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Diálogos

Revista Praxis
Año 8, Nº10, 2006
ISSN 0717-473X
Págs. 49 - 60

PRIMER CONGRESO METROPOLITANO DE ESTUDIANTES


DE PSICOLOGÍA, SANTIAGO DE CHILE / 2006
REFLEXIÓN A PARTIR DE LA PLURALIDAD
EPISTEMOLÓGICA EN PSICOLOGÍA*

MATÍAS MÉNDEZ LÓPEZ


Estudiante Escuela de Psicología
Universidad Diego Portales

Me reafirmo en que no existe una descripción general


de la ciencia y del método científico, que se aplique a todas
las ciencias en todas las etapas históricas de su desarrollo.
Alan F. Chalmers (2005)

The social constructionist argument cannot be lightly dismissed,


for if we cannot look to the history of science and find a common
philosophical or methodological thread then a universal model
or even definition of science seems impossible.
Malcolm Williams (1999)

Introducción

El hombre anhela conocer y comprender aquello que le rodea, formando sendas estructu-
ras teórico-explicativas que ordenan y orientan su entendimiento acerca del universo. La ciencia
emerge como un intento del hombre por sistematizar el modo en que dichas estructuras de cono-
cimiento son constituidas e instaladas en el ideario sociocultural, formulando métodos y direc-
trices claras que, en vista del interés que suscitan en cierto tipo de sujetos, instalan el perfil de
numerosas disciplinas que se han dado por llamar “científicas”. Así, desde que el racionalismo
científico tomó posición en el núcleo cultural de nuestras sociedades occidentales con el adveni-
miento de la era moderna, las ciencias han proliferado de manera importante, poblando el esce-
nario académico y las universidades del mundo.

* Artículo presentado en el Primer Congreso Metropolitano de Estudiantes de Psicología, Octubre de 2006, bajo el título original Sobre la Pluralidad
Disciplinar en la Psicología Contemporánea.
50 MATÍAS MÉNDEZ LÓPEZ

Si bien actualmente existe un grueso debate acerca del verdadero valor científico de las
llamadas ciencias sociales1 , no deja de ser significativo el hecho de que día a día sean más y más
los sujetos que dedican sus vidas al estudio de lo social y lo psicosocial de un modo riguroso y
sistemático. Las ciencias sociales han ganado un espacio importante dentro de los círculos inte-
lectuales del mundo occidental, extendiéndose aún incipientemente a las tierras de oriente. Y
dentro de dichas ciencias sociales, pese a su difícil clasificación y caracterización, la psicología
se ha instalado como una disciplina de especial importancia, influencia y autoridad en numero-
sos ámbitos del conocer. Resultaría difícil negar que el juicio profesional de quienes se dedican a
la psicología respecto a temas como la inteligencia, la conducta humana (y animal), la persona-
lidad o la violencia, tiene al menos algún valor especial no sólo para intelectuales y eruditos, sino
también para el común de las personas.
Actualmente, la psicología emerge como una ciencia social cuya amplia jurisdicción se
sustenta en un abultado cúmulo de conocimientos producidos por una gran cantidad de profesio-
nales dedicados a su desarrollo. De acuerdo a Cohen, la psicología ha registrado un importante
crecimiento como disciplina:
“En 1976 los miembros de la Sociedad Británica de Psicología sobrepasaban los 6.000. La
Asociación Psicológica Americana [APA] ha llegado a ser tan amplia que algunos de sus
miembros se preguntan si no será demasiado grande para ser útil. Su lista de miembros
tiene el peso de una guía de teléfonos. En 1976, la lista de miembros de la Asociación
Psicológica Americana ha sobrepasado los 42.000” (1977: 11).
En la actualidad, la APA (2006) cuenta con al menos 150.000 profesionales afiliados.
“Estas estadísticas nos indican, por lo menos, que existe gran número de personas que se ganan
la vida con la psicología”.
En nuestro país, el Colegio de Psicólogos de Chile cuenta con aproximadamente 2.900
colegiados, número que seguramente aumentará considerablemente en los próximos años en
vista de la gran oferta de formación profesional que representan actualmente las decenas de
escuelas de psicología de Santiago y regiones, siendo más de 6.000 los jóvenes que actualmente
cursan estudios superiores de psicología. Universidades e institutos técnicos proliferan a nivel
nacional, satisfaciendo una demanda cada vez más amplia por aprender los métodos y saberes
propios de la disciplina. Y es que la popularidad de la psicología se encuentra en alza, populari-
dad que es consecuencia de una tendencia mundial que atribuye a nuestra profesión un status
científico y social muy elevado, una representación social que incluye potentes expectativas y
una fe arraigada en la autoridad de quienes se hacen llamar “psicólogos”.
Pero la condición actual de la psicología, con sus muchos adeptos y más de algún crítico
(Gazzaniga, 1998), representa una realidad cuya constitución puede parecer al menos problemá-
tica en cuanto a su estructura orgánica. Habiendo tantos psicólogos repartidos por el mundo, y
existiendo tantas escuelas que imparten la carrera no sólo a nivel nacional, sino global, cabe
preguntarse por la unidad estructural de la disciplina. Hoy resulta difícil que alguien pueda poner
en duda afirmaciones como las siguientes: la psicología estudia la mente humana; los psicólogos
se preocupan por el comportamiento de las personas; es propio de la psicología el análisis de los
sueños y el inconsciente; los métodos de los psicólogos pueden ayudarte a superar tus más pro-
fundos miedos; se necesita de un buen psicólogo para seleccionar a los empleados más eficien-
tes; y encontrar a los líderes más idóneos; o bien si vas al psicólogo, seguramente él (o ella) podrá
ayudarte con esa depresión que tienes.

