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“Viejos conceptos, nuevos usos”: Cuestionar y politizar

la inclusión, evolución, traducción y cooptación de las


políticas de “igualdad de oportunidades” y sus
tendencias estratégicas a nivel internacional.

Profesora Coordinadora: Virginia Guzmán. FLACSO, Argentina

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Índice

Introducción ……………………………….………………………………….……………………….3

Punto I: Buscando el origen de la subordinación: modernidad, ciudadanía y movimientos


feministas ………………………………….………………………………….…………………………4

Punto II: Tendencias estratégicas: La igualdad de oportunidades en debate ………………….7

Punto III: Los feminismos y la igualdad de oportunidades ………………………………………..9

Conclusión ……………………………………………………………………………………………11

Bibliografía…………………………………………………………………………………………….13

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Introducción:

Conceptos tales como la “igualdad de oportunidades”, el “empoderamiento”, el “trabajo


decente” y el más reciente “gender mainstreaming” son hoy en día moneda corriente en el
área de planeamiento de políticas públicas con perspectiva de género. Conocidos y
manipulados cotidianamente en esta área, y muchas veces sin previa definición, su
presencia en un texto sobre la cuestión resulta ineludible, tanto a nivel de las investigaciones
como a nivel político. Haciendo un état des lieux de la literatura de género, se puede
fácilmente vislumbrar que ellos han sido claves en la estructuración, el desarrollo del
pensamiento y en la planificación de políticas públicas en esta área. Sin embargo hay un
concepto que sobresale entre los otros y que ha marcado históricamente, tanto el
pensamiento y la acción feminista como la arena política: “la igualdad de oportunidades”.
Esto es lo que sostiene la socióloga española Judith Astelarra, cuando nota que si bien
existen diferentes estrategias para impulsar políticas públicas contra las desigualdades de
género la estrategia que más se ha generalizado a nivel internacional en los últimos 15 años
es la de la igualdad de oportunidades” (Astelarra, 2002:3).

La prevalencia de esta estrategia, sin embargo, parece no limitarse a estas dos últimas
décadas sino que esta inmersa en una larga historia de reivindicaciones de mujeres. Como
señala Ian Forbes (1995), las primeras demandas en términos de igualdad de oportunidades
fueron originadas por grupos de mujeres europeas de los siglos XVII y XVIII que buscaban
mejorar su posición legal y social basándose en la concepción de la mujer como un agente
racional. Para Forbes, el principio de igualdad es uno de los mas poderosos en el
pensamiento político como en la práctica del mismo, “los principios de igualdad, como una
categoría identificable en el pensamiento y como una base para la acción política, son un
elemento esencial en el continuo esfuerzo por organizar cambios en la sociedad” , sostiene
ella (Forbes,1995:3).
En uno de sus artículos Astelarra mapea estos esfuerzos, mostrando que en España hace
ya más de 20 años que existen las políticas de igualdad de oportunidades. Estas, lejos de
haber perdido vigencia, parecen haber conservado su influencia también en el campo de
acción internacional. La simple lectura de dos títulos recientes de la CEPAL: “Que Estado
para que igualdad?” y “La hora de la igualdad, brechas por cerrar, caminos por abrir” (2010)
corroborará el grado de penetración e institucionalización que ha adquirido “la igualdad”,
como estrategia política de acción, dentro de las organizaciones internacionales.
Como punto de partida, la observación de Gloria Bonder (1999) sobre el estudio de las
políticas educativas para la equidad de género me hizo cuestionar la necesidad de tomar
una reflexión similar en el análisis de las políticas de “igualdad de oportunidades”. La
investigadora nota que al explorar el tema se percibe lo poco que se conoce sobre el
proceso previo al diseño de programas que se orientaran a promover dicha política. Bonder
nota que si bien existe una abundante literatura sobre muchas de estas iniciativas, la
tendencia general es de centrar las investigaciones sobre la descripción de planificaciones y
los relatos de experiencias más que sobre la evaluación de los procesos constitutivos de las
mismas. Así, Bonder se pregunta: ¿Cuales son las significaciones y orientaciones cognitivas
y valorativas que les dan sustento y que a su vez se construyen a lo largo de su trayecto?”.
Para tratar de entender la importancia de la pregunta de Gloria Bonder, tomemos como
base la tesis de Nancy Fraser (1989) y las observaciones de Gioconda Herrera (2002).
Fraser propone considerar las políticas de género como sistemas interpretativos
institucionalizados, o sea de observar las políticas publicas no como el producto de las

