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La Gráfica del Silencio en Latinoamérica

“...Nadie en el resto del planeta toma en serio a este inmenso pueblo lleno de
tristeza, se sonríen cuando ven que tiene veintitantas banderitas cada cual más
orgullosa de su soberanía, que tontería, dividir es debilitar...”

(Los Prisioneros, Latinoamérica es un pueblo al sur de Estados Unidos)

En una Latinoamérica que se dibuja por fragmentos, donde la idiosincrasia se


pierde entre la mala lectura de la globalización y la inmediatez de la vida
laboral, en donde la reflexión personal y el análisis de la contingencia social
tienen cabida en una mínima porción de la población, se hace necesario
plantear un lenguaje que pueda solventar e integrar las diferentes inquietudes
socioculturales que no son atendidas por la inmediatez textual de la memoria,
es decir, una simpleza en el mensaje para su rápida asimilación y
comprensión que pueda generar una posterior reflexión y alimentar una
posible nueva acción. Durante los años 80 se vivió en Chile un proceso de
aculturación al momento de presentarse la invasión comercial
norteamericana como tesis adyacente al modelo económico impuesto, frente
a la antítesis chilena (idiosincrásica), yuxtapuesta una cultura sobre la otra,
resultó una síntesis que se iguala a la supresión de la identidad cultural
chilena o por lo menos su marginación del ideal deseable. Frente a la tensa
realidad existente de aquellos años, se dieron movimientos artístico-sociales
de avanzada que lograron calar en la conciencia colectiva. En los años
siguientes y habiendo terminado las dictaduras sudamericanas se vive un
proceso distinto, de revalidación cultural, si bien Chile es aparentemente el
país con menos identidad cultural de la región, resulta ser un proceso
colectivo de nuestro continente, se cambia la sensación de aculturación por la

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transculturación, en donde múltiples culturas convivieron y se retro-
alimentaron. Al abrirse las fronteras de los países latinoamericanos el choque
de culturas se va dando de a poco en las principales ciudades del continente,
pero por sobre todo del Conosur. En este fenómeno social y cultural la validez
de la palabra se hace conflictiva y el lenguaje escrito y hablado sólo puede
convivir con otras culturas en las esferas más altas, por lo cual los signos,
señas y gestos tienen mayor validez al momento de comunicarse y es
inevitable establecer que en dicho proceso la imagen cobra sentido y
proporción. Latinoamérica, sucursal forzada del “primer mundo” ha vivido una
rápida secuencia de sucesos dispuestos para poder situarla en el diálogo con
las culturas llamadas “primer - mundistas”, dentro de estos sucesos se
encuentran las formas y reformas educativas, la concepción heredada del
saber reificado del antiguo mundo como cultura principal y deseable, y un
modelo económico impuesto por un sistema comercial que gravita en los
intereses de los grandes capitales. La educación latinoamericana ha debido
dialogar con tales problemáticas, se le han impuesto modelos curriculares
ajenos, sin atender a la cultura de cada uno de sus países, obteniendo como
resultado tangible un crecimiento en el desinterés tanto por la cultura propia
como por las influencias extranjeras.

Los inicios de la humanidad están llenos de representaciones gráficas ya


que no existía una oralidad lingual articulada, estructurada, ni menos escrita,
y es curioso que hoy, después de miles de años de humanidad, en que se ha
intentado aunar un escenario mundial tan dispar en lo que a lenguas se
refiere, discutiendo acerca de la universalidad del inglés, el chino mandarín
como lenguaje de negocios, el esperanto como la lengua transversal, las
imágenes estén llamadas a cursar nuevos procesos reflexivos contingentes
debido a su lectura casi universal (entendiendo ciertas discrepancias
culturales entre oriente y occidente), las ciudades han tomado un rumbo
cosmopolita en el cual los metalenguajes son difusos, el natural choque de
culturas provoca sin excepción discrepancias respecto de las concepciones y
percepciones que se tienen de la realidad, Clifford Geertz, en su ensayo, “La
interpretación de las culturas”, habla de la validez de los simbolismos, de la
significancia que cada cultura les entrega, con sus diferentes acentos y tintes,

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tanto así como para que su estudio determine su identificación, Geertz hace
referencia también a que frente a la ignorancia de dichos simbolismos y
construcciones sociales, es muy difícil lograr una correcta interpretación
cultural, sin embargo, con el conocimiento del planeta como escenario, se
han desarrollado ciertos convencionalismos textuales, palabras como TAXI u
HOTEL, independiente de su etimología, se han desligado de su
conformación textual para convertirse en imágenes de lectura universal, los
símbolos de la paz o la Comunidad Europea, por otro lado, cobran identidad
propia y son fácilmente legibles tanto para oriente como para occidente y es
así como la composición de la imagen cobra un discurso.

Latinoamérica, un proceso heredado de verticalidad.

“Una mirada más reciente nos revela que los estados más modernos
latinoamericanos, es decir los poscoloniales, tuvieron elementos de
continuidad con la administración cultural europea; la tendencia centralista
predominó en nuestros países, incluso en aquellos que se declararon
federales. Además los grupos sociales predominantes desde el siglo XIX,
mantuvieron la segregación social y racial en los ámbitos de la política del
desarrollo de las instituciones “republicanas” y en la distribución de los bienes
no materiales de las sociedades nacionales. Por su parte, las clases
populares siguieron transitando por los márgenes del discurso modernizador
invocado por las elites. Incluso cuando surgen las primeras organizaciones
populares, teóricamente portadoras de propuestas alternativas, ellas han
tendido finalmente a repetir el discurso modernizador, sin hacerse cargo de
las especificidades de la cultura híbrida que las constituía como realidad
social” (R. Pinto, 2008, p 34).