1
“Es ya casi una obligación, si se desea abordar desde la filosofía ese grupo de disciplinas que conforman las llamadas humanidades, preguntar
por el estatuto de su cientificidad. Pues se quiere hacer filosofía de las ciencias sociales o humanas, cuando ha hecho carrera la afirmación de que
en realidad estas no son propiamente disciplinas científicas, pues a pesar de ser ciertas maneras de conocimiento, no son propiamente conoci-
miento científico” (Posada, 2006: 2).
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Actualmente, “lo psicológico” representa un campo amplio e indefinido que abarca nume-
rosos objetos de estudio y métodos particulares que se vinculan con diferentes escuelas de pensa-
miento.
“Observadores de otros campos han advertido la diversidad de la psicología. Por ejemplo,
Stephen Toulmin (1972) dice que la psicología no es una ‘disciplina compacta’. Es, más
bien, ‘difusa’, porque la psicología está integrada, y siempre lo ha estado, por sectas opuestas
(Jonson, 1934; Husband, 1932), cada una con sus propios métodos, aspiraciones y puntos
de vista, y todas muy enraizadas y representadas por revistas que sólo expresan el punto
de vista de su secta” (Leahey, 1980: 552).
Basta con revisar en alguna de las muchas bases de datos especializadas (EBSCO, SCIELO,
Psicodoc, etc.) para percatarse de la existencia de cientos de journals y publicaciones que dicen
pertenecer al ámbito de la psicología, pero que refieren a tópicos y campos de aplicación com-
pletamente dispares. “Lo cierto es que existen multitudes de psicologías, cada una de las cuales
parece proclamar, desde la trinchera de su peculiar punto de vista, ser la única verdaderamente
científica, la única auténticamente profunda y la única genuinamente humanista, según el caso”
(Gonzales, 1993, en Wilber, 1986: 7). “Como la atención de comunidades diferentes se enfoca en
asuntos diferentes, la comunicación profesional entre grupos es bastante difícil, a menudo da
lugar a malentendidos, y si persiste origina desacuerdos importantes” (Kuhn, 1977: 320).
Y es que la psicología, en su condición de hija bastarda de la filosofía y las ciencias fisio-
lógicas, acoge en su amplio abrazo una enorme cantidad de perspectivas que, yuxtaponiéndose a
veces y batallando otras, configuran su caleidoscópica estructura actual. Basta con abrir cual-
quier libro sobre “Historia de la Psicología” o algún texto introductorio para corroborar dicha
situación. Por ejemplo, tomando el clásico de August Messer de 1954 y revisando el índice se
puede leer la siguiente enumeración:
- Psicología pura y psicología fisiológica.
- Psicología de la conducta (behaviorismo).
- Psicología general y diferencial. Caracterología.
- Psicología individual y psicología social o de los pueblos.
- Psicología de las masas.
- Psicología de la cultura y de las manifestaciones culturales.
- Psicología de los valores.
- Psicología pura y aplicada.
- Psicotecnia.
- Psicología evolutiva o genética.
- Psicología normal y psicología patológica.
- Psicoanálisis.
- Parapsicología.
- Psicología empírica y metafísica.
- Psicología introspectiva y experimental.
- Psicología descriptiva y explicativa.
- Psicología analítica y empírica.
Y la lista sigue, dando cuenta de una disciplina cuya diversidad interior demuestra que
existen criterios amplios respecto a lo que considera propio (teórica y metodológicamente ha-
blando) de su área de experticia.
“Los psicólogos se excusan a menudo del estado actual de su disciplina diciendo que, a
pesar de todo, es una ciencia muy joven” (Cohen, 1977: 11), pero parece ser que el asunto tiene un
arraigo mucho más profundo y que ha implicado la emergencia de un debate que, en la actuali-
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dad, pone en tela de juicio la existencia efectiva de algo así como “la psicología”. ¿Puede la
psicología laboral ser hermanada con el psicoanálisis? ¿La terapia cognitivo-conductual, puede
ser vista como una técnica afín a la terapia gestáltica?
Respondiendo a éstas y otras preguntas similares, varios autores se han pronunciado so-
bre el estado actual de la psicología contemporánea, emitiendo diversos juicios respecto a si esta
diversidad paradigmática al interior de la misma disciplina (o al menos, de la misma categoría
disciplinar) remite a un problema, o bien a una condición que sin más representa un estado
necesario y valioso en cuanto a sus posibilidades heurísticas. El presente artículo tiene como
objetivo dar cuenta sobre cómo se configura este debate desde un punto de vista esencialmente
epistemológico, considerando como autores clave, representantes de una y otra parte de la discu-
sión, a Thomas S. Kuhn y a Frederic Munné. Los argumentos descritos a continuación emergen
del trabajo de ambos autores, y constituyen dos importantes intentos por comprender cuáles son
las implicancias del estado polifacético de la psicología moderna.