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demandas de las mujeres, sino como el resultado de la disputa que establecen distintas
capacidades discursivas que compiten por hacer valer sus respectivas interpretaciones.
Aplicando la misma lógica podemos decir que las políticas de “igualdad de oportunidades”
deben responder también a un momento de profesionalización y planificación de las
cuestiones de género. Esto, llevaría a cuestionar las interpretaciones y los intereses que
reflejan. Asimismo, si como lo muestra el documento de la CEPAL(2010) hoy en día “la
igualdad social es un concepto clave en una agenda de desarrollo compartida por los
diversos actores de la sociedad”, las preguntas que emergen son ¿Que significado ocupa
este concepto dentro de las instituciones nacionales y supra-nacionales? ¿Que ámbitos de
intervención en la proyección de una política implica?¿El concepto es utilizado de la misma
manera por todos los actores?. Pues más allá del hecho que hoy en día “la igualdad de
oportunidades” parece imponerse como concepto fundamental en la estructuración de
políticas de género, la pregunta es si su uso no permite despolitizar u ocultar algunas
demandas sociales.
Uno de los puntos centrales de lo tratado en el seminario han sido los conceptos sobre el
resultado de luchas de legitimación por su definición y cooptación. Entender en profundidad
la manera en la cual una política pública se ha diseñado requiere en primer lugar, analizar el
contexto y la teoría que subyacen a su planificación, o sea la construcción del discurso
interpretativo que lo sustenta. Knoke y Laumann postulan que las políticas públicas deben
ser formuladas en términos compatibles con los sistemas de creencias y normas que
imperan en la sociedad para adquirir el estatus de “problemas públicos”, condición sine qua
non para poder ser desarrolladas. (Guzmán, 2010). Dicho de otro modo esto significa que el
estudio de la raison d’etre de las políticas de “igualdad de oportunidades” necesita un previo
cuestionamiento de los cuadros normativos y cognitivos que han orientado su desarrollo y
elaboración. ¿Cómo se ha problematizado conceptualmente y construido el tema en cuestión
social y política?¿Cómo se han “elegido” y estructurado los ámbitos de intervención de
dichas políticas?.
Buscando responder a estos interrogantes dividiré la monografía en tres partes :
En primer lugar, desarrollaré una reflexión sobre el marco cognitivo en la cual emergen las
condiciones históricas de posibilidad de enunciación y conceptualización de “la igualdad de
oportunidades” dentro de los estudios feministas.
En segundo lugar, daré una rápida reflexión sobre los debates y el proceso de inclusión
dentro de las instituciones de las estrategias de igualdad.
En tercer lugar, intentaré dilucidar las teorizaciones dentro de la teoría feminista de la
“igualdad”, para así las bases ideológicas de su inclusión y traducción en las instituciones
internacionales. En este sentido, desentrañar los marcos ideológicos nos permitirá politizar el
punto de inflexión elegido para cambiar el sistema de género, o sea lograr vislumbrar la
visión internacional dominante de la perspectiva de la igualdad de oportunidades .Este
proceso y sus consecuencias serán rápidamente analizadas en la conclusión.

Punto I: Buscando el origen de la subordinación: modernidad, ciudadanía y


movimientos feministas
Como estipulaba Ian Forbes, “la igualdad de oportunidades es un concepto ‘ensamblado’
que conforma y expresa una variedad de principios políticos”(Forbes,1995:2). Si como la
investigadora lo notaba, en un principio el término fue movilizado por las mujeres, en el
conocido como el movimiento de sufragettes, para reclamar la igualdad de derechos civiles,
el concepto continúa al ser utilizado por movimientos posteriores, que se lo apropiaran
ampliando las bases sociales de su significación.

