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E X P L O T A C IÓ N , L I B E R T A D Y J U S T IC IA

Jon Elster
La explotación es la generación de injusticia económica mediante las transacciones del mercado libre. Esta es la
tesis que quiero discutir en éste artículo. La tesis provocará desacuerdo en dos frentes distintos. En primer
lugar, los marxistas dirán que el trabajado está forzado a vender su fuerza de trabajo y que, por tanto, el contrato
salarial no es una transacción libre. Por el contrario, los liberales argumentarán que si las transacciones son
libres el resultado no puede ser injusto. Cada una de estas objeciones tiene algo de razón, por lo que mi defensa
de la tesis no es incondicional. Iré discutiendo por partes cada una de las tres nociones que aparecen en el título:
explotación, lib ertad y justicia. Puesto que también estoy interesado en aclarar lo que considero uno de los
mayores escollos del pensamiento de Marx me referiré a menudo a sus escritos, pero el problema exegético es
secundario en relación con los sustantivos.
1. L A E S T R U C T U R A D E L A E X P L O T A C I Ó N C A P I T A L I S T A
Definiré la explotación marxiana como la intersección de dos categorías más generales. Por un lado, es un caso
especial de la noción marxiana más general de la extracción de plustrabajo; por otro lado, es un caso especial de
una noción de explotación más general que abarca también variedades no marxistas.
Según Marx el plustrabajo se puede extraer por “coacción directa”1 o por “obligación extraeconómica”2, por un
lado, y por “la fuerza de las circunstancias”3 o por “la sorda obligación que imponen las relaciones económicas”4,
por otro. La primera es el modo de extracción de plustrabajo característico de l esclavitud o el feudalismo, o al
menos de los sectores sin mercado de esos sistemas. La última se encuentra en el capitalismo y, más general,
en las economías de marcado. Reservaré el término “explotación” para la última haciendo referencia a la primera
como “la extracción forzosa de plustrabajo”. Esta terminología, aunque contraria a la de Marx5, está apoyada por
el uso más general así como por ciertas consideraciones sustantivas.
Al consultar el OED∗, el Littré, el Duden y el Diccionario alemán-inglés de Harrap resulta que “explotar”,
“explotador” y “ausbeuten” tienen tres significado centrales que son importantes para nuestros propósitos. En
primer lugar, se encuentra el sentido moralmente neutro de “hacer uso de”, como en la explotación de recursos
naturales. En alemán se traduce más bien por “ausnützen”, de ahí la sugerencia de Marx en La ideología
alemana de una conexión entre utilitarismo y explotación6. En segundo lugar, se encuentra el significado
moralmente negativo de “sacar provecho por motivos egoístas” (OED) o “/skrupellos/ für sich ausnützen”
(Duden). Cuando se aplica a una persona considerada como “mero material de trabajo”, la explotación significa
tratar al otro no como un fin en sí mismo, sino como un medio para la satisfacción o el beneficio de otro. En éste
sentido la explotación puede ser mutua, como en el acto de intercambio. En La ideología alemana Marx habla,
efectivamente, de explotación mutua cuando se refiere a la tendencia general del capitalismo de valorar a los
otros según su utilidad7. Marx consideraba, desde luego, que este fenómeno es moralmente deplorable, pero
está más relacionado con la alienación que con lo que denominó en los últimos escritos económicos

1 Karl Marx, Capital III, Nueva York, International Publishers, 1967, p- 795. [El Capital, 8 vols., Madrid, Siglo XXI, 1975-1984]
2 Ibid., p.791
3 Ibid., p.795

4 Karl Marx, Capital I, Nueva York, Internatinal Publishers, 1967, p.737.

5 Tanto en la esclavitud (Capital III, p. 809) como el feudalismo (Capital I, p.715) encuentra Marx explotación.

Oxford English Dictionary [N. de T.]
6 The German ideology, en Marx y Engels, Collected Works, Londres, Lawrence and Wishart, vol. 5, p. 409 [La ideología

alemana, Barcelona, Edicions 62, 1969]


7 Ibid., pp. 409, 410, 416.

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explotación8. En tercer lugar se encuentra la noción asimétrica de “sacar provecho injusto de alguien” (Harrap) o
“tirer un peu profit ilicite ou peu honorable de quelque chose” (Littré). Creo que eso es lo que mejor capta la
noción de explotación capitalista que se encuentra en El Capital.
La frase “sacar provecho injusto de otro”, tal y como yo la entiendo, no sólo no implica la idea de forzar
físicamente a alguien a trabajas para beneficio de otro, sino que, en realidad, la excluye. Como sostendré más
abajo, en la sección 2, esto no excluye que la persona de la que se saca provecho esté, en algún sentido,
“forzada” o “coaccionada”, pero este sentido no puede ser aquel que implica una violación de su libertad física.
Tal violación, por otro lado, estaba en el centro de la extracción de plustrabajo del esclavo o del siervo. En un
importante caso especial, el de los mercados perfectamente competitivo, la explotación también difiera de otras
formas de extracción de plustrabajo en el hecho de que ambas partes se benefician9.Puede no haber explotación
mutua, pero puede haber explotación mutuamente beneficiosa. Estas diferencias entre explotación capitalista y
modos precapitalistas de extracción de plustrabajo proporcionan la razón sustancial que se encuentra tras la
terminología que estoy usando.
El punto de partida para mi discusión de la explotación marxiana será uno de los modelos desarrollados por
John Roemer en su reciente y pionero análisis de la explotación y las clases10. El trabajo de Roemer ofrece una
serie de modelos de explotación. La aproximación más general (explicada brevemente más abajo, en la nota 15)
le permite caracterizar la explotación tanto en las economías socialistas como en las capitalistas. Sin embargo,
sólo aprovecharé los modelos de la Parte II de su libreo. Estos tratan de explicar cómo la explotación y la división
de clases puede surgir endógenamente mediante intercambios de mercado, rompiendo así con la práctica
marxista usual de considerar este fenómeno como dado. Más específicamente, imaginemos un conjunto de
individuos provistos con la misma cantidad de fuerza de trabajo (o la misma habilidad) pero diferentemente
dotados con otros factores de producción. Además de los individuos tenemos que asumir la presencia de un
Estado que garantice sus derechos de propiedad y haga cumplir los contratos. Existen técnicas bien definidas
para producir todos los bienes excepto la fuerza de trabajo, que es el único bien escaso. Dada la existencia de
un mercado de trabajo “un agente puede dedicarse a res tipos de actividad económica: puede vender su fuerza
de trabajo, puede comprar la fuerza de trabajo de otros o puede trabajar para sí mismo. Su imperativo es que
debe ser capaz de desembolsar, por adelantado, los costes de funcionamiento de las actividades que escoja
realizar, ya sea con su fuerza de trabajo o con la fuerza de trabajo comprada, financiadas por el valor de su
dotación”11.
La dotaciones y la fuerza de trabajo se evalúan aquí al precio y la tasa de salario que se obtienen en equilibrio
competitivo12. Junto a la limitación de capital, Roemer asume que hay una limitación en la duración del día de
trabajo. Se supone que el agente maximiza su beneficio neto dentro de esas limitaciones-

8 Véase Stanley Moore, Marx on the choice between Socialism and Communism, Cambridge, Mass., Harvard University
Press, 1982, p. 206.
9 Karl Marx, Theories of surplus-value, Londres, Lawrence and Wishart, 1972, vol. 5, p. 6; véase también John Roemer, A

general theory of explotation an class, Cambridge, Mass., Harvardd University Press, 1982, p. 206- [Teoría general de la
explotación y de las clases, Madrid, Siglo XXI, 1989, p.226.]
10 Roemer, A general Theory. En las partes I y II de su trabajo Roemer desarrolla una serie de modelos de explotación, que

se diferencian en la motivación que se atribuye a los agentes (las de subsistencia frente a las de acumulación) y en los
mercados en los que las transacciones tienen lugar (mercado de mercancías, mercado de trabajo y mercado de crédito).
11 Roemer, A general Theory, p. 113 [Ibid., p. 125.]

12 Véase Roemer, A general Theory, pp. 44-45 [Ibid., pp. 51-52], para una discusión del equilibrio de múltiples precios y su

relación con la explotación.

