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LA NOVELA Y LA VIDA
SIEGFRIED Y EL PROFESOR CANELLA
ENSAYOS SINTETICOS
REPORTAJES Y ENCUESTAS
BIBLIOTECA AMAUTA
LIMA - PERÚ
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LA NOVELA Y LA VIDA
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* Sigfrido y el limosino, o habitante de Limoges, ciudad de Francia.
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El misterio de la historia del tipógrafo Mario Bruneri o, más bien del profesor
Giulio Canella, puede resistir al análisis concienzudo de un discípulo de
Enrique Ferri. Pero se desvanece a la primera inquisición de un lector de
Giraudoux. Porque es más fácil reconocer en el tipógrafo Bruneri de
trasguerra al profesor Canella de anteguerra, que al escritor francés Forestier
en el estadista alemán Siegfried von Kleist. Sobre todo después de haberlo
reconocido, con una convicción que no debÍa consentir a los demás ninguna
duda, la señora Canella.
II
La diferencia entre el caso novelesco de Siegfried von Kleist y el caso real del
profesor Canella, consiste en que en aquél lo inverosímil, lo romancesco,
tiene las proporciones sobrias exigidas por la medida y el orden de un escritor
francés.
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* El malecón de Orsay, en París, donde se halla el Ministerio de Relaciones
Exteriores de Francia. Por extensión, se aplica el nombre al mismo Ministerio.
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* De la escuela de José Carducci. (Ver el Índice Onomástico).
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* Sarajevo, pequeña ciudad de la antigua Servia, hoy Yugoeslavia, donde se
dio muerte, el 28 de Junio de 1914, al Archiduque Francisco Fernando de
Austria y a su esposa, motivando así el desencadenamiento de la I Guerra
Mundial.
plear los ademanes didácticos del profesor Aquilanti, tal como lo descubrí,
una tarde, en el foro romano exponiendo como suyas, a un corro de ingleses
astigmáticos y de lectores de «Il Corriere d'ltalia», algunas ideas de Adriano
Tilgher. De haber continuado engrosando, a los cuarenta años habría
adquirido probablemente el volumen de Filippo Meda, a quien lo aproximaba
una sosegada admiración a Alejandro Manzoni y la afición al café puro. En la
galería de retratos que une en Florencia el Palacio Pitti con el Palacio Viejo,
no faltaban sin duda antiguos italianos a los que algún rasgo indefinido no
indicase como posibles, lejanos antecesores de Canella. Pero estos abstractos
parecidos no habrían modificado el destino del profesor de Verona como su
concreto, cabal, asombroso parecido con el tipógrafo Mario Bruneri de Turín.
Mario Bruneri era el sosias* del profesor Caneila. Tenía, además, el mismo
amor por las humanidades y Carducci, el mismo culto por el Risorgimento,**
la mis-
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* Sosias o doble físico, reproducción exacta de una persona en otra.
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* Camilo Benso, Conde de Cavour, uno de los propulsores de la unificación
italiana. (Ver el I. O.).
III
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* De Giovanni Giolitti. (Ver I. O.).
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por Italia en el combate consideró entre los heridos graves a Mario Bruneri; y,
entre los desaparecidos, al profesor Giulio Canella.
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IV
cuerdos menores. El médico, los enfermeros, los vecinos, ahora esta carta, lo
llamaban Mario Bruneri con una simpatía a la que habría sido impertinente e
incómodo corresponder con dudas sobre este apelativo que, después de todo,
no le sonaba desagradable e insólito. No había ningún motivo para que un
hombre tan débil y amnésico, que no pedía sino que lo guiasen en su reingreso
a la vida, negase ser Mario Bruneri y estar casado en Turin. El doctor le hizo
algunas preguntas sobre su pasado a las que él contestó con una sonrisa
fatigada que, recordándole extrañamente la del director de ((La Stampa» de
Turin la tarde en que, inminente la guerra, 400 diputados neutralistas dejaron
su tarjeta de visita a Giolitti en la portería del Hotel Cavour, confirmó al
doctor en su primera impresión sobre la ostensible filiación turinesa del
enfermo.
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* De John Ruskin. (Ver I. O.).
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Licenciado del ejército por su estado de salud, con una mención honrosa por
su comportamiento en el combate en la orden del día del regimento, el ex-
profesor Giulio Canella pasó, en una casa de salud piamontesa, dos meses de
sosegada repa-
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* Nombre de un poema del escritor inglés Lord Byron.
** El detall es la oficina del regimiento.
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Turin recibió sin emóción visible a este turinés desconocido. Le reservaba, sin
embargo, el abrazo de una esposa tierna: la señora de Bruneri. Canella se
abandonó a este abrazo con la sana confianza con que se había abandonado
siempre a los brazos, algo más nerviosos y prensiles, de su verdadera
consorte. El pequeño departamento del tipógrafo de Turin, no tenía el confort
sencillo y provincial de la villa Canella en Verona. Pero su esposa tenía,
aproximadamente, las mismas dimensiosiones. Poseía, además, una
coquetería turinesa que podía parecer, a los sentidos aturdidos de un
amnésico, la temperatura pasional, mitad veronesa, mitad brasileña, de la
señora Julia Canella. El náufrago no elige la playa a la que arriba, después de
haber luchado toda una noche con las olas. Pero la alegría de tocar tierra lo
obli-
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ga a encontrarla bella, tal como Colón reconoció sin titubear en la primera isla
americana la tierra que buscaba. Este mecanismo sentimental preservaba a
Canella, sobreviviente, de cualquier descontento en su llegada.
