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Estamos ante una reflexión de tipo normativo pero que tiene sustento en
experiencias reales y no sólo son ideales. En efecto encontramos una reflexión teórica y
conceptual, que lo es, basada en una sistematización de experiencias exitosas como el
caso de ciertas entidades democráticas regionales y locales, tales como los grupos
regionales de exportación y representantes comunales en el Perú que ofrecen una
estructura institucional prometedora con respecto a los ideales normativos.
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Este trabajo es fruto del comentario de la ponencia de David Crocker, “Comercio, Reducción de la
Pobreza, y Democratización: Hacia un Círculo Virtuoso”. Foro de Valparaíso, Universidad Católica de
Valparaíso, 26 de junio de 2009.
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Doctor en Sociología, Universidad de Santiago de Chile. E-mail: cristian.parker@usach.cl
En la base del fundamento ético de Crocker (ver Crocker 2008) encontramos el
concepto del desarrollo humano que el autor ha desarrollado durante años en una
interacción fecunda con pensadores como Amartya Sen y Martha Nussbaum. En efecto
Sen (2000), desde los 70 y Nussbaum desde los 80 han venido desarrollado un enfoque
normativo muy relevante en torno a la ética del desarrollo. Sen, galardoneado en 1998
con el Nóbel de Economía ha desarrollado la teoría del desarrollo humano, la teoría del
bienestar y varias obras sobre pobreza y ética económica. Sus estudios han influido de
manera importante en el concepto de Desarrollo Humano que orienta los informes
homónimos del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo y un considerable
número de obras sobre desarrollo económico, políticas públicas y cambio social.
Martha Nussbaum (2002) ha complementado el enfoque de las capacidades humanas
aportando a la reflexión de la ética del desarrollo desde la perspectiva de la
participación femenina.
Pensamos que esta toma de distancia es positiva pero tiene el riesgo de poner en
un mismo lugar posiciones que tienen balanzas distintas. En la reflexión de Crocker
existe el riesgo de analizar a la globalización, tanto en sus corrientes alabatorias como
en sus corrientes críticas, en un mismo eje de análisis. Pensamos que es necesario
distinguir como hace Ulrich Beck (1998) entre una concepción que pone el acento en la
perspectiva económica y otra que pone el acento en la visión política, y creo que
Crocker lo que nos dice es que no debemos nunca olvidar que hay que mirar el asunto
desde esta perspectiva política. Crocker ciertamente inclina la balanza hacia el enfoque
ético-político, aún cuando también es legítima la mirada desde la economía política.
Crocker nos lleva a reflexionar acerca de las dos caras de la moneda de las
aperturas comerciales en el marco de la globalización: “dependiendo de ciertas
condiciones precedentes—políticas e instituciones nacionales y subnacionales—la
apertura económica ejerce por sí misma efectos negativos y positivos sobre el desarrollo
humano y calidad democrática”(Crocker, 2009:3). Hay en esta mirada una perspectiva
que ciertamente rechaza el determinismo economicista y pone el acento en la capacidad
colectiva de moldear la globalización, es un enfoque político que centra su confianza en
una concepción activa de ciudadanía.
2. PRÁCTICA SOCIAL: AGENCIA Y CIUDADANIA ACTIVA
De las nuevas perspectivas de la ética del desarrollo, cuando Crocker afirma, citando al
PNUD en su Informe del Perú 2006, que: “La perspectiva de desarrollo humano [se
entiende] como la ampliación de la libertad que destaca a las personas como agentes de
su historia individual y colectiva”(PNUD, 2006:33) , lo que hay que destacar es,
precisamente, el concepto de agencia. Nos parece que en este concepto reside una
nueva forma, un nuevo paradigma de entender a la práctica social y ciudadana. Detrás
del concepto de agencia ciertamente puede descubrirse el concepto de Sen (2000) de
capacidades (ver Crocker, 2009ª) que proviene de una visión renovada acerca del
sujeto como potencialmente activo en la resolución de sus problemas y en la conducción
de los destinos de su vida.
Una somera visión analítica de los ámbitos de las prácticas públicas en nuestro medio,
refiriéndonos a las prácticas sociales y democráticas, nos conduce a distinguir al
conjunto de prácticas de tipo institucional (prácticas del Gobierno, del Estado, de los
Partidos, las Instituciones y ONG en la sociedad civil), del conjunto de las prácticas
expertas (las prácticas de los sujetos con capacidades, funcionamientos y conocimientos
técnicos, científico-profesionales y/o académicos que obedecen a subculturas de
especialistas) y que a su vez deben distinguirse del conjunto de prácticas ciudadanas
(individuos y grupos ordinarios que actúan de manera pública en la construcción de la
sociedad civil).