Pinto, en una retrospectiva de nuestra herencia cultural, enuncia la


significancia que tiene para el proletariado, seguir la inducción vertical de la
estructura regente, y no resulta ser un tema de opciones, es una condición
inherente a una sociedad que se preocupa principalmente por vivir para el

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trabajo. Las capacidades individuales del humano han sido históricamente
delimitadas por el poder adquisitivo; herederos de una concepción
progresista europea, y consecuencia de aquella influencia, nuestras
costumbres relegadas a un contexto, más que otra cosa, pintoresco, han
visto todo su bagaje ser desechado por la imposición de un modelo evolutivo
que no obedece a la realidad histórica latinoamericana, lo vertiginoso de los
fenómenos político – económico – sociales han transgredido la sensibilidad
de los pueblos latinoamericanos, subyugándolos y reprimiendo sus posturas
culturales naturales. La herencia estructural colonizadora ha provocado el
choque de las reformas frente al organismo estatal, y más allá, cuando se
han pretendido mayores logros, la cicatriz de ésta misma herencia ha logrado
socavar sus intenciones, así sucedió con Córdoba, Argentina 1918, así
sucedió, finalmente, con la “Revolución Pingüina” en Chile 2006.

Los estados latinoamericanos se han visto sobrepasados por una economía


mundial que apetece el goce indiscriminado de todo tipo de materia prima,
predestinando la labor del individuo como ser pensante, a una condición de
“capital humano”. Latinoamérica fue innegablemente un centro de
intervención y experimentación tanto europea como estadounidense, y lo
sigue siendo en vista a la herencia vertical del poder expresada por Rolando
Pinto, y es que en este continente se han impuesto forzadamente procesos
de modernización adheridos a la experiencia histórica de Europa y la
consiguiente posmodernidad establecida en el discurso económico
norteamericano. Por lo cual cabe preguntarse si existe realmente la
posmodernidad latinoamericana, críticos como J Bruner, establecen la
necesidad de borrar el concepto de posmodernidad y redefinir la coyuntura
actual en el continente, así también establece Rolando Pinto en Chile, la
necesidad de establecer un currículo crítico, respecto de los contenidos y
estrategias, que nazca desde la propia cultura que se pretende educar. La
búsqueda de explotación material y humana por el primer mundo, se ha
disfrazado durante toda la historia latinoamericana, de un paternalismo
filántropo, para ello ha dispuesto audaces anzuelos capaces de establecer la

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inconexión que existe entre los habitantes del Conosur y su realidad
inmediata modificando los intereses de la población, suprimiendo inquietudes
auténticas por necesidades creadas en pro de la actividad comercial.

La evolución socio-económica de este continente ha sido forzada, y se ha


llevado desde un postcolonialismo a una modernidad que de acuerdo a los
cánones de referencia histórica, aún no culmina, sin embargo, en una
desesperación futurista de explotación natural, parecida al imaginario de
Terry Gilliam, se le ha impuesto una nueva connotación, un posmodernismo
sin que aún se logre entender a grandes rasgos de lo que se está hablando,
el individuo acata en virtud de la subsistencia y no cuestiona más allá de lo
que se le presenta al frente, si es que siquiera llega a verlo.

“La teoría de la posmodernidad podría verse, pues, como una forma más de
imperialismo cultural dada la confusión que establece en el sistema cultural
latinoamericano” (Francisco Villena, 2005, p3). Se trata de una teoría cuya
perspectiva es angloamericana y europea, de ahí que el uso de este término
pueda ser visto como la extrapolación de un fenómeno ajeno a la realidad
histórica y social del mundo latinoamericano. Nelson Osorio, en referencia a
la problemática de la existencia o no, de un período posmoderno en
Latinoamérica y observando la posibilidad de que el proceso llamado
modernidad no haya concluido aún en nuestro continente, establece el hecho
de “que el modelo de la modernidad haya evidenciado su incapacidad para
hacer efectivas las propuestas de igualdad, felicidad y libertad que están en
su origen no significa que estas aspiraciones deban ser desechadas con el
modelo”. Por otra parte Villena se cuestiona acerca de la existencia de la
posmodernidad y encuentra voces que sí establecen su condición.
Latinoamérica ya participa en el nuevo juego, según señala Emil Volek, que
se llama posmodernidad. En el proceso de cambio se rompen viejos
estereotipos: “Algunas tribus indígenas de México prefieren el rock a las
rancheras; algunos nómadas de la Amazonía comparan en video las
tradiciones comunes con sus hermanos; los otavaleños crean, de hecho, la
primera corporación internacional tribal”.

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Sí se puede apreciar que el continente ha entrado en diálogo con la
posmodernidad de los países más “desarrollados” y por lo tanto, sí se puede
hablar de una Latinoamérica posmoderna, pero sin olvidar la diferenciación
que define su realidad política, histórica y social, y que la separan del resto
de los países que está dentro de este juego económico. Los rasgos de esta
posmodernidad se basan en su relación de dependencia económica con
respecto a los núcleos de poder. Al margen de haberse concluido o no el ciclo
de la modernidad en Latinoamérica, el continente ya dialoga con la
posmodernidad y es parte de ella.

La educación latinoamericana, desfases intencionados.