Thomas S. Kuhn: La Condición Multiparadigmática de


la Psicología

La primera cara de la moneda está representada por el trabajo del físico teórico y eminen-
te epistemólogo estadounidense Sir Thomas S. Kuhn. Sus agudas observaciones sobre la constitu-
ción de las comunidades científicas y el desarrollo de las ciencias le hicieron ganar un enorme
prestigio entre los círculos académicos de todo el mundo, siendo su libro La Estructura de las
Revoluciones Científicas de 1962 uno de los textos más citados en la bibliografía científica del
siglo recién pasado (Wilber, 1998). En dicha obra, el autor desarrolla su metateoría acerca del
modo en que la ciencia avanza y se construye a lo largo de la historia por medio de saltos discon-
tinuos revolucionarios, desestimando la mirada linealista tradicional de las concepciones cientí-
ficas modernas y sentando las bases para una epistemología de corte constructivista, sobre la
cual se fundarían escuelas de pensamiento de gran influencia, conocidas hoy por el nombre
genérico de posmodernas o posmodernistas. Se ha dicho que, en términos epistemológicos, el
impacto de la obra de Kuhn se debe a que “ataca el nervio central del optimismo positivista”
(Woodward, 1982 en Munné, 1986: 91).
La obra de Kuhn cuenta con numerosas interpretaciones y aplicaciones que, en muchos
casos, distan de ser representaciones fieles de lo que el autor hubiese querido generar a partir de
sus textos. De acuerdo a Wilber (op. cit.: 43), La Estructura “tuvo poca repercusión entre los
historiadores de la ciencia pero pronto dominó la escena de la filosofía de la ciencia y –en un
extraño y paradójico giro– no tardó en convertirse en el libro más influyente y tal vez en el peor
entendido del siglo”. Estos malentendidos, Wilber los atribuye a lo que llama el “narcisismo” de
los años 60, la “generación del yo”, y explica que los intentos de los pensadores posmodernistas
por elaborar un discurso kuhniano sobre el valor real de la ciencia derivó lamentable y forzosa-
mente en un “teoreticismo” cuyo núcleo argumental apuntaba esencialmente a igualar el conoci-
miento producido por la ciencia con la poesía o el arte. Un giro inesperado y poco afortunado,
teniendo en consideración que el mismo Kuhn, en más de alguna ocasión, aclaró que su inten-
ción no era cuestionar la autoridad de la ciencia, sino más bien, aclarar cómo es que ésta avanza
y progresa. En palabras de Kuhn (1977: 317), “al escuchar conversaciones, particularmente entre
los entusiastas del libro [de La estructura], en ocasiones me es difícil creer que todos los partici-
pantes hayan leído el mismo libro. Pues debo concluir, con pesar, que parte de su éxito se debe a
que casi toda la gente puede encontrar casi todas las cosas que quiere”. Para efectos del presente
artículo, se evitará pronunciarse respecto al valor real de la ciencia y su conocimiento, limitando
el análisis tan sólo a los conceptos claves presentados por Thomas Kuhn en su obra, aplicándolos
a la reflexión en torno a la particular situación de la psicología contemporánea.
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Kuhn menciona en su trabajo que quienes hacen ciencia se encuentran congregados en