Y a la mañana siguiente nada separaba a estos dos esposos legales que, sin
saberlo, creyéndose casados desde hacía mucho tiempo, habían celebrado esa
noche un desposorio de guerra: la boda extraña del soldado desconocido con
la viuda que, al desposarlo, pensaba recibir a su esposo sobreviviente. Esposo
casto, a él le pasaba con su pasado sexual lo que con el resto de su biografía:
carecía de puntos de referencia. Turinesa, ella guardaba quizá un recuerdo
más incisivo de su experiencia conyugal; pero todos los recuerdos
inoportunos estaban proscritos de su conciencia de enfermera.
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VI
Una ciudad puede a veces poseernos con arte más perdurable e individual que
una mujer. Discurriendo por las aceras de Turin, del brazo de su esposa, el
sobreviviente no habría reconocido a esta ciudad, (que no había visitado
nunca), sin el subsidio de algunos removidos sedimentos de su ciencia de
profesor de segunda enseñanza. Ni la estatua de Víctor Manuel I, el rey
galantuomo,* ni la de Garibaldi, el héroe de Montana, ni el parque del
Valentino, con sus parejas discretamente emancipadas de provinciales
escrúpulos, ni los portales y galerías, que guarecen al turinés de la lluvia y
protegen su galantería y su liberalismo, impedían al ex-profesor Canella
acostumbrarse a la idea de haber nacido y vivido siempre en Turín. Pero la
fisonomía de Turín no se reduce a estos
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* Hombre de bien, caballero.
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VII
Una vez aceptado lo esencial e íntimo de un destino, cuesta muy poco trabajo
aceptar lo accesorio. El ex profesor Giulio Canella había recibido como suyos
el nombre, la esposa, la ciudad y alguna ropa usada del tipógrafo Mario
Bruneri. No le faltaba sino el oficio, Pero había ocupado con tanta naturalidad
el lugar de Bruneri, en Turín y en el mundo, que podía sin esfuerzo continuar
componiendo la página que éste había dejado interrumpida el día de su
enrolamiento.
mente, no teniendo otro medio de vida, empezó a trabajar con voluntad y con
ortografía, pero sin destreza. El regente opinó, concluida la jornada, que había
perdido la práctica del oficio, pero que la recobraría con sus convicciones
socialistas, inmediatamente echadas de menos por sus compañeros.
Canella, en efecto, trabajaba medianamente al cabo de unas semanas. Si sus
jefes, lectores de «La Stampa'' hubiesen confrontado puntualmente su
rendimiento de 1919 con el de anteguerra, no habrían dejado de atribuir el
descenso, más que a su amnesia, al general desgano post-bélico, a la agitación
huelguística y revolucionaria, al malestar universal consecuente de una
guerra, a la que Italia se había dejado arrastrar contra los prudentes consejos
de Giolitti.
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VIII
Las huelgas eran las pausas que atenuaban la impresión de que algo en él
resistía, rechinando, a su destino. Pero, du-
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rante una huelga, Canella no era un obrero que afirma su conciencia de clase,
sino un profesor que toma sus vacaciones.
Canella cedía a dos impulsos de evasión, por medio de los cuales su vida
trataba de encontrar su equilibrio: la evasión de su esposa y la evasión de su
oficio. Su subconsciencia pugnaba por restituirlo a su destino, liberándolo de
una mujer y de un oficio que no eran suyos. Un tercer impulso de evasión
empezó a apoderarse de él, antes de que el movimien-
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IX
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* El Sr. Trouhadec, tomado por el libertinaje.
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* «Desclasado», inubicable en una clase social.
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XI
rona: "Descendida de las montañas que baña el lago, célebre por un verso de
Virgilio y por los nombres de Catulo y de Lesbia, una tirolesa, sentada bajo
las arcadas de las Arenas, atraía las miradas. Como Nina, pazza per amore,*
esta linda criatura de falda corta y coquetos chapines, abandonada por el
cazador de Monte Baldo, era tan apasionada que no quería nada sino su amor;
ella pasaba las noches esperando y velaba hasta el canto del gallo: su palabra
era triste porque había atravesado su dolor". Una italiana del Brasil, que en el
Nuevo Mundo había contraído como una fiebre tropical el romanticismo, no
podía sustraerse al influjo de Verona romana, medioeval, renacentista. La
atmósfera sentimental, el clima erótico de Verona tenían que comunicarle el
gusto de un amor eterno, sublime, histórico. ¡Pazza per amore! Julia Canella,
en sus más alucinadas e inefables horas de prometida o de desposada, habría
podido augurarse un destino que le hubiera prometido enloquecer de amor.