Exceptuando lo que plantea Paulo Freire, con su “educación para la libertad”,


en nuestra región jamás se ha logrado establecer una perspectiva propia
acerca de la educación, ni siquiera en un aspecto tecnócrata de resultados
esperables, nuestras aulas han estado, desde un inicio colonial, cubiertas por
una amplia sábana controladora que no ha hecho más que menoscabar la
postura insurgente de un pueblo inquieto. Latinoamérica es un sector
conflictivo para la economía mundial, o por lo menos lo fue hace y durante
algún tiempo, las revoluciones de Chiapas, Sandinista, Cuba, los
movimientos sociales como en Chile el MIR, o ya en instancias más
avezadas, también en Chile y de formación netamente armamentista el
FPMR o en Perú el Sendero Luminoso, y como consecuencia de las
dictaduras, H.I.J.O.S., Madres de Plaza de Mayo, Agrupación de Familiares
de Detenidos Desaparecidos, etc. marcan, para esta región del mundo un
punto rojo de continuo conflicto, dicha insurgencia no puede ser más que el
resultante de un modelo impuesto, hegemonía dialéctica dijera Gramsci,
muñequeo entre las cabezas de poder y los oprimidos, que aunque por
momentos se mantenga en equilibrio, siempre desgasta, la reacción a

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ideologías extranjeras añadidas a los modelos de mercado imperantes en el
Conosur, contrapuesta a la mano oscura de los gobiernos de facto. La gran
mayoría de los anteriores movimientos citados, y muchos otros obviados en
virtud de avanzar en el tema se han conformado en las universidades, en
donde largamente se ha discutido acerca de los modelos educativos
reinantes en Latinoamérica, lugares en los cuales, a veces sin saberlo, el
debate gravita en el cuestionamiento de las realidades curriculares de los
países de la región.

En todos los inicios de reformas educativas latinoamericanas, como está


antes dicho, se ha chocado con la heredada verticalidad del poder, y sólo ha
sido posible, por lo menos en Chile, establecer cambios importantes como las
reformas educativas de Balmaceda, Frei Montalva y Ricardo Lagos, cuando
estas han venido desde el eje central, claro que dichas reformas, más allá de
su espíritu educativo, han subsidiado la posibilidad de un obrero con mayores
capacidades técnicas y quizás ciudadanos con algún tipo de fluidez en el
acceso a diferentes herramientas comunicativas, pero en ningún caso se ha
llegado a plantear una autonomía educativa, así como tampoco el Estado se
ha hecho responsable por asumir los quehaceres integradores al hablar de
un currículum que se preocupe más allá de los conocimientos tecnócratas,
mucho menos lo ha hecho en una educación política. Hoy cuando se habla
de descentralización, ya lo dice Rolando Pinto, se establece una
descentralización con elástico, en donde se les da a las Secretarías
Regionales Ministeriales cierta soltura financiera y algún tipo de autonomía,
sin embargo, deben comparecer ante un eje central.

En Latinoamérica no existen creaciones curriculares que atiendan a las


necesidades representativas de un pueblo que se ve cada día más opacado
por el bombardeo mediático y la globalización invasiva, es necesario y
urgente crear un currículum crítico que pueda establecer resortes sobre los
cuales impulsar un nuevo pensamiento reflexivo e instaurar y reposicionar el
espíritu latinoamericano que más que intereses personales, se mueve por el
bien común.

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Cristian Cox, en su ensayo “Valores y educación en Latinoamérica al iniciarse
el siglo XXI”, dice, “la educación es esencialmente formación moral y ésta se
funda en unos valores que derivan de los sentidos, convicciones y modelos
de excelencia que una sociedad o comunidad histórica quiere legar a la
nueva generación”.

A propósito de esto: “La sociedad del conocimiento y el propósito moral


(responsabilidad social por los demás y el medioambiente) se necesitan
mutuamente. Es fácil ver porqué el propósito moral no irá muy lejos sin
conocimiento, pero también estoy diciendo que la sociedad del conocimiento
literalmente no se sostendrá a sí misma sin cualidades morales. Esto no es
simplemente un juicio de valor: sustantivamente, la calidad técnica del
conocimiento y su uso serán superficiales si no van acompañados por
profundidad social y moral”. (Fullan, 2003 .p.11)

Si bien vivimos de modelos curriculares que no son propios de nuestra


región, muy por el contrario, en el afán etnocentrista son extraídos de los
países del “primer- mundo”, no se debe estancar el discurso en esto, se
subentiende, o por lo menos se encuentra implícito en el discurso
gubernamental chileno la intención de continuar con un estado desvinculado
de la educación publica, netamente subsidiario, y completamente ajeno a los
procesos socioeconómicos y culturales que se puedan suceder. Llevado a un
nivel más amplio, la intención del modelo económico neoliberal apunta
directamente a la privatización de la educación, a sabiendas de esto el
movimiento latinoamericano demandante de calidad educativa no ha cesado,
el problema mayor que enfrentan estos movimientos es su fragmentación o
mejor, su desvinculación, lo cual resta fuerza al discurso y pese a que se ha
logrado cohesiones las posturas, terminan teniendo un punto de ataque
económico, y muy pocos matices respecto a un cambio serio y responsable
en los procesos educativos curriculares. Gran razón de estas falencias en la
lucha por una educación más consciente crítica y justa, está representada por
el diálogo al que se llega en el momento de negociar, las cabezas de poder,

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desde su niñez han sido alimentados con relaciones de poder verticales, han
sido educados en Harvard, Yale, Oxford u otras universidades de excelencia
patronal, los jóvenes de las manifestaciones, los niños de la educación
secundaria, han tenido sus espíritus, pechos y cabezas llenos de ideas y
esperanzas, sin embargo cuando hay que hablar de dinero, es poco lo que
pueden hacer, no manejan estadísticas, datos duros y todas las cifras con
que las que se encontrarán al momento de negociar, al momento de
enfrentarse directamente al sistema económico - educativo. “Los logros de la
expansión, diversificación y mejoramiento de los sistemas educativos -lo que
nos gustaría denominar, retóricamente, las grandezas de la educación- son
obscurecidos por las miserias perversas de la educación latinoamericana. La
educación elemental y secundaria de la región continúa siendo segregada
por clases sociales: los pobres estudian en la escuela pública, y los sectores
medios y altos florecen educativamente en instituciones privadas”. (Carlos
Alberto Torres)