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Poder concebir la gestación de las luchas y el desarrollo de la reflexión de movimientos
feminista en términos de igualdad de oportunidades necesita previamente una reflexión
crítica sobre la lógica de acción en la cual se definió y delimitó el problema y que ha
estructurado la manera de abordarlo. En este sentido, como lo nota Virginia Guzman “los
movimientos de mujeres han sido posibilitados dentro de los marcos de la modernidad, ellos
han contribuido a cuestionar el orden y las prácticas sociales para así generar las
condiciones que puedan sostener la emergencia de una sociedad más inclusiva”
(Guzman,2010).
El análisis que Peter Wagner(1997) propone sobre la modernidad, me parece
particularmente pertinente y original para entender el alcance de este proceso histórico.
Wagner propone pasar a un análisis socio-histórico para entenderlo, señalando la
necesidad de diferenciar dos aspectos de la modernidad: uno relacionado al discurso de
proyecto de modernidad y otro sobre las prácticas, o sea el grado de penetración de las
ideas modernas en una sociedad. De punto de vista discursivo, para Wagner la modernidad
representó una ruptura en la manera de articular un discurso sobre los hombres y sobre las
sociedades.
El paradigma de la modernidad, al contrario del paradigma religioso de “destino humano”,
esta basado en la organización racional acarrea un cambio radical en los discursos sobre los
individuos, el se centra en el sujeto y desarrolla el concepto de autodeterminación
instaurando así nuevos tipos de temas y de conflictos político-sociales. Articulados sobre la
cuestión de la libertad y la autonomía, los discursos de autodeterminación que este nuevo
paradigma representa son al origen de la conceptualización de los derechos individuales y
de ciudadanía.
Ellos generan, como “fuerzas modernizadoras” una gran diversidad de reflexiones sobre las
maneras de lograr la autodeterminación individual (liberales, marxistas, etc.). Los
movimientos feministas se ubican dentro de esta categoría de actores. Ellos han engendrado
una constante reexaminación de las prácticas sociales problematizando “desde abajo”
nuevas visiones sociales de la ciudadanía, basadas en los principios modernos de libertad,
igualdad, justicia e inclusión introduciendo de esta forma paulatinamente nuevos temas al
debate público y a sus agendas, como lo hemos visto a través de varios artículos durante el
seminario ( Bonan,2004, Guzman,2001,Herrera,2002,etc.)
A nivel internacional la penetración de estas ideas modernizadoras en prácticas
societales, queda establecida en la labor de la ONU con la creación de la Comisión de la
condición Jurídica y Social de la Mujer en 1946, que es un ejemplo de ello. Más importante
aún es el cambio que provoca la Declaración Universal de los Derechos Humanos(1948). La
posibilidad de disponer de un marco básico de legitimación, basado en los principios de
igualdad y libertad, desatará la emergencia de una gran cantidad de reivindicaciones que
buscarán ampliar sus contenidos para finalmente encontrar un inicio de respuesta
institucional a sus demandas de “igualdad frente a la ley” (CEDAW,1975, primeras
conferencias mundiales de la Mujer, etc.). Este contexto social permitió, hacia fines de la
década de los sesenta y comienzos de los setenta, la emergencia de un feminismo moderno,
tal como sostiene Jelin (1996), el mismo combinaba la afirmación de la identidad de las
mujeres, ampliando sus demandas hacia los derechos económicos y sociales.
La extensión del término “igualdad” para la justicia social en lo que concierne a las
relaciones de género se desarrollará al mismo tiempo que la difusión y aplicación en los
países occidentales de las ideas liberales, y dentro de los marcos de la modernidad y de la
teoría del individualismo. Esta es la razón por la cual, el movimiento de mujeres, se ve casi

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obligado a construir su pensamiento a partir, y en gran parte, en contra, de las bases de la
teoría liberal clásica. En este sentido, uno de los grandes hitos en la teoría feminista, como lo
nota Line Barreiro (2010), fue de haber logrado demostrar, por medio de sus trabajos críticos
sobre la supuesta universalidad de la ciudadanía, cómo sus modalidades históricas han
expresado y a la vez contribuyeron a la construcción de las formas modernas de
desigualdades de género. Sobre el tema podemos destacar los trabajos de Carole Pateman
(1996) y Mary Dietz (2001), ellos han puesto en duda la noción liberal de ciudadanía
abriendo así nuevos horizontes de reivindicación social. Al analizar los argumentos de los
teóricos-fundadores de la noción, como Locke y Rousseau, las investigadoras han
observado que hay una asociación entre los conceptos hombre, razón, cultura y el mundo
público, y de mujer, emoción, naturaleza y la vida doméstica. Chiara Saraceno lleva aún
más lejos esta reflexión sosteniendo que fue a través de la noción de ciudadanía en la época
moderna que las diferencias sociales entre los sexos fueron construidas y justificadas, de tal
modo, que los criterios de inclusión y exclusión de las mujeres aparecen en el propio origen
de esa noción (Saraceno,1994). La autora sostiene que si bien en teoría durante el siglo XX
se produce el reconocimiento de los derechos de las mujeres como sujetos activos de la
ciudadanía, la perspectiva de género ha permitido ver cómo se han construido teorías y
prácticas sobre la ciudadanía alrededor de suposiciones que tienen que ver con la división
del trabajo y las capacidades y atributos de género asignadas a cada uno de los sexo.
Reducidas al rol de madres y esposas de ciudadanos responsables de la unidad familiar las
mujeres fueron relegadas a la esfera privada, y al estatus de sub-ciudadanas. La tesis sobre
la subordinación de la mujer en la modernidad presentada por Carole Pateman (2002) va en
el mismo sentido. La investigadora comienza presentando una de las grandes tesis sobre la
cual se ha basado el sistema de género, para justificar la diferencia sexual de los derechos a
la ciudadanía: el hombre adquiría el estatus de ciudadano pues, como contrapartida, el tiene
que dar su vida por la patria en caso de guerra. Según Pateman, el binomio soldado-
ciudadano cae en desuso desde mediados del siglo XIX y se convierte en el binomio
trabajador-ciudadano. Este cambio se genera en la mayoría de los países occidentales en el
contexto del fin de la segunda guerra mundial y la instauración del estado de bienestar. Con
el desarrollo del trabajo salariado, Saraceno postula que la democracia será estructurada en
la institución del matrimonio, trabajo salariado y ciudadanía. Mediante el ejemplo del caso del
sistema americano de seguridad social , Pateman muestra como la conexión entre el hombre
como esposo, “cabeza de familia” y “proveedor de pan” ratificaba el estatus subordinado de
la mujer, como “menos ciudadanas”. La lógica era simple: por el trabajo salariado el hombre
sostenía económicamente a su mujer y a sus hijos y aportaba regularmente una
contribución al estado (impuestos), si perdía su empleo el recibía beneficios porque era un
ciudadano a parte entera. En cambio su mujer recibía beneficios solo indirectamente; no
como ciudadana pero como esposa de un ciudadano. Pateman nota que desde los 70’ la
incorporación masiva de las mujeres al mundo del trabajo salariado han hecho bascular y
cambiar radicalmente esta forma de “democracia”. La evolución de las demandas de los
movimientos de mujeres, la institucionalización de sus reivindicaciones y las nuevas
necesidades y formas del capitalismo ha hecho que la exclusión de las mujeres del trabajo
salariado sea insostenible. Sin embargo, para ella el legado de las estructuras pasadas en lo
que concierne el binomio genero-trabajo sigue teniendo una gran influencia sobre las
relaciones de género actuales.
La teoría que Nancy Fraser(1989,1992) desarrolla al respecto es bastante similar, para ella
el origen de la explotación de la mujer se encuentra en el orden económico y en el cultural.
Como lo nota Line Barreiro, en la teoría de Fraser “la primera dimensión de la subordinación
está asociada a la distribución material, la segunda al reconocimiento de índole cultural.