Mas no había sabido augurarse nada concretamente. Tenía la temperatura del
romanticismo; no
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* Loca por amor.
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XII
¿Que distancia había recorrido Milan desde los días de Stendhal? El ex-
profesor Canella se abandonaba a esta preocupación, en los instantes en que el
Castillo Sforza, o La Cena de Leonardo de Vinci, o la iglesia de San Lorenzo
lo sustraía a una preocupación personal y aflictiva. Su entrada en Milán no
había tenido ninguna semejanza con la de Stendhal, Goethe o Herr Karl
Baedecker. Canella llegaba a Milán casi fugitivo. Huía de Turín, después de
haber perdido su trabajo y su reputación. En verdad, había perdido el trabajo y
la reputación de Mario Bruneri. Pero, inconsciente aún de su evasión, Canella
lo ignoraba. A mitad del camino de Verona, y de sí mismo, ignoraba su
trayectoria. Se evadía no de Turin y de la señora Bruneri, celosa, ofendida,
desagradable, sino del destino de Mario Bruneri; pero sin tener conciencia aún
de la dirección y del alcance de esta fuga. En su eva-
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"II Corriere della Sera" trata en su última edición, como en el tiempo que
pugnaba por regresar a su conciencia, un artículo del economista Luigi
Einaudi. ¿Quién era Luigi Einaudi? En Turín, este nombre no le había
recordado nada. Ahora, en Milán, regresaba a su memoria no sabía de donde,
extrañamente asociado al de Ludovico Sforza, al de Stendhal, al del Alcalde
Carrara, como el de un antiguo conocido. Era, simplemente, el nombre de un
economista liberal, senador del Reino, que seguía escribendo sobre finanzas,
cambio, producción, aduanas, como varios años antes. ¿Cuántos años antes?
Canella se sentía incapaz de precisarlo. Sólo le era posible pensar que entre
los antiguos artículos de Luigi Einaudi y el que leía hoy en la terraza de un
bar, sorbiendo un helado, estaba sin duda la guerra, la Constitución del
Carnaro,* las elecciones de 1919, la ocupación de las fábricas, «Il Popolo
d`ltalia»,** los fasci di combamento*** y la marcha a Roma. Estaba to-
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*La Constitución del Carnaro se llamó a la Constitución que el poeta
D'Annunzio dictó para la ciudad de Fiume.
*** Los haces de lucha. Nombre que Mussolini daba a los grupos de
bandoleros encargados de aterrorizar a la oposición.
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davía algo más. Sí; algo que no era solamente la conversión de Papini. Algo
tocaba seguramente más de cerca a su destino individual. Algo que le parecía
estar buscando a tientas, con las manos, cuando sacó de su cartera dos liras
sucias, ásperas, para pagar su consumo. En la cartera, con las últimas liras,
algunos papeles de Mario Bruneri, le recordaron violenta, dolorosamente, la
Questura* de Turín, la oficina dactiloscópica, el arresto, el proceso, la
absolución por falta de pruebas, su condición de tipógrafo, sin trabajo,
vigilado por la policía. Y, en marcha otra vez, sintió que estos papeles estaban
demás en su cartera, en su bolsillo, en su vida y que eran la única prueba de
un pasado deshonroso. ¿Por qué no liberarse de ellos, como se había liberado
de Turin, de su mujer, la señora Bruneri, y de su amante, la rubia Julieta?
Milán podía, quizá, cambiar su destino. Julieta se lo había dicho alguna vez
antes de que rompieran. (No era turinesa; estaba en Turín porque la había
llevado allí un agente viajero; el Parque del Valentino no ejercía sobre ella
ningu-
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* Oficina de Policía.
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* Ver el ensayo de J. C. Máriátegui, sobre Pettoruti, en El Artista y la Epoca.
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XIII
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* Ver, en El Artista y la Época la serie de ensayos del autor, en torno a la
vida y obra de Panait Istrati.
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XIV
poco se emocionó con exceso. Tuvo, más bien, la impresión de que era
aproximadamente así como ella se había imaginado alguna vez recuperar a su
esposo. Este había perdido la memoria; pero no la razón. Y esta pérdida, sin
más importancia que la de la llave de la villa, había sobrevenido quizá para
que ella, en vez de aguardar pasivamente el retorno del esposo, partiese loca
de amor a su reconquista.
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* Prueba o examen que se hace de una persona o cosa.
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XV
que desciende de una montaña, por cuyos declives ha resbalado una gran parte
de su vida. El abrazo de la esposa pazza di amore, borraba de la memoria
restaurada de Canella las huellas de todos los abrazos que, en doce años,
habían tratado inútilmente de alejarlo de su verdadero destino.