En los últimos años prácticamente todos los países de la región llevaron a


cabo reformas curriculares, con el objetivo de readecuar objetivos y
contenidos a los nuevos requerimientos de sus sociedades, impactadas de
manera similar por la globalización. Esta incluye, en el plano educativo, de la
mano de instituciones globales como UNESCO y el movimiento también
global de los derechos humanos, cuatro nuevos ámbitos de valores, que con
suficiente perspectiva histórica probablemente pasen a ser lo que distinga el
período del ‘cambio de siglo’ en este plano: derechos humanos, medio
ambiente, redefinición de las relaciones de género, diversidad y pluralismo
sociocultural. Estos fines buscados no obedecen necesariamente a la
realidad latinoamericana y lo que ellos establecen es la homogeneización de
los individuos, al mirar de cerca se puede establecer que no es más que otro
método de control establecido por los grandes organismos subsidiarios del
control social educativo. Freire dice: “los principales problemas de la
educación no son metodológicos o pedagógicos, sino políticos”. (Cristian
Cox, 2006)

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“Una comparación de los currículos de Argentina, Brasil y Chile en la segunda
mitad de los Noventa (Cox 2002), revela que ninguno incluye habilidades
específicamente ‘políticas’. Silencio tal vez sintomático de culturas
ciudadanas –las de nuestra región- que conectan débilmente o en forma muy
abstracta, el cultivo de hábitos democráticos en la vida cotidiana, con el
funcionamiento y desarrollo de las instituciones y procesos políticos a nivel
macro; que tienden sistemáticamente a privilegiar la participación en términos
de demandas y reivindicaciones al, o contra, el estado, en desmedro de la
actividad propia de los ciudadanos en la búsqueda e implementación de
respuestas a asuntos y problemas” (Cox, 2006)

El normalismo imperante en el siglo XX buscaba un sistema homogéneo


(ignorando en gran medida las diferencias en los sujetos pedagógicos), un
sistema donde hubiera un gran nivel de control, y por tanto aceptaba un
sistema de administración escolar altamente centralizado Dicha tendencia se
ha seguido marcando en el arquetipo oficial de la educación.

En nuestras aulas, y de acuerdo a nuestro sistema educativo, no se


implementan las reflexiones teóricas críticas respecto a la educación, y a
pesar de mostrarse con un espíritu constructivista, es sabido que
obedecemos mayormente a un paradigma conductista. Nuestra revisión
apunta a que esta falencia educativa de nuestro sistema, de no cambiar la
estructura curricular de la educación chilena, en donde se signifique al
estudiante y se le comprenda como un individuo activo y reflexivo, seguirá
siendo la utilización de talleres la única vía de cambiar el espíritu y la visión
de la educación chilena. Se puede colegir de lo anterior, y observando el
funcionamiento de la estructura socio – educativa en Chile, que es
precisamente aquel el camino por el cual se están cursando las actividades
relativas al proceso educativo, estableciendo pequeños espacios de
realización y grandes zonas de represión. Podría considerarse la vía
oportuna de suplir estas necesidades de libertad, día a día más silenciadas,
deben venir precisamente del empoderamiento docente, para poder

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desnaturalizar esta situación represiva que viene repitiéndose en casi todos
los colegios de la región.

“los educadores radicales argumentaron que los principales funciones de la


escuela son la reproducción de la ideología dominante, sus formas de
conocimiento y la distribución de la capacitación necesaria para reproducir la
división social del trabajo”. (Giroux, 1983)

La educación latinoamericana no puede seguir desligándose de su propia


médula e intentar reproducir arquetipos educativos ajenos y etnocentristas, la
educación en sí es el proyecto de cambio social más largo dentro de
cualquier tipo de intención, pero sin duda el más importante para que una
Latinoamérica independiente pueda levantarse y no perpetuar aún más ese
silencio que ha seguido avalando el enajenamiento social que los modelos
económicos han impuesto.

El discurso social bajo represión, y el quiebre de los movimientos

En los años 80, con Chile bajo el mando militar, se suscitaron variados
movimientos artístico culturales, en una especie de clandestinidad, Juan
Castillo junto a Lotty Rosenfeld, Diamela Eltit y Raúl Zurita crean el grupo de
Intervención C.A.D.A. generando propuestas callejeras de expresión de artes
visuales y performance, Alfredo Jaar Intervenía también los letreros
camineros con la frase “¿Es usted feliz?”, Pedro Lemebel y las Yeguas del
Apocalipsis irrumpían en universidades con performance poética, el
movimiento literario desarrollado principalmente por Enrique Lihn y Raúl
Zurita otra vez, metaforizaban acerca de la realidad chilena contingente
desde la ironía de Lihn o el pesimismo en las cebollas para la gente pobre de
Rodrigo Lira, y el grupo fotográfico AFI (Asociación de Fotógrafos
Independientes) discurseaba con fotografías denunciantes y censuradas en
las calles de Santiago. Todos estos movimientos, con la vuelta a la
democracia se fueron diluyendo, hoy existen desde una perspectiva histórica,
lo cual no necesariamente toma un tenor negativo, pero desde ese punto tan

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importante en la historia socio - política chilena, las calles se han ausentado
de proclamas de interés social, exceptuando ciertas efemérides como el día
del joven combatiente, el primero de mayo, once de septiembre o la
necesidad de mayores recursos para los estudios universitarios.