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Podemos, pues, plantearnos tres preguntas con respecto a los agentes económicos:
1. ¿Cuál es su beneficio?
2. ¿Trabajan para ellos mismos, venden su fuerza de trabajo o emplean trabajo?
3. ¿Trabajan más horas de las que están incorporadas en las mercancías que compran con un beneficio
neto?
La primera pregunta se refiere a la riqueza de los agentes económicos, la segunda a su pertenencia de clase y la
tercera a su estatus de explotación. Roemer demuestra en una serie de importantes teoremas que todo esto está
sumamente relacionado13. Los explotadores sin personas ricas que emplean a otros para que trabajen para
ellos. Esto puede que no resulte sorprendente, pues los primeros marxistas tendían a asumir que era verdadero
por definición sin darse cuenta de que hay que probarlo.
El modelo de Roemer es admirablemente claro e instructivo. Aunque es muy abstracto recalca muy bien muchas
de las características centrales de la teoría marxiana de la explotación y las clases. Por otro lado, debido al
elevado nivel de abstracción, tiende a oscurecer otros aspectos importantes de la explotación. Para ser más
explícito sostendré que el modelo recalca muy bien la naturaleza modal y estructural de la explotación mientras
que la restringe indebidamente mediante un marco estático y competitivo. La pertenencia de clase es una noción
modal en el siguiente sentido. Un trabajador no se define como aquel agente que vende realmente su fuera de
trabajo sino como un agente que tiene que vender su fuerza de trabajo para optimizar. Algunos agentes tienen la
opción de optimizar vendiendo si fuerza de trabajo, pero lo podrían hacer igualmente bien trabajando para sí
mismo; por tanto, en ves de trabajadores serían pequeño burgueses. Los trabajadores están “forzados a vender
su fuerza de trabajo”. De igual modo, un capitalista es un agente que tiene que emplear trabajo para optimizar, a
diferencia del pequeño burgués que puede considerar estos como una solución óptima entre otras. No podemos
observar la conducta real para definir la pertenencia de clase, antes bien, tenemos que observar las limitaciones,
las necesidades y las posibilidades. Por tanto, el principio de correspondencia case-explotación sólo vale para
clases moralmente definidas: una persona que tienen que vender su fuerza de trabajo para optimizar siempre es
un agente explotado, mientras que un pequeño burgués que decide vender la puede estar explotado o
no.14Debería añadir que hay también otra razón por la que la conducta es un indicador de clase inadecuado:
algunos agentes pueden decidir no optimizar. Una persona con una buena dotación no se convierte en un
trabajador en caso de que decida vender su fuerza de trabajo si ésta no es una de sus soluciones optimizadotas.
Mientras que sus recursos le obliguen a emplear trabajo para optimizar seguirá siendo un capitalista. Para
abandonar la clase capitalista tendrá que deshacerse de sus recursos en lugar de usarlos ineficazmente. Esto,
me parece, tiene importancia sociológica. La posición análoga para el trabajador es menos interesante puesto
que el trabajador no sólo está forzado a vender su fuerza de trabajo para optimizar sino que también está
forzado a optimizar. Discutiré este asunto de nuevo más adelante en la sección 2.
La idea de la explotación estructural se puede entender de diversas maneras. Por ejemplo, en sentido amplio, se
puede decir que los desempleados están explotados estructuralmente, aunque no trabajen, pues estarían mejor
si se les diera una parte de los bienes de capital de la sociedad15. Este no es el sentido que tengo en mente

13 Roemer, A general Theory, teoremas 4.3, 4.6 y 4.7


14 Véase Roemer, A general Theory, pp. 131-132 [Ibid., pp. 145-146] para una explicación de esta indeterminación.
15 Según la Teoría general de la explotación propuesta en la Parte III del libro de Roemer, un grupo está explotado de modo

capitalista si abandonando la sociedad con su parte per cápita de medios de producción estuviera mejor y la clase
complementaria estuviera peor. Esto, por ejemplo, significaría que los desempleados forman un grupo explotado, lo que es,
en mi opinión, contraintuitivo. En el reciente artículo de Roemer “Property relations vs. Surplus value in Marxian
exploitation”, Philosophy and Public Affaires,1983, añade la condición de que el grupo complementario también debería

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aquí. Más bien lo uso para recalcar el hecho de que la explotación no es un fenómeno cara a cara, sino de
equilibrio general (el efecto neto de las distintas transacciones que emprender un agente en mercados
diferentes). En los modelos de Roemer no es posible, de hecho, definir la relación “A explota a B”, sino sólo los
predicados “A es una explotador” y “B es un explotado”. Aunque se puede identificar una transacción específica
entre dos individuos en virtud de la cual uno fuera un agente explotado y otro un explotador, esto no tienen por
qué ser siempre así. Marx, por ejemplo, afirma que un terrateniente que arrienda su tierra a un arrendatario
capitalista es un explotador, aunque no explote trabajo directamente16. Según esta consideración estructural de
la explotación, la clase capitalista como un todo es la que obtiene provecho injusto de la clase trabajadora como
un todo, pero puede resultar imposible definir de igual manera confrontaciones claras entre individuos. Considero
que este sentido estructural de la explotación es de hecho el más adecuado para propósitos normativos, pero
puede ser menos importante para propósitos explicativos. Los administradores más que los accionistas podrían
ser el objeto de la acción colectiva de la clase obrera17.
El carácter estático del modelo de Roemer es un serio inconveniente por dos razones. En primer lugar, parte del
excedente que acumula el explotador se puede emplear para invertir en la producción futura, y parte de la futura
producción puede beneficiar a los trabajadores. Marx escribe en El Capital que “ la mayor parte del plusproducto
acumulado anualmente se malversa por ser extraído sin devolver un equivalente”18.Si esto es lo que constituye
la injusticia moral de la explotación, la devolución posterior de la parte del excedente la haría menos injusta19. De
esta forma la injusticia de la explotación dependería del tamaño y la distribución del consumo capitalista no
ganado, no del tamaño del excedente20. En segundo lugar, los trabajadores, como los capitalistas, pueden
ahorrar e invertir si los salarios están por encima del nivel de subsistencia. Si los trabajadores ahorran
desigualmente, una distribución inicial de recursos equitativa podría ser a su vez la base para la explotación de
los trabajadores por los ex trabajadores. No es obvio que esto esté sujeto a la misma condena moral que la
explotación debida a dotaciones que no son, en ese sentid, “merecidas”. En resumen, la aproximación estática o
de un solo período a la explotación es errónea porque tanto el uso futuro de los beneficios como el origen
pasado del capital son moralmente importantes. Volveré sobre estos temas más abajo, en la sección 3.
La naturaleza competitiva del modelo lo hace inaplicable a las economías capitalistas con negociación colectiva
u otros modos de interacción que impliquen coaliciones, tales cono las tácticas de los capitalistas del “divide y

estar pero si abandonara con sus propias dotaciones (no con su parte per cápita). De acuerdo con esta definición el
desempleado no está explotado, sino más bien, como dice Roemer “tratado injustamente desde un punto de vista
marciano”. En mi “Roemerm vs. Roemer” (Politics and Society, 1982) doy un ejemplo de un grupo que satisface las tres
condiciones de la definición de explotación revisada de Roemer, y con todo no se podría decir que está explotado en ningún
sentido intuitivo. En ese artículo también doy mis razones para creer que ninguna definición de explotación en términos de
aseveraciones cantrafácticas puede captar la naturaleza esencialmente causal del concepto.
16 Capital III, p. 829

17 Max Weber, Economy and society, Nueva Yor, Bendminster Press, 1968, p. 305.

18 Capital I, p. 611

19 Véase C.C. von Weizsäcker, “Modern capital Theory and the concept of exploitation”, Kyklos, 1975.

20 Esto se podría modificar en un aspecto importante. El tamaño del plus producto podría ser un buen indicador de la

injusticia procedente del acceso a las decisiones de inversión. Algunos escritores (por ejemplo, Leszek Kolakowski, Main
Currents of Marxism, Oxford, Oxford University Press, 1978, vol. I, p. 305), consideran explotador este “poder exclusivo de
decisión”, pero creo que es preferible la definición corriente en términos de exceso de trabajo. Se podría sostener, sin
embargo, que en el capitalismo contemporáneo las desigualdades de poder importan más que las desigualdades en el
consumo, pero no puedo introducirme aquí en éste problema,