comunidades científicas, en cuyo núcleo yace una serie de acuerdos tácitos referentes a los com-
ponentes ideológico-filosóficos y metodológicos que, a su vez, subyacen al quehacer de todos
quienes adhieren a dicha agrupación. Estos supuestos de base se reúnen en lo que el filósofo ha
dado por llamar paradigma2 , un marco de referencia que orienta la actividad científica normal.
Toda ciencia madura (ciencia normal) contará con un paradigma ampliamente aceptado que
define “qué preguntas [son] formuladas, cómo se [buscan] respuestas a dichas preguntas, qué
clase de datos [es] aceptable como evidencia, y cuáles [son] las respuestas consideradas como
aceptables” (Flick & Lederman, 2004: 53). Pero aquellas disciplinas que carecen de un paradigma
vigente –excluyendo aquellas en proceso de definición, inmersas en un proceso revolucionario–
se encuentran en un estado de inmadurez que las excluiría del plano de las ciencias formalmente
establecidas. Y Kuhn (1962: 13) explica que las ciencias sociales en general, y la psicología (junto
a la sociología) en particular, se encuentran en aquel estado de inmadurez pre-científica (o pre-
paradigmática):
“(…) el pasar un año en una comunidad compuesta, principalmente, de científicos socia-
les, hizo que me enfrentara a problemas imprevistos sobre las diferencias entre tales co-
munidades y las de los científicos naturales entre quienes había recibido mi preparación.
Principalmente, me asombré ante el número y el alcance de los desacuerdos patentes
entre los científicos sociales, sobre la naturaleza de problemas y métodos científicos acep-
tados. (…) Hasta cierto punto, la práctica de la astronomía, de la física, de la química o de
la biología, no evoca, normalmente, las controversias sobre fundamentos que, en la ac-
tualidad, parecen a menudo endémicas, por ejemplo, entre los psicólogos o los sociólo-
gos”.
Respecto a lo mismo, Otero (2000: 58) explica:
“Kuhn distingue un período preparadigmático en el desarrollo de una disciplina científi-
ca, etapa que se caracteriza por la existencia de escuelas rivales que enfocan de modos
diversos los mismos asuntos. Este período preparadigmático, suponemos, no sería estric-
tamente aquel ubicado en la frontera terminal de un período de ciencia normal, sino,
incluso, una fase previa a la estructuración de una etapa de ciencia normal. Las ciencias
sociales caerían bajo esa figura”.
Al mostrarse como una masa extensa pero desorganizada estructural, ideológica y meto-
dológicamente, la “comunidad” de psicólogos cae en desgracia ante el examen del ojo crítico de
quienes, a partir de la teoría de Kuhn, dejan al descubierto su heterogeneidad constitutiva. Defi-
nitivamente, desde esta perspectiva, y en comparación con disciplinas de larga tradición como
la física o la astronomía, la psicología no parece ser una ciencia madura. Nuevamente, Cohen
(1977: 11) diría que “los psicólogos se excusan a menudo del estado actual de su disciplina dicien-
do que, a pesar de todo, es una ciencia muy joven”, pero, en vista de su enorme desarrollo ocurri-
do en tan breve espacio de tiempo, parece ser que ese no es el problema. “Puede que en años sea
así, pero en términos de años-hombre, dedicados a ella, no ocurre lo mismo” (Cohen, op. cit.).
¿Qué puede responder la psicología a esto?
Desde la perspectiva kuhniana, la pluralidad propia de la psicología contemporánea es
signo de debilidad estructural, en tanto que refleja una falta de acuerdo respecto a la matriz
disciplinar y a los ejemplares compartidos que debiesen dar forma al entramado teórico-meto-
dológico subyacente al desarrollo de la disciplina como un todo. Por matriz disciplinar, Kuhn se
refiere a aquellos “presupuestos fundamentales, a menudo inconscientes y no explícitos, y habi-
tualmente no sujetos a comprobación empírica, que dan sustento al desarrollo de la ciencia
normal” (Méndez, 2006: 2), mientras que por ejemplares compartidos entiende “uno o más mo-
2
Los paradigmas establecidos como base para el desarrollo de una ciencia en estado de normalidad responden a una “elección” comunitaria
inconsciente, en la cual se conjugan elementos psicológicos y sociales que determinan qué enfoques epistemológico-metodológicos serán
adoptados, y cuáles rechazados (Williams, 1999: 143).
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delos experimentales exitosos que sientan la base para el desarrollo de escuelas de pensamiento
científico, y que, por lo mismo, se enseñan en las escuelas como ejemplos típicos de los modos de
la disciplina” (Méndez, op. cit.).
Así vistas las cosas; ¿cuál sería la matriz disciplinar y cuáles los ejemplares compartidos
de la psicología contemporánea? La respuesta a esta pregunta parece ser clara y sencilla: no se
puede definir una matriz y/o unos ejemplares representativos de todo el amplio espectro del
conocimiento y la investigación psicológica. Por ejemplo, para un conductista sería fácil afirmar
que la matriz disciplinar que subyace a la psicología se estructura a partir de los supuestos de la
filosofía positivista, de corte empirista y, por consiguiente antimentalista. Igualmente, podría
enumerar algunos ejemplares compartidos clásicos como, por ejemplo, el perro de Pavlov, o las
Cajas de Skinner; pero estaría dejando fuera las otras muchas perspectivas existentes en psicolo-
gía, como el psicoanálisis o los enfoques transpersonales, cada uno con sus propias matrices y
ejemplares, y en cuya defensa acuden sus adeptos cada vez que el vecino los cuestiona o deslegi-
tima. El psicoanalista dirá a su vez que la matriz filosófico-teórica que subyace a su psicología
tiene que ver con un enfoque hermenéutico y psicodinámico, mentalista, y que entre los ejem-
plares compartidos de su disciplina se cuentan, por ejemplo, los análisis de los sueños de Sig-
mund Freud. Pero, ¿qué sucede entonces con los experimentos de Pavlov o Skinner? Cada escuela
con su sesgo particular, cada instituto con su forma de comprender aquello que se conoce como
“lo psicológico”. ¿Cómo es posible que coexista en una misma ciencia tal disparidad de criterios?
Aquella es la pregunta que sienta las bases para la crítica Kuhniana a la psicología en su
condición actual. Si se está de acuerdo con Kuhn, se estará a favor de que la existencia de las
muchas escuelas que proliferan al interior de la psicología da cuenta de una inmadurez discipli-
naria que, al menos desde el punto de vista histórico, ya parece ser endémica. En este sentido, si
la psicología quiere legitimarse como ciencia, primero ha de superar su estado multiparadigmá-
tico, de manera tal que pueda definir su campo, objeto y método propios, dejando atrás esta
verdadera “crisis de identidad” (Munné, 1986: 88) que la asedia desde hace décadas.