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XVI
Pero en Turin había ahora otra esposa que esperaba: la señora Bruneri. Su
espera no tenía la poesía ni la pasión de la espera de la señora Canella, quizá
por no ser legítima ni romántica, acaso porque Turin no posee la tradición
sentimental de Verona. Era la espera del que hace una antesala demasiado
larga. La señora Bruneri había visto, como la señora Canella, la fotografía de
su marido en "La Doménica del Corriere"; pero, menos pronta y apta para el
viaje, se había contentado con escribir al director del Manicomio de Colegno,
afirmándole que el enfermo desconocido era su esposo, el tipógrafo Mario
Bruneri, y adjuntándole un pequeño retrato de éste.
La señora Bruneri ignoraba que estos días felices habían retornado para dos
esposos de Verona. La ropa blanca estaba ya lista, cuando una carta de
Colegno vino a comunicárselo. El director del Manicomio le escribía que el
enfermo, curado ya de su amnesia, era el profesor Giulio Canella, de Verona;
y que había dejado el establecimiento, para dirigirse a Verona con su esposa.
Pero que siendo extraordinario, absoluto, el parecido del profesor Canella con
la persona del retrato, el tipógrafo Mario Bruneri, le rogaba trasladarse a
Colegno para esclarecer el misterio.
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XVII
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* La camisa negra era el uniforme de los fascistas de Mussolini.
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* De Liceo, institución educacional para la Secundaria o media.
XVIII
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* Bien pensante, la opinión burguesa corriente,
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equivocarse ella que había esperado doce años al esposo, con el alma llena de
recuerdos? ¿Cómo podía equivocarse ella que no sólo era la esposa del
profesor Canella, sino hija de un hermano suyo, criatura de su sangre y de su
estirpe? Pero los cuestores de una humanidad exogámica, no podían entender
esta razón personal, privada, de la señora Canella. Su alegato sentimental, su
fe comunicativa, los conmovía; pero exigían pruebas más físicas. Y, cuando
las pruebas llegaron de Turin, no vacilaron ya en emitir su fallo. Las pruebas
eran los datos correspondientes a la identidad de Mario Bruneri, en la época
en que, subrogado por el profesor Canella, había sido perseguido por una
estafa. Las impresiones digitales y la cicatriz en la espalda establecían, de
modo inapelable, que el desconocido de Colegno era el tipógrafo Mario
Bruneri. Vano habría sido todo intento de persuadir a la policía y a la ciencia
de que Mario Bruneri no era en ese tiempo Mario Bruneri, sino el profesor
Giulio Canella. Cuestores y médicos habrían sonreído piadosamente ante este
argumento absurdo.
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XIX
La villa Canella era un asilo seguro para el amor conyugal. Durante doce años
había guardado, inexpugnable, la esperanza y la fidelidad de Giulia Canella.
Ahora celaba su felicidad dolorosa y romántica. Pero si a Giulia Canella le
bastaba su destino de esposa, su marido tenía que reivindicar, además, su
destino de profesor. Mientras la justicia rehusase reconocerlo como Giulio
Canella, no podía regresar a sus funciones ni a sus clases; no podía siquiera
sentirse legalmente esposo de la señora Canella. Los doce años de sustitución
de Mario Bruneri, en el uso de su nombre, de su oficio y de su esposa, no
habían transcurrido en vano. No habían sido suficientes para llegar a
transformarlo definitivamente en Mario Bruneri; pero se interponían hoy entre
él y su antigua personalidad, alegando de-
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XX
mis actos a nadie, que he ofrecido hoy a mi segunda Patria adorada una nueva
hija del dolor, una hija del martirio, una hija de una madre probada en las
formas más crueles por una serie de desventuras, soportadas siempre con
cristiana resignación; de una madre, que durante 12 años vivió y se mantuvo
fiel al esposo lejano, con la esperanza de que el padre de sus hijos volvería en
el corazón, conservándose pura, hasta con el pensamiento, para el esposo que
Dios le había dado y que regresó a sus brazos perfectamente, íntegramente
suyo, digan lo que digan todos aquellos que en buena o mala fe se lo disputan,
ciegos por sus teorías que se desvanecen como la niebla al sol ante una, no
diré convicción absoluta sino absoluta certeza".
dré con la ayuda de Dios, el Dios de los justos y de los buenos, hasta la última
gota de mi sangre
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ENSAYOS SINTÉTICOS
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gunta: "¿Por qué si se admite que han envejecido los trajes de una época, no
se admite igualmente que han envejecido sus ideas y sus instituciones?" Y el
"pretexto frívolo" o el tema circunstancial escapan así de la crónica, objetiva y
meramente actualista, porque se los presenta en una perspectiva que descubre
y valoriza su significación en el proceso de la cultura, y esto compete a la
naturaleza razonadora y testimonial del ensayo.
Alberto Tauro
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* Publicado en Poliedro, Lima, 20 de Setiembre de 1926. Dedicado a su
esposa, Anita Chiappe, cautela de su vida breve, fuente inspiradora en su
salud y su destino, devota abnegación en su enfermedad. Ahora, llama viva y
conciencia presente de José Carlos Mariátegui, voluntad indeclinable en la
publicación de sus Obras Completas. (Nota de los editores).