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vencerás”21.Para determinar la tasa de explotación en un modelo de un solo período de negociación colectiva se
tendrá que apelar a alguna teoría de monopolio bilateral, como por ejemplo la de Zeuthen-NashHarsanyi que, de
un modo preciso, hace que el resultado dependa de la fuerza de negociadora relativa de las partes22. Entonces
puede ser cierto en sentido literal que la clase capitalista obtenga injustamente provecho de la clase obrera, lo
que es distinto del sentido más indirecto en el que se usaba la expresión supra. En el caso de la negociación en
diversos períodos, que es más interesante, tanto la calase obrera como la clase capitalista habrán de tener en
cuenta el impacto del convenio salarial actual sobre el futuro flujo de ingresos. En Marx se encuentran elemento
de semejante razonamiento cuando sugiere que a la clase capitalista le interesa contener su avaricia porque, de
otra manera, se vería amenazada la reproducción física de los trabajadores23, y que a la clase obrera le interesa
contener sus demandas salariales para no poner en peligro el crecimiento económico y los futuros incrementos
salariales24. Más recientemente Kelvin Lancaster ha propuesto un modelo análogo en el que los capitalistas se
contienen por temor a que los obreros puedan tomar represalias frente a unos elevados niveles de consumo
capitalista, mediante grandes demandas salariales y pagos sociales25. A diferencia de las alusiones de Marx a un
modelo temporalmente definido, el modelo de Lancaster es verdaderamente estratégico, pues las decisiones de
ambas clases son interdependientes en el sentido de ser la “mejor respuesta” de una frente a la otra.
Para concluir debería decir que a discusión anterior no ha proporcionado todavía ninguna base para las
afirmaciones normativas sobre la injusticia de la explotación. Estaba interesado en mostrar o que significa la
explotación, en el sentido técnico marxiano de trabajar más que la cantidad de trabajo incorporado en los bienes
que uno puede comprar con sus ingresos, y en esbozar algunas de las formas en que puede surgir, por
competición o negociación colectiva basada en la propiedad diferenciada de los medios de producción. He
afirmado que para Marx esto también era un caso, sin duda, de explotación en el amplio sentido de obtener
provecho injusto, pero tengo que exponer y discutir todavía el criterio de justicia que esto implica.
2. L I B E R T A D , C O A C C IÓ N Y F U E R Z A B A JO E L C A P IT A L IS M O
¿Está el trabajador coaccionado o forzado a vender su fuerza de trabajo?. Si es así, ¿cómo se compadece esto
con el hecho de que el capitalismo, a diferencia de anteriores modos de producción, ofrezca bastante libertad al
trabajador?. Comenzaré con esta última pregunta e investigaré el sentido y los límites en los que el trabajador
tiene libertad de elegir en el capitalismo. Preguntaré entonces si se puede decir que el trabajador está
coaccionado a vender su fuerza de trabajo, asumiendo que esta expresión implica la existencia de un agente
que lo coaccione. Finalmente, centrándome en los casos en los que esta pregunta se contesta negativamente,
consideraré si el trabajador podría, sin embargo, no estar forzado a vender su fuerza de trabajo, asumiendo que
esta expresión es neutra con respecto a la existencia de un agente que lo fuerce.
Siguiendo a Marx, el trabajador tiene libertad de elegir lo que se refiere, por lo menos, a tres decisiones
económicas diferentes. En primer lugar, es libre de abandonar la clase obrara en su conjunto; en segundo lugar,
es libre de elegir a su patrono; y en tercer lugar, es libre de gastarse el salario como le plazca. Discutiré esto por

21 Sobre el divide y vencerás véase de Lloyd Shapley y Martín Shubik “Ownership and the production function”, Quarterly
Journal of Economics, 1967; y de Jun Roemer “ The simple analytics of divide abd conquer”, material de trabajo número 203
del Departamento de Economía de la Universidad de California, Davis.
22 Véase mi artículo “Marxism, functionalism and game theory”, Theory and Society, 1982 [“Marxismo, funcionalismo y teroía

de juegos”, Zona Abierta, 33, octubre- diciembre de 1984, pp. 21-26* para una breve exposición con aplicaciones a la
explotación.
23 Capital I, p. 239

24 Karl Marx, “Wages”, en Collected works, vol. 6, pp. 410, 428, 435.

25 Kelvin Lancaster, “The dynamic inefficiency of capitalism”, Jounal of Political Economy, 1973

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partes pero permítaseme realizar primero una distinción entre dos sentidos de liberta. A uno de ellos nos
podemos referir como “libertad formal”: consiste simplemente en la ausencia de coacción, en el amplio sentido
indicado más abajo. Al otro modo lo denomino “capacidad real” y se define por el hecho de que la capacidad real
de hacer x y el deseo de hacer x supone hacer x26. La libertad formal de hacer x y el deseo de hacer x no
supone, por otro lado, hacer x a menos que se den los recursos materiales y personales necesarios. La
capacidad real es incondicional, la libertad formal es condicional en el sentido de que necesita recursos para ser
efectiva.
Marx sostiene que en “la sociedad burguesa cualquier trabajador, si es sumamente inteligente y es un tipo sagaz
dotado con los instintos burgueses, y se ve favorecido por una suerte excepcional, es posible que se convierta
en un exploiteur du travail d’autrui”27. Esto, como es evidente por la partícula condicional, no es más que libertad
formal cuya transformación en capacidad real depende, entre otras cosas, del talento personal. Por otro lado, la
libertad de elegir patrono es una capacidad real, bajo las condiciones competitivas asumidas normalmente por
Marx28. Así, vemos que el trabajador es libre en el sentido más importante (este es, capacidad real) con respecto
a la libertad menos importante (la libertad de elegir patrón) mientras que es libe en el sentido más débil con
respecto a la libertad más importante. Marx sostuvo que esta última libertad tiende crear la ilusión de que el
trabajador no sólo es libre con respecto al capitalista individual sino también al capital como tal29. Esta ilusión se
ve reforzada por la libertad formal con respecto al capital como tal, esto es, la libertad condicional de abandonar
la clase obrera en su conjunto. Marx sugiere a veces que esta ilusión se refuerza además por la libertad
(incondicional) del trabajador como consumidor30, pero sugiere de igual modo que esta libertad conduce a un
desarrollo del autocontrol y la autonomía del trabajador, capacitándolo para su futuro papel revolucionario31.
G. A. Cohen ha sostenido que los trabajadores son incondicionalmente libres de abandonar la clase obrera,
pero, en otro sentido, no son libres de hacerlo32. Partiendo de la observación empírica de que en la Gran Bretaña
actual muchos emigrantes pobres son capaces de acceder a la pequeña burguesía gracias a su disposición para
trabajar muchas horas, Cohen sostiene que esta opción está de hecho abierta a cualquier trabajador. En su
opinión, hay más escapes posibles para los trabajadores que escapados reales, aunque muchos menos que
trabajadores, esto es, escapados potenciales. Cualquier trabajador puede abandonar su clase, pero no pueden
hacerlo todos33. La razón por la que cualquier trabajador tiene la libertad incondicional de abandonar la clase
obrera es que casi ningún trabajador decide usarla. Cohen sugiere, además, que una explicación posible de que
no hagan uso de ella puede ser la solidaridad: ningún trabajador desea usar una opción que no es
colectivamente asequible. Según esta expresión, los trabajadores están forzados colectivamente a vender su

26 Más precisamente, el hecho de que yo sea realmente capaz de hacer x. Dada esta definición de capacidad real se puede
decir que el hecho de que yo sea realmente capaz de hacer x y el que yo prefiera x a todas las demás cosas que soy
realmente capaz de hacer supone que haga x.
27 Results of the immediate process of production, apéndice del Capital I, Nueva Cork, Vintage Books, 1997, p. 1079.

28 Ibid., pp. 1032—1033.

29 Capital I, pp. 574, 614.

30 Karl Marx, “Reflections”, en Collected works, vol. 10, p. 519.

31 Results of the immediate process of production, p. 1033.

32 Véanse sus artículos “Capitalism, freedom and the proletariat”, en Alan Ryan, comp.., The idea of freedom: essays on

honour of Isaiah Berlin, Oxford, Oxford University Press, 1979; “Illusions about private property and freedom”, Issues in
Marxist philosophy, 4, Sussex, Harvester Press, 1981; “The structure of proletarian unfreedom”, Philosophy and Public
Affairs, 1983.
33 Sobre la estructura lógica que esto implica véase mi Logic and society, Chichester, Wiley, 1978, pp. 97 ss.