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Desde la perspectiva de la distribución, el género es un principio de diferenciación semejante
a la clase, que opera en la estructura económica de la sociedad.” En este sentido, podemos
ver que después de la adquisición de los derechos civiles las reivindicaciones por la
“igualdad de oportunidades” parecen centrarse en el área de las relaciones de
producción/reproducción que se convirtió en uno de los pilares fundamentales para
transformar la matriz de relaciones de género y de subordinación. La división sexuada de las
actividades de producción/reproducción, dicotomizadas en la lógica masculino/femenino,
trabajo salariado/trabajo domestico, publico/privado y su respectiva valorización han hecho
que uno de los grandes ejes dentro de la luchas de mujeres se articule en torno a la
superación de esta situación como condición fundamental para la liberación y la
emancipación de la mujer. Esta interpretación de la subordinación de la mujer y los
mecanismos generadores de la desigualdad llevará a los grupos de mujeres a una manera
específica de orientar sur reivindicaciones. Al postular que la distinción entre trabajo
salariado/trabajo doméstico había sido construida como territorio de privación de poder para
las mujeres y que cualquier proyecto de emancipación debería necesariamente enfrentarlo el
proceso de politización de la problemática se construyo en torno a la conceptualización de la
igualdad de oportunidades en el área como medio para alcanzar la plena ciudadanía y la
justicia social.
Punto II: Tendencias estratégicas: La igualdad de oportunidades en debate
Uno de los argumentos feministas de menor consensos, debe ser la afirmación que una de
las principales causas de la opresión de las mujeres reside en la división sexual de
actividades entre lo público/privado. Consecuentemente, se deduce que para conseguir la
igualdad entre los hombres y las mujeres hay que cambiar esta lógica.Es dentro de este
marco argumentativo, que los movimientos de mujeres, y contra la concepción de ciudadanía
del liberalismo clásico, revindicaran la inclusión de políticas de igualdad de oportunidades.
Este pensamiento queda bien resumido en un artículo sobre el desarrollo de las políticas de
igualdad de oportunidades en España, en donde Judith Astelarra comenta que “la igualdad
de oportunidades en la tradición política liberal clásica implica que todos los individuos han
de tener la misma oportunidad y que las desigualdades que se producen se deben a los
distintos meritos que tienen las personas(..).Esta afirmación implica que si las mujeres no
son iguales en el punto de partida hay que corregir el punto de partida” (Astelarra,2002;3). Si
las observaciones de Astelarra parecen aller de soi, y ser completamente lógicas, muchos
son los elementos que quedan en la sombra en su reflexión. Exploremos dos aspectos que
me parecen particularmente interesantes para el desarrollo de este trabajo: En primer lugar,
Astellara omite una justificación sobre su elección de una ideología particular al dar la
definición liberal de la igualdad de oportunidades, como si se diera por hecho que esta
ideología sea la que se haya impuesto e institucionalizado dentro de las instituciones. En
segundo lugar, en el texto el “punto de partida” a corregir para conquistar la igualdad parecer
ser neutro y tangiblemente identificable. O sea no se problematiza la estructura de sentido
en la cual se articulo y definió como se lleva al debate publico “el punto de partida de las
desigualdades”. Retomemos y articulemos ahora estas ideas, con la teoría de Ian Forbes
(1995). Forbes remarca que por ser un principio político, la “igualdad de oportunidades” tiene
una variedad de justificaciones que pueden estar en conflicto unas con otras, el concepto es
variablemente un principio, una causa y una practica. Esta idea lleva a Forbes a afirmar que
la igualdad de oportunidades es un terreno fértil para el análisis, pues “el juega de anfitrión
de conflictos ideológicos, estimula refinamientos teóricos y conduce a políticas publicas que
actúan testeando el terreno”(Forbes,1995:3). De la misma manera, como vimos en la
primera parte del trabajo el feminismo como “fuerza modernizadora” ha impulsado una serie