Frederic Munné: Perspectivismo Epistemológico en la


Psicología Social

Para la psicología, a partir de 1962, la obra de Thomas Kuhn ha sido un referente impor-
tantísimo en tanto que ha abierto la posibilidad de explorar nuevos horizontes de la experiencia
y la realidad. Pero, simultáneamente, el mismo autor es quien ha firmado la condena que dicha
disciplina ha de pagar dada su polifacética constitución. Frente a tal situación de agravio han
surgido voces desde dentro de la psicología que defienden su pluralidad inherente, reposicionán-
dola como una ciencia más dentro del gran espectro de posibilidades y afirmando que el hecho
de que en ella coexistan múltiples concepciones acerca de lo propiamente “psicológico” constitu-
ye una virtud más que una limitante.
Lo que autores como Frederic Munné postulan no es una defensa al eclecticismo (Munné,
1986), sino más bien una apología de la formalización del conocimiento teórico propio produci-
do por la psicología en un marco complejo. Tomando como eje articulador una perspectiva epis-
temológica constructivista amplia, Munné desarrolla una serie de argumentos que representan
una buena alternativa al momento de reflexionar en torno al asunto de la diversidad teórica y
paradigmática en la psicología.
Pero antes de continuar con la explicación, será preciso revisar algunos elementos básicos
que permitirán comprender el argumento de Munné. De acuerdo al autor (1993a), la psicología
social cuenta con un objeto de estudio particular, compartido por las muchas perspectivas y
escuelas de pensamiento e investigación psicosociales: el comportamiento psicosocial. En torno
a dicho “objeto” se articularía el trabajo de quienes dicen pertenecer al gremio (a la comunidad
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científica) de los psicólogos sociales, sin importar a qué escuela pertenezcan (psicoanálisis so-
cial, sociocognitivismo, psicología social marxista, etc.). Y en base a dicho panorama, el autor
elabora su argumento acerca de los niveles de formalización del conocimiento científico, especí-
ficamente en su área de interés: la psicología social. Pero, sin recurrir a grandes peripecias
epistemológicas, parece ser posible ampliar la mirada propuesta por el autor, y observar cómo la
psicología in toto se comporta de similar manera al desarrollar su actividad. Con esto no se
quiere decir, en caso alguno, que la psicología social no pertenezca a la psicología como discipli-
na. Lo que se desea dejar en claro, es que el esquema propuesto por Munné es aplicable no sólo a
este campo de estudio psicológico, sino más bien, a toda la ciencia psicológica en conjunto. Es
más, Munné (1993a y b) da cuenta de que su modelo se acomoda también al resto de las ciencias
(sociales y naturales), permitiendo instalar una reflexión más comprensiva respecto a la consti-
tución, construcción y estructuración de los distintos saberes disciplinarios.
Pero para poder aplicar el modelo de Munné a la psicología en un sentido amplio, primero
es necesario encontrar un objeto de estudio común a todas las corrientes psicológicas que convi-
ven en el crisol de la psicología contemporánea. Y este es justamente uno de los más grandes
problemas que el mismísimo Kuhn encontró entre las ciencias sociales en general, y en la psico-
logía en particular: la ausencia de un objeto de estudio común a todos los enfoques que se autode-
nominan psicológicos. ¿Cómo resolver este problema tan espinoso?
Si bien esta cuestión constituye uno de los asuntos más complejos que pudiese ser estudia-
do por la epistemología de la psicología, es posible vislumbrar algunas posibles soluciones que,
al menos, sirvan para llevar adelante el argumento ya iniciado. Sabiendo que no se pretende –ni
es el objetivo de esta breve ponencia– dar por finalizado el debate sobre el objeto de estudio de la
psicología, es posible al menos considerar la siguiente propuesta (de la cual el autor de este texto
se hace completamente responsable).
En primer lugar, no cabe duda de que el ser humano constituye en sí mismo una realidad
compleja, en tanto que intervienen en su constitución, valga la redundancia, múltiples factores y
procesos que, en interacción sinérgica, le dan forma. Bien se ha dicho que el hombre no es sólo
materia o cuerpo, sino también mente e incluso espíritu. Igualmente, se tiene por cierto el hecho
de que la conducta del hombre y la mujer no sólo obedece a motivaciones internas (conscientes e
inconscientes), sino también a fuerzas psicosociales emergentes de procesos socioculturales y
grupales. En segundo lugar, es posible afirmar que todas las corrientes psicológicas que hoy
existen hacen referencia a este ser humano, sea desde cualquiera de sus múltiples dimensiones
(subjetiva, objetiva, individual, grupal, fisiológica, mental, espiritual, etc.). De este modo, te-
niendo en cuenta los dos puntos anteriores, se podría llegar a un consenso que, si bien constituye
una aproximación especialmente amplia e incluso difusa sobre el asunto, podría significar una
posibilidad válida y práctica frente a la indeterminación que actualmente existe respecto al ob-
jeto de estudio de la psicología: la psicología, en un sentido amplio, tendría como objeto de
estudio, desde esta perspectiva integradora, al ser humano en su estar-en-sociedad3 .
Sin entrar en la discusión sobre si este objeto de estudio resulta ser demasiado amplio, y
que, inclusive, se confunde con el de otras ciencias sociales como la sociología o la ciencia
política, resulta claro que todas las corrientes o escuelas psicológicas abordan en su observación