Ahora bien, si en épocas históricas del pasado reciente en nuestro país el conjunto de
clasificaciones de las prácticas sociales distinguía claramente las prácticas políticas de
aquellas que eran llamadas a-políticas (privilegiando a las primeras y denostando a las
segundas), ahora, a la luz de las experiencias históricas de la dictadura y de los procesos
de democratización y de los cambios políticos y culturales en el marco de la
globalización, ya no existe el privilegio de las prácticas políticas que más bien están
desprestigiadas y en cambio comienzan a valorizarse un conjunto de prácticas sociales
que anteriormente eran menospreciadas y que ahora construyen sociedad civil y por ello
son prácticas de ciudadanías sociales y culturales que no siempre solemos reconocer
como auténticas prácticas sociales democráticas, aunque en los hechos sí lo son.
Y en este contexto de crisis de las prácticas de representación de la política
(principalmente partidaria y parlamentaria), marcada por el divorcio entre las redes de
prácticas institucionales y las redes de prácticas ciudadanas, deberíamos reconsiderar el
hecho de que las prácticas de construcción democrática son todas aquellas que impiden,
tanto el predominio monopólico del ámbito institucional como la dependencia a-crítica
de los ámbitos de expertos, es decir, estamos hablando de las prácticas que buscan una
participación ciudadana que – implícita o explícitamente – buscan la superación del
tecnocratismo, la política cupular y la especialización que ahoga la libertad ciudadana.
Al respecto recojo lo que nos dice Adela Cortina (2006) acerca de una ciudadanía activa
y compleja: “Justamente, una de las tareas más exigentes en sociedades plurales
consiste en organizar la convivencia tomando como referente lo que se ha llamado una
"ciudadanía compleja", que no prescinde de las diferencias, como ocurriría tomando
como modelo una "ciudadanía simple", sino que se propone integrarlas cuidadosamente
desde valores compartidos, cuando son justas. Si ciudadano de una comunidad política
no es sólo el que pertenece a ella, sino sobre todo el que trabaja para que sea justa, la
ciudadanía se cultiva, y más aún la compleja”.
Las prácticas sociales surgen de la agencia humana en tanto se convierten del discurso a
la interacción transformadora en todos los planos de la vida social y no solamente en
los planos racionales-institucionales sino en aquellos que alcanzan incluso a transformar
las practicas cotidianas de la gente. Por ello la practica ciudadana de nuevo cuño debe
entenderse como multidimensional, multinivel y sobre todo, integral, encarnada,
afincada en las capacidades de género y en las capacidades humanas para transformar su
entorno con orientaciones hacia una vida buena (Goulet, 1995; Crocker, 1998) para
cada uno y para todos los habitantes de la sociedad.
Tampoco se puede pensar en esas nuevas prácticas sin la construcción de nuevos lazos
asociativos, - en realidad la construcción de nuevas redes asociativas – que van tejiendo
los nuevos escenarios en los cuales se vía redefiniendo el comercio y reduciendo la
pobreza en la perspectiva del cambio en los patrones de la globalización.
“El ideal debe ser puesto lo suficientemente alto para inspirarnos a mejorar el estado
actual del mundo, mas no tan alto que se convierta en inalcanzable. En consecuencia, la
investigación empírica puede tener importancia normativa en cuanto llama la atención
sobre casos concretos que se aproximan al ideal propuesto” (Crocker 2009b: 13).
Esta reflexión nos lleva a una concepción no determinista que supone, como lo plantea
Giddens (1984), que las estructuras sociales no gobiernan enteramente a los actores
sociales y que éstos tienen una capacidad de agencia que involucra poder. Por ello la
puesta en práctica de la capacidad de agencia supone empoderamiento.
Si la estructura es una construcción por parte de los actores y al mismo tiempo una
condicionante de esos actores, entonces la interacción entre la estructura y la agencia
supone explicar los distintos grados de empoderamiento.
La agencia por si sola no basta: tienen que darse las condiciones, los “activos” es decir
el capital (social, político, cultural y agregamos ético) y las oportunidades (permanentes
y/o coyunturales) para que la capacidad que genera la agencia se ponga en práctica.