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fuerza de trabajo, auque son individualmente libres de no hacerlo. La tendencia a confundir la libertad individual
con la colectiva es un refuerzo adicional a la ilusión de independencia mencionada más arriba.
Vuelvo ahora al problema de si el trabajador está coaccionado a vender su fuerza de trabajo. Para discutir esto
tengo que explicar primero lo que entiendo por coacción. El caso paradigmático de coacción consiste en hacer
que alguien haga algo que, de otra forma, no hubiera hecho amenazándolo con un castigo físico; pero yo usaré
el término en un sentido mucho más amplio. Se cubren así todos los casos de amenazas, bien aquellos en los
que se infringe un castigo, bien aquellos en los que se retiene un beneficio. Se cubren, además, los casos de
amenazas que recurren tanto a sanciones o beneficios económicos como físicos. Por último, se cubre una clase
más general de manipulaciones del entorno: se priva intencionalmente al agente coaccionado de alguna opción
que, de otra forma, hubiera tenido. Esto puede ir o no con una opción extra añadida. – por ejemplo, una oferta –
al conjunto de posibilidades original.34 La característica común a estos casos consiste en que un agente A realice
una acción X que se ha propuesto, y las consecuencias reales de hacer que otra persona B realice una acción Y
diferente de la acción Z que B habría realizado si A hubiera perseguido un curso de acción “normal” W. Tenemos
que especificar también que B prefiere la situación contrafáctica en la que A hace W y él Z a la real en la que A
hace X y él hace Y. Sin embargo, no tenemos que añadir que A prefiere la situación real a la contrafáctica,
aunque normalmente esto se así de hecho. (A puede coaccionar a B sólo para ejercitar sus músculos). Es claro
que todo depende en gran medida de cómo determinemos el curso “normal” de acción de A. En algunos casos,
se podría definir como lo que suele hacer A, y en otros como lo que habría hecho de no haber estado B. No
intentaré resolver aquí el problema de la base apropiada para realizar las acusaciones de conducta coactiva,
sólo observaré que no se debería definir como el curso que A debía de haber seguido.35 Esto haría imposible,
por ejemplo, decir que la política coacciona justamente a la gente para que no cometan crímenes.
Si Se acepta esta descripción de la coacción, al menos a grandes rasgos, se sigue una consecuencia inmediata:
cuando un capitalista individual realiza una oferta salarial a un trabajador individual en un mercado laboral
competitivo, éste último no está obligado a aceptarla. Este es el caso que Marx toma como paradigmático por
razones principalmente metodológicas. De hecho, solía ignorar los casos intermedios entre la obligación física y
los contratos laborales no coactivos. Tales casos intermedios surgen en “mercados poco densos”, esto es,
cuando hay algún grado de monopolio o monopsonio.36 Si un capitalista tiene un monopsonio local como
comprador de fuerza de trabajo, puede coaccionar al trabajador para que acepte salarios más bajos de los que
habría tenido que ofrecer para atraer a los trabajadores de otros sitios. Con todo, incluso en este caso el
trabajador no está necesariamente obligado a vender su fuerza de trabajo, o a venderla a un precio
especialmente bajo. Un ejemplo de cómo se podría obligar al trabajador a vender su fuerza de trabajo sería
aquel en el que un capitalista diera primero los pasos para presentar la alternativa del empleo por cuenta propia
como imposible o poco atractiva y luego realizara su oferta laboral.
Considérese ahora el caso de la negociación colectiva. Una objeción normal contra el argumento de que los
trabajadores están obligados a tal negociación es que nada impide a los sindicatos a establecer sus propias
empresas. Tienen el capital y la mano de obra para hacerlo. Si deciden no hacerlo tiene que ser porque
consideran que les iría peor que como trabajadores asalariados, pues carecen, por ejemplo de habilidad
organizativa o, lo que es menos probable, porque no confían en que conservarán parte de los beneficios

34 Véase David Zimmerman, “Coercive wages offers”, Philosophy and Public Affairs, 1981, p. 133.
35 Ibid., pp. 127 ss.
36 Debo este argumento (y la expresión “mercados poco densos”) a Pranab Bardhan.

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corrientes para invertir.37 Sin embargo, hay otra explicación posible, paralela a la sugerencia hecha más arriba
sobre los trabajadores individuales. La clase capitalista podría buscar activamente la forma de minar la
rentabilidad de las empresas obreras, por ejemplo, haciendo más difícil la financiación externa o
malvendiéndosela (por encima o por debajo de lo que tiene lugar e la competición entre empresas capitalistas).
En este caso sería cierto que los trabajadores están obligados a vender su fuerza de trabajo.38
Un caso más complejo es el siguiente. Los trabajadores de una empresa dada están desorganizados. Si se
organizan podrían establecer sus propias empresas; por tanto, los empresarios intentan impedir que se
organicen. No tengo aquí en mente políticas tales como las de las acciones contra la organización, que caen
fuera de la presente discusión. Más bien los empresarios podrían usar su poder económico para influir en las
variables que determinan la probabilidad de éxito de la acción colectiva de los trabajadores. Se puede citar como
ejemplo el uso de las tácticas del “divide y vencerás”, por ejemplo, emplear a trabajadores de una etnia o
nacionalidad diferentes. Si esto se hace a propósito para evitar que los trabajadores se liberen de la “amenaza
invisible” del contrato salarial, estarán, en efecto, obligados a vender su fuerza de trabajo. Creo, sin embargo,
que esto es principalmente una posibilidad teórica. Es mucho más importante el hecho de que los empresarios
puedan hacer uso de estas tácticas debido a que los trabajadores organizados podrían imponer un salario más
elevado, no porque puedan romper con las relaciones salariales en general. En este caso, los trabajadores están
obligados a aceptar salarios bajos, no a vender sui fuerza de trabajo.
¿Está el trabajador obligado a vender su fuerza de trabajo? Esta noción se puede considerar en tres sentidos
distintos. En primer lugar, dados los diversos condicionantes a los que se enfrenta, el trabajador tiene sólo dos
opciones: vender su fuerza de trabajo o morirse de hambre. En segundo lugar, auque el trabajador pueda
sobrevivir sin vender su fuerza de trabajo sus condiciones serán tan malas que la única opción aceptable es
vender su fuerza de trabajo. En tercer lugar, el trabajador tiene que vender su fuerza de trabajo para optimizar,
pero puede haber formas de sobrevivir que no entrañen el trabajo asalariado. El tercer sentido se puede dejar a
un lado por ser claramente falso. Estar forzado a vender la fuerza de trabajo para optimizar no se considera
como estar forzado a vender la fuerza de trabajo a menos que se esté también forzado a optimizar,39 en
cualquiera de los dos primeros sentidos.
Como en el primer sentido, obsérvese que esta idea no es equivalente a la de que los salarios estén al nivel de
subsistencia. Lo salarios podrían estar por encima del nivel de subsistencia y, sin embargo, la única alternativa
la trabajo asalariado podría estar por debajo del nivel de subsistencia si el trabajador no tiene acceso al capital.
Por el contrario, los salarios podrían estar al nivel de subsistencia debido a la existencia de una masa de
campesinos que viviera, de un modo parecido, al nivel de subsistencia, forzando a los salarios a bajar a su nivel
pero proporcionando una ocupación alternativa al trabajo asalariado. Por tanto, las pruebas relativas a las
tendencias en el nivel de salarios no son pruebas directas del problema de si los trabajadores están forzados a
vender su fuerza de trabajo o a morirse de hambre. Se podría apelar al proceso de acumulación primitiva, pero
esto supondría en gran medida que los trabajadores estarían obligados al trabajo asalariado, más que forzados

37 Véase Finn Kydland y Edward Prescott, “Rules rather than discretion”, Journal of Political Economy, p. 486.
38 Robert Nozick escribe contra esto (Anarchy, state and utopia, Oxford, Blackwell, 1974, pp. 252-253). “Y no afirmar que va
contra el interés de la clase de los inversores apoyar el crecimiento de alguna empresa sería el fin del sistema empresarial.
Los inversores no son tan altruistas. Obran en su interés personal y no en su interés de clase.” Esto puede ser de hecho así,
pero la historia del capitalismo demuestra que los inversores, sin embargo, se pueden organizar políticamente sobre la base
de sus intereses de clase.
39 Roemer, A general theory, p. 81 (Ibid., p. 91).