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de ideas sobre las causas de subordinación de las mujeres. En este sentido la teoría política
feminista, intrínsecamente conectada a las reflexiones modernas de ciudadanía, democracia
y justicia social, centro gran parte de su reflexión en el binomio privado/publico, trabajo
domestico-trabajo asalariado. Se sostiene que una de las razones estructurales de la
dominación masculina era el acceso desigual de hombres y mujeres a determinadas
posiciones del mercado laboral. Sin embargo, en 1995 Ian Forbes postulaba que más allá de
sus divergencias, los enfoques feministas sobre la igualdad de oportunidades se fueron
centrando en la familia como foco critico de desigualdades y de aplicación del concepto. Esta
tesis contrasta con la traducción institucional a nivel de las organizaciones internacionales
del concepto, en donde el foco que parece haber prevalecido es el de la intervención a nivel
del mercado laboral, como lo muestra la focalización del concepto en los planes de la OIT y
del PNUD(OIT,2010a,2010b). Esta visión particular influyo en gran medida el desarrollo del
punto de partida y la forma en la cual se planteó y se institucionalizaron las demandas por la
igualdad y la justicia social, determinando a su vez los ámbitos de intervención política que
serán propuestos. Un ejemplo simplificado de esto puede ser dado a través de un análisis
sucinto de los artículos de la CEPAL sobre la igualdad de oportunidades citados
anteriormente. Examinémoslos según la mirada en dos etapas que Lombardo y Meier (2008)
proponen para entender el desarrollo de una política publica. Para las investigadoras es
necesario distinguir la etapa de diagnosis (¿cual es el problema?) y la de la prognosis (¿cuál
es la solución?), teniendo en cuenta que la prognosis muestra como la diagnosis lidia con las
diferencias de genero. Si se procede en la lectura rápida de los dos documentos se puede
vislumbrar una cierta asimilación entre el concepto igualdad de oportunidades y la
incorporación de las mujeres al mundo del trabajo salariado. De hecho el 80% del
documento de la CEPAL, “Que Estado para que igualdad?” se concentra sobre este tema.
Esto puede llevarnos a concluir que la prognosis esta basada en gran parte en la idea
“restructuración segregación sexual a nivel laboral= autonomía= igualdad de genero”1. La
misma observación queda ratificada a nivel de la ONU, observando los Objetivos de
desarrollo del Milenio (2001), los indicadores seleccionados para el numero 3 que busca
“promover la igualdad de sexos y la autonomía de la mujer”, otros que en el área de
educación, están casi todos centrados sobre la estructura laboral ( remuneración, tasa de
empleo, distribución del trabajo domestico, etc.). Si bien a nivel institucional la igualdad de
oportunidades como estrategia para cambiar las relaciones de género parece centrarse en la
transformación de las relaciones en la estructura de trabajo, podemos preguntarnos si el
concepto siempre fue utilizado de la misma manera por todos los actores. Cabe remarcar
que la inclusión de diferentes temáticas sobre las relaciones de genero en las agendas
políticas son el resultado de una larga historia de luchas de grupos de mujeres en arenas
locales ,regionales e internacionales por su inclusión, su definición y su legitimación. En este
sentido, Gioconda Herrera (2002) y de Maria Stratiagaki (2004) notan que en el proceso de
institucionalización de un “problema” , siempre existen luchas por su inclusión que implican
una traducción y una resignificación, ver una cooptación, a nivel institucional del tema. Esta
lucha no se remite solamente al nivel de su inclusión en las agendas políticas, ella comienza
en el interior de la pluralidad existente de los movimientos de mujeres. El excelente articulo
de Norma Stoltz Chinchilla (1982) muestra como los movimientos feministas se desarrollan
dentro de una serie de tendencias ideológicas que se remiten a diferentes marcos de
referencia político-filosóficos sobre el origen de la desigualdad y la naturaleza humana. Se
genera entonces dentro de los feminismos una lucha por la hegemonía de su significado. La
pregunta seria entonces ¿Cual fue la visión del feminismo en lo que concierne a la igualdad
de oportunidades que se legitimo dentro de las instituciones? Si bien ya sabemos que la