Nelly Richard ha escrito bastante acerca del tema de los 80 como fenómeno
artístico cultural, fue un momento que marca y evidencia espíritu libertario del
Conosur, para ella "marca el giro de una nueva sensibilidad cultural
fuertemente remecida por la violencia desestructuradora del aparataje
represivo y empeñada en reelaborar claves de pensamiento teórico - critico
que formulen una comprensión de los trastrocamientos de sentido que
pusieron la historia en crisis de inteligibilidad”.

Ésta década se vio marcada por el aparecimiento de nuevas voces, nuevos


discursos, desde la juventud rebelde hasta los más viejos y reflexivos, en
este plano la aparición de una banda de rock aportó de increíble manera, con
un mensaje social concienzudo y directo permitieron que hasta en el simple
llevar de la melodía la sociedad pensara acerca de las condiciones en las
cuales estaba inmersa y así lograron Los Prisioneros, poner la banda sonora
a la década de los 80.

La diferencia más importante, aparte de la existencia de un gobierno de facto,


que establece este movimiento, la enuncia Richard “otro rasgo que distingue
la producción crítica de los 80 en relación a los discursos anteriores,
concierne su puesta en escena de lo latinoamericano como clave
problematizadora de una cultura moldeada por el discurso europeo de la
colonización cultural”. Al plantearse desde una realidad compartida, el
discurso cobra fuerza y ve repercusiones en el gesto de otras
manifestaciones artísticas en los países vecinos, que sienten algún tipo de
representación y ronda cierto espíritu participativo, el movimiento de los 80 es
tan fuerte gráficamente hablando, que llega a finalmente generar una
campaña política en repudio al régimen militar, como nunca se había hecho
antes dicha campaña fue exportada y probada en otras realidades culturales.

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Ricardo Lagos Escobar en su campaña para la presidencia de Chile emuló
este formato, pero no funcionó como se esperaba, en términos de propuesta
artístico – crítica, si nos refiriéramos a Walter Benjamín estaríamos hablando
de una reproductibilidad técnica sin aura. Asunto que hasta hoy no ha
cambiado.

“Puño y Letra”, de Eduardo Castillo, revisa e investiga una perdida parte de


nuestra historia, durante los años 60 - 70 en Chile, se utilizó una estética
específica que hablaba de una unión latinoamericana, desde una perspectiva
Bolivariana, como un sueño o esperanza. En los ochenta en cambio, y
obviamente debido a la represión existente, ese discurso cambió se hablaba
ahora de una Latinoamérica agredida, las dictaduras habían marcado hondo
en las sociedades, la instauración de sistemas económicos, la presencia
armamentista en las calles, la reducción de las libertades personales, la
cultura del miedo y el silencio en gloria y majestad. Con la vuelta a la
democracia el discurso callejero logrado por los movimientos de los 80 se
extinguió, se desmoronó en virtud de una algarabía, justificada claro, pero
que no consideró que volver a la democracia era sólo una etapa del proceso,
la reconstrucción social y de conciencias era el proceso más largo y que en
contra de lo esperado, fue declinando cada día más, la sociedad se fue
fragmentando y lo más preocupante, disgregando, al igual que Latinoamérica
se convirtió en una sociedad funcional, trabajadora pero poco reflexiva, la
democracia se convirtió en un arma de doble filo, especialmente para las
esferas más pobres de la sociedad. Muchos de los artistas que evidenciaban
realidades sociales en las calles de los 80 se transformaron en los
intelectuales universitarios de los 90, enriqueciéndose y reflexionando desde
un punto de vista más vinculado al ostracismo que al diálogo abierto de los
70, las galerías se llenaron de intelectuales de la izquierda que hablaban dos
o más idiomas (muchos gracias a la beca Pinochet) y la poesía se vestía de
aforismos. Las calles se rayaron en los noventa de Aes anárquicas, y frases
del punk, una juventud sin identidad se tomó los lugares que en los años
anteriores se habían dispuesto para hablar de libertades restringidas.

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“Pasar de lo prohibitivo y castigador a lo permisivo y tolerante, haber
recuperado circuitos de acción y participación pública (universidades, la
prensa, la televisión, etc.), ser nuevamente actor de un debate pluralista,
obligan a nuevas estrategias de intervención”. (Richard, 1990)

Hoy en día aún no se logra enlazar la sensibilidad artística con la realidad


social de un modo útil para generar cambios en la magra sensación de
democracia que se vive, en donde el ser pobre es por decisión propia,
quienes han logrado cierto status se mecen suavemente sobre la siesta de la
tranquilidad económica y no existe ya una preocupación real sobre la cual
sentar las bases de un discurso reformativo en el cual la sociedad vea
reflejada una unificación de voluntades e intereses y pueda intentar cambiar
asuntos que se estima “no están bien” pero más allá de eso, “alguien debe
arreglar”. Las herramientas mediáticas de esta democracia no apuntan en
favor de un crecimiento homogéneo, en aspectos educacionales,
económicos, ni menos en lo artístico-cultural, se dirige específicamente a
separar aún más los estratos sociales que reniega, se alimenta de la brecha
lucrativa que define nuestras realidades, no permite la superación de la
pobreza como un onírico y esperanzado discurso, sólo establece que ser
pobre está mal y que adquiriendo bienes, tanto materiales e inmateriales, se
superará esa pobreza, recuerdo la campaña de BanIgualdad con una señora
sonriente que en sus manos porta unas bolsas con frutas, “es rico dejar de
ser pobre”, para ello se encuentra a disposición una variada gama de
posibilidades envueltas en tarjetas de crédito que entregan a la población una
sensación de poder elegir, tanto su destino, como la casa comercial que
solucionará su problema, dentro de esas elecciones, el no tomar una de
estas opciones comerciales, sitúa al pobre dentro de su pobreza y a la clase
media en una cultura mediocre y adquisitiva que encandilada con las
opciones y posibilidades que la democracia ofrece, no se preocupa por una
construcción social, aporta a su fragmentación y desvinculación, haciendo
hincapié en la negación del otro. El sistema económico actual, en conjunto
con la concepción que se tiene de democracia, emite discurso y contra-
discurso, es ambivalente, no permite el cuestionamiento y la reflexión, forman
parte y contraparte en un juicio colectivo inexistente, bloquean posibilidades