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por “la sorda obligación que imponen las relaciones económicas”. En cualquier caso, la idea de morirse de
hambre no es irrelevante para las economías capitalista modernas.
El modo más razonable de entender el argumento de que el trabajador está forzado a vender su fuerza de
trabajo consiste en considerarlo en el segundo de los sentidos indicados arriba. La existencia de ocupaciones
alternativas que pudieran permitirle al trabajador sobrevivir es irrelevante si fueran tan poco atractivas que se
pudiera esperar que las eligiera nadie. Por supuesto, esto depende de cómo definamos lo que es aceptable y lo
que no40. Excepto de algunas indicaciones generales, no tengo idea de cómo hacerlo. La noción de lo que es
aceptable se tendrá que definir tanto en términos absolutos como relativos. Si los salarios son altos, se puede
decir que una persona está forzada a vender su fuerza de trabajo si la alternativa sólo le permite sobrevivir, pero
si los salarios están al nivel de subsistencia, la existencia de tal alternativa supone que esa persona no está
forzada a vender su fuerza de trabajo. Por otro lado, algunas alternativas son tan buenas, que aunque el que
ofreciera un salario elevara astronómicamente los niveles, el trabajador no estaría forzado a tomarlo. El
trabajador está obligado a vender su fuerza de trabajo si (1) la alternativa se encuentra por debajo de cierto nivel
crítico y (2) el salario ofrecido está bastante por encima de la alternativa. Probablemente, no se desee que este
nivel crítico se determine mediante consideraciones morales41, pero me siento incapaz de exponer los criterios
no morales que subyacen a nuestras intuiciones a este respecto.
¿Cuál es la importancia moral de ser forzado a vender la fuerza de trabajo? Hay una conocida respuesta
burguesa a esta pregunta: has hecho tu cama, entonces te puede acostar en ella. La respuesta se puede
parafrasear en términos de una distinción entre consideraciones estáticas y dinámicas. Un trabajador puede
estar forzado a vender su fuerza de trabajo en cualquier momento de su vida, pero en cualquier momento podría
dar los pasos que más tarde le liberarán de venderla. Si el abandonar la clase obrera es sólo una cuestión de
preferencias temporales, es decir, la preferencia de ahorrar en vez de consumir, esta respuesta tiene alguna
fuerza. Esto se discutirá de nuevo en la sección 3 infra. Sin embargo, si es una cuestión de estar
excepcionalmente dotado, la respuesta es descaradamente ideológica, pues se apoya en la confusión entre
libertad condicional e incondicional. Si, por último, la razón por la que los trabajadores siguen siendo
trabajadores es la solidaridad con sus compañeros, la respuesta se apoya en una confusión entre libertad
colectiva e individual.
3. I N J U S T IC I A C A P IT A L I S T A Y J U S T IC I A S O C I A L IS T A
En esta sección intentaré exponer la teoría de la justicia de Marx, en parte con miras a explicar por qué condena
la explotación por injusta, y en parte para examinar su validez. Discutiré primero la extendida idea de que Marx
no tiene una teoría de la justicia, porque pensaba que las nociones de derecho y la justicia serían trascendidas
con el completo desarrollo de la sociedad comunista. Luego consideraré la idea de que la propiedad es robo, con
una aplicación a dos casos de explotación. Terminaré discutiendo los principios de la Crítica del Programa de
Gotha: “a cada cual según su contribución” en la fase inferior del comunismo y “a cada cual según sus
necesidades” en la fase superior.
La crítica de la justicia de Marx se debería distinguir de su crítica general de los ideales. Al escribir en La guerra
civil en Francia que los trabajadores “no tienen ideales que realizar”42 parece sugerir que la lucha de clases no
está motivada de ningún modo por las consideraciones normativas. Sin embargo, cualquier lector de los
Manuscritos de economía y filosofía o de los Grundrisse sabe que Marx sostuvo con fuerza el ideal de la

40 Cohen, “The structure of proletarian unfreedom”.


41 Véase Cohen, “Capitalism, freedom and the proletariat”.
42 Marx-Engels Werke, Berlín, Dietz, 1964, vol. 17, p. 343.

9
autonomía o de la autorrealización. La lectura más admisible de la frase citada es que Marx creyó que los
ideales eran políticamente ineficaces, no que él creyera que no existían o que eran relativos por naturaleza. Se
ha insinuado, sin embargo, que los bienes morales y los no morales, esto es, la justicia y la autonomía, difieran a
este respecto43. El valor de la autorrealización es incondicionalmente bueno, mientras que el de la justicia
solamente es “bueno por necesario” en una sociedad dada. Es cierto que hay muchos textos en los que Marx
niega la existencia de ideales de justicia transhistóricos, haciendo valer, por ejemplo, la justicia de la explotación
capitalista44 o sugiriendo que el comunismo plenamente desarrollado es una sociedad en que los derechos se
trascienden en lugar de transformarse45. Con todo, una inspección más detallada de sus opiniones relativas tanto
al capitalismo como al comunismo muestra que estaba sencillamente equivocado con respecto a lo que estaba
haciendo. Marx pudo pensar que no tenía una teoría de la justicia, pero sus análisis reales sólo tienen sentido si
le atribuimos tal teoría.
Más abajo presentaré por qué creo que los análisis de Marx del capitalismo requieren un criterio subyacente de
justicia. Como en el análisis de comunismo, el pasaje de la Crítica del Programa de Gotha en el que declara la
desaparición de la justicia y el derecho en el comunismo pleno llega a ser casi contradictorio. Aquí explica
primero por qué el principio de contribución es inadecuado, por ejemplo, porque no tiene en cuanta las
diferencias entre los trabajadores: “uno esta casado, otro no; uno tiene más niños que otro, y así
sucesivamente”. Entonces concluye:
Pero estos defectos son inevitables en la primera fase de la sociedad comunista tal y como será una vez que
acabe de surgir de la sociedad capitalista tras prolongados dolores de parto. El derecho nunca puede estar por
encima de la estructura económica de la sociedad y su desarrollo cultural condicionado por él.
En una fase superior de la sociedad comunista, después de que haya desaparecido la esclava subordinación del
individuo a la división del trabajo, y con ella también la antítesis entre la división intelectual y física del trabajo;
una vez que el trabajo se haya convertido no sólo en un medio de vida sino en un primer deseo vital; una vez
que las fuerzas productivas se hayan incrementado también con el desarrollo completo del individuo, y las
fuentes de la riqueza social fluyan con mayor abundancia, sólo entonces se podrá cruzar completamente el
estrecho horizonte del derecho burgués, y la sociedad inscribirá en sus banderas: de cada cual según su
capacidad, a cada cual según sus necesidades.46
Cuando Marx se refiere aquí a los “defectos” del principio de contribución está apelando implícitamente a un
principio de justicia más elevado. Además, es entonces cuando expresa el principio, a cada cual según sus
necesidades. Sin duda, Marx pensó que en este pasaje exponía un argumento contra cualquier teoría abstracta
de la justicia, y no se dio cuanta de que sólo podía hacerlo apelando a una teoría del tipo de la que se quería
eximir.
¿Es la propiedad un robo? A menudo Marx se refiere a la transacción entre el capitalista y el trabajador como a
un “atraco”, un “desfalco”, un “robo”, etc. Hay un pasaje que es especialmente sorprendente. Tiene lugar en la

43 Este es el argumento de George Brenkert en “Freedom and private property in Marx”, Philosophy and Public Affairs, 1979,
pp. 135-136 y de Allen Wood en Karl Marx, Londres, Routledge, 1981, pp. 126 ss.
44 Por ejemplo, Capital I, p. 19; Capital III, PP. 339-340. Ziyad Husami, sostiene en “Marx on destributive justice”, Philosophy

and Public Affairs, 1978, p. 36, nota 11 que no hay que entender estos pasajes literalmente. Sin embargo, estoy de acuerdo
con Allen Wood “Marx on right and justice: a reply to Husami”, Philosophy and Public Affairs, 1979, en que la única lectura
no forzada es la relativista. Por otro lado, estoy de acuerdo con Husami frente a Wood en el problema sustantivo: Marx tenía
una teoría de la justicia, aunque él lo negara.
45 Véase el pasaje al que nos referimos en la siguiente nota.