Aunque no han sido reconocidas adecuadamente, las relaciones entre identidad social,
grados de poder y resultados en relación a reducción de la pobreza son cada vez más
evidentes. La literatura internacional nos muestra cómo en épocas recientes hasta los
organismos internacionales y por cierto los hacedores de política pública en diversas
naciones reconocen que las prácticas de organización social que fortalecen capacidades
e identidad, así como n conjunto de prácticas participativas que incrementan el capital
social y cultural inciden positivamente en la superación de la pobreza.
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Desarrollamos una reflexión sistemática sobre ética, democracia y desarrollo hacia la mitad de los 90
sobre la base de la experiencia democrática chilena, convocando a autores como: Patricio Aylwin,
Manfred Max-Neff, Jorge Hourton, Osvaldo Sunkel, Agustin Squella, Fernando Monckeberg, Luis Maira
entre otros, a nivel nacional y David Crocker, Denis Goulet, Sakiko Fukuda-Parr, Nigel Dower, Oliver
Mongin, Osvaldo Guariglia a nivel internacional. Ver Parker 1998.
Se trata de un estudio realizado sobre base de una acabada conceptualización de poder,
agencia y empoderamiento, con indicadores muy elaborados y una metodología
multidimensional para medir y evaluar empoderamiento y reducción de pobreza en,
Nepal, Indonesia, Etiopía, Honduras y Brasil. El estudio es la prueba de que el
concepto de agencia, entendido en toda su complejidad, no es sólo un valor en términos
de la ciudadanía política sino también en términos del avance en la ciudadanía social y
cultural y en la reducción de la pobreza.
En este contexto todas las experiencias de nuevas formas asociativas son constructivas
de empoderamiento en la medida en que se orienten hacia objetivos de construcción de
ciudadanía democrática. Nos referimos a las nuevas formas de asociación (en nuevo
escenario de la globalización) en los distintos niveles:
- Internacional /multinacional/regional
- Nacional (centralizado, descentralizado, regional)
- Subnacional (municipios, gobierno local, sociedad civil local-territorial,
vecindario)
Formas participativas que vayan involucrando a los ciudadanos: clubes, asociaciones,
foros y movimientos cívicos; nuevas formas de consulta a nivel de gobierno local,
nuevas formas de generación y toma de decisiones, etc.
Mucho se ha escrito acerca del capital social como recurso que puede poner en practica
las capacidades personales y colectivas y generar mejores condiciones para el ejercicio
democrático (Putnam, 1995). No viene al caso profundizar en este factor ya probado
como componente exitoso de procesos de empoderamiento que desembocan en una
ciudadanía activa.
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Me inspiro en las reflexiones de Mirian Bilbao (2009) acerca del Marco Interpretativo para una
Globalización Solidaria que se asienta en las nuevas formas de inserción internacional desde los
gobiernos locales.
Menos conocido es el concepto clave de capital ético. Según Adela Cortina,
“Componen -a mi juicio- el capital ético los valores morales que una sociedad pluralista
comparte desde la diversidad de proyectos de vida buena” (2006). El capital ético es
eso un capital que engendra nueva riqueza y que vale por sí mismo (Cortina, 2004: 26).
Por ello es urgente reconocer los valores morales que son patrimonio de una
determinada comunidad a fin de que ellos sean también factores de empoderamiento en
la perspectiva de construcción de un futuro mejor y más democrático. Sin qe el capital
ético se haga práctica cotidiana, sin que se encarne en las practicas de las familias, las
comunidades, las instituciones, no habrá ninguna posibilidad de potenciar a las prácticas
ciudadanas. Un buen camino es la educación ciudadana que debe, junto con elevar las
capacidades de construcción de redes solidarias, el sentido de las responsabilidades, la
conciencia de ciudadanía activa y el alfabetismo científico y cívico5. Una ética de la
transformación pasa en primera instancia por una buena escuela de ciudadanía que no
endoctrine sin que apele a la conciencia y a la reserva moral de los ciudadanos, de tal
forma que se convierta a la democracia en un estilo de vida.
Para superar el simple ejercicio dialogal que corre el riesgo de decaer en demagogia se
requiere de la deliberación crítica, esto es, sobre la base de el ejercicio de una
consciencia crítica que posibilite la autocrítica de las prácticas ciudadanas, la crítica de
las prácticas expertas y la toma de distancia en relación a las practicas institucionales,
pero sin dejar de incidir en ellas.