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de reforma e inducen, por un tubo a continuar consumiendo la variedad de
platos que el menú estatal y privado ofrecen.

La espiral del Silencio, oprimiendo minorías.

La Espiral del Silencio es una teoría de ciencias políticas y comunicación


propuesta por la politóloga alemana Elisabeth Noelle-Neumann. La teoría
principalmente declara que “es menos probable que un individuo dé su
opinión sobre un determinado tema entre un grupo de personas si siente que
es parte de la minoría, por miedo a la represión o aislamiento por parte de la
mayoría” (Anderson 1996: 214; Miller 2005: 277).

Para no encontrarse aislado, un individuo puede renunciar a su propio juicio,


esta es una condición de la vida en una sociedad humana; si fuera de otra
manera, la integración sería imposible. Esa transacción es la que genera
diversidad, aceptación, comunicación, sin embargo genera también un roce y
desgaste, genera conflictos y ese renuncio cuando es extremo termina por
convertirse en una supresión de la cultura de aquel individuo, la situación de
vida en las capitales latinoamericanas han conllevado estos últimos años un
crecimiento en su demografía y han recibido gran número de extranjeros. La
situación de ciudadanos peruanos es un ejemplo local de lo que acontece en
muchas ciudades del mundo, los medios de comunicación locales no
atienden a las necesidades de peruanos, no hablan acerca de su situación de
hacinamiento, de la xenofobia que viven día a día, la espiral del silencio, es
ascendente y desde el silencio del individuo peruano en este ejemplo, al
silencio de toda una sociedad de consumo de medios que al no ver esta
realidad en las comunicaciones, simplemente la reniegan o la obvian. El
estudio realizado por Noelle-Neumann identificó tildes dentro de las políticas
oficiales de algunos gobiernos, manejando así la opinión popular, las
concepciones de lo que se entiende por positivo o negativo.

“Los medios de comunicación de masas son formas de comunicación

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unilaterales, indirectas y públicas. Contrastan, pues, de manera triple con la
forma de comunicación humana más natural, la conversación. Por eso los
individuos se sienten tan desvalidos ante los medios de comunicación. En
todas las encuestas en que se pregunta a la gente quién tiene demasiado
poder en la sociedad actual, los medios de comunicación aparecen en los
primeros lugares” (Noelle-Neumann, 1995)

En los hogares chilenos, muy acostumbrados a un televisor encendido gran


parte del tiempo, la publicidad es un integrante más de la familia, un
integrante silencioso e influyente que durante años ha logrado motivar el
consumo material y con ello aprovecharse del sistema económico de manera
simbiótica. La revolución bolchevique entendió muy bien el peso de la imagen
como elemento persuasivo y lo siguió utilizando luego en las campañas de la
segunda guerra mundial. La publicidad, creada idealmente por artistas,
encuentra un nicho gigante y se adecua de manera impresionantemente
cómoda a una sociedad que es incapaz de cuestionar sus finalidades tan
evidentes.

“Colores, tamaños, movimiento, proporciones, formas, son conceptos que


aparecen difusos ante el espectador que desconoce la técnica publicitaria y
los métodos desplegados en las imágenes que están en la retina de sus ojos,
pero que tienen un poderoso mensaje, un discurso que despliegan en
segundos y penetra en la mente”. (Luis Carlós).

Mediante los sistemas publicitarios la pasividad se ha impuesto en las vidas


de los ciudadanos latinoamericanos, los elementos publicitarios basados en
la fusión del mensaje e imagen, en compañía del bombardeo mediático han
puesto dentro de su subconsciente la necesidad inmediata del consumo y del
logro de metas económicas, los medios de comunicación, por otro lado, se
han encargado de validar el discurso publicitario y la conformación y
complicidad que existe entre estos dos gigantes comunicacionales han

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logrado desarrollar un arquetipo social dispuesto para eternizar el silencio de
nuestra sociedad, poca reflexión, discursos dispares, el aplacamiento de
nuestra cultura social por la imposición del modo de vida estadounidense,
han forzado un desconocimiento de nuestras propias raíces y una negación
de la propia cultura latinoamericana.

La Gráfica del Silencio.

Al igual que en el periodo independentista chileno se escribía “viva la patria”


en los muros con sangre Talavera, en nuestros días la frase que más se
encuentra en las calles es “Pico pal que lee”, o “Pico y zorra” u otras
consignas sexuales parecidas o de equipos de fútbol, de la misma manera en
que se proclamaba la felicidad de los chilenos al nacionalizar el cobre en
1971 pintando murales por las calles de Santiago, hoy encontramos
multiplicidad de firmas y colores ilegibles, sin algún tipo de contenido, así
mismo los escritos que se hayan en los muros no son leídos por los
transeúntes, sólo demoran quizás un segundo en ver algún Stencil, cuyo
contenido nulo no es capaz de generar algún tipo de reflexión, y por el
contrario, cuando estos si tienen contenido, su técnica los traiciona
imposibilitando que trasciendan.