46 Marx-Engels Werke, vol. 19, p. 21.

10
discusión sobre la reproducción ampliada, donde Marx supone la existencia de un “capital original” de 10.000
libras que crea un plusvalor de 2.000 libras. Aunque lo primero se adquiera honestamente lo segundo, según
Marx, no:
El capital inicial se formó por el adelanto de 10.000 libras esterlinas. ¿De donde las saca su propietario? De su
propio trabajo y del de sus antepasados, nos contestan unánimemente los portavoces de la economía política, y
su disposición parece efectivamente la única que concuerda con las leyes de la producción mercantil.
Los hechos discurren de manera completamente distinta con el capital adicional de 2.000 libras esterlinas.
Conocemos con toda precisión su proceso genético. Desde su nacimiento no contiene ni un solo átomo de
valor que no proceda de trabajo ajeno no pagado. Los medios de producción a los que incorpora la fuerza de
trabajo suplementaria y los medios de vida con los que esta se mantiene no son más que elementos integrantes
del plusproducto, del tributo anualmente arrancado a la clase trabajadora por la clase capitalista. Cuando esta
compra más fuerza de trabajo con una parte del tributo de aquella, aunque sea por su pleno precio, de tal modo
que se intercambie equivalente por equivalente, sigue siendo, de todos modos, el viejo proceder del
conquistador que compra a los vencidos mercancías con el mismo dinero que les ha robado.47
El argumento es poco ingenioso o cuestionable. Para comprobarlo considérese el comentario de Cohen a la
última frase: “los capitalistas pagan los salarios con dinero que consiguen vendiendo lo que producen los
trabajadores”.48 Pero, naturalmente, los trabajadores producen con la ayuda de los bienes de capital, que por los
supuestos del argumento pertenecen legítimamente a los capitalistas. Volveré sobre este asunto en breve. En
primer lugar, quiero considerar el pasaje como una evidencia de que Marx pensaba que la apropiación capitalista
del plusvalor es injusta. Cohen, en el siguiente comentario del pasaje sostiene que “Ahora, puesto que Marx [...]
no pensaba que el capitalista, según criterios capitalistas, robe, y puesto que él creía que roba, tuvo que pensar
que roba en algún sentido apropiadamente no relativista. Y puesto que robar es en general tomar injustamente lo
que correctamente pertenece a otro, robar es una injusticia, y un sistema que ´se basa en el robo´ está basado
en una injusticia”.49
Sostendré que esta opinión, auque no del todo falsa, es errónea. El propio Marx explica por qué no es correcto
decir que el capitalista roba al trabajador:
En mi exposición, las ganancias del capital no son de hecho “solamente un descuento o un ´robo´ a los
trabajadores”. Por el contrario, presento al capitalista como a un funcionario de la producción capitalista, y
muestro extensamente que no sólo no “descuenta” o “roba” sino que obliga a que se produzca plusvalor y ayuda
así a crear lo que se descuenta; además, muestro con detalle, que incluso si en el intercambio de mercancías
sólo se intercambian equivalentes, el capitalista – en tanto que paga al trabajador el valor real de su fuerza de
trabajo – gana plusvalor con todo el derecho, es decir, el derecho relativo a este modo de producción.50
La noción de robo presupone, tal y como se emplea normalmente, que el objeto robado existe previamente al
acto de robo. Debido a que el objeto existe alguien podría querer robarlo. En la explotación capitalista ocurre lo
contrario; debido a que el plusvalor se pude apropiar o robar el capitalista tiene un incentivo para hacerlo. Si no
hubiera capitalistas no se robaría a los trabajadores, pero ellos no tendrá nada que se les pudiese robar. Por
tato, sugiero que es erróneo hablar de robo en este caso. Esta terminología juega con las connotaciones morales
del caso común de robo, para condenar casos no comunes. Esto último puede ser o no diferente con relación a

47 Capital I, p. 582 [OME, 41, p. 224].


48 G. A. Cohen, reseña de Allen Wood, Karl Marx, en Mind, 1982.
49 Ibid.

50 “Marginal notes on Wagner”, en Marx-Engels Werke, vol. 19, p. 359.

11
un punto de vista moral, pero se debería al menos hacer frente al problema en lugar de oscurecerlo como se
hace con este lenguaje. En mi opinión, esto se debería formular como un problema de justicia distributiva: la
explotación es injusta porque viola el principio “a cada cual según su contribución”. El capitalista obtiene algo por
nada, mucho por poco, a exp0ensas de otros. En primer lugar, aplicaré el principio de contribución a dos casos
distintos de explotación, y después discutiré dos objeciones correlativas.
Considérese primero al capitalista puro que emplea a un administrador con un salario escaso para que explote
por él a los trabajadores. Dejando a un lado por el momento el problema de cómo llegó el capitalista a adquirir su
capital, esto viola el principio de contribución, puesto que el capitalista no realiza ninguna contribución (en
términos de trabajo) y, sin embargo, recibe un ingreso. (Decir que aporta capital sería apropiado si su capital
hubiera sido acumulado “gracias a su trabajo y el de sus antepasados”, que es el problema que he preferido
posponer por el momento). El capitalista no tiene derecho a obtener beneficio de su capital. Esto no significa que
la clase obrera colectivamente tenga derecho, de alguna manera, a todo el producto, porque su trabajo, directa o
indirectamente, dé cuanta de todo lo que se produce. La contribución indirecta del trabajo pasado al capital
actual es bastante irrelevante si los trabajadores del pasado ya no están vivos. No hay un sujeto histórico
colectivo denominado “la clase obrera” cuya encarnación actual le de derecho al producto actual en virtud de las
contribuciones de encarnaciones pasadas. Esto se debería plantear directamente como el problema de la
distribución del producto actual entre los que viven actualmente. Sólo los trabajadores realizan una aportación a
este último, por tanto, nadie más tiene derecho a parte alguna del producto. 51
Por otro lado, considérese a un empresario capitalista puro, que no tiene capital pero que explota al trabajador
gracias a su habilidad organizativa. Reuniendo a trabajadores cuyas habilidades se complementan es capaz de
hacerlos mucho más productivos colectivamente de lo que sería aislados. “Contribuye a crea lo que hay que hay
que descontar”. Sin embargo, esto no le da derecho a un ingreso enormemente mayor que el de sus
trabajadores. Nadie tiene moralmente derecho a todo lo que es responsable de crear causalmente. El ladrón no
tiene derecho a lo que procede de la venta de sistemas de alarma antirrobo, ni el esclavista al producto de sus
esclavos ni, finalmente, el corredor de comercio o el intermediario a las ganancias que hace posibles reuniendo
gente de habilidades complementarias. De igual modo, al empresario capitalista se le debería recompensar
como mucho por el esfuerzo real de reunir a los trabajadores, no por el trabajo realizado por aquellos que él
reúne. (Digo “como mucho” porque no tendría derecho a nada si actuara instrumentalmente para evitar que los
trabajadores establezcan sus propias empresas).
Con estos dos casos distintos se relacionan dos poderosas y extensas objeciones a la opinión de que la
explotación es injusta. Con respecto al primero, tenemos que enfrentarnos al problema de si no puede ser un
“camino limpio” hacia la acumulación capitalista52, moralmente irreprochable a diferencia de la “acumulación
originaria” del capitalismo temprano. Si algunos trabajadores, que por mor del argumento podemos asumir que
sólo se diferencian entre sí por sus preferencias temporales, deciden ahorrar e invertir en lugar de consumir
inmediatamente, ¿podría alguien objetar que ofrecieran trabajar a otros para ganar algún otro sitio? (Para
simplificar los hechos supongamos que nuestro capitalista hecho a sí mismo surge en una economía comunista
inicialmente igualitaria, no en una economía en la que el salario alternativo sería una parte determinada por la

51Le debo a Ottar Dahl el haberme hecho ver la insuficiencia de lo que se podría denominar “colectivismo normativo”.
52Sobre esta idea véase el artículo de Richard Arneson “What’s wrong with explotation?”, Ethics, 1981, p. 204; el de G. A.
Cohen, “Freedom, justice and capitalism”, New Left Review, 126 (1981), p. 13 y el de John Roemer, “Are socialist ethics
consistent with efficiency?”, The Philosophical Forum, 1983.