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institucionalización implico una focalización del término hacia políticas en el área laboral,
¿cómo fueron estas justificadas a partir de argumentos feministas? ¿Fueron ellos emitidos
en los mismos términos en los cuales fueron incorporados? Estas son las cuestiones que
tratare en la tercera parte de este trabajo.
Punto III: Los feminismos y la igualdad de oportunidades
Para elucidar cual fue la visión que prevaleció internacionalmente en la planificación de las
políticas publicas por la igualdad de oportunidades, tomemos el trabajo de Chinchilla(1982) y
de Bodelon (1998). En su articulo Chinchilla identifica principalmente tres grandes corrientes
en los movimientos feministas (liberal, marxista, y radical2). La socióloga sostendrá que a
partir de sus bases argumentativas ellos propondrán maneras y metas divergentes para
lograr la emancipación de la mujer. Resumamos en grandes líneas propuestas por cada
corriente,. La corriente feminista liberal se basa en el postulado que el hombre es de
naturaleza egoísta y que la sociedad avanza de una manera lineal, donde el capitalismo es
el mejor sistema, y el único que puede lograr la liberación de la mujer. Antes del capitalismo,
los humanos vivían en un sistema patriarcal en donde las mujeres eran excluidas del trabajo
productivo. Las feministas liberales consideraban que la exclusión de la esfera pública de las
mujeres violaba los principios del liberalismo político de libertad e igualdad. “La
discriminación sexual es injusta puesto que niega a las mujeres la igualdad de derechos que
les permitiría perseguir sus propios intereses. La justicia requiere la igualdad de
oportunidades y la misma consideración para todos los individuos independientemente del
sexo. La causa de la subordinación de las mujeres es la injusta discriminación legal (..)
Una de las manifestaciones de esta discriminación es el acceso desigual de hombres y
mujeres a determinadas posiciones del mercado laboral.” (Bodelon,1998). Es por esto, que a
diferencia del liberalismo clásico el feminismo liberal reformista “del nuevo tratado”, acepta la
participación del estado para balancear los derechos civiles y las oportunidades para
competir por los recursos. Notemos que se trata de una igualdad entendida como igualdad
de oportunidades en una sociedad meritocrática donde se hace hincapié en el derecho a
compartir prosperidad económica. Para lograr la igualdad, el cambio social es concebido
como lento, gradual y evolutivo. Las “reglas del juego” del sistema deben ser respetadas.
Estos cambios tienen que ser llevados a nivel individual y a nivel social “ por arriba” o sea
por intermedio de las “elites”. El feminismo marxista en cambio, tiene como postulado de
base el texto de Engels, “Los orígenes de la familia, la propiedad privada y el estado” (1973).
Para ellas si la división de trabajo existió siempre en todas las sociedades humanas, esta
no implicaba desigualdad u opresión sexual. Es dentro del modo de producción capitalista,
basado en la propiedad, que las mujeres y los niños se convertirán a través de la
dependencia económica en un proletariado masivo. El método para cambiar esta situación
implicaría antes que nada la transformación de leyes e instituciones dentro del marco social
y político existente ( por ejemplo una legislación sobre la mujer trabajadora). El punto final
seria la abolición del sistema de clases. Distinguiéndose de los dos otros, el feminismo
radical es un movimiento heterogéneo americano de los 60’, incluye entre otras, corrientes
anarquistas y socialistas utópicas. Las feministas radicales son completamente escépticas
en cuanto a la capacidad del capitalismo de promover la liberación de la mujer. Ellas emiten
una gran crítica a la sociedad industrial, excesivamente burocrática, y que obliga al
conformismo, la pasividad, la apatía y a una competencia destructiva. Para ellas la opresión

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de las mujeres no puede erradicarse reformando las leyes y haciendo que hombres y
mujeres compartan por igual las responsabilidades que antes se les adjudicaban en función
del sexo (tesis liberal), ni compartiendo en pie de igualdad las instituciones políticas y
económicas ( tesis marxista ), sino mediante una reconstrucción radical de la sexualidad. La
solución se encontraría para ellas en una rebelión espontánea, que implicaría la necesidad
de una revolución cultural para poder cambiar el sistema de género. Esta debería
transformar de manera no jerarquizada el trabajo, la responsabilidad colectiva y hacer que
los valores “femeninos” no estén más subordinados. Claro que la formulación de dichas está
basada en una gran medida en la conceptualización desarrollada por la teoría feminista
liberal. Esto viene a ré-politizar la aparente “neutralidad” del término “igualdad de
oportunidades”, pues como hemos visto, esta óptica particular de la igualdad resultará en la
circunscripción de una manera precisa de intervenir.
El uso hegemónico dentro de las instituciones del término no es el producto de las
demandas de las mujeres, sino el resultado de la disputa que establecen distintas
capacidades discursivas que compiten por hacer valer sus respectivas interpretaciones. En
este caso, las políticas de “igualdad de oportunidades” se han centrado internacionalmente
principalmente en políticas de inclusión de las mujeres en el área laboral (aumentar el
trabajo asalariado, trabajo en blanco, mejor salario, reducción de la pobreza, etc.). (ver OIT,
Astelarra, Elias y Ferguson y Stratigaki) y en una menor medida en la redistribución de los
tiempos de trabajo doméstico. Pero ¿porque fueron los argumentos de las feministas
liberales que fueron legitimados?. Dilucidemos algunos elementos de respuesta: para que un
asunto sea tratado a nivel político, el mismo tiene que ser legitimado y consecuentemente
visto como de carácter público. Como hemos visto a lo largo del año la modernización
progresiva de las sociedades, en estados democráticos y en su forma global en las
instituciones internacionales, han desencadenado muchos movimientos de “fuerzas
modernizadoras” de reivindicaciones que irán adquiriendo progresivamente legitimidad. Los
principios de libertad e igualdad acarreados dentro de este modelo social han hecho que en
un momento dado sea inevitable, ver necesario para mantener su coherencia, de incluir las
reivindicaciones de los movimientos de mujeres. O sea, el desarrollo de las políticas, planes
y programas de “igualdad de oportunidades” responden a un momento de planificación de
las cuestiones de género a nivel internacional. Asimismo, vemos la progresiva
institucionalización del género en las agendas y reuniones internacionales, con la IV
Conferencia Mundial sobre las Mujeres realizada en Beijing en 1995 y sus proyecciones
como el gran momento de culminación de este proceso. Durante la conferencia se manifestó
el compromiso de la comunidad internacional para alcanzar la igualdad de derechos entre
mujeres y hombres identificando una serie de estrategias a seguir para alcanzar esta meta.
Sin embargo, la incorporación de estos asuntos dependió de la manera en la cual ellos
fueron interpretados desde el poder, pues para ser incluidos en las agendas políticas los
problemas deben ser formulados en términos compatibles con los referentes cognitivos y
axiológicos, creencias y normas de la sociedad (Guzman,2010). En este sentido, las
capacidades discursivas de las teorías feministas liberales encontraron más eco dentro de
las instituciones lo cual puede estar ligado al hecho de que las instituciones en sí mismas,
están basadas en los principios liberales.
De la misma manera, los cambios propuestos por los grupos de feministas liberales son, en
comparación con las otras tendencias, de baja intensidad. Sobre todo ellos no implican
cambiar las reglas generales del juego ( o sea el mercado ). Acordémonos, que la
legitimación de esta tendencia estuvo reforzada por el hecho que ella postula que hay que
trabajar a partir de las elites ( a diferencia de las otras, que privilegian las organizaciones de
base).