3
Al nombrar la condición humana como un estar-en-sociedad, se hace referencia a lo que Merleau-Ponty ha dado por llamar la “mundaneidad”: “Más
que existencialista, la idea de carne y de hombre mundano, en su sentido epistemológico, ontológico e histórico, tal como lo ha subrayado el
filósofo francés, da lugar a una comprensión cultural del hombre, es decir, mutuamente constituido con un conjunto de modos de vida, costum-
bres y conocimientos (…) en una época o grupo social” (Moreira, 2001: 24). Es la idea de considerar al hombre siempre en contextos (en plural)
cambiantes y diversos, a partir de los cuales se forja su existencia y su sí mismo, siendo imposible pensar a la persona aislada de toda influencia
sociocultural, como si fuese un ser determinado por su naturaleza/constitución biológica evolutivamente establecida (Gazzaniga, 1998). Al
respecto, Sartre (1972, en Moreira, 2001: 260-261) afirma que, para Merleau-Ponty, “todo se conjuga porque la historia es una forma de
envoltorio, porque nosotros estamos ‘anclados’ en ella, porque tenemos que situarnos históricamente, no a priori ni por cualquier ‘pensamiento
de sobrevuelo’, sino que por la experiencia concreta de movimiento que nos arrastra”. Pensar en el hombre negando el contexto que lo contiene
y constituye, es negar al hombre mismo.
56 MATÍAS MÉNDEZ LÓPEZ

de “lo psicológico” al ser humano (como especie y en tanto en cuanto ente cuya constitución
implica una abismante complejidad) en su condición de habitante-en-la-sociedad (en tanto que
resulta imposible pensar al hombre, tal como lo estudia la psicología contemporánea, alejado del
trato de otros hombres, dado que ya el solo contacto del sujeto con el psicólogo supone para aquél
un estar-en-sociedad).
Una vez resuelto este asunto, se puede proseguir con el argumento que presenta Munné
ante la discusión sobre el pluralismo epistemológico inherente a la psicología. Como ya se men-
cionaba en un párrafo anterior, lo que Munné propone es una teoría acerca de la estructuración
del conocimiento producido por las ciencias, lo que él denomina los “niveles de formalización
del conocimiento científico”4 (1993a y b). Asumiendo una mirada un tanto más compleja que la
ofrecida por Thomas Kuhn, Munné toma de éste elementos que, desde su propia perspectiva, se
transforman y adoptan un nuevo significado.
Comienza su argumento dando por hecho la existencia de una multiplicidad de teorías al
interior de la psicología5 , proponiendo elaborar un marco según el cual pueda ser comprendida
la relación existente entre dichas teorías. Explica el autor que en la construcción de las teorías
psicológicas “intervienen varios niveles de formalización del conocimiento”, siendo “su natura-
leza epistemológica (…) muy diferente” (Munné, 1993a). Así, Munné distingue cinco niveles de
formalización del conocimiento que dan forma a la estructura epistemológica de cualquier cien-
cia teórica (que se sustenta en teorías): (1) microteorías, (2) teorías de alcance medio, (3) paradig-
mas, (4) metaparadigmas y (5) ámbito disciplinar. (Es preciso aclarar desde ya que lo que Munné
entiende por paradigma dista de la definición propuesta por Kuhn, así como la de metaparadigma
difiere de lo que Masterman (1970 en Munné, 1993b) denomina por medio de dicho constructo).
“En su acepción más estricta y rigurosa, el término ‘teoría’ remite a las teorizaciones
puntuales, en las que la concreción es máxima y la generalización escasa. Se trata de
microteorías, que como tales están pegadas a los datos (los datos, o sea lo que se nos da,
son una formalización de lo empírico y no de lo conceptual, una preteorización en tanto
que condicionan los hechos o materia bruta tal como se dan). En el otro extremo tendría-
mos las grandes teorías (…). Las teorías de alcance medio protagonizan (…) el actual desa-
rrollo de las ciencias sociales. En un sentido más amplio, cualquier teoría, sea cual sea su
alcance, tiene un referente más o menos implícito que, en las ciencias humanas, viene
dado por una determinada concepción del ser humano asociada a una también determi-
nada concepción sobre el conocimiento considerado científico de aquél. Llamaremos pa-
radigma6 al primero y metaparadigma7 al segundo. Por último, toda teoría pertenece a un
(eventualmente más de un) ámbito disciplinar, que aporta el contexto fenoménico al que
aquélla se refiere” (Munné, op. cit.: 54).
Al ser el hombre (y la mujer) una realidad compleja, su estudio implicará un acercamiento
que se acople a dicha complejidad inherente a su condición constituyente. De suponer que el ser
humano fuese un ente simple, cuya estructura estuviese determinada por variables aislables y,