12
injusticia pasada y actual).Esta es una variante del argumento de Nozick sobre “Wilt Chamberlain”53: ¿se pueden
prohibir las actividades capitalistas entre adultos responsables?. Hay al menos dos motivos por los que se podría
justificar el intervenir para evitarlo. En primer lugar, el trabajador individual podría estar indebidamente
informado, y no por su culpa, sobre las consecuencias de aceptar la oferta54. En segundo lugar, incluso aunque
le interesara a un obrero completamente informado aceptar la oferta, podría no interesarle a la clase obrera
aceptarla colectivamente55. Por tanto, si los trabajadores están desorganizados sin que ellos tengan la culpa, y
si, a fortiori, el propietario del capital provocara instrumentalmente esa falta de organización, el argumento de
Wilt Chamberlain se vendría abajo. Sin embargo, tengo que añadir que si los trabajadores están bien informados
y bien organizados, el argumento resulta irrefutable. Se podría intentar mitigarlo abogando por la restricción de
los derechos de herencia56, pero no es fácil hacerlo evitando que se viole el principio de Pareto. Por tanto, mi
conclusión sobre este asunto es doble. En primer lugar, en el capitalismo actual la objeción es completamente
inapropiada, puesto que la situación es injusta de todas formas. En segundo lugar, en una economía igualitaria
existe la posibilidad, difícilmente cuantificable, de que los trabajadores bien informados y bien organizados no
comiencen por la resbaladiza pendiente de las desigualdades de ingresos.
El segundo caso apunta al problema del incentivo, que se haya en el centro de las discusiones actuales sobre la
viabilidad del socialismo. ¿Por qué sería injusto recompensar a alguien por una labor que no habría emprendido
si no se le hubiera prometido una recompensa?. El problema de la habilidad organizativa sólo es n caso especial
de esta cuestión general. La objeción se puede poner de nuevo en términos de la eficiencia de Pareto: la gente
que recibe una recompensa por el uso de habilidades que de otra forma permanecerían latentes no hace que
empeore la situación de otros. Si se acepta este argumento de tipo general lo primero que se puede hacer es ir
por el camino del “principio de la diferencia” de Rawls, es decir, aceptar las desigualdades hasta el punto en que
las nuevas desigualdades hicieran que el grupo que está peor estuviera aún peor57.
Marx probablemente habría rechazado estos problemas por pertenecer sólo a la fase inicial del comunismo en la
que los incentivos materiales se necesitan todavía para obtener trabajo o el desarrollo de las habilidades. En la
fase superior esto se obtendría de la solidaridad con la comunidad58 o porque el trabajo se habría convertido en
“el primer deseo vital”. Sin embargo, ésta es una afirmación improbada e improbable. Hoy en día el comunismo
superior no parece ser históricamente posible, si hemos de juzgar a partir de las experiencias de los países que
se denominan socialistas. Sobre la base del principio de que “debe implica puede” se podría estar tentado a
rechazar la idea de que hay algo injustos en la explotación. Decir que la explotación es injusta es decir que
debería ser abolida, lo que sólo tiene sentido si puede ser abolida, lo que es falso. Sin embargo, no es obvio que
la posibilidad histórica sea el sentido más importante de “puede” en este contexto. El estado no explotador es
posible en un sentido diferente y más importante, esto es, en el de la posibilidad física. Puesto que los
trabajadores trabajan duramente en el capitalismo y los empresarios usan sus habilidades, sabemos que la

53 Nozick, Anarchy, state and utopia, pp. 161-162.


54 Véase mi Ulysess and the sirens, Cambridge, Cambridge University Press, 1979, p. 83.
55 G. A. Cohen, “Robert Nozick and Wilt Chamberlain: how patterns preserve liberty”, en John Arthur and William Shaw,

comps., Justice and economic distribution, Englewood Cliffs, N. J,, Prentice Hall, 1978.
56 Véase Roemer, “Are socialist ethics consistent with efficiency?”

57 Hablando estrictamente, la aplicación del principio de diferencia sólo produce mejoras si se tiene lo que Rawls denomina

una “conexión en cadena” entre el bienestar de los individuos; véase Rawls A theory of justice, Cambridge, Mass., Harvard
University Press, 1971, pp. 80 ss. [Teoría de la justicia, Madrid, FCE, 1979.]
58 Un argumento en esta línea se encuentra en Amartya Sen, On economic inequality, Oxford, Oxford University Oress,

1973, pp. 96 ss. [Sobre la desigualdad económica, Barcelona, Crítica, 1979.]

13
alternativa propuesta es físicamente posible59. No es utópica en el sentido en que lo es afirmar, como hizo Marx,
que en comunismo todo el mundo podría ser un Rafael o un Leonardo60. Sugiero, por tanto, que “debe implica
puede” valga sólo si “puede” se entiende en el sentido limitado de posibilidad física. Si se entiende en el sentido
amplio de posibilidad histórica, el principio funciona igual de bien al revés: que algo se perciba como moralmente
obligatorio puede contribuir a hacerlo históricamente posible, dada la posibilidad física. La posibilidad histórica es
una noción relativa y enormemente escurridiza. No se debería absolutizar para que sirviera como argumento
para la perpetuación de desigualdades que hoy podrían ser inevitables, pero que no tienen que permanecer así
indefinidamente.
Permítaseme que considere por último los principios de distribución expuestos en la Crítica del programa de
Gotha: el principio de contribución y el principio de las necesidades. La primera es una noción con dos caras,
como Jano. Mirada por un lado, sirve como criterio de justicia que condena la explotación capitalista por injusta.
Mirada desde la ventajosa posición del comunismo plenamente desarrollado, resulta inadecuada debido al
criterio más elevado expresado en el principio de las necesidades. Un capitalista sano que reciba un ingreso sin
trabajar representa una violación injustificada del principio de contribución –una violación, esto es, no justificada
por el principio de las necesidades. Por el contrario, un inválido que recibe ayuda asistencial sin aportar nada a
cambio representa una violación del principio de contribución justificada por el principio de las necesidades61.
Creo que la mejor forma de darle sentido tanto a la crítica de Marx al capitalismo como a los apuntes sobre el
comunismo de la Crítica del programa de Gotha, consiste en atribuirle una teoría de la justicia jerárquica en la
que el principio de contribución proporciona un segundo criterio cuando el principio de las necesidades no está
aún maduro para su aplicación62.
Me dirijo ahora al principio de las necesidades por sí mismo. Se entiende más convincentemente como principio
de bienestar equitativo a partir de lo que dice Marx en Crítica del programa de Gotha. Por ejemplo, dice que es
un defecto del principio de la contribución que un trabajador con muchos niños reciba el mismo ingreso que uno
con pocos, probablemente porque cada miembro de la familia tendrá un nivel de bienestar más bajo. El principio
de las necesidades, si ha de corregir estos defectos, tendrá que asegurar la igualdad del bienestar. Por otra
parte, se podría entender que el principio de las necesidades afirma que cada persona debería recibir la máxima
cantidad de bienestar que la que sea capaz de disfrutar, suponiendo que exista tal máximo, que podría diferir
entre individuos. Esta idea es quizá más admisible exegéticamente, pero demasiado utópica para merecer más
discusión. Me centraré en la idea más realista del bienestar equitativo, y consideraré algunas objeciones a la
misma que, pro acumulación, la hacen bastante menos atractiva como principio de justicia.

59 Véase Roemer A general theory, pp. 241 ss. [Ibid., pp. 266 ss].
60 Véase la exposición y discusión de estas opiniones en el capítulo 1 de mi libro Making sense of Marx, Cambridge,
Cambridge University Press. 1984.
61 ¿Qué hay del caso (sugerido por G. A. Cohen) del capitalista inválido cuyo ingreso no ganado es exactamente igual al

que tiene derecho por el principio de la necesidad?. Según la definición de explotación, explota a los trabajadores, pero se
podría sostener que la consiguiente distribución del ingreso es, sin embargo, justa. Con todo, en una inspección más
detallada se ve que esto es falso. Aunque su ingreso se corresponda con los cánones de justicia, los trabajadores que
emplea reciben menos de lo que deberían, pues aquel ingreso se deduce de sus salarios, no de un fondo de bienestar
social al que contribuyen todos los trabajadores. En cualquier caso aún permanece la fuente de injusticia mencionada en la
nota 20.
62 Véase Roemer A general theory of justice, pp. 265 ss. [Ibid.,, pp. 293 ss.] y de Serge—Christophe Kolm, Justice et equité,

París, Editios du CNRS, 1972, pp. 114 ss.

