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Dicen que los columnistas somos obsesivos y que reiteramos


nuestras columnas, bajo distintas formas, una y otra vez. Quizás sea así. Al menos yo,
lo reconozco, vivo con la idea permanente de que nuestro sistema de administración
de justicia se debate entre el desastre y la vergüenza y que su reforma es la tarea
pendiente que ni el anterior gobierno ni éste han logrado acometer.

No es que no se haya intentado. Me consta que en la administración Uribe, Fernando


Londoño lo procuró dos veces, en una de cuyas ocasiones apenas tres temas
resultaron ser ajenos al consenso entre las altas Cortes. En lo demás, para mi
sorpresa, hubo acuerdo. Y no era esa una reformita de pipiripao, como la de Pretelt de
la Vega, un regular economista que posaba de abogado, sino una de calado que
tocaba los asuntos estructurales. Al final, el esfuerzo fracasó. Se también que lo
intentaron los ministros de justicia siguientes, también ellos sin éxito.

Santos también lo quiso y jugó, como antes Uribe, a alcanzar un acuerdo con las
Cortes. Algunos advertimos que ese era el mejor camino para ponerle lápida a la
reforma. Así ha sido. Ya el Gobierno tuvo que anunciar que no presentaría proyecto
de reforma en esta legislatura. Y se de inmejorables fuentes que las discusiones al
interior de la comisión para la reforma a la justicia, de la que hacen parte los
presidentes de las Cortes y del Legislativo, dan grima y van camino a ningún lado.

Pero muy mal anda una administración de justicia que, en abierta violación de los
tratados de derechos humanos, condena de por vida al coronel Plazas por un delito
inexistente en la época de los hechos y con aplicación retroactiva la ley penal en lo
desfavorable, sin prueba ninguna de su responsabilidad en los hechos y con única
base en un supuesto testimonio de alguien cuyo nombre no coincide siquiera con el
documento de identidad que dijo tener.

La Juez María Stella Jara condenó de por vida al coronel


Plazas Vega, sin ninguna prueba en su contra
Muy mal anda una administración de justicia que
acusa a cuatro jóvenes tecnócratas, ex funcionarios
del Ministerio de Agricultura, por celebrar un contrato
directo con un organismo de la OEA con el que
desde la década de los sesenta todos los Ministros
del ramo han celebrado idénticos convenios. Y que
los priva de la libertad mientras que los juzga, mientras que esa misma Fiscalía pide
que los Nule se vaya a su casita, la ³Gata´ anda suelta y con escoltas por todo el
Caribe, y la Suprema le da casa por cárcel a la confesa Yidis Medina.

Muy mal anda una administración de justicia que a fines de 2009 tenía en sus
inventarios1.174.191 noticias criminales de supuestos delitos por esclarecer, y que
ese mismo año ingresaba 986.064 casos más, un número que supera el total de los
evacuados durante toda la vigencia del sistema penal acusatorio.

Muy mal anda una administración de justicia que esta misma semana, en una
leguleyada, ordenaba la libertad de à  , un confeso asesino de las Farc.Y que en
los cinco años de funcionamiento del sistema acusatorio produce apenas 5.587
condenas por homicidio cuando en ese mismo período se produjeron, según cifras
oficiales, 84.745 asesinatos. Es decir, sólo el 6,59% de los homicidios encontró
culpable. Mal, muy mal anda una justicia en que un homicida tiene el 94% de
posibilidades de que su crimen nunca sea castigado.

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