4
Cursivas agregadas.
5
Recuérdese que el autor escribe sobre la condición de la psicología social en particular, pero que, para efectos de la presente reflexión, se
considerarán los argumentos por él propuestos como atingentes a la realidad de la psicología como un todo.
6
Munné (1986: 93-95) delimita en el nivel paradigmático determinados modelos de hombre que corresponden a los diferentes marcos teóricos de
la psicología social: Sociocognitivismo, homo sapiens; Conductismo social, homo mechanicus; Interaccionismo simbólico, homo ludens; Psicolo-
gía social marxista, homo faber.
7
“Si en el nivel paradigmático compiten distintos modelos de hombre, en el metaparadigmático varios paradigmas coinciden con una misma visión
de mundo (Weltanschaung) y, por consiguiente, también en un mismo modelo de conocimiento científico del hombre. Lo que este último nivel
formaliza son los distintos modelos de ciencia, o sea del conocimiento con que se operan los paradigmas. (…) Entiéndase, no es un nivel de
fundamentación de la realidad sino fundamentante del conocimiento de la realidad” (Munné, op. cit.: 97). En este sentido, el metaparadigma no
refiere a un tipo de conocimiento científico del hombre, sino más bien, el “punto de partida” axiológico desde el cual se construirá dicho
conocimiento, y que en estricto sentido refiere a dos categorías diametralmente opuestas: el interaccionismo psicosocial y el personalismo
psicosocial (para una síntesis explicativa de ambas perspectivas metaparadigmáticas, acudir a Munné, op. cit.: 100-101; o bien a Munné, 1993a:
28-30).
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por ende, controlables, no se necesitaría recurrir a un enfoque complejo que intentase abarcar
múltiples dimensiones, en tanto que dichas dimensiones simplemente no existirían. Pero al con-
siderar al hombre en su estar-en-sociedad en toda su laberíntica realidad, no se puede hacer más
que aceptar y acoger la coexistencia de múltiples enfoques que logren, en sinergia, generar un
conocimiento más acabado respecto a su situación. Y es esto lo que Munné rescata en relación a
la condición de la psicología social. Siendo el comportamiento psicosocial un fenómeno com-
plejo, es necesario asumir el desafío de su estudio teniendo en consideración la posibilidad de
que distintos enfoques teóricos o paradigmáticos (dependiendo del nivel de formalización) gene-
ren por su cuenta explicaciones distintas a las de los demás, teniendo en consideración que no
existiría relación entre dicha diversidad y un estado de “inmadurez” disciplinar:
“Incluso en física hay muchas y divergentes teorías, y, como ésta o aun más que ésta, la
psicología social necesita de una variedad de marcos conceptuales y teorías que abarquen
toda la riqueza de la conducta humana. No parece, según esto, que deban relacionarse el
pluralismo y la inmadurez. Antes bien y por lo dicho, esta proliferación teórica podría ser
considerada un hecho indicador de haber alcanzado un considerable grado de desarrollo
teórico” (Munné, 1986: 76).
Recurriendo a la idea de la inabarcabilidad del objeto, el autor deja en claro la idea de que
es imposible comprender la totalidad del objeto de estudio desde una sola perspectiva8 . “Esto
introduce la cuestión de la complementariedad de las teorías”9 (Munné, 1993a: 38). Esta perspec-
tiva emergente es presentada por el psicólogo español en sus trabajos más recientes haciendo
referencia al paradigma de la complejidad. Este nuevo “paradigma alternativo sugiere la posibi-
lidad de una ciencia psicológica orientada hacia un conocimiento complejo del ser humano,
capaz de aprehenderlo sin reduccionismos y comprenderlo de un modo más pleno y profundo”
(Munné, 2004: 23). Sobre este tema, afirma:
“Una buena ilustración de dónde lleva lo anterior nos la ofrece el psicólogo social Vander
Zanden (1984, 31) al comentar su propia afirmación de que ‘distintas teorías llaman nues-
tra atención sobre distintos aspectos del mismo fenómeno’ por lo que no necesariamente
unas contradicen a otras, resultando útiles ‘al presentarnos una parte de la información en
el rompecabezas extremadamente complejo del comportamiento humano’, añadiendo que
las teorías conductistas se centran en la forma en que un organismo adquiere determina-
das respuestas, las cognitivas en cómo la gente percibe o interpreta y elabora las conduc-
tas, las del interaccionismo simbólico en cómo los sujetos definen las situaciones y aco-
modan conjuntamente sus cursos de acción mediante el uso y la manipulación de símbo-
los, esto es de los significados sociales, etc.” (Munné, 1993a: 38-39).
Resulta así claro el hecho de que “el objeto de conocimiento conduce al pluralismo porque
es inabarcable”, y dicha “inabarcabilidad implica un perspectivismo epistemológico, que cuenta
con una importante tradición en el pensamiento filosófico, social y científico, con nombres
como Leibniz, Simmel, Ortega, Russel o Whitehead” (Munné, op. cit.: 39)10 . Al respecto, otra cita
de Munné (1993b: 60):
“Cuantitativamente, a más paradigmas, más aspectos de la realidad pueden cubrirse. Pero
cualitativamente, los paradigmas (casi como los metaparadigmas) son difícilmente enca-
jables. Con unos y otros sucede como con aquella conocida figura gestáltica de la vieja y la
joven: o se ve una o se ve la otra, pero no ambas a la vez. Uno no puede pensar o trabajar,
simultáneamente, con más de un metaparadigma o paradigma. (…) Los niveles III y IV son
sectorizantes y suponen una elección, implícita normalmente y cargada axiológicamente
que refleja el objetivo”.