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Por ti, mi ensangrentado camino tiene tres auroras.* Y ahora que estás un
poco marchita, un poco pálida, sin tus antiguos colores de Madonna toscana,
siento que la vida que te falta es la vida que me diste.
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*Se refiere a sus tres primeros hijos. A la sazón no había nacido el cuarto y
último de ellos.
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LA CIVILIZACION Y EL CABALLO*
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* Publicado en Mundial: Lima, 11 de Noviembre de 1927.
trarse más generoso de su amor que de sus caballos. El indio tuvo al caballero
antes que a la cabalgadura.
Pero Valcárcel nos debe otra estampa, otro símbolo: el indio chauffeur, como
lo vio en Puno, este año, escritas ya las cuartillas de Tempestad en los
Andes.
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* Chasqui: veloz correo pedestre de los Incas, que empleaba el sistema de
postas. El autor parece referirse a los indios trashumantes de las punas y
valles andinos.
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* Pura sangre, dícese de los caballos que, por estirpe, se acondicionan mejor
para las carreras.
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LA CIVILIZACION Y EL CABELLO*
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* Publicado en Mundial: Lima, 7 de Noviembre de 1924.
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* Estilo de decoración, iniciado en Francia durante el reinado de Luix XV y
difundido a los países vecinos. Se caracteriza por lo recargado de los adornos.
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* Líderes, caudillos.
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por las mismas razones históricas que los hombres. Adquieren con retardo
este progreso. Pero con retardo han adquirido también otros progresos
sustantivos. La civilización occidental, después de haber modificado
físicamente al hombre, no podía dejar intacta a la mujer. Es probable que éste
sea otro aspecto del sino de las culturas. Ya hemos visto cómo la civilización
antigua tampoco toleró demasiadas barbas y cabelleras excesivas. Las diosas
del Olimpo no llevaban sueltos, ni fluentes, ni largos, los cabellos. El tocado
de la Venus de Milo y de todas las otras Venus era, sin duda, el tocado ideal
.y dilecto de la antigüedad. Alguien observará, malévolamente, que Venus fue
una dama poco austera y poco casta. Pero nadie dudará de la honestidad de
Juno que, en su tocado, no se diferenciaba de Venus.
el lujo de ser más ornamental, más decorativo, más arbitrario que el traje del
hombre. El hombre ha aceptado la prosa de la vida; la mujer ha preferido
generalmente la poesía. Sus modas, por ende, han sacrificado muchas veces la
utilidad a la coquetería. Pero, a medida que la mujer se ha vuelto oficinista,
electora, política, etc., ha empezado a depender de la misma realidad prosaica
que el varón. Este cambio ha tenido que reflejarse en la moda. Una mujer
periodista, por ejemplo, no puede usar un traje demasiado mundano y frívolo.
Pero no es indispensable que renuncie a la belleza, a la gracia ni a la
coquetería. Yo conocí en la Conferencia de Génova a una periodista inglesa
que había conseguido combinar y coordinar su traje sastre, sombrero de fieltro
y sus gafas de carey con el estilo de su belleza. Ni aun en los instantes en que
tomaba notas para su periódico perdía algo de su belleza superior, original,
rara. No carecía de elegancia. Y era la suya una elegancia personal, hueva,
insólita.
DIVAGACIONES DE NAVIDAD*
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* Inicialmente publicado en Información (Lima, 25 de diciembre de 1923),
bajo el título de Navidad en nuestra época. Trascrito, con el epígrafe
definitivo, en Mundial: Lima, 25 de diciembre de 1925. En la antología
publicada por Alberto Tauro, bajo el título de Navidad en la literatura
peruana (Lima, Editorial Huascarán, 1948), pp. 117-123. Y en Cultura
Peruana: N9 45; Lima, noviembre-diciembre de 1950.
113
año. El Año Nuevo, por ende, parece destinado a universalizarse. Pero el Año
Nuevo carece de contenido espiritual. Es una fiesta sin símbolo, una fiesta del
calendario, una fiesta nacida de la necesidad de medir el tiempo. Es una
efemérides anónima. No es una efemérides cristiana como Navidad.
Navidad, por eso, tiene en Europa mucha más trascendencia y vitalidad que
las fiestas nacionales. Las fiestas nacionales son sustancialmente fiestas
políticas, de suerte que están reservadas casi exclusi-
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* Hogar.
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* Grupo de muchachos monarquistas que propugnaba la restauración
Borbónica en Francia.
115
II
La costumbre establece que la Cena de Navidad reúna, sin que falte uno solo,
a cada familia. Los empleados y obreros que tienen a sus familias en pueblos
lejanos, se ponen en viaje anticipadamente para arribar a sus hogares antes de
la noche de Navidad.
Las sesiones de las cámaras se clausuran con la debida oportunidad para que
los diputados puedan estar en sus pueblos el 24 de diciembre. La facilidad de
los transportes permite, a todos los viajeros, estas vacaciones.