14
Antes de nada obsérvese que el principio de las necesidades también incorpora un principio de contribución,
aunque diferente del principio que regula la fase inicial del comunismo. Si una persona decide trabajar menos
para tener más ocio habrá de conformarse, de igual modo, con menos ingreso. Esto es así por dos razones. En
primer lugar, el resultado de su decisión será que se produzca menos, y, por tanto, incluso con una misma
distribución de bienes y servicios habrá menos para todos. Después, tal persona debería recibir también menos
bienes y servicios que una persona cuya relación entre ingresos y ocio le obligue a trabajar más horas. Con
diferentes combinaciones de ingresos y ocio obtienen los mismos niveles de bienestar (incluyendo el máximo
nivel de bienestar equitativo para todos).
El asunto se complica con la idea de que el trabajo se convierte en la “primera necesidad vital”. Creo que esto es
en alguna medida verdadero y en alguna medida falso para todo el mundo. Para todos llegaría un momento en el
que tendrían que parar de trabajar en lugar de continuar, aunque sólo fuera porque se necesita dormir y comer.
De igual modo, aunque más controvertido, todo el mundo trabajaría en algo en lugar de no trabajar en absoluto.
Cuando se está forzado a trabajar duramente se puede pensar que una vida de completo ocio es lo mejor, pero,
en primer lugar, mucha gente que tiene esta posibilidad no hace uso de ella, y, en segundo lugar, la gente que
está obligada a usarla, como los desempleados lo hacen normalmente porque se ven obligados a ello, no porque
acepten la oportunidad de obtener un ingreso sin trabajar63. Por tanto, el problema de que el trabajo se convierta
en una primera necesidad vital depende de cuando cruce la utilidad marginal del trabajo la línea positiva a la
negativa, no de si lo hace. Una persona, entonces podría preferir trabajar más horas porque disfruta del trabajo,
no porque le permite ganar más. La adhesión estricta al principio del bienestar equitativo debería proporcionarle
menos ingresos que a alguien que, para conseguir más ingresos trabajara más horas en ocupaciones que le
resultasen molestas.
Esto, evidentemente, crea dificultades a la aplicación del principio, pues podría resultar complicado para la
persona afectada, por no hablar de los demás, decir si trabaja más horas porque le gusta el trabajo o porque
necesita el ingreso que le proporciona. La anticipación del ingreso podría hacerle disfrutar más del trabajo, y
podría creer erróneamente que ese disfrute se debiera a la naturaleza misma del trabajo64.
Una dificultad más importante viene planteada por el hecho de que algunas personas tienen necesidades caras.
Estas se dividen en tres clases. En primer lugar, se encuentran las necesidades que proceden de las trabas
físicas y mentales presentes desde el nacimiento o adquieridas involuntariamente más tarde. Luego se
encuentran las necesidades de consumo, que en gran medida caen dentro del control del individuo. La gente
gorda necesita más comida pero no necesita estar gorda. Alguna gente tiene ansia de bienes lujosos, pero
podrían plantearse un cambio de preferencias planeado. La gente con familias grandes necesitan grandes
ingresos, pero podrían haber decidido tener menos hijos. El último ejemplo es dudoso. También podría
pertenecer a la tercera clase la necesidad de realizarse poniendo en práctica las propias capacidades, lo que a
veces resulta caro. Escribir poemas exige poco en lo que se refiere a recursos materiales, hacer películas
muchísimo.
No estoy diciendo que todos estos casos representen un problema para el principio de las necesidades.
Después de todo, se ideó precisamente para tratar estos asuntos. Por lo menos vale para la primera clase de
necesidades caras, y, en alguna medida, quizá para la segunda. Sin embargo, no toda clase de gustos de
consumo extravagantes merecen el apoyo de la sociedad. Si se diera rienda suelta al desarrollo de los gustos,

63 Me hago cargo de que estos argumentos son incompletos y de que los pretendidos hechos están abiertos a otras
explicaciones.
64 Esto podría ser así, por ejemplo, debido a la tendencia a reducir la disonancia cognitiva.

15
con la garantía de que se satisficieran en la medida en que fueran compatibles con el mismo nivel de bienestar
para todos, los gustos caros podrían surgir en tal cantidad que sólo se podrían satisfacer en una manera muy
parcial. Por tanto, para evitar este tipo de anarquía de las preferencias se podría enseñar a la gente en las
primeras etapas de la formación de las preferencias que la sociedad no apoyará toda clase de gustos caros.
Puesto que los gustos del consumo pertenecen a la periferia del individuo y no a su núcleo, esto no resultaría
demasiado molesto. Ahora bien, ello supondría una comprensión muy distinta a la usual del principio de las
necesidades. Aquí se apelaría al principio para conformar las preferencias de laguna que se pudiera cumplir lo
siguiente: “a cada cual según necesidades que permitan la satisfacción equitativa de las necesidades”. No es
obvio en modo alguno que esto sea mejor que dar a cada uno la misma cantidad de recursos dejándolos libres
para que decidan en qué los quieren usar65.
El problema de la anarquía podría surgir también con respecto al tercer conjunto de necesidades caras. En el
capitalismo mucha gente ve frustrada su autorrealización porque carecen de los medios para hacer lo que más
les gustaría hacer. Si supieran que la sociedad apoyaría sus actividades preferidas, muchos podrían elegir
formas caras de realizarse que pocos podrían llevar a cabo en gran parte. Esto, sin embargo, no se puede trata
de igual modo que el problema anterior. La autorrealización se haya tan en el centro del individuo que no se
puede esperar que la gente deje de querer hacer las cosas que la sociedad dice que son muy caras; sólo
dejarían de hacerlas. Por tanto es difíciel ver cómo se podría evitar la fuente de frustración y desigualdad de
bienestar procedente de que no todo el mundo pudiera hacer lo que más le gustaría hacer. Además, está el
problema de que incluso si pudieran hacer lo que más les gusta, se podrían frustrar cuando descubrieran que no
se les da muy bien. Sería fácil y un poco simple sugerir que la frustración debida a la falta de recursos produce la
útil consecuencia de ahorrarle a la gente el sufrir la profunda frustración que provoca la falta de talento, pero no
parece cierto que estas frustraciones varíen inversamente entre sí, de forma que si se eliminara el primer tipo de
frustración para todos, el segundo tipo creara inevitablemente desigualdades de bienestar. Una vez más, la
igualdad de recursos podría ser la mejor meta que la sociedad se propusiera.
4. E P ÍL O G O
Tengo poco que decir como conclusión. La discusión anterior era claramente muy provisional. Representa un
intento de replantear algunas nociones marxianas básicas a la luz de los retos presentados por Rawls, Nozick,
Dworkin y otros en la última década más o menos. Estos autores no han tenido completo éxito a la hora de
perturbar la inercia dogmática del marxismo pero hay signos de que se está haciendo cada vez más difícil repetir
las opiniones tradicionales sin argumentos más vigorosos que los tradicionales. Además, por supuestos, el
carácter cada vez más repulsivo de muchos regímenes socialistas hace obligatorio para los marxistas
reexaminar la posibilidad de sus ideas tradicionales y la deseabilidad de los planes posibles. Hablando en
términos generales, la teoría política marxista está a la defensiva por razones tanto teóricas como prácticas.
Sería mucho decir que yo he lanzado una contraofensiva, pero quizás pueda atribuirme el haber intentado
estabilizar las líneas de defensa. Si hubiera que aceptar la posibilidad de un camino limpio hacia la acumulación
capitalista, aún sería cierto que la acumulación en el capitalismo actual tiene una larga y sucia historia que, por el
principio de rectificación al que apelan los principales paladines del liberalismo político, justificaría una
redistribución masiva de los capitalistas a los trabajadores66. Si hubiera que aceptar que la sociedad no basada
en los incentivos materiales es históricamente imposible de momento, aún se podría exigir que la noción de
justicia no se vea limitada por tal posibilidad.

65 Véase de Ronald Dworkin “What is equality? Part 2: Equality of resources”, Philosophy and Public Affairs, 1981.
66 Nozic, Anarchy, state and utopia, pp. 152 – 153.

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