Una ética del desarrollo sustentable y democrática a nivel nacional e internacional bien
fundada debería tomar en consideración, además de la ciudadanía activa de la que
hemos hablado, las particularidades e identidades locales y regionales y propender a
alcanzar ciertos consensos por la vía de procesos deliberativos trans-societales
(Crocker, 2008:45) e interculturales (Parker, 2006) escapando tanto al peligro del
universalismo – que corre el riesgo del etnocentrismo eurocéntrico – como el
relativismo de quienes postulan la imposibilidad de llegar a acuerdo en principios de
ética social, derechos humanos, estilos de desarrollo comunes a las diversas
comunidades culturales y civilizaciones planetarias.
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Hemos desarrollado una investigación Fondecyt que busca elaborar un concepto operativo de
alfabetismo científico cívico que conjuga la necesidad de alcanzar un mínimo de información y
entendimiento de la ciencia y la tecnología contemporánea junto a una clara conciencia cívica respecto al
control ciudadano que se debe ejercer sobre la ciencia y la tecnología en las democracias avanzadas. Ver
López Segrera y C. Parker 2009.
Los fundamentos de un modelo alternativo de inserción en el comercio internacional,
sobre la base de prácticas justas y sustentables, no resultan de las posibilidades
ofrecidas por las rentabilidades económicas de los proyectos y procesos sino de una
concepción de ciudadanía activa que pone el acento en la dimensión ético-político en la
construcción de la sociedad civil local. El círculo virtuoso de que nos habla David
Crocker es factible: comercio justo, superación de la pobreza y ampliación democrática
son componentes de una nueva forma de entender la globalización como una
oportunidad para el reinado de la solidaridad.
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Bibliografía:
Ruth Alsop, Mette Frost Bertelsen, Jeremy Holland (2006), Empowerment in practice: from analysis to
implementation, Washington D.C, The World Bank.
Ulrich Beck (1998), ¿Que es la Globalización?, Falacias del globalismo, respuestas a la globalización, Buenos Aires,
Paidos.
Mirian Bilbao (2009), Ciudades y Gobiernos Locales como Actores de la Sociedad Internacional:
Argentina y Chile en perspectiva comparada, Santiago de Chile, Tesis para optar al Grado de Doctor en Estudios
Americanos, Universidad de Santiago de Chile.
Adela Cortina et al (2004), El capital ético: la riqueza de los pueblos, Santiago de Chile, Comisión Bicentenario.
David A. Crocker (2009ª), “Globalización, reducción de pobreza, y democracia,” en Crisostomo Pizarro, ed.,
Globalización y Justicia Social, Barcelona: Editorial Ariel, pp 61-84.
David A. Crocker (2009b), “Comercio, Reducción de la Pobreza, y Democratización: Hacia un Círculo Virtuoso”,
ponencia en Foro de Valparaíso, Universidad Católica de Valparaíso, 26 de junio de 2009.
David A. Crocker (2008), Ethics of Global Development: Agency, Capability, and Deliberative Democracy
(Cambridge: Cambridge University Press, 2008), cap. 11.
David A. Crocker (1998), “Consumo y Bienestar” en Cristian Parker (ed) (1998), Etica, Democracia y Desarrollo
Humano, Santiago de Chile, LOM, pp. 85-97.
Francisco López Segrera y Cristian Parker Gumucio (2009), “Alfabetismo científico, misión de la universidad y
ciudadanía: ideas para su construcción en los países en vías de desarrollo”, Avaliação (Campinas), Julio, vol.14, no.2,
p.267-290.
Martha Nussbaum (2002), Las mujeres y el desarrollo humano: el enfoque de las capacidades, Barcelona, Herder.
Anthony Giddens (1984). The Constitution of Society: Outline of the Theory of Structuration. Cambridge: Polity Press.
Denis Goulet (1995), Development Ethics, A Guide to Theory and Practice, London, Zed Books Ltd.
Cristián Parker (2006) “Identidades e Interculturalidad en América Latina, Marco de Interpretación Dinámico”, en
Guillermo Fernández-Beret (ed.), Identidades abiertas: Entre la fijación fundamentalista y la pérdida de sentido,
Santiago de Chile: Instituto Pedro de Córdoba, U. Arcis, pp. 51–102.
Cristian Parker (ed) (1998), Etica, Democracia y Desarrollo Humano, Santiago de Chile, LOM.
Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (2006), Hacia una descentralización con ciudadanía: Informe
sobre Desarrollo Humano Perú 2006 , Lima: Mirza Editores e Impresores SAC.
Robert D. Putnam (1995), “Bowling Alone: America's Declining Social Capital”, Journal of Democracy 6:1, Jan 1995,
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