En un país no lector, la más típica comparación con Argentina nos deja


muchos puntos abajo en relación a población lectora (hablando
porcentualmente), se han organizado campañas que favorezcan la lectura, la
promocionan, ya que se ha instaurado como uno de los logros a conseguir,
sin embargo las estrategias aplicadas al fomento de la lectura son las que
han fallado, no han logrado comunicar a la población la necesidad de leer,
algo funciona mal en la estructura utilizada para desarrollar estas campañas,
y es que no se ha atendido a una realidad contingente a todo el día estar
mirando diferentes tipos de pantallas, vivimos hoy la cultura de la imagen, por

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lo cual es ella la que debe encargarse de generar cambios positivos en las
actitudes de quienes las observan.

“afirmar que existe un discurso de la imagen, implica otorgarle a la imagen la


calidad de un lenguaje que se estructura con características y códigos
propios y que posee características que la habilitan para representar la
realidad” (Luis Carlós)

Nuestro continente, con el fin de producir lo más rápido posible, ha olvidado


las preocupaciones sociales y se ha consumido por completo en el sistema
económico imperante, por lo cual ya no se piensa, no se cuestiona ni se
critica, y es quizás el único momento de cuestionar cosas cuando se demora
el transporte público más de la cuenta, o cuando algo esta fuera de rutina.
Esta función productiva del individuo lo ha convertido en una herramienta
más del sistema neoliberal y le ha cedido a los medios de comunicación
poder absoluto por sobre sus decisiones o convicciones.

“Esto es especialmente importante cuando, en una situación de inestabilidad,


el individuo es testigo de una lucha entre posiciones opuestas y debe tomar
partido. Puede estar de acuerdo con el punto de vista dominante, lo cual
refuerza su confianza en sí mismo y le permite expresarse sin reticencias y
sin correr el riesgo de quedar aislado frente a los que sostienen puntos de
vista diferentes. Por el contrario, puede advertir que sus convicciones pierden
terreno; cuanto más suceda esto, menos seguro estará de sí y menos
propenso estará a expresar sus opiniones”. (Noelle-Neumann)

Según este mecanismo psicosocial “la espiral del silencio”, conviene ver a los
medios como creadores de la opinión pública, constituyen el entorno cuya
presión desencadena la combatividad, la sumisión o el silencio.

La gráfica del silencio, por otro lado es una propuesta que se refiere a
directamente graficar lo que se silencia, hablar de lo que se oculta tras la
cobertura mediática y estatal, la gráfica del silencio intenciona la búsqueda
reflexiva mediante el uso de la imagen y otras “grafías”.

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En las condiciones actuales, debido al desarrollo alcanzado por la ciencia y la
tecnología, un número considerable de imágenes se crean mediante potentes
graficadores y se intercambian mediante internet. De modo que la realidad
socio-histórica, con sus disímiles variables, determina en la imagen su
construcción, evolución, transformación y la manera de apropiación.

Por otro lado, toda esta herencia social, con relación a la imagen, es
aprehendida por el individuo, que al ser moldeado por la sociedad se
convierte en un portador individualmente particular de este contenido social
refractado en la imagen. La necesidad de establecer nuevos lenguajes es la
que hace que la imagen esté llamada a ser protagonista de los cambios
sociales, cambios que son generados por la insatisfacción colectiva.
Claramente en la realidad contingente a nuestros días, es necesaria una
nueva estrategia que pueda volver a conectar los discursos personales con
consignas generales capaces de presionar a los gobiernos para obtener lo
que la misma sociedad considera necesario. La labor de los intelectuales es
inmensa, los entes pensadores de la sociedad son capaces de potenciar este
cambio, y es labor de los jóvenes profesionales que se interesen en cambiar
la situación actual de negación problemática, armar las nuevas propuestas
gráficas destinadas a provocar el pensamiento, la reflexión y comunicación
de nuestra sociedad, situaciones como la educación en Chile y Latinoamérica
están siendo abordadas de manera comercial y empresarial, a sabiendas de
que la educación es el arma principal de defensa que tiene un ser humano.

La Gráfica del Silencio tiene su espíritu en generar la opinión pública seria y


el debate consciente en búsqueda de una sociedad más humana, capaz de
reflexionar y generar nuevos pensamientos y contrarrestar los efectos
mecanizadores de nuestra sociedad de libre mercado. Idealmente la gráfica,
por otra parte debiera ser inserta como política de comunicación dentro de las
nuevas propuestas educativas que nazcan del debate social, de la
preocupación por desarrollar una región autónoma y respetuosa de sus
orígenes, en virtud de una conversación global más válida y honesta. La

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aludida gráfica es también portadora de un valor didáctico porque favorece el
movimiento del discente hacia la búsqueda del conocimiento y promueve el
desarrollo del pensamiento lógico, flexible, amplio, profundo y reflexivo que
facilita el poder formular generalizaciones, trabajar con conceptos, y aplicar el
conocimiento que va adquiriendo con independencia, manifestaciones estas
de un aprendizaje desarrollador.

La apuesta aquí enunciada no apunta exclusivamente a la imagen, por el


contrario, pretende significarse en todo tipo de “grafos” desde la escritura
hasta las propuestas visuales digitales, para así, de alguna manera aunar las
voces alternas y fragmentadas de lo censurado, no ya por la fuerza, sino por
la llamada “espiral del silencio” e intentar desde la expresión máxima y
absoluta, que recorra todas sus vías posibles, atentar a favor un despertar de
la opinión pública y de la aceptación del otro, desarrollar el diálogo colectivo y
movimiento que busque solucionar la problemática social, como Henry Giroux
lo propuso, una resistencia en bloque a la situación socioeconómica, cultural
y educacional en Latinoamérica.