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Estos elementos también explicarían porque la OIT fue una de las primeras organizaciones
internacionales a incluir la igualdad de oportunidades dentro de sus programas, y crear una
oficina dedicada exclusivamente al tema. El planteamiento de la OIT se apoya en un enfoque
basado en la “eficacia económica” y la “viabilidad comercial” de la inclusión de las mujeres al
mercado de trabajo. La igualdad de oportunidades con enfoque de género en este sentido,
es para ellos “no es sólo una cuestión de derechos humanos y de justicia para los
trabajadores, sino que también reviste interés desde el punto de vista empresarial para los
empleadores, y es fundamental para el logro del crecimiento económico y la reducción de la
pobreza a nivel nacional”. La OIT se apoya entonces sobre el “potencial productivo de las
mujeres”. Esta visión de la inclusión de género es completamente antagónica con las teorías
marxistas y radicales. En este sentido, la teoría liberal feminista, es la única que puede
adaptarse a la necesidad de las organizaciones internacionales de incluir el género en su
agenda.

Conclusión

En esta monografía, he buscado de identificar las políticas de igualdad de oportunidades.


A través de un análisis de las condiciones de emergencia, y la manera en la cual el tema
ha sido desarrollado como reivindicación social por los movimientos feministas he podido
mostrar como él se desarrolla en el marco de los discursos de la modernidad en intrínseca
relación y contra la teoría liberal de la ciudadanía. Posteriormente y articulando la manera
en la cual la teoría política feminista ha conceptualizado las bases del sistema de género
y el desarrollo de reivindicaciones por la igualdad de oportunidades he podido dilucidar las
significaciones y orientaciones que le dieron sustento: la teorización sobre la dicotomía
publico/privado como base de la subordinación de género. De este hecho, he tratado de
ver la construcción de las reivindicaciones en estos términos, mapeando las principales
características de tres grandes tendencias del movimiento feminista ( liberal, radical y
marxista). Subsecuentemente, he podido proceder a una reflexión sobre el proceso de
inclusión y traducción del concepto en las estrategias políticas llevadas a cabo a nivel
internacional, postulando que se ha legitimado la ideología del feminismo liberal de la
igualdad. El breve análisis de la inclusión de las políticas de igualdad de oportunidades
dentro de las instituciones internacionales me ha permitido enfocar los marcos ideológicos
de su acción y politizar la estructuración de los ámbitos de intervención priorizados: el
área laboral, a través de medidas que se concentran mayoritariamente en el aumento de
la tasa de empleo salariado, sin cuestionar las bases del modelo de trabajo
público/privado- productivo/reproductivo.
Argumentos similares ya han sido desarrollados por varias investigadoras de la Unión
Europea (UE) que han mostrado claramente que la principal área de intervención en
materia de políticas de género de la UE ha sido la laboral ( Guerrina,2002, Walby,2004).
Asimismo, varias contribuciones han expuesto como las políticas "de igualdad de
oportunidades" de la UE se articulan sobre los patrones masculinos de vida, sin
cuestionarlos y tomándolos implícitamente como norma, sin buscar lidiar con las causas
estructurales de la desigualdad. (Walby,2004;3 y Guerrina,2002;63). En este sentido
Guerrina sostiene que las políticas de “igualdad de oportunidades” de la UE fueron
dirigidas a argumentar la participación de las mujeres en el mercado de trabajo sin
desafiar ni la norma del trabajo “full time” del hombre, lo que podría llevar a reestructurar
el trabajo doméstico, ni desarrollando un sistema de cuidado a nivel europeo. Con una
perspectiva similar, la socióloga griega Maria Stratigaki (2004)muestra de una manera
excelente la degradación del potencial feminista que genero en el proceso de inclusión-

