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PRESIDENCIALISMO Y

GOBERNABILIDAD*
Por Isabel
Navarrete
socius@speedy.com.ar
(0223) 472-6366 Mar del
Plata

I – ALGUNAS CONSIDERACIONES GENERALES SOBRE LA CIENCIA POLÍTICA

"Por eso, cuando contemplo y medito sobre todas esas


repúblicas que hoy florecen por ahí, no se me ofrece otra cosa,
séame Dios propicio, que una cierta conspiración de los ricos que
tratan de sus intereses bajo el nombre y título de república. Y
discurren e inventan todos los modos y artes para, en primer lugar,
retener sin miedo de perderlo lo que acumularon con malas artes;
después de esto, para adquirirlo con el trabajo y fatigas de todos los
pobres por el mínimo precio; y para abusar de ellos."
Tomás Moro1

La ciencia política se propone como objeto el análisis de los fenómenos políticos en


base a la aplicación del método de las ciencias empíricas. De ello se desprende que la
descripción, la clasificación, el estudio de tendencias y los intentos de producir
generalizaciones conceptuales son sus objetivos. De esta manera, se desprende de la filosofía
política, cuyos lineamientos apuntan a buscar y proponer regímenes de gobierno ideales,
utópicos o sobre la perfectibilidad de los existentes. Podría decirse entonces, que la ciencia
política se aboca a lo ya dado, mientras que la filosofía política se aboca a lo que podría o
debería darse en aras del logro de la felicidad y el bien común.

Ciertamente, muchos autores "científicos", Sartori entre ellos, desvirtúan la


"operatividad" de la filosofía política, concepción que engarza perfectamente con el auge

1
* Monografía presentada en el Seminario “Sociedad y Estado: el debate actual”; Maestría en Ciencia y Filosofía
Política, Facultad de Derecho UNMdP, 2000.
Utopía, Altaya, Barcelona, 1997, p. 130.
contemporáneo del neopositivismo en todas las ciencias, pero particularmente en las sociales y
humanísticas. Coincide esta posición también con la proliferación de las "ingenierías y/o
reingenierías" que parecen ser y se venden como "aplicables a todo" [o al menos es lo que se
intenta]2, y que incluso merecen premios de algunas instituciones científicas, como la Agencia
Nacional de Promoción Científica. Estas "ingenierías" abarcan la medicina, las ciencias de la
administración, las ciencias sociales "duras"3 [entre las que contamos a la ciencia política] y
muchas otras. El resultado es siempre el mismo: eliminar las "perturbaciones particulares" y
elaborar rigurosamente patrones estándar a seguir. Así, ya no hay más enigmáticos pacientes
sino drogas apropiadas para ser prescritas ante una equis patología, sin considerar la edad, la
situación social y afectiva, la historia familiar, etc. Ya no hay consideración de la situación
personal y laboral de los trabajadores sino pautas de eficiencia a cumplir, sin preguntar ni
tomar en cuenta las implicancias y consecuencias. Y en la ciencia política [objetiva y por ende
neutra], todo parece reducirse a estudiar, describir y clasificar los sistemas de partidos, los
sistemas de gobierno, y los tipos de representación existentes, aunque obviamente todos ellos
con sus múltiples combinaciones. Por ejemplo, no sólo no se cuestiona la existencia de las
clases sociales, es decir la injusticia básica del sistema en el que vivimos, sino que además de
abocarse a perfeccionar la metodología para lograr la conservación de la estabilidad y del statu
quo, hasta se ha elaborado una teorización que, de alguna manera, la justifica [dándole crédito
en tanto que fenómeno regular y uniforme] a través de la "clase política", que encuentra
sustento en la afirmación de que "en todo régimen, sin importar su "formula política", siempre
es una minoría organizada, o un número restringido de estas minorías que luchan entre sí, las
que gobiernan."4 Lo que sí queda bastante claro es que esta "clase política", que no es sino
expresión y reconocimiento de que las clases dominantes–gobernantes se constituyen
claramente como clase en sí y para sí, en tanto que las clases dominadas–gobernadas quedan
relegadas por el poder de aquellas a ser clase en sí, y por ende a participar del juego político
propuesto por el sistema imperante5.
2
Rifkin, Jeremy; El fin del trabajo, Paidós, Buenos Aires, 1996, capítulo 3, pp. 67–81
3
Grüner, Eduardo; "La Parte y los Todos. Universalismo vs. particularismo: las aporías ideológicas de la
globalización (post)moderna." En Ciclos, Año VII, Vol. VII, Nº 12, 1er. semestre de 1997. Buenos Aires.
4
Moore, Stanley; Crítica de la Democracia Capitalista, México, Siglo XXI, 8ª edición en español, 1989, pp. 16-23.
Bobbio, Norberto; "Ciencia Política", en Bobbio, N.; Matteucci, N. y Pasquino, G.; Diccionario de Política;
México, Siglo XXI, 1997, 10ª ed. en español, Tomo I, pp. 218-224.
5
Cavalli, Alessandro; "Clase", en Bobbio, N.; Matteucci, N. y Pasquino, G.; Diccionario de Política; México, Siglo
XXI, 1997, 10ª ed. en español, Tomo I, pp. 225-232, "La identidad de los intereses no es suficiente para cimentar la
existencia de una clase a menos que, sobre la base de esta identidad, surja una comunidad, una asociación u
organización política y a menos que se forme una conciencia de clase. Una clase con conciencia de clase es una
clase para sí (für sich) pero, en cambio, cuando no se consolida esta conciencia de clase, la clase sigue siendo una
mera clase en sí (an sich), incapaz de manifestar reivindicaciones colectivas." (Los destacados son del original).
También: Borón, Atilio; Estado, Capitalismo y Democracia en América Latina, Buenos Aires, Oficina de