--------------
* La noche de Noel.
año en la vida íntima francesa. Los niños colocan sus zapatos en la ventana en
la noche de Navidad para que Noel deposite en ellos sus, etrennes.*
III
Y así en los demás países de Europa, lo mismo que en los Estados Unidos, la
fiesta de Navidad es celebrada con verdade-
--------------
* Aguinaldos, obsequios de Navidad.
MOTIVOS DE CARNAVAL*
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* Publicado en Mundial: Lima, 24 de Febrero de 1928.
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* Especie de tela ligera, para la estación veraniega o playa.
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--------------
* El pueblo, como mayoría soberana.
123
II
III
IV
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* Manchester, ciudad industrial de Inglaterra, se distinguió en las primeras
décadas del siglo XIX, por ser un activo centro de propaganda tendente a la
ampliación del sufragio en política y al libre cambio en economía. "Manches-
teriano" llamóse al tipo clásico de la democracia capitalista.
125
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* En la mitología griega, Príapo es el dios del libertinaje.
** Bailes de máscaras.
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SERPENTINAS*
Los tres días de neo-carnaval son, en verdad, tres días únicos de educación
democrática. Cada pueblo del Perú tiene sus reinas, cada reina sus azafatas,
cada azafata sus trovadores. La realeza y sus categorías anexas se ponen al
alcance del Demos. Las usanzas, los fueros y las coronas de la aristocracia se
democratizan.
--------------
* Publicado en Mundial: Lima, 27 de febrero de 1925.
128
II
El nuevo estilo del carnaval tiene, sin embargo, una desventaja. Las
monarquías se vuelven una cosa festiva; pero los carnavales se vuelven una
cosa seria. Lima parece próxima a no tomar en serio la realeza; pero a tomar,
en cambio, un poco en serio el carnaval. El carnaval empieza a adquirir la
solemnidad de un rito. El humorismo de Lima corre, en este episodio anual, el
grave riesgo de ser desmentido. Vamos a constatar, finalmente, que Lima no
es una ciudad humorista, sino sólo una ciudad un poco maliciosa. Que Lima
es, tal vez, algo precoz; pero siempre muy infantil.
III
IV
VI
VII
--------------
* Secta racista y esotérica norteamericana, caracterizada por sus atentados
terroristas contra la raza negra.
*** Ver el ensayo del autor sobre L'Action Française en El Alma Matinal y
otras estaciones del hombre de hoy.
131
-Pigmalión- que gustaba de tratar a una duquesa como si fuera una florista y a
una florista como si fuese una duquesa. La Revolución rusa, por ejemplo, de
más de una duquesa ha hecho una kellnerin.* A Clovis** -reaccionario
convicto- y a mí -revolucionario confeso- nos ha servido el café, en un
restaurante ruso de Roma, una de estas kellnerin.
VIII
--------------
* Camarera.
IX
A los nacionalistas a ultranza les tocaría reivindicar los derechos del acuático
carnaval criollo. Les tocaría protestar contra este neo-carnaval postizo y
extranjero. Prefieren probablemente adherirse a la tesis de que el nuevo
carnaval es "un progreso de nuestra cultura".
XI
--------------
* Nombre de una sección periodística que escribía Valdelornar en La Prensa
(1917). «Los dialogantes: Manlio y Aristipo, eran, en realidad, Abraham
Vald.elomar y José Carlos Mariátegui, respectivamente». (Luis Fabio
Xammar; Valdelomar: Signo). Los diálogos en tono filosófico, se impregnan
del fino humorismo de su autor.
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REPORTAJES
ENCUESTAS
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INSTANTANEAS*
--------------
* Reportaje publicado en Variedades (Lima, 26 de Mayo de 1923), con la
siguiente nota preliminar: «José Carlos Mariátegui, poeta de auténtica
inspiración y de refinado sentido estético, irónico comentarista de la cotidiana
realidad nacional, acaba de regresar a la patria, después de tres años de
provechosa estada en Europa. Junto con nuestro saludo, le enviamos nuestro
agradecimiento por su gentileza al absolver este reportaje».
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— Con los poetas pasa igual que con las mujeres. El poeta favorito no es
siempre el mismo. Hace seis o siete años, mi poeta favorito era Rubén Darío.
Después fueron Mallarmé y Apollinaire. En otros tiempos, Pascoli, Heine y
Alejandro Block. Ahora es Walt Whitman.
--------------
* El Pájaro Azul.
141
— Cristóbal Colón.
--------------
* Búsquedas, indagaciones.
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— ¿Cuáles son las páginas suyas que más quiere y de las que está más
satisfecho?