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traducción-cooptación del término dentro de las estrategias de la UE. Stratigaki, elucida a
partir de un estudio de los documentos oficiales de la UE como el concepto de
“reconciliación entre el trabajo y vida de familia", que los movimientos feministas lograron
introducir para desarrollar la igualdad de género en el mercado de trabajo fue
gradualmente convirtiendo su objetivo y definición con un potencial feminista ( compartir
las responsabilidades familiares entre hombres/mujeres) en un objetivo orientado hacia el
mercado (desarrollar formas flexibles de trabajo). Una vez incluido dentro de la Estrategia
Europea de Trabajo(1990) el concepto fue cambiado y subordinado a otras prioridades
políticas nota la investigadora.

Asimismo, Stratiagaki sostiene que focalizando el mercado laboral como el referente de


las políticas de igualdad de oportunidades de la UE se genera un conflicto entre diferentes
corrientes de pensamiento, con pesos muy diferentes dentro de las cartera laboral
Europea. El argumento que ella moviliza para entender el proceso de cooptación es más
que interesante pues él muestra, a mi parecer, los límites y peligros que representa
focalizar las políticas de igualdad de oportunidades a la mera área laboral. Visto que el
campo laboral es un campo de políticas publicas donde las prioridades económicas
dominan es mas que previsible que se desarrollen tensiones entre las corrientes teóricas
que priorizan políticas de igualdad de género y ellas que priorizan el crecimiento
económico. Desde ya, queda sobrentendido, que las segundas hoy en día mas peso en
las agendas de la EU. La aplicación de estas hipótesis en el contexto de la evolución del
concepto “La reconciliación entre trabajo y vida de familia” explicaría porque el pasó a
legitimar el trabajo flexible más que a cambiar las relaciones de género dentro de la
familia.

Juanita Elias y Lucy Ferguson (2007) sostienen conclusiones similares apoyándose en un


estudio sobre las políticas Inglesas. Ellas notan que en Inglaterra la cooptación de las
políticas de género en el estado, orientadas hacia el empleo, están claramente enfocadas
a los estándares de eficacia y derecho; las desigualdades de género pasan a ser
conceptualizadas como un obstáculo al desarrollo efectivo de los mercados.
Subrayemos dos argumentos de las autoras que me han parecido centrales en el futuro
desarrollo de estudios de la inclusión del género en las instituciones: En primer lugar,
Elias y Ferguson sostienen que la Agencia Técnica Inglesa cautela esta visión e inclusión
del género, lo que implica que en los proyectos de desarrollo Ingleses se utiliza una grilla
de lectura basada en la eficacia del mercado y crecimiento económico. En segundo lugar,
las investigadoras remarcan que en la esfera de los derechos, el estado ingles tiende a
concentrarse en cuestiones específicas de las mujeres, como por ejemplo “la violencia
contra las mujeres”, ocultando así las causas subyacentes de la desigualdad de género
intrínsecos a las políticas neo-liberales, este patrón me parece no ser exclusivo a
Inglaterra. Un estudio comparativo sobre la cuestión me parece, en este sentido, mas que
necesario.
Para concluir, diré que el interés de este articulo se encuentra a mí parecer en el hecho
que hoy en día las organizaciones internacionales tienen un gran peso en todo lo que
concierne las políticas de género en nuestro continente. El desmantelamiento del estado,
exacerbado durante los años 90’ ha generado una gran dependencia en los países Latino
Americanos al financiamiento internacional para desarrollar planes sociales. Lo que ha
desencadenado también una tendencia a un lineamiento normativo en base a los marcos
propuestos por las organizaciones internacionales de los países de la región a nivel de
políticas de género. En este sentido, la evaluación del desarrollo de las políticas de

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igualdad de oportunidades de la UE nos recuerda que debemos permanecer vigilantes en
cuanto al desarrollo y el alcance de dichas en nuestra región y su impacto en las
relaciones de género. Las concepciones políticas dominantes a nivel internacional, como
lo he postulado, tienden a focalizarse progresivamente sobre el “potencial productivo de
las mujeres”. Esto puede hacer cuestionarnos sobre si esta cooptación institucional del
término no está haciendo que este pierda su objetivo principal, erradicar las
desigualdades de género, a favor de una igualdad que se reduce a un guarismo
puramente económico.

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