Una Latinoamérica que de tanto repetirse y copiarse, es hoy, una obra de arte
que se ha fragmentado y dicha fragmentación y repetición constante ha
llevado a una pérdida de su propia aura, sin embargo yacen en su espíritu
inquieto las necesidades de alzar la voz y no dejarse reprimir, vulnerar la
consigna de verdad única y restablecer las necesidades sociales en un marco
primordial que los gobiernos deben atender, sin miramientos netamente
políticos, en la búsqueda de seres más humanos, en donde ningún tipo de
persona se vea vulnerado gratuitamente, en donde la cultura arraigada de
sus propias entrañas se sienta participante y protagonista de los cambios que
le devienen, de un futuro brillante que debiera conocer por luz propia, y no a
la sombra de entes que pretenden la supresión de un pueblo destinado a
surgir. Latinoamérica ha sido sometida a normas extranjeras por el hecho de
entrar en un escenario capitalista, y es que no puede ser de otra manera,
aunque se hable de una modernidad inacabada, dialoga con los posmoderno,
por lo cual la posmodernidad influye directamente en nuestras naciones;
dicha influencia, como todo aspecto de un sistema neoliberal, tiende a

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suprimir las identidades, asignar números y hablar de la masa, sin respetar
las personalidades de los individuos, y si hablamos de educación, es lógico
pensar que dicha uniformidad se aplica también a la figura docente, suprimir
las individualidades de los profesores es relegar la profesión a entes
repetidores de esquemas previamente formados para nutrir una sociedad que
se ordena para que sea netamente funcional y no reflexiva, pretende
naturalizar el conocimiento etnocentrista como la única bandera real de lo
deseado.

La investigación educativa, por otra parte, juega un rol que puede ser nocivo
para el arquetipo social presente en la actualidad, por lo cual no está
planteada dentro de los intereses de nuestras políticas educativas, es
entendible entonces que la construcción de una identidad profesional docente
cuente con muchas trabas al momento de plantearse como una realidad, se
puede colegir entonces que la investigación educativa es el primer paso
necesario para una construcción conceptual de identidad docente, y es donde
radica el principal problema, sin una investigación de praxis, el sistema
seguirá generando una base firme de desconfianza hacia la labor de los
educadores, suprimiendo sus identidades y reificando el etnocentrismo,
manteniendo lejos la posibilidad de generar nuevas políticas educativas y por
lo mismo, imposibilitando la construcción de un currículum consciente y
propio que tenga en consideración las individualidades tanto de profesores
como de estudiantes.

Sumando los puntos expuestos en las páginas anteriores puede


establecerse, pero por sobre todo entenderse, que el continente latino ha sido
abusado por las grandes potencias, culturales y económicas desde su
descubrimiento, que ha sido desligado de su conformación inicial y pura, para
transformarlo en un ente de explotación y alienación y que si las costumbres
criollas latinoamericanas ya eran costumbres ajenas, por lo menos habían
sido mezcladas con las propias y tuvieron una re-lectura u otro tipo de
transculturación. La llegada norteamericana a Latinoamérica se impuso
mediante las luces de colores y la comida rápida, mucha televisión y mucha
ropa fina, mucha delgadez y gimnasios, muchas pastillas para desactivar la

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memoria y una velocidad de caída libre en la vida laboral.

Las sociedades latinoamericanas se han visto envueltas en una gran capa de


silencio, tanto mediático como netamente político, los movimientos artístico –
educativos adolecen de fuerza y vinculación. La ciudadanía cuestiona en un
mínimo porcentaje su diario vivir y las injusticias de todo tipo que le
subyacen, por otro lado los movimientos juveniles y alternativos que buscan
entregar contra-información, son continuamente castigados por triquiñuelas
del aparato ejecutor de lo justo, amparados en todo el peso de la ley, un peso
inventado y que se sustenta sobre mentiras, subjetividades y necesidades
creadas. Evidenciar dicho problema es imperante, graficar el silencio va más
allá de rayar la muralla, se necesita un respaldo teórico, un sustento sobre el
cual elaborar el discurso, una reflexión social transversal a fin de generar un
nuevo pensamiento, un cambio desde nuestro sistema de educación y de
relaciones sociales, cambiar la verticalidad de las relaciones de poder, asumir
que se tiene una opinión valedera dentro de la sociedad y con ella contribuir a
mejorarla, desde un punto de vista más humano y menos económico. Es por
esto que debe trabajarse en conjunto, desde la gráfica simple y honesta de la
calle, hasta la interpretación de la problemática intelectual, asunto que se
basa radicalmente en la educación que los niños de nuestras sociedades
están recibiendo, no es necesario seguir repitiendo la estructura social rígida
en nuestros colegios, es primordial integrar a las artes como aspecto
fundamental en la construcción de los individuos, sabido es que los niños
comienzan sus vidas creando, graficando lo que ven, y debiese atenderse a
esa honestidad la necesidad de salir de este manto sagrado que se ha
impuesto por sobre los pensamientos y voluntades de los ciudadanos latinos,
para ello debe trabajarse en conjunto, reflexionar, acercar esas reflexiones a
la ciudadanía, para que los que puedan hacerlo no se queden simplemente
en las sillas escribiendo libros, participar de la creación popular es
comprometerse hasta el fondo, haciendo lo que a cada quien le compete,
pero preocuparse sinceramente acerca de lo que aqueja y se silencia, el
silencio rompe y zurce, pero jamás regenera.

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Fernando Herrera Saavedra

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