No se trabaja siempre en la misma forma. Yo, por ejemplo, desde hace algún
tiempo, estoy en un período de adaptación de mi vida y de mi trabajo a mis
mudadas condiciones físicas. Noto que he adquirido gustos sedentarios. Hasta
hace pocos años no sentí nunca la necesidad de un gabinete de trabajo con
algunas colecciones de libros y revistas. En mi época de diarista, escribía en
cualquier parte y a cualquier hora. Recuerdo haber trabajado una vez, en
colaboración con Valdelomar, en una mesa del Palais Concert.**
Probablemente por haber empleado como cuartillas unas servilletas de papel,
lo que escribimos esa vez resultó con un sa-
--------------
* Respuesta a una encuesta de Variedades, de Lima, aparecida en la edición
del 9 de enero de 1926. Mariátegui se encontraba a la sazón convaleciente de
la intervención quirúrgica en la cual le fue amputada una pierna,
bor a helado pistache y a música vienesa. Ahora soy más ordenado. Sin
embargo, escribo siempre a última hora, cuando debo mandar mis cuartillas a
la imprenta. Este hábito es sin duda un residuo del diarismo. He escrito
siempre a máquina. Pero en mi convalecencia la máquina me fatigaba mucho.
Trabajo desde entonces con un mecanógrafo. Unas veces dicto, a pesar de que
no he aprendido todavía a dictar. Otras veces entrego al mecanógrafo unas
cuartillas horribles, escritas con una letra muy desigual, llenas de enmen-
daduras y tarjaduras.
He ahí todo o casi todo. No estoy muy seguro de ello. Jamás me había hecho
yo la pregunta que a Ud. se le ha ocurrido hacerme. Me obliga Ud., querido
Vegas, a un esfuerzo insólito. Se sabe muy pocas cosas exactas de sí mismo.
145
UD. sabe, mi querido Vegas, que mi vida es una vida preparatoria. Y que,
hasta ahora, aparece como una nerviosa serie de inquietos preparativos. No le
sorprenderá, por ende, que mi respuesta, diferenciándome en esto de los otros
escritores, le diga que preparo, como siempre, muchas cosas. (No soy un caso
de voluntad. No pretendo sino cumplir mi destino. Y si deseo hacer algo es
porque me siento un poco "predestinado" para hacerlo). Preparo la edición de
dos selecciones de mis artículos y ensayos últimos. Vuelvo a un querido
proyecto detenido por mi enfermedad: la publicación de una revista crítica,
Vanguardia**. Revista de los escritores y artistas de vanguardia del Perú y
de Hispano-América. Me intereso por la organización de un Ateneo de
Estudios
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* Publicado en Variedades: Lima, 6 de Junio de 1925. Y trascrito en Fénix:
Nº 10; Lima, 1954.
Que conste que estas noticias -llamémoslas así- no tienen ninguna intención
autobiográfica. Hace ya mucho tiempo que dejé atrás en mi camino la esta-
ción Colónida.* Colónida jornada y episodio de una adolescencia literaria.
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* Ver el estudio del autor sobre el movimiento Colónida y Abraham
Valdelomar en "El Proceso de la Literatura", de los 7 Ensayos de In-
terpretación de la realidad peruana.
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* Publicado en Perricholi: Nº 8; Lima, 11 de febrero de 1926. Y transcrito en
Fénix: Nº 9; Lima, 1953. Su publicación original empezaba con la siguiente
presentación: «Se me presenta una nueva y grata oportunidad de estrechar la
franca mano de José Carlos Mariátegui, uno de nuestros más firmes valores
intelectuales, quien no obstante su grave dolencia, cuya aguda crisis ha pasado
felizmente, conserva sin embargo, una bella lozanía espiritual que sirve de
estímulo y ejemplo a tantas almas timoratas, es cordial mi simpatía por este
escritor que ha logrado -rara avis- una filiación y una fe, mientras otros se
esfuerzan por ocultar sus sentimientos propios, acaso por considerarlos como
un pecado».
148
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* Juana de Arco. Este artículo figura en Signos y Obras.
149
— Como no. Pero antes habría que comenzar primero por definir la literatura
peruana. ¿Cuándo principia? ¿Desde cuándo es peruana? La literatura de los
españoles de la colonia no es peruana. Es española. Hay, sin duda,
excepciones. Garcilaso de la Vega es una de ellas. En éste el sentido indígena
está en la sangre. Está en una vida que respira aún el hálito del imperio. Y
Garcilaso es una de las cumbres de toda nuestra historia.
— ¿A propósito de Valdelomar?
— ¿Y Chocano?
—Claro está que Chocano tiene, como pocos, derecho de ser nombrado en
una revisión de nuestra literatura. Chocano es la elocuencia. Se pretende, a
veces, clasificar su poesía caudalosa, excesiva, grandílocua, sonoramente
melódica, como una poesía característicamente tropical y autóctona. Y a mí
me parece que la elocuencia, el énfasis, la declamación excesiva de Chocano
descienden, absolutamente de España. Hay en Chocano, en todo caso
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* Pseudónimo de Abraham Valdelomar.
152
— Melgar es uno de ellos. Pero en nuestra época hay ese sentimiento en ese
admirable poeta que tanto amamos todos los hombres de la misma
sensibilidad y de la misma época: César Vallejo.
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* Las opiniones de José Carlos Mariátegui sobre las tendencias y autores
peruanos, citados en esta entrevista, están nítidamente definidas en "El
Proceso de la Literatura", que hemos citado.
