes para poder desplazarse de un lugar a otro sin ser molestados por
las autoridades eclesiásticas y propagar sus doctrinas en las grandes ciudades
durante las ferias.
Los cátaros estaban extendidos por todo el campo allí se encontraban sus
centros de reunión, el carácter rural de las sedes episcopales cátaras se explica
por el origen de los primeros obispos y la instalación de los primeros centros
heréticos en el contado, aunque también los hubo en las ciudades. En la Italia
centro-septentrional la herejía se difundió sobre todo por las ciudades, en
verdad pese a nacer del campo, no fue de carácter rural. Que los cataros
florentinos resistieran las persecuciones de los inquisidores fue producto de la
ayuda y refugio que encontraron en la ciudad, en las casas y las tierras de la
rica burguesía y la nobleza gibelina. En otras ciudades se amenazo con privar a
la ciudad de la sede episcopal si se seguía favoreciendo la herejía y se
confiscaron los bienes de los herejes. Las ciudades fueron los centros donde se
extendió y opero el catarismo, participaron activamente en las luchas sociales
y políticas en las ciudades italianas, aliándose con los gibelinos en le marco de
la lucha entre Federico II y el pontífice. No fue raro que los herejes asumieran
importantes funciones y cargos en las magistraturas municipales. El contado
fue el último refugio de los cátaros, pero no hallamos evidencia de la difusión
del catarismo entre los campesinos. Los sospechosos de catarismo en general
son de profesión urbana, generalmente artesanos con taller: tejedores, sastres,
herreros, trabajadores del cuero, vendedores ambulantes. Son muchos los que
pertenecían a al buena burguesía de la ciudad: propietarios de bienes raíces en
el campo y la ciudad, mercaderes, empresarios y prestamistas y nobleza
urbana de origen feudal. Con frecuencia las casas y castillos del contado en los
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que se refugiaban los cataros pertenecen a los patricios y los nobles feudales
de la ciudad. Los cataros no tenían en su credo el ideal de pobreza apostólica,
de forma que no tenía una carga de renovación social que pudiera alentar a los
rustici. En realidad la herejía catara liberaba a los patricios del tradicional
escrúpulo católico relativo a las ganancias conseguidas en el comercio y el
crédito. La particularidad de los cataros es la vida itinerante de muchos herejes
que volvían ocasionalmente a sus casas en la ciudad. Esta movilidad favorecía
la difusión de sus doctrinas y se adapta particularmente a una sociedad
dinámica como la de las ciudades italianas del XII y XIII.
Los apostolici fueron considerados como un movimiento con fondo social
típicamente campesino. Nacieron en 1260 en Parma a iniciativa de un hombre
de modesta condición que vendió su casa y repartió sus bienes entre los
pobres y comenzó a predicar la pobreza y la penitencia. Llamaba a los fieles a
aplicar textualmente los preceptos del evangelio, despojándose de cualquier
bien temporal y vivir de limosnas, no preocuparse por el mañana, tener como
ropa solo una túnica y un manto y errar continuamente. Nada de iglesias y
culto regular, solo libre peregrinación. NO existía disciplina en la secta y
rechazaban la obediencia a la Iglesia y al papa, buscaban un contacto íntimo
con Dios. Al no había existir doctrina las ideas de los apostolici eran
extremadamente distintas según nivel cultural y social y según la formación
espiritual de sus adherentes. Sólo en los últimos tiempos se desarrollo una
tendencia hacia el establecimiento doctrinal. Fue considerado desde sus inicios
un movimiento de rebelión contra la autoridad eclesiástica. Si bien se lo ha
considerado como un movimiento de campesinos no había en él ninguna
reivindicación de tipo comunitario en los programas de los apostolici. Una gran
parte de sus partidarios provenían de las clases artesanales, de lo que hoy
llamaríamos burguesía urbana, de los cuales no todos vendieron sus bienes y
los repartieron. No parece haber indicios de pertenencia a la plebe rural o
urbana, aunque en comparación con las otras herejías hay una mayor
participación del contado. Deberíamos aclarar también que la no existencia de
un dogma daba pie a una composición bastante heterogénea y ambigua del
movimiento. El movimiento probablemente se origina en el contado, pero se
desarrolla y manifiesta sobre todo en las ciudades.
Conclusión.
En el norte y centro de Italia entre el XI y XIII las herejías son un fenómeno
esencialmente religioso, manifestación de una búsqueda de la reforma moral y
renovación religiosa, que gracias a ciertas condiciones sociales ha tenido
posibilidades de propaganda, difusión y defensa de los herejes contra las
persecuciones. El campo, aislado y lejano, favorece el surgimiento de la herejía
y al final le servirá de ultimo refugio. El medio urbano es donde la herejía
reconoce su auge, la ciudad es el motor económico, social, político y cultural
que no se ha aislado del campo sino que intensifica sus relaciones. La herejía
se ve favorecida por la gran movilidad de los hombres que permite la
expansión de la ideas y que enfrenta la típica rigidez de las estructuras
eclesiásticas. El dinamismo social favorece la formación de actitudes de
oposición frente al endurecimiento y formalismo de la mentalidad que domina
a la jerarquía eclesiástica. No hay que ver las herejías como simples
reivindicaciones económicas, sociales y políticas en el plano religioso (discute a
Engels).

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