8
“Pensadores como Deutsch y Krauss (1965) piensan que la grandiosa y envejecida idea de una teoría general que abarque todos los fenómoenos
psicosociales es un prejuicio” (Munné, op. cit.: 76).
9
Cursivas agregadas.
10
Cursivas agregadas.
58 MATÍAS MÉNDEZ LÓPEZ

Pero el hecho de que un investigador no pueda considerar en su labor dos concepciones


distintas de hombre o de ciencia de forma simultánea no quiere decir que no pueda por eso
respetar dicha diversidad. Como el autor sabiamente aclara, el paradigma o metaparadigma
utilizado es cuestión de “elección” personal. Y esta elección contempla no sólo la delimitación de
un aspecto particular del gran objeto de estudio o el establecimiento de un marco filosófico
determinado, sino que, además, condiciona la metodología que se utilizará para llevar a cabo la
investigación. De acuerdo al autor, “el objeto del conocimiento también introduce el pluralismo
en el plano metodológico de la investigación científica. (…) Los fenómenos sociales complejos
pueden ser entendidos en una variedad de niveles por análisis conceptuales, complementados
con una metodología apropiada que comprende la introspección, las observaciones controladas,
la observación participante, el archivo de datos, la investigación epidemiológica, los estudios de
casos, las simulaciones, los análisis sistémicos, los experimentos de campo no reactivos y los de
laboratorio” (Zimbardo, 1988, en Munné, 1993a: 42). Por ejemplo, en relación con el estudio del
constructo psicológico ‘self’ y los numerosos instrumentos elaborados para dicha exploración,
Núria Codina (2004: 16) afirma:
“Puede comprenderse que la diversidad de instrumentos elaborados, en gran parte, se
debe a las necesidades y posibilidades de simplificar la realidad compleja del self. (…) En
el estudio del self, la pluralidad instrumental, al igual que la terminológico-conceptual, no
es cuestionable en sí misma, pues las distintas aproximaciones analizan diferentes aspec-
tos del self y diferentes regularidades”.
Se espera que luego de esta breve exposición quede clara la defensa que Frederic Munné
hace respecto al pluralismo teórico constitutivo de la psicología contemporánea, escudado en la
forma de un perspectivismo epistemológico que, entre sus múltiples virtudes, permite acceder al
objeto de estudio de la psicología desde una mirada compleja y abarcativa.

Consideraciones Finales

Se han expuesto dos puntos de vista en relación a la problemática de la pluralidad discipli-


nar inherente a la psicología contemporánea. Por un lado, existen quienes desestiman la posibi-
lidad de que esta condición resulte en un beneficio para la disciplina, alegando que, estructural-
mente hablando, la condición multiparadigmática de la psicología sería reflejo de inmadurez
científica, restándole autoridad a la profesión. Por otro lado, hay quienes afirman que la plurali-
dad de teorías y enfoques en lugar de afectar negativamente a la psicología, favorece su desarro-
llo, en tanto que proporciona un marco más amplio desde el cual estudiar al ser humano en toda
su complejidad. Se han considerado los trabajos de Thomas Kuhn y Frederic Munné como desa-
rrollos teóricos representativos de una y otra perspectiva respectivamente, dilucidando la forma
que toma el debate desde el enfrentamiento de ambos puntos de vista. Es evidente que esta
elección no agota las posibilidades existentes frente a la presente discusión, por lo que se invita
al lector a profundizar respecto al tema, consultando a otros autores que considere relevantes
para estos efectos.
Tomando en cuenta la exposición precedente, parece claro que dar por concluido el diálo-
go sería, al menos, inapropiado, en tanto que parece no existir consenso respecto al asunto en
cuestión. La pluralidad al interior de la psicología, ¿resulta ser una realidad negativa o beneficio-
sa para nuestra profesión? Es una pregunta de la que nos debemos hacer cargo como estudiantes
de psicología; como psicólogos en formación en cuyas manos está el futuro de la disciplina. Si
nuestro objetivo es el desarrollo de la ciencia psicológica, será necesario, en primer lugar, estar
seguros de las bases que sustentan la autoridad y el status social, cultural y científico de nuestra
profesión. En este sentido, no será lo mismo trabajar en pos de una ciencia construida sobre
desencuentros disciplinares profundos, que desarrollar una profesión fundada en el acuerdo amplio
y una perspectiva integradora.
PRIMER CONGRESO METROPOLITANO DE ESTUDIANTES DE PSICOLOGÍA SANTIAGO DE CHILE / 2006 REFLEXIÓN A PARTIR DE LA PLURALIDAD EPISTEMOLÓGICA EN PSICOLOGÍA 59

El debate no se limita solamente a las fronteras de la psicología en particular, dado que


hoy es necesario también plantearse cuál es el lugar de nuestra profesión dentro de la compleja
trama de disciplinas científicas existentes. Teniendo en cuenta que “la proliferación actual de las
disciplinas académicas y no-académicas conducen a un crecimiento exponencial del saber, que
hace imposible toda mirada global del ser humano” (Primer Congreso de la Transdisciplinarie-
dad, 1994: primer párrafo), será necesario comenzar a reflexionar en torno al conocimiento que
esta psicología, tan difusa como poderosa, puede aportar al siempre dinámico y complejo corpus
transdisciplinario. Cuál es y será efectivamente el papel del “psicólogo” en sentido amplio, en la
sociedad global del conocimiento, es una tarea cuya resolución, desde hoy en adelante, queda en
vuestras manos.

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