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MAESTRÍA EN PSICOANÁLISIS

FACULTAD DE PSICOLOGÍA

UBA

Transferencia y sugestión

La cuestión que atañe a este ensayo tiene dos directrices básicas, la primera
distinguir las conceptualizaciones lacanianas respecto de la transferencia con su posible
tratamiento y diferenciarla –segunda directriz- de la contratransferncia y la dirección de la
cura en la psicoterapia psicoanalítica propuesta por Jhon Coderch.

Desde Freud podemos decir que la transferencia tiene dos vertientes una corriente
tierna y otra hostil. La primera hace alusión a los sentimientos amorosos que emergen en el
paciente hacia la figura del analista. Mientras que la segunda –corriente hostil- se refiere a
la expresión de sentimientos hostiles y de enojo hacia el analista. Para Freud la trasferencia
sobre la persona del analista no desempeña el papel de una resistencia sino en la medida en
que se trata de una trasferencia negativa, o de una trasferencia positiva compuesta de
elementos eróticos reprimidos.

Para el posfreudismo, el termino transferencia aplicado a la noción analítica,


significa que el paciente desplaza emociones inconscientes de un objeto reprimido sobre la
representación mental de un objeto perteneciente al mundo externo (Coderch, 1990). De
esta manera, el paciente repite inconscientemente patrones vinculares parentales con la
figura del terapeuta. En otras palabras, la transferencia, se toma como sinónimo de la
totalidad del vínculo del paciente con el terapeuta. Al respecto, el autor señala que la
curación se produce cuando el paciente se identifica con el terapeuta y simultáneamente
reproduce profundamente las identificaciones con sus padres o, mejor dicho, los residuos
reactivados de sus relaciones infantiles con los padres (Coderch, 1990). Desde esta teoría
utilizan la contratransferencia tanto dentro como fuera del psicoanálisis para describir todos
los sentimientos y actitudes del terapeuta hacia el paciente. La contratransferencia puede
indicar tanto la existencia en el terapeuta de una reacción comparable a la transferencia del
paciente cumpliendo la misma función que en contraprestación, o como la reacción que ésta
provoca en el analista como el contraataque.

Todo esto problematiza la posición del analista en la transferencia, es decir, a su


deseo. En el seminario once Lacan relata que Freud indica que la transferencia desde un
principio es resistente. Es decir, la transferencia es el medio por el cual se interrumpe la
comunicación inconsciente y lejos de ser el momento de transmisión de poderes al
inconsciente [como lo creen los posfreudianos] es al contrario su cierre (Lacan, 2007).

Lacan es muy claro al referirse al deseo del analista, dice que ocupa el lugar de
oráculo que pone en palabras los designios del inconsciente, siendo esta la clave de la
interpretación. De esta forma la misión del analista será interpretar la transferencia para
luego disolverla.

El error en que caen los posfreudianos es en creer en la contratransferencia, esta se


caracteriza –según Michel Souval- por incorporar en su definición los elementos reprimidos
no analizados del propio analista que coloca sobre el paciente de forma idéntica a la forma
en que el paciente "transfiere" sobre su analista los afectos sentidos hacia sus padres o los
objetos de su infancia. De esta manera el posfreudismo mantiene la relación del analista
con el paciente en una situación imaginaria de yoes, donde se impide el avance del análisis
y la apertura del inconsciente.
Desde la perspectiva, uno de los problemas que plantea la teoría de la
contratransferencia es el de la simetría que se establece entre analista y analizante. Esto
provoca una escena donde ambos ambos se comprometen como personas, como egos, en el
desarrollo del proceso analítico. Para Lacan, la meta de la cura analítica es que se levante la
represión del deseo para que éste aparezca en su trágica dimensión. Aquí, el deseo del
analista es de suma importancia, ya que en la medida en que se deja seducir por el amor
pródigo que le prodiga el analizado, corta cualquier acceso a la sublimación. En cambio, si
acorde a su deseo de analizar se le aparece al sujeto como presencia “significante”, éste
puede acceder a la “palabra verdadera” y dejar surgir un inconsciente no reprimido
(Juranville, 1996). De este modo, el analista es puesto en el lugar de la Cosa (Das ding),
donde tiene que soportar la presencia del deseo del analizante, hasta el punto de hacer
aparecer al deseo fuera del velamiento de la represión.

De este modo, si el análisis se lleva por la vía de lo imaginario interpretando la


transferencia al estilo posfrediano no conducirá más que a una reeducación emocional el
paciente, sugestiónanoslo no logrando el advenimiento del deseo en su dimensión trágica.

Lejos de la identificación con el paciente con los conflictos del paciente Lacan
propone que el analista si quiere llevar su análisis a buen puerto debe abandonar todos sus
ideales, dejar su persona de lado y hacer de muerto en análisis. En palabras de Lacan:

“…volveré a poner al analista en el banquillo (…) en cuanto al


manejo de la transferencia, mi libertad en ella se encuentra
alienada por el desdoblamiento que sufre allí mi persona y nadie
ignora que es allí donde hay que buscar el secreto del análisis. Lo
cual no impide creer a algunos que han progresado gracias a esa
docta afirmación: que el psicoanálisis debe ser estudiado como una
situación ente dos. Sin duda se ponen condiciones que restringen
sus movimientos, pero permanece el hecho que la situación así
concebida sirve para articular (y sin más artificio que la
reeducación emocional antes citada) los principios de una
domesticación del Yo llamado débil, y por medio de un Yo al que le
gusta creer que por fuerza cumple ese proyecto, porque es
fuerte…” (Lacan, 1999. Pág. 562)

En otras palabras Lacan nos advierte que si el análisis se queda en su vertiente


imaginaria e intersubjetiva de la transferencia el único destino posible será la sugestión y la
reeducación emocional del paciente. De esta manera el análisis debe diferenciarse de la
sugestión en tanto, capta el juego del paciente que lo sitúa como el objeto señal –picón
macho o picón hembra (Lacan, 2005) en la vertiente imaginaria del análisis. Por el
contrario, debe conducir al punto de umbilicación donde se enfrenta a una imposibilidad
radical por verse como sujeto barrado en el lenguaje y el analista convertirse en ese objeto a
irrepresentable que causa el deseo del sujeto alienado en el lenguaje, en otras palabras, el
analista no solo tiene que interpretar los designios del inconsciente en su versión simbólica,
sino además, transformarse en el objeto del paciente que relata su malestar.
BIBLIGRAFIA

1. Coderch, J. (1990). Teorica y tecnica de la psicoterapia psicoanalitica. Barcelona,


España: Editorial Herder

2. Lacan, J. (2003). Escritos 1. En Variantes de la cura tipo. Buenos Aires: Siglo XXI

3. Lacan, J. (1999). Escritos 1. En La direccin de la cura y lo prinipios de su podr (pág.

562). Buenos Aires: Paidós.

4. Lacan, J. (2007). Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanalisis. Buenos

Aires: Paidos.

5. Juranville, A. (1996). Lacan y la filosofia. Buenos Aires: Nueva Vision.

Maestrando: Lic. Ricardo Frez Gil

Profesor: David Laznik

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