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Como nosotros tenemos un posicionamiento crítico respecto a estas orientaciones de las
ciencias en general y de la ciencia política en particular, queríamos dejarlo señalado antes de
presentar la exposición específica del tema que nos ocupa, pues en varios de sus párrafos
surgirán cuestionamientos relacionados con estos postulados. Además queremos dejar
planteada

desde ahora la pregunta sobre si el estudio de la composición social, económica, política y


cultural de un modo de producción no constituye una cuestión [más que suficientemente]
empírica más que pertinente para ser estudiada por la ciencia política; ya que en los textos
sugeridos no hemos encontrado ninguna explicación satisfactoria al respecto.

II – PRESIDENCIALISMO Y GOBERNABILIDAD
"Pero quien se apoya en el pueblo es un príncipe capaz de
mandar y valeroso, que no se arredra ante las adversidades, ni omite
las otras formas convenientes de defensa, que con su ánimo y sus
instituciones mantiene a toda la población ansiosa de actuar, tal
príncipe jamás se encontrará engañado por él y comprobará que ha
construido sólidos fundamentos para su mantenimiento."
Nicolás Maquiavelo6

"En las democracias capitalistas, el pueblo ni hace las leyes ni


las interpreta ni las hace cumplir. Vota, y se supone que a través de su
voto ejerce un control completo, si bien indirecto, sobre la legislación.
La interpretación y el cumplimiento de las leyes, por el otro lado, se
encuentran efectivamente monopolizados por burocracias –jerarquías
de funcionarios rentados cuya selección y actividades son, en una gran
medida, independientes del control popular. Cuando se dice que el
pueblo gobierna en las democracias de las sociedades esclavista y
capitalista, tanto "pueblo" como "gobierna" están utilizados en forma
ambigua. En las democracias de las sociedades esclavistas, "gobierna"
significa todo el gobierno, pero "pueblo" sólo una parte del pueblo. En
las democracias de las sociedades capitalistas, "pueblo" significa todo
el pueblo, pero "gobierna" sólo una parte del gobierno."
Stanley Moore7

De acuerdo con Pasquino, existen tres hipótesis ligadas a la noción de


ingobernabilidad8:
a) como producto de la sobrecarga de demandas a las que el Estado responde
aumentando su intervención pero provocando una crisis fiscal;

Publicaciones del CBC, 3ra. edición, 1997, pp. 59-65.


6
El Príncipe, Alianza, Buenos Aires 1997, 3ra. reimpresión, p. 65.
7
Crítica de la Democracia Capitalista, México, Siglo XXI, 8ª edición en español, 1989, p.71.
8
Pasquino, Gianfranco; "Gobernabilidad", en Bobbio, N.; Matteucci, N. y Pasquino, G.; Diccionario de Política;
México, Siglo XXI, 1997, 10ª ed. en español, Tomo I, pp. 703-710.

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b) como una cuestión de naturaleza política, ligada a la autonomía, cohesión y
legitimidad de las instituciones;
c) como producto de una crisis de gestión administrativa del sistema y del apoyo que
los ciudadanos otorgan a las autoridades gobernantes.

Ahora bien, tanto la gobernabilidad como la ingobernabilidad adquieren


particularidades respecto del sistema de gobierno, del sistema de partidos políticos, del sistema
electoral (que implica las "formas de selección de candidatos; las formas de candidaturas y
votos; la magnitud de los distritos; las fórmulas electorales y el 'umbral' " 9); y a nuestro
entender de manera ineludible, respecto de la situación socio–histórico–económica.

Hasta 1994, el sistema de gobierno que regía en nuestro país era de tipo
presidencialista, digamos "puro" combinado con sistema de votación [teóricamente] a través de
la conformación del colegio electoral, comportando una fuerte concentración del poder en el
Estado nacional, en detrimento de la normativa federalista. Así, el modelo se revelaba
marcadamente centralista con unificación del control nacional y planteaba muchas dificultades
para lograr la cooperación de la oposición. Paralelamente, el congreso [con sus dos cámaras]
conforma el Poder Legislativo, que funciona independientemente, aunque en muchos casos
ratifica o rectifica decisiones del Ejecutivo, dependiendo esto también de la composición
numérico–partidaria de las bancas de las cámaras.

La figura del Presidente concentraba en su persona el gobierno y la jefatura de Estado,


lo cual implicaba una fuerte personalización del poder. La reforma de la Constitución de 1994,
introdujo entre sus modificaciones la desaparición del colegio electoral y una nueva figura en
el sistema de gobierno: la del Jefe de Gabinete, cuya designación/remoción es una atribución
del Presidente. Y a partir de la reforma del 94 también hay que considerar la figura del Jefe de
Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, cuya elección no coincide con las presidenciales,
tanto como la inclusión de los partidos políticos como instituciones fundamentales del sistema
democrático, a cuyo sostenimiento económico contribuye el Estado (Art. 38).

Si bien no ahondaremos en detalles respecto de las funciones específicas del Jefe de


Gabinete10, debemos destacar que quizás, su importancia [al menos teóricamente] resida
justamente en que es un instrumento apto para intervenir en los problemas típicos del
presidencialismo: la cuestión de la gobernabilidad y la cuestión del gobierno con minoría

9
Molinelli, N. Guillermo; "Sistemas Electorales", p. 350.
10
Gil Lavedra, Ricardo; "El presidencialismo atenuado: El Jefe de Gabinete", en AA.VV.; La Constitución
Argentina de Nuestro Tiempo, Buenos Aires, Ediciones Ciudad Argentina, 1996.

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parlamentaria ante la posibilidad del bloqueo del plan de gobierno. Esto tendrá sus
particularidades de acuerdo al escenario político que se plantee y de acuerdo a la
implementación práctica de la nueva función.

Respecto de los partidos políticos, históricamente La Argentina se ha caracterizado por


el bipartidismo que, con el surgimiento del FrePaSo en los últimos 7 años evolucionó hacia el
multipartidismo, aunque cabe señalar que ya desde 1989 existían varios partidos pequeños pero
con representación en el Congreso11. En cuanto al FrePaSo, si bien se trataba de un partido
pequeño, por la importancia que adquirió, culminó en la conformación de la Alianza con el
Partido Radical cuya fórmula triunfara en las últimas elecciones. Quedó así planteado
nuevamente un bipartidismo, aunque con características particulares.

Ahora bien dichas elecciones dieron una conformación particular al mapa político
nacional, puesto que habiendo ganado a nivel nacional la Alianza, en las provincias –incluida
la de Buenos Aires, mayoritariamente triunfó el Justicialismo. Esta situación plantea un desafío
tanto en el nivel de la gobernabilidad como en el del [posible] bloqueo del plan de gobierno.
De todos modos, no es esta la única dificultad a considerar, pues pensamos que nuestro país
constituye un ejemplo bastante aproximado a lo expresado por Nohlen12 al decir que

Cuando la imagen del parlamento es mala, peor que la del


presidente de turno; cuando la imagen de los partidos políticos es mala,
peor que la del Ejecutivo en ejercicio, cuando la imagen de los
políticos es mala, peor que la del personal ejecutivo, difícilmente puede
imaginarse que el parlamentarismo pueda conducir a una mayor
consolidación de la democracia.

En tales casos se trataría entonces, según el mismo autor, de encontrar un método para
debatir, diseñar y consensuar reformas viables políticamente y que, sobre todo, no pongan en
peligro lo ya logrado13, que no es sino la fragilidad de la democracia en América Latina.
Cabría aquí realizar un análisis pormenorizado de la noción de democracia que considera
Nohlen, pero excede ampliamente las posibilidades de este trabajo abocado a una temática
cuasi puntual, como es la relación entre presidencialismo y gobernabilidad.

Volviendo a la cuestión del [posible] bloqueo del plan de gobierno, queremos


ejemplificar lo dicho y poner de manifiesto la concentración de poder del Presidente respecto

11
Thibaut, Bernhard; "El gobierno de la democracia presidencial: Argentina, Brasil, Chile y Uruguay". En: Nohlen,
D. y Fernández B. M.; (editores) El presidencialismo renovado, Buenos Aires, Nueva Sociedad, s/f, p. 135.
12
Nohlen, Dieter; "Presidencialismo versus parlamentarismo: dos enfoques contrapuestos", en Nohlen, D. y
Fernández B. M.; (editores) El presidencialismo renovado, Buenos Aires, Nueva Sociedad, s/f, p. 25
13
El destacado es nuestro.

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de las Cámaras durante la primera presidencia de Menem, que adquirió un consenso14 total
durante su segunda presidencia. Durante el primer período, si bien en muchas ocasiones [sobre
todo ante el Plan de Reformas Estructurales] se produjeron situaciones de "tensión" pero no
llegaron a generar "bloqueos del plan de gobierno", es decir que ello no impidió ni puso en
cuestión la gobernabilidad, sino que por el contrario, Menem utilizó plenamente sus poderes
discrecionales de intervención acompañándose de los grupos de presión [poder] a él ligados y
de sus asesores "técnicos".

Recordemos que ambas presidencias transitan por un sistema multipartidario


(Justicialismo, Radicalismo y Partidos pequeños durante la primera, y (Justicialismo,
Radicalismo y FrePaSo como principales fuerzas representadas durante la segunda) con
sistema de elecciones no simultáneas. En las situaciones en que las relaciones entre el
Ejecutivo y el Legislativo eran complicadas (en el primer período principalmente con la
Cámara de Diputados), Menem no dudó en apelar a los "decretos de necesidad y urgencia"
para imponer su plan de gobierno controlando plenamente el poder estatal, y adquiriendo
ambos (figura presidencial y poder del Estado) un desarrollo muy importante en paralelo con
el avance del poder empresarial sobre el control socio–político–económico 15. Claro que para
nosotros estos hechos no constituyen de ninguna manera injerencias deseables y si en cambio
creemos que se hallan muy asimiladas a las características de los gobiernos netamente
autoritarios.

Pero lo dicho también implica que en el estudio de las condiciones de una política
gubernamental deben considerarse otros factores que la condicionan, aún dentro de la ciencia
política, además del sistema de partidos y el sistema de gobierno, como ya hemos señalado al
comienzo de nuestro trabajo.

Si, como hemos mencionado, a la situación descripta se suma la preeminencia del


Estado nacional sobre la provincias16, sobre todo y considerando la mayoritaria y
medianamente permanente composición Justicialista de sus gobiernos, puede comprenderse
mejor la dimensión adquirida por el Ejecutivo [en este caso Menem] y la estabilidad política
lograda por él al efectuar semejante concentración del poder que, por otra parte, ha sido en este
siglo más una característica ligada a los gobiernos populistas, a las dictaduras militares, y a las
políticas socio–económicas implementadas (con visos más o menos progresistas o más o
14
La noción de consenso ameritaría un desarrollo específico que excede los alcances de este trabajo
15
Nohlen, Dieter. y Fernández B., Mario; "El presidencialismo latinoamericano: evolución y perspectivas", en Op.
cit., p. 113.
16
Nohlen, D. y Fernández B., M.; Op. cit.., p. 124.

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menos represivos según el caso) que a una cualidad invariable del sistema presidencialista en sí
mismo. Todo esto gracias a la consecución de eficaces políticas que apuntaron y lograron el
disciplinamiento de las mayorías populares. Y creemos que queda claro que la eficacia no va
necesariamente de la mano de la democracia ni de la justicia. No podemos olvidar que en los
últimos 25 años, los principales "disciplinadores" fueron las híperinflaciones de los años 75, 89
y 91, el terrorismo de Estado ya vigente con anterioridad al golpe de Estado de 1976 y que
alcanzó niveles brutales durante la dictadura, y las Reformas Estructurales realizadas durante
la primera presidencia de Menem, "avaladas" por la crisis imperante y ya sustentada en el
imperio excluyente de la tecnocracia economicista, con sus planteos "desideologizados,
objetivos y científicos"17.

Entonces, consideramos que no se puede analizar la gobernabilidad en el


presidencialismo, aislándola de otras características y circunstancias históricas específicas que
dan soporte y se interelacionan con los sistemas políticos, sino que por el contrario, además
de los factores concomitantes ya expresados, también cabe reparar en el grado de hegemonía
alcanzado por cada gobierno o partido gobernante, en los premios y castigos de los organismos
internacionales [como el Banco Mundial y el FMI ante el mayor o menor sometimiento a sus
dictámenes], como también indiscutiblemente en el poder ejercido por los empresarios de las
grandes empresas multinacionales a través [de la dictadura] del "libre mercado".

III – OPINIÓN PÚBLICA Y GOBERNABILIDAD


La opinión pública, en lo concerniente a la unidad estatal,
cumple ante todo una función de legitimación de la autoridad
política y del orden por ella garantizado. Todo poder debe
preocuparse por aparecer como jurídico, por lo menos para la
opinión que públicamente se expresa. Como acaece con todas
las demás normas que intervienen para formar la sociedad, lo
que, respecto a los principios de la opinión pública, aparece en
primer plano no es su valor de verdad, sino su valor de
efectividad.
Hermann Heller18

17
Torre, Juan Carlos; El proceso político de las reformas económicas en América latina, Buenos Aires, Paidós,
1998, Cap. 4, pp. 87-113.
18
Teoría del Estado, México, Fondo de Cultura Económica, 1997, 16ª impresión, pp. 192-193.

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La opinión pública19 surge junto con el advenimiento del Estado moderno, es decir con
el modo de producción capitalista y su división en clases sociales. Por tanto se corresponde con
la separación del Estado y la sociedad civil, del burgués y el ciudadano, de lo público y lo
privado. Muchos autores coinciden en que la opinión pública está fuertemente relacionada con
la difusión del saber leer y escribir, el desarrollo de la imprenta y particularmente de la prensa.
Porque la instalación en lo social [y por ende en el campo científico y filosófico] de los temas
que deben ser considerados, de los enfoques "modernos" para abordar las problemáticas, de lo
que es importante y de lo que no lo es, no podría realizarse sin el híperdesarrollo [cuasi
deforme] de los medios de información y comunicación masiva. Es decir que la educación, los
medios de información y la opinión pública, han sido históricamente las vías para
homogeneizar al cuerpo social, a los cuales obviamente debemos agregar durante este siglo la
incorporación masiva de la radio y la televisión, y en los últimos 30 años la gran explosión de
los mass media y la informática que se han erigido en verdaderas herramientas de masivización
de la información, como también de su manipulación y, por ende, de control social y de la
transformación del escenario político en un espectáculo20.

Pero debemos tener en claro que la opinión pública no sólo no es sinónimo de verdad
sino que no coincide con ella. ¿Entonces por qué su importancia?

Siguiendo a Marx, pensamos que la importancia de la opinión pública reside justamente


en lo que oculta: los intereses de la clase burguesa. Es decir que es ideología, que es producto
de la división en clases sociales y que diciendo expresar los intereses del pueblo, en realidad
responde a los de una de sus clases [la dominante]. Claro que estos fines requieren además del
soporte otorgado por algún modo de coacción económico–política21.

Entonces tenemos que la opinión pública es una producción minoritaria que aparece
como mayoritaria y que tiene por objetivo "encauzar o apagar las diversas opiniones
existentes"22 legitimando el poder del Estado. Y esta legitimación favorece la gobernabilidad
porque apunta a la aceptación "consensuada" de la estabilidad del plan de gobierno, más allá de
su justicia o condenabilidad, de su racionalidad o apelación a la "necesidad" para enfrentar
situaciones de crisis. En este sentido en las últimas décadas y particularmente en los últimos

19
Mateucci, Nicola; "Opinión pública", en Bobbio, N.; Matteucci, N. y Pasquino, G.; Diccionario de Política;
México, Siglo XXI, 1997, 10ª ed. en español, Tomo II, pp. 1075-1079. También: Heller, Hermann; op. cit., pp. 190-
199; y Marx, Karl; La cuestión judía, material mimeografiado.
20
Edelman, Murray; La construcción del espectáculo político, Buenos Aires, Manantial, 1991. También Muraro,
Heriberto; Poder y comunicación. La irrupción del marketing y de la publicidad en la política, s/r.
21
Heller, Hermann; op. cit.., p. 195.
22
Op. cit., ibidem.

Página 8
tiempos, podemos mencionar lamentables ejemplos. Por citar uno, la cuestión de la
"inseguridad" que se pretende resolver a través de la "mano dura" [y sus vertientes: "el gatillo
fácil" y la tortura], como a través del aparato judicial [procesando, y/o encarcelando a
manifestantes y líderes de organizaciones populares]. Un segundo ejemplo está constituido por
la reforma laboral, que implementada durante el gobierno de Menem, hoy arriba a su punto
culminante a través de su "perfeccionamiento" ["indudablemente para beneficiar a los
trabajadores"] sin importar el cambio de partido político y Presidente, lo cual una vez más nos
habla de los variados ingredientes que hacen a la relación entre la gobernabilidad y la función
de la opinión pública, sea cual fuere el sistema de gobierno.

IV – SOBRE FORMAS Y CONTENIDOS

"La primera de las promesas no mantenidas por la


democracia es que no logró eliminar las élites del poder. Nos
hemos conformado con reconocer que las democracias se
distinguen de los gobiernos no democráticos no ya por haber
suprimido las oligarquías, sino porque permiten a varias
oligarquías participar pacíficamente en el gobierno de la sociedad.
La segunda promesa no mantenida es la de no haber alcanzado la
integración de la igualdad formal con la igualdad sustancial. [...]
La tercera promesa, es que la democracia no logró jamás vencer al
poder invisible."
Norberto Bobbio23

La primera cuestión que nos surge es ¿por qué las formas deben ser diferentes de los
contenidos? La segunda es ¿ de dónde ha surgido esta manera de pensar y conceptualizar la
realidad?

Nos encontramos con que, al parecer, la ciencia política no se halla muy lejos de la
definición "la política es el arte de lo posible"; aunque, a pesar de los esfuerzos, aún no hemos
encontrado el arte de esta definición. Si, nos referimos a que al parecer el debate contemporáneo
sobre la sociedad y el Estado parece no ser tal. Más bien se trata de transmitir y reproducir una
serie de definiciones, reglas y "procedimientos" que son asociados a las ideas de democracia,
sistemas de gobierno, modos de representación, sistemas electorales, etc.

La ciencia política se plantea entonces, como una cuestión de profesionales y técnicos.


Pero, para nosotros, esa es sólo una parte de la política. Nosotros consideramos la política en

23
Bobbio, Norberto; "¿Podrá sobrevivir la democracia?", en: AA.VV.; Los límites de la democracia, Buenos Aires,
CLACSO, 1ª ed. en español 1985, pp. 59-67.

Página 9
tanto que práctica cotidiana de la vida y no sólo como una ocupación reservada a profesionales.
A decir verdad creemos que no hay ningún debate pues se parte de lo dado tal cual lo
encontramos en las ofertas partidarias electoralistas [cada vez más mentirosamente] diferentes. Y
si a esto quiere sumarse un ejemplo, podríamos considerar las elecciones presidenciales de
1999 con el triunfo de la Alianza, a partir de cuya asunción al poder es dable observar [y ya lo
era antes de las elecciones] más de lo mismo con una cara y un nombre renovados24.

Pero la mentira está mucho más atrás aún. Está en el surgimiento del capitalismo, está en
el supuesto contrato que los individuos libres han realizado con el soberano. En ese acto la
sociedad civil quedó separada del Estado capitalista naciente, que sería el encargado de perpetuar
el modo de producción, reproduciendo sus condiciones. Una extraordinaria expresión fundadora
del conocido lema "Uds. me votaron para que haga lo que hago, no sé de qué se quejan".

Es verdad que nunca antes del capitalismo había existido la posibilidad de que los
ciudadanos participaran masivamente en las cuestiones relativas a la elección de los gobernantes.
Pero no se puede olvidar que esa participación es de tipo formal, ya que los representantes lo
son de ciertos intereses [de la clase dominante] y no de los intereses de la Nación o del conjunto,
como muchos autores pretenden hacernos creer.

Sin embargo pensamos que casi todo está por discutirse y, es más, debemos hacerlo si
queremos y creemos necesario que una sociedad diferente se haga realidad. Porque nosotros no
estamos en absoluto convencidos de que las elecciones lo sean [aunque los ciudadanos pongan el
papelito en la urna]. Porque elegir no es un mero mecanismo [procedimental] que se practica
cada dos años25. Esa es una política que nada tiene que ver con una práctica social. Esa es una
política desvirtuada [por no decir degradada], aunque exactamente ajustada a la concepción
neoliberal conservadora, y estupendamente implementada por la socialdemocracia, cuyo espíritu
aboga por mantener a los ciudadanos en sus casas muy preocupados por sobrevivir y totalmente
desentendidos de lo político, sin permitir la conscientización de que las posibles salidas
requieren exactamente la actitud contraria de parte de las mayorías.

24
Navarrete, Isabel y Palacios, Leonardo; Elecciones 1999: una lectura, Centro de Estudios Sociales y de la Energía
del Sindicato Luz y fuerza Mar del Plata, diciembre de 1999.
25
Navarrete, Isabel. y Palacios, Leonardo; "Votar todos los días", Centro de Estudios Sociales y de la Energía del
Sindicato Luz y Fuerza Mar del Plata, octubre 1999.

Página 10
Los mandamientos del denominado "Pensamiento Único" [que en realidad es un dogma26,
y por lo tanto un no–pensamiento] han invadido hasta el hartazgo el discurso político, no importa
cuál sea el candidato que lo porte. ¿La finalidad? Generar consenso [en el sentido desarrollado
en torno de la opinión pública] acerca de que así son las cosas, de que no hay otra posibilidad
de vivir que la que conocemos y padecemos. ¿Y acaso esto no coadyuva al fortalecimiento de la
gobernabilidad, tal como la hemos considerado? [Al parecer] lo único que se puede hacer en una
democracia moderna, es votar. El sistema reproduce el sistema 27, a pesar de que cada día
aumenta la situación de tensión, iniquidad y miseria de las mayorías.

Si de oponer otras concepciones al "Pensamiento Único" se trata, consideramos preferible


no hablar de un "Nuevo Pensamiento" sino de recuperar la capacidad de pensar, de recuperar la
historia, la cultura y las producciones sociales, que el neoliberalismo ha atacado en un intento de
enterrar las posibilidades de una vital oposición.

Porque consideramos que una cuestión fundamental de la ciencia [y la filosofía] política


es preguntarse y buscar alternativas para transformar los sistemas representativos, en verdaderas
democracias y no en dedicar los esfuerzos para que "esta democracia" sea gobernable. Si de
apuntar a la consecución de una verdadera democracia se trata, pensamos que uno de los
caminos es profundizarla en todos sus aspectos, operando un corrimiento sustancial de la
formalidad hacia la correlación entre esta y los contenidos y prácticas sociales, es decir entre las
definiciones y generalizaciones en dirección a la construcción de nuevas formas de relaciones, de
participación popular, de acceso pleno a la salud y la educación públicas y de un reparto
equitativo de la riqueza producida, que no olvidemos, siempre es producto del trabajo humano,
aunque no necesariamente de la explotación del hombre por el hombre.

Mar del Plata, verano de 2000

BIBLIOGRAFÍA
26
Marx, Karl; Elementos Fundamentales para la Crítica de la Economía Política (Grundrisse) 1857-1858, Tomo I,
México, Siglo XXI, 17ª edición, 1997, p.92: "Desde el punto de vista ideológico el error era tanto más fácil de
cometer por cuanto ese dominio de las relaciones [...] se presenta como dominio de ideas en la misma conciencia de
los individuos, y la fe en la eternidad de tales ideas, es decir de aquellas relaciones materiales de dependencia, es of
course, consolidada, nutrida, inculcada de todas las formas posibles por las clases dominantes."
27
Marx, Karl; El Capital. Resultados de proceso inmediato de producción, Libro I, Capítulo VI [inédito], México,
Siglo XXI, 14º edición, 1997, p. 107. "No sólo las condiciones objetivas del proceso de producción se presentan
como resultado de éste, sino igualmente el carácter específicamente social de las mismas; las relaciones sociales y
por ende la posición social de los agentes de la producción entre sí, las relaciones de producción mismas son
producidas, son el resultado, incesantemente renovado, del proceso."

Página 11
Bobbio, Norberto; "¿Podrá sobrevivir la democracia?", en: AA.VV.; Los límites de la
democracia, Buenos Aires, CLACSO, 1ª ed. en español 1985, pp. 59-67.
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de Política; México, Siglo XXI, 1997, 10ª ed. en español, Tomo I, pp. 218-224.
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Publicaciones del CBC, 3ra. edición, 1997.
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