153
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* Publicado en Mundial, (Lima, 23 de Julio de 1926) por Ángela Ramos,
quien antepuso al texto de la encuesta, la siguiente nota: «Cuando un hombre
joven llega a conquistar el afecto y la consideración de sus amigos, la
simpatía de los extraños y el respeto de los que no piensan como él, es porque,
incuestionablemente, ese hombre vale mucho. Tal es el caso de José Carlos
Mariátegui, mozo de talento y de cultura indiscutibles, único escritor de
vanguardia entre nosotros, quien tiene hoy un puesto destacado en el
periodismo peruano.
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evolución) le han convertido en el escritor que hoy tenemos en él.
Yo quisiera ser amiga de Mariátegui para hablar aquí con mayor verdad de
este hombre para mi extraordinario; pero por desgracia sólo puedo decir en su
elogio lo que mi admiración hacia él
155
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ha podido intuir. Sólo sé que un día, siendo casi un muchacho, partió para
Europa llevando su gran fe de iluminado; que regresó feliz trayendo una
sublime compañera (hermana, amiga, amante, esposa) y un hijo que era la
realización de todos sus ideales. Y cuando había realizado lo mejor de sus
sueños, la vida que a veces es cruel, le hirió brutalmente. Le hirió dejándole
postrado en un sillón de inválido.
creerme si le afirmo que mis fuentes de información son menos exóticas y que
no conozco lenguas eslavas. Recibo libros, revistas, periódicos de muchas
partes, no tantos como quisiera. Pero el dato no es sino dato. Yo no me fío
demasiado del dato. Lo empleo como material. Me esfuerzo por llegar a la
interpretación.
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sus más asiduos colaboradores; deseosa de que este hombre puro y grande sea
mejor conocido de lo que ha sido hasta hoy. Si Mariátegui viviera en otra
parte, en que se sabe premiar mejor el talento y la virtud, tendría una renta
oficial y su vida se daría a conocer como ejemplo. Menos mal que él labora
para satisfacción propia y se conforma con saberse entendido por los hombres
de bien.
tados Unidos y Europa. Los últimos correos me han traído algunas cartas
interesantes. Waldo Frank, el gran norteamericano, agradece, en un artículo
mío publicado en el Boletín Bibliográfico de la Universidad de Lima, un
saludo de Sudamérica. Henri Barbusse me escribe: «Mas que nunca nos
ocupamos de agrupar las fuerzas intelectuales internacionales. Buscamos la
fórmula amplia y humana que nos permitirá apoyarnos los unos en los otros y
suscitar, entre los trabajadores del espíritu, defensores del porvenir. Para esto
me pondré sin duda algún día en relación con usted, pues yo pienso que usted
representa en su país los elementos osados y lúcidos que hay que llegar a unir
en bloque». Manuel Ugarte, comentando mi libro, me recuerda que él ha sido
siempre un hombre de extrema izquierda y que «si los acontecimientos nos
ponen en el trance de elegir entre Roma y Moscú», él se pronunciará
resueltamente a favor de Moscú.
— ¿Cree usted que el nuevo estado de espíritu a que alude Ingenieros se deja
sentir entre nosotros?
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* Ver la interpretación del autor sobre el movimiento de Gandhi en La
Escena Contemporánea.
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* El hombre es bueno. Véase el juicio que sobre esa novela publicó José
Carlos Mariátegui en El Alma Matinal y Otras Estaciones del Hombre de
Hoy.
** El alma encantada.
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— ¿Qué libros de esta índole cree usted que deberían ser divulgados entre
nosotros?
—Todos los que encierren una verdad honda; todos los que traduzcan una fe
apasionada y creadora; todos los que no sean puro diletantismo o
snobismo.***
— No soy de los que piensan que la solución del problema indígena es una
simple cuestión de alfabeto. Es, más bien,
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* La pena de los hombres.
** Los encadenamientos.
— Tan lo creo que inicié hace dos años la fundación de la Editorial Obrera
Claridad.
EN EL DIA DE LA RAZA*
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* Respuesta a la encuesta de Variedades (Lima, 13 de octubre de 1928), que
formulaba las siguientes preguntas: «¿Cuál es su concepto sobre la figura de
Colón? ¿Y sobre el significado del descubrimiento de América? ¿Cuáles
deben ser los ideales de la raza y los medios más eficaces para vincular a los
pueblos hispanoamericanos?»
163
* * *
* * *
* * *
INDICE ONOMASTICO
182
INDICE
Nota Editorial 5
Nota Preliminar 7
LA NOVELA Y LA VIDA 17
ENSAYOS SINTETICOS
Presentación 89
La vida que me diste 93
La civilización y el caballo 95
La civilización y el cabello 102
Divagaciones de Navidad 112
Motivos de Carnaval 120
Serpentinas 127
REPORTAJES Y ENCUESTAS
Presentación 136
Instantáneas 138
¿Cómo escribe usted? 143
¿Qué prepara usted? 145
¿Cuál es en su concepto la figura literaria más
grande que ha tenido el Perú? 147
Una encuesta a José Carlos Mariátegui 153
El Día de la Raza 162