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Luis Lafferriere – Director Proyecto Extensión ‘Por una nueva economía, humana y
sustentable’ de la UNER
El sistema capitalista internacional superó la crisis de fines de los años ’60 del
siglo XX a partir de las fuertes reacciones que la misma desató, y que tuvo como
protagonistas centrales a los sectores más concentrados del poder mundial.
Reacciones de tal magnitud, que van a generar en un par de décadas una nueva y
mucha más profunda crisis, que para algunos (me incluyo) es considerada como
civilizatoria (y cuya resolución demanda un cambio de esa característica).
En los últimos años del siglo XX se va delineando la esencia del nuevo modelo
económico-social, que recién va a asomar con más claridad luego de la crisis del
2001-2002. Se trata del modelo neocolonial extractivista, que es parte del
reordenamiento que impulsan los capitales más concentrados del mundo para
América del Sur, y cuya gestión asumen de manera subordinada la mayoría de los
gobiernos de esta región.
Un país sin proyecto nacional, una Nación sin soberanía, una sociedad desigual,
eran características de la Argentina en el año 2003. Pero con una novedad más que
auspiciosa: sectores populares movilizados abrían una grieta en el sistema y
cuestionaban seriamente el rol de la partidocracia, que había asumido la función
de gestionar e impulsar el proyecto dominante como su objetivo principal, dejando
indefensa a la gran mayoría de los excluidos. Asomaba un escenario de
ingobernabilidad e incertidumbre para los dueños del poder, y no alcanzaba con la
salida autoritaria que prometía el entonces presidente Duhalde.
La minería a cielo abierto (que devora montañas, envenena el agua y arrasa con los
metales preciosos), sobre la base jurídica aún intacta de los años ’90, va a tener
un impulso notable a partir del 2003, con un funcionario del área reciclado de la
década menemista y con un claro compromiso del matrimonio gobernante de apoyar
a las transnacionales más poderosas (y depredadoras) del planeta.
¿Para qué han servido esos recursos cuantiosos? Para mantener el modelo intacto,
en beneficio de las minorías privilegiada s de siempre. Pero también han alcanzado
para hacer un repudiable clientelismo y cooptar numerosas organizaciones
sociales, manteniendo así un equilibrio inestable que se asienta en una caja
abundante y en una corrupción servil al sistema.
¿Qué esperar entonces de este modelo y de la gestión que realizan los principales
partidos políticos? Pan para hoy y mucha incertidumbre para el futuro. Porque es
un modelo que hoy brinda muchos recursos líquidos, pero no es sustentable en el
mediano plazo, ya que se basa en la sobreexplotación de los recursos y en el
saqueo de nuestras riquezas. Y porque no es el resultado de una sola gestión
presidencial, sino que ha venido siendo apoyado y defendido por quienes gobiernan
el país en las últimas décadas (tanto oficialismo como oposición